tag:blogger.com,1999:blog-4502462373749599142024-03-14T03:19:38.078-07:00Obras de teatro para todosanimal stormhttp://www.blogger.com/profile/14507451639067425936noreply@blogger.comBlogger65125tag:blogger.com,1999:blog-450246237374959914.post-24588930703578374542016-09-14T16:30:00.000-07:002016-09-14T16:30:03.086-07:00SEPTIEMBRE 1907Autor: <b>Liberta</b> (seudónimo)<br />
PERSONAJES<br />
CHEPA, 30 AÑOS<br />
SATURNINA, 23 AÑOS<br />
MIGUEL, 17 AÑOS<br />
<br />
Buenos Aires, septiembre de 1907. Conventillo “Los Cuatro Diques”. Pieza del inquilinato: un pedazo de tela raído, a modo de cortina, separa un sector. Hay muchos trastos, jergones, libros, diarios, cajones, sillas, varias escobas y palos cruzados como fusiles. Una enorme olla con agua se calienta encima de un brasero. Chepa va y viene, dictando a Saturnina.<br />
<br />
CHEPA “Oriental albañil”, 0,20 centavos; “Barítono” 0,30; “Un sastre explotado”, 0,20.<br />
SATURNINA Espere, Chepa, no puedo tan rápido.<br />
CHEPA Hala, que el tiempo apremia. Pueden traer noticias en cualquier momento.<br />
SATURNINA ¿Cuánto el sastre?<br />
CHEPA 0,20. “Uno que se quedó con las ganas”, 0,90 centavos; “Venga pronto la anarquía” 0,50; “Una que capó un fraile”, 0,60…<br />
SATURNINA ¡Madonna mía! ¡Qué nombre!<br />
CHEPA ¿Y éste? “El que roba por hábito es un burgués al menudeo”. ¡Píllate esa mosca por el rabo!<br />
SATURNINA ¿Por qué no dice, Chepa, que se pongan un nombre breve?<br />
CHEPA Todo le tengo aquí, en la sesera. Y la cantidad exacta.<br />
SATURNINA Guido ponía “Hacha e veneno”.<br />
CHEPA ¿Otra vez con Guido? No le traigas. Escribe.<br />
SATURNINA ¡No me da la mano! Hace poco que aprendí.<br />
CHEPA Por eso mismo. Debes practicar, Saturnina.<br />
SATURNINA Escriba usted.<br />
CHEPA Eres una holgazana.<br />
SATURNINA Estoy cansada, llegué recién de la fábrica.<br />
CHEPA ¡La fábrica, la fábrica! ¡Y sí! Ahí morirás. ¿O acaso piensas casarte con el casero, por ejemplo?<br />
SATURNINA ¡Ni Dios permita! Mala pécora.<br />
CHEPA Deja ya de amolar con Dios, la virgen y la fábrica.<br />
SATURNINA Usted porque no tiene que ir.<br />
CHEPA Llevas razón. Que yo me recuerdo todos los días a las nueve y me traen leche con miel a la cama. ¡Eres una burra! ¡Acémila!<br />
SATURNINA ¡Chepa!<br />
CHEPA Piensas que por lavar la roña de los ricos yo me la paso de jarana. ¿No conoces acaso la vida que llevo? ¡A ver si tú podrías cargar las sábanas de los Holterhoff hasta el arroyo del Piojo! ¡Y con un crío al pecho!<br />
SATURNINA Cálmese, Chepa. No haga tanto escándalo que va a llamar la atención.<br />
CHEPA ¡Es que tú me cargas con tanta bobería, zonza!<br />
SATURNINA Tranquila: me castiga, má sotto voce.<br />
CHEPA Te he gritado otra vez, ¿verdad?<br />
SATURNINA Eh, sí, Chepa. Siempre grita.<br />
CHEPA Es la espera… me altera esta vigilia. Disculpa. Se sienta, respira profundo y se toma un pecho Ya empiezan a doler… Pásame el papel.<br />
<br />
Saturnina se levanta, acomoda su ropa y se acerca con el papel. Chepa olfatea el aire.<br />
<br />
CHEPA ¿Qué es eso?<br />
SATURNINA ¿Qué sucede, Chepa?<br />
CHEPA Ese olor… no te muevas. Muévete. No te muevas. Muévete. Saturnina sigue las indicaciones. Le traes tú. Olor a sebo.<br />
SATURNINA Se huele. Io non siento niente.<br />
CHEPA Llevas olor a fabriquera de vela.<br />
SATURNINA Eh, si usted trabajara en la velería…Usted me lo dice porque friega. Vaya al pilón a ver si tiene sitio para lavarse ¡cuando las ratas no le comieron el jabón!<br />
CHEPA Pobre Guido. ¡Con ese aroma!<br />
SATURNINA Eh… ¿por qué me lo trae al Guido? ¡Después me pide que no hable de él!<br />
CHEPA ¡Pues vaya! Si le deportaron, no puedes seguir pendiente. Vive ahora. Vive ahora como te gustaría vivir en el futuro.<br />
SATURNINA Llora ¡Guido, Guido!<br />
CHEPA Ah, maldita la hora. No llores, Saturnina, no llores. Guido estará bien.<br />
SATURNINA Quiero volverme a Bioglio… Marieta se volvió.<br />
CHEPA También la deportaron.<br />
SATURNINA No, qué sabe.<br />
CHEPA La deportaron. Y antes la llevaron presa y la vejaron como se les dio la puñetera gana. ¿Tú quieres eso?<br />
SATURNINA No, no me diga, que me da miedo.<br />
CHEPA ¡Pues me importa tres cojones! ¡Lucha, cobarde, y termina con esa mariconería!<br />
SATURNINA No grite, Chepa, tranquila, van a llamar a los bomberos.<br />
CHEPA Que tiren agua helada. Tengo el cuero duro. ¡Venid, venid, cabrones! ¡Tirad, cangrejos! ¡Aquí les esperamos, escoba en mano y con el agua hirviente!<br />
SATURNINA Chepa, cálmese. Va a precipitar el desalojo.<br />
CHEPA ¡Viva la anarquía! ¡Muera la explotación!<br />
SATURNINA Aguante, que el agua no hirvió todavía… ¡cállese, Dio benedetto!<br />
CHEPA ¡Qué Dios ni qué ocho cuartos! ¡Hala, tú también grita conmigo!<br />
SATURNINA Chepa…<br />
CHEPA ¡Di lo que has aprendido! ¡Hazlo!<br />
SATURNINA Tímidamente ¡Viva la nostra emancipazione! ¡Viva la anarchia!<br />
CHEPA ¿Y luego?<br />
SATURNINA Pero yo…<br />
CHEPA ¡Dilo! Se toma un pecho ¡Ay!<br />
SATURNINA En voz queda ¡Viva la unione libera!<br />
CHEPA ¡Y viva el amor libre!<br />
SATURNINA Chepa, usted sabe que Guido…<br />
CHEPA Le conozco bien. Le escuché decir Lo imita “…Todas no pueden ser Luisa Michel o Emma Goldman…” Que te has buscado un compañero miserable, y encima penas por él. ¡Vergüenza de anarquista es! ¡Macaneador!<br />
SATURNINA No debe hablar así. Poveretto…<br />
CHEPA Pobre de ti. ¡Doblemente explotada, por ser obrera y ser mujer!<br />
SATURNINA Chepa, escuche.<br />
CHEPA No, tú debes escucharme a mí.<br />
SATURNINA Chepa, afuera…<br />
CHEPA Es hora de que dejes volar esos pájaros que tienes en la cabeza…<br />
SATURNINA Chepa.<br />
CHEPA … y unirte a otro compañero que no quiera ser un zar.<br />
SATURNINA ¡Chepa, cállese, Madonna santa! ¡En la galería!<br />
<br />
Se acercan a la puerta y hablan en voz baja.<br />
<br />
CHEPA Huele. Hay aroma a albahaca y ajo.<br />
SATURNINA ¿Habrán mandado a las hijas de Karim?<br />
CHEPA No, que están en La Boca, a los escobazos. Aléjate, que me interfieres con tu olor a sebo. Sigue oliendo Calabaza y pepinillos… patatas, pimiento calahorra.<br />
SATURNINA Peperone... no siga, me da hambre. ¿Qué sucede?<br />
CHEPA Mandarina. Naranjas.<br />
SATURNINA Basta ya, Chepa. Me hace mal.<br />
CHEPA ¡Atención! Coge la escoba.<br />
<br />
Al retirar una tira todo.<br />
<br />
CHEPA En voz baja ¡Mastuerza!<br />
<br />
Golpean la puerta de la habitación. Sobresalto. Chepa le hace señas a Saturnina, para que se ubique al costado, escoba en alto.<br />
<br />
CHEPA Cambiando la voz ¿Quién es?<br />
MIGUEL Desde afuera, apagado El verdulero.<br />
CHEPA ¿Cómo?<br />
MIGUEL ¡Verdura!<br />
CHEPA A Saturnina ¿Es el santo y seña?<br />
SATURNINA Io non só.<br />
CHEPA ¡Saturnina, me cago en la leche! ¿No te han dicho la contraseña?<br />
SATURNINA Avergonzada Me olvidé de preguntar.<br />
CHEPA ¿Que no has preguntado? ¡Infeliz! ¡Pero quién me ha mandado tenerte aquí!<br />
<br />
Golpean otra vez.<br />
<br />
MIGUEL Apuren, no tengo tiempo.<br />
CHEPA A Saturnina No parece la voz de una mozuela. ¿Qué hacemos? ¿Y si nos han tendido una trampa?<br />
SATURNINA Llora. Perdone, Chepa.<br />
CHEPA ¡A mí no te disculpas! A todo el inquilinato, so bestia. ¿Pero es que no tienes conciencia? Hacia fuera ¡Repite!<br />
MIGUEL ¡Verdura! No me haga gritar…<br />
SATURNINA Guarda, ¡qua voce! ¡Barítono!<br />
CHEPA A Saturnina ¡Chitón! Hacia afuera ¿Quién te manda?<br />
MIGUEL ¿A qué tanta vuelta?<br />
CHEPA ¿Quién? Dilo ya.<br />
MIGUEL Simón.<br />
CHEPA A Saturnina, tomándose un pecho ¿Quién es ese tío?<br />
SATURNINA El ruso joven, el delegado.<br />
CHEPA ¿Eh?<br />
SATURNINA El que hace juguetes a los bambinos.<br />
CHEPA Mmmm… Hacia afuera ¿Cuál es tu gracia?<br />
MIGUEL Miguel.<br />
CHEPA ¿Cuál Miguel?<br />
MIGUEL Miguel Pepe, ¿me abren o no?<br />
SATURNINA Riendo Pepe… pimienta…<br />
CHEPA ¡Shhhh! Hace una señal a Saturnina para que lo derribe con la escoba. Hacia afuera De inmediato. A Saturnina, le pasa el papel. Ante la duda, trágate esto.<br />
<br />
Saturnina intenta metérselo en la boca y desiste, lo guarda entre sus pechos. Chepa abre la puerta, entra Miguel con un canasto de verdura, vestido con remera rayada y saco de hombre. Saturnina le asesta un golpe y Chepa le hace una zancadilla.<br />
<br />
MIGUEL Desde el piso ¿Qué hacen?<br />
CHEPA Ahora veremos quién es quién.<br />
SATURNINA Es un ragazzo, Chepa… Guarda.<br />
CHEPA Má qué ragazzo. Éste gasta bigotes.<br />
MIGUEL Vengo de parte de Simón, del delegado.<br />
CHEPA Y yo de parte de Ravachol. ¡A otro perro con ese hueso!<br />
SATURNINA Chepa, mire que…<br />
CHEPA Cierra la boca, tontuela. Ya demasiado daño hiciste. ¿No ves que iban a mandar a una niña?<br />
MIGUEL Vine yo, mi hermanita está enferma.<br />
CHEPA Pues no te creo. ¿Quién te ha mandado a espiar?<br />
MIGUEL No espío, traigo noticias de los conventillos, y de su niña.<br />
CHEPA Sin escucharlo Mira, cochino, que se te ve la traza de vámpiro. Saturnina, átale y amordázale.<br />
SATURNINA ¿Qué?<br />
CHEPA Lo has escuchado. Amordázale, mientras yo le lío con este soguín.<br />
MIGUEL Esperen, compañeras. Es un error. Simón…<br />
CHEPA ¡Cállate!<br />
MIGUEL ¡Vengo de la manifestación!<br />
CHEPA A Saturnina Tú, rápido, ponle una mordaza.<br />
<br />
Saturnina lo amordaza con un trapo y Chepa lo ata, lo sientan en una silla.<br />
<br />
CHEPA Ya verás cómo llega la emisaria en un retintín.<br />
SATURNINA ¿Está segura? Mire que me parece cara conocida.<br />
CHEPA Sí… le falta el uniforme azul. Trae olor a bosta de los cosacos.<br />
SATURNINA ¿No volvió nadie de la manifestación?<br />
CHEPA Todo está en silencio. No parece el mismo convento.<br />
SATURNINA ¿Qué hacemos?<br />
CHEPA Esperar.<br />
<br />
Saturnina y Chepa se sientan, vigilan a Miguel, que asustado, no mueve más que los ojos. Los ojos de Chepa empiezan a viajar entre Miguel, Saturnina y la canasta. Le duelen cada vez más los pechos. Huele embelesada el olor de la verdura que flota en al aire.<br />
<br />
CHEPA Hay rábanos, también…<br />
SATURNINA ¿Cosa dice, Chepa?<br />
CHEPA … y berenjenas.<br />
<br />
Miguel mira fijamente a Saturnina. Ella lo nota y empieza a incomodarse.<br />
<br />
CHEPA ¿El agua ha hervido?<br />
SATURNINA Falta poco.<br />
CHEPA Es el momento de echarle un puñado de sal.<br />
SATURNINA Pero así va a hervir más tarde…<br />
CHEPA Le echa un puñado No importa, la sal les producirá un mayor escozor.<br />
<br />
Miguel hace señas disimuladamente a Saturnina, cabecea y levanta las cejas hacia los pechos de ella y de Chepa.<br />
<br />
CHEPA Mira la olla fijamente. Qué desperdicio… echársela por el lomo a estos miserables puercos. Decidida, se acerca a la canasta A ver, ¿qué tenemos por aquí? Te sacaremos provecho, soplón del casero. ¡Dile que le expropiamos la verdura y que si se molesta, le quitaremos además los calzones! ¡Habrá un cocido en Los Cuatro Diques! Saca verdura y la va echando a la olla.<br />
SATURNINA Chepa, todavía no vino la mensajera. No será que este ragazzo…<br />
CHEPA Una buena caldereta, como la hacía mi madre.<br />
SATURNINA Me parece que quiere decir algo.<br />
CHEPA Si le dejas hablar, te convencerá. Eres inocente, Saturnina. Trae ese puerro, hazme el favor.<br />
SATURNINA ¿Inocente, yo? Usted es una empecinada, ¿no le ve los ojos de sufrimiento, poveretto?<br />
CHEPA Tú me harás caso de ahora en adelante, bestezuela. Has hecho peligrar el inquilinato por no saber la contraseña. ¡Y agradece que no sospecho que tú eres otra soplona! Ay…<br />
SATURNINA Chepa, ¿se siente bien?<br />
CHEPA Se toma los pechos Me duelen. Todavía no han traído a mi niña y siento que me explotan.<br />
SATURNINA Siéntese, haga el favor.<br />
CHEPA No, ayúdame con el caldo. Van a la canasta, le da dos naranjas. Toma, para ti.<br />
SATURNINA Mmm, qué perfume…<br />
CHEPA Ponlas en tu escote, así te sacas ese olor y te quedan grandes como las mías. Le mete las naranjas en el corpiño.<br />
SATURNINA Chepa, el bambino...<br />
CHEPA ¡Que mire, no le cobraremos por ello! Y no es un niño. Mira qué brazos tiene.<br />
SATURNINA Déjelo, por piedad. Le da vergüenza.<br />
CHEPA Es fuerte. Ya debe trabajar duro. Le aprieta un brazo Si no fuera un soplón…<br />
SATURNINA No sabe, Chepa, no sabe si lo es.<br />
CHEPA Hay olor a perros en el aire… Me preocupa tanta calma.<br />
<br />
Saturnina se saca las naranjas y se frota con ellas los brazos, las huele. Se escucha un rumor de pasos y voces lejanas.<br />
<br />
SATURNINA Escuche, ¿no están llegando?<br />
CHEPA Alguien viene.<br />
SATURNINA Es la voz de María la China.<br />
CHEPA Ni que lo digas. ¡Grita como si estuviera vendiendo el diario! Voy hasta el patio a por noticias.<br />
SATURNINA Pregúntele por este ragazzo.<br />
CHEPA Vigílale, Saturnina. No le quites los ojos de encima. Si se mueve, le aplicas un pescozón. A Miguel ¡Guapo! Por Saturnina Mira qué maja te pierdes por ser esbirro del burgués… Por el dolor de los pechos Ay…<br />
<br />
Sale Chepa. Saturnina revuelve el caldo, mientras mira a Miguel. Cree que le dice algo de las naranjas en su escote, y empieza a coquetearle.<br />
<br />
SATURNINA ¿Quiere hablar?<br />
<br />
Miguel dice que sí con la cabeza.<br />
<br />
SATURNINA ¿Qué? Me quedaban bonitas, ¿certo? Vuelve a ponerse las naranjas Guarda que si se entera Chepa…<br />
<br />
Miguel dice que no con la cabeza.<br />
<br />
SATURNINA ¿Quiere que le saque la mordaza? Debe prometerme que no le contará nada.<br />
<br />
Miguel dice que sí con la cabeza.<br />
<br />
SATURNINA Rápido, ¿eh? Sólo un bacio… Que Chepa va a volver… Se inclina sobre él para sacarle la mordaza y recuerda el papel que guardó en su pecho. Ah… ¡maledetto! Quiere el papel de las colaboraciones. ¿Certo? Y yo que pensaba… ¡Io non trovo altro che inganno!<br />
<br />
Miguel dice que no con la cabeza.<br />
<br />
SATURNINA ¿Entonces? ¿Qué pretende, jugar conmigo? Se aprovecha porque soy sola. Disgraziatto…<br />
<br />
Entre Chepa como un huracán.<br />
<br />
SATURNINA Chepa, Madonna santa… ¿qué sucede?<br />
CHEPA Ay… Tomándose los pechos. Desátale, Saturnina.<br />
SATURNINA ¿Cómo?<br />
<br />
Miguel se sacude en la silla, con desesperación.<br />
<br />
CHEPA Sí, que era verdad.<br />
SATURNINA Chepa, ¿le dije o no le dije? ¡Testaruda!<br />
CHEPA ¡Date prisa, atolondrada, que algo tiene para decir de mi niña!<br />
SATURNINA ¡Momentito! ¿Es que nunca va a tener en cuenta lo que digo?<br />
CHEPA Ya, Saturnina, llevas razón. ¡Desátale!<br />
SATURNINA No me dé la razón como a los locos. Discúlpese, tan siquiera.<br />
CHEPA No te aproveches de mis dolores.<br />
SATURNINA Usted se aprovecha de mí… ¡me maltrata!<br />
CHEPA Excúsame, pero ya no soporto más. Los tengo como dos piedras. Cuando traigan a mi niña, te trataré mejor.<br />
SATURNINA Sacándose las naranjas y esgrimiéndolas progresivamente No quiero esperar. No quiero esperar todo. ¡No quiero esperar siempre!<br />
CHEPA Saturnina… ¡te desconozco! Tienes llamas en los ojos. Perdóname, te lo ruego.<br />
<br />
Saturnina deja las naranjas, le saca la mordaza y desata a Miguel.<br />
<br />
MIGUEL ¿Están locas? ¡Me han hecho perder el tiempo!<br />
CHEPA Vencida por el dolor de los pechos Perdona, chaval…<br />
SATURNINA A Chepa ¿Qué dicen en el patio?<br />
CHEPA Dile tú, por favor.<br />
MIGUEL Que no han aceptado el pedido de rebaja. Hay que poner en marcha el boicot.<br />
SATURNINA ¡Se rieron en nuestra cara!<br />
MIGUEL Se vienen los judiciales con la orden de desalojo, la policía y los bomberos.<br />
SATURNINA ¿Ahora mismo? Madonna…<br />
CHEPA A Saturnina ¡Deja ya a todos los santos!<br />
MIGUEL A Chepa ¡No la moleste más! ¡Pedazo de bruta!<br />
SATURNINA Eh, más respeto. ¿No ve cómo se siente? Ya pidió disculpas.<br />
CHEPA A Miguel ¿Dónde está mi niña?<br />
MIGUEL En el convento, con las planchadoras. No pueden salir… está rodeado a estas horas.<br />
CHEPA Maldita sea…<br />
MIGUEL La niña estará bien. La cuidarán.<br />
<br />
Chepa se levanta, doblada, se dirige hacia una palangana, moja un trapo y trata de calmar su dolor.<br />
<br />
SATURNINA ¿Qué me hacía tanta seña, usted? ¿No sabe que puede confundir?<br />
MIGUEL ¿Cómo quería que le avisara del… pecho? ¡Estaba con un trapo en la boca!<br />
SATURNINA Eh… ¡no sé! Pero si me mira por acá y levanta la ceja así…<br />
MIGUEL No lo hice a propósito.<br />
SATURNINA Me hizo entrar como un caballo. Soy una mujer sola.<br />
MIGUEL Yo le haría compañía… si usted quisiera.<br />
SATURNINA Coqueta Eh… usted es demasiado jovenito. ¿No le parece? Sobresaltada ¿Qué fue ese ruido?<br />
MIGUEL Avergonzado Mis tripas.<br />
SATURNINA ¡Qué concerto, mamma mia!<br />
MIGUEL Parece el Teatro alla Scala....<br />
SATURNINA ¡El Coliseo Argentino!<br />
MIGUEL ¿Ha estado? ¿Conoce?<br />
SATURNINA Me colé al gallinero…<br />
MIGUEL ¿Le gusta la ópera?<br />
SATURNINA Sin duda.<br />
MIGUEL Disfrutando ¡Ah! Yo me pongo de espaldas, para apreciar la música.<br />
SATURNINA Era usted… por eso me parecía conocido… ¡era usted!<br />
MIGUEL ¡Cendrillon! Fue hace tres días.<br />
SATURNINA ¿Canta? Tiene voz de barítono…<br />
MIGUEL De figurante, una vez, en el Coro de Esclavos. Canta Va pensiero, sull'ali dorate…<br />
<br />
Saturnina lo sigue. Ambos empiezan a transportarse con el recuerdo y la música.<br />
<br />
SATURNINA va, ti posa sui clivi, sui colli,<br />
SATURNINA y MIGUEL ove olezzano tepide e molli /l'aure dolci del suolo natal!/Del Giordano le rive saluta, /di Sionne le torri atterrate.../Oh mia patria sì bella e perduta!/Oh membranza sì cara e fatal!/Arpa d'or dei fatidici vati,/perché muta dal salice pendi? /Le memorie nel petto raccendi, /ci favella del tempo che fu! /O simile di Sòlima ai fati /traggi un suono di crudo lamento, /o t'ispiri il Signore un concento/che ne infonda al patire virtù./che ne infonda al patire virtu /che ne infonda al patire virtu/al patire virtu!<br />
<br />
CHEPA En off, los chista Eh, ¿se olvidaron de la huelga?<br />
<br />
Miguel se toma el estómago con una mueca de dolor.<br />
<br />
SATURNINA ¡Otra vez ese ruido! ¡Poveretto! ¿Desde cuándo no le echa algo? ¿De la función?<br />
MIGUEL Desde ayer… ¡Y ustedes nos han dejado sin verdura!<br />
CHEPA Volviendo Prepárale, Saturnina, en un cazo. ¡Se la llevarás cocida a tus hermanas! Ven, chaval, hazme un favor. Ven que te daré algo para ti. En compensación por lo que te he hecho pasar.<br />
<br />
Lo lleva tras la cortina. Mientras, Saturnina toma un recipiente y echa verdura que saca de la olla. Escucha con mucha atención las voces y los murmullos de Chepa y Miguel. Toma las naranjas y juega con ellas.<br />
<br />
CHEPA Mira esto.<br />
MIGUEL Pero… ¿qué hace?<br />
CHEPA Por favor, te lo pido.<br />
MIGUEL Cúbrase, no me muestre…<br />
CHEPA ¡Me urge! Toma.<br />
MIGUEL Está su compañera ahí.<br />
CHEPA Lo sé. No pienses en ello. Tómame.<br />
MIGUEL Recién me pareció que yo le importaba…<br />
CHEPA Lo interrumpe Es como cargar dos cascotes, tócalas, toca a ver cómo las tengo.<br />
MIGUEL ¡No quiero! Suélteme la mano.<br />
CHEPA Mírame a los ojos. Escucha lo que te voy a decir.<br />
MIGUEL No quisiera que Saturnina piense mal de mí…<br />
CHEPA Es una buena mujer. Nunca pensará mal.<br />
MIGUEL No, no lo entendería.<br />
CHEPA Comprenderá. De verdad, comprenderá. ¿Tienes hambre?<br />
MIGUEL No.<br />
CHEPA Mentira, lo dijiste recién.<br />
MIGUEL No quiero, no.<br />
CHEPA Escucho cómo gritan tus tripas.<br />
MIGUEL …<br />
CHEPA Desde ayer que no comes. Así tus hermanas tendrán más para ellas. Por favor… Es leche, es buena. Piensa en las niñas.<br />
MIGUEL No.<br />
CHEPA Compañero… Míralas. Te estoy pidiendo ayuda.<br />
MIGUEL Bueno, está bien. Pero poco.<br />
CHEPA ¡Gracias! Te hará crecer todavía más. Deja que me siente. Coge el pezón y bebe, despacio al principio o me harás doler. Así. Ah, sí, sí… Ya puedes hacerlo más fuerte. Hazlo, sigue, no te detengas. Ten cuidado con tus dientes… Ayúdate con la lengua. Un poco más, más… Ya casi se vacía, con esas quijadas que tienes… Ahora sí, ya me siento mejor. Ven a la otra, no me rechaces, chaval… A ti también te hará bien. Mi niña, pobrecita mi niña…<br />
MIGUEL Hay un ama de leche, allá. Ella le dará, no se preocupe.<br />
CHEPA Gracias, gracias, rapazuelo… Bebe, bebe un poco más. No dejes de chupar. Hazlo fuerte. Qué alivio... Qué alivio... Ahora podré contra el desalojo. Vacíala, vacíala del todo. Otro poco, que aquí queda…<br />
<br />
Sale tras la cortina Miguel, que se limpia los labios. Se ve a Chepa que se acomoda el escote.<br />
<br />
CHEPA Vete, vete, antes de que lleguen los cosacos. Tapiaremos la puerta de calle.<br />
<br />
Saturnina le da el cazo a Miguel. No lo mira.<br />
<br />
SATURNINA Está caliente. Avergonzada por lo que dijo Oh, perdone. Toma las naranjas y se las da. Son suyas. Oh, perdone…<br />
MIGUEL Las huele Le quedaban preciosas. Pero así también es hermosa, Saturnina.<br />
SATURNINA Cuídese, Miguel. Salga presto.<br />
MIGUEL Le da una naranja Tenga una, para usted.<br />
<br />
Le da un beso furtivo, toma la canasta con el cazo y sale de la habitación.<br />
<br />
SATURNINA Addio.<br />
<br />
Sale Chepa tras la cortina.<br />
<br />
SATURNINA Llora Guido… ¡Guido!<br />
CHEPA Vete al patio, Saturnina. Nada conseguirás con esa murria. ¡Coge escoba y piedras, ve, resiste con los otros! Barre la escoria que te ha quitado tu dignidad.<br />
<br />
Chepa le da la espalda, Saturnina levanta la escoba como para pegarle. Chepa gira.<br />
<br />
CHEPA ¿Quieres darme, Saturnina?<br />
SATURNINA Eh, sí. Me dio gana.<br />
CHEPA Pégame.<br />
SATURNINA Usted está loca.<br />
CHEPA Adelante, pégame. Me la merezco.<br />
<br />
Saturnina le pega un par de escobazos, pero desiste.<br />
<br />
SATURNINA No puedo. No puedo.<br />
CHEPA Dolió, Saturnina. Eres fuerte. ¿Quieres más?<br />
SATURNINA No. Ya pasó.<br />
CHEPA Otro más, por favor.<br />
<br />
Saturnina le vuelve a pegar, sin ganas.<br />
<br />
CHEPA Ah… Me siento mejor. ¿Me has perdonado?<br />
SATURNINA Se encoge de hombros Me voy abajo. ¿Y usted?<br />
CHEPA De acá mismo. Con el agua caliente.<br />
<br />
Saturnina sale de la habitación con la escoba, llorosa, y vuelve a entrar inmediatamente.<br />
<br />
SATURNINA Yo también quiero tirar agua.<br />
<br />
Van a la olla y llenan los cazos.<br />
<br />
CHEPA Acercándose a la ventana Ven, huele… Olor a sangre, a pólvora de Máuser. Andan por aquí.<br />
<br />
Espían por la persiana.<br />
<br />
SATURNINA Allá va Miguel… ¡que no lo vean!<br />
CHEPA Están llegando... son los perros de Falcón que están llegando. Mírales, Saturnina, cómo se relamen las babas… Venid, cabrones. Acercaos, allí, bien bajo la ventana. Quedaos, quedaos allí… Brindando con el cazo. Por la huelga.<br />
SATURNINA Por la dignidad.<br />
CHEPA ¿Lista?<br />
SATURNINA Lista. ¡Ahora!<br />
<br />
Empujan la persiana.<br />
APAGÓNanimal stormhttp://www.blogger.com/profile/14507451639067425936noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-450246237374959914.post-77774403917942019822012-01-02T05:11:00.000-08:002016-09-14T16:33:56.075-07:00Obras de teatro para todosEste es un espacio creado para que todos puedan exponer sus obras al mundo, sin restricciones. Al final de cada obra deberán dejar un sitio de contacto para que los interesados se vinculen y soliciten los derechos de autor. Este sitio no puede hacerse responsable del uso inadecuado de la información aquí expresada ni de los contenidos. Es simplememente una ventana abierta a la mirada de actores, directores, dramaturgos, lectores interesados, en fin todos aquellos que tengan curiosidad o interés en coseguir una obra de teatro para ser representada. Confiamos en el empleo apropiado de estos recursos pues quienes aquí expondremos nuestras obras lo haremos con la finalidad de que sean conocidas y "vividas", lo que para todo autor significa:<br />
"SALGAN A ESCENA"<br />
Gracias por la visita y espero sea de utilidad a la comunidad teatral internacional.<br />
Como solemos decir "MERDE!!!"animal stormhttp://www.blogger.com/profile/14507451639067425936noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-450246237374959914.post-43250283311052036402011-05-14T12:43:00.001-07:002011-05-14T12:43:44.154-07:00LA MALA PALABRALA MALA PALABRA<br /><br />Pieza en un acto y dos cuadros<br /><br /><br />de<br /><br /><br />SARA STRASSBERG - DAYAN<br /><br /><br /><br /><br /><br />“La fe en el futuro es, en el fondo,<br />la voluntad de tener un futuro".<br /><br />Francisco Romero<br /><br /><br /><br /> "La mala palabra" recibió el Premio Fondo Nacional de las Artes de 1964 junto <br /> a "El ja-ja". Las dos obras fueron publicadas por la Editorial Hachette en 1965. "La mala <br /> palabra" fue trasmitida en 1966 por Radio Nacional; y estrenada en 1968 en el Teatro <br /> Colón de Bahía Blanca y, posteriormente, en la Universidad Nacional del Sur. Su traducción <br /> al hebreo fue publicada en 2005 en el libro: "De allá y en adelante: selección de obras de<br /> teatro", Editorial Iton 77, Tel Aviv, Israel.<br /><br /> Copyright – Todos los derechos reservados <br /> Esta obra no puede ser representada ni reproducida ni difundida por ningún medio de <br /> expresión sin la autorización de la autora.<br /> Sara16@zahav.net.il<br /> Tel: 972-2-6769872<br /> Fax: 972-057-7974779<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />PERSONAJES:<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />DELIA<br />SAM<br />EL JEFE<br />SOLDADO 1<br />SOLDADO 2<br />EMPLEADA 1<br />EMPLEADA 2<br />EMPLEADA 3<br /> <br /> <br /> CUADRO 1:<br /><br /> Una línea diagonal, pintada sobre el piso, separa en dos partes de distintas dimensiones el escenario: la derecha (del actor) ocupa las tres cuartas partes del lugar. Suspendidas de un cordel alto que sigue la dirección de la línea, por encima de ella, cuelgan tiras de papel de distintos colores y longitudes; las más largas llegarán a la altura del pecho de los actores. La línea blanca y las tiras representan una frontera.<br /> En el centro de la línea hay un molinete al estilo de los del subterráneo; a <br /> cada lado del molinete, en la zona derecha y en la izquierda, hace guardia un <br /> soldado armado. El soldado 1 (derecha), de frente al público, viste un uniforme<br /> gris; el soldado 2 (izquierda), de espaldas, viste un uniforme igual al del otro, de<br /> color marrón.<br /> En la zona derecha (escenario propiamente dicho), hay cuatro escritorios<br /> metálicos; tres frente a la pared lateral y uno frente al público. Estos escritorios<br /> deben dar la impresión de corrales enrejados, cada uno de los cuales sólo tiene<br /> cabida para una persona; sobre ellos se apila gran cantidad de papeles que tapan<br /> casi las máquinas de escribir (o computadoras). En el ángulo que forman la seudo-<br /> barrera y la pared del fondo, se eleva una tarima sobre la cual hay un sillón; cerca <br /> de la tarima hay una puerta y, más allá, se abre una ventanilla de color muy vivo, <br /> que se enciende y apaga intermitentemente, dando la impresión de un horno en<br /> actividad; será el único color vívido en este ambiente hundido en una luminosidad<br /> gris de mañana otoñal. Encima del horno, sobre la pared, está escrita la frase: NO <br /> SE DEBE PERDER EL TIEMPO”.<br /> En la zona izquierda, iluminada en un tono gris azulado sombrío, hay varios<br /> escritorios-corrales ordenados en forma similar a los de la derecha, en relación a <br /> sus respectivas paredes. Estos escritorios no deben estar totalmente concretados y<br /> alcanza que haya de ellos una indicación gráfica simple, como ser, parte del<br /> enrejado apoyada sobre la pared. En la pared del frente, se puede leer en <br />caracteres pequeños la frase: “EL TIEMPO ES ORO”.<br /> Antes de alzarse el telón, se escuchan, como en un rezo, varias voces <br /> femeninas que repiten suave y monótonamente la frase: “No se debe perder el <br /> tiempo”; las palabras se van haciendo más audibles, a la vez que se empieza a<br /> escuchar el tecleo de las máquinas de escribir (o computadoras). Cuando se<br /> alza el telón, los soldados están muy rígidos en sus puestos; en la zona derecha,<br /> las tres empleadas y Delia, vestidas con guardapolvos de color gris, trabajan, <br /> encerradas en sus escritorios.<br /> Las empleadas y los soldados actúan con la rigidez inexpresiva de títeres;<br /> actitud que contrastará con la vitalidad de Sam y Delia. La empleada 1, ubicada<br /> en el escritorio más próximo al horno, se levantará de vez en cuando, en el <br /> transcurso de la acción, para arrojar allí los papeles que las otras le alcancen y<br /> los que ella misma termina. En la zona izquierda, los escritorios están ocupados <br />por muñecos vestidos con guardapolvos de color marrón. El sillón que está sobre la tarima está ocupado por el Jefe, sentado de espaldas al público. Usa uniforme gris y por un tiempo sólo se verá de él un brazo armado de un largo bastón, con el que golpea de vez en cuando sobre el piso, marcando el ritmo del golpeteo de las <br /> máquinas. Las empleadas están sentadas de manera que dan la espalda al centro<br /> de la escena. Por un tiempo, sólo se escucha el rumor sordo de las voces y el ruido<br /> del tecleo. De pronto, Delia, la joven empleada que ocupa el escritorio frente al <br /> público, se interrumpe y queda pensativa, en actitud soñadora y triste, fija la<br /> mirada en un punto muy alto, durante un tiempo. Las tres empleadas se <br /> interrumpen a la vez en su trabajo y, sin mirar a Delia, se dirigen a ella.<br /><br /> EMPLEADA 1: (Preocupada.) Delia, ¿qué haces?<br /> EMPLEADA 2: ¿Qué haces?<br /> EMPLEADA 3: ¿Qué haces?<br /> DELIA: (Después de un momento, muy suave.) Sueño.<br /> EMPLEADA 1: ¿Estás loca? Si te ve el jefe, te echa.<br /> EMPLEADA 2: Te denuncia.<br /> EMPLEADA 3: Te manda a la cárcel.<br /> DELIA: (Se encoge de hombros. PAUSA. Murmura para sí.) Esa palabra…,<br /> esa palabra…, si pudiera recordarla…, es… es…, no…, no es…, si pudiera…, esa <br /> palabra…, esa palabra… (Queda pensativa; mueve los labios sin emitir ningún<br /> sonido).<br /> EMPLEADA 1: ¡Siempre con lo mismo!<br /> EMPLEADA 2: Nunca vas a recordarla.<br /> EMPLEADA 3: Debe ser una mala palabra…, no pienses más en eso.<br /> DELIA: Es que debo recordar…, es importante.<br /> EMPLEADA 1: (Seca.) Estás violando la ley del trabajo.<br /> EMPLEADA 2: La ley del orden.<br /> EMPLEADA 3: La ley del silencio. (Delia se encoge de hombros. PAUSA).<br /> EMPLEADA 1: ¿Con qué sueñas, Delia?<br /> DELIA: Con algo…<br /> EMPLEADA 2: ¿Qué es?<br /> DELIA: Algo que estoy buscando…, algo que perdí…, algo que necesito…;<br /> no sé qué es… pero es hermoso, sí…, es hermoso, puro y bueno…, como una<br /> lágrima seca…, como el beso de un ángel.<br /> EMPLEADA 1: (Escandalizada.) ¿Hermoso?<br /> EMPLEADA 2: (Más alto.) ¿Puro?<br /> EMPLEADA 3: (Aún más alto.) ¿Bueno?<br /> EMPLEADA 1: (Enojada.) ¿Por qué te empeñas en usar palabras prohibidas,<br /> Delia?<br /><br /> EMPLEADA 2: ¿Por qué?<br /> EMPLEADA 3: ¿Por qué?<br /> DELIA: (Compungida.) ¿Prohibidas?…, no…, yo creía que…, oh, no sé…,<br /> no sé.<br /> EMPLEADA 1: (Meneando la cabeza.) Esta chica no tiene cura.<br /> EMPLEADA 2: ¡Pobre!<br /> EMPLEADA 3: ¡Qué pobre! Ella sabe que no debe soñar.<br /> EMPLEADA 2: Pero está enferma…, no recuerda las órdenes.<br /> EMPLEADA 2: No recuerda nada.<br /> EMPLEADA 1: (Ríe.) Menos mal que recuerda su nombre… (Las otras<br /> ríen.) ¡Sssshhhh! (El Jefe se da vuelta, baja de la tarima. Es un individuo <br /> corpulento, viste el mismo uniforme que el soldado, con el aditamento de unas<br /> cuantas medallas; lleva el pesado bastón en una mano).<br /> JEFE: (A las empleadas.) ¡Señoritas!… (Las empleadas quedan un momento<br /> muy rígidas y luego vuelven a trabajar; se escucha de nuevo, muy suave, el sonido<br /> de sus voces, mezclado con el ruido del tecleo. Delia sigue en su actitud <br /> soñadora. El Jefe se acerca a Delia.) ¿Otra vez, Delia?<br /> DELIA: ¿Cómo? (PAUSA) Sí.<br /> JEFE: Esto no puede seguir así.<br /> DELIA: No sé qué hacer.<br /> JEFE: ¿En qué piensas?<br /> DELIA: En nada en especial. <br />JEFE: (Alarmado.) Eso atenta contra nuestra dignidad…, tendré que<br /> informarles, aunque…<br /> DELIA: ¿Qué?<br /> JEFE: (Se le acerca más.) Si me tuvieras confianza…, ya te dije…, puedo<br /> ayudarte. (Trata en vano de tomarle una mano, ella se suelta).<br /> DELIA: Es que yo…, ¡oh, si la pudiera recordar, todo cambiaría entonces!,<br /> es…, es…, ¡no, no es así…! ¡Qué tristeza!<br /> JEFE: Ven esta noche…; te enseñaré la manera de espantar la tristeza…, no<br /> volverás a soñar. (Delia niega con la cabeza.) Yo te…<br /> DELIA: No puedo…, antes debo recordar.<br /> JEFE: Delia…, tú sabes que yo…<br /> DELIA: (Lo interrumpe.) No lo diga…, no puedo… (Empieza a escribir, <br /> muy despacio).<br /> JEFE: (Se yergue, furioso.) Está bien…, trabaja, ahora…, pero, ya sabes…,<br /> estás quebrantando sus órdenes…, a la salida irás a la sección tres…, haremos el<br /> informe…, ellos decidirán.<br /> DELIA: Está bien, jefe…, será interesante…, nunca estuve en la cárcel.<br /> JEFE: (A las empleadas, que han ido disminuyendo la velocidad del <br /> tecleo.) ¡Muévanse…! ¿¡Qué ritmo es ése?! … ¡Muévanse, muévanse, caramba!<br /> (Golpea con el bastón, marcando un ritmo muy rápido; Delia, sonriente, teclea <br />muy despacio y gesticula como jugando a escribir. El Jefe se inclina por sobre el<br /> hombro de la empleada 3; observa su trabajo; coge una copia y la lee con<br /> atención. Por un tiempo siguen así. En la zona izquierda se ve entrar a SAM;<br /> es un joven vestido con un impermeable claro; lleva una pequeña valija y,<br /> bajo un brazo, algunos álbumes de discos. Se acerca al soldado 2 que,<br /> con el fusil, hace un ademán como para impedirle acercarse al molinete; SAM<br /> sonríe, le da unos papeles; el soldado los examina, después golpea en el aire, en<br /> lo que representa ser la barrera; se escuchan tres golpes secos. El soldado 1<br /> gira hacia ellos, el soldado 2 le entrega los papeles, el soldado 1 los lee y, después<br /> de un momento, va hacia el Jefe).<br /> SOLDADO 1: (Haciendo una venia.) ¡Jefe! (El Jefe se vuelve hacia él, de<br /> mala gana.) Hay uno que quiere entrar, los documentos están en regla. (Se los <br /> da).<br /> JEFE: (Examina los papeles; lee.) Sí…, procedencia: H… (PAUSA) <br /> Nacionalidad: H… (Con desagrado.) ¡Otro más!… Sello verde…, indeseable…,<br /> pero debo dejarle entrar…, las órdenes dicen que.., sí…, aunque… (Queda <br /> pensativo; después de un momento, al soldado.) Que espere. (Vuelve a mirar <br /> los documentos).<br /> SOLDADO 1: (Venia.) Sí, Jefe. (Vuelve junto al molinete; a Sam.) Tendrá<br /> que esperar, señor.<br /> SAM: ¿Cómo?<br /> SOLDADO 1: (Gritando, como si Sam estuviera muy lejos.) ¡Que tendrá<br /> que esperar!<br /> SAM: (Sonriente.) Bueno. (Deja sus pertenencias en el suelo; saca un <br /> cigarrillo y lo enciende, en actitud de espera).<br /> JEFE: (Se acerca a Delia.) Delia… (Ella se vuelve hacia él.) Tienes una<br /> oportunidad de librarte del informe.<br /> DELIA: (Sin interés.) ¿Sí?<br /> JEFE: (Señala a Sam.) ¿Ves a ese hombre?<br /> DELIA: (Se levanta y mira, interesada.) ¿El extranjero?<br /> JEFE: Sí…, han ordenado que los dejemos entrar.., pero son muy <br /> sospechosos…, cada día aparece otro. (PAUSA. En voz baja.) Quiero que<br /> averigües de dónde es.<br /> DELIA: No entiendo…, ¿acaso los documentos…?<br /> JEFE: En los documentos sólo dice que es de H…, nada más; nadie conoce<br /> ese lugar, aunque tenemos nuestras ideas…, todos los gobiernos de la tierra están<br /> prevenidos…, puede ser algo peligroso.<br /> DELIA: (Alegre.) ¡Qué interesante!<br /> JEFE: (Enojado.) Te estoy hablando de algo serio y tú…, no hay caso…,<br /> no podrás hacerlo; te olvidarías antes de que lo trajera…; ¡Señorita! (Se vuelve<br /> hacia la empleada 3; Delia se interpone).<br /> DELIA: (Ansiosa.) No, no, jefe…, yo puedo hacerlo…, cuando algo me<br /> gusta, muchas veces logro recordar…, déjeme probar.<br /> JEFE: (Después de titubear.) Está bien, espera aquí, y sé amable con él, <br /> recuerda. (Va hacia la frontera).<br /> DELIA: (Mira hacia Sam, se sienta y se arregla el cabello. Para sí.) Me<br /> gusta.<br /> JEFE: (Se dirige a Sam, en voz muy alta.) Buenos días.<br /> SAM: (Se acerca.) Buenos días, ¿le dijeron que…?<br /> JEFE: Sí, puede pasar. (Sam, contento, recoge sus pertenencias y va hacia<br /> el molinete.) Pero… (Sam se detiene.) la entrada es condicional…, si su conducta<br /> en las próximas veinticuatro horas no nos disgusta, podrá quedarse, si no…, ¿de<br /> acuerdo?<br /> SAM: En todas partes lo mismo…, está bien, hombre.<br /> JEFE: (Muy alto.) Me llaman Jefe.<br /> SAM: (Riendo.) Si eso le gusta, me alegro por usted, amigo…, lo único<br />que importa es ser feliz.<br /> JEFE: (De mala gana, le entrega una ficha metálica.) Tome.<br /> SAM: Gracias. (Introduce la ficha, pasa por el molinete y, una vez en la<br />zona derecha, comienza a observar con gran atención el lugar).<br /> JEFE: Debe hacer revisar su equipaje, venga. (Va hacia el escritorio de <br />Delia; Sam lo sigue.) La señorita lo atenderá. (Delia parece nuevamente distraída.)<br />¡Delia! (Ella no lo oye.) ¡Delia…!<br /> DELIA: (Murmura, para sí.) La encontraré…, la encontraré…, todo cambiará cuando…<br /> JEFE: (Furioso.) ¡¡¡Delia!!!<br /> DELIA: (Se sobresalta.) ¿Sí, jefe?<br /> JEFE: Atienda al señor…, tiene que atenderlo, ¿recuerda?<br /> DELIA: (Mira desconcertada al Jefe y a Sam; de pronto, parece recordar.)<br />Sí, sí…, sí, claro. (El Jefe se acerca a la Empleada 2 y empieza a revisar sus copias. Sam se quita el sombrero).<br /> SAM: (A Delia.) Buenos días, señorita.<br /> DELIA: (Le sonríe.) Buenos días.<br /> SAM: (Pone la valija sobre la mesa.) Aquí tiene… (Le entrega unos papeles.) Este es el permiso.<br /> DELIA: (Toma los papeles, lee con atención; parece encontrar alguna<br />dificultad.) No entiendo. (A Sam.) ¿Su nombre, por favor?<br /> SAM: Mis amigos me llaman Sam…, alcanza con eso. (Delia anota algo en su registro. Sam la observa con atención y, de pronto) Cómo se enojó su jefe, ¿no?<br /> DELIA: (Turbada.) Sí…, es que yo me porté mal.<br /> SAM: No diga eso…, no lo creo.<br /> DELIA: Pero sí…, estaba soñando otra vez…, perdiendo el tiempo.<br /> SAM: Entiendo. (PAUSA) ¿Le gusta soñar?<br /> DELIA: Sí…, es que…<br /> SAM: ¿Sí?<br /> DELIA: ¡Qué raro!, me parece que a usted puedo decírselo…, que lo va<br />a entender…, que no se reirá…, es que…<br /> SAM: ¿Sí?…, cuénteme…, no tenga miedo.<br /> DELIA: A veces… cuando sueño…, creo ver una luz que se acerca…, se<br />acerca… y cuando estoy por tocarla…, cuando siento que mi noche se ha<br />iluminado…, alguien me despierta y…, adiós, todo desaparece, ¿sabe, Sam?<br /> SAM: Sí…, comprendo…, no se fije en lo que dicen los otros…, sueñe…,<br />algún día podrá… (Se interrumpe por los gritos del Jefe).<br /> JEFE: (A la empleada 2.) Más cuidado, señorita…, más cuidado…; ésta no<br />es la forma de trabajar, ya es hora de que lo sepa, señorita…, ¿me entiende?, ¿me<br />entiende?<br /> EMPLEADA 2: Sí, Jefe. (Sigue trabajando. El Jefe se para cerca de la<br />Empleada 1 y revisa sus copias).<br /> DELIA: (Toma la valija; observa con admiración las etiquetas que la cubren). ¡En cuántos lugares ha estado!<br /> SAM: Sí…, en todos los países…, éste es el último que voy a visitar.<br /> DELIA: (Bajando la voz.) Yo voy a salir muy pronto de aquí…, viajaré,<br />¿sabe? Quizás cuando esté lejos podré recordar la palabra…<br /> SAM: ¿La palabra?<br /> DELIA: Sí. (PAUSA) Aquí todos están tan tristes… y ocupados…, no hay<br />tiempo para recordar…, nunca pasa nada, ¿es distinto allá, del otro lado?<br /> SAM: ¿Qué?<br /> DELIA: Todo…, la vida…, la gente. (Ansiosa.) Es distinto ¿verdad?<br /> SAM: No, Delia…, si aquí es así como usted dice…, es lo mismo que allá.<br /> DELIA: No puede ser, sería absurdo que… (Se interrumpe por los<br />gritos del Jefe).<br /> JEFE: (A la Empleada 1, con furia y con alegría.) ¡Un error!…¡Un error!…,<br />¡mire!… Una a en lugar de una e…, ridículo, ¡mire, mire!…, tiempo en lugar de<br />tiempo…, ¡mire, mire lo que ha hecho!<br /> EMPLEADA 1: Yo…, yo no…, es que…<br /> JEFE: Va a hacerme diez copias fuera de hora por esto…, ¡habráse visto!…,<br />una a por una e…, ¡arruinar así un trabajo! Diez copias…, ¿entendido?<br /> EMPLEADA 1: Sí…, sí, Jefe…; sí, señor…; sí, señor Jefe. (El Jefe se<br />acerca al horno y arroja allí los papeles que tiene en la mano; después ocupa su<br />silla, de espaldas al público).<br /> SAM: (Que ha observado con curiosidad la escena, a Delia.) ¿Qué trabajo<br />hacen ustedes aquí?…, parece algo muy delicado…, ¡muy importante!<br /> DELIA: (Ríe.) Sí…, delicado…, importante. (PAUSA) Nos pasamos el <br />día copiando la frase: “No se debe perder el tiempo”.<br /> SAM: (Señalando el horno.) ¿Y eso?<br /> DELIA: Ahí se queman las copias.<br /> SAM: ¿Se queman?<br /> DELIA: Sí…, no sirven para nada…, pero tenemos que hacerlas para no<br />perder el hábito, dice el jefe…, lo importante es la disciplina,¿sabe?, el orden.<br /> SAM: El orden, claro…, es curioso.<br /> DELIA: ¿Qué?<br /> SAM: Allá… (Señala al otro lado de la frontera.) pasa exactamente lo mismo. Sólo la frase es distinta…, ellos escriben todo el día;: “El tiempo es oro”;<br />“El tiempo es oro”; “El tiempo es oro”.<br /> DELIA: (Triste.) ¡Y yo creía que era tan distinto!<br /> SAM: Ellos también creen que aquí es distinto, pero… ya ve…, hacen copias…, como ustedes… y después las queman… como ustedes.<br /> DELIA: (Muy despacio.) Y todo es para el fuego…, todo…, todo.<br /> SAM: Sí…, para el fuego. (PAUSA LARGA) ¡Delia!<br /> DELIA: (Distraída.) ¿Sí?<br /> SAM: (Se inclina hacia ella, en voz baja.) Traigo un mensaje para ustedes…, vengo en misión de amistad.<br /> DELIA: ¿Usted es embajador?<br /> SAM: (Titubea, luego ríe.) Sí…, puede llamarlo así.<br /> DELIA: ¿Irá al palacio de gobierno?<br /> SAM: (Se yergue.) No…, mi mensaje es para todos…, también ellos lo<br />oirán…, si salen del palacio.<br /> DELIA: No entiendo. (PAUSA) ¿De dónde es usted?<br /> SAM: No puedo decírselo aquí…, es peligroso. (PAUSA) Confío en usted.<br /> DELIA: ¿Por qué?<br /> SAM: Porque sueña. (PAUSA) Necesito verla…, hoy…, esta noche…, le<br />pasaré el mensaje.<br /> DELIA: No puedo…, no me dejan salir.<br /> SAM: Pero debo verla…, no creo que me permitan quedarme.<br /> DELIA: (Niega con la cabeza.) No puede ser. (Abre la valija, que es una especie de tocadiscos. Extrañada.) ¿Qué es esto?<br /> SAM: Es un tocadiscos…, para escuchar música.<br /> DELIA: ¿Música?<br /> SAM: ¿Es que usted…?, comprendo…, espere. (Saca un disco de un álbum y lo coloca.) Así se hace funcionar, ¿ve? (Se empieza a escuchar la suave melodía de<br />un vals.) Esto es un vals.<br /> DELIA: ¿Vals?<br /> SAM: Sí,… es música para bailar.<br /> DELIA: ¿Bailar?<br /> SAM: Venga…, le mostraré. (La hace salir del corral; la toma por los brazos y le indica los pasos.) Así, ¿ve?, es fácil. (Bailan; Delia ríe, feliz).<br /> DELIA: Es lindo…, lindo. (Quedan de pronto inmóviles, aunque se sigue<br />oyendo la música, se miran fijamente; las empleadas dejan de teclear y escuchan.<br />El Jefe, furioso, baja de la tarima, golpea con su bastón).<br /> JEFE: ¿Qué significa esto?…, ¡a trabajar!…, ¡a trabajar! (Las empleadas<br />reanudan su labor. El Jefe va hacia los jóvenes que siguen inmóviles, mirándose. A Sam.) ¿Me hará usted el favor de irse si ha terminado?…, está quebrantando la <br />disciplina…, aquí nunca…, ¿me oye? (Le palmea con fuerza en la espalda).<br /> SAM: (Muy sereno, sin volverse.) ¿Qué desea, hombre?<br /> JEFE: Que termine con ese ruido y se vaya…, si no…<br /> SAM: (Lo interrumpe.) Está bien, hombre…, no se ponga así. (Muy tranquilo, saca el disco, lo guarda, cierra el aparato y se dirige a Celia, que sigue muy quieta en su lugar.) ¿Algo más, señorita Delia?<br /> JEFE: ¡Váyase de una vez!<br /> SAM: ¿Está todo en orden, señorita Delia?<br /> JEFE: (Estallando.) ¡Váyase ya!, todo está en orden…, menos usted…, pídale su autorización al soldado.<br /> SAM: (Muy sonriente.) Pero sí, hombre.., sí…, calma…, calma. (Va hacia el soldado 1 que empieza a buscar entre algunos papeles).<br /> JEFE: (A Delia.) ¿Averiguaste algo?<br /> DELIA: (Sin mirarlo, como enajenada.) ¡Es… maravilloso!<br /> JEFE: (La sacude, tomándola por los brazos.) ¿Sabes de dónde es?<br /> DELIA: ¿Cómo? (Comprende. PAUSA.) No, no quiso decirme…, dijo que era peligroso…, pero no tenga miedo, jefe…; es muy bueno, no le va a hacer daño a nadie…, es tan fuerte, tan… (PAUSA).<br /> JEFE: (Con interés.) ¿Te gusta?<br /> DELIA: (Lo mira con asombro; piensa y después, con alegría.) Es que…, usted sabe…,él…<br /> JEFE: ¿Sí?<br /> DELIA: Me habla cuando está callado…, siento como si me llamara sin llamarme.<br /> JEFE: (Con sorna y odio.) ¡Qué bien!<br /> DELIA: (Asustada.) ¿Qué le pasa, jefe?<br /> JEFE: (Ríe forzadamente.) No tengas miedo, criatura…, me alegra…, sí, me alegra que por fin te interese algo más que tu dichosa palabra…; es una lástima que no hayas averiguado de dónde es…; yo podría dejar que se quede, pero así, tendrá que irse mañana.<br /> DELIA: (Apenada.) Oh, no. (PAUSA) Me pidió que lo vea esta noche…, seguramente me contaría…; pero yo le dije que no puedo, que no nos dejan salir.<br /> JEFE: (Pensativo.) ¿De modo que…? Interesante…, interesante.<br /> DELIA: ¿Qué haremos, jefe?, tendrá que…<br /> JEFE: (De pronto, resuelto.) Pueden verse aquí…; sí, pueden verse aquí.<br /> DELIA: (Sorprendida.) ¿Aquí?…, pero es que…<br /> JEFE: Yo los autorizo, no tengas miedo.<br /> DELIA: ¿Usted…? ¡Qué bueno es usted, jefe! Gracias; ya verá como todo sale bien. ¿Sabe?, creo que él conoce la palabra, la veo en sus ojos, está como escrita en su frente. Gracias, jefe.<br /> JEFE: No es nada, criatura. (Delia se dirige hacia Sam, que ya vuelve hacia ellos. El Jefe, para sí, mientras se frota las manos con satisfacción.) Ya los tengo; ya los tengo. (Ríe. Va hacia la tarima y ocupa su puesto).<br /> DELIA: (A Sam, que recoge la valija y los álbumes.) ¿Ya está?<br /> SAM: Sí…, ¿la veré después, Delia?<br /> DELIA: (En voz baja.) Sí…, esta noche, aquí…, pero…<br /> SAM: ¿Qué?<br /> DELIA: (Avergonzada.) No sé si me acordaré de venir…, tengo muy mala memoria.<br /> SAM: (Acercándose, la mira intensamente.) Yo sé que se acordará…; se acordará, ¿no es cierto?<br /> DELIA: (Después de un tiempo.) Sí, creo que sí.<br /> SAM: (Saliendo.) Hasta luego, Delia.<br /> DELIA: (Se queda mirándolo con alegre asombro y, después que él ha salido, murmura:) Hasta luego, Sam. (Se escucha el ruido del bastón que marca con fuerza el ritmo del trabajo; Delia vuelve a sentarse en su lugar y trabaja; sonríe, feliz; el coro seguirá recitando su frase cada vez más alto mientras baja el telón).<br /><br />CUADRO 2:<br /> <br /> Antes de alzarse el telón, se escucha la voz de Delia, que tararea el vals. El<br /> telón se abre sobre la escena a oscuras. De pronto, un foco de luz ilumina a Delia, sentada en el piso, que tiene un brillo verdoso como de césped a la luz de la luna.<br /> Todo tiene un aspecto irreal; Delia lleva el cabello suelto y viste un vestido <br /> vaporoso de color orquídea claro. Los soldados están parados en sus lugares, muy<br /> rígidos. Sólo el centro del escenario está iluminado.<br /><br /> DELIA: (Deja de tararear. Para sí.) La noche se abrió…, la luz y el fuego la<br /> quebraron…, y el mundo ya no es como era. (Acerca la cabeza al piso y parece <br />escuchar.) La tierra está llena de vida… (Al soldado 1.) ¿Sientes la tibieza? (El<br />soldado 1 no contesta; al soldado 2:) ¿Y tú? (PAUSA) No, claro…, no pueden…,<br />¡pobres muñecos tristes; pero alguien vendrá… y la noche se abrirá también para<br />ustedes…, sentirán cómo la vida canta y reirán…, reirán conmigo! (PAUSA. Se <br />oye el vals.) La noche es un gran suspiro negro con olor a jazmines…, y nosotros<br />somos suspiros…, pequeños suspiros arrugados…, suspiros azules, rosados, <br />grises… que atraviesan el aire buscando algo…<br /> Voz de SAM: Quizás otro suspiro… (Se ilumina el resto del escenario y se<br />ve avanzar a Sam desde la zona izquierda, cruzando la línea, hasta llegar junto a <br />Delia. Sam viste pantalón negro y camisa blanca. Se ven ahora los escritorios,<br />cubiertos de hojas y flores de brillantes colores; sobre el de Delia está el tocadiscos abierto).<br /> DELIA: ¿Tú crees?<br /> SAM: Sí.<br /> DELIA: ¿Qué pasaría entonces?<br /> SAM: ¿Cuándo?<br /> DELIA: Si se encontraran…<br /> SAM: (Suave.) La noche reiría…, y los árboles cantarían. (La abraza.) ¿No<br />oyes?<br /> DELIA: (Después de un tiempo.) Sí. (PAUSA)<br /> SAM: Me esperabas.<br /> DELIA: Desde siempre… (Se desprende, turbada; mira a su alrededor, con<br />admiración.) ¡Qué distinto es todo!<br /> SAM: Son tus ojos los que cambiaron.<br /> DELIA: ¿Sabes?…, nunca estuve aquí sola…, sin el jefe. (Alegre.) Espera…<br /> SAM: ¿Qué vas a hacer?<br /> DELIA: (Sube a la tarima y ocupa el sillón; con las manos forma una pantalla ante sus ojos y hace el ademán de avizorar en la noche.) ¡Oh!… ¡Oh!<br /> SAM:¿Qué ves?<br /> DELIA: ¡Qué raro! (Mira en otra dirección.) Veo muchas sillas como ésta…, muchas…, por todas partes…; ¡cuántos… cuántos jefes! (PAUSA) ¡Por eso él no deja que nadie se suba aquí! (Ríe, feliz).<br /> SAM: ¿No te gusta?<br /> DELIA: (Se estremece.) Es… como el trueno. (PAUSA) Siento frío…, un<br />temblor helado cuando lo veo…, cuando lo oigo…, siempre gritando…, no quiero<br />hablar de él. (Baja de un salto y se acerca a Sam.) Enséñame…, pronto.<br /> SAM: ¿Qué?<br /> DELIA: A bailar…<br /> SAM: Ven. (La enlaza; se escucha más fuerte el vals; bailan; giran alrededor de los soldados; cruzan la línea. De pronto, cuando están en la zona izquierda, Delia se interrumpe, asustada. La música se hace más suave.) ¿Qué te pasa?<br /> DELIA: Estamos del otro lado.<br /> SAM: (Ríe.) No tengas miedo…, ahora no hay diferencias.<br /> DELIA: (Esperanzada.) ¿Que no…? ¡Es maravilloso!<br /> SAM: ¿Te gusta?<br /> DELIA: Déjame ver…, eso quiere decir que… (Con gran cautela, se acerca<br />al molinete; el soldado 2 no se mueve; Delia pasa al otro lado. El soldado 1 no se<br />mueve. Delia, muy contenta, vuelve a pasar y repite una y otra vez el movimiento.<br />Sam, alegre, la observa.) ¡Es maravilloso! (A los soldados.) ¿Vieron?…, dejen de <br />estar así…, ríanse, vamos…, ríanse un poco…, no se puede estar triste ahora. (Los<br />soldados siguen inmóviles; Delia, de pronto, parece recordar algo, va hasta la<br />tarima, toma el bastón del jefe; se acerca a los soldados, golpea con el bastón <br />en el suelo y les grita:) ¡Ríanse! (El soldado 1 se ríe. Delia pasa del otro lado.)<br />¡Ríanse! (El soldado 2 se ríe. Delia, a Sam.) ¿Ves?, se ríen.<br /> SAM: Porque se los ordenaste…, lo importante es que se rían solos.<br /> DELIA: Pero es que no saber hacer nada solos…, en realidad, no viven,<br />¿no ves? (PAUSA) Tengo una idea…<br /> SAM: Déjalos ya.<br /> DELIA: No, hay que ayudarlos. (Al soldado 2, golpeando al mismo tiempo<br />con el bastón. A la vez, puede oírse el suave batir de un tambor.) ¡De frente, <br />march…! 1-2 1-2, media vuelta, izquierda, march… 1-2 1-2, media vuelta, <br />izquierda… 1-2 1-2 1-2 1-2 ¡Fir-mes! (Al soldado 1.) ¡De frente, march! 1-2 1-2;<br />media vuelta, izquierda, 1-2 1-2; media vuelta, izquierda, 1-2 1-2 1-2 1-2 ¡Fir-mes!<br />(De esta manera, Delia ha hecho que el soldado 1 ocupe el lugar del 2 y el 2 el del <br />1, aproximadamente. Delia, a Sam.) Ahora verán algo distinto…<br /> SAM: Y comprenderán que todo es lo mismo.<br /> DELIA: (Gritando, mientras señala al soldado 1, que sonríe ampliamente.) ¡Mira, está sonriendo! (Sam se acerca al soldado 2, ahora de espaldas al público y<br />lo observa).<br /> SAM: (Asiente con la cabeza.) Sí…, también él…, quizás empiezan a<br />entender.<br /> DELIA: (Después de un tiempo.) ¿Por qué no se oye más la música?<br /> SAM: Se terminó el disco…, ¿quieres que ponga otro?<br /> DELIA: No…, yo lo haré…, si me acordaré cómo. (Va hasta el escritorio <br />pero, antes de tocar los discos, ve las flores y toma una, extrañada.) ¿Qué será esto? ¡Es hermoso!<br /> SAM: (Se le acerca.) Es una flor.<br /> DELIA: ¿Una flor?… ¿Esto?<br /> SAM: Sí…, ¿nunca viste una?<br /> DELIA: No…, está prohibido tenerlas…, se las usa para fabricar jabón, creo.<br /> SAM: Guárdala…, cuando se seque…, planta sus semillas y crecerán <br />muchas.<br /> DELIA: Llenaré la ciudad con ellas. (Saca el disco y pone otro; se escucha el<br />ultimo tiempo de la “Novena Sinfonía”, el coro canta el “Himno a la Alegría” de<br />Schiller. Sam se sobresalta, después de un tiempo, quita el disco.) ¿Por qué lo <br />sacas? ¡Es lindo!<br /> SAM: Ya sé, Delia…, pero no es el momento…, todavía no se lo puede tocar<br />en ningún lugar de la tierra. (Guarda el disco).<br /> DELIA: ¿Por qué?<br /> SAM: Sonaría mal.<br /> DELIA: No entiendo.<br /> <br />SAM: No te preocupes…, ya llegará el día…, antes debemos encontrarle<br />un hogar a nuestro himno.<br /> DELIA: ¿Este es tu himno?<br /> SAM: ¡Es “nuestro” himno, Delia! (PAUSA) ¡Delia!<br /> DELIA: ¿Sí?<br /> SAM: Muchos de nosotros estamos recorriendo el mundo…, para decirles a<br />todos que sigan esperando…, para decirles que el día en que todos compartamos<br />nuestro miedo… y nuestra esperanza, seremos más fuertes que el dolor.<br /> DELIA: No comprendo.<br /> SAM: Es el mensaje, Delia…, cuando nuestra canción tenga un suelo…,<br />nuestra alegría vencerá a la muerte…, y nadie volverá a estar solo. (Delia ríe<br />tristemente; va a sentarse sobre la tarima; él la sigue y se sienta a su lado.) ¿Qué te pasa, Delia? ¿Qué es?<br /> DELIA: Y justo tenías que encontrarme a mí para darme el mensaje…, justo<br />a mí…, ¡pobre Sam!<br /> SAM: No te entiendo…, ¡explícate, Delia!<br /> DELIA: Es que yo me olvido de todo, ya te dije…, yo no podré comunicar el<br />mensaje.., quizás dentro de un minuto no lo recuerde…, tendrás que buscar a <br />otro…, yo no sirvo, Sam.<br /> SAM: Te quiero…<br /> DELIA: Me paso el día soñando…, cuando te vi… y hasta hace un momento…, me pareció que no tendría que soñar más…, que lo había encontrado…<br /> SAM: ¿Qué?<br /> DELIA: No sé…, lo que buscaba…, pero debes irte…, encontrar a alguien <br />que… (Se levanta, agitada; Sam la obliga a sentarse.) ¿Qué te pasa?<br /> SAM: Te quiero.<br /> DELIA: No digas eso…, yo no soy como todos.<br /> SAM: Por eso me gustas.., porque puedes olvidar…, porque sabes olvidar.<br /> DELIA: Pero, tu mensaje…, si te hacen salir…<br /> SAM: No importa…, otro lo traerá. (PAUSA) ¿Vendrás conmigo?<br /> DELIA: ¿Ir… contigo?<br /> SAM: Sí, ahora; del otro lado es más fácil encontrar algún lugar en donde se puede soñar.<br /> DELIA: Pero es que yo…<br /> SAM: No tendrás que recordar nada…, sólo tendrás que quererme. ¿Te<br />animás?<br /> DELIA: (Lo abraza.) Sí.<br /> SAM: No podrás olvidarme…, nunca te dejaré.<br /> DELIA: Nunca… y si alguna vez tienes que hacerlo…, le dirás a los árboles<br />y a los pájaros que me repitan tu nombre…, yo lo escribiré en cada espejo… y así,<br />al mirarme, te veré. (PAUSA) <br /> <br />SAM: Salgamos… (Trata de levantarse, ella se lo impide).<br /> DELIA: No, espera…; es tan bueno estar sentados así…, saber que podemos<br />salir en cualquier momento…, quédate un poco más. (Sam se sienta. Por un tiempo<br />quedan así, callados.) ¡Mira! (Le señala el cielo.) Dani ya está trabajando.<br /> SAM: ¿Dani?<br /> DELIA: Sí, ¿no lo conoces? (Sam niega con la cabeza.) Es el sereno del<br />cielo. (PAUSA) Es un viejito muy viejo que lleva una larga capa negra…,¿no ves?<br />…, ya está encendiendo las lámparas.<br /> SAM: Pero esas son las estrellas…<br /> DELIA: Dani es muy bueno…, a la mañana se quita la capa y es un niño<br />vestido de aurora; va de estrella en estrella y las apaga de un soplo.<br /> SAM: (Fingiendo admiración.) ¡No!<br /> DELIA: Sí…, y después de apagarlas a todas…, le limpia la cara al sol<br />hasta hacerlo relucir como una piedra de luz…, como un brillante dorado.<br /> SAM: ¡No digas!<br /> DELIA: Sí…, ya te mostraré…, pero, míralo, míralo…, ¡cuántas enciende<br />hoy!…, ¡está contento! (Quedan en silencio por un tiempo, con las manos <br />entrelazadas, mirando al cielo. PAUSA LARGA. De pronto, junto a la puerta se <br />proyecta una gran sombra negra. Delia tiembla).<br /> SAM: ¿Qué te pasa? ¿Por qué tiemblas?<br /> DELIA: No sé…, me dio frío…, un temblor… helado. (Señala al cielo.) Mira las nubes…, Dani está asustado.<br /> SAM: (Se levanta.) Vamos ya…, pronto amanecerá.<br /> DELIA: Sí, vamos. (Se levanta, los dos van hacia la línea; están por cruzarla, cuando oyen la voz del Jefe).<br /> JEFE: (Adelantándose. Las luces palidecen tomando un tono grisáceo que se<br />irá acentuando paulatinamente.) ¿Puedo ayudarlos en algo?<br /> SAM: No es necesario, nos vamos de aquí.<br /> JEFE: ¡Ah, qué interesante!…, ¿de modo que se van, Delia?<br /> DELIA: (Entrecortadamente.) Sí, sí…, nos vamos, jefe…, allá…, del otro <br />lado.<br /> JEFE: ¿Crees que es tan fácil?, puesto que trabajas aquí, deberías saber que<br />es algo complicado, Delia, ¿no es cierto?<br /> DELIA: (Se desprende de Sam y se dirige, desafiante, al Jefe.) No, no es<br />complicado…, podemos salir…, ahora mismo…, ya verá. (Va hacia la línea y, al <br />tratar de atravesarla, choca con la barrera invisible.) ¡Ah! (El Jefe ríe.) No puede <br />ser. (A Sam.) No puede ser. (Va hacia el molinete; el soldado 2, siempre sonriente, la amenaza con el fusil; ella retrocede.) ¡Sam, Sam!<br /> SAM: (Tranquilo.) Nos retrasamos. (Saca cigarrillos; le tiende la caja al<br />Jefe, que rehusa; enciende uno).<br /> JEFE: Eso parece.<br /> <br />SAM: ¿Qué piensa hacer?<br /> JEFE: (Sonriente.) Denunciarlos, por supuesto. (Delia se abraza a Sam).<br /> SAM: Me pregunto por qué vino aquí…, ¿cómo lo supo?<br /> DELIA: (Llorando.) Yo se lo conté, Sam…, creí que él nos quería ayudar…,<br />olvidé que era malo…, me olvido de todo, ¿ves?<br /> SAM: No llores, Delia, ya lo arreglaremos.<br /> JEFE: No lo tomes así, Delia, en realidad, no quiero perjudicarlos…, <br />veamos. (A Sam, dándole unos papeles.) Aquí tiene sus documentos, su presencia<br />aquí es indeseable…, tendrá que dejar el país.<br /> SAM: No quiero otra cosa, ¿y Delia?<br /> JEFE: (Simulando ternura.) Tampoco quiero hacerle daño…, estaba fingiendo…, la dejaré salir.<br /> DELIA: ¿Que me dejará…? ¡Sam…!<br /> SAM: (Al Jefe.) Me parece muy noble de su parte…, pero, ¿cómo lo hará?<br />usted no tiene las fichas de allá…, habría que llamar al jefe de allá, eso demoraría<br /> y, mientras tanto, Delia…<br /> JEFE: ¡Quién le dijo que no las tengo… para mis amigos? (PAUSA. Saca<br />unas fichas y le da una a Sam.) Esta es para usted… (A Delia.) Esta es la tuya.<br /> DELIA: Gracias, gracias, jefe…, ¡esto no podré olvidarlo!<br /> SAM: Gracias. (Le da la mano.)<br /> JEFE: (Sonriente.) Váyanse ya. (A Sam.) Primero usted que tiene los<br />documentos.., cuando esté allá fíjese si no hay alguien. (Le dice algo en voz baja<br />al soldado 2, éste asiente y golpea en el aire; se oyen tres golpes secos; el soldado <br />1 se vuelve; el soldado 2 le señala a Sam; el soldado 1 asiente con la cabeza. El <br />Jefe, a Sam.) Pase. (Sam mira a Delia.) Ella irá en seguida, vaya. (Sam pasa; ya<br />del otro lado, se vuelve en actitud de espera, después de haber examinado el lugar;<br />Delia introduce su ficha; intenta pasar; no lo consigue; el molinete no gira; prueba<br />varias veces sin éxito. Se vuelve hacia el Jefe).<br /> DELIA: (Desesperada.) No sirve, la ficha no sirve.<br /> JEFE: (Encogiéndose de hombros.) Entonces, tu destino es quedarte…, ya <br />ves.<br /> DELIA: Pero es que la ficha no sirve…, déme otra.<br /> JEFE: No tengo más.<br /> SAM: ¡Maldito…! (A Delia.) ¡Delia…!<br /> DELIA: Sam… (Se toman las manos por encima del molinete).<br /> SAM: (Al Jefe, gritando.) Si no le da otra, haré un escándalo…, sabrán que<br />me hizo pasar sin permiso…; contaré hasta tres.. y empezaré a gritar.., uno… dos…<br /> JEFE: (Lo interrumpe.) No, no lo hará, si lo hace, yo iré a la cárcel, sí,<br />pero, Delia irá conmigo, ¿comprende? (Ríe, satisfecho; Sam baja la cabeza, <br />vencido).<br /> DELIA: (Muy bajo.) Sam… Sam…<br /> <br />SAM: No puedo, Delia…, no puedo.<br /> DELIA: Yo trataré de escapar, Sam…, te buscaré.<br /> JEFE: (A Sam.) Ella nunca saldrá, mañana lo habrá olvidado todo.<br /> DELIA: (A Sam.) Te recordaré…, debo recordarte. (El soldado 1 trata de<br />separarlos, interponiendo el fusil entre ellos).<br /> SAM: No llores, Delia…, yo volveré. (Al Jefe.) Volveré, jefe; ¿me oye,<br />hombre? (El Jefe ríe sin convicción.) Nos veremos, entonces. (A Delia.) Volveré,<br />Delia.<br /> DELIA: (Luchando por librarse del Jefe que la toma por los hombros para<br />apartarla. A Sam.) Dime de dónde eres…, así te buscaré…, dime, dime…, ¿cuál<br />es tu patria?<br /> SAM: (Retrocediendo.) Mi patria es la humanidad, ¿oyes, Delia?…; no lo<br />olvides…, la humanidad… ¡Hu-ma-ni-dad!…, ¡Hu-ma-ni-dad!…, ¡Hu-ma-ni-dad!<br />(Sigue repitiendo la palabra al mismo tiempo que, junto a la línea blanca, como <br />arañando la barrera invisible, sigue los pasos del Jefe que arrastra a Delia hacia<br />la puerta. La luz de la zona izquierda se atenúa).<br /> DELIA: (Se para de pronto; por un tiempo queda muy quieta, como <br />escuchando algo, con expresión enajenada. Al Jefe, que espera a su lado.) ¡Qué<br />extraño! (Mira a su alrededor.) Siento como si alguien me llamara…<br /> JEFE: No hay nadie.<br /> DELIA: No. (Mirando hacia el lado de Sam.) Pero veo como una sombra…<br />allá…, ¿quién es ese hombre?<br /> JEFE: Nadie…, un indeseable…, los otros se encargarán de él.<br /> DELIA: Siento que lo conozco, pero…, ¿cómo se llama? ¿Cómo se llama?<br />(Menea la cabeza, con desaliento).<br /> SAM: (Muy triste, murmura, débilmente.) Volveré…, volveré. (Se apaga<br />completamente la luz en la zona izquierda).<br /> DELIA: (Avanza unos pasos y se detiene.) ¿Jefe?<br /> JEFE: ¿Sí?<br /> DELIA: ¿Qué quiere decir la palabra…? ¿Cómo es…? No recuerdo bien,<br />es…, no, utilidad no, ésa es conocida…, es… sí, humanidad…, humanidad…, <br />¿qué significa, jefe?<br /> JEFE: (Se estremece.) No la digas nunca más…, ¡es una MALA PALABRA!<br /> DELIA: ¿Que es…?<br /> JEFE: ¡Sí…, no la repitas nunca más…, olvídala…, o te mandarán a la <br />cárcel!<br /> DELIA: Sin embargo… (Se aprieta la frente con las manos.) Es como si se <br />me hubiera metido adentro algo que me la repite…, me la repite…<br /> JEFE: Ya la olvidarás. Vamos. (Trata de hacerla seguir).<br /> DELIA: (Extrañada.) ¿Por qué tiembla, jefe?<br /> JEFE: (Enojado.) Yo nunca tiemblo…, ¡nunca! Vamos. (La obliga a seguir).<br /> <br />DELIA: (Después de mirar al cielo.) Sí, ¡qué oscuro está esto!… ¡Qué<br />oscuro! (Salen. La zona derecha se oscurece poco a poco hasta llegar a negro total; por un tiempo todo queda en la oscuridad; de pronto, se ilumina la ventanilla roja del horno; luego se empieza a escuchar en forma suave y monótona el recitado de las empleadas; se ilumina la zona derecha con la tonalidad gris de la primera <br />escena; amanece. Los soldados han vuelto a sus sitios, pero sonríen; los escritorios<br />tienen su aspecto habitual; las empleadas y Delia, vestidas con sus guardapolvos<br />grises, están en sus lugares, así como el Jefe, de espaldas al público. Por un tiempo<br />sólo se escucha el rumor de las voces y el ruido de las máquinas. De pronto, Delia <br />se interrumpe y queda en actitud soñadora; tararea el vals y sonríe. Las empleadas <br />se interrumpen a la vez y, sin mirar a Delia, interrogan:).<br /> EMPLEADA 1: (Preocupada.) Delia, ¿qué haces?<br /> EMPLEADA 2: ¿Qué haces?<br /> EMPLEADA 3: ¿Qué haces?<br /> DELIA: (Después de un momento, muy suave.) Sueño.<br /> EMPLEADA 1: ¿Estás loca? Si te ve el jefe, te echa.<br /> EMPLEADA 2: Te denuncia.<br /> EMPLEADA 3: Te manda a la cárcel.<br /> DELIA: (Se encoge de hombros. PAUSA. Murmura, para sí.)Esa palabra…,<br />esa palabra…, si pudiera recordarla…, es… es…, no…, no es…, si pudiera…, esa<br />palabra…, esa palabra… (Queda pensativa; mueve los labios sin emitir ningún<br />sonido).<br /> EMPLEADA 1: ¡Siempre con lo mismo!<br /> EMPLEADA 2: Nunca vas a recordarla.<br /> EMPLEADA 3: Debe ser una mala palabra…, no pienses más en eso.<br /> DELIA: Es que debo recordar…, es importante.<br /> EMPLEADA 1: (Seca.) Estás violando la ley del trabajo.<br /> EMPLEADA 2: La ley del orden.<br /> EMPLEADA 3: La ley del silencio. (Delia se encoge de hombros. PAUSA.<br />Se escuchan tres golpes secos; se ilumina la zona izquierda y se ve a Sam vestido<br />con el impermeable; lleva una valija y álbumes; el soldado 2 entrega unos papeles<br />al soldado 1 que los examina).<br /> EMPLEADA 1: ¿Con qué sueñas, Delia?<br /> DELIA: Con algo…<br /> EMPLEADA 2: ¿Qué es?<br /> JEFE: (Baja de la tarima, con el bastón en la mano. A las empleadas.) <br />¡Señoritas! (Las empleadas quedan un momento muy rígidas y luego vuelven a<br />trabajar; se escucha nuevamente muy suave el sonido de sus voces mezclado<br />con el sonido del tecleo. Se acerca a Delia que sigue en actitud soñadora; <br />parece ir a hablarle cuando el soldado 1 se le acerca y lo interrumpe).<br /> SOLDADO 1: (Sonriente, al Jefe, haciendo la venia.) ¡Jefe! (El Jefe se<br /><br /><br />vuelve hacia él, de mala gana.) Hay uno que quiere entrar…; los documentos<br />están en regla. (Se los da; el Jefe los lee; menea la cabeza con aire de desagrado<br />y va hacia Sam; el soldado lo sigue).<br /> JEFE: (A Sam, en voz muy alta.) Buenos días.<br /> SAM: (Se acerca.) Buenos días, ¿le dijeron que…?<br /> JEFE: Sí, puede pasar. (Sam recoge sus pertenencias y va hacia el molinete.)<br />Pero…<br /> DELIA: (Está por volver a escribir, cuando advierte algo en el suelo; lo<br />levanta, es una flor.) ¡Qué hermosa! (Las empleadas se interrumpen).<br /> EMPLEADA 1: ¿Qué es, Delia?<br /> EMPLEADA 2: ¿Qué es?<br /> EMPLEADA 3: ¿Qué es?<br /> DELIA: (Acaricia la flor.) Es una flor… (PAUSA) Hu-ma…, hu-ma…,<br />hu-ma…<br /> JEFE: (A Sam, entregándole una ficha.) Tome.<br /> SAM: Gracias. (Pasa por el molinete; una vez en la zona derecha observa<br />con atención el lugar).<br /> EMPLEADA 3: ¿Qué dice?<br /> EMPLEADA 1: ¿Qué va a decir? ¡Esta chica no tiene remedio!<br /> EMPLEADA 2: ¡Pobre!<br /> DELIA: (Se vuelve hacia ellas.) Pronto habrá más flores… para todos…,<br />no sé cómo… pero habrá. (Las empleadas se vuelven hacia ella y, al ver la flor,<br />sonríen).<br /> JEFE: (A las empleadas.) ¿Qué significa esto?… ¡Muévanse, caramba!<br />¡Muévanse! (Marca el ritmo. Las empleadas recitan su frase, sin escribir. A Sam,<br />señalándole a Delia.) Venga…, debe hacer revisar su equipaje. (Sam lo sigue.)<br />La señorita lo atenderá. (Delia parece distraída, mirando la flor.) ¡Delia! (Ella no<br />oye.) ¡Delia!<br /> DELIA: (Se sobresalta.) ¿Sí?<br /> JEFE: Atienda al señor…, tiene que atenderlo, ¿recuerda?<br /> DELIA: (Mira desconcertada al Jefe y a Sam; de pronto, parece recordar.)<br />Sí, señor.<br /> JEFE: Sí, “Jefe”.<br /> DELIA: (Con una venia caricaturesca.) Sí, “Jefe”. (Toma el tocadiscos;<br />el Jefe alza el bastón, furioso, amenazando a las empleadas que siguen mirando<br />hacia el frente, como esperando algo, sin dejar de recitar suavemente su frase).<br /> SAM: (A Delia, quitándose el sombrero.) Buenos días, señorita.<br /> DELIA: (Le sonríe.) Buenos días. (Abre el tocadiscos; empieza a oírse<br />el “Himno a la Alegría”. Se hace un breve contrapunto entre el recitado y la<br />música; hasta que las empleadas callan, sonríen y se levantan, mirando al frente;<br />el Jefe vuelve a alzar el bastón, en actitud de gran enojo y todos quedan rígidos<br />en sus posiciones, escuchando. Delia murmura con asombro.) Hu-ma…, hu-ma-ni<br />…, ¡hu-ma-ni-dad! (Muy rápido y en voz muy alta.) ¡Humanidad! ¡Humanidad!<br />¡Humanidad! ¡Humanidad! (Se queda muy quieta junto a los otros, escuchando,<br />mientras baja el telón al tiempo que se va a escuchar, muy fuerte, el final de la Novena Sinfonía).<br /><br /><br />F I N<br /><br /> <br /> © Todos los derechos reservados.animal stormhttp://www.blogger.com/profile/14507451639067425936noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-450246237374959914.post-6190414743968271232007-09-18T09:27:00.000-07:002008-03-21T09:31:58.647-07:00EL VIENTRE DE LA BALLENAEL VIENTRE DE LA BALLENA<br />(Drama en dos actos y cinco cuadros)<br />de : <strong>SARA STRASSBERG – DAYAN</strong><br /><br /><br />"El vientre de la ballena" junto a "El rescoldo", traducida al hebreo por Tal Nitzan, fue premiada para su publicación en 1987 por ACUM<br />(Asociación de Compositores y Autores de Israel) y publicada en 1900 por la Editorial Reshafim de Tel Aviv)<br /><br />PERSONAJES:<br /><br />ROVIRA<br />LOPECITO<br />LILIANA<br />PILOTO-VIEJO<br />VIEJA<br /><br />Copyright © Todos los derechos reservados<br />Esta obra no puede ser representada ni reproducida ni difundida por ningún medio de expresión sin la autorización de la autora<br /><a href="mailto:Sara16@zahav.net.il">Sara16@zahav.net.il</a><br />Tel: 972-2-6769872 Fax: 972-057-7974779<br /><br />ACTO 1<br /><br />CUADRO 1: En un lugar extraño, grisáceo, que da al vacío de un lado y se prolonga hacia el otro más allá del escenario. A un costado, se amontonan en desorden objetos, maderas y otros restos irreconocibles. Caído de bruces se encuentra un hombre; a su lado, un sombrero de copa. Más allá, junto al borde que da al vacío, un hombrecito de apariencia humilde, correctamente vestido, parece estar tratando de enganchar algo con un palo, una cuerda y un alambre. A su lado, una valija. El hombre caído gime y empieza a incorporarse. Mira a su alrededor, perplejo. Está descalzo, viste los restos de un smoking, se ve parte de la pechera almidonada de la camisa con un moñito al cuello; sus pantalones están rotos. El hombrecito escucha su gemido y se vuelve.<br /><br />HOMBRECITO: Ah, ¿ya despertó? Me alegro. Creí que no iba a lograrlo. (El otro lo mira sin decir nada.) ¿Cómo se siente? (El otro no contesta. Le mira los pies.) Debe de tener frío, claro. Espere, tiene que abrigarse, si no, se va a enfermar. A ver… (Abre su valija, busca un tiempo, saca algunos objetos y, por fin, un par de medias gruesas de colores chillones.) Tome, no son muy finas, pero… (El otro, como atontado, se las pone. El hombrecito ordena los objetos de la valija; se le escapa una pelota de fútbol que el otro ataja, automáticamente. Va a buscarla.) Ah, perdone. (La guarda.) Era de mi hijo…, siempre la llevo conmigo. Por suerte, pude traer también la valija. (Mira al otro con curiosidad.) ¿Usted no pudo traer nada? (El otro lo mira, extrañado y, de pronto, toma el sombrero de copa y lo rodea con sus brazos.) ¡Ah, ya veo! (Pausa) ¿Quiere un cigarrillo? (Le ofrece. El otro niega con la cabeza.) Qué cosa, ¿no? (Se sienta donde puede.) ¿Quién hubiera creído que iba a ser de este modo? ¿Usted se lo imaginaba así?<br />HOMBRE: ¿Así?…, ¿qué?<br />HOMBRECITO: Esto, claro. Yo, no. (Dobla con cuidado una blusa de mujer; la señala.) Se la llevaba a una señora, una vecina, muy buena clienta; me la había pedido especialmente en este color. Imagínese que me tuve que ir hasta Buenos Aires para conseguírsela. Soy viajante, ¿sabe?, y uno tiene que cumplir con los clientes buenos, hacer cualquier cosa para darles el gusto. (Fuma tranquilo.) Yo estaba en el camino, volviendo al pueblo, cuando me agarró esto. ¡Qué cosa! (Durante un tiempo calla. Como para sí.) ¡De modo que es así! ¡Quién lo iba a decir!<br />HOMBRE: (Enojándose.) ¿Qué es así?<br />HOMBRECITO: El asunto.<br />HOMBRE: Ah, el asunto. (Pausa larga).<br />HOMBRECITO: ¿Sabe cómo creía yo que iba a ser? A veces trataba de imaginármelo y me parecía…,usted nunca se lo imaginó?<br />HOMBRE: (Seco.) Yo nunca imagino nada.<br />HOMBRECITO: Yo cerraba los ojos y veía una gran mancha negra que iba creciendo y de repente se abría y saltaban fuegos rojos, verdes y amarillos que lo tragaban todo.<br />HOMBRE: ¿Una mancha negra…, y fuegos rojos?<br />HOMBRECITO: Sí. Otras veces, era como estar dentro de un enorme globo transparente y que todos estábamos ahí, tratando de respirar, y el aire se iba acabando, y se veían unas gotitas de agua pegadas en la pared del globo, cada vez más gotitas, hasta que al final estallaba y ya no sentíamos nada más.<br />HOMBRE: ¿Un globo transparente…, y gotitas, eh?<br />HOMBRECITO: La cosa es cuánto resistiremos.<br />HOMBRE: ¿Cuánto resistiremos?<br />HOMBRECITO: Sí.<br />HOMBRE: (Estallando.) Pero, ¿me quiere usted decir qué diablos significa esto?, ¿qué es este lugar?, ¿por qué estamos aquí?, ¿quién es usted?, ¿y dónde está toda la gente?<br />HOMBRECITO: (Sorprendido, interrumpe su tarea de ordenar la valija.) ¿Es que usted…, no lo sabe?<br />HOMBRE: Yo sólo sé, mi estimado señor… viajante, o lo que sea, que yo estaba hablando en la fiesta de inauguración de la última sucursal de mi empresa, recién habían descubierto mi retrato, y yo había empezado a pronunciar mi discurso cuando, de repente, todo se puso oscuro…, y ahora, me despierto en no sé qué extraño lugar de la tierra, con alguien que dice cosas que no entiendo.<br />HOMBRECITO: (Triste, niega con la cabeza.) No.<br />HOMBRE: ¿Qué, no?<br />HOMBRECITO: Este no es un lugar de la tierra.<br />HOMBRE: ¿Qué?<br />HOMBRECITO: Ya no hay tierra.<br />HOMBRE: ¡Usted está loco!<br />HOMBRECITO: Yo tampoco podía creerlo al principio, después comprendí.<br />HOMBRE: ¿Usted quiere decir…?<br />HOMBRECITO: (Se miran intensamente.) Sí.<br />HOMBRE: ¡No puede ser! Esto debe ser algún desierto o… (Se levanta y corre hacia un lado, casi cae al vacío).<br />HOMBRECITO: ¡Cuidado! Un paso más y… (El otro corre hacia el otro lado y tropieza con los objetos.) Es muy difícil pasar, y no creo que valga la pena. Todo parece igual a esto. Además, fíjese. (Toca el material.) Esto no es tierra, es como una nube…, algo así.<br />HOMBRE: (Volviendo.) Pero, ¿entonces…?<br />HOMBRECITO: No sé. Debe de haber estallado alguna de esas cosas…, y después, vaya usted a saber. (Cierra la valija y se levanta; el otro se le enfrenta).<br />HOMBRE: Usted quiere decir…, no, vamos…, encima hacer bromas…, ya me doy cuenta…, esto es un secuestro, ¿no?, y usted debe ser el guardián. (Ríe.) Claro, ya veo; pero no, le aseguro que no les va a resultar, amigo; tenía previsto algo así, no van a ver un centavo mío. Mis empleados tienen órdenes precisas para un caso así, ¿me entiende?<br />HOMBRECITO: No, le aseguro que no es un secuestro. Ojalá lo fuera.<br />HOMBRE: Pero, ¿usted quiere decir en serio que…, que la tierra se terminó?<br />HOMBRECITO: Mire, yo no entiendo de esas cosas, señor…, pero me imagino que algo debe de haber salido mal, y entonces…<br />HOMBRE: (Estupefacto.) ¿Y nosotros? (El hombrecito se encoge de hombros.) ¿Estamos vivos?<br />HOMBRECITO: (Duda.) No sé. Quizá sí…, aunque quizás…, ¿quién puede saberlo?<br />HOMBRE: No, no puede ser. Debe de ser una equivocación.<br />HOMBRECITO: Si, seguramente alguien se equivocó. En fin, qué le vamos a hacer; yo siempre digo que hay que aguantar lo que venga y seguir tirando, señor… señor…<br />HOMBRE: Rovira, Claudio Rovira.<br />HOMBRECITO: (Le da la mano, contento.) Yo soy López, pero todos me dicen Lopecito; a sus órdenes. (Recoge el palo y la cuerda y los arregla; va a sentarse para seguir con su ocupación, pero el otro se lo impide).<br />ROVIRA: (Rogando.) Señor López…, Lopecito…, escúcheme, no más bromas, ¿me entiende? Nos vamos a arreglar, se lo aseguro. Lo que le dije antes no es cierto; les daré dinero, todo lo que quieran, soy muy rico, pidan lo que se les antoje. No me importa pagar, pero basta de juegos; vea, soy un hombre de negocios, no puedo perder el tiempo así, cada minuto mío es importante. (Ve que el otro niega con la cabeza.) ¿No?<br />HOMBRECITO: (Compadecido.) No es un secuestro. En serio. Usted dice que tiene dinero, está bien. Pero entonces, ¿para qué me iban a secuestrar a mí? Yo no tengo dónde caerme muerto. (Se da cuenta de lo que dijo y ríe.) Qué frase más tonta, ¿no? Mire, señor… Rovira; lo mejor es… esperar. Además, no podemos hacer otra cosa, ¿no? En una de esas, sí es un secuestro o algo así. Pero, ¿qué podemos hacer hasta que las cosas se aclaren? Sólo tratar de instalarnos un poco mejor. Tendríamos que hacer un refugio; no sé, algo para protegernos; y cuidarnos de esas grietas que cada vez son más grandes, ¿las vio? (Le muestra.) para no caernos; no creo que nos falte trabajo. (El otro lo mira, desconsolado.) Yo creo que habría que pensar que estamos arriba de una balsa, en el mar, como si fuéramos náufragos, o algo así, esperando que vengan a buscarnos, ¿entiende?<br />ROVIRA: ¿Y no hay…, no hay nadie más?<br />LOPECITO: (Niega con la cabeza.) Yo sólo lo encontré a usted. Estaba ahí lejos, flotando, menos mal que lo pude alcanzar con esto. (Muestra la cuerda.) Y lo traje hasta aquí. (Ríe forzadamente.) La verdad es que casi lo dejo ir cuando lo Vd.; estaba todo azul. Suerte que probé de reanimarlo, ¿no? (Toma la cuerda.) Voy a ver si puedo enganchar alguna otra cosa que nos sirva; hay cantidades de objetos flotando por todos lados. Si quiere, busque algún palo; por ese lado hay unos cuantos…, y ayúdeme. (Algo cae sobre él, se aparta de un salto.) Y cuídese de estas cosas; caen en cualquier momento; ¡mientras no nos den en la cabeza! (Ríe.) Sería gracioso haberse salvado de aquello, para caer en…, bueno, usted me entiende, ¿no? ¡Sería gracioso!<br />ROVIRA: (Ríe histéricamente.) Sería gracioso, claro. ¡Muy gracioso! (Tose; está temblando de frío; Lopecito se da cuenta).<br />LOPECITO: Pero usted se va a enfermar si sigue así…, vamos a ver. (Abre nuevamente la valija y busca.) Menos mal que nosotros llevamos de todo en nuestro trabajo. A ver…, a ver…, no, zapatos no me quedan, ¡qué lástima! (Le mira los pies y se acerca para comparar sus pies con los del otro).<br />ROVIRA: ¿Qué hace?<br />LOPECITO: No, son más grandes. Si no, le daba los míos, pero le van a quedar chicos, ¿sabe? (Saca de la valija la blusa de mujer.) ¿Por qué no se pone esto?, no será muy elegante, pero lo abrigará. Tome.<br />ROVIRA: (Furioso, tira la blusa.) ¡No, no quiero! ¡No aguanto más! ¿Usted sabe quién soy yo?, ¡no me pueden hacer esto a mí!, ¡no me pueden tratar de este modo! ¡No lo acepto! ¡Soy Claudio Rovira! ¡Soy Claudio Rovira! (El otro lo mira, indiferente, y levanta serenamente la blusa.) ¿No oyó nunca mi nombre? (El otro niega despaciosamente con la cabeza.) ¡No puede ser! ¿De dónde es usted?<br />LOPECITO: Bueno, yo soy un poco de todos lados; y hago un poco de todo. Últimamente, vivía en la Argentina, América del Sur, ¿sabe? (El otro asiente).<br />ROVIRA: ¡¿A mí me va a decir?! Yo soy de Buenos Aires.<br />LOPECITO: ¡No diga!, ¡mire qué coincidencia!, yo estoy viviendo ahora en un pueblito, a tres horas de Buenos Aires. (Se sienta y recuerda, feliz.) Un pueblito tranquilo…, poca gente…, un cielo muy azul…, y un río. (Cierra los ojos, evocando.) Cuando uno va a pescar, se ve a los peces saltando entre las piedras, tan transparente es el agua…, y el sol, ¡se lo ve tan hermoso!<br />ROVIRA: (Furioso.) Déjese de idioteces, ¿quiere?, ¡qué me importa a mí de sus peces, de su río, o de su sol! ¡Usted es un desgraciado, claro, un pobre diablo!; ¿cómo puede entender que un hombre como yo no puede soportar esto!, que… (Se sobresalta.) ¿Cuánto tiempo hace que estamos aquí?<br />LOPECITO: No sé. Mi reloj se rompió. ¿Y el suyo?<br />ROVIRA: (Muestra su muñeca vacía.) Se debe de haber caído.<br />LOPECITO: Y aquí la luz no cambia, ya me fijé…, vaya a saber si es de noche o de día si no se ve nunca el sol.<br />ROVIRA: Hay que hacer un reloj, no se puede estar así. ¡Nos volveremos locos!<br />LOPECITO: Como usted quiera, señor Rovira. (Se levanta y toma la cuerda).<br />ROVIRA: ¿Dónde va?<br />LOPECITO: Ya le dije, a ver si encuentro algo que nos venga bien.<br />ROVIRA: Señor López…<br />LOPECITO: Dígame Lopecito, como todo el mundo.<br />ROVIRA: No me gustan esas familiaridades. (Se para.) Espere, voy con usted. (Se escucha un ruido muy fuerte; los dos se asustan.) ¿Qué es eso?<br />LOPECITO: Ya pasó antes, cuando cayeron esas cajas que hay por ahí.<br />ROVIRA: (Gritando.) ¡Esto se mueve!<br />LOPECITO: (Toma la valija.) ¡Quizás empieza otra vez! (El otro se le acerca más. APAGÓN; ruido de algo que cae y, de a poco, nuevamente luz. En el centro ha caído un paracaidista con su equipo completo. Rovira y Lopecito, muy asustados todavía, se le acercan con precaución. El paracaidista se quita el equipo y, sonriente, se encara con ellos).<br />PILOTO: ¡Hola! (Como no le contestan, asustados, prueba en varios idiomas, inglés, ruso, holandés, chino, japonés, hasta volver al castellano.) ¡Hola!<br />LOPECITO: ¡Hola!<br />PILOTO: (Muy emocionado, les estrecha las manos.) Me alegro mucho de encontrarlos. Son los primeros, ¿saben? (Toca con un pie una parte del lugar que da al vacío y que se desprende.) ¡Caramba, qué frágil es esto! (Se acerca al abismo y, echándose de bruces, saca un prismático y otea el horizonte.) Nada por aquí. (Va al otro lado y hace lo mismo.) Nada por allá. ¿Por dónde estará? (Rovira y Lopecito se le acercan y se acuestan a su lado, sin decir nada y lo acompañan).<br />LOPECITO: ¿Qué busca?<br />PILOTO: ¿Qué busco? ¡La tierra, claro!<br />LOPECITO: (A Rovira.) ¿Ve? ¿No le decía yo? ¿De modo que esto no es la tierra, no?<br />PILOTO: (Se levanta y lo mira.) ¿Esto, la tierra? ¡No, claro que no! ¿Cómo iba a ser esto la tierra? ¡Tendría gracia! (Ríe estrepitosamente; los otros ríen también).<br />ROVIRA: ¡Cómo iba a ser esto la tierra! ¡Imposible! ¡Imposible!<br />LOPECITO: ¡Completamente imposible! ¡Qué ocurrencia!<br />PILOTO: (De pronto, serio.) ¿Ustedes creen que esto podría de veras ser lo que queda de la tierra? (Todos se miran un tiempo, atemorizados, hasta que él reacciona.) No, eso es absurdo. No debemos ni siquiera suponerlo. (En tono de discurso.) No se debe perder nunca la esperanza, amigos míos. La tierra debe de estar allá abajo, en algún lugar. Hay que buscarla, localizarla y volver allá. Eso es todo. Sí, amigos. En algún lugar, allá abajo, está la tierra. No nos iban a hacer un juego así, ¿no? Hay que tener confianza en nuestros dirigentes; son todos unos cráneos; eso es lo que les digo siempre a los muchachos de mi avión, cada vez que tenemos una misión difícil. Confianza, amigos, hay que tener confianza, mucha confianza.<br />ROVIRA: ¿Usted es aviador?<br />PILOTO: Claro, amigo; ¿qué iba a ser, minero? Pero miren que son graciosos ustedes dos, ¿eh? Tienen humor, eso me gusta. Lo importante es no perder la cabeza en situaciones así; es lo que siempre decimos los instructores.<br />ROVIRA: Pero, ¿cómo está usted aquí? ¿Qué le pasó?<br />LOPECITO: Nosotros estábamos allá abajo cuando pasó…, no sabemos qué.<br />PILOTO: Comprendo, comprendo.No, yo estaba arriba. Cumplíamos una misión. Teníamos que descargar no sé qué clase de material, algo nuevo, y lo hicimos y ya volvíamos cuando de repente todo saltó; yo piloteaba el avión, el asiento se desprendió, y aquí me tienen, buscando llegar a tierra. (Ríe).<br />LOPECITO: ¿Y la radio?, ¿no estaban en comunicación con la base?<br />PILOTO: Estábamos, pero se cortó. (Muestra la radio.) Aquí está el aparato, está lo más bien, ya lo revisé. Bueno, voy a seguir buscando. (Se coloca el equipo y el paracaídas).<br />ROVIRA: ¿Quiere decir que se va?<br />LOPECITO: ¿Y nos deja?<br />PILOTO: Claro, es necesario. Alguien tiene que ver lo que ha pasado. (Comprende lo asustados que están.) No se preocupen. Apenas llegue a tierra avisaré sobre la situación de ustedes y vendrán a rescatarlos. Esperen que tome nota del lugar por la frecuencia…, a ver… (Hace unas anotaciones.) No se preocupen. Instálense lo mejor que puedan y traten de aguantar. ¡Arriba esos ánimos, caramba! ¡Todo tiene arreglo! Y hay que ser hombres, ¿no? (Silba alegremente mientras se ajusta el equipo).<br />ROVIRA: (De pronto, amenazador, se acerca al piloto.) No.<br />PILOTO: ¿Cómo?<br />ROVIRA: No puede dejarnos.<br />PILOTO: Lo siento, es preciso. Comprenda, señor, soy un oficial responsable, y debo velar también por la seguridad de ustedes. Yo los sacaré de aquí, se lo aseguro.<br />ROVIRA: No puede dejarme así, no puede dejarme así, no… (Va a lanzarse sobre el piloto, pero Lopecito lo toma de atrás, por los brazos, y le impide moverse).<br />LOPECITO: No haga eso, señor Rovira; debemos dejarlo ir; es nuestra única esperanza de salvación.<br />ROVIRA: Antes lo mataré. (Forcejea con Lopecito.)Déjeme ir; déjeme, gusano, si no, lo mato; le juro que lo mato; ¡suélteme, suélteme, pequeña rata! (Lucha con él).<br />LOPECITO: (Al piloto.) Váyase, por favor.<br />PILOTO: Gracias, señor; me alegro que usted comprende. ¡Explíquele a su amigo!<br />ROVIRA: ¡Este gusano no es mi amigo! (Sigue forcejeando).<br />PILOTO: (A Rovira.) Le aseguro que no los abandonaré. (Va a tirarse cuando se le ocurre algo; toma el aparato de radio y le quita una parte.) Tomen esto, es el receptor. Les iré avisando de todo lo que encuentro mientras bajo, así se sentirán mejor. Lamentablemente, no podrán comunicarse conmigo, pero… por lo menos, recibirán mis mensajes. (A Lopecito.) ¿Entiende, señor?<br />LOPECITO: Sí, gracias. (El piloto les hace una venia y, tomando aire, salta. Lopecito suelta a Rovira que se vuelve, furioso, y toma a Lopecito por el cuello. Lopecito no se resiste).<br />ROVIRA: Usted se atrevió a sujetarme; ¿cómo tuvo el coraje de hacerlo?, ¿cómo se atrevió a…? (El otro emite sonidos ahogados y va cayendo.) Lo mataré, lo… (De pronto, recuerda.) No… (Lopecito se desmaya.) ¡Si lo mato, me quedaré solo! ¡No! (Lo suelta; Lopecito cae al suelo y Rovira empieza a sacudirlo.) No, no puede morirse, ¿me oyó? ¡Le ordeno que no se muera! Señor López, Lopecito…, Lopecito…, no se muera, ¡por favor! (Después de un tiempo, Lopecito empieza a recuperarse).<br />LOPECITO: (Débil.) Lo siento. No quería molestarlo. (Rovira se levanta, fingiendo indiferencia).<br />ROVIRA: Está bien. Después de todo… (Lopecito se levanta, frotándose el cuello.) ¿Qué haremos?<br />LOPECITO: El piloto dijo que hay que esperar que él avise, ¿no? Esperaremos, entonces.<br />ROVIRA: No puedo estar así, sin hacer nada.<br />LOPECITO: ¿Y por qué no hace algo?<br />ROVIRA: ¿Qué?<br />LOPECITO: (Duda y luego.) Bueno, ¿por qué no trata de hacerse un par de zapatos? (Señala los objetos.) Por ahí debe de haber alguna tela, cuero o algo así; no sé, si no le parece, no lo haga. (El otro se ríe.) ¿Qué le pasa?<br />ROVIRA: Es gracioso. ¿Sabe?, mi padre era zapatero, yo empecé a trabajar con él a los siete años. Sí, tiene razón, me voy a hacer un par de zapatos. (Va hacia el montón de objetos y empieza a buscar).<br />LOPECITO: Así que su padre… Es curioso. (Toma nuevamente el palo y la cuerda.) Tolstoi tenía un cuento muy hermoso sobre un zapatero.<br />ROVIRA: ¿Cómo dice?<br />LOPECITO: Digo que Tolstoi tenía un cuento sobre un zapatero.<br />ROVIRA: ¿Tolstoi?<br />LOPECITO: ¿No oyó hablar del conde Tolstoi? Fue un gran escritor ruso.<br />ROVIRA: ¿Un ruso? No, no me interesa nada de los rusos. Me acuerdo, sí. ¿No fue el extremista ése que le dio todo a los pobres? (Lopecito asiente, sonriendo.) ¡Ruso tenía que ser, claro! (Sigue revisando los objetos.) ¡Ellos tienen la culpa de todo!<br />LOPECITO: Vamos…<br />ROVIRA: (Amenazador.) No los defienda, o…<br />LOPECITO: No, si no los defiendo, señor Rovira. Yo no me meto en esas cosas.<br />ROVIRA: Ah, eso me parece mejor. Pero debe de tener sus ideas, claro. Todos los pobres tienen ideas.<br />LOPECITO: Yo no tengo ideas ya. ¡Para lo que pueden servir aquí! (PAUSA) Sólo sé que alguien metió la pata esta vez, y la verdad es que no me importa quién fue. No me importa nada quién fue. (Se interrumpe ante las exclamaciones de admiración de Rovira que ha descubierto algunos objetos nuevos.) ¿Qué pasa?<br />ROVIRA: ¡Mire! ¡Una heladera…! ¡Y cuántas cosas más! ¡Un mundo de cosas! ¡Mire! (Lopecito se acerca, emocionado).<br />LOPECITO: ¿Una heladera? ¡Comida! ¡Estamos salvados! (Se abrazan, alborozados, entre los restos. APAGÓN).<br /><br />CUADRO 2:<br />En el mismo lugar, abarrotado de objetos y artefactos eléctricos de todo tipo: televisores, lavarropas, un gran reloj cú-cú, etc. Rovira, con la blusa puesta, está sentado ante una especie de banco de zapatero, arreglando el reloj. Por distintos lados, carteles que dicen: no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy; querer es poder, etc. De vez en cuando se escuchan ruidos extraños; objetos que caen, partes que se desmoronan y otras que se agregan en escena. A un lado, en un rinconcito de clima distinto, Lopecito está sentado en un antiguo sillón hamaca, con la valija sobre las rodillas. Parece dormido. En el centro, el receptor de radio.<br />LOPECITO: (Abre los ojos y mira el receptor.) ¿Llamaron?<br />ROVIRA: No.<br />LOPECITO: Me pareció oír el sonido de la chicharra.<br />ROVIRA: Es el hambre que le hace zumbar los oídos.<br />LOPECITO: Sí, claro. (Sin levantarse, pone en marcha un viejo tocadiscos que tiene a su lado; se escucha el comienzo de la Segunda Sinfonía de Beethoven. Lopecito se adormece plácidamente. Rovira, disgustado, murmura algo ininteligible. Después de un tiempo, hace funcionar un grabador; se escucha la transmisión de un partido de fútbol. El disco de Beethoven se interrumpe, se repite, está rayado. Lopecito se despierta y, automáticamente, pone otra vez el disco que vuelve a empezar. Rovira sube el volumen del grabador).<br />VOZ del GRABADOR: … Sebastián se abre paso hacia el arco… … … ¡Goooooool!<br />ROVIRA: (Coreando.) ¡Goooool! (La voz empieza a pasar una propaganda. Lopecito despierta y escucha, después de poner nuevamente el principio de la Sinfonía).<br />VOZ: ¡Para sus vacaciones, no se olvide, planee su viaje con la debida anticipación y no deje de consultarnos! ¡Tin Agencia, la mejor agencia! ¡Los mejores planes! ¡La mejor financiación! (Vuelven a trasmitir el partido. Rovira escucha con interés pero, de pronto, la música de Beethoven se hace mucho más fuerte y Rovira, furioso, va hasta el combinado, toma el disco, lo tira y lo rompe. El ruido hace que Lopecito se despierte. Se levanta, triste, y recoge los pedazos del disco).<br />LOPECITO: No debió hacerlo, señor Rovira. Era el único que teníamos de Beethoven.<br />ROVIRA: ¡Usted…, usted y su Beethoven pueden irse a…!(Lopecito, meneando tristemente la cabeza, lleva los pedazos del disco hasta el vacío y los tira).<br />LOPECITO: No hay que ponerse así. (Vuelve a sentarse. Termina la transmisión del partido; otra tanda publicitaria. Rovira, que sigue trabajando, la corea. Se interrumpe la trasmisión).<br />ROVIRA: (Contento, señalando el reloj.) Ya está.<br />LOPECITO: ¿Funciona?<br />ROVIRA: Por lo menos, ahora está marchando, ¿no? (Pausa.) ¡No entiendo cómo puede estar sin hacer nada, habiendo tanto para ordenar!<br />LOPECITO: ¿Y para qué vamos a ordenar si se desordena solo? Todo lo que levantamos se cayó; ¿cuántas veces lo probamos? Y entonces, ¿para qué seguir? Además, no estoy sin hacer nada. Estaba recordando, mejor dicho, tratando de recordar algunos poemas.<br />ROVIRA: ¿Poemas? ¡Bah!<br />LOPECITO: (Recita partes de poemas de Lorca, Machado y Vallejo, mezcladas entre ellas.) “Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!<br />Esos golpes sangrientos son las crepitaciones<br />De algún pan que en la puerta del horno se nos quema…<br />Y el hombre… ¡Pobre… pobre! Vuelve los ojos… …<br />Vuelve los ojos locos, y todo lo vivido<br />Se emboza, como un charco de culpa, en la mirada.”… ¡Lástima que no los recuerdo bien, se me mezclan un poco! ¡Qué buenos son!<br />ROVIRA: ¡Poemas! ¡Esas son cosas de mujeres! ¿Qué hombre tiene tiempo para eso?, un hombre tiene que trabajar, hacerse una posición, no perder el tiempo.<br />LOPECITO: Eso mismo pienso yo. No se debe perder el tiempo, ni un minuto. Hay que vivir de veras cada segundo. Sólo así habrá valido la pena todo esto.<br />ROVIRA: ¿Qué?<br />LOPECITO: El estar vivo, claro.<br />ROVIRA: (Lo mira un tiempo, desconcertado.) Vamos, a usted, ¿quién lo entiende? Ahora me sale con que cree que no hay que perder el tiempo, usted, un vago, ¡al fin de cuentas! ¡Vamos! (Lopecito se echa a reír; después, pensativo).<br />LOPECITO: Mi mujer y yo estábamos empleados en una firma importante. Teníamos buenos puestos, estábamos bien ubicados, un buen sueldo, una linda casa a pagar en muchos años. Una mañana, cuando íbamos a trabajar, recuerdo que era un lunes porque habíamos tenido un mal fin de semana – había llovido tanto que no pudimos salir. Esa mañana íbamos en el subte lleno. Yo me puse a mirar a la gente; todos parecían tan tristes y malhumorados, tan… vacíos, que me sorprendí; miré a Diana, mi mujer, y Vd. que también ella me estaba mirando. Pensé que también ella tenía la misma expresión y que también yo debía de tenerla. No dijimos nada. Al mediodía nos encontramos en el comedor de la empresa; comíamos ahí para no perder tiempo, ¿sabe?<br />ROVIRA: Claro, yo hice lo mismo en mis oficinas. Resulta mucho mejor que la gente no salga, rinde más.<br />LOPECITO: De repente, Diana me tomó de la mano y, en lugar de ir a comer, salimos a la calle. Cuando salimos, nos dio en la cara el sol, un sol rojo, enorme, que parecía recién pintado en un cielo muy azul. Diana me miró, parecía tan feliz…, se rió, también yo me reí, y nos dimos cuenta. No volvimos a la empresa. Nos fuimos a pasear, fue un día de fiesta. Después, tratamos de entender lo que pasaba. Y Diana dijo que no podíamos seguir perdiendo el tiempo, ¿comprende?<br />ROVIRA: ¿Perdiendo el tiempo, si trabajaban y estaban bien ubicados? No, no comprendo.<br />LOPECITO: Ella dijo que debíamos empezar a vivir de veras, haciendo que cada minuto fuera vivo. (Al ver que Rovira no entiende.) Hay minutos muertos y minutos vivos, me explicó. Los minutos vivos son esos en que uno… es feliz, o que está triste, muy triste, pero le pasa algo… algo vivo. (El otro no entiende.) Cuando uno está con un amigo…, cuando hace algo que le gusta…, cuando ve algo hermoso…, o significativo. Por ejemplo, una vez entramos con Diana a un cementerio en un pueblito chileno, y vimos a una anciana que lloraba ante una tumba. Nos paramos cerca y la miramos. Ella se dio vuelta, nos vio y, de pronto, se acercó a nosotros y nos besó. Todavía puedo sentir su mejilla húmeda contra la mía; ese fue un minuto así, ¿entiende? (El otro menea la cabeza, desconcertado.) Cuando comprendimos eso, nos fuimos con Diana a conocer el mundo. Hicimos de todo. (Ríe.) No se puede imaginar todo lo que pasamos; después nació nuestro chico…, y después la nena. (Se acuerda y abre la valija.) ¿Quiere ver las fotos? Mire. (Le muestra una foto.) Darío, el día que empezó a caminar.<br />ROVIRA: Lindo pibe. (Se ve la imagen proyectada al fondo).<br />LOPECITO: (Le muestra otra foto.) Esta es de un viaje que hicimos al Perú; es en el mercado. Era un día de fiesta, ¿ve las ropas? Esa es Diana, ahí, al fondo, con el chico. ¿Ve esos bultos?, ahí teníamos la carpa todavía a medio armar. (Le pasa otra foto.) La nena. (Se proyecta.) ¿Vio qué rubia? Cuando nació tenía el pelito muy negro, después cambió. (Le pasa otra foto, proyección.) Este es el jardín de la casita que nos dieron, cuando nos empleamos para cuidar una escuela. La escuela estaba al otro lado, ¿ve?, ese es el techo. Más allá, había un fondo de tierra sin cultivar, donde crecían unos arbustos silvestres que florecían antes de la primavera, con unas flores rojas, pequeñitas. A veces, con los chicos, nos pasábamos horas echados boca abajo ahí, sobre la tierra, mirando a las hormigas.<br />ROVIRA: ¿A las hormigas?<br />LOPECITO: Sí. (Pausa.) Ese día, yo me había lastimado la mano con una tijera de podar; la nena lloró mucho cuando me vio la mano así; me la tomó y apoyó su mejilla sobre la herida; todavía puedo sentir el calor de sus lágrimas cayendo sobre mi mano. (Triste, luego se recupera.) Fuimos felices, muy felices.<br />ROVIRA: ¿Feliz usted?, vamos, no me haga reír. ¿Qué sabe de la felicidad? Yo fui feliz. Lo tuve todo. Lo tengo todo. Yo…, yo soy un triunfador, ¿entiende? En lo mío, nadie me gana. Usted es un pobre diablo. ¿Qué es lo que consiguió en la vida? ¿Qué es lo que tiene?<br />LOPECITO: Tengo recuerdos.<br />ROVIRA: Eso no vale nada.<br />LOPECITO: ¿Usted tuvo minutos así, como yo digo? ¿Minutos de vida?<br />ROVIRA: ¿Minutos? Horas, también. (Saca del bolsillo del pantalón un sobre.) ¿Quiere ver fotos? Yo también tengo. Mire. (Con desprecio.) Minutos. (Se proyecta la foto.) Yo en mi auto de carrera. (Otra foto.) Mi chalet de fin de semana. (Otra foto.) Yo en la fiesta de inauguración de mi firma en Mendoza. (Otra foto.) Yo en la pileta de mi casa. (Otra foto).<br />LOPECITO: ¿Su mujer?<br />ROVIRA: Mi secretaria. (Otra foto.) El frente de mi empresa en Buenos Aires. (Enojado, guarda las fotos.) ¡Minutos! ¡Horas! ¡Días! ¡Años de felicidad! ¿Y por qué?, por no perder el tiempo, ¡claro! ¡No se llega a ser el mejor así nomás, si no se trabaja, y duro!<br />LOPECITO: Diana siempre decía que el tiempo perdido es el que no se vivió de veras; ése es el que nunca se puede recuperar. (Se sienta, guarda las fotos, nostálgico. Rovira se pasea, enojado. Se para cerca de una de las heladeras).<br />ROVIRA: ¿Usted sabe lo que cuesta esta heladera, señor López? Una verdadera fortuna. Es un último modelo, realmente fabuloso. Fíjese: (Descripción de la heladera, con los accesorios más inútiles.) ¡Fabulosa!<br />LOPECITO: Sí, claro; fabulosa.<br />ROVIRA: (Se sienta, pensativo.) Nos llevó tres años llegar a tener una heladerita que era la cuarta parte de ésta; y que se descomponía cada dos por tres. Pero Clara era feliz.<br />LOPECITO: ¿Clara?<br />ROVIRA: Mi mujer. (Pausa.) Qué bichos raros son las mujeres, ¿no? Mientras estuvimos mal, ella estaba contenta; y después, cuando las cosas empezaron a marchar mejor, todo se fue a la mierda. Ella empezó a volverse fina, ¿sabe? Yo hacía dinero y ella se volvía culta. Y me empezó a despreciar. Que por qué no leía libros, que cómo me vestía, que… Era linda, muy linda. Durante un tiempo aguantamos; hacíamos… un simple intercambio; al final ni eso; le daban ataques…, una especie de asma cuando me acercaba a ella; y se acabó.<br />LOPECITO: ¿Tuvieron hijos?<br />ROVIRA: No.<br />LOPECITO: Lo siento.<br />ROVIRA: ¿Lo siente?, ¿y por qué?, ¿qué importa? ¡Yo hago lo que se me antoja; mujeres, tengo todas las que quiero; y todo, todo! (Ante la mirada de Lopecito, recuerda.) Tengo que volver; no puedo seguir aquí. ¡No puedo soportar esto!<br />LOPECITO: Volverá; no se preocupe.<br />ROVIRA: (Extrañado.) ¿Por qué?<br />LOPECITO: ¿Qué?<br />ROVIRA: Usted no parece preocupado por esto; ¿es que no le importa volver?<br />LOPECITO: No es eso; es que…, bueno, yo sé que siempre me las arreglo de algún modo; y que al final las cosas salen bien. El mundo cambia; y debe ser para mejor, (Pausa.) porque peor no podíamos estar.<br />ROVIRA: No es cierto; nada cambia. ¡No puede ser; no quiero que sea así! (El reloj da unas campanadas; sale el cú-cú).<br />LOPECITO: ¿Y eso?<br />ROVIRA: (Se acerca al reloj y lo para.) ¡Este reloj loco!, ahora da las horas cuando se le ocurre.<br />LOPECITO: (Cierra los ojos, sonríe.) Es bueno; casi, casi como si estuviéramos allá, ¿no?<br />ROVIRA: (De pronto.) ¿Usted entiende de sueños?<br />LOPECITO: ¿Sueños? No, la verdad es que no; sueño muy poco; y cuando sueño, después no recuerdo nada. ¿Por qué?<br />ROVIRA: Yo me analicé cuatro años. Y siempre pasaba lo mismo. Vea. Usted es el analista, ¿estamos? (Se ubica delante de Lopecito.) Ahora, pregúnteme: ¿soñó algo?<br />LOPECITO: ¿Soñó algo?<br />ROVIRA: Sí. Ahora diga: cuénteme.<br />LOPECITO: Cuénteme.<br />ROVIRA: Es el mismo sueño de siempre. Era de mañana, muy temprano. Yo salía de mi casa, iba a tomar un tren. Ya en el camino, miraba a mis compañeros de viaje y veía que no tenían cara; después llegábamos a un lugar y todos bajaban, yo también. Caminábamos un tiempo, hasta llegar a unas puertas muy altas de acero; todos entraban, yo no…, cuando llegaba a las puertas, ya las habían cerrado, llamaba y no me dejaban entrar. Diga: siga contando.<br />LOPECITO: Siga contando.<br />ROVIRA: A la noche, las puertas se abrían y salía toda la gente; yo iba con ellos a tomar el tren. No podía hablar con ninguno, no tenían cara. Y volvía a mi casa. Me despertaba gritando. (Se levanta).<br />LOPECITO: Y el analista, ¿qué le dijo?<br />ROVIRA: Que debía tratar de entenderlo; hablaba y hablaba, yo no le entendía nada; después hablaba de mi madre dominante; de los celos de mi hermano; al final me enojé y no fui más. Qué sueño estúpido, ¿no le parece?<br />LOPECITO: Bueno, una pesadilla, nomás. (Se levanta y va hasta el montón de objetos a un lado.) Tendríamos que ordenar algo, es cierto. (Empieza a trasladar algunos objetos de un lado a otro. De pronto, sin mirar a Rovira.) ¿Usted sabe lo que es vivir sólo por no tener el valor de matarse?<br />ROVIRA:¿El valor? Matarse es una cobardía.<br />LOPECITO: No, es al revés. Hay que tener mucho valor para poder pasar por cobarde. A mí me pasó…, después del accidente. (Pausa.) Fue tan… tan absurdo. Yo volvía a casa, Diana y los chicos se adelantaron para encontrarme, tenían que cruzar las vías del tren; yo los Vd. de lejos, y ellos a mí…, la nena se soltó de pronto de la mano de Diana y empezó a correr; y Diana y Darío corrieron atrás de ella, yo gritaba. Nadie pudo entender cómo pasó, cómo no escucharon mis gritos, cómo no los vio el maquinista. De repente, me encontré con los tres entre mis brazos, y ya no se podía hacer nada. (Arroja algunos objetos al vacío después de revisarlos.) Uno no sabe nada de nada hasta que pasa algo así, señor Rovira, ¿sabe?, hasta que se queda así, solo, cuando uno grita pidiendo ayuda y nadie le contesta. Y entonces es, si se tiene algo adentro, cuando uno se puede despertar de pronto, ponerse frente al cielo, sentir la tierra debajo, y decirse, simplemente: vivo. A mí me pasó. Un día me decidí; quería terminar de una vez. Fui al río; era muy temprano, a la mañana; no podía dormir. Hacía frío. Me senté a la orilla, el agua me tocaba los pies, crecía, y pensé que si me quedaba ahí, muy quieto, como el agua subía, poco a poco, iba a conseguirlo. Me quedé sin moverme. Al principio, lloraba; después, sentí alegría pensando que todo iba a terminar muy pronto. Y, en eso, empecé a reír; y después otra vez a llorar; reía y lloraba, como enloquecido.<br />ROVIRA: ¿Por qué? ¿Qué pasó?<br />LOPECITO: Enfrente, lejos, y sin embargo me parecía que muy cerca, estaba saliendo el sol. Un sol rojo, enorme, que aparecía sobre el agua. Lo sentí en mi cara. Miré el agua, y me Vd. a mí mismo, con medio cuerpo tapado ya por el agua. Me levanté y salí de ahí. No pude hacerlo. Era el mismo sol, ¿entiende?, el sol de Diana y mío; y yo estaba vivo, y podía recordar, recordarla a ella, a los chicos, recordar todos esos minutos nuestros, esos minutos vivos. No tenía derecho a hacerlo, ¿comprende? (Después de un tiempo, ante un objeto que encontró.) ¡Oh, no!<br />ROVIRA: ¿Qué pasa?<br />LOPECITO: No puede ser. (Sigue sacando objetos.) Ayúdeme, por favor. (El otro lo hace).<br />ROVIRA: ¿Qué pasa? ¿Por qué tanto lío? (Lopecito extiende algunos pedazos de telas que encontró.) Son unos cuadros viejos, nomás; ¿por qué tanto problema?<br />LOPECITO: Yo no sé mucho de esto, pero… deben de ser los originales. Mire. (Consternado.) Se terminó; entonces es cierto, se terminó de veras.<br />ROVIRA: ¿Qué le pasa? ¿Se ha vuelto loco?<br />LOPECITO: (Señalando una tela.) ¿No lo reconoce?<br />ROVIRA: No.<br />LOPECITO: Puedo jurar que es parte de La Gioconda, y esto…, es de un cuadro de Van Gogh. Puedo jurarlo. ¡Es espantoso! ¡Espantoso!<br />ROVIRA: (Tranquilizado.) Pero mire que usted sí que es un ejemplar único, ¿eh? Ponerse así por un cuadro viejo; ¡por una mujer pintada! Si por lo menos, fuera una mujer de veras, eso sí que sería otra cosa, pero por esto… (Se escucha una especie de gemido.) ¿Y eso?<br />LOPECITO: ¡Una voz!<br />ROVIRA: Por aquí debe de haber alguien. (Otra vez el gemido.) Vamos a ver… (Se abre paso entre los objetos.) Huellas, es por este lado. (Desaparece entre los objetos abarrotados; Lopecito va a seguirlo pero, antes de poder hacerlo, vuelve Rovira con una mujer en brazos; es bonita y está descalza y con la ropa rota).<br />LILI: (Se desprende de mal modo.) ¡Suélteme! ¡No! ¡Déjeme! (Rovira la suelta. Lopecito se le acerca).<br />LOPECITO: Cálmese, señorita.<br />LILI: (Sorprendida, a Rovira.) ¡Oh…, usted!<br />ROVIRA: ¿Me conoce?<br />LILI: (Lo mira un tiempo y luego, ante su extraña apariencia, empieza a reír.) ¡Lo que parece! ¡Mire lo que parece!<br />LOPECITO: ¿Se siente bien? ¿Hace mucho que estaba ahí?<br />LILI: No sé cuánto hace que me estoy arrastrando entre todas esas cosas; hay de todo por ahí; y caen más cada vez; ¡es horrible!<br />LOPECITO: (Se quita el saco y se lo da.) Tome.<br />LILI: Gracias. (Se lo pone).<br />ROVIRA: ¿Por qué se sorprendió al verme, usted me conoce?<br />LILI: (Va a decir algo, pero se contiene, y luego.) Trabajé en una de sus oficinas, hace tiempo; pero usted no me recuerda, ¿no?<br />ROVIRA: No, no puedo recordar a todas mis empleadas, ¿no es cierto?<br />LILI: Claro, el gran jefe no recuerda a todos sus empleados. Es pretender demasiado. Pero, qué bien instalados que están aquí, heladera…, lavarropas…, sólo les falta el aire acondicionado, ¿no?<br />ROVIRA: Y usted, ¿de quién se está riendo? ¿No se da cuenta de que estamos…? (Suena la chicharra del receptor; Rovira y Lopecito se le acercan).<br />VOZ: Llamando a los amigos…; espero que me pueden escuchar…; todavía no he llegado a la tierra, pero no pierdo la esperanza de encontrarla en cualquier momento. No desesperen. Animo. ¡Todo se arreglará! ¿Saben?, he compuesto una canción, espero que pronto la cantarán conmigo; nos ayudará a conservar nuestro buen humor. (Canta.) “La próxima vez…, la próxima vez…, cuando estemos en la tierra…, qué felices seremos…, la próxima vez”. (Sigue hablando.) ¡Hasta la próxima, amigos!<br />LILI: De modo que estamos…, ¡qué bueno!<br />ROVIRA: ¿No le importa?<br />LILI: ¿Y por qué me va a importar? ¿Qué quiere, que lo tome a la tremenda? (Se asusta a medida que comprende la situación.) Total, no hay tanta diferencia entre vivir…, como vivíamos allá…, o esto, ¿no? Es sólo terminar antes, nada más.<br />LOPECITO: ¡Vamos, una chica como usted no puede hablar así! Usted tiene… (Ella, de pronto, se aleja un poco de ellos; se la escucha llorar).<br />ROVIRA: (Extrañado, a Lopecito.) Y ahora, ¿qué le pasa?<br />LOPECITO: Se debe estar dando cuenta de la situación.<br />ROVIRA: No, las mujeres nunca se dan cuenta de nada.<br />LOPECITO: Quizás piensa en lo peligroso que es.<br />ROVIRA: Las mujeres no piensan. Y las que piensan… no sirven, para lo que tienen que servir. Y ésta sirve. Las conozco muy bien. Esta sirve. (La mira, interesado; Lili se está calmando.) No está mal, ¿eh? (Lopecito asiente, con una mirada expresiva.) La verdad es que…<br />LOPECITO: ¿Qué?<br />ROVIRA: Hay que pensarlo bien.Quizás…, se puede pensar, claro…, que quizá somos los únicos sobrevivientes, y que tendríamos que empezar todo de nuevo, ¿no?<br />LOPECITO: Como Adán y Eva, ¿no? (Rovira asiente, pensativo; Lopecito se ríe).<br />ROVIRA: ¿Qué le pasa? ¿Por qué se ríe?<br />LOPECITO: Usted está empezando a imaginar cosas. (Como el otro no entiende.) Usted me dijo una vez que nunca imaginaba nada, que sólo sabía hacer cosas. Y ahora…<br />ROVIRA: ¡No diga tonterías! Yo hablo de un problema serio; tendríamos una grave responsabilidad entonces, ¿no?<br />LOPECITO: ¡Claro, ya lo creo! ¡Una gran responsabilidad, es cierto! (Los dos miran fijamente a Lili que siente la mirada y se vuelve hacia ellos).<br />ROVIRA: ¡Una responsabilidad moral!<br />LOPECITO: ¡Claro!<br />LILI: Espero que no se están haciendo ideas raras, ¿no? (Ellos la siguen mirando. Enojada.) Soy frígida, ¿saben?<br />LOPECITO: (Condescendiente.) Bueno, nadie es perfecto.<br />ROVIRA: (Molesto, pero aceptando.) Claro, nadie es perfecto. (APAGON).<br /><br />CUADRO III: El mismo lugar. Hay más objetos amontonados por todas partes. A un lado, una especie de extraño armatoste, mezcla de barrilete y paraguas, conectado a un motorcito. Liliana está limpiando el polvo de una serie de objetos con un vistoso plumerito; se ha improvisado una túnica con algunas telas; parece más fresca y bonita. Entran, corriendo al trote, Rovira y Lopecito. Rovira marca el ritmo. Lopecito se deja caer sobre su sillón, agotado. En su rincón, tiene colgados los trozos de la Gioconda; partes de los Girasoles y, junto al sillón, hay pedazos mal ensamblados de algunas esculturas griegas conocidas.<br />LOPECITO: No puedo más.<br />LILI: Descansen, entonces.<br />ROVIRA: (Hace ejercicios de gimnasia, resopla.) Hay que mantenerse en línea, amigo López; eso es muy importante, mantenerse en línea.<br />LOPECITO: No sé. Hacer gimnasia…, con el estómago vacío…, no sé. Si por lo menos uno no sintiera hambre, sería más fácil aguantar, pero así… (Se oyen ruidos; caen objetos; se abren grietas; una, tan cerca de Rovira, que casi cae en ella).<br />LILI: (Señalando el lugar.) Quisiera saber qué vamos a hacer con todo esto. Pronto no vamos a tener dónde estar. Algo habría que hacer.<br />LOPECITO: No sé. Arreglamos una parte y se nos cae encima otra; o se hunde todo, no sé.<br />ROVIRA: La señorita Liliana tiene razón, señor López. Hay que seguir adelante. No hay que darse por vencidos. (El cartel que dice: Querer es poder, se hunde con estrépito. Miran hacia el lugar un tiempo).<br />LILI: (Señalando las sandalias de Rovira.) ¡Qué bien le quedaron, señor Rovira! ¿Son las sandalias nuevas?<br />ROVIRA: Sí, ¿le gustan? Qué modelo, ¿no? Creo que nunca volveré a usar otros zapatos. (Ante las miradas de los otros.) Digo, que en la tierra, me los haré fabricar de esta misma forma. Será un buen recuerdo de este viaje al infierno.<br />LILI: Un viaje al infierno. (Pensativa.) Sí, claro. (A Lopecito, que está mirando con atención una pequeña maceta.) Y, ¿creció algo?<br />LOPECITO: Creo que…, sí, mire, ¡está empezando a brotar! ¡Miren! (Los otros se acercan).<br />ROVIRA: Yo no veo nada. Es una fantasía suya.<br />LILI: Yo sí veo. Es como un puntito verde, ¿no?<br />LOPECITO: Sí. ¡Ya verán qué hermosa será la planta que va a salir! ¡Ya verán!<br />LILI: ¡Si por lo menos supiéramos de qué es…!<br />ROVIRA: Ahí no hay nada. Es sólo un poco de polvo sucio.<br />LOPECITO: (Enojado.) ¡No es polvo, es tierra! ¡Es tierra negra, viviente, y adentro tiene algo…, algo que va a crecer, ya verá! ¡Será una planta hermosa, que dará flores rojas, muy chiquitas y muy rojas!<br />LILI: A mí me gustaría que sean jazmines blancos, muy blancos. En casa de mi abuela había unos jazmines así; en el verano, cuando todas las plantas florecían, se sentía el perfume de muy lejos; ya desde la esquina de la cuadra se lo podía sentir. ¡Todo era tan lindo entonces!, cuando vivía mi padre…, y todos estábamos todavía juntos.<br />ROVIRA: (Disgustado.) ¡Otra más con poemitas! Bah, mirar una maceta con dos gramos de polvo y soñar con jazmines o con florcitas rojas; ven visiones, no hay caso. (Se acerca al armatoste y pone en marcha el motorcito que emite un fuerte zumbido; Lopecito pone a un lado la maceta con gran cuidado y, con Liliana, se acercan al aparato).<br />LOPECITO: Y, ¿cómo va eso?<br />ROVIRA: Falta poco.<br />LILI: ¡Si llega a funcionar, va a ser sensacional!<br />ROVIRA: Tiene que funcionar. Será el mejor paracaídas que se haya inventado hasta el momento. Ya verán, lo patentaré. Sí, ¿sabe qué haremos, señor López? Cuando volvamos allá, montaré una fábrica para producir estos paracaídas, y usted vendrá a trabajar conmigo. Nos haremos multimillonarios.<br />LOPECITO: ¿Trabajar?, ¿yo?<br />ROVIRA: Sí, en la distribución; en lo que más le guste, ya le encontraremos algo.<br />LOPECITO: Ya sé; yo los venderé; le aseguro que soy un buen viajante; será un éxito. ¿Se imaginan? (Se pone en pose de propaganda.) Paracaídas Rovira; ¡pruébelo una vez y no dejará de usarlo! (Rovira se pone a su lado, también en pose).<br />ROVIRA: Sea prevenido; en cualquier momento, pasa lo que menos se espera, por eso, use siempre, de día y de noche: (Los tres juntos.) ¡Paracaídas Rovira! (Los tres se ríen; luego, Rovira, serio). Bueno, ahora déjenme trabajar; todavía falta terminarlo.<br />LOPECITO: (Se sienta y talla unas maderas con un cuchillo. A Liliana.) ¿Sabe jugar al ajedrez, señorita Liliana?<br />LILI: No.<br />LOPECITO: Espere que termine con esto y le voy a enseñar. Me faltan sólo los caballos y las torres. Ya verá cómo le va a gustar. Con Diana siempre… Bueno, es un juego muy lindo. (Se escucha un sonido extraño; los objetos del fondo se corren; ellos se asustan.) ¿Qué pasa ahora?<br />LILI: ¡Otra vez debe estar por caerse algo!<br />ROVIRA: Si no nos caemos nosotros antes. ¡Agárrense bien! (Juegos de luces sobre todo el lugar que se mueve; por fin, se ve que se ha adelantado en el centro una especie de gran caja cerrada por delante por una especie de biombo y con paneles a los costados.) ¿Y ésto? (Se escuchan sonidos extraños; como una música alegre que se va haciendo cada vez más clara).<br />LILI: Es música.<br />LOPECITO: Yo oigo voces. ¡Gente, hay gente adentro!<br />ROVIRA: Vengan; ¡saquemos todo esto! (Despejan el lugar alrededor de la caja; al correr el biombo queda al descubierto una pequeña sala perfectamente arreglada; en el centro, una mesa dispuesta para la cena; una mujer vieja está sirviendo la mesa; su marido mira televisión. No parecen darse cuenta de que pasa algo raro; es una confortable escena hogareña.) ¡Miren eso! (Rovira, seguido por los otros, se acercan lentamente, asombrados y contentos).<br />VIEJA: (Al viejo.) ¿Cuándo vas a terminar con eso? La cena está lista.<br />VIEJO: Ya va.<br />LILI: ¡Qué idioma extraño! ¿Qué será?<br />ROVIRA: No lo entiendo, inglés no es.<br />LOPECITO: Francés tampoco.<br />ROVIRA: Alemán tampoco. (La vieja lo ve; le sonríe.) Hola.<br />VIEJA: (Al viejo.) Mirá, tenemos gente a cenar. Deben ser amigos de los chicos.<br />VIEJO: (Sin mirar.) ¿Sí? Está bien. (Se escucha propaganda por televisión, un aviso absurdo).<br />LOPECITO: Debe de ser algún idioma africano, o indígena, qué sé yo.<br />ROVIRA: ¿Le parece que tienen cara de africanos, o de indígenas? No…; esto suena…, esto suena… Ya sé, deben ser del Tercer Mundo.<br />LOPECITO: ¿Cómo? (Va a protestar, pero desiste.) ¿Qué importa? Parecen amables.<br />LILI: (La vieja está haciéndoles señas para que entren.) Nos invita a pasar. (Entra.) Gracias. (Lopecito y Rovira también entran. Los tres se quedan mirando la mesa servida).<br />VIEJA: Siéntense, por favor. (Antes de que pueda completar la frase, ya están sentados y comiendo.) Sírvanse, sin cumplidos.<br />ROVIRA: (A López, señalando una botella de vino.) ¿Me la alcanza, por favor? (Se sirve y les sirve a ellos).<br />LILI: ¡Qué lindo es este lugar! ¡Es…, como tener una casa de veras!<br />LOPECITO: ¡Sí, es como estar en casa otra vez!<br />VIEJA: (Al viejo.) ¡Qué raro, no saben hablar nuestro idioma! ¿De dónde serán? (El viejo no contesta; pone un videocasete.) Qué amigos raros tienen los chicos, ¿eh? ¡Y qué modales! Los jóvenes están cada vez peor educados. Deben ser mochileros, como los del otro día; ¿no te parece? (El viejo mira una película romántica.) Podrías contestarme, ¿no? Mirá qué manera de tratarme, y delante de gente ajena. ¿No te da vergüenza? Toda la vida lo mismo. Soy una pobre esclava que sólo sirve para cuidar la casa; preparar la comida y atender a los chicos; y vos, ni una palabra. Una esclava, eso es lo que soy, claro; siempre fue así, no sé para qué me casé, y tuve hijos, para lo desagradecidos que son.<br />VIEJO: ¡Sssshhh! (Come, sin apartar la vista del aparato).<br />LOPECITO: (Los mira, enternecido.) ¡Cómo se quieren!<br />ROVIRA: Sí, parece que sí. ¡Cosas raras!<br />LILI: ¡Qué romántico! ¡A su edad!<br />VIEJA: ¡Casi no los veo desde que se casaron; sólo cuando vienen por obligación en una fecha de cumpleaños; o porque es el día de la madre, o el aniversario de alguna tontería! (Gritando.) ¡No valen nada, lo mismo que el padre!<br />LILI: (Emocionada, lloriquea. Los tres están empezando a emborracharse.) ¡Qué hermoso!<br />LOPECITO: ¿Qué le pasa?<br />ROVIRA: ¿Se siente mal?<br />LILI: No, no es eso. Es que…, ¿no se dan cuenta?, formamos casi, casi, una familia. ¿No es hermoso?<br />ROVIRA: (Alzando su vaso.) ¡Por Liliana, la flor de nuestro paraíso!<br />LOPECITO: ¡Por Liliana!<br />VIEJA: (Contenta, se sirve vino, a Lopecito.) ¿Texi?<br />LOPECITO: (Contento, le contesta.) ¡Cola!<br />VIEJA: ¡Texi! ¡Texi!<br />LOPECITO: ¡Cola! ¡Cola! (Juntos.) ¡Texi-Cola! (Solo.) ¡Qué bien! Nos entendemos, ¿han visto? ¡Ya nos entendemos!<br />VIEJO: (Alza su vaso, mecánicamente, antes de beber.) ¡Texi!<br />ROVIRA: (A Lopecito.) ¿Vio que eran civilizados? ¿No le decía yo?<br />VIEJA: (Contenta, todos terminaron de comer. Ella saca el mantel.) Voy a arreglar un poco la casa. ¡Está tan sucia! (Se asoma a una ventana y sacude el mantel sobre el vacío. Se queda mirando hacia afuera un tiempo.) ¡Qué oscuro está. Se nota que es invierno, ¿no?<br />VIEJO: Sssshhh. (Se ve en la televisión un noticiero, interrumpido por partes de dibujos animados y de publicidad. Noticias de actualidad política; notas de modas; deportes; guerra biológica; armas químicas; asaltos; secuestros; guerrillas, etc.).<br />VIEJA: (Sin mirar el noticiero.) Cualquier día, si siguen así, van a terminar por dar vuelta al mundo. Como si no tuvieran otra cosa que hacer, ¡qué gente! ¡Y todos esos tipos raros y guerrilleros, y qué sé yo!<br />VIEJO: ¡Sssshhhh!, no hay que meterse en política.<br />VIEJA: ¿Bah!, ¡y a quién le importa, que se hunda todo, total! (Corte publicitario; dibujos animados. Los otros tres están cada vez más borrachos. Se escucha la chicharra del receptor que sigue afuera; los tres salen, la vieja se asoma y observa).<br />VOZ: Amigos míos…, sé que me están escuchando, deben de estar escuchando; lamentablemente, todavía no puedo darles noticias favorables, todavía no he visto la tierra, estoy girando, girando continuamente; he pasado por varios puntos que parecían firmes pero luego han desaparecido; sólo puedo decirles que no pierdo la esperanza de llegar; y que ustedes tampoco deben perderla. Animo, amigos. Ah, antes de que me olvide, no dejen de festejar la fecha; hoy es el 31 de diciembre, y faltan apenas seis minutos para la medianoche. Feliz Año Nuevo, amigos míos; y no se olviden, con esperanza y con alegría, ¡Feliz Año! ¡Felicidades! (Se corta la transmisión).<br />LILI: ¡Año Nuevo! ¡Ya había olvidado todo eso!<br />LOPECITO: ¿Qué año será?<br />ROVIRA: ¿Y eso qué importa? Hay que festejarlo, el amigo tiene razón. Propongo que nos emborrachemos.<br />LOPECITO: Yo creo que hay algo mejor.<br />ROVIRA: ¿Qué?<br />LOPECITO: Quédese aquí. (A Liliana.) Usted venga conmigo.<br />ROVIRA: ¿Adónde?<br />LOPECITO: Enseguida venimos. (Sale, seguido por Liliana. Rovira, indeciso, no sabe qué hacer; luego entra otra vez en la pieza. La vieja le sirve un café. Rovira, sin saber qué decir, señala las fotografías que hay sobre una mesita).<br />ROVIRA: (Para sí.) ¡Otra con el álbum de familia! ¡Parece que vienen en serie ahora! (A la vieja, sonriente.) ¿Sus hijos?<br />VIEJA: (Asiente, contenta, le acerca las fotografías.) Mi hijo mayor; es médico; ¡es tan bueno! Lástima que está siempre muy ocupado; claro, tiene varios chicos; y su trabajo. Pero me quiere mucho, ¿sabe? (Rovira no entiende, bebe otra copa.) Este es el menor; vive aquí nomás. Es un muchacho muy brillante; ¡hay muy pocos como él! ¡Estoy tan orgullosa de ellos! ¡Soy muy feliz, muy feliz!<br />ROVIRA: (Medio borracho, saca sus fotos y se las muestra.) ¡Mi chalet! ¡Mi oficina! Este edificio se lo saqué de las manos a un competidor; ¡nadie supo cómo! Fue una estafa, una porquería, pero se lo saqué, ¡y ahora es mío! (La vieja mira las fotos, sin entender, y le sonríe por cortesía.) ¿Qué pasa? ¿No le gustan? ¿Qué se cree, que no tengo también fotos de las otras? Yo tengo todo lo que quiero, ¡qué se cree! ¡Ya va a ver! (Sale y va hasta la valija de Lopecito, la abre y toma sus fotos. Vuelve a la sala y le empieza a mostrar a la vieja.) Este es mi chico, ¿ve? Darío, se llama. Darío, ¿entiende? ¡Y esta es mi nena! ¡Mire qué rubia es! ¡Y esta es mi mujer! ¿Entiende?, ¡mi mujer! ¡Y estos son minutos míos, de mi vida! ¡Minutos de veras! ¡Míos, míos!<br />VIEJA: (Sonriente.) ¿Familia?<br />ROVIRA: ¿Familia? ¡Claro, familia, mía! ¡Mía! ¡Y qué felices fuimos! Clara era tan buena; recorrimos todo el mundo, ¿sabe? A ella le gustaba la música: Beethoven, Mozart, todos esos. Y los libros; los leíamos juntos. Y soñábamos. No hay que perder el tiempo, me decía ella. No hay que perder el tiempo. (Se adormece, lucha contra la borrachera.) Hay que hacer lo que a uno le gusta; no es necesario tener tantas cosas; era una neurótica, dijo el analista; yo no podía vivir con ella; no se adaptaba a nuestra sociedad, ni a nuestros valores, tuve que dejarla, claro. No se puede vivir con una mujer así. (PAUSA) Se le ocurría que uno debe de ser feliz; ¡qué ocurrencia! Como si a mí no me hubiera gustado eso, cuidar el jardín, atender un negocito chico, yo mismo; pero no se puede; hay que luchar, si no te comen, te tragan vivo, eso le decía yo, hay que ser el mejor, pero ella no lo entendía. ¡Familia! ¡Bah! (Se adormece; la vieja arregla la mesa. Se sobresaltan por el sonido repentino de un cornetín y un tambor improvisado. Se asoman y ven llegar a Liliana y Lopecito, disfrazados con ropas de alegres colores; sombreros de papel e instrumentos; llevan varias cajas y cantan una alegre canción improvisada de Año Nuevo. Por fin, exhaustos, se detienen al entrar a la sala).<br />LILI: ¡Feliz Año Nuevo!<br />LOPECITO: ¡Felicidades! (A Rovira, dándole un paquetito.) Para usted, señor Rovira. (A la vieja.) Para usted, señora. (La vieja, contenta, empieza a abrir el paquete).<br />LILI: (Al viejo.) Y esto es para usted.<br />VIEJO: ¡Sssshhh! (Mientras mira la televisión, abre el paquetito).<br />ROVIRA: ¡Una máquina de afeitar! ¡Qué bueno!<br />LILI: ¿Le gusta? (Rovira la mira, emocionado).<br />VIEJA: (En su paquete encuentra una licuadora.) ¡Oh, qué lindo! (El viejo saca de su paquete una pipa y tabaco y la enciende).<br />LILI: La verdad es que era difícil elegir, entre tanto como tenemos allá afuera. ( A Rovira.) ¿Dónde va, señor Rovira?<br />ROVIRA: Ya vuelvo. (Sale).<br />LOPECITO: ¿Habrá quedado vino? (Encuentra una botella; bebe. Rovira vuelve. Algo avergonzado, le da un paquetito a Liliana y otro a Lopecito).<br />ROVIRA: (A Liliana.) Esto es para usted. (A Lopecito) Y ésto, para usted. No pensé en el año nuevo, sólo que… Bueno, no es nada, ¿no?<br />LILI: (Saca unas sandalias.) ¡Oh!, ¿y las hizo para mí?<br />ROVIRA: ¡Claro!<br />LILI: Y yo que creí que se estaba haciendo tantos pares sólo para usted; qué mala fui al pensar así, perdóneme. (Rovira sonríe, incómodo.) ¿Sabe? Usted no es tan…, tan…<br />ROVIRA: ¿Qué?<br />LILI: Nada. Nada.<br />LOPECITO: (Abre el paquetito.) Semillas. Semillas de veras. ¡Qué bueno! ¿De qué son?<br />ROVIRA: No sé; las encontré por ahí hace tiempo; pensaba tirarlas, pero…<br />LOPECITO: Las plantaré; ya verá, será bueno verlas brotar y crecer. Gracias, señor Rovira.<br />ROVIRA: Bueno, hay que terminar este vino, que por algo es Año Nuevo, ¿no? (Solemne, a la vieja.) Feliz Año Nuevo, señora. (Como ella no comprende.) Texi, Texi.<br />VIEJA: Cola, Cola.<br />ROVIRA: (Al viejo.) Feliz Año Nuevo, señor.<br />VIEJO: ¡Silencio! (Toma su copa y bebe).<br />ROVIRA: (A Liliana.) Feliz Año, Liliana. (Se va acercando a ella).<br />LILI: (Borracha.) ¿Ustedes son religiosos?, ¿en serio?<br />LOPECITO: No, yo no. (Rovira niega con la cabeza).<br />LILI: Yo, sí. ¿Saben?, en una casa donde trabajé…, fue la primera en que trabajé… en serio, la encargada había puesto un cartel muy grande a la entrada…, muy grande…, ¿saben qué decía el cartel?: Dios es Amor.<br />ROVIRA: (Se le acerca más.) Felicidades, Liliana.<br />LILI: Me volví religiosa, como todas. Viva Tata Dios, me decía cada vez que recibía a un cliente. (Rovira la abraza. Liliana alza su copa en un brindis.) ¡Feliz Año Nuevo, Tata Dios! ¡Y gracias por todo! (Dan unos pasos de baile, siguiendo la música del televisor; lo mismo hace Lopecito con la vieja. Al fin, Rovira y Liliana van hacia un lado. Lopecito brinda con la vieja).<br />LOPECITO: Texi.<br />VIEJA: Cola. (Se sientan en un sofá y se besan. Después de un tiempo, al viejo que ha tomado un diario y lee, ensimismado.) ¿Podrías decir algo edificante para estos chicos, no?, como lo hacés siempre. Aunque no lo entiendan, ya sabés que después de comer es sano hablar de moral.<br />VIEJO: (Mientras trata de poner otra vez en marcha el televisor, al tiempo que Lopecito y la vieja se abrazan por un lado; y Rovira y Liliana por el otro.) Es fundamental que no olvidemos el respeto debido a nuestras instituciones en los tiempos que corren; y de todas nuestras instituciones, la más sagrada es la familia. ¿Cómo haremos para conseguir que la familia siga siendo uno de los pilares de nuestra comunidad? ¡Un sólo camino: la virtud! Como padres y madres de familia, nos toca educar a nuestros hijos en la práctica de las más nobles virtudes ciudadanas: la fortaleza, la templanza, la moderación, el justo medio; sobre todo eso: el justo medio. No lo olvidéis, hijos míos; ¡hay que fijarse y tratar de encontrar siempre el justo medio! (Otra vez la serie de dibujos animados, la voz del Pato Donald con el cuac-cuac).<br />VIEJA: Muy bueno, querido. Otro más. Algo de la Biblia, es lo más instructivo.<br />VIEJO: Cuando el Señor le dijo a Jonás que avisara a Nínive que iba a ser destruida por sus pecados, Jonás no quiso hacerlo. Le pareció que no valía la pena salvarla; el mundo era una porquería; la gente era una porquería; no merecían salvarse. Y se lo dijo al Señor.<br />LOPECITO: Me pregunto que estará diciendo. Parece como si estuviera contando algo muy solemne.<br />ROVIRA: A mí me suena a chiste verde.<br />LOPECITO: No, delante de la vieja no iba a contar chistes verdes, no es del tipo.<br />ROVIRA: No sé, quizás.<br />LILI: Dios es Amor, ¿no es fabuloso?<br />ROVIRA: Fabuloso.<br />LILI: ¿En qué estás pensando?<br />ROVIRA: Instalaré una gran fábrica de paracaídas; la central estará en Buenos Aires; con sucursales en todo el mundo. Tendré que pensar bien en cómo evitar la competencia; ya lo resolveré. Seré el tipo más rico del mundo. Te compraré un Cadillac rojo, ya verás. ¡Es fabuloso, fabuloso!<br />LOPECITO: (De pronto, mirando a Rovira.) Somos unos mentirosos. Lo odio, odio a todos los que son como él. Ellos arruinaron la tierra. No merecen vivir. Lo odio. Me gustaría matarlo. (Se acerca a Rovira y le grita.) ¡Me gustaría matarlo!<br />ROVIRA: (Soñando.) ¡Será fabuloso!<br />VIEJA: (Al viejo.) Y después, ¿qué pasó? ¿Cuál es la moraleja?<br />VIEJO: Entonces el Señor le dijo que se comiera una ballena; y Jonás lo hizo. Y el Señor destruyó a Nínive. Durante siete días la destruyó. Y al octavo miró su obra y dijo: era justo. Y descansó.<br />VIEJA: ¿Y la moraleja?<br />VIEJO: No la recuerdo; ah, sí; parece que Jonás mientras tanto se había arrepentido y le había pedido al Señor que salvara a Nínive, que pensara en los justos que vivían ahí; y el Señor le contestó que no valía la pena; que todos eran responsables de tanta podredumbre; y que lo mejor sería destruir todo y volver a empezar de nuevo; parece que le dijo que, en realidad, todo estaba podrido, hasta los justos. Por eso lo mejor era terminar la historia de una vez. Y lo hizo. (El televisor se descompone; el sonido del cuac-cuac se superpone a las últimas frases del viejo y se va haciendo cada vez más alto, hasta llegar a un último chillido y luego, silencio. Apagón).<br /><br /><br />________________________________________________________<br /><br />S E G U N D O A C T O<br /><br />CUADRO IV: En el otro extremo; un lugar casi vacío. Rovira está acostado, dormido. A su lado, muy feliz, Liliana, mirándolo. A un costado funciona un aparato para baños de sol.<br /><br />LILI: (Para sí, mirando a Rovira.) Una vez juré que te odiaría siempre. Es extraño. Ahora estoy aquí, y… (Pausa.) ¿Cómo no te iba a odiar? El gran señor Rovira pasó un día por la oficina, sin mirar a nadie. Después, el jefe de la sección me llamó y me preguntó si quería ir esa noche a cenar al departamento del señor Rovira; debía estar a las ocho en punto, el señor Rovira no soportaba a gente impuntual; debía decir sí o no. Ni lo pensé. El señor Rovira era el ídolo de todas las empleadas; y me elegía a mí para ir a cenar con él. Y fui. Te sorprendiste al principio; quizás porque yo estaba muy asustada. Y me preguntaste si era la primera vez. Y yo, por vergüenza, me reí y te dije que no. (Pausa.) Eso duró…, tres semanas, exactamente. Cuando fui al departamento esa noche, tu mucamo me dijo que no estabas, y que no debía ir más. Juré que no te lo iba a perdonar; y que me lo pagarías de algún modo. Y ahora…, la vida es algo muy raro. Ni siquiera me interesa contártelo. Ya no me importa. Es como si se tratara de dos personas distintas. (Le acaricia suavemente la frente. Rovira despierta, la mira y, después de un tiempo).<br />ROVIRA: Hola.<br />LILI: Hola.<br />ROVIRA: (Señala el aparato.) ¿No será demasiado tiempo?<br />LILI: No creo. Además, ya tenemos la piel acostumbrada. (El la rodea con sus brazos. Ella le acaricia la frente.) ¡Qué arrugas más hondas tenés; como si te las hubieran hecho con un cuchillo! ¡No tenés que pensar tanto!<br />ROVIRA: ¡Qué linda estás!<br />LILI: (Se recuesta, feliz.) ¿Sabés? A veces, me parece como si hubiera vuelto al pueblo, al campo. Sólo falta oír algún relincho allá lejos…, o ver las vacas pastando por algún lado. Sí, es como haber vuelto allá, como si nunca hubiera conocido la ciudad. ¡Ojalá hubiera sido así!<br />ROVIRA: ¿No te gusta la ciudad?<br />LILI: (Se estremece.) La odio; cambia a la gente; los envenena; dejan de saber hablar, reír, cantar. Es como lo de los pájaros encantados del cuento de la abuela.<br />ROVIRA: ¿Pájaros encantados? ¿Qué es eso?<br />LILI: Era un cuento sobre unos pájaros que un brujo encantó de tal manera que vivían en una jaula abierta pero no querían salir, y si se los dejaba libres, caían al suelo porque no sabían volar, mejor dicho, no se atrevían, y volvían enseguida a la jaula; y si se les quitaba la jaula de la vista, se fabricaban ellos mismos otra con cualquier material que encontraban. Y después, sus hijos nacían ya así, con la marca de la jaula encima. Eso es lo que les pasa a los que viven en la ciudad, ¿entendés?, viven dentro de la jaula, aunque no se la vea.<br />ROVIRA: Todo eso es una tontería. ¡Pájaros encantados! ¿Quién puede creer en algo así? ¿Sabés?, yo nunca estuve en el campo.<br />LILI: ¿No?, eso no puede ser.<br />ROVIRA: A veces me tomé vacaciones en alguna estancia, pero siempre era con el tiempo contado; tanto para inspeccionar tal parte; tanto para ver los equipos; no, eso no era estar en el campo; aunque recién ahora me doy cuenta.<br />LILI: Es la marca de la jaula, ¿no ves? (Después de un tiempo, serena.) Voy a tener un hijo.<br />ROVIRA: ¿Cómo? (Sorprendido y alegre.) ¿Querés decir que…? Pero, Liliana, ¿estás segura? (Ella asiente con la cabeza.) ¡Eso es… bárbaro! ¡Fabuloso! (Ella sonríe; se escucha el sonido de una flauta que se acerca).<br />LILI: Viene Lopecito. (Señala de pronto a lo lejos.) ¡Mirá, algo cae allá! ¡Pronto, un deseo! (Cierra los ojos y murmura algo; también Rovira lo hace).<br />ROVIRA: ¿Qué pediste?<br />LILI: No se puede decir; es un secreto, ¿no?<br />ROVIRA: Decímelo.<br />LILI: Y vos, ¿qué pediste?<br />ROVIRA: Volver allá pronto, muy pronto. ¿Y vos?<br />LILI: (Triste, se aparta un poco.) Yo pedí seguir siempre así, aquí. (Se miran un tiempo; entra Lopecito).<br />LOPECITO: ¡Hola! ¿Qué tal el picnic?<br />ROVIRA: (Se levanta.) Muy bueno, señor López.<br />LOPECITO: ¡Y miren el sol que se han mandado! Me parece muy bien.<br />LILI: (Riendo.) ¿Quiere comer algo?<br />LOPECITO: No, la verdad es que no tengo ganas; ¡después del almuerzo que nos preparó la señora Texi!<br />LILI: ¡La verdad es que es muy buena!<br />ROVIRA: ¡Con el señor López, sobre todo!<br />LOPECITO: Vamos, la cuestión es qué vamos a hacer cuando se terminen las provisiones. Ya va quedando poco otra vez.<br />LILI: Mejor es no pensar en eso. (Lopecito saca la maceta que traía escondida; se ve ahora una planta hermosa.) ¡No! ¡No es posible!<br />LOPECITO: ¿Qué le parece? (A Rovira, que se acerca, interesado.) ¿Y usted, que decía que no podía crecer nada, eh? ¿Qué me dice?<br />LILI: ¡Es una planta preciosa!<br />ROVIRA: ¡Qué raro que haya salido!, ¿no? Bueno, voy a terminar de ajustar el paracaídas y me pondré a seguir con los otros; así podremos salir de aquí lo antes posible; todo este lugar se mueve que da gusto; si seguimos así, podremos estar teniendo que saltar en cualquier momento. (Sale).<br />LILI: (A Lopecito, de pronto.) Tengo miedo, señor López.<br />LOPECITO: (Se sienta a su lado.) Vamos, usted es una chica valiente; no tiene que ponerse así.<br />LILI: Es que, por primera vez, desde hace mucho, mucho tiempo, me siento tan bien. ¿Sabe?, voy a tener un hijo, señor López.<br />LOPECITO: ¿Un hijo?, Liliana, ¡eso es estupendo! (La besa).<br />LILI: Por eso tengo miedo; pienso en todo lo que nos puede pasar todavía; si pudiéramos seguir así, simplemente así, ¡sería tan feliz!, pero…<br />LOPECITO: Comprendo. (Vuelve Rovira con el paracaídas plegado; empieza a desplegarlo y ajustarlo. Lopecito saca su cuchillo y una pieza de madera y la talla).<br />ROVIRA: Y ese ajedrez, ¿cómo anda?<br />LOPECITO: Es la última pieza. Después jugamos, ¿quiere?<br />ROVIRA: Está bien. (Liliana, de pronto, deja escapar un gemido y esconde la cara entre las manos. Alarmado.) Liliana, ¿qué te pasa?<br />LOPECITO: ¿Se siente mal?<br />LILI: ¡No! ¡No! (Se levanta y los enfrenta.) ¡No entiendo cómo pueden seguir así! Estamos portándonos como chicos que juegan al borde de un volcán, esperando que estalle, y sin hacer nada. ¡Estamos fingiendo que somos personas normales, pasando un día de campo en algún lugar del mundo, y ni siquiera sabemos si existe todavía el mundo! ¡Es como si nos estuviéramos volviendo como el señor y la señora Texi, que todavía no se dieron cuenta de nada!<br />LOPECITO: Quizás por eso siguen siendo felices.<br />LILI: ¡Si eso es felicidad, se la regalo!<br />ROVIRA: Yo no sé por qué hablás así, Liliana. Sí estamos haciendo algo para salir; pronto tendré terminados los otros paracaídas, y podremos salir, y buscar la tierra.<br />LILI: (Ríe.) ¿Y si no hay ya tierra? ¿Y si pasa algo antes? ¿Y si…? (Rovira le tapa la boca con su mano).<br />ROVIRA: No hay que pensar en eso.<br />LOPECITO: Claro que no.<br />LILI: Pero, ¿cómo pueden ser así?, no lo entiendo, esto es espantoso, y ustedes… lo más tranquilos.<br />LOPECITO: Bueno, ahora no hay mucho para hacer; quizás lo malo fue que nos quedamos tan tranquilos… antes.<br />LILI: (Sin entender.) ¿Antes?<br />ROVIRA: ¿Qué quiere decir?<br />LOPECITO: (Saca algunos recortes de diarios.) Hace un tiempo encontré estos pedazos de diarios y estuve leyéndolos, son de los últimos días que pasamos allá. Escuchen esto: “Gracias al ingenio de los científicos, la bomba atómica es ya un invento pasado de moda; la guerra del futuro será sin duda la guerra bacteriológica. Así será posible envenenar a poblaciones enteras, simplemente con esparcir un virus en el país que interese; el mal no será pasajero sino que se trasmitirá por herencia”.<br />LILI: Eso es espantoso.<br />LOPECITO: ¿No escuchó hablar del tema?<br />LILI: No en forma clara. Algo se decía de eso, pero siempre creí que eran sólo amenazas para asustarse entre países, qué se yo. Nunca entendí nada de política.<br />LOPECITO: (Sigue leyendo.) “Hay actualmente almacenados ciertos tipos de virus en los grandes laboratorios: el de la fiebre amarilla; el de la encefalitis; el de la fiebre tifoidea…”.<br />ROVIRA: ¡Basta ya con todo eso! ¿Qué quiere decirnos con esas tonterías?<br />LOPECITO: (Se aparta y sigue leyendo.) “Es fácil hacer saltar el casco polar mediante una explosión nuclear; las marejadas que seguirán, provocarán una serie de catástrofes en los países elegidos como blanco. (Rovira se le acerca, amenazador; Liliana está temblando, Lopecito sigue leyendo, tratando de evitar que Rovira le quite el diario que lee.) Se puede mezclar cierta cantidad de gas incapacitante en el agua potable que beben los habitantes de la sociedad en cuestión y volverlos así imbéciles”. (Rovira logra arrancarle las hojas del diario y las tira al vacío).<br />ROVIRA: ¡Basta ya con eso!<br />LOPECITO: Lo que se preguntaba el periodista que escribió este artículo, al final, era si este tipo de guerra iba a dejar sobrevivientes; interesante, ¿no? (Sereno, a Rovira.) ¿Por qué le molesta que se hable del tema?, usted sabía que se estaban haciendo estos programas, ¿no es cierto?<br />ROVIRA: Claro, ¿quién no lo sabía?<br />LILI: Muchos, muchos no lo sabíamos, no lo creíamos.<br />ROVIRA: Pero todo eso no se iba a usar. ¡Eran sólo medios de defensa en el sentido psicológico!<br />LOPECITO: ¿Y no se usaban ya? ¿Está seguro de lo que dice?<br />ROVIRA: Bueno, creo que sólo se experimentaba, nada más.<br />LOPECITO: Claro, claro. (Se sienta, triste.) Ahí lo tiene; al final, nadie lo tomaba en serio. Todos sentados tranquilos, leyendo estos diarios como si hubieran sido noticias sin importancia; y ustedes, los grandes ejecutivos, cuidando de aumentar su fortuna, sin preocuparse por el tema.<br />LILI: ¡Qué espantoso! Pensar que… que estábamos viviendo con todo esto a nuestro lado; y sin saberlo, o sin pensarlo.<br />LOPECITO: Por eso es que yo le decía, qué idiotas que fuimos antes, cuando nos quedamos tan tranquilos, como si todo esto no tuviera nada que ver con nosotros.<br />ROVIRA: Es que no era asunto nuestro, ¿usted no entiende?<br />LOPECITO: (Con sorna.) ¿De veras?<br />ROVIRA: (Enojándose.) Y dígame: ¿dónde estaban los que sí sabían: los cultos, los intelectuales, qué fue lo que hicieron para evitar problemas, dígamelo? ¡Usted también es un tipo educado, ¿no? ¿Qué hicieron ustedes, sabihondos? ¿Por qué no evitaron todo esto? ¿Qué hicieron?<br />LOPECITO: (Después de un tiempo.) Nada. Hubo quienes hicieron manifestaciones y gritaron que había que hacer algo; pero no los escucharon. Y hubo también quienes escribieron poemas y canciones sobre el tema y sobre el fin del mundo, pero de hecho no movían un dedo para evitarlo; quizás porque tampoco lo tomaban en serio, no sé. O quizás, porque no se veía que la destrucción de una parte sería la destrucción de todo. Sí, hubo quizás quienes soñaron con una catástrofe que terminara con lo que estaba podrido, sin comprender que iba a saltar todo.<br />LILI: ¿Cómo dice? No lo entiendo.<br />ROVIRA: Ahí lo tiene; otra vez hace literatura; sólo frases para acusar a otros, nada más.<br />LOPECITO: Una vez leí algo que dijo alguien en una conferencia científica internacional; hablaba sobre lo que podía pasar, y dijo que había que comprender que todos éramos como hermanos siameses; y que nadie se iba a salvar si el otro moría; y que había que pensar en eso en vez de seguir acumulando armas como ésas, pero no lo tomaron en serio, que yo sepa.<br />LILI: ¡Qué tontos fuimos! Claro que…, yo nunca pensé sobre el tema, no me importaba demasiado, además…, siempre me había ido tan mal…, pero los que tenían familia, hijos, ¿cómo no se preocuparon? No lo entiendo.<br />ROVIRA: Yo no tenía tiempo para pensar en esas cosas; ahora me da rabia no haberlo hecho. Y me dan rabia otras cosas, muchas otras cosas. ¿Sabe, señor López?, creo que fui un imbécil. (Lopecito lo mira, serio, y retoma su trabajo.) Me gusta eso.<br />LOPECITO: ¿Qué?<br />ROVIRA: Lo que más me gusta de usted es que no es hipócrita. Yo digo que fui un imbécil y usted se calla, como diciendo: Y…, si usted lo dice.<br />LOPECITO: Discúlpeme, yo…; no quise decir eso, es que…<br />ROVIRA: Ya sé. (Le palmea amistosamente en la espalda).<br />LILI: Estaba pensando…, que entonces nosotros somos los sobrevivientes; quizás los únicos, ¿eso es importante, no?<br />LOPECITO: ¿Los sobrevivientes? No, yo creo que somos los sobremurientes; lo nuestro allá no era vivir de veras; no sabíamos vivir.<br />ROVIRA: (Seguro y confiado.) La próxima vez, cuando volvamos a la tierra, todo será distinto, ya verán; no me van a agarrar otra vez desprevenido, todo será distinto.<br />LOPECITO: Claro, tendrá su paracaídas preparado.<br />ROVIRA: ¿Cómo?<br />LOPECITO: Nada. Nada. (A Liliana.) Y usted, Liliana, si pudiera volver, ¿qué es lo que haría?<br />LILI: Volvería a mi pueblo, como quería mi abuela. Ella me escribió antes de morir. Me pidió que volviera; me dijo que la ciudad también me había encantado a mí; pero que podía librarme de la jaula si lo quería de veras, si era fuerte. No volví entonces. Ahora volvería; todo sería distinto, muy distinto. (Se escuchan unos ruidos fuertes; se sobresaltan y escuchan; después de un tiempo, los ruidos cesan).<br />LOPECITO: El vientre de la ballena.<br />LILI: ¿Qué dice?<br />ROVIRA: Está loco, no hay caso.<br />LOPECITO: Fuimos unos Jonases masoquistas, unos Jonases suicidas en el vientre de la ballena, y no lo sabíamos. La destrucción o la salvación dependían de nosotros, y no nos preocupamos por entender. (Mira a los otros.) ¿No se acuerdan de la historia de Jonás y la ballena? (Ellos niegan con la cabeza.) El viejo Texi habla siempre de un Jonás, después de comer; es la única palabra que le entiendo, por eso me hizo recordar la historia. Es de la Biblia. Pasó una vez que Dios, enojado, ordenó a Jonás que avisara a Nínive, una ciudad pecadora y corrompida que, a menos que cambiara de conducta, sería destruida. Pero Jonás no lo hizo, porque creía que Nínive debía ser destruida; no habló y huyó en un barco, y Dios desencadenó entonces una terrible tempestad.<br />LILI: ¿Y qué le pasó a Jonás?<br />ROVIRA: ¡Esto es lo único que nos faltaba: historias de la Biblia! (Sigue trabajando.) ¡Estamos cada vez mejor!<br />LOPECITO: (A Liliana.) Los marineros, para calmar a Dios, arrojaron a Jonás al mar; pero Dios hizo que fuera tragado por una ballena; y en el vientre de la ballena pasó tres días y tres noches, y se arrepintió por haber pretendido ser el juez de sus hermanos. Dios lo ayudó a salir y llegar a Nínive y, gracias a su prédica, la ciudad fue salvada del castigo. No recuerdo bien toda la historia, pero lo que siempre me interesó fue qué le pasó a Jonás mientras estaba en el vientre de la ballena. Creo que comprendió que había que tratar de salvar la ciudad, a pesar de todo lo malo que había en ella. (Pausa.) ¿Saben?, creo que también nosotros estábamos al final viviendo ahí mismo, en el vientre de la ballena, sin saberlo; todo dependía de nosotros; nosotros debíamos tratar de salvar la ciudad, y no lo hicimos.(Pausa.) Sí, si pudiera volver, yo sabría qué hacer ahora allá, en el vientre de la ballena.<br />LILI: ¿Qué haría?<br />LOPECITO: Pelearía para hacer cambiar a Nínive, para mejorarla, ¡y para salvarnos todos, claro! (Se vuelven a escuchar los ruidos mucho más fuertes y alarmantes; los tres se levantan, asustados).<br />LILI: ¿Qué será?<br />LOPECITO: ¡Es más fuerte que las otras veces!<br />ROVIRA: ¡Esto se está moviendo! ¡Cuidado! (Ayuda a Liliana a sostenerse. Se escuchan gemidos de lejos).<br />LILI: Es la señora Texi; sí…, ¡viene de ese lado!<br />LOPECITO: ¡Vamos! ¡Algo está pasando! (Ayudándose entre ellos y evitando las grietas que se abren peligrosamente por todos lados, van saliendo hacia el fondo. APAGÓN).<br /><br />CUADRO V: El lugar está en la oscuridad; se ven algunas figuras que se acercan; se escuchan sus voces.<br /><br />ROVIRA: ¡Señora Texi…!<br />LILI: ¡Señora Texi…; señor Texi…!<br />LOPECITO: Texi, Texi… (Se escuchan algunos sonidos ahogados y, por fin, la voz de la vieja).<br />VIEJA: Cola… Cola…<br />ROVIRA: ¡Por aquí! (Saca unos fósforos; los encienden; Lopecito encuentra una lámpara antigua y la enciende, así logran ver el lugar. Todo se está moviendo; la mayor parte de los objetos se han caído y queda poco terreno firme; por todos lados, grandes huecos; a un lado, todavía está el sillón hamaca, con la valija y el receptor. En un hueco, se ve a medias al Viejo que está leyendo el diario; cerca, en otro hoyo, la Vieja, limpiando un plato. Los otros tres se miran horrorizados).<br />LILI: ¡Se está cayendo todo!<br />LOPECITO: ¡Miren, la casa… se hundió; y todas las cosas…, cuidado!<br />ROVIRA: La casa…, la heladera…; todo.<br />LOPECITO: Y ahora, ¿qué vamos a hacer?<br />LILI: Nos arreglaremos, ya verán…; ¡nos arreglaremos!<br />VIEJA: Texi…, Texi…<br />LOPECITO: (Corre hacia los viejos.) ¡Pronto, hay que sacarlos!<br />ROVIRA: ¡Una cuerda! ¿Dónde diablos estarán las cuerdas? (Buscan entre los objetos que todavía se mantienen).<br />VIEJA: (Al viejo, contenta.) Esta noche estuviste roncando mucho, ¿sabés? ¡No tenés que fumar tanto!<br />VIEJO: ¡Ssshhh! ¡Déjame leer!<br />VIEJA: Con esta luz, sería mejor que no leas. ¿Qué habrá pasado?<br />VIEJO: Un cortocircuito, nomás. Ya lo deben estar arreglando.<br />LILI: (Asomada a los huecos, viendo cómo se hunden.) Pero, ¿cómo es posible que no se den cuenta todavía? ¡Es espantoso!<br />ROVIRA: (Se acerca, desanimado; seguido por Lopecito.) No hay cuerdas. (Liliana lo mira, él se encoge de hombros.) No podemos ayudarlos; todo está cediendo.<br />LOPECITO: (Mirando.) Por lo menos, no sufren. (Alguno de los objetos grandes que todavía quedaban, cae con gran estruendo. Se estremecen).<br />VIEJA: (Saca el plumero; sólo se la ve hasta la cintura; limpia a su alrededor todo lo que puede.) ¡Cuánto polvo!, ¡parece mentira; no entienden que no se puede vivir en medio de tanta mugre! ¡Si seguimos así, nos agarraremos una infección, ya verás!<br />VIEJO: ¡Ssshhh! (Se escuchan sonidos del televisor que no se ve; quizás el cuac-cuac).<br />VIEJA: ¿Qué pasa?<br />VIEJO: (Contento.) ¡Creo que el televisor está andando otra vez! ¡Qué bueno! ¿No te dije que no había de qué preocuparse? ¡Cualquier problema que haya, te lo arreglan desde la central! ¿No te lo dije? (Se va hundiendo).<br />LOPECITO: Se hunden.<br />ROVIRA: ¿Y si probamos con unos palos? (Miran alrededor, buscando.) No, no quedan.<br />LILI: Hagan algo, por favor.<br />LOPECITO: Creo que no podemos hacer nada, Liliana. Pobre señora. (Se inclina hacia la vieja; ya sólo se le ve la cabeza. Con ternura.) Texi…, Texi…<br />VIEJA: (Al viejo, ya casi no se lo ve.) No te olvides de taparte bien los pies esta noche; hace frío; y quizás así no vas a roncar. (Sonido vago del viejo. A Lopecito, sonriente.) Cola.<br />LOPECITO: Texi.<br />VIEJA: Cola. (Se hunde.)<br />LILI: (Mirando por el hueco.) No la veo. (Se mira, desesperada, con Lopecito que, de pronto, se estremece.) ¿Qué le pasa?<br />LOPECITO: (A Rovira.) ¡El paracaídas! ¿Dónde está?<br />ROVIRA: ¡Lo dejé allá! (Sale corriendo y Lopecito detrás de él. Liliana se inclina hacia el pozo del viejo).<br />LILI: Señor Texi…, ¿sabe?, voy a tener un hijo. ¿Me oye? Un hijo.<br />VIEJO: ¡Sssshhh! (Desaparece; se escucha un tiempo el sonido de la televisión. Liliana, con dificultad, va hasta la valija y la levanta; todo el lugar se está hundiendo; ella se sienta en el centro, con la valija al lado; sacude varias veces el receptor de radio y se queda mirándolo. Mientras tanto, al otro lado, se ilumina la zona anterior a un nivel más alto; Lopecito y Rovira están peleando furiosamente entre ellos; por fin, Lopecito saca su cuchillo; Rovira retrocede).<br />LOPECITO: Será para Liliana, ¿entendido?<br />ROVIRA: ¿Y se cree que me va a convencer con eso? (Lopecito asiente.) Está bien. Usted gana. Vamos a llevárselo. (Lopecito levanta el paracaídas; cuando está distraído, Rovira lo ataca y le saca el cuchillo.) ¿Usted se creía que iba a ser más fuerte? A mí nadie me da órdenes, señor López, ¿entiende? Nadie.<br />LOPECITO: (Desanimado.) No debí confiarme; soy un tonto. Está bien, máteme ahora. Y tírese, ¿qué más quiere? Hágalo.<br />ROVIRA: (Recoge el paracaídas.) Vamos.<br />LOPECITO: ¿Para qué? Póngaselo y tírese, así estará a salvo.<br />ROVIRA: (Amenazante.) ¡Vamos, le dije, gusano tonto! (Dificultosamente, avanzan entre apagones que crean la impresión de un camino largo y sinuoso hasta volver cerca de Liliana que, al verlos, reacciona, sorprendida).<br />LILI: ¿Volvieron?, ¡qué bueno!<br />ROVIRA: ¿Y qué creías?, ¿que no íbamos a volver? Vamos. (Se arrodilla a su lado y le coloca el paracaídas. Lopecito lo mira, asombrado.) El brazo por aquí…; a ver…, y esta correa…, sí, así es. En el momento en que saltes, tendrás que tirar de este alambrecito, ¿entendés?<br />LILI: Pero, es que…<br />ROVIRA: No tengas miedo; va a funcionar; lo probé varias veces.<br />LILI: No puedo irme y dejarlos; no puedo hacer eso. (Trata de sacarse el paracaídas, pero Rovira se lo impide).<br />ROVIRA: ¡Tenés que hacerlo! (Ella niega con la cabeza, llora).<br />LOPECITO: (Se le acerca y le toma las manos.)Tiene que hacerlo, Liliana; usted sabe por qué. Usted lo sabe, ¿no es cierto? (La obliga a mirarlo. Ella termina por asentir).<br />LILI: Sí, pero… (Un sector de la escena se derrumba con estrépito; se corren un poco).<br />LOPECITO: (Se sienta donde puede.) Esto se está poniendo feo, señor Rovira. (Saca cigarrillos y le ofrece.) ¿Quiere?<br />ROVIRA: (Se sienta cerca.) Gracias.<br />LOPECITO: (Tratando de orientarse en la penumbra.) ¿Ustedes ven mi valija por algún lado?<br />ROVIRA: (Que estaba cerca, se la alcanza; él la toma.) Aquí la tiene.<br />LOPECITO: (A Rovira.) Lamento haberme portado como un tonto antes; no sé qué me pasó.<br />ROVIRA: Los dos nos portamos como unos tontos. ¿Qué se creía que era yo, un imbécil que no iba a saber qué hacer? (Se miran fijamente. Enojado.) Esto es un juego sucio; pensar que ya nos habíamos arreglado tan bien aquí; estábamos bien instalados; nos arreglábamos para comer algo; esperábamos noticias de un momento al otro.<br />LOPECITO: Podíamos hacer planes para el regreso…<br />ROVIRA: Y ahora… (Liliana se sienta a su lado y lo abraza.) Ahora que estaba empezando a entender algunas cosas… (Enojado.) ¡No pueden hacerme esto a mí! ¡No pueden! No lo perdonaré jamás, ¿me entienden? ¡Ya verán! (Se escucha otro ruido muy fuerte).<br />LOPECITO: (Señala.) Se cayó la otra parte. Mejor nos corremos más para este lado. (Lo hacen).<br />ROVIRA: ¡Y ese maldito receptor que sigue mudo! (Está a punto de arrojarlo, pero Lopecito se lo impide).<br />LOPECITO: ¡No! ¡No haga eso! ¡Todavía pueden localizarnos, en cualquier momento! ¡Déjelo! (Arregla con cuidado la macetita que ha traído y, con ternura, se la da a Liliana.) Cuídela bien, ¿eh?<br />LILI: Se lo prometo. Mire…, hay un brote nuevo…, ¿lo vio?<br />LOPECITO: A ver; ¡sí, qué bueno! (Se sienta y toma su valija.) Me pregunto si…, si esto demorará mucho.<br />ROVIRA: No creo, va bastante rápido ahora. (A Liliana.) ¿Por qué no saltás ya? (Ella niega con la cabeza, llora).<br />LOPECITO: Quizás, cuando caigamos, encontraremos otro lugar como éste, ¿quién les dice que no puede ser, y que esto sea sólo un cambio de sitio, y podremos arreglarnos allá así como lo hicimos aquí? (A Liliana.) Usted sólo se adelanta para esperarnos, ¿entiende?<br />ROVIRA: Quizás encontraremos allá a la señora y al señor Texi, y podremos celebrar otra fiestecita juntos, sería lindo, ¿no?, volveríamos a ser felices juntos, como una verdadera familia, ¿no?<br />LILI: (Lo mira, extrañada.) ¿Volver a ser felices?, ¿lo decís en serio?<br />ROVIRA: (La mira intensamente.) Sí.<br />LOPECITO: Y la próxima fiesta importante, debería ser ya allá abajo, en la tierra, ¿no les parece?, reunirnos todos para festejar, por ejemplo, el próximo año nuevo; ¿qué me dicen?<br />ROVIRA: Por mí, está bien.<br />LILI: Está bien, pero, ¿dónde nos encontramos?<br />LOPECITO: Creo que… (Trata de levantarse, pero no puede.) No puedo levantarme.<br />ROVIRA: Yo empiezo a hundirme. ¡Saltá ya, Liliana, o no podrás hacerlo!<br />LILI: (Se prepara, al borde del vacío.) ¿Dónde nos encontramos? ¡Pronto!<br />LOPECITO: Ya sé; al pie del obelisco, en Buenos Aires. ¿De acuerdo?<br />ROVIRA: De acuerdo.<br />LILI: Ahí estaré. Aunque sea lejos del pueblo.<br />ROVIRA: ¿Del pueblo? ¿Es que pensás de veras ir allá?<br />LILI: Sí. Mi hijo…, no llevará la marca.<br />ROVIRA: ¿Qué marca?, ¿de qué estás hablando?<br />LILI: La marca de la jaula; él será libre; se criará lejos de todas las jaulas.<br />ROVIRA: No podés hacerme eso; ¡él tiene que ocupar mi lugar!<br />LILI: No, él será feliz.<br />LOPECITO: Salte ya, Liliana, o será tarde. (Ella lo besa rápidamente y abraza a Rovira; después, ayudada por los dos, salta. Miran hacia abajo, siguiéndola con la mirada.) Va bien; se abrió perfectamente; ¿la ve?<br />ROVIRA: Sí; ese paracaídas es algo extraordinario, ¿no le decía yo? (Se escucha un tiempo la voz de Liliana que canta suavemente. Pausa.) ¿Cómo está, señor López?<br />LOPECITO: Estoy bien.<br />ROVIRA: La lámpara se está apagando.<br />LOPECITO: Debe estar por caer. Se mueve.<br />ROVIRA: ¿No puede alcanzarla?<br />LOPECITO: No puedo mover los brazos. ¿Y usted?<br />ROVIRA: Sólo la mano derecha. (Se van hundiendo, a ambos lados de la valija, sobre la cual está el receptor.) Trate de sacar una mano; así lo sostendré. (Lopecito, con gran esfuerzo, lo consigue; Rovira aferra su mano, por encima de la valija.) ¿En qué piensa?<br />LOPECITO: Estaba tratando de recordar el sol; y la cara de Diana, la última vez…, sonreía…; también la chiquita sonreía.<br />ROVIRA: Usted…, y sus recuerdos; ¡qué manía! (Pausa.) Minutos de vida; era eso, ¿verdad? (Lopecito murmura su asentimiento.) Yo también estaba recordando…; esa vez, cuando me agarró la fiebre y, al despertar, lo Vd. a usted, cuidándome; o cuando usted se cayó a un pozo, y yo no lo podía sacar…, y recé, ¿sabe?, nunca se lo dije…, pero recé para poder salvarlo, y cuando lo saqué…, lloré. ¿Me oye?, ¡no afloje, caramba! ¡No puede aflojar ahora! (Pausa.) Y la noche de la fiesta, cuando bailamos con Liliana; y cuando todos nos emborrachamos, hasta el señor Texi se emborrachó, y bailó, ¡cómo nos reímos! Y antes, cuando nos peleamos, yo pensaba: ¡qué tonto, cree que quiero el paracaídas para mí! ¿Sabe, señor López?, si pudiera empezar de nuevo, allá abajo, ahora todo sería distinto, en serio. ¿Se cree que yo estaba contento?, no, lo que más hubiera querido era tener una zapatería chiquita, que la pudiera atender sólo, pero no podía hacer eso, ser un fracasado como mi padre que no logró nada en su vida. Clara no lo pudo entender; pero yo tenía que triunfar, ¿comprende? (Se va cansando.) Señor López; haga un poco de fuerza, ¿me oye? No puede aflojar así. No puede hacerme eso.<br />LOPECITO: (Suave.) Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé…; “serán los potros de bárbaros atilas…, o los heraldos negros que…”. Yo no sé.<br />ROVIRA: Un poco más, señor López. ¡Vamos!<br />LOPECITO: Lo siento. No puedo. No puedo más.<br />ROVIRA: ¿Sabe?, antes tuve un sueño. Era como el de siempre, pero era distinto; yo tomaba el tren con los otros, pero ahora tenían cara, los veía sonreír, me hablaban, y cuando nos bajábamos, yo entraba con ellos, y trabajábamos juntos todo el día, y cuando salíamos, volvíamos todos a nuestras casas. Y yo me sentía feliz, muy feliz. Miraba la cara de alguien que tenía al lado, y era su cara, señor López; y alguien me daba la mano, y era Liliana. ¡No, señor López, no haga eso; no puede soltarse…, no! (La mano de Lopecito se suelta; Rovira, haciendo un gran esfuerzo, se trepa un poco y mira hacia abajo.) Señor López, dígame, ¿cómo es su primer nombre? Muchas veces se lo quise preguntar, pero lo olvidaba; ¿cómo es? Señor López… Lopecito… (Llora, apoyado en la valija.) Lopecito… ¿No se olvidará de la cita, verdad? ¿No se olvidará? (Se oscurece más la luz de la lámpara. Rovira va desapareciendo. De pronto, se escucha la voz del receptor).<br />VOZ: ¡Amigos míos! ¡Por fin! ¡Ahora veo algo! ¡Y me estoy acercando a toda velocidad! ¡En cuanto llegue volveré a comunicarme con ustedes! ¡Esto es fabuloso! ¡Sí! ¡Es la tierra! ¡Ya sabía yo que la volvería a encontrar! ¡Ya lo sabía! ¡Qué hermosa! ¡Tierra! ¡Tierra! ¡Pronto iremos por ustedes! ¡Vayan pensando en lo que van a hacer cuando lleguen! ¡Hasta la vista, amigos! (Empieza a cantar la canción: “La próxima vez; qué felices seremos en la tierra, la próxima vez”. En el escenario la luz se apaga completamente, sobre la valija y el sombrero de copa. Después de un tiempo, se puede escuchar las voces de los cinco personajes que corean la canción junto a la voz del receptor y, al hacerse luz, se ve a los cinco que cantan alegremente la canción, subidos en una especie de columpio que se balancea de un lado al otro y, por fin, desaparece hacia un costado).<br /><br /><br />F I N<br /><br /><br />© Todos los derechos reservados.animal stormhttp://www.blogger.com/profile/14507451639067425936noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-450246237374959914.post-55147380855071968962007-09-17T16:47:00.000-07:002008-03-05T16:53:21.942-08:00CORPUSAutor: <strong>Roxana Aramburú</strong><br />Contacto: <a href="mailto:lobiaramburu@yahoo.com.ar">lobiaramburu@yahoo.com.ar</a><br /><br />"...¿Soy yo, acaso, el guardián de mi hermano?..."<br /><br />ESCENA I<br />Marta y Norma, próximas a los 50 años, están en un gimnasio-spa <a title="" style="mso-footnote-id: ftn1" href="http://www.blogger.com/post-create.g?blogID=450246237374959914#_ftn1" name="_ftnref1">(*)</a>. Marta sobre la bicicleta fija, empieza a pedalear, se baja y busca una toalla. Se la pone en el cuello, se mira en el espejo para ver cómo le queda. Se sube, vuelve a bajarse y cambia la toalla, prueba el color contra su cara en el espejo. Vuelve a la bicicleta, pedalea frenéticamente. Se baja y golpea la tapa de una cápsula de relajación o flotario donde se encuentra Norma.lobiaramburu@yahoo.com.ar<br />MARTA: - ¿Te falta mucho? (Frase ininteligible de Norma) Abrí, que no se entiende.<br />NORMA: - (Grita desde el interior) No puedo interrumpir en cualquier momento. Después te cuento.<br />Marta mira el reloj, aburrida. Se acuerda de la bicicleta, se sube otra vez, pedalea rápidamente. Siente algo en la pierna, un principio de calambre; baja, saca de un bolso una banana. La empieza a pelar, se ve en el espejo, advierte que está sola e intenta una pose sexy, pero ve algo que la preocupa: un rollo. Trata de disimularlo estirando el cuerpo. Finalmente da la espalda al espejo y se mete la banana entera en la boca. Se abre la tapa del flotario. Se asoma Norma con dos rodajas de pepino en los ojos y una máscara. Marta masticando con dificultad, intenta hablarle.<br />MARTA: - Me fui hasta Mar del Plata y volví. En bici.<br />NORMA: - Ah, lo mío fue un viaje astral. Las cosas que experimenté...<br />MARTA: - (Mirando el interior de la cápsula) Yo creo que ahí me tienen que entrar con anestesia general.<br />NORMA: - Yo estoy acostumbradísima. Ya llevo hechas tres resonancias y una T.A.C.<br />MARTA: - Sacate los anteojitos, por favor.<br />NORMA: - (Se saca las rodajas) Qué increíble, funciona... mirá como quedaron. Hechos un pergamino.<br />MARTA: - ¿Ves mejor, ahora?<br />NORMA: - (Prueba con ambos ojos) No.<br />Marta sube a la bicicleta y pedalea. Norma sale de la cápsula, se pone una bata y se quita la máscara con un algodón.<br />MARTA: - Qué satisfacción pensar en que fui hasta la playa... ¡y sin moverme de acá! ¿No es hermoso?<br />NORMA: - Yo, en bicicleta... ¡Ah!, por la ruta andaba. Pero me molestaba el olor a bosta. Hay mucha contaminación. Y lo peor, son los zorrinos.<br />MARTA: - Ni lo digas. El año pasado fui a la playa. Tomé un lechero.<br />NORMA: - Esta crema es buena. Te deja lisita, lisita.<br />MARTA: - (Sin dejar de pedalear) ¡Qué lindos pueblos! En uno había una plaza preciosa, y enfrente una iglesia y un edificio que me parece era la municipalidad... y la policía. Me bajé para ir al baño. ¡Qué lindo! ¡Cómo caminé! ¡Esa plaza, qué hermosa! Seis horas caminé. Me quedó la cartera, nomás.<br />NORMA: - ¿Conocés Vedia?<br />MARTA: - (La mira) Vedia... No. No sé cómo se llamaba ahí. ¡Pero qué lindo! Sabés que allá la gente se dedica mucho al campo.<br />NORMA: - Vedia y Teodelina. (Se empieza a cambiar la ropa atrás de un biombo por calzas y zapatillas deportivas. Habla desde ahí hasta que sale) Colonia Morgan.<br />MARTA: - Yo conocí uno. Sembraba, me dijo. Con la cosechadora iba y plantaba, ¡qué lindo! Seis horas. Todavía debo tener el teléfono. ¿Cómo se llamaba?<br />NORMA: - Vedia.<br />MARTA: - No, no era Vedia. Era como con pe, o con efe... lo tendría que buscar....<br />NORMA: - (Recuerda y nombra) Vedia... Vedia.<br />MARTA: - ...y por ahí lo llamo. Un hombre buenísimo.<br />NORMA: - ¿Hay teléfono ahora en el campo?<br />MARTA: - Me contó la historia del Cristo que hay en la entrada. Hermoso. Con los brazos así, parece que te quiere agarrar.<br />NORMA: - Hasta luz debe haber.<br />MARTA: - Me la contó más veces...<br />NORMA: - Yo ya no puedo viajar en micro. Tengo que tomar un antiemético y un relajante muscular.<br />MARTA: - ¿Cómo era la cara? Le hubiera sacado una foto por lo menos, cuando le saqué a las vacas. Eran con cuernos, ¡pero vacas! Qué hermoso... charlamos mucho.<br />NORMA: - Y si me da el tiempo un antidepresivo.<br />MARTA: - Me contó de las papas, de los choclos, los girasoles... ¡qué linda la verdura! ¡Qué paz!<br />NORMA: - Y un antiflatulento. La última vez que viajé me dieron lasagna de espinaca y flan con dulce de leche. Todo junto en la misma bandeja.<br />MARTA: - ¡Qué necesidad de enamorarse que tenía ese hombre! Tan solo, allá, en las pampas.<br />NORMA: - Sería Vedia, entonces.<br />MARTA: - Me parece que no fue el año pasado... Uy, qué calor. Me tendría que haber puesto el jogging, cuando me puse las calzas. Vos estuviste bien, estás fresquita.<br />NORMA: - No. Estoy asada. ¿O me subió la presión?<br />MARTA: - Sí, estás coloradita. Tomátela, no dejes pasar. Te ponés nerviosa de nada.<br />NORMA: - De todo. Dame algo para la nuca.<br />MARTA: - Frío. Te doy una toalla mojada, no, esperá... ésta te combina más. ¡Qué linda te queda! Tomate la presión, dale. Yo también me la tomo, por las dudas. Dónde habré puesto el número. (Saca de una gaveta un tensiómetro. Intenta tomarle la presión a Norma, que está sentada.)<br />NORMA: - Dame, dame a mí, que vos no sabés.<br />MARTA: - Me enseñaste.<br />NORMA: - Sí, pero esto es serio, ¿entendés? Siempre hay que dejar al que sabe. (Muestra su destreza) Uy, tengo alta la mínima. 11.7<br />MARTA: - ¿Eso no estaba bien?<br />NORMA: - No. Tengo alta la mínima, madre, no me discutas.<br />MARTA: - A ver yo... tomame a mí.<br />NORMA: - Dejame descansar un poco.<br />MARTA: - ¿Vas a tomar algo?<br />NORMA: - Pasame el pastillero... un poco de silencio me viene bien.<br />Norma cierra los ojos y se tira hacia atrás en la silla. Marta busca dentro de la cartera de Norma el pastillero, pero se distrae mirando cosas que extrae y admira, como piezas únicas.<br />MARTA: - Vos descansá que te cuento del paisano.<br />NORMA: - ¿Qué paisano?<br />MARTA: - El de Vedia.<br />NORMA: - ¿Cómo de Vedia?<br />MARTA: - Bueno, para que te ubiques.<br />NORMA: - Dejá que me relaje. ¿Y la pastilla?<br />MARTA: - Acá está.<br />La mete en la boca de Norma y ésta la traga sin agua. Marta trata de tomarse la presión, pero no puede. Desiste. Le toca la ropa a Norma, que sigue con los ojos cerrados.<br />NORMA: - ¿Qué hacés?<br />MARTA: - Nada, me pareció linda la tela. Perdoname.<br />NORMA: - Andá a hacer abdominales.<br />MARTA: - Ya hice tres series de quince.<br />NORMA: - Eso es poco.<br />MARTA: - Tendría que haber hecho lagartijas, cuando me puse con los abdominales, ¿no?<br />NORMA: - Hacé ahora.<br />MARTA: - (Agarrándose un rollo) Estoy más panzona, decí la verdad... esto no me baja, yo no sé cómo hacés vos. Estás cada vez mejor.<br />NORMA: - (Sonríe levemente) Bueno, tampoco es para tanto...<br />MARTA: - Estás re linda, ¿quién puede decir la edad que tenés?<br />NORMA: - (Se arranca la toalla que tiene en la cabeza y se incorpora repentinamente) ¡Nadie! ¿Escuchaste?, ¡nadie! Vos tampoco podés decir cuántos tengo.<br />MARTA: - Está bien.<br />NORMA: - (Severa, la señala con el dedo) Va nuestra amistad en esto.<br />MARTA: - Ya sé, ya me lo dijiste... pero acá estamos solas.<br />NORMA: - No importa. El que quiere escuchar, escucha. Andá a saber si acá al lado no apoyan un vaso contra la pared. Ay...<br />MARTA: - ¿Qué, qué te pasa?<br />NORMA: - Me duele la cabeza.<br />MARTA: - ¿Querés un tecito?<br />NORMA: - Bueno. De cedrón. El de tilo me da taquicardia.<br />MARTA: - (Saca agua caliente de un dispenser) A mí la yerba despalada me da.<br />NORMA: - (Se pone la toalla en la nuca) Pero ojo, a mí me da porque tengo PVM.<br />MARTA: - ¿¿¿Y eso???<br />NORMA: - Prolapso de válvula mitral.<br />MARTA: - Aia.<br />NORMA: - Chichilo dice que no es nada, que es un "hallazgo" nomás. Pero yo no le creo.<br />MARTA: - Y, lo mejor es consultar a otro. Siempre Chichilo, siempre Chichilo... Una segunda opinión.<br />NORMA: - Voy por la quinta. ¿Me hacés unos masajes? Tengo un nudo acá atrás.<br />MARTA: - (La masajea) ¡Qué firmes tenés los músculos! Ni parece que tuvieras problemas cardíacos.<br />NORMA: - ¿Viste? Hago dorsales.<br />MARTA: - A mí me da miedo ese aparato. No sé, pasarte ese fierro por ahí atrás... me parece que me descoyunto. Debo tener dos bolsas abajo de las paletas.<br />NORMA: - Omóplato se dice.<br />MARTA: - No está hirviendo... ¿lo hago igual?<br />NORMA: - El agua del té tiene que hervir. Antes usaba un termómetro para controlar el agua del mate.<br />MARTA: - El paisano la probaba con el dedo. Tenía unos dedos así de gruesos, si vieras.<br />NORMA: - ¡Qué cochino! ¿Después de la quinta?<br />MARTA: - ¿De la quinta qué?<br />NORMA: - Bueno, ¿cómo le decía? ¿Huerta?<br />MARTA: - Ah, no... No estaba trabajando.<br />NORMA: - ¿Y tomaste mate con él? (Marta la mira sin contestar) Por ahí es por eso que te da taquicardia la yerba... te acordás.<br />MARTA: - (Sin dejar de mirarla, como perdida) Te gusta cargadito, ¿no?<br />NORMA: - Sí.<br />MARTA: - (Va a preparar el té) Viste cómo te conozco los gustos...<br />NORMA: - Mi tía tomaba té y temblaba de pies a cabeza.<br />MARTA: - Ah, yo eso lo vi en una película. ¿Y de qué era el té?<br />NORMA: - Té de té.<br />MARTA: - Qué raro... ¿y vos no heredaste eso?<br />NORMA: - Por desgracia, no.<br />MARTA: - (Sorprendida) ¿Por desgracia, no?<br />NORMA: - ¿Dije eso?<br />MARTA: - No, a lo mejor me pareció a mí.<br />NORMA: - Me parece que estás perdiendo un poco el oído. ¿Consultaste?<br />MARTA: - ¿Sabés qué cosa no escucho? Los silbatos.<br />NORMA: - ¡Estás perdiendo el registro de agudos!<br />MARTA: - Ya me pasó dos veces. Mirando un partido por televisión -nada- y con el que pasea perros.<br />NORMA: - (Entusiasmada) ¿Venía para acá?<br />MARTA: - No, lo vi desde la ventana... ahora tiene otro perro más. Es un Lassie.<br />NORMA: - Se llaman Collie. ¿O a los ovejeros les decís Rin-tin-tín? Ay, yo pensé que venía al gimnasio...<br />MARTA: - Uno de esos rintintines tenía el paisano. No sabés qué lindo.<br />NORMA: - A algún gimnasio debe ir. ¡Tiene un lomo!<br />MARTA: - En esa época yo escuchaba mejor, ¡cómo ladraba ese perro! ¿No me habrá dejado sorda él? O el paisano... te hablaba como si estuvieras lejos, del otro lado del alambrado. Ah, mirá lo que sé hacer. Parate allá y hablame.<br />NORMA: - (Va al extremo opuesto y desde ahí le habla) Qué bíceps tiene el pendejo.<br />MARTA: - Más bajo, moviendo los labios... vas a ver cómo te los leo.<br />Norma mueve los labios y Marta lee.<br />MARTA: - Qué cuádri... qué cuadrillé!<br />NORMA: - Cuádriceps.<br />Repiten el procedimiento.<br />MARTA: - ¡Glúteos!<br />NORMA: - (Sorprendida) Sí... ¿Dónde aprendiste?<br />MARTA: - (Misteriosa) Ah... Dale, otra más.<br />Otro intento.<br />MARTA: - ¿Eh? ¡No vale inventar palabras!<br />NORMA: - Já- já. Esternocleidomastoideo. ¡Te maté!<br />MARTA: - ¿Qué te costaba dejarme probar? Decir algo más fácil, ¿de dónde sacaste eso?<br />NORMA: - (Se sube a la cinta y camina) Ay, madre, madre... del hospital. Ahora me siento mejor.<br />MARTA: - (Se sienta en una camilla y se pone pesas en los tobillos) Ah, sí... el hospital.<br />NORMA: - (Inspira como si fuera por un bosque) El olor de la resina, después de la lluvia... los helechos, los musgos...<br />MARTA: - ¡Qué lindos los bosques del sur! Nunca fui. Muy lejos.<br />NORMA: - Mis mejores años pasé ahí.<br />MARTA: - ¿Viviste allá?<br />NORMA: - En el hospital. Olor a alcohol, a pervinox, a lavandina, a farmacia... Uf... Aprendí un montón de cosas.<br />MARTA: - Sí... los médicos siempre te enseñan algo.<br />NORMA: - Yo podría haber sido médico, ¿sabés?<br />MARTA: - Médica.<br />NORMA: - Médico.<br />MARTA: - ¿Y por qué no fuiste?<br />NORMA: - El amor. Pero me recibí de decoración de interiores. No sabés cómo te ponía el consultorio. Daban ganas de enfermarse.<br />MARTA: - ¿Para tanto?<br />NORMA: - Te juro. ¿Sabés por qué quería ir al pediatra, yo? Porque el doctor tenía un Pinocho. Y si estaba muy enferma me dejaba que tirara del piolín, y Pinocho se movía.<br />MARTA: - Se moría. (Canta) “Y viendo que Pinocho se moría”.<br />NORMA: - (Bajando de la cinta) Leeme los labios: movía.<br />MARTA: - Ah, sí... dijiste movía. Pero Pinocho se moría.<br />NORMA: - Este se movía. Era una marioneta. Punto.<br />MARTA: - A mí me da frío acordarme del médico. Te hacía sacar la ropa y te apoyaba ese coso helado en la espalda.<br />NORMA: - Estetoscopio, animal. Antes hacía más frío.<br />MARTA: - Y más calor. Andá a salir a la siesta en enero...<br />NORMA: - ¿Y cómo llovía? Yo me acuerdo de las tormentas. Ahora no sé si llovió ayer.<br />MARTA: - (Sorprendida) ¿Ayer llovió?<br />NORMA: - No sé. De acá mucho no se ve. Te conviene usar mancuernas a la vez.<br />MARTA: - Allá llovió.<br />NORMA: - ¿Dónde? (Acondiciona una máquina) Me falta peso, acá.<br />MARTA: - En el pueblo. Se largó. Por eso me llevó a su casa. Sonaba con todo en el techo de chapa.<br />NORMA: - Mmmm. Qué romántico.<br />MARTA: - El paisano -qué buen tipo, no vas a creer- estaba preocupado por el granizo, "la piedra", le decía. Miraba para el campo y se le llenaban los ojos de lágrimas, che, mirando el choclo.<br />NORMA: - ¿Estás segura que no venía? El de los perros.<br />MARTA: - Duró poco, un par de horas.<br />NORMA: - ¿Después paró?<br />MARTA: - (Distraída) ¿Eh? Ah... sí. Después no llovió más.<br />NORMA: - ¿Pero qué otro gimnasio hay cerca? Para mí, es de acá.<br />MARTA: - No me gustaría vivir tan lejos. Es más, creo que no voy a volver a viajar.<br />NORMA: - Yo no sé si te conté, que no puedo viajar más. Después de la operación, me prohibieron. Y no puedo pasar el trapo.<br />MARTA: - A mí lo que me hace mal es salir de vacaciones. Vuelvo con ideas, no sé... No, mejor quedarse, si ¿qué hay para ver, más lejos? Lo mismo que acá. Es todo igual, sí. Todo lo mismo.<br />NORMA: - A Vedia yo no fui más. Tampoco como pollo.<br />MARTA: - No entiendo.<br />NORMA: - Por el eviscerador. (Con un gesto de asco) El forense.<br />MARTA: - ¿Qué? Dale otra vez que te leo.<br />NORMA: - (Descompuesta) No, era una pavada. Una pavada.<br />Ambas hacen ejercicios en aparatos. Se escucha solamente el chirriar de las máquinas.<br />MARTA: - Debe ser tarde, no se escucha gente afuera.<br />NORMA: - Tengo sueño. Hoy fue un día agotador.<br />MARTA: - Sí, te pasaste de rutina, ¿por qué no descansás?<br />NORMA: - Estaba pensando... ¿y vos?<br />MARTA: - No, yo no puedo dormir. (Abandona su rutina) Te envidio como te quedás así, planchada en dos segundos.<br />NORMA: - Porque me tomo una pastilla, tomate una y listo.<br />MARTA: - No me hacen efecto. Es otra cosa.<br />NORMA: - (Deja su rutina) Tomate dos.<br />MARTA: - Me duermo, pero me despierto enseguida. A los diez minutos estoy con los ojos abiertos.<br />NORMA: - ¿Probaste tres?<br />MARTA: - No. Yo sé qué me pasa, me despierto de golpe porque sueño que me estoy muriendo, así, dormida, me voy muriendo.<br />NORMA: - A mí me pasaba cuando era chica. Me dieron un jarabe y sanseacabó.<br />MARTA: - A mí me agarró de grande. Es tan... estúpido, ¿no?, pero me pasa. Alguien me hunde la cabeza en el agua. Me muero, me muero y salgo del fondo, boqueando.<br />NORMA: - Por eso estás así de ojerosa. No descansás. ¡Metete en el flotario!<br />MARTA: - Ni mamada. Me tendrían que obligar.<br />NORMA: - (La goza) ¿Tanto miedo te da?<br />MARTA: - (Disimula su terror) No.<br />NORMA: - Uy, yo me tomo un protector hepático. Me cayó mal el té.<br />MARTA: - ¿El té?<br />NORMA: - Son los agroquímicos... no te das cuenta pero se te acumulan y si llegan a la dosis letal, te morís. Te llegás a hacer una corrida electroforética, vos, que estuviste en el campo... ¿no pulverizaba el paisano?<br />MARTA: - ¿Qué? ¿Corrida qué?<br />NORMA: - ¿No le echaba veneno al choclo?<br />MARTA: - No, yo no lo vi... vos decís... que... ¿quería envenenarme? Pero... ¿por qué? Si yo no le iba a contar a nadie...<br />NORMA: - No, zonza. Por las plagas agrícolas. Los bichos.<br />MARTA: - (Presta atención repentinamente) ¿Escuchaste?<br />NORMA: - No.<br />MARTA: - Como un silbido.<br />NORMA: - ¿No era que no los escuchabas?<br />MARTA: - Por eso me llamó la atención. ¿Lo escuchás?<br />NORMA: - ¿No será mi soplo? A veces en el silencio total...<br />MARTA: - Norma, ¿cómo voy a escuchar un soplo? Pará un poco. Es otra cosa.<br />NORMA: - (Repentinamente desinteresada, se tira en una camilla) Debe ser la pérdida de gas de la caldera.<br />MARTA: - Sí... tenés razón. A veces se escucha ese mismo ruidito en las duchas.<br />NORMA: - Un día va a ocurrir una desgracia. Acordate lo que te digo. Haceme el favor, poné derecha esa zapatilla.<br />MARTA: - (Moviendo la zapatilla) ¿Así? ¿Más acá? Me voy para el baño turco. ¿Te apago la luz?<br />NORMA: - Bueno. Dejame la linterna cerca, que ayer la cortaron.<br />MARTA: - (La arropa con una manta) ¿Tenés hambre?<br />NORMA: - No, tengo el estómago revuelto. Poneme una almohada abajo de las rodillas, así puedo bajar bien la cintura.<br />MARTA: - (La acomoda) ¿Estás cómoda? Hasta mañana.<br />Apagón.<br /><br />ESCENA II<br />Marta entra envuelta en una salida de baño. Norma renquea ligeramente.<br />MARTA: - Che, ¿qué pasa con la música?<br />NORMA: - No sé, hace unos días que no la ponen. ¿Todavía se escuchaba el chuifffff?<br />MARTA: - Sí. Anoche tampoco pude dormir.<br />NORMA: - Te va a hacer mal.<br />MARTA: - Encima pusieron una radio a todo volumen. ¿Me das algo, a ver si puedo?<br />NORMA: - (Le da un frasco) Tomate esto. Tarda en hacer efecto, pero te produce un R.E.M. espectacular.<br />MARTA: - Es desesperante. Me levanté quinientas veces, te miraba cómo dormías... vos no parecés enferma cuando dormís.<br />NORMA: - No estoy enferma. Bueno, sí, un poco sí.<br />MARTA: - (Se toma un par de pastillas) A mí me impresiona mi cuerpo, me imagino cómo soy por dentro y se me aflojan las piernas. Por eso nunca siento nada. Salvo esta tortura del sueño.<br />NORMA: - Tendrías que ver a un psiquiatra.<br />MARTA: - Roncás.<br />NORMA: - ¿Yo?<br />MARTA: - Sí.<br />NORMA: - No puede ser.<br />MARTA: - Sí, puede.<br />NORMA: - Pero, ¿cómo es el ronquido?<br />MARTA: - Raro. Qué sé yo... por ahí venís con todo y de golpe...<br />NORMA: - ¿De golpe qué?<br />MARTA: - Parás en seco.<br />NORMA: - (Asustadísima) Me bajó la presión.<br />MARTA: - ¿Otra vez?<br />NORMA: - Es el PVM. Se me está agravando. Ya sabía, ya sabía...<br />MARTA: - Ojalá yo roncara.<br />NORMA: - Dame las gotas.<br />MARTA: - ¿Y si tomás sal?<br />NORMA: - ¡Qué sal! Dámelas.<br />Marta le da la cartera. Norma busca y toma un chorro de un gotero.<br />NORMA: - Igual, mejor. Ya había sacado turno. Así mato dos pájaros de un tiro: el que te saca el E.C.G. es una bomba.<br />Norma saca una agenda y despliega gran actividad.<br />MARTA: - ¿Estás bien?<br />NORMA: - Bárbaro. ¿Qué son esas cajas?<br />MARTA: - (Con vergüenza) Ah, pasa que ayer, cuando dormías... me pedí una pizza.<br />NORMA: - Sos una chancha. ¿Y las llaves?<br />MARTA: - La pasó entre los barrotes.<br />NORMA: - ¿Estaba bueno el repartidor?<br />MARTA: - Y... estaba oscuro.<br />NORMA: - Mejor que no lo viste. Una vez me enamoré de uno, un pendejo. Pedí pizza una semana seguida. Ya lo tenía, ya lo tenía, hasta que descubrí que había engordado dos kilos. La corté de cuajo.<br />MARTA: - ¡Qué consecuente que sos, Norma! Yo no sé cómo hacés. Una sola vez estuve flaca.<br />NORMA: - ¡Me acuerdo! Fue cuando te largaron. Estabas divina. Una cinturita...<br />MARTA: - Quince kilos menos tenía.<br />NORMA: - Tendrías que haber aprovechado esa oportunidad. Hay cosas que no se dan dos veces en la vida.<br />MARTA: - Eran otras épocas, qué querés... más movimiento.<br />NORMA: - Te abandonaste. Eso no se hace.<br />Norma canta.<br />MARTA: - ¿Hay sol?<br />NORMA: - No sé. ¿Te creés que me importa el sol? Trabajé años en un subsuelo. Le veía los pies a los que pasaban. De vez en cuando algún chico se agachaba y espiaba, así veía una cara.<br />MARTA: - ¡Qué lindos los chicos! Yo quisiera tener uno. Para quedármelo. (Intencionada) ¿Y vos?<br />NORMA: - No.<br />MARTA: - ¿Cómo no?<br />NORMA: - (Se toma otro tipo de pastilla) No.<br />MARTA: - (Por las pastillas) Ay, yo ésas las dejo al lado del cepillo de dientes. Es infalible, no te olvidás.<br />NORMA: - ¿Para qué tomás si querés un hijo? Pasame mi rutina. Es facilísimo tener uno.<br />MARTA: - Bueno, pero sola no.<br />NORMA: - Sola no vas a poder. Aunque te lo inyecten, un tipo va a haber.<br />MARTA: - (Le pasa una planilla) Ah, vos de eso debés saber, ¿no?<br />NORMA: - Si yo nunca trabajé en el servicio de ginecología. (Leyendo) Che, esto está cada vez peor... se les va la mano.<br />MARTA: - No, lo digo por... (Norma la mira. Se corta) ¿Vos sabés si... los cosos esos... se contagian?<br />NORMA: - ¿Qué cosos?<br />MARTA: - Esos quistes... gordos, que se ven de afuera.<br />NORMA: - ¿Tenés un quiste? ¿Dónde?<br />MARTA: - No, yo no, el paisano... tenía uno que le sobresalía.<br />NORMA: - ¿De dónde, Marta? Era hidatidosis... ¡sí! Todo cierra: el campo, el perro, la quinta... ¡Equinococcus granulosus! (Festeja el descubrimiento) De cajón.<br />MARTA: - ¿Se va a morir? ¿Y me contagió?<br />NORMA: - (Contenta) ¿Cómo era de grande?<br />MARTA: - Y... se confundía con el ...¿cómo se dice? Testículo. Era como un... huevo, pero de ñandú. ¿Es contagioso?<br />NORMA: - Ay, Marta... tendría una orquitis. Esa gente hace mucha fuerza.<br />MARTA: - ¿Me contagió?<br />NORMA: - No, no. Yo pensé que era un quiste hidatídico, qué lástima. Pero, ¿no era que habías ido a tomar mate?<br />MARTA: - Y... sí.<br />NORMA: - (Se pone en una máquina, hace mucha fuerza levantando las pesas) Qué mateada, ¿eh? ¡Y con lluvia! ¿Cómo se llamaba, el paisano?<br />MARTA: - No... no me acuerdo.<br />NORMA: - Vos te prendés con cualquiera. ¿Qué te pasa?<br />MARTA: - (Enojada y disimulando) Nada. Que se me olvidan los nombres.<br />NORMA: - ¿Por qué pusiste esa cara?<br />MARTA: - No sé. ¿Qué cara?<br />NORMA: - Vamos, Marta, te molestaste.<br />MARTA: - Y sí. Todo lo que te cuento, te da risa.<br />NORMA: - Ah, bueno, bueno... Siempre venís con una nueva, por eso.<br />MARTA: - No, siempre no. Hoy. Vos peor, que nunca contás nada.<br />NORMA: - Yo cuento lo que quiero.<br />MARTA: - Mmmm.<br />Pausa.<br />NORMA: - Bueno, ¿lo pasaste bien? Con el paisano, digo.<br />MARTA: - ¿En qué sentido?<br />NORMA: - Sexo. ¿De qué hablamos?<br />MARTA: - Yo no sé de qué hablás vos.<br />NORMA: - No te preocupes, che, algo casual está bien, de vez en cuando.<br />MARTA: - Vos te preocupás. Debés tener miedo de que se me gaste.<br />NORMA: - Eh, pará la mano, ¿yo qué te hice?<br />MARTA: - (Se sube a una bicicleta) Hoy me voy más cerca. A Magdalena. Me gusta. ¿A vos te gusta Magdalena?<br />NORMA: - No me acuerdo mucho.<br />MARTA: - Qué no te vas a acordar si Chichilo tenía casa allá.<br />NORMA: - (Extrañada) Sí... cerca del regimiento.<br />MARTA: - Un chalet... tenía tejas verdes, ¿no? y una de esas plantas que tienen la campanilla anaranjada. Hermosa la planta.<br />NORMA: - ¿Cómo sabés?<br />MARTA: - No sé, Norma. (Acentuando deliberadamente el disimulo) ¿Habré visto una foto?<br />Marta se pone a pedalear, ignorando a Norma, que se queda mirándola con un pie apenas apoyado.<br />MARTA: - ¿Qué hacés parada así? Parecés una cigüeña.<br />NORMA: - Me doblé el pie.<br />MARTA: - ¿Hoy?<br />NORMA: - Hace un rato. Me quise asomar porque escuché los perros, pero me caí del step.<br />MARTA: - Tené cuidado, que ya te quebraste una vez. ¿Estaba?<br />NORMA: - No alcancé a verlo.<br />MARTA: - Se corta demasiado el pelo. Me encanta cómo le queda la camperita. Hermosa le queda.<br />NORMA: - Es una chaqueta. ¿Cuántos años tendrá?<br />MARTA: - Veinticinco.<br />NORMA: - ¡Eh! Parece más.<br />MARTA: - No, parece menos. ¿Te molesta?<br />NORMA: - Sí, podría tener treinta, aunque sea.<br />MARTA: - El pie, te digo.<br />NORMA: - Me tomé un desinflamatorio.<br />MARTA: - (Dejando la bicicleta) Ay, yo no tengo ganas de nada hoy...<br />NORMA: - (Toma un centímetro y se mide la cadera, la cintura, el pecho) No te conviene aflojar... después va a ser peor.<br />Pausa.<br />MARTA: - ¿Sería del otro?<br />NORMA: - ¿Qué?<br />MARTA: - La agenda.<br />NORMA: - ¿De qué otro hablás?<br />MARTA: - Del profesor de antes. El que desapareció de un día para otro.<br />NORMA: - ¿Cuál, Marta?<br />MARTA: - El que tenía el bigote así. Raro.<br />NORMA: - ¡Qué sé yo! Ya no está más. (Se pesa) Muy bien, muy bien.<br />MARTA: - No me digas que la tiraste.<br />NORMA: - Vení, pesate.<br />MARTA: - No, que ayer comí pizza. (Asustada) ¿La tiraste?<br />NORMA: - No. La prendí fuego.<br />MARTA: - Tendría que haberla guardado yo, en lugar de dártela... (Reaccionando) ¿¡También quemaste el cartel de “Tiempo y Esfuerzo”!?<br />NORMA: - No. Se me mojó con el chorro de la botellita.<br />MARTA: - ¿Sabés que nos pueden hacer un agujero? No jodás.<br />NORMA: - ¿Qué me decís a mí? Si nos joden es por vos, que te estás tirando a chanta.<br />MARTA: - No, nada que ver.<br />NORMA: - Ah, ¿no? ¿Y la pizza de ayer? ¿Y tu rutina? Acá se viene a sufrir, querida. Si no colaborás, te mandan a otro lado. Tenelo claro.<br />Entra un papel por debajo de la puerta del baño turco. Se enciende una luz roja. Se miran.<br />NORMA: - Agarralo, Marta. Es para mí.<br />MARTA: - ¿Qué sabés?<br />NORMA: - Clavado. Fijate.<br />MARTA: - (Lo toma y lee) Tenés razón. ¿No podés hacerlo sola?<br />NORMA: - Tenés que supervisarme. (Palmea, contenta) ¡Por fin! ¡Estaba esperando este momento hacía un montón!<br />Marta la mira sin comprender su alegría. Norma baila, salta, se ríe.<br />MARTA: - Cuidado con el pie.<br />NORMA: - ¿Qué pie? (Para bruscamente) ¿Qué dice?<br />MARTA: - Colocarse la faja de goma y el traje plástico.<br />NORMA: - (Buscando) ¿Qué más me pongo?<br />MARTA: - No dice nada más.<br />NORMA: - (Se viste) Ah, yo le agrego el enterito de lana...<br />MARTA: - ¿No te sacás las calzas?<br />NORMA: - No, van abajo.<br />MARTA: - No dice nada de un enterito.<br />NORMA: - No importa, cuanto más sudás, mejor es. ¿Y ahora?<br />MARTA: - Caminata en cinta.<br />Se sube a la cinta y empieza a correr mientras se termina de vestir.<br />MARTA: - Norma, caminando.<br />NORMA: - Yo corro, es mejor.<br />MARTA: - Acá dice que camines.<br />NORMA: - ¿Pusiste el cronómetro?<br />MARTA: - Sí, pero tenés que caminar.<br />NORMA: - Qué me importa.<br />MARTA: - Haceme caso. Después se la agarran conmigo.<br />NORMA: - No pasa nada, cagona.<br />Marta no sabe qué hacer. Norma corre cada vez más rápido. Marta se sube a la cinta para que frene un poco.<br />NORMA: - ¡Buenísimo! Cuanto más peso, mejor. Y vos tenés de sobra. Aquella vez que te tuvimos que subir a la camilla... ¡qué joder, parecía que pesabas doscientos veinte kilos! Tras que sos gorda, medio inconsciente. Lo único que decías era “...agua, agua...”. Nunca vi una mina tan floja. Una cosa de nada... con ese kilaje estabas para soportar una sesión mucho más larga. ¡Y no sabés Chichilo! Se le salió la hernia... casi se le estrangula.<br />Marta se baja y desconecta la cinta.<br />NORMA: - ¿Qué hacés, enferma? Enchufame la máquina.<br />MARTA: - No me hacés caso.<br />NORMA: - Estoy superando la propuesta, ¿qué te calienta?<br />MARTA: - Soy tu supervisora. Tenés que respetarme.<br />NORMA: - Vos sos una plasta. No me podés decir a mí lo que tengo que hacer.<br />MARTA: - Hago lo que dice el papel. No lo inventé yo.<br />NORMA: - ¡Más vale!<br />MARTA: - ¿Querés reventar?<br />NORMA: - No seas exagerada. (La luz parpadea) Dale, metele que se me va el tiempo.<br />MARTA: - (Lee) ¿Eh? No, esto no. Es una animalada.<br />NORMA: - ¿El qué? Decime, madre.<br />MARTA: - No.<br />NORMA: - ¿Quién te entiende? Ahora te hago caso.<br />MARTA: - No me importa. Estás bajo mi responsabilidad.<br />NORMA: - ¡Marta, no me hagas esto! ¡Tengo que hacer todo!<br />MARTA: - ¿Quién lo dice?<br />NORMA: - ¡Si dejo algo sin hacer, andá a saber las consecuencias!<br />MARTA: - Te va a bajar la presión.<br />NORMA: - No importa. ¿Qué es?<br />MARTA: - Baño turco. A full.<br />NORMA: - (Contentísima) Pasame las gotas que entro.<br />MARTA: - ¿Estás loca?<br />NORMA: - Te abre los poros y salen todas las toxinas, dale, apurate.<br />MARTA: - (Agarra la cartera de Norma) Ni en pedo.<br />NORMA: - Vení para acá. Vos no podés hablar, no tenés conducta.<br />MARTA: - Estás por hacer una cagada.<br />NORMA: - Vos no sos nadie, Marta, no existís. Sos una pobre mina. ¡Dame el gotero!<br />MARTA: - (Incrédula) ¿Qué... qué me dijiste?<br />NORMA: - Si es cierto. Mirate. ¿Cómo pensás que hice estas piernas? Las tuyas parecen dos maceteros. Estás destruída. Tocame acá (Por los bíceps) Los tengo de piedra.<br />MARTA: - (Va a tocarla y se arrepiente) ¿Sabés qué? (Con una seña hacia la pelvis) ¡Agarramelá!<br />Se mete en el baño turco con la cartera. Traba la puerta y empieza a tragar pastillas.<br />NORMA: - ¡Marta! ¡Abrime, estúpida! Sacá la traba... ¡Marta! ¡Dejá mis pastillas! (Golpea la puerta, la patea) Me cago en vos. ¡Abrime! Me arruinaste todo, imbécil. Abrí, te digo.<br />MARTA: - (Abriendo un poco) Pedime perdón.<br />NORMA: - Dame las pastillas. Tengo una taquicardia terrible.<br />MARTA: - Es el calor. ¿Qué te dije? Te hizo mal.<br />NORMA: - No, no es el calor. Me hiciste agarrar un disgusto. Es tu culpa.<br />MARTA: - Pedime. Pedime perdón.<br />NORMA: - ¡Qué malasangre! ¿Tanto te cuesta colaborar?<br />MARTA: - (Le da el frasco) Bueno, está bien. Te perdono.<br />NORMA: - ¿Una sola dejaste, madre? (La traga)<br />MARTA: - No quedaban muchas. Tenés que conseguir más.<br />NORMA: - ¿Ves? Se apagó. Después no protestes. (Entre dientes) La puta que te parió.<br />MARTA: - Te vi, Norma. Te leí los labios.<br />Norma empieza a sacarse lo que se puso antes. Entra un papel por debajo de la puerta. Se prende la luz nuevamente. Norma lo toma.<br />MARTA: - ¿Otra vez?<br />NORMA: - Rutina nueva. Para vos.<br />MARTA: - ¿Por qué? ¿Yo qué hice?<br />NORMA: - Encima preguntás. Sos incorregible, Marta. Hubieras pensado antes. Ahora es tarde, no tenés alternativa.<br />Marta se levanta y va hacia la puerta del baño turco. Norma la agarra antes de que llegue.<br />NORMA: - ¿A dónde vas?<br />MARTA: - Quiero ver quién vino.<br />NORMA: - ¿Para qué querés saber? Mejor no mires.<br />Forcejean.<br />MARTA: - Quiero ver.<br />NORMA: - ¡Te digo que no! No te sirve de nada y te va a comprometer.<br />Marta se resigna.<br />NORMA: - ¿Estás lista? Tenés que tomar dos litros de agua.<br />MARTA: - ¿No es mucho?<br />NORMA: - No, es lo reglamentario.<br />Marta saca una botella, la mira y no se anima a tomar.<br />NORMA: - Tomá, Marta. Aprovechá.<br />MARTA: - ¿No me hace mal?<br />NORMA: - Ahora no. Y cuanto antes empieces, mejor.<br />Marta toma un trago.<br />NORMA: - Dale, nena.<br />MARTA: - Me da miedo (Toma otro) Esto me lo hacen a propósito.<br />NORMA: - Marta, no seas perseguida. Sufrís de "M.P.O.".<br />MARTA: - ¿Qué cuerno...?<br />NORMA: - "Maníac Persecútori Obséyon". Tomá y callate.<br />MARTA: - ¿Dice ahí que me calle? No me callo un pomo.<br />NORMA: - Hacé caso, Marta, no jodas más. No te hagás la rebelde.<br />MARTA: - ¿Qué más dice?<br />Norma lee la planilla y la mira.<br />MARTA: - ¿Qué?<br />NORMA: - Vos tomá.<br />MARTA: - ¿Es mucho?<br />NORMA: - Bastante. Dos litros.<br />MARTA: - No, lo que tengo que hacer.<br />Norma no le contesta. Marta se desespera.<br />MARTA: - ¿Por qué a mí?<br />NORMA: - Terminala. Es así. Hacé de cuenta que estás en terapia intensiva, no tenés más remedio que bancártelo.<br />MARTA: - Quiero ir al baño.<br />NORMA: - Todavía no. Retené.<br />Norma saca una soga y se la muestra. Marta mira aterrorizada, da un paso atrás.<br />MARTA: - No, vas a volver a cometer un error. Yo te perdoné, Norma, somos amigas.<br />NORMA: - Por eso mismo.<br />MARTA: - Pero yo soy joven. (Corrigiéndose) Bueno, también soy joven. Estoy gorda, solamente.<br />NORMA: - De eso se trata.<br />MARTA: - ¡¡¡No podés ahorcarme porque estoy gorda!!!!<br />NORMA: - ¿De qué hablás? Agarrá la soga y saltá.<br />Le revolea la soga. Marta se alivia, pero inmediatamente desespera.<br />MARTA: - ¿Ahora tengo que saltar? ¡Tengo la vejiga llena!<br />NORMA: - Estás en proceso, Marta, tenés que desintoxicarte. Tenés mucha porquería adentro.<br />MARTA: - Pero yo no puedo saltar así.<br />NORMA: - ¿A que el paisano te dio chorizo seco? Estás llena de Trichinella spiralis.<br />MARTA: - Voy al baño.<br />NORMA: - No, no vayas. No se puede.<br />Marta se avalanza sobre la puerta que da al baño turco. Toca el picaporte y grita.<br />MARTA: - ¡Me pateó! ¡Me pateó el picaporte!<br />NORMA: - Te dije que no podías ir. ¿No ves que está la traba?<br />MARTA: - ¿Qué pasa? ¿Están arreglando el tanque?<br />NORMA: - Es posible. Vamos, aprovechá la oportunidad que te dan.<br />MARTA: - ¿O pintando?<br />NORMA: - No sé ni quiero saber. No es mi problema. (Empujándola) Dale, saltá.<br />MARTA: - ¿Y vos no hacés nada?<br />NORMA: - Tengo que controlar. (Persuasiva). Saltá, Marta. Es lo mejor para vos.<br />Marta despliega la soga y salta, con la cara contraída por el dolor.<br />NORMA: - Resistí, Marta. Resistí.<br />Marta se mea encima.<br />MARTA: - No pude. No pude.<br />NORMA: - (Impávida) Es tu única oportunidad de recuperarte, Marta. La que sigue tenés que lograrla.<br />MARTA: - Pero a mí no me interesa...<br />NORMA: - Sos desastrosa. Ni un objetivo tenés en la vida. ¡Ponete una meta!<br />MARTA: - Bueno, pero... (Mira la luz encendida, agarra una toalla y se tapa la ropa meada) ¿Qué es?<br />NORMA: - Lo siento, Marta. Tenés que entrar en el flotario.<br />MARTA: - ¿¿¿Qué???<br />NORMA: - No pasa nada, son cinco minutos.<br />MARTA: - No. (Se queda inmóvil, aterrorizada). No.<br />Norma trata de moverla de su posición, pero Marta está paralizada. Norma desiste y vuelve a la carga. No la mueve.<br />NORMA: - Marta, Martita... hacelo por mí. (La abraza). Dale, movete...<br />MARTA: - No puedo, Norma. Es superior a mis fuerzas.<br />NORMA: - Es necesario, madre, metete... es un ratito, nada más.<br />MARTA: - ¿Y si acepto?<br />NORMA: - (Feliz) ¿Vas a entrar?<br />MARTA: - No. Pero quiero saber.<br />NORMA: - Lo tenés que hacer igual.<br />MARTA: - ¿Por?<br />NORMA: - Bueno... por los puntos.<br />MARTA: - ¿Qué puntos?<br />NORMA: - (Minimizándolo) Ya sabés, Marta. No te hagás la tarada.<br />MARTA: - ¿Estás juntando puntos a costa mía?<br />NORMA: - Bueno, no, no es tan así.<br />MARTA: - ¿Cuántos ganás por meterme en el flotario? (La empuja y la sigue, amenazante) ¿No te fue suficiente el dos por uno? ¡Sos insaciable!<br />Ladran los perros. Norma se desespera por ir a ver pero tiene a Marta en el camino.<br />MARTA: - ¿Querés ver al pendex? (No se mueve) Pasá, pasá...<br />NORMA: - Correte, Marta.<br />MARTA: - Si hay lugar. Pasá tranquila, ¿qué te puedo hacer? (Ladran más cerca. La goza) Uy, que cerquita que está... ¡Es rubio natural! Se le ve el color de los ojos. Tan lindo que es... la carne dura, el culito parado, todos los dientes. ¿Querés verlo? Vení... ¿no querés? Es hermoso... ¡parece un ángel!<br />Marta la arrastra hasta la ventana y le pega la cara contra el vidrio. Norma no puede ver, aunque hace esfuerzos. Marta le da besos, se apoya brutalmente sobre ella.<br />MARTA: - ¿No es divino el pendejito? Qué linda pareja harían, ¿no? ¿Cuántos puntos te adjudicaría tirarte al nene? Y vos acá... no lo podés tocar... te morís de ganas, pero no podés. (Los ladridos se alejan) ¡Uy, se le ve el boxer cuando corre! (Lo sigue con la mirada) Se va... se fue. ¡Qué pena! Te lo perdiste.<br />Marta suelta a Norma, que se desmorona y cae de rodillas al piso. Se apaga la luz roja. Marta se sienta.<br />NORMA: - Esta me la pagás. Te lo juro.<br />MARTA: - (Encogiéndose de hombros) Uh, eso lo escuché más veces...<br />NORMA: - (Agarrándose las tetas) Me las corriste de lugar. Envidiosa.<br />Marta no le presta atención. Pausa.<br />MARTA: - ¿Escuchás algo? ¿Qué pasará?<br />NORMA: - ¡Qué manía por averiguar, tenés!<br />MARTA: - ¿Y ahora? ¿Qué se hace?<br />NORMA: - No me preguntes como si yo supiera todo, Marta. Esperá.<br />MARTA: - Ojalá sea la última. Nunca es la última...<br />NORMA: - (Se tira a hacer abdominales) ¡Qué poco nervio que tenés!<br />MARTA: - ¿Eh?<br />NORMA: - Nada, nada. Con vos no se puede hablar. (Pausa) ¿Eran azules, no? Los ojitos.<br />Marta se ríe, gozándola, y no le contesta. Lentamente cede su tentación de risa, y se calma. Norma está furiosa pero se controla. Marta se cambia la ropa.<br />MARTA: - ¿Vos te jubilaste?<br />NORMA: - (Cargadísima) Che, ¿qué te dije de la edad?<br />MARTA: - Hay gente que se jubila temprano. La que vivía casa por medio, por ejemplo.<br />NORMA: - Sería por incapacidad. Vení, sosteneme los pies. Estaría enferma.<br />MARTA: - Se agarró Sindrome de Down. "S.D.D."<br />NORMA: - ¡Ja! Eso es imposible.<br />MARTA: - Te juro, tuvo un accidente y quedó mogólica.<br />NORMA: - Marta, tenés que leer más, a veces decís cada cosa que...<br />MARTA: - Vos no leés. Repetís, nada más. Parecés el loro de Chichilo.<br />NORMA: - ¿Otra vez? ¿Qué pasa con Chichilo?<br />MARTA: - Eso, ¿qué pasa? No trabajás más con él y no te jubilaste.<br />NORMA: - Para hacer la facturación no tengo que estar en el hospital. Fue por las várices, no es bueno estar de pie.<br />MARTA: - ¿Tantas várices tenés? No doy más.<br />NORMA: - Uf. ¿Te muestro?<br />MARTA: - No, que me impresionan. Pero...<br />NORMA: - (Se yergue y se sostienen la mirada) ¿Qué?<br />MARTA: - No, nada... pensaba. Cómo es, ¿no?<br />NORMA: - ¿Qué cosa?<br />MARTA: - Y... eso.<br />NORMA: - ¿Pero qué?<br />MARTA: - El amor. Eso.<br />NORMA: - ¿Qué tienen que ver las várices con el amor?<br />MARTA: - (Misteriosa) Ah...<br />NORMA: - Vos no estás bien.<br />MARTA: - ¿Me tomo otra pastilla?<br />NORMA: - Por mí...<br />Desarman. Marta se toma un par de pastillas.<br />NORMA: - (Por la salida de baño) ¿Te vas a quedar así todo el día?<br />MARTA: - Sí, si no voy a salir.<br />NORMA: - Vestite, por lo menos. Te vas a deprimir.<br />MARTA: - No. No sé qué es deprimirse.<br />NORMA: - Para mí, tenés que ver un analista. Vos te guardás mucho las cosas.<br />MARTA: - ¿Yo? Es la primera vez que me lo dicen.<br />NORMA: - Desde hoy que me estás queriendo decir algo.<br />MARTA: - Ah... por eso.<br />NORMA: - Marta... te conozco. ¿Es sobre el paisano? Te juro que no era contagioso.<br />MARTA: - No.<br />NORMA: - Entonces.. ¿qué es?<br />MARTA: - No, es que... (Se toma otras dos pastillas)<br />NORMA: - ¿¿¿Qué????<br />MARTA: - ¿Vos me ocultás algo?<br />NORMA: - (Dudando) Bueno... ¿algo como qué?<br />MARTA: - Algo de tu trabajo.<br />NORMA: - (Buscando cómo salirse) Ya te dije que no trabajé en obstetricia.<br />MARTA: - Ya sé. Si no, hubieses zafado.<br />NORMA: - ¿Eh?<br />MARTA: - Ya sabés, lo del chico.<br />NORMA: - (Algo incómoda, empieza a golpear progresivamente una bolsa de boxeo) Eso fue un accidente.<br />MARTA: - ¿Lo abandonaste?<br />NORMA: - Sí.<br />MARTA: - ¡Cómo pudiste, por Dios!<br />NORMA: - Me costó, ¿pero qué iba a hacer?<br />MARTA: - Y, qué sé yo... pedir ayuda.<br />NORMA: - Pedí ayuda. Años estuve en terapia.<br />MARTA: - Me imagino... no es para menos.<br />NORMA: - Me obligó.<br />MARTA: - ¿Quién te obligó? ¡Qué coraje!<br />NORMA: - El médico.<br />MARTA: - ¡Con una criatura!<br />NORMA: - Eh, che...tampoco para tanto. (Deja de escuchar a Marta) Yo muchas veces pensé...<br />MARTA: - No hay caso, los hombres no tienen instinto maternal. ¿Pero cuándo fue?<br />NORMA: - ...si nunca lo hubiera visto trabajando, a lo mejor...<br />MARTA: - ¿Ya está empleado? (Saca cuentas)<br />NORMA: - ..si ese día hubiese faltado, tal vez ahora estaría con él.<br />MARTA: - Estás a tiempo, recuperalo.<br />NORMA: - Ese pendejo me volvía loca.<br />MARTA: - Che, un hijo es un hijo. (Toma más pastillas, llora)<br />NORMA: - Era espantoso.<br />MARTA: - Todos los recién nacidos son feos.<br />NORMA: - Salí y vomité.<br />MARTA: - Bueno, ¡qué exagerada!<br />NORMA: - El olor a muerto es algo terrible. Después lo sentía en sus manos, en la boca cuando me besaba. Yo sabía, pero verlo trabajar... meter... sacar... No, no pude seguir más con él. (Grita y le pega con todo a la bolsa) ¡Yo no quería entrar en la morgue! (Desorbitada) ¡Dame el casco de realidad virtual!<br />MARTA: - (La mira aterrorizada, le alcanza un casco, se toma dos pastillas más) La morgue... ¿Lo habrán matado?<br />NORMA: - (Se pone el casco y recita un libreto de relajación, con los dedos pulgar y mayor juntos. No se escuchan entre sí) Llevame, casco, llevame lejos.<br />MARTA: - Yo siempre dije que ese Chichilo era un hijo de puta...<br />NORMA: - Estoy paseando por la orilla del mar.<br />MARTA: - ...y nunca falta un roto para un descosido.<br />NORMA: - La espuma lame lentamente las plantas de mis pies.<br />MARTA: - Todos son iguales, te usan...<br />NORMA: - Las gaviotas despliegan su vuelo magnífico sobre mi cabeza.<br />MARTA: - ...y te cagan, te cagan.<br />NORMA: - La brisa es cálida, no siento frío ni calor.<br />MARTA: - (Empieza a bostezar, de a poco) Y el turro, ni una palabra me dijo.<br />NORMA: - Me recuesto en la arena tibia.<br />MARTA: - Mirá que se lo pregunté, y me lo negó.<br />NORMA: - (Modificando la forma de decir porque empieza a escuchar a Marta) Me hundo suavemente en ella.<br />MARTA: - Al final, a mí también me cagó.<br />NORMA: - (Se saca el casco) ¿El pendejo? ¿El forense?<br />MARTA: - Chichilo y la puta que te parió... (Se adormece)<br />NORMA: - ¿Qué dijiste? ¡Marta! ¿Qué tiene que ver Chichilo?<br />Marta murmura incoherencias, intoxicada.<br />NORMA: - (La sopapea) ¿Quién te cagó, Marta? (Marta no contesta, Norma le toma el pulso) Un poco más. (Vuelve a cachetearla, Marta reacciona)<br />MARTA: - (Balbucea) ¿Por qué no me dijiste?<br />NORMA: - ¿Qué?<br />MARTA: - (Masculla sin sentido) Del bebé... por qué ...<br />NORMA: - No te entiendo nada... ¡por qué no me habrás enseñado a leer los labios!<br />MARTA: - (Balbucea) Vos no me contabas nada... y yo me acosté con Chichilo para enterarme...<br />NORMA: - (Asqueada) ¡Marta! ¡Con ese viejo fulero! Te pagó.<br />MARTA: - Vos te acostaste gratis.<br />NORMA: - ¿Estás loca?<br />MARTA: - (Claramente) Y no es viejo. (Con intención) Tiene tu edad.<br />NORMA: - (Pegándole unos cachetazos) ¿Cómo? ¿Qué decís? ¿Qué te pasa a vos? (Ayudada por los sopapos Marta se duerme profundamente. Norma se asusta) Marta... ¡Marta! (Ve el frasco vacío y lo sacude) ¡Se tomó todo! Se está descompensando, dice incoherencias... ¡La perdemos, la perdemos! (Le hace masaje cardíaco y respiración boca a boca) ¡No me dejes... te necesito! (Marta le pone una mano en la nuca y aprieta el beso. Norma forcejea, asustada. Se separan y se miran).<br />MARTA: - (Recuperada) ¿Vos estás enamorada de mí?<br />NORMA: - Creo que no.<br />MARTA: - Bueno, entonces dejame dormir...<br />Norma la sostiene abrazada. Marta se queda con los ojos abiertos y la mirada fija en el vacío. Una luz muy potente, como de reflector ilumina progresivamente la escena.<br />MARTA: - Está el ángel... se arrodilló... me mira fijo... ¡me está apuntando!<br />NORMA: - Martita, nena... te pasaste de rosca. ¡Tenés que tener cuidado!<br />MARTA: - ¿Ves la luz? Es el túnel, Norma... el túnel...<br />NORMA: - Pero no, qué decís. Es la que usan afuera.<br />MARTA: - ¿Y la otra? ¿La roja?<br />NORMA: - Estamos en receso, no te preocupes. Descansá, linda, descansá que yo te cuido. Yo te cuido.<br />Marta permanece con la mirada fija y la boca semiabierta.<br />NORMA: - (Dirigiéndose a la luz roja) Yo no estoy enamorada de ella, ¿no? (Se escucha por altoparlante "Va pensiero". Cierra los ojos, disfrutando) Ah... menos mal... Ya me parecía raro un día sin música. (Tararea) ¿Ésta cuál era? Marta, Marta... justo ahora te dormís... ¡justo cuando pasan nuestra canción!<br />La luz del reflector se intensifica al máximo y quema la imagen de ambas. Apagón.<br /><a title="" style="mso-footnote-id: ftn1" href="http://www.blogger.com/post-create.g?blogID=450246237374959914#_ftnref1" name="_ftn1">(*)</a> Esta obra fue concebida para ser puesta en escena en el interior de un gimnasio de aparatos. Sin embargo, acepta ser trabajada también en un escenario teatral.animal stormhttp://www.blogger.com/profile/14507451639067425936noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-450246237374959914.post-16362548134256428872007-09-16T09:57:00.000-07:002007-09-18T18:48:18.678-07:00EL ORGASMO DE MARIA<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhqpyd6e855ndeByedKUsQfJXg-l8qMqxft8JCl84O54ypWW6R1usRiBROEeLChwIQAYB_Z2SMDcaA-ehy6J-w9eKfoSTRDEpjiiaDD9Vk8tXeyn5OMwtCcZJ8FjeRdjzGS6wGaPPHp2TyX/s1600-h/aficheagadudefcolor250.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5110476840085623890" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhqpyd6e855ndeByedKUsQfJXg-l8qMqxft8JCl84O54ypWW6R1usRiBROEeLChwIQAYB_Z2SMDcaA-ehy6J-w9eKfoSTRDEpjiiaDD9Vk8tXeyn5OMwtCcZJ8FjeRdjzGS6wGaPPHp2TyX/s400/aficheagadudefcolor250.jpg" border="0" /></a><br /><div>EL ORGASMO DE MARÍA<br /><br /><br />Andrés Caro Berta<br /><a href="http://www.andrescaroberta.com/">http://www.andrescaroberta.com/</a><br /><br />Registrado en AGADU<br />Para solicitar autorización del autor:<br /><a href="mailto:andres@andrescaroberta.com">andres@andrescaroberta.com</a><br /><a href="mailto:autorizaciones@agadu.org">autorizaciones@agadu.org</a><br /><br /><br />(Basado en el cuento del mismo nombre incluido en el libro<br />“Adrenalina Montevideanis (nada será igual)”, del mismo autor<br />editado en 1999, en Montevideo por Abrelabios Ediciones)<br /><br /><br />(“La pieza del hotel era oscura. Las paredes de un color ocre indefinido por los años y por el uso; la lámpara de la mesita transmitía muy poca luz; la única ventana que había no aportaba luminosidad porque afuera gobernaba la oscuridad…. Todo contribuía a que la habitación se mostrara deprimente. A eso se le sumaba una cama de hospital, muy vieja, el olor del aceite que dejaron las frituras diarias en uno de los rincones, el ruido intenso de las fábricas cercanas y los autos. La pieza 25 del Gran Palace Hotel, vieja gloria hotelera convertida en un inmenso elefante blanco, era realmente depresiva.<br />Allí, María entraba en una etapa preorgásmica provocada por ella misma. Esta vez contra uno de los rincones, sentada en el piso, con los ojos cerrados, los cabellos negros pintados de rubio tapando la cara, angustiada y escapando hacia adentro, evitando el afuera. María se retorcía gozando con sus dedos que le deparaban caricias que recordaban a otras manos, pero que eran sus manos.<br />El gemido fue corto. No fue nada romántico. Hubo un espasmo, dos, tres seguidos de un momento de silencio. Su jadeo quedó como un solitario sonido en la habitación. Un jadeo cansado por el esfuerzo no querido y a la vez deseado. Sus manos quedaron cubriendo su zona genital unos instantes, la cabeza gacha, los ojos cerrados, los pelos formando un escudo sobre su rostro. María resopló, dijo algo y golpeándose cariñosamente las nalgas, apoyó sus manos en las baldosas gastadas por muchas pisadas, se levantó y volvió a la realidad. Sobre la mesa de luz, dos cajas, una de cigarrillos y otra de fósforos esperaban. Su cuerpo aún temblaba, le pedía recostarse un rato. Prendió un cigarro y quedó acostada mirando el techo. Extendió su mano y encendió la radio. Una canción romántica inundó el cuarto: ‘Serás siempre mía, será siempre mía, toda la vida, siempre mía, aunque otro te tenga entre sus brazos, serás siempre mía, toda la vida, siempre mía…’ Apagó la radio, angustiada”) (Texto del cuento)<br /><br />(María en un rincón se masturba. Cuando termina dice):<br />-Maldito… ¿Por qué me dejaste sola? Con un hijo tuyo en las entrañas… Yo sé… Tú no tenés la culpa de dejarme. Fui yo… Maldito… ¡Y te quería! ¡Claro que te quería! En el baile fuiste mi luz, esa noche. ¿Por qué me elegiste? ¿Por qué hiciste que me enamorara con solo verte? ¿Por qué no me animé a seguirte?... La culpa es mía… Tarada… Soy una tarada… (Se va levantando. Mira la habitación. Prende la luz al lado de la cama) ¿Por dónde empiezo? Siempre me pasa lo mismo… Como si tuviera toda una casa para arreglar… (Sigue con el tono melancólico. Queda mirando al público. Va hasta la mesa de luz donde hay una virgen María) ¿Cómo era aquella canción? (Tararea) “Un día apareciste en mi vida / bebiste de mi río y te fuiste / y me queda todavía el sabor de tu amor. / Nunca más / nadie pudo / entrar en mi corazón. / Regresa, te lo pido. / Regresa a tu nido. / Yo te espero, todavía, / yo te espero, mi vida. / Nada, nada, nada tiene valor desde que te fuiste / perdí el deseo de vivir… Regresa, te lo pido. / Regresa a tu nido / Yo te espero, todavía / Yo te espero, mi vida” (Queda en silencio) ¿Qué hora es? ¿Dónde lo dejé? (busca el reloj) ¡Las 9! ¡Qué tarde! Tengo que comer algo… Pero no tengo ganas… ¡Qué fastidio hacerse comida para una sola! La comida es para muchos… Para hacer para los demás y compartirla… No tiene gracia eso de cocinar todos los días y para una sola… Y la cocina que siempre está ocupada… (Imitando burlonamente) “Pum, pum, pum… ¿Quién es? El encargado. Señora, hay olor a frito en su pieza. Le recuerdo que no puede cocinar allí adentro. No me obligue a decirle a la dueña”… Cornudo… Claro, defiende su empleo… ¿Y cómo quiere que haga? Si me roban todo lo que dejo en la heladera… Y aquí se pudre…Lo tengo que hacer rápido… Se me va lo que no gano en comer porquerías… Capaz que mañana la Tota lleva algo, no, no puedo abusar… Seré cualquier cosa, pero abusadora… ¿Qué me hago? Mejor compro fiambre mañana, antes del trabajo y ya está… Total, si engordo… ¿quién se va a dar cuenta?... (Sentada en la cama) Vida de mierda… Extraño… ¿Qué estará haciendo Felipe con la abuela? ¿Y si voy a verlo? No, mejor no… Después se pone mal cuando me vengo… Mamá me lo dijo… “No vengas tan seguido que tu hijo después que te vas se pone insoportable”… Para peor la foto que le saqué salió mal… ¡Qué bajón!... Bueno, bueno… Arriba ese ánimo… (Va hasta la cómoda) El sábado… ¿Qué me pongo? (Irónicamente) ¡Tengo tanta cosa para ponerme!... (Se prueba varias prendas) ¿Irá el Carlitos? (Prende la radio y baila una cumbia como si estuviera con su pareja) “¡No apretés, che!”. Je… (Ve un agujero en la última prenda que se prueba) ¡Polilla de mierda! (Saca hilo y aguja, va hacia la cama y apaga la radio) No, no debo ilusionarme… No debo ilusionarme… Me dijo de salir, pero mirá el día que es y todavía no me llamó… Capaz que el maldito del encargado no me pasó la llamada… Me tiene bronca… Pero seguro que no me llamó… No me llamó… No me llaman nunca… Es acostarse… Un polvo y nada más… Eso es lo que soy… Un agujero para un polvo… Ni dos ni tres. Uno… ¡En lo que me convertí…! (Va hacia la cómoda) Era lindísima cuando recién vine a Montevideo… (Sale de frente del espejo) Aquel viaje sí que estuvo bueno… Los edificios altos… Me mareaba… Nunca había visto edificios tan grandes… Pensar que adentro vive tanta gente, son como ciudades en chiquito… El ruido del tránsito… Me lastimaba los oídos… ¿Y cuando pasó el ómnibus por la rambla?… Nunca había visto tanta agua junta… ¡Qué susto que me llevé!… Creí que nos estábamos inundando, lo juro… Ja… ¡Qué tarada! Una pajuerana… Hasta me vine con la valijita… Un regalo… Suerte que nadie me asaltó… Me bajé en la terminal y en vez de irme directo a Carrasco, me quedé dando vueltas por las vidrieras de ahí… Había de todo un poco, montones de revistas, muchas revistas… Las actrices de la televisión estaban en las tapas… Romances… Casamientos… Y además, lleno de diarios… ¡Qué cantidad de diarios! ¡¿Y la gente lee todo eso?! Y ropa… ¡Qué hermosa! Fue lindo llegar… Fue como cumplir un sueño… Salir de la mitad del campo, siempre en la estancia, para la casa de unos amigos de los patrones, en Carrasco… Recomendada… Iba con la carta en la cartera… La Rosa me decía allá que una vez vino a servir en una fiesta y estaban todos los que veía en la tele… “¡¿De verdad?!”… Y mientras miraba las tapas de las revistas en la terminal, en el quiosco, soñaba con que esos estuvieran allí, y yo con mi uniforme nuevito, bien peinada, sirviéndolos… En las novelas que pasan en la tele, los señores se fijan en las empleadas… Y se enamoran de ellas… Hasta se separan de la bruja de la esposa… ¡Qué guaranga! ¡Nena, crecé! Eso es en las novelas… La gente en la terminal me empujaba… Siempre apurada… Y malhumorada… ¡Y las mujeres fumando! ¡Y solas, chiquilinas, fumando y tomando cerveza! ¡Qué desvergüenza! Bueno, si en casa me vieran fumando… “¿Qué? ¿Ahora te da por fumar? No tenés vergüenza… Te convertiste en una puta… Eso es lo que sos… Y dejando abandonado a tu hijo…” Es que… ¿Y cómo mato el tiempo? No me entienden… Fumo, sí, ¿y qué? Me jodo yo… ¡Ah, qué fastidio! ¡Ni la tele tengo! ¿La habrá arreglado? Me parece que no sabe nada ese tipo… Una pinta… (Se sienta frente al público como dialogando con otra persona, mientras se arregla las uñas) Si va Carlitos al baile, capaz me lleva al hotel aquel que fuimos esa vez… Estaba lindo… La primera vez que usaba sábanas que no tenía que lavar yo…Y un espejo allá arriba… Y películas chanchas… Esa parte no me gustó… Además, el Carlitos parecía más interesado en verlas que en mí… “Che, boludo”, le dije… “¿Y yo?” Pero después estuvo todo bien… Y hasta me gustaron… ¡Hacían cada cosa…! Todavía hoy hay cosas que no entiendo… (Va hacia la cama y se recuesta) Pero no me puedo sacar la imagen de cuando llegué a Carrasco, me perdí… Está lleno de calles extrañas… Caminé horas hasta que una mujer me dijo dónde era… ¡Qué casa! Toqué timbre y a través de una reja pude ver cómo venían dos perros asesinos a saludarme… Éramos tres chicas… Susana, la Tita y yo… Teníamos que hacer todo… Descansábamos los domingos… Bueno, no siempre, a veces… Eran de amarretes… Mucho para afuera… Cuando venían visitas aparentaban todo lo que podían, y nos mandaban a comprar cosas carísimas al súper, pero antes y después… Traían las bolsas grandes de arroz y esa era la comida de todos los días… Terminé odiando el arroz. Arroz con tomate, arroz con carne picada, arroz con leche, arroz… La mujer no era mala. Era alcohólica, recuerdo que las manos le temblaban de la necesidad de emborracharse… ¡La plata que gastaban en bebidas! Y no cualquier bebida… El tipo estaba en el gobierno. Y era mano larga… “Deje, patrón” le decía mientras le sacaba las manos de mis tetas o mi culo… Pero de ahí no iba… Un día vino misterioso a mi cuarto… Bueno, el cuarto de las domésticas… Las otras dos miraron para otro lado, luego de saludarlo en voz baja. Él me dijo que lo acompañara, que tenía algo que decirme… Yo no entendía nada… Me llevó a la cocina y me pidió que la conversación quedara entre nosotros… Entonces me dijo que yo era muy buena, que iba a entender… Que su hijo estaba entrando en la adolescencia y él había pensado que yo… Mis ojos cada vez se hacían más grandes… No entendía nada… Nunca había tenido relaciones con nadie… Y el patrón me pedía… “Mire, patrón”, le dije… “Yo, la verdad, nunca…” pero él no me escuchaba… Seguía insistiendo… Que yo era intachable, que prefería que lo hiciera conmigo y no con cualquier loca, que quien sabe las porquerías que se podía contagiar, en cambio conmigo… Que además no iba a ser gratis. Él quería tener una atención conmigo… Que no lo tomara a mal, pero me quería ayudar… Que si aceptaba, le dijera qué quería de regalo… Además, si dejaba que el hijo lo repitiera, me prometía todos los meses un dinero, además del sueldo… Eso fue un sábado, me acuerdo, mientras la mujer se estaba maquillando para salir… Y yo también, en mi cuarto… Iba a ir a un baile con las muchachas… Después me dijo que yo estaba… divina… Que él nunca se había propasado conmigo, pero más de una vez sintió muchas ganas… ¡Un asco! ¡Lo que puede el dinero!... Yo me asusté mucho… Temía perder el empleo pero no quería hacer cosas que después me lastimaran… Le pedí tiempo, sintiéndome cobarde…No podía hablarlo con nadie… Fui al baile, pero mi cabeza no estaba ahí… Bailé toda la noche tratando de distraerme… Tomé mucha cerveza, más de uno quiso algo conmigo, pero yo seguí bailando sin darles corte… Al final les arruiné la noche a las chiquilinas porque como a las cuatro les pedí irnos porque me sentía mal… No sabía qué hacer… Cuando llegué a la casa, vomité… No quería que llegara el día siguiente… A la noche, el domingo, se me acercó de nuevo el patrón… “Y, ¿lo pensaste?” y yo le dije que sí, porque estaba asustada… “Bien”, me contestó y me acarició la mejilla. “Escuchá bien… Vamos a hacer esto”, lo recuerdo palabra por palabra. “Nosotros mañana nos vamos a ir a trabajar. Entonces te vas a nuestro dormitorio, te das un buen baño, te desnudás y te acostás en nuestra cama. Eso sí, después que terminen arreglala bien que no quiero que mi mujer proteste. No sé muy bien si ella sabe – juro que me dijo eso el muy basura – No sé muy bien si ella sabe… Y esperalo así a mi hijo. Él está al tanto. ¿Sabés cómo tiene de parada la que te dije?” “Sí, patrón”, le contesté y me fui llorisqueando a la habitación. Me encerré en el baño y lloré como una hora. Fue horrible, me sentía una puta. Al día siguiente el patrón me puso unos billetes en el corpiño, me pidió que hiciera un buen trabajo y se fue con su mujer a la oficina. Me acuerdo que el patrón y el hijo, antes, mientras desayunaban me miraban con cara rara. Yo entraba y salía del comedor, trayendo las cosas pero casi no me animaba a levantar la cabeza… Tenía miedo que se dieran cuenta de mi cara de pánico… Después que se fueron fui al dormitorio de ellos, hice lo que me pedía y lo esperé desnuda. Antes revisé los placares de la patrona. Me probé unos anillos que tenía en un cajón… ¡Qué divinos! Y los perfumes… Marcas extrañas… Me puse por todo el cuerpo… Sentí ruidos y corrí a la cama dejando todo lo más ordenado posible para que no se dieran cuenta y me tapé con las sábanas. Cuando vino ese pendejo me dio lástima. Parecía un pollo mojado. Se sacó la ropa sin hablarme y se metió en la cama, junto a mí. Yo me quedé quieta porque no sabía qué hacer. ¡Pobrecita! Estaba asustada… En la cama de los patrones, como una puta, sabiendo menos que el que iba a debutar conmigo… Entonces, lo recuerdo como si fuera hoy, me miró el chiquilín, bueno, tremendo rancho, y destapando las sábanas me mostró eso que tenía entre las piernas y me dijo: “Chupámela, como lo hacen en internet”. Y como me resistía, empezó a insultarme. Se ve que eso lo calentaba porque cada vez la tenía más parada. Yo me quería ir, me dio mucha vergüenza. Pero él insistía, entonces se subió encima de mí y sin avisarme nada me la metió. Dios mío, sentí un dolor impresionante. Estaba complemente seca. Él se asustó un poco, pero siguió entrando y saliendo. Y de pronto empezó a gritar. Y se bajó de la cama mientras me miraba espantado. “¿Qué pasa?”, le pregunté. Y me señaló mis piernas. Estaban llenas de sangre, y las sábanas también. “¡La cama de los patrones!”, pensé espantada “¡¿Qué hice?!” Él salió corriendo al baño y sentía que se lavaba una y mil veces… esa parte…, y yo no sabía qué hacer. Pensé en llamar a la urgencia para que lo vieran pero, ¿qué les decía? ¡Además esa sangre… era mía! Ah, dios mío… Sentía un dolor espantoso… Llorando me levanté y traté de sacar las sábanas pero ya el colchón estaba manchado de rojo. “¡Me van a echar – gritaba - me van a echar!”, mientras el mocoso de mierda me insultaba: “¡¿Qué me hiciste?! ¡Puta de mierda! ¡Estás podrida! ¡Yo le dije a papá que esto no iba a funcionar! ¡Esperá a que venga! ¡Esperá a que venga! ¡Vas a ver!”… A mí me seguía saliendo sangre y no entendía nada… ¿Qué me había hecho?, pensaba… ¿Me lastimó algo? En esa época no sabía nada… Bueno, ahora tampoco… Como pude, junté todo, lo metí en el lavadero y con un cepillo traté de lavar la cama, pero el tarado ya había hablado a la oficina del patrón, y él y la mujer estaban en camino… ¡Dios mío!, corrí a mi cuarto y me puse a llorar con las muchachas, pero éstas se apartaron. Me dieron una toalla de esas que se ponen en la menstruación, claro, ahora ya lo sé pero en ese momento… Lo único que me dijo una de ellas fue que lo que pasaba es que yo era virgen y me había roto el himen… Recuerdo la palabra… Himen… “¿Qué es eso?” le pregunté, y ella se rió. “Nada, tonta, una telita que tenías que ya no tenés más”. A los pocos minutos ya estaban en la casa los dos y viendo el desastre, la patrona me dio varias cachetadas, me dijo que me iba a meter presa por abusar de su hijo y él me agarró de acá, del brazo y me llevó a un rincón y con una cara de furia que nunca se la había conocido, me dijo que me fuera ya, y que si hacía algún reclamo en el Ministerio de Trabajo, o donde fuera, me iba a meter presa porque tenía los mejores abogados… El chiquilín lloraba desconsoladamente, yo también, la madre también, el padre estaba furioso… Así que junté todo lo que tenía, lo metí dentro de un bolso y a la hora estaba afuera de la casa, sentada en la vereda sin saber qué hacer… Dios mío… ¡Qué tarada que era yo en aquella época! De la mitad del campo… Si me agarra ahora… ¿Qué haría si me pasa eso, ahora? No sé… Capaz que lo cago a patadas… O le cobro bien… ¡O les hago un agujero…! No sé… ¡Hasta ese momento fui la Virgen María! (Silencio. Comienza a reírse, turbada por lo que dijo, mirando a la virgen, pidiendo perdón. Pero le causa tanta gracia que no puede parar de reír, y comienza a mezclar risa y llanto, hasta que llora, llora, llora. Queda en silencio con la cara tapada. Levanta la cabeza mira a la platea. Sale del asiento frente al público. Va hacia la cama y queda acostada en silencio) ¡Qué sucia que estás! (Limpia la estatuilla de la virgen) Estoy harta de esta vida… ¿Pero qué hago? ¿Irme para allá con mamá y Felipe? Es mejor que Felipe se acostumbre a vivir sin mí… Con la abuela está mejor… Además con mamá no me llevo… Y no sé si los patrones, después del escándalo, supongo que se habrán enterado de lo que le pasó al nene de sus amigos, entonces supongo que no me quieren ni ver… No, no… Ahí ya no tengo lugar… ¿Y de qué voy a trabajar? Aquí al menos… Son unos explotadores pero algo es algo… El año que viene capaz que me meto a estudiar cualquier cosa… ¡Me encantaría eso de secretaria! (Juega con la escoba) “Sí, señor, como no señor, en cinco minutos le preparo lo que me pidió, señor, ah, muchas gracias, señor, las rosas son hermosas. ¿Hoy de noche? Nada. ¿Y su señora? Ah, se fue para afuera… Déjemelo pensar… ¿En su auto? Bueno, está bien, acepto… Sí, no tengo compromiso…” (Queda meditando un instante y vuelve a la realidad) ¡Ah, estas muñecas! Prender y apagar esa máquina de mierda, y abrir las cajas y poner los envases adentro… Y prender y apagar… Y abrir las cajas y poner los envases adentro… Todos los días lo mismo… Pero es trabajo… Otras están peor… ¿A dónde voy a ir si ni terminé la escuela? Ese supervisor que me carga todo el tiempo, pero yo ni ahí… La tengo cocida para ti, m’hijito… No me agarran más, a no ser que yo quiera… Pero allí no hay nadie como la gente… O están casados, cruz diablo, o son unos pendejitos y feos, todavía… El chofer no está mal… Nada mal… Pero los choferes tienen mala fama… Bueno, un favorcito se le podría hacer… Pero no me da ni corte… Además, con ese gorro de plástico que tengo que usar… Y el trapo ese tapándome la boca… Parezco una extraterrestre… Un día voy a irme vestida con esa solera que me había regalado la patrona Laura y te mato… Aprontate… ¿Será casado?... No, mejor trato de encontrar al Carlitos el sábado en el baile… Aunque, otro… Mojó y se fue… Son todos iguales… Menos, papá… Un santo… Veintiocho años de casados… Y mi vieja que es insoportable… La aguantó hasta que el corazón le dijo basta… Papá… (Silencio) Una noche me hice la dormida y vi cómo él se montaba encima de ella… Me asusté mucho… Yo era muy chica… Y ella le dio una cachetada y le dijo que nunca más lo hiciera… Yo salté y grité y él me dio una paliza y mamá me dijo: “¡Dormí!”… ¡Y al día siguiente estaban como si nada! Se querían… (Se sienta en la cama y comienza a pintarse las uñas de los pies) Éste sábado… Mirá si está Carlitos… Me acuerdo cuando salimos del baile con Carlitos… no sé quién estaba más nervioso… Él o yo… (Se ríe) “¿Vamos a un telo?”, me dijo y su cara era de novela esperando que le diera una cachetada. (Hace la mímica) “Bueno”, le dije y él no supo qué hacer… “¿Vamos o no vamos?” insistí, riéndome para adentro… Los hombres son gallitos pero los apretás y ay, ay… Tomamos un taxi y le dijo bajito al chofer a dónde quería ir… Y cuando llegamos, subimos una escalerita de un garaje que cerraron por fuera. Y abrí una puerta y me encontré con el tal dormitorio… Luces bajitas, música romántica, espejos, una cama redonda… “¿Cómo harán para tenderla?” pensé… Ya había pasado un tiempo de lo de Carrasco… pero estaba el susto… Carlitos fue amable… Roberto se robó mi corazón… y el hijo del patrón mi virgo… Pero Carlitos fue… la diversión, la alegría… Nunca me reí tanto como en esa noche… Me hizo sentir una reina… Una reina… Me hizo olvidar lo que había pasado la primera vez en Carrasco… Pero no apareció más… Nunca más… Me decía “Mi amor, cómo te quiero, ¿te querés casar conmigo?, quiero darte todos los hijos que quieras” y todo eso… Y yo me sentía en el cielo… Una reina… Cuando nos despertamos al mediodía del domingo, me mimoseó mucho, mucho y cuando nos íbamos me pidió que lo esperara en la plaza del Entrevero… “Esperame a las seis, ¿tamos?” y yo como una tarada me quedé allí esperándolo… Y no apareció nunca… Yo no sé qué tengo… Me los consigo todos iguales… Aquel otro, Antonio, que la mujer lo había echado… Lo bien que hizo… Después que logró acostarse, adiós que te vaya bien… ¿Pedro? Ja, Pedro… Que “Sos el amor de mi vida, ¿dónde estabas?, no te vayas más de mi vida” Y yo, creyendo… La clavó y chau… Ah, ¿y el de lentes? ¿Cómo se llamaba? Bueno, no importa… Se refregaba en el baile como si tuviera miedo de caerse, si se soltaba… Baboso… Tenía un aliento en la boca, ah, qué asco… Yo también, tengo un estómago… Lo que pasa es que tocan los sentimientos, y el pobre infeliz tenía una vida terrible y me ablandan y les doy todo, hasta la bombacha… Hablando de bombacha… Tengo que lavar la ropa… No, hoy no… Mañana… No, el domingo, así me entretengo y lavo la que use en el baile… No sé cómo sacarle el olor a transpiración… Si hubiera seguido con Roberto la cosa sería distinta… Estoy segura que él no me permitiría que lavara la ropa… Habría otra Maria para hacerlo… Tenía todo para darme… Fui yo la que no me animé… Y se fue… Por culpa mía se fue… Me acuerdo del pelo cortito que usaba… Y el bigotito finito… Y esos músculos… Hacía pesas… Estaba entrenado… No fui la única… Las chiquilinas quedaron con la boca abierta… Estaba en una barra mirando la pista distraídamente… Me acuerdo que lo vi cuando estaba entrando… Divino… Para comérselo… Tenía unos pantalones ajustados, negros y camisa negra, de manga corta, desprendida hasta la mitad del pecho con esos pelitos saliéndole… Un bombón… En el brazo izquierdo se había hecho grabar un tatuaje con un corazón y adentro unas letras enormes que decían “I Love mamá” ¿Sabría inglés? Nunca lo pude averiguar… Ah, sí, me olvidaba… ¡Unas botas vaqueras!… Guau… Los ojitos chiquitos, la trompita… ¡Y una cola! ¿Por qué será que a las mujeres nos gustan tanto las colas de los hombres? A mí me entró todo el complejo… ¡Qué se va a fijar en mí! Pero no fue así… Cuando pasamos por al lado de él, me comió con la mirada… La sentí en la nuca… Me di vuelta y le sonreí tímidamente… No pasó nada… Es que él estaba como en una vidriera, mostrándose a todos pero sin que nadie pudiera tocarlo. Como a la hora, alguien me tocó el hombro. Me di vuelta, ¿y quién era? Roberto… Con una voz entre cortada me dijo: “¿Querés bailar?”. ¿Y qué iba a hacer? ¿Hacerme la interesante? Le dije que sí, y nos fuimos a la pista y nos bailamos todo… ¡Fuimos la envidia de todos! Ah… Cuando ya no dábamos más, me invitó a tomar algo… Mis pies no daban más encerrados en esos zapatos baratos que eran de plástico… Subimos varias escaleras y llegamos a una terraza donde había una barra… Pidió cerveza para los dos y nos pusimos a hablar en una mesita… Roberto… Él siempre fue el preferido de la madre, me lo dijo varias veces… Un niño grande… Con una sonrisa divina, tenía un diente de oro acá, y los ojos chiquitos… Y me contó toda su vida… Y me dijo que ahora estaba por irse a otro país porque había sufrido un desengaño amoroso y no conseguía empleo… De mí no me preguntaba nada… Cuando terminó el baile nos fuimos caminando y él me dio un beso. Tierno. Y yo toqué el cielo. Esos brazos gigantes me rodearon, protegiéndome… Me dijo de ir a la casa que le prestaba un amigo y yo ya a esa altura iba a donde él quisiera. Era un apartamentito chiquito. No bien llegamos me sacó toda la ropa, me pidió que yo también se la quitara. Y me llevó a la cama y me enloqueció. “¡Adiós, traumas de Carrasco!” me dije. Era una máquina. Era tierno y violento. Yo le tocaba los músculos de los brazos y no podía creer lo duro que los tenía. Y cuando me animé a tocarle eso otro… ¡Qué duro, también! Ahora conozco otras y me doy cuenta que no era muy grande, pero ese día… Era incansable… Me dijo que tomaba unas pastillas para mantenerse en forma y hacía muchas horas de gimnasio… No me dijo bien en qué trabajaba antes de quedar sin empleo… Un tierno, lo que se dice un tierno… Cuando paramos, se acostó a mi lado y me empezó a decir cosas maravillosas… Que nunca había estado con nadie como yo, que mi cuerpo, que mi cara, que mis ojos… Ahí me di cuenta que no habíamos usado preservativo y yo estaba en fecha… Se lo dije… Me miró con cara rara y pensé: “Sonamos” pero no. Me tomó el vientre con esas manos enormes que tenía, bueno, debe seguir teniéndolas, y me lo acariciaba, después lo besó… Me dijo que siempre quiso ser padre y que quería un hijo mío… Y yo deliré… “¿Qué? ¿Esto me pasa a mí?” Y otra vez se calentó y otra vez… Yo no daba más… Ya era como el mediodía del domingo y todavía no habíamos dormido y él seguía… Yo caí redonda y me dormí y de pronto siento que alguien me golpea el hombro… Era él… Había ido a buscar un ramo de flores… “¿Qué hora es?” le pregunté. “Las 7 de la tarde”… “¡Dios mío, los patrones!”, grité y salté de la cama… Pero él me hizo sentar de nuevo y me dijo: “María, quiero que te vengas conmigo”. “¿Adónde?” le dije. Y él me dijo: “A Italia”. “¿A Italia?” “Sí”, me dijo él. Y yo le dije que no sabía… Que no tenía pasaporte… Y él me dijo que no había problema, que él lo conseguía enseguida… Y yo me asusté… Entonces, me dijo que bueno, que él tenía que irse… Que quería llevarme con él… Que también iban a ir otras muchachas… “¿Otras muchachas?”, le pregunté. Me dijo que eran unas primas, nada que ver con él, que yo era su único amor… Que él me pagaba el pasaje, todo… Que podría trabajar de doméstica en alguna casa de gente amiga y que después, cuando juntáramos el dinero nos veníamos de nuevo y nos casábamos… A mí me entró el chucho… Sentía un dolor en el pecho pero le dije que no. Yo no sé italiano… Entonces me levantó la mano para pegarme, sé que lo hizo de desesperación, y yo lo atajé a tiempo y me acuerdo que le dije:”No me pegues. Puedo estar embarazada”, y era verdad, sin saberlo. De ahí salió Felipe… Pero me dio una cachetada y me dijo: “Estúpida. Vestite. Nos vamos. Lo que hicimos fue una pérdida de tiempo. Vos a mí no me querés”. Y nos fuimos. Él estaba muy enojado. Pero en la calle me pidió perdón, me dijo que no quería perderme, que era el amor de su vida, pero a mí me dio miedo… Y me llevó hasta la casa donde trabajaba en tremenda camioneta que tenía… Y nunca más lo vi… Roberto… ¡Qué arrepentida que estoy! Las muchachas me decían que era un fiolo, que traficaba con mujeres en Milán, que me había salvado… Pero yo todavía no les creo… No, no puede ser. Roberto no puede ser un traficante de blancas… No… Ellas de envidia… Fui yo la que lo perdí… Todavía acaricio la mejilla donde me pegó… Fui yo la culpable… Se hartó de mí… (Permanece en silencio. Comienza a sacarse la ropa lentamente aún sumergida en sus pensamientos, queda con un viso, y se acuesta) ¿Mañana a qué hora entro? Esta semana fue de tarde… Ah, sí, empiezo el turno de la mañana… ¡Qué tarada! Nunca me acuerdo… Sí, entro a las cinco… ¡Ah, dios mío, qué tarde que es! (Ajusta el despertador, apaga la luz de la mesita y se tapa con la sábana. Se pone boca arriba, en silencio. La pieza queda en penumbras. Lo que sigue lo dice en tono bajo) Roberto, volvé… ¡Por favor, dame la sorpresa…! Que suene el timbre y seas tú… (En silencio baja sus manos hasta llegar entre piernas, por debajo de las sábanas. Comienza a acariciarse, gimiendo, se va excitando lentamente, todo muy contenido) ¡Volvé, mi amor, no me dejes sola, te estoy… esperando! (Tiene un pequeño orgasmo. Queda quieta un instante, su cuerpo se afloja. Se mantiene boca arriba, un instante con las manos entre piernas y lentamente, llorisqueando, se da vuelta, apaga la luz y se queda de costado, con la espalda hacia el público. Se apaga la luz del cuarto. Silencio Suena el despertador. María lo apaga, se despereza, prende la luz) Bueno, hora de ir a trabajar… (Sigue remoloneando) ¡Vamos, vamos! (Se levanta lentamente, se queda sentada en la cama de espaldas al público. Se pone la sábana de arriba por encima de los hombros y va hasta el espejo. Queda mirando su imagen. Poco a poco sube la sábana y la deja apoyada sobre su cabeza a modo de manto. Lentamente, mirándose todo el tiempo en el espejo, cubierta con el manto, junta sus manos y queda en posición de rezo. Mantiene esa pose mientras se escucha el siguiente parlamento.a s<br />(Voz en off anuncia al público, con tono calmo) El hombre que la enamoró aquella noche nunca más apareció. Felipe creció junto a su abuela hasta que María lo trajo para tenerlo con ella. María dejó la fábrica, fue doméstica en tres casas y después logró entrar en una empresa, para hacer el mantenimiento. María finalmente conoció a un hombre mayor, muy bueno, que la quiso mucho aunque ella siguió amando al otro, esperando su regreso. Se casó con ese hombre veinte años mayor que ella, José, de oficio carpintero, y con él tuvo un segundo hijo llamado Jesús. El resto de la historia es conocida por todos ustedes)<br />(Apagón total)<br />Fin </div>animal stormhttp://www.blogger.com/profile/14507451639067425936noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-450246237374959914.post-10027083604911850302007-05-26T15:30:00.000-07:002007-05-26T15:33:22.913-07:00GARDEL ES MARROQUÍAutor: <strong>Andrés Caro Berta</strong><br /><a href="mailto:andres@andrescaroberta.com">andres@andrescaroberta.com</a><br /><a href="http://www.andrescaroberta.com/">www.andrescaroberta.com</a><br /> Registrado en AGADU<br /><br />ESCENA 1<br /><br />RESTORÁN<br /><br />Juan, Pedro y dos amigos<br /><br />(Juan y Pedro están sentados en una mesa. En otra se hallan dos amigos)<br /><br />Juan - Che, Pedro… Esa mirada tuya no me gusta nada… Te agradezco la invitación a comer pero… me tengo que ir y vos no decís nada de pagar…<br /><br />Pedro –Tranquilo, Juan, tranquilo…<br /><br />Juan - ¡No me digas que otra vez…! ¡¿No tenés para pagar?!<br /><br />Pedro – No.<br /><br />Juan - ¿Y vos pensabas que lo iba a hacer yo?<br /><br />Pedro – Yo que sé… No sé… No me compliques. Juan.<br /><br />Juan - ¡¿Que no te complique?!<br /><br />Pedro - ¿Alguna vez te dejé varado? No, Juan, tranquilo, disfrutamos de la cena, charlamos como hacía tiempo no lo hacíamos y ahora, bueno, veremos cómo salimos de esta… (mira para todos lados)<br /><br />Juan - ¡Sos un inconsciente! ¡Nunca más acepto una invitación tuya! ¿Y qué hacemos?<br /><br />Pedro – Tranquilo, tranquilo. Dejame pensar. A un problema, una solución. No te podés quejar de tu hermanito… Estuvo buena la comida, ¿no?<br /><br />Juan – Parece mentira… Siempre caigo en historias tuyas que después me complican a mí… Mejor nos vamos disimuladamente. (Va a levantarse)<br /><br />Pedro – Pero… ¿Estás loco? ¿Vos creés que no nos van a ver? No podemos resultar sospechosos… Esto es un juego de estrategia… Ellos contra nosotros… Y siempre los fuertes son los que ganan.<br /><br />Juan – Pedro, a ver si me entendés… Nos van a matar, nos van a meter presos; consumimos y no tenemos para pagar…<br /><br />Pedro -Esperá... La ansiedad es lo peor… Algo se me va a ocurrir... (Sigue mirando para todos lados)<br />Juan - ¿Qué mirás? Mirame a mí.<br /><br />Pedro – Juan, no seas pesado. Estoy buscando la presa.<br /><br />Juan – La…<br /><br />Pedro – Claro, quien nos pague la cena.<br /><br />Juan - Mirá cómo nos mira el mozo...<br /><br />Pedro -Tranquilo... Mientras estemos dentro del restorán, no nos va a pasar nada. Ya se me va a ocurrir algo. Lo que pasa es que te estás mostrando muy ansioso…<br /><br />Juan – Ja…”ansioso” Los tallarines, ¿sabés dónde los tengo?<br /><br />Pedro –Calmate, hermanito, hemos salido de otras peores... No estropeemos un hermoso encuentro… ¿Cuánto hace que no hacíamos esto?<br /><br />Juan – Yo pensé que vos tenías algo… Porque si me invitás… No hay caso, siempre hacés lo mismo…<br /><br />Pedro – Dejá que voy a encontrar la solución… ¿No resuelvo siempre de los problemas? ¿Pedimos un postre?<br /><br />Juan – Parece que lo hicieras a propósito… Estás loco… Y yo también por seguirte la corriente…<br /><br />Pedro - (Observa para todos lados) Mirá, mirá... Ya está…<br /><br />Juan -¿Qué?<br /><br />Pedro -Esos que se sentaron ahí...<br /><br />Juan -¿Qué?<br /><br />Pedro -Nada, parece que son amigos y discuten algo muy divertidos... Huelo que son ellos los que nos van a pagar la comida.<br /><br />Juan – Si vos lo decís…<br /><br />------<br /><br />Amigo 1 - Yo sé lo que te digo… Lo tuyo es un delirio… Gardel es argentino, a lo sumo, francés...<br /><br />Amigo 2 - ¿Todavía seguís insistiendo con eso? Gardel es oriental.<br /><br />Amigo 1 - Me tenés cansado con eso de que es uruguayo, dale, aflojá.<br /><br />Amigo 2 – Uruguayo, nacido en Tacuarembó. A mucha honra.<br /><br />Amigo 1-¡Todos ustedes están locos!<br /><br />Amigo 2 -¿Loco yo? ¿Loca ella? ¡Loco vos! Si está en todos los libros…<br /><br />Amigo 1 -¿Los libros de qué?<br /><br />Amigo 2 -Los libros de historia, los de tango...<br /><br />Amigo 1 -¡Vamos! Te pido que razones un poco… Que La Cumparsita es uruguaya, que el dulce de leche es uruguayo, que el mate es uruguayo, que el tango es uruguayo, que Gardel...<br /><br />Amigo 2 -Ustedes los argentinos, de envidia...<br /><br />Amigo 1 -¿Envidia de qué? Si les matamos el hambre a todos los que cruzan el charco...<br /><br />Amigo 2 -Puede ser... Como a Gardel...<br /><br />Amigo 1 -¡Por favor!<br /><br />--------<br /><br />Pedro - ¿Oíste...?<br /><br />Juan –Sí, pero ¿qué tiene que ver con nosotros?<br /><br />Pedro – Mucho… No te imaginás lo que se me acaba de ocurrir…<br /><br />Juan – Ay, dios mío.<br /><br />Pedro - ¿Vos qué decís?<br /><br />Juan -¿De qué?<br /><br />Pedro -De Gardel...<br /><br />Juan -Y... Nada… Que cada día canta mejor...<br /><br />Pedro -No, tarado... Si es argentino o uruguayo...<br /><br />Juan -Y yo qué sé, Pedro. Bastantes problemas tengo como para...<br /><br />Pedro –Dale, Juan, jugátela<br /><br />Juan -Pero yo no sé nada de eso ni nunca me interesó…<br /><br />Pedro –Mirá, te doy pistas, algunos dicen que era francés, otros, uruguayo, otros, argentino...<br /><br />Juan –Sí, ya lo sé…<br /><br />Pedro -¿Y?<br /><br />Juan –Y, nada… A mí qué me importa…<br /><br />Pedro – Juan, a mí tampoco me importa… Pero, ¿no te suena a campanitas?<br /><br />Juan – ¿Campanitas?<br /><br />Pedro – Más… Monedas cayendo como en esas máquinas del casino…<br /><br />Juan – No entiendo… ¿Qué tiene que ver con poder irnos de acá, ahora sin pagar? ¿Y con nuestra falta de dinero? Te lo repito. Vos estás loco. Y yo por escucharte…<br /><br />Pedro – Vamos, hermano… Ya está, encontré la solución...<br /><br />Juan -¿De qué?<br /><br />Pedro – De salir de la pobreza… Mirá qué jugada se me ocurrió...<br /><br />Juan -¿A dónde vas? (Pedro se acerca a la mesa de los amigos. Juan le sigue)<br /><br />Pedro -Buenas, señores... Disculpen... Estábamos en aquella mesa y… no pudimos dejar de escuchar la discusión que estaban teniendo sobre el origen de Gardel...<br /><br />Amigo 1 – Pibe, ¿Y a vos quién te llamó?<br /><br />Amigo 2 -¿Qué querés? Dinero no tenemos.<br /><br />Pedro - No, por favor, nos están insultando… ¿Acaso nos ven como si estuviéramos pidiendo limosna? Me ofenden… Lo que pasa es que no pudimos dejar de escucharlos… Y esto del origen de Gardel es un tema… que siempre nos tuvo muy preocupados, porque… ¿Saben? Nosotros conservamos un secreto familiar con respecto a eso… Mi hermano y yo sabemos la verdad...<br /><br />Amigo 1 -¿La verdad de qué?<br /><br />Pedro -Del nacimiento de Gardel.<br /><br />Amigo 2 -¿Ah, sí?<br /><br />Pedro -Sí.<br /><br />Amigo 1 -Está bien. ¿Quién tiene razón? ¿Él o yo? ¿Es argentino, uruguayo, o francés?<br /><br />Pedro –No, señores, no. Están absolutamente equivocados… (Como en secreto) Les dije… Nosotros sabemos la verdad… Gardel es marroquí.<br /><br />Amigos 1 y 2 - (Estallan en carcajadas) (Entre ambos) ¡¿Cómo?! Vení, sentate, vení... Esa sí que está buena... Nunca la había escuchado… Faltan que digan que es marciano... (Riéndose) No puede ser… Es increíble.<br /><br />Pedro -¿Puede sentarse mi hermano, también? Me llamo Pedro, él, Juan.<br /><br />Amigo 1 -Claro, claro... Mozo, sírvales algo, por favor...<br /><br />Pedro -Este... (Al mozo) Un postre… Con dulce de leche… Ah... Este... Y agregue lo que gastamos, por favor... (los mira) ¿Puede ser?<br /><br />Amigo 1- Bueno, está bien, está bien… Nosotros pagamos… ¡Ésta no me la pierdo!<br /><br />Juan- (Hablándole a Pedro al oído) ¡Te voy a matar! ¡Fuiste muy lejos!<br /><br />Amigo 2 -Vengan, queremos saber cómo llegaron a esa conclusión.<br /><br />Pedro -Bueno, mi hermano aquí presente...<br /><br />Juan – Hola, este, me llamo Juan. Él es Pedro y es mi hermano…<br /><br />Pedro –Sí, él y yo somos franceses…<br /><br />Juan- (A Pedro) ¿Qué?<br /><br />Amigo 1- Bueno, al menos dos que no nacieron en Uruguay.<br /><br />Juan – No, claro… Nosotros… Somos uruguayos… Lo que ocurre es que me expresé mal, nuestra familia materna viene de… Francia…<br /><br />Juan- ¡¿De dónde?! Ah, sí, de ahí venimos...<br /><br />Pedro – Es decir, nuestros familiares, con el hambre que había por allá se vinieron a nuestro país y bueno… Después nuestra madre conoció a nuestro padre y… Pero no quiero distraerlos… Lo cierto es que… ¿Cómo decirlo? La bisabuela nuestra era amiga de la madre de Gardel que vivía con su hijo en un barrio de inmigrantes en París… Ella después que viajó junto a su esposo y los hijos a Uruguay, se reencontró con esa mujer… Y nuestra abuela nos contaba que cuando Carlitos se hizo famoso… todos en casa, no podían creer que fuera ese mismo niño que estaba en brazos de la amiga de la madre de ella, allá en Francia.<br /><br />Amigo 1 – Mirá… Entonces era francés y se acabó…<br /><br />Pedro – No, no… ¿No les acabo de decir que vivían en un barrio de inmigrantes?<br /><br />Amigo 2 -¿Inmigrantes, eh? A ver, ¿cómo decís que te llamás?<br /><br />Pedro – Pedro.<br /><br />Amigo 2 – Está bien, Pedro… Ya que sabés tanto… Te voy a poner a prueba… A ver… ¿Si era marroquí, cómo se llamaba la madre de éste cantor?<br /><br />Juan -¿La madre? Este... Bueno...<br /><br />Amigo 2 -No me hagas reír... Basta, como broma estuvo buena…<br /><br />Pedro -Se llamaba Berthe, con te hache, Gard El... Berthe Gard El.<br /><br />Amigo 1 - ¿Ah, sí? ¿Y cómo nadie sabe nada de eso?<br /><br />Pedro -Bueno, era un secreto de familia... Y saben cómo son los secretos familiares. A nosotros nos prohibieron siempre contarlo. Pero estamos hartos… Me parece, Juan, que metimos la pata porque caímos con dos personas que no nos creen… Es horrible arrastrar tanto tiempo algo sin poder divulgarlo… ¡Hace un daño! Y cuando nos animamos… Pero aunque no nos crean… Esa es la verdadera e increíble historia del zorzal criollo… ¿No es cierto?<br /><br />Juan -Sí, (tratando de inventar en el momento) la madre era una lavandera marroquí, amante de un coronel de la Legión Extranjera... (Pedro lo mira asombrado. Él se envalentona) Sí, fue la madre la que no dejó a nuestra bisabuela contar la verdad…<br /><br />Amigo 2 -Por favor, no puedo más... Es un delirio…<br /><br />Juan -Sí, tiene razón… Pero no es un delirio, parece…<br /><br />Pedro -Y es verdad...<br /><br />Amigo 2 -Esperá... ¿Quiénes son ustedes? ¿Cómo podemos confiar en lo que dicen? Porque el chiste ya está…<br /><br />Amigo 1- Son dos chantas… ¿No les ves las pintas?<br /><br />Pedro- No, señor… No se lo permito… Somos dos personas trabajadoras… Pero además, de verdad hemos mantenido este secreto familiar, aunque realmente nos parece injusto que no se sepa la verdad.<br /><br />Juan – Ni nuestras mujeres saben esto.<br /><br />Amigo 2- Y nos eligieron a nosotros… Dejate de joder… ¿Qué nos vieron? ¿Caras de giles?<br /><br />Juan – Bueno… Es que…<br /><br />Amigo 2 - Esperen un poco… Se me ocurrió algo… Esto es imperdible… Un momento… ¿Ustedes pueden sostener esta mentira… digo, esta historia ante otra gente?<br /><br />Juan – Bueno, en realidad…<br /><br />Pedro – Ante quien sea…<br /><br />Juan - ¿Nos va a mandar presos?<br /><br />Amigo 2 – ¿Presos? Ja…<br /><br />Pedro – Sí, estamos dispuestos a sostener esto ante cualquiera… Sí, aunque vayamos en contra de nuestra familia… Sí, se acabó…<br /><br />Amigo - Bueno, entonces voy a llamar a un amigo... (pulsa en el celular) ¿Antonio? ¿Cómo andás? ¿La familia? ¿El trabajo? Che, muy bueno tu programa, eh… Ya sé, ya sé, a veces es un poco escandaloso, claro, pero el rating…. Y por supuesto. Lo bien que hacés… Mirá, te llamo por lo siguiente… Estoy seguro que te va a servir… No sabés lo que me acabo de enterar... ¿Estás sentado? Viste toda la historia con Carlitos… ¿Cómo quién? Carlitos Gardel… Claro… Que es uruguayo, que es argentino, que es francés… Bueno… Te tengo la primicia… No lo vas a poder creer… ¿Estás sentado? ¿Estás pronto? Me vas a deber una después de esto. Aquí va. Tengo para contarte que… Gardel es marroquí... No te rías... Me lo dijeron dos personas que parece saber mucho del tema... Sí, y… No sé… Confiar, confiar… Pero, ¿qué te importa? Tirás la bomba y ta… ¿Te interesa? Que vas a tener audiencia… vas a tener… ¿Cuándo te parece? De acuerdo... Les digo… Sí, son dos… Dos hermanos… Sí, (a Juan y Pedro) ¿cómo se llaman?<br /><br />Juan- Juan<br /><br />Pedro- Y Pedro.<br /><br />Amigo 2- No, el apellido…<br /><br />Juan y Pedro- (A la vez) Gómez.<br /><br />Amigo 2- Juan y Pedro Gómez. Bien, bien… ¿Cómo? Bien, bien… ¿Al canal? Bien, claro, a Producción… ¿El viernes? ¿A qué hora? Bueno, te mando un abrazo. Les digo. (Corta)<br /><br />Juan -¿Qué... pasa...?<br /><br />Amigo 2 –Miren, la cosa es así… Mi amigo trabaja en un canal de televisión, tiene un programa que se llama “Impactos” y…<br /><br />Juan- (Atragantándose) ¡¿”Impactos…”?!<br /><br />Pedro- ¿Usted lo conoce?<br /><br />Juan- ¡Guau!<br /><br />Amigo 2- Sí, es amigo mío y dice que si quieren, los invita a su programa...<br /><br />Pedro - ¿A nosotros...?<br /><br />Juan - Este... No, gracias...<br /><br />Amigo 1- Yo sabía, los pibes arrugan…<br /><br />Amigo 2 – Miren que paga...<br /><br />Pedro – (Se miran) Bueno, si es así… ¿Cuando nos dijo que tenemos que ir...?<br /><br />Amigo 2 – La semana que viene. El viernes. Pero antes llamen a la Producción (escribe en un papel el teléfono y se los da) Ahí combinan con ellos…<br /><br />Pedro -De acuerdo...<br /><br />Amigo 2- Ese día, vayan un poco más temprano y preguntan por él…<br /><br />Juan- (Nervioso) Claro, bien, bien… Vamos y preguntamos por él…<br /><br />Pedro- Gracias, muchas gracias.<br /><br />Amigo 1- Bueno, ya hicimos la buena acción del día… ¿Nos vamos? El viernes no me lo pierdo.<br /><br />Amigo 2- De acuerdo, chau, muchachos, suerte, eh… Mozo, pagamos adelante… (Se van. Juan y Pedro quedan solos)<br /><br />-----<br /><br />Juan -¡¿Pero estás loco?! ¿Y ahora cómo zafamos?<br /><br />Pedro -No lo sé... Pero si llegamos hasta aquí, no podemos ir para atrás…<br /><br />Juan -¡Gardel marroquí! Se te podía haber ocurrido alguna otra mentira...<br /><br />Pedro -Es que si no los impactábamos...<br /><br />Juan -Sí, al menos nos pagaron todo. Pero… ¿Y si se enteran que todo es una mentira?<br /><br />Pedro- Inventaremos, hermanito, inventaremos como hicimos siempre… Y cuando sepan la verdad, habremos cobrado unos pesos que no nos vendrán mal.<br /><br />Juan -Y yo qué sé... Nos van a meter presos…<br /><br />Pedro- ¿Por eso?… ¡Por favor! Dale que tenemos que estudiar y armar una historia coherente.<br /><br />Juan - ¡Quién lo dice!<br /><br />Pedro – (Yendo hacia el mostrador) Diga, don, ¿nos permite el teléfono? Es urgente…<br /><br /><br /><br /><br />ESCENA 2<br /><br />ESTUDIO DE TELEVISIÓN<br /><br />Conductor, Juan, Pedro, asistente, historiador Arrazcuez, Domingo Carreras (voz), Tito Rivas (voz), Orismán Fernández, Avelino Mendieta, Aníbal Salgán, informativista, movilera Rosana, entrevistados 1, 2, 3, 4 y 5. (Los entrevistados pueden aparecer en una pantalla, o escucharse sus voces)<br /><br />Conductor – (Hablando en el medio del escenario, hacia el público como si delante de él estuvieran las cámaras) ¡Buenas tardes, señoras y señores, estamos iniciando una nueva emisión de “Impactos”…! Vamos a la presentación… <br /><br />Juan- (Están en un rincón, esperando. Se los nota muy nerviosos y fascinados por encontrarse en un estudio de televisión) Ja, si en el barrio nos vieran maquillados…<br /><br />Pedro- La primera vez en mi vida…<br /><br />Juan- ¿Te acordás de todo?<br /><br />Pedro- Por supuesto… ¿Vos?<br /><br />Juan- Sí, sí… Si los nervios no me fallan…<br /><br />Pedro- Juan, si nos va bien, vamos a venir muchas veces…<br /><br />Juan – Y seremos famosos… Fama, mujeres… Hasta que se descubra todo…<br /><br />Pedro – Pero, ¿quién nos quita lo bailado?<br /><br /><br />Conductor- (A un asistente, en un alto del programa) ¿Ya llamaron a los invitados? ¡¿Dónde están?! (Los busca con la mirada) ¡Ah, ustedes, vengan, vengan! (Llegan los dos) Siéntense, por favor… Por aquí… ¡Rápido, rápido que salimos al aire! Silencio… Cuidado… (Al público) ¡Aquí estamos, en el comienzo del programa que les aseguro va a ser espectacular…! Ustedes ya están enterados porque durante la semana hemos ido anunciando la noticia, pero todo el país en este momento está convulsionado haciéndose la misma pregunta que ustedes y yo. El barrendero, el Presidente, el oficinista, la ama de casa; todos, todos quieren conocer la verdad… (Música) Basta de suspenso... Descubrimos a dos personas, dos hermanos, que afirman que... ¡Gardel es marroquí! Aquí están, mucho gusto... (Los presenta. Cartel anuncia: “Aplausos” Asistente pide a la platea que aplauda)<br /><br />Pedro –Hola, soy Pedro.<br /><br />Juan - Buenas. Y yo soy, este, Juan…<br /><br />Conductor – Pedro y Juan Gómez son dos esforzados trabajadores que han guardado un secreto familiar por años, hasta que dada una circunstancia fortuita, ¿podemos acaso creer en la casualidad, después de esto?, les decía decidieron confesar algo que tenían como el tesoro más importante de sus vidas… Bienvenidos…<br /><br />Juan- Gracias… (temblando) Es un honor…<br /><br />Pedro- No se imagina primero el honor que es estar junto a usted… Segundo, el alivio que sentimos, mi hermano y yo, de poder contar a los demás algo que puede cambiar el rumbo de la Historia Universal. ¡Mire lo que le digo, eh!<br /><br />Conductor- Develemos la incógnita… Estos señores (música) que están acá dicen saber que Gardel (suspenso) es marroquí. (Aplausos del público del teatro, motivados por el cartel que dice “Aplauso”) Disculpen la sinceridad pero… cuando la producción me contó, no dejé de sonreírme…<br /><br />Pedro – Comprendemos, comprendemos….<br /><br />Juan- Es que cometimos el error de ocultarlo por demasiado tiempo…<br /><br />Conductor- A partir de esta noticia impactante… Por algo nuestro programa se llama (música) “Impactos”… estuvimos recabando la opinión de especialistas y tangueros que se dividen entre los que no creen en lo que ustedes plantean, y curiosamente, otros que coinciden con lo que tanto Juan como Pedro, piensan es verdad…<br /><br />Pedro- No, no, está equivocado... Nosotros no pensamos... Bueno, sí pensamos, pero quiero decir, esto no es un invento nuestro... Mire, le voy a contar la historia… Nuestra bisabuela por parte de madre fue una señora que viajó mucho por el mundo... Ella vivía en París. Cerca del barrio de los inmigrantes… donde habían muchos marroquíes.<br /><br />Juan- Sí, en el barrio de inmigrantes conoció a una señora muy particular… Era… callada, iba con un velo que le tapaba parte de la cara y cargaba siempre con un niño… Era la lavandera de mi abuela…<br /><br />Conductor- ¡Dios mío, ese niño… ¡¿Gardel?!<br /><br />Juan- ¿Cómo adivinó?<br /><br />Pedro- Sí, es como usted dice… Nuestra bisabuela se hizo muy amiga de la madre de Gardel... Esta señora tuvo una historia increíble, que es como para escribir una novela… Esta mujer sacrificada y dedicada a la crianza de su hijo… era marroquí.<br /><br />Conductor- ¿Marroquí?<br /><br />Pedro- ¿Y yo qué dije?<br /><br />Conductor- Marroquí… Disculpe, son los nervios, siga por favor.<br /><br />Pedro- Había sido esclava de un Emir cuando niña…<br /><br />Juan- Y tenía las marcas de las cadenas, en los tobillos… Y las de los azotes en la espalda…<br /><br />Conductor- No me imaginé que fuera tan terrible su vida…<br /><br />Pedro- ¡Sí supiera! Esta mujer cuando era una adolescente fue comprada por un coronel de la Legión Extranjera, llamado Escaiol, de origen francés… ¿Me sigue?<br /><br />Conductor- Pero… Escaiol… Escayola…<br /><br />Pedro – Espere, espere, no se adelante…<br /><br />Conductor – Disculpe, disculpe…<br /><br />Pedro- Bien… Pero él no era francés...<br /><br />Conductor – Escaiol…<br /><br />Pedro - No, Escaiol, sí… Hablo del cantante… De nuestro héroe… No, Gardel nació en un cuartel del desierto de Marruecos cuando la mujer tenía unos dieciséis años. Ella a esa altura era la lavandera del grupo militar y fue la querida del Coronel, pero Escaiol cuando ella quedó embarazada, nunca aceptó que era padre de ese niño. Él quiso que se lo sacara, pero ella…<br /><br />Conductor - ¡Qué madre!<br /><br />Juan- Sí, impresionante… Una leona… Al no aceptar la paternidad, ella le puso su propio apellido…Cuando Escaiol murió, Berthe tuvo que ejercer el meretricio para sostenerse económicamente porque lavar ropa no le daba para mucho. Una vez que los marroquíes invadieron el cuartel, la mujer escapó con su hijo en brazos y con los ahorros que había logrado juntar, se embarcó primero hacia Francia…<br /><br />Pedro – Donde conoció a nuestra bisabuela…<br /><br />Juan – Y después se vino para América del Sur, y entró al Uruguay. Para evitar ser reconocida huyó hacia la frontera con Brasil y comenzó a trabajar en una estancia de Tacuarembó cuyo dueño se llamaba Coronel Escayola.<br /><br />Conductor- Escaiol, Escayola, los dos Coroneles… Yo ya no creo en las casualidades… ¡Es increíble!<br /><br />Pedro- El destino…<br /><br />Juan- Me emociona contarlo… Que se sepa la verdad…<br /><br />Pedro- Continúo… Fue allí que le puso Carlos. Él se llamaba Charles Gard El. Cuando el niño creció le ofrecieron un trabajo en Buenos Aires y bueno... Después la historia ustedes la conocen...<br /><br />Conductor -¡¿Escucharon?! Realmente asombroso... Nuestros teléfonos no paran de sonar... Esto es impactante... Gracias por la noticia... Acá tenemos varios mensajes... “Le habla Francisco, de la Comercial. Algo había escuchado decir pero siempre le resté importancia. ¿Me pueden repetir la pregunta?”; Ana de Sayago, “Gardel es de Tacuarembó y al que diga lo contrario lo mato. ¿Qué hacemos entonces, con todos los monumentos que levantamos?”, bueno, la polémica se instaló... Gardel, queridos amigos, ¿dónde nació? Antes se suponía que podía ser argentino, uruguayo o francés... Pero... Marroquí... “Mi nombre es Antoine, sí, doy fe de lo que dicen esos señores.... En Marruecos existió la Legión Extranjera, por tanto no es imposible que nuestro cantor haya nacido allí”, Juan dice: “Se me cayó otro ídolo. Nunca pude imaginar una cosa así. Hubiera preferido morir en la ignorancia”... Bueno, y siguen llegando mensajes... Me acaban de anunciar por interno que un equipo del canal parte la semana que viene, dado el interés del público, a Marruecos para buscar a los familiares de Gardel y saber si alguno de ellos también canta tangos. Esperen, ¿qué es esto? (el asistente le entrega un papel) Es un correo electrónico de la Embajada de Marruecos… ¡De la Embajada de Marruecos! ¡Nos están viendo allí! Saludos a todos. Dice: “Deseamos expresar nuestro desagrado por un agravio a nuestro pueblo, por parte de los señores periodistas…” No, amigos de la embajada, nosotros nunca pretendimos… No, calma, no queremos un conflicto diplomático… Esperen, me acercan otro correo de los representantes marroquíes: “Por favor, eliminar anterior correo. Ser escrito por sirvienta tonta… Nuestra Embajada de Marruecos informa que Ministerio Turismo nuestro ha abierto ruta para llegar a Oasis donde posiblemente haya nacido ese señor Gard- El”… Bueno, nos dejan más tranquilos… Seguimos en (música) “Impactos” Está junto a nosotros el historiador del tango, don Hipólito Arrascuez… Mucho gusto, don Hipólito… ¿Qué piensa usted de esta noticia?<br /><br />Hipólito- Bueno, a fines de la década del 20, cuando don Carlos estaba en su apogeo, en una noche de beberaje con sus amigos en el Hotel Alvear de Buenos Aires, Gardel detuvo su mirada en una pobre muchacha que llevaba cigarrillos en una bandejita colgada de su cuello y mirando al que tenía al lado, murmuró: “Se parece a la de la Legión Extranjera”. Ese comentario que pasó desapercibido y que fue recogido por el diario La Nación de Buenos Aires luego que el zorzal muriera, hoy toma otra dimensión a raíz de la noticia del nacimiento en suelo marroquí.<br /><br />Conductor – Increíble cómo comienzan a conocerse otros detalles, algunos descartados en su momento, otros, ocultos… Sin embargo no opina lo mismo don Domingo Carreras a quien tenemos en línea: Mucho gusto don Domingo, ¿usted me decía fuera de micrófono?<br /><br />Domingo -Que me parece inaudito que dos mocosos como esos que tiene usted a su lado, lancen tamaña mentira contra una figura que merece el respeto de todos, y que un medio prestigioso como el suyo se haga eco; mire, acabemos, escuche bien lo que le voy a decir: ¡Carlos Gardel es hijo ilustre de Tacuarembó, Uruguay y quien diga lo contrario, se las va a tener que ver conmigo!<br /><br />Conductor - Pero, ¿qué argumentos usa para afirmar eso?<br /><br />Domingo -Yo uso los argumentos de mi peso como investigador… Escuche bien… La puerta de la casa de Carlitos en Tacuarembó, todavía registra el momento en que, siendo un niño, su madre lo retó y él en un ataque violento cerró con tal fuerza dicha puerta que saltaron todos los vidrios, menos un trozo que quedó sin caerse, y que se conserva en dicho museo para la Historia… Parece un dato menor pero fue contado por Atanasio Mendíaz, el peón del Coronel Escayola, quien dio el sentido a esa anécdota… Quien rompió los vidrios fue ¡Carlos Gardel…! Pero, además es una patraña que digan que la madre se llamaba Berthe Gard El, recordando los apellidos árabes… Gardel viene de…<br /><br />Conductor -Muchas gracias, don Domingo, le entendí claramente… Aquí tenemos la comunicación con un tanguero de ley como lo es el cantor Tito Rivas.<br /><br />Tito Rivas -Grashias por invitarme, grashias… Sho eshtoy autorizado para informarles que Carlito Gardel es argentino, de Argentina. Nashió en el barrio de Avellaneda y…<br /><br />Conductor -Gracias, (dirigiéndose a Juan y Pedro) ¿qué opinan ustedes que han iniciado este revuelo?<br /><br />Pedro -A mí no me sorprende… Había esperado con ansia este momento desde que nuestra madre nos lo contó por primera vez… Más le digo, hasta hace poco se conservaba en casa una de las prendas que Berthe había lavado para mi abuela, allá en París…<br /><br />Conductor – Maravilloso… Está con nosotros, Orismán Fernández, especialista en la discografía de Carlos Gardel… Mucho gusto, Orismán…<br /><br />Orismán Fernández -El gusto es mío…<br /><br />Conductor -Usted es quizás la persona que más sabe de los discos de Gardel…<br /><br />Orismán –Es verdad… Dados mis estudios realizados a partir de la…<br /><br />Conductor- Tenemos poco tiempo, Orismán.<br /><br />Orismán- Bueno, quiero decirle que en esta época de la electrónica pueden escucharse cosas que antes, con los aparatos que teníamos eran imposibles de oírse… Así, he rastreado mensajes ocultos en los tangos de Gardel…<br /><br />Conductor -¡¿Mensajes ocultos?! ¡Nuestro rating va a volar!<br /><br />Orismán – Me alegro que estos valientes muchachos hayan descubierto el verdadero origen de Gardel, porque yo hace años que vengo proclamando que hay mensajes ocultos y por poco termino encerrado por loco…<br /><br />Conductor -¿Entonces, usted cree que Gardel era marroquí?<br /><br />Orismán -No lo sé, no lo sé… Pero tengo un oído muy fino para reconocer lo que él nos dice en sus canciones…<br /><br />Conductor -No me deje con la intriga, ¿por ejemplo?<br /><br />Orismán –Mire, vea esto: en “Amargura” si usted lo escucha al revés, hay mensajes religiosos en árabe…<br /><br />Conductor- Men… sajes… ¿en árabe en tangos de Gardel?<br /><br />Orismán- Así como lo oye. Se siente una voz lejana que habla de Alá, Alá, mientras en la letra escuchada normalmente se dice: “Un viento de locura atravesó mi mente”<br /><br />Conductor- ¡El viento de la arena en el desierto!<br /><br />Orismán- ¡Exacto! ¡Usted me entendió! ¡Pero hay más!<br /><br />Conductor- ¡¿Mäs?!<br /><br />Orismán- Sí. Si uno desgrana las letras de los tangos de Gardel- Le Pera, que fueron escritos conjuntamente, a la luz de los nuevos datos de su vida, encontramos claves importantes…<br /><br />Conductor- ¡¿Por ejemplo?!<br /><br />Orismán- Bueno… En “Volver”<br /><br />Conductor- ¡No me diga que en “Volver”…<br /><br />Orismán- Escuche esto: Cuando dice “Yo adivino el parpadeo de las luces que a lo lejos van marcando su retorno” habla de las luces del cuartel de la legión extranjera, en medio de la oscuridad del desierto…<br /><br />Conductor- ¡No lo puedo creer!<br /><br />Orismán- (Entusiasmado) “Son las mismas que alumbraron con su pálido reflejo, hondas horas de dolor”, por las terribles circunstancias por las que debió pasar su madre dentro de ese lugar… “Y aunque no quise el regreso, siempre se vuelve al primer amor”, ¿qué quiere decir? Es volver al lugar en que nació, aceptar su origen, volver a…<br /><br />Conductor – Gracias, Orisman… Señores… Hemos logrado que esté en este programa que está batiendo records de audiencia, el historiador Avelino Mendieta , junto a Aníbal Salgán, conocido detractor de la versión oficial que circuló siempre... Los saludo a los dos…<br /><br />Historiador 1- Muchas gracias, señor por invitarme. Mis años me impiden salir todo lo que quisiera de casa pero desde que empecé en la escuela, mis estudios en…<br /><br />Conductor- Mendieta, tenemos poco tiempo, sabe que el tiempo en televisión es tirano… ¿Puede concretar?<br /><br />Historiador 1- Mire, mi amigo, a mí me sorprende mucho todo esto que se está diciendo… Sin ofender a nadie, creo que nadie puede discutir, pongamos por ejemplo a la Iglesia…<br /><br />Historiador 2 -¿Y eso qué tiene que ver?<br /><br />Historiador 1 -¿Me permite, Salgán? Yo a usted no lo interrumpí.<br /><br />Historiador 2 –Pero ya está diciendo estupideces. Además, ¿cuándo me va a interrumpir si todavía no hablé?<br /><br />Conductor -Siga por favor, Mendieta.<br /><br />Historiador 1 -Bien… La Iglesia entiende que Jesús…<br /><br />Historiador 2 -¿Y qué tiene que ver con Gardel?<br /><br />Conductor -Sí, francamente. Mendieta…<br /><br />Historiador 1 -Bueno, ustedes no me entienden… uno quiere ponerse filosófico pero es como darle chancho a las flores… ¿O era al revés?... Mire. Vayamos a los granos, digo, al grano… Suficientes documentos certifican que Gardel era francés…<br /><br />Historiador 2 -Ja, falsificados…<br /><br />Historiador 1 -¡Por favor, ¿le pide que se calle?! ¡Se pasa interrumpiéndome y no me deja articular palabra!<br /><br />Conductor -Por favor, Salgán…<br /><br />Historiador 1 -Gardel es francés… Ni argentino, ni uruguayo, ni ahora… marroquí… Los argentinos quieren hacernos creer que nació en Avellaneda… No, señor, Gardel nació en Toulouse el 10 u 11 de diciembre de 1890. Y ese historiador de segunda que tengo enfrente ya se puede ir para su casa…<br /><br />Historiador 2 -¿Puedo hablar?<br /><br />Historiador 1 – No.<br /><br />Conductor -Adelante.<br /><br />Historiador 2 -Mire, yo soy de esos a los que les gusta mirar la letra chiquita…<br /><br />Historiador 1 -Y… Porque siempre necesita ver conspiraciones por todos lados… ¡Mediocre!<br /><br />Historiador 2 -Un poco más de respeto, Mendieta, que a usted no lo interrumpí.<br /><br />Historiador 1 – Mire si ahora en cambio de Jesús tenemos que hacerle votos a Alá…<br /><br />Historiador 2 – No delire, Mendieta… Vea, Gardel no se sabe dónde nació… Cada uno lleva agua para su molino… A los argentinos les sirve que haya nacido allí, a los uruguayos, que apareciera en Tacuarembó y a los que están en contra de todos ellos, mandarlo a nacer a Francia…<br /><br />Historiador 1 -No es cierto… Mire… Está el testamento autorizado por la madre y su apoderado…<br /><br />Historiador 2 -Falso… Ellos querían cobrar la fortuna.<br /><br />Historiador 1 - ¡Allí dice que Charles Romuald Gardés nació en Toulouse, Francia, el 10 u 11 de diciembre de 1890! ¡Usted es un mal nacido!<br /><br />Historiador 2 -Mentira… ¡Esa era la persona que sustituyeron para cobrar la herencia… Además Berthe se lo dijo a “La canción Moderna”, el 24 de junio de 1936!<br /><br />Historiador 1 -¿Y eso qué tiene que ver?<br /><br />Historiador 2 -Que la mujer estaba en medio de un lío judicial buscando quedarse con la herencia del cantor… a través de un testamento que nunca pudo encontrarse… a un año de la muerte de su hijo. ¿No se acuerda cómo salieron corriendo en barco para Europa, cuando hacían horas de muerto Gardel, para traer a la madre e iniciar el trámite de la herencia?<br /><br />Historiador 1 -¡Eso es herejía! ¡Usted va a ir al infierno! ¡Es un sacrilegio!<br /><br />Historiador 2 -El propio Gardel siempre firmaba como uruguayo, nacido en Tacuarembó el 11 de diciembre de 1887…<br /><br />Historiador 1- Esa es otra patraña instrumentada contra Gardel. Mire, señor conductor, le voy a hablar a usted porque no quiero dirigirle más la palabra a esa persona que tengo a mi frente y no quiero nombrar… La verdad es esta, Gardel temía ser enrolado en la Primera Guerra Mundial por Francia, entonces, el caudillo conservador Alberto Barceló, por intermedio del jefe de policía de la Provincia de Buenos Aires, Cristino Benavides le entregó una cédula de identidad a nombre de Carlos Gardel que era su seudónimo artístico, donde figuraba que había nacido en Avellaneda el 11 de diciembre de 1890. Pero posiblemente Gardel perdió la cédula y temiendo ser declarado desertor, una vez terminada la guerra, consiguió que el Cónsul uruguayo en Buenos Aires, Bernardo Minas, le diera una F de Nacimiento 10052 donde decía que había nacido en Tacuarembó, Uruguay, el 11 de diciembre de 1887, a nombre de Carlos Gardel. (Dirigiéndose al historiador 2) ¡¿Qué tal?!<br /><br />Historiador 2- ¡Usted es un atrevido! (Se agarran a trompadas y los sacan del estudio)<br /><br />Conductor -Interrumpimos esta conversación tan amable porque tenemos una información de Sala de Prensa, adelante, compañeros…<br /><br />Informativista -Gracias, acaba de llegar a nuestra mesa de redacción un comunicado del Movimiento de Liberación Nacional Marroquí donde se señala que se exige a los medios, la difusión de este texto. En el mismo se expresa que “la Francia Imperialista está haciendo creer a la gente que el cantante de tangos Charles Gard El nació en ese país europeo, cuando ello es totalmente falso. Reivindicamos el derecho del pueblo marroquí para defender con todas sus fuerzas la incontrovertible verdad de que Gard El nació en Marruecos. En estos últimos días, se ha descubierto el verdadero origen de tan importante cultor de la música popular, desentrañando el incalificable atropello que ha sufrido por todos estos años la cultura marroquí. Exigimos por tanto que cesen las acciones de mentir a la opinión pública con supuestos nacimientos en Francia, Argentina o Uruguay porque de lo contrario, sufrirán el fuego sobre sus cabezas…” Firma el Movimiento de Liberación Nacional Marroquí. Adelante, compañeros, ampliaremos.<br /><br />Conductor -Impactante, realmente… ¿Ustedes esperaban esta repercusión?<br /><br />Juan -Bueno, la verdad que…<br /><br />Pedro -Era lógico… La verdad tarda pero llega. ¿O era la justicia? Es lo mismo.<br /><br />Conductor –Me dicen desde el Control que un editor de Estados Unidos está interesado en que escriban el libro con sus memorias, ¿ustedes estarían dispuestos? Ofrece… Dios mío… ¡Qué cifra!<br /><br />Juan - Este, y, no sé…<br /><br />Pedro -¿Nuestras memorias? No sería un libro interesante, pero bueno, si él quiere…<br /><br />Conductor – Al finalizar el programa les alcanzo el contrato que se hace por intermedio de nuestra empresa televisiva… Ustedes saben… Los derechos de todo lo que ocurre en nuestro canal, es de la empresa… ¿Tienen algún problema? (Antes que contesten se dirige al público) Señoras y señores… ¿Ustedes qué opinan? ¿Gardel es argentino, francés, uruguayo o… marroquí?<br /><br />Pedro -Dejeme decirle algo antes… Nunca se supo cómo murió Gardel… Mi madre comentaba en secreto que los disparos se debieron a un complot porque meses antes, Gardel había escapado de los estudios de Hollywood hasta un lugar secreto de Los Ángeles donde se entrevistó con el representante de la comunidad marroquí y pidió los papeles de ciudadanía para convertirse a la religión musulmana…<br /><br />Conductor -¡¿Gardel?!<br /><br />Juan- ¿En serio?<br /><br />Pedro -Sí, señor, así como lo oye… Esto desde que había visto “El Sheik” con Rodolfo Valentino… Si usted observa la mirada de Gardel, de costado hacia la cámara descubrirá que copió dicha expresión del actor que murió trágicamente…<br /><br />Juan- ¡Qué lo parió!<br /><br />Pedro- Incluso se cuenta que había aprendido a cantar “Cuesta abajo” en el idioma originario…<br /><br />Conductor – Y bueno, los avisadores que no quisieron acompañarnos, lo lamento… Perdón… Nos llaman del móvil, adelante Rossana<br /><br />Rossana -Estamos acá en la plaza del Entrevero. Consultamos a varias personas, y miren lo que nos dijeron.<br /><br />Entrevistado 1 -¿Gardel marroquí? Y mirá, puede ser, viste… ¿Qué es marroquí?<br /><br />Entrevistado 2 - ¡Claro, ahora entiendo! De ahí viene el que llamen marroquinería al trabajo con cuero, claro, entiendo…<br /><br />Entrevistado 3 -No, de ninguna manera… Gardel nació en Tacuarembó… Lo dice el intendente, y yo lo voté a él.<br /><br />Entrevistado 4 -Sí, estoy de acuerdo… Yo soy crítico de cine y siempre me llamó la atención la escena de “Casablanca” que se desarrolla en esa ciudad marroquí, donde Bogart pide que toque al pianista, otra: “Tócate otra, Sam”. Si se mira con atención, allí hay una alusión a Gardel. El pianista es negro y a Gardel le decían “El negro del abasto”. Godard en Les Cahiers de Cinema nunca habló de las películas de Gardel, por lo que de alguna manera legitimaba la discriminación que sufrió en Francia por ser de origen marroquí.<br /><br />Entrevistado 5 -Gardel es argentino, ¿viste?, el pibe lo decía a todos y ya está. ¿Qué? ¿Ahora me van a decir que Maradona es cubano o filipino?<br /><br />Rosana - Adelante, estudios…<br /><br />Conductor – Gracias, Rosana… Cerca del final de este impactante programa, por favor, los promotores de esta revolución mundial dirán unas palabras.<br /><br />(Se apagan las luces generales y queda un foco iluminando a los dos hermanos. Atrás de ellos, en círculo todos los que estuvieron en el estudio de televisión. A medida que Pedro va avanzando en el discurso, las luces van iluminando todo en un tono de fiesta)<br /><br />Juan -Bueno, yo…<br /><br />Pedro -Amigos y amigas… Mi hermano y yo hemos decidido salir al mundo a contar la verdad, perdona mamá, abuela y bisabuela por romper el silencio. Es que a raíz de encontrarnos en un restorán y escuchar la conversación de dos señores que discutían la nacionalidad de Gardel, que nos entró la necesidad…<br /><br />Juan – Sí, en realidad nos había entrado antes la necesidad pero bueno…<br /><br />Pedro – Amigos… Gardel es marroquí. Los niños deben saber que no existe nada mejor que conocer la verdad. Muchas veces nos encontramos ante la duda, y cuando esta nos ataca, ¿qué hacemos?, recordamos el origen de Carlitos. Humilde, entre las palmeras, con su madre lavando ropa mientras cuidaba que no fuera picado por ningún alacrán. La Legión Extranjera de la que aborreció siempre, por eso nunca la nombró, era una prisión en medio del desierto hasta que su madre huyó al Uruguay. El resto es historia conocida. Lloremos todos de alegría, porque por fin la verdad ha sido dicha. No importa que Francia no sea su origen. No importa que Uruguay no haya sido su cuna. No importa que tampoco Argentina. Los tres países fueron importantes en su vida. Pero todos debemos reconocer que se abre un nuevo y definitivo capítulo en esta historia. A partir de ahora… ¡Gardel es marroquí!<br /><br />(Todos aplauden. Aparece el cartel de “Aplausos” para el público)<br /><br />Escena 3<br /><br />El mismo estudio<br /><br />Pedro, Juan, conductor, Avelino Mendieta<br /><br />Pedro -Y para el final les tengo una noticia sensacional.<br /><br />Conductor -¡¿Cuál?!<br /><br />Gente en el estudio -¿Cómo? ¿Qué? ¡Qué lo diga!<br /><br />Pedro -Tengo los suficientes testimonios, he consultado a muchos investigadores, la Nasa ha rastreado terrenos inexpugnables, el Departamento de Estado norteamericano ha intervenido para silenciar la verdad, los gobiernos de Argentina y Uruguay se han movido en secreto y han encontrado los datos concretos…<br /><br />Conductor -¡¿Qué?!<br /><br />Pedro - Señoras y señores… ¡Gardel está vivo!<br /><br />Conductor y gente en el estudio -¡¿Qué?! ¡No puede ser!<br /><br />Pedro -Sí, así como lo escuchan… Mi hermano les va a dar los datos que certifican lo que digo.<br /><br />Juan -Gracias… Bien… Presten atención. Gardel aparentemente murió en el avión que se accidentó el 24 de junio de 1935 en Medellín. Vayamos un poco antes. El 28 de marzo de 1935… Venga don, venga… Siga mis datos y corríjame si estoy equivocado… (Viene Avelino Mendieta)<br /><br />Conductor- Un momento, un momento… Déjenme consultar al señor director… Señor director, estamos pasados de hora, ¿usted nos permite extendernos unos minutos más? (Escucha. Todos están sumamente atentos) Ah, claro, sí, sí… Lógico, bien… Ah, los avisadores… Sí, pero mire que… Sí, claro… Ah, que esto lo tenemos que resolver entre usted y yo… Claro, claro… ¿Una tanda? Bien, vamos a una tanda y luego develamos el misterio de si seguimos unos minutos más con el programa o lo dejamos para la semana que viene… Ustedes, los amigos televidentes, tienen la palabra… Pueden llamar al teléfono… No señor director, no es un chantaje, está bien, voy a hablar con usted, pero que la audiencia se exprese… No, no lo tome a mal… Bien, voy para ahí… Una tanda, por favor…<br /><br />(Tanda) (Todos en el estudio se quedan mirando para un costado, donde estaría el Control. Se sienten gritos, golpes. Después, todo silencio. Baja el conductor arreglándose la ropa)<br /><br />Conductor - ¡Señoras y señores… estoy en condiciones de informarles que… seguimos con el programa! (Explosión de alegría en el estudio) Adelante, amigos Juan y Pedro Gómez… Les quiero comentar a aquellos que han estado llamando por teléfono en estos minutos lo que ha sucedido en este último tramo del programa “Impactos”… ¿Llamó mucha gente?<br /><br />Asistente- Bueno, (leyendo planilla) llamó Elvira de la Unión, un hombre que no quiso dejar su nombre…<br /><br />Conductor – (Sacándolo de escena) ¡Nuestra centralita telefónica se saturó de llamadas! ¡Gracias, gracias, gracias! ¿Están grabando verdad? ¡Este programa quedará en la historia de la televisión! Les decía… Cuando pensábamos que todo estaba culminando con esa noticia impactante del descubrimiento certificado del nacimiento de Carlos Gardel en Marruecos… Un nacimiento apoyado hasta por el Ministerio de Turismo de ese país, y reivindicado por el Movimiento Nacional de Liberación marroquí, y avalado por figuras ilustres del tango que dieron su testimonio en este programa… que por algo se llama (suspenso) “Impactos”, nunca mejor puesto ese nombre, los hermanos Juan y Pedro Gómez nos develan otra sensacional noticia… ¡Gardel sigue entre nosotros! Adelante Juan y Pedro…<br /><br />Juan – Gracias, estaba invitando a que me acompañe el incorruptible historiador de Gardel, don Avelino Mendieta (Aplausos) Él corroborará o no mis datos hasta la muerte de Gardel. Lamentablemente, él no nos podrá aportar luego sus conocimientos para lo que sigue…<br /><br />Conductor – Rápido, rápido…<br /><br />Juan – El 28 de marzo de 1935, ¿qué pasó Avelino? ¿No es que Gardel partió de Nueva York a bordo del vapor “Coamo”?<br /><br />Avelino – Sí, señor. Integraban la comitiva el libretista Alfredo Le Pera, los tres guitarristas, Guillermo Desiderio Barbieri, Ángel Domingo Riverol, y José María Aguilar y su profesor de inglés y secretario Joseph Plaja.<br /><br />Juan – Se olvidaba, profesor, de José Corpas Moreno, al que no se le conoce claramente su función…<br /><br />Avelino – Tiene razón…<br /><br />Gente en el estudio - ¡Cómo sabe este Juan!<br /><br />Juan – Sigo… El 1º de abril llegan a Puerto Rico y actúan en el teatro Paramount, y cuando se van, se les une el masajista Alfonso Azaff, de ese país.<br /><br />Gente en el estudio y conductor – (Todos miran a Avelino)<br /><br />Avelino – Sí, señor.<br /><br />Gente en el estudio y conductor – (Mirando a Juan) ¡Ahhhhhhhhhhhh!<br /><br />Juan- El 25 de abril, en el barco “Lara” llegan a La Guayra, de donde van a Caracas en tren. Debutan en el teatro “Principal”, luego van a Maracay y allí, hay un dato importante, el presidente de Venezuela Juan Vicente Gómez le pide “Pobre gallo bataraz”. Y el presidente, a cambio, sabiéndolo aficionado a la riña de gallos, le regala a Gardel 10.000 bolívares por su actuación.<br /><br />Conductor - ¡¿Es verdad?!<br /><br />Avelino – Sí, señor…<br /><br />Conductor y gente en el estudio – (A partir de ahora, cada noticia confirmada por Avelino merece aplausos, gritos, expresiones de alegría)<br /><br />Juan – Luego siguen por Valencia, Maracaibo y Cabimas. El 23 de mayo llegan en la nave Medea, a Curaçao y en avión, a la isla de Aruba.<br /><br />Avelino – Correcto.<br /><br />Juan – El 4 de junio, arriban en el vapor “Presidente Gómez” a Barranquilla, en Colombia y van a Cartagena pero a pesar de ser sensacional su éxito, ¿qué hace Gardel?<br /><br />Avelino – Rechaza más ofertas porque no soporta el calor tropical.<br /><br />Juan – Correcto. Allí se les unen dos empresarios. El chileno Celedonio Palacios y el venezolano Henry Swart. Y el 10 de junio actúa en Medellín…En el aeródromo, ¿qué ocurre, don Avelino?<br /><br />Avelino – Recibe una recepción de miles y miles de colombianos que invaden la pista, corriendo el peligro de un accidente. Y es conducido en una caravana de autos al hotel Granada.<br /><br />Juan - ¡Correcto! Algo sabe, Avelino, ¿eh? Para hacerla corta, actúa en los teatros Real y Olimpia y se despide con una actuación en un programa radial de “La voz de la Víctor”, en la fonoplatea donde se produce la rotura de la baranda de la escalera por la avalancha de público que pudo terminar en tragedia… Y este dato es clave… En el restorán Francés, una joven vidente le dice que va a tener el accidente… Hecho que ya le habían advertido en Nueva York… El 24 de junio llega al aeródromo Techo partiendo a las 12.30 en el trimotor Ford F- 31 de la Compañía Saco, conducido por el piloto Stanley Harvey, un excelente avión de la época. Iban diez personas. En el aeródromo Enrique Olaya Herrera, de Medellín, se abastecen con 250 galones de gasolina. Toman algún refreso y Gardel, cerveza…<br /><br />Avelino – Es lo que dicen…<br /><br />Juan – A las 15 horas suben al avión (A esa altura, los nervios en el estudio por el desenlace de la historia son insoportables) y cambian de piloto… Ahora es Ernesto Samper Mendoza, copropietario de Saco. Suben dos personas más. Willy Foeste y Grant Flynn.<br /><br />Avelino – El primero, acompañante y este último, jefe de tráfico de Saco.<br /><br />Juan – El avión comienza el carreteo para levantar vuelo. A veinte metros, fuera de la pista está el avión Manizales pronto para partir. Y, fuera de toda lógica, el avión que llevaba a Gardel, gira hacia el Manizales y… choca contra él provocándose la tragedia. (Todos en el estudio, al borde de la crisis de nervios, ante la noticia explotan. Algunos lloran, otros se abrazan) Muchas gracias, Avelino… (Todos aplauden) Presten atención ahora a lo que sigue… Pedro, adelante…<br /><br />Pedro – (Todos lo aplauden a rabiar) ¿Qué pasó en la pista? ¿Acaso una ráfaga de viento volcó al F- 31 para la derecha?…<br /><br />Todos - ¡Noooooooooooooooooooo!<br /><br /><br />Pedro - ¿Acaso se le detuvo el motor izquierdo?<br /><br />Todos - ¡Noooooooooooooooooooo!<br /><br />Pedro - ¿Se frenó imprevistamente la rueda derecha?<br /><br />Todos - ¡Menos!<br /><br />Pedro – El experto Gordon Willams, máximo especialista en la materia, descartó la teoría del viento<br /><br />Todos - ¡Claro! ¡Era obvio!<br /><br />Pedro - ¡Tres de los sobrevivientes, Josep Plaja que vivió hasta los ’80 en Cataluña, José María Aguilar que murió en un accidente de tránsito… y Grant Flynn, quien recibió menos lesiones y desapareció misteriosamente, dieron datos esclarecedores!<br /><br />Todos – ¡Cuáles, cuáles!<br /><br />Pedro – Plaja insistió siempre con esta frase: “Las causas del accidente hay que buscarlas en lo que pasó la noche anterior”<br /><br />Todos – ¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh! ¡¡¡¡Y qué pasó!!!!<br /><br />Pedro –Una partida de póker se habría extendido de más y habría retrasado el vuelo para el día siguiente… Pero hay más datos. Aguilar dijo que se llevaría el secreto a la tumba. Pero una vez le dijo a Isabel del Valle que Gardel le reprochaba a Le Pera las condiciones en lo había hecho actuar. Dijo Gardel: “Si por vos fuera, con tal de ganarte un mango, sos capaz de hacerme cantar en una letrina”<br /><br />Todos – (Espantados) Ajjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjj<br /><br />Pedro – Gardel gritaba en el avión. Le Pera, que había puesto todo el dinero de la gira en su propia cuenta… sacó el revólver… (suspenso) y unos dicen que disparó contra Gardel que según Aguilar habría caído sobre Samper sin exhalar un grito…<br /><br />Todos - ¡Ay, qué espantoso!<br /><br />Pedro- Y la otra versión es que… Le Pera le disparó al piloto que perdió el control del avión…<br /><br />Todos – (Lloran. Se abrazan)<br /><br />Pedro – Pero para confundir más lo sucedido, la autopsia de Samper dio que éste murió carbonizado… con una bala en la nuca…<br /><br />Todos – No, no… Basta, no podemos más…<br /><br />Pedro - ¡¿Quién lo mato?!<br /><br />Todos - ¡Quién, por favor!<br /><br />Pedro – No se sabe… Y en la autopsia se dedujo que podía ser el cadáver incinerado, el de Gardel, pero…<br /><br />Todos - ¡Perooooooooooooo!<br /><br />Pedro – Gardel no subió a ese avión…<br /><br />Todos - ¡¿Noooooooooooooooo?!<br /><br />Pedro – Gardel, cuando fue a buscar la cerveza, después entró en el baño, y en la confusión arrancó el avión. Cuando se dieron cuenta que no estaba, quisieron dar la vuelta para buscarlo… y chocaron contra el otro avión…<br /><br />Todos – (Aliviados) ¡Ahhhhhhhhhhhhh!<br /><br />Conductor – (Desesperado) ¡¿Entonces?!<br /><br />Pedro – Gardel, perdió la memoria. Una anciana lo recogió y se lo llevó para su casa. Allí, luego de varios años recuperó la lucidez y se enteró de la noticia, pero ya era tarde. Supo también todo lo que pasó después, y decidió convertirse en una leyenda…<br /><br />Todos - ¡Qué noble! ¡Qué gesto!<br /><br />Pedro – Gardel viajó a Marruecos en busca de su hogar. Pero al tiempo, la guerra mundial lo rodeó. Se alistó en el ejército francés para darles ánimo a los soldados con su canto. Cantó a las compañías que combatían a las tropas nazis. Mantenía el espíritu de sus compañeros. Se disfrazaba de Gardel y lo imitaba… Bueno, se imitaba a sí mismo… Muchos argentinos que estaban en las filas aliadas y se burlaban y decían que era parecido… Pero como el Mago, ninguno… Conoció a muchas damas a quienes calmó en su soledad. Una de ellas, millonaria, una vez terminada la guerra le compró una casa y le pedía todas las mañanas que la despertara con su canto. Pero Gardel, harto, deseoso de las carreras y el Abasto se escapó y de polizón llegó a Buenos Aires. Allí intentó contar su historia pero nadie le creyó. Entonces, decidió aceptar la realidad. Finalmente, Gardel está entre nosotros…<br /><br />Todos – (Miran desesperadamente alrededor) ¡¿Dónde, dónde?!<br /><br />Pedro – No. No puedo decirlo. Cuando hablé con él, juré llevarme a la tumba esa información.<br /><br />Todos – (Desesperados) ¡Mátenlo! ¡Qué lo diga! ¡Te vamo a reventar!<br /><br />Pedro - ¡Calma, calma! (No sabe qué hacer)<br /><br />Juan - ¡Calma, señores, está bien, yo lo voy a decir.<br /><br />Todos – (Se calman y escuchan)<br /><br />Juan – Señoras y señores. Tengan paciencia. El señor conductor me dará la razón. No estamos autorizados por el propio Gardel a contar dónde se encuentra. Pero prometemos intentar convencerlo para que aparezca en el programa…<br /><br />Todos – ¡Sí, sí, que lo convenzan!<br /><br />Conductor - ¡Sí, por favor, sería sensacional! ¡Ya me lo imagino! Se llamaría “El retorno de Gardel”<br /><br />Avelino – (Entra furioso) ¡Todo esto es una patraña! ¡¿Se imaginan la edad que tendría si estuviera vivo?!<br /><br />Todos – (Silencio total. Miran a Juan y Pedro)<br /><br />Pedro – (Avanza, se para en el centro del estudio, y con gesto canchero le dice a Avelino) Pero don Avelino Mendieta… Me extraña… Usted lo sabe… Gardel puede hacer cualquier cosa… Puede aparecer en cualquier lado… Porque (misterio)… Dígame la verdad… ¿Quién es Gardel? (Suspenso) Gardel es el Mago. El Mago Gardel.<br /><br />Todos – (Silencio total. Se miran y terminan aplaudiendo a rabiar. En medio de ese escándalo suena el teléfono. Silencio expectante)<br /><br />Conductor - ¿Hola? ¿Quién habla?<br /><br />Voz en el teléfono – Aquí, Carlos Gardel… Los estaba viendo desde Marruecos por internet… Les mando un abrazo a todos… Espérenme… Volveré… Siempre volveré…<br /><br />(Todos aplauden. Juan y Pedro quedan estáticos mirando al público sin saber qué hacer, con caras de pánico. Se apagan las luces en medio de los gritos y aplausos)<br /><br />Finanimal stormhttp://www.blogger.com/profile/14507451639067425936noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-450246237374959914.post-50861136658348815862007-05-25T19:17:00.000-07:002007-09-18T18:34:36.062-07:00ESPERANDO VISITASSe encienden las luces y se ve el interior de una casa, el living-comedor, en el centro hay una mesa muy bien servida, como para una cena para cuatro personas. Las cuatro sillas alrededor de la mesa. Hacia un costado del escenario, junto a una ventana hay un sillón de dos cuerpos, dos sillones chicos y una mesa ratona. En otro rincón, opuesto a los sillones, se encuentra un televisor que permanecerá iluminado con luz puntual durante toda la obra. Entra ella a escena trayendo algo que faltaba para la mesa<br /><br />ELLA<br />No te entiendo, hablá más fuerte. (cambiando el tono) “ habla ahora o calla para siempre” (esto lo dice mirando al público)<br /><br />EL<br />( entra acomodándose la camisa) te decía que el helado es mejor que lo saquemos....<br /><br />Mientras él dice esto, ella va saliendo de escena, como atareada para que esté todo listo.<br /><br />EL<br />...del freezer porque no se va a poder servir (mirando al público) “ como no servimos nosotros”.<br /><br />ELLA<br />(entrando) prefiero esperar un poco.<br /><br />EL<br />Bueno, como quieras.<br /><br />ELLA<br />Está todo listo, ¿nos sentamos un rato?<br /><br />Se sientan juntos en el sillón grande.<br /><br />EL<br />Estás muy linda.<br /><br />ELLA<br />Gracias.<br /><br />EL<br />¡pero cómo me vas a agradecer!<br /><br /><br />ELLA<br />Soy muy educada<br /><br />EL<br />Ridícula, querrás decir<br /><br />ELLA<br />Ridículo vos, ¡qué me venís a decir que estoy linda!, hace mucho tiempo que te parecés más a un pescado frío que a un hombre.<br /><br />EL<br />Claro, porque vos sos un volcán, como dirían los muchachos del barrio, un bofe con aros, ni moverte sabés.<br /><br />Ella se levanta, se saca los aros, los deja sobre la mesa ratona y se dirige a acomodar algo en la mesa servida.<br /><br />ELLA<br />Creo que el servilletero no está bien en este lugar (lo saca y lo pone en otro sitio de la mesa).<br /><br />EL<br />Sí, tenés razón, queda mejor ahí.<br /><br />Ella vuelve a sentarse pero lo hace en un sillón pequeño.<br /><br />ELLA<br />Escuché que estacionaba un coche.<br /><br />EL<br />(Se levanta y mira por la ventana) Sí, pero son visitas que van a otra casa.<br /><br />ELLA<br />(sigue sentada y se mira las manos) Llevo los puños apretados desde hace tanto tiempo que ya no recuerdo mi mano abierta.<br /><br />EL<br />(sirviéndose algo para tomar y picando algo de la mesa) Qué bien te salió el paté de hígado, está riquísimo. (Se dirige nuevamente hacia la ventana) Otro coche que va a la casa de los vecinos.<br /><br />ELLA<br />Ah!<br /><br />EL<br />(se sienta en un sillón pequeño con los brazos caídos) Un arañazo de odio y piedad me tuerce la cara. (hace el gesto de ser golpeado en la cara)<br /><br />ELLA<br />Los vecinos reciben visitas caprichosamente.<br /><br />EL<br />¿qué quiere decir caprichosamente?<br /><br />ELLA<br />Que viene cualquiera y a cualquier hora con mucha familiaridad.<br /><br />EL<br />Es una familia expansiva.<br /><br />ELLA<br />(riéndose)Expansión es una palabra infame que contradice el rumbo de las personas (su voz es melancólica, se vuelve a mirar las manos, se levanta y vuelve a acomodar los vasos en el mismo lugar).<br /><br />EL<br />¿no tendríamos que sacar el helado del freezer? (pregunta mirando por la ventana)<br /><br />ELLA<br />¿ya llegaron?<br /><br />EL<br />(mirando al público) no sé si dije que me estoy secando por dentro.<br /><br />ELLA<br />Bueno, si querés saco el helado del freezer (lo dice sin moverse).<br /><br />EL<br />(se levanta entusiasmado y va hacia la ventana) acaba de llegar un coche como el de nuestros invitados, pero la pareja que bajó tiene por lo menos veinte años menos que nuestra visita.<br /><br />ELLA<br />O sea, veinte años menos que nosotros.<br /><br />EL<br />Así es mi querida.<br /><br />ELLA<br />Un cuerpo, el mío, el de antes, el de ahora, otro cuerpo (lo dice haciendo primero movimientos seductores y termina en una postura rígida).<br /><br />EL<br />(se sienta en un sillón cruzando las piernas y canta) “la juventud se fue...”. (dice tristemente) tu mano era mi sostén.<br /><br />ELLA<br />Debían ser amigos de los hijos.<br /><br />EL<br />¿Quiénes?<br /><br />ELLA<br />La pareja que fue a la casa de al lado.<br /><br />EL<br />Ah.<br /><br />ELLA<br />Está todo en orden ¿no?, digo, la mesa está bien puesta ¿no?<br /><br />EL<br />Sí, vos sos muy buena anfitriona.<br /><br />ELLA<br />Tu cuerpo es para mí de madera y era tan bello!<br /><br />El se levanta y se vuelve a servir algo de la mesa.<br /><br />ELLA<br />Esperá a que lleguen los invitados.<br /><br />EL<br />Sí tenés razón (se va hacia la ventana y mira hacia fuera) Es una noche muy bella, podríamos salir a dar una vuelta ¿no?<br /><br />ELLA<br />Esperamos visitas.<br /><br />EL<br />Sí, claro. Llevo ya mucho tiempo transformándome en un desierto (se sienta en un sillón chico).<br /><br />ELLA<br />Quizás después de cenar podemos salir con las visitas a dar un paseo.<br /><br />EL<br />Sí, pero mejor no, porque seguro se quedan hasta tarde.<br /><br />ELLA<br />Dentro de unos minutos saco el helado del freezer.<br /><br />EL<br />(va hacia la ventana) sí, deben estar por llegar.<br /><br />ELLA<br />Tengo marcas (se mira las manos con tristeza).<br /><br />EL<br />¿Sabés qué pienso? Que los vecinos deben invitar gente joven y adultos, todos mezclados ( se sienta con aire de canchero).<br /><br />ELLA<br />Las marcas son los límites por donde se escapa la vida (dicho con resignación).<br /><br />EL<br />¿la carne está cortada?<br /><br />ELLA<br />Sí ¿por qué, ya llegaron?<br /><br />EL<br />No, pregunto nada más.<br /><br />ELLA<br />Hice cuatro ensaladas distintas, creo que es más que suficiente, ¿no?<br /><br />EL<br />La tristeza nos fue amasando el rostro.<br /><br />ELLA<br />También hice la ensalada que a vos te gusta.<br /><br />EL<br />No sé por qué te acordás de lo que a mí me gusta sólo cuando vienen visitas, será para aparentar.<br /><br />ELLA<br />No seas necio.<br /><br />EL<br />¿yo necio o vos hipócrita?<br /><br />ELLA<br />Quizás las dos cosas ¿no?<br /><br />El se levanta y va hacia la ventana, mira con impaciencia.<br /><br />ELLA<br />Parecés un pájaro enjaulado que se desespera por volar. ¿Esperás visitas o una señal para poder salir?<br /><br />EL<br />Callate, por favor, ¿quién sos vos para hablar de mi desesperación?, vos hace mucho tiempo que no sabés qué hacer con la tuya.<br /><br />ELLA<br />Mi desesperación es por otras causas.<br /><br />EL<br />Ah sí, seguro que mejores que las mías,¡ pero no digas estupideces!, en el fondo somos dos que desesperamos.<br /><br />ELLA<br />(se mira las manos) Mis marcas se llenaron de humedad, se ablandaron, son una llanura abierta donde nada se detiene ( abre las piernas y se toca).<br /><br />EL<br />(mirando nuevamente por la ventana) no te dije, siguen llegando los invitados de los vecinos, parece una fiesta importante.<br /><br />ELLA<br />A vos te hubiese gustado ser un invitado ¿no?<br /><br />EL<br />Es mejor que esperar visitas.<br /><br />ELLA<br />¿saco el helado del frezer?<br /><br />EL<br />Esperá unos minutos más. (se acerca a ella) Quiero besarte.<br /><br />ELLA<br />Ni se te ocurra.<br /><br />EL<br />¿Por qué no?, que sea como antes, como al principio.<br /><br />ELLA<br />Nada es como antes (con tristeza). La humedad se mete debajo de mis dientes y los afloja (se toca la cara).<br /><br />EL<br />Me pareció escuchar la puerta de un coche (corre hacia la ventana, mira y vuelve decepcionado). Una grieta se abrió entre nosotros.<br /><br />Ella se mira las manos.<br /><br /><br /><br />EL<br />¿escuchaste la bocina? (se levanta y sale de escena)<br /><br />ELLA<br />(se acomoda el pelo y el vestido, vuelve a acomodar los platos ya acomodados) No te escucho hablá más fuerte (saliendo de escena)<br /><br />EL<br />(se escucha su voz) Creo que es mejor sacar el helado del freezer.<br /><br />Queda la escena vacía, se van apagando las luces, queda un instante la luz puntual del televisor.<br /><br /><br /><br />APAGON<br /><br /><br />FIN<br /><br /><br />Contacto: Ana Maugeri <a href="mailto:anamaugeri@ciudad.com.ar">anamaugeri@ciudad.com.ar</a><br />Todos los derechos reservados DNDA Nº 145708animal stormhttp://www.blogger.com/profile/14507451639067425936noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-450246237374959914.post-21604398684480764222007-05-25T15:39:00.000-07:002007-09-18T18:43:01.582-07:00HISTORIAS DE HACHA Y MACHETEHISTORIAS DE HACHA Y MACHETE<br />MENCIÓN ESPECIAL “UNIVERSIDAD DE MEDELLÍN” 1985<br />JORGE VALENCIA VILLEGAS<br />Bogotá 1983<br />Primera edición: diciembre de 1985<br />Universidad de Medellín. Editorial Lealon Medellín<br />Segunda Edición revisada 1990 Editorial TAO.<br />Tercera Edición 2007 BATAKLAN<br />© Jorge Valencia Villegas<br />© BATAKLAN<br />Diseño y diagramación<br />Paola Valencia<br />BATAKLAN Ediciones<br />Impreso y hecho en Colombia<br />CONTENIDO<br />Prologo por Luis Alberto García Jiménez<br />Historias de hacha y machete (Reseña)<br />El autor (Breve reseña)<br />La Carpeta (Puesta en escena 2006)<br />Sinopsis (De la actual puesta en escena)<br />El Elenco<br />El Director (Breve reseña)<br />Historias de hacha y machete<br />Personajes<br />I<br />Bloque I – Cuadro I<br />Bloque I – Cuadro II<br />Bloque I – Cuadro III<br />II<br />Bloque I – Cuadro I<br />Bloque I – Cuadro II<br />Bloque I – Cuadro III<br />III<br />Bloque I – Cuadro I<br />Bloque I – Cuadro II<br />Bloque I – Cuadro III<br />A MANERA DE PROLOGO<br />Por Luis Alberto García Jiménez<br />Soy amigo de Jorge y, por lo tanto, se podría pensar que esa amistad sería incómoda para escribir algo, que a manera de prólogo, hablara objetivamente de “Historias de Hacha y Machete”. Se podría pensar que esa carencia de objetividad me pudiera llevar hasta el peligro de caer en el ditirambo. Sin embargo, la otra cara de la moneda establece que nadie podría tener mejores conocedores de uno y de sus acciones que los propios amigos. Además, hay un hecho más que debo poner presente para que nuestros lectores se enteren debidamente de la autoridad moral que tengo para escribir sobre Jorge y su obra: soy el director de la última puesta en escena de “Historias de Hacha y Machete”<br />Cuando leí la obra, hace ya casi un lustro, me propuse dar cuerpo a un deseo que se iba conformando en la misma medida que avanzaba en la lectura: montar la obra. ¿Qué era lo que de ella me atraía? Leyendo el texto descubrí algo; algo que en mi trasegar de dramaturgo del teatro histórico colombiano, no había tenido en cuenta. Estudié la historia del país a través de sus héroes: Bolívar, Santander, Nariño, Caldas, Torres, López Pumarejo, Gaitán, etc. Me atraía la figura del héroe porque entendía que una sociedad como la nuestra necesitaba paradigmas que le marcaran el camino, que le produjeran orgullo, que le proporcionaran valores suficientes a cada ciudadano para que así pudiera participar con solvencia en la consolidación de un país más consecuente con sus necesidades.<br />Y lo que descubrí en “Historias de Hacha y Machete” es que la historia la hacen los pueblos, no solamente los héroes. Estos, a la postre, no se manifiestan sino cuando las necesidades de los pueblos los requieren. Lo histórico, pues, pienso ahora, no se produce gracias a los héroes sino gracias a los pueblos que los forjan a la misma medida de sus necesidades. A la larga, si uno reflexiona debidamente, los héroes son capaces de traicionar a los pueblos; pero los pueblos, no; los pueblos no traicionan, simplemente cumplen su destino.<br />En el movimiento de la colonización antioqueña por las regiones que después se llamarán el “eje cafetero”, el héroe es el arriero que abre caminos, el campesino que necesita dar de comer a su familia y funda pueblos, el posadero que abre fondas que proporcionan descansos que a su vez crean pausas de respiro, de solidaridad y de bambuco; el barequero que pacientemente va dejando en el fondo de la batea las pepitas de oro necesarias para fundar ciudades tan bellas como Santa Fe de Antioquia; la mujer aguerrida que trepa montañas con sus pequeños a cuesta, sirviendo de férreo soporte a los hombres los que sin ese auxilio les hubiera sido imposible llevar a cabo semejante gesta. Y todos ellos, hombres y mujeres, se constituyen en la dinámica, en el empuje, en la terquedad, en el caudal de un movimiento colonizador que por do quiera que fuera, iba dejando una estela de pueblos, de sementeras, de caminos, de paisaje, de verraquera y coraje.<br />Y todo eso está orgullosamente plasmado en “Historias de Hacha y Machete” de Jorge Valencia Villegas; empaquetado en un bello lenguaje que encierra poesía y sentimiento.<br />Dejo, pues consignada en esta página, mi admiración por el autor y su obra, la que tuve el privilegio de poner en escena con BATAKLAN y su grupo de estupendos actores.<br />L.A.G.J.<br />HISTORIAS DE HACHA Y MACHETE<br />(Reseña)<br />LA OBRA<br />En 1983, en el mes de septiembre, “Historias de hacha y machete” se estrena en Bogotá en la sala Gabriel García Marques, hoy Centro Jorge Eliécer Gaitán, por el grupo de teatro del Taller de Artes y Oficios, la puesta en escena es de su autor y actúan entre otros Ariel Acosta, Alejandro Beer, Carlos Flores, Carlos Orlando Bohórquez, Consuelo Figueroa, Jaime Enrique Bohórquez y Luz Marina Piñeros. También hicieron parte del grupo de investigación inicial Marina Lamus Obregón y Nubia Pulido. Después de una corta temporada en la capital el grupo se desplaza a la región del “Viejo Caldas” y realiza una gira por veredas y pequeñas localidades de los municipios de Anserma, Risaralda, Arauca, Manizales, etc., gira que se prolonga por tres meses y que culmina con la filmación documental del ejercicio por el Cuarto Canal de Londres.<br />El proyecto que se inicia con la dinámica de la creación colectiva dirigido por Valencia, siguió los postulados de Ariane Mnouchkine y Eddy Armando Rodríguez y fue cristalizado dramáticamente y como texto definitivo por su director, quien hizo las adaptaciones para espacios abiertos y cerrados.<br />En 1985 con el texto anterior a esta edición revisada por el autor, participa en el Primer Concurso de Obras Dramáticas de la Universidad de Medellín, donde obtiene Mención Especial, siendo jurados Carlos José Reyes, Gilberto Martínez y Jaime Botero. Del acta del jurado citamos el siguiente aparte: “Historias de hacha y machete” trata el tema de la colonización antioqueña a mediados del siglo XIX, hasta el del cultivo del café y la lucha por la tierra, culminando con los dramáticos hechos del 9 de abril de 1948. Campesinos, mineros, exploradores, comerciantes y aparceros, van contando la historia por medio de un discurso épico, en el cual los acontecimientos se, entrecruzan y construyen por medio de breves escenas que incluyen conversaciones en tiendas y campamentos campesinos, competencias de coplas, retahílas de culebreros y otras técnicas de dialogo que se expresan por medio de un lenguaje que toma elementos populares y locales, aunque trascendiendo la simple estampa pintoresca y folclórica, para permitir que se desarrolle una estructura abierta, capaz de dar cuenta de importantes momentos de la realidad nacional durante 100 años de historia, a partir de personajes simples y cotidianos. Sin duda, la obra posee elementos diversos de indudable valor que permiten la producción de un vivo espectáculo teatral”<br />La obra fue publicada la primera vez por editorial Lealon de Medellín, en diciembre de 1985, junto con: “El cumpleaños de Alicia” y “Más allá de la ejecución” de Henry Díaz, dicha publicación fue financiada por la Universidad de Medellín bajo el titulo de “Teatro No 48” sobre esta edición Fernando Gonzáles Cajiao, historiador, critico y hombre de teatro escribe un comentario en <a href="http://www.lablaa.org/blaavirtual/publicacionesbanrep/boletin/boleti1/indice.htm" target="_blank">Boletín Cultural y Bibliográfico</a>. <a href="http://www.lablaa.org/blaavirtual/publicacionesbanrep/boletin/boleti4/bol7/bol7.htm" target="_blank">Número 7,</a> Volumen XXIII, 1986, titulado: No sólo de café vive Colombia y del que recogemos el siguiente fragmento “… y hay que concluir diciendo que este volumen, en conjunto, es un libro apreciable. El teatro colombiano ha adquirido ya, en ocasiones como la presente, una madurez, un vigor, una autenticidad y un estilo todavía injustamente desconocidos e inapreciados. Este tipo de ediciones, que ya a pesar de todo comienzan a no ser tan raras, deberían estimularse en todas las regiones del país; podríamos descubrir así, maravillados, quizás para alivio de nuestro orgullo nacional tan maltrecho, que Colombia no es solamente café, esmeraldas y droga.”<br />En 2006 el reconocido director y dramaturgo colombiano Luis Alberto García Jiménez la lleva a escena con el grupo de la Corporación Arte Escénico – BATAKLAN Teatro, grupo que la conserva en repertorio y que en este momento financia esta publicación revisada por el autor.<br />EL AUTOR<br />Jorge Valencia Villegas nace en Manizales en 1948. Realiza estudios de Teatro en la FUCU, continuando en Francia a donde viaja en 1971 ingresando a la Universidad de París VIII. Se ha desempeñado como Actor, Director y Dramaturgo en el “Lobo” de Manizales, “La FUCU”, “La MAMA” de Bogotá y París, “La Mandrágora” y “El Taller de Artes y Oficios”.<br />En 1976 dirigió el Departamento de Teatro de la Escuela de Bellas Artes de Ocaña, siendo esta dependencia de Colcultura.<br />En 1969 escribe y pone en escena con el grupo de Teatro experimental de la FUCU, “El quinto sueño de Celedonio” y en 1970 esboza “Mecánica 60” juego de objetos y muñecos, en el que bosqueja diez años de oposición juvenil al statu quo, obra inédita escrita en París en 1971 y no llevada a escena.<br />Coautor de “Chaupi Punchapi Tutayaca”, creación colectiva del teatro La Mama de Bogotá, obra con la que se participo en el Festival Internacional de Teatro de Nancy, Francia, abril de 1971.<br />En 1979 traduce y pone escena para la Mandrágora “Esperando a Godot” de Samuel Beckett estrenando en el Teatro la Mama de Bogotá<br />Su guión “Colonización y café” fue seleccionado por la Televisión Inglesa (Cuarto Canal de Londres) como parte del programa “Commodities” dirigido por Jhonatan Curling, proyecto en el que Valencia también realizo la dirección de Actores y que se filmo con cámara de Jorge Silva y producción de la antropóloga Venezolana Ruby de Valencia en zona rural del municipio de Anserma y se difundió por la televisión Europea en 1984<br />En 1985 obtiene Mención Especial en el Primer concurso de obras Dramáticas Universidad de Medellín<br />Sus últimas actividades incluyen el diseño y presentación al ICFES de la Carrera de Teatro con énfasis en Técnicas del Espectáculo para la Escuela de Artes y Letras de Bogotá 2002.<br />Diseño y dirección del proyecto “América es un Crisol” para Bataklan en el programa Escuela Ciudad Escuela, de la Secretaría de Educación 2004. Diseño y Dirección del proyecto “La Creación Colectiva, una herramienta pedagógica” para el programa Escuela Ciudad Escuela 2006<br />LA CARPETA<br />Textos incluidos en la carpeta de presentación del año 2006 para la puesta en escena de Luis Alberto García Jiménez con la Corporación Arte Escénico BATAKLAN Teatro, en su proyecto pedagógico.<br />LA OBRA<br />HISTORIAS DE HACHA Y MACHETE es una obra de teatro escrita por Jorge Valencia Villegas y dirigida por el maestro Luís Alberto García Jiménez uno de los pilares del nuevo teatro colombiano, autor entre otras obras de “I TOOK PANAMA”, “TOMA TU LANZA SINTANA”, “EL SUEÑO DE GETTYSBURG”, etc. La obra obtuvo Mención Especial en el Primer concurso de obras dramáticas Universidad de Medellín 1985 y fue publicada por la editorial Lealon en diciembre del mismo año con el titulo Teatro Nº 48<br />En ella Valencia Villegas nos recrea momentos de la república que nos acercan al proceso de la colonización antioqueña, hito de nuestra historia social y económica, cubriendo cien años, desde principios de 1800 hasta principios de 1900. “Campesinos, arrieros, aparceros, comerciantes, gentes del pueblo, van contando la historia por medio de un discurso épico, en el cual los acontecimientos se entrecruzan y construyen en breves escenas…”<br />Esta puesta en escena de Bataklan se incorpora al proyecto 2010, 200 años de independencia, proyecto con el que queremos acercar a los chicos a algunos de los hechos más relevantes de nuestra historia y que venimos desarrollando desde el año pasado con “Las nueve estaciones o los derechos del hombre” escrita y dirigida por Luís Alberto García Jiménez, teniendo como antecedente la puesta en escena de “I took Panama” en el 2003 obra con la que se participo en el Festival de Teatro de Manizales de ese año.<br />En esta representación los chicos, se encontrarán con el universo de los campesinos antioqueños gestores de esta epopeya, hombres y mujeres comunes y corrientes que verán reflejados en sus padres y abuelos.<br />El acompañamiento musical es otro de los atractivos que ofrece esta puesta en escena, en la que el hecho histórico estará desarrollado en conversaciones de fondas, tiendas y campamentos campesinos, competencias de copleros, retahílas de jugadores, culebreros, adivinadoras y otras técnicas de diálogo que se expresan por medio de un lenguaje que toma elementos populares y locales, yendo mas allá de la imagen pintoresca y folklórica.<br />Estos elementos seguramente le plantearan al chico inquietudes y posibilidades creativas para aportar en el proceso de aprendizaje de las ciencias sociales dentro y fuera de su colegio<br />SINOPSIS de esta versión<br />“HISTORIAS DE HACHA Y MACHETE”<br />Autor: Jorge Valencia Villegas<br />Director: Luís Alberto García Jiménez<br />Genero: Drama<br />Duración: 1 hora 15 minutos<br />Foro: entre 15 y 30 minutos<br />Presenta: Bataklan Teatro<br />Primer Cuadro: El inicio. En un ambiente de feria de pueblo encontramos culebreros, ruleteros, gitanas y hombres del común en pleno jolgorio, en torno a él se desarropa toda la trama.<br />Nuestra historia comienza en los primeros años de 1800, mientras un campesino narra sus peripecias en estos primeros días del siglo XIX, años de la lucha por la independencia de España, vemos el desplazamiento campesino, motivado por razones en su mayoría económicas.<br />Segundo Cuadro: El amor. Nos muestra el encuentro y constitución de nuevas familias como la base social de este proceso, que abriga la conjugación étnica de Africanos, Asiáticos, Europeos y Americanos.<br />Tercer Cuadro: Las dificultades. El establecimiento y la posesión de las nuevas tierras no carece de vicisitudes, la colonización que en un primer momento fue fomentada por el gobierno provincial va a encontrar escollos con los supuestos propietarios de grandes extensiones de tierra que con cédulas reales y papeles notariados querían frustrar las esperanzas de los nuevos aparceros, llegando a la violencia y el atropello.<br />Cuarto Cuadro: El asentamiento. Vencidas las dificultades de permanencia empieza el proceso de la dominación de las nuevas tierras y con él la memoria y las añoranzas, una remembranza de lo que fueron los días de travesía, de encuentro y domesticación de la tierra, de las primeras producciones.<br />Quinto Cuadro: Las vicisitudes. La llegada y posesión de tierras no deja de tener dificultades, en este cuadro ejemplificamos una de tantas<br />Sexto Cuadro: La fonda. Con la consolidación del asentamiento llega el desarrollo y con él, un comercio incipiente alrededor de las fondas y las tiendas.<br />Séptimo Cuadro: El progreso. Con los días malos vienen los buenos. Rememoramos las numerosas guerras que afectaron al país hasta la guerra de “Los mil días” y la separación de Panamá hasta las nuevas políticas comerciales y el “desarrollo”<br />Octavo Cuadro: De nuevo en la feria. Descubrimos que todo ha sido una remembranza de un pueblo, de su trasegar y sus numerosas dificultades que le llevaron a gestar una epopeya única en la historia nacional<br />Noveno Cuadro: Los comediantes. El teatro dentro del teatro. En la feria nos encontramos con actores quienes nos representan situaciones alusivas al presente escénico, en ellas vemos cómo se empiezan a manifestar las fluctuaciones del mercado y cómo afecta al campesinado<br />Décimo Cuadro: Matamaleza. Los comediantes muy jocosamente, por medio de títeres y en un homenaje al titiritero Manuelucho, nos recrean uno de los males del progreso, la violencia y la ambición.<br />Cuadro Once: ¡Que viva la fiesta! Cerramos la puesta en escena con un nuevo encuentro con el culebrero, el ruletero, las adivinadoras, los saltimbanquis, el lanza fuego, los serenateros, etc. Y con ellos nos despedimos.<br />El Elenco:<br />Nayibe Barón Acuña<br />Francia Cárdenas<br />Yolanda Guzmán<br />Alfredo Aguilar<br />Guido Molina<br />Santiago Munevar<br />Jorge Valencia<br />Leandro Vargas<br />Henry Yepes<br />Música:<br />Jimmy Robles<br />Interpretes:<br />Aquizamín García, Jimmy Robles<br />Voces:<br />Santiago Munevar, Henry Yepes<br />Letra:<br />Luís Alberto García Jiménez<br />El Director<br />LUÍS ALBERTO GARCÍA JIMÉNEZ<br />DRAMATURGO Y DIRECTOR BATAKLAN TEATRO<br />Breve Reseña<br />Actor, Director, Dramaturgo, nacido en Tunja en 1937<br />Comenzó su carrera teatral en la Universidad Nacional en el grupo de Teatro “EL BÚHO” de la Universidad Nacional dirigido por Fausto Cabrera y Santiago García, mientras realizaba estudios de Filosofía y Letras<br />Cursó estudios de Arte Dramático en la Escuela Nacional de Teatro del Teatro Colón de Bogotá dirigida por Víctor Mallarino<br />Ganó beca para adelantar sus estudios en París y México.<br />Director del Grupo de Teatro de la Universidad de América, durante un lustro.<br />Director alterno, dramaturgo y actor del TPB. Teatro Popular de Bogotá durante una década, allí dirigió más de una veintena de montajes<br />Director y Libretista para Televisión.<br />Director del T.I.B. (Teatro Independiente de Bogotá)<br />Entre sus obras se cuentan: “Los Caballeros del Dorado” “Catalina Bardo” “Adiós para Siempre” “La Viuda del Celador” “Vivir en Paz” “La Gaitana” “La Opera de los Tres Gramos” “¡Gaitán!” “El sueño de Gettysburg” “Toma tu lanza Sintana” “Violencia” “El gorro de cascabeles” “Tras las huellas de la historia “etc.<br />Es también autor de “I TOOK PANAMA” obra estrenada en 1975 por el TPB con dirección de Jorge Ali Triana; dicha obra ha sido publicada varias veces y es considerada una de las diez obras más importantes del Teatro Colombiano.<br />Actualmente es Director y Dramaturgo en Bataklan Teatro, grupo con el que ha puesto en escena su obra “Las nueve estaciones o los derechos del hombre” y ha participado en el 2005 en el proyecto ESCUELA CIUDAD ESCUELA de la Secretaría de Educación, proyecto que benefició a 25 colegios del Distrito Capital (Alrededor de 10.000 educandos)<br />Para el segundo semestre de 2006 montó con Bataklan “Historias de hacha y machete” de Jorge Valencia Villegas para el proyecto “2010, 200 años de independencia”<br />HISTORIAS DE HACHA Y MACHETE<br />PERSONAJES<br />A fines de 1983 la obra es Puesta en Escena por el “Taller de Artes y Oficios” y para ello los personajes fueron representados por un elenco de nueve actores, como aparece en el siguiente cuadro: <a name="0.1_table01"></a><br />II<br />B I-C.I<br />II<br />BI–CII<br />III<br />B.I-C.III<br />IV<br />B.II-C.I<br />V<br />BII-CII<br />B.II - C.II<br />VI<br />B.II-C.III<br />VII<br />B.III-C.I<br />VIII<br />B.III-C.II<br />IX<br />B.III-C.III<br />Padre<br />Voz<br />Colono III<br />Salomón<br />Salomón<br />Salomón<br /><br /><br />Eduardo<br />Barequero II<br /><br />Agregado<br /><br />Hijo III<br />Carlos<br />Carlos<br /><br /><br />Hijo<br />Jonás<br />Colono IV<br /><br />Hijo II<br /><br />Ruletero<br />Jaramillo<br /><br />Pedro<br /><br />Alfonso I - II<br />Alejo<br /><br />Alejo<br />Alejo<br /><br /><br />Caminante<br /><br />Colono I<br /><br /><br />Aparcero II<br />Daniel<br /><br />Oscar<br />Trapichero I<br /><br />Colono II<br />Hijo I<br />Hijo I<br /><br /><br />Matamaleza<br />Campesino<br />Trapichero II<br /><br />Colono V<br /><br /><br />Aparcero I<br />Culebrero<br />Cafetero<br /><br />Mariela<br />Mujer<br />Joven. Mujer<br />Hija<br />Hija<br />Mujer II<br />Gitana II<br /><br />Alicia<br />Madre -Caminante<br /><br />Madre<br />Madre<br />Madre<br />Mujer I<br />Gitana I<br /><br />D. Emilia<br />Grupo<br />Voces<br />Troveros<br /><br /><br /><br /><br />Corrillo<br />Coro. Voces<br />La parquedad en la arquitectura escénica (División del espacio escénico en continentes imaginarios) y la dinámica de la puesta en escena, propuesta por el texto, permitió que la pieza fuese representada en ámbitos muy diversos, desde salas perfectamente habilitadas, hasta espacios no convencionales como galpones, patios, calles y solares de fincas y veredas cumpliendo con las expectativas inherentes al proyecto inicial.<br />Historias de hacha y machete<br />I<br />BLOQUE I – CUADRO I<br />DIDASCALIA<br />La escena se desarrolla diez años después de la guerra de independencia, esbozando las raíces del proceso de lo que se llamo posteriormente: “COLONIZACIÓN ANTIOQUEÑA”<br />IMAGEN INICIAL: En escena un campesino: el padre, toca la quena, tiene recostado en sus piernas el cadáver de una jovencita. Luego entran los actores con mascaras que representan las cuatro razas que se entremezclan en el país.<br />PADRE:<br />Corría 1800, tenía yo como veinte años cuando salimos hacia los aluviones de Santa Fe. (Pausa) Yo no soy minero, nunca lo fui, me vine fue a sembrar junto a las minas. Eso siempre fue un buen negocio. (Pausa) Al principio todo estuvo bien, muy bien, nos quedaba tiempo hasta para mazamorrear. Luego las cosas cambiaron; como si nos hubiese caído una maldición, el aluvión dejo de producir, bueno, eso no era tan raro, cuando el aluvión se agotaba, los mineros levantaban vuelo, yo esperaba la recolección y luego los alcanzaba en uno nuevo, pero esta vez la cosecha se retrasó y cuando salí a buscarlos... Nada. Como si se los hubiese engullido la tierra. (Pausa) Encontré a otros barequeros, eso sí, pero ya tenían sus abastecedores.<br />BAREQUERO II:<br />Oiga hombre Jaime, los mazamorreros que usted busca, hace tiempo que se fueron para abajo del Arma.<br />PADRE:<br />Eso dijeron, yo creo que fue la selva que se los trago. (Pausa) Volví al rancho... a seguir sembrando, mi hijo no quiso regresar conmigo<br />HIJO:<br />Papá, yo definitivamente me voy a dedicar al barequeo, eso de cultivar la tierra es muy ingrato.<br />PADRE:<br />Cogió una panela, y salió y se fue. (Pausa) Ya antes se había ido Pedro, fue cuando Don Paco Mejía me propuso que comprara unas mulas. “¡No Don Paco! ¿Arriero yo? ¡Ni de fundas! Usted cree, que me voy a poner a andareguear por ahí, de lodazal en lodazal, para que me dé un reumatismo bien verraco. Eso si es que no me desbarranco por esos abismos que hay en estas montañas ¡No, hombre, gracias! Cada uno a lo suyo” (Pausa) A los tres días, Pedro me dijo que se iba.<br />PEDRO:<br />Oiga viejo, yo como que me voy con don Paco así sea de sangrero, a mí me gusta la arriería y pienso que en el lapso de tres o cuatro años, ahorrando, puedo tener mis propias mulas.<br />PADRE:<br />Luego se fue a la cocina y le dijo a Carmela...<br />PEDRO:<br />No llore mamá, si a mi no me va a embuchar la tierra, no sea bobita, yo tengo que volver cada veinte o treinta días con la recua y las mercancías. (Pausa) No se preocupe viejita, en quince o veinte días, por aquí estoy y escuche, le voy a traer una cosa bien bonita; no llore, yo le prometo que voy a venir continuamente.<br />PADRE:<br />Ella quería una mantilla y eso le trajo. Al principio fue muy cumplido ese muchacho y cada veinte, treinta días, aquí llegaba con sus mulas, así fue al principio... luego... luego vino cada seis meses. (Pausa) Pero ya hace casi dos años que no viene. Seguro el trabajo no lo suelta. (Pausa) Yo creo que fue eso lo que se llevo a Carmelita. Y esa fiebre, que mal tan tenaz, se llevo a más de cinco. Ella que nunca se levanto después de las cuatro, en esos días, no era capaz de mantenerse en pie, ni las agüitas se tomaba. Primero se puso amarilla, después, después fue ese maldito escalofrío...<br />VOCES:<br />Don Jaime, Doña Carmela definitiva- mente se le muere. ¡Pobre Mariela!<br />PADRE:<br />Eso fue lo que dijeron las mujeres. Después hasta la tierra se acabó, vino el invierno y se fue resbalando con el agua. Que cosas tan extrañas las que pasan. La cuestión es que todavía me queda la Mariela (Pausa) Y hay que levantar esta muchacha. (La joven cae al suelo, el público descubre que esta muerta)<br />Durante el monologo del padre se construyen tres imágenes: barequeros, trapicheros y caminantes.<br />BAREQUERO I:<br />Tal vez mañana si, porque hoy... solo arena y piedra. Mañana tal vez se suelte el filón más grande que jamás se vio por estos rumbos y se venga buscando a este negro barequero y guapo para el trabajo, que después de mazamorrear cinco o seis meses, se iría tapado en oro para Santa Fe de Antioquia.<br />BAREQUERO II:<br />Despiértese hombre, mañana en la batea solo habrá frustraciones; igual que hoy, arena y piedra. Lo único que se nos va a venir es el mandinga. De seguir las cosas como van, tendremos que dedicarnos a la vaquería o de pronto, a la agricultura o la arriería.<br />TRAPICHERO I:<br />Ahí van más. (Los Caminantes inician su paso)<br />TRAPICHERO II:<br />No entiendo como se pueden ir a aventurar así ¡Qué pendejada! Tal vez será que no tienen nada en absoluto.<br />TRAPICHERO I:<br />Si, a lo mejor no tienen nada, porque uno con la tierra y una bestia, nada mas necesita; se trabaja toda la semana y el domingo, se monta uno en su mula, la Rosalba en el anca, los hijos agarrados de la cola y nos vamos para la vereda. Primero voy a misa y luego, si hay que vender algo, pues lo vendo en la fonda, y si comprar, ahí mismo compro y después... después un par de tragos mientras los muchachos juegan en la manga y por la tarde, de nuevo para el rancho. Ya lleva uno unos totumos de guarapo entre pecho y espalda, entonces el viaje se hace menos duro y menos largo.<br />TRAPICHERO II:<br />Este mes ya han pasado cincuenta familias por lo menos, hasta los hijos de José María Jaramillo se están yendo, al pobre viejo ya no le queda tierra para repartir. ¡Dieciséis hijos! ¡Ave María Purísima, sin pecado concebida! ¡Dios me ampare y me favorezca!<br />TRAPICHERO I:<br />Y lo peor es que la mujer sigue pariendo. Ese viejo es un diablo.<br />BAREQUERO I:<br />Tal vez mañana si, porque hoy ya no. Hoy ya se vino la oscuridad encima.<br />II<br />BLOQUE I – CUADRO II<br />DIDASCALIA<br />Cuadro referente a la situación de migración que vivió el proceso de colonización a partir de 1830<br />IMAGEN: Mujeres y hombre en preparativos y actitud de desplazamiento.<br />MUJER:<br />Estaba chiquita cuando me mandaron a la mina, mi madre decía, que yo empecé a trabajar recién destetada, y siempre me puso como ejemplo (Pausa) Desde los cuatro años en la mina, día y noche en la mina. Hasta que un día mi padre le dijo a mi mama:<br />VOZ HOMBRE:<br />Negrita, nos largamos de aquí, aliste los muchachos, empaque los corotos y disponga los jotos, ya el amo no tiene ni conque alimentarnos... Hace más de seis meses que no viene, parece que la situación se le complico a todo el mundo. Ahora somos Paisas. Somos libres, hagamos lo que podamos con esta libertad.<br />MADRE:<br />(Lía los bártulos, prepara los trastes y fardos)<br />MUJER:<br />Y así fue, nos fuimos a barequear y en el camino encontramos negros como yo, y blancos, mestizos y ochavones. Ahí íbamos, persiguiendo el oro, de quebrada en quebrada persiguiendo el oro, “el vil metal” como decía mi viejo. En eso vivimos mucho tiempo, no fue fácil la lucha, pero nos mantuvo vivos. (Pausa) Desde recién destetada en la mina. Tal vez por eso los taitas me quisieron tanto. Hasta que un buen día me fui, con Jonás, un blanco, barequero como yo, al que le he dado cinco hijos. (Pausa) Solo se me han muerto dos… pero duelen.<br />JONÁS:<br />Por andar de lodazal en lodazal, de charca en charca, eso los afiebro, y las fiebres matan.<br />MUJER:<br />Es la razón por la que queremos cambiar nuestra suerte.<br />JONÁS:<br />Me enamore de mi negra desde el primer día que la vi, venia con toda su familia en busca del futuro, yo quede alelado, tan pulcra, tan seria, todo en ella era belleza.<br />MUJER:<br />Yo también quede encantada por Jonás, me miro con dulzura, y me dije entonces: Ese es mi hombre, tan fuerte, tan rubio, tan gentil. Nos fugamos una mañana y fuimos a parar en Marinilla. Y pues... de allá, acá. Es que se ha venido mucha gente y detrás de nosotros vienen más, dicen que van a sembrar pueblos, nosotros no, nosotros solo venimos a derribar monte y a cultivar la tierra. Pero si encontramos un filón, ahí nos quedamos. Algunos llevan unas monedas, nosotros no, nosotros solo las hachas, los azadones y el machete... Y la batea por si nos atropella la suerte, pero allí donde nos digan que es tierra de colonización, hasta ahí llegamos. Nosotros por ahora no tenemos nada, los mismos jarretes ya ni se sienten de tanto andar, pero nos quedan dos manos como piedras para labrar la tierra y ganas, muchas ganas de trabajar.<br />JONÁS:<br />Vamos negrita. Deje de cavilar que se le meten los fantasmas en la cabeza. No dejemos que se nos venga la noche encima, los chinchín ya nos deben estar esperando.<br />VOCES:<br />- ¡Abajo! Cuidado con el árbol.<br />- Una barra para mover la piedra.<br />- Háganle con el güinche que ese mueve montañas.<br />- Traten que ruede hacia allá, hacia la pendiente.<br />- Tómese un guarapo. No sea esquivo papito.<br />- Negrita esta noche me le paso a su estera.<br />- ¿Sí? No señor ¿Qué es lo que esta creyendo?<br />- Péguele duro con el canto haber si se mueve esa hijueputa.<br />- Hágale por el otro lado con el hacha.<br />(Susurro) Negrita, nos vemos a las seis en la quebrada.<br />III<br />BLOQUE I - CUADRO III<br />DIDASCALIA<br />La lucha por la tenencia de la tierra tuvo sus ribetes más dramáticos en la heredad de los Aranzazu, tierras que pasaran luego a los González, y que abarcaba entre el río Arma y el Chinchiná, caso contrario a lo que sucedió años antes con las tierras de los Villegas al norte del río Arma, las que fueron parceladas con anuencia de su dueño.<br />IMAGEN: Colonos atareados en la labranza de la tierra. Mientras van entrando, el latifundista y su capataz.<br />CAPATAZ:<br />Buenas y santas tengan los señores.<br />D. ALFONSO:<br />Buenas...<br />CAPATAZ:<br />Y las señoritas.<br />LATIFUNDISTA:<br />Los veo muy atareados ¿Cómo les va en su brega?<br />D. ALFONSO:<br />Pues ahí. Será bien señor. Gracias.<br />LATIFUNDISTA:<br />Eso veo.<br />D. ALFONSO:<br />¿Qué vientos los traen por estas sendas?<br />LATIFUNDISTA:<br />Mi señor, estamos por acá dándole una mirada a estas tierras.<br />D. ALFONSO:<br />¿Y qué se les ofrece? ¿El señor es vecino de estos rumbos?<br />LATIFUNDISTA:<br />Sí, de por acá y de algunos otros lados.<br />D. ALFONSO:<br />Nosotros vinimos de Rionegro hace rato. Nos acomodamos por acá a ver si hacemos futuro. Y hemos estado trabajando fuerte. Con tenacidad y berraquera.<br />CAPATAZ:<br />Tal como usted decía don Argemiro, vienen de Rionegro.<br />LATIFUNDISTA:<br />Es que esta Provincia es muy grande. (Una mujer les da algo de beber) Gracias niña.<br />CAPATAZ:<br />Muy amable reina.<br />LATIFUNDISTA:<br />Supongo que saben que andan por el Cauca<br />D. ALFONSO:<br />¿El caballero es muy recorrido?<br />LATIFUNDISTA:<br />No. Solo conozco lo que es mío. Sé reconocer lo que me pertenece y nunca me meto en tierras ajenas.<br />CAPATAZ: (Después de un corto silencio)<br />¿Y ustedes se piensan quedar por acá?<br />D. ALFONSO:<br />Sí. Definitivamente.<br />LATIFUNDISTA:<br />¿Y quien les dijo que en estas tierras se podían asentar?<br />D. ALFONSO:<br />Pues... Nadie nos dijo que no podíamos.<br />CAPATAZ:<br />¿Qué fácil, no?<br />D. ALFONSO:<br />Hombre, ni tan fácil. Vea, hace cuatro meses esto era un matorral, pura maraña, mire ahora... esta bonita.<br />CAPATAZ:<br />(Mirando la joven) Sí, esta bonita.<br />D. ALFONSO:<br />Y como era tierra sin dueño...<br />CAPATAZ:<br />Eso parece. ¿No es verdad?<br />D. ALFONSO:<br />Sí señor. Bueno... ya no.<br />CAPATAZ:<br />Que casualidad, nosotros pasábamos por aquí y le digo yo, a don Argemiro: “Mire Patrón, mire lo que están haciendo en la tierra suya”.<br />D. ALFONSO:<br />¿Cómo así? Barájenmela más despacio.<br />CAPATAZ:<br />No es necesario, con lo que oyó, con eso es suficiente. A buen entendedor pocas palabras<br />D. ALFONSO:<br />No señor, eso si me lo va tener que comprobar. ¿Dónde están los papeles que me prueban eso?<br />CAPATAZ:<br />Patrón.<br />LATIFUNDISTA:<br />Eso esta comprobado aquí. Aquí en estos documentos.<br />D. ALFONSO:<br />Pues yo no seré muy letrado... pero a mí me dijeron que habían escuchado de muy buena fuente, que esta tierra era baldía y como el Gobierno está incentivando para que uno venga a colonizar por acá, yo vine con mi familia y unos amigos y nos estamos aposentando. La tierra es del que la trabaja, de manera que no me venga con el cuento de que esta tierra es suya.<br />CAPATAZ:<br />Escuche mi don, al señor González, al señor González me hace el favor y no le dice mentiroso, tenga mas cuidado, usted sabe que la vida nadie la tiene asegurada y así como llega se va, por un accidente. Uno no se da cuenta que se esta despidiendo. Que se esta despidiendo por ultima vez.<br />D. ALFONSO:<br />Oigan señores...<br />CAPATAZ:<br />Yo de usted, yo de usted mantendría la boca cerrada, es mucho más saludable. ¿Sabe? Yo empacaría mis fardos y mis cachivaches y me largaría con mi prole.<br />D. ALFONSO:<br />Me parece que ustedes llegaron un poco tarde, nosotros ya tenemos trabajada la tierra. Así que de acá, no nos movemos. Ya le ganamos la tierra a la selva.<br />CAPATAZ:<br />¿Es qué no entiende hombre? Que negro tan bruto.<br />LATIFUNDISTA:<br />Cálmese Pedro, no se acalore. Oiga joven, lo que mi mayoral le quiere decir, es que esta tierra me pertenece legalmente y… que se tienen que ir de por acá, a menos...<br />D. ALFONSO:<br />No, mi Don. De aquí no nos va a sacar usted.<br />LATIFUNDISTA:<br />A menos, como decía, que lleguemos a un arreglo.<br />D. ALFONSO:<br />Ni arreglo, ni trato, ni nada. De acá nos saca, tal vez muertos, y eso lo dudo, porque yo tengo mi machete muy bien puesto.<br />CAPATAZ:<br />Don Argemiro, no se van, el caballero dice que se quedan.<br />LATIFUNDISTA:<br />Sí Pedro. El Señor se queda.<br />EL CAPATAZ DISPARA A QUEMARROPA, EL COLONO CAE. GRAN ALBOROTO, CONFUSIÓN, GRITOS, DESORDEN GENERAL. LA VOZ DEL LATIFUNDISTA RESUENA EN LA OSCURIDAD.<br />LATIFUNDISTA:<br />Cálmense... Tranquilícense, no armen tanto alboroto que no ha pasado mayor cosa, aún podemos hacer un trato. Escuchen, ustedes me cultivan la tierra y de cada tres frutos que cosechen, me pagan con uno el derecho a aparcería. Ustedes serian mis agregados.<br />SE LEVANTAN DE NUEVO LOS RUMORES. NUEVA IMAGEN: DOS CAMPOS COLINDANTES: LOS COLONIZADORES EN TORNO A UNA FOGATA VELAN A D. ALFONSO, SE ESCUCHAN REZOS. EN EL OTRO CAMPO UN HOMBRE Y UNA MUJER FRENTE A UN FOGÓN. OCHO PM. DEL MISMO DIA. EL VELORIO. RUMOR DE RESPONSO.<br />COLONO III:<br />Entonces nos vamos a denunciar la tierra. Dios es justo y la justicia de los hombres tiene que escuchar a Dios.<br />COLONO V:<br />¿Y a donde vamos? ¿a Popayán o a Santa Fé?<br />COLONO IV:<br />Si Dios ni mira, ni se acuerda de los patí rajados como nosotros.<br />COLONO V:<br />(Aparte) Es mejor hablarle a una tumba., Cuando no quieren oír no oyen.<br />COLONO II:<br />Mire José, vaya y lávese esa geta con ceniza; porque a Dios no se menciona con esa boca. Y por favor, no blasfeme más.<br />COLONO I:<br />¡Oigan este camandulero de los infiernos! ¡No sea pendejo! Póngase a esperar un milagro sentado y no haga más.<br />COLONO V:<br />¿No vio lo que le paso a Alfonso? Y él era más rezandero que usted.<br />COLONO II:<br />Lo que pasa es que ese terrateniente es más malo que el hijo de puta del Caín.<br />COLONO III:<br />Cállese hombre, cállese por favor que de pronto nos cae un rayo y nos calcina a todos.<br />COLONO I:<br />No me haga reír...<br />COLONO II:<br />No sea lenguaraz... (Parecen irse a las peinillas)<br />COLONO I:<br />¿Quién, yo?<br />COLONO II:<br />No piensa ni lo que dice. Por lo menos téngale respeto a Dios.<br />COLONO I:<br />No es que uno no respete a Dios, es que Dios no respeta sino a algunos.<br />COLONO III:<br />No demuestre tanta ignorancia hombre, cierre esa boca. Pensemos mas bien en como vamos a hacer el viaje mañana.<br />COLONO V:<br />De acá yo no me voy, prefiero que me maten.<br />COLONO II:<br />Así como mataron a Don Alfonso. Deje de hablar basura y no venga a dárselas de guapo con nosotros, que usted fue el primero en salir corriendo.<br />MADRE:<br />Paren esa discusión por favor muchachos. No olviden que estamos de duelo. Miren esa pobre mujer, esta desecha.<br />COLONO IV:<br />Pues yo con esto no me quedo, si hay que largarse, primero le echo candela a todo esto, y luego si me voy.<br />COLONO II:<br />Hombre eso es gastar pólvora en gallinazo, no ve que esto es un peladero.<br />COLONO III:<br />Dejen de hablar bobadas, regresemos a Sonsón y veamos que se puede hacer desde allá.<br />COLONO V:<br />¿Qué se va a poder hacer? ¡Nada! La ley no es sino para los de ruana.<br />COLONO III:<br />No sea pesimista mi Negro, no escucho que es el mismo gobierno el que esta interesado en que se colonice por acá.<br />COLONO I:<br />Oiga Don Federico, esta mañana, “Caremachete”, estaba vivo y usted ya vio lo que paso, ante eso yo propongo que nos plantemos aquí, dos veces no nos cogen desprevenidos.<br />COLONO IV:<br />Tenemos que comportarnos con verraquera, como machos que somos. Demostremos que tenemos pantalones.<br />COLONO V:<br />Sí señor.<br />COLONO III:<br />No me vengan con bravuconadas, lo que paso, fue que Don Alfonso no supo hacer las cosas al derecho.<br />MADRE:<br />¿Por qué no se toman el agua de panela y dejan todo esas cavilaciones para mañana?<br />COLONO IV:<br />¿No supo hacer las cosas bien? ¿Y por qué no las hizo usted?<br />COLONO II:<br />Siempre tan amable Doña Raquel.<br />MADRE:<br />El estomago lleno es mucho mejor consejero. ¿No les parece?<br />COLONO V:<br />Tal vez. Comamos entonces.<br />COLONO II:<br />Si y cantemos unas coplas, con eso alegramos el corazón y despedimos a Don Alfonso.<br />COLONO III:<br />Que venga el tiple y que se acerquen los que trovan.<br />COLONO II:<br />Sí señor.<br />LA PAREJA JUNTO AL FOGÓN MANTIENE SU ACTITUD. EN LA FOGATA LOS COLONOS CANTAN ALGUNAS COPLAS.<br />COPLAS<br />CORO: Busquemos aquí en el fuego<br />La idea que nos llevará<br />A adueñarnos de esta tierra<br />Así sea yendo a Sonsón<br />ALGUNO:<br />Siga usted Doña Raquel<br />ALGÚN OTRO:<br />Si Doña Raquel, usted es la que tiene chispa para estos menesteres.<br />OTRO:<br />No solo para esos menesteres, conozco otros en los que se desenvuelve como la mejor.<br />MADRE:<br />Ahorren galanterías, recuerden que estamos de duelo y que las flores le quedan mejor al difunto<br />CORO A: Y se fueron a Sonsón<br />A arreglar lo de la tierra<br />Con el Señor Sinisterra<br />Que era un viejito cansón<br />- Reacción de los colonos<br />CORO B: Que era un viejito cansón<br />Me dice la compañera<br />Por eso fue que en la cara<br />Les dieron con el portón<br />- Reacción de los colonos<br />CORO A: Les dieron con el portón<br />Usted falta a la verdad<br />Lo que les dieron fue tierra<br />A ganar con azadón<br />- Reacción de los colonos<br />CORO B: A ganar con azadón<br />A mi no me haga reír<br />Al pobre no le dan tierra<br />Ni cuando se va a morir<br />- Reacción de los colonos<br />CORO A: Ni cuando se va a morir<br />Que mujer exagerada<br />Con ese cuento de pobres<br />Se va a quedar enhebrada<br />- Reacción de los colonos<br />CORO B: Enhebrado se quedo<br />El difunto Don Alfonso<br />Fue que el rico si le dio<br />Pero el plomo que tragó<br />- Reacción de los colonos<br />CORO A: Pero el plomo que trago<br />Mejor termino mi historia<br />María es una pesimista<br />Que no vera la victoria<br />- Reacción de los colonos<br />SE APAGA LA FOGATA. EN LA PENUMBRA Y FRENTE AL FOGÓN LA PAREJA MUEVE TRASTOS.<br />CORO: La gente se enriqueció<br />Pero el aparcero no<br />Y muchos están pagando<br />La deuda que nos quedo.<br />LA ACCIÓN SE CENTRA AHORA EN LA PAREJA. VEINTE AÑOS DESPUÉS.<br />EL HIJO DE Don ALFONSO Y UNA MUJER<br />HIJO:<br />Por aquí lo mataron. Delante de mis ojos lo mataron. Era un hombre guapo, me parece verlo (Pausa) Con razón dicen que veinte años no es nada...<br />LA MUJER MIRA EL FOGÓN Y HACE CASO OMISO AL HOMBRE.<br />HIJO:<br />Nunca pensé que volvería por estos parajes y menos a reclamar esta tierra. (Pausa) Cuando papá nos trajo, le aseguro a mamá que nos iba a sacar de la miseria...<br />LA MUJER HECHA ALGO EN LA OLLA.<br />HIJO:<br />...y cuando lo enterramos, mas que dolor creo que sentí odio, odio contra él, contra ellos, contra todos. Contra mi padre, contra su asesino, contra el abuelo. Contra todos. No soportaba el ver a mi vieja llorar por alguien que solo hambre e ilusiones nos había dado.<br />MUJER:<br />Ya no queda sal para mañana.<br />IV<br />BLOQUE II - CUADRO I<br />DIDASCALIA<br />Durante la brega por la tenencia de la tierra entre 1830 y 1870 se fundan unas veinte poblaciones asentándose a su alrededor cientos de familias campesinas.<br />IMAGEN: Dos Continentes. En el Continente I, la familia esta en la jornada de cosecha. En el Continente II, un campesino rememora algunos acontecimientos.<br />CONTINENTE I<br />D. SALOMÓN:<br />Don Gustavo, no olvide remendar ese costal.<br />D. GUSTAVO:<br />No señor, apenas termine de cerrar estos otros, ya la cabuya esta trenzada.<br />D. SALOMÓN<br />Es que los costales son como la mano de Dios, no se les pierde nada<br />CONTINENTE II<br />D. ALEJO:<br />En esta cosecha no nos fue nada mal, tengo ya diez cargas y aun queda café por madurar. La cosa es trabajar como Dios manda. Ahora solo falta deschuponar en menguante, desmalezar y esperar la traviesa. Y esperar la traviesa. Todo lo aprende uno de su viejo. El hombre nos leía a Virgilio, le gustaba leer a luz de vela o narrarnos aventuras cuando nos sentábamos en la noche frente a la fogata; era un buen hablador, convencía hasta una piedra, persuadió a mi vieja para que se viniera por acá, aunque a veces pienso que lo que la convenció fue la necesidad, la pobreza.<br />CONTINENTE I<br />D. SALOMÓN:<br />Tengan cuidado, no vayan a aporrear las matas.<br />HIJA:<br />Papá, no sea exagerado.<br />D. SALOMÓN:<br />No, hija, es que hay que ser muy cuidadoso.<br />HIJA:<br />Claro papá, no se preocupe.<br />CONTINENTE II<br />D. ALEJO:<br />Pensar que cuando llegamos por acá, esto era pura selva, puro monte tupido...<br />CONTINENTE I<br />D. SALOMÓN:<br />Mire, esas están verdes. ¿Tiene problemas en los ojos? Verde es verde, espero no tener que volver a repetirlo. ¿Entendieron?<br />CONTINENTE II<br />D. ALEJO:<br />Con razón las mujeres se quejaban tanto, sobre todo cuando me iba con mi taita, a internarnos quince o veinte días en pleno monte espeso, cuando llegábamos, era inaguantable la cantaleta. Hasta que al viejo se le alteraba el genio. Naturalmente él también tenía justificación, estábamos luchando por mejorar.<br />CONTINENTE I<br />D. SALOMÓN:<br />Alisten el lavadero.<br />CONTINENTE II<br />D. ALEJO:<br />¡Ave María! Ese hombre era muy bravo, de acá saco a más de uno, venían a reclamar la propiedad de la tierra, claro, después que la veían lista par la siembra.<br />CONTINENTE I<br />HIJO I:<br />Papá, aquí sería bueno sembrar un colino de plátano, no le parece.<br />D. SALOMÓN:<br />Muy bien muchacho, deje la seña, hay que estar pendiente de que le dé muy buena sombra al palo. Cada planta tiene sus secretos.<br />CONTINENTE II<br />D. ALEJO:<br />Cuando nos vinimos, no flaqueo ni un momento, siempre estuvo animándonos.<br />CONTINENTE I<br />D. SALOMÓN:<br />Es que el sol seca el fruto.<br />CONTINENTE II<br />D. ALEJO:<br />Cuantos recuerdos... el día que partimos de Rionegro, era pura la madrugada. La abuela lloraba, no la podíamos traer, estaba muy viejita y el camino era largo y pesado. Como a las tres salimos, la noche estaba clara y los perros ladraban y corrían atravesándose por todas partes, era que estaban muy contentos.<br />CONTINENTE I<br />MADRE:<br />Vaya y pregúntele a Don Gustavo, si quiere un cerrero recién hecho.<br />CONTINENTE II<br />D. ALEJO:<br />Bueno al menos eso creía. (Pausa) Y Don Facundo, Dios los tenga en su Santa Gloria, él fue el que nos trajo por aquí. Él y las ilusiones de mi viejo, el sueño de una vida mejor que Don Facundo nos pinto por acá. La existencia transcurre fácil mientras se sueña en una vida mejor.<br />CONTINENTE I<br />HIJA:<br />Don Gustavo, le manda a preguntar mi mamá ¿Si le provoca un café fuerte?<br />D. GUSTAVO:<br />¿Un cerrero? Sí niña. Gracias.<br />CONTINENTE II<br />D. ALEJO:<br />El hombre conocía la región y de tanto hablar de ella convenció a mi taita para que nos viniéramos. A veces hay que dejar cosas atrás, así es la vida.<br />CONTINENTE I<br />MADRE:<br />Tenga mija, llévele a los muchachos.<br />HIJA:<br />Sí Señora.<br />CONTINENTE II<br />D. ALEJO:<br />Por eso la abuela nunca mas le hablo, ni a la salida de la iglesia lo saludaba y cuando nos fuimos a venir, me dijo: “Me hace el favor y cuida a su papá, ese tal Facundo no me gusta nada”. Después no pudo contener las lágrimas.<br />DON FACUNDO:<br />Buenas y santas, doña Jesusa… ¿cómo amanece?… Soy Facundo ¿no me reconoce?<br />CONTINENTE I<br />HIJA:<br />Aquí les manda mi mamá.<br />HIJO II:<br />Gracias Negrita.<br />HIJA:<br />De nada, soy amable por naturaleza.<br />CONTINENTE II<br />D. ALEJO:<br />“Hijo, no me olvide, haga que su papá vuelva, mándemelo de vez en cuando, para que me dé una mirada, y venga usted también, mire que me quedo sola, con esas tías suyas que son medio atolondradas” Nunca les tuvo confianza, a veces parecía que no las quería mucho, pero no era así, esa era su manera de amarlas.<br />CONTINENTE I<br />D. GUSTAVO:<br />¿Don Alejo si vendrá hoy?<br />D. SALOMÓN:<br />Eso me dijo la semana pasada. Y ya sabemos que él viene por acá, no solo a visitarme a mí. El amor mueve montañas, descuaja selvas, pone los hombres a rezar y no creo que don Alejo sea invulnerable, así tenga oficio de solterón.<br />D. GUSTAVO:<br />La niña se merece lo mejor. Ya tiene 16 años.<br />CONTINENTE II<br />D. ALEJO:<br />Y así fue. Llevábamos como año y medio por aquí, cuando una noche le dije: “Oiga papá, ¿Por qué no va a donde la abuela? Se da una vuelta por Ríonegro y le echa una mirada a la vieja”.<br />CONTINENTE I<br />D. SALOMÓN:<br />Les he dicho que no cojan nada verde. Eso no me parece tan difícil de entender. Ustedes son más tercos que una mula, parecen serrados y trancados por dentro.<br />CONTINENTE II<br />D. ALEJO:<br />Y como tres veces alcanzo a ir, a la cuarta ya no volvió mas, el rumor que corrió por ahí, fue, que se lo comió un tigre, lo único que yo sé y estoy seguro, es que se lo trago la montaña. Le paso lo mismo que al viejo Facundo, el hombre se perdió, se fue a traer otros viajeros y no alcanzo a llegar ni hasta Sonsón, y eso que él conocía estas montañas como la palma de su mano, fue el mejor baquiano que hubo por acá. Algunos dicen que tal vez se lo llevo el Montaraz... uno nunca sabe, pero cuando el río suena, piedras lleva.<br />CONTINENTE I<br />D. GUSTAVO:<br />Don Alfredo, ya están listos sus costales. Puede estar seguro que no se le saldrá ni un grano.<br />D. SALOMÓN:<br />Gracias Don Gustavo, es usted tan amable como eficiente.<br />CONTINENTE II<br />D. ALEJO:<br />Es que la selva, igual que la mujer es engañosa, lo consiente a uno, lo enamora y lo deja pasar una vez para allá y otra para acá y de repente, cuando uno menos lo piensa, zass... se lo traga.<br />CONTINENTE I<br />MADRE:<br />(A la hija) Cuidado se echa eso encima. Esta como azorada hija.<br />CONTINENTE II<br />D. ALEJO:<br />Creo que ya es hora de terminar con la soltería, termina uno hablando con la sombra. Y ¿Qué seria de ese muchacho? El que lo acompañaba. Para arriba y para abajo detrás de él, como un espectro; don Facundo lo apodaba “huele pedos”, tenia un humor bastante acido pero al fin y al cabo tenia su chispa el viejo.<br />CONTINENTE I<br />MADRE:<br />(A la hija) ¿Qué le dije? El corazón emboba. Niña parece turulata, pasmada y alelada. ¡Despierte!<br />CONTINENTE II<br />D. ALEJO:<br />¿Cuál era su nombre? Todo se olvida, el tiempo guarda los recuerdos que duelen y hasta los que no duelen, también guardados que nunca los vuelve a encontrar uno, el tiempo se encarga de las pesadumbres y las risas, afortunadamente porque es muy duro recordarlo todo.<br />CONTINENTE I<br />MADRE:<br />(A la hija) Ponga atención por favor. Lo dicho, parece enamorada.<br />CONTINENTE II<br />D. ALEJO:<br />¡Ah! Ramiro Osorio, también era andariego, ese venia con nosotros, venia una familia Botero, los Vélez, los Mejía, los Uribe, Don Alfredo Bernal. Buena gente esa. (Pausa) Mejor me afano, para que no me coja la noche por aquí. Es que es tan bonito mirar el cafetal. Se deja ir uno por los recuerdos.<br />CONTINENTE I<br />D. SALOMÓN:<br />Ténganle listo el guarapo a Don Alejo. No creo que ya demore.<br />MADRE:<br />Sí Señor y esta fresquito.<br />D. SALOMÓN:<br />Oiga hijo, cuando termine ahí, vaya y ordeñe la vaca, que su mamá no puede en estos días. Si ve Don Gustavo como es la cosa, fue que usted se dejó manipular de los hijos, por eso, esos muchachos suyos no le obedecen. Eso de irse a fundar un pueblo nuevo, teniendo finca, no tiene sentido.<br />D. GUSTAVO:<br />Pues yo no sé, lo que pasa es que les dan mucha mas tierra, ahí ve, a nosotros nos tocaron solo siete hectáreas, en cambio a los fundadores...<br />D: SALOMÓN:<br />Eso no es tan seguro Don Gustavo, se corren muchos riesgos, acuérdese de don Alfonso Arango, el abuelo de Don Alejo, por aquí no mas lo mataron. Al gobierno le encanta ofrecer lo que no es de ellos.<br />D. GUSTAVO:<br />¿Quién lo olvida? Él fue de los primeros que se arriesgaron, pero esos eran otros tiempos. Ahora las cosas son bien distintas.<br />D. SALOMÓN:<br />No lo crea Don Gustavo, no lo crea. En Manizales hay una compañía, “La Burila”, y con ellos el dulce no va ser a mordiscos...<br />HIJA:<br />¡Ahí viene Alejo!<br />V<br />BLOQUE II – CUADRO II<br />DIDASCALIA<br />Hacia 1880 ya hay un campesinado más o menos definido y los primeros cafetales empiezan a dar sus frutos.<br />IMAGEN: La familia esta en el proceso de siembra. La Madre y la Hija ocupadas en lo cotidiano, recuerdan.<br />MADRE:<br />Bendito sea mi Dios, que lucha tan dura la nuestra, primero para poder llegar a estas tierras y después para poder cultivarlas. Muchas veces estuve por desfallecer, por perder la fe, es que la soledad es mala consejera, una se acostumbra a la rutina del pueblo y después... (Pausa) ¡Ave María Purísima!<br />HIJA:<br />¡Sin pecado concebida!<br />MADRE:<br />En medio de la soledad me toco encomendarme a las Animas Benditas y dejar de escuchar esos silencios que me susurraban el regreso a Rionegro. Tuvimos muchas vicisitudes y mucha soledad mientras los hombres desmontaban y amansaban la tierra.<br />TRANSICIÓN<br />HIJA:<br />“¡Viejo! ¡Viejo!... Se me llevan a Alejo”<br />D. SALMÓN:<br />“¿Qué pasa hija?”<br />HIJA:<br />“Se lo llevan viejito. Se lo llevan”<br />D. SALOMÓN:<br />“¿A quien se llevan?”<br />HIJA:<br />“Se lo llevaron. (Pausa) A Alejandro, Padre, al Alejo”<br />MADRE:<br />“¿Qué sucedió? Cálmese y cuente”.<br />HIJA:<br />“Llegaron, le dieron un papel y se lo llevaron”.<br />D. SALOMÓN:<br />“¿Quién llego? ¿El Inspector?”<br />HIJA:<br />“Si Señor y dos soldados que lo acompañaban”.<br />D. SALOMÓN:<br />“Hijo, vaya traiga el fusil de fisto. Esto así no se queda”<br />TRANSICIÓN<br />MADRE:<br />Dios mío. Que calamidad. Nada se pudo hacer. Nos toco sentarnos a rabiar de impotencia y a rogar a Dios para que no lo mataran y les devolvieran la posesión de la tierra. Esa fue la herencia que me dejo mi madre, pobre vieja, siempre creyó que todo se arreglaba rezando, por las noches cuando nos sentábamos en torno al fogón y tomábamos el agua de panela, empezaba a rezar en un ronroneo fatigante y cansino. Afortunadamente la cogía el sueño pronto y entonces no todo eran quejas, rezos y lagrimas, las muchachas terminaban la velada con una narración de brujas o aparecidos. Yo me arrunchaba al lado de Raquel y dormitaba, luego, cuando me llevaban a la estera, me despertaba y veía en medio de las sombras, al “Brujo”, a la “Pata sola”, a la “Madre monte”, al “Cura descabezado” y hasta a Doña Regina, la vecina de allá de Rionegro...<br />D. SALOMÓN:<br />(Presente Escénico) Mujer, ¿qué paso con el guarapo?<br />MADRE:<br />Ya voy Salomón. No acose.<br />HIJO III:<br />Es que esta calentando mucho.<br />HIJO II:<br />Sí, pero trabaje, porque si no, nos coge la creciente sembrando.<br />HIJA:<br />Ya empezaron. Pelean hasta con la propia sombra.<br />HIJO I:<br />Usted a lo suyo, no se meta en cosas de hombres.<br />HIJA:<br />Ve, que altanero. ¿Si se da cuenta papá? Esa es la clase de varones que crió usted.<br />D. SALOMÓN:<br />Dejen la chacota que ya casi hacemos la jornada.<br />HIJA:<br />Machete, quieto en tu funda. ¿Quiere qué le ayude mamá?<br />HIJO I:<br />¿Ya termino mamá, para ayudarle?<br />MADRE:<br />Por eso casi nunca me miraba al espejo, aunque a veces las ganas eran más fuertes que el miedo, eso le debió haber pasado. Que bonita que era, pero cuando le empezaron a salir esas manchas... “Doña Regina, ¿Por qué no se hecha jugo de limón en esas manchas?” Le dijo un día mi mamá, sin mala intención, claro. Pero desde ese día, esa señora, nunca más volvió a pisar la calle.<br />VI<br />BLOQUE II – CUADRO III<br />DIDASCALIA<br />En la década de 90 ya se organiza un mercado, aunque incipiente, en torno al café, pero se trunca por los enfrentamientos entre liberales y conservadores, durante lo que se llamo “Guerra de los Mil Días”<br />IMAGEN: Una fonda en la que se vende y se compra café.<br />ALEJO:<br />Buenos días.<br />D. CARLOS:<br />Buenos Don Salomón.<br />D. SALOMÓN:<br />Buen día don Carlos.<br />D. CARLOS:<br />¿Qué los trae por acá?<br />ALEJO:<br />El café don Carlos, el café. Venimos a venderle unas cargas y a comprar el mercado.<br />D. CARLOS:<br />¡Ah! Más café.<br />D. SALOMÓN:<br />Más no.<br />D. CARLOS:<br />Que inconveniente hombre, saben que estoy hasta el techo de café. He tenido que comprar mucho. Y con lo verde que lo están trayendo. No. Café no les voy a poder comprar.<br />ALEJO:<br />¿Por qué no? Si estas son las primeras cargas que nosotros le traemos en este año. No nos haga una demostración de como usted espanta a los clientes.<br />D. CARLOS:<br />No, don Alejo, ni lo piense, ustedes saben muy bien que yo siempre les compro lo que traen y más si es café, recuerde que el ultimo no estaba nada bueno. A mí por lo menos no me gustaba mucho. Saben que no lo pude vender como debía mercarse.<br />D. SALOMÓN:<br />No me eche cuentos Carlos, lo único que falta es que nos diga, que el arrume de café que tiene en la bodega es lo que le quedo del año pasado, eso se llama acaparamiento.<br />D. CARLOS:<br />No exagere don Salomón, usted me conoce a mí hace muchos años.<br />D. SALOMÓN:<br />Por eso, por lo que lo conozco lo digo. Usted tiene por costumbre cacarear.<br />ALEJO:<br />Oiga don Carlos, el otro café, las otras cargas, estaban mas o menos robustas, pero estas, estas, están mucho mejor. Mírelo por favor.<br />D. CARLOS:<br />Muestren, dejen ver que café traen. ¿Qué es lo que tanto ponderan?<br />ALEJO:<br />Observe y vera.<br />D. CARLOS:<br />(Clava el chuzo en el costal y lo saca) No. Mire, mire esto.<br />D. SALOMÓN:<br />¿Mire qué? No me diga que no está bien beneficiado. Que verriondo, llora más que marrano chiquito.<br />D. CARLOS:<br />No, no don Salo, no es eso, es que mire usted con sus propios ojos... mire... ¿Ah? Bueno, si, esta bonito, no les voy a decir que no lo esta. Pero... es que tengo tanto café, si yo les mostrara, tengo la bodega atiborrada. ¿Qué hacemos?<br />D. SALOMÓN:<br />Pues dicen que Don Indalecio Ortega también esta comprando. Es hora de irse Alejo, al único que se le debe rogar es a Dios.<br />D. CARLOS:<br />¿Y traen mucho?<br />D. SALOMÓN:<br />Eso queríamos, pero una cosa piensa el burro y otra el que lo esta enjalmando<br />D. CARLOS:<br />¿Qué? ¿Siquiera diez cargas?<br />ALEJO:<br />Ocho no más.<br />D. SALOMÓN:<br />¿Al fin qué? ¿Nos quiere o no nos quiere?<br />ALEJO:<br />¿No dice qué no esta interesado en comprar mucho?<br />D. CARLOS:<br />Permiso un momento, ya los acabo de atender. (Dirigiéndose a otros campesinos que hacen su entrada) Sigan con confianza, esta es su casa.<br />APARCERO I:<br />¿Cómo le va?<br />D. CARLOS:<br />Será bien. Gracias. ¿Y a ustedes?<br />APARCERO II:<br />Trabajando Señor, trabajando.<br />D. CARLOS:<br />¿Por qué no se toman alguna cosa mientras yo atiendo a los señores?<br />APARCERO II:<br />Un aguardiente. ¿Cierto don Luis?<br />APARCERO I:<br />Sí, aguardiente.<br />D. CARLOS:<br />Muy bien. (Regresa con Don SALOMÓN) ¿De modo qué ya les están dando frutos las otras chapolas que sembraron? La constancia vence lo que la palabrería exhorta.<br />ALEJO:<br />Pues dos cargas más cosechó Don Salo y tres yo.<br />D. CARLOS:<br />Que bien hombre, me alegro. Permiso, ya regreso. (Lleva el aguardiente a los aparceros) Aquí tienen, que lo disfruten.<br />APARCEROS:<br />Gracias, don Carlos.<br />D. CARLOS:<br />(Regresa) Son aparceros de Patio Bonito.<br />D. SALOMÓN:<br />Tierras bonitas esas.<br />ALEJO:<br />Eso le estaba comentando a don Salo. ¿Y de lo nuestro qué?<br />D. CARLOS:<br />Oigan, para que no digan que no soy buen amigo, les voy a pagar... a noventa centavos la carga. Eso es todo lo que les puedo dar.<br />D. SALOMÓN:<br />¿Cuánto dicen que esta pagando Ortega?<br />ALEJO:<br />Con razón progresa usted tanto don Carlos. Suba un poco la oferta... Hombre no muestre la angurria.<br />D. SALOMÓN:<br />Sí señor. Porque si no le sube, nos vamos para donde don Indalecio. Es que con esos precios no se puede. Ofrezca algo más.<br />D. CARLOS:<br />No. No, no. Si noventa centavos es buen pago. Con el exceso de café que hay. Todo el mundo empezó a sembrar, mejor dicho, les estoy regalando plata. Yo porque los conozco, a usted don Alejo desde que estaba con el chinchín en la mano y a don Salomón de toda la vida, buen amigo fue usted de mi papá. Si fueran unos desconocidos, les diría: ¡No compro café! Y san se acabo.<br />ALEJO:<br />No me convence don Carlos, suba aunque solo sea a ciento diez pesitos Sonsoneños.<br />D. CARLOS:<br />Oigan, ayer tarde vino Chepe Mejía, con siete cargas y de entrada me fue diciendo: “Cardona, a ochenta y cinco centavos se las vendo” Y para que vean ustedes, no se las quise comprar. ¿Por qué? Porque ese viejo ya tiene mucha plata.<br />D. SALOMÓN:<br />Cuento chino. Le hubiera arrancado el café de las manos. ¿O era pura pasilla?<br />D. CARLOS:<br />Don Salomón, me contengo por respeto a sus canas. Porque a mi nadie viene a decirme mentiroso en mis propias barbas.<br />D. SALOMÓN:<br />Usted sabe hombre que todo el mundo le dice “Patraña fresca”.<br />D. CARLOS:<br />Bueno, bueno, noventa y cinco, noventa y cinco centavos.<br />ALEJO:<br />Un peso y descargamos las mulas. Compárelo con el que tiene ahí, es que a una legua se ve que este mejor.<br />D. CARLOS:<br />Noventa y seis centavos y pare de contar.<br />D. SALOMÓN:<br />¿Noventa y siete? Noventa y ocho. No.<br />ALEJO:<br />Noventa y nueve, por lo que ya lo trajimos hasta aquí.<br />D. SALOMÓN:<br />¿Noventa y nueve, don Alejo?<br />ALEJO:<br />Noventa y nueve don Salomón. ¿O esta barato?<br />D. CARLOS:<br />¿Qué dice usted don Salo? Es un buen precio.<br /><br />D. SALOMÓN:<br />Bueno, noventa y nueve serán entonces. Para que usted se enriquezca más y surta mejor esta miscelánea.<br />D. CARLOS:<br />Eso es en beneficio de ustedes.<br />D. SALOMÓN:<br />Si, evidentemente, aténgase a que le creemos. No somos tontos Carlos.<br />D. CARLOS:<br />Si la comunidad progresa, progresamos todos.<br />ALEJO:<br />Si, pero unos progresan más que otros.<br />D. SALOMÓN:<br />Eso se nota hasta con los ojos cerrados. Huele a oro.<br />D. CARLOS:<br />La suerte don Salomón.<br />D. SALOMÓN:<br />Si, váyase con ese manto a misa… bueno no se preocupe y cerremos este trato de una vez.<br />ALEJO:<br />Si, sirva unos aguardientes que ya la suerte esta echada.<br />D. CARLOS:<br />Tengo del que destilan los Velásquez y esta primera canequita va por cuenta mía.<br />D. SALOMÓN:<br />A su salud Señores.<br />ALEJO:<br />A la suya don Salo.<br />D. CARLOS:<br />Y que mi Dios lo conserve muchos años.<br />Sr. CURA:<br />(Entrando) Dios los cría y ellos se juntan.<br />APARCERO I:<br />Su reverencia.<br />APARCERO II:<br />Señor Cura, que bueno verlo porque necesito mandar rezar una misa de difunto.<br />Sr. CURA:<br />Más tarde hablamos de eso. Siéntense que yo todavía no me voy.<br />D. CARLOS:<br />Buenas tardes Padre. ¿Cómo esta usted?<br />Sr. CURA:<br />Yo muy bien don Carlos. Don Salomón, no le pasan a usted los años.<br />D. SALOMÓN:<br />Es que ya ni remordimientos tengo, los pecados lo dejan a uno con el tiempo.<br />Sr. CURA:<br />Vida ejemplar la suya. ¿Cómo sigue doña Débora?<br />ALEJO:<br />Venga y se sienta Señor Cura. Y nos cuenta como va el negocio de la ponchera.<br />Sr. CURA:<br />En un minuto hijo, primero déjenme ir a la trastienda, que tengo que cumplir con un precepto físico, pero eso sí, váyanme sirviendo un trago. En pocillo tintero, por sí las moscas.<br />D. CARLOS:<br />¿Quiere el inodoro señor cura? ¿Y para que?<br />Sr. CURA:<br />¡Para cagar!<br />D. CARLOS:<br />Siga Padre, esta en su casa.<br />Sr. CURA:<br />No diga eso que Dios no lo quiere así y se lo agradezco todas las mañanas. (Sale)<br />ALEJO:<br />Este Cura es muy buena persona. No pierde el sentido del humor.<br />D. SALOMÓN:<br />Si don Alejo, además, es tan montañero como nosotros. Él es de los Mejía de Medellín que se vinieron por...<br />APARCERO I:<br />Miren quienes vienen allí.<br />D. CARLOS:<br />Llegaron hace ocho días, es por lo de la cosecha. (Dirigiéndose a dos mujeres que están por entrar) ¿Qué hacen ahí? No sean tímidas. Sigan, con confianza, esta es su casa.<br />MUJER I:<br />Buenas tardes.<br />MUJER II:<br />Por acá, a ver si podemos llevar algunas cosas.<br />D. CARLOS:<br />Sin duda, pero primero vengan las relaciono con los caballeros.<br />APARCERO I:<br />Esta si es mucha preciosidad. ¿No les parece Señores, que los ángeles se han escapado del cielo?<br />D. CARLOS:<br />Supongo que se toman un aguardiente.<br />MUJER I:<br />Vamos de afán. Venimos por unas panelas, unas viandas…<br />APARCERO II:<br />¿Qué afán para vivir cien años? Siéntense aquí y compartimos al calor de un trago.<br />MUJER II:<br />Pero que sea uno solo. Rosalinda, mira que ojos tan bellos tiene este hombre.<br />ALEJO:<br />Ya tienen dueño señorita.<br />MUJER I:<br />Así es el amor.<br />MUJER II:<br />Ajenos y esquivos me gustan más.<br />Sr. CURA:<br />(Regresa y encuentra esta nueva situación) ¡Largo! Largo de aquí putas de los infiernos. ¡Mujeres pecadoras! Ya les dije que de la Ceiba para acá ni un paso. Y usted Carlos. ¿Se quiere convertir en alcahuete e irse a consumir al averno? Estos demonios enfaldados, solo traen enfermedades y peleas, a estos montañeros díscolos, culí prontos y calenturientos.<br />EL PARLAMENTO DEL SACERDOTE JUSTIFICA LA SALIDA DE LA FONDA. TERMINADO ESTE, SE DA UN ROMPIMIENTO TOTAL ENTRANDO EN UNA SECUENCIA DE ACCIONES ALUSIVAS A LA GUERRA DE LOS MIL DÍAS. LOS VIVAS Y LOS ABAJO LLENAN EL ESPACIO SONORO. CONSERVADORES Y LIBERALES ENARBOLAN BANDERAS Y SE TRENZAN EN UNA ESTÉRIL LUCHA, SIENDO AZUZADOS POR URIBE Y VÁSQUEZ COBO.<br />VII<br />BLOQUE III – CUADRO I<br />DIDASCALIA<br />Primeros años del siglo XX. El país desangrado por la fratricida guerra, que ha dejado como una de sus consecuencias más nefastas la segregación de la Provincia de Panamá, se encuentra en delicada situación económica.<br />IMAGEN: Cuadro que igualmente se desarrolla en la fonda, solo con un cambio de atmósfera que evidencie mejores días pasados. El tendero, Don Carlos, ordena un poco, mientras toma aguardiente con D. Alejandro.<br />D. CARLOS:<br />Y se separo Panamá.<br />D. ALEJANDRO:<br />¿Se separo? Nos la separaron. Don Carlos es que el mundo no se queda quieto. Eso se veía venir. Contra la ley del fuerte nada se puede. Nos toca quejarnos al niño de la pila, la ineptitud del gobierno no se soluciona ni con rezos ni con ruegos<br />D. CARLOS:<br />Así es don Alejandro, cuando uno menos lo espera le van moviendo el piso y no hay santo de donde agarrarse.<br />D. ALEJANDRO:<br />Pero con Panamá o sin ella nos sostenemos, eso es solo un nombre, a mi nada me frena cuando quiero ir.<br />D. CARLOS:<br />Sí. Ahí vamos. Sin cinco, pero ahí vamos, nadando y empujando la piragua<br />D. ALEJANDRO:<br />Quien iba a sospechar siquiera, que usted, un hombre tan rico, fuera a terminar en bancarrota.<br />D. CARLOS:<br />La verdad es que la guerra nos desestabilizo a muchos.<br />D. ALEJANDRO:<br />¿Será qué lo que por agua viene, por agua se va?<br />D. CARLOS:<br />Oiga mi Don, hoy no estoy de humor para aguantarle bromas a nadie. Hasta el machete esta que se me sale de la funda. No quiero ni que me rocen la ruana.<br />D. ALEJANDRO:<br />No es para tanto don Carlos. No es para tanto.<br />D. CARLOS:<br />Es que cada vez que me veo en esta situación y me acuerdo de la causa, o me la hacen recordar, me dan ganas de matar y comer del muerto.<br />D. ALEJANDRO:<br />Mejor se calma, nosotros ya no estamos en edad de rabiar.<br />D. CARLOS:<br />¿Cómo me voy a tranquilizar? Lo que me hicieron los liberales no lo pienso olvidar nunca.<br />D. DANIEL:<br />(Entrando) ¡Don Carlos!<br />D. CARLOS:<br />Aquí hablando de desgracias. Venga nos acompaña. Tómese uno.<br />D. ALEJANDRO:<br />Es que mi Don no olvida lo de sus mulas.<br />D. CARLOS:<br />Hombre no solo fue la recua, fue toda la plata que llevábamos para cambiar por la nueva emisión.<br />D. DANIEL:<br />Cosas así nos pasaron a todos. Gracias a su Presidente Sanclemente y su golpista Marroquín.<br />D. CARLOS:<br />No me venga con paños de agua tibia. “Mal de muchos consuelo de tontos”. Eso decía mi padre y eso digo yo. La verdad es que punza mucho cuando uno se viene a menos.<br />D. ALEJANDRO:<br />De todas maneras usted tiene su plante y ya esta levantando otra vez cabeza.<br />D. CARLOS:<br />Afortunadamente así es. Gracias a Dios.<br />DE AFUERA LLEGA UN RUMOR CRECIENTE, LUEGO UNA VOZ.<br />VOZ:<br />¡Compro café! ¡Compro café!<br />D. DANIEL:<br />¿Y eso? ¿Qué es ese alboroto, esa cantaleta, ese ruidajo?<br /><br />D. ALEJANDRO:<br />No sé, ni idea.<br />VOZ:<br />Compro café, compro café. A doce piastras la carga... Llévelo a la bodega, allá le pagan. Compro café, compro café.<br />D. CARLOS:<br />¿Qué dicen?<br />VOZ:<br />(Entrando) Compro café. Buenos días. Los señores no están interesados...<br />D. ALEJANDRO:<br />Don Fabio Duque. ¿Usted de nuevo por aquí?<br />D. DANIEL:<br />¿Me sirve otro don Carlos?<br />D. CARLOS:<br />¡Don Fabio!<br />D. FABIO:<br />Don Carlos. Que sorpresa don Alejandro.<br />D. ALEJANDRO:<br />Hacia bastante que usted no, venia, por acá.<br />D. FABIO:<br />Así es, muchos años sin vernos.<br />D. CARLOS:<br />¿Dónde esta viviendo? ¿En Manizales?<br />D. FABIO:<br />Estaba don Carlos. Estaba. Perder Panamá me favoreció inmensamente. El llanto de uno es la risa de otro. Ahora viajo por el mundo pero...<br />D. ALEJANDRO:<br />¿Pero qué? No me diga que regresó a quedarse.<br />D. FABIO:<br />El buen hijo vuelve a casa.<br />D. CARLOS:<br />¿De verdad? La cigüeña vuelve al nido. Esto si hay que celebrarlo.<br />D. ALEJANDRO:<br />Siéntese hombre.<br />D. CARLOS:<br />Perdón los relaciono... Don Daniel Estrada... Don Fabio Duque.<br />D. DANIEL:<br />Muy amable don Carlos.<br />D. FABIO:<br />Mucho gusto. Gracias.<br />D. ALEJANDRO:<br />¿Qué lo trae por acá? Cuéntenos.<br />D. FABIO:<br />No Señores, pues a ponerme al frente de los negocios y como les decía, a establecerme y organizar la compra de café, para que no sigan robando a los campesinos con esos precios que pagan por acá.<br />D. DANIEL:<br />¿Otra merca de café?<br />D. FABIO:<br />Otra no. Vengo a establecer una verdadera compra de café. ¿Y ustedes qué? ¿Acumulando dinero?<br />D. CARLOS:<br />Una compra de café.<br />D. ALEJANDRO:<br />Por lo menos trabajando.<br />D. DANIEL:<br />Si trabajando, porque la plata... hace tiempo que esta esquiva. Se fue como Panamá.<br />D. FABIO:<br />No me digan eso. Realmente esas fronteras solo están en la cabeza de los de los que creen que están arriba. Y la plata... es cuestión de hacerle la cacería, de ponerle la zancadilla, la trampa.<br />D. CARLOS:<br />¿Trampa? Trampa la que nos armaron los liberales… ¿Qué? ¿Le parece poco lo que nos hizo Uribe Uribe? Dios lo mande a él y a todos los liberales al infierno.<br />D. FABIO:<br />En eso disentimos. Oiga, lo mejor que pudo haberle pasado a este país, fue esa bendita guerra, que después de analizar los hechos no se le puede ni siquiera achacar a los liberales.<br />D. CARLOS:<br />¿A usted como que le trajo réditos?<br />D. FABIO:<br />Por que negarlo, muchos fuimos los que nos lucramos con la guerra y con lo de Panamá redondee mi suerte. Y como ustedes bien lo saben, los que terminan pagando el pato siempre son los mismos.<br />D. ALEJANDRO:<br />¿Quiénes? ¿Los conservadores?<br />D. FABIO:<br />Hombre, claro que no. Hablo del pueblo. Sírvanme otro trago y a lo que vine.<br />D. DANIEL:<br />¿Por lo del café?<br />D. FABIO:<br />Exactamente. Tengo entendido don Carlos que usted vende café.<br />D. CARLOS:<br />No señor. Yo compro café. Los que venden son aquí los señores.<br />D. DANIEL:<br />¿Y don Fabio a como esta comprando la carga? Con el perdón de don Carlos.<br />D. FABIO:<br />No, hombre, usted sabe que una cosa son los negocios y otra muy distinta los amigos. ¿No es cierto don Carlos?<br />D. CARLOS:<br />Eso dicen.<br />D. ALEJANDRO:<br />¿Por qué no dejan eso para luego? Tomémonos el aguardiente tranquilamente.<br />D. FABIO:<br />Ojala tuviera tanto tiempo. La verdad es que todavía me quedan muchas cosas por hacer hoy.<br />D. DANIEL:<br />Diga de una vez ese precio.<br />D. FABIO:<br />Bueno. Doce piastras. Doce piastras la carga.<br />D. CARLOS:<br />¿Doce piastras?<br />D. FABIO:<br />Claro. ¿Ustedes a como lo están comprando?<br />D. CARLOS:<br />No, pues...<br />D. DANIEL:<br />¿Cómo le parece don Alejo?<br />D. ALEJANDRO:<br />¿Doce piastras?<br />D. FABIO:<br />¿Qué les paso? ¿Esta barato o qué? ¿A como les paga usted?<br />D. CARLOS:<br />¿Quién? ¿Yo?<br />D. FABIO:<br />Es que el café de por acá es de muy buena calidad.<br />D. CARLOS:<br />¿Y ese precio? Doce piastras. Don Fabio. ¿Cómo? ¿Cómo es qué? ¿Qué usted puede comprar café a ese precio?<br />D. FABIO:<br />Ese es el precio, amigo mío.<br />D. CARLOS:<br />¿Y es bueno para usted?<br />D. FABIO:<br />Claro. Si el café es lo que ahora vale la pena comprar.<br />D. CARLOS:<br />¿Usted le saca así ganancia?<br />D. FABIO:<br />Mi querido amigo, ese es el precio de compra del café. ¿Luego, cuanto es lo que les paga usted?<br />D. CARLOS:<br />¿Ah?<br />D. DANIEL:<br />Eso sí esta gracioso. Infórmele don Carlos.<br />D. CARLOS:<br />Pues a mi solo me dan once setenta por el que yo revendo.<br />D. FABIO:<br />Lo están robando.<br />D. ALEJANDRO:<br />Eso parece.<br />D. FABIO:<br />Yo le sigo comprando todo el que usted tiene, sin moverse siquiera del mostrador. A doce piastras. ¿Que tal? Píenselo. Y ustedes, señores, ¿Qué opinan?<br />D. DANIEL:<br />Una buena propuesta.<br />D. CARLOS:<br />¿Y se piensa quedar definitivamente por acá?<br />D. FABIO:<br />Si señor, ya es hora de ir echando raíces.<br />D. ALEJANDRO:<br />¿Comprando café a ese precio?<br />D. FABIO:<br />Y a lo mejor más alto. ¿Cómo les parece?<br />D. DANIEL:<br />Esto se puso bueno, don Alejo.<br />D. ALEJANDRO:<br />¿Cuál es su contra oferta don Carlos?<br />D. CARLOS:<br />No. Yo a ese pago no le puedo competir.<br />D. FABIO:<br />Oiga don Carlos. Para que quedemos todos satisfechos le pago a seis centavos más, por lo que ya tiene sus clientes y me esta vendiendo una buena cantidad. Igual hice con los Ortegas.<br />D. CARLOS:<br />Esa ya es otra forma de hablar. Me acaba de quitar un peso de encima, me habría evitado sinsabores de haberlo dicho desde que entro.<br />D. DANIEL:<br />Don Carlos lo tenían pariendo borujos.<br />D. ALEJANDRO:<br />Destape otra caneca, para celebrar don Carlos.<br />D. FABIO:<br />Bien puedan beberse todo lo que quieran. Invito yo.<br />CURA: (Entrando)<br />Ya sacaron a bailar al Diablo. Comenzó el carnaval<br />D. ALEJANDRO:<br />Se armo el Jolgorio<br />D. CARLOS:<br />Mejor cerremos este cuchitril y vamos a beber a la plaza.<br />D. DANIEL:<br />Muy buena sugerencia. Veamos que es lo que trajeron a esta feria.<br /><br />D. CARLOS:<br />Yo si decía que vendrían días mejores.<br />SE DISPONEN PARA UN SARAO POPULAR, GRAN ALGARABÍA. ENTRAN SALTIMBANQUIS Y PERSONAJES DE FERIA. SE SOBREPONEN LOS TEXTOS DEL RULETERO, EL CULEBRERO, Y LAS GITANAS QUE EN ALGÚN MOMENTO SE ESCUCHAN CLARAMENTE. AL FONDO, TIPLES, GUITARRAS Y TROVEROS. Pensemos en un homenaje a las fiestas de Ríosucio.<br />RULETERO:<br />Pongan pues mucha atención Señores: Rombo, Estrella, Mariposa y Trompo. Solo el azar me llena los bolsillos si poco tengo y si mucho poseo y quiero ver crecer mis morrocotas, nada mejor que el juego. ¿Que en el rancho la mujer ni me habla, que la vaca ya no da ni leche y que la yegua parida se rodó? Nada endulza mejor los oídos de una negra, que la plata que se obtiene fácil. Y para comprar una cachona o una mula, aquí estoy yo. Vengan y hagan sus apuestas señores, que al que trabaja lo ayuda San Isidro, pero al que juega lo ayuda Dios. Y si alguien por casualidad pierde, no olvide la leyenda de Job, que Dios le dio, pero también le quito y que después de demostrar santa paciencia con creces lo premio. Claro que si usted no es cristiano se puede encomendar al Puto Erizo. Vengan, vengan señores y hagan su juego, acá se enriquecen sin trabajar mucho. Rombo, Estrella, Mariposa y Trompo, con uno juega, con tres se queda y con cinco a su casa lleva. Hagan sus apuestas señores... y que sea lo que Dios quiera. Que no le tiemble el pulso, que el corazón no se acelere, que la respiración no se agite y que el Espíritu Santo guíe su mano. No olviden que el mundo lo poseen los valientes y que aquel que ni siquiera arriesga un huevo, ni un pollo obtiene. Hagan juego Señores. Hagan juego, que a la última morada nada nos llevamos, así como llegamos así nos vamos. Gocemos hoy, que del mañana nada sabemos. Hoy sin cinco pero mañana podemos ver todos nuestros sueños cumplidos. Hagan juego señores, hagan juego...<br />CULEBRERO:<br />...Y no olviden que este es el Circulo Sagrado y al que se atreva a cruzarlo se le seca el palo. Oídos alertas distinguida concurrencia, lo que traigo yo, no es un articulo cualquiera, es el ungüento de las siete víboras que recibí de manos de un Chaman Quimbaya, el cual muy sabiamente me escogió a mí, para no irse con sus secretos a la tumba poco antes de encaminarse a vivir al lugar de donde no se regresa. Y este potingue sanalotodo, no es que cure la ciática, el reuma, la urticaria, la comezón, no es que cure la impotencia, la frigidez y la tembladera. No, óiganme Damas, Señoritas y Caballeros, no, eso no es nada para esta prodigiosa crema, no solo cura lo que les mencione anteriormente y todos los demás males habidos y por haber, sino que también los protege del mal de ojo, de la sarna, mas conocida como siete luchas, del sarampión, la viruela y de la picadura de serpiente, como les demostrare en un momento, cuando saque a Josefina, la víbora rabo de ají, que traigo aquí en este canasto. ¡Atrás! ¡Atrás! No arriesguen su vida inútilmente... Y cuanto les va a valer esta maravillosa pomada, no les va a costar veinte, ni quince, ni diez, me pagaran la módica suma de cinco centavos por dos pomas y con ellas se llevaran el elixir de vida del doctor Céspedes... Atrás queridos parroquianos, no pongan en peligro su existencia, ya que Josefina se puede salir de su chistera en el momento menos esperado. Metan más bien las manos al carriel, saquen los centavos y compren el sorprendente, el poderoso, el eficaz, el portentoso, el prodigioso, el asombroso ungüento. ¿Qué es extraño, qué es maravilloso? No es solo eso, es extraordinario, milagroso, pasmoso, gigantesco, admirable, grandioso. Esta humilde cajita contiene, lo que los sabios llaman, Panacea Universal y al elixir le dicen Agua de la Juvencia o de la eterna juventud, como se le enuncia en lenguaje vulgar. No duden más Señores, ya que si no quedan satisfechos yo les garantizo con la devolución de su dinero. La mano al dril y la pomada y el elixir para su casa.<br />SIMULTÁNEAMENTE UNAS GITANAS CIRCULAN ENTRE EL PÚBLICO.<br />GITANA I:<br />Señor, Señora, Señorita, la suerte le adivino, en su mano puedo predecirle el futuro.<br />GITANA II:<br />Al amante lo oriento con su amor.<br />GITANA I:<br />A la viuda le digo donde encuentra.<br />GITANA II:<br />A la casada como lo acorrala.<br />GITANA I:<br />Al pobre le muestro, la riqueza, la salud al enfermo y al feo la belleza.<br />GITANA II:<br />Una moneda, con solo una moneda su destino se abrirá ante sus ojos.<br />GITANA I:<br />La sabiduría Cale puede ser suya, salga de las tinieblas, de la oscuridad profunda y tenebrosa.<br />GITANA II:<br />Déjeme ver su mano.<br />GITANA I:<br />Esta es la línea de la vida, en ella se ven largos años, prósperos y amables.<br />GITANA II:<br />Esta es la del amor y allí dos hombres que luchan por usted.<br />GITANA I:<br />Un moreno y un rubio que la hostigan.<br />GITANA II:<br />Un trigueño la adora.<br />GITANA I:<br />Su mano señorita, es la de amante sabia, en ella se lee que conoce todos los secretos del amor. No hay hombre que pueda resistir a su encanto.<br />GITANA II:<br />Y en la suya señor, se lee la espera.<br />GITANA I:<br />Pero la morena que se le marcho... no vuelve más.<br />GITANA II:<br />Muéstreme su mano el caballero.<br />GITANA I:<br />Suave y fuerte como caricia a media noche.<br />GITANA II:<br />Suave y amable caballero, mano prodiga.<br />GITANA I:<br />Mano de labriego cogedor de café.<br />GITANA II:<br />Fuerte como el arado.<br />GITANA I:<br />Señor, Señora, Señorita, la suerte le adivino, le agüero de amor y de riqueza, del poder, del saber, yo le leo su destino. Señor, Señora, Señorita, la suerte le adivino...<br />TODOS LOS PERSONAJES CON SUS PARLAMENTOS AMBIENTAN LA FERIA HASTA QUE DON FABIO IRRUMPE CON SU VOZ.<br />VOZ:<br />¡Compro café! ¡Compro café! (Silencio) Compro café, a diez veinte la carga. Compro café.<br />VIII<br />BLOQUE III – CUADRO II<br />DIDASCALIA<br />El primer cuarto de siglo XX se caracterizo por la internacionalización de los mercados, el remezón de la primera guerra mundial y la depresión económica en los Estados Unidos, con sus consecuentes efectos en la economía nacional.<br />IMAGEN: Corrillo en torno al Cafetero. Ambiente informal.<br />CAFETERO:<br />Por eso nos vimos obligados a organizarnos. ¡Imagínense! Llegaba cualquier aparecido y empezaba a ofrecer dinero a manos llenas, los compradores consolidados del lugar quedaban engatusados y se dedicaban a mercar todo el café que les ofrecían sin preocuparse en absoluto de revisar la calidad, cuando iban a vender... se encontraban con las bodegas hasta el tope de café y con una rebajota considerable en los precios. ¡Ah! Y eso no es nada, el mercado con el exterior estaba más desorganizado que un desfile de gallinas. Para 1920 la SAC. convoco al Primer Congreso Nacional Cafetero, aunque allí realmente nada se pudo concretar, se dio el primer paso para que siete, ocho años después, consolidáramos una organización de tipo mixto, la que hoy conocemos como Federación. El propósito era el de establecerse en el mercado Internacional y convertir la caficultura en una industria moderna. El viejo, mi Padre, fue uno de los que impulso la empresa. Para 1930 tenia una trilladora Pereira y dos más en Armenia. Así se fue llenando de plata, tanta, tanta, que cuando al fin murió, no se podía decir de corrido cuánto tenia; la cuestión era que estaba medio orate, le dio eso que llaman ahora locura senil y lo invadió un sentimiento de culpa más grande que el “Peñón”. Arrepentido y creyendo enmendar todos los males cometidos a los mortales que por desgracia cayeron en sus manos, hizo constatar en su testamento y ante Notario Público, que dejaba sus bienes y pertenencias a todos y cada uno de los hombres perjudicados por su mano en su calidad de... Animas Benditas... Ahí es donde entro yo a terciar, que como hijo natural que era, me toco demandar el testamento y al final convertirme en legitimo tutor y albacea de las Benditas Animas del Purgatorio. ¿Qué hace uno en un caso de esos? Hay que avivarse y encomendarse al Uñas. ¿O no?<br />APARTÁNDOSE DE LA IMAGEN CENTRAL, QUE SE DISUELVE LENTAMENTE. Los personajes con títeres de cabeza nos recuerdan a Manuelucho.<br />MATAMALEZA:<br />Señor Jaramillo... Señor Jaramillo.<br />JARAMILLO:<br />Diga. (A los otros) Con permiso.<br />MATAMALEZA:<br />Venga un momento por favor.<br />JARAMILLO:<br />¿Qué se le ofrece?<br />MATAMALEZAS:<br />Es que me han informado que los “cachiporros” andan merodeando sus haciendas.<br />JARAMILLO:<br />Perdóneme, pero no tengo el honor de conocer a tan informado copartidario.<br />MATAMALEZAS:<br />Permita me presento, Carlos Arturo Zuluaga, más conocido como “Matamalezas”<br />JARAMILLO:<br />¿Mata Maleza?<br />MATAMALEZAS:<br />Pues así me dicen los amigos... debilidades que uno tiene.<br />JARAMILLO:<br />¿Y? ¿En qué le puedo servir señor Zuloaga?<br />MATAMALEZA:<br />Yo creo que el que puede servir acá es el suscrito, y por favor, no me llame Zuluaga, dígame Matamaleza simplemente.<br />JARAMILLO:<br />Muy bien, si así lo prefiere.<br />MATAMALEZA:<br />Matamaleza a secas me hace sentir mayor confianza para hablar de negocios. (Pausa) Vamos al grano, le traigo una oferta…<br />JARAMILLO:<br />Antes de proseguir, preferiría, si se trata de café, que pase usted por mis almacenes, para que lo atienda uno de mis muchachos.<br />MATAMALEZA:<br />Pues, sí y no. Porque por un lado si tiene que ver con el café, pero por el otro no. Oiga, yo soy comisionista.<br />JARAMILLO:<br />¿Comisionista?<br />MATAMALEZA:<br />Bueno, así me califican algunos, la verdad es que soy adivinador.<br />JARAMILLO:<br />¿Comisionista y adivinador? Estamos en ferias. Si es adivinador, puede ganarse algunos pesos. ¿Qué adivina?<br />MATAMALEZA:<br />Yo profetizo el día en que la gentuza lo deja de molestar a uno.<br />JARAMILLO:<br />¿Cómo así? ¿Eso qué tiene ver conmigo?<br />MATAMALEZA:<br />Mucho si usted quiere. ¿Se entero de la lección que dimos en Cienaga?<br />JARAMILLO:<br />Sigo sin entender.<br />MATAMALEZA:<br />Las bananeras. (Pausa) No se apure, ya va a entender. Oiga bien: Si le interesa, yo le saco los intrusos de sus tierras, es más, puedo presionar a algún otro para que le venda. Yo le limpio la zona. Se la desyerbo, no le digo que me dicen “El Matamaleza”.<br />JARAMILLO:<br />Hombre, eso es muy arriesgado.<br />MATAMALEZAS:<br />No lo crea mi don. Además, los riesgos los corro yo. A los invasores y a los ladrones, plomo. Y a los otros, a los otros se les envía una boleta.<br />JARAMILLO:<br />¿Una boleta...?<br />MATAMALEZA:<br />Sí. Una nota aconsejándoles que se vayan, porque se les viene encima una muy mala racha. Nosotros sabemos que un maizal maduro prende fácil o que un hombre puede caer de su caballo y partirse la nuca, son accidentes ¿Cierto?<br />JARAMILLO:<br />Eso debo pensarlo.<br />MATAMALEZA:<br />Ojala no cavile demasiado. O por lo menos no lo piense por mucho tiempo, porque se le puede adelantar alguno más... más resuelto, y eso puede no ser conveniente para usted. ¿No le parece?<br />IX<br />BLOQUE III – CUADRO III<br />DIDASCALIA<br />En la década del cuarenta, el inconformismo popular se hace manifiesto y las reacciones violentas de las bases de la pirámide social que han sido reprimidas hasta el momento se desbordan con el asesinato del líder popular Jorge Eliécer Gaitán.<br />IMAGEN: Zona rural campesina. Cabaña de bahareque. Luz de velas.<br />ALICIA:<br />¡Me lo mataron! ¡Me lo mataron!<br />D. EMILIA:<br />Contrólese Alicia. Usted ya esta muy vieja para esos aspavientos.<br />ALICIA:<br />¿Cómo quiere que me controle Doña Emilia? Si lo más indudable es su asesinato.<br />D. EDUARDO:<br />Tranquilícese, que eso no es seguro. Mañana trataremos de hablar con Don Erasmo Valencia y él nos aclarara esta situación.<br />ALICIA:<br />Si no es la primera vez que pasa.<br />D. EDUARDO:<br />Malditos godos asesinos. Pero tranquila Alicia que Valencia nos ayuda. Y va a volar mierda al zarzo.<br />D. EMILIA:<br />Eduardo por favor, no le eche leña al fuego.<br />OSCAR: (entrando precipitadamente)<br />Don Eduardo... Don Eduardo...<br />D. EDUARDO:<br />¿Qué paso Oscar? ¿Qué paso?<br />ALICIA:<br />¿Me lo asesinaron?<br />OSCAR:<br />Eso no se sabe. Hasta donde yo los vi, no.<br />D. EDUARDO:<br />Cuente, cuente.<br />OSCAR:<br />Pues...<br />D. EMILIA:<br />Déjelo resollar Eduardo. Oscar, tómese esta agua de panela con limón, usted sabe que es una bebida bendita.<br />OSCAR:<br />Gracias Doña Emilia. (Bebe) Bueno, la cosa fue que se tiraron para abajo del cafetal y salieron a la finca de don Elías Bustamante, él estaba secando el café y ahí mismo lo fueron agarrando también. Y en la cara de doña Elena al muchacho mayor le dieron un culatazo en la cabeza.<br />ALICIA:<br />¿A Gonzalo?<br />D. EDUARDO:<br />Si don Elías es conservador.<br />OSCAR:<br />Eso es lo raro. Don Bernardo Villegas, que les vio de cerca asegura que son liberales y él es hombre de fiar.<br />D. EDUARDO:<br />Pero si Lucrecia vio al ronco Ospina con ellos y usted sabe que él es más godo que el Rey de Inglaterra.<br />ALICIA:<br />¿Qué opina doña Emilia?<br />D. EMILIA:<br />Poco me importa a mí ya eso. Lo evidente es que se los llevaron.<br />D. EDUARDO:<br />No Mujer. Eso no es así.<br />D. EMILIA:<br />Sí Eduardo. Un día son los Godos los que vienen y nos arrancan de la tierra, y al otro son los Liberales.<br />ALICIA:<br />Sí Señora. Siga relatando Oscar.<br />OSCAR:<br />No. Después se internaron en el monte y ya no pude continuar porque se venia la noche encima y la verdad, me dio culillo, si me hubiesen descubierto, me matan.<br />D. EDUARDO:<br />Mañana les seguimos la pista y les aseguro que esos hijos de puta son godos. ¿No es así Oscar?<br />OSCAR:<br />Yo ya no sé don Eduardo. Don Bernardo afirma que son liberales y él es un hombre en el que se puede confiar, usted lo sabe.<br />D. EMILIA:<br />Oiga Eduardo, esos están amangualados. Lo mismo da rojo que azul. Tan asesino es el fusil del uno como el del otro.<br />D. EDUARDO:<br />De cualquiera esperaría yo una traición, menos de usted Emilia. ¡Treinta años de casados Emilia! ¿Acaso no valen nada para usted?<br />ALICIA:<br />Bueno no vayan a pelear por eso. La verdad es que doña Emilia tiene toda la razón don Eduardo. Sin embargo, lo que nos interesa es mi marido. Poco importa si fueron los Conservadores o los Liberales.<br />D. EMILIA:<br />Ya no se pelea por los partidos. Sabrá mi Dios que es lo que quieren estos hombres ahora.<br />OSCAR:<br />Dicen que es por la tenencia de la tierra. Hay quien afirma que lo que quieren es echarnos para la ciudad y ponernos a trabajar en fabricas y en esas empresas que tienen allá en las grandes urbes y hacer con la tierra lo que hacen en las llanuras del Magdalena, el campo lo perdimos.<br />VOZ DE JORGE ELIÉCER GAITÁN: (FRAGMENTO DE LA “ORACIÓN POR LA PAZ”)<br />-- Manifestación del Silencio. Bogotá, 7 de febrero de 1948 --<br />“Señor Presidente: Serenamente, tranquilamente, con la emoción que atraviesa el espíritu de los ciudadanos que llenan esta plaza, os pedimos que ejerzáis vuestro mandato, el mismo que os ha dado el pueblo, para devolver al país la tranquilidad publica. ¡Todo depende ahora de vos! Quienes anegan en sangre el territorio de la patria, cesarían en su ciega perfidia. Esos espíritus de mala intención callarían al simple imperio de vuestra voluntad. Amamos hondamente a esta nación y no queremos que nuestra barca victoriosa tenga que navegar sobre ríos de sangre hacia el puerto de su destino inexorable...”<br />TRANSICIÓN<br />D. EDUARDO:<br />Sirva los frijoles Emilia.<br />D. EMILIA:<br />Aun no están, estamos friendo el chicharrón. Tienen tiempo para jugar otra partida.<br />OSCAR:<br />No, doña Emilia, si juego otra mano pierdo hasta la camisa. Su marido es una fiera jugando tute<br />ALICIA:<br />Voy a traerles un tinto así no se les hará tan larga la espera.<br />OSCAR:<br />Muy buena idea doña Alicia, gracias.<br />ALICIA:<br />Ya vengo. (Sale del foco de atención)<br />OSCAR:<br />Afortunadamente ya se esta recuperando.<br />D. EMILIA:<br />Sí, gracias a Dios. Voy a ver si necesita ayuda. Ahora venimos (Sale igual que Alicia)<br />D. EDUARDO:<br />Que mujer tan guapa. Son seis hijos, sin marido y sin tierra.<br />OSCAR:<br />Eso cada día es más frecuente la violencia crece como si fuera maleza.<br />D. EDUARDO:<br />Y como si fuésemos yerba mala, nos matan. Ya oyó, diecisiete en Manizales, solo estaban escuchando a Gaitán: “La Oración por la Paz” que irónico. Dicen que Álzate tuvo que ver en eso, pero como sucede siempre en este país la verdad nunca se sabrá.<br />OSCAR:<br />Eso no es solo aquí, eso sucede en todo el mundo, los ricos hacen y los pobres pagan<br />VOZ DE JORGE ELIÉCER GAITÁN: (FRAGMENTO DE LA “ORACIÓN POR LOS HUMILDES”)<br />- Manizales, febrero 15 de 1948 --<br />“Compañeros de lucha: sólo ha muerto algo de vosotros, porque del fondo de vuestras tumbas sale para nosotros un mandato sagrado que juramos cumplir a cabalidad. Seremos superiores a la fuerza cruel que habla su lenguaje de terror a través del iluminado acero letal. El dolor no nos detiene sino que nos empuja. Y algo profundo nos dice que al destino debemos gratitud por habernos puesto a prueba, por habernos ofrecido la sabia lección y la noble alegría de vencer obstáculos, de domeñar dolores. De mirar en lo imposible nada más que lo atrayentemente difícil. ¡Vuestras sombras son ahora la mejor luz en nuestra marcha!”<br />D. EDUARDO:<br />Lo peor es que termina uno acostumbrándose.<br />OSCAR:<br />Dios nos ampare y nos favorezca.<br />D. EDUARDO:<br />¿Qué paso con la matanza en Patio Bonito? Nadie dijo esta boca es mía. Todos nos quedamos callados.<br />OSCAR:<br />Pero no es por que uno se acostumbre don Eduardo, no, es por miedo. Así de fácil. ¡Miedo!<br />D. EDUARDO:<br />No lo sé Oscar, aunque tal vez tenga usted razón. A un miedo no hay pantalones que le aguanten.<br />OSCAR:<br />Si don Eduardo, se nos mete el miedo por los ojos y por los oídos y lo más tenaz es cuando ese miedo se convierte en horror y lo siente uno desde las pelotas hasta la barriga, se derrumba el valor y hasta la vergüenza se pierde. (Pausa) Sobre todo cuando se ven los restos, usted sabe como los descuartizan, no puede uno ni reconocerlos.<br />D. EDUARDO:<br />Y eso que por estos rumbos dicen que no hay violencia, que lo más duro se vive por allá por el Tolima, por los Llanos, por otras tierras. Cuentan que por esos lados los asaltos son despiadados, que no dejan títere con cabeza, yo creo que ni Dios mismo sabe a donde vamos a ir a parar.<br />CAMPESINO: (entrando precipitadamente)<br />¡Atentaron contra Gaitán! ¡Atentaron contra Gaitán!<br />D. EDUARDO:<br />¿Cómo? ¡Emilia venga!<br />CAMPESINO:<br />Parece que lo mataron en Bogotá.<br />ENTRAN LAS DOS MUJERES<br />D. EMILIA:<br />¿A quien mataron?<br />CAMPESINO:<br />Al “Caudillo”. A Gaitán.<br />LA IMAGEN SE ROMPE. ESCENAS DE VIOLENCIA Y CAOS QUE EVOCAN LO QUE SE CONOCE COMO EL “BOGOTAZO”<br />VOZ DEL ARZOBISPO PERDOMO: (Días después del nueve de abril de 1948)<br />“En esta hora de inmensa tribulación para nuestra amada patria, y con el corazón profundamente acongojado ante los extremos de perversidad y de locura a donde vemos que ha sido llevado nuestro pueblo por obra de extrañas influencias, destructoras no solo de todo orden moral y religioso sino además de todo ideal patriótico, y de todo sentimiento humanitario, no podemos menos que reprobar con la mayor energía y deplorar con el más vivo dolor los horrendos atentados y delitos que se han cometido, primero, contra la persona de un ilustre ciudadano y destacado hombre publico, el doctor Jorge Eliécer Gaitán, y luego contra la autoridad legítimamente constituida, contra el orden publico, contra la vida y propiedades de los ciudadanos, contra la sociedad entera, y contra todo lo que constituye nuestra cristiana civilización y cultura”<br />ALGUNO:<br />¿Y el café? No lo podemos abandonar así.<br />ALGÚN OTRO:<br />Ya no se trata del café, ahora lo que hay que defender es al partido. A la causa.<br />CORO:<br />Yo los vi un día, estaban desencajados sus rostros<br />VOCES:<br />- Sus manos se confundían en una prolongación filosa que ya no era machete.<br />- Sus ojos solo tenían un norte, el de la sangre.<br />- Sus bocas un solo grito: ¡Muerte a la especie!<br />- Sus oídos una sola música y su olfato una sola fragancia.<br />Pausa<br />- Yo también los vi un día, estaban sentados en cómodas poltronas.<br />- Sus rostros limpios y serenos.<br />- Sus manos cruzadas una con otra, inspiraban confianza.<br />- Sus ojos tranquilos y seguros.<br />- Sus bocas eruditas y amables.<br />- Sus oídos finos y educados.<br />- Y sus bodegas abundantes y prodigas.<br />- Y sus mujeres no fueron violadas.<br />- Sus hijos no fueron degollados.<br />- Y nadie los señalo como asesinos.<br />Pausa<br />- Yo también los vi un día, tenían las manos rojas.<br />- Como café en cereza.<br />- Como sangre de campesino.<br />CORO:<br />Tenían las manos rojas. Hay quien afirma que aun las tienen, y que de norte a sur, la sangre colombiana, corre alimentando mortajas rojas y mortajas azules. Tenían en sus ojos una sola meta y en sus bocas un solo grito: “Muerte al estúpido creyente y riqueza y poder al manipulador de la violencia”.<br />Pausa<br />CORO:<br />Yo también los vi un día, eran los líderes y abanderados de los dogmas antiguos y modernos. Tenían las manos marcadas, marcadas con la sangre del hombre.<br />OSCURIDADanimal stormhttp://www.blogger.com/profile/14507451639067425936noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-450246237374959914.post-73912602484039839392007-05-25T15:37:00.000-07:002007-09-18T18:37:06.581-07:00NOVIEMBRE ES LA PROMESAAutora: <strong>ROXANA ARAMBURÚ<br /></strong>Contacto: <a href="mailto:lobiaramburu@yahoo.com.ar">lobiaramburu@yahoo.com.ar</a><br /><br />ESCENA 1<br />Interior de un departamento pequeño. Al costado, una cama. La mesa está preparada. De espaldas a Lucio, Mara habla mientras se ocupa de algo de la cena: adereza la ensalada, descorcha una botella, lava alguna vajilla. Lucio, con las manos en los bolsillos, revuelve monedas. No la escucha.<br /><br />MARA: - ... entonces ellos salen a una especie de terraza, muy grande, con un balcón hacia el parque que era gigantesco, mirá, hasta tenían una glorieta, ¿o una retreta se llama? bueno, esos lugares donde se pone una banda de músicos, al aire libre; hay una parte en que aparece la hija mayor con el borrego que le gustaba que después se hace nazi, qué digo la glorieta, ¡un lago tenían! no era un fondito cualunque, no... Bueno, te decía: venían del comedor, habían estado los chicos dando las buenas noches, todo el batallón, y la otra, por supuesto, los acompañaba. Ahí hay miradas, incomodidad, bueno... se van todos, los pendejos y ella. El viejo estaba todo el día con el pito en la boca y los trataba como soldados. Entonces la pareja, después de cenar, sale a tomar el fresco de la noche, ella tiene un vestido de fiesta tipo strapless, divino, largo, un poco brilloso, tiene una cinturita así de chiquita y es tetona, el vestido es bien escotado y sin breteles, pero ¿viste? de ésos que tienen unos corpiños armadísimos que parece que las tetas van en una bandeja. A Lucio ¿Me pareció, o estabas silbando? Vuelve al relato Creo que ella lleva un foulard, ¿sabés qué es un foulard? es una especie de chalina, de pañuelo largo de seda, muy fino... super elegante. Preciosa, un cutis de porcelana, una cabellera cortita pero bien… como se usaba en esa época, ¡más vale!; ella era aristocrática, creo que tenía un título de nobleza; sí, era baronesa. Y él, era capitán. Siempre distante, con cara de culo, pero qué lindo… Espectacular, nunca vi un tipo tan pintón, salvo Cary Grant. Pero Cary era como latino, más negrito, más vernáculo. ¿Entonces ella qué hace? A Lucio ¿Podés dejar de hacer ruido con las monedas? Me ponés nerviosa. Vuelve al relato ¡Se le adelanta! Es perfecta la resolución. Cuando ve que el capitán ya le va a decir, que no hay vuelta atrás, percibe la respiración de él antes de empezar a hablar, ¿te das cuenta? La inhalación... y se le adelanta... Los dos saben que no es así, pero como él es un caballero, se la deja pasar. Nunca vi un modo más elegante de zafar, le hace “espejito me rebota y a vos a te explota”... Listo, ¿comemos?<br />Lucio se sienta a la mesa y aparta el plato.<br />MARA: - ¿No vas a comer?<br />LUCIO: - No… no ando bien.<br />MARA: -¿Qué te pasa?<br />LUCIO: - No sé, estoy mal con todo, estoy pinchado. Hoy me hubiese vuelto a mi casa a dormir, en lugar de venir a verte.<br />MARA: - Pero no nos vemos nunca…<br />LUCIO: - Por eso, eso es lo grave. Siento que no tengo ganas de encarar nada, y vos estás tan pila…<br />MARA: - ¿Porque te conté la película, lo decís?<br />LUCIO: - No... por nosotros.<br />MARA: - ¿Yo, pila?<br />LUCIO: - Y, sí.<br />MARA: - Bueno, es relativo. Terminé hace poco una relación de diez años, tampoco es que estoy bailando en una pata.<br />LUCIO: - No me gusta estar así, no sé… me parece que vos te merecés algo mejor.<br />MARA: - …<br />LUCIO: - ¿Qué hacés esa cara?<br />MARA: - Nada.<br />Pausa<br />LUCIO: - ¿En qué pensás?<br />MARA: - En la comida. Quién se va a comer todo esto.<br />LUCIO: - ¿Me estás cargando?<br />MARA: - No, de verdad te lo digo. No cocino nunca. Me siento una estúpida.<br />LUCIO: - No es importante la cena.<br />MARA: - Eh, vos decidís si yo merezco algo mejor, si es o no importante la comida…<br />LUCIO: - Bueno, no me parece trascendente. Estamos hablando de otro asunto.<br />MARA: - ¿Y qué es lo importante? ¿Que me vas a dejar?<br />LUCIO: - Creo que sí.<br />MARA: - ¿Pero qué es lo que creés? ¿Que me dejás o que es importante?<br />LUCIO: - No me enrosques las palabras, sabés que yo no ando con tanta vuelta.<br />MARA: - Mirá, lo importante está conformado por pequeñeces. Es como pensar en una línea, ¿te das cuenta? Es una serie infinita de puntos. Una serie de cosas pequeñas que vas a dejar de hacer conmigo: comer es una.<br />LUCIO: - Le estira la mano a través de la mesa, sonriendo Sabés que nunca anduve bien con la geometría.<br />MARA: - ¿Es un chiste? Ja ja. Pausa ¿Por qué me decís que yo estoy pila? Me parece una justificación gratuita.<br />LUCIO: - Bueno, no sé, estoy en un momento en que siento que todo me supera. Todo es mucho.<br />MARA: - ¿Sabés qué fue mucho? El embale con que te metiste conmigo. ¡Eso fue mucho!<br />LUCIO: - Mara, escuchame… Nada de lo que hice fue sin sentirlo.<br />MARA: - No, me doy cuenta. El tema es que vos te engañás con lo que sentís. ¡Y tuviste muchas ganas de estar bien, por decreto!<br />LUCIO: - Che, pará, yo vine a decirte las cosas de frente…<br />MARA: - Hay una parte, donde María les cose ropa; los chicos iban vestidos horrible, - una de las nenas se llamaba “Briyita”- y ella saca una cortinas de cretona, ¿viste esas cortinas pesadas, floreadas? Y les hace pantaloncitos, una jumper, camisas… ¿Era en esa o en otra película que pasaba?<br />Pausa. Mara esconde la cara entre las manos.<br />LUCIO: - No quiero hacerte mal.<br />MARA: - Recuperada Seguro. Nadie tiene la culpa. Servime vino.<br />LUCIO: - Mirando la etiqueta ¿Compraste éste otra vez?<br />MARA: - Sí, ¿no era que te gustaba el malbec?<br />LUCIO: - Me encanta.<br />MARA: - Y bueno… lo compré para vos. No quiero ni acordarme.<br />LUCIO: - Ofrece cigarrillos ¿Querés?<br />MARA: - No, tengo de los míos. No tengo ganas de hablar de los cigarrillos, ni del vino… ni de la película. ¿Para qué? Son eslabones inútiles, destinados a morir ni bien se caen de la boca. No hablemos más.<br />LUCIO: - Está bien.<br />MARA: - No sé a quién voy a llamar. A Bea la llamé la última vez que me dejaste.<br />LUCIO: - Pero esta vez va a ser distinto. Pensá en eso.<br />MARA: - Ah, podría ser mi compañera nueva… ¿Eh? ¿Por qué decís eso?<br />LUCIO: - No lo sé. Tengo un pálpito.<br />MARA: - …<br />LUCIO: - ¿Te puedo llamar, más adelante?<br />MARA: - ¿Para?<br />LUCIO: - No sé, por ahí tengo necesidad de verte, de hablar con vos… pero no te aseguro que tenga ganas.<br />MARA: - Si querés hablar conmigo hacelo ahora y decime qué te pasa.<br />LUCIO: - Ya te dije… estoy desanimado. No estoy con otra.<br />MARA: - ¡Eh! Yo no te pregunté nada. ¿Por qué te atajás?<br />LUCIO: - Porque es la típica, dejar a alguien porque hay otra persona.<br />MARA: - ¿La típica de quién? Yo no hago eso. No necesité dejarte para estar con otro.<br />LUCIO: - ¿Cómo?<br />MARA: - Eso. Que estuve con alguien.<br />LUCIO: - ¿Cuándo?<br />MARA: - ¿Sabés que no creo lo que decís? Cuando nos conocimos, fue lo primero que dijiste, que no podés estar solo. Sos como el capitán, agarrás con una mano y dejás con la otra.<br />LUCIO: - ¿Con quién? ¿Cuándo?<br />MARA: - ¿Qué importa? Viniste a dejarme, así que calculo que esto es un detalle. Y los detalles a vos no te importan.<br />LUCIO: - No, no es detalle. Ahora necesito saber.<br />MARA: - Si querés te cuento todo así te vas más tranquilo.<br />LUCIO: - ¿No ves que soy un estúpido? ¡Tanta confianza que te tenía!<br />Mara se sirve ensalada y empieza a comer como si nada hubiera pasado.<br />MARA: - ¿No querés un poco de esta ensalada?<br />LUCIO: - No, te dije que no quiero comer. Y menos ahora.<br />MARA: - ¿Por? Ahora ya podés comer, se pasó lo peor. Está rica, hasta batí mayonesa. Qué pena. Rogando Comé un poco… por favor… me siento patética. Nunca cocino.<br />LUCIO: - ¿Con quién me engañaste?<br />MARA: - Con Juan de los Palotes.<br />LUCIO: - Mara, no juegues con mis sentimientos.<br />MARA: - Lucio… esto es un juego. Desde el vamos es un juego. ¿Viniste a avisarme que perdí? Decime qué reglas desconocidas se violaron o andate al mazo.<br />LUCIO: - Dejame de joder con las metáforas.<br />MARA: - ¿Para qué querés que te diga? ¿Para confirmar que no es ni por asomo el que pensás?<br />LUCIO: - Sincerate. Siempre hace bien.<br />MARA: - Vos tenés que sincerarte. Yo ya te dije lo que para vos es más grave.<br />LUCIO: - ¿Qué querés que te diga? Estoy mal. No siento ganas de trabajar, ni de leer, ni de dormir, ni de levantarme, ni de caminar, ni de verte.<br />MARA: - Algo te ocupa la cabeza. Una mujer.<br />LUCIO: - Te dije que no.<br />MARA: - Te digo que sí, una mujer… tuya. Tu ex mujer.<br />LUCIO: - Estás loca.<br />MARA: - Ja. ¿Sabés que no sé ni cómo se llama? Qué llamativo, ¿no? Nunca me hablaste de ella.<br />LUCIO: - ¿Qué pretendías que te contara?<br />MARA: - ¡¡¡¡Nada!!!! Que la mencionaras hubiera sido suficiente. María Augusta Kutchera se debe llamar. ¡Es María Von Trapp!<br />LUCIO: - ¿Qué pavada estás diciendo? Se llama… ¡eh, esto no tiene sentido!<br />MARA: - Claro que no tiene. Andate, y listo.<br />LUCIO: - No podemos quedar así, estuvimos juntos un montón de meses.<br />MARA: - Sí, recién ahora me doy cuenta. Que te tendría que haber hecho fuerza, para que no te metieras de prepo en mi vida.<br />LUCIO: - Esto es muy desagradable, Mara. No quiero decir nada más, todo lo que digo te suena a verso.<br />MARA: - ¿Con quién usaste el forro que faltaba?<br />LUCIO: - ¿Qué?<br />MARA: - Hace quince días. Estábamos en tu casa, y yo te pregunté por el que faltaba.<br />LUCIO: - No te escuché.<br />MARA: - Sí, me escuchaste, pero no sabías qué contestar y te hiciste el sordo.<br />LUCIO: - Te digo que no te escuché.<br />MARA: - Y lo peor, es que no quise volver a preguntarte. No quise. Tendrías que haber sido más cuidadoso. Eso no se hace. Si hay tres, no son tantos… se cuentan: ¡uno, dos, tres!<br />LUCIO: - Tampoco soy bueno para la aritmética.<br />MARA: - Sos muy inoportuno para hacer chistes.<br />LUCIO: -¿Qué me decís a mí? Acabás de contarme que te acostaste con otro.<br />MARA: - Eso no era un chiste. Era verdad. Y dos veces.<br />LUCIO: - ¿Dos? ¿Era bueno? ¿Mejor que yo?<br />MARA: - No. Malísimo.<br />LUCIO: - ¿Y entonces?<br />MARA: - No lo entenderías. Hay algo que se llama angustia, pero vos no la conocés. La angustia de ir entendiendo de qué van las cosas, hay que sofocarla.<br />LUCIO: - Dejá de hablar por mí, haceme el favor, ¿qué sabés si conozco o no la angustia?<br />MARA: - ¡Es que me desespera que no verbalices!<br />LUCIO: -¿Qué ibas entendiendo? ¿Lo que ni yo sabía?<br />MARA: - Lo sospechaba. Pero me agarraron unas ganas de creer…<br />LUCIO: - Me voy.<br />MARA: - Mejor. Dejame sola así reviento llorando.<br />LUCIO: - No, no. Prometeme que no vas a llorar.<br />MARA: - ¿Por qué no voy a llorar? ¿Tampoco es importante, según vos? Voy a hacer lo que se me cante. Arrepentida No te vayas, Lucio... no te vayas hoy.<br />LUCIO: - No me lo hagas difícil.<br />MARA: - Yo no te hago nada.<br />LUCIO: - Dejame despedirme. Se acerca, la abraza Sos un pedazo de mujer. Tenés mil cosas a favor. Pausa ¿No querés ver mi auto nuevo?<br />MARA: - Zafándose del abrazo Después me decís de la comida, ¿qué mierda me importa tu auto? Si no te reconozco por la calle, mejor para mí.<br />LUCIO: - ¿Ves? ¿Ves?<br />La besa, le agarra un ataque de calentura repentina, le saca la blusa, etc.<br />MARA: - Pero… viniste a dejarme… no me hagas esto.<br />Se besan desesperadamente un rato, de golpe Lucio se detiene.<br />LUCIO: - Tenés razón. Esto está mal.<br />MARA: - ¿Ahora me querés subir los calzones?<br />LUCIO: - Es que no se me va a parar.<br />MARA: - Agarrándolo ¿Y esto que tenés acá, qué es? Vamos, ahora vamos.<br /><br />ESCENA 2<br />Están sentados en la cama.<br />LUCIO: - ¿Tenés un pañuelo por ahí?<br />MARA: - Sacá del primer cajón, y después pasámelo.<br />Se suenan la nariz, llorosos.<br />LUCIO: - ¿Ayer te fue bien en la prueba?<br />MARA: - Sí, fue una pavada. Por suerte, ya terminé todo. ¿Y vos? ¿Entrenaste?<br />LUCIO: - Un rato, no más. Espero organizarme mejor, más adelante.<br />MARA: - Claro. Se vuelve a sonar la nariz. Ahora vas a tener más tiempo libre.<br />Lucio la abraza.<br />LUCIO: - Viene la mejor época de la ciudad.<br />MARA: - Sí, para salir a tomar una cervecita afuera, más calor… Como la baronesa y el capitán, acodados en la terraza.<br />LUCIO: - Con el perfume de los tilos.<br />MARA: - Ya se caen las flores del ceibo y del jacarandá.<br />LUCIO: - Alfombras de flores.<br />MARA: - Y mientras van cayendo te digo: “…Es inútil. Es inútil, capitán Von Trapp…”<br />LUCIO: - ¿El qué?<br />MARA: - Nada, nada. No me hagas caso. Que noviembre es la promesa. Enero, la decepción.<br />LUCIO: - ¿Escuchás? Está lloviendo.<br />MARA: - Canta “My favorite things”, de La Novicia Rebelde<br />Raindrops on roses and whiskers on kittens,<br />bright copper kettles and warm woolen mittens,<br />brown paper packages tied up with strings,<br />these are a few of my favorite things.<br />Es la canción de la tormenta… ¿la ubicás?<br />LUCIO: - No. Lo único que me acuerdo de esa película es la parte que el tipo canta… con una guitarra, que parece demasiado chica para su tamaño.<br />MARA: - Canta “Edelweiss”. Hermoso. Tararea Edelweiss, Edelweiss…<br />LUCIO: - No sé… pero el tipo está cantando y se quiebra. Es un gesto mínimo, pero se quiebra.<br />MARA: - Claro… pensá que el capitán era un duro. Por favor, tocame la espalda.<br />Lucio le acaricia la espalda.<br />MARA: - Es el único lugar al que no llego sola… lo necesito…<br />Lucio le hace masajes con mucho afecto y quiebra en un gesto mínimo, que Mara no ve.<br />LUCIO: - Sobreponiéndose Pusieron un barcito nuevo frente a la plaza.<br />MARA: - Lo vi. Pensé en ir con vos, una de estas noches.<br />LUCIO: - Yo ya fui.<br />MARA: - Ah, buenísimo. Yo no pienso pisarlo. Aunque tal vez sea mejor exorcizarlo, entrar de una vez y al carajo la melancolía.<br />LUCIO: - ¿Querés un poco de vino?<br />MARA: - Sí, ya que estás traé tarta, también.<br />Lucio vuelve con la fuente, comiendo<br />MARA: - ¿Te gusta?<br />LUCIO: - Mmmmm…. riquísima.<br />MARA: - Comiendo Qué lindo verte comer.<br />LUCIO: - ¿Tiene aceitunas? Silencio Te quedaste pensando en algo.<br />MARA: - Sí, en la ropa de verano. Mi ropa. Nunca la viste.<br />LUCIO: - No.<br />MARA: - ¿Querés ver? Dejame que te muestre.<br />LUCIO: - Mara.<br />MARA: - Alguna, aunque sea… No tengo un strapless como el de la baronesa, pero…<br />LUCIO: - ¡No!<br />MARA: - Está bien. Para cuando la use, tal vez ya te haya olvidado, ¿no?<br />LUCIO: - No quisiste ver mi auto…<br />Pausa<br />MARA: - Cuando te vayas, llevate comida. No la quiero encontrar mañana y pensar en esta noche.<br />LUCIO: - ¿No me vas a contar quién fue?<br />MARA: - Vos tampoco me vas a decir.<br />LUCIO: - …<br />MARA: - ¿Con quién fuiste al bar?<br />LUCIO: - Mara, no faltaba ninguno. En la caja, digo.<br />MARA: - Cuenta con los dedos Uno, dos… ¿tres?<br />LUCIO: - Delirás.<br />MARA: - Sí, sí. Esto es un delirio. Pasame más vino.<br />LUCIO: - No tomes más. Te va a hacer mal.<br />MARA: - ¿Estás loco? ¡Vos me hacés mal! Mirá que me voy a preocupar por el vino… Todo lo contrario, el vino es saludable, te destapa las arterias.<br />LUCIO: - ¿Te dejo la botella acá?<br />MARA: - Por supuesto. Lo más cerca posible. Canta Edelweiss, edelweiss…<br />LUCIO: - Mara… mañana tengo que trabajar.<br />MARA: - Ni menciones las cosas cotidianas. No puedo pensar siquiera en cepillarme los dientes.<br />LUCIO: - Me voy.<br />MARA: - Andate de verdad, ni te despidas.<br />LUCIO: - ¿Venís a cerrar?<br />MARA: - Ni loca. Tirá la llave por el buzón.<br />LUCIO: - Prometeme que te vas a poner bien.<br />MARA: - Ufa, ¡cuántas garantías!<br />LUCIO: - ¿Te puedo pedir un favor?<br />MARA: - …<br />LUCIO: - ¿Me llamarías mañana?<br />MARA: - ¿Mañana?<br />LUCIO: - Sí, mañana.<br />MARA: - Pero, ¿tan pronto? Tendríamos que aprovechar esta crisis, tomarnos un tiempo… Ilusionada ¿De verdad, me lo decís?<br />LUCIO: - Temprano.<br />MARA: - Yo creí que esta segunda parte no invalidaba la primera.<br />LUCIO: - No, no. Es así. Pero se me rompió el despertador.<br />MARA: - ¿Sabés una cosa? ¡Pedile al mono relojero que te despierte!<br />LUCIO: - Está bien, no dije nada, está bien. Disculpame.<br />Lucio se dirige a la puerta.<br />MARA: - Lucio. ¡Lucio!<br />Lucio se detiene.<br />MARA: - ¿A qué hora?<br />LUCIO: - A las siete.<br />Lucio se va. Se escuchan sus pasos, alejándose.<br />MARA: - “Es inútil, capitán Von Trapp. Es inútil”.<br />Apagón.animal stormhttp://www.blogger.com/profile/14507451639067425936noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-450246237374959914.post-54726829318234706392007-05-25T15:32:00.000-07:002007-09-18T18:35:51.570-07:00EL VIENTO SOPLA TODAVÍA - VIRGINIA BOLTÉNAutora: <strong>Roxana Aramburú</strong><br />Contacto: <a href="mailto:lobiaramburu@yahoo.com.ar">lobiaramburu@yahoo.com.ar</a><br /><br />Interior de una habitación humilde: una ventana a la calle, pocos muebles, una biblioteca importante. La luz es tenue pero destaca el retrato de una mujer con el pelo cortado al ras. Una anciana duerme en una mecedora y ronca ligeramente. Una joven –Luisa- entra precipitadamente, con una bolsa en la mano. Cierra la puerta, se acerca con cautela a la ventana y espía a través de la cortina. Al dar unos pasos hacia atrás para alejarse, tira algo y despierta a la anciana. Ambas se asustan de la presencia de la otra.<br /><br /><br />ANCIANA: - ¿Quién sos vos?<br />LUISA: - La nieta de Lorenza.<br />ANCIANA: - ¿Quién?<br />LUISA: - (Mirando de reojo hacia la ventana) Lorenza... de acá a la vuelta.<br />ANCIANA: - Vos no sos Lorenza.<br />LUISA: - No, soy la nieta.<br />ANCIANA: - (Desconfiada) La nieta. ¿Y qué hacés acá? ¿Cuándo entraste?<br />LUISA: - Eh... (Reparando en la bolsa que lleva en la mano) Mi abuela me pidió que le trajera un poco de fruta.<br />ANCIANA: - ¿Fruta? ¿Por qué?<br />LUISA: - Dijo que usted estaba enferma.<br />ANCIANA: - ¡Enferma! Enferma estará ella.<br />LUISA: - ¿Dónde dejo la bolsa?<br />ANCIANA: - ¿Qué?<br />LUISA: - La fruta.<br />ANCIANA: - Bueno... ahí, en la mesa.<br />LUISA: - Mejor la llevo a la cocina.<br />ANCIANA: - (La sigue con la mirada) Bueno... si querés.<br />Luisa entra a la cocina y permanece un rato en silencio absoluto. La anciana está expectante.<br />ANCIANA: - ¿Necesitás algo?<br />LUISA: - No, nada, nada (Se asoma apenas por el vano de la puerta). Me quedé mirando la alacena. Qué linda.<br />ANCIANA: - ¿Cómo te llamás?<br />LUISA: - Luisa.<br />ANCIANA: - (Complacida) Como la virgen roja.<br />LUISA: - ¿Me deja hacer una llamada?<br />ANCIANA: - No tengo teléfono. Vení, acercate. ¿Por qué te pusieron ese nombre?<br />LUISA: - A mi mamá le gustaba. A mí no, es antiguo. Me dicen Lu.<br />ANCIANA: - ¿Lu?<br />LUISA: - Un sobrenombre. ¿No se acuerda de mí, de cuando era chica?<br />ANCIANA: - Me parece, pero... (Niega con la cabeza)<br />LUISA: - ¿No quiere tomar algo caliente? (Cierra la cortina de la ventana, casi de modo imperceptible) Hace frío acá adentro.<br />ANCIANA: - Yo no siento. ¿Estamos en invierno?<br />LUISA: - En primavera.<br />ANCIANA: - ¡Primavera! ¡Printemps, Frühling, becha, udaberri! (Luisa sigue atenta) ¿Esperás a alguien?<br />LUISA: - No, no. (Se aleja de la ventana, disimula) ¿Dónde aprendió esos nombres?<br />ANCIANA: - De mis compañeros. De los Grupos de Afinidad.<br />LUISA: - ¿Qué es eso?<br />ANCIANA: - Siempre hay algo que aprender. ¿Vino Salvatore?<br />LUISA: - (Sobresaltada) ¿Quién? ¿En un auto?<br />ANCIANA: - (Repara en su confusión temporal) No, no... No me hagas caso.<br />LUISA: - Porque un auto... andaba por acá.<br />ANCIANA: - Quedate tranquila. Me olvido.<br />LUISA:- (Ansiosa por irse a la cocina) Le hago un té.<br />ANCIANA: - ¿Puede ser mate cocido? Hay agua en un termo. La yerba, en el estante de arriba. Si tuviera las piernas bien... y las manos... y la columna...<br />LUISA: - (En off) Ya va a estar mejor.<br />ANCIANA: - (En voz alta) ¿Qué? No te escucho.<br />LUISA: - (La chista) Que ya va a estar mejor.<br />ANCIANA: - Qué decís, nena... (Se repone) No, no me quejo. Cuando era como vos me trepaba a los árboles, a los paredones, corría... Es la vida. Ahora hay que quedarse un poco quieta, nada más. No cambió tanto, ¿no? Qué honor... (Se ríe) ¡La "Buena Luisa" me prepara mate cocido!<br />Luisa le acerca una taza.<br />ANCIANA: - Gracias. Sos solidaria, ¿eh? Está muy bien.<br />LUISA: - ¿Que le pasó en las manos?<br />ANCIANA: - ¿Adónde?<br />LUISA: - Las uñas.<br />ANCIANA: - Ah, eso. Ya ni me acordaba. Del frigorífico. El frío te hace caer las uñas. Y a mi edad ya no tienen fuerza para crecer. Vos parecés chiquita. ¿Cuántos años tenés?<br />LUISA: - Veintiuno. Soy del 62.<br />ANCIANA: - (Con melancolía) Como mi nieta.<br />LUISA:- (Sorprendida) ¿Tiene una nieta? No sabía.<br />ANCIANA: - Bueno, como si lo fuera. (Toma. Luisa permanece de pie, pero protegida por la mecedora). Andate, si querés. No hagas cumplidos.<br />LUISA: - No, no tengo apuro.<br />Pausa prolongada.<br />ANCIANA: - ¿Querés algo?<br />LUISA: - …<br />ANCIANA: - Nosotros no damos propinas. Una propina es caridad.<br />LUISA: - No, no quiero plata.<br />ANCIANA: - ¿Y?<br />LUISA: - (Buscando una excusa) Quería hablar un rato... conocerla, que me cuente cosas de antes.<br />ANCIANA: - (La observa) Ajá.<br />LUISA: - Bueno, es que mi abuela no se acuerda bien, así que yo le quería preguntar...<br />ANCIANA: - Adelante. Con confianza.<br />LUISA: - (Sin salida, ve el retrato y lo señala) ¿Es usted?<br />ANCIANA: - (Se ríe) No... Una tía.<br />LUISA: - ¡Qué corto usaba el pelo! ¿No?<br />ANCIANA: - Era más higiénico... y más barato.<br />Luisa está distraída, mira disimuladamente hacia la puerta, atenta a los ruidos.<br />LUISA: - ¿Quiere que cierre con llave?<br />ANCIANA: - No, no es necesario. Hace años que dejo la puerta abierta. ¿Pasa algo?<br />LUISA: - No. ¿Qué me contaba, de su tía?<br />ANCIANA: - (Intrigada) Sí... te decía que... ¿sabés que fue la primera mujer que habló en una manifestación?<br />LUISA: - Ah... (Incómoda) Algo me acuerdo... pero mi abuela me dijo que había sido usted.<br />ANCIANA: - Qué va. No, no fui yo. Fue ella, Virginia. Virginia Boltén.<br />LUISA: - Entonces, se confundió.<br />ANCIANA: - ¿Tan perdida está Lorenza? Virginia ya murió. ¡Si eso fue en 1890! ¿Y ahora en qué año estamos?<br />LUISA: - 1983.<br />ANCIANA: - ¿Cómo 1983? ¿Ya terminó el mundial?<br />LUISA: - (Sombría) ¿El ´78? Sí.<br />ANCIANA: - (Recordando algo) Cierto, cierto... (Probándola) ¿Saliste a festejar?<br />LUISA: - No. (Nerviosa) Usted tendría que tener un teléfono acá.<br />ANCIANA: - ¿Por qué?<br />LUISA: - ¿No tiene miedo? Que le pase algo, no sé.<br />ANCIANA: - ¿Qué más me podría pasar? El último que tuve, estaba pinchado. Un día lo arranqué.<br />Luisa se incomoda, no sabe si irse o quedarse. El ruido de un auto la sobresalta.<br />ANCIANA: - Es el carnicero. Siempre maneja así.<br />LUISA: - (Desorbitada) ¿Qué carnicero? ¿Viene para acá?<br />ANCIANA: - ¿Acá? (Se ríe) ¡No! ¿Lo conocés?<br />LUISA: - No sé... el auto me parece, ese ruido.<br />ANCIANA: - Lo hace a propósito. Vení, ponete al lado mío (Luisa se sienta cerca de ella. El ruido del auto que acelera pasa a primer plano. Luisa intenta levantarse y la anciana la retiene). No, no te muevas. Vas a estar bien. Confiá en mí (La toma de la mano. El auto se aleja).<br />LUISA: - (Se acerca a la ventana y mira, aliviada) Se fue.<br />ANCIANA: - Acá no entra más, ¿sabés? Desde aquella vez... (Palpa un arma que lleva bajo de la ropa). Pensaba que ésta era de juguete. Y después empezó a decirle a todos que en esta casa vive una vieja loca.<br />LUISA: - (Asustada, se ríe. Distrayéndola y distrayéndose) Cuénteme, cuénteme más.<br />ANCIANA: - ¿Del carnicero?<br />LUISA: - ¡No, no! Otra cosa. No quiero hablar de eso.<br />ANCIANA: - (La observa) Tu abuela la conoció.<br />LUISA: - ¿A quién?<br />ANCIANA: - A Virginia.<br />LUISA: - No, no puede ser.<br />ANCIANA: - (En voz muy alta) ¿Cómo no la va a conocer?<br />LUISA: - No grite, no grite. Pero... ¿en qué año nació su tía? Mire que...<br />ANCIANA: - Las cosas que preguntás vos. ¿Quién sabe?<br />LUISA: - ...mi abuela tiene cerca de noventa, pero además es de Montevideo.<br />ANCIANA: - Allá estuvo Virginia cuando la deportaron. ¡Y ya estamos en 1983!<br />LUISA: - ¿Qué? ¿Era uruguaya, también?<br />ANCIANA: - No. Se lo inventaron... por la Ley de Residencia. Así la podían sacar del país. ¿Hay más mate cocido?<br />LUISA: - Sí, le hago, le hago (Va a la cocina).<br />ANCIANA: - Nació en San Luis. Sí... mi abuelo cayó de mensual en una estancia. Ahí se enamoró de la hija del dueño, y se casaron.<br />LUISA: - (Desde la cocina) ¿Con la hija del estanciero?<br />ANCIANA: - Cuatro hijos tuvieron. Pero se llevaban mal, el matrimonio no funcionó. Virginia diría: “Ni Dios, ni patrón ni marido” (Se ríe).<br />LUISA: - (Se asoma) Eso le gritaba mi abuela a mi abuelo cuando se peleaban. Yo pensaba que lo había inventado ella.<br />ANCIANA: - (Bosteza) Hace mucho que no viene Lorenza.<br />LUISA: - (Vuelve a la cocina) No quiere salir. Le cuesta caminar.<br />ANCANA: - Tantos años juntas, en Rosario... Virginia nos enseñó a escribir en el patio del conventillo. Cuatro tuvieron... (Se adormece).<br />LUISA: - ¿Se conocen desde chicas?<br />La anciana no contesta.<br />LUISA: - ¿De dónde? Nunca me habló de eso.<br />Pausa. Se asoma con miedo. Se acerca a la anciana dormida. No se anima a tocarla. De pronto la anciana larga un ronquido.<br />LUISA: - ¡Ay, la puta, qué susto! (La sacude levemente). ¡Virginia! Ay... no, ¿cómo se llamaba?<br />ANCIANA: - (La mira extrañada) ¿Qué pasa?<br />LUISA: - Se quedó dormida.<br />ANCIANA: - No, estaba despierta. ¿Sabés hace cuánto que no duermo? Ojalá durmiera un poco. ¿Qué hablábamos?<br />LUISA: - (Resignada) Me decía de Virginia y de mi abuela.<br />ANCIANA: - ¿Vino Virginia?<br />LUISA: - No... Me hablaba de ella. De su tía.<br />ANCIANA: - Ah. Sí. Bueno, eso.<br />LUISA: - ¿Qué?<br />ANCIANA: - Cuatro hijos tuvieron. Una era ella. En San Luis.<br />LUISA: - Sí. ¿Y?<br />ANCIANA: - ¿Y el mate cocido?<br />LUISA: - Ah, me olvidé. Yo voy para allá, pero hable despacio, la escucho (Entra a la cocina).<br />ANCIANA: - Ponele leche, si hay.<br />LUISA: - Bueno. ¿Qué me decía?<br />ANCIANA: - Que le pongas leche.<br />LUISA: - No. De Virginia. De mi abuela. Que se conocían.<br />ANCIANA: - ¿Qué Virginia? Ah, cierto... Trabajaba en la refinería de azúcar, en Rosario.<br />LUISA: - (Se asoma) ¡Mi abuela también!<br />ANCIANA: - Y en una fábrica de zapatos. (Feliz, confidente) Ahí conocí a Salvatore.<br />LUISA: - (Vuelve de la cocina con la taza) ¿Por qué habló en la manifestación?<br />ANCIANA: - ¡Yo no! Nunca serví para oradora.<br />LUISA: - No, su tía.<br />ANCIANA: - ¿Y cómo no iba hablar? Ella siempre estuvo ahí.<br />LUISA: - No entiendo.<br />ANCIANA: - En el ojo de la tormenta, nena. Con la bandera negra y roja. (Lee en el aire) "Los trabajadores de Rosario cumplimos las disposiciones del Comité Obrero Internacional de París”. ¿De qué te sorprendés?<br />LUISA: - En esa época, no sé. Era una mujer de avanzada.<br />ANCIANA: - (Presta atención, escuchando) Hay una corrida.<br />LUISA: - (Queda inmóvil) ¿Qué pasa? ¿El auto?<br />ANCIANA: - ¡Es el boicot al tranvía! ¡Correte, correte de la ventana!<br />LUISA: - No, no... Debe ser una columna que se acerca. Escuche...<br />ANCIANA: - Tomá, cuando lleguen los caballos tirá de éstas (Le pasa una bolsa con bolitas que tiene bajo la mecedora) Tirales, tirales, ¡pero que no te vean! y andate por la tapia de atrás. Yo me quedo, yo resisto acá.<br />LUISA: - ¡No, yo no quiero intervenir! Pero qué digo... si no hay más tranvías... ¿Me está escuchando?<br />ANCIANA: - ¡Apurate, ponete de este lado, del otro te ven!<br />LUISA: - (Tratando de controlar la situación) ¡No van reprimir, no van a reprimir! Tranquilícese, todo va a salir bien.<br />ANCIANA: - (En voz muy baja, llama) ¡Salvatore! ¡Escondete, Salvatore...! (A Luisa, como volviendo de un sueño) ¿Cómo que no van a reprimir? Eso es raro.<br />LUISA: - Porque es la caída de la dictadura.<br />ANCIANA: - (Desconfiada) ¿De Uriburu? ¿Y tiran agua caliente?<br />LUISA: - No, panfletos. Tocan cornetas.<br />ANCIANA: - Yo calentaría agua.<br />LUISA: - Hay elecciones. ¿Se acuerda? Ese ruido es gente que va para la concentración.<br />ANCIANA: - ¿Y vos qué hacés acá? Todos están afuera. ¿No vas a ir?<br />LUISA: - No sé. No sé todavía.<br />ANCIANA: - ¿En qué año estamos, al final? 83... Andá a saber.<br />LUISA: - ¿Qué?<br />ANCIANA: - Eh, qué va a pasar.<br />LUISA: - Ahora estamos en la primavera. La primavera alfonsinista.<br />ANCIANA: - ¿Y eso?<br />LUISA: - Alfonsín.<br />ANCIANA: - ¿Y ése quién es?<br />LUISA: - Es el candidato de la UCR. Dicen que va a ganar.<br />ANCIANA: - Ah... un ahijado de Yrigoyen... ¿No va a ganar el peronismo? ¿Cómo puede ser? No leo el diario, últimamente. ¿La Protesta sale, todavía?<br />LUISA: - No, me parece que no. ¿Se siente bien?<br />ANCIANA: - Es que me pongo nerviosa cuando hay huelga. El mes pasado nos dieron duro. Salvatore estaba herido, le pegaron con un palo en las costillas.<br />LUISA: - ¿Se acuerda lo que le dije? Estamos en el año 83.<br />ANCIANA: - Sí, sí. Ya me acordé. Vos no te preocupes.<br />Luisa no se decide todavía a salir. Mira la biblioteca.<br />ANCIANA: - Sabés que te miro... y me parece conocerte.<br />LUISA: - Cuando era chica.<br />ANCIANA: - (Pensativa) No, no. De antes, no. (Pausa) Necesito que hagas algo por mí. ¿Ves eso que se asoma?<br />LUISA: - (Señala en la biblioteca) ¿Esto?<br />ANCIANA: - Sí, esos periódicos chiquitos. Agarralos. Fijate, ¿dice "La Voz de la Mujer"?<br />LUISA: - Sí.<br />ANCIANA: - Ese diario lo fundó Virginia. Escribían solamente mujeres.<br />LUISA: - ¿En serio?<br />ANCIANA: - Claro. ¡Cómo te gusta Virginia! Te llama la atención...<br />LUISA: - Bueno, la verdad... me atemoriza.<br />ANCIANA: - ¡Si la hubieses conocido! Hay una chica... me los pidió, los quiere leer. ¿Se los podés alcanzar?<br />LUISA: - (Dudando) Bueno. Pero yo todavía no me voy.<br />ANCIANA: - Cuando vos quieras. Esa chica... mirá lo que hace: a la noche pasa y le arranca las calcomanías al auto del carnicero.<br />LUISA: - (Sorprendida) ¿Y usted cómo sabe eso?<br />ANCIANA: - Por que la vi. Yo también espío por la ventana. A ver, pasámelos... (Busca una parte y se la pasa) Leé esto. (Luisa se queda inmóvil) ¿Luisa?<br />LUISA: - Ah, deme. (Lee con dificultad) “...Ya lo sabéis, pues, vosotros los que habláis de libertad y en el hogar queréis ser unos zares, y queréis conservar derecho de vida y muerte sobre cuanto os rodea..."<br />ANCIANA: - (Le pide el periódico) Dame, dame a mí... (Se calza los anteojos y lee) "...ya lo sabéis vosotros los que os creéis muy por encima de nuestra condición, ya no os tendremos más miedo, ya no os admiraremos, ciega y tímidamente a vuestras órdenes, ya pronto os despreciaremos y si a ello nos obligáis os diremos cuatro verdades de a puño. Ojo, pues, macaneadores, ojo cangrejos. Si vosotros queréis ser libres, con mucha más razón nosotras; doblemente esclavas de la sociedad y del hombre, ya se acabó aquello de ‘Anarquía y Libertad, las mujeres a fregar’. ¡Salud!...” (Se ríe) ¿Y? ¿Qué te parece?<br />LUISA: - ¿Eso lo escribió ella?<br />ANCIANA: - Ah, qué sé yo... no se sabe. Usaban seudónimo.<br />LUISA: - Es impresionante. ¿De qué año es?<br />ANCIANA: - Y... 1896, 97. Uh... ¡se armaba cada una!<br />LUISA: - Era una aplanadora.<br />ANCIANA: - Hoy ya nadie se acuerda de Virginia. (De pronto la mira con recelo) ¿Y vos por qué me preguntás todo esto? ¿Quién te manda?<br />LUISA: - Nadie.<br />ANCIANA: - (Manotea el bastón) ¿Segura?<br />LUISA: - Pero sí, ¿no se acuerda de mí? Soy la nieta de Lorenza.<br />ANCIANA: - (No se acuerda pero disimula) Sí. Lorenza. Pero hacés muchas preguntas.<br />LUISA: - Estuve leyendo, últimamente... nunca me interesé. Recién ahora, con todo esto... no quise, antes. Pero me pasaron cosas, que... (Cambia el tema) Así que... Virginia Boltén.<br />ANCIANA: - Había muchas como ella. Planchadoras, cigarreras, fosforeras, modistas. ¿Nunca escuchaste hablar de Juana?<br />LUISA: - No.<br />ANCIANA: - ¡Quince años tenía! ¿Y las otras? Las que no sabemos ni el nombre. ¡Si habrán tirado agua caliente por los balcones en la huelga de inquilinos! Así evitaron el desalojo. Agua y escobazos. (Cada vez más bajo) Agua y escobazos. Agua y escobazos.<br />Pausa prolongada.<br />LUISA: - Yo no soy valiente. Nunca fui.<br />ANCIANA: - Yo... no lo sé. Tiene que ser así. Codo con codo, las mujeres y los hombres libres. Es una forma de vida. Cada uno de nosotros debe ser un ejemplo vivo (Toma).<br />LUISA: - ¿No está frío? Si quiere se lo caliento, a lo mejor con la leche...<br />ANCIANA: - No, estaba muy bien. Voy a llevar la taza. (Intenta salir de la mecedora) Yo puedo.<br />LUISA: - Espere, espere, déjeme a mí.<br />ANCIANA: - (Cede y Luisa va a la cocina con la taza). Gracias, Luisa. La "Buena Luisa"... (Recita) "...Yo no quiero ser defendida, y acepto la responsabilidad de todos mis actos. Lo que yo reclamo de vosotros es el campo de Sartory donde mis hermanos han caído ya. Puesto que todo corazón que late por la libertad, sólo tiene derecho a un poco de plomo, dadme mi parte. Si no sois unos cobardes, matadme!..."<br />LUISA: - (Se asoma, sorprendida) Eso... se lo escuché una vez a... ¿Lo escribió su tía?<br />ANCIANA: - No.<br />LUISA: - Tuve una compañera que se lo sabía de memoria. Lo hizo en un acto de la escuela.<br />ANCIANA: - (Ensimismada) “Puesto que todo corazón que late por la libertad, sólo tiene derecho a un poco de plomo”... (Reacciona) ¿Qué dijiste? ¿Quién lo sabía?<br />LUISA: - Una amiga. Adela. (Silencio. Ambas miran en direcciones opuestas) ¿Y qué pasó después?<br />ANCIANA: - ¿Después de qué?<br />LUISA: - De aquella manifestación donde habló. Virginia, digo.<br />ANCIANA: - Ah. Hubo uno del gobierno, que le fue a contar a Roca.<br />LUISA: - ¿Y?<br />ANCIANA: - Estuvo presa (Luisa se pone progresivamente incómoda) Muchas veces. Había que ver en qué condiciones se trabajaba. Como para no pelear.<br />LUISA: - Bueno. Creo que ya me puedo ir.<br />ANCIANA: - Ahora también. Sí... siempre hay más cosas para conquistar. Y la policía... lo mejor que te podía pasar era que no te agarrara (Luisa intenta decir algo, pero se corta). En el ´19, cuando fue lo de Vassena, ahí empezaron esos grupos... ¿cómo le llaman ahora? Los para... para...<br />LUISA: - Parapoliciales. Paramilitares. (Se pone de pie) Me voy.<br />ANCIANA: - Eso. Guardia Blanca, se llamaban. Miserables. Eran civiles, del pueblo, ¿eh?, como nosotros. Iban a buscar a la gente a las casas. Quemaban sus muebles, sus libros, los arrastraban de los pelos a las comisarías... Torturaban y mataban. Nunca me voy a olvidar de la nena de Boris...<br />LUISA: - (Le grita, fuera de sí) ¡Termínela! ¡Termínela de una vez!<br />Se da cuenta de la situación y se derrumba. La anciana está tranquila, la espera.<br />LUISA: - No sé qué decir. (De golpe, tomando fuerza) Yo estuve presa. Un tiempo. Fue corto, en realidad. Mi papá conocía a un tipo que... (con ironía) ¿tendría que agradecerle? Ahí me encontré con Adela (La anciana la mira con dolor, permanece unos instantes abatida, sin reaccionar). Era mi amiga. Pero yo estoy acá. (Pausa) Cuando tenía once, doce años hubo un tiroteo en el cuartel, cerca de mi casa. Era verano, de madrugada. Yo me levanté de la cama y bajé la persiana. Creía que podía parar las balas cerrando la ventana...<br />ANCIANA: - (Repentinamente, reacciona y quiere cambiar de tema) Y Adela... (Se corrige) Virginia. En esa época... no me acuerdo bien. ¿Estaría ya deportada, en Montevideo?<br />LUISA: - (Sin escucharla) Casi no la reconocí.<br />ANCIANA: - (La interrumpe) No. Fue antes. Organizaba la huelga de tranways, con Juana y con María Collazo. "Fraternidad Universal" decía la bandera. La cosimos entre las tres: Virginia, Lorenza y yo.<br />LUISA: - (Extrañada) ¿Lorenza, dijo?<br />ANCIANA: - Sí, Lorenza. Era una de las que más trabajaba para la Idea.<br />LUISA: - ¿Qué? ¿Está segura? Mire que usted confunde los nombres... un poco.<br />ANCIANA: - ¡Mirá que me voy a confundir, justamente con Lorenza! Soy vieja, pero me acuerdo. Después, bueno, pasó lo que pasó. Pero ella nunca abandonó sus ideales. Yo lo sé.<br />LUISA: - ¿Qué fue lo que pasó?<br />ANCIANA: - (Suspirando) La vida es rara, nunca se sabe cómo vamos a reaccionar. A algunos les da más fuerzas, a otros se las quita... en fin. Yo tuve mi caída cuando fue lo de...<br />LUISA: - Pero, ¿qué le pasó a mi abuela?<br />ANCIANA: - No lo soportó. Fue un golpe muy duro. Imaginate... ella tan joven, de repente...<br />LUISA: - Pero ¿qué?<br />ANCIANA: - Y Virginia también, pero con ella fue diferente.<br />LUISA: - Dígame, por favor. Ella nunca me contó nada.<br />ANCIANA: - Y... tenés que hablar con Lorenza. Después conoció a tu abuelo... y eligió la tranquilidad. A desgano, pero ahí fue.<br />Vuelven a escuchar el ruido de la manifestación, voces por altoparlantes.<br />ANCIANA: - ¿Escuchás? Está hablando Virginia... ¡Salvatore, vamos! ¡No! Es Adela... ¡es Adela! ¡Adela! (Intenta levantarse de la mecedora)<br />LUISA: - (La retiene y la sacude fuertemente) No, ¿cómo Adela? No... no son ellas. No están ahí. ¡Abuela... abuela! ¡Abuela, no! ¿Entiende?<br />La anciana la mira como si la viera por primera vez.<br />LUISA: - Siéntese, tranquilícese.<br />Luisa ayuda a la anciana a sentarse otra vez en la mecedora. La arropa con una manta.<br />ANCIANA: - Pensé que había vuelto...<br />LUISA: - (Confundida) No entiendo, ¿por qué habla de Adela?<br />ANCIANA: - Adela.... mi nena... la nieta de Salvatore. No, no me digas nada. Yo tampoco soy valiente. Prefiero que no me cuenten cómo estaba.<br />LUISA: - (Musita) No... No lo sabía.<br />ANCIANA: - Venía a esconderse. Yo no estaba en casa. Nunca más cerré la puerta.<br />LUISA: - Discúlpeme... No tendría que haber entrado, no sé bien qué estoy haciendo acá.<br />ANCIANA: - Sí que sabés.<br />LUISA: - Bueno, fue de casualidad. Tuve miedo, en la calle.<br />ANCIANA: - No. Viniste a hablar de una mujer. De muchas mujeres. Y de vos también.<br />Luisa presta atención al ruido de la manifestación, mira por la ventana.<br />LUISA: - Otra columna... ¡Qué grande es!<br />ANCIANA: - ¿Qué hacés acá adentro, conmigo? ¡Andá!<br />LUISA: - No me animo, no sé que hacer.<br />ANCIANA: - ¡Andate con ellos! Tomá. Llevala con vos. (Saca de un bolsillo algo pequeño que pertenecía a Adela y se lo entrega) ¡Dale, andá, andá! No llores. Vas a volver, ¿no?<br />Luisa asiente con la cabeza y va hacia la puerta.<br />LUISA: - Lo... de las calcomanías...<br />ANCIANA: - (La detiene con un gesto para que se calle). No te olvides los diarios de Virginia. Te van a gustar.<br />LUISA: - (Los toma) No pude acordarme cómo se llamaba usted.<br />ANCIANA: - (Sonríe) ¿Mi nombre? Puedo llamarme como quiera: Esperanza, Alegría, Libertad... El verdadero no importa. Lo que importa, es que el viento sopla todavía.La luz se funde sobre el retrato de Virginia Boltén.animal stormhttp://www.blogger.com/profile/14507451639067425936noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-450246237374959914.post-17973094091437329402007-05-25T08:40:00.000-07:002007-09-18T18:35:13.055-07:00EDIPO. LA OTRA VERSIONAutor: Andrés Caro Berta<br /><a href="mailto:andres@andrescaroberta.com">andres@andrescaroberta.com</a><br /><a href="mailto:andres@andrescaroberta.com">andres@andrescaroberta.com</a><br /><br />Registrada en AGADU<br /><br />Personajes:<br />Edipo<br />Yocasta<br />Creonte<br />Enviado<br />Guardia<br />Tiresias<br /><br />ESCENA ÚNICA<br />DORMITORIO<br />(Una cama grande en medio del escenario. Otros objetos de acuerdo al director)<br />Yocasta y Edipo están sobre la cama, vestidos.<br /><br />Edipo- ¿Ya salieron las niñas?<br />Yocasta- Edipo, ya no son niñas… Son mujeres…<br />Edipo- (Riéndose) Para mí lo siguen siendo…<br />Yocasta- Amor mío, qué tierno eres… ¿Y qué me dices de nuestros varones?<br />Edipo- Son terribles… Se quieren y se agreden por cualquier cosa desde pequeños… Y ahora que son soldados…<br />Yocasta- Es verdad… Me preocupa… ¿Qué será de sus vidas? Los padres que queremos a nuestros hijos, siempre nos preocupamos por el futuro de ellos…<br />Edipo- Amada mía… Ven… (La abraza) Nunca pensé que el destino me fuera a dar una mujer tan hermosa y cariñosa como tú…<br />Yocasta- El destino… El que nos gobierna…<br />Edipo- Si no fuera por la muerte de Layo… Me preocupa saber cómo murió…<br />Yocasta- Shhh… Ya lo has dicho tantas veces… Calma, mi viejo niño asustado… Calma… Estoy para cobijarte en mi pecho…<br />Edipo- Y también para darme toda tu pasión (La besa seductoramente) Si mi madre nos viera ahora… No entiendo porqué nunca ha venido a visitarnos…<br />Yocasta- Mélope es como todas las madres… Celosa de quien le roba a su hijo…<br />Edipo- Pero, ¿mi padre?<br />Yocasta- Está muy viejo para hacer viajes largos… No te tortures, Edipo, si quieres mandaremos una delegación para traerlos…<br />Edipo- No quiero presionarlos…<br />Yocasta- Bésame…<br />Edipo- No puedes pedirme nada mejor (la besa apasionadamente) Mi amor, nunca sentí esto por ninguna mujer…<br />Yocasta- Y yo por ningún hombre… Sabes cómo son nuestras leyes con las viudas… Cuando entraste al palacio, cuando mi hermano Creonte tomó mi mano y me entregó a ti ante la muerte de mi esposo y tu triunfo sobre la Esfinge, temí lo peor… Te vi tan… joven… Me asusté… Creí que me ibas a rechazar… Que ibas a negar el derecho que te asistía de quedarte con el trono y conmigo… Estabas… espléndido… Venías acompañado de vírgenes que abrían tu camino… Soldados te escoltaban… El pueblo… Tebas entera salió a saludarte… Y yo estaba al final de tu camino… Y me dije… Es demasiado joven y hermoso para mí…<br />Edipo- Sí, es verdad… El miedo a ser rechazado… Eso me sucedió cuando venía camino a la ciudad… Fue todo demasiado rápido… La Esfinge, esa perversa vieja tramposa… No las tenía todas conmigo… Cuando me hizo la pregunta, dudé si era correcta la respuesta… Pero me fastidiaba su poder, su deseo de hacer daño… A medida que me acercaba a la ciudad iba viendo cómo los campos se tornaban secos, las osamentas de los animales adornaban como fantasmas el camino, las mujeres y los hombres me miraban y envidiaban mi buen aspecto… Entonces, frente a ella, ante el silencio de quienes nos rodeaban le grité con furia que la respuesta a su pregunta era el hombre… Sí, el hombre, le dije… Es el animal del que tanto hablas… Es el animal que de mañana camina en cuatro patas, que en la tarde avanza en dos, y que en la noche, apoyándose en un bastón, tiene tres patas… La mujer de poderes sobrenaturales comenzó a contorsionarse cocinándose en su propio veneno, y cuando nadie lo esperaba salió de su escondite, corrió por entre nosotros, con los pelos revueltos y las ropas mugrientas, echó el fuego que la protegía en el pasto el que ardió con lenguas más altas que el más alto de los hombres y se fue hasta el precipicio que separa nuestra tierra del río. Y allí, sin detenerse, se tiró al vacío. Corrimos a ver qué sucedía, si era otra de sus trampas pero, no, su cuerpo se fue despedazando por entre las rocas que la iban golpeando y cuando llegó al agua, el río se tiñó de rojo… Curiosamente, contrario a lo que podríamos suponer, todos quedamos en silencio. Nadie hablaba, Yocasta… Nadie… Nuestros ojos estaban detenidos en aquella masa informe que flotaba, esperando el siguiente golpe… Pero no, sólo escuchamos el silencio… Entonces, explotamos de alegría… Y sentí que era el héroe…<br />Yocasta – Lo eres, Edipo, todo el pueblo te quiere…<br />Edipo – Aún no me lo creo… Algo que me resultó tan sencillo y me ha dado lo que nunca esperé encontrar… Ser el rey, gobernar con amor, la mujer más hermosa y adorable, cuatro hijos maravillosos… Cuando me contaron a lo que me había hecho acreedor, les dije que era mentira… No, yo no lo merezco… Si tan sólo… Pero insistieron… Hasta se ofendieron porque les rechazaba lo que era ley… Entonces, sorprendido, como aún lo estoy, acepté… Todos me abrazaban… Lloraban… Agradecían a los dioses… Y yo miraba sin poder creer lo que me pasaba… Al regreso, ya un poco más calmo y sabiendo quién me esperaba en el palacio, les preguntaba a los representantes del gobierno que me acompañaban, cómo eras… Te imaginaba una vieja sin dientes, con los senos caídos, pero cuando el carruaje llegó a donde estabas y te observé…<br />Yocasta- Es el destino el que nos junta… No temas, mi niño, estoy para protegerte, para amarte como nadie te amó, para darte toda mi leche para que mames de ella como un hijo más, y sigas siendo feliz a mi lado hasta el final de nuestros días…<br />Edipo- Hemos criado cuatro hermosos hijos que ya son grandes… A veces tiemblo sin saber por qué, cuando juegas a que soy tu quinto hijo…<br />Yocasta- ¡Cuántos años! ¡Me parece tan lejano el día que cuentas! Eras un hermoso adolescente…<br />Edipo- ¡Estoy excitado! ¡Quiero poseerte!<br />Yocasta- Mi niño… No podemos estar todo el día haciendo el amor…<br />Edipo- Es que tu cuerpo me enloquece…<br />Yocasta- Bueno, hazlo… (Él comienza a besarla)<br />Edipo- Otros desfallecen rápidamente en cuanto a la pasión, sin embargo nosotros, y después de criar a estas dos mujeres y estos dos varones, y después de tantos años de convivir juntos, seguimos amándonos como el primer día…<br />Yocasta- Estás hablando demasiado… Vamos, pasa a la acción…<br />Edipo- Me provocas…<br />Yocasta- Te provoco, te enloquezco, te deseo, deseo que me poseas, ah, Edipo, mi niño…<br />Edipo- Sabes que no me gusta que me llames así… Y lo vienes haciendo desde que iniciamos esta conversación…<br />Yocasta- Disculpa, no es nada agresivo hacia ti, es que eres tan adorable, y me miras con tanto amor… que me siento como una madre agradecida…<br />Edipo- Yocasta, es como si … yo te llamara “mamá”<br />Yocasta- Hazlo. Tantos hombres llaman “mamá” a sus esposas, y no les pasa nada…<br />Edipo- Es cierto, pero algo me lo impide…<br />Yocasta- Entonces, ámame, penétrame, lacera mi carne con eso tan duro que tienes y que encaja perfectamente en mí, y no te preocupes tanto por todo…<br />Edipo- Cuidado, siento que alguien se acerca a nuestro dormitorio…<br />Yocasta- Vamos, mi amor, no viene nadie y si así fuera, golpearían… Estoy excitada…<br />Edipo- Es verdad, y yo también… Ahora… (La penetra) Ah…<br />Yocasta- ¡Edipo! Ah…<br />Edipo- Disfruta, mujer, amada mía… Así…<br />(Golpean las manos, fuera de escena)<br />Edipo- ¡Lo sabía! ¡Quién será el inoportuno! ¡Lo tiraré a las fieras! (Salta de la cama furioso, arreglándose la ropa, tratando de ocultar su deseo. Ella queda retozando entre las sábanas) ¡¿Quién es?!<br />Creonte- Soy yo, Edipo, Creonte, tu cuñado…<br />Edipo- Inoportuno, como siempre. (Lo hace pasar. Le sonríe) Pasa…<br />Creonte- Mmm… Huelo el perfume de mi hermana… La verdad es que son la envidia de los demás, tanto tiempo juntos y aún…<br />Edipo- ¿Qué quieres, Creonte? Debe ser muy importante porque de lo contrario…<br />Creonte- (Llega a la cama) Buen día, hermana… (Ella lo saluda despreocupada, con una mano en el aire)<br />Yocasta- Ay, hermano, ¿no tenías otro momento para venir?<br />Creonte- Imposible… Saben que soy muy respetuoso de la intimidad de ustedes, pero esto es importante…<br />Edipo- Siéntate, Creonte, donde puedas…<br />Creonte- Bien… (Muestra unos rollos) Aquí están los datos que me pediste, Edipo - Asusta ver en la situación que ha caído nuevamente esta ciudad… Sólo es comparable a aquella en la cual fuiste nombrado rey y desposaste a mi hermana…<br />Edipo- Me entra un escalofrío… Cuenta qué más has averiguado.<br />Creonte- Como sabes, otra vez se están muriendo los animales, las hembras están secas, no quedan preñadas, hasta las plantas no dan frutos, es todo tan terrible… Pero lo de hoy es peor que lo de ayer, y lo de mañana superará lo de hoy… Dentro de poco, en Tebas comenzará una gran hambruna y corre el peligro de desaparecer como ciudad…<br />Edipo- Ahora está muerta la Esfinge… No entiendo… ¿Aun no se sabe cuál es la causa esta vez? ¿Y qué se puede hacer? ¿Averiguaron finalmente por qué ocurre todo esto?<br />Creonte- Algo he descubierto, aunque insuficiente… Pero los datos nuevos me preocuparon tanto que he venido a contárselos primero a ustedes… Quizás, Edipo, no te guste escucharlos…<br />Edipo- ¿Qué pasa, cuñado? Sabes que puedes confiar en mí, que en esto estaremos juntos como lo hemos estado siempre en el gobierno de esta ciudad…<br />Creonte- Dicen que esta tragedia se abate porque… hay un asesino entre nosotros, un asesino de reyes…<br />Edipo- No entiendo…<br />Creonte- Los oráculos cuentan que el que mató a Layo… está en la ciudad…<br />Edipo- ¿Acá? ¿Dices en Tebas? ¿Luego de tanto tiempo viene a refugiarse en nuestra ciudad? ¿Estuvo siempre? No entiendo… Suena tonto…<br />Creonte- Así es.<br />Edipo- ¿Y por qué no lo atrapan?<br />Creonte- Muy simple, porque no sabemos quién es… Pasaron muchos años… Layo iba acompañado por su séquito pero todos fueron muertos… Siempre hemos supuesto que por la fiereza de la acción tiene que haber sido una banda de ladrones… Ahora el oráculo dice que quien lo asesinó, está acá. El jefe de esa banda… El que clavó su espada en el cuerpo de nuestro rey… Y eso es pecado, Edipo…<br />Edipo- Pero… Bueno, si con eso calmamos la fiera de los dioses y todo vuelve a ser como antes, entonces… Debemos actuar rápidamente… No dejar que se escape… Yo me pondré al frente de todos para atraparlo con mis propias manos…<br />Creonte- Es terrible, Edipo… Ya no sabemos qué hacer con los vientres secos de las hembras y nuestras mujeres… Es una cuestión de supervivencia… Nada de lo que hacen los que saben, sirve…<br />Edipo- Es que sigo sin entender… ¿Quién es ese que trae la desgracia a nuestro pueblo? ¿Por qué siempre los dioses se comunican de forma tan confusa con nosotros?<br />Yocasta- Los dioses siempre tienen razón…<br />Edipo- Es posible, pero que den el nombre y ya está… Ya estoy harto de tener que escuchar a quienes se creen que son los que median entre los dioses y nosotros, simples mortales…<br />Creonte- (Se ríe) Tienes cada ocurrencia…<br />Edipo- No, Creonte, piénsalo… Claro que tengo razón, los oráculos son tan… confusos… Esas mujeres enajenadas…<br />Yocasta- ¡Cállate, mi Edipo!… Un día los dioses se van a enojar contigo…<br />Edipo- ¿Ves, Creonte? Tu hermana me trata como si yo fuera su hijo…<br />Creonte- Tengo que volver a gobernar… ¿Qué me aconsejas que haga?<br />Edipo- Que busques al que mató a Layo… A veces pienso que tendría que agradecerle porque por su infausta acción, logré la felicidad juntándome con esta mujer, teniendo hijos maravillosos y gobernando a la población de Tebas que me trata como su ciudadano preferido… Y teniéndote a ti, cuñado, como mi fiel compañero… Y todo, aún no siendo de aquí… Siendo un extranjero que…<br />Creonte- Bien, me voy… Adiós, Yocasta… ¿Qué pasos doy, Edipo?<br />Edipo- Llama a todos los que puedan darte pistas… Tenemos que atraparlo a ese maldito que se mantiene oculto… No descuides ningún dato… Lo atraparemos, Creonte, como que me llamo Edipo… Debemos ir hasta el final porque la muerte de Layo no puede quedar impune… Si para calmar a los dioses, debemos encontrar a quien lo mató cometiendo la estupidez de permanecer entre nosotros… A ese individuo no le importa nada… Es despreciable… Atrápalo, Creonte, debemos matarle de la peor forma… Está provocándonos con su acción… No merece vivir… Yo le daré la tranquilidad, nuevamente, a mi pueblo…<br />Creonte- Veré qué puedo hacer… (Sale de escena)<br />Yocasta- Adiós, Creonte… (Cuando éste se va) Ven acá, esposo mío…<br />Edipo- (Queda pensativo por un instante) ¿Qué quieres? ¿Terminar lo que habíamos iniciado?<br />Yocasta- Es una posibilidad… Ven acuéstate a mi lado… Ámame… ¿quieres que me ponga en alguna de las posiciones que te gustan más?<br />Edipo- ¡Ah, cómo conoces mis debilidades, mujer cruel…! Yo…<br />(En silencio ella se empieza a desvestir lentamente mirándolo fijamente a los ojos mientras recorre su cuerpo, quedando sus senos prácticamente al aire...)<br />(Se oscurece parcialmente el escenario, mientras ambos juegan, murmurando entre sí. Se ven sus siluetas. De pronto, alguien golpea. Se ilumina nuevamente el escenario)<br />Yocasta- Ahora soy yo quien se enoja…<br />Edipo- ¡¿Qué pasa?!<br />Creonte- (Entra con cara demudada) Disculpen, nuevamente. Algo imprevisto. Edipo, ha llegado el enviado a Delfos y trae nuevas noticias… Creo que sería importante que las escucharas…<br />Edipo- Tu cara… Claro, hazlo pasar, que entre…<br />Yocasta- Algo me dice que no son buenas para nosotros.<br />Edipo - (Se levanta acomodando sus ropas) ¿Dónde está el enviado?<br />Enviado- (Entra muy nervioso) Señores… Rey Edipo, Reina…<br />Edipo- Corta, corta con los saludos… Dime lo que te han dicho…<br />Enviado- El oráculo se expresó nuevamente, señor. La peste es porque el asesino de Layo está vivo y entre nosotros…<br />Edipo- Eso ya lo sabemos… (Irritado) ¡Vamos, vamos!<br />Yocasta- Cálmate, cariño, no te encolerices…<br />Creonte- Dile lo que me dijiste cuando llegaste…<br />Enviado- (Nervioso) Afirma que…<br />Creonte- Dilo sin cuidado, no te va a pasar nada…<br />Edipo- ¡¿Cuándo yo he sido violento con uno de mis subordinados?! ¡Pero si no me lo dices…!<br />Enviado- (Asustado) Es que… la pitonisa dijo que el que provocó esta peste que asola la ciudad, está entre nosotros.<br />Edipo- ¡¿Y?! ¡Repites las palabras una y otra vez para decir lo mismo! ¡¿Te burlas de mí?!<br />Creonte- Lo diré yo de una buena vez… Y así, asumo toda la responsabilidad por los dichos. Edipo, sabes que te amamos, que te has hecho el gobernante más respetado de Tebas… La novedad es que hay una mancha que está lastimando a nuestro pueblo…<br />Edipo- Sí, ya sé… (recitando fastidiado) Que el asesino de Layo está entre nosotros y no sabemos quien es y por eso se está muriendo todo lo que nace… ¿Lo dije bien? Me lo sé de memoria… Pero supongo que no van a molestarnos a mi esposa y a mí para manifestar siempre lo mismo ¿No es así? Bien, ¿qué es lo nuevo que no se animan a contar? ¿Qué quieres decir, Creonte? Tu mirada… Tu mirada… ¡La conozco! ¡¿Qué es lo que quieres decir?!<br />Creonte- Que el dios se ha expresado y eres tú, Edipo, el que trajo la peste a Tebas.<br />Yocasta- Ah, dios mío…<br />Edipo- (Impactado) ¡¿Cómo te atreves?! ¡¿Yo?!<br />Creonte- Edipo…<br />Edipo- ¡¿Yo?! ¡Guardias! ¡Has enloquecido, Creonte! ¡Sabía que estabas conjurando contra mí! ¡Lo sabía! ¡Tu hermana no me lo creía! ¡Me estás acusando ante mi pueblo de homicida! ¡Estás fomentando una rebelión contra mí! ¡¿Para qué?! ¡¿Para quedarte con el Poder?! ¡Yocasta! ¡El dice…!<br />Yocasta- Creonte, has pasado los límites de la tolerancia… ¡¿Cómo puedes…?! ¡Te desconozco!<br />Creonte- No, Yocasta… Sólo expreso lo que el enviado temía decir… Jamás hubiera deseado…<br />Edipo- ¡Mientes! ¡Tienes envidia de tanta felicidad! ¡Muerte! ¡Muerte es lo que mereces! ¡Tu enojo por vernos bien te ha jugado una mala pasada, Creonte! ¡Tú nunca te has casado! ¡Eres un oscuro funcionario! ¡Recuerda, Creonte lo que te voy a decir! ¡Cuatro hijos! ¡Cuatro! ¡Pero además, la felicidad para los tebanos como nunca la conocieron!<br />Creonte- No te pongas necio, Edipo, escucha…<br />Edipo- ¡¿Escuchar?! ¡¿Estupideces?! ¡Guardias!<br />Creonte- No los llames, Edipo, los he instruido para no responder a tus órdenes…<br />Edipo- ¿Te has rebelado contra mí? ¿Tú?<br />Creonte- No, Edipo, no… Solo trato de actuar con sabiduría…<br />Yocasta- ¡Hermano inmundo! ¡Nunca debiste caer tan bajo atacando esta hermosa familia que construimos de la nada! ¡Layo murió y yo quedé destruida! ¡Y apareció este joven que nadie conocía! ¡Nadie! ¡Y en medio de la felicidad vienes a poner la piedra de la infamia entre nosotros, para que todos nos rechacen!<br />Creonte- ¡Déjame hablar, hermana!<br />Yocasta- ¡No me nombres así! ¡Reniego de ser hermana tuya! ¡Los dioses hablan por boca de los hombres! ¡Con todas estas cosas estoy por creer que no existen los dioses, Creonte! ¡Parece que somos nosotros los que les hacemos decir lo que queremos!<br />Creonte- Por favor, Yocasta, que no te escuchen…<br />Yocasta- Edipo ha sido la salvación de todos, incluso la tuya… Estás destruyendo la esencia de todo…<br />Creonte – Para mí es doloroso… Quiero a Edipo como a un hermano…<br />Edipo- ¡Si no vienen los guardias, te mataré con mis manos! ¡Mentiroso! ¡Siempre buscaste destruirme!<br />Creonte- No seas necio, Edipo… Has sido un gobernante ejemplar, pero los hechos marcan una maldición por la que la ciudad está siendo destruida… Debemos encontrar al responsable de la muerte de Layo, y los dioses…<br />Edipo- ¡Los dioses! ¡Dónde están los dioses cuando los necesitamos! ¡Sólo opinan a través de mujeres embriagadas que vomitan tonterías impunemente! ¡A ver! ¡Que se presente ahora ese dios tan seguro de que yo soy el asesino! ¡Vamos! ¡Lo desafío! ¡Vamos, ven, vamos! (Silencio) ¡¿Ves, Creonte?, coincido con tu hermana! Estoy casi por creer que no existen… O que todo esto ha sido un invento tuyo para quedarte con Tebas…<br />Creonte- No blasfemes…<br />Edipo- He sido yo el que ha matado a la Esfinge… Ningún dios, por más todo poderoso que sea, logró eliminarla… ¡Hablan y hablan! ¡Pero somos los humanos quienes nos movemos como títeres por lo que creemos que dicen! ¡¿Tú los has escuchado hablar?! ¡Dime, contesta!<br />Creonte- No, Edipo, no…<br />Edipo- ¿Entonces debemos creer a una mujer enajenada que se hace pasar por la enviada y se presenta a los crédulos como la voz de los que están allá arriba? ¡Vamos, Creonte, reflexiona! ¡Quiero creer que estás ciego!<br />Creonte- No lo estoy… Hablando de ciegos, Edipo… He convocado a alguien que puede ver más allá de sus ojos…<br />Edipo- ¿Qué has traído a quién?<br />Creonte- He traído a Tiresias…<br />Edipo- ¿Ese viejo loco que se burla de nosotros diciendo que perdió la vista porque osó mirar desnuda a una diosa? ¡¿Qué tramas, Creonte?! ¡Dilo! ¡¿Quieres este trono?! ¡Te lo doy! ¡La felicidad de mi familia es más importante que todo lo demás!<br />Creonte- Sabes que no quiero nada; estos años he sido quien ha administrado todo lo que has ordenado… He sido mesurado en todos mis actos… No puedes acusarme de nada…<br />Edipo- Pero ahora has mostrado realmente quién eres… Ahora traes un ciego que dice ser un adivino para que ratifique tus dichos… Lo tenías todo orquestado… Tráelo, tráelo…<br />Yocasta- Calma, Edipo, mi amor, calma…<br />Edipo- No puedo… Lo mataría con mis manos…<br />Tiresias- (Entra apoyado en un bastón) Aquí estoy, Edipo…<br />Edipo- Tiresias…<br />Tiresias- Me han llamado…<br />Edipo- Eres tan basura como Creonte… ¿Qué vas a decir? ¡Vamos!<br />Tiresias- Eres un buen hombre en la paz, Edipo, pero cuando te descontrolas, entras en ira y abandonas tu cordura…<br />Edipo- Ahora quieres acusarme de incapacidad para gobernar…<br />Tiresias- No, Edipo, escucha por favor… A veces oímos sin escuchar…<br />Edipo- (Saca la espada)<br />Tiresias- Guarda la espada, Edipo…<br />Edipo- ¡Cómo sabes que te saqué la espada! ¡Haces que eres ciego pero ves realmente!<br />Tiresias- No seas tonto, Edipo, oigo más que tú porque no puedo ver… El sonido del metal me alertó… ¡Mátame si quieres! ¡Pero si lo haces, es porque no soportas la verdad!<br />Yocasta- ¡¿A qué has venido, Tiresias?!<br />Tiresias- Desgraciada… Sabes más de lo que dices…<br />Edipo- Eso no te lo permito… Puedes insultarme a mí, pero a mi mujer…<br />Tiresias- Edipo, nunca hablé… sabiendo… Nunca dije palabra porque podía perjudicarnos a todos… Guardé silencio, lastimándome por dentro, pero es tiempo de confesar lo inconfesable… Nos estamos muriendo todos… Las plantas no dan fruto, los animales…<br />Edipo- ¿Otra vez el mismo discurso? Me lo sé de memoria… ¡¿Qué?! ¿Lo aprendieron antes de entrar? Ahora me amenazas con decir… ¿qué cosas? Ese maldito de Creonte te ha llamado para que juntos logren lo que no pudo la Esfinge… Y además, atacas gratuitamente a mi mujer…<br />Tiresias- Edipo, estás ciego… Ella no es lo que tú crees…<br />Edipo- Basta, no te permito.<br />Tiresias- Escucha mi secreto. Serás la primera persona a quien se lo contaré. Nadie lo sabe… Es demasiado cruel para estar diciéndolo… Pero ya es tiempo…<br />Edipo- Sigue…<br />Tiresias- Yocasta… Ella es quien te ha parido…<br />Edipo- ¡Ahora sí te mato! (Lo contienen)<br />Tiresias- Escucha esto, Edipo, sólo te pido eso… Luego haz lo que quieras conmigo…<br />Yocasta- No lo escuches, Edipo…<br />Creonte- Por favor, Edipo, este hombre es un anciano sabio, siempre confiamos en él…<br />Edipo- Hicimos mal… Nos mintió todo el tiempo… Ahora está diciendo mentiras…<br />Tiresias- ¿Sabes por qué llevas ese nombre?<br />Edipo- Es una burla que he aceptado con los años… Desde niño, mis compañeros me llamaban “pies hinchados”… No es difícil adivinar porqué… (Muestra los tobillos hinchados)<br />Tiresias- ¿Sabes por qué?<br />Yocasta- No escuches, Edipo…<br />Edipo- Te concedo un instante… Después haré que mueras de la peor forma…<br />Tiresias- Tú eres el hijo de Layo, Edipo…<br />Edipo- ¡¿Qué dices?!<br />Tiresias- Siempre lo supe pero preferí hacerme el tonto por mi cariño hacia ti…<br />Edipo- ¿Debo agradecerte?<br />Tiresias- No seas irónico… El Destino te ha jugado una mala pasada, Edipo… Aquel anciano que mataste en Fócida… Ese hombre era Layo…<br />Edipo- No es cierto… (Lo mira incrédulo)<br />Tiresias- Su cuerpo nunca apareció y por eso no se habló más de ese desgraciado hecho… Pero varios lo sabíamos aunque preferimos hacer de cuenta que no…<br />Edipo- ¡Tiresias, es sucio lo que señalas! Al que maté…<br />Creonte- (Temblando) ¿Es cierto, Tiresias?<br />Tiresias- Pero hay más, Edipo, el oráculo se cumplió sin que tú lo supieras…<br />Edipo- ¡¿Qué tramas?!<br />Tiresias- Nada tramo… Solo quiero completar mi confesión… Decirte que ella es tu madre…<br />Edipo- ¿Yocasta?<br />Creonte- No puedo escuchar que confirmes con tus palabras lo que el oráculo ha dicho.<br />Tiresias- (Reflexionando) Eres un pobre títere de los acontecimientos…<br />Creonte- Que los dioses nos amparen…<br />Edipo- (Conteniéndose) Juro venganza…<br />Tiresias- Me has concedido un tiempo para expresarme…<br />Edipo- (Tenso) Habla porque será la última vez que lo hagas…<br />Tiresias- Tu padre, Layo, tenía una vida extraña… ¿Puedes concederme la posibilidad que sepas quién era él?<br />Edipo- A esta altura…<br />Tiresias- Tu padre era hijo de Lábdaco que murió cuando él tenía un año de edad. Le habían puesto Layo, que como sabes significa “el que tiene ganado”. Fue por eso que asumió Lico hasta que tu padre tuvo la edad suficiente para gobernar, pero entre medio fue violado. Al poco tiempo de estar en el Poder, unos ambiciosos lo derrocaron y debió escapar hasta el reino de Pélope, el de la ciudad de Pisa, el que creó los juegos olímpicos, donde fue recibido amablemente en su casa, de acuerdo a nuestras leyes de exilio… Le dio todo a él, pero Layo cometió el error de enamorarse de Crísipo, hijo del gobernante y de la ninfa Axíoque… Se enamoró perdidamente de él y en su locura lo raptó… Y cuando se descubrió todo, tuvo que devolverlo y huir regresando a Tebas, recuperando el Poder, mientras dejaba abandonado al pobre muchacho que, humillado fue muerto por sus hermanastros Atreo y Tiestes, incitados por la madre de estos, Hipodamía que después se suicidó… Y ese rey prometió venganza… Convocó a los dioses y les gritó que si existían, escucharan su demanda: Primero que todos los descendientes de Layo se mataran unos a otros, y segundo, ésta otra: “Layo, que jamás tengas un hijo, y si lo tuvieres, que sea tu asesino”.<br />Yocasta- Ay, por todos los dioses, ¿qué dice este hombre? ¡Hazlo callar, Edipo!<br />Edipo- (Perturbado) ¿Qué?… ¿Qué tiene que ver conmigo?…<br />Tiresias- Calma, ya llego a explicarlo… Cuando Layo volvió a ocupar el reino de Tebas, se casó con Yocasta y consultó al Oráculo de Apolo preguntándole si podría tener hijos. El dios le respondió: “Un hijo te daré, pero está decretado que él te quitará la vida, porque así lo ha ordenado Zeus, motivado por las terribles maldiciones de Pélope, quien pidió para ti tales castigos”. Así, Layo se cuidó de que su esposa no quedara embarazada, evitando encuentros íntimos… Ella siempre lo provocaba pero no lograba acostarse con su marido hasta que una noche, lo embriagó y así fue concebido un niño…<br />Yocasta- Eres miserable, Tiresias… Es cierto lo que cuentas pero en nada tiene que ver con la vida que vivo con Edipo…<br />Edipo- Tiresias, haces angustiarse a mi mujer con historias pasadas, con las que buscas ensuciarme… Pero, sigue, sigue… Mi espada tiembla buscando cortar tu cuello…<br />Tiresias- Ya he visto demasiado, Edipo, sin tener ojos… Quizás me hagas un favor… Pero déjame continuar… Tú no tienes nada que ver en todo esto… Y lo tienes todo… Son los dioses…<br />Edipo- ¡Ah, por favor…!<br />Tiresias- Cuando nació el niño, el horror se instaló en Layo quien confió toda la verdad de lo anunciado por el oráculo, a su mujer. Así, los dos, temerosos, decidieron no retar a los de arriba y llamaron a un guardia para que lo llevara al monte Citerón… Fueron ambos quienes horadaron los tobillos del recién nacido para colocarlo como se pone a las fieras, en un palo, y allá fue el hombre…<br />Yocasta- ¡Basta, Tiresias! El niño… fue comido por las fieras… Eso me señaló el encargado de dejarlo a su suerte…<br />Edipo- (A Yocasta) ¿Tú hiciste eso?<br />Yocasta- Sí, mi amor… Pero quédate tranquilo que los pecados del pasado no te tocarán…<br />Tiresias- No es cierto, Yocasta… Los hijos son los que lavan los pecados de los padres… Aquí tengo a aquel guardia… Ya es un anciano… ¿Quieres escucharlo?<br />Edipo- Que entre…<br />Guardia- (Entra temeroso) Amados reyes… Yo no quería… Pero me han obligado…<br />Edipo- Lo sabía… Creonte y tú, Tiresias están organizados para destruirnos…<br />Creonte- Cree lo que quieras, Edipo, pero escucha a este hombre… Hermana, ¿tú reconoces su rostro?<br />Yocasta- Sí, es el fiel esclavo nuestro de aquellos años…<br />Guardia- Permanecí demasiados años con este secreto. Ya al final de mis días, es oportuno que lo divulgue. Juro, Edipo, que me desgarra el contártelo. Siempre te admiré y sentí que en parte soy quien te salvó la vida… Te entregué a un pastor, y éste a Polibo, rey de Corinto, cuya mujer, Mérope estaba seca y buscaba descendencia…<br />Edipo- ¡Mentira! ¡Horrorosa mentira! ¡Han tramado todo esto para lograr sus propósitos! ¡No toquen a mis padres! ¡Me han dado todo sin pedir nada! ¡Ellos son ancianos y merecen el respeto!<br />Tiresias- ¡Cállate, Edipo, escucha! ¿A quién asesinaste en el cruce de caminos de Fócida, cuando ibas a Delfos? A tu padre, Edipo… Yo mismo, Tiresias, conocedor de todo lo ocurrido por ser adivino, le recomendé que hiciera ofrendas a Hera, diosa protectora del matrimonio, y es ahí, cuando se dirigía al templo de Apolo para cumplir con lo pedido por quien tienes enfrente, que aparece y lo matas.<br />Edipo- No es cierto… Yo venía a preguntar a Apolo sobre el futuro… cuando un hombre prepotente se cruzó y lastimó mis pies con las ruedas del carruaje… Lo desafié y lo… Y a todos los que lo acompañaban… Eso es todo… (Temblando) No puede ser que ese hombre fuera…<br />Yocasta- ¡Mátalos!<br />Creonte- ¡Hermana!<br />Yocasta- ¡Mátalos antes que sigan hablando! El futuro nos protegerá si lo haces ahora…<br />Tiresias- No cometas una tontería, Edipo…<br />Creonte- ¡Soy tu tío! ¡Es pecado levantar sangre de los familiares! ¡Es eso lo que te está pasando con tu padre, Edipo! ¡El pecado que no te perdonan los dioses es que hayas matado a un familiar! ¡Es más horroroso eso que te hayas acostado con tu madre!<br />Edipo- ¡He llegado al límite! ¡Ella es mi esposa! ¡Con ella he vivido feliz todos estos años! ¡Hemos tenido cuatro hermosos hijos! ¡El pueblo me ama! ¡Y si entró la peste en Tebas, es porque ustedes la provocaron! (Al guardia) Muere, no mereces vivir contando mentiras… (Le clava la espada) ¡Dices que pasaste toda tu existencia callado para al final de la misma venir a mi morada a ensuciarnos a mi mujer y a mí, generando la desconfianza… ¡Si es verdad, ¿por qué no me lo dijiste nunca y esperaste este momento para hacerlo?! ¡Muere! ¡¿Quieres descansar en paz?! ¡Hazlo! ¡Yo te ayudo! (Va hacia el enviado) ¡Y tú también, si los dioses quieren que no lo haga, impedirán que mi espada entre en tu carne! (Le clava el arma) ¿Ves? O los dioses no existen o están de acuerdo conmigo… (Se acerca a Tiresias) Tú, maldito ciego… Intrigante… Adivino mentiroso… Se te ha tenido compasión y tú la has confundido con admiración… Has envenenado a toda la ciudad contando mentiras… ¡Muere!<br />Tiresias- Cometes un error, Edipo, pero el Destino está marcado. Mátame, nunca podrás lavar la sangre que sale de mi cuerpo…<br />Edipo- Hasta muriendo no te callas, Tiresias… ¡¿Hablarás después de muerto?! ¡Probemos! ¡Toma! (lo mata). Y por último, Creonte…<br />Creonte- No lo hagas otra vez con tu familia, Edipo… Soy tu tío y… no merezco morir…<br />Edipo- ¡Que mueran todos ustedes, salvajes mentirosos que se aprovechan de cualquier cosa para trepar! ¡Tú eres el principal de esta conjura! ¡Esperaste por años este momento!<br />Creonte- No, Edipo, te juro que no…<br />Edipo- Hermano de ella y buscas derrocarla… Buscas destruir nuestra familia por la sed de Poder… Por años urdiste esta telaraña de mentiras para tener argumentos suficientes para hacer creer que eres el bueno… No, Creonte… Te amé… Creí en ti… Pero me has desilusionado. (Lo mata)<br />Yocasta- ¡Que los dioses nos protejan!<br />Edipo- ¡No quiero escuchar más hablar de los dioses! ¡Los dioses nos deben respeto! ¡Si nosotros no les damos alimento, ellos no existen! ¡Y si no están conformes con nosotros, cambiamos de dioses y ya está!<br />Yocasta- No blasfemes, Edipo…<br />Edipo- (Agotado) ¡Se acabó la peste! ¡Yo lo decreto! ¡Que la sangre derramada sirva para que purifique al pueblo de Tebas!<br />Yocasta- Tengo tanto miedo… ¡Saca estos cuerpos de mi vista! ¡Sácalos de este dormitorio! ¡Manchan nuestra relación con su sangre! (Edipo carga de a uno, con ellos y los saca de escena. Regresa cansado) Ven, mi amor, recuéstate, descansa…<br />Edipo- (Cae rendido en la cama) Yocasta… Cuantos misterios…<br />Yocasta- Edipo, no temas acostarte conmigo… Otros hombres sueñan que hacen el amor con sus madres, y no les pasa nada…<br />Edipo- Sólo dime… ¿Eres mi madre?<br />Yocasta- Duerme, mi pequeño…<br />Edipo- ¡No me trates como un niño! ¡Dime la verdad! (Se enfurece y la toma del cuello con una mano)<br />Yocasta- Me lastimas… Ay… Sí… Lo supe cuando entraste al palacio, acompañado por mi hermano… Sí, Edipo… Me muero de vergüenza ante ti, pero no puedo seguir mintiéndote…<br />Edipo- Pero… ¿por qué no me dijiste y…?<br />Yocasta- Porque estabas tan hermoso… Tan alegre… Saludabas a todos, eras el héroe que todos necesitaban… Tu padre había sido un déspota…<br />Edipo- ¿Contigo?<br />Yocasta- Con todos… Conmigo… Me castigaba…<br />Edipo- Maldito…<br />Yocasta- Tenía relaciones con jóvenes que aún no habían visto crecer la barba en sus rostros…<br />Edipo- ¡Lo mataría de nuevo!<br />Yocasta- No, mi niño, no… Y te acercaste a mí… Y vi tus ojos y no pude creer lo que pasaba… Me negaba a mí misma la verdad…<br />Edipo- (Furioso) ¡¿Cómo debo llamarte?! ¿Esposa? ¿Amante? ¿Mamá?<br />Yocasta- Por favor, no me grites (tapándose los oídos, llorando)<br />Edipo- ¡Estoy furioso! ¡Furioso y desesperado! ¡Cuatro hijos con mi madre!<br />Yocasta- No me martirices, Edipo…<br />Edipo- ¡Cómo les digo a nuestros hijos! ¡Al pueblo! Mírame a los ojos…<br />Yocasta- No puedo, no puedo, siento vergüenza…<br />Edipo- No te lo perdono… Siempre lo supiste… ¡Te acostaste con tu hijo, Yocasta! ¡Gozaste con tu hijo! ¡De tu vientre han salido nietos tuyos, que son nuestros hijos!<br />Yocasta- ¡Basta, Edipo! ¡Piedad!<br />Edipo- ¿Piedad? ¿Y a mí quién me consuela? ¡He matado a mi padre! ¡He matado a mi tío Creonte, acusándolo de lo que no era!<br />Yocasta- ¡Mátame a mí, por favor!<br />Edipo- ¡Lo haría con gusto pero te amo demasiado! ¡¿Qué digo?!<br />Yocasta- Olvidemos todo, Edipo… Seamos felices…<br />Edipo- ¡¿Qué dices?! ¡Eres mi madre! ¡Deseo a mi madre! ¡Me muero de pasión por quien me tuvo en su vientre!<br />Yocasta- Yo te amo… Eres lo único que quiero…<br />Edipo- Pero me entregaste para ser muerto por las fieras… Junto con mi padre tramaron mi desaparición… Me horadaron los tobillos… Y dices que me amas…<br />Yocasta- Teníamos miedo, Edipo. Miedo. ¡¿Sabes lo que es eso?! ¡Los dioses habían jurado venganza! Tenía que salvar a Layo. Yo misma sería condenada…<br />Edipo- Y para eso, el sacrificio de mí, tu hijo…<br />Yocasta- Edipo, entiende, por favor, no te pongas necio… ¡Los dioses habían…!<br />Edipo- ¡Basta con los dioses! ¡Soy un ser humano! ¡Estoy pagando por cosas que no hice! ¡Tócame, tócame, ¿ves que existo?!<br />Yocasta- Por favor, Edipo, me das miedo… Has matado a mi hermano…<br />Edipo- Por todos los dioses, no sé lo que hice… ¡¿Qué hice?! ¡Están muertos! ¡Otra vez me he manchado de sangre!<br />Yocasta- Edipo, cálmate, por favor, cálmate…<br />Edipo- ¿Por qué ser feliz es tan costoso? ¿A quién hice daño? Si es cierto lo que todos dicen, soy el único inocente… Huí del lado de Polibo y Mérope porque un muchacho envidioso de mí, en la cantina, borracho me contó la historia de que iba a matar a mi padre y me iba a acostar con mi madre… Y me entró el horror de cometer tal acto y preferí escapar del Destino… Porque los amo, porque me dieron lo que tú y Layo jamás me brindaron… Amor, cariño, protección… ¡Me amaron, Yocasta! ¡Fueron los padres más comprensivos, Dios mío! ¡Los extraño! ¡Quiero estar al lado de ellos!<br />Yocasta- Mi niño…<br />Edipo- ¡No me toques, no me toques!<br />Yocasta- ¡No me rechaces!<br />Edipo- ¡¿Cómo debo llamarte?! ¡¿Quién eres en verdad?! ¡¿Quién?!<br />Yocasta- Estás como loco, Edipo… Olvídate de todo, vayamos a un lugar donde nadie nos conozca… Dejemos a nuestros hijos, ya están grandes…<br />Edipo- ¡¿Otra vez abandonando a tus hijos?! ¡Ese el amor materno que tienes!<br />Yocasta- Estoy desesperada… No sé qué hacer… Siento vergüenza…<br />Edipo- Mi amor… (La abraza) ¡Que el fuego nos abrace!<br />Yocasta- Mi niño… Mi hombre… Mi amante… Mi esposo… Te amo, Edipo, te amo como no amé a nadie en esta vida…<br />Edipo- Soy un miserable… ¡¿Qué estoy haciendo?! (La besa apasionadamente. La suelta y camina por la habitación) ¡¿Qué estoy haciendo, qué estoy haciendo?!<br />Yocasta- Ven, mi amor, ven, por favor, bríndame consuelo… No sé quién soy pero me muero de pasión por ti…<br />Edipo- Me siento sucio, he estado acostado con mi madre, he matado a mi padre, y ambos querían verme muerto para salvarse ellos de la ira de los dioses… ¡¿Quién soy?!<br />Yocasta- Edipo, ámame por favor, hiervo de pasión… Sé que es horrible, pero no resisto que te alejes… No me rechaces, por favor…<br />Edipo- (Camina como una fiera enjaulada por la habitación. Se detiene, la mira y la abraza apasionadamente y llora como un niño)<br />Yocasta- Mi niño, mi dulce niño…<br />Edipo- Te amo, que me condenen, te amo…<br />Yocasta- Penétrame, por favor, Edipo, penétrame… ¡Ay, desgraciada, ¿qué digo?!<br />Edipo- (La penetra) ¡¿Qué hago?! ¡Pero no puedo contenerme!<br />Yocasta- Ay, Edipo, nunca has llegado tan profundo… (llora intensamente) Mi niño…<br />Edipo- Mamá, mamá, eres mi madre y yo estoy… Ah, no puedo más…<br />Yocasta- Sí, vente, vente…<br />Edipo- Seré maldecido para siempre… Que los dioses tengan piedad de mí… Ahhhh… (Gime de placer y llora)<br />Yocasta- Mi amor, mi amor (tiene un orgasmo. Sigue llorando) ¡No soy digna!<br />Edipo- (Sale de ella y se arrumba en un rincón) ¡¿Qué hice, por favor, qué hice?!<br />Yocasta- (Acostada, toma una espada y se la clava en el pecho) Ahhhhhh….<br />Edipo- (Saltando) ¡Por favor, qué estás haciendo! ¡No, Yocasta, no, no, te necesito para seguir viviendo! ¡No, eres lo más importante de mi vida! (Yocasta yace sin vida) ¡No me abandones, pierdo a la vez una madre y una esposa! ¡¿Qué mal he hecho para recibir estos castigos?! ¡Yocasta, por favor, despierta! ¡Que alguien me ayude! ¡Socorro! ¡Que alguien me ayude! ¡Yocasta, mi amor, no me dejes! ¡No sé qué hacer sin ti! ¡Es todo culpa mía! ¡Tendría que haber muerto en el monte Citerón! (toma un cuchillo y se lo clava en los ojos) Ahhhhhhhhhhhhhhhhh…. ¡No veo…! ¡Necesito no ver más los horrores que me rodean…! ¡Soy tan cobarde que no me puedo matar!… ¡Pero debo lastimarme para no ver más lo que he cometido sin saber! ¡La culpa me acompañará toda la vida…! ¡Socorro! ¡Que alguien me ayude!<br /><br />Finanimal stormhttp://www.blogger.com/profile/14507451639067425936noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-450246237374959914.post-70049897029750351502007-05-25T08:34:00.000-07:002007-09-18T18:27:46.853-07:00LEOPOLDA Y LA VENUS DE LAS PIELESLEOPOLDO Y LA VENUS DE LAS PIELES<br /><br />De Andrés Caro Berta<br /><a href="mailto:andres@andrescaroberta.com">andres@andrescaroberta.com</a><br /><a href="http://www.andrescaroberta.com/">http://www.andrescaroberta.com/</a><br /><br />Derechos de autor registrados en AGADU<br /><br />Adaptación teatral de la novela de Sacher- Masoch<br />“La Venus de las pieles”<br /><br />(He procurado ser fiel a las palabras originales de dicho libro,<br />adaptadas al juego escénico)<br /><br />PERSONAJES<br /><br />LEOPOLDO<br />WANDA<br />CRIADA<br />PINTOR<br />AMANTE<br /><br />(LA ACCIÓN TRANSCURRE A FINES DEL SIGLO XIX)<br /><br />ESCENA 1<br />Leopoldo, Wanda<br /><br />(La mujer está sentada en un sillón, frente a Leopodo. Es una belleza de mármol. Fría. Está cubierta por un tapado de piel dentro del cual se acurruca como una gata. Él también está sentado)<br /><br />Wanda- Leopoldo, ¿te gusta tanto que esté escondida en un tapado de piel?<br /><br />Leopoldo- Estás hermosa. Tienes esa hermosura tan cruel de todas las mujeres.<br /><br />W- (Haciéndose la enojada) ¿Qué dices, Leopoldo? Tú llamas crueldad a la esencia de la sensualidad, del amor. Nuestra propia esencia femenina es entregarnos a lo que amamos y amar todo lo que nos agrada. Y si nos llamas cruel por nuestro coqueteo con los hombres… Nosotras somos fieles mientras amamos, pero no nos pidas fidelidad sin amor y entrega sin placer... Ustedes nunca están satisfechos... Rondan como moscas alrededor nuestro, pero creen que algo supremo es aburrido, y se tornan aburridos... Todo para ustedes pasa por la cabeza... y mientras nosotras... nos morimos de frío... (Se mueve dentro del tapado)<br /><br />L- Wanda, no puedes negar que el hombre y la mujer son enemigos entre sí. Apenas el instante del amor los reúne y hace de ellos un solo ser habitado por un solo pensamiento, una sola sensibilidad, una sola voluntad. Pero enseguida, eso los separa mucho más que antes... En el amor está la conquista del otro. Quien no logra someter a su ley al otro, pronto sentirá sobre su nuca un pie dispuesto a aplastarlo.<br /><br />W- ¡Y ese pie debe ser el de la mujer! (se burla) Lo sabes mejor que yo.<br /><br />L- Es verdad.<br /><br />W- Eso quiere decir que eres, ahora, mi esclavo y que puedo pisotearte sin piedad.<br /><br />L- ¡Wanda!<br /><br />W- ¡Sí, confieso que soy cruel, pero mira el efecto de esa palabra en ti! ¡Te excita! ¿No tengo derecho a serlo? El hombre es quien desea; la mujer es el objeto deseado. La naturaleza le ha dado al hombre la mujer, gracias a la pasión, y si la mujer no sabe dominarlo, hacerlo su sirviente, su esclavo, su juguete, y por fin traicionarlo... es una tonta... Terminará siendo todo eso...<br /><br />L- Me enoja...<br /><br />W- ¿Te enoja? Pobrecito... (Lo mira maliciosamente mientras juega con sus dedos sobre la piel) Cuando la mujer se muestra más sumisa, el hombre rápidamente recobra su sangre fría y se convierte en dominador; pero cuando ella es cruel, y le es infiel y lo maltrata, cuando más locamente juega con él, el hombre se torna más amante y dependiente de ella... Siempre ha sido así, desde el comienzo de los tiempos...<br /><br />L- No puedo negarlo... No hay nada que nos atraiga más a los hombres que la mujer hermosa, déspota, sensual y cruel que, sin consideración, cambia de amante según su humor...<br /><br />W- Y se envuelve en pieles.<br /><br />L-¿Por qué dices eso?<br /><br />W- Leopoldo… Los dos lo sabemos… (Se levanta y camina mostrándose)<br /><br />L-¿Sabe que estás más hermosa que antes?<br /><br />W- ¿Por qué?<br /><br />L- Esa piel sobre ese cuerpo de nieve... Un amigo que tú no conoces me dijo una vez que las mujeres deben ser castigadas… Es que ya lo dijo Goethe, aquello del clavo o el martillo. Así son las relaciones entre los hombres y las mujeres. Todo el poder de la mujer radica en la pasión que experimenta el hombre por ella, y de la que ella va a sacar partido si éste no se pone en guardia. Sólo hay dos papeles, el del esclavo y el del tirano. Si te abandonas, ustedes nos dominarán y sentiremos el látigo sobre nuestra piel. ¿Recuerdas cómo nos conocimos?<br /><br />W- Ha pasado mucho tiempo… Cuenta, me gusta recordarlo…<br /><br />L- Yo estaba en aquella terma en los Cárpatos… (Wanda desaparece de escena) En la casita perdida en el bosque. Recuerdo que allí estaba la dueña de casa, que era una viejita que vivía con su perro y una hermosa viuda hermosa, tendría unos veinticuatro años. Vivía en el primer piso mientras yo en la planta baja. Tenía siempre las persianas cerradas. Yo descansaba en una glorieta donde escribía, pintaba y cantaba. Desde allí veía su balcón lleno de plantas trepadoras. Esa mujer era una belleza pero yo estaba enamorado sin esperanza, de otra, de piedra. En uno de los caminos de la casa había una estatua de Venus. La diosa del amor, la mujer más hermosa que vi en mi vida. Ella me correspondía apenas con una sonrisa tranquila, de mármol. Muchas noches quedaba arrodillado con la cara contra su rostro helado, adorándola, mientras la luna la iluminaba. Un día, entre los arbustos apareció una figura femenina blanca. Era como si la diosa hubiera tomado cuerpo y me estuviera siguiendo. Se apoderó de mí un terror indescriptible; sentí que mi corazón podía estallar en cualquier momento. Eché a correr tan rápido como pude. En mi cuarto busqué una reproducción de la Venus del espejo, de Tiziano. Me maravillaba ver a esa mujer que se oculta baja una piel oscura, mientras en su rostro de mármol se veía la severidad y la dureza. Escribí: “Amar, ser amado, ¡qué felicidad! Sin embargo, qué estúpido parece junto a la felicidad llena de tormentos que se experimenta al adorar a una mujer que hace del hombre su juguete, transformándolo en esclavo de una criatura titánica que lo pisotea sin piedad. Como Sansón que siendo héroe se abandonó en las manos de Dalila que ya lo había traicionado. Los filisteos se apoderaron de él, le sacaron los ojos, esos ojos que hasta el último minuto, llenos de amor siguieron fijos en la hermosa traidora” ¿Qué debo hacer para recibir ese castigo?, pensé En eso en el balcón veo un vestido blanco. ¿Es Venus o la viuda? Es la viuda. Me mira. Se ríe. ¿De mí? Huyo y voy a refugiarme en mi amada. La estatua de Venus, brillante y majestuosa está allí, frente mío. Pero de pronto, con espanto, descubro que de sus hombros de mármol cae una gran piel oscura hasta sus pies. Entro en pánico y quiero huir pero ella me intercede el paso. ¿Es Venus, la hermosa mujer de piedra, o la diosa del amor en persona? ¡No puede ser! ¡Su sangre es caliente y su corazón late! ¡Ha recobrado la vida para mí! Sus labios están rojos y sus mejillas se colorean. Dos rayos diabólicos salen de sus ojos y de pronto comienza a reír. Su risa es tan extraña, tan indescriptible que me corta el aliento. Escapo. Pero a los pocos pasos debo detenerme a respirar. Me persigue su risa irónica. Me pierdo. Me detengo finalmente y me digo a mí mismo que soy un estúpido. Eso me tranquiliza y me repito muchas veces, realmente feliz, “estúpido”. A la mañana, estoy sentado en mi glorieta leyendo en La Odisea la historia de una encantadora hechicera que transformaba a sus adoradores en bestias salvajes cuando siento un susurro entre las ramas. El vestido de una mujer... ¡Es ella! ¡Venus, pero sin pieles! ¡No, esta vez es la viuda! ¡Y sin embargo es Venus! ¡Dios mío, qué mujer! De pie, con un ligero vestido blanco me mira. Es tan graciosa y tan poética... Su belleza está más en la picardía más que en la hermosura... Tiene una boca carnosa, su piel es tan delicada que hasta las venas azules se ven por entre la tela que cubre sus brazos y su pecho. Su cabellera se enrula en opulentos bucles que juegan sobre su nuca con gracia diabólica. Y su mirada se posa sobre mí como un rayo. Ella nota mi perturbación. Yo no logro reaccionar para saludarla, lo que la hace sonreír maliciosamente.<br />Cuando puedo me levanto, la saludo y ella se acerca y se echa a reír a carcajadas como un niño. Yo tartamudeo. Así nos presentamos. (La viuda se sienta seductoramente a su lado) La diosa pregunta mi nombre y me dice el suyo; Venus. Es realmente una diosa. (A ella) Wanda, ¿cómo se te ocurrió semejante idea?<br /><br />W- Con la reproducción que encontré en un libro tuyo que habías dejado ahí.<br /><br />L- Ah, es cierto...<br /><br />W- Y eso tan extraño que habías escrito...<br /><br />L- ¿Por qué tan extraño?<br /><br />W- Siempre quise conocer un hombre romántico de verdad, y tú eres uno de los más locos.<br /><br />(Se transforma el escenario en la glorieta)<br /><br />L- Es cierto, señora... Me siento... como un adolescente ante usted...<br /><br />W- Anoche tuvo miedo de mí...<br /><br />L- Es verdad...<br /><br />W- Usted ve en el amor y sobre todo en la mujer algo hostil, algo contra lo que usted se defiende inútilmente, y cuyo poder lo agobia con dulces tormentos y sabias crueldades. Para mí la sensualidad calma de los griegos es un ideal que quiero para mi vida. No creo en el amor que predica el cristianismo y los modernos caballeros del espíritu. No. Soy peor que una hereje... Soy una pagana... En la naturaleza no existe más que ese amor de los tiempos heroicos de los griegos... “cuando los dioses y las diosas amaban...” En esos tiempos, “el deseo seguía a la mirada, el placer seguía al deseo”. Todo el resto es puro formulismo, afectación, mentira. El cristianismo, cuyo cruel emblema es la Cruz, tiene para mí algo aterrador. Introdujo por primera vez, un elemento extraño y hostil en el seno de la naturaleza y de sus inocentes instintos. El combate del espíritu contra el mundo sensible es el evangelio de los modernos. No quiero tomar parte.<br /><br />L- Usted merece estar en el Olimpo, mi señora pero hay cosas que hoy no soportaríamos... Por ejemplo compartir con otros nuestra mujer... Preferimos una virgen delgada y pálida que sólo nos pertenece a nosotros, a una Venus antigua que ame hoy a uno y mañana a otro. Y cuando nos ocurre a nosotros que triunfe la naturaleza y nos abandonamos ardientes y apasionados a una mujer hermosa, su serena alegría de vivir nos parece demoníaca y cruel y vemos en nuestra felicidad un pecado que debemos expiar.<br /><br />W- Así que usted también está a favor de la mujer moderna, de esas pobres hembras histéricas que persiguen como sonámbulas un ideal masculino soñado y no saben apreciar lo mejor de los hombres; que entre dolores y lágrimas faltan todos los días a sus deberes de cristianas, que engañando y engañadas, sin cesar buscan, eligen y rechazan; que nunca son felices y nunca hacen feliz al hombre; que se quejan de su destino en lugar de confesar tranquilamente que quieren amar y vivir como vivieron aquellas griegas. La naturaleza no conoce la estabilidad en las relaciones entre el hombre y la mujer.<br /><br />L- Señora...<br /><br />W- Deje terminar. Es el egoísmo del hombre que quiere enterrar a la mujer como un tesoro. Han fracasado todas las tentativas que han querido introducir – por medio de ceremonias, juramentos y contratos – la permanencia es lo más mutable que hay en el seno de la mutabilidad del ser humano, en el amor. ¿Usted puede negar que nuestro mundo cristiano se encuentra en descomposición?<br /><br />L- Pero…<br /><br />W- El individuo que se rebela contra las instituciones es inmediatamente expulsado, estigmatizado, lapidado, me dirá usted. Es cierto. Pero acepto el riesgo. Soy pagana por principio, quiero vivir mi vida. Renuncio al respeto hipócrita. Prefiero ser feliz. Los que inventaron el matrimonio cristiano hicieron bien en inventar la inmortalidad. No pienso, ni siquiera por un instante, en vivir eternamente. Y cuando me toque morir, ¿de qué me servirá saber si cantaré en el coro de ángeles o si el polvo de mi ser forma un nuevo ser? Hay que vivir esta vida. ¿Pertenecer a un marido que no amo porque alguna vez lo amé? No. Amo al que me gusta y lo hago feliz. ¿Es espantoso? No, es mucho mejor que si, cruelmente me alegrara con los tormentos que provocan mis encantos mientras me alejo virtuosamente del desdichado que se consume por mí. Soy joven, rica y hermosa, y como tal obedezco sólo a la alegría y el placer.<br /><br />L- (Le toma la mano pero al final la suelta, al tomar conciencia de lo que hace)<br />Su franqueza me asombra, y no hay que... (Se tranca)<br /><br />W- ¿Qué?<br /><br />L- Quiero decir... Disculpe, la he interrumpido... Eh... ¿Cómo llegó a esa idea?<br /><br />W- Muy simple. Mi padre era un hombre sensato. Desde mi infancia estuve rodeada de esculturas antiguas. Ya a los diez años leía Gil Blas, a los doce, La doncella de Orleáns. Algunos niños tuvieron por amigos a Pulgarcito, Barba Azul, Cenicienta. Yo a Venus, Apolo, Hércules y Laocoonte. Mi marido tenía una naturaleza serena y alegre. Jamás el mal incurable que le atacó después de casarnos afectó nuestra relación. Cuando murió estuve con él. En los meses previos, en su silla de ruedas bromeaba con que yo ya tenía un admirador. Yo me ruborizaba de vergüenza. “No me ocultes nada – me decía- Encuentra uno o más maridos que te hagan feliz. Eres una dulce esposa pero no eres más que una niña: necesitas juguetes”. Mientras él vivió no tuve ningún amante. Pero esto terminó. Él me convirtió en lo que ahora soy, una griega.<br /><br />L- Una diosa.<br /><br />W- (Sonríe) ¿Cuál?<br /><br />L- Venus.<br /><br />W- (Lo amenaza con el dedo y frunce el seño) Incluso una Venus de las pieles. ¿Sabe lo que tengo? Una piel enorme que podría cubrirlo totalmente. Voy a envolverlo en ella como en una red.<br /><br />L- (Tartamudeando) ¿Usted... cree que sus... ideas pueden ponerse en práctica... en este siglo? ¿Cree que Venus puede pasear, ante los ojos de todos, mostrando sus encantos desnudos gozosamente?<br /><br />W- Desnudos no, sino cubiertos por una piel.<br /><br />L- ¿Y después?<br /><br />W- ¿Y después?<br /><br />L- ¿Qué quiere decir? Los seres hermosos, libres, serenos y felices como eran los griegos, sólo pueden existir si disponen de esclavos que realicen por ellos las tareas prosaicas de la vida cotidiana y, sobre todo, que trabajen por ellos.<br /><br />W- Es cierto. (Muestra una mirada de malicia) Y una diosa como yo necesita un ejército de esclavos. ¡Cuídese de mí!<br /><br />L- (Con cierto espanto) ¿Por?<br /><br />W- (Riéndose, no dándole importancia) ¿Quiere ser mi esclavo?<br /><br />L- En el amor nunca se está al mismo nivel... (Seriamente) A partir del momento en que puedo elegir entre dominar y ser dominado, me parece más estimulante ser el esclavo de una hermosa mujer. Pero, ¿dónde encontraré a la mujer que sepa dominar, tranquila y concientemente, y no mezquina y rezongona?<br /><br />W- ¡Vaya! ¡No es tan difícil! Yo, por ejemplo (Se ríe y se inclina hacia él) Tengo cierto talento para jugar a la déspota.... Tengo también, la piel indispensable... ¿Anoche tuvo miedo de mí?<br /><br />L- Sí.<br /><br />W- ¿Y ahora?<br /><br />L- ¿Ahora? Ahora realmente comienzo a tener miedo de usted. (Ella queda como una estatua. Leopoldo habla al público) Estuvimos todos los días juntos. Yo... Venus. Nos veíamos a cada rato. Yo la halagaba todo el tiempo. Le pinté un retrato. Estuve en su casa, le leí las Elegías Romanas, conversé con ella. Ella parecía satisfecha, parecía como si estuviera pendiente de mis labios, me parecía que su pecho se agitaba... Estaba tan feliz que me atreví a besarle la mano. Ella me dejó hacer. Me senté a sus pies y le leí un poema que había escrito para ella:<br /><br />LA VENUS DE LAS PIELES<br />Pon el pie sobre tu esclavo,<br />Mujer fabulosa, dulce y diabólica,<br />El cuerpo de mármol extendido<br />Entre los mirtos y los ágaves.<br />Y seguía... De noche, obedeciendo una orden de ella, le entregué el poema y me quedé sin una copia. Hoy solo recuerdo esa primera estrofa. No sé si estaba enamorado de Venus. No sé si, luego de nuestro primer encuentro, sentí ese ardor fulminante de la pasión. Pero sí sentí la mágica trampa que su extraordinaria belleza me tendía. No era amor lo que crecía en mí, era una sumisión física que iba afirmándose. Sufría cada día más y ella disfrutaba.<br />(Vuelve a ella)<br /><br />W- Usted me interesa. La mayoría de los hombres son tan comunes, carecen de impulso, de poesía. En usted hay cierta profundidad y cierto entusiasmo, y ante todo un aspecto formal que me hace bien. Podría enamorarme de usted.<br /><br />L- (Tartamudeando) ¿Podría amarme?<br /><br />W- ¿Por qué no? (Apoya su cuerpo en un brazo de él, mostrándose cansada. Él va bajando por el cuerpo de ella y queda arrodillado contra su ropa) ¡Leopoldo, no haga eso! (Él apoya sus labios en un pie y lo besa) ¡Cada vez usted se vuelve más impertinente! (Lo patea y se aleja. Él se queda con su zapato. Se va.<br /><br />ESCENA 2<br /><br />Leopoldo y Wanda<br /><br />(Mismo lugar con clima de una mañana con pájaros, sol. Ella aparece. Él en el otro extremo)<br /><br />W- Leopoldo, ¿por qué no viene? (Él va humildemente a donde está ella) ¿Dónde está mi zapato?<br /><br />L- Este... Lo tengo... Voy a buscarlo...<br /><br />W- Vaya... Y después tomaremos un té, juntos, mientras conversamos. (Él desaparece y llega con el zapato, se lo entrega ceremoniosamente y como un niño espera en un rincón el castigo. Ella lo mira con el ceño fruncido y una expresión severa y dominante. De pronto se echa a reír) ¿Entonces es cierto que está enamorado de mí?<br /><br />L- Sí. Y sufro más de lo que imagina.<br /><br />W- ¿Sufre? (Ríe)<br /><br />L- ... (Tiene una actitud de indignación, vergüenza, humillación)<br /><br />W- ¿Por qué? Yo soy buena con usted y le dedico todo mi corazón. (Le extiende la mano con expresión amistosa)<br /><br />L- ¿Quiere ser mi mujer?<br /><br />W- (Lo mira asombrada y después burlona) ¿De dónde sacó tanta audacia?<br /><br />L- ¿Audacia?<br /><br />W- Sí, audacia de tomar a una mujer, y de tomarme a mí, en particular (Le muestra el zapato) ¿Tan pronto se hizo de una amiga? (Se burla) Bromas a un lado, ¿quiere realmente casarse conmigo?<br /><br />L- Sí.<br /><br />W- Leopoldo, ahora le hablo en serio. Creo que usted me quiere y yo también a usted, lo que es mejor aún. Creo que sentimos interés uno por el otro. No hay peligro de que nos aburramos juntos, pero, usted sabe que soy una mujer frívola y por eso tomo el matrimonio como algo muy serio; cuando inicio algo quiero terminarlo... Por eso creo... No, le haría daño...<br /><br />L- Por favor, sea franca conmigo...<br /><br />W- No creo, francamente, que pueda amar a un hombre más de... (Inclina graciosamente la cabeza y reflexiona)<br /><br />L- ¿Un año?<br /><br />W- ¡Qué ocurrencia! Tal vez, un mes.<br /><br />L- ¿Aún a mí?<br /><br />W- Claro, aún a usted. A usted, quizás dos meses.<br /><br />L- ¡Dos meses! (Escandalizado)<br /><br />W- Dos meses es mucho tiempo.<br /><br />L- Yo...<br /><br />W- Ya ve, usted no puede soportar la verdad. (Se recuesta en un sillón) ¿Qué puedo hacer con usted?<br /><br />L- Lo que quiera. Lo que quiera.<br /><br />W- ¡Qué tontería! Primero quiere tomarme por mujer y después se ofrece a mí como un juguete.<br /><br />L- Wanda, la amo.<br /><br />W- Volvemos al punto de partida. Me ama y quiere tomarme por mujer, y yo no quiero volver a casarme porque no creo en la duración de mis sentimientos ni de los suyos.<br /><br />L- Pero si me atrevo a unirme a usted...<br /><br />W- Eso depende aún de que yo quiera unirme a usted (lo dice tranquilamente) Puedo imaginarme que perteneceré a un hombre para el resto de mi vida, pero es necesario que sea un hombre verdadero, que me domine y me someta, ¿comprende? Y cada hombre, lo sé por experiencia, se convierte en cuanto está enamorado, en un ser débil, fácil de dominar, ridículo, que se abandona en manos de la mujer, se arrodilla ante ella, y yo sólo podría amar a un hombre ante el cual yo me arrodillara. Y, sin embargo, lo quiero tanto que voy a ensayar con usted. (lLeopoldo se arroja a los pies) ¡Dios mío, otra vez arrodillado! (Se burla delicadamente) Comienza bien. Levántese. Bien. Le doy un año para conquistar mi amor, para persuadirme de que estamos hechos el uno para el otro, de que podemos vivir juntos. Lógrelo y yo seré su mujer. Una mujer que cumplirá con su deber estricta y conscientemente. Durante este año viviremos como si fuéramos marido y mujer... (Los dos se perturban) Viviremos juntos todo el día. Compartiremos nuestros hábitos para ver si realmente nos entendemos. Le concedo todos los derechos de un marido, de un amante, de un amigo. ¿Está satisfecho?<br /><br />L- No queda otro remedio.<br /><br />W- No está obligado.<br /><br />L- Entonces, sí quiero.<br /><br />W- Bien. Así debe hablar un hombre. Me puede besar la mano. (Se la besa. Ésta resbala y Wanda se pierde en la penumbra. Leopoldo se dirige al público)<br /><br />L- Estuve diez días sin abandonarla una sola hora. Tuve el derecho de mirarla continuamente a los ojos, de acariciarle la mano, adivinar sus palabras, acompañarla a todas partes. Mi amor crecía. Hasta que una tarde estaba al lado de la estatua de Venus... (Cambia la iluminación)<br /><br />W- Leopoldo... (Lo mira firmemente. Él se perturba, estalla la pasión, la abraza y la besa mientras ella lo aprieta contra el pecho)<br /><br />L- ¿Está enojada?<br /><br />W- Nunca me enojo por algo totalmente natural. Solo temo que usted sufra.<br /><br />L- Sufro espantosamente.<br /><br />W- Ah, pobrecito... Espero que no sea por mi culpa.<br /><br />L- No. Sin embargo, mi amor por usted se ha convertido en una locura. El pensar que la puedo perder me atormenta día y noche.<br /><br />W- Pero usted ni siquiera me posee... (Lo mira seductoramente. Lo separa y pone una mano en los senos de la estatua. Leopoldo desliza sus manos por el talle de Wanda)<br /><br />L- Ya no puedo vivir sin ti, mi diosa. Aunque sea por esta vez, créeme. No son frases, es la verdad. Si te separas de mí, estoy perdido.<br /><br />W- Realmente no comprendo por qué te pones así, tonto, si yo también te amo (Lo toma del mentón) Grandísimo tonto.<br /><br />L- Pero tú solo quieres ser mía en determinadas situaciones, en cambio yo te pertenezco totalmente, sin ninguna condición.<br /><br />W- Eso no está bien, Leopoldo (se asusta). ¿Aún no me conoces? ¿No quieres, en realidad, conocerme? Soy buena cuando se me trata respetuosa y razonablemente, pero cuando se abandonan demasiado a mi voluntad me convierto en un ser temerario, presuntuoso.<br /><br />L- (Se arrodilla y le abraza las piernas) ¡No importa! Sé despótica, pero sé mía, mía para siempre.<br /><br />W- (Seriamente) Esto terminará mal, mi amigo.<br /><br />L- ¡No! ¿Por qué tiene que tener un fin? (Grita agitado, casi violentamente) ¡Sólo la muerte puede separarnos! ¡Si no puedes ser mía, totalmente mía y para siempre, seré tu esclavo y soportaré todo, pero no me alejes de ti!<br /><br />W- ¡Caramba, Leopoldo, vuelve en ti! (Se inclina y le besa tiernamente la frente) Soy buena contigo, pero tú no tomas el buen camino para conquistarme y retenerme.<br /><br />L- Haré todo lo que quieras para no perderte. Todo.<br /><br />W- ¡Levántate ya!<br /><br />(Lepoldo obedece)<br /><br />W- Realmente eres un hombre extraño. ¿Así que quieres poseerme a cualquier precio?<br /><br />L- Sí, no me importa el precio.<br /><br />W- Pero, por ejemplo... ¿Qué valor tendría para ti mi posesión (reflexiona un instante mientras sus ojos lo miran de forma inquietante) si yo no te amara, si perteneciera a otro? (Sus ojos lo miran fríamente) Ya ves. Ese pensamiento te provoca horror (Se sonríe amablemente)<br /><br />L- Es verdad. Me horroriza la idea de que una mujer a la que amo y que ha respondido a mi amor pueda entregarse a otro sin ninguna piedad hacia mí. Pero, ¿puedo elegir? Si amo a esa mujer, si la amo locamente, ¿puedo darle la espalda y morir a causa de mi orgullo? ¿Me debo matar? Puedo amar a dos tipos de mujer. Si no puedo encontrar una mujer noble, considerada, fiel y cariñosa que comparta conmigo el destino... Nada de paños tibios. Prefiero entregarme a una mujer carente de toda virtud, infiel y despiadada. También, en su egoísta grandeza está su ideal. Si no puedo gozar total y plenamente de su amor, quiero la copa de los sufrimientos y sus tormentos; quiero ser maltratado y traicionado por la mujer que amo. ¡Cuánto más cruel sea, más valor tendrá! ¡Eso para mí es una dicha!<br /><br />W- ¿Sabes lo que estás diciendo?<br /><br />L- Te quiero con toda mi alma, con todos mis sentidos. O sea que quiero vivir a tu lado, debo aceptar todo lo que te rodee. ¡Elige: haz de mí tu esposo o tu esclavo!<br /><br />W- Entonces sea. (Frunce sus cejas enérgicamente) Va a ser muy divertido para mí tener enteramente bajo mi poder a un hombre que me interesa y me ama. Has sido un imprudente en dejarme elegir. He elegido, entonces. ¡Quiero que seas mi esclavo, haré de ti un juguete!<br /><br />L- Sí, hazlo (Maravillado y aterrado) Si el matrimonio sólo puede fundarse en la igualdad y el entendimiento mutuo, las grandes pasiones deben nacer de los sentimientos opuestos. Como somos seres contrastantes, casi enemigos, mi amor es en parte odio, en parte temor. En semejantes relaciones uno no puede ser más que el martillo; el otro, el clavo. ¡Yo quiero ser el clavo! No puedo ser feliz si debo considerar a mi amada, igual. Quiero poder adorar a una mujer y sólo puedo hacerlo si ella se muestra cruel hacia mí.<br /><br />W- Pero, Leopoldo (se enoja), ¿me crees capaz de maltratar a un hombre que me ama como tú y al que yo amo?<br /><br />L- ¿Por qué no, si así te amo más? Sólo puede amarse verdaderamente a quien nos domina. A una mujer que nos somete por su belleza, por su temperamento, por su espíritu y su voluntad. Una mujer que se comporta como una déspota.<br /><br />W- De modo que lo que hace huir a los demás, a ti te atrae...<br /><br />L- Sí. Es mi rasgo característico.<br /><br />W- Vaya, vaya... En verdad no hay nada tan extraño ni particular en tus pasiones. ¿Quién no se siente seducido por una hermosa piel? Cada uno sabe, cada uno siente hasta qué punto están ligadas la voluptuosidad y la crueldad.<br /><br />L- En mí, eso está llevado a sus límites extremos.<br /><br />W- Eso quiere decir que la razón no tiene poder sobre ti y que eres de naturaleza débil y sensual.<br /><br />L- ¿Los mártires eran también naturalezas débiles y sensuales?<br /><br />W- ¿Los mártires?<br /><br />L- Por el contrario. Los mártires eran seres suprasensuales que hallaban placer en el dolor y que buscaban horribles tormentos, y hasta la muerte, como otros buscan la alegría. Yo soy uno de ellos.<br /><br />W- Cuídate para no ser, también, un mártir del amor; el mártir de una mujer. Ven, Leopoldo, siéntate, dime... (Él se sienta a los pies de ella) ¿Todas esas rarezas... ya aparecían en ti cuando eras un niño?<br /><br />L- Claro. En todo momento. Sí, ya en la cuna según me contó después mi madre, me mostraba suprasensual; rechazaba el seno de la robusta nodriza y debían alimentarme con leche de cabra. De joven me mostraba frente a las mujeres con una timidez enigmática, que indicaba un interés inquietante. Las bóvedas de una iglesia y la semioscuridad que había en ellas me angustiaban y se apoderaba de mí una verdadera ansiedad ante el altar resplandeciente y las imágenes sagradas. En cambio, me deslizaba en secreto, como si se tratara de un placer prohibido, en la biblioteca de mi padre para contemplar una Venus de yeso que allí había. Me arrodillaba ante ella y pronunciaba las plegarias que me habían enseñado: El Padre Nuestro, el Ave María y el Credo.<br />Una noche me levanté para ir a verla. Un rayo de luna iluminaba y bañaba a la diosa. Me arrojé a sus pies y los besé como había visto hacer a mis compañeros cuando besaban los pies del Salvador. Un deseo irreprimible se apoderó de mí. Me enderecé, rodeé con mis brazos el hermoso cuerpo helado y besé sus labios fríos. Un profundo estremecimiento me recorrió. Escapé y en sueños vi a la diosa, de pie, junto a mi cama que levantaba un brazo amenazante. En el liceo, al poco tiempo sabía más de los dioses de Grecia que de la religión de Jesús. Yo sentía que estaba allí y a la edad en que los chicos son rudos y groseros, yo mostraba desagrado por todo lo que era ordinario, común o feo. El amor lo sentía como algo bajo y desagradable. Evitaba el mínimo contacto con el bello sexo; era suprasensual hasta la demencia. Mi madre contrató cuando yo tenía catorce años una encantadora mucama, joven, bonita, de hermosas formas. Una mañana, mientras estudiaba a los griegos, y me entusiasmaba con los antiguos germanos, la muchacha vino a barrer mi cuarto. De pronto se detuvo, se acercó a mí con la escoba en la mano y sus labios frescos y perfumados rozaron los míos. El beso de esa gatita en celo me estremeció, pero levanté el libro como si fuera un escudo para defenderme de la seductora y me fui del cuarto, fuera de mí.<br /><br />W- (Lanza una carcajada) Realmente eres único. Continúa.<br /><br />L- Recuerdo otra vez. Una tía lejana, la condesa Sobol fue a visitar a mis padres. Era una hermosa mujer, majestuosa de encantadora sonrisa, a la que yo detestaba porque en la familia tenía fama de mesalina y me mostraba con ella tan mal educado, tan perverso, tan grosero como podía. Un día en que mis padres se habían ido a la ciudad, mi tía decidió aprovecharse y castigarme. Vestida con una chaqueta de piel entró de improviso en mi cuarto seguida por la cocinera, la hija de ésta y la gata a la que había desdeñado. Sin decir palabra, me agarraron entre todas y, a pesar de mi resistencia, me ataron las manos y los pies. Después, con una sonrisa malvada, mi tía comenzó a golpearme con una vara, a tal punto que la sangre comenzó a correr por mis heridas y a pesar de mi coraje, comencé a llorar y a gritar y terminé pidiendo ayuda. Hizo que me desataran. Pero de rodillas debí pedirle perdón y besarle la mano. ¡Estaba como loco! Mi gusto por las mujeres nació bajo la vara de una hermosa criatura voluptuosa que, con su chaqueta de piel, se me apareció como una reina encolerizada; a partir de ese día fue para mí la mujer más encantadora que Dios puso en la tierra. Llegué muy joven a la Universidad en la capital, jurando que la sensualidad sería mi cultura y que no dilapidaría semejante tesoro con un ser vulgar sino que lo reservaría para una mujer ideal, y de ser posible, la mismísima diosa del amor.<br />Allí me alojé en la casa de mi tía. Mi cuarto parecía el del doctor Fausto; todo desordenado, miles de libros, globos terráqueos cartas marinas, cartas astronómicas, esqueletos de animales, cráneos humanos, bustos de grandes hombres... Aprendí sin ningún método, química, historia, alquimia, astronomía, filosofía, jurisprudencia, qué se yo… Leí a Homero, Virgilio, Schiller, Shakespeare, Cervantes, Voltaire, Moliére, el Corán, Las Memorias de Casanova… La diosa se me aparecía en la habitación, muchas veces con las formas de mi hermosa tía, cubierta de una chaqueta de terciopelo rojo.<br />Una mañana, luego de ver una aparición de ella, corrí a la habitación de la condesa Sobol que me recibió no sólo amable sino hasta cordialmente y me ofreció, como bienvenida, un beso que perturbó aún más mis sentidos. Tenía unos cuarenta años que llevaba muy bien y vestía una chaqueta bordeada de piel. Esta vez no fue nada cruel y me permitió declararle mi adoración. ¡Qué delicias experimenté en ese tiempo arrodillándome a sus pies besando esas manos que me habían castigado tanto, años atrás! ¡Qué manos maravillosas! Jugaba con ellas, pasándolas por la piel y besándolas. (Wanda mira involuntariamente sus manos y Leopoldo lo ve) Al tiempo me apasioné por una mujer virtuosa que terminó traicionándome. Fui engañado, vendido por una mujer que fingía lo que no era. Por eso detesto esas virtudes. Prefiero una mujer franca que me diga: “Soy una Pompadour, una Lucrecia Borgia”.<br /><br />W- ¡Tienes una manera muy especial de excitar los nervios y acelerar el pulso de quien escucha! Si todo eso es cierto rodeas el vicio de una aureola. ¡Eres uno de esos hombres que corrompen totalmente a una mujer! Ahora vengo... (Desaparece. Él no sabe qué hacer. Vuelve vestida como la primera vez) ¡Me enloqueciste con tus historias! Ven a hacerme compañía. (Caminan. Se diluye el anterior paisaje y aparece el dormitorio. Ella se recuesta con el tapado puesto) Disculpa pero hace frío.<br /><br />L- Pícara. Sé bien porqué la dejas...<br /><br />W- ¿De dónde sacaste esa predilección por las pieles?<br /><br />L- Creo que desde que nací. Pero además las pieles ejercen un atractivo sensual desde siempre. Por eso los gatos han sido los amigos favoritos de Mahoma, Richelieu, Roussau...<br /><br />W- Entonces una mujer envuelta en pieles no es más que una gran gata. Pero no me has dicho porqué en ti ejercen tanto poder.<br /><br />L- Sí, te lo he dicho. Encuentro un extraño atractivo en el dolor, y nada puede provocarlo como una mujer hermosa y tirana que te sea infiel. En consecuencia, no puedo imaginarme una mujer así sin pieles. Pero sigo contándote. A los diez años me sobreexcité cuando pude leer la vida de los mártires. Sufrían los peores tormentos con una especie de alegría; se consumían en los calabozos, eran arrojados a las llamas, atravesados por flechas, sumergidos en agua hirviente, entregados a fieras salvajes o clavados en una cruz. Sufrir y soportar horribles tormentos me pareció desde entonces una verdadera delicia, sobre todo cuando estos eran provocados por una hermosa mujer. Para mí, lo poético y lo demoníaco se concentran en la mujer.<br /><br />W- ¡Abominable! ¡Deseo que caigas en manos de una mujer semejante! Seguramente metido en la piel de un lobo, acosado por los dientes de los dogos, en la rueda de los tormentos... la poesía perdería algo de su encanto.<br /><br />L- No lo creas...<br /><br />W- Estás loco.<br /><br />L- Es posible. Pero escucha, seguí leyendo con avidez los relatos de las más espantosas crueldades, veía deliciosamente los cuadros con espectáculos similares. Y en cada caso, veía vestidos con pieles o trajes bordeados de armiño a todos los tiranos sanguinarios que alguna vez se sentaron en un trono, a todos los inquisidores que han hecho perseguir, quemar o degollar a los herejes, a todas las mujeres que en la Historia de la Humanidad son voluptuosas, hermosas y violentas...<br /><br />W- ¿Es por eso que la piel despierta en ti extrañas fantasías? (Wanda se envuelve en el tapado de piel, destacándose su busto) Entonces, ¿Cómo te sientes en este momento? ¿Comienzas a sentir el suplicio? (Lo mira lascivamente. Leopoldo se arroja a los pies de ella y abraza sus piernas)<br /><br />L- ¡Sí! Has despertado mis fantasías favoritas. Hacía mucho que estaban dormidas.<br /><br />W- ¿Y cuáles son? (le pasa la mano por la nuca)<br /><br />L- Ser esclavo de una mujer, de una hermosa mujer a la que ame y adore.<br /><br />W- Y que en retribución te maltrate (Se ríe)<br /><br />L- Sí, que me ate y me azote.<br /><br />W- Y que después de haberte vuelto loco de celos, recostada contra el feliz rival te ofrezca a él para que haga contigo lo que quiera... ¿Esto te gusta algo menos?<br />L- (La mira asustado) Superas mis sueños.<br /><br />W- Sí, las mujeres tenemos una imaginación prodigiosa. Ten cuidado, si llegas a encontrar a tu ideal, podría suceder que fueras tratado con más crueldad de la que querrías.<br /><br />L- ¡Ya encontré mi ideal! (Apoya el rostro en las rodillas de ella)<br /><br />W- (Suelta el tapado de piel y comienza a reír) Pero, ¿soy yo? (Ríe entre burlona e irritada mientras se va. Leopoldo queda confundido en el piso. De pronto entra de nuevo. Lo toma del mentón amenazante) ¿Debo encarnar tu ideal? (Leopoldo duda. Ella se sienta voluptuosa) ¿Sí o no?<br /><br />L- (Se arrodilla ante ella y le toma las manos) Te lo repito una vez más; sé mi mujer, una mujer fiel y leal; y si no puedes, conviértete entonces en mi ideal, pero sin reservas ni atenuantes.<br /><br />W- Tú sabes que te concederé mi compañía dentro de un año si eres el hombre que busco. Pero me parece que me agradecerías si me convirtiera en tu ideal. Veamos... ¿Qué prefieres?<br /><br />L- Todo lo que he imaginado está en ti.<br /><br />W- Te engañas.<br /><br />L- Creo que te asombra tener en tu poder a un hombre, entregado para que lo atormentes.<br /><br />W- ¡No, no, no! Y sin embargo... (Reflexiona) Ya no me conozco a mí misma... Tengo que confesarte algo. Has corrompido mi imaginación y calentado mi sangre. Empiezo a encontrar placer en todo esto. El entusiasmo con que has hablado de todas esas criaturas egoístas, frívolas y crueles me asombra, penetra en lo más profundo de mi alma y me empuja a transformarme en una mujer parecida a ellas, que a pesar de su perversidad fueron servilmente adoradas durante toda su vida y hasta en la muerte. Me has convertido en una déspota en miniatura, una tirana de entrecasa.<br /><br />L- Entonces, si esa es tu naturaleza, síguela pero no a medias; si no puedes ser una esposa buena y fiel, sé un demonio. (Toma un pie y lo besa tiernamente. Ella lo retira rápidamente y se levanta enojada)<br /><br />W- Si me quieres, Leopoldo (con tono cortante e imperioso) no hables más de esas cosas. ¿Me oyes? ¡Nunca más! Al fin podría... (Se sonríe y se sienta)<br /><br />L- Es en serio... Te adoro hasta tal punto que estoy dispuesto a sufrir lo que sea con tal de poder pasar toda mi vida a tu lado.<br /><br />W- Leopoldo, te advierto una vez más...<br /><br />L- Tus advertencias son inútiles. Haz conmigo lo que quieras, ya que no me alejas definitivamente de ti.<br /><br />W- Lepoldo... Soy joven y frívola. Es peligroso que te entregues a mí de ese modo. Terminarás por convertirte realmente en un juguete. ¿Quién te protege? Puedo abusar de tu locura.<br /><br />L- Eres demasiado noble.<br /><br />W- El poder nos vuelve soberbios.<br /><br />L- Sé soberbia, entonces. ¡Pisotéame!<br /><br />W- (Cruza sus manos y lo mira mientras sacude la cabeza) No. Creo que no podría hacerlo. Pero voy a intentarlo para darte placer, Leopoldo, porque te amo, te amo como aún no he amado a otro hombre.<br />(Se apagan las luces)<br /><br />ESCENA 3<br /><br />Wanda, Lepoldo<br /><br />W- ¿Te gustan estos látigos que he comprado?<br /><br />L- A ver...<br /><br />W- Mira... Hasta este que se usan para los perros...<br /><br />L- Pueden servir...<br /><br />W- El vendedor me vendió este para un bull-dog... O para los rebeldes esclavos rusos... Bien, ahora vengo... Me quedan algunas compras por hacer y prefiero hacerlas sola... (Se torna tierna) Piénsalo, Leopoldo... Aún tienes tiempo... Nunca lo oculté. Estoy fascinada contigo, espiritual y sensualmente... Naturalmente, me siento atraída ante la idea de ver al hombre más serio del mundo totalmente dedicado a mí... En éxtasis a mis pies... Pero, ¿esta excitación será duradera? La mujer ama a un hombre, lo maltrata como un esclavo y termina echándolo a puntapiés.<br /><br />L- Está bien... Échame a puntapiés si ya estás cansada de mí... Quiero ser tu esclavo.<br /><br />W- Estoy descubriendo en mí predisposiciones peligrosas... Estás despertándolas y no en tu provecho. Sabes hacer atractivas la búsqueda de placer, la tiranía, la crueldad... ¿Qué dirías si ensayo el juego contigo, como hizo Dionisio el Tirano con el hombre que había inventado para él el suplicio del toro de bronce, encerrándolo en él y haciéndole quemar primero para ver si sus gemidos y gritos imitaban verdaderamente a un toro? ¿No seré un Dionisio mujer?<br /><br />L- ¡Sí! Te pertenezco para lo mejor y lo peor. Elige.<br />(Se apagan las luces)<br /><br />ESCENA 4<br /><br />Leopoldo, Wanda<br /><br />L- (Golpea la puerta del cuarto de Wanda. Sale ella) ¡Wanda!<br /><br />W- Recibiste mi carta<br /><br />L- Sí, claro... La recuerdo perfectamente. “Mi bienamado. No quiero verte ni hoy ni mañana. Pasado mañana por la noche, y entonces como mi esclavo. Wanda”<br /><br />W- Bien. (Leopoldo la quiere abrazar. Ella retrocede un paso y lo mira de arriba abajo) ¡Esclavo!<br /><br />L- ¡Amada! (besa sus pies)<br /><br />W- ¡Muy bien!<br /><br />L- ¡Qué hermosa que estás!<br /><br />W- ¿Te gusto? (Se detiene en un espejo y se contempla con satisfacción)<br /><br />L- Voy a volverme loco.<br /><br />W- Alcánzame la aguijada. ¡No! De rodillas. (Toma un látigo y lo hace silbar, mientras se sonríe)<br /><br />L- Mujer maravillosa...<br /><br />W- ¡Cállate, esclavo! (Lo mira fríamente y le cruza un latigazo. Al instante se agacha y con compasión le acaricia tiernamente) ¿Te lastimé? (Avergonzada y temerosa)<br /><br />L- No. Y cuando eso ocurra, los sufrimientos que me des, serán una delicia. ¡Azótame si eso te da placer!<br /><br />W- (Le da dos latigazos) ¿Tienes bastante por ahora?<br /><br />L- No.<br /><br />W- ¿De veras que no?<br /><br />L- Sigue, para mí es una delicia.<br /><br />W- Claro, porque sabes que no es en serio y no quiero dañarte. Estos juegos bárbaros me repugnan. Si fuera de verdad la mujer que azota a su esclavo, te hubieras horrorizado.<br /><br />L- No, Wanda. Te amo más que a mí mismo. Te pertenezco en vida y muerte. De verdad puedes hacer lo que quieras conmigo. Sí, todo lo que tu antojo te inspire.<br /><br />W- ¡Leopoldo! ¡Cómo vas a decir esas cosas!<br /><br />L- Pisotéame. (Se le arroja a los pies)<br /><br />W- Odio todo lo que sea comedia. (Impaciente)<br /><br />L- Entonces hazlo en serio.<br /><br />W- (Silencio) Leopoldo, te prevengo por última vez...<br /><br />L- Si me quieres, sé cruel conmigo...<br /><br />W- ¿Si te amo? Entonces, sea. (Retrocede y lo contempla con una oscura sonrisa) Entonces, serás mi esclavo y aprende lo que significa caer en manos de una mujer. (Le da un puntapié) ¿Esto te gusta? ¡Levántate! ¡Así no! ¡De rodillas! (Leopoldo obedece. Comienza a azotarle. Los golpes caen sobre la espalda. Wanda se detiene) Leopoldo... Empiezo a sentir placer... Es bastante por hoy... Pero siento una curiosidad diabólica; querría saber hasta dónde llegan tus fuerzas; siento el terrible deseo de verte temblar bajo mi látigo, de verte sufrir; de oír por fin tus gemidos y tus gritos, de continuar hasta que me pidas clemencia, mientras sigo azotándote sin piedad hasta que pierdas el conocimiento. Te lo advierto, has despertado peligrosos elementos de mi naturaleza. ¡Ahora, levántate! (Leopoldo le toma una mano para besarla, pero Wanda le rechaza con un puntapiés) ¡Qué desvergüenza! ¡Fuera de mi vista, esclavo! ¡Vete! (Él se va. Ella queda caminando por la habitación. Está conflictuada) ¡Leopoldo! (Él vuelve. Wanda le tiende la mano) Estoy avergonzada (Lo abraza tiernamente)<br /><br />L- ¿Cómo?<br /><br />W-Trata de olvidar lo que acaba de pasar. He hecho realidad tus locas fantasías. Ahora seamos razonables, seamos felices y amémonos y dentro de un año seré tu esposa.<br /><br />L- ¡Eres mi amada y yo soy tu esclavo!<br /><br />W- Ni una palabra más sobre la esclavitud, la crueldad y el látigo. De todas esas locuras sólo te concedo la chaqueta de piel. Ven y ayúdame a ponérmela. (Lo besa abandonándose)<br /><br />L- Por favor (tartamudeando)... Pero vas a enojarte...<br /><br />W- Haz conmigo lo que quieras, ya que te pertenezco...<br /><br />L- Entonces pisotéame, te lo ruego porque voy a enloquecer.<br /><br />W- ¿No te he prohibido...? Eres incorregible.<br /><br />L- Estoy desesperadamente enamorado. (Se pone de rodillas y hunde su rostro en el vientre cubierto por la piel)<br /><br />W- Creo (pensativa) que toda tu locura no es más que una sensualidad demoníaca e insatisfecha. Si fueras menos virtuoso serías perfectamente razonable.<br /><br />L- Entonces hazme razonable. (Pasa sus manos por todo el cuerpo. La besa. Ella lo besa salvajemente, sin inhibiciones. Leopoldo intenta zafar)<br /><br />W- ¡¿Qué te pasa?!<br /><br />l- Sufro horriblemente.<br /><br />W- ¿Sufres? (Se ríe burlonamente. Queda seria. Le toma la cabeza entre las manos y con un movimiento brusco la apoya en el pecho)<br /><br />L- Wanda...<br /><br />W- Es verdad. Te provoca placer el sufrimiento. Espera un poco, voy a volverte razonable (estalla en carcajadas)<br /><br />L- No volveré a preguntarte si quieres ser mía para siempre o por un instante. Voy a gozar de mi felicidad. Ahora eres mía. Y prefiero perderte a que nunca seas mía.<br /><br />W- Bueno, ahora eres razonable. (Lo besa. Él le saca el tapado y le mira el pecho. Bajan las luces. Tienen una relación sexual)<br /><br />L- ¿Me arañaste?<br /><br />W- No. Pero creo que te mordí.<br /><br />(Se apagan las luces)<br /><br />ESCENA 5<br /><br />Wanda, Leopoldo<br /><br />W- Leopoldo.<br /><br />L- ¿Sí, querida?<br /><br />W- ¿Viste lo que dijo mi amiga?<br /><br />M- Sí.<br /><br />W- A partir de ahora, cada vez que ella venga no nos molestes, mantente lejos nuestro pero que te pueda ver. Fue gracioso… ¿Cómo era? Ah, sí… Mirándote me dijo: (Con tono de burla) “Wanda, ¿este es el hombre que amas? ¡Caramba, Wanda! No es ni buen mozo ni atrayente... “¿Lo escuchaste, Leopoldo?<br /><br />L- Sí.<br /><br />W- Sí, señora.<br /><br />L- Sí, señora...<br /><br />W- Y siguió: “Con todos los hombres que hay por acá, Wanda…“ (Lo mira seriamente) Leopoldo... Estoy confundida... Me seduce la idea de otros hombres pero te quiero y eso basta.<br /><br />L- (Se sorprende) ¡Por Dios, Wanda! No quiero ser un obstáculo para tu felicidad. No te preocupes por mí.<br /><br />W- (Lo mira con cara de asombro pero se calla. Le toma la mano tiernamente) Mi amiga se quejó de ti.<br /><br />L- La odio.<br /><br />W- ¿Por qué las vas a odiar, tonto?<br /><br />L- Porque es una hipócrita. Sólo hago caso de una mujer virtuosa o de una que me lleva abiertamente a una vida de placeres.<br /><br />W- Como yo. (Se ríe burlonamente) Pero mira, chiquito. La mujer no puede ser ni tan puramente sensual ni tan libre espiritualmente con el hombre. Su amor siempre es una mezcla de sensualidad y de intereses intelectuales. Su corazón desea atarse a un hombre para siempre, mientas ella misma está sometida al cambio. Por lo tanto, se produce un desacuerdo, la mentira y la superchería invaden su vida y todo su ser, casi siempre contra su voluntad y alteran su naturaleza.<br /><br />L- Es cierto. Lo trascendental que quiere la mujer para el amor la lleva a la mentira.<br /><br />W- Pero el mundo lo quiere así. Piensa en mi amiga. Tiene un marido y un amante y ha encontrado un nuevo pretendiente. Les engaña a los tres y sin embargo ellos la veneran y el mundo la respeta.<br /><br />L- ¡Está bien! Pero que te deje a ti fuera del juego. Te trata como a una vulgar mercadería.<br /><br />W- ¿Y por qué no? Cada mujer posee el instinto y el deseo de sacar partido de sus encantos. Es muy bueno entregarse sin amor y sin placer. Haciendo esto se conserva el propio control y se obtienen todas las ventajas.<br /><br />L- Wanda, ¿eres tú quien dice eso?<br /><br />W- ¿Y por qué no? Acuérdate de lo que ahora te digo. Nunca estés seguro de la mujer que amas, pues la naturaleza de la mujer esconde más peligros de los que tú crees. Las mujeres no son nunca ni tan buenas como las suponen sus adoradores y sus defensores, ni tan malas como las pintan sus detractores. El carácter de la mujer no es falta de carácter. La mejor mujer puede, inopinadamente, elevarse a la altura de grandes y nobles acciones, confundiendo así a quienes la desprecian. Toda mujer, buena o mala, es capaz, en cada instante, de tener los pensamientos, las acciones y los sentimientos más diabólicos o los más celestiales, los más sórdidos o los más puros. La mujer, a pesar de todos los progresos de la civilización, sigue siendo tal como salió de manos de la naturaleza, es como las bestias salvajes, puede mostrarse fiel o infiel, generosa o cruel, según los sentimientos que la dominen. Sólo una cultura seria y profunda puede producir un carácter moral. El hombre, aunque sea egoísta o malvado, obedece a principios, mientras la mujer no obedece más que a sus sentimientos. No olvides nunca esto, y no te sientas jamás seguro de la mujer que amas. (Queda en silencio) Mi amiga tiene razón en un punto.<br /><br />L- ¿Sí?<br /><br />W- Ella dice que no eres un hombre. Eres un espíritu romántico, un amante encantador, y que serías en verdad un esclavo inapreciable, pero no puede imaginarte como esposo. ¿Qué te pasa? ¿Tiemblas?<br /><br />L- Tiemblo de sólo pensar que pueda perderte por una tontería.<br /><br />W- ¿El pensar de que he pertenecido a otros antes que tú, y que otros me poseerán, después de ti, te quita algo de tu alegría? ¿Gozarías menos de tu placer si yo fuera feliz al mismo tiempo que tú?<br /><br />L- ¡Wanda!<br /><br />W- Ya ves. Esa sería una salida. Tú no quieres perderme nunca. Yo te quiero tanto y me satisfaces tanto intelectualmente que querría vivir siempre contigo, sí junto a ti...<br /><br />L- ¡Qué pensamientos! Me da miedo...<br /><br />W- ¿Me quieres menos por eso?<br /><br />L- Al contrario.<br /><br />W- Creo que para unirse a un hombre para siempre es necesario, antes que nada, no serle fiel. ¿Qué buena esposa ha sido tan adorada como una amante?<br /><br />L- Es verdad. En la infidelidad de la mujer amada existe un doloroso atractivo, una profunda voluptuosidad.<br /><br />W- ¿Para ti también?<br /><br />L- También para mí.<br /><br />W- (Burlonamente) ¿Y si te doy ese placer?<br /><br />L- Sufriría atrozmente. Pero no por eso te adoraría menos. Sería necesario, sin embargo, que no me ocultaras nada, que tuvieras la grandeza demoníaca de decirme: “Sólo te amaré a ti, pero haré feliz a quien se me antoje”<br /><br />W- (Mueve la cabeza) La mentira es contraria a mi naturaleza. Soy sincera. Pero, ¿qué hombre no sucumbe ante el peso de la verdad? Si te dijera: “Esta vida alegre y sensual, este paganismo, tal es mi ideal”, ¿tendrías la fuerza suficiente como para soportarlo?<br /><br />L- ¡Claro que sí! Quiero soportar todo lo que sea para no perderte. Siento qué poco te pertenezco.<br /><br />W- Pero, Leopoldo...<br /><br />L- Y sin embargo es así... Por eso...<br /><br />W- Por eso te gustaría... (Sonríe con malicia) ¿Adiviné?<br /><br />L- ... Ser tu esclavo... Pertenecerte, dócil y sin voluntad. Que dispongas libremente de mí y que esto no se convierta nunca en un peso para ti. Mientras bebes la vida a grandes tragos, mientras en medio de un lujo opulento gozas de una felicidad serena y del amor de los dioses, querría servirte, ponerte y quitarte los zapatos.<br /><br />W- En realidad no estás tan equivocado. Sólo como un esclavo podrías soportar que amase a otros. Y además, la libertad del placer del mundo antiguo es inconcebible sin la esclavitud. ¡Quiero tener esclavos! ¡¿Oyes, Leopoldo?!<br /><br />L- ¿No soy tu esclavo, acaso?<br /><br />W- Escúchame bien, entonces. (Agitada) Quiero ser tuya tanto tiempo como te ame.<br /><br />L- Un mes.<br /><br />W- Tal vez, dos.<br /><br />L- ¿Y después?<br /><br />W- Tú eres mi esclavo.<br /><br />L- ¿Y tú?<br /><br />W- ¿Yo? ¿Qué preguntas? Yo soy una diosa y desciendo a veces suavemente, muy suave y secretamente desde el Olimpo hacia ti... ¿Pero qué es todo esto? Son ilusiones que nunca serán realidad...<br /><br />L- ¿Por qué nunca se cumplirían?<br /><br />W- Porque la esclavitud no existe entre nosotros.<br /><br />L- Vayamos entonces a un país donde aún exista. A Oriente, Turquía.<br /><br />W- ¿Querrías de veras, Leopoldo?<br /><br />L- Sí. Quiero ser tu esclavo. Quiero que tu poder sobre mí se convierta en ley, que mi vida repose en tu mano, y que nada en este mundo pueda protegerme o salvarme de ti. Ah, que voluptuosidad depender enteramente de tu voluntad, de tu humor, obedecer a un signo de tu dedo... Y después, qué felicidad cuando la diosa se muestre clemente y el esclavo tenga derecho a besar los labios de los que dependen de su vida y su muerte... (Se arrodilla y apoya la cara en las rodillas)<br /><br />W- ¿Tienes fiebre, Leopoldo? ¿Realmente me amas hasta tal punto? (Lo besa) ¿Realmente lo quieres? (Se lo dice temblando)<br /><br />L- Te lo juro en este momento. Por Dios y por mi honor seré tu esclavo dónde y cuándo quieras, desde el momento en que lo ordenes.<br /><br />W- ¿Y si te tomo la palabra?<br /><br />L- ¡Hazlo!<br /><br />W- Para mi hay un atractivo inusitado en el hecho de que un hombre que me adora y al que yo amo con toda mi alma me sea enteramente devoto y dependa de mi humor y de mi voluntad.... (Lo mira extrañamente) Será culpa tuya si me convierto en una frívola. Creo que en este momento empiezas a tener miedo de mí, pero yo tengo tu juramento.<br /><br />L- Y lo mantendré.<br /><br />W- Ya me encargaré de ello. Por ahora me produce placer. Por ahora basta con que todo esto quede en el dominio de la fantasía. Tú serás mi esclavo y yo trataré de ser la Venus de las pieles.<br /><br />(Se apagan las luces)<br /><br />ESCENA 6<br /><br />Wanda, Leopoldo<br /><br />W- Mira. Aquí lo tengo.<br /><br />L- ¿Qué es?<br /><br />W- Un contrato.<br /><br />L- ¿Un contrato?<br /><br />W- Sí. Mira. Léelo.<br /><br />L- Pero este contrato sólo menciona mis deberes.<br /><br />W- Naturalmente. Dejas de ser mi amante. Por lo tanto quedo desligada de todos mis deberes hacia y ti y de todos los miramientos que te debía. Debes considerar cada favor mío como una gracia. Tú ya no tienes ningún derecho y no puedes hacer valer ninguno de los que has tenido. Mi poder sobre ti no puede tener límites. Piensa que ahora no vales más que un perro o un objeto. Eres una cosa mía; el juguete que puedo romper si eso me da placer. Tú no eres nada y yo soy todo. ¿Comprendes ahora? (Se ríe y le besa. Él, tiembla)<br /><br />L- ¿Me autorizas a poner algunas condiciones?<br /><br />W- ¿Condiciones? (Frunce las cejas) ¡Ah, empiezas a tener miedo o arrepentirte de tu decisión; ya es muy tarde! Tengo tu juramento y tu palabra de honor. Pero habla.<br /><br />L- En primer lugar, quisiera que los dos puntos siguientes se incluyan en nuestro contrato: Que tú no te separarás jamás completamente de mí, y que no me entregarás a la brutalidad de tus adoradores.<br /><br />W- Pero, Leopoldo... (Con voz ronca y lágrimas en los ojos) ¿Cómo puedes creer que...? Tú, un hombre que me ama tanto y que se abandona hasta tal punto a mi voluntad... Que yo podría... (Se interrumpe)<br /><br />L- No, no. (La cubre de besos) No temo que nada que venga de ti pueda deshonrarme. Perdona este instante detestable.<br /><br />W- (Sonríe deliciosamente. Apoya una mejilla contra una de él) Has olvidado algo (maliciosamente) Lo más importante.<br /><br />L- ¿Una condición?<br /><br />W- Sí. Que yo me presente siempre vestida con pieles (Lo dice alegremente) Pero te lo prometo ahora. Siempre usaré alguna, aunque más no sea porque me hace sentir una déspota. Quiero ser muy cruel contigo, ¿comprendes?<br /><br />L- ¿Debo firmar el contrato?<br /><br />W- Todavía no. Primero voy a agregar tus condiciones y entonces lo firmarás en el momento y el lugar adecuados.<br /><br />L- ¿En Constantinopla?<br /><br />W- No. He estado reflexionando. ¿Qué sentido tiene para mí tener esclavos en un país donde existe la esclavitud? Es aquí donde quiero tener un esclavo para mi sola, en nuestra sociedad cultivada, razonable y filistea. Y un esclavo que me pertenecerá no en nombre de una ley, de un derecho, sino que carecerá de voluntad entre mis manos gracias al poder de mi belleza y de todo mi ser. Esto me parece excitante. Pero partamos, sin embargo, hacia un país donde nadie nos conozca y donde tú puedas, sin problemas, ser mi mucamo ante los ojos del mundo. Italia, tal vez. Roma, Nápoles...<br /><br />L- Quiero estar enteramente en tus manos, Wanda. Sin condiciones, sin limitaciones de tu poder sobre mí. Quiero estar entregado al azar de tus caprichos.<br /><br />W- ¡Qué magnífico que estás ahora! Tus ojos semi cerrados, como en éxtasis me encantan y me transportan. Tu mirada debe ser maravillosa cuando, azotado a muerte, estés a punto de sucumbir. Tienes los ojos de un mártir.<br /><br />(Se apagan las luces)<br /><br />ESCENA 7<br /><br />Wanda, Leopoldo<br /><br />W- ¡Ah, qué hombre!<br /><br />L- ¿Ese príncipe ruso?<br /><br />W- ¡Cómo me miraba!<br /><br />L- ¡Y tú también!<br /><br />W- ¿Qué quieres? El príncipe es un hombre que podría gustarme y hasta fascinarme. Soy libre, puedo hacer lo que se me antoje.<br /><br />L- ¿Ya no me amas, entonces? (Se desespera)<br /><br />W- No amo a nadie más que a ti, pero quiero dejarme hacer la corte por el príncipe.<br /><br />L- ¡Wanda!<br /><br />W- ¿No eres mi esclavo? (Tranquilamente) ¿No soy Venus, la cruel Venus de las pieles del Norte? Inmediatamente irás a averiguar su nombre, dónde vive y todo lo concerniente a él. ¿Me entiendes?<br /><br />L- Pero...<br /><br />W- Nada de objeciones. ¡Obedece! No te presentes ante mí antes de poder dar respuesta a todas mis preguntas.<br />(Se apagan las luces)<br /><br />ESCENA 8<br /><br />Wanda, Leopoldo<br /><br />W- ¿Y?<br /><br />L- Aquí tienes. (Lo hace permanecer de pie ante ella como un criado, mientras sentada lee)<br /><br />W- Bien hecho. (Él se pone de rodillas)<br /><br />L- ¿Cómo terminará esto?<br /><br />W- (Se ríe) Todavía no ha empezado.<br /><br />L- Tienes menos corazón del que creía.<br /><br />W- Leopoldo... (Se lo dice muy seria) No he hecho nada todavía. Absolutamente nada y ya me consideras sin corazón. ¿Qué será cuando cumpla todos tus deseos, cuando lleve una vida alegre y libre, rodeada por un círculo de adoradores y cuando, según tu ideal, te maneje a puntapiés y latigazos?<br /><br />L- Tomas mis fantasías demasiado en serio.<br /><br />W- ¿Demasiado en serio? A partir del momento en que las pongo en ejecución, no puedo hacerlo en broma. Sabes hasta qué punto detesto todo lo que es juego y fingimiento. Tú lo quisiste. ¿Fue idea mía o tuya? ¿Fui yo quien te arrastró o bien tú quien inflamó mi imaginación? En todo caso, la cosa es seria en este momento.<br /><br />L- Wanda, (Tiernamente) escúchame con calma. Nos amamos tanto, somos hasta tal punto felices, ¿quieres sacrificar todo nuestro porvenir por un capricho?<br /><br />W- ¡No es un capricho!<br /><br />L- ¿Entonces qué es?<br /><br />W- Ya existía en mí. Tal vez esto no hubiera aflorado nunca. Pero tú lo has despertado, y ahora que se ha convertido en un instinto poderoso, ahora que estoy dominada por él y me produce placer, ahora que ya no puedo y no quiero hacer otra cosa, ahora, ¿tú quieres volverte atrás? Dime, ¿eres un hombre?<br /><br />L- Querida, queridísima Wanda. (La comienza a besar y acariciar)<br /><br />W- ¡Déjame! ¡Tú no eres un hombre!<br /><br />L- ¿Y tú qué eres?<br /><br />W- Una egoísta, ya lo sabes. No soy como tú, fuerte para imaginar, débil para realizar. Cuando inicio algo lo llevo hasta el fin y con tanta más seguridad, cuanto mayores son los obstáculos que debo vencer. ¡Déjame! (Lo rechaza y se levanta)<br /><br />L- ¡Wanda! (Se levanta)<br /><br />W- Ahora me conoces. Te advierto aún una vez más. Todavía estás a tiempo. No te obligo a que seas mi esclavo.<br /><br />L- Wanda, (con los ojos llenos de lágrimas) no sabes hasta qué punto te amo.<br /><br />W- (Lo mira con una mueca desdeñosa) ¿Qué sabes de mi naturaleza? ¡Ahora sí vas a conocerme!<br /><br />L- ¡Wanda!<br /><br />W- Decídete. ¿Quieres someterte? ¿Sin reservas?<br /><br />L- ¿Y si digo que no?<br /><br />W- Entonces... (Fría y sarcástica, cruza los brazos con una sonrisa maligna) Bien...<br /><br />L- Eres mala. Vas a azotarme.<br /><br />W- ¡No! Voy a dejar que te vayas. Eres libre. No te retengo.<br /><br />L- ¡Wanda! ¡Me haces eso, a mí que te amo tanto...!<br /><br />W- ¡Sí, a usted, señor, a usted que me adora! (desdeñosamente) A usted que es un cobarde, un mentiroso y un perjuro. ¡Salga inmediatamente!<br /><br />L- ¡Wanda!<br /><br />W- ¡Animal! (Leopoldo se le echa a los pies y se pone a llorar) ¡Y todavía llora! (Suelta una carcajada) ¡Vete, no quiero verte más!<br /><br />L- ¡Dios mío! (Fuera de sí) ¡Haré todo lo que ordenes, seré tu esclavo, tu cosa, puedes hacer lo que te plazca conmigo, pero no me rechaces! ¡Estoy perdido, no puedo vivir sin ti! (Le abraza las rodillas y le cubre las manos de besos)<br /><br />W- Sí, es necesario que seas un esclavo y que sepas lo que es el látigo porque no eres un hombre. (Lo dice tranquilamente) Ahora te conozco. Conozco la naturaleza de perro que adora a quien lo pisotea y tanto más cuanto más lo maltrata. Ya te conozco. En cambio tú ahora vas a empezar a saber quién soy. (Camina por la habitación a grandes pasos. Él permanece de rodillas con la cabeza gacha, llorando) ¡Acércate! (Se sienta. Él obedece y se sienta a su lado. Lo mira con expresión sombría. De pronto se le iluminan los ojos. Sonriente le acerca a su pecho y le seca las lágrimas con besos) Te amo, Leopoldo. Creo que nunca podré amar a otro hombre como a ti. Seamos razonables, ¿quieres? (Lo abraza) ¡Pero cómo puedes llorar! Eres una criatura.<br />(Se apagan las luces)<br /><br />ESCENA 9<br /><br />Leopoldo, Wanda<br /><br />L- El príncipe te miraba y se fastidió con mi presencia.<br /><br />W- ¿Ah, sí? ¿Has dormido bien?<br /><br />L- No, jamás puedo dormir si no es a tu lado. ¿Por qué me has echado a otro cuarto?<br /><br />W- Porque no eres mi esposo y nunca lo serás.<br /><br />L- Entonces, rompemos.<br /><br />W- Déjate de tonterías. (Lo mira con frialdad) Te olvidas de que ya no se trata de que seas o no un buen marido para mí. En todo caso eres bastante bueno para esclavo.<br /><br />L- ¡Señora! (Indignado)<br /><br />W- Sí. Así deberás llamarme de ahora en adelante. (Lo dice con la cabeza erguida y gesto de desprecio) Prepare sus cosas en veinticuatro horas. Pasado mañana parto para Italia y usted deberá acompañarme en calidad de criado.<br /><br />L- ¡Wanda!<br /><br />W- Le prohíbo cualquier familiaridad. Tampoco deberá presentarse ante mí a menos que lo llame con la campanilla, y no me dirigirá la palabra si yo no le hablo antes. A partir de ahora deja de llamarse Leopoldo para llamarse Gregorio.<br /><br />L- Pero, señora... Usted conoce mi situación... Financieramente… dependo aún de mi padre y dudo que la suma que necesitaré para el viaje...<br /><br />W- Eso quiere decir que no tienes dinero, Gregorio... Tanto mejor. Así dependerás enteramente de mí y serás realmente mi esclavo.<br /><br />L- No pensará... que siendo yo, un hombre de honor, yo puedo...<br /><br />W-Pienso (con tono imperativo) que como hombre de honor, debe mantener ante todo su juramento y su palabra y seguirme adonde yo se lo ordene, como esclavo mío que es, y hacer cuanto le indique. Ahora retírese, Gregorio. (El se va a retirar) Aún no, puedes besarme la mano antes. (Lo mira con desgano mientras estira la mano. Él se la besa con pasión) Bueno, retírate.<br />(Se apagan las luces)<br /><br />ESCENA 10<br /><br />Wanda, Leopoldo<br /><br />W- (Entra vestida con un tapado de piel, un gorro de cosaco y un látigo en la mano) ¿Estás pronto, Gregorio?<br /><br />L- Todavía no, mi ama.<br /><br />W- Esa palabra me gusta. De ahora en adelante me llamarás siempre “mi ama”. ¿Has comprendido? Mañana a las nueve partimos. Hasta llegar a la capital serás mi caballero, mi amado. En cuanto subamos al tren serás mi esclavo, mi criado.<br /><br />L- Entonces, ¿te gusto?<br /><br />W- Eres... ¡¿Quién te dio permiso?! (Y le asesta un latigazo)<br /><br />L- Es usted maravillosamente hermosa, mi ama.<br /><br />W- (Sonríe y se sienta en un sillón) Arrodíllate cerca de mi sillón. (Él obedece) Bésame la mano (Lo hace) La boca. (Le rodea los brazos y la besa. Ella responde.<br />(Se apagan las luces)<br /><br />ESCENA 11<br /><br />Leopoldo, Wanda<br /><br />W- Bien, llegamos, toma mi tapado mientras voy a buscar los billetes...Un beso... Estás muy elegante... Vengo enseguida... (Pasa un instante. Vuelve. Fría, transformada) Este es tu billete, Gregorio.<br /><br />L- ¿Un billete de tercera?<br /><br />W- Naturalmente. Ahora presta atención. No subirás al tren antes que yo esté instalada en mi compartimiento y ya no necesite de ti. En cada estación correrás hasta mi vagón para recibir órdenes. No te olvides. Y devuélveme mi abrigo. (Leopoldo sumiso le ayuda a ponérselo y ella lo despide) Ve con tu gente.<br /><br />L- (Se dirige al público) Fue una tortura. Luego de acomodarla en el vagón de primera tuve que ir al de tercera, lleno de humo de tabaco... Cada vez que se detenía el tren yo saltaba afuera, corría a su vagón y esperaba sus órdenes, con el gorro en la mano. A veces me pedía un café, otras un vaso de agua. En una ocasión una comida ligera, en otra, un bol con agua caliente para lavarse las manos. Y así durante todo el viaje. Permitía que la cortejaran algunos caballeros que viajaban junto con ella. Yo me moría de celos. En mi compartimiento sentía el olor a cebolla de los campesinos polacos, judíos y sacerdotes. Cuando iba a donde estaba la veía confortablemente instalada, arrebujada en su abrigo de piel, entre almohadones mientras los hombres la rodeaban. En Viena siguió tratándome como un criado. Debía caminar atrás de ella. Me daba los paquetes de lo que compraba sin siquiera dedicarme la mínima mirada. Cuando nos fuimos del hotel regaló toda mi ropa al portero. Tengo la sensación de haber sido vendido, de haber entregado el alma al diablo. Mi hermoso diablo me llevó de Viena a Florencia. Vivo la misma odisea en ese tren, y duermo pensando en mi hermosa criatura que descansa tranquilamente envuelta en una piel. En Florencia, Wanda elige un coche. Me llama: “Gregorio” y mientras ella se sienta en el coche, yo debo cargar una a una las pesadas maletas. Cuando caigo vencido por una de ellas, un policía me ayuda y ella se sonríe. “Debe ser pesada. Mis pieles están allí”. Cuando llegamos al hotel, bajo todo el equipaje y espero. Ella pregunta si hay habitaciones. Cuando el encargado le dice que sí, pide dos. Una para ella y otra para su criado. Las va a ver, finalmente elige una con calefacción para ella y una sin estufa para mí. “Sube mis maletas, Gregorio, me dice, mientras yo tomaré algo en el comedor. Luego tú puedes beber”. Cuando estoy en el comedor entra ella, me ve y le recrimina al mozo: “¿Cómo puede conducirme a un comedor donde está comiendo mi criado?” y se va. En mi habitación estoy muerto de frío cuando entra un mozo y me grita que baje a la habitación de mi patrona. Tomo mi gorro, y por fin llego dichoso a su puerta. Golpeo y espero.<br /><br />W- Entre. (Leopoldo entra y espera. Ella está peinándose frente a un espejo, tapada por una piel. La misma de la primera vez) Estoy contenta de ti, Gregorio. (Leopoldo se inclina) Ven más cerca. (Él obedece) Un poco más cerca. La Venus de las pieles recibe a su esclavo. Veo que eres realmente más que un romántico normal. Estás a la altura de tus sueños. Eres el hombre que te imaginas. Sería hermoso llevarlo a la práctica. Confieso que esto me agrada, que me atrae. Eres más valiente de lo que creía. Pero hoy eres mi esclavo, mi... (Se levanta y la piel cae al suelo. Se le echa en los brazos) Mi esclavo bienamado, Leopoldo. ¡Ah, cómo te amo, cómo te adoro! ¡Qué elegante estás con tu traje de criado! Pero esta noche vas a tener frío en tu miserable cuarto. ¿Te doy mil piel, corazoncito, la grande...? ¿Esta? (La toma y se la pone sobre los hombros) ¡Qué bien te queda esta piel! (Lo empieza a besar y acariciar) Se ve que te gusta la piel. Dámela que perdería mi dignidad. (Él se la coloca en los hombros) Deja ese aire triste que tienes. Por ahora eres mi criado para los demás, pero todavía no lo eres para mí. Aún no eres mi esclavo. No has firmado el contrato. Aún eres libre, puedes dejarme en cualquier momento. Has desempeñado tu papel a la perfección. Estoy asombrada. Pero, ¿no estás cansado? ¿No me consideras una malvada? Vamos, habla, te lo ordeno.<br /><br />L- ¿Debo decirlo, Wanda?<br /><br />W- Sí, debes.<br /><br />L- Aunque debieras abusar, estoy más enamorado que nunca de ti, te venero cada vez más y te adoraré cada vez más fanáticamente. Cuanto más me maltratas, como acabas de hacerlo, tanto más me excitas. ¡Mujer divina! (Le besa el cuerpo)<br /><br />W- Así que me amas cuando soy cruel. ¡Vete inmediatamente! Me aburres (Le da una bofetada muy fuerte) ¡Ayúdame a ponerme el abrigo, esclavo! (Él la ayuda) ¡Qué torpe! (lo vuelve a abofetear. Lo mira dulcemente) ¿Te hice daño?<br /><br />L- No, no.<br /><br />W- En todo caso no debes quejarte. Eres tú quien quiere que las cosas sean así. Vaya, bésame de nuevo. (La abraza estrechamente, se besan. Ella se acurruca en su cuello envuelta en la pesada piel) Ahora, vete a tu cuarto, criado. (Él se va)<br />(Se apagan las luces)<br /><br />ESCENA 12<br /><br />Wanda, Leopoldo<br /><br /><br />L- Buenos días, mi ama.<br /><br />W- (Le sonríe amistosamente) Toma tu desayuno, Gregorio. Salimos a buscar una casa. Quiero irme de este hotel. Me siento fastidiada. En cuanto converso contigo, todos comentan: “La rusa tiene relaciones con su criado. Ya se ve que la raza de las Catalinas no se ha extinguido”<br /><br />(Se apagan las luces por un instante)<br /><br />W- Leopoldo, por momentos eres el sirviente más completo que he tenido. Lo nuestro es sumamente divertido y me excita, fue maravilloso cuando entramos al zaguán de ese edificio y me ofrecí para que me poseyeras. ¡Te amo, Leopoldo! Sí, te encuentro irresistible. Eres muy peligroso como esclavo.<br /><br />L- Gracias, señora, pero le ruego que no actúe caprichosamente. Déjeme mi tiempo para comer y para descansar, estoy agotado. He subido no sé cuantos edificios buscando un apartamento que sea de su agrado, cada vez que me siento a la mesa escucho su voz imperiosa. “Gregorio” reclamando un servicio... Nunca pensé que fuera tan cruel, mi ama...<br /><br />W- (Se ríe) Creí que habías terminado... Pero está bien así. El hombre ha nacido para sufrir y especialmente tú. Los mártires no comían bistec. (Él sin que lo vea muestra su rabia) Gregorio, he abandonado la idea de alquilar una casa en la ciudad. Es muy difícil encontrar en un piso espacio para hacer lo que se me antoje; es necesario prever todo para unas relaciones tan románticas e insólitas como las nuestras. Voy a alquilar una villa, y presta atención porque vas a recibir una sorpresa: te doy permiso para que comas a tu gusto y des un paseo por Florencia. Yo no regresaré hasta la noche. Si te necesito te haré llamar.<br />(Se apagan las luces)<br /><br />ESCENA 13<br /><br />Wanda, Leopoldo, criada<br /><br />W- ¿Te gusta la nueva villa?<br /><br />L- Mucho.<br /><br />W- Mira por esa rendija. Te tengo una sorpresa.<br /><br />L- ¡Señora! La estatua de la diosa del amor sobre un pedestal blanco... Parece como si me dijera: “Te espero”<br /><br />W- Nunca se sabe. ¿Te gusta tu cuarto?<br /><br />L- Hermoso, señora. Hasta tiene chimenea. Su cuarto es maravilloso. Y la sala de baños con la fuente de mármol que da a su dormitorio...<br /><br />W- ¿Te gusta esa bonita mucama que he contratado? ¿Qué pasó que te he estado llamando y no venías?<br /><br />L- No había sentido que me llamara. (Intimidado. Ella lo abraza apasionadamente) La Venus de las pieles... Soy feliz...<br /><br />W- ¿Me quieres todavía?<br /><br />L- ¡¿Me lo preguntas?!<br /><br />W- ¿Recuerdas tu juramento? (Lo mira con una sonrisa encantadora) Ahora que ya está todo pronto, te pregunto una vez más. ¿Lo has dicho en serio? ¿Estás dispuesto a ser mi esclavo?<br /><br />L- ¿Acaso no lo soy ya?<br /><br />W- Aún no has firmado los papeles.<br /><br />L- ¡Los papeles! ¿Qué papeles?<br /><br />W- Ah, ya veo... Ya no piensas en eso. Déjalo.<br /><br />L- Pero, Wanda... Tú sabes que no conozco más felicidad que servirte, ser tu esclavo y que daría todo por experimentar la sensación de estar totalmente en tus manos, de haber puesto en ellas mi vida.<br /><br />W- ¡Qué hermoso que eres cuando hablas apasionadamente... ¡Ah, estoy más enamorada de ti que nunca! Y, sin embargo, es necesaria que sea altanera, severa y cruel contigo. Creo que no seré capaz.<br /><br />L- Yo no temo eso. (Se ríe) ¿Dónde están los papeles?<br /><br />W- (Los muestra algo confusa) Para que tengas la sensación de que estás totalmente en mis manos he preparado otra declaración por la cual te comprometes a quitarte la vida. Así yo puedo matarte si se me antoja.<br /><br />L- Dámelos. (Wanda va a buscar pluma y tinta. Lo abraza y mira los papeles desde el hombro de él) “CONTRATO ENTRE LA SEÑORA WANDA VON DUNAJEW Y EL SEÑOR LEOPOLDO SACHER - MASOCH. El señor Leopoldo Sacher – Masoch deja de ser, desde este día, el prometido de la señora Wanda von Dunajew y renuncia a todos los derechos que le procuraba su calidad de amante. Se compromete, en cambio, bajo palabra de hombre y gentilhombre a ser, de ahora en adelante el esclavo de esta señora hasta que ella decida devolverle la libertad.<br />“Como esclavo de la señora von Dunajew se llamará Gregorio, cumplirá los deseos de la dama, obedecerá todas sus órdenes, estará sometido a su ama y considerará el mínimo signo de su favor como una gracia extraordinaria.<br />“La señora von Dunajew no sólo podrá castigar a su esclavo a la menor falta, según su capricho, sino que también tiene derecho de matarlo si tal cosa le agrada. Es decir, que él es de su entera propiedad.<br />“La señora von Dunajew promete, como su ama, presentarse, siempre que sea posible, envuelta en pieles, especialmente en los momentos en que se muestre cruel hacia su esclavo”... Bien... Ah, aquí hay un segundo... “Cansado, desde hace años, de la existencia y de las decepciones que trae aparejadas, he puesto fin, voluntariamente, a mi vida inútil” (Leopoldo siente un escalofrío)<br /><br />W- Es necesario que tú copies éste (Le muestra el segundo documento) Conviene que esté escrito de tu puño y letra. En el contrato no hace falta, naturalmente. (Leopoldo copia rápidamente y se lo entrega a Wanda. Ella lo lee y lo deja a un costado) Y bien, ¿tienes el coraje de firmar esto? (Sonriente. Leopoldo toma una pluma pero ella lo interrumpe) Déjame a mí primero. Te tiembla la mano. ¿Tienes tanto miedo de tu felicidad? (Firma) ¡Ya está! Pero, ¿qué te pasa? Tienes la expresión perdida. Todo es como antes, aunque firmes. ¿No me conoces, corazón? (Él mira el contrato. Le mira los ojos, toma la pluma y firma) ¿Estás temblando? (Lo dice tranquilamente) ¿Debo guiar tu pluma? (Lo lleva con su mano. Wanda observa los dos documentos y los guarda) Bien. Ahora dame tu pasaporte y tu dinero. (Leopoldo le da la billetera. Ella mira lo que contiene con gesto aprobatorio, también lo guarda. Él se arrodilla ante ella y apoya su cabeza en su pecho. Intenta levantarse asustado pero ella se lo impide. Entra la criada joven y le ata los brazos a la espalda) Alcánzame el látigo, Haydée... (La mujer se lo alcanza y se arrodilla ante ella) ¡Quítame el abrigo! Es muy pesado y me molesta. ¡La chaqueta! ¡Pónmela! ¡Átalo a la columna!... Retírate... (La criada se va. Lo mira con la mano en la cadera, el látigo en la mano derecha. Ríe brevemente) Nuestro juego ha terminado. ¡Ahora es en serio, insensato! ¡Desprecio a aquel que, enceguecido se entrega a mí para convertirse en un juguete de una mujer orgullosa y caprichosa! Ya no eres mi amante sino mi esclavo, entregado a mi capricho para la vida y para la muerte. ¡Ahora sabrás quién soy! Ante todo vas a probar éste látigo, esta vez de veras, sin haberlo merecido, para que comprendas lo que te espera si te muestras torpe, desobediente o rebelde. (Le descarga un latigazo) ¿Y ahora qué piensas? (Silencio) Espera un poco. Es necesario que te quejes y gimas como un perro bajo mi látigo (Lo dice amenazante y vuelve a castigarlo) ¡Sólo ahora te comprendo! Es realmente una delicia tener un ser a nuestra disposición y más si es el hombre que nos ama... Porque tú me amas, ¿no es así? Voy a lacerarte. El placer va creciendo en mí con cada golpe. ¡Vamos! Retuércete de dolor, grita, aúlla. Ya no despertarás piedad en mí. (Se agota. Arroja el látigo y se recuesta haciendo sonar la campanilla) ¡Desátalo! (Él rueda por el piso como un tronco. La joven se ríe) Desata la cuerda de los pies también y de las manos) Acércate, Gregorio. ¡Un paso más! Arrodíllate y bésame un pie (Alza el pie y él lo cubre de besos) A partir de ahora no me verás por un mes. Es necesario que me transforme en una extraña para ti, a fin de que te adaptes más fácilmente a tu nuevo estado. Durante ese tiempo trabajarás en el parque y esperarás mis órdenes. Ahora vete, esclavo.<br />(Se apagan las luces)<br /><br />ESCENA 14<br /><br />Wanda, Leopoldo<br /><br />W- ¿Cómo ha pasado este mes, Gregorio?<br /><br />L- Bien, mi ama. Bueno, he estado a la orden del jardinero, le he ayudado a podar los árboles y los cercos, a cortar flores, a puntear canteros, a cubrir los senderos con pedregullo, he compartido con él su poca comida y su cama dura; me levanto con las gallinas y me acuesto con ellas... Cada tanto he oído decir a la criada que nuestra ama se divierte, que está rodeada de hombres, incluso una vez... sentí su risa burlona... A veces, disculpe, me siento un estúpido. Incluso he recibido un carta que decía que quedaba “El esclavo Gregorio” adscrito a su servicio personal”<br /><br />W- Es verdad... ¿qué hora es?<br /><br />L- Las nueve pasadas.<br /><br />W- Tráeme el desayuno. (Se va y vuelve con la bandeja. Se arrodilla al lado de la cama)<br /><br />L- Aquí está su desayuno, mi ama. (Ella se levanta en ropa interior, camina y luego se pone el tapado de piel) Está hermosa, señora.<br /><br />W- Eres torpe, esclavo. (Leopoldo baja los ojos y sostiene la bandeja. Ella toma el desayuno, se despereza y estira voluptuosamente su cuerpo) Toma, lleva esta carta al príncipe Corsini... ¿Qué tienes, esclavo? Estás pálido... ¡Qué torpe, has volcado el agua! (Lo abofetea) Vete que tengo que salir.<br />(Se apagan las luces)<br /><br /><br />ESCENA 15<br /><br />Wanda, Leopoldo, criada<br /><br />W- ¡Esclavo! (Entra Leopoldo) ¡Prende la estufa! ¡Té, quiero té! (Mientras sale y vuelve con una tetera, ella se desnuda con la ayuda de Haydée y se recuesta. La criada se va) ¡Alcánzame la piel! (Se estira perezosa) ¡Quítame los zapatos y ponme las pantuflas! ¡Rápido, rápido! ¡Me lastimas! Espera. ¡Voy a enseñarte! (Le pega un latigazo) Ahora vete. Ah, antes de irte... Quiero contarte que fue hermoso almorzar con el príncipe. Te portarse bastante bien. Los demás no se dieron cuenta pero cada vez que me tomabas el brazo, temblabas de excitación... No quiero que se repita...La ópera fue muy divertida... ¡Lastima que debiste esperar afuera del palco, en el corredor! (Se ríe) ¡Cuatro horas! (Más risas)<br /><br />L- (Al público) ¡A veces sueño que tengo un furioso ataque de celos y mato a Wanda y soy condenado a muerte! Me veo en el cadalso, la cuchilla cae, la siento sobre mi cuello pero estoy vivo aún. Entonces el verdugo me golpea en plena cara. Pero no es el verdugo, es Wanda que furiosa está de pie ante mí y reclama su abrigo. Yo reacciono inmediatamente y se lo pongo. Es una delicia ayudar a una hermosa criatura a ponerse el tapado. Ver, sentir su nuca y sus brazos magníficos deslizándose en el pelaje precioso y delicado, levantar los pesados bucles y dejarlos caer sobre el cuello. ¡Y qué delicia cuando ella se quita el abrigo y un suave calor y un delicado perfume de su cuerpo me inundan! ¡Es para perder la cabeza! ¡La amo! Hoy no sé qué ha pasado. Está sentada comiendo sola, sin dirigirme la palabra, ni una mirada, ni siquiera una bofetada. ¡Ah, cómo me duele no recibir un golpe de su mano! Tengo ganas de llorar. Siento hasta qué punto perdí valor para ella. Ya no me encuentra interesante ni para atormentarme.<br /><br />W- Gregorio, ven. Esta noche vas a dormir cerca de mí. Anoche he tenido terribles pesadillas y tengo miedo de quedarme sola. (Saca unos almohadones) Acuéstate a mis pies. (Apaga las luces. Queda encendida una pequeña lámpara junto a la cama. Se acuesta) No te muevas, para evitar que me despierte. (Silencio) Gregorio… (Leopoldo salta hacia ella) ¡Qué hermosos ojos que tienes! Sobre todo cuando sufres. ¿Eres muy desdichado? (Leopoldo no responde) ¿Leopoldo, aún me amas? (Con tono apasionado) ¿Puedes aún amarme?<br /><br />L- ¡Wanda! ¡Wanda de mi corazón! (La abraza ardientemente) ¡Qué miserable soy! ¡Cuánto más me maltratas y más me traicionas, más apasionadamente te amo! ¡Voy a morir de dolor, de amor y de celos!<br /><br />W- Pero todavía no te he traicionado, Leopoldo.<br /><br />L- ¿No? ¡Wanda, no te burles por el amor de dios, no te burles tan despiadadamente de mí! ¿Acaso no he llevado las cartas al príncipe?<br /><br />W- Sí, es verdad, pero era solo una invitación a almorzar...Tú eres... Te he sido absolutamente fiel. Te lo juro por lo más sagrado. Sólo he inventado todo esto para agradarte, para saciar tu fantasía. Pero ahora voy a buscarme un amante. Si no, las cosas quedarán a medias y terminarás reprochándome no haber sido lo bastante cruel contigo. ¡Mi querido y bello esclavo! Sin embargo hoy eres de nuevo Leopoldo. Eres sólo mi bienamado. No regalé, como creíste, tu ropa; está en el cofre. Vístete como antes. Olvida cuánto ha ocurrido. Lo olvidarás rápidamente entre mis brazos. Borraré todos tus pesares con mis besos. (Lo mima como a un niño) Ve a vestirte. Yo también quiero arreglarme. ¿Debo ponerme mi chaqueta de piel? Sí, sí, ya lo sé. Apúrate. Mira, siéntate a mi lado. Mira las fotos que me he sacado, mira los libros que he comprado... (Miran juntos) ¿Eres feliz ahora?<br /><br />L- Aún no.<br /><br />W- (Abre el tapado y se muestra a él. Él se lo cubre)<br /><br />L- Me enloqueces...<br /><br />W- Entonces ven. (Lo besa apasionadamente) ¿Eres feliz?<br /><br />L- Infinitamente.<br /><br />W- (Se ríe provocativamente. Él se asusta) Antes soñabas con ser mi esclavo y juguete, y ahora te imaginas como un hombre libre, te imaginas que eres mi amante. ¡Pobre loco! Me basta un solo gesto para que vuelvas a tu condición de esclavo. ¡Arrodíllate! (Él cae a sus pies) ¿No puedes creerlo? (Lo mira parada frente a él con los brazos cruzados) Me aburro y eres lo bastante bueno como para distraerme por unas horas. ¡No me mires así! (Le da un puntapié) Eres lo que se me antoja: un hombre, una cosa, un juguete. (Hace sonar la campanilla. Entra la criada) ¡Átale los brazos! (Le va a pegar pero se detiene) ¡Desátalo! (Él mira a Haydée. Ésta le corresponde la mirada. Wanda los mira y se pone furiosa) ¡Cómo te atreves a mirar a otra mujer en mi presencia! ¡Tal vez te sirva más que yo, es más diabólica! ¡Te voy a meter preso en el calabozo! ¡Criada!<br /><br />L- (Al público) ¡La Venus de las pieles celosa de su esclavo! Arrancó el látigo del clavo, llamó a la criada y me hizo atar y me arrastró al sótano donde me arrojaron a un calabozo abovedado, sombrío y húmedo. Cerraron la puerta. Corrieron el cerrojo. Estuve prisionero no sé cuánto tiempo. Enterrado vivo. Echado en la paja húmeda, atado como un buey al que llevan al matadero, sin luz ni comida, sin agua, sin poder dormir. Mientras ella... Ella no carece de nada y me deja morir de hambre, si antes no muero de frío. Creo que empiezo a odiar a esta mujer.<br /><br />W- (Aparece con una antorcha) ¿Todavía vives?<br /><br />L- ¿Vienes a matarme?<br /><br />W- (Se arrodilla y apoya la cabeza de él en sus rodillas) ¿Estás enfermo? ¡Cómo te brillan los ojos! ¿Me amas? ¡Quiero que me ames! (Saca un cuchillo. Él se espanta (Le corta las cuerdas)<br /><br /><br />ESCENA 16<br /><br />Wanda, Leopoldo, pintor<br /><br />W- Me siento avergonzada de cómo te he tratado.<br /><br />L- ¿Le ha gustado la lectura de Manón Lescaut?<br /><br />W- Sí, pero por ahora no quiero que sigas. Seremos nosotros los que representaremos ahora a Manón. Tengo una cita y usted, mi querido caballero me acompañará. Sé que lo hará. ¿No es cierto?<br /><br />L- Usted ordena.<br /><br />W- No, yo no se lo ordeno. Se lo ruego. ¡Qué ojos! ¡Te amo tanto! ¡No te imaginas cuánto te amo!<br /><br />L- Sí. (Amargamente) Me amas al punto de citarte con otro.<br /><br />W- Sólo lo hago para excitarte. Necesito amantes para no perderte. No quiero perderte nunca, ¿comprendes? Sólo te amo a ti, a ti solo. (Lo besa apasionadamente) Sí pudiera darte toda mi alma con este beso... Pero ven... (Se pone un sencillo abrigo). Hoy vas a manejar tú. Díselo al cochero. (Golpean la puerta) Ve, ¿quién será?<br /><br />L- (Se va y vuelve turbado) Dice... Es un caballero que... No habla nuestro idioma... Dice que tú...<br /><br />W- Ah, sí, sí, me había olvidado. Tendremos que suspender la salida. Dile que pase. ¡Es el pintor! Dile que pase... Ah, ¿estoy bonita? Me va a hacer un retrato con las pieles en mi cuerpo...<br /><br />L- Y se va a enamorar de ti.<br /><br />W- Tonto.<br /><br />ESCENA 17<br /><br />Wanda, Leopoldo<br /><br />W- ¿Dónde estabas?<br /><br />L- Removiendo los canteros para estar más cerca de ti. Wanda, ¿amas al pintor, mi ama?<br /><br />W- (Le mira sin enojo) Me da lástima, pero no lo amo. No amo a nadie. Te he amado tan ardientemente, tan apasionadamente, tan profundamente, pero ahora ya no te amo en absoluto. Mi corazón está vacío, muerto y esto me ha vuelto melancólica.<br /><br />L- ¡Wanda! (Emocionado)<br /><br />W- Pronto tú tampoco me amarás. Cuando ocurra, dímelo y te devolveré la libertad.<br /><br />L- Seguiré siendo tu esclavo toda la vida, pues te adoro y te adoraré siempre.<br /><br />W- (Lo mira satisfecha) Piénsalo bien. Te he amado hasta el infinito y me he mostrado despótica contigo para satisfacer tus fantasías. Un resto del dulce sentimiento aún tengo hacia ti, pero no sé cuando se me vaya, si tendré deseo de liberarte. No sé si no desearé ser realmente cruel, despiadada, dura contigo, si no me producirá un placer diabólico atormentarte y torturarte y ver morir de amor por mí al hombre que me idolatra mientras yo permanezco indiferente o amo a otro. Piénsalo bien.<br /><br />L- Ya lo he pensado todo el tiempo (Arde de pasión) No puedo existir, no puedo vivir sin ti. Me muero si me das la libertad. Déjame ser tu esclavo, mátame, pero no me alejes de ti.<br /><br />W- Bien. Pero no olvides que ya no te amo. En consecuencia, tu amor no tiene para mí más valor que el de la fidelidad de un perro hacia su dueña. Y a los perros se los trata a puntapiés. Ahora me voy a bañar y tú vas a ayudarme. Cierra la puerta. (Obedece) Ahora ve a ver si todo está bien cerrado abajo (Leopoldo sale. Vuelve. Está temeroso. Ella se recuesta. Está desnuda dentro del tapado de piel) Ven, Gregorio, llévame en tus brazos.<br /><br />L- ¿Cómo, mi ama?<br /><br />W- ¡Vamos, llévame! ¿O no entiendes? (Leopoldo la levanta, ella pasa los brazos por el cuello) Antes de bañarme ve a buscar el libro y el látigo. Yo te espero aquí, parada. (Él sale y vuelve, se los da y se arrodilla). Átame los cabellos para que no se me mojen. Se saca el tapado y queda desnuda como una estatua. Él cae de rodillas como adorándola, mientras besa sus manos). No, no tengo ganas de bañarme. (Su mano juega distraída con el látigo) ¿Qué te pasa?<br /><br />L- Estás hermosa. Mírate al espejo.<br /><br />W- Sí, lástima que no se puede retener este instante.<br /><br />L- ¿Por qué no? Cualquier pintor se sentiría orgulloso de que le permitieras inmortalizarte. No puedes desaparecer, como nosotros, sin antes no haber dejado rastros de tu existencia. Tu imagen debe sobrevivir aún después de que tú misma te hayas convertido en polvo. Tu belleza debe triunfar a la muerte.<br /><br />W- (Se ríe) ¡Qué lástima que aquí no haya un Tiziano o un Rafael! Pero... ese alemancito que vino... Sí, es necesario que me pinte... Y voy a hacer que el amor mezcle los colores de su paleta. Llámalo. Lo esperaremos. Vamos, vamos, apúrate.<br /><br />ESCENA 18<br /><br />Wanda, Leopoldo, pintor<br /><br />W- Ah, pase, pase.<br /><br />Pintor- Señora...<br /><br />W- Mire. Quiero que me haga un retrato.<br /><br />P- Magnifico. Yo me la imagino... como una diosa virgen...<br /><br />W- Ah, (se ríe) ¿Escuchó, Gregorio? (Leopoldo está muy celoso. Ella juega con el látigo. Está solo vestida con su tapado de piel. Leopoldo se echa ante ella y Wanda apoya un pie sobre él) ¡Mírame, Gregorio, mírame con tu mirada profunda! ¡Así! ¿Le parece bien así, señor pintor?<br /><br />P- (Está pálido. No le salen palabras)<br /><br />W- Vaya. ¿Le gusta este cuadro?<br /><br />P- Sí, sí, así quiero pintarla. (Está muy nervioso) Este cuadro debe ser al mismo tiempo, un retrato, una historia, como muchos cuadros de la escuela veneciana.<br /><br />W- ¿Y cómo se llamará? ¿Qué le pasa? ¿Se siente mal?<br /><br />P- Temo... (La mira apasionadamente) Pero hablemos del cuadro...<br /><br />W- Sí, hablemos del cuadro.<br /><br />P- Me imagino que la diosa del amor ha descendido del Olimpo hasta un mortal. La imagino con su cuerpo sublime envuelto en una amplia y pesada piel para no morir de frío en nuestro mundo moderno. Intenta calentar sus pies en el cuerpo del bienamado. Imagino al favorito de la bella déspota que azota a su esclavo cuando está cansada de abrazarlo, y que, sin embargo es más locamente amada por él cuando lo rechaza a puntapiés. Llamaré al cuadro: “La Venus de las pieles” (Comienza a trabajar. Ellos posan)<br /><br />W- Lo noto apasionado. (Ella come bombones y hace pelotitas de papel y se las tira)<br /><br />P- Me alegro que esté tan contenta, señora. Pero su rostro ha perdido por completo la expresión que necesito para el cuadro.<br /><br />W- ¿La expresión que necesita para el cuadro? (Se ríe) Espere unos instantes... (Se incorpora y le asesta un latigazo a Leopoldo. El pintor la mira fijamente. Está admirado y aterrado. Poco a poco la cara de Wanda adquiere la expresión cruel e irónica) ¿Es esta la expresión que necesita para su cuadro?<br /><br />P- (Tartamudea) Sí, sí, es esa la expresión. Pero ahora ya no puedo continuar.<br /><br />W- ¿Cómo? ¿Puedo ayudarlo en algo?<br /><br />P. Sí. Azóteme a mí también.<br /><br />W- Con mucho gusto. Pero si debo castigarlo, lo haré de verdad.<br /><br />P- Azóteme hasta matarme.<br /><br />W- ¿Me deja que lo ate?<br /><br />P- Sí.<br /><br />W- (Va buscar las cuerdas. ¿Así que tiene el coraje de entregarse en manos de la Venus de las pieles, a los favores y disfavores de la hermosa déspota?<br /><br />P- Haga conmigo lo que quiera...<br /><br />W- (Lo ata y lo sujeta a un mueble. Se quieta el abrigo, toma el látigo y vuelve a él. Leopoldo está asombrado y excitado. Se excita más cada vez que ella asesta un nuevo golpe sobre el pintor. De pronto se cansa) Ya basta... Me aburrí. (Lo desata) vaya a su puesto de trabajo. Vamos. (El pintor como puede corre a su caballete) Y tú, Gregorio, vete. (Leopoldo sale pero se esconde entre las cortinas y espía) El rostro. Trabaja mi rostro. (El pintor y ella comienzan a hablar muy bajo y Leopoldo se enloquece porque no puede escuchar. El pintor se arrodilla ante ella y la abraza. Ella se ríe cruelmente) ¡Ah, necesita otra vez el látigo!<br /><br />P- Mujer, diosa. ¿No tienes corazón? ¿No puedes amarme? ¿No comprendes que sufro? ¿No tienes piedad de mí?<br /><br />W- No. Pero tengo mi látigo. (Lo golpea en el rostro. Él se incorpora y retrocede unos pasos) ¿Ahora puede pintar? (Indiferente. Él no contesta pero se instala en el caballete con su pincel y su paleta) Sigue, sigue. Llamaré a mi criado. ¡Gregorio!<br /><br />L- (Aparece rápidamente) ¿Sí, señora?<br /><br />W- Ahora te toca a ti ser pintado. Ponte en tu lugar (Leopoldo lo hace. Silencio)<br /><br />W- Bien, el cuadro está terminado. Pintor, puedes irte. Mi criada te pagará.<br /><br />P- Sí, señora, gracias, señora... Pero, no... No acepto dinero. Usted ya me ha pagado.<br /><br />W- Leopoldo, tú quédate aquí. Vengo enseguida<br /><br />P- ¿Usted ama a esta mujer?<br /><br />L- Sí.<br /><br />P- Yo también la amo (Llora) Adiós, señor.<br /><br />ESCENA 19<br /><br />Wanda, Leopoldo<br /><br />W- (Entra) Ah, se fue… Realmente me da lástima ese pobre pintor… Es ridículo ser tan virtuosa como soy, ¿No te parece? (Leopoldo permanece en silencio) Ah, me olvidaba de que le hablo a un esclavo… Debo salir. ¡Quiero distraerme, quiero olvidar! ¡Pronto, mi coche! ¡Gregorio!<br /><br />L- Sí, mi ama…<br /><br />W- Rápido, tienes que averiguarme quién es el hombre con el que me crucé hoy. Tenía unas botas negras, un estrecho pantalón de cuero blanco, una chaqueta corta de piel, tal como usan los oficiales de caballería y otras cosas… ¿Viste cómo me miraba? (Está excitada) ¡Ahora mismo! ¡Ah, qué hombre! ¡¿Lo viste?! ¿Qué dices? Habla.<br /><br />L- (Con voz apagada) Es muy buen mozo. Comprendo tu excitación. Yo mismo estaba fuera de mí y llegué a imaginar…<br /><br />W- ¿Te imaginabas…? (Se ríe salvajemente) Te imaginabas que ese hombre era mi amante, que te azotaba y que era una verdadera delicia que él te azotara… ¡Vete ya!<br /><br />L- Es que tengo los datos.<br /><br />W. Entonces quédate. ¿Cómo se llama?<br /><br />L- Alexis Papadopolis.<br /><br />W- ¿Griego?<br /><br />L- Sí.<br /><br />W- ¿Es muy joven?<br /><br />L- Apenas mayor que tú. Se dice que fue educado en París, que es ateo. Ha luchado contra los turcos y que se ha distinguido tanto por su nacionalismo como por su crueldad y valentía.<br /><br />W- ¡Un hombre, en suma!<br /><br />L- Vive en la ciudad. Parece que fabulosamente rico.<br /><br />W- No te he preguntado eso. Este hombre es peligroso. ¿No te da miedo? A mí, sí. ¿Tiene mujer?<br /><br />L- No.<br /><br />W- ¿Amante?<br /><br />L- No.<br /><br />W- ¿Qué va a hacer esta noche?<br /><br />L- Va a ir al teatro.<br /><br />W- Pronto, arréglatelas para conseguir un palco.<br /><br />L- Pero, señora…<br /><br />W- ¿Quieres que te azote?<br /><br />L- (Al público) Cuando salimos, él se le acercó y la invitó a un gran baile. Allí tuve que estar con los criados y los choferes. Cuando salieron, yo ni existía para ella. Incluso ni me pidió nada. Fue él que me dijo: “El abrigo de la señora” Y miren el diálogo que se dio mientras subían al coche. Ella le preguntó: “¿Cómo era la historia de la leona?” Y él: “Cuando el león que ha elegido, y con quien vive, es atacado por otro, la leona se echa y contempla el combate. Si su compañero pierde, ella no lo ayuda, lo mira con indiferencia, mientras muere desangrado entre las garras de su rival. Después sigue al vencedor, al más fuerte. Tal es la naturaleza de la mujer” Y mi leona me echó una mirada extraña y no sé porqué la luz del alba nos baño a las tres con su reflejo de sangre. Esa noche, no dormí. Ella, tampoco. Pero supongo por distintas causas. Se quitó la ropa, soltó su cabello y me ordenó que encendiera el fuego. Luego se sentó en la chimenea con la mirada perdida. Le pregunté si me necesitaba y me dijo con la cabeza que no. Entonces me retiré. Fui hasta el jardín, hasta la estatua de la Venus y apoyé mi frente en ella. Estaba asustado. Todo lo que había ocurrido era un juego de niños comparado con lo que se venía. Ahora era algo serio, espantosamente serio. Temía la catástrofe pero las fuerzas me abandonaban. No me aterraba la idea de los sufrimientos, los dolores, los malos tratos, sino el temor de perderla, de perder lo que amaba con tanto fanatismo. Ella permaneció todo el día encerrada en su cuarto. De noche la vi atravesar el jardín. La seguí sin que ella lo supiera y vi que iba hasta la Venus. Esa noche pasé angustiado por temor a perderla. Encendí la lámpara y fui a su cuarto. La encontré dormida, parecía angustiada por un sueño. No sé cuánto tiempo permanecí arrodillado a sus pies, presa de horribles tormentos. Finalmente me puse a llorar. Ella se sobresaltó y me miró.<br /><br />W- ¡Leopoldo! (Asustada) Leopoldo (dulcemente) ¿Qué tienes? ¿Estás enfermo? ¡Pobre amigo! ¡Desdichado amigo! (Le acaricia el cabello suavemente) Me da mucha lástima pero no puedo ayudarte. A pesar de mi buena voluntad no conozco el remedio para ti.<br /><br />L- Wanda, ¿es necesario?<br /><br />W- ¿Qué? ¿De qué hablas?<br /><br />L- ¿Ya no me amas? ¿No te apiadas de mí? ¿El hermoso extranjero te ha enajenado por completo?<br /><br />W- No te puedo mentir. (Silencio) Me ha causado una impresión que no puedo entender. Sufro y tiemblo. Es una impresión que he leído en los libros, he visto en el teatro, pero que suponía era fruto de la fantasía. Es un hombre parecido a un león: fuerte, hermoso, orgulloso y sin embargo, sensible. No es rudo como lo son los hombres de nuestros países nórdicos… Me das pena, créeme, Leopoldo, pero es necesario que lo posea. ¿Qué digo? Es necesario que me entregue a él, si él lo quiere.<br /><br />ML- Piensa en tu honor, Wanda. Lo has conservado intacto hasta ahora… Aunque yo no signifique nada para ti…<br /><br />W- Ya lo pensé. Quiero ser fuerte tanto tiempo pueda, pero al mismo tiempo quiero… Quiero ser su mujer, si él lo desea.<br /><br />L- ¡Wanda! ¡Quieres ser su mujer, quieres ser suya para siempre! ¡No te alejes de mí! El no te ama.<br /><br />W- ¿Quién te lo ha dicho?<br /><br />L- Él no te ama. Pero yo te amo, te adoro, soy tu esclavo. No me importa que me pisotees, quiero llevarte en mis brazos toda la vida.<br /><br />W- (Violentamente) ¡¿Quién te ha dicho que no me ama?!<br /><br />L- Sé mía. Sé mía, ya no puedo más, no puedo vivir sin ti. ¡Ten piedad, Wanda, ten piedad!<br /><br />W- (Lo mira silenciosamente. Su mirada es glacial, insensible con sonrisa perversa) Dices que no me ama. Está bien, consuélate con esa idea. (Se acuesta y le da la espalda)<br /><br />L- Dios mío. ¿No eres una mujer hecha de carne y de sangre? ¿No tienes un corazón como el mío?<br /><br />W- Ya lo sabes. Soy una mujer de piedra. ¡La Venus de las pieles, tu ideal! ¡Arrodíllate y adórame!<br /><br />L- Wanda, ten piedad. (Ella se ríe. Él llora)<br /><br />W- Me aburres. Tengo sueño. Déjame dormir.<br /><br />L- Wanda, no me rechaces. No existe un hombre que te ame o que pueda llegar a amarte como yo.<br /><br />W- ¡Déjame dormir!<br /><br />L- (Saca un cuchillo y lo apoya contra el pecho) ¡Me mato aquí mismo, ante tus ojos!<br /><br />W- Has lo que quieras. Déjame dormir (Bosteza) Me muero de sueño.<br /><br />L- (Queda petrificado. Luego comienza a reír y llorar. Guarda el cuchillo y cae de rodillas) Wanda, por favor, escúchame, aunque sea un instante.<br /><br />W- ¡Quiero dormir! ¡¿No me entiendes?! ¡Sal de este cuarto! (Lo empuja con el pie) ¡¿Olvidas que soy tu ama?! (Él se levanta pero no se va) ¡Vete! ¡Animal! ¡Esclavo! (Silencio) ¡¿Todavía estás vivo?! (Él queda callado) Entrégame el puñal. No te sirva para nada. Ni siquiera tienes el valor de matarte.<br /><br />L- Ya no lo tengo.<br /><br />W- (Burlona) ¿Por qué no te has ido? Ah, no tienes dinero… ¡Toma! (Le arroja un bolso, con gesto de desprecio. Quedan callados. Él no lo recoge) Así que no quieres partir.<br /><br />ESCENA 20<br /><br />Wanda, Leopoldo, amante<br /><br />L- No puedo. (Al público) Desde ese día no me habla más. Va sola al teatro. Recibe y es Haydée quien atiende. Nadie se preocupa de mí. Vago por el jardín como un perro que ha perdido al amo. Una noche Wanda se me acerca cubierta por un vestido de seda negro. El griego está con ella. Hablan agitadamente pero no escucho nada. Ella golpea el piso. Él azota el aire con su fusta. Wanda se sobresalta. ¿Tiene miedo de que la castigue? ¿Hasta dónde han llegado? Él se aleja. Ella lo llama. Wanda mueve tristemente la cabeza y se sienta en un banco de piedra. La contemplo con una especie de alegría tremenda. Voy hacia ella en una postura irónica. Ella se incorpora temblando. Le digo (A ella): Vengo a desearle felicidad. Ya veo señora que ha encontrado la horma de su zapato.<br /><br />W- Sí, a dios gracias, ¡Basta de esclavos! Me basta con uno solo. Un amo. La mujer necesita un amo para adorarlo.<br /><br />L- ¿Así que lo adoras, Wanda? ¿Adoras a ese hombre bárbaro?<br /><br />W- Lo amo como nunca he amado a nadie.<br /><br />L- ¡Wanda! (Aprieta los puños furioso. Se calma) Está bien. Tómalo como esposo. Que se convierta en tu señor. Pero yo quiero seguir siendo tu esclavo mientras viva.<br /><br />W- ¿Quieres seguir siendo mi esclavo aún en este caso? (Se asombra) Sería excitante, pero no creo que él lo admita.<br /><br />L- ¿Él?<br /><br />W- Está celoso de ti. ¡Celoso de ti! Exige que te eche inmediatamente. Y cuando le dije que tú eras...<br /><br />L- ¿Qué le has dicho?<br /><br />W- Todo. Le conté nuestra historia, nuestras rarezas, todo. Y él, en lugar de reír se puso furioso.<br /><br />L- ¿Y te ha amenazado con azotarte? (Ella baja la mirada y se calla) ¡Tienes miedo de él! (Se arroja a sus pies y le abraza las piernas) No pido nada de ti. Sólo el permiso para estar cerca de ti siempre, para ser tu esclavo. ¡Quiero ser tu perro!<br /><br />W- (Indiferente) ¿Sabes que me aburres?<br /><br />L- (Se incorpora) ¿Sabes que ya no eres cruel? Ahora eres vulgar.<br /><br />W- Ya me lo dijiste. (Se encoge de hombros) Un hombre inteligente no se repite jamás. Podría castigarte (con tono burlón) pero esta vez prefiero contestarte con palabras y no con latigazos. No tienes el derecho de acusarme. ¿Acaso no fui franca siempre contigo? ¿No te advertí varias veces? ¿No te amé con todo mi corazón? ¿Te oculté que era peligroso entregarse a mí, humillarse ante mí? ¿No te dije que yo quiero ser dominada? Pero tú querías ser mi juguete, mi esclavo. ¿Qué quieres ahora? Había en mí predisposiciones peligrosas, pero fuiste tú quien las despertó. Si ahora experimento placer al atormentarte, al maltratarte, tú solo eres culpable. Eres poco hombre para acusarme.<br /><br />L- Sí, yo soy el culpable. Pero, ¿no he sufrido bastante ya? Termina con este juego cruel.<br /><br />W- Esa es mi intención.<br /><br />L- Wanda, no me obligues a hacer ahora lo peor. (Violento) Mira que he vuelto a convertirme en hombre.<br /><br />W- ¿Ah, sí? Apenas fuego de paja, que brilla un instante y se apaga. Crees asustarme pero sólo eres ridículo. Si hubieras sido el hombre que yo creía al principio, ese hombre severo, razonable te hubiera amado fielmente y hubiera sido tu mujer. La mujer desea un marido hacia quien deba elevar la mirada. Un hombre como tú, que ofrece voluntariamente su nuca para que ella apoye el pie, no es más que un juguete agradable que se tira cuando se está aburrida.<br /><br />L- Intenta hacerlo. Hay juguetes que resultan peligrosos.<br /><br />W- No me provoques. (Sus ojos echan chispas)<br /><br />L- Si no puedo poseerte, nadie te poseerá.<br /><br />W- ¿En qué obra está esa escena? (Le toma de las solapas. Está pálida de rabia) No me provoques. No soy cruel. Pero ahora yo misma ignoro hasta dónde puedo llegar. Ignoro si existe algún límite.<br /><br />L- ¡Qué cosa puedes hacer peor que elegirlo por amante, por esposo!<br /><br />W- Puedo convertirte en su esclavo. ¿No me perteneces? ¿No tengo el contrato? Pero, naturalmente, también sería un placer para ti que te hiciera atar y le dijera. “Has de él lo que quieras”<br /><br />L- ¡¿Estás loca?!<br /><br />W- Al contrario, soy muy razonable (Tranquilamente) Te prevengo por última vez. No me opongas resistencia. Ya he llegado tan lejos que no me cuesta nada ir un poco más allá. Siento por ti algo semejante al odio. Vería con alegría que él te azotara hasta matarte. Pero aún me contengo... Me contengo un poco, todavía. (Leopoldo la toma por las muñecas y la arroja al piso. Ella queda de rodillas a él) ¡Leopoldo! (Entre rabia y angustia)<br /><br />L- ¡Te mato si eres su mujer! Eres mía. No te dejo. Te amo demasiado (Cae a su lado y la estrecha. Toma el puñal que está en el cinturón. Wanda lo mira impenetrable)<br /><br />W- Así me gustas (Con calma) En este momento eres un hombre y ahora sé que todavía te amo.<br /><br />L- ¡Wanda! (La abraza llorando. Ella estalla en carcajadas)<br /><br />W- ¿Tienes bastante de tu ideal, ahora? ¿Estás contento?<br /><br />L- ¿Cómo? ¿No hablas en serio?<br /><br />W- Hablo en serio (Divertida) cuando digo que te amo, que te amo a ti solamente. Pero tú, tú, loco, loco encantador, no te has dado cuenta de que todo esto no era más que juego. No has notado cuánto me dolía darte un latigazo de tiempo en tiempo, cuando hubiera deseado tomar tu cara en mis manos y cubrirla de besos. Pero ya basta. ¿No es cierto? He desempeñado mi papel mejor de lo que hubieras esperado. Ahora vas a estar contento de tener una mujercita delicada, inteligente y no fea. ¿Verdad? Vamos a vivir apaciblemente y...<br /><br />L- ¡Vas a ser mi mujer! (Se inunda de felicidad. Ella lo abraza)<br /><br />W- Ahora ya no eres mi esclavo Gregorio. Eres de nuevo mi querido Leopoldo, mi marido.<br /><br />L- ¿Y él? ¿No lo amas?<br /><br />W- ¿Cómo has podido creer que amara a ese hombre bárbaro? Estás absolutamente ciego. Tengo miedo por ti...<br /><br />L- Casi me quito la vida por ti.<br /><br />W- ¿De veras? Tiemblo de solo pensarlo. Detesto esta villa donde has sido desgraciado. Parto enseguida, mañana mismo. Tú escribirás algunas cartas por mí y durante ese tiempo yo iré la ciudad de despedirme de ciertas personas... ¿Te parece bien?<br /><br />L- Claro, querida, mi hermosa y buena mujercita.<br /><br />W- Entonces ve a tu cuarto. Descansemos. Que duermas bien. Partimos esta noche. Ayúdame con las maletas. Ahora vengo.<br />(Él queda arreglando todo. Entra ella y se recuesta)<br /><br />L- ¿Wanda?<br /><br />W- ¡Leopoldo! (Está alegre) ¡Estoy tan impaciente! (Se levanta y lo abraza. Él se agacha y apoya su cara en sus rodillas) ¿Sabes cómo te quiero hoy? (Le separa los cabellos y le besa los ojos) ¡Qué hermosos ojos tienes! Es lo que más me ha seducido de ti. Pero tú eres tan frío, me tratas como un tronco. Espera, voy a enardecerte. (Mimosa y apasionada) Yo no te gusto. ¿Tengo que ser cruel contigo? Seguramente he sido demasiado buena hoy. ¿Sabes querido loco? Voy a azotarte.<br /><br />L- Pero, querida...<br /><br />W- Sí, quiero.<br /><br />L-¡Wanda!<br /><br />W- Ven, deja que te ate. (Insiste alegremente corriendo por la habitación) Quiero verte apasionado, ¿entiendes? Aquí están las cuerdas. ¿Sabré hacerlo todavía? (Le comienza a atar los pies; después las manos a la espalda, luego los brazos) A ver (riendo feliz) ¿puedes moverte?<br /><br />L- No.<br /><br />W- Está bien, entonces. (Hace un nudo a una gruesa cuerda, arroja el lazo por encima de la cabeza de él, deja caer la soga hasta las caderas, la ajusta y lo ata por medio de cuerpo)<br /><br />L- (Temblando) Parece que fuera un condenado.<br /><br />W- Es que hoy vas a ser azotado en serio.<br /><br />L- Entonces, ponte la chaqueta de piel, te lo ruego.<br /><br />W- Voy a darte el gusto. (Se la pone sonriente. Se para frente a él, con los brazos cruzados sobre el pecho y lo contempla con los ojos entrecerrados) ¿Conoces la historia del toro de Dionisio, el Tirano?<br /><br />L- Vagamente. ¿Por qué?<br /><br />W- Un artesano inventó un nuevo instrumento de tortura para el tirano de Siracusa. Un toro de bronce en el que se metería a los condenados a muerte y luego se los expondría a un fuego intenso. Cuando el toro de bronce comenzara a calentarse el condenado gritaría de dolor y sus gritos parecerían los bramidos del toro. Dionisio sonrió encantado y, para probar inmediatamente el instrumento hizo encerrar allí a su inventor... Es una historia muy instructiva. Tú me has inculcado el egoísmo, el orgullo y la crueldad, y tú serás la primera víctima. Ahora realmente me complazco en maltratar a un hombre que yo pienso, siento y deseo, a un hombre que es más fuerte que yo física e intelectualmente y, sobre todo, a un hombre que me ama. ¿Me amas aún?<br /><br />L- Con locura.<br /><br />W- Mejor así. Gozarás más, entonces, con lo que pienso hacer contigo.<br /><br />L- ¿Qué te pasa? No entiendo. ¿Realmente es crueldad lo que brilla en tus ojos? Sin embargo, estás hermosa, pareces la Venus de las pieles (Wanda sin hablarle le pasa el brazo por el cuello y lo besa) ¿Dónde está el látigo? (Wanda se ríe y retrocede dos pasos)<br /><br />W- ¿Verdaderamente quieres que te azote? (Con aire de soberbia)<br /><br />L- Sí.<br /><br />W- ¡Entonces azótalo! (Aparece de la sombra, el griego)<br /><br />L- Realmente eres cruel.<br /><br />W- (Con ferocidad) Ávida de placer, solamente. Sólo el placer otorga valor a la existencia. El que sufre o vive en medio de privaciones saluda a la muerte alegremente, como los antiguos. No debe temer gozar a costa de los otros. Debe ignorar la piedad. Debe encadenar a los demás a su arado, como si fueran bestias. Debe transformar en esclavos a hombres que, como él, viven en plenitud y desearían entregarse a una vida de placeres. Es necesario que los use para su servicio y su placer, sin remordimientos, no debe preocuparse si ellos se sienten bien o mal. Es necesario que tenga siempre en la mente esta idea: “Si ellos me tuvieran entre sus manos como yo los tengo ahora, harían lo que yo hago y debería pagar su placer con mi sudor, mi sangre y mi alma” Así era en la antigüedad: el placer y la crueldad, la libertad y la esclavitud marchaban siempre de la mano. Los hombres que quieren vivir como los dioses del Olimpo, deben tener esclavos para arrojar a las fieras y gladiadores listos a batirse en sus suntuosos festines. Poco importa si los mojan algunas gotas de sangre de los combatientes.<br /><br />L- (Furioso) ¡Desátame!<br /><br />W- ¿No eres mi esclavo, mi propiedad? ¿Debo mostrarte el contrato?<br /><br />L- ¡Desátame! Si no... (Forcejea)<br /><br />W- (Al griego) ¿Puede desatarse? Me amenazó con matarme.<br /><br />Griego- No temas.<br /><br />L- Grito pidiendo auxilio.<br /><br />W- No vale la pena. Nadie te oirá. Y nadie me impedirá abusar una vez más de tus sentimientos sagrados y jugar contigo este “juego frívolo”. ¿Me encuentras cruel y sin piedad o bien estoy a punto de convertirme en un ser vulgar? ¿Todavía me amas o bien me detestas y me desprecias? Aquí está el látigo. (Se lo da al griego que se acerca a Leopoldo)<br /><br />L- ¡No me toque!<br /><br />G- Piensa eso porque no estoy envuelto en pieles. (Se tapa con un abrigo)<br /><br />W- Estas encantador. (Lo besa y lo ayuda a ponerse la chaqueta)<br /><br />G- ¿De verdad lo puedo azotar?<br /><br />W- Haz con él lo que quieras.<br /><br />L- ¡Bruto!<br /><br />(El griego teatralmente se prepara y lanza un latigazo)<br /><br />L- (Gritando) Cada uno de nosotros termina siendo Sansón. Siempre se termina siendo traicionado, de un modo o de otro, por la mujer que se ama, lleve blusa de lienzo o abrigo de cibelina...<br /><br />G- ¡Mira cómo le enseño! (Lo castiga ferozmente. El cuerpo de Leopoldo tiembla de dolor. Llora, mientras Wanda se recuesta y observa riéndose. Leopoldo comienza a sangrar. Wanda cierra sus maletas y se pone el abrigo de piel Lo desata, riéndose. Se va. Leopoldo queda solo. Se oye que cierran las puertas del coche. Se alejan. Todo queda en silencio)<br /><br />ESCENA 21<br /><br />Wanda, Leopoldo<br /><br />L- (Sentado como en la primera escena. Entra Wanda) ¡Cómo he sufrido estos años!<br /><br />W- ¡Pobrecito!<br /><br />L- ¡Wanda!<br /><br />W- Has sido un tonto… Han pasado tres años de ese episodio… Nunca he dejado de amarte, Leopoldo… Pero fuiste tú mismo quien ahogó mis sentimientos con esa romántica devoción. Desde que te convertiste en mi esclavo, supe que nunca podrías ser mi esposo. Y sentía placer de cumplir tu ideal, aunque dudara muchas veces. El griego me dio lo que tú no. Fue el hombre fuerte que necesitaba y con él fui feliz. Pero, como sabes, mi felicitad fue breve. Murió en un duelo hace un año. Y he vuelto a ti. No sé por qué.<br /><br />L- (Se levanta y se dirige al público) Pero, ¿cuál es la moraleja? Que la mujer, tal como la naturaleza la ha creado y tal como atrae al hombre, es nuestro enemigo y no puede ser otra cosa que una esclava o una tirana, pero jamás nuestra compañera. Sólo podrá serlo cuando tenga los mismos derechos y cuando los merezca con su formación y su trabajo. Por ahora no tenemos más que una alternativa: ser el clavo o el martillo. Yo fui un imbécil y me convertí en esclavo de una mujer. Esta es la moraleja: quien se deja azotar merece ser azotado... Yo soy Leopold Sacher- Masoch... He sido un escritor muy conocido y respetado; he recibido premios hasta en América, pero he cometido el pecado de contar al mundo mis deseos sexuales... Un estúpido seudo científico tomó mi nombre para señalar una supuesta desviación sexual... Mi nombre la transformó en Masoquismo... Así quedaré en la Historia, como el que dio su nombre a esa “perversión”... Quedó en el olvido todo lo que hice... Pero no me importa.<br />Quiero ser el clavo del martillo que use Wanda, mi mujer. Quiero ser su esclavo. Y si es otra mujer, a ella también llamaré Wanda.<br /><br />W- Querido Leopoldo, ¿es necesario que sigamos con ese juego?<br /><br />L – Imprescindible.<br /><br />W – Pero yo te amo… Y me duele lastimarte.<br /><br />L – Si realmente me amas, Wanda, me tienes que humillar. A ver… Mira, te traeré otro contrato de esclavitud. Pasó mucho tiempo desde el otro… Quiero que lo leas… A ver si quedó bien redactado…<br /><br />Finanimal stormhttp://www.blogger.com/profile/14507451639067425936noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-450246237374959914.post-48899847545933255422007-05-25T08:28:00.000-07:002007-09-18T18:32:36.429-07:00LA ULTIMA CENAAndrés Caro Berta<br /><a href="mailto:andres@andrescaroberta.com">andres@andrescaroberta.com</a><br /><a href="http://www.andrescaroberta.com/">http://www.andrescaroberta.com/</a><br /><br />Registrada en AGADU<br /><br /><br /><br /><br />Personajes:<br />Madre<br />Padre<br />Abuelo<br />Abuela<br />Tío<br />Hija<br />Hijo<br />Vecina<br />Vecino<br /><br /><br />(La familia está en medio de la cena, en silencio. Una mesa larga, paralela a la platea. A la izquierda del público, en la punta, la madre. Al lado, el padre. Al lado, el abuelo. Al lado, la abuela. Al lado, la hija. En la punta derecha, el hijo<br />Lo importante es dar la idea de normalidad a pesar de las cosas que pasen. Casi nunca deben subir el tono; sólo cuando esté indicado. Siempre sus diálogos son pausados)<br /><br /><br />Abuelo- En China es igual el nacer que el morir.<br /><br />(Todos siguen comiendo en silencio)<br /><br />Abuelo- En China es igual el nacer que el morir. – (Queda muerto. Todos permanecen mirando respetuosamente pero no dicen nada. Silencio. Pausa. Como una fotografía)<br /><br />Tío- ¿Y?<br /><br />Padre- Silencio. Es una reflexión. Debe ser importante porque lo dijo dos veces antes de morirse.<br /><br />Abuela- Él siempre dice estupideces con tal de no reconocer que la comida estaba buena.<br /><br />Padre- ¿Él estuvo en China?<br /><br />Madre- No.<br /><br />Abuela- Que yo sepa.<br /><br />Madre- Mamá, él nunca te ocultó nada.<br /><br />Abuela- Ja.<br /><br />Tío- “En China es igual... el nacer que el morir”, ¿estará por renacer?<br /><br />Abuela- ¿Qué es eso?<br /><br />Tío- Bueno, dicen los chinos que cuando morimos, nos metemos en alguien que está por nacer.<br /><br />Madre- ¿Tú crees eso?<br /><br />Abuela- Mucha televisión, mucha televisión...<br /><br />(Suena el teléfono lo que los sacude. Se quedan observando al aparato. La madre se levanta y va al borde del escenario y levanta el tubo sin pronunciar palabra. Escucha)<br /><br />Madre- Ajá. (Silencio) Ajá... Bien... Gracias (Lo dice en un hilo de voz. Mirando al público, deja caer el tubo. Vuelve a la mesa y comenta a todos) – El abuelo... nos mandó un saludo de adiós.<br /><br />Todos- Gracias.<br /><br />Madre- Y nos pide disculpas por no haberse despedido.<br /><br />Padre- Muy amable.<br /><br />Tío- Siempre igual.<br /><br />Abuela- ¿No dijo por qué se fue?<br /><br />Madre- No. (Todos quedan en silencio. Miran al abuelo que también está en silencio)<br /><br />Hija- No dice nada, no dice nada, no dice nada.<br /><br />Hijo- Callate, nena.<br /><br />Abuela- Dile a tu hija que no se burle.<br /><br />Madre- No te burles.<br /><br />Tío- ¿Le preguntaste qué quiso decir con esa frase?<br /><br />Madre- No.<br /><br />Abuela- Siempre igual.<br /><br />(El abuelo comienza a resbalar su tronco hacia delante y cae su cabeza sobre el plato de comida. Queda así.)<br /><br />Padre- (El Padre prende un cigarro y hace dibujos en el aire Mira con una pequeña sonrisa) Son señales de humo para mandarle algún mensaje a mi suegro que recién se nos ha ido)<br /><br />Tío- (Haciendo un gesto contenido de aprobación, con el brazo) ¡Sí! ¡Eso, cuñado, siempre atento! (El padre se siente satisfecho y mirando hacia la platea sigue enviando mensajes en el aire)<br /><br />Madre- Bueno, basta. Mi padre no era indio y no va a entender nada.<br /><br />Tío- (La mira sorprendido) Es verdad...<br /><br />(Nadie dice nada. La abuela se levanta de su silla y va hacia su esposo. Lo sienta correctamente, le limpia la cara con una servilleta. Corre el plato y vuelve a su lugar. La hermana prepara una miga de pan y se la tira al abuelo sobre la frente. Éste, ante el impacto vuelve a caer lentamente hacia la mesa. Queda su cabeza otra vez sobre la misma)<br /><br />Abuela- (Mira enojada a su nieta) ¡Qué mal educada! ¡El abuelo no está para juegos. Si sigues haciéndolo rabiar no va a poder descansar. Debe recuperar fuerzas porque su viaje va a ser muy largo.<br /><br />Hijo- (Como en un ensueño se levanta de su asiento y declama) Yo me lo imagino... cruzando el río... en busca de los suyos...<br /><br />(Nadie se da por enterado. Todos están absortos en sus espacios. Se sienta confundido)<br /><br />Tío- (Se levanta y va hacia el abuelo. Lo vuelve a sentar, lo rezonga amablemente) ¡Padre, no puede estar cayéndose a cada momento...! (Mira a todos, como justificándolo) – Y... la edad...<br /><br />Abuela- (Al abuelo) ¡Come! (Todos saltan del susto, pero retoman enseguida la calma. Ésta mira a su esposo fastidiada y acercando su cara le reprocha) ¡Se enfría la comida! (Lo mira fijamente, después se calma) Perdona...<br /><br />(La madre vuelve al teléfono. Cuelga el tubo)<br /><br />Padre- (Justificándola, a todos) A ella siempre le gusta que las cosas estén en su lugar.<br /><br />Madre- (Mirándole fijamente) ¿Y qué? ¿Te molesta?<br /><br />Padre- No, querida, no. Me parece bien porque puede volver a llamar y...<br /><br />(Suena el timbre de calle)<br /><br />Tío- (Salta de su silla. Se muestra deseoso de ir a ver quién es) No crean que siempre quiero ser el primero (los demás lo miran con indiferencia) Es que estoy cerca de la puerta... y... entonces... (Se apresura y abre ésta. Del otro lado aparece una pareja. Parecen recién casados. Entran y se quedan al lado del tío mirando a todos. Éste dice emocionado) ¡Los vecinos!<br /><br />Abuela – (Al abuelo, como en confidencia) Son raros...<br /><br />Hijo- Son recién casados...<br /><br />Abuela- ¿Y eso qué tiene que ver?<br /><br />Hijo- Mi padre dice que son así porque son recién casados. Que después se les va a pasar.<br /><br />(La pareja permanece parada en la entrada. Ella está siempre riéndose nerviosa y con movimientos. Él es muy callado. Ella lo tiene abrazado del codo. En la otra mano lleva un paquetito)<br /><br />Abuela- (Susurrando) ¡Es un sonámbulo!<br /><br />Padre- (Susurrando) Debe ser por ella. Ella es... es... (busca las palabras) puro nervio.<br /><br />Madre- Hola, pasen, pasen... (El tío los empuja)<br /><br />Vecina- ¡Hola!!!!!!!!!!!!!!!! (Parece estar arriba de un escenario recibiendo los aplausos del público luego de una exitosa función. Levanta la mano a la altura del hombro, estira los dedos, muestra su palma, hace una mueca que imita una sonrisa y espera. No recibe respuesta. Contrariada, suelta al marido y se acerca a la madre. Le da un beso en cada mejilla, teniendo distancia con su cuerpo y estirando la cara. Le da el paquetito como si fuera parte de una ceremonia y mantiene las palmas levantadas)<br /><br />Madre- Gracias (Seca, lleva el paquete fuera del escenario. A la cocina)<br /><br />Vecina- Ay, por favor, no faltaba más; a la casa de los demás hay que ir con algo, ¿no... les... parece?... (Mira a todos. La miran en silencio. De pronto, todos a la vez le muestran una sonrisa esplendorosa y enseguida vuelven a mirarla sin decir nada) Permiso, voy a saludar (Con las manos levantadas desde los hombros va primero al tío y le da un beso. El tío manotea en el aire queriendo tocarla, pero ella ya se le aleja. El marido permanece en el lugar en que estaba. La vecina va hacia la niña pero ésta sale corriendo, mientras le tira una miga de pan. El tío queda sin saber si cerrar o no la puerta. Pregunta con gestos pero nadie lo mira. Cuando llega al padre, éste se levanta de su asiento y la recibe efusivamente. La mira como si estuviera a miles de kilómetros echando la cabeza hacia atrás, y la abraza manoseando su espalda. Ella se suelta rápidamente mientras mira nerviosa a su marido que permanece como un poste. Mira al abuelo, piensa qué hacer, duda y lo saltea. Llega a la abuela. Ésta le pone como escudo una servilleta que estaba usando y le muestra la mejilla para que le bese. Cuando está por hacerlo, la vecina mira al niño. Grita de alegría y deja a la abuela sin el beso. El hijo levanta los brazos exageradamente y grita espantado, como dentro de una fotografía mientras ve que la vecina está por avanzar hacia él. – se puede jugar el acercamiento como en cámara lenta con los gestos de ambos- Ella se agacha y se le acerca riéndose como si fuera agarrar un paquete demasiado bajo. Él salta encima de su silla. Ella sin proponérselo abraza sus piernas y la boca hace impacto en la zona genital. Como un resorte echa la cabeza hacia atrás. Él mira al público y ríe satisfecho. Turbada mira a su esposo y éste le dice que no con la cabeza. Muy nerviosa se pone a contar cuántos saludó y quienes faltan. Comprueba que el único que falta es el abuelo. Entonces grita riéndose nerviosamente con los brazos al cielo) ¡Abuelo! (y va hacia él. Cuando está llegando, éste otra vez comienza a caer sobre la mesa y ella queda abrazando al aire. Sin saber qué hacer, arreglándose su ropa vuelve al lado de su marido. Éste está conversando animadamente con la madre. La madre se estira la pollera nerviosamente cuando la vecina llega hasta ellos y se cuelga del brazo de su esposo, sin dejar de mirar nerviosamente hacia la mesa. La abuela se levanta y va hacia el abuelo. Lo recuesta nuevamente contra el respaldo de la silla, lo que ya no es tan fácil porque comienza a quedar más rígido)<br /><br />Abuela- ¡Que sea la última vez!<br /><br />Padre- ¡Pero, suegra, entienda que no lo hace por gusto!<br /><br />(La abuela protesta fastidiada, se sienta en su lugar y queda en silencio. El tío que seguía al lado de la puerta sin saber qué hacer, dice un “bueno” y vuelve a sentarse en su lugar. La madre corre presurosa a una de las paredes, recoge una silla, la pone a su lado y le dice al vecino que se siente. Éste duda pero le hace caso. El padre, a su vez, trae otra para la vecina y la pone a su lado y le dice que se siente. Ella no está muy convencida pero finalmente acepta.<br />El orden en la mesa queda así. En la punta de la izquierda del público, la madre. A su lado, el vecino. Al lado, la vecina. Al lado, el padre. Al lado, el abuelo. Al lado, la abuela. Al lado, la hija. Y en la otra punta, el hijo.<br />Todos quedan en silencio.<br />El padre y la madre van a decir algo juntos y se callan.<br />El tío y la hermana lo mismo.<br />Los vecinos, igual.<br />El hijo mira al abuelo, va a decir algo y se calla)<br /><br />Vecina- (Nerviosa, tratando de decir algo) ¿Cómo anda, abuelo?<br /><br />Abuela- No anda. Está sentado.<br /><br />(Todos asienten con la cabeza)<br /><br />(La hija se mete debajo de la mesa y le saca los zapatos al abuelo. Con ellos le da patadas a todos quienes gritan y se miran entre sí. Cuando la madre va a mirar debajo de la mesa, el abuelo ya tiene nuevamente los zapatos y la hermana está sentada en su lugar)<br /><br />Padre- Bueno, me parece que es hora de acostar al abuelo...<br /><br />(Todos dicen que sí con el gesto. El tío lo levanta de los sobacos, mientras el padre corre la silla. El abuelo queda en el aire como si estuviera sentado)<br /><br />Abuela- (Tiernamente) Que descanses.<br /><br />(El padre le golpea una rodilla al abuelo, mientras apoya la mano en la pantorrilla y la pierna se estira. Lo mismo hace con la otra. El abuelo queda parado en el aire. Ambos lo llevan al dormitorio)<br /><br />Abuela- Bueno. Nos vamos a tener que acostumbrar a que no termine más la comida. (Recoge el plato y se lo lleva a la cocina. Los vecinos miran lo que pasa, intrigados)<br /><br />Madre- ¡Pero qué tonta, ellos no comieron!<br /><br />Vecina- No, no, gracias. Muchas gracias. Este, ya comimos en casa.<br /><br />Vecino- Sí, eso.<br /><br />Madre- No, de ninguna manera. Ustedes no pueden resistirse aunque sea a los postres. (Sale presurosa a la cocina)<br /><br />(Quedan solo los dos hermanos y los vecinos)<br /><br />Ella- (Más nerviosa que de costumbre) ¿Le... pasa algo al... abuelo?<br /><br />Hijo- Se murió.<br /><br />(La vecina se desmaya sobre la silla. El esposo con una servilleta en la mano le hace aire mientras le murmura: “Querida”. Los hermanos se hacen un gesto de sorpresa)<br /><br />Hijo- (A la hija) No sé qué dije...<br /><br />Hija- Nuestra madre dice que son raros, y es verdad.<br /><br />Vecina- (Recuperándose) Dices que... ¿se murió?<br /><br />Hijo- Sí, por eso no terminó la comida. (La vecina vuelve a desmayarse. El hijo mira a la hija y le dice bajo) Esta mujer necesita comer más seguido. (La hija prepara tremenda pelota de miga de pan. Apunta hacia ella pero cuando la va a tirar, la vecina se recupera)<br /><br />Madre- (Vuelve de la cocina. Se queda parada al lado de la vecina) Mi padre en el final de su vida se convirtió en un filósofo...<br /><br />Vecina- ¿Estudió?<br /><br />Madre- No, autodidacta...<br /><br />Vecina- Ah... ¿Y cómo se dio cuenta?<br /><br />Madre- Antes de morir nos dejó un mensaje.<br /><br />Vecina- Un...<br /><br />Madre- Mensaje... Sí...<br /><br />Vecina- ¿Puedo?<br /><br />Madre- Sí, claro... Todavía no logramos descifrarlo... Pero con los mensajes trascendentes pasa eso... No es para todos... Sólo los elegidos están capacitados para develarlos...<br /><br />Vecina- Ah... ¿Y cuál es?<br /><br />Madre- (Se emociona y llora. En medio del llanto declama: “En China es igual el nacer que el morir” ( Se seca las lágrimas y se va a la cocina. Vuelve con una bandeja llena de platitos diciendo muy contenta) ¡Llegaron los postres!<br /><br />Vecina- (Tratando de mantener la calma, mientras se recupera) O sea, recapitulando... Eh... Dice su hijo... que el abuelo... se murió...<br /><br />Madre- (Mientras reparte los postres en cada lugar) Ah, sí... (Cuando llega adonde estaba sentado el abuelo, titubea) Por las dudas... (Se sienta en la punta y grita) ¡A comer!<br /><br />Vecina- (Sigue tratando de entender) Pero...<br /><br />Madre- (La mira comprensiva) Él es así. Nos sorprendió a todos llamando por teléfono después de morirse.<br /><br />Hijo- Sí, y nos pidió disculpas por no haberse despedido.<br /><br />Madre- Mi padre nunca había hecho eso antes.<br /><br />Vecina- ¿Eso?<br /><br />Madre- Sí, eso de morirse.<br /><br />Vecina- Ah...<br /><br />Madre- ¡Mamá, ¿te falta mucho?! Yo lavo los platos, después.<br /><br />Abuela- (Dice desde la cocina) Voy (Aparece secándose las manos. Se sienta en su lugar y mira el asiento vacío del abuelo) ¡¿Qué?! ¿Tampoco va a comer el postre?<br /><br />Madre- No, mamá, está muerto.<br /><br />Abuela- Es un desconsiderado. Podía haberse ido después de la cena. ¿Qué le costaba? Unos minutos... Siempre me hizo lo mismo.<br /><br />Madre- (Suena el teléfono. Va y pregunta quién es. A todos) ¡Es el abuelo! Te escucho, papá. (...) Ah, dice que manda saludos para todos. (...) Que otro día come el postre. (...) Que se divirtió mucho pero que está cansado (Queda esperando algo más) Ah, las comunicaciones con el cielo... Se ve que están complicadas... Se cortó (Cuelga el tubo. Se sienta en su lugar. Los vecinos tienen una cara de susto tremendo)<br /><br />Padre- (Entra con el tío, trayendo al abuelo, uno de cada lado) ¿Qué hacemos?<br /><br />Madre- Y... Acuéstenlo. Debe estar cansado yendo de un lado para otro.<br /><br />(Los dos hombres desaparecen con el abuelo. Los vecinos comienzan a levantarse tratando de pasar desapercibidos, pero la madre los descubre)<br /><br />Madre- No, de ninguna manera. Pícaros. ¿Cómo se van a ir sin comer el postre? (La vecina salta sobre su plato y devora lo que había para ella) Ya está. Muy rico. Bueno. Estamos cansados. (Bosteza) Ah, qué cansancio. ¿Vamos? Ha sido un placer. Nos vemos. (Mientras, arrastra al esposo hacia la puerta. Él duda, aunque también parece cansado. En eso aparece el tío corriendo intentando tomar la mano de la vecina)<br /><br />Vecina- ¡¡¡¡¡¡¡¡Aj!!!!!!!!!!!!! ¡No me toque! ¡Aj, tocó al muerto! (Está a punto de desmayarse pero cuando el tío le extiende los brazos, ella se recupera enseguida y queda parada. La madre mira al vecino y tomándole una mano lo empuja hacia la silla)<br /><br />Madre- ¡Pero si no hemos abierto el paquetito que han traído. Mamá, anda a buscarlo. Siéntense, por favor. ¡Qué mal atendemos a las visitas! (La hija los toma de las espaldas y los arrastra hasta sus sillas. Una vez sentados, quedan rígidos como estaba el abuelo. La abuela trae el paquete. La madre lo abre y tiene expresiones de alegría y sorpresa. Todos quedan intrigados)<br /><br />Madre- ¡Qué precioso! (Mete los dedos delicadamente y saca una pequeña torta que muestra en el aire. El tío, la abuela y los hijos aplauden y ponen los cubiertos parados, apoyados en la mesa esperando recibir su parte)<br /><br />Madre- (Impaciente) Querido, ¿te falta mucho?<br /><br />Padre- Voy. (Entra arreglándose sus ropas) El abuelo está muy frío.<br /><br />Abuela- Llévenle una manta. (La vecina tiembla) No, para usted no hay. (La hija va a comer pero el hermano le da una patada. El tío, se levanta y ensaya un discurso)<br /><br />Tío- Quiero agradecer a los queridos vecinos que han traído este hermoso postre. Es... la primera comida que tenemos luego que mi padre nos abandonara...<br /><br />Abuelo- (Entrando) Eso no es cierto.<br /><br />Vecina- ¡Ajjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjj!!!!!!!!!!!!!!!!!! (Se desmaya. El vecino tiembla sin saber qué medida tomar. Agarra un cuchillo y apunta hacia el abuelo)<br /><br />Abuelo- Yo nunca dejo algo por hacer (Se sienta en su lugar)<br /><br />Abuela- Claro. No comiste mi comida, pero no te pierdes esto que trajo esta mujer.<br /><br />Abuelo- No escucho, soy sordo.<br /><br />(La madre lo mira satisfecha. El padre le palmea la espalda. La abuela le acaricia los cabellos. El tío sonríe. La hija prepara otra miga de pan. El hermano le sonríe. Todos quedan en silencio viendo cómo come)<br /><br />Abuelo- (Cuando termina) Bueno, ahora sí. (Y se muere)<br /><br />Vecina- No puedo más. (Por enésima vez se desmaya)<br /><br />Hijo- (A la madre) Mamá, ¿esta mujer no necesita vitaminas? (Ella asiente comprensiva diciendo que sí. Toma un vaso de agua y se lo tira por la cara. La mujer, como una marioneta vuelve a como estaba antes)<br /><br />Vecina- ¡¿Qué pasó?! (Mira espantada al abuelo) ¡¿Pero, ustedes están locos?!<br /><br />Padre- No entiendo por qué. (Aprovecha a tomarle una mano y besársela. La vecina grita y le saca el brazo rápidamente, mientras el esposo, que la sostiene, mira receloso al padre. La madre, para calmarlos, apoya una mano en un hombro del vecino que, entusiasmado por el gesto, suelta a su mujer. Ésta, sin sostén, se pierde en el piso. El padre se apresura a levantarla. La mujer hace fuerza para soltarse y levantarse, agarrándose del mantel, de la mesa y de la silla en tanto el padre trata de apoyarse en ella. Mientras, la madre y el vecino juegan a los novios tomándose las manos y haciéndose gestos amorosos. A la vecina no le gusta lo que ellos hacen y como puede va hacia la puerta. El vecino deja de decirle cosas a la madre y va tras ella. Cuando cierran la puerta, padre y madre se miran a los ojos. Se encogen de hombros)<br /><br />Madre- Ellos se lo pierden.<br /><br />Padre- Es verdad. (Se dan la mano y se sientan en la mesa. Todos miran al abuelo)<br /><br />Madre- Padre, que sea la última vez. Se muere o no se muere.<br /><br />Abuela- Bien (Suspira, recogiendo los platos) Es hora de lavar los platos.<br /><br />Madre- No, deja, mamá, lo hago yo<br /><br />Abuela- No, lo hago yo.<br /><br />Madre- No, lo hago yo.<br /><br />Abuela- No, lo hago yo.<br /><br />Madre- ¡¿Será que por los siglos de los siglos tendremos esta discusión?! (Miran las dos al público, sin pestañar)<br /><br />Padre- Ejem... (Mira al tío. Éste intenta sacarle un anillo al abuelo, disimuladamente)<br /><br />Abuela- Ah, no... ¿No puedes esperar que esté frío?<br /><br />Tío- Es más difícil de sacarlo. Ya está (Se lo saca)<br /><br />Abuela- Bueno, me voy a lavar los platos.<br /><br />(Suena el timbre de calle. El padre abre. Son los vecinos, nuevamente)<br /><br />Vecina- Hola... (Se arregla el vestido. Habla con voz nerviosa, demasiado alta) Este, hemos sido desconsiderados... Lamentamos mucho lo ocurrido.<br /><br />Abuela- (Sale de la cocina para ver qué está pasando) ¿Lo ocurrido?<br /><br />Vecina- El abuelo que... murió.<br /><br />Abuela- Ah, eso... (Vuelve a la cocina)<br /><br />Vecina- (Mira a la madre) El abuelo que... murió...<br /><br />Madre- (Diplomática) Gracias, muy amables... ¿Quieren pasar?<br /><br />(Los sientan en sus lugares, en la mesa. Los vecinos quieren seguir conversando del tema, pero el padre, mirando el reloj se incorpora)<br /><br />Padre- Vaya, ya es la hora.<br /><br />Madre- Vamos, chicos, vamos...<br /><br />Abuelo- (Salta de la mesa) Era hora<br /><br />(La vecina grita y se lleva las manos al pecho)<br /><br />Tío- Vengan, no se lo pierdan<br /><br />Vecina- (Con cara de espanto) No, gracias...<br /><br />Vecino- (Igual) Gracias, otro día<br /><br />(Todos se ponen en una hilera, delante de la mesa, tomados de las cinturas como las filas de los coros de los music hall. Esperan. La madre coloca la música y corre a su lugar. Empieza el tema y todos bailan como en un show sin salirse de la fila, moviendo las piernas para un lado y para otro)<br /><br />Madre- Somos una familia muy unida (coro: Somos)<br /><br />Padre- La envidia de todos (somos)<br /><br />Hijo- En la escuela me lo dicen (somos)<br /><br />Hija- Mis amigas me lo dicen (somos)<br /><br />Abuelo- Unidos, unidos (somos)<br /><br />Abuela- Aunque protestemos (somos)<br /><br />Tío- Unidos (somos)<br /><br />Todos- Somos... Una familia... unida... somos.........................................<br /><br />(La abuela se adelanta y taconea como si fuera tap. El abuelo la rodea, y juntos bailan. Vuelven a sus lugares. La madre y el padre bailan como Fred Astaire y Ginger Rogers. Regresan. El tío se adelanta y baila como si tuviera en sus manos un bastón y usara un sombrero. Regresa. Los hijos hacen un acto de circo pegándose como payasos, simulando una pelea. Regresan. Mientras cada uno actúa, el resto del coro sigue bailando haciendo los mismos movimientos de piernas, y tomados de las cinturas)<br /><br />Todos: Somos... Somos... Una familia... Unida..... Somos............................<br /><br />(Hacen una figura de cierre para el aplauso, como si portaran bastones y sombreros)<br /><br />Todos- ¡Sí!<br /><br />(En silencio vuelven a sentarse en sus lugares. El abuelo queda como estaba antes. Los demás conversan entre sí por temas de la comida. Los vecinos están pálidos y duros)<br /><br />Vecina- (Desacomodada) Retornando... a... este... lo anterior...<br /><br />Padre- (Meloso) ¿Lo anterior?<br /><br />Vecino- El tema del abuelo... ¡Que supongo que murió, ¿no?!<br /><br />Tío- Ah, el abuelo...<br /><br />Madre- (Un poco molesta) ¿Qué pasa?<br /><br />Vecino- ¿Han pensado en... alguna... empresa?<br /><br />Madre- ¿Empresa?<br /><br />Vecina- Bueno... Para el abuelo...<br /><br />(El padre y la madre se miran no entendiendo)<br /><br />Padre- ¿Empresa para el abuelo? Pero... es que está muerto... No va a poder hacer mucho... Empresa, ¿de qué tipo?<br /><br />Vecina- No, no... Entendió mal... Empresa... después de... antes de... Este... Para que los que lo conocieron... lo saluden...<br /><br />Hijo- Pero el abuelo no puede saludar...<br /><br />Abuela- Querida, el abuelo se va a quedar acá. Ya le hemos preparado su nuevo hogar. No molesta. Él nunca fue de pedir mucho. Se acostumbró a poco. Además, es un plato menos. Gracias por la preocupación. Que les vaya bien. (Los saca de sus asientos e intenta llevarlos a la puerta)<br /><br />Vecina- ¡Voy a llamar a la Policía!<br /><br />Tío- ¿Para qué?<br /><br />Vecina- (Desacomodada) Ustedes no pueden... Él... (Está a punto de desmayarse pero cuando ve que el tío y el padre avanzan hacia ella se recompone)<br /><br />Madre- (Aparece con una bandejita con dos copitas) Calma, calma... Están muy nerviosos... Tomen esto, les va a hacer bien.<br /><br />(Los vecinos toman. Miran hacia delante. Y se caen. Quedan en el piso. Todos miran a la madre)<br /><br />Madre- Veneno.<br /><br />Padre- Bien. (El tío y él levantan a la pareja y la sientan en las sillas en las que habían estado. El padre arregla a la vecina, y la madre al vecino. Todos se sientan en sus lugares) Bueno, hoy tenemos visitas. Y parece que se van a quedar por un buen tiempo.<br /><br />Tío - (Acomoda al abuelo en su lugar. Éste queda con una mano en alto. El tío juega a posar para fotos, moviendo al hombre y poniéndolo en distintas posiciones. Él se coloca “mirando la cámara” hacia el público, en actitudes que cree graciosas) Diga “whisky”<br /><br />Abuela - ¡Déjalo en paz, por favor! ¡Bastante tiene con estar muerto!<br /><br />Esposa - ¡Deja a papá tranquilo!<br /><br />Tío – Ah, claro, tú podés jugar con él porque siempre fuiste su preferida…<br /><br />Abuelo – (Abre los ojos y grita) En China es igual nacer que morir… (Y se desinfla como una marioneta)<br /><br />Padre – (Mirando a todos) ¿Es lo único que sabe decir?<br /><br />Madre – Con papá no te metas.<br /><br />Hijos – (Haciendo burla) ¡El abuelo está vivo! ¡El abuelo está vivo!<br /><br />Madre – Papá, no andes asustando a los niños… Estás o no estás…<br /><br />Abuela - ¿Para qué le hablas si es sordo?<br /><br />Padre – (Tocando a la vecina) ¿Y qué hacemos con esta preciosura?<br /><br />Madre – Te referirás a él… (Baila alrededor del vecino, arreglándolo)<br /><br />Padre - ¿Eso te parece una preciosura? (Va colocando a la vecina casi en el medio, a la izquierda. Esta queda con la cabeza inclinada sobre un hombro)<br /><br />Abuela – (Caminando hacia el abuelo) A ver, a ver si escuchas alguna vez lo que te digo… Esto te pasa por ser un viejo terco… Que te mueres, que no te mueres, que tomas la sopa, que no la tomas, dices tonterías y después te callas… (Se sienta a su lado y le empieza a hablar sin que el público escuche lo que dice, con gestos incluidos, muy amablemente)<br /><br />Hija – (Se coloca al lado de la abuela, tironeándole el brazo para que le preste atención, y señalando a la vecina)<br /><br />Tío – (Se pone rápidamente al costado de la vecina y le sostiene la cabeza con la suya, como si estuvieran mimoseando, mientras le habla susurrándole. El padre se pone furioso y se sienta en el medio, al lado de ella)<br /><br />Madre – (Corre al vecino hasta sentarlo al lado del tío. Le pone en la mano izquierda, un cuchillo apuntando hacia el lado izquierdo de la mesa. Se sienta a la izquierda de él y le arregla tiernamente la ropa mientras lo mira embelezada)<br /><br />Hijo – (Se para al lado de su padre, del lado derecho y le pide atención, mostrándole lo que pasa con su madre. Lo hace sin que el público escuche lo que expresa)<br /><br />(Todos quedan como “La Última Cena” de Leonardo da Vinci, estáticos, ubicados de esta forma, de izquierda a derecha del público: Esposa, vecino, tío, vecina, padre, hijo, hija, abuela, abuelo)<br /><br />Padre – (En medio del silencio, abre las manos con las palmas hacia arriba, mira la mesa y dice) Alguien me va a traicionar esta noche…<br />Todos – (Saltan y lo miran. Tiene que ser al unísono) ¡¿Qué?! (Y vuelven a la posición anterior)<br /><br /><br />(Apagón)<br /><br />Finanimal stormhttp://www.blogger.com/profile/14507451639067425936noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-450246237374959914.post-44781581115226505142007-05-25T08:25:00.000-07:002007-09-18T18:30:15.478-07:00JUANA DE BELCIELJUANA DE BELCIEL<br />MÁS CONOCIDA POR SU NOMBRE DE RELIGIÓN,<br />COMO MADRE JUANA DE LOS ANGELES<br /><br /><br /><br />DE JOSÉ MILIÁN<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />Esta obra está inspirada en un hecho histórico<br /><br /><br /><br /><br /><br />PREMIO “PACO ALFONSO” AL MEJOR TEXTO TEATRAL DRAMÁTICO.<br />UNIÓN DE ESCRITORES Y ARTISTAS DE CUBA.<br /><br />PRIMERA MENCIÓN CASA DE LAS AMÉRICAS.<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />PERSONAJES:<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />JUANA DE LOS ANGELES, Madre Superiora.<br />URBAIN GRANDIER, Párroco de Loudun<br />JEAN JOSEPH SURIN, Padre Jesuita<br />ALFHONSE DE RICHELIEU, Primer Ministro de Francia.<br />PADRE LACTANCE, Exorcista<br />PADRE TRANQUILLE, Exorcista<br />BARON DE LAUBARDEMONT, Primer Presidente de la Corte de Apelaciones de Guyena.<br />Subordinado favorito de Richelieu.<br />CLAIRE DE SAZILLY, Hermana de la Caridad, Prima de Richelieu.<br />AGNES, Hermana de la Caridad<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />MÚSICA. COMIENZA LA CEREMONIA. TODOS LOS PERSONAJES ESTÁN SENTADOS EN SILLAS. SE ESCUCHAN GRITOS DESDE EL FONDO. JUANA AVANZA A PROSCENIO.<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />JUANA (Gritando) ¡No era bonita! ¡No era bonita! ¡No era bonita! ¡ No tenía más que ojos!<br />¡Los lindos ojos de Juana! ¡Eso decían todos! (Transición) Lo que agrada a dios es la<br />profunda humildad de la santa en sus revelaciones. Lo que agrada a los hombres es<br />el conocimiento de lo revelado. Así vamos trabajando en nuestra propia muerte al<br />imitar sus palabras y sin embargo, pensamos que de esta manera imitamos su for-<br />ma de ser.<br /><br />LAS HERMANAS CLAIRE Y AGNES SE LEVANTAN Y RODEAN A JUANA. COMIENZAN A DAR PALMADAS ALREDEDOR DE ELLA, MIENTRAS ENTONAN UN CÁNTICO. EL CANTICO Y LOS GOLPES SE TORNAN MÁS ALUCINANTES: JUANA COMIENZA A MOLESTARSE LAUBARDEMONT SE LEVANTA ENFURECIDO. CLAIRE Y AGNES SE ARRODILLAN AL LADO DE JUANA ADOPTANDO POSTURAS DE SANTAS.<br /><br /><br />LAUBARDEMONT ¡Me opongo! ¡Yo soy la única persona autorizada para dirigir los exorcismos!<br />RICHELIEU No es un exorcismo.<br />LAUBARDE MONT Se le está excitando... y ni siquiera en el nombre de Dios.<br />RICHELIEU No es un exorcismo.<br />LAUBARDEMONT Es una herejía, puesto que se trata de un acto profano. ¡Déjela hablar sin que<br />sufra!<br />RICHELIEU No sufre.<br />LAUBARDEMONT Evidentemente sufre. Aquí todos podemos observarlo.<br />RICHELIEU Ella está demasiado consciente de su papel.<br />CLAIRE (Molestando a Juana)¡Que diga la verdad! ¡Se reía a carcajadas!<br />AGNES Se reía durante los ejercicios espirituales.<br />CLAIRE No eran los demonios. ¡Ella se burlaba!<br />AGNES Nos trataba como a enemigos.<br />CLAIRE ¡Todo el mundo le resultaba antipático!<br />AGNES ¡Que hable! ¡Que diga la verdad!<br />JUANA ¡Basta! ¡Basta! Voy a hablar.<br /><br />COMIENZA LA MÚSICA.<br /><br />JUANA No era bonita. No tenía más que ojos. Los lindos ojos de Juana. ¡Eso decían todos!<br />A veces lograba olvidarme de mi cuerpo. Es cierto que tengo... una deformación<br /><br /><br />en el hombro. Trato de disimularlo con los pliegues del hábito. Pero allí está cuan-<br />el hábito desaparece. ¿Acaso es justo? ¿A quién puedo culpar? ¿Cómo es posible<br />que Dios reuniera tantas imperfecciones en mí? Mis padres me habían dicho que<br />de niña tuve una afección tuberculosa en los huesos y ya, con esa información de-<br />bes vivir, entre los demás, como los demás. ¡Mentira! ¡Todos me veían distinta! ¡To-<br />dos lo notaban! Desde niña, cuando aún los hábitos no me servían para nada. Sin<br />embargo, tuve la misma educación que la del resto de las jóvenes de mi época. Tan<br />rudimentaria como la de ellas. Pero yo era distinta. Juana tiene una deformación en<br />el hombro. Juana nada más que tiene ojos. ¡Ojos! Pero yo era más inteligente que<br />ellas. Era repugnante, pero más inteligente. Siempre desperté ese sentimiento: la<br />piedad. ¡La piedad! Pero yo era inteligente. ¡Qué consciente estaba de ello! Mis pa-<br />dres siempre decían que mi carácter era mi peor enemigo. Pero también era el peor<br />enemigo de los demás. Es cierto que me reía, que me burlaba de todos. Pero lo hacía<br />antes de que se rieran de mí. (Comienza a reírse) El pobre Surin decía que mi naturale-<br />za era jocosa ¡Jocosa! (Estalla en carcajadas que poco a poco contagian a Claire y Agnes.Poco<br />a poco la risa se extiende desde Richelieu a todos. Exceptuando a Surin.) El esperaba una ri-<br />de humildad. (Carcajadas de todos) De tolerancia. (Carcajadas) De autocrítica. (Carcajadas)<br />Quería una risa estallando en el lugar del despecho por la perversidad del mundo.<br />(Carcajadas) ¡ Pero yo me reía por venganza! Para ponerlos a todos en el lugar que me<br />querían poner a mí. ¿Eso se llama cinismo? ¿Pero cómo puede una vengarse de su desti-<br />no? Es cierto que fui una niña difícil. Mis padres nunca me soportaron. Por eso me envi-<br />aron con mi tía que era priora de una abadía. Después de dos o tres años, no recuerdo<br />bien, las monjas me devolvieron a casa... ¡porque no podían conmigo! (Estalla nuevamen-<br />te en carcajadas)<br /><br />JUANA SE RETIRA POR EL FONDO. GRANDIER SE LEVANTA DESPLAZÁNDOSE POR TO-<br />DO EL ESCENARIO. TODOS LO OBSERVAN CON DESAGRADO.<br /><br /><br />GRANDIER ¿Puedo ponerme cómodo?<br />LAUBARDEMONT Puede.<br />GRANDIER (Sermoneando) La historia de la Iglesia es una larga historia de odios.<br />Odios de los funcionarios de la Iglesia hacia los Infieles, odios particulares<br />de Orden a Orden, de escuela a Escuela, de provincia a provincia, de teólo-<br />go a teólogo. Una Iglesia dividida por odios intestinos, no puede predicar<br />sistemáticamente el amor. Y tampoco puede practicarlo porque eso es hipo-<br />cresía. Este es el problema en que me debato.<br />RICHELIEU ¿Con qué derecho puede criticar la actitud de la Iglesia?<br />GRANDIER Porque tengo conciencia de que estoy obrando en el nombre de Dios.<br />RICHELIEU ¿Y está obrando en el nombre de Dios cuando se mete en la cama de una se-<br />ñorita de buena familia?<br />GRANDIER Prefiero hablar de nuestras contradicciones internas. El amor desinteresado...<br />RICHELIEU (Lo interrumpe) ¿Pero cómo puede hablar de amor desinteresado un hereje<br />que considera el placer carnal como la actividad fundamental de su vida?<br />GRANDIER El partidismo es una compleja pasión que permite al que la alimenta obtener<br />grandes ganancias.<br />RICHELIEU ¡Dios nunca estará de parte de un pecador!<br />LAUBARDEMONT Todos sabemos muy bien en qué consistía esa medida de que todos los feli-<br />greses se tenían que confesar con el cura de la parroquia y no con otro cura,<br />o sea, con él.<br />RICHELIEU Las mujeres son las que más se confiesan.<br />LAUBARDEMONT Y todos estuvieron muy de acuerdo en obedecer. Los monjes empezaron a<br />quejarse porque perdían penitentes, mientras usted se ganaba un público de<br />admiradoras.<br />RICHELIEU ¡De fanáticas! Dispuestas a cualquier cosa por traicionar a sus maridos con<br />un cura que según ellas, estaba muy bien dotado por la naturaleza.¡Dios las<br />perdone! Pero hay algo más importante. Algo que no he olvidado. Cuando<br />fui apartado de la Corte en 1618, usted se valió de su posición, sin el menor<br />respeto, sin la menor cortesía, reclamando el derecho de preferencia en la<br />procesión que recorrería las calles de Loudun, ofendiéndome de acción y de<br />palabra. Pero mi querido Urbain Grandier, usted se olvida de algo, por<br />ejemplo, de que mi destierro no sería permanente, porque la vida da mu-<br />chas vueltas y un año más tarde yo sería nuevamente llamado a París y<br />unos años después me convertiría en Primer Ministro del Rey y en Carde-<br />nal. Y por supuesto nunca he olvidado aquella ofensa.<br /><br />GRANDIER (Un poco ajeno a lo que se está planteando) Todas las razas de la Tierra, los<br />hombres, las bestias ,las criaturas del mar, el ganado; hasta los pájaros de<br />brillantes colores, son arrastrados por ardientes pasiones. El amor es igual<br />en todos...<br />LAUBARDEMONT De nada sirvió que escribiéramos a la Reina para que castigara su maldita<br />insolencia.<br />TRANQUILLE Si mal no recuerdo, lo sucedido a la infeliz señorita Philippe Trincant , es<br />suficiente para enviar un hombre a la hoguera.<br />RICHELIEU ¿Qué dices desgraciado? ¿Es que la pena capital de Loudun es la Hoguera?<br />¿Podemos enviar a la Hoguera a cualquier delincuente vulgar? El caso de<br />Philippe es un caso de delincuencia común, de violación. El que lo haya<br />cometido un cura, no basta para que tenga trascendencia religiosa. Es un<br />delito vulgar, cometido por un vulgar delincuente, que traicionó la hones-<br />tidad de su vocación. En la Hoguera sólo mueren...<br /><br />CUANDO RICHELIEU MENCIONA LA HOGUERA VUELVE LA MÚSICA . JUANA ENTRA A ESCENA DANDO GRITOS.<br /><br />...aquellos que atentan contra Dios. Aquellos que abren su alma al Diablo.<br />Aquellos que prefieren la convivencia con los demonios, con el Infierno.<br />¡Por lo tanto deben morir en las llamas, en la Hoguera! Es el supremo cas-<br />tigo para los que tienen relaciones con los enemigos de Dios. Sí, es cierto,<br />también el Cielo está dividido en amigos y enemigos. Pero...¿Quiénes son<br />nuestros amigos? ¿Acaso podemos atribuirle al Diablo la creación de nues-<br />tra existencia? ¡No! La Hoguera es el tormento supremo, infinito. La Ho-<br />guera es el fin de los hechiceros. El fin del demonio. ¡A la Hoguera con el<br />Diablo!<br /><br />TODOS LANZAN UNA CARCAJADA ANTE LA DIALÉCTICA CONTRADICCIÓN DE RICHE-LIEU , EXCEPTUANDO A JUANA QUE GRITA.<br /><br />JUANA ¡ Sólo Dios sabe cuánto sufro!<br />GRANDIER Philippe era una joven aristocrática. Yo la encontraba bella, como un cua-<br />dro. Tocaba el laud. Le gustaba leer y hasta sabía un poco de latín. Cuando<br />la tenía delante, sentía...una sensualidad...moral.<br />Era un delicioso sueño. Hasta los más equilibrados y los que mejor se domi-<br />nan sienten a veces la tentación de hacer lo contrario a lo que deben.(Se arro-<br />dilla suplicando comprensión.) ¡No pude! ¡No pude resistir la tentación! Más<br />bien encontraba razones para someterme a ella. Era una locura, un crimen,<br />lo sabía. Pero no podía resistirme. ¿Cómo librarme de esas noches aplastan-<br />tes en que la única imagen que aparecía ante el espejo era la mía?<br />RICHELIEU ¿Y su fe no lo acompañaba?<br />GRANDIER Mi fe me bastaba, para encontrar... el placer.<br />LAUBARDEMONT ¡Esto es asqueroso! ¡Este hombre no tiene justificación posibl e!<br />RICHELIEU Se hacía pasar por maestro de latín, todos los días, excepto los martes.<br />LAUBARDEMONT Los martes, gozaba con una viuda. La viuda del comerciante de vi nos.<br />GRANDIER Es imposible vivir en este pueblo. Todo se habla. Se habla de las sangrías,<br />de la sífilis de la señora marquesa, del segundo aborto de la mujer del Con-<br />sejero real. ¡Se habla de todo! Todo invita a la burla, al sarcasmo.<br />LAUBARDEMONT No tiene ningún derecho a hablar así. Este es su momento histórico.¡No<br />tiene otra salida!<br />RICHELIEU ¡Qué escándalo para la Iglesia!<br />GRANDIER ¿Pero como ser humano no tengo derecho al deseo? ¿Soy o no soy un ser<br />humano? ¿Por qué debo atentar contra mi naturaleza? ¿Por qué debo re-<br />primir el instinto?<br /><br />MUSICA .LOS DEMÁS PERSONAJES ABANDONAN EL ESCENARIO. GRANDIER SE RE-<br />TUERCE TRATANDO DE DESPOJARSE DE SUS HÁBITOS. QUE DA EXHAUSTO. DESPOJA- DO DE SUS HÁBITOS DESCUBRE SU CUERPO DE HOMBRE .ESTE RECONOCIMIENTO LO HACE A TRAVÉS DE UN PROFUNDO SENTIMIENTO.<br /><br />.<br /><br />GRANDIER Desciendo...desciendo. en este viaje me olvido de la realidad y me entrego. Es<br />una dicha interior. Una especie de desesperación.¡Me lanzo! ¡Me lanzo! Este<br />sufrimiento me hace feliz. Es el Apocalipsis de mis miembros, pero soy feliz.<br />Mi pasión va tomando cuerpo. He descubierto mi otro yo. Eso que está por de-<br />bajo del yo. ¡Soy todo amor! ¡Sólo amor! Nada existe fuera del amor. Nada,<br />sólo amor... ¡Amor!<br />Una cara de mármol. Una cara como un ataúd. Cerrada. Inmutable. Me mira-<br />ba como si estuviera en otro mundo. Un mundo donde no hay más que sufri-<br />mientos. ¡Esa mirada! Ella a veces tomaba mis manos, acercaba su boca a la<br />mía y bebía de mi garganta. A veces sus pechos se entregaban furiosamente.<br />¡Pero hoy no! Hoy era de mármol. Una cara como un ataúd (Grita) ¡Iba a tener<br />un hijo mío!<br /><br />CESA LA MÚSICA .GRANDIER SE COLOCA AL CENTRO DEL ESCENARIO COMPLETA-MENTE DESNUDO DE ESPALDAS AL PÚBLICO. SU CUERPO SIMULA A JESUCRISTO CRU-CIFICADO. JUANA ENTRA POR EL FONDO CON LAS HERMANAS CLAIRE Y AGNES Y SE<br />SIENTAN EN PROSCENIO. COMIENZAN A QUITARLE ALGUNOS ELEMENTOS DE VES-<br />TUARIO.<br /><br />JUANA Hermana Claire, ¿has tenido alguna noticia?<br />CLAIRE No, reverenda madre.<br />JUANA Nuestro guía espiritual está muy enfermo.<br /><br />LE PONEN UNA BATA DE DORMIR.<br /><br />CLAIRE ¿Es posible que muera?<br />JUANA Es posible. Y quedaremos abandonadas a nuestra suerte.<br />CLAIRE Necesitamos otro guía espiritual.<br />JUANA En eso estoy pensando. Todos los curas viejos corren el peligro de morir ense-<br />guida.<br />CLAIRE (Persignándose) ¡Dios nos perdone!<br />JUANA Pero existe la posibilidad de que nuestro guía espiritual, en el futuro, no muera<br />enseguida.<br />CLAIRE ¿Eso es posible, madre?<br />JUANA Es posible.(Pausa) ¿Y qué tiene la hermana Agnés que está tan silenciosa?<br />AGNÉS Nada, reverenda madre.<br />JUANA Cuéntame sin rodeos. ¿Las mismas historias?<br />AGNÉS Sí, reverenda madre.<br />CLAIRE Nos lo contó la madre de una de las niñas esta tarde.<br />AGNÉS El padre Grandier sostenía relaciones carnales... con la hija del juez. A espaldas<br />de su padre.<br />JUANA ¿Es joven ?<br />AGNÉS Muy joven.<br />JUANA ¿Y bonita ?<br />AGNÉS Sí, madre.<br />JUANA Por lo visto nadie puede resistirse a los encantos del padre Grandier.<br />CLAIRE ¡Es un desvergonzado! Con el perdón de Dios. No le basta con las viudas<br />y las casadas. ¡También una señorita de buena familia!<br />AGNÉS Pero hay algo más. Philippe ha tenido un hijo de él .<br />JUANA ¡Jesús! ¿Pero sabes lo que estás diciendo?<br />CLAIRE Todos lo saben, madre. El juez lo ha tratado de ocultar y ha jurado vengarse<br />del párroco.<br />AGNÉS Pero el niño no está con la madre.<br />JUANA ¿Ah , no?<br />AGNÉS Se lo han regalado a una amiga de ella. Lo está criando.<br />JUANA Pero es una vergüenza.<br />AGNÉS Así mismo es , reverenda madre.<br />JUANA No creo que ese sea el motivo de tu silencio. No es la primera historia que<br />oímos sobre el padre Grandier.<br />CLAIRE Es que está preocupado por... el niño.<br />JUANA ¿El niño? ¿Pero no está en buenas manos? ¿Quieres traerlo al convento?<br />AGNES Es que está sin bautizar. (Se va de escena)<br /><br />DESDE SU SITIO AGNÉS SE RIE .<br /><br />JUANA ¿Crees que le preocupe eso realmente?<br />CLAIRE Claro que no, reverenda madre. (Se rie)<br />JUANA (Lanzando una carcajada) Quizás Grandier ... perdón, el padre Grandier, acepte<br />ser nuestro guía espiritual. ¿No crees?<br />CLAIRE Dios la escuche, madre.<br />JUANA Buenas noches, hermana Claire.<br />CLAIRE Buenas noches, reverenda madre.<br /><br />MÚSICA . JUANA QUEDA SOLA. LOS SUEÑOS DE JUANA<br /><br />JUANA Una se estremece al pensar que, en la sacristía , a solo unos pasos del santí-<br />simo sacramento , el padre Grandier ha sido capaz... ¡Y la probrecita hija del<br />juez! Seducida en la biblioteca, ante las mismas barbas de su padre. En cam-<br />bio... Todas esas mujeres no son más que unas hipócritas. No son más que<br />unas disimuladas. Andan con sus libros de oraciones bajo el brazo, hablando<br />blandamente, con cuerpos de palo. ¡ Y hasta son poco atractivas!<br /><br />JUANA TIENE UN SUEÑO ERÓTICO CON GRANDIER CRUCIFICADO.<br /><br />JUANA Si por lo menos pudiera conseguir que él llegara hasta el locutorio. Entonces<br />lo miraría fijamente, penetrantemente, con esos ojos que le revelarían mi<br />alma en toda su desnudez. Detrás de las rejas puedo mostrarme un tanto<br />desvergonzada. En cuanto muera nuestro guía espiritual, escribiré a Gran-<br />dier. No podrá negarse ante las súplicas de todo un convento. ¡Y mi carta se-<br />rá tan desesperada!<br /><br />GRANDIER Y JUANA REALIZAN UNA DANZA ERÓTICA QUE CULMINA EN UN ORGAS-<br />MO. GRANDIER SALE CORRIENDO.<br /><br />JUANA (Se justifica) ¡Mi honor está en poder de Dios! ¡El dispondrá de mi cuerpo<br />según su voluntad!<br /><br />CESA LA MÚSICA. JUANA SE VA DE ESCENA. ENTRAN CLAIRE Y AGNES Y CAMBIAN LAS<br />SILLAS DE LUGAR MIENTRAS CONVERSAN.<br /><br />AGNÉS No pude dormir en toda la noche.<br />CLAIRE Por favor , hermana, reza.<br />AGNÉS Es que no puedo concentrarme.<br />CLAIRE Entonces rezaré por ti.<br />AGNÉS Estoy segura de que la reverenda madre hará algo.<br />CLAIRE Nada puede hacer. Dios lo ha querido así.<br />AGNÉS Por favor, Claire. ¡Sabes muy bien que la voluntad divina no está en todo!<br />Sería estúpido pensar que fue Dios quien impulsó al padre Grandier para que<br />violara a la joven Philippe.<br />CLAIRE ¿Y por qué no? ¡Es un castigo! ¡Reza, hermana!<br />AGNÉS No puedo, tengo deseos de gritar.<br />CLAIRE Por favor, hermana Agnés, esto es demasiado. Llamaré a la reverenda madre.<br />AGNÉS La reverenda madre hace rato que está gritando en su celda.<br />CLAIRE ¿ Es que nos hemos vuelto locas?<br />AGNÉS Creo que son... los demonios.¡Han entrado los demonios!<br /><br />JUANA DESCALZA Y A MEDIO VESTIR AVANZA HASTA ELLAS. LAUBARDEMONT ENTRA DETRÁS Y ESCUCHA AGAZAPADO DETRÁS DE UNA SILLA.<br /><br />CLAIRE ¡Jesús! (Corre y se arrodilla frente a ella) Piedad, señor. ¡Piedad! ¿Qué es esto,<br />madre? ¿Cómo se deja arrastrar de esta manera por los demonios?<br />AGNÉS ¿Comprendes ahora, Claire? ¿Comprendes ahora? El demonio ha entrado en<br />nuestro convento.<br />JUANA En cinco años, nunca antes había sufrido una humillación tan grande.<br />¡Nunca antes de ser la madre superiora! Siempre supe que eligirían<br />a alguna de nosotras, cuando la reverenda madre muriera. Pero yo quería ser<br />la sucesora. Y entonces no me importaron las humillaciones. Todo me importa-<br />ba poco. ¡Me fui haciendo indispensable! Otras monjas eran más capaces que yo,<br />pero me fui valiendo de miles de pequeñas sumisiones para imponerme a ella,<br />hasta que llegó a considerarme indispensable a su lado. Hasta la convencí de<br />que yo era buena y virtuosa. Supe disimular muy bien.¡Usé la hipocresía! Y así<br />fui obteniendo pequeños privilegios, de esos que se obtienen cuando lamemos<br />botas, poco a poco...¡Y al fin obtuve la victoria! Antes de morir me propuso a mí<br />¡Desde entonces hago lo que me da la gana en este convento! ¡Soy la única res-<br />ponsable de mis actos! ¡No puedo tolerar esta humillación!<br /><br />CLAIRE Calma, reverenda madre.<br />AGNÉS La reverenda madre ha visto al Diablo en su celda .<br />CLAIRE Déjanos solos, Agnés.<br />AGNÉS No pienso moverme de aquí.<br />CLAIRE ¿Quieres despertar a las demás para que se forme un escándalo?<br />AGNÉS Solo quiero escuchar a la madre superiora.<br />JUANA (Delirando) Se ha negado , hermana Claire. No se considera digno de tan alto<br />Honor. ¡Eso ha dicho! ¡Tan alto honor!<br />CLAIRE Pensaremos en otra solución cuando esté más calmada, madre.¡Ahora vamos a<br />la cama.<br />JUANA ¡A la cama no! Allí también se me aparece. Dice que tiene deberes en la parro-<br />quia, que le impiden aceptar nuestra proposición. ¡No acepta ser nuestro guía<br />espiritual! ¿Pero cómo ha podido resistirse a un llamado tan cordial? ¿Tan pia-<br />doso?<br />CLAIRE Podemos volver a intentarlo.<br />JUANA No tenemos otra forma llegar hasta él. Y él no hará nada por llegar a nosotras.<br />AGNÉS El padre Grandier vive en un mundo imposible de penetrar.<br />CLAIRE ¡Agnés! Tu conducta es pésima y más en un momento como éste en que se nece-<br />sita tanta cordura. ¡Esto no puede salir de aquí!<br />JUANA (Grita) ¡He sido ofendida...! ¡Humillada!<br />CLAIRE Cuidado, madre, puede terminar odiando.<br />JUANA ¡Ya es tarde! ¡Ya es tarde!<br />AGNÉS La reverenda madre insultó a la señorita Philippe en plena iglesia.<br />CLAIRE ¿Pero qué estás diciendo?<br />JUANA Sí, le grite ramera. ¡Prostituta! ¡Corruptora de sacerdotes!<br />AGNÉS (Divertida) ¡ Y la escupió!<br />CLAIRE ¡Dios mío, perdona a nuestra madre!<br />JUANA ¡La escupí en la cara! Y lo único que hizo fue salir corriendo. ¡Quiero vengarme!<br />¡Quiero vengarme de ese hombre!<br />CLAIRE ¡Por Dios, madre! Nos estamos volviendo locas. ¡Las otras hermanas no pueden<br />enterarse de esto!<br />AGNÉS ¡Hay más! La reverenda madre ha visto al Diablo en su celda.<br />CLAIRE No es posible. En el convento no puede entrar el Diablo. ¡Es el reino de Dios!<br />JUANA ¡Lo he visto! Antes creía que era un príncipe encantador. Antes pensaba eso. Ahora<br />lo he visto bien. ¡Muy bien!. Acercó su rostro al mío y comenzó a hablarme de<br />amores. A hacerme caricias atrevidas y hasta obscenas. Me pedía que le entregara<br />aquello ya entregado a Dios!<br />CLAIRE ¡En el nombre del Padre, del hijo y del Espíritu Santo!<br />JUANA Esta vez le ví bien el rostro. Bien cerca. Pude sentir su aliento en mi boca. Era<br />Urbain Grandier.<br /><br />AGNÉS GRITA Y SE DESPLOMA.<br /><br />CLAIRE ¡Estamos perdidas! Esto nadie podrá detenerlo. Escribiré a mi primo el Cardenal.<br />No podemos permitir que el Diablo destruya nuestro hogar.<br />JUANA Grandier me estaba haciendo proposiciones indecorosas. Que le entregara aquello<br />que ya le pertenece a Dios.<br />CLAIRE Reverenda madre, va a perder la razón. Tiene que hacer un esfuerzo.<br />AGNÉS (Incorporándose) ¡El convento está embrujado! ¡Está embrujado! ¡Ha entrado el<br />Diablo!<br />JUANA Es él quien nos envía los demonios. Lo he visto bien. Comenzó a regar su semen<br />por toda la celda, sobre mi cuerpo. Y hasta me golpeó con fuerza. ¡Era Grandier!<br /><br />TRANQUILLE SE PONE DE PIE Y AVANZA HACIA ELLAS. COMIENZA A MOVER LAS SILLAS<br />PREPARANDO LOS EXORCISMOS.<br /><br /><br />TRANQUILLE Aquí tenemos ya un arma. Como los antecedentes del padre Grandier son bien<br />conocidos, la batalla no será difícil . Ahora podemos combatirlo de frente. No po-<br />demos poner en duda la palabra de la reverenda madre superiora, la Iglesia ha<br />confiado en ella la dirección del Convento. Grandier como pecador ha puesto<br />constantemente a la Iglesia en tela de juicio. No vamos a negar el poder que ejerce<br />la opinión pública, vamos a utilizarla en nuestro favor. Abriremos al pueblo la<br />puerta de la capilla y lo dejaremos presenciar los exorcismos. Allí la reverenda<br />madre tendrá un escenario propicio para desenvolverse libremente y a nadie le que-<br />dará la menor duda de quién es el culpable. Vamos a usar al Diablo en nuestro favor<br />y así podremos restaurar el viejo prestigio de la Iglesia . Siempre he pensado, en con-<br />tra de las palabras de su eminencia el Cardenal, que Grandier debía morir en la ho-<br />guera, y ahora tendré la oportunidad de probarlo. El primer paso será demostrar<br />que Juana está realmente poseída. Segundo paso, desde el punto de vista Teológico<br />debemos destruir al culpable. La reverenda madre quiere vengarse de él, así que en-<br />tre los dos demostraremos que Grandier es un hechicero y morirá en la hoguera.<br /><br />LA HERMANA CLAIRE SE HA SENTADO, MIRANDO A UN PUNTO FIJO. MIENTRAS AGNÉS VISTE A JUANA CON GRAN ENTUSIASMO.<br /><br /><br />AGNÉS ¡Lista, madre! ¿Podemos comenzar?<br /><br /><br />LAUBARDEMONT ,TRANQUILLE Y LACTANCE AVANZAN Y SE COLOCAN FRENTE A LAS<br />MONJAS. LACTANCE BENDICE EL LUGAR.<br /><br />TRANQUILLE Te exorcizo, espíritu inmundo, todo ataque del adversario, todo espectro, toda<br />Legión, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, desarráigate y huye de esta<br />criatura de Dios.<br />LACTANCE (A la hermana Agnés) Exorcizo te immundíssimo spiritus, omnis incursio adver-<br />sarü, omniphantasma, omnis legio, in nomine Domini Nostri Jesús Christi ,<br />erradicare et affugare ab hoc plasmate Dei.<br /><br />JUANA PERMANECE INMÓVIL.<br /><br />TRANQUILLE Te conjuro antigua serpiente, por el juez de los vivos y de los muertos...<br />LACTANCE Adjuro te ,serpens antique, per Judicem viverum et mortuorum...<br /><br /><br />LACTANCE LANZA CONTRA LA HERMANA AGNÉS UNA RÁFAGA DE AGUA BENDITA. DESPUÉS A JUANA. JUANA SE CUBRE EL ROSTRO. INMEDIATAMENTE AGNÉS REPITE LA ACCIÓN DE JUANA.<br /><br />TRANQUILLE (Al notar el gesto de Juana se precipita sobre ella) Te conjuro por el hacedor tuyo<br />y del mundo , por aquel que tiene poder para castigarte , a que abandones a<br />este siervo de Dios que vuelve al seno de la Iglesia , a que salgas lleno de mie-<br />do y de aflicción por tu furiosa huída.<br /><br />JUANA EXPERIMENTA CONVULSIONES.<br /><br />LACTANCE Adjuro te, per eum qui habet protestatem miiittendi te ingehennam, ut ab hoc<br />Famulo Dei, qui ad sinum Ecleciac recurrit, oum metu et exorcitu furoris tui<br />festinus discedas...<br /><br />JUANA COMIENZA A AULLAR Y RECHINAR LOS DIENTES.<br /><br />TRANQUILLE (Tratando de sujetarla) Te conjuro espíritu del mal, en este momento, para que<br />Hables, ¿Quién eres? ¿Quién eres?<br /><br />JUANA RUEDA POR EL SUELO.<br /><br />JUANA ¡Asmodeus!<br />TRANQUILLE ¿Qué haces en el cuerpo de esta sierva del señor? ¡Abandónalo inmedia-<br />tamente!<br />JUANA Me llamo Asmodeus. Y estoy aquí. (Muestra el bajo vientre)<br />TRANQUILLE (Mostrándole el crucifijo) ¡Humíllate Asmodeus!<br />JUANA (Se retuerce) ¡No, no , no, no!<br />TRANQUILLE ¡Contéstame, Asmodeus! ¿Cómo has podido entrar en el cuerpo de la madre<br />superiora?<br />JUANA (habla con voz extraña) El otro día, en la escalera... ella se encontró un ramo de<br />rosas...<br /><br />AGNÉS LA MIRA IMPRESIONADA SIN ATREVERSE A HACER OTRA COSA.<br /><br />JUANA ...Y la muy estúpida, se lo puso en la cintura. Entonces le empezaron los tem-<br />blores en el brazo.<br />TRANQUILLE ¿Y cómo llegaron estas flores hasta allí?<br />JUANA (Se contorsiona) No sé , no sé...<br />LAUBARDEMONT Asmodeus tiene que hablar. Ese detalle es importante para nosotros.<br />TRANQUILLE ¡Estoy seguro de que hablará! (A Juana) Espíritu inmundo: te conmino a ha-<br />blar, o serás sometido a las más terribles torturas.<br />JUANA No, torturas no, hablaré, hablaré.<br />LAUBARDEMONT ¡Que diga quién envió las flores!<br />TRANQUILLE ¡Habla ,Asmodeus! Delante del santísimo, dinos ¿Quién envió las flores?<br />JUANA (Por un momento vacila.) Urbain... Grandier...<br />TRANQUILLE ¡Di su condición!<br />JUANA Sacerdote.<br />TRANQUILLE ¿De qué Iglesia?<br />JUANA La de San pedro.<br />LAUBARDEMONT ¡Escuchen bien! ¡El demonio ha hablado! El padre Grandier tendrá que res-<br />ponder por esto.<br />AGNÉS ¡Socorro!<br />LACTANCE (Sobre ella.) In nomine Domini Nostri Jesús Chirsti, eradicare et affugare ab<br />Hoc plasmate Dei...<br />AGNÉS ( En el suelo.) Piedad, piedad.<br />TRANQUILLE ¡Asmodeus! Te conmino a abandonar el cuerpo de la reverenda madre, ahora<br />Mismo.<br />JUANA No, no, no , no...<br />TRANQUILLE ¡Abandónalo o saldrás por la fuerza!<br />JUANA No creas que te será tan fácil sacarme de este lindo cuerpo...¡Lindo cuerpo!<br />TRANQUILLE Immundissimo spiritus, omnis incursio adversarü...<br />JUANA No me dan miedo tus palabrejas en latín.<br />LAUBARDEMONT (Indignado.)¡ Ya es demasiado!<br />TRANQUILLE ¡Abandona el cuerpo de la reverenda madre!<br /><br />TRANQUILLE COLOCA UN CRUCIFIJO EN EL CUERPO DE LA MADRE SUPERIORA. JUANA LANZA UN GRITO Y SE QUEDA INMÓVIL. AGNÉS SE INCORPORA AYUDADA POR LACTANCE. TODOS OBSERVAN A LA MADRE JUANA.<br /><br /><br />JUANA (comienza a abrir los ojos lentamente.) (Después aulla y lanza el crucifijo lejos de<br />ella) ¡No, no lo abandonaré! ¡Quiero vivir aquí siempre! ¡Quiero quedarme<br />aquí para siempre! ¡Quiero hacer con este cuerpo lo que me dé la gana!<br />LAUBARDEMONT ¡Sujétenla! Le aplicaremos un cuarto de galón de agua bendita en un enema,<br />tendrá que salir por la fuerza.<br />JUANA No, a la mierda. ¡A la mierda!<br /><br />TRANQUILLE Y LACTANCE COMIENZAN A ATARLA.<br /><br />JUANA ¡Me cago en el padre, en el hijo y en el Espíritu Santo!<br />CLAIRE (Grita.) ¡Por favor, no hagan eso!<br />LAUBARDEMONT Es un método que ha dado resultado. Es un enema milagroso. Asmodeus<br />dejará de importunarnos.<br />CLAIRE No, no lo hagas. Asmodeus se irá sin resistencia. (A Juana.)¿ Verdad , madre?<br />¿Verdad que saldrá voluntariamente?<br />JUANA ¡No! No quiero salir. ¡A la mierda Jesucristo con todos!<br />CLAIRE Están locas. ¡Las dos se han vuelto locas!<br /><br />TRANQUILLE SE VUELVE A CLAIRE CON EL CRUCIFIJO EN LA MANO.<br /><br />TRANQUILLE ¡Cálmate, Satanás! ¡Cálmate!<br />LACTANCE (Sobre Claire.) Adjuro te, serpens antique, per judicen vivorum...<br />CLAIRE No, no. Basta con eso. ¡Déjenos en paz!<br />TRANQUILLE (A Claire.) Besa la cruz. Besa la cruz.<br />CLAIRE (Seria.) No tengo por qué calmarme. Y no soy Satanás.<br />JUANA (Lanzando otro aullido) Prefiero el infierno a ustedes. No abandonaré este<br />cuerpo nunca. ¡Viva satanás!<br /><br /><br />CLAIRE SE RIE A CARCAJADAS.<br /><br />TRANQUILLE Besa la cruz. Besa la cruz.<br />CLAIRE (Se ríe más) No puedo, no puedo.<br />JUANA Ustedes ignoran el poder que tiene el Diablo.<br />CLAIRE (Se abraza a Juana) ¡Ayúdame, madre!<br />LAUBARDEMONT ¡Es la prima de Richelieu!<br />CLAIRE ¡Yo también prefiero al Diablo!<br />TRANQUILLE Pero está tan perdida como las otras.<br />LACTANCE SE ACERCA A CLAIRE Y LE PONE EL CRUCIFIJO DELANTE.<br /><br />JUANA ¡Escúpelo!<br /><br />CLAIRE DESPUÉS DE UN INSTANTE LO BESA. JUANA AULLA CON MÁS FUERZA. AGNÉS Y CLAIRE SE ABRAZAN.<br /><br />LAUBARDEMONT Ahora sólo nos queda expulsar a Asmodeus. ¡Preparen el enema!<br /><br />JUANA Y LAS HERMANAS SE RETIRAN. LAUBARDEMONT Y RICHELIEU INTERCAMBIAN<br />IMPRESIONES. TRANQUILLE Y LACTANCE ESPERAN ÓRDENES.<br /><br />LAUBARDEMONT Tengo en mi poder, informes detallados y he visto los hechos con mis<br />propios ojos. Existe un solo culpable y debemos castigarlo.<br /><br />RICHELIEU En eso estamos de acuerdo. Pero dejemos que los demonios de Loudun<br />se entretengan haciendo un poco más de locuras. El pueblo mismo to-<br />mará conciencia, gracias a las confesiones que ustedes logren arrancar-<br />le durante los exorcismos. ¡Si Grandier debe morir en la hoguera, todos<br />lo pedirán a gritos!<br />LAUBARDEMONT Pero, excelencia,¿Aún más? Todas las monjas han confesado que han<br />mantenido relaciones sexuales, que han sido desfloradas. Cinco de ellas<br />confiesan haber tenido contacto con magos y hechiceros. Si esto conti-<br />núa, junto a Grandier tendremos que quemar a todos los hombres del<br />pueblo. ¡Sólo basta con que ellas empiecen a pronunciar nombres!<br />TRANQUILLE Y aquel incidente, excelencia...<br />RICHELIEU ¿Qué incidente?<br />LAUBARDEMONT Uno de los demonios, excelencia, me acusó de cornudo públicamente<br />y todos los presentes se rieron de mí .<br />RICHELIEU ¿No habrán insultado al Rey ni a mi persona?<br />LAUBARDEMONT No, no. Insultan a la virgen María, al sumo creador, a todos los santos,<br />Pero nunca al Rey ni a su persona.<br />RICHELIEU Está bien, en cuanto a Grandier...<br />TRANQUILLE Todas confiesan haber tenido relaciones con él.<br />RICHELIEU Entonces hay que mandarlo a detener y que se le someta a juicio por<br />hechicería.<br /><br />TRANQUILLE Y LACTANCE TRAEN A GRANDIER ATADO Y LO CONDUCEN AL POTRO DE TORTURAS. CON LAS PIERNAS DESDE LAS RODILLAS A LOS PIES METIDAS ENTRE CUATRO TABLAS, LAS DOS EXTERIORES FIJAS, Y LAS INTERIORES MOVIBLES. DE ESTA MANERA SI SE VAN COLOCANDO CUÑAS EN EL ESPACIO QUE SEPARA LAS TABLAS MOVIBLES, SE PUEDEN TRITURAR SUS PIERNAS. TRANQUILLE Y LACTANCE BENDICEN LOS IMPLEMENTOS DE TORTURA. DESPUÉS, LACTANCE LEVANTA UN MASO Y DESCARGA UN GOLPE SOBRE LA PRIMERA CUÑA QUE TRANQUILLE HA COLOCADO. GRITO DE GRANDIER.<br /><br />LAUBARDEMONT Las cosas no han salido como yo deseo. Se supone que un hechicero se<br />arrepienta. Confiese y se arrepienta. Pero este hombre no hace ni una<br />cosa ni la otra. Yo necesito una confesión para poder callar la boca<br />de los que pretenden criticar mi proceso judicial. (Pausa) Urbain, si<br />usted firma este papel, las torturas no serán necesarias.<br />GRANDIER Le ruego... que me excuse.<br />LAUBARDEMONT Pero es que solamente se trata de una pequeña firma. Usted puede<br />ahorrarle a su cuerpo torturas innecesarias.<br />GRANDIER ¡Mi conciencia no me permite firmar una mentira!<br />LAUBARDEMONT Hágalo entonces para salvar su alma, aunque sólo sea para engañar al<br />demonio. A lo mejor de esta forma puede reconciliarse con Dios, a<br />quien ha ofendido tan... gravemente. ¡Este es el último ofrecimiento de<br />clemencia que le hago! ¿Firma o no?<br />GRANDIER No.<br />LAUBARDEMONT (A Tranquille y Lactance) ¡Continúen!<br />GRANDIER les suplico que me traigan un cura para que me asista en este mo-<br />mento. ¡Traigan al padre Grillau!<br />LAUBARDEMONT Si necesita alguna asistencia espiritual, ahí tiene a dos curas frente a<br />Usted. Escoja cualquiera de los dos.<br />GRANDIER Ya veo de que se trata. No contentos con torturar mi cuerpo, también<br />Quieren torturar mi alma para hacerme caer en la desesperación.<br />¡Dios, no me abandones! ¡No permitas que este dolor haga que me<br />olvide de ti!<br /><br />LACTANCE DESCARGA OTRO GOLPE. GRANDIER GRITA Y SE DESVANECE.<br /><br />LAUBARDEMONT (A Tranquille y Lactance) ¡Continúen!<br /><br />LACTANCE DESCARGA OTRO GOLPE.<br /><br />GRANDIER ¿Dónde está...la caridad de san...Francisco?<br />LAUBARDEMONT ¡Confiesa! ¡Confiesa!<br />GRANDIER ¿Es que...un hombre puede confesar un crimen...que no ha cometido?<br />Sólo... por librarse del dolor.<br />LAUBARDEMONT ¿Pero no comprende que confesar tiene sus ventajas? ¡No sólo en el<br />otro mundo! ¡En este! ¡Ahora!<br />GRANDIER He sido un hombre...sé que he amado... muchas mujeres...<br />LAUBARDEMONT ...¡Y has tenido comercio con los demonios!<br />GRANDIER ¡No! ¡Soy inocente!<br />LAUBARDEMONT Coloquen otra cuña.<br />TRANQUILLE Tiene destrozados los huesos de las rodillas, las tibias, los tobillos...<br />¡Y los pies!<br />LAUBARDEMONT ¡Continúen!<br /><br />LACTANCE DESCARGA OTRO GOLPE.<br /><br />LAUBARDEMONT ¿Confiesa?<br />TRANQUILLE Me temo que ha muerto.<br />LAUBARDEMONT ¡Más cuñas!<br />TRANQUILLE No hay más.<br />LAUBARDEMONT ¡Imbéciles! Hacen falta más cuñas. ¡Muchas cuñas! Tiene que confe-<br />sar.<br />TRANQUILLE Es inútil, tiene las piernas destrozadas.<br />LAUBARDEMONT Bueno. ¡Siéntenlo!<br /><br />TRANQUILLE Y LACTANCE LO HACEN. GRANDIER ABRE LOS OJOS.<br /><br />GRANDIER ¿Habrá en el mundo...otro dolor como el mío?<br />LAUBARDEMONT Es evidente que si ha tenido fuerzas para soportar, para resistir<br />el dolor de las torturas, esa fuerza se la ha dado Lucifer. Es el demo-<br />nio quien le ha conferido esa insensibilidad. No hay otra explicación.<br />Es posible que en la hoguera no sienta las llamas. Por lo tanto, debe-<br />mos tomar medidas. Hay que impregnarle la bata en azufre.<br /><br />ENTRAN POR EL FONDO JUANA, AGNÉS Y CLAIRE, VIENEN GRITANDO.<br /><br />JUANA (Grita) ¡No! ¡No quiero verlo! ¡Y menos ahora que está desfigurado!<br />¡No quiero verlo!<br />AGNÉS ¡Socorro, madre! ¡No quiero ver al brujo!<br />CLAIRE ¡No quiero ver al brujo!<br /><br />LACTANCE Y TRANQUILLE LO SOSTIENEN POR LOS HOMBROS FRENTE A ELLAS.<br /><br />LAUBARDEMONT Sujétenlo bien, para que no vaya a dar un espectáculo. Recuerden que<br />no se puede apoyar en sus piernas.<br />GRANDIER (A Juana) Nunca le hice el menor... daño.<br />JUANA ¡No soporto su mirada!<br />GRANDIER Rezaré... para que Dios...las perdone.<br /><br />CLAIRE SE DESMAYA.<br /><br />AGNÉS (De rodillas) ¡Piedad! ¡Piedad!<br />GRANDIER (A Juana) ¡Usted sabe que nunca le envié esas flores!<br /><br />JUANA CAE AL SUELO CON CONVULSIONES.<br /><br />LAUBARDEMONT ¡Ha vuelto a hechizar a las madre superiora! ¡A la hoguera! ¡A la ho-<br />guera!<br /><br />MÚSICA. SE HACE UN OSCURO TOTAL. EFECTOS DE LLAMAS Y GRITOS DE UNA MULTITUD.<br /><br /><br />GRANDIER (A Juana) Muero siendo...vuestro servidor...<br /><br />TERMINA MÚSICA. CLAIRE Y AGNÉS SE RETIRAN. LUZ EN RESISTENCIA SOBRE JUANA QUE DEAMBULA EN BATA DE DORMIR CON UNA SOGA ATADA AL CUELLO.<br />JUANA Quiero dar cuentas de que he acusado a un inocente.<br />LAUBARDEMONT Ya es demasiado tarde. Ha muerto en la hoguera. ¿Es el espíritu del brujo<br />el que le ordena hacer esto, madre?<br />JUANA ¡No, soy yo! ¡Soy yo! ¡Soy yo!<br />LAUBARDEMONT ¿Es que después de muerto su espíritu seguirá turbándola?<br />JUANA ¡No! ¡No! ¡Soy yo!<br />LAUBARDEMONT Es evidente, madre, que su comportamiento está dirigido por el brujo.<br />JUANA ¡No! ¡Juro que no! ¡Soy yo! ¡Soy yo!<br />LAUBARDEMONT Regrese a su celda, madre. Descanse. Ya el suplicio ha terminado. El de-<br />monio no volverá a importunarla.<br />JUANA ¿No ve que soy yo? ¿No lo ve? ¡Soy yo!<br />LAUBARDEMONT ¡Vaya a dormir, madre! (Le quita la soga del cuello)<br />RICHELIEU Demasiado tarde para arrepentimientos. El arrepentimiento en este mo-<br />mento, sería una acusación contra ellas mismas. ¡Contra nosotros! ¡Con-<br />tra la Iglesia! No puedo tolerar esa palabra en mi presencia .Hay que<br />confiar en la justicia divina. Ya Dios se encargará del alma del párroco.<br /><br />LA LUZ SE HACE INTENSA SOBRE LACTANCE QUE MUESTRA A JUANA UN CRUCIFIJO. JUANA SE HA DEJADO CAER HACIA ATRÁS Y LA CABEZA CASI LE LLEGA A LOS TALONES.<br />COMIENZA A EMITIR AULLIDOS.<br /><br />LACTANCE (Sobre ella) ¡Habla te digo! ¿Qué significa esa mosca negra que salió de las<br />llamas y avanzó sobre mí y el libro de los exorcismos?<br />JUANA (Con otra voz) ¡Baruch! Se llama Baruch. Era el demonio íntimo de Gran-<br />dier .<br />LACTANCE ¿Y por qué se lanzó sobre el libro de los exorcismos?<br />JUANA ¡Baruch...quería arrojar el libro...al fuego!<br />TRANQUILLE (También sobre ella) ¡Habla! ¡Di todo lo que sabes!<br />JUANA Cada vez que Grandier se refería a Dios...mentía. No quería decir Dios...<br />quería decir Satanás.<br />LACTANCE ¿Y tú quién eres que te atreves a afirmar eso?<br />JUANA Yo me llamo Isaacaron.<br />TRANQUILLE ¿Y los otros demonios?<br />JUANA ¡No me torturen! ¡Estoy solo! ¡Estoy solo!<br />LACTANCE ¿Y dónde están tus hermanos?<br />JUANA Se han ido. Han ido a la recepción que se ha organizado por la llegada...<br />de Grandier.<br />TRANQUILLE ¿Dónde están ellos?<br />JUANA ¡En el infierno, con Grandier!<br />LACTANCE Isaacaron, dinos ¿A qué tormentos será sometido Grandier en el Infier-<br />no?<br />JUANA Al peor de todos.<br />LACTANCE ¿Y cuál es ese tormento?<br />JUANA Privarlo de la presencia... de Dios.<br />LACTANCE Eso está bien. Pero dí cuáles serán los tormentos físicos.<br />JUANA (Se contorsiona.) Padecerá un tormento por cada pecado cometido en la<br />Tierra. Sobre todo, por aquellos pecados de la carne...<br />LACTANCE ¿Y qué dicen los demonios sobre el momento de la ejecución?<br />JUANA Dicen que...(Se ríe) si no llegan a bendecir las llamas, no hubiera sentido<br />nada.<br />LACTANCE ¡Pero sufrió! ¡Estoy seguro de que sufrió!<br />JUANA (Se ríe) No tanto. Ahora debe estar sufriendo más.<br /><br />OSCURIDAD. LUZ SOBRE LACTANCE QUE SE CONTORSIONA, Y MUEVE SUS MANOS COMO UN PÁJARO.<br /><br /><br />LACTANCE ¡Dios me castiga! ¡Dios me castiga! (Sujeta el crucifijo con las manos) Tengo<br />fiebre. Sí, yo mismo le trituré las rodillas, las tibias, los tobillos. Fui yo el<br />que encendí la hoguera. ¡Yo mismo! ¡Tengo fiebre! Lo veo en la hoguera<br />pidiéndole a Dios que me perdone. ¡Eso se atreve a hacer! ¡Pedir perdón<br />por mí! ¡Tengo fiebre! Estoy viendo los demonios que él me envía. ¡Un en-<br />jambre de demonios! ¡Es cierto que vi palomas volando sobre las llamas!<br />¡Las vi y luché contra ellas! ¡Quieren morderme! ¡Quieren morderme!<br /><br />LACTANCE ENLOQUECIDO SE RETIRA POR EL FONDO. OSCURIDAD. GRITO DE TRANQUILLE Y LUZ SOBRE ÉL QUE ESTÁ EN LA MISMA POSICIÓN QUE TENÍA JUANA HACE UN MOMENTO. CURVADO HACIA ATRÁS.<br /><br /><br />LAUBARDEMONT (Sobre él.) Te exorcizo espíritu inmundo, todo ataque del adversario, todo<br />espectro, toda legión, en nombre de nuestro señor Jesucristo, desarráigate<br />y huye de esta criatura de Dios.<br />TRANQUILLE Me llamo “Cola de perro”. (Aúlla y ladra.)<br />LAUBARDEMONT ¡Te exorcizo espíritu inmundo!<br />TRANQUILLE ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! (Le saca la lengua)<br />LAUBARDEMONT ¡Besa la cruz!<br />TRANQUILLE ¡Te la puedes meter en el culo!<br />LAUBARDEMONT ¡Humíllate ante la virgen!<br />TRANQUILLE Esa es una puta. ¡Lechuza del infierno! (Aúlla y se contorsiona ,hasta quedar<br />Inmóvil)<br /><br />LAUBARDEMONT SE RETIRA POR EL FONDO. SURIN Y JUANA ENTRAN A ESCENA DESDE LADOS OPUESTOS DEL ESCENARIO. DURANTE LA CONVERSACIÓN ELLA QUEDA EN UN PLANO MAS ALTO QUE EL Y LUEGO VAN CAMINANDO SIN DETENERSE, HASTA QUE SEA EL QUIEN OCUPE ESE PLANO.<br /><br /><br /><br /><br />JUANA Bienvenido, padre. Me alegro de verte. Hemos estado esperándote como a<br />nuestro salvador.<br />SURIN Nuestras plegarias han de ayudarnos. (Sonríe.)<br />JUANA Durante muchos meses hemos pasado por grandes sufrimientos. Nos han<br />afligido grandes desgracias y los sacerdotes que llevan aquí mucho tiempo,<br />no han podido ayudarnos. Tú, padre... eres nuestra única esperanza. Un<br />hombre tan santo.<br />SURIN Me pidieron que me ocupara sólo de tu persona. Las monjas quedarán bajo<br />el cuidado de los otros sacerdotes.<br />JUANA ¿Sí? Muy bien. Si los malos espíritus me dejan, tampoco atormentarán más<br />a las otras monjas. Todo empezó con mi persona.<br />SURIN Trataré de expulsar ese demonio.<br />JUANA ¡Son ocho demonios! Behemot, Ballam, Isaacaron, Gresil, Amon, Asmodeus,<br />Leviathan y Clootie.<br />SURIN Hija mía, el mal puede tener diversas formas. ¿Cuándo te confesaste por úl-<br />tima vez?<br />JUANA Hace seis meses.<br />SURIN Hace mucho tiempo. ¿Por qué has demorado tanto tu penitencia?<br />JUANA No es mi culpa. Los demonios no me han dejado tomar los Sacramentos.<br />SURIN ¿De veras? ¿No será un problema de pereza?<br />JUANA ¿Así que no crees que estoy poseída por el Demonio?<br />SURIN Hija mía, debo creerlo aunque no quiera.<br />JUANA Satanás es tan poderoso.<br />SURIN Nada sabemos acerca de la naturaleza de los demonios y lo que ellos mis-<br />mos hablan por boca de los poseídos no merece ser creído. ¿Nunca has pen-<br />sado que los demonios son hijos de la mentira?<br />JUANA ¿Qué es mentira, padre, y qué es verdad?<br />SURIN Cada cristiano debe tener una conciencia que le muestre la línea divisoria<br />entre lo bueno y lo malo. Lo blanco y lo negro.<br />JUANA ¿No es malo que el padre Grandier haya sido quemado por culpa de mis<br />demonios?<br />SURIN Tu propia conciencia debe darte la respuesta.<br />JUANA Si pudiera contarte todas las cosas horribles que pasé por culpa de ese hom-<br />bre. Padre, tienes que conocer mis sufrimientos. Todo lo que he soportado.<br />Es tu deber sacarme de este abismo de soledad en el que Dios me ha empu-<br />jado.<br />SURIN ¡ Cálmate, hija mía! ¡Nadie está solo en el mundo!<br />JUANA Se aparecía junto a mi cama, se inclinaba sobre mí y me tocaba mis pechos.<br />(Se arrodilla y besa las manos de Surin.) Perdóneme, pero no tengo a quien con-<br />tarle todo lo que me hizo sufrir. ¡Protégeme, padre! ¡Protégeme!<br />SURIN Ve a tus deberes, hija mía. Yo rezaré y luego meditaremos en nuestros peca-<br />dos.<br /><br />JUANA AVANZA ALEJÁNDOSE DE ÉL. DE PRONTO SE VUELVE TRANSFIGURADA. AVANZA VOLUPTUOSAMENTE.<br /><br /><br />JUANA ¡Ah, querido...! ¡No creas que te será tan fácil sacarme de este lindo cuerpo!<br />¡Lindo cuerpo!<br />SURIN (Confundido.) ¡Madre Juana! ¡Madre Juana!<br />JUANA ¡No soy Madre Juana! ¡ No soy nadie! No me dan miedo tus palabrejas en<br />latín, infeliz cura.<br /><br />SURIN REZA EN VOZ BAJA. JUANA SE ACERCA A ÉL Y LO ESCUPE. DESPUÉS LE ENSEÑA LOS MUSLOS.<br /><br />SURIN ¡Atrás, Satanás! ¡Vade retro!<br /><br />JUANA SALE CORRIENDO. SURIN SALE DE ESCENA. ENTRA LAUBARDEMONT Y DESPUÉS CLAIRE Y AGNÉS. ENTRE LAS DOS COMIENZAN A COLOCAR LAS SILLAS EN PROSCENIO DE FRENTE A LOS ESPECTADORES.<br /><br />LAUBARDEMONT (A Claire y Agnés) ¡Recuerden que a las tres comienzan los exorcismos!<br />AGNÉS Estaba segura de que los exorcismos iban a acabarse con la llegada de<br />Surín.<br />CLAIRE Habrá exorcismos mientras la madre superiora continúe endemoniada.<br />AGNÉS Pero ella estará aparte, en otra capilla.<br />CLAIRE Ha sido una orden de Surín. Quizás los demonios la abandonen más rápi-<br />do si ella está sola.<br />AGNÉS A mí también me gustaría estar sola. No me gusta que vengan los turistas<br />A vernos. Me siento como un fenómeno de circo.<br />CLAIRE Que yo sepa siempre te gustó la idea de hacerlo en público. Encuentras<br />divertido decirle cornudo a Laubardemont y que el público se ría de él.<br />AGNÉS ¡Pero ya estoy harta!<br />CLAIRE Nunca has vivido mejor. Comes bien, trabajas poco gracias a los exorcis-<br />mos y hasta te conocen en todas partes. ¿Prefieres volver a la época en que<br />dormíamos en el suelo, comías un poco de frijoles y te la pasabas el día en-<br />tero tejiendo, lavando, dando clases, recogiendo limosnas?<br />AGNÉS Claro que no quiero volver a lo de antes, pero estoy muy cansada. Tiene<br />que haber un final.<br />CLAIRE La madre superiora sabrá encontrar un final.<br />AGNÉS Ojalá que no se demore mucho. Ya Grandier está muerto.<br /><br />AGNÉS Y CLAIRE SE SIENTAN. ENTRAN POR EL FONDO LOS DEMÁS PERSONAJES INCLUYENDO A GRANDIER Y SE COLOCAN EN LAS SILLAS DE FRENTE AL PÚBLICO. CLAIRE SE LEVANTA Y SE COLOCA EN PROSCENIO CENTRO. LUZ SOBRE ELLA.<br /><br />CLAIRE (Se arrodilla.) Mi querido primo, si esto no termina pronto, el convento de<br />Loudun terminará por desbaratarse. Las monjas están cansadas. Los exor-<br />cismos son irresistibles. Cada día el público se vuelve más exigente, quie-<br />ren ver más acrobacias, más muslos, más piernas, más de todo. Pero noso-<br />tras ya apenas podemos enfrentar un demonio. ¡La madre superiora es la<br />única con energías en este convento! Yo también estoy cansada.<br /><br />CLAIRE SE SIENTA. JUANA SE LEVANTA Y SE COLOCA AL CENTRO. LUZ SOBRE ELLA QUE COMIENZA A DESVESTIRSE. SE ESCUCHA SU VOZ MIENTRAS EN ESCENA REALIZA LAS MISMAS ACCIONES QUE DESCRIBE.<br /><br /><br />JUANA Me encerré en un cuartico del piso superior del convento. En la habitación<br />Había un crucifijo, me arrodille ante él y le pedí a Dios que perdonara mi pro-<br />pia muerte y la de la pequeña criatura. A pesar de que una vez había decidido<br />ahogarla en cuanto estuviera bautizada. Con unas tijeras corté un trozo del<br />camisón, empuñé el cuchillo y lo apliqué entre dos de las costillas próximas a<br />mi estomago. Tenía la resolución de continuar hasta el crudo final. ¡Pero en-<br />tonces un golpe misericordioso de la providencia me impidió hacer lo que ha-<br />bía proyectado! Sentí que me derribaban con increíble violencia, que me arran-<br />caban el cuchillo de la mano. Cristo había separado uno de sus brazos de la<br />cruz y con él me señalaba. Entonces escuché divinas palabras, una voz me gri-<br />taba: ¡Desiste! ¡Desiste! ¡Desiste!<br /><br />MÚSICA. JUANA REPITE: ¡DESISTE! VARIAS VECES Y SE CREA UNA ATMÓSFERA ENSORDECEDORA.. TODOS LOS PERSONAJES REALIZAN ACCIONES PARALELAS HASTA LLEGAR AL PAROXISMO. SE VAN RETIRANDO POCO A POCO POR EL FONDO Y SURIN SE QUEDA SOLO EN ESCENA.<br /><br />SURIN (Con el torso descubierto. Flagelándose) Mi meta es la perfección cristiana. La anula-<br />ción del yo, para unirme a la gracia de Dios. Pero esta meta no debe ser para mí<br />solo. La madre superiora tiene que tomar esta senda conmigo. Tengo que resca-<br />tarla de los demonios. Tengo que preparar su alma para unirla a Dios.<br /><br />JUANA APARECE POR EL FONDO Y SE ACERCA A SURIN. LE ARREBATA EL FLAGELO.<br /><br />SURIN (A Juana.) Debes volver a los ejercicios espirituales. Tienes que unir tu alma a<br />Dios.<br />JUANA Estoy contenta de ser así. Cada vez que Dios lo desea se me acerca y me da<br />pruebas de su presencia.<br />SURIN Estás blasfemando, Juana.<br />JUANA No quiero ninguna purificación cristiana, es para la muerte.<br />SURIN Para la vida que viene después.<br />JUANA Después no quiero perfección. ¿Por qué no ahora mismo?<br />SURIN La muerte es la vida eterna.<br />JUANA De la muerte sabemos muy poco, padre.<br />SURIN ¿Niegas la vida eterna?<br />JUANA ¿Has visto tú la vida eterna?<br />SURIN No la he visto, pero tú misma has dado pruebas de que existe. ¿No se te aparecen<br />los demonios? ¿No te ha detenido Dios ante el suicidio? ¿No eres victima de seres<br />que no habitan en la tierra?<br />JUANA ¿Entonces en la vida eterna tengo que vivir entre ellos? ¡No quiero entonces la e-<br />ternidad!<br />SURIN ¡Que Dios te perdone, Juana!<br />JUANA ¿Y tú? Eres tan gris, que no eres nadie. ¡Nadie!<br />SURIN Madre Juana, he descubierto que no puedo cerrar los ojos sin ver tu imagen en mi<br />celda. Madre Juana, ¿Por qué a veces siento que las oraciones a mi alrededor van<br />resultando tan estúpidas? Madre Juana, ¿Por qué aquello que parece imposible<br />nos atrae con esa fuerza extraña y nos dejamos llevar con regocijo, sin importar-<br />nos nada más que ese objetivo? Madre Juana, si me dieran a escoger entre el cami-<br />no más fácil y el más difícil, siempre escogería el más difícil. Madre Juana, ¿ Por<br />qué si este camino me hace daño no puedo evadirlo? Madre Juana ¿El amor será<br />una ingenuidad? ¿Por qué no es el amor la fé en que se debiera construir la civili-<br />zación? Madre Juana, me estoy humillando. ¿Me estás oyendo? ¿Por qué el amor<br />nos puede destruir? ¡Cuantas veces he delirado en sueños! Madre Juana, no me<br />hagas perder la fé en la capacidad que tiene el amor de construir. ¡Estaríamos per-<br />didos!<br />JUANA Los demonios no han entrado en ti, porque te conformas con poco. Con pan y con<br />agua. Con una sotana vieja y un misal. ¡Con muy poco!<br /><br />MÚSICA. SURÍN SE DESNUDA.<br /><br />SURÍN Aquí está mi cuerpo. Estoy dispuesto a recibir esos demonios.<br />JUANA (Se ríe.) ¡Detesto que te rebajes! ¡Te estás humillando! ¿Por qué te entregas sin<br />importarte que te pisoteen?<br />SURIN Creo que en el fondo sientes temor. Te reconoces como una pecadora. ¡Confiésate,<br />Juana!<br />JUANA No tengo nada que confesar. Sólo me inspiras infames tentaciones.<br />SURIN Sólo hay un remedio para eso. Entrégate a la voluntad del amor y su poder. La<br />obra del amor consiste en talar, destrozar, abolir, para luego rehacer, levantar de<br />Nuevo... ¡resucitar!<br /><br />JUANA RETROCEDE POR EL SUELO<br /><br />SURÍN El amor es maravillosamente dulce y terrible. Cuanto más terrible más deseable<br />¡Tienes que entregarte a él!<br /><br />LA SUJETA PERO ELLA CONVULSIONA.<br /><br />JUANA ¡No quiero oír más estupideces!<br />SURÍN No estaré contento hasta que no vea el triunfo del amor sobre ti. ¡Hasta que te con-<br />suma!<br /><br />DURANTE EL FORCEJEO SUS PERSONALIDADES COMIENZAN A TRASPASARSE.<br /><br />SURIN Es cierto que entre nosotros y Dios existe un abismo. Pero el amor puede tender un<br />puente.<br />JUANA Pero no puede suprimir el abismo.<br />SURÍN Pero allá donde no hay amor, ni siquiera hay un puente.<br />JUANA ¡Te estás volviendo loco!<br />SURÍN Yo mismo he avanzado hacia ella y me siento orgulloso.<br /><br />SE ABRAZAN.<br /><br />JUANA ¡Estoy confundida!<br />SURÍN Tienes que salvarte, Juana.<br />JUANA ¿ Y por qué no castigada?<br />SURÍN Destierra los demonios de tu alma. ¡Tu puedes crear ese puente! ¡Sigue adelante,<br />Juana! Debes exponerte a la luz divina. Sentir que te acercas más y más. Piensa en<br />Santa Teresa. No todo está perdido. Olvídate de ti misma. Ya no tiene sentido que<br />sigas siendo la reina de las posesas. Hasta las otras hermanas están cansadas. ¿ Tú<br />crees que el demonio es el único camino para trascender?<br />JUANA Dime más. ¡Háblame más!<br />SURÍN También puedes trascender si te llenas de amor y dulzura. Destierra esos demonios<br />y llénate de luz.<br />JUANA Te diré lo que haré. Haré oración mental durante tres o cuatro horas. Me someteré<br />a sacrificios físicos. ¡A los más terribles!<br />SURÍN ¡Sigue adelante, Juana!<br />JUANA Quitaré las plumas del colchón para sustituirlas por tablas. Me azotaré con el flagelo<br />ante cualquier pensamiento impuro. Santa Teresa decía que el flagelo era el mejor<br />remedio para la melancolía. ¿Estás de acuerdo? ¡Haré todo eso! ¿Por qué no hablas?<br />¿Qué tienes?<br /><br />SURÍN ARTICULA PALABRAS QUE NI SE OYEN.<br /><br />JUANA ¡Quiero elevarme a Dios! Quiero que se me conozca como a una Santa. ¿Por qué no<br />me hablas? ¡Quiero ser Santa! ¡Quiero ser invocada en todas las ocasiones! ¡Quiero<br />ser canonizada y obrar milagros!<br />SURÍN (Grita.) La naturaleza ha sido condenada y sentenciada a muerte.<br /><br />CESA LA MÚSICA.<br /><br />JUANA Un día caí en éxtasis y sentí que llegaba tan cerca de Dios, que él me dio algo así<br />como un beso.<br /><br />ENTRA LAUBARDEMONT. DESPUÉS ENTRA RICHELIEU Y SE SIENTA AL FONDO. JUANA SE RETIRA.<br /><br />LAUBARDEMONT Padre Surín, ¿No cree que se expone demasiado?<br />SURIN Amo a Dios y le permito que haga conmigo lo que desee.<br />LAUBARDEMONT Usted parece ser más débil que los demonios de la madre superiora.<br />SURÍN (Un poco ausente en todas sus respuestas) Ya no hay demonios en la madre supe-<br />riora. Ahora ella es santa.<br />LAUBARDEMONT Creo, padre, que necesita descansar.<br />SURÍN Sabías, hermano, que el amor consiste en talar, destrozar, para luego rehacer.<br />No estaré contento hasta ver el triunfo del amor sobre los mortales. ¡Hasta que<br />el amor no los consuma!<br />LAUBARDEMONT ¿Es posible, Dios mío, que este sea el castigo que hayas destinado para tanta<br />Bondad?<br />SURÍN Te aconsejo que no limites tu espíritu a un determinado asunto. ¡Lánzate con<br />fuerza a la vida! Entrégate a la oración. Ahí está el placer, en entregarse todo,<br />sin limitaciones.<br />LAUBARDEMONT (Colocándole a Surin una soga al cuello) Este hombre ha perdido la razón. ¿O son<br />los demonios?<br />SURÍN Ya no hay demonios en la madre superiora. Ahora ella es una santa.<br /><br />LAUBARDEMONT ARRASTRA A SURIN AGARRADO POR EL CUELLO POR TODO EL ESCENARIO.<br /><br />LAUBARDEMONT Su eminencia, un hombre como éste no debe ser condenado y exhibido junto a<br />los otros locos, los domingos, cuando los padres lleven a sus hijos al manico-<br />mio. Un hombre como éste no debe estar allí.<br />RICHELIEU En todo esto está la mano de alguien muy poderoso: La mano de un ser con<br />poder sobre la voluntad de los hombres.<br />LAUBARDEMONT Es el triunfo del Diablo.<br /><br />AGNÉS, JUANA Y CLAIRE VAN AL CENTRO.<br /><br />AGNÉS Estas cosas me dan miedo.<br />JUANA No hay nada que temer. El ángel me lo ha anunciado y así será.<br />CLAIRE Madre, si esto llega a suceder, protégeme para siempre del mal. ¡Ayúdame a<br />ser como tú!<br /><br />TODO OSCURECE ALREDEDOR DE JUANA. MÚSICA.<br /><br />AGNÉS ¿Madre, se acerca el momento?<br /><br />JUANA NO CONTESTA.<br /><br />LAUBARDEMONT Silencio, la madre superiora ha caído en éxtasis. No puede oirte.<br /><br />TODOS SE ALEJAN. JUANA ABRE LOS OJOS Y MIRA A SU ALREDEDOR. COMIENZA A INCORPORARSE COMO SI UNA FUERZA EXTRAÑA LA LEVANTARA. QUEDA DE PIE. COMIENZA A LEVANTAR LOS BRAZOS Y EL ROSTRO. CESA LA MÚSICA.<br /><br />LAUBARDEMONT No se suspende.<br /><br />JUANA MIRA HACIA EL PISO Y VE QUE NO SE HA MOVIDO.<br /><br />LAUBARDEMONT Parece que no habrá milagro.<br /><br />VUELVE LA MÚSICA.<br /><br />LAUBARDEMONT ¿Será posible todavía?<br /><br />JUANA SE LLEVA LAS MANOS A LA FRENTE Y LANZA UN GRITO.<br /><br />CLAIRE ¡Milagro! ¡Milagro!<br /><br />JUANA SE DESCUBRE LA FRENTE EN LA QUE APARECE UNA CRUZ ENSANGRENTADA.<br /><br />LAUBARDEMONT (Cae de rodillas.) ¡Misericordia!<br /><br />TODOS SE ARRODILLAN. JUANA AVANZA HACIA ELLOS.<br /><br />JUANA Dios con su infinita clemencia me concedió más de lo que yo podía esperar.<br /><br />CESA LA MÚSICA. CAMBIO DE ATMÓSFERA JUANA, CLAIRE Y AGNÉS SE ACERCAN AL CARDENAL, QUE SE HA ACOSTADO. CLAIRE LLEVA UN HÁBITO DOBLADO ENTRE SUS MANOS.<br /><br /><br />RICHELIEU Las hermanas pueden pasar.<br /><br />LAS TRES SE ARRODILLAN.<br /><br />RICHELIEU Las bendigo, hijas mías. Pueden ocupar asiento.<br />JUANA De ninguna manera. No intentaría jamás sentarme en presencia de su emi-<br />nencia.<br />RICHELIEU Pero yo no puedo permitir que continúen de rodillas frente a mí. Por favor<br />siéntense.<br />JUANA Las hermanas y yo preferimos quedarnos aquí.<br />RICHELIEU (Se incorpora un poco) Madre, le suplico que se siente.<br />JUANA Si a su eminencia no le importa prefiero quedarme aquí.<br />RICHELIEU (Molesto) ¡Me niego! ¡Por favor, siéntense!<br /><br />LAS TRES SE SIENTAN.<br /><br />RICHELIEU ¿Hija mía, sabes cuánto debes a Dios por haberte elegido a ti? Vivimos una<br />época descreída. Pero él te ha elegido para que sufras por el honor de la<br />Iglesia, la conversión de las almas y la confusión de los perversos.<br />JUANA Nunca olvidaré que su eminencia para mí ha sido un infinito protector.<br />RICHELIEU Me veo obligado a reverenciarla por todo lo que la Providencia le ha otorga-<br />do. ¿Me permite ver los nombres sagrados escritos en su mano izquierda?<br /><br />JUANA LOS MUESTRA.<br /><br />RICHELIEU ¿Me permite oler el ungüento divino?<br /><br /><br />JUANA DESDOBLA EL HÁBITO QUE SUJETA CLAIRE Y SE LO ENTREGA AL CARDENAL. ESTE LO HUELE.<br /><br />RICHELIEU Voy a decir... (Poniéndose de pie) Esto huele a... perfume santo.<br /><br />MÚSICA CORAL.<br /><br />CLAIRE ¡Perfectamente santo!<br />LAUBARDEMONT (De rodillas) ¡Perfectamente santo!<br />SURIN (Grita enloquecido) ¡La naturaleza ha sido condenada y sentenciada a muerte!<br /><br />TODOS LOS PERSONAJES ENTRAN A ESCENA Y REPITEN: ¡PERFECTAMENTE SANTO! JUANA SE INCORPORA Y COMO QUIEN ACABA DE SER CANONIZADA AVANZA HACIA EL CENTRO<br />DEL ESCENARIO, SE SUBE A UNA SILLA Y ADOPTA UNA POSTURA DE VIRGEN. SUS MOVIMIENTOS LOS HACE COMO SI FLOTARA. LAUBARDEMONT ARRASTRA A SURÍN CON LA SOGA COMO SI FUERA UN PERRO POR TODO EL ESCENARIO. TODOS LOS PERSONAJES<br />COMIENZAN A SALIR POR EL FONDO MENOS JUANA QUE QUEDA SOLA ILUMINADA COMO SI FUERA A DESLUMBRAR. LA CORAL VA EN AUMENTO.<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />FINanimal stormhttp://www.blogger.com/profile/14507451639067425936noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-450246237374959914.post-76996029972836141332007-05-25T08:14:00.000-07:002007-09-18T18:29:02.026-07:00DORA LABATIAutor: <strong>Rosana M. Aramburú</strong><br />Cocina. Una mujer rompe nueces con un martillo. Se lava las manos casi continuamente.<br />No termino de entender cuál es el problema. Si al final es lo mismo. Al principio, bueno, te parece que algo puede cambiar, pero después te das cuenta de que es inútil. Si se queda o si se va da igual, ¿qué se piensa esa chica? ¿Que las cosas van a ser diferentes? (Saca una batidora, trata de armarla) Si le va a echar la culpa de todo a él. (Por la máquina) Pero la reputa que la parió... ahí está. Pobre angelito. ¿Cuántos huevos? (Mira el libro de cocina) No entiendo por qué le plantea todo eso. Y, es la juventud (Saca un huevo de la heladera.) A mí al cabo de los años no me pareció tan malo. (Lee en el libro, saca otro huevo) Un poco, así... ¿cómo se diría? Soso.(Saca otro huevo) Pero al fin ¿qué quiere? (Saca otro huevo) ¿Un circo alrededor todo el día? ¿¿¿Cinco huevos??? (Saca el quinto de la heladera) Tengo que ser imparcial en esto. Pero acá no lo quiero, que quede claro. Tengo que convencerla de que se quede con él. (Casca un huevo, se rompe mal) La de tu hermana... para las milanesas. (Casca los restantes, separa yema de clara, pone las yemas en la batidora, la enciende. Mira hacia todos lados) ¿Esto es una cocina? Justo hoy tengo un kilombo fenomenal y éste, ya lo sé, se va a venir a instalar acá. (Echa una taza de azúcar y esencia de vainilla) Los hombres son terribles, no se pueden quedar solos un instante. (Mira la taza vacía) ¿El azúcar se la puse o no? Porque tiene medios para alquilarse algo: pero seguro se amucha. (Partiendo nueces) ¿Qué pretenderá a esta altura? ¿Que le planche las camisas y le lave otra vez los calzoncillos? Eso ya pasó: bastante servicial fui. (Suena el teléfono, se sobresalta) ¿Y si es él? Yo no atiendo! (Deja de sonar) Que me perdone. Todo sea por Fernanda. El budín hamburgués le encanta, mi chiquita... Lo que no tengo es licor, ¿qué le meto? (Revisa las botellas, se le caen algunas) Pero será posible! ¿Caña Legui? ¿O será muy dulce? (Suena el teléfono.) No, por Dios! (Prende la batidora y canta, para tapar el ruido del teléfono. Deja de sonar, suspira.) Que no joda. (Sigue rompiendo nueces) De pijotera no compré peladas. Menos mal que no se pone más el peluquín, le quedaba horrible. (Saca un pelo de la batidora) No existe uno que no se note a la legua, yo no sé, ese muchacho... le decía: te queda mal, pero insistía. Era jovencito cuando se le cayó el pelo. Le dijeron que era por nervios, no sé de qué, si nunca se preocupó por nada. Menos mal que encontró a esta chica y se fue. ¿Margarina o manteca? Era su compañera de estudios, qué lindo, ¿no? (Como en un ensueño, mirando hacia arriba) Todavía me acuerdo cuando les hacía la chocolatada a la tarde, hasta pasta frola les cociné una vez... Manteca. ¿Cuándo habrá que ponérsela? Yo no sé para qué lo quiere cambiar ahora, con lo que le costó llevárselo. (Aprieta la manteca con una mano, mirando un punto fijo) Claro, no fue nada fácil. A mí no me gustaba, obvio, pero después me encantó. (Por la manteca) Dura como una piedra. Es lo mejor que pudo pasarle. Y a mí también, claro. (Empieza a tirar la manteca contra la mesada) Primero lo extrañé un montón, siempre atrás de su ropa, alcanzándole la toalla, levantando los vasos que dejaba, enfin, una se acostumbra a ese trabajo honorario. (Suena el teléfono) ¡Socorro! (Se aleja del teléfono corriendo. Se queda mirándolo fijamente hasta que deja de sonar. Suspira) Después que se fue tenía tanto tiempo libre que me quedaba sentada mirando el techo, sin saber qué hacer. (Por el batido) ¿Esto estará? Má sí, yo lo paro aunque sea un rato. (Buscando) ¿Dónde puse la media libra de chocolate? Nunca voy a saber porqué le dicen así. Debe ser por los malditos ingleses. Con perdón de mi familia política, porque sus abuelos también forman parte de mi vida, a esta altura. Si no mirales los ojos... azules, azules. (Dándose importancia) Bueno: yo tengo ascendencia italiana del norte, así que también había muchos de ojos claros. (Encuentra el chocolate) ¿Y si fuera alguien que quiere saludar a Fernanda? Hasta que venga ella no atiendo. ¿Dónde metí el recetario? A ver cómo sigue... no hay caso, nunca me lo acuerdo de memoria. Cuatrocientos gramos de harina leudante (Toma la harina.) Ah, pero las yemas no hicieron globitos. Lo prendo otra vez. No, yo me opongo. (Con la harina en la mano gesticula, tirando para todos lados) Tengo que convencer a la mujer para que lo deje quedarse, aunque no pase nada. ¿Cuántas parejas hay que viven así, por cuestiones económicas o lo que sea? Ahora los que se quieren viven con cama afuera y los que no se soportan viven juntos. Pero acá mejor no. Además estoy ocupada, el cumpleaños de Fernanda me tiene mal. (Apaga la batidora. Mete sin querer los dedos adentro de la pasta) Me parece que estoy haciendo otra receta, ¿puede ser? ¿Y si no, cuándo va la manteca, Dios mío? (Leyendo el recetario) Todavía no me dijo cuántos vienen. Siempre es lo mismo, a último momento caen veinticinco monos y no sabés qué inventar. ¿No digo? ¡Esto es bizcochuelo, no es budín hamburgués! Me cago en Petrona. (Suena el teléfono, se atrinchera tras la mesada hasta que deja de sonar. Se asoma. Mira el desastre que dejó) Lo bueno de Fernanda es que es ordenada con sus cosas, no como el otro que me enloqueció: andaba atrás de él con la pala y la bolsa de basura, porque además era torpe. La de vidrios que rompió no tiene nombre. Claras a nieve. ¿Por qué no ponen cuántas? Ah, sí, acá dice cinco. (Hacia arriba, con las manos juntas) Perdoname, santa. (Bate las claras con una batidora de mano) ¡Ah, no! Faltaba la harina leudante. En éste no quedó nada. (Agarra dos paquetes) ¿Este paquete será? Tres ceros... ¿y éste, cuatro? ¿Y? ¿Es leudante o no? Otra vez lavándome las manos. Tengo todo la piel levantada, ¿tendré que consultar al dermatólogo o mejor vuelvo con el psicólogo? Me tiene mal, me tiene mal. (Mira el chocolate) Y ahora que hago con ésto? (Le pega un mordiscón, habla con la boca llena) Yo le hablo por teléfono a la chiruza ésa, ahora que no me lo quiera devolver. ¡Se lo llevó cuando estaba hecho un pimpollo y ahora me quiere mandar un apio mustio! (Parte nueces con saña) Que se lo quede, ¿no lo quería tanto? ¿Para qué sigo partiendo nueces, si no las preciso más? Hasta alcanzó a terminar la carrera y todo. Claro, yo lo banqué todos esos años. ¿Y cómo no? Eso es así... Tardó un poco en recibirse, pero bueno, trabajando no es fácil. (Enojándose paulatinamente y metiéndose pedazos de chocolate en la boca) Quiso dejar el trabajo para terminar de una vez, pero yo me negué. Él era grande. ¿Tenía que laburar yo sola y además juntar ceniceros repletos de puchos, parvas de yerba caídas al lado del basurero y amasar pizza para todos sus compañeros? (Se calma repentinamente) Dos cucharadas por cada huevo. Yo le di todos los gustos, ¿eh? De acá se fue en su mejor momento, en la flor de la edad.(Se mete una nuez en la boca. Escupe) Repodrida. Conviene comprarlas partidas, si no, es una sorpresa atrás de otra. ¿Puede ser que otra vez me esté lavando las manos? ¿Cuál era el teléfono del psicólogo? (Toma una agenda y repentinamente mira el teléfono con terror. Se aleja de él) ¿Y si se me instala? Donde encuentran calentito se quedaron y otra vez la burra al trigo. (Por la harina) Esto se mezclaba, ¿no? Ya sé que por ahí me estoy anticipando, pero tengo miedo. (Suena el teléfono, toma una escoba y le empieza a pegar como si fuera una cucaracha, hasta que lo descuelga. Jadea.) Pobre ángel, me da pena pero te juro que no tengo ganas. Aparte, ¿dónde va a dormir? Acá ya no hay lugar (Rendida.) La cama matrimonial fue lo primero que hice volar cuando se rajó. Fernanda era chiquitita... y mirá, ya cumple veinte años. (Llora. Tira por descuido todas las cáscaras al piso) ¡Me cago en él!<br /><br />Contacto: <a href="mailto:lobiaramburu@yahoo.com.ar">lobiaramburu@yahoo.com.ar</a>animal stormhttp://www.blogger.com/profile/14507451639067425936noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-450246237374959914.post-5777098556452798202007-05-25T07:56:00.000-07:002007-09-18T18:34:02.155-07:00A CONTRASANGREAutor: <strong>Fernando Zabala<br /></strong>Contacto: <a href="mailto:fernandozabala@hotmail.com">fernandozabala@hotmail.com</a><br /><br /><br />Obra de un solo acto y una sola escena.<br />Personas:<br />IRIS DIWINSKI<br />HERMAN DIWINSKI<br />NORMAN ADELIEVICH<br />RABINO PETROSKI<br />En un pueblo de Argentina, en el año 1955, en un viejo sótano, de donde solo hay polvo y algunas cajas metálicas, herrumbradas. Un pequeño foco ilumina el lugar con poca luz.<br />Herman Diwinski baja por una escalera que se halla hacia el foro del escenario, de donde se desciende al sótano desde la superficie, hasta que se encuentra frente a frente con Norman Adelievevich que lo espera en una silla, hacia el centro de aquel depósito.<br />NORMAN ADELIEVICH: ¿Vas a hablar o no?<br />HERMAN DIWINSKI: Lo mira fijamente. Es extraño mirarte.<br />NORMAN ADELIEVICH: Riéndose en tono de burla. Me has mirado toda tu vida, si me querías pedir algún préstamo, no hacia falta que me trajeras hasta el sótano.<br />HERMAN DIWINSKI: No es dinero lo que he venido a pedirte, no he venido a pedirte nada de hecho.<br />NORMAN ADELIEVICH: Entonces quieres algún consejo, de esos que te he dado la semana pasada para que puedas tener un mejor encuentro con Gloria.<br />HERMAN DIWINSKI: Tampoco quiero un consejo.<br />NORMAN ADELIEVICH: Entonces habla de una buena vez, en dos horas debo pasar a buscar a Eva por el colegio.<br />HERMAN DIWINSKI: ¿Hace ya cuantos años que nos conocemos?<br />NORMAN ADELIEVICH: Sinceramente no llevo la cuenta, pero desde hace ya más de...Se pone a pensar. Bueno cuando nació Eva, vos viniste de Estados Unidos, deben ser ya unos 5 años.<br />HERMAN DIWINSKI: Si, seguro que 5 años. Recuerdo haberte conocido sin bigotes.<br />NORMAN ADELIEVICH: Pero ¿a que viene todo esto?, no me digas que te has puesto nostálgico y quieres que nos emborrachemos como en año nuevo.<br />HERMAN DIWINSKI: Emborracharse seria lo mejor en este caso, es mejor que tomes una bebida fuerte Norman, a lo mejor un vodka.<br />NORMAN ADELIEVICH: Levantándose y buscando una botella de vino en una de las cajas metálicas. Pero hombre, hubieras dicho antes, solo que lo único que tengo es un vino, aunque sabes que tengo que ir por Eva e Iris, si me ven así no será una imagen muy agradable, ni de padre, ni de esposo. Riéndose.<br />HERMAN DIWINSKI: No te preocupes por tú imagen, tienes un buen traje ahora.<br />NORMAN ADELIEVICH: Abriendo la botella y sirviendo en unas copas. ¿Aque te refieres? Ya lo se, ahora te reirás de mí, seguro que Iris te ha estado contando de aquel traje que me compro en la tienda del señor Abul. Me parece ridículo, es más, no es auténtica ceda Italiana, no como el que Iris me trajo de Buenos Aires.<br />HERMAN DIWKINSKI: Tomando una copa. Pues aquellos trajes te quedan mejor que los que en los últimos días he tenido que descubrir.<br />NORMAN ADELIEVICH: No me digas que Iris ya te mostró el saco que me ha traído el sastre, no importa, pienso lo mismo que vos, pero hay que darle tiempo, es a penas un esbozo, dentro de todo el pobre viejo se ha esforzado.<br />HERMAN DIWINSKI: Palmeándole en la espalda y pasando hacia el otro rincón, se queda de espaldas a el. Verdaderamente, querido cuñado, tú vida ha sido un esbozo.<br />NORMAN ADELIEVICH: La verdad que si, pero algunas cosas he concretado.<br />HERMAN DIWINSKI: Irónicamente. Ni que hablar.<br />NORMAN ADELIEVICH: Dándose cuenta del tono irónico. ¿Que te traes entre manos? Porque nunca nos juntamos a las diez de la mañana, en un sótano con olor a polvo y tomando vino, mayormente conversamos en el almuerzo, algo has venido a contarme y no te animas, quizá estás enojado conmigo, ya lo ce, no te preocupes, a vos también te invite a la cena que se organiza en el Jockey Club.<br />HERMAN DIWINSKI: No pensaba en la cena, en absoluto, ni siquiera se me había pasado por la cabeza.<br />NORMAN ADELIEVICH: Que bárbaro, y yo que cuento las horas para reencontrarme con amigos.<br />HERMAN DIWINSKI: Si...Pensativo por un momento. Últimamente te has acercado mucho al señor Hanssen. Diría que hasta te he visto tomando café en el bar con el.<br />NORMAN ADELIEVICH: Seguramente querido Herman, son de suma importancia los negocios que estoy trazando con este hombre, pues fíjate, tiene una fábrica de zapatos, a lo mejor, podríamos ser socios con el, y hacer una fabrica de medias y calzados, es original, ¿no te parece?<br />HERMAN DIWINSKI: Es original ¿porque dudarlo? pero ¿Cómo lo conociste?<br />NORMAN ADELIEVICH: Vive en un pueblito del sur, llamado Villa Langostura, solo que anduvo por aquí por otros asuntos, por supuesto, relacionados con su demoledor emprendimiento.<br />HERMAN DIWINSKI: Seguramente que no solo los negocios te deben unir a el, a lo mejor una vieja amistad.<br />NORMAN ADELIEVICH: Es verdad, lo conocía desde antes, se me había pasado contarles a ustedes, pero creo que, desde que vine a la Argentina, no recuero si habíamos hablado en el barco, es un alemán, pero jamás ha discriminado un judío, te lo puedo asegurar.<br />HERMAN DIWINSKI: Mirándolo fijamente a los ojos. Yo conozco ese hombre, es un viejo comandante nazi.<br />NORMAN ADELIEVICH: Pensativo y sorprendido después. Si pero yo no lo sabía, ¿Cómo lo sabes vos?<br />HERMAN DIWINSKI: Lo ce y nada mas. Uno recuerda a los torturadores, los tiene muy presentes para olvidárselos así nomás como si nada, me lo ha mostrado mi padre, cuando estábamos en Auswitch, me había dicho, que era el asesino de mama, de mis abuelos, luego lo mató a el, y finalmente la supuesta guerra terminó, y con ella el desgraciado duelo para todo un pueblo.<br />Silencio prolongado.<br />NORMAN ADELIEVICH: Que se ha quedado mirando hacia el suelo. Ese hombre ya no es el mismo, te lo aseguro.<br />HERMAN DIWINSKI: Enojado y furioso. Patrañas, se afeitan, se dejan la barba, se cambian de país, de ciudad, de cultura, de religión, de vida, pero siguen siendo iguales, los mismos asesinos repugnantes disfrazados de seres morales y educados.<br />NORMAN ADELIEVICH: No lo discuto en absoluto, yo...<br />HERMAN DIWINSKI: Interrumpiéndolo. Vos nada, no tenes que decir nada, vos sos otro, uno que se dejó seducir por un sistema que privilegiaba el asesinato a sangre fría, entregaste en bolsa a todos tus hermanos.<br />NORMAN ADELIEVICH: Perdiendo el control. ¿De que estás hablando? Levantándose de la silla. Tengo que ir por Eva, me espera en el colegio.<br />HERMAN DIWINSKI: Saca de su chaqueta un revolver. Vos no vas a ningún lado hijo de puta, sentate mierda, tenemos que hablar.<br />NORMAN ADELIEVICH: Sentándose. ¿Qué es todo esto?<br />HERMAN DIWINSKI: Tomando un diario de su otro bolsillo, se lo arroja al suelo. Lee basura.<br />NORMAN ADELIEVICH: Tomando el diario, muy despacio, lee en voz baja, luego agacha la cabeza. Se han equivocado.<br />HERMAN DIWINSKI: Te buscan en Chile, en el sur, en un pueblo pesquero, te van a encontrar, estamos a un paso de Chile.<br />NORMAN ADELIEVICH: Se han equivocado.<br />HERMAN DIWINSKI: Nosotros nos hemos equivocado, nosotros, Iris, y la pobre Eva que es una víctima como nosotros. ¿Qué te ofrecieron aquellos asesinos, porque nos cambiaste? Quiero saber.<br />NORMAN ADELIEVICH: Resignado. Cumplía ordenes, de ese modo no solo me mantenía con vida, aseguraba un lugar, un ser alguien en mí vida, pero eran otras épocas. Yo soy distinto, yo no soy el de antes, te lo juro.<br />HERMAN DIWINSKI: Los asesinos, son asesinos.<br />NORMAN ADELIEVICH: Yo jamás le apunte a nadie, jamás tome un arma entre mis manos.<br />HERMAN DIWINSKI: Si que lo hiciste, manipulaste un arma tan asquerosamente repugnante como la traición a tu propia sangre, a tus orígenes, a tu religión, a tu familia y a tu puta condición.<br />NORMAN ADELIEVICH: Me cambie de nombre cuando llegué a Buenos Aires, también quise cambiar mi vida.<br />HERMAN DIWINSKI: Y no tuviste mejor idea que casarte con una mujer judía, una de tantas que habrás entregado cuando eras un infiltrado matando por la boca para los nazis.<br />NORMAN ADELIEVICH: No es como vos pensas, eran tiempos difíciles, para todos los judíos, nos perseguían a todos, yo así pude sobrevivir, no fui el único.<br />HERMAN DIWINSKI: ¿Y como esperabas sobrevivir matando a tus hermanos?<br />NORMAN ADELIEVICH: No se sobrevive, uno se muere día a día.<br />HERMAN DIWINSKI: Y decidiste colocar el pasado en un nicho y sepultarlo en el cementerio de tus memorias fallidas, cuando la besabas a la pobre desgraciada de mi hermana, cuando comías con nosotros, o cuando acariciabas a tu amada hija Eva, ¿No te acordabas de aquellos miserables que murieron en la miseria? ¿No se te venían a la cabeza, aquellos rostros, llenos de dolor y de angustia, de hambre, de sed y de muerte?<br />NORMAN ADELIEVICH: Una y otra vez, todo el maldito tiempo.<br />HERMAN DIWINSKI: Vienen por vos.<br />NORMAN ADELIEVICH: ¿Qué vas a hacer?<br />HERMAN DIWINSKI: ¿Qué se supone que debo hacer?<br />NORMAN ADELIEVICH: Soy tu cuñado, somos como hermanos, juro que...<br />HERMAN DIWINSKI: Interrumpiéndolo. Somos lo que somos, somos dos desconocidos, porque tengo vergüenza de salir a la calle, imagínate el daño que nos has causado, a tu pobre mujer que te ha cuidado como si fuera tu madre, tu hija que lleva tu sangre de mierda, y yo, que cuantas noches he llorado en tu hombro, acordándome de mis padres, y de todos mis amigos cuando en Auswitch les hacían cantar el himno Alemán en medio de la nieve, azotándolos como si fueran animales.<br />NORMAN ADELIEVICH: Podemos irnos todos juntos a Turquía, puedo conseguir los pasajes, puedo vender todo y esto se acaba.<br />HERMAN DIWINSKI: Acercándose con furia. ¿Pretendes que olvide que fuiste un judío perro de los nazis?<br />NORMAN ADELIEVICH: Yo no mate a tu padre, tampoco fue a el que lo delate, ni a tus amigos.<br />HERMAN DIWINSKI: Tu no mataste solo a mis padres, terminaste con la vida de tu propio pueblo y eso debe doler aquí, en el pecho, como si te explotara el corazón.<br />Silencio prolongado.<br />NORMAN ADELIEVICH: No me entregues por favor.<br />HERMAN DIWINSKI: Entregaste a centenares de judíos y ahora pretendes que no lo haga con vos, resulta que tengo al animal acorralado y lo debo dejar ir, luego que se devoró mi mundo. Cuantos judíos quieren estar en mí lugar, cuantos de ellos pagarían fortunas para escupirte sus años de impotencia, de silencio que se les ha vuelto un tumor que los consume con el tiempo.<br />NORMAN ADELIEVICH: Imagínate a Iris, a Eva, lo dejemos entre nosotros, mira nada más a tu lado, está el padre de Eva, vos sos el tío, como la van a criar sin su padre, se burlaran de ella, la humillaran hasta en la Universidad, no dejes que eso ocurra, es el futuro de mí hija el que está en juego.<br />HERMAN DIWINSKI: La verdad, es ante todo, una verdad, y ante ella, aunque no crea en las verdades, porque siempre son a medias, como tu vida que ha sido toda una mentira inventada, no se puede mirar para otro lado, prefiero criarla yo, pero nunca, jamás que lo haga un hombre que mató a los de su sangre.<br />NORMAN ADELIEVICH: Parándose de pronto. Ella es mi hija.<br />HERMAN DIWINSKI: Enfrentándolo. Ya no lo es, por fortuna no.<br />NORMAN ADELIEVICH: Sentándose nuevamente. Solo los tengo a ustedes.<br />HERMAN DIWINSKI: Si supiese tú hija que mataste a su propio abuelo.<br />NORMAN ADELIEVICH: Sabes que yo no estaba en la ciudad en donde residía tú padre y tú madre por esos años. ¿Qué harás conmigo? ¿colgarme de algún árbol y sentirte héroe por haber matado a un judío perro nazi? ¿La comunidad judía te ofrecerá un premio por haber cazado a un hombre sin alternativas?<br />HERMAN DIWINSKI: Esa no seria una actitud noble y heroica de un judío que cree en la justicia. Yo nunca mataría como mataron a los de mi condición, no utilizaría aquellos métodos salvajes como los de tú amigo Hanssen, que bien lo conocías, porque vos trabajabas para el, y el hijo de puta se vino a la Argentina porque vos le devolviste el favor que te hizo, el de dejarte ser alguien, hasta salvó tú vida y por eso te sentiste en deuda con ese hurón. Le abriste una fabrica y luego nos dirías que el se uniría a la gran sociedad Adelievich, como en los viejos tiempos de casería Judía, los dos amigos volverían a estar juntos al fin de cuentas.<br />NORMAN ADELIEVICH: No es así, no es un amigo, nunca lo fue ¿Cómo puedo ser amigo de un hombre que me quería mandar a los campos de concentración.<br />HERMAN DIVINSKI: Ni siquiera pensaste en sumarme a la fábrica, pero el maldito nazi que no es ni siquiera era de tú familia, le ibas a dar hasta tú apellido si era necesario para ocultarlo de la naturaleza que descubre los rostros de los cobardes.<br />NORMAN ADELIEVICH: No tenía otra opción, el había amenazado con matar a Iris, no podía dejar que eso ocurriese.<br />HERMAN DIVINSKI: No es momento para mostrar una conmovedora imagen paternal. Bien sabias que el tenía muchas acciones, que la fábrica se duplicaría sin tener que invertir nada de tú bolsillo, eso fue la verdad.<br />NORMAN ADELIEVICH: Estás juzgándome sin saber nada de nuestras conversaciones.<br />HERMAN DIVINSKI: En sus cartas nunca enunció que mataría a Iris si no lo convocabas para la sociedad, por el contrario, te rogaba participar en ella y te tentaba con ofertas millonarias.<br />NORMAN ADELIEVICH: Nunca me lo escribiría en una carta, el tipo no es ningún tonto, me lo dijo por teléfono, me llamaba a la fábrica en reiteradas ocasiones.<br />HERMAN DIVINSKI: Enojado. Basta de mentiras. Sacando un papel de un sobre, se lo arroja a la falda.<br />NORMAN ADELIEVICH: ¿Qué es esto?<br />HERMAN DIVINSKI: Un testamento.<br />NORMAN ADELIEVICH: Entonces, ¿me vas a matar?<br />HERMAN DINISKI: Abajo tenes que firmar, toma la lapicera.<br />NORMAN ADELIEVICH: Lo mira resignado unos instantes y luego firma. No me has contestado, entonces, ¿me vas a entregar?<br />HERMAN DIVINSKI: Tomando el testamento y guardándolo. No hay nada que yo pueda contestarte.<br />NORMAN ADELIEVICH: Te estás llevando mí vida, son años de trabajo.<br />HERMAN DIVINSKI: El dinero que tienes en el banco será para Eva, no te preocupes, solo para ella, la fábrica la administraremos con Iris.<br />NORMAN ADELIEVICH: Cuando se entere Iris ¿crees que te va a perdonar?<br />HERMAN DIWINISKI: Riéndose irónicamente. ¿A mí me tiene que perdonar?<br />NORMAN ADELIEVICH: No dejará que el padre de su hija quede en la ruina.<br />De pronto, reaparece detrás de unos tambores, Iris Divinski, tiene anteojos negros y un pañuelo, lleva una diminuta cartera.<br />IRIS DIWINSKI: No creo que sea así.<br />NORMAN ADELIEVICH: Sorprendido, se levanta de la silla. ¿Qué haces aquí?<br />IRIS DIWINSKI: Siéntate mejor, hace rato que escucho la conversación, Herman me mostró el diario en el que aparece una fotografía tuya, pero al principio no le creí, pensé que se había confundido, pero cuando me enseñó el artículo que decía que se trataba de un judío nazi, quede en la más plena incertidumbre. Cuando lo asumiste hace pocos minutos, se me oscureció la vista, pensé que me moría, te juro que se me derrumbó el mundo Norman. Al borde de las lágrimas, mientras que Herman Divinski se retira lentamente, doblando su saco. Todos estos años vivíamos con tanto amor, y los proyectos que teníamos. Hubiese preferido enterarme que tenías una amante otra mujer no ce, pero nunca esto.<br />NORMAN ADELIEVICH: Puedo explicarte...<br />IRIS DIWINSKI: Interrumpiéndolo de un grito. ¿Qué vas a explicar? ¿Que defendías tú vida haciendo correr la sangre de otros?<br />NORMAN ADELIEVICH: No era Jesucristo Iris, estaba presionado, piensa que si no lo hacia me mataban, me liquidaban, tú también lo hubieses hecho.<br />IRIS DIWINSKI: Sacando un revolver de la cartera. No hables por mí basura, no me nombres más, no con esa boca llena de gusanos, la de todos esos muertos que te rondan, esas son las voces que escuchas, las que siempre me dices a media noche que te acosan, son ellos los que te buscan.<br />NORMAN ADELIEVICH: Guarda ese revolver por favor, discutamos como adultos, te lo ruego por nuestra pequeña hija.<br />IRIS DIWINSKI: No la metas a ella en todo esto, no intentes salvarte usándola en contra mío porque no lo lograras.<br />NORMAN ADELIEVICH: No es eso lo que quiero, pretendo que no vea todo esto, seguro que está arriba...<br />IRIS DIWINSKI: Interrumpiéndolo. No está, la dejé en el colegio. Nos vamos del pueblo, nos das vergüenza, nos has humillado a todos.<br />NORMAN ADELIEVICH: ¿Qué harás? ¿me vas a matar? ¿Qué le dirás a nuestra hija? ¿Qué mataste a su padre porque salvaba su vida, sin quedarle otra opción que ser un delator a punta de pistola?<br />IRIS DIWINSKI: Sacando un papel de su cartera. Firma esto ahora.<br />NORMAN ADELIEVICH: Lee el documento. No puedo hacerlo Iris, es nuestra hija, no puedo renunciar a ella.<br />IRIS DIWINSKI: Apuntándole de más cerca. Tú eliges, además yo soy la madre.<br />NORMAN ADELIEVICH: ¿Cómo pretendes criar a nuestra hija sin su padre?<br />IRIS DIWINSKI: No estaré sola, Herman me ayudará, siempre ha sido un buen hermano.<br />NORMAN ADELIEVICH: Herman que nunca supo ni como cambiar un pañal, como cuando nos íbamos a las reuniones de los Hartevis y teníamos que llevar con nosotros a la pequeña Eva.<br />IRIS DIWINSKI: Nuestra hija ya está grande y cuando sea adulta entenderá una sola cosa, que su madre y su tío la sacaron de un infierno.<br />NORMAN ADELIEVICH: ¿Qué le dirás?<br />IRIS DIWINSKI: Que su padre ya no está, que no lo busque tampoco.<br />NORMAN ADELIEVICH: Destruyes todo lo que tengo.<br />IRIS DIWINSKI: ¿Y cuantas familias enteras has destruido tú? ¿Te falta el aire? ¿Sientes que te asfixias?<br />NORMAN ADELIEVICH: Desabrochándose la camisa. No he tomado mí remedio para el asma, hay mucho polvillo aquí, no seas cínica por favor. Iris, eres mi esposa, olvidemos todo, ya tienes la casa, la fábrica, el dinero en el banco y lo más importante, te llevas a mí hija, todo, ¿Qué más quieres de mi?<br />IRIS DIWINSKI: Poniéndole el revolver en la cabeza, jalando del seguro, todo el parlamento lo dirá apretando los dientes con mucha ira. Quiero mí venganza, aunque me tiemble la mano, deseo lo peor, te maldigo con toda mí alma, quiero destrozarte, quebrarte los huesos, sacudirte de un lado hacia el otro, quiero envenenarte una y mil veces, este es tú naufragio no el mío, no el de nuestra hija, es solo tuyo.<br />NORMAN ADELIEVICH: Que ha caído arrodillado, poniendo sus manos en su rostro. No por favor, no me mates, no lo hagas, te lo suplico, no mates a un fracasado, admito mí culpa, no me quedaba más remedio, no me mates.<br />IRIS DIWINSKI: Jalando el gatillo en falso. Ya estás muerto. Iris que ha tirado el revolver, se retira llorando, mientras que Herman Divinski ingresa al sótano con un rabino, el hombre lleva un pequeño bolso que lo abraza contra su pecho, Norman lo mira tratando de reconocerlo pero no logra divisarlo con tanto acierto.<br />NORMAN ADELIEVICH: ¿Usted quien es?<br />HERMAN DIWINSKI: No lo conoces, pero el te conoce a vos.<br />RABINO PETROSKI: Es así señor, como dice su cuñado, ya hemos estado hablando con el hace unos minutos sobre el tema que ha convulsionado a toda la comunidad judía del país.<br />HERMAN DIWINSKI: Intuía que Iris no se atrevería a disparar sobre tú cabeza querido Norman, has tenido una esposa que no te merecías. Yo, por mí parte, tengo asuntos que atender, los dejo caballeros, me retiro.<br />RABINO PETROSKI: Lo hacía mas avejentado, se ve que la buena vida lo tiene a usted muy bien.<br />NORMAN ADELIEVICH: Pensativo. Era octubre cuando la conocí a Iris, toda la nostalgia de un hombre abandonado está sobrevolándome, juro que veo esos pájaros de mal augurio sobre mí cabeza. Pero, ¿usted no me dijo quien era?<br />RABINO PETROSKI: Pues bien, le paso a contar, mi nombre es Dante Petroski, soy hijo de Eliseo Petroski y Nadina Erlinch.<br />NORMAN ADELIEVICH: No entiendo.<br />RABINO PETROSKI: Lo comprendo, usted no recuerda a mí padre, porque fue uno de los muchos judíos que mando a los campos de concentración de Auswitch, yo si lo recuerdo a usted, porque caminaba con el coronel Hanssen en esos días de frío, en donde nos tiraban agua a baldazos mientras la nieve caía sobre nuestros cuerpos congelados, también tengo presente su pulgar, señalando a mí padre.<br />NORMAN ADELIEVICH: No ha sido nunca mi intención, yo estaba amenazado se lo he dicho a mí esposa y a mí cuñado. El comandante Hanssen era muy joven cuando me conoció, me sacó de una fila, yo iba directo a los campos de concentración, el me dijo: Servirás para algo, servirás para la patria y para el Furer. Me tomó del brazo y me llevó a su oficina, me hizo sentar, y dejó que yo durmiese en su despacho, ese hombre salvó mí vida, y por todo ello estas consecuencias terribles. Me sentaba a escuchar a donde se ocultarían aquellas familias, algunos eran Rumanos, otros eran Rusos y así, cuando me acostaba de noche, apagaba rápido la luz, no quería pensar en lo que estaba haciendo, solo cumplía con mí deber, así me mantenía con vida. Entonces yo me iba hasta las oficinas de Hanssen y le decía a donde, en que casa o galpón se escondían de los soldados Alemanes. Cuando la guerra terminó, sentí que no había hecho lo correcto, creí que no lo toleraría, que me llegaría tarde o temprano la depresión y me suicidaría. Los nazis me tenían atado, no podía hacer otra cosa, usted sabe como eran, como actuaban.<br />RABINO PETROSKI: Usted los conoció mejor que yo. Deja el pequeño bolso sobre una caja, se saca el sobre todo. Es usted el que se ha quedado sin casa, sin fábrica, sin su hija, en definitiva, sin nadie.<br />NORMAN ADELIEVICH: Usted se equivoca, aún tengo a alguien.<br />RABINO PETROSKI: Abriendo el bolso y revolviendo dentro de el como buscando algo. ¿A quien si se puede saber?<br />NORMAN ADELIEVICH: Aún lo tengo a Dios.<br />El sótano empieza a oscurecer Norman queda pensativo con una mirada perdida, mientras que el rabino lo mira fijamente unos instantes y cuando vuelve la vista a su bolso, la luz ya no estará encendida.<br />TELON FINALanimal stormhttp://www.blogger.com/profile/14507451639067425936noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-450246237374959914.post-49524583796161161252007-05-25T07:01:00.000-07:002007-09-18T18:33:28.432-07:00LAS OSCURODe <strong>Carlos Vanadía<br /></strong><a href="mailto:carlosvanadia@fibertel.com.ar">carlosvanadia@fibertel.com.ar</a><br /><br /><br />PERSONAJES<br /><br />AMALIA OSCURO – Jubilada- Hermana mayor<br /><br />LETICIA OSCURO - Jubilada- Hermana menor<br /><br /><br />Comedor de una casa sencilla. Una mesa y dos sillas. Una lámpara de pie. Un sillón chico. Demás elementos a elección.<br />Espacio poco iluminado<br />En escena Amalia, sentada en un viejo pero importante silloncito.<br /><br />AMALIA.- (Emite dos sonidos como que le falta el aire. Mira hacia un costado)<br />Entra Leticia.<br />LETICIA.- ¡Terminala queres!<br />AMALIA.- (Recomponiéndose del ahogo) Yo no tengo la culpa.<br />LETICIA.- No te hace bien.<br />AMALIA.- Me ahogo.<br />LETICIA.- Mentiras<br />AMALIA.- Se me cierra la garganta, me falta el aire.<br />LETICIA.- Mentiras.<br />AMALIA.- Yo nunca miento.<br />LETICIA.- Yo tampoco<br />AMALIA. ¡No te compares conmigo!<br />LETICIA.- No grites.<br />AMALIA.- Yo nunca grito.<br />LETICIA.- No mentís, no tenes culpas, no gritas.<br />AMALIA.- ¡No me molestes!<br />LETICIA.- Vos me llamaste.<br />Amalia vuelve a tener un ahogo)<br />LETICIA.- ¡Bueno, ahogate si queres!<br />AMALIA.- ¡Ves, ves!(Recompuesta) No te importa nada, no me cuidas.<br />LETICIA.- ¿Y a mí quien me cuida?<br />AMALIA.- Yo. Estoy pendiente de vos<br />LETICIA.- Vos me perseguís Amalia.<br />AMALIA.- ¡Claro, soy un monstruo!<br />LETICIA.- Sos ...como una buha que mira cada cosa que hago.<br />AMALIA.- ¡ Dale insultame, ahora!<br />LETICIA.- Me controlas.<br />AMALIA.- Me preocupo que es distinto.<br />LETICIA.- Me espías.<br />AMALIA.- ¡Que ingrata! ¡Que ingrata!<br />Amalia se ahoga como al comienzo.<br />LETICIA.- Callate. Se escucha todo.<br />Amalia vuelve a ahogarse.<br />LETICIA.- Bueno, seguí...Igual yo les expliqué.<br />AMALIA.- (Cambiando, ya no se ahoga) ¿A quiénes?<br />LETICIA.- Les dije que si oían gritos, eras vos que.....<br />AMALIA.- ¿Qué? Que estoy loca.<br />LETICIA.- Desequilibrada nada más.<br />AMALIA.- ¡Mira quien habla!<br />LETICIA.- Ellos entienden, pero igual me da vergüenza.<br />AMALIA.- ¿Ellos?<br />LETICIA.- En esta casa antes había silencio.<br />AMALIA.- El silencio no es bueno.<br />LETICIA.- Están tan cerca.<br />AMALIA.- Fue Roberto ¿no? ¡Viejo cornudo!. Siempre estuvo caliente conmigo.<br />LETICIA.- ¿Qué queres? Viven al lado, se escucha todo y vos pegas cada alarido.<br />AMALIA.- ¡Linda cría! ¿Y estaba la yegua de Irene, ¿ no ? Puta y sin dientes. Todos los hombres son unos asquerosos.<br />LETICIA.- Irene ya no...<br />AMALIA.- (Feliz) ¿Se murió?<br />LETICIA.- No, ahora es evangelista.<br />AMALIA.- Se rieron de mí y ella como siempre mostrando las encías y el único colmillo que tiene.<br />LETICIA.- Ya no es desdentada, tiene unos postizos hermosos, brillantes, de blancos, vos vieras.<br />AMALIA.- Ni falta que me hace... ¿ De donde sacaron la plata.?<br />LETICIA.- ¿Tenés frío?<br />AMALIA.- ¿ De donde sacaron la plata?<br />LETICIA.- Que me importa, no les pregunté<br />AMALIA.- Vamos, contá.<br />LETICIA.- Parece que la nuera, tiene una prima y la cuñada de esa prima tiene una amiga que tiene una hermana que trabaja en PAMI y le consiguió todo gratis<br />AMALIA.- Es muy difícil de seguir. Para mí es todo mentira.<br />LETICIA.- ¿Tenés frío?<br />AMALIA.- (Casi gritando) ¡No y no jodas con el frío!<br />LETICIA.- No grites, Amalia, por favor.<br />AMALIA.- Yo siento calor.<br />LETICIA.- Ya lo hablamos, el doctor dijo...<br />AMALIA. ¡Que sabe ese! Ni siquiera me conoce, pero... dijo la palabra mágica "psicosomático", viste que la aprendí. ¡Y claro vos ni pelota! Me puedo morir acá.<br />LETICIA.- No puedo estar pegada a vos todo el día.<br />AMALIA.- Con estar atenta es suficiente.<br />LETICIA.- Estoy más que atenta.<br />AMALIA.- Estás en babia, en la luna, ¿qué mierda pensas todo el día? La gente normal habla, se comunica.<br />LETICIA.- Un poco de silencio hace bien. No hay necesidad de hablar todo el tiempo, además terminamos discutiendo<br />AMALIA.- Discutiendo no, conversando.<br />LETICIA.- ¿Esto es conversar?<br />AMALIA.- Bueno... pero es mejor que estar como dos momias. Hablando de momia, la película de ayer me puso como loca.<br />LETICIA.- ¿Cuál?<br />AMALIA.- La de la momia, esa del faraón.<br />LETICIA.- A mí me aburrió un poco.<br />AMALIA.- ¡Pero no viste que la momia tenía una erección!<br />LETICIA.- ¡Amalia!<br />AMALIA.- ¡Tenía un bulto entre esas vendas!, Yo quisiera esa momia para guardarla en el ropero y usarla en las noches de insomnio, como lo llamas vos..<br />LETICIA.- Yo tengo insomnio<br />AMALIA.- ¡Ah, claro! a la señorita Oscuro no le suben los calores.<br />LETICIA.- Si, porque tengo un problema glandular<br />AMALIA.- Bueno, lo mío es ovarial<br />LETICIA.- Es la tiroides Amalia.<br />AMALIA.- Todavía soy una mujer. Una mujer y muy ardiente.<br />LETICIA.- Además te funciona mal el cerebro.<br />AMALIA.- ¡Ah, que pedazo! que pedazo de momia<br />LETICIA.- ¡Qué ordinaria!<br />AMALIA.- ¿Qué te pasa? ¿Te asustas?<br />LETICIA.- Sabes una cosa... ya estoy un poco harta.<br />AMALIA.- ¡Pero che! ¿Todo porque me gusta conversar? Por lo menos tengo buen humor.<br />LETICIA.- Sos tan... tan...<br />AMALIA.- Pareces una campana. ¿Tan que?... ¡<br />LETICIA.- ¡ Impulsiva!<br />AMALIA.- ¡Qué fina! Me gusta. Impulsiva me gusta, suena a vitalidad, a desenfreno, a pasión... ¿Estas arrepentida, no?<br />LETICIA:- ¿De qué?<br />AMALIA.- De vivir juntas.<br />LETICIA.- No es eso... pero...<br />AMALIA.- (Exaltada) ¡Tres semanas! ¡Hace tres semanas que llegué y ya me estas hechando! ¡A la calle! ¡Fuera! Como a un perro<br />LETICIA.- Yo no abrí la boca.<br />AMALIA.- Se te notan las ganas.<br />AMALIA.- Si solo hablaras un poco mas bajito<br />AMALIA.- (Susurrando) Te pregunté si estas arrepentida.<br />LETICIA.- Sos mi hermana y también es tu casa<br />AMALIA.- ¿Estás arrepentida o no?<br />LETICIA.- Reconoce que paso mucho tiempo y ya estamos viejas.<br />AMALIA.- Pero no me contestas.<br />LETICIA.- Para que...<br />Leticia va a salir y es interrumpida)<br />AMALIA.- Entonces estás arrepentida ¿ A vos te gustaría no? ¡Puff! Que desapareciera. Que me muriera.<br />LETICIA.- ¿Qué decís?<br />AMALIA.- Por la culpa ¿viste? Si me muero es otra cosa, no me hechas. Es mas digno.<br />LETICIA.- Siempre dando vuelta las cosas.<br />AMALIA.- Hasta me llorarías y todo. Y yo bien contenta, muerta pero llorada.<br />LETICIA.- No dije nada, vos confundís todo.<br />AMALIA.- Estamos conversando.<br />LETICIA.- Lindo tema de conversación.<br />AMALIA.- Prendé la luz grande.<br />LETICIA.- ¿Tenés frío?<br />AMALIA.- ¿Pero quien es la que confunde todo? Yo te pido que enciendas la luz y vos me salís con el frío.<br />LETICIA.- Te cuido<br />AMALIA.-¡ No! Vos queres saber si me empecé a enfriar.<br />LETICIA.- (Enciende la luz) ¿Vas a tomar sopa?<br />AMALIA.- Disimulá, nomás.<br />LETICIA.- ¿ Sí o no?<br />AMALIA.- ¿Es octubre?<br />LETICIA.- (Con paciencia) Ya sabes, estamos en julio y hace frío.<br />AMALIA.- Dame un golpe en la cabeza.<br />LETICIA.- No digas pavadas.<br />AMALIA.- Podes decir que me caí.<br />LETICIA.- No me des ideas.<br />AMALIA.- Con un golpe en la cabeza ¡Ya está!...Te dejo tranquila<br />LETICIA.- Podes no hablar por un rato aunque sea.<br />Amalia queda en silencio. Pensante.<br />Leticia suspira disfrutando el silencio.<br />AMALIA.- (Angustiada) El silencio no es bueno...<br />LETICIA.- Ya me lo dijiste....<br />AMALIA.- Octubre.<br />LETICIA.- No empieces.<br />AMALIA.- Es octubre...<br />Leticia sale.<br />AMALIA.- Su espalda, la lluvia, los focos... Lo veo todo...<br />LETICIA.- (Entra con un abrigo) Tomá, ponete esto.<br />AMALIA.- (Agotada) la bicicleta...<br />LETICIA.- Ahora quedate tranquila.<br />AMALIA.- (Acaricia el abrigo como si fuera un bebé) la bicicleta... (Queda ensimismada)<br />LETICIA.- (La contempla, le habla con suavidad) Amalia...me oís...Amalia..<br />AMALIA.- ¡Yo le grité! (La toma del brazo)<br />LETICIA.- Ya sé todo... (Se suelta)<br />AMALIA.- ¡La lluvia! ¡Y ese ruido! ¡El golpe seco!<br />LETICIA.- ¡ Amalia!<br />AMALIA.- El cuerpo rodando. Está ahí, lo veo<br />LETICIA.- Basta.<br />AMALIA.- (Señalando el aire) ¡Está ahí! ¡Está ahí!<br />LETICIA:- ( Harta en un grito ) ¡Basta!<br />(Breve silencio)<br />AMALIA.- (Reponiéndose como perdida) ¡Sí... sí!<br />LETICIA.- ¿Ya pasó?<br />AMALIA.- ¿ Ya pasó? (Confundida) Aparece de repente. No lo puedo controlar. (muy angustiada)<br />LETICIA.- Tranquilizate.<br />AMALIA.- Si.<br />LETICIA.- ¿Pasó?<br />AMALIA.- Sí. Estoy bien...<br />LETICIA.- Bueno, entonces salgo un minuto<br />Amalia se recompone. Cambia inmediatamente y vuelve a ser la del comienzo.<br />Leticia va a salir.<br />AMALIA.- ¿Ves?<br />LETICIA.- (Se detiene) ¿Qué?<br />AMALIA.- (Exaltada) No me escuchas.<br />LETICIA.- Ya estas mejor.<br />Leticia va a salir<br />AMALIA.- Ni escuchas, ni hablas.<br />LETICIA.- (En alerta) ¿ Que?<br />AMALIA.- Siempre con tus secretos... Desde chiquita fuiste escondedora, juguetes, ropa y anda a saber cuantas cosas más.<br />LETICIA.- Enseguida vuelvo.(Va a salir)<br />AMALIA.- No me dijiste adonde vas.<br />LETICIA.- Tenes razón... Voy a comprar queso rallado. Oíste ¡Es mi gran secreto!<br />(Sale en silencio)<br />AMALIA.- (Mientras sale Leticia) Bueno che, tanto te cuesta decir adonde vas... (Hablando sola) Es mas fácil decir voy a comprar queso que todas las vueltas que da. Siempre fue complicada, desde chiquita... que digo... desde el parto, pobre, nació de culo y siempre le fue como el culo, que va a hacer, cosas del destino. Nació así, amarga. En cambio yo nací enseguida, como una escupida, como decía mi viejo (Ríe sola)<br />(Entra Leticia)<br />LETICIA.- Estaba cerrado. Que raro, todavía no son la una. (Va al interior)<br />LETICIA.- (De afuera)¿Hago sopa?<br />AMALIA.- (Para si) Otra vez esa sopa de mierda. (A Leticia) Mejor caldo solo y después una manzana... ¡Que pobreza, che!<br />LETICIA.- Como corresponde a dos jubiladas.<br />AMALIA.- Tantos años laburando, ¿para esto? Un caldito, una manzana.<br />Leticia se asoma.<br />LETICIA.- No te quejes, algunos ni eso pueden.<br />AMALIA.- Vos te resignas fácil. ¿ Adonde está mi bastón?<br />LETICIA.- Ahora te lo traigo.<br />Leticia sale.<br />AMALIA.- (A Leticia) ¡Que costumbre tenes!<br />LETICIA.- (De afuera) No te oigo.<br />AMALIA.- (A Leticia) Otra vez me escondiste el bastón.<br />LETICIA.- (Entra con el bastón se lo da a Amalia) ¡No grites! Toma... No sé para que lo seguís usando, caminas mejor que yo.<br />AMALIA.- Para sostenerme. (Con intención hacia Leticia) para defenderme. Nunca se sabe.<br />LETICIA.- Hace un rato querías que te matara. ¿En que quedamos? ¿No queres que le ponga fideos? (Sale)<br />AMALIA.- Ya te dije que no.(Para si) A vos te hace falta un buen fideo. (Se ríe) Y a mi también. (Sigue riendo)<br />LETICIA.- (De afuera) Ah, el domingo vamos a la iglesia, eh?<br />AMALIA.- ¿Qué tiene que ver la sopa con la iglesia?<br />LETICIA.- Nada pero las dos alimentan ¿o no?<br />AMALIA.- Yo no voy.<br />LETICIA.- (Advirtiendo con ironía) Dios te va a castigar (Entra) Enseguida vengo<br />(va a salir)<br />AMALIA.- ¡Otra vez!<br />LETICIA.- (Conteniendo rabia) Voy a ver a Rosa, a lo mejor sabe que pasa...<br />AMALIA.- Si hablaras evitas problemas y yo no preguntaría ¡ Que Rosa no venga... no la soporto...!<br />LETICIA.- No va a venir... quedate tranquila...(Sale)<br />AMALIA.- Zorra, atorranta, puta, eso es lo que es, una puta....¡Que digo una, las dos son putas. Ésta no se anima, pero la otra ¡Ah, la otra! Ya me las imagino, chu...chu..chu...chu.... Y después las risas, esas que lastiman, las risas siempre lastiman ...(Queda pensativa). Mis risas siempre fueron mentirosas, contagiaban pero eran mentirosas. (Apoya la cabeza en el respaldo)<br />LETICIA.- (Entrando angustiada ) ¡Se murió!<br />AMALIA.- ¡No estoy muerta!<br />LETICIA.- (Impactada, con lágrimas) Ramón, se murió Ramón.<br />AMALIA.- ¿Cómo que se murió?<br />LETICIA.- Si, se murió. Me dijo Rosa... por eso estaba cerrado.<br />AMALIA.- ¿Y por que lloras?<br />LETICIA.- Pobre Ramón ¿Y ahora ?<br />AMALIA.- Ahora vamos a comer.<br />LETICIA.- A vos no te importa nada.<br />AMALIA.- ¡Pero que queres que haga! (Burlándose) ¡Buah...Buah...! Ya está, ya lo lloré. El gordo nunca me gustó.<br />LETICIA.- (Lloriqueando) ¡Basta Amalia! ¡Basta!<br />AMALIA.- (Imitándola) ¡Basta Amalia, basta! (Imperativa) ¡Anda a ver el agua queres!<br />Leticia sale<br />AMALIA.- ¿Hierve?<br />LETICIA.- (De afuera) Se consumió casi toda.<br />AMALIA.- (Murmurando) Como nosotras. ¡Y no llores!<br />LETICIA.- (Entra con un mantel plato y un cubierto, pan, prepara la mesa. Lloriqueando sin hablar)<br />AMALIA.- Se puede llorar por cualquier cosa, pero por ese hombre, que era una bola de grasa.<br />LETICIA.- No estoy llorando (Queda pensativa) Un vecino de tantos años... Me fiaba.<br />AMALIA.- Si es por eso, haces muy bien en llorar. Ahora decime, ¿no es demasiada la angustia?<br />LETICIA.- No... Es que... (Como que va a hablar) Yo... ¡Que te voy a explicar a vos!....<br />AMALIA.- ¡Ah claro, yo no puedo entender nada! ¡ Estoy loca! ¿Por qué lloriqueas, eh?<br />LETICIA.- No sé...<br />AMALIA.- (Irónica) ¿Seguro que no sabes? (Espera) ¿Y?<br />LETICIA.- Es difícil de explicar<br />AMALIA. Más difícil es de entender. ¡Tanto llorar!... Podes hablar, ya se murió. Podes destapar la olla. (Ríe) digo, como estas preparando caldo (Sigue riendo)<br />LETICIA.- Cuanta maldad tenes adentro.<br />AMALIA.- Habla y deja de insultarme.<br />LETICIA.- ¿ De qué?<br />AMALIA.- Me acuerdo muy bien de todo. Ibas al almacén por lo menos tres veces por día... siempre volvías enseguida y te encerrabas en tu dormitorio. En esa época también llorabas...<br />LETICIA.- ¿A qué viene este recordatorio?<br />AMALIA.- Siempre que alguien muere se recuerdan (Con mala intención) detalles .<br />LETICIA.- También se llora.<br />AMALIA.- Cuando vale la pena.<br />Leticia va a salir.<br />AMALIA.- (Mientras sale Leticia) Confesa que lo querías...<br />Leticia sale.<br />AMALIA.- (A afuera) No me lo vas a decir...<br />LETICIA.- (De afuera) Ya está la sopa, sentate.<br />AMALIA.- ¿Porque no me contestas? ¡Y dejá de llorar!<br />ETICIA.- (Entra con un taza de caldo) Vení a comer. (Se sienta)<br />AMALIA.- (Se levanta va hacia la mesa, camina con bastón, se sienta) ¿Vos no comes?<br />LETICIA.- No, no tengo ganas.<br />AMALIA.- ¿El queso?<br />Se miran<br />LETICIA.- No hay queso.<br />AMALIA.- (Irritada) ¿No hay queso?<br />LETICIA.- (Gritando angustiada) ¡Sabes que no hay!<br />AMALIA.- Mirá la que no grita.<br />LETICIA.- Es que preguntas para mortificarme. (Llora)<br />AMALIA.- ¿De qué murió? (Pone pan a la sopa)<br />LETICIA.- Parece que tiene un golpe en la cabeza.<br />AMALIA.- (Riendo) Parezco bruja. ¿ yo hace un rato te estaba diciendo algo de un golpe en la cabeza ,no? (Come la sopa) ¡ Esto sin queso es una porquería.! ¿ Él tomaba?<br />LETICIA.- ¿Ramón? No.<br />AMALIA.- ¿Y como sabes?<br />LETICIA.- Bueno... que se yo..<br />AMALIA.- (Bebe) Esto sin queso, es una porquería.<br />LETICIA.- ¡No me lo repitas...no me lo repitas...!No hay queso!. Vos entendes muy bien que me pasa. Se murió Ramón. ¡Y no hay queso!<br />AMALIA.- Yo entiendo,(Irónica) se acabó el queso. Decime...vos...¿lo olías?<br />LETICIA.- ¡Que decís!<br />AMALIA.- ¡No te hagas la estúpida, querés! Si lo olías... si lo tocabas...si te dejabas tocar... ¿Pasaba algo?<br />LETICIA.- Comé y haceme el favor de no hablar más.<br />AMALIA.- No. No quiero... No hay queso. No voy a comer<br />LETICIA:- (Harta, se levanta retira el plato de Amalia) ¡Está bien! Hacé lo que quieras.(Sale)<br />AMALIA.- ¡Qué fina! Como si fuera tan fácil.<br />LETICIA.- (De afuera)¿Qué?<br />AMALIA.- Hacer lo que quiero<br />LETICIA.- (Entra y se sienta) Nadie hace lo que quiere.<br />AMALIA.- Decimelo a mi<br />LETICIA.- Decimelo a mi.<br />AMALIA.- Me odias ¿no?<br />LETICIA.- Sí.<br />AMALIA.- ¿Un golpe en la cabeza? ¿No lo habrán asesinado para robarle?<br />LETICIA.- (Lloriquea)<br />AMALIA.- Así no se puede conversar. ¡Deja de llorar querés!<br />LETICIA.- El custodia le dijo a Rosa que no hubo robo.<br />AMALIA.- ¿Y como saben?<br />LETICIA.- Que se yo.<br />AMALIA.- Depende quien sea el ladrón<br />LETICIA.- No vas a saber más que ellos.<br />AMALIA.- ¿Y si fue alguien que conoce la casa?<br />LETICIA.- No puedo pensar. Para todo eso está la policía.<br />AMALIA.- No vendrán acá ¿no?<br />LETICIA:- ¿Y para que van a venir?<br />AMALIA:- A veces averiguan con los vecinos.<br />LETICIA.- ¡Nosotras no sabemos nada!<br />AMALIA.- Yo no... pero vos...<br />LETICIA.- ¿Yo que?<br />AMALIA.- A lo mejor...Vos sabes mucho de Ramón<br />LETICIA.- (Ofendida) ¿Qué queres decir?<br />AMALIA.- (Riendo) Que te fiaba<br />LETICIA.- Era un almacén ¿no? Era su clienta<br />AMALIA.- ¡Bueno! No te atajes, no es un interrogatorio.<br />LETICIA.- No entendes nada.<br />AMALIA.- (Gesto obsceno) Yo no sabía que te fiaba ( Gesto obsceno, ríe)<br />LETICIA.- Sos una asquerosa. Nunca me tocó.<br />AMALIA.- Ah, él nunca... (Reafirmando) Entonces, lloras por eso.<br />LETICIA.- Ya te lo dije. ¿Estás contenta? ¡ Nunca me tocó! Nunca me miró... Yo no existía. Para él nunca existí... A lo mejor... si yo hubiera... Pero estaba mamá...esta casa...<br />AMALIA.- ¡ Menos mal que vine a acompañarte!<br />LETICIA:- ¿Acompañarme vos?<br />AMALIA.- Ves que sos una desagradecida.<br />LETICIA.- A que te atendiera, a eso viniste.<br />AMALIA.- Y me decís “arpía” a mi. Lindo apodo para una hermana.<br />LETICIA.- Yo no te dije así<br />AMALIA.- Sí. “Arpía”<br />LETICIA.- No uso esa palabra.<br />AMALIA.- Me acuerdo muy bien, hace un ratito nomás.<br />LETICIA.- Yo te dije " buha".<br />AMALIA.- Me cago en la diferencia<br />LETICIA.- Cuando me mirás así tan fijo... Te pareces tanto a mamá.<br />AMALIA.- Prefiero que me digas “buha”<br />LETICIA.- Me controlas...como ella me controlaba<br />AMALIA.- Estas mostrando la hilacha ¿eh?<br />LETICIA.- ¿No querías que hablara?<br />AMALIA.- Esto es un ataque de bronca<br />LETICIA.- Estoy hablando ¿no?<br />AMALIA.- ¿Y porque no le hablaste al del mostrador? Él se muere y te la agarras conmigo.<br />LETICIA.- No empieces a mezclar las cosas.<br />AMALIA.- ¡No mientas! Ahora sentís dolor, pena, pero no por su muerte, sino por tu vida. A mí no me engañas ¡Pero que mierda esperabas!<br />LETICIA.- ¡Nada! ¡Nada! Un día me di cuenta que no esperaba nada . Ni a él, ni a nadie, ni nada, Me quedé sin sueños, sin vida, me evaporé.<br />AMALIA.- El silencio no es bueno.<br />LETICIA.- Un día me tomó la mano,"Leticia, sabes que te quiero mucho”,<br />AMALIA.- Ah, bueno...<br />LETICIA.- “ahora que te jubilaste, pedime lo que quieras"...<br />AMALIA.- ¿Qué tiene que ver la jubilación?<br />LETICIA.- Yo pensé mil cosas en un segundo, ¿te imaginás? después de cuarenta años... me sentía tan sola...y siguió “yo te fío la mercadería, me pagas cuando puedas, no hay problema"...Y me soltó la mano.<br />AMALIA.-¡ Ves que era un hijo de puta!... ¡Te dijo así para joderte ¡Y todavía lo lloras!<br />LETICIA.- Él nunca sospechó<br />AMALIA.- ¡No me jodas! Era gordo pero no boludo.<br />LETICIA.- ¡Y bueno! Yo nunca le interesé.<br />AMALIA.- Todavía lo defendés.<br />LETICIA.- El problema era mío, no de él. A su manera me protejía.<br />AMALIA.- Claro, como sos jubilada...<br />LETICIA.- Yo no iba a aceptar, pero ya sabes, la plata no alcanza.<br />AMALIA.- Decímelo a mi.<br />LETICIA.- Pero yo le pagaba. Cuando cobraba la jubilación le pagaba.<br />AMALIA.- Me cago en tu orgullo.<br />LETICIA.- Estaba más tranquila así.<br />AMALIA.- Bueno, tampoco es para tanto, te fiaba, no es tan denigrante.<br />LETICIA.- Denigrante es que lo único que te dio en la vida el hombre que amaste fue mercadería fiada.<br />AMALIA.- Más denigrante es haberla pagado. ¡A la vida hay que provocarla, querida! (Comprensiva) Y basta... no llores más. Es que vos siempre tuviste mas vueltas que un rulero, (Se ríe sola) ¡Uy... como estoy hoy! La peluquera tiene mas vueltas que un rulero.<br />LETICIA.- Eso me salvó... Estaban las clientas, la gente de la galería, estaba José Luis, (Con orgullo) treinta y cinco años fue mi socio.<br />AMALIA.- ¿ José Luis? (dobla la muñeca) ya sabemos. En cambio yo, si me habré volteado muñecos en el hospital. Yo la viví bien. Había cada residente. ¡Jóvenes, altos, fuertes, unas piernas!. Bueno, algunos petizos y flaquitos me agarré. Tampoco hay que discriminar. Total, quemada por quemada.<br />LETICIA.- ¿Cómo?<br />AMALIA.- A un tipo le decís que sos enfermera o peluquera y, chau, piensan que andas en la joda.<br />LETICIA.- ¿De adonde sacaste eso?<br />AMALIA.- De la vida.<br />LETICIA.- Decí mejor tu vida.<br />AMALIA.- Siempre hay excepciones, claro. (Grita) ¡Uyy, los dientes!<br />LETICIA.- (La mira sin entender ) ¿Qué dientes?<br />AMALIA.- Los dientes de Irene. Lo mataron y le afanaron todo.<br />LETICIA.- ¡Pero que estás diciendo!<br />AMALIA.- Pero vos pensas que el gordo no tenía plata guardada. ¿Ramón seguía andando con Irene?<br />LETICIA.- Nunca estuvo con Irene.<br />AMALIA.- Lo enganchó apenas el gordo llegó al barrio. Me acuerdo muy bien.<br />LETICIA.- Nunca los ví.<br />AMALIA.- Nunca quisiste ver nada. (La llama susurrando) Vení acercate.<br />Leticia queda inmóvil.<br />AMALIA.- Vení.<br />LETICIA.- ( Sigue pensando inmóvil )<br />AMALIA.- ¡Leticia! ¡Vení te digo!<br />LETICIA.- No me grites, por favor, no me grites<br />AMALIA.-¡ Es que no me escuchas, querida! Siempre en babia...¡Acercate!<br />Leticia se acerca.<br />AMALIA.- (En secreto) Ella sabia donde Ramón escondía la guita. Lo hicieron ellos dos, Irene y Roberto. Un golpe en la cabeza y se pagan los dientes de la yegua y anda a saber cuantas cosas más. (Más fuerte) ¡Estoy segura! (Gritando) ¡ Esto no va a quedar así!<br />LETICIA.- ¿Qué vas a hacer?<br />Amalia toma el bastón se levanta y va hacia la medianera.<br />AMALIA.- (Gritando) ¡Che! ¡Vecinos! ¡Sabemos todo! Che, repartan!<br />LETICIA.- Amalia, que está la policia.<br />AMALIA.- (Riendo) !Y a mí que me importa! (Vuelve a la medianera) ¡ Vamos repartan! ¡Repartan!<br />(Suena el teléfono)<br />LETICIA.- ¡Viste! ¿ Y si es la policía ?<br />AMALIA.- (Riendo) Nos van a avisar y todo: “ Srtas. Oscuro, ahora vamos a interrogarlas” ¡Atendé de una vez!<br />LETICIA.- (Atiende) Hola... Si... (A Amalia en secreto) Es Rosa... dice que hay novedades... (Escucha por el Te. Aliviada) ¡Ay que suerte!...no bueno... es mejor así... Andá, andá seguí averiguando..Chau.(Corta)<br />AMALIA.- ¿Qué pasó?<br />LETICIA.- Que suerte, parece que murió de un infarto.<br />AMALIA.- ¡Que suerte!<br />LETICIA.- Quiero decir que no fue muerte... así...violenta.<br />AMALIA.- ¡Que macana! no vamos a compartir la guita<br />LETICIA.- ¿Cómo?<br />AMALIA.- Nunca entendes nada. Quiere decir que Irene y Roberto no robaron nada ¡O a lo mejor sí, que se yo! ¿Mirá si entraron después que murió pero antes que la policía. Como decíamos recien.<br />LETICIA.- Yo no dije nada.<br />AMALIA.- ¿Y si todavía no entraron? Es nuestra oportunidad, a lo mejor la plata está ahí.<br />LETICIA.- ¿Pero de que plata hablás? ¿Qué sabés?<br />AMALIA.- (Eufórica) Nos vendría muy bien.<br />LETICIA.- (Irritada) ¡Pará!<br />AMALIA.- (Eufórica) Nosotras vamos a entrar después que se vaya la policía.<br />LETICIA.- ¡Amalia! ¿Serías capaz?<br />AMALIA.- Yo no puedo por la pierna. Pero vos sí.<br />LETICIA.- ¿Yo?<br />AMALIA.- Además, no voy a delinquir a mi edad.<br />LETICIA.- A ninguna edad. ¿ Querés robar? Sos peor de lo que pensaba.<br />AMALIA.- ¿No te fiaba?<br />LETICIA.- Sí...¿y?<br />AMALIA.- Bueno, es más o menos lo mismo.<br />LETICIA.- !Estas loca y sos peligrosa.<br />AMALIA.- Está bien, está bien no hagas tanto escándalo por una pavada.<br />LETICIA.- ¿Una pavada? Un robo dirás.<br />AMALIA.- ¿No querés entonces?<br />LETICIA.- Por supuesto que no.<br />AMALIA.- Necesitamos el dinero...(Burla de llanto) Somos dos jubiladas.<br />LETICIA.- Sí ¿Y qué?<br />AMALIA.- Bueno, la mercadería aunque sea.<br />LETICIA.- ¿Cómo?<br />AMALIA.- No busquemos la plata, la mercadería está a la vista. El estante de los fideos, las conservas, arroces, no te olvides del café y el azúcar, todo lo que puedas. Los lácteos dejalos porque tienen vencimiento corto.<br />LETICIA.- ¡A vos te interno!<br />AMALIA.- Siempre fuiste cobarde.<br />LETICIA.- Llamalo como quieras, pero no soy una delincuente.<br />AMALIA.- Pero, si a él ya no le sirve,<br />LETICIA.- No puedo creerlo.<br />AMALIA.- No llegamos a fin de mes. ¿Pero quien te va a fiar ahora? Y encima jubilada. ¿O vas a conseguir trabajo? Con la mercadería tenemos para bastante tiempo.<br />LETICIA.- Quiero saber ¿ Te falla la cabeza o tengo una delincuente en mi casa?<br />Amalia ríe estruendosamente.<br />(Suena el teléfono,)<br />AMALIA.- Atende queres, a lo mejor es Ramón dándote la autorización.<br />LETICIA.- (Atiene) Hola... si...(En secreto a Amalia) Es Rosa...(Sigue por te.) Si... ¿Cuándo?....bueno, en parte me alegro... andá, andá... Hasta luego.<br />AMALIA.- ¿Qué dijo?<br />LETICIA.- Parece que vino un sobrino de Ramón para hacerse cargo de todo. Seguro que ahora va a tener una sepultura digna.<br />AMALIA.- Este gordo hasta muerto te jode la vida. Ese sobrinito se nos lleva la guita, la comida de casi un año, se va a llevar todo ¿De donde salió ?<br />LETICIA.- No sé , pero ahora hay que esperar la dirección del velorio. (Decidida) Porque te guste o no, voy a ir.<br />AMALIA.- ¿Por qué me decís así? ¿Alguna vez te prohibí salir yo? Tampoco es para que te pongas tan contenta, al fin y al cabo, es un velorio. Siempre y cuando me avises, podes ir.<br />LETICIA.- Voy a poder despedirme.<br />AMALIA.- Andá despedilo y asegurate que se haya ido (se persigna) Bastante te jodió.<br />LETICIA.- Estoy aterrada.<br />AMALIA.- ¿Por el velorio? No vayas.<br />LETICIA.- Por el robo. ¿Cómo propones algo así? ¿Quién sos en realidad?<br />AMALIA.- Ah, te gustó ¿no? (Riendo) Bueno, enterate, te estaba probando (Con doble intención como ofendida) ¡Cómo pudiste pensar que podía hacer una cosa así. Reíte un poco. Era una broma. Era un juego.<br />LETICIA.- No juegues. Nunca mas juegues conmigo... No se que es verdad...Ya no sé que pensar.<br />AMALIA.- Hacé lo de siempre, no pienses. Y estoy segura que si te insistía un poco más agarrabas viaje.<br />LETICIA.- (Muy molesta) ¡No digas mas disparates!<br />AMALIA.- Pero te voy avisando una cosa, el día que nos haga falta hacer un robo, voy a buscarme a alguien inteligente. Pero la verdad no tengo a nadie cerca. (Ríe)<br />LETICIA.- (Seria) Sabes una cosa Amalia, yo pienso. Y pienso que realmente estás loca.<br />AMALIA:- Bueno, no se hable más. Tema enterrado (Riendo) digo concluido<br />LETICIA.-(Irritada) Amalia, sos una porquería (Sale)<br />AMALIA.- ¡Que fina! El que tiene boca se equivoca. ¡Que carácter de mierda!<br />( Suena el Te.<br />AMALIA.- (Gritando) Leticia...¡Leticia! Teléfono. ¡Leticia!<br />LETICIA.- (Entra) ¡No podes atender!<br />AMALIA:- Sabés que a mí con Rosa no me gusta hablar. ¡Me molesta! ¡La odio! ¡Es una metida!<br />LETICIA.- ¡Para! ¿Cómo sabes quien es? ( atiende el teléfono) Hola...si... (En secreto a Amalia) Es Rosa...<br />AMALIA:- Burlándose como en secreto) Quién va a ser, es la única que nos llama<br />LETICIA.- (Hace señas para que no hable) No te escuché, Amalia estaba hablando... ¿Qué....(Apenada) Como, no puede ser.... Está bien, seguí averiguando.<br />AMALIA.- ¿Qué pasó? ¿Más muertos?<br />LETICIA.- Dice que el sobrino se fue a hacer trámites, que en un rato vuelve y que...<br />AMALIA.- ¿Qué?<br />LETICIA:- No lo va a velar.<br />AMALIA.- ¿Y?<br />LETICIA.- No va a haber velorio.<br />AMALIA.- (Con burla) ¡Que lástima!<br />LETICIA.- A vos no te importa nada.<br />AMALIA.- ¡Dejá de lloriquear queres?<br />LETICIA.- Es que hoy...hoy soy casi como una viuda<br />AMALIA.- Menos mal que la loca soy yo.<br />LETICIA.- Bueno. Lo siento así. Con él se muere una parte de mi vida.<br />AMALIA.- Sí, una parte bien grande... Cincuenta años... ¡Cincuenta años!... y te aviso que no puede morir algo que nunca estuvo vivo.<br />LETICIA.- No lo vas a entender nunca.<br />Breve silencio<br />AMALIA.- Nadie mejor que yo para entender la muerte.<br />LETICIA.- Todos en la vida tenemos partes muertas.<br />(Breve silencio)<br />AMALIA. ¿Es octubre?<br />LETICIA.- No, por favor<br />AMALIA.- Decime, es octubre....Lo veo....<br />LETICIA.- No, no empieces<br />AMALIA.- Lo veo, la lluvia...los focos...<br />LETICIA.- ¡No! ¡ no!....<br />AMALIA:- Corrí detrás de él... ¡Corrí, le grité y ese ruido! El golpe seco.<br />LETICIA.- ¡Amalia!<br />AMALIA.- Oigo todo, todo junto, lo veo, el cuerpo rodando<br />LETICIA.- Basta, hoy no puedo más. ¡No puedo más!<br />AMALIA.- ¡Está ahí, está ahí!<br />LETICIA.- (La zamarrea con fuerza por los hombros) ¡No, Amalia ¡No!<br />Amalia sorprendida la mira a Leticia sin hablar.<br />LETICIA .- (Sorprendida de si misma la suelta) Disculpame<br />AMALIA.- (Recomponiéndose) ¡Me pegaste!<br />LETICIA.- No, no yo no quise. No te pegué.<br />AMALIA:- Me pegaste.<br />LETICIA.- Empezaste a hablar. No quise... No se que me pasó...<br />AMALIA.- ¿Fue por que hablo?<br />LETICIA.- Vos sabes muy bien que decías.<br />AMALIA.- Te expliqué, todo aparece de repente. No me doy cuenta. ¿Qué? ¿Vos sola podes tener recuerdos?<br />LETICIA.- Es que repetís tantas veces lo mismo. Perdoname, perdí el control. Perdoname. ¡O yo no me puedo descontrolar!<br />Las dos quedan un instante abrumadas.<br />AMALIA.- Menos mal que yo era peligrosa.<br />LETICIA.- No se que me pasó . Perdoname<br />AMALIA.- Lo tuyo también fue un juego ¿no? Pero un juego de manos.<br />( Se miran. Breve silencio)<br />LETICIA.- Voy a hacer un té ¿querés?<br />AMALIA.- Bueno, pero diurético.<br />LETICIA.- No hay (Saliendo)<br />AMALIA.- Que lástima. Así llorabas por los dos lados.( Se rie y grita) ¡Te perdono! (Para sí) Pero la próxima te doy un bastonazo que te parto la cabeza<br />Inmediatamente se escucha un ruido a loza que se rompe.<br />LETICIA.- (Da un grito asustada) ¡Ahhh!<br />AMALIA.- (Da un grito asustada) ¡Ahhh.!<br />Leticia entra corriendo Alarmadas las dos. Casi gritan juntas.<br />LETICIA.- ¡¿Qué pasó?<br />AMALIA.- ¡¿Qué pasó?<br />LETICIA:- (Casi gritando) Nada, rompí una taza.<br />AMALIA.- (Casi gritando) Nada, me asusté.<br />LETICIA.- Estamos muy nerviosas<br />AMALIA.- Mejor nos tomamos un té de tilo.<br />LETICIA.- No hay.<br />AMALIA.- Pero carajo, hoy no haces mas que dar malas noticias.<br />Leticia sale.<br />AMALIA.- (A Leticia) Poné atención. No rompas nada más. Aunque romper es tu especialidad. ¡Y deja de llorar!<br />LETICIA.- (De afuera, llorando) No estoy llorando.<br />LETICIA.- (Entra con un plato con galletas, disimulando que estuvo llorando)<br />AMALIA.- (Camina con el bastón, se sienta a la mesa. Rompe una galleta y la va comiendo en pedacitos) ¿ Vos te acordás cuando trajeron estas sillas.<br />LETICIA.- Fue para mi cumpleaños de quince. Mamá acomodó las ocho sillas, porque eran ocho y estuvo como veinte minutos dando vueltas alrededor de la mesa. Hasta le sacó fotos.<br />AMALIA.- Nosotras somos como las sillas... dos y estamos solas<br />LETICIA.- Y viejas... ¡Uy el agua! (sale)<br />AMALIA:- Somos lo que queda de lo que fuimos.<br />LETICIA.- No te oigo.<br />AMALIA.- Nada, nada...<br />Entra Leticia con las tazas con té. Se sienta.<br />AMALIA.- Yo vendí todos los muebles cuando me vine, me salía mas caro la mudanza que comprarlos nuevos.<br />LETICIA.- Pero no compraste nada.<br />AMALIA.- ¿Qué queres decir?<br />LETICIA.- Nada.<br />AMALIA.- Mirá, mosquita muerta, que ya te conozco.<br />LETICIA.- (La mira) A mi no me conoces.<br />AMALIA.- (La mira) Me pegaste ¿no?<br />LETICIA.- Ya te pedí perdón y me perdonaste.<br />AMALIA.- ¡Perdón! Es una palabra demasiado... importante, no me gusta<br />LETICIA.- Me pasé la vida pidiendo perdón. Pidiendo perdón y permiso.<br />AMALIA.- Y justo conmigo venís a despabilarte<br />LETICIA.- (Las dos comen galleta en pedacitos) Cuando te fuiste lloramos todos.<br />AMALIA.- Mamá no lloraba.<br />LETICIA.- Nunca lloró.<br />AMALIA.- Me miraba fijo, muy fijo, sin decir una palabra.<br />LETICIA.- Me dejaste sola.<br />AMALIA.- (Se rie) ¿Te acordás el día que nos escapamos?<br />LETICIA.- (Se rie) Sí, pensabamos llegar tan lejos.<br />AMALIA.- (Orgullosa)¿ Llegamos o no?<br />LETICIA.- “De día esta lleno de gente, de noche cierran, dormimos en un banco”. Y yo como siempre te seguí.<br />AMALIA.- Y tenía razón, no hay lugar más seguro que el zoológico..<br />LETICIA.- Vos también tuviste miedo ¿O no?<br />AMALIA.- El guardián estaba enojadísimo.<br />LETICIA.- Cuando llegamos a casa, mamá lo invitó a cenar. Antes la gente era más buena.<br />(Se miran en silencio)<br />AMALIA.- (Le toca la cara con ternura) Siempre fuiste más linda que yo.<br />LETICIA.- Pero a vos te miraban más. ¡Brillabas! Siempre alegre y tenias una risa tan contagiosa, vos te reías y reían todos.<br />AMALIA.- Me peinabas.<br />LETICIA.- Si, y no se como salías a la calle.<br />AMALIA.- Y todas las noche me cepillabas el cabello.<br />LETICIA.- cincuenta veces para un lado y cincuenta para el otro. Tantas veces pensé en agarrarte dormida y pelarte.<br />AMALIA.- Entonces fue gracias a mí.<br />LETICIA.- ¿Qué?<br />AMALIA.- Que te hiciste peluquera.<br />Se ríen las dos.<br />LETICIA.- A lo mejor... ¿ Y vos?<br />AMALIA.- ¿Qué?<br />LETICIA.- ¿Te hiciste enfermera por mí?<br />AMALIA.- Había mucha locura en esta casa. ¿Sabes? Cada paciente que entraba al psiquiátrico para mí tenía algo de mamá.<br />LETICIA.- Yo tuve que quedarme...<br />AMALIA.- ¿Fui una mala hermana?<br />LETICIA.- No, pero... Te fuiste así... ¿ te escapaste? como el día del zoológico<br />AMALIA. Decidí irme.<br />LETICIA.- Te arrastró hasta allá, al sur, tan lejos de mí. Yo lo odiaba.<br />AMALIA.- Me fui con él porque lo amaba y ya sabes porque....<br />LETICIA.- Mamá también sabía<br />AMALIA.- No tuve que explicar nada.<br />LETICIA.- Sabes que tenes la mirada de mamá.<br />AMALIA.- Sí ya me dijiste<br />LETICIA.- Cuando leí que venías a quedarte, sentí algo raro. Cuando te ví, me di cuenta porque... encontré la misma mirada.<br />Breve silencio.<br />AMALIA.- Pensé mucho antes de escribirte. Quería estar con vos antes que no pudiera darme cuenta que estaba con vos.<br />Leticia la mira sin entender<br />AMALIA.- (Sonríe) No entendes un carajo. (Seria) Yo me doy cuenta "Octubre" aparece cada vez mas seguido.<br />LETICIA.- Son los años. Quedan fijos los peores recuerdos, no se porque...<br />AMALIA.- Andrés quiso vivir cerca de la ruta. Amaba ese camión. Iba y venía, iba y venía... Hasta que un día no volvió más, me abandonó. Nos quedamos solos. Mi hijo quería tanto esa bicicleta, que se la compré. Lo demás ya lo sabes. A los dos me los llevó esa ruta. Por eso siempre la odié. No hace mucho empezé a perder el control, aparecen...y aparecen.... tantos años trabajando en ese hospital.. a lo mejor tenes razón y estoy loca... por eso volví, para estar con vos antes que ya no entendiera nada... En cuarenta años me escribiste dos veces, cada una avisaba una muerte. ¿Porqué?<br />LETICIA.- Ella no quería. Papá antes de morir dijo: "Avisale a Amalia".<br />AMALIA.- Por lo menos él fue feliz.<br />LETICIA.- ¿Cómo sabes?<br />AMALIA.- Nos escribíamos. Con esa mujer fue feliz.<br />LETICIA.- “No le avises a tu hermana, no quiero verla ahora ni que me vea después”<br />AMALIA.- Yo tampoco quería verla. Sufrí mucho por ella.<br />Breve silencio.<br />LETICIA.- ¿Vos sufriste? Yo me quedé acá. Una vez tuve una irritación, insistió en ponerme una crema.(Hace todos los gestos) Me abrió las piernas con fuerza “Que anduviste haciendo ". Nada mamá, no hice nada. Te tendría que poner mucha, ¡taponarte, cerrarte, clausurarte! ¡Que no pueda entrar ningún hombre! ¡Entendes, ninguno! ¡Después se van! Y salió dando un portazo. Y cumplí... ningún hombre...<br />AMALIA.- ¿Sos virgen?<br />LETICIA.- No. Hace unos años tuve que operarme de un fibroma. El médico me miró casi con lástima: "Señorita Oscuro vamos a operar, no hay peligro es benigno...<br />AMALIA.- ¿Entonces?<br />LETICIA.- Con ese tumor se fue mi virginidad.<br />AMALIA.- Pero... nunca...<br />LETICIA.- Tantos años que murió y todavía está en el medio de nosotras. Hiciste bien en irte.<br />AMALIA.- En el pueblo la gente se escapaba de mí. Como digo la verdad y a nadie le gusta escucharla.<br />LETICIA.- Es que decís las cosas de una forma<br />AMALIA.- En los últimos años no quería ver a nadie. Me salvó el tejido. Le hacía ropa a los chicos, en el pueblo hay mucha pobreza, los abrigué a casi todos. Me gusta tejer. Tejo muy bien. Y ya sabes eso entre el sexo y el tejido.<br />LETICIA.- No.<br />AMALIA.- Cuando se teje mucho hay insatisfacción sexual. Ahora digo yo<br />¿ De donde habrán sacado que lo viejos no tenemos ganas? ¿Qué no podemos? Lo que no tenemos es con quien. ¡Que contradicción! ¡ Cuando una mas sabe!...<br />Disculpame vos...<br />LETICIA.- ¿Empezás?<br />AMALIA.- Los viejos ya no pueden y los jóvenes, es lógico, no nos dan pelota.<br />Leticia no contesta.<br />AMALIA.- No me mires con esa cara. Decí algo.<br />LETICIA.- ¿Y qué queres que diga?<br />AMALIA.- Por lo menos. Arrepentite ¡Grita! ¡Putea!<br />LETICIA.- Ahora de vieja ¿para qué?<br />AMALIA.- No somos viejas, tenemos la experiencia... Bueno... quiero decir...<br />LETICIA.- Está bien, no te hagas problema...<br />AMALIA.- Cuando sos vieja te jubilas en todo.<br />LETICIA.- Así esta el mundo.<br />AMALIA.- Entonces hay que darlo vuelta ¡Carajo! Ponerlo pata para arriba.<br />LETICIA.- Los jóvenes se van a encargar<br />AMALIA.- Cuando los jóvenes terminen, si los dejan, nosotras ya vamos a estar reencarnadas en un sapo. (Grita) ¡A la vida hay que provocarla! ¡Hay que provocarla!<br />LETICIA.- No grites.<br />AMALIA.- ¡Pero deciles que si, que estoy loca! ¡Que nos importa! Igual nadie nos va a ayudar. (Seria) Sabes, estamos peor que esta mañana... El finado se llevó el fiado...<br />LETICIA.- ¡Ojo con las soluciones!<br />AMALIA.- Algo tenemos que inventar<br />LETICIA. Nos tenemos que ajustar más...<br />AMALIA.- ¡Más! La soga al cuello nos vamos a ajustar.<br />LETICIA.- No queda otra, estamos viejas, achacadas y llenas de manías.<br />AMALIA.- Yo todavía tengo la manía de vivir. ¡Los viejos todavía podemos!<br />LETICIA.- Hablando de manías, hace un rato largo que no te ahogas.<br />AMALIA.- Y vos que no llorás. Decime ¿ Ahora querés que me ahogue?<br />LETICIA.- Para que te des cuenta que todo es...<br />AMALIA.- Ya se todo es...¡ mierda me olvidé de nuevo...!<br />LETICIA.- Psicosomático.<br />AMALIA.- Eso. Pero yo, me ahogo.<br />LETICIA.- No empecemos de nuevo.<br />AMALIA.- Vos sacaste el tema<br />LETICIA.- Ahora vengo.<br />AMALIA.- Escapate, escapate. Dejame a mi sola pensando. Después no te quejes.<br />LETICIA.- Dije ahora vengo.<br />AMALIA.- Con el “ahora vengo”, no decís nada.<br />LETICIA.- ¿Y?<br />AMALIA.- Claro, hablaste demasiado. Por las dudas no salgas a la calle...<br />LETICIA.- No voy a la calle.<br />AMALIA.- A ver si se muere alguien más.<br />Leticia va a salir<br />AMALIA.- ¿ Vas al baño?<br />LETICIA.- (Irritada) ¡Si!.(Mas irritada) ¡Si!. Y sabes una cosa (Grita como liberada) ¡Me estoy meando!<br />AMALIA.- (Excitada) ¡Bien...Bien! ..Eso es ¡Grita! ¡Grita!<br />LETICIA.- Además. (Grita como liberada) ¡Qué carajo te importa donde voy!<br />AMALIA.- Tampoco te extralimites.<br />LETICIA.- (Firme) Amalia, ¡ me meo !<br />Leticia sale.<br />AMALIA.- (Sola)¡ Que forma de expresarse, es para competir conmigo, se está avivando demasiado me parece, pero a mi a guaranga no me va a ganar. No hay nada mas lindo que una buena puteada. No hay que callarse. Una puteada siempre alivia, reconforta. Por ejemplo, cuando se tienen ganas gritar un buen: "Andate a la mierda"<br />LETICIA.- (Entrando) ¿Porqué?<br />AMALIA.- A vos no.<br />LETICIA.- ¿Y a quién de las cuarenta personas que viven en esta casa se lo decías?<br />AMALIA.- ¡Ay!... Cuantos años pasaron...<br />LETICIA.- ¿Qué te agarró ahora?<br />AMALIA.- (canta alegre la canción folclórica) Cuacuacuacua..cuarenta y cuatro, cuacuacuacuarenta y cuatro.¿Te acordas? Cuacuacuacua...cuarenta y cuatro.. ¡Dale, dale! (La invita a cantar)<br />LETICIA.- ¿Qué cante?<br />AMALIA.- Si, dale, alegrate un poco,cantá. Cuacuacuacua... cuacuarenta y cuatro....<br />LAS DOS.- (Cantan) Cuacuacuacua...cuarenta y cuatro.<br />Cuacuacuacua...cuarenta y cuatro<br />Leticia baila y canta sola.<br />LETICIA.- Soltá el bastón..<br />Amalia no reacciona.<br />LETICIA.- Soltá el bastón. Vení a bailar... (Canta y baila) Cuacuacuacua...cuarenta y cuatro.<br />AMALIA.- Me duele la pierna.<br />LETICIA.- ¡Vení!<br />Amalia deja el bastón, se toma de Leticia y bailan cantando)<br />LETICIA.-(Mientras bailan) Sabes en el baño pensé<br />AMALIA.- Anda a hacer pis de nuevo.<br />Las dos siguen cantando y bailando)<br />AMALIA.- ¿ Qué pensaste?<br />LETICIA.- Tengo la solución.<br />AMALIA.- ¿Vos?<br />LETICIA.- Sabes tejer<br />AMALIA.- Sí.<br />LETICIA.- Yo se cocinar<br />AMALIA.- ¿Y?<br />LETICIA.- Vos haces ropa yo postres los vendemos y seguro llegamos a fin de mes. No decías que los viejos podemos...<br />AMALIA.- Claro que podemos ¡Carajo!<br />Ambas cantan y bailan<br />Las dos.- ¡Cua...cua...cua... cuarenta y cuatro<br />Cua...cua... cua...cuarenta y cuatro<br />Ambas bailando<br />AMALIA.- Pero... ¿No querías que me fuera?<br />LETICIA.- Vos querías irte.<br />AMALIA.- ¿Somos socias?<br />LETICIA.- Somos socias.<br />Las dos.- ¡ Cua...cua...cua...cuarenta y cuatro<br />Cua...cua...cua...cuarenta y cuatro<br />AMALIA:- Estás desafinando.<br />Siguen cantando y bailando.<br />LETICIA.- Y vos estas perdiendo el ritmo.<br />AMALIA.- Y vos seguís desafinando. (Ríe) Pareces un pato.<br />Las dos ríen mientras cantan y bailan.<br />LETICIA.- Bueno, paremos un poco, me falta el aire.<br />AMALIA.- ¡Ah no, querida! acá la única que se ahoga soy yo, buscate otra cosa.<br />LETICIA.- Te aviso que a vender salgo yo.<br />AMALIA.- ¡¿A ver porque!?<br />LETICIA.- Tenés unos modos.<br />AMALIA.- Y vos... Tan apocada, tan tímida.<br />LETICIA.- Ahora grito.<br />AMALIA.- Y yo dejé el bastón. ¡ A vender salgo yo!<br />LETICIA.- Te dije que yo<br />AMALIA.- Yo.<br />Suena el teléfono. Las dos se callan)<br />AMALIA.- Dejá que atiendo.<br />LETICIA.- Es Rosa<br />AMALIA.- ¿ Y qué?<br />LETICIA.- Mejor dejame atender a mí (Atiende el te.) Hola...si...estamos acá...conversando... si, estoy mejor.... ¡Tengo muchas novedades! ¿qué?... ...bueno...no se...gracias pero...no... No va a querer...sabes como es....<br />AMALIA.- ¿Quién yo?<br />LETICIA.- Espera... (A Amalia) ¡Si vos!... Nos invita a cenar a la casa... (Sin darle tiempo a contestar) Hola Rosa, gracias, no te enojes pero mejor llevo una ollita y nos das un poco...Sabes que a Amalia no le gusta salir....<br />Amalia le corta la comunicación. Leticia la mira y corta el te.)<br />LETICIA.- ¿Qué haces?<br />AMALIA.- Vamos a ir.<br />LETICIA.- Si la odias.<br />AMALIA.- ¿A Rosa? Yo...<br />LETICIA.- Desde que la viste.<br />AMALIA.- Me parece un encanto de chica. Vos no queres que sea su amiga.<br />LETICIA.- No querías ni que entrara<br />AMALIA.- Vos que metes sisaña entre las dos.<br />LETICIA.- ¿Yo? Mentira, si siempre dijiste que...<br />Suena el Te.<br />AMALIA.- Ahora, atendés, y aunque no te guste le decís a Rosa que vamos para allá.<br />LETICIA.- Pero después hablamos ¿eh? (Atiende) Hola, Rosa...se cortó. Bueno esta bien vamos las dos. Si Amalia también .. Si, si...sí... Gracias...(A Amalia) Está tan contenta, no lo puede creer y la verdad yo tampoco.<br />AMALIA.- Ni yo, ¿dijiste después hablamos?<br />LETICIA.- Sí ¿Y qué? Prometo hablar más y vos prometé no gritar.<br />AMALIA.- No hay que prometer lo que no vamos a cumplir.<br />LETICIA.- Los intentos también valen. ¿Somos socias o no? (Le alcanza el abrigo) ¿Vamos?<br />AMALIA.- ¿Adonde?<br />LETICIA.- ¿Cómo adonde? A cenar a la casa de Rosa.<br />Amalia se sienta.<br />LETICIA.- ¿Qué pasa ahora?<br />AMALIA.- ¿Vos pensas que voy a ir a la casa de esa? No la aguanto. Tenes cada idea. Ni loca que estuviera. ¡No voy!<br />LETICIA.- Dijiste que sí.<br />AMALIA.- ¿Yo?<br />LETICIA.- ¡Amalia, no empieces!<br />AMALIA.- ¡No voy.!<br />LETICIA.- (Grita) ¡Amalia!<br />AMALIA.- (Riendo) ¡Te asustaste, eh! (Se levanta) ¡Vamos, vamos!<br />LETICIA .- ¡Que graciosa sos! Mirá que ahora somos socias.<br />AMALIA.- (Poniéndose un abrigo) Bueno quien dice socias, dice gerenta y empleada.<br />(Saliendo de escena. Comienzan a discutir.)<br />LETICIA.- A sí ¿Y quien sería la empleada?<br />AMALIA.- (Con ironía) ¡ Tenés alguna duda!<br />LETICIA.- ¡De ninguna manera!<br />AMALIA.- ¿Vos querés que el negocio funcione?<br />(Hablando casi juntas)<br />LETICIA.- ¡ Claro que si, pero!...<br />AMALIA.- Entonces no discutamos....<br /><br /><br />FINanimal stormhttp://www.blogger.com/profile/14507451639067425936noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-450246237374959914.post-62552993338213657202007-05-24T19:29:00.000-07:002007-05-24T06:52:16.582-07:00SUENA EL TELEFONO (o Retratos de un encuentro casual 1)Autor: <strong>Ana Maugeri<br /><br /></strong><br />Beatriz, secretaria del consultorio ginecológico del Dr. Raloz, está en su escritorio hablando por teléfono. Se ven varias sillas, una mesita con revistas, algún cuadro en la pared con motivos alusivos a la maternidad y a la mujer.<br /><br />Beatriz: (hablando por teléfono con su cuñada Sonia) Hola, cómo estás, .... sí es el llamadito de la tarde........me iba a ir a caminar un rato porque el Dr. tiene un parto y viene más tarde......pero no puedo......no, una paciente de primera vez no dejó teléfono.....es raro que alguien hoy en día no tenga teléfono, capaz que ni viene......¿te tomaste el té para los vómitos?....pero no esperes a tenerlos para tomarlo, siempre es mejor prevenir.....¿y ahora vas a salir?....pero decile a Marcelo que vaya él a sacar las entradas.....ah, tenés ganas de pasear, bueno, ojo! Cuidate, cualquier cosa llamame....chau, chau<br />(Cuelga) ¡Qué patita alegre que es esta chica! ¿Todas las embarazadas serán iguales?<br />(Vuelve a sonar el teléfono) Consultorio del Dr. Raloz, buenas tardes, sí....no el doctor hoy viene más tarde, está en un parto....sí puede llamarlo más tarde (cuelga) No parecía una paciente, debe ser una de esas pendejas que le andan revoloteando (lo dice con fastidio e imita la voz de una mujer haciéndose la seductora : “Por favor con el doctor Raloz”)<br /><br />Tocan el timbre. Beatriz mira el reloj y se levanta, abre la puerta y sin dejar entrar a Analía le pregunta<br /><br />Beatriz: ¿qué desea?<br /><br />Analía: desear no deseo nada, vengo a la consulta con el doctor Raloz (lo dice mientras intenta pasar)<br /><br />Beatriz: (no está decidida a dejarla pasar) Su nombre?<br /><br />Analía: (un poco molesta) si me deja pasar se lo digo ( y pasa de prepo)<br /><br />Beatriz: bueno, ya está adentro no? (situación tensa)<br /><br />Analía: (como recitando) mi nombre es Analía Castro y tengo turno con el doctor a las 15,30 hs. del día de la fecha<br /><br />Beatriz: (dirigiéndose hacia su escritorio) Ud. no tiene teléfono?<br /><br />Analía. ¿cómo?<br /><br />Beatriz: le pregunto si tiene teléfono?<br /><br />Analía: sí, tengo mi celular,¿ quiere que se lo preste? (buscando dentro de su bolso-cartera)<br /><br />Beatriz: no, gracias.¿ Por qué no dejó el número de su celular cuando pidió el turno?, le hubiéramos podido avisar que el doctor está en un parto y viene más tarde, o no viene, no lo sé . Usted es la única paciente a quien no pude avisar<br /><br />Analía: bueno, la verdad no sé porque no di mi teléfono, además...<br /><br />Beatriz: ¿además?<br /><br />Analía: ¿además qué?<br /><br />Beatriz: no sé, usted dijo además y creí que iba a terminar la frase, por eso le pregunto ¿además qué?<br /><br />Analía: además yo nunca termino las frases ( Analía se sienta como si se le hubiese caído un peso enorme encima)<br /><br />Beatriz acomoda en su escritorio lo que ya está acomodado.<br /><br />Analía : bueno, entonces espero<br /><br />Beatriz: ¿qué?<br /><br />Analía: qué no, a quién, me quedo a esperar al doctor<br /><br />Beatriz: (entre sorprendida y molesta a la vez) ¿se va a quedar ahí sentada esperando?<br /><br />Analía: ¿le molesta?<br /><br />Beatriz: no, querida, mi deber es estar aquí, póngase cómoda y ...(mira qué le puede ofrecer), ahí tiene revistas y si quiere un té de boldo o un caramelito<br /><br />Analía: ¿Un té de boldo? Ud. me hace acordar a mi abuela, por lo del té de boldo (se da cuenta de la cara que puso Beatriz) espero que no se ofenda, una ídola mi abuela, diosa total, cuando yo era adolescente me decía “entretenete con los muchachos pero no le des tu tesorito a cualquiera” (se ríe) una ídola...<br /><br />Beatriz: (se interesa) sí, la verdad que sí, su abuela es, era, bueno no sé, moderna<br /><br />Analía: más que moderna, posmo era la vieja<br /><br />Beatriz: sí, claro<br /><br />Analía la observa con curiosidad<br /><br />Beatriz: (se da cuenta y cambiando de tono) ¿y qué pasó con su tesorito?<br /><br />Analía: eso se lo voy a decir al doctor (lo dice con seriedad)<br /><br />Beatriz: sí, claro, si es que viene<br /><br /><br />Analía: ¿qué tal es el doctor Raloz? (la pregunta irrumpe con cierta violencia)<br /><br />Beatriz: es muy buen médico (tono neutro)<br /><br />Analía: eso ya lo sé, me lo recomendaron, lo que digo es si está fuerte o....<br /><br />Beatriz: (muy cortante) hay cosas sobre las que no opino<br /><br />Analía: yo tampoco, por ejemplo sobre religión, cada uno cree en lo que quiere creer, ¿no?<br /><br />Beatriz: (sorprendida)sí, claro y Ud. ¿en qué cree?<br /><br />Analía: la verdad, todavía no lo sé<br /><br />Beatriz: bueno, es muy joven todavía<br /><br />Analía: de edad (lo dice con seriedad y mirándola a los ojos)<br /><br />Analía saca de su bolso “llevatuti” papeles, crayones y fibras, se sienta en el piso y empieza a dibujar y pintar con furia y necesidad. Beatriz la observa .<br /><br />Beatriz: (tono amable) ¡qué interesante lo que está haciendo! ¿de qué trabaja o qué estudia?<br /><br />Analía: las dos cosas (sigue pintando sin levantar la mirada)<br /><br />Beatriz : (tono conciliador) ¿de qué trabaja y qué estudia?<br /><br />Analía: (sin levantar la mirada y sin dejar de dibujar-pintar) Trabajo en un estudio de arquitectura, estudio arquitectura y....soy pintora<br /><br />Beatriz: ah, qué interesante, todo muy relacionado<br /><br />Analía: (sigue pintando) no tiene un carajo que ver la pintura con la arquitectura<br /><br />Beatriz: bueno....<br /><br />Analía: (interrumpiendo) de la pintura no se puede vivir, pero yo no puedo vivir si no pinto<br /><br />Se apagan las luces y aparecen las dos actrices caracterizadas como un matrimonio con un cochecito de bebé<br /><br /><br />RECUADRO: ¡Qué linda la nena!<br />Madre: ¡qué linda la nena!<br />Padre: hubiera preferido un varaoncito pero....<br />Madre: salió linda, a mí<br />Padre: salió inteligente, a mí<br />Ma y Pa: ¡qué linda la nena!<br />Madre: cuando sea grande será una bailarina famosa<br />Padre: no, cuando sea grande será abogada<br />Madre: no, doctora, pediatra<br />Padre: no, contadora pública<br />Madre: mejor azafata<br />(Va creciendo gradualmente la violencia en las afirmaciones de cada uno)<br />Padre: ingeniera<br />Madre: astronauta<br />Padre: manejará un submarino<br />Madre: entonces, que sea un cactus<br />(la conversación llega a la máxima violencia)<br />Padre: un potus<br />Madre: una radicheta<br />Padre: un coliflor<br />Madre: una polilla<br />Padre: una cucaracha<br />(Vuelven al tono coloquial)<br />Madre: amor, no peleemos por esto<br />Padre: es cierto, será lo que deba ser....o no será nada<br />Madre: ¡Eso! No será nada<br />Ma y Pa: ¡qué linda la nena!!!<br /><br /><br />Suena el teléfono.<br /><br />Beatriz: (atiende el teléfono) hola, sí, le doy un turno para el lunes alas 16 hs., adiós.<br />(Tono conciliador) Ud. debe tener la edad de mi cuñada Sonia, tiene 23 años, y está esperando un bebé, así que pronto voy a ser tía (contenta)<br /><br /><br /><br />Suena el teléfono del consultorio, Analía se levanta y pregunta si es el doctor (con ansiedad), se queda al lado del escritorio de Beatriz y mira las fotos que tiene sobre el escritorio.<br /><br />Beatriz: (un poco molesta) no, no era el doctor, quiere que le dé un turnito para otro día, así no pierde tiempo?<br /><br />Analía: tiempo es lo que me sobra, ¿quiénes son? (señalando las fotos)<br /><br />Beatriz: estos son mis padres y este es mi hermano y ella es mi cuñada<br /><br />Analía: ¡Tener un hermano! Eso sí que debe ser bueno , yo soy hija única, por ahora, por lo menos. Me hubiera encantado tener hermanos, hubiera estado más repartido....todo. Y ahora que ya soy grande resulta que mi viejo, va a ser papá.<br /><br />Beatriz: ah, qué bien!<br /><br />Analía: ella tiene mi misma edad (con odio)<br /><br />Beatriz: ¿quién, su madre?,no, no puede ser, ¿quién?<br /><br />Analía: ella, ¿ quién va a ser? la mujer de mi viejo (Pausa) mis padres se separaron, dejaron de simular que eran un matrimonio perfecto (imita al padre y a la madre)<br /><br />Beatriz: (sentencia) cada uno hace lo que puede<br /><br /><br />Analía: Así que va a ser tía!, Ud. Ya tiene hijos ¿no? (lo da por sentado)<br /><br />Beatriz: (se sobresalta) no, yo no tengo hijos, ni marido, ni.....<br /><br />Analía: (la mira con atención) ni?<br /><br />Beatriz: (se ríe para distenderse) yo también dejo frases incompletas<br /><br /><br />Analía: pero usted tiene una linda familia (mirando las fotos del escritorio)<br /><br /><br />Beatriz: no crea que todo es felicidad, mis padres murieron hace diez años en un accidente, quedamos Marcelito y yo solos, bueno ahora está Sonia...<br /><br />Analía: uy, ¡qué bajón!( Pausa) (Con otro tono) Bueno, total ¿para qué sirve la familia?<br /><br />Beatriz: (se sobresalta) ¿Cómo hace esa pregunta? La familia sirve para todo<br /><br />Analía: (incisiva) ¿para qué? A ver , por ejemplo, ¿para qué?, concretamente ¿para qué?<br /><br />Beatriz: sirve...mire....ya le dije....sirve para todo, para....<br /><br />Suena el teléfono y no es el doctor<br /><br />Beatriz: (ante la mirada interrogadora de Analía) no , no era el doctor<br /><br />Analía: ¿y?<br /><br />Beatriz: ¿y qué?<br /><br />Analía: ¿para qué sirve la familia?<br /><br />Beatriz: Ah, chiquita, ¡qué obsesión! Es como preguntarse para qué sirve que el aire esté puro, que el sol salga todos los días, que el corazón siga latiendo, que jueguen Boca y River, que haya elecciones, que las uñas sigan creciendo, que la comida esté rica, que nos gusten los adornos...(lo dice con un cantito o tonada)<br /><br />Analía: (toma la tonadita y la rellena de groserías y puteadas) para qué mierda nos traen al mundo, por qué no se meten el semen en el culo, por qué no se vuelven a meter en la concha de su madre puta que los parió, etc.<br /><br /><br />Beatriz: (la escucha sin escandalizarse) Creo que ahora sí le vendría bien un caramelito<br /><br />Se paga la luz y cuando se vuelve a encender se ve a Analía como una niña y a Beatriz como a una adolescente.<br /><br />RECUADRO 2: El abrazo<br />(Música infantil, suave cadencia, casi fetal. Analía reclama desde la infancia, desde la inocencia. Beatriz reclama desde la adolescencia enojada. Al final del cuadro las dos se unen en el mismo sentimiento: necesidad de amor, de contención).<br />Analía: mamá<br />Beatriz: mamá<br />Analía ¿por qué no me querés?<br />Beatriz: ¿por qué te moriste?<br />Analía: yo solo quiero agradarte<br />Beatriz: estoy cansada de hacerlo todo<br />Analía: no lo dejes ir a papá con esa idiota<br />Beatriz: harta de consolar a mi hermanito<br />Analía: no me dejes crecer<br />Beatriz: harta de ordenar la casa<br />Analía: tengo tanto miedo!!<br />Beatriz: harta de llevarles flores donde ya no están<br />Analía: necesito<br />Beatriz: necesito<br />(Piden la dos cada vez con más emoción, más infantil)<br />Analía: necesito<br />Beatriz: necesito<br />Analía: tu abrazo<br />Beatriz: tu abrazo<br />Analía: abrazo<br />Beatriz: abrazo<br />(Beatriz abraza a Analía que parece un bebé)<br />Beatriz: tu abrazo eterno<br />Analía: en mi corazón....<br /><br /><br /><br />Suena el teléfono.<br /><br /><br />Analía: (al ver que Beatriz no atiende, toma el teléfono ella) Consultorio...espere....(a Beatriz, dándole el tubo del teléfono), no es el Dr.<br /><br />Beatriz: (toma el teléfono saliendo de la pasividad) hola, si, bueno le doy un turno para la semana que viene....<br /><br /><br />Analía rompe lo que había dibujado y lo tira a la basura.<br /><br /><br />Beatriz: (la mira a Analía y se da cuenta que está nerviosa y ella no sabe cómo calmarla) Mire, mejor le doy un turno para mañana...<br /><br />Analía: no, (interrumpe casi gritando) yo necesito hablar hoy con el Dr.<br /><br />Beatriz: pero es que no es seguro que hoy venga, yo entiendo su urgencia, bueno, en realidad no sé cuál es su urgencia, no sé qué le pasa, pero lo que sea, seguro puede esperar hasta mañana.<br /><br />Analía: pero usted ¿qué problema tiene?, acaso no tiene que cumplir un horario?<br /><br />Beatriz: (escucha la palabra cumplir y es como si se desatase algo dentro de ella) ¿¡Yo tengo que cumplir un horario?!, a mí usted me habla de cumplir?, yo que siempre cumplo con todo y con todos, con mi hermano, porque pobrecito extraña a sus padres ¿y yo qué, no los extraño?, Beatriz cumple con sus padres, que por hacerse los tuercas en la ruta, viejos de mierda me dejaron sola con un montón de deudas y un hermano para criar, Beatriz cumple con Sonia, la cuñadita, porque es jovencita y no sabe hacer nada, pero bien que sabe coger y embarazarse, Beatriz cumple con el Dr. ¿y quién carajo cumple con Beatriz?, Beatriz cumple, ¿para qué sirve Beatriz?, para cumplir<br /><br /><br />Analía: (la miró durante todo el discurso como quien mira a una amiga desahogarse y sabe que va a tener que contenerla.) Es mejor que el caramelito lo coma usted (le acerca el caramelo que Beatriz le había acercado a ella)<br /><br /><br />Beatriz: lo que es mejor es que Ud. Se vaya y vuelva otro día, mañana, hoy ( mirando el reloj) por lo que veo el Dr. No va a venir<br /><br />Analía: ¿cómo que no va a venir? Ud. nunca me dijo con certeza que no iba a venir. Ud. no puede echarme, yo me tengo que quedar, yo necesito hablar con el Dr.<br /><br />Beatriz: ¡”Yo necesito!”, “yo necesito” ¿qué es lo que tanto necesita? ¿Qué cree que en una consulta va a tener todas las respuestas? ¿Ud. Cree que este es el consultorio del Dr. Freud?, qué digo, piensa que acá atiende Dios?<br /><br />Analía: (con mucha tranquilidad) si atendiera Dios no hubiese venido, mi pregunta es muy concreta....<br /><br />Beatriz: (conciliando pero molesta) está bien, vamos a esperar un poco más<br /><br />Analía: hasta que venga<br /><br /><br />RECUADRO 3: Yoda<br /><br />Las dos esperan... la llegada de Yoda. Llega Yoda, se escucha música de fanfarrias.<br /><br />YODA: Uds. Me esperaban a mí?<br />Analía: Sí, doctor...<br />Beatriz: Ansiosamente, Licenciado!<br />YODA: Qué bueno!... ya llegué!... ¿Qué las trae por aquí?<br />Analía: Tengo muchas preguntas, ingeniero<br />Beatriz: Necesito respuestas, padre<br />YODA: Pregunte, mi hijita, pregunte<br />Analía: ¿Por qué me sentiré tan nerviosa?<br />YODA: Le explico... En el sistema nervioso, la recepción de los estímulos es la función de unas células sensitivas especiales, los receptores. Los elementos conductores son unas células llamadas neuronas que pueden desarrollar una actividad lenta y generalizada o pueden ser unas unidades conductoras rápidas, de gran eficiencia. La respuesta específica de la neurona se llama impulso nervioso; ésta y su capacidad para ser estimulada, hacen de esta célula una unidad de recepción y emisión capaz de transferir información de una parte a otra del organismo<br /><br />Analía: Eh....???<br />Beatriz: ¿Para qué pregunta pavadas...???<br />Analía: Yo no pregunté nada!<br />YODA: Entonces... no tienen preguntas... bien!... me voy!<br />Beatriz: NOOOOOOO.... tengo millones de preguntas, inspector!!!!!!<br />Analía: Kilómetros de preguntas, maestro!!!!<br />Beatriz: ¿Qué le puedo preguntar...??<br />YODA: ¿Es una pregunta?<br />Beatriz: ¿Qué es una pregunta?<br />YODA: Usted pregunta “¿qué le puedo preguntar?” entonces yo le pregunto a usted, si ¿qué le puedo preguntar, es una pregunta?<br />Beatriz: No, claro<br />Analía: Y yo era la que preguntaba pavadas ¿ no?<br />YODA: Qué pena que no fuera una pregunta... porque tiene una clarísima respuesta<br />Beatriz: ¿Si?<br />Analía: Entonces...¿ qué le puedo preguntar??<br />YODA: (misterioso, se concentra)..... TODO!<br />Beatriz: Ah... bueno... ehhhhhh<br />Analía: Este....<br />Beatriz: (escupe la pregunta)¿ Por qué me voy a morir?<br />YODA: Bien... ud. se va a morir porque la muerte es la interrupción irreversible de la vida. La muerte implica un cambio completo en el estado de un ser vivo... es decir ya no es un vivo, es un muerto.Siguiente pregunta<br />Analía: ¿Por qué no soy feliz?<br />Beatriz: ¿Pero usted no es feliz?<br />Analía: No... bueno sí... pero solo a ratitos...<br />YODA: Aristóteles decía que fe tiene el monje y campos el hacendado. Sin olvidar que el que nace barrigón come bien en casa de herrero donde las hierbas son más frescas y los chopos florecen tulipanes amarillo patito feo.<br />Siguiente pregunta<br />Beatriz: ¿Quién me quiere realmente?<br />YODA: Técnicamente nadie quiere a nadie.... El corral donde los corderos pastan se distancia en línea recta con la pelusa de su ombligo<br />Analía: ¿Pero qué quiere decir?<br />Beatriz: SHHHHH..<br />YODA: Los sofistas capitalizaron la razón de la rayuela, compraron ciruelas y se fueron a bailar<br />Analía: Pero...<br />Beatriz: Shhhhhhh... y se fueron a bailar...?<br />YODA: Y en el medio del baile una vieja gimoteaba que ping pong pang y los cerdos salticaban en un rascacielo de caracolas con la rimpomposa corrosiva cancioneta de la grispiscuela<br />Analía: (grita) BASTAAA!!!!!<br />Beatriz: Es que yo vine a buscar LA VERDAD!<br />YODA: ¿la verdad? (se mira debajo de los zapatos, mira hacia todos lados como buscando) Yo no la vi.<br />(sale cantando)<br />“del dólar al euro y del techo al tacho<br />patacón, patacón, con lecop, lecop, lecop<br />Papelitos de colores... corralito de mi corazón” (sale Yoda)<br />Analía y Beatriz (se miran con decepción)<br /><br /><br /><br />Suena el teléfono, es Sonia que no se siente bien.<br /><br />Beatriz: hola, sí querida, qué te pasa, cómo.....decíme exactamente qué síntomas tenés....bueno tranquilizate, acostate, por lo que me decís no es para alarmarse, no no, no lo llames a Marcelo, yo dentro de un rato estoy ahí<br /><br />Analía: (riéndose) Me hace acordar a mi papá cuando le habla a esa pendeja de mierda...<br /><br />Beatriz: (como retándola y muy nerviosa) ¡Querida.....<br /><br />Analía: sí, querida le dice todo el tiempo (imitando al padre) querida no te levantes, no hagas esfuerzos, cuidate querida, quedate tranquila, yo lo hago, vos disfrutá tu embarazo, querida....<br /><br />Beatriz: (suspirando) y las mujeres embarazadas son.....(No completa la frase)<br /><br /><br />Suena el teléfono.<br /><br />Beatriz: hola!, ah, Paco, sí, cómo estás?.....bueno....justo hoy?.....no, no puedo......es que Sonia no se siente bien y ....no, no es que nunca pueda, hoy no puedo....bueno, no te enojes, yo te llamo, chau, chau.<br /><br />Analía: (estuvo escuchando muy atenta el tono seductor de Beatriz) mmmm!!! Ud tiene un Paco<br /><br />Beatriz: (mostrando su hartazgo de seguir ahí) sí, “pacogerme”<br /><br />Analía: (sorprendida pero entusiasta) Ay!, no me diga que tiene un tipo que le hace el service, yo tengo una amiga que tiene tres tipos que le hacen el service, ella dice que cada uno se luce de distintas formas y a ella le gustan los tres<br /><br />Beatriz: (interrumpiendo) por supuesto querida, hay algunos machos que (saborea lo que piensa) son capaces de sostenerla a una trepada a ellos y hasta pueden dar una vuelta entera al hipódromo y siguen al mango, mientras una goza y goza y<br /><br />Analía: ¿tanto goza?<br /><br />Beatriz: ¿qué?<br /><br />Analía: le preguntaba ¿usted goza mucha s veces?<br /><br /><br />RECUADRO 4: Palo<br />Se las ve a las dos en un boliche, muy sensuales, música apropiada, Beatriz muy seductora elige al hombre que le gusta y se va con él. Analía intenta hacer lo mismo y le sale todo mal. Se apaga la luz y vuelve cada una a su lugar en el consultorio.<br /><br />Analía: (como pensando en voz alta) claro, los hombres, quiero decir el sexo y ...<br /><br />Beatriz: (interrumpiendo) mire querida, a una le pueden gustar cien tipos a la vez, pero lo que más nos gusta a las mujeres, lo que nos apasiona y a lo que no renunciamos ni muertas es....<br /><br />Suena el teléfono y Beatriz interrumpe la frase, Analía la escuchaba con mucha atención y quiere seguir escuchándola, ya no le importa tanto si es el doctor el que llama.<br /><br />Beatriz: Consultorio, ah, cómo estás, qué tal la bebé, bueno me alegro, no el Dr. no está, sí podés llamalo mañana, chau cariños.<br /><br />Analía: (con ansiedad) a lo que no renunciamos ni muertas?<br /><br />Beatriz la mira hasta que comprende, se acomoda serenamente en su asiento y habla<br /><br />Beatriz: a lo que no renunciamos ni muertas es a tener un amor imposible. ¿qué hay más sabroso, prometedor y excitante que un amor que no es posible?. Hay que reconocer, que al principio todos los amores pueden ser imposibles, por eso tienen ese brillo, esa adrenalina, esa....bueno, usted me entiende, hasta que se hacen posibles, entonces se achatan, se mediocrizan, se gastan , se esfuman.....<br /><br />Mientras Beatriz dice “se achatan, se mediocrizan, se gastan, se esfuman”, Analía va acusando recibo en su cuerpo<br /><br />Analía: pero eso es como que nunca, o que siempre....<br /><br />Beatriz: (interrumpe) éso, “nunca” y “siempre” son dos palabras que en el amor van juntas. Cómo le explico, se podría decir que lo que “nunca”, dura “siempre” y lo de “siempre”, no dura “nunca” (dicho con simpleza y naturalidad)<br /><br />Analía: ( pensando) Ah!! Yo tuve amores importantes, se puede decir que he amado (Pausa) , creo haber amado, ¿habré amado? no sé, pero siempre sentí que me pedían algo que yo no entendía, no sabía, no sé (tono de decepción y Pausa) Me gustaría saber cómo se hace para dejarse amar (lo dice mirando el vacío, casi con tristeza).<br /><br />Beatriz: (por primera vez la llama por su nombre) Analía, no desespere ya le va a llegar el momento.<br /><br />Analía: ¿a usted le llegó?<br /><br />Beatriz: por supuesto que me llegó<br /><br />Analía: ¿y qué hizo? ¿por qué no está casada, por qué no tiene hijos?<br /><br />Beatriz: pero usted no da ni media vuelta para preguntar!! (mira el reloj) se está haciendo muy tarde, el doctor no creo que venga hoy, además mi cuñada me está esperando.<br /><br />Analía: (afirmándolo) no me va a contestar<br /><br />Beatriz: venga mañana a las 14 hs. (lo dice levantándose), el doctor la va a atender<br /><br />Analía: quiero esperar un poco más<br /><br />Beatriz: ya pasaron, no sé cuánto (mira el reloj) ¿qué quiere?, ¿qué quiere? (sacada)<br /><br />Analía: esperar<br /><br />Beatriz: (casi gritando) ¿para qué seguir esperando?<br /><br />Las dos se ponen a leer para continuar la espera, Analía un libro que sacó de su bolso y Beatriz un libro sobre medicina.<br /><br />Analía: ¿qué lee?<br /><br />Beatriz: Anatomía del sistema nervioso (contesta sin darle lugar a la charla)<br /><br />Analía: ¿estudia medicina?<br /><br />Beatriz: sí<br /><br />Analía: ¿le falta mucho para recibirse?<br /><br />Beatriz: no<br /><br />Analía: ¡qué bueno! Después va a trabajar con el doctor...<br /><br />Beatriz: no<br /><br />Analía: ¿va a poner un consultorio?<br /><br />Beatriz: no<br /><br />Analía: ¿y qué mierda va a hacer con el título?<br /><br />Beatriz: metérmelo en el culo, como usted se va a meter en el culo el título de arquitecta, porque lo que le interesa verdaderamente es pintar (lo dice con una mezcla de enojo, convicción y resignación)<br /><br />Analía: ¿y por qué no hace lo que verdaderamente le gusta?, digo, si es que sabe lo que le gusta<br /><br />Beatriz: claro que sé lo que me gusta<br /><br />Analía: ¿y entonces?<br /><br />Beatriz: pero usted cree que con solo saber lo que uno quiere, lo consigue?<br /><br />Analía: (medio hinchada y curiosa a la vez) ¿pero qué es lo que quiere?<br /><br />Beatriz: (gritando) un hombre quiero, un hombre que me ame, que me ponga en el centro de su universo, que me dé hijos, eso quiero (pausa, se va tranquilizando hasta llegar a un tono casi confesional) quiero armar mi familia, cuidarlo a él y a mis hijos, envejecer juntos, eso quiero, eso, solo eso.<br /><br />Analía: (sorprendida y con cautela) y eso es tan difícil?, digo , ¿por qué es tan difícil?<br /><br />Beatriz: qué sé yo por qué es tan difícil, no sé, será porque nadie nos enseña nada, porque aprendemos así, solas, como parias, bueno, a mí se me hizo difícil<br /><br />Analía: será que hay menos manuales que nos enseñen...<br /><br />Beatriz: (interrumpe) ¿menos? No hay ninguno, pero trate de no preocuparse Analía, todo llega, las mujeres aprendemos así (no sabe cómo explicarle)<br /><br />Analía: ¿cómo?<br /><br />Beatriz: hablando, observando, escuchando a otras mujeres. (mira el reloj) Bueno, yo me voy, el Dr. ya no va a venir<br /><br />Analía: (mientras toma sus cosas) hablando, observando, escuchando a otras mujeres (lo repite como para aprenderlo y a su vez descubriendo algo)<br /><br />Beatriz: ¿Al Dr. lo viene a ver mañana, no? (mientras termina de ordenar todo)<br /><br />Analía: (saliendo) ¿qué doctor?<br /><br />Salen juntas.<br /><br />FIN<br /><br /><br />Contacto: Ana Maugeri <a href="mailto:anamaugeri@ciudad.com.ar">anamaugeri@ciudad.com.ar</a> Todos los derechos reservados DNDA Nº 145708animal stormhttp://www.blogger.com/profile/14507451639067425936noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-450246237374959914.post-58188607458678419102007-05-23T12:19:00.000-07:002007-06-10T12:25:10.965-07:00OTRA VEZ JEHOVÁ CON EL CUENTO DE SODOMAOTRA VEZ JEHOVÁ CON EL CUENTO DE SODOMA<br />De José Milián<br /><br />Personajes:<br />Abraham<br />Jehová<br />Dante Alighieri<br /><br />GÉNERO: Farsa documental.<br /><br />Decorado único: Hospital de la Gruta. Aquí están los heridos. Camas de bambú y hamacas. Ventana al fondo improvisada. Piso superior hecho de varillas finas que más bien parece un puente colgante. Apenas hay espacio para moverse entre las camas y las hamacas.<br /><br />LEMA: ¿Adónde vamos?<br /> –A ser héroes.–<br />Cuadro I<br />“La vuelta a Sodoma”<br />Jehová se incorpora de un salto. Por las hendijas de la ventana entran rayos de luz que iluminan un poco su figura. Camina envuelto en una sábana y arrastra una pierna. Da vueltas sin saber adónde se dirige. Se detiene indeciso.<br />Abraham: (Desde otra cama.) ¿Por qué no me cuentas lo que vas a hacer?<br />Jehová: El clamor de Sodoma aumenta más y más... (Da tumbos.) Yo descenderé... (Señalando el techo.) hasta la ciudad, porque el pecado de ellos... se ha agravado en extremo.<br />Abraham: ¿Y qué piensas hacer?<br />Jehová: Destruir la ciudad... lloverá azufre... y plomo derretido...<br />Abraham: (Lo interrumpe.) ¿Destruirás también al justo con el impío? ¿Quizás hayan cincuenta justos dentro de la ciudad? ¿Destruirás también y no perdonarás el lugar si dentro de él hubiera cincuenta justos?<br />Jehová: (Tose y escupe.)<br />Abraham: Aleja de ti eso de que muera el justo con el impío... Nunca lo hagas.<br />Jehová: (Se le ve el rostro lleno de quemaduras.)<br />Abraham: ¿El juez de toda la Tierra no ha de hacer lo que es justo?<br />Jehová: (Con tono solemne.) Si yo encontrara en Sodoma cincuenta justos, perdonaría toda la ciudad por amor a ellos...<br />Abraham: ¡Quizás faltaran cinco, de esos cincuenta! ¿Destruiría por esos cinco toda la ciudad?<br />Jehová: No la destruiré si encuentro allí cuarenta y cinco.<br />Abraham: Tal vez se encontrarán allí treinta...<br />Jehová: No lo haré por amor a los treinta.<br />Abraham: No se enoje ahora, pero quizás se hallasen allí veinte.<br />Jehová: No lo haré por amor a esos veinte.<br />Abraham: ¿Y si hallase diez?<br />Jehová: No lo haré por amor a esos diez... (Lanza una carcajada y se despoja de la sábana. Arrastra la pierna hasta la ventana y la abre, la luz inunda todas las hamacas.) Dejemos entrar la luz en este recinto, para que los optimistas estén conformes, para que los amantes de la claridad no se asusten con nuestra tristeza. ¡Que la luz entre y nos ciegue con su brillo para que seamos felices! ¡Que desaparezcan las oscuras huellas del terror!<br />Abraham: ¡Deliras!<br />Jehová se desploma.<br />Abraham: Estás haciendo payaserías. Tengo hambre.<br />Jehová: (Se incorpora.) No acabo de acostumbrarme a arrastrarla. (Se frota la pierna.) (Recuperando su tono de arenga.) Que todas las generaciones se pongan de pie y vean este espectáculo que es la obra cumbre de la imaginación contemporánea. (Avanza por entre las hamacas.) Este es el gran momento de la historia. El gran exorcismo. Ahora todos están destilando su miseria, por eso no hay paz.<br />Abraham: (Lo intercepta y lo lleva hasta su cama.) ¡Habrá que inyectarte otra vez!<br />Jehová: (Se deja conducir y queda en el lecho mirando fijamente al techo.) Se dice que esta cueva estaba llena de murciélagos y de lagartos, ¿qué pasó con ellos?<br />Abraham: Huyeron, dieron paso a la vida, ¿no sientes el olor a éter?<br />Jehová: Huyeron, dieron paso a la vida, ¿a cuál vida?<br />Abraham: ¡Por qué hablar de eso!<br />Jehová: Tú no te desesperas. Somos pocos aquí. No hay peligro, ¡somos pocos!<br />Abraham: ¿Qué quieres? Llenar este lugar de heridos, para sentirte acompañado... (Vuelve a su cama.) ¡Ella está serena!<br />Jehová: ¿Quién es ella?<br />Abraham: La muchacha de ayer.<br />Jehová: ¿Llegó una muchacha, ayer?<br />Abraham: Sí.<br />Jehová: ¿Qué edad tiene?<br />Abraham: No se mueve. Parece estar aliviada.<br />Jehová: ¿Qué edad?<br />Abraham: Veintitrés años. (Pausa.) La niña...<br />Jehová: Sí, ya sé, la niña murió...<br />Abraham: La niña está perfectamente.<br />Jehová: ¿No está herida?<br />Abraham: ¿La niña? No, está dormida.<br />Jehová: La niña está dormida. Duerme el sueño eterno. Duerme para siempre. Es feliz porque duerme. Cuenta Dante Alighieri que al llegar a la mitad del camino de la vida se encontró de súbito sin saber cómo, sumido en medio de una selva oscura...<br />Abraham: (Lo interrumpe.) ...la niña no está herida.<br />Jehová: ¿Y la madre?<br />Abraham: (Silencio.)<br />Jehová: “Ella está serena”, ¿por qué no habría de estarlo en un lugar tan lleno de paz como este?<br />Abraham: Está herida.<br />Jehová: ¿Qué tiene?<br />Abraham: Cree que aún conserva sus dos piernas.<br />Jehová: (Se ríe.) ¡Qué espectáculo para la Divina Comedia! La civilización avanza a pasos agigantados, transformando la estética.<br />Abraham: ¿Por qué te ríes?<br />Jehová: (Se incorpora en la cama.) ¿Cuántas camas vacías nos quedan?<br />Abraham: No las he contado.<br />Jehová: Hay que contarlas. Una por una, quiero saber el porcentaje.<br />Abraham: Alguien se encargará de eso.<br />Jehová: Pero yo necesito saber cuántas faltan por cubrir.<br />Abraham: ¡Doctora!<br />Jehová: Eres un cobarde.<br />Abraham: ¡Doctora, la inyección!<br />Jehová: Sabes que las camas van a llenarse de heridos, aún faltan camas por cubrir...<br />Abraham: ¡La inyección, el calmante!<br />Jehová: ¡Y ahora una advertencia! Nunca dejarás esa cama vacía, cuantas veces salgas, volverás a entrar... pero no sólo eso, tendrás que compartir esa cama con alguien más...<br />Abraham: ¡El calmante, el calmante!<br />Silencio. Jehová se queda inmóvil. No es necesario que entre la enfermera.<br />Jehová: (Con mirada dulce, como si hablara a alguien, pero es más bien consigo mismo.) Usted ha estado allá arriba, en la superficie... ha visto,... ¿cómo están todos?<br />Abraham: Tranquilízate... pronto saldremos a ver el sol.<br />Jehová: Desde aquí abajo imagino el sol distinto. El sol nunca baña esta colina, pero usted ha visto hoy el sol...<br />Abraham: (Contagiado.) He visto también los niños descendiendo de uno en fondo... por el estrecho camino...<br />Jehová: ¿Y no temen los niños, ir tan temprano a la escuela?<br />Abraham: ¿Por qué no duermes?<br />Jehová: Quiero sentarme en una pequeña mesa, todos juntos, como en una gran familia... como todos los humanos...<br />Abraham: ¿Quién te enseñó eso?<br />Jehová: ¿Qué cosa?<br />Abraham: Esa “humanidad”.<br />Jehová: La “humanidad” es algo que nos perteneció siempre, supongo... sólo que...<br />Abraham: ¿Sólo qué?<br />Jehová: ...sólo que hemos ido evolucionando...<br />Silencio. Un viento helado mueve las hamacas.<br />Abraham: “She Knows only hungers”...<br />Jehová: ¿Qué dices?<br />Abraham: Recuerdo un artículo que leí en una revista.<br />Jehová: ¿Y qué quiere decir?<br />Abraham: ... “ella sólo conoce el hambre”... Ninh Ngoc Ny, vietnamese, age 6. Mother dead. Situation desperate. Lack food, clothing, everything. No tiene comida, ni ropa, ni nada. No money for school. Child sad.<br />Jehová: “Child sad”... ¿qué quiere decir?<br />Abraham: Niña triste... Después decía algo así como “Ayude a esta niña y estará ayudando a toda su familia”... Help urgent!...<br />Jehová: ¿Cómo se dice en inglés “yo soy humano”?<br />Abraham: “I’m human”.<br />Jehová: ...y “me cago en la civilización”.<br />Abraham: (Se ríe.) En inglés no se dice así. Hay una forma más sutil, por ejemplo: “I spit on the civilization”. Yo escupo la civilización... (Se ríe.)<br />Ambos presienten el placer del juego y se dejan llevar.<br />Jehová: Ellos son una porquería.<br />Abraham: They’re nastiness. (Se ríe.)<br />Jehová: Mamaron la leche de una perra. (Se ríen.)<br />Abraham: (Casi ahogado.) “They sucked... the milk... of a... dog”.<br />Jehová: Pero son felices...<br />Abraham: But they’re happy...<br />Jehová: Porque no les cuesta cara. (Se ríe.)<br />Abraham: Because it doesn’t cost dear...<br />Jehová lanza una carcajada estruendosa, se agita y golpea la hamaca.<br />Abraham: ¿Qué cosa no les cuesta cara? ¿La leche?<br />Jehová: No, la perra. (Se ríen.) Algo más, dime algo más.<br />Abraham: (Se lleva las manos al vientre para contener la risa.) ¿Qué más?<br />Jehová: Dime, “ella no tiene piernas”.<br />Abraham: (Casi mecánicamente.) She hasn’t legs...<br />La risa se ahoga. Silencio.<br />Jehová: Me gustaría saber si esa selva oscura, de la que habla Dante, se parece a esta selva...<br />Abraham: ¿Y cuando lo sepas?<br />Jehová: Entonces quisiera saber por qué tengo que vivir en el infierno de Dante.<br />Abraham: Dentro de poco podrás soportar estos resplandores y otros más fuertes... y sentirás en vez de dolor en los ojos, un gran deleite al contemplarlos.<br />Jehová: (Se lleva las manos a los ojos.) ¡No me obligues a mirar esa hamaca!<br />Abraham: No mires, cierra los ojos. Hay placer también contemplándose uno por dentro. Obsérvate.<br />Jehová: (Apretándose los ojos con las manos.) ¡Quiero mirar hacia dentro!<br />Abraham: Esfuérzate. Trata de ver.<br />Jehová: ¡No puedo!<br />Abraham: Te estás dejando llevar por la ira. Estás histérico. Eso te oscurece la inteligencia.<br />Jehová: ¿Alguien pudo hacerlo antes que yo?<br />Abraham: No.<br />Jehová: ¿Y cómo sabes que produce placer?<br />Abraham: Es una evasión. No se sufre, porque no se ve lo que nos rodea.<br />Jehová: (Con las manos cubriéndose los ojos.) ¡Ves, ahora veo!<br />Abraham: Estás equivocado, no ves nada.<br />Jehová: ¡Nos han cambiado. No estamos iguales por dentro!<br />Abraham: ¿Iguales a qué?<br />Jehová: A cuando nacimos. (Se lleva las manos a la pierna.) Ahora no puedo caminar. Tengo el cerebro lleno de odio. Quiero irme de aquí, pero tengo miedo de quedarme afuera expuesto a las bombas. No quiero morir. ¡No quiero seguir perdiendo pedazos!<br />Abraham: Ella no tiene piernas.<br />Jehová: Nos vamos pedazo a pedazo y la tierra nos recibe con la boca abierta. ¡Bestias! Nos están comiendo. Con la boca abierta. Y tú, pedazo de animal, me observas. Te recreas, el placer de verme desangrando... porque no son tus piernas. Con la boca abierta. A veces soy más tierra que carne. Y tú nunca has hecho nada por devolverme un brazo. (Pausa.) Toma, este es el tuyo, se te ha caído. Pero este es mucho más grande. No, perdón, pero este es muy pequeño. ¡Bestia! No encuentras el mío. Entonces dame cualquiera, lo importante es tenerlos completos. Abraham, ni siquiera te atreves a preguntar: ¿este es tu destino?, ¿lo escogiste tú mismo o te lo impusieron?<br />Abraham: (Se levanta aterrorizado. Jehová: se agita.)<br />Jehová: Estás ahí, dispuesto a gritar por otra inyección.<br />Abraham: No te lamentes más.<br />Jehová: ¡Un fósforo!<br />Abraham: ¿Para qué?<br />Jehová: Voy a fumar.<br />Abraham enciende un fósforo, Jehová toma un cigarro. Abraham le alcanza el fósforo, Jehová enciende el cigarro, y antes de apagar el fósforo lo acerca a Abraham. Abraham retrocede espantado.<br />Abraham: ¡Estás loco!<br />Jehová: Quería que supieras, lo que siento en la cara. (Se desploma.)<br />Abraham: ¡Ya basta! De nosotros se espera otra cosa. Trata de recuperarte, nos están esperando.<br />Jehová: Tengo miedo, una mañana al abrir los ojos...<br />Abraham: Duerme.<br />Jehová: Los héroes no tienen miedo Abraham, es lógico. Los héroes duermen, ahora duermen y mañana vuelven a ser héroes.<br />Abraham: La esposa del médico peleó en el frente estando embarazada, tenía ocho meses.<br />Jehová: (Dormitando.) Los héroes en el frente. Embarazados... la guerra tiene más de ocho meses... la guerra embarazada... al frente... las embarazadas... ocho meses tenía y... ahora tiene... una guerra...<br />Abraham: Tengo hambre. (Escupe.) Mi cama quedará vacía. Yo volveré con ellos... Él quedará solo.<br />Se escucha un coro de niños cantando. Las voces dejan un eco distante. Abraham va destapando algunos cuerpos que yacen en las hamacas, son maniquíes ostentando quemaduras o desgarraduras. Esto no es un sueño, es la realidad.<br />Cuadro II<br />“¿Quiénes son los culpable?”<br />Jehová: duerme. Abraham está sentado en cuclillas en su cama. Todos los cuerpos están al descubierto, menos el de ella.<br />Abraham: En este momento pienso en ustedes. En el fondo son todos pequeños miserables. Viven, que es el mayor pecado de esta generación. ¿Por qué? Porque los hombres del infierno de Dante, estos castigados, sin culpa, estos desgraciados inocentes, esperan de ustedes el gran acto heroico. ¡No el de llorar con ellos! Sino el de tomar conciencia de la verdadera culpabilidad. ¿Cuántos son los culpables? ¿Han reflexionado? Se han olido mutuamente en todos los rincones, defecan al mismo tiempo, generación tras generación, aspiran a los mismos placeres y van dejándonos a todos la misma herencia. ¿Y qué será del futuro? Porque ustedes no han pensado en eso. Sobre las camas se vive el presente. Todos viven el presente. ¡Ustedes son heroicos sobre sus camas! Y aquí estamos nosotros, los condenados a este infierno de Dante. ¿Abrigan la esperanza de ser los elegidos? ¿En qué sitio del planeta piensan ocultar su humanidad, que no les alcancen los fuegos destructores? Están sentados sobre las pequeñas brazas que más tarde serán los gigantescos tostaderos humanos. Los gigantescos hornos donde dejarán vuestros culos ardiendo. ¡Felicidades! (Llanto de un niño.) Saben lo que está pasando. Llora un niño porque quiere un caramelo. Pero él nunca dirá que el niño quiere un caramelo. Dirá que le falta una pierna o que quedó ciego porque le explotó una bomba al lado. Tal vez yo no tenga razón, pero pienso que llora por un caramelo. ¿Qué hago aquí?, pues, bien, yo soy uno de los condenados, mis hermanos y yo estamos condenados. Ahí los tienen, ella no tiene piernas, pero su hija está intacta. (Llanto del niño.) El niño llora porque quiere un caramelo. ¿Por qué ha de llorar un niño si le falta una pierna? Bay diría que “el desgarramiento de la carne”, etc., etc. Él tiene un temperamento sensacionalista. O todo es tremendo o no tiene razón de ser. A mí la realidad me ha enseñado que el caramelo y el niño son casi la misma cosa. Miento, fueron ustedes los que me enseñaron esos problemas acerca de los caramelos. Él es muy imaginativo. (Pausa.) Los demás se están recuperando. Claro que aún hay más, están en la superficie. La mayoría está en la superficie. Pronto volveré con ellos a la superficie, no hay que inquietarse. Nosotros, los de aquí abajo, sabemos que en la superficie no existe la seguridad. (El niño llora.) Por favor, no se dejen conmover, ustedes aún no corren peligro. Aunque he oído decir que pronto ampliarán este local para darles cabida a ustedes. No, aún no. Nosotros somos los primeros, tenemos ese derecho, porque debe ser así, supongo. (El niño llora.) Ese niño que está en la superficie, no llorará mucho tiempo. Bay debe andar cerca de la verdad cuando dice que no llora por caramelos. Ese niño llora a miles de kilómetros de distancia. Siempre estará lo suficientemente lejos como para no ser oído, me refiero a ustedes los indiferentes. Y mientras esto ocurre, a miles de kilómetros de distancia, hay héroes entrenándose para cortarle el vientre a un hombre o para apretar un botón. Los héroes modernos nos invaden desde todas partes, por el aire, por la tierra, por el mar. (Se incorpora.) Hay un gran silencio arriba. (Se acerca a la hamaca donde está el cuerpo de ella.) ¡Se está muriendo! <br />Cuadro III<br />“La divina mentira”<br />Ascensión hacia el infinito. El cuerpo de ella yace en el suelo. Los maniquíes han sido sentados de manera respetuosa. Rodeándola, Abraham está arrodillado junto a ella y Jehová de pie canta.<br />Jehová: (Canta.) No tratas de escapar<br /> no podrás evitar esta luz<br /> que todo lo penetra...<br />Atmósfera de encantamiento.<br />Abraham: (Rezando.) No trates de eludir esta<br /> luz que todo lo penetra...<br />Jehová: (Canta.) “¡Mírala sin temor<br /> que te vivificará”!...<br />Abraham: (Rezando.) “¡Mírala sin temor que te vivificará!”<br />Jehová: (Hablando.) Oh consorcio celeste que os sentáis a la mesa del cordero, si este mortal merece vuestra gracia, permitidle beber en la fuente de vuestra sabiduría...<br />Entre los dos sujetan el cuerpo de ella y lo inclinan para que beba.<br />Abraham: La más luminosa de aquellas almas, la de San Pedro, se acerca.<br />Jehová: Santo varón, a quien Jesús dejó las llaves, te ruego que interrogues a mi compañero sobre los puntos más graves de la fé...<br />Abraham: ¿Por qué?<br />Jehová: Es necesario.<br />Abraham: No podré contestar.<br />Se acerca San Pedro. No es necesaria ninguna alusión, ni ningún efecto especial, sencillamente los actores presienten su acercamiento.<br />Abraham: ¿Qué podría decirle santo varón? Os fijáis que la llevo a ella a su recinto. Sólo pido ayuda para llevar este muerto a la gloria. (Pausa. Espera respuesta.) ¿El santo varón no habla porque se ha quedado mudo? Y sin embargo sigue siendo un punto resplandeciente, como ninguna de las luces vistas hasta ahora. La mente humana es incapaz de concebir tal grado de luminosidad... (Esto último lo ha dicho tratando de encontrarle alguna belleza al texto, sin que le ocasione mucho placer.)<br />Jehová: ...Luz intelectual, llena de amor por nosotros, júbilo que trasciende el Universo, dulzura infinita...<br />Abraham: (En un tono coral.) ¿Dónde habéis dejado al niño?<br />Jehová: (Canta.) El niño está intacto<br /> juega junto a un río<br /> río maravilloso<br /> con sus orillas cuajadas<br /> de flores...<br />Abraham: (Hablado.) ¡Oh, maravilla, en vez de ser de agua es un río de luz! De su cauce salen centellas que se posan sobre el niño y luego embriagadas vuelven a sumergirse en la corriente. (Grita.) ¡No dejéis el niño solo!<br />Jehová: Elévate, asciende. Esta mujer es una rosa, más grande que todos los montes conocidos, magnífica, inmensa. Sobre ella ha caído la Gracia Divina...<br />Abraham: ...Por eso ha perdido las piernas...<br />Jehová: ...Su fragancia deliciosa es un himno de alabanza al creador...<br />Explosión lejana.<br />Abraham: ¡Mierda!<br />Jehová: Ella tiene la belleza infinita de María... ¡arrodíllense!<br />Abraham: ¡Perros! (Con cierta letanía.) ¡arrodíllense perros! ¡inclínense perros! ¡humíllense perros!<br />Jehová: (Tratando de captar de nuevo a Abraham.) Fíjate, se está elevando por la gracia infinita.<br />Abraham: Oh, tú... Virgen y madre... sin piernas.<br />Los maniquíes caen al suelo impulsados por un ligero temblor.<br />Jehová: (Enajenado.) Mira este ser que ella ha llegado hasta aquí, subiendo una por una, las gradas que desde el mundo lo apartaban de ti... (Abraham comienza a moverse inquieto, Jehová lo obliga a permanecer arrodillado.) Ruega para que le sea permitido ver con sus ojos humanos que...<br />Abraham: Toda la justicia divina... es imposible, que la belleza no existe... ¡no existe!...<br />Nueva explosión. Jehová vuelve en sí.<br />Abraham: ¡Veo la Luz Perfecta, el Poder Infinito, el Bien, el Amor y la Belleza Eterna...!<br />Jehová: No tengo palabras que puedan alcanzar a describir las celestiales llamas de este infierno.<br />Abraham: Hagamos un alto en el camino para confesar que falta fuerza a nuestra fantasía, que en el fuerte militar...<br />Explosión, sacudida de los maniquíes.<br />...militar de Dtrick, estado de Maryland, Estados Unidos, existe un centro especial.<br /><br />Jehová: ¡Un centro luminoso!<br />Abraham: ...Para el estudio de los métodos de conducción de la guerra bacteriológica. Entre sus propósitos tratan de variar los virus de peligrosas enfermedades, de tal modo que los mismos se transmitan de una persona a otra por el aire...<br />Abraham: (Los dos cantan.) “Transmitirán enfermedades<br /> y como la fiebre amarilla<br />Jehová y algunas variedades<br /><br /> de encefalitis...<br /> Gloria a los pequeños insectos”.<br /><br />Silencio. Los dos hombres se abrazan al cuerpo de ella.<br />Cuadro IV<br />“Los héroes”<br />Los maniquíes yacen boca abajo. La ventana está cerrada, un resplandor rojizo invade la escena. Jehová se arrastra solo por la habitación. Pasa por debajo de las camas.<br />Jehová: ¡Todavía no soy glorioso! Nos están quemando vivos, pero ahora voy hacia ellos. Llegaré, tarde o temprano llegaré. (Se detiene.) ¿Por qué trato de luchar, si desde el principio supe que estaba condenado? Estoy perdiendo el juicio. (Se arrastra.) Esta guerra es absurda. Esta guerra es inútil. La guerra viene a las camas, nos hace perder el sueño... y nos destruye. Pero nosotros seguimos avanzando porque tiene que haber un final. En la vida verticales, en la muerte horizontales. La guerra no se acabará nunca, el instinto va más allá, el hombre lucha por el amor, por los ideales, por la religión, lucha, lucha, lucha, esto es lo que hace inmortal su condición; pero el hombre es mortal. El hombre está condenado, desde que nace conoce su muerte, la imagina de todas las formas posibles y esto controla su vida hasta que llega el momento. Yo no imaginé mi muerte así, no tenía imaginación. En el mundo, sin embargo, hay mucha más imaginación para matar, que para vivir.<br />Está jadeando, desesperado y el cansancio físico lo paraliza, se siente entumecido. Solloza.<br />Mis hermanos no han llorado ni un solo momento, pero ellos no quieren esta muerte. (Grita.) ¿Me oyen? No queremos esta muerte. Hagamos un alto para descansar. Que las mujeres vuelvan a ser madres, para que los hombres puedan ser padres y los niños, niños. ¿Todavía no se han dado cuenta? ¿Qué esperan? ¿A dónde van con todo esto? Pero no somos nosotros, no somos nosotros. Los hombres tienen que ser héroes para defender su esencia.<br />Se dirige a los maniquíes.<br />¡Qué nadie llore! El enemigo no llora, el llanto es debilidad. Cuando llegue la guerra eterna los niños no jugarán jamás. La bomba atómica lanzada por los norteamericanos, por orden del Presidente Truman, horroriza a la humanidad. Los signos del zodíaco también están regidos por animales, cuando los animales que no tienen humanidad, dirijan nuestros destinos, seremos felices. Necesitamos presidentes animales, gobernadores animales, a los corrales, a las jaulas, dejen que ellos salgan y ocupen nuestros puestos, para que defiendan este planeta que va a la destrucción.<br />Aullido de dolor.<br />El cuchillo se hunde en el estómago y produce un placer frío, como la penetración del hombre a la mujer, un placer hacia la vida y otro hacia la muerte. ¿Cuál es la penetración más inútil?<br />Aullido de dolor. Ha llegado el momento de las torturas. Abraham desde el piso superior interpreta las escenas, es el que aúlla, Jehová continúa sin verlo. Utilizar proyecciones de torturas.<br />Pero nos jactamos de esa condición superior que tienen los hombres, que es la de pensar. Pues bien, pensemos, ¡jactémonos de saber pensar! Todos juntos. En 1941, Albert Einstein firmó el documento oficial, por el cual se pedía al gobierno, la fabricación de la bomba atómica. La suerte atómica está echada. Primero servirá para la guerra, para la muerte, algún día servirá para encontrar la paz.<br />Las proyecciones tórnasen alusivas a lo que dice Jehová, se ve a Einstein, a Galileo, a Nobel, a Arquímides, al presidente Roosevelt, a Robert Oppenheimer, a Truman, a Stimson, el secretario de guerra.<br />Roosevelt destinó seis mil dólares como los primeros fondos. Galileo Galilei ante la Inquisición, Roosevelt ha dicho: “¡Es necesario actuar!” <br />Abraham: (Como Roosevelt, exclama.) “¡Es necesario actuar, seis mil dólares es poco!”<br />Jehová: Los nazis llamaron al venerable artefacto “arma prodigio”.<br />Abraham: (Como Galileo exclama.) ¡Desgraciada es la tierra que necesita héroes!<br />Jehová: Y... Robert Oppenheimer cumplía 41 años...<br />Abraham: (Celebra el cumpleaños de Oppenheimer, canta.)<br /> Happy birthday to you<br /> Happy birthday to you<br /> Happy birthday “mister átomo”<br /> Happy birthday to you.<br />Jehová: El 1º de junio Stimson, secretario de guerra del presidente Truman, recomendó a su Presidente el lanzamiento de la bomba atómica sobre el Japón, lo más pronto posible y sin advertir al país enemigo la naturaleza de la nueva arma.<br />Abraham: (Como Truman.) Es necesario hacer una explosión de prueba. (Lee.) “Hoy 16 de julio se realizó la explosión... el bebé nació felizmente”... ¡Soy padre! ¡Soy padre!<br />Jehová: A partir de este momento... la muerte atómica invadió la conciencia de nosotros.<br />Escenas proyectadas de Hiroshima.<br />¿Por qué no podemos olvidarla?<br />Abraham: ¿Por qué vivimos en el terror constante?<br />Jehová: Nos acecha y controla nuestros destinos...<br />Cesan las proyecciones.<br />Bien, hagamos un alto para que descansen los seres quemados. Pronto recibirán una notificación para ir a reconocer a sus muertos.<br />Abraham: ¡A calmar el hambre terrenal! (Canta.)<br /> Las pobres colonias,<br /> civilizaciones dormidas,<br /> que están esperando la luz,<br /> no verán ni un poco<br /> de desarrollo,<br /> seguirán dormidas.<br />Jehová: ¿Qué haces lejos de la verdadera necesidad?<br />Abraham: Estaba haciendo la “verdadera necesidad”, fui al baño.<br />Jehová: ¿Cuándo piensas irte al frente?<br />Abraham: ¡Te veo en medio del calvario! (Pausa.) Hoy me quitarán el vendaje, pronto el médico vendrá con sus chancleticas de goma. El médico está orgulloso de su lucha contra la muerte.<br />Jehová: ¿Y tú?<br />Abraham: Mi lucha es más grande, pero más difícil. El médico quiere salvar uno por uno, yo a todos, al mismo tiempo.<br />Jehová: El médico cura y tú lo abasteces de carne.<br />Abraham: ¡Reptil!<br />Jehová: Tú lo abasteces de inocentes.<br />Abraham: Yo no provoqué la guerra.<br />Jehová: Pero participas, la aumentas.<br />Abraham: Me defiendo. ¿Has visto una aldea incendiada? Yo he visto muchas. He visto ancianas corriendo con sus hijos hacia un bosque, he visto a una arrastrar a su hijo muerto, por no tener fuerzas para cargarlo.<br />Jehová: ¡Qué entren en nuestras cocinas! ¡Qué se harten con nuestras interioridades! ¡Qué coman! He venido al mundo a vivir, no a precipitar mi muerte.<br />Abraham: La esposa del médico peleó en el frente, estando embarazada. Tenía ocho meses. Ese sacrificio ha permitido que puedas curarte y volver.<br />Jehová: (Acorralado.) ¡Yo no quiero salir de aquí! Tengo miedo. Me arde el rostro. No quiero morir quemado.<br />Abraham: Eres un cobarde.<br />Jehová: ¡Tú te has lamentado conmigo!<br />Abraham: Niños quemados por el Napalm. Cadáveres a montones sobre los campos. Fotos, fotos, a montones. Enterrados vivos en la tierra. Amarrados a buenos palos bajo el sol. Sangre que brota de las heridas de un cuchillo clavado en el vientre. ¡Esto no debe ser! ¿Qué culpa tengo de tener que dividir mi vida entre pelear y trabajar?<br />Jehová: Los niños quedarán marcados...<br />Al fondo cunas de niños que se mecen. Risas y aplausos.<br />Jehová: (Mece a los niños mientras recita una nana.) “Cuántos años viviré, que soy pequeño y no lo sé.”<br />Abraham: Ellos no son culpables...<br />Los maniquíes en el suelo. Las cunas movidas por Jehová.<br />Jehová: Sin cabecita, sin barriguita, sin pelito... sin paticas, sin manitos, sin, sin, sin, sin...<br />Abraham comienza a colocar los maniquíes en sus hamacas.<br />Abraham: Al día siguiente, sobre la loma alta, encendieron los enemigos una hoguera; le dijeron: “maldito rojo, ponte en la brasa”. Y del poblado Duong la gente relata que, serenamente, sin ningún miedo, el héroe en las llamas entró, con la sonrisa en la boca.<br />Jehová continúa meciendo las cunas.<br />Cuadro V<br />“Apocalipsis”<br />Jehová, sentado en el piso superior, aúlla con un libro en la mano.<br />Jehová: ¿Quién es digno de abrir el libro y de desatar sus sellos?<br />Abraham, sentado entre los maniquíes que forman grupos, no responde.<br />Jehová: ¿Quién carajo es digno de abrir el libro y de desatar sus sellos?<br />Abraham se siente aludido por Jehová, pero no responde.<br />Jehová: ¿Quién es digno de abrir el libro...? (Lo lanza hacia el público.)<br />Abraham: Has ganado, Jehová, soy tu prisionero, elige mi destino y habrás satisfecho esa necesidad que tienen los hombres de igualarse a Dios.<br />Jehová: ¡Quiero ser yo mismo! ¡No quiero igualarme a Dios!<br />Abraham: Yo mismo, tan grande como Dios...<br />Jehová: Está prohibido hablar de política en este lugar. Lo prohíbo desde este instante.<br />Abraham: Hablé de Dios.<br />Jehová: Dios es política... Todo es política, no debes olvidarlo. La política no termina nunca, es infinita, como los hombres.<br />Abraham: ¿Hasta cuándo seré tu prisionero?<br />Jehová: La policía ataca una manifestación, la policía disolvió la manifestación a tiros y con gases lacrimógenos...<br />Abraham: ¿Quién es más indefenso?, ¿el prisionero o el guardián?<br />Jehová: Yo soy el que hago las preguntas. ¡Vuélvete!<br />Abraham se vuelve contra la pared.<br />Jehová: Así me gusta. El fondillo no es peligroso.<br />Abraham: ¿Sabes cuántos hombres como tú hay en Vietnam? Más de 395 mil soldados. ¿Estás contento?<br />Jehová: Lo sabía, estamos aprendiendo a manejar perros para utilizarlos...<br />Abraham: Entonces Sodoma será vencida por los hijos de puta.<br />Jehová: Estamos desesperados, la guerra “especial” es la guerra de la desesperación.<br />Abraham: (Bebe, se desespera.) ¡Soy inocente! Cumplo órdenes. Ante todo soy miembro de las fuerzas armadas norteamericanas, me hago digno de los Estados Unidos. ¡Me gusta la bebida americana!<br />Abraham: Bebe más. Todo lo que quieras.<br />Jehová: (Mira la botella, la rompe.) No era americana, era francesa.<br />Abraham: Esta guerra es también francesa.<br />Jehová: ¡Estoy harto! ¿Dónde está la gloria que me llevaré?<br />Abraham: Allá afuera hay un ejército de mutilados, se están levantando para reclamar sus derechos, entonces todo el que conserve su cuerpo en perfecto estado, será un anormal. Han transformado el concepto de la belleza. Los mutilados tienen necesidad de vivir.<br />Jehová: (Horrorizado.) ¿Qué es eso?<br />Abraham: No sé.<br />Jehová: Un aleteo que se acerca.<br />Abraham: Es la muerte.<br />Jehová: Son alas. Baten alas.<br />Abraham: Vienen por ti.<br />Jehová: ¡Vienen volando!<br />Abraham: Es tu conciencia, ¿no es más noble negarse a ser instrumento de destrucción, que venir a llorar con los remordimientos?<br />Jehová: Es inútil, ya están aquí.<br />La escena se llena de palomas que traen letreritos en las patas.<br />Jehová: ¡Socorro!<br />Abraham: Los letreritos piden la paz.<br />Jehová: Todo el mundo quiere paz.<br />Abraham: Pero cuesta cara, un precio muy alto.<br />Jehová: (Aúlla como al principio de la escena, al fondo se proyectan dos letreros, uno casi sobre el otro: “Destrucción de Sodoma” y “Apocalipsis”. Desde este momento, Abraham y Jehová representan ambos hechos, haciendo diferentes personajes y contribuyendo con sus cuerpos a lograr los efectos.)<br />Jehová: (Representa la “Destrucción de Sodoma”.) Todo lo que tienes en la ciudad sácalo, porque vamos a destruir este lugar. El clamor de este lugar ha subido hasta tal punto, que Jehová me ha enviado a destruirlo.<br />Abraham: (Representa “Apocalipsis”.) Toda criatura que está en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra y en el mar están gritando: ¡bendición, honra y gloria!<br />Jehová: (Golpeando furiosamente a los maniquíes.) Levántate, toma tu mujer y tus dos hijas que se hallan aquí, para que no perezcas en el castigo de la ciudad...<br />Los dos utilizan diversos objetos, incluso desde lo alto llueve polvo que los va confundiendo y que contribuye al aturdimiento.<br />Abraham: Y el cordero abrió uno de los sellos y uno de los cuatro animales me decía con voz de trueno: “Ven y ve” y miré, y vi a un maricón montado en un caballo blanco, tenía un arco y le fue dada una corona y salió victorioso dispuesto a vencer...<br />Caballos en proyección al fondo.<br />Jehová: Escapa por tu vida, no mires atrás, ni pares en toda esta llanura, escapa al monte, no sea que perezcas.<br />Aves espantadas en proyección.<br />Abraham: (Ahora responde a Jehová.)<br /> Yo te ruego señor mío,<br /> comprende que no soy<br /> el cobarde más grande<br /> de la humanidad, no me iré.<br />Hombres huyendo en proyección.<br />Jehová: Date prisa, escapa. Nada podré hacerte cuando hayas llegado al monte.<br />Proyección de aviones y bombardeos.<br />Abraham: (Continúa con el “Apocalipsis”.) Se abrió el segundo sello y salió otro caballo bermejo y al que estaba sentado sobre él fue dado el poder de quitar la paz de la Tierra y que se maten unos a otros y le dieron una espada.<br />Proyección del mar chocando contra las rocas.<br /> Al abrir el cuarto sello,<br /> la muerte estaba sentada<br /> sobre un caballo amarillo<br /> y el infierno le seguía y<br /> tuvo potestad para matar<br /> con su espada en<br /> la cuarta parte del planeta,<br /> con hambre, con mortandad,<br /> con las bestias de la tierra<br /> y con Napalm.<br />Llamas al fondo en proyección.<br />Jehová: (Ahora representa el “Apocalipsis”.) Hasta cuándo señor, santo y verdadero, hasta cuándo nos juzgas y vengas nuestra sangre de los que moran en la Tierra.<br />Abraham: Y al abrir el sexto sello...<br />Proyectan al fondo del cielo con rayos y truenos.<br />Jehová: (Representa de nuevo a “Sodoma”, se revuelca entre los maniquíes.) No mires atrás, no mires atrás. El sol sale ya sobre la tierra, escápate y no mires atrás antes de que llueva azufre y fuego sobre Sodoma.<br />Abraham: Y se abrió el sexto sello, y hubo un gran terremoto...<br />Efecto de sonido de terremoto.<br />Jehová: Destruiré la ciudad, coño, y toda la obra de la creación... ¿A dónde escapar?<br />Abraham: (Ahora vuelve a ser hombre, angustiado por el final.) ¡Misericordia! ¿Dónde vivirá mi alma? Si matan a mis hermanos, ¿con quién vamos a vivir entonces?<br />Jehová: Entonces la mujer de Lot miró atrás a espaldas de su marido y vio que el humo subía de la tierra, como el de un horno, y medio ciega por el resplandor... vio un cuerpo volar sin su cabeza...<br />Proyección de explosión del vapor La Coubre.<br />Abraham: ¡Escóndame de la cara de aquel que está sentado sobre el trono! Mas no podré escapar no sea que me alcance el mal y muera.<br />Silencio. Cesan las proyecciones. Luz sobre Jehová, que hace el papel de Ignacio Hernández Fernández, obrero de La Coubre, sobreviviente.<br />Jehová: El guardia frente a mí, se esfumaba en el aire. Su fusil chocó con una pared y cayó al suelo. La cabeza del operario Manzanillo chocó con la puerta de un patrullero parqueado a dos cuadras. El cuerpo no apareció más. Frente a la proa del barco un estibador nada desesperado entre las llamas que cubren el agua. Su pelo se incendia, grita y ya no se le ve más. Francisco González se ha desintegrado. El muelle está regado de pedazos de carne y madera. La Coubre vuelve a sacudirse con otra explosión. El cuerpo decapitado de Juanito Rigores cae hacia atrás. La viuda de Francisco González vendrá todos los días al muelle a gritar: “¡rescátenlo!, ¡rescátenlo!”. Pero Francisco González se ha desintegrado. Yo no he visto nada, no he sentido nada. No supe que Fonfrías el oficinista había sido lanzado contra una pared y que se había incrustado ahí y que su cerebro se había hundido. No lo supe, porque me desperté siete días después. (Pausa.) Después que salí del hospital, empecé a dormir menos y menos. Cada noche menos. Me empezaron las crisis. Hasta que estuve dos años completos sin dormir. Es que... el barco me estalló a los mismos pies y la explosión me lanzó a 100 metros. Di con la cabeza. Todavía me queda un sonido a chicharras en los oídos, un sonido a hierro que cruje, que se parte, un sonido agudo que no se me quita, como si La Coubre estuviera en mi cerebro y el reloj todavía marcara las tres y ocho.<br />Cuadro VI<br />“La rebelión”<br />Los cuerpos de las palomas yacen por todas partes, los maniquíes continúan en el mismo desorden. El lugar es más bien un depósito de cadáveres. Se ha desintegrado poco a poco. Produce la sensación de un refugio destruido por una bomba. Jehová ha quedado ciego y una venda ensangrentada le cubre los ojos. Parece haber perdido la razón. Sonríe estúpidamente. Abraham, a su lado, fuma y lee en voz alta un papel estrujado.<br />Abraham: Es de 1962.<br />Jehová: Sí.<br />Abraham: ¿No has recibido otra?<br />Jehová: (Sonríe estúpidamente.)<br />Abraham: (Lo observa un instante, y luego fija su vista en el papel.) “Querido Bay... ya es muy tarde en la noche, a estas horas todas las puertas están fuertemente cerradas. Mientras te escribo, las botas de las patrullas golpean en las calles. También pasan de vez en cuando los jeeps con sus ronquidos. ¡Cuántos años hace que no puedo dormir tranquila! ¿No te das cuenta, mi amor, que es mucho tiempo sin ti? El año pasado recibí una carta tuya muy arrugada con las letras apagadas. Solita lloré al leer tu carta. Me asombré de ser tan fuerte. ¿Verdad que nuestra vida juntos duró muy poco? Parece mentira que a los tres días hayas tenido que irte, me parece que nunca te he visto de verdad, sólo en sueños.”<br />Jehová: Dice “sólo en sueños”.<br />Abraham: Sí.<br />Jehová: Sigue.<br />Abraham: “Cuando te fuiste nuestro amor había tenido su fruto, pero las torturas me hicieron abortar. ¡Es duro para mí! Un hijo tuyo hubiera aliviado mi soledad... y la espera hubiera sido mas corta. Me tranquiliza saber que otras sufren más. Por los alrededores hay patrullas que han comido carne humana. Le arrancan a los prisioneros el hígado y se lo comen, según la superstición, para obtener valor. Cuando violan a una mujer, la atan a una cruz y a eso lo llaman el ‘suplicio de la Santa María’. Hace poco una mujer fue presa por la banda de Nguyen Lac Hoa en una operación de rastrillaje. Los soldados comenzaron a violentarse con ella. Ella les recordó a sus hermanas y a sus mujeres y les preguntó si les gustaría que las ofendieran a ellas. Les dijo que era casada y que tenía hijos. Un soldado le preguntó cuántos niños tenía. Ella le dijo que dos. Entonces el soldado dijo: ¿nada más que dos? Con una madre de dos hijos uno puede complacerse bastante. La arrastraron, ella se aferró a una columna gritando. La desnudaron y así la llevaron al cuartel del Sub-sector. Le hicieron el ‘suplicio de la Santa María’ y luego le rajaron el vientre, le sacaron el hígado y lo cocinaron. El marido pudo vengar, al fin, lo que le hicieron a su esposa. Tu hermanita Muoi ya se casó, no tiene hijos todavía, está viviendo con tu mamá. Aquí todos pertenecemos a las organizaciones. Solamente te deseo, mi vida, que tengas salud”... (Abraham se detiene.)<br />Jehová: Espero que algún día, yo pueda regresar.<br />Abraham: (Dobla el papel.) ¡Guárdalo!<br />Jehová: Ya no me arde la cara. (Guarda el papel.)<br />Abraham: Estás aliviado.<br />Jehová: Siento un gran vacío en los ojos, un frío... ¡Es horrible! La gelatina llameante no puede quitarse cuando toca la piel. Cada día hay más perfección, hay hasta bombas que esparcen agujas, que se clavan en la piel.<br />Abraham: “Hormigas contra hormigas”. La hormiga blanca toma ciertas medidas contra la hormiga roja, después de una incursión en busca de alimento. Pero después de todo no se trata de hormigas, sino de hombres.<br />Jehová: Somos uno de los pueblos más hermosos del mundo.<br />Abraham: Pienso en los niños.<br />Jehová: ¿Y si nunca ganáramos la guerra, esta a su vez no se extendería a otros pueblos?<br />Abraham: ¿A otros pueblos hermosos físicamente?<br />Jehová: (Se ríe.) ¿Y esos pueblos no tienen miedo?<br />Abraham: Si no tienen miedo, peor para ellos.<br />Jehová: ¿Amarías a una mujer con el brazo amputado?<br />Abraham: ¿Y por qué no? Ella me amaría a mí con una pierna amputada.<br />Los dos se ríen. Coral al fondo de quejidos.<br />Abraham: Sienten dolor.<br />Jehová: No podré soportarlos.<br />Abraham: ¡Viva el siglo xx!<br />Jehová: No puedo mirar a mi alrededor.<br />Uno de los maniquíes comienza a arder.<br />Abraham: ¡Fuego!<br />Jehová: ¿Qué sucede?<br />Abraham: Se ha dado candela para protestar, quiere detenerlos.<br />Jehová: ¿Y las palomas?<br />Abraham: Están muertas.<br />Jehová: Huelo la carne quemada.<br />Abraham: Quiere detenerlos, pero es un sacrificio inútil. Por un instante observan esta maravilla de la naturaleza, el cuerpo cruje y él no grita, las llamas consumen sus huesos, pero él no grita.<br />Jehová: ¡Quiere detenerlos!<br />Abraham: Pero ellos están locos.<br />Jehová: Washington está demasiado lejos...<br />Abraham: (Dice las palabras de Nguyen Van Troi.) “Quise matar a McNamara porque es enemigo de mi patria. Asumo toda la responsabilidad.”<br />Jehová: ¿Quién es? ¿Quién eres?<br />Abraham: “No he cometido ningún pecado, son los norteamericanos los que han pecado.”<br />Jehová: ¿Dónde expiarán sus pecados?<br />Abraham: (Como él.) En este planeta. No podrán esconderse en las cuevas huyendo al Apocalipsis, no tendrán lugar en las cuevas...<br />Jehová: ¿Todavía arde?<br />Abraham: Sí, arde, arde. Sus oraciones me enloquecen. ¿Cómo es posible que tengamos que recurrir a esto?<br />Sigue la coral.<br />Jehová: ¡Los oigo! Lloran. Ha llegado el momento. Las voces vienen de todas direcciones... (Se pone de pie y camina dando tumbos.)<br />Abraham: Fuego, el hombre se inmola como un Cristo, en la tierra donde no existen los Cristos. Pero no cabe duda de que ese olor a carne quemada es un olor más agradable que el que deja el Napalm.<br /> Jehová: ¡No puedo más!<br />Abraham: Eso no, eso no. Hemos llegado al límite pero no pediremos socorro.<br />Jehová: (Extiende una mano y abre desmesuradamente la boca. Hay una espera angustiosa. Se proyecta hacia el público.) ¡Socorro!<br />Abraham: (Lo sacude para hacerlo razonar.) ¿A quién le pides? ¿Quién tiene que oírte?<br />Jehová: Primero los leones abrieron sus bocas para que los cristianos metieran sus cabezas, después los crematorios abrieron sus puertas para que los judíos metieran sus cuerpos... después Vietnam será la hoguera para convertir a los hombres en antorchas y, por último, el planeta Tierra estallará por todas partes, para que las flores ya no existan.<br />Cesa la coral.<br />Abraham: ¡Sígueme Jehová!<br />Jehová: No quiero salir de aquí.<br />Abraham: Ven despacio, olvida que con los pies estás tocando cadáveres. Mañana me voy, a mí me esperan. Tú estarás en un lugar seguro. Y yo volveré a buscarte.<br />Jehová: ¿A dónde vamos? ¿A ser héroes?<br />Abraham: Sí. Cuantas veces sea necesario.<br />Jehová: Soy un ciego. Para mí el mundo ha muerto. No lo volveré a ver.<br />Abraham: Ya lo verán otros. Ven.<br />Jehová: Sí, tienes razón, lo verán otros, pero yo no.<br />Abraham: Sin embargo, el resplandor te molesta.<br />Jehová: Sí, me molesta.<br />Abraham: Además, la Biblia se equivoca. Estoy seguro de que en Sodoma habían más justos que impíos... (Llevándose a Jehová.) Esta guerra hace mucho tiempo que ellos la han perdido.<br />Jehová: No debemos abandonar nunca a Sodoma, no hay que dejarla sola... No hay que dejarla sola...<br />Ambos desaparecen.<br />Cuadro VII<br />“Alucinación”<br />Silbido que va aumentando. Explosión atómica. Escenario a oscuras. Atmósfera rojiza.<br />Voz de Jehová: ¿Dónde está Shakespeare? Como un volar de alas hacia el infinito. ¿Y dónde está Picasso? Hacia el infinito. Rescatando niños...<br />Se distingue un púlpito. Al fondo como el auditorio para el orador. Fotos de animales y bacterias. Entra Dante Alighieri con papeles en las manos, ocupa el púlpito y se dirige a las bacterias.<br />Dante: ¿Sería este el momento esperado? ¿No era ahora que vendría el Salvador prometido por Cristo en el Evangelio de San Juan? ¿O ya nos visitó el Salvador? De todas formas han presenciado el infierno moderno, pura fantasía, pura enajenación, que no tiene nada que ver con el que yo escribí, ni con el arte. Este infierno ha sido construido con los cimientos de nuestros abuelos y por ustedes mismos. Yo hice el mío pero no sirvió para nada. Por eso ha quedado demostrada la inutilidad de la Literatura. Nadie se horroriza. El miedo murió desde que se inventaron los Coney Islands, o quizás antes. La Literatura no sirve para crear el miedo. Yo soy un fósil honorable. El catolicismo es un cadáver embalsamado que se mantiene en pie gracias a inyecciones diabólicas. Soy la hoguera de la Edad Media. El pequeño volcán. Dante Alighieri. La única luz capaz de guiarlos a ustedes por esta antigüedad que se llama vida.<br />Voz de Jehová: Hemos vuelto al principio. De la nada a la nada.<br />Dante: ¡Viva entonces la imaginación! ¡Viva la enajenación!<br />Voz de Jehová: ¿Quiénes tienen el privilegio de ser espectadores?<br />Dante: ¡Me opongo, sí señor! Me opongo a esto que huele a derrotismo. La destrucción no sucederá. Hitler de la Paz, donde quiera que estés, ruega por nosotros...<br />Risas al fondo. Se ríen las bacterias.<br />Voz de Jehová: ¡Ave María, llena eres de gracia!<br />Dante: ¿Se ríen de mí? (Pausa.) No importa, no queda otro remedio que agrupar nuestras moléculas en el espacio, la materia no desaparece, mister Hitler de la Paz. Molécula sobre molécula. Siento un eco lejano y un mal olor.<br />Voz de Jehová: Un pequeño gesto y al carajo los seres humanos, y los seres animales y los seres seres. ¡Adiós al progreso!<br />Risas al fondo.<br />Dante: Aquí llegan flotando las moléculas organización... moléculas del arte, moléculas militares, moléculas diplomáticas, ferroviarias, en fila, en orden...<br />Voz de Jehová: Él no puede organizar porque no distingue una de la otra.<br />Dante: Vamos a llevarnos todas las glorias a otras galaxias, latiendo en otras galaxias.<br />Voz de Jehová: ¿Has visto a Abraham entre ellos?<br />Dante: No.<br />Voz de Jehová: Entonces está vivo.<br />Dante: Las estrellas no lo han traído, ni el Sol, Abraham está vivo.<br />Voz de Jehová: ¡Abraham, Abraham!<br />Dante: ¡Salvado, salvado! La insurrección, la revolución. Está salvado. Habrá otro mundo a pesar de mister Hitler de la Paz. Que germinen las nuevas semillas que están flotando en el vacío, que comience el acto sexual de la madre tierra desaparecida, en algún sitio fecunda. ¡Germinación! Andamiaje para la nueva construcción. Levántate, Abraham, donde quiera que estés.<br />Coro al fondo entona una coral.<br /><br /><br /> FINanimal stormhttp://www.blogger.com/profile/14507451639067425936noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-450246237374959914.post-53675262219719568032007-05-22T05:46:00.000-07:002007-05-22T19:29:38.186-07:00EL ORIGENAutor: <strong>Joaquín Gómez</strong><br />In memoriam<br />ANTONIO CUNILL CABANELLAS<br />PERSONAJES.<br />Los personajes se han escapado de sus libros para darse cita en el nacimiento esperado y liberador del actor.<br /><br /><br />-El escritor.<br />-Actor 1.<br />-Actor 2.<br />-Actor 3.<br />-Actor 4.<br />-Actor 5.<br />-El director.<br />Personajes escapados de "La tempestad" de W.<br />Shakespeare.<br />-Ariel.<br />-Próspero.<br /><br />-El Actor.<br />-El Autor dramático.<br />Espíritus de la tragedia:<br />-Ofelia. (Personaje de Hamlet, de Shakespeare)<br />-Una madre.<br />-Un joven.<br />Espíritus de la comedia:<br />-Espíritu risueño.<br />-El militar.<br />-Colombina.<br />-Pantalón.<br />-Doctor.<br />-Coro trágico.<br />-Coro de la comedia.<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />LA PRESENTACIÓN.<br />(La acción transcurre en el interior de un antiguo y gastado teatro. Se enciende un seguidor que perfila la entrada de un hombre por el fondo de la sala que irá acercándose por el pasillo hacia el escenario. Una vez ubicado allí, decrecerá la luz. Este hombre representa al escritor de la pieza que, guiado por una premonición, observará desde un lugar semioculto todo el desarrollo de la visión.)<br />Buenos Aires, 1991.<br />Voz en off: "…Sucederá algún día en la distancia de los tiempos. El enigma del Origen saldrá a la luz en presencia de los Elegidos…"<br />El escritor: No encuentro palabras para describir lo que me provocó el mensaje de aquel antiguo libro. Algo parecido a una obsesiva curiosidad se adueñó de mi voluntad llevándome a investigar cada rincón en donde pudiera llevarse a cabo la profecía, convirtiéndome día a día en un guardián eterno de los teatros.<br />Ignoro si todo fue un designio, causalidad o simple coincidencia. Pero el hecho fue que al cabo de muchos años de comenzada mi búsqueda, me enteré de que un grupo de actores jóvenes querían salvar de la demolición a un viejo teatro de la ciudad; quizás el último que aun escapaba al insaciable avance de edificios vidriados y cocheras superpuestas. Ese teatro que, por aquellos avatares de la vida moderna, vivía en soledad sin que nadie acariciara las tablas de su escenario desde hacía ya mucho tiempo.<br />Así fue que me deslicé dentro de esa estructura anciana y crujiente para aguardar oculto el instante apropiado para el desafío, ese desafío que llegó con su manto gigante cargado de hechizos, de sombras y de tantos fantasmas que se fundían en ese deambular místico que más tarde inspiraría a mi historia.<br />(Mientras el escritor narra este último párrafo, irán apareciendo algunas figuras inmersas en ceremoniosas capas marchando con velas encendidas a modo de procesión, conformando una postal sublime sobre el escenario que se verá aumentada en su abstracción merced al influjo de cantos rituales. El escritor no debe detener su parlamento en ningún momento. Su intención ha de ser calma y apasionada.)<br />El escritor: La ceremonia fue a puertas cerradas. Una cita privada en medio del ensayo de aquellos actores que –pretendiendo sacar de su letargo al olvidado escenario- ignoraban que todo estaba escrito y que serían los protagonistas de los más increíbles sucesos del Origen del Actor.<br />(Al finalizar el discurso del escritor, se producirá un flash de luz potente y blanca que se desparramará por todo el escenario. Simultáneo al quiebre lumínico las figuras oscuras se arrancarán sus vestiduras quedando en ropas de calle y provocando así una ruptura entre lo irreal de esa atmósfera y lo real del ensayo a consumar. Cada uno de los actores se nombrará a si mismo de acuerdo al gusto del intérprete.)<br />Actor 1: (Acomodando las telas de las que se ha desprendido se despereza imitando al Actor 2 que también está arreglando algunos elementos del decorado.) –No veía la hora de empezar con los ensayos… nunca me pasó esto de enamorarme así de un personaje.<br />Actor 3: (Verificándolo todo lo mira con expresión de incredulidad.) A mí me pasa lo mismo, no puedo pensar en otra cosa…<br />Actor 4: (Interrumpiéndolo.) Creo que todos estamos igual… aunque no es nada fácil remontar un teatro en esta momento…<br />Actor 5: Claro que no es fácil… y menos en estas condiciones. ¿Ustedes se dan cuenta de lo que tratamos de hacer? Tratando de salvar este teatro nos estamos jugando como actores. Yo tengo mucho miedo…<br />Actor 2: ¿Miedo de qué?<br />Actor 5: De fallar, miedo de que esos chupasangres que esperan nuestro fracaso, se salgan con la suya y lo tiren abajo…<br />Actor 2: No te pongas así… ¿por qué pensar que nos va a ir mal?<br />Actor 1: Ya vengo, voy a preparar unos mates.<br />Actor 5: ¿Ypor qué no? Qué tenemos a nuestro favor? En lo económico somos los más débiles. Los grandes textos están guardados en las bibliotecas públicas y si se representan son adaptados a la comodidad de los intérpretes. De los autores nacionales nóveles ni hablar, apenas si llegan a ser leídos… y encima la gente casi no va al teatro. Entonces me querés decir qué estamos haciendo acá…<br />Actor 4: Yo te entiendo… todos estamos un poco desorientados en este momento, pero aunque a nivel económico somos los más débiles, tenemos algo que hoy es un lujo, tenemos una ideología… pasión, energía, amor por lo que hacemos… y ese es nuestro capital.<br />Actor 3: Yo pienso igual que vos, ése es nuestro poder.<br />Actor 5: Todo lo que dicen es muy lindo, pero ¿y la gente, qué hacemos sin la gente? (Queda de frente al público un instante observando a la sala. Regresa el Actor 1 con el mate que irá convidando durante el resto de la charla a sus compañeros.)<br />Actor 2: Pero qué negativa… Esperá al estreno para ver si hay o no hay gente.<br />Actor 3: Después de todo a la gente la traemos nosotros. Cuando vas a ver otros grupos se ve de todo, salas llenas, vacías… si tenés publicidad tenés público…<br />Actor 5: Gran descubrimiento el tuyo.<br />Actor 2: Lo que tenemos que hacer ahora es ocuparnos de nuestro trabajo. Si lo que ofrecemos al público vale la pena, la gente va a venir sola.<br />Actor 5: ¿Y la crisis, qué me decís de la crisis?<br />(El Actor 1 deja el mate a alguno y se separa del grupo para bajar del escenario y escudriñar el fondo de la sala como esperando a alguien.)<br />Actor 3: Pero si el teatro se nutre de eso. Desde los griegos el teatro fue el espejo de todas las sociedades… el lugar de la denuncia, de la reacción… ¿vos conocés alguna época en que no haya habido crisis?<br />Actor 1: Perdón por interrumpir la clase de filosofía, pero ya estamos sobre la hora y nuestro director no aparece. ¿Por qué no lo llamamos? Por ahí le pasó algo.<br />Actor 4: No creo. Casi siempre llega sobre la hora. Yo voy a ir a la cabina a ver si hago funcionar las luces.<br />Actor 2: ¿Por qué no empezamos a entrar en calor? (Al actor 5.) Vamos… confiá… confiá en nosotros… siempre fuimos un grupo especial.<br />Actor 5: No si confianza tengo… y no quiero parecer negativa como dice (Nombra al actor 2.) pero tanta responsabilidad me asusta un poco, qué sé yo...<br />Actor 1: Insisto en que tendríamos que llamar a Esteban.<br />Actor 3: Me parece que ahí viene.<br />(Pausa. Los actores comienzan a prepararse y al momento llega apresuradamente el director de la compañía.)<br />El director: Buenas tardes a todos. (Mirando por inercia hacia ambos costados.) ¿Falta alguien?<br />Actor 4: (Desde el control ilumina de lleno al director.) Ya bajo, estoy chequeando las luces....<br />El director: Bueno ¿qué les pareció la sala?<br />Actor 5: Da un poco de miedo…<br />El director: El miedo es el mejor combustible para un actor… Vamos… a trabajar, todos al suelo… vamos a empezar con una relajación.(Bate palmas. El resto se ordena en el piso.) Deben estar livianos, deshagansé de todo pensamiento, entreguensé a la magia del teatro, este momento es único y ustedes son especiales, tan especiales como este lugar que los proteje. Cierren los ojos. Respiren profundamente e imaginen un espacio en donde todo es posible. Tienen un lienzo delante, dibujen en el. Piensen en sus personajes, amenlos, son ustedes, son ellos, entren a su mundo.<br />(Mientras los actores se ubican en el piso entre murmullos, comienzan a bajarse las luces para sumergirse todo nuevamente en lo fantástico. Se destaca lumínicamente al escritor con una tenue luz como al principio.)<br />El escritor: Mi mente giraba como un caleidoscopio en las manos de un chico. Las preguntas estallaban unas tras otras ramificando hacia lo infinito mis temores. Y, en ese marco, cuando todo a mi alrededor parecía suspendido de tiempos desconocidos; surgieron ellos: los personajes. Aquellos seres que envueltos en un aura nebulosa se habían escapado de sus libros para formar parte –sin saberlo ellos- de la maravillosa experiencia de la creación.<br />El primero en saltar fue Ariel. El delicado duende surgió etéreamente y se enamoró de los actores sin preámbulos (Aparece Ariel inmerso en una niebla, delineado por un haz luminoso y acompañado por una incipiente pero ágil melodía. El genio dominará el espacio maravillado ante la novedosa vista y mediante un chasquido de dedos, convertirá la música en una delicada armonía con la cual modelará –mientras el escritor narra- los cuerpos y las emociones de los actores que se entregarán por<br />completo a las sugerencias de su guía.) Su figura exhalaba una especie de aureola sensible que supo repartir sabiamente entre esos seres expresivos que, en su fantasía de héroes, se entregaron de inmediato a la magia del genio.<br />Así lo encontró Próspero, su antiguo amo, que quizá guiado por un presentimiento se lanzó en persecución del alocado inocente para verse mezclado en una odisea delirante.<br />(Al momento se oirán los llamados de Próspero, quien al aparecer también de la bruma, tomará por sorpresa al genio en pleno éxtasis. Debe notarse un cambio para nada exagerado en Próspero al pasar la barrera que separa lo chato del papel con las avasallantes formas de la vida. No así en Ariel, pues este no posee una realidad corpórea específica debido a su carácter de genio.)<br />Próspero: (Precedido por su voz.) Ariel!.., Ariel..! Ariel..! Dónde estás? Ariel!<br />Ariel: (Confundido.) Ariel? Quién me llama? …Acaso?<br />Próspero: (Irrumpe en escena fatigado a causa de la persecución que viene perpetrando.) Ayy… Por fin logro alcanzarte. Ahh si algo me decía que no podía dejarte solo…<br />Ariel: Mi Señor! Mi alegría no puede ser medida ni limitada a las palabras! Vos también saltasteis de las páginas del libro? Ahora si que mi dicha no puede ser igualada.<br />Próspero: (Como si temiera ser escuchado dice por lo bajo.) Pe… pero estás loco? Qué es lo que estás haciendo aquí?!<br />Ariel: (Observando a los actores que, como en un vuelo, se contorsionan tras la estela del duende.) Disfruto! Disfruto regalándoles magia a estos seres que dicen llamarse actores.<br />Próspero: Regalándoles magia? Pero… Y para qué quieren ellos tu magia?<br />Ariel: Cómo que para qué quieren mi magia?! (Ríe mientras comienza a elevarse.) Para vivir, para abrirse al placer de sentir, de amar… Ellos necesitan de espíritus; de duendes que los inspiren y protejan (Susurrando.) Se los oí decir al pasar… (Esparce polvos mágicos entre los actores.) Y es por eso mi amo que quiero quedarme. Para brindarles todas mis emociones (Volcándose hacia los actores.) Eso. Suave.., suave… Siente el placer que te proporciona tu cuerpo. Vibra. Sé feliz. (Mientras acaricia a uno y vuela hacia otro cuerpo dirige la mirada a Próspero.) Lo veis mi Señor? Ya pueden soñarme, confían en mi. Es como si desde hace tiempo hubiésemos estado comunicados. Pero, por qué no lo probáis por ti mismo? Comunicáos con ellos, habladles lento.<br />Próspero: Pero Ariel… Qué intentas hacer con todo esto? Si todavía no has saboreado el néctar de tu propia libertad, que crees que estás haciendo? (Pausa.) Vamos! Nuestro lugar no es este. Así está escrito, recuérdalo. Yo debo volver con los míos y tú… tú tienes que volar, …volar Ariel, …volar…<br />Ariel: Pero mi Señor…<br />Próspero: (Sonriendo paternalmente.) Ya no soy tu Señor. Ahora eres libre. Libre como antes. Libre como tu alma Ariel.<br />Ariel: Si en verdad soy libre, por qué no puedo quedarme aquí? (Pausa.) No! No mi Señor! No creo en tu libertad! No creo en una libertad condicionada que se disfraza de auténtica para contentarme…<br />Próspero: Pero mi niño… No te equivoques… Tu libertad no tiene fronteras siempre y cuando te respetes a ti mismo y no modifiques para mal la vida de tus semejantes. Ese estado no lo encontrarás aquí, en una dimensión que no es la tuya; en donde sus habitantes no pueden verte, ni oírte, ni tocarte, solo presentirte como a un suave Céfiro que los embriaga… Comprendes lo que estoy tratando de explicarte hijo mío?<br />Ariel: No! No entiendo tus palabras. Ellos me quieren, por qué habría yo de abandonarlos?<br />Próspero: Porque te necesitan en otro lugar pequeño. Te imaginas que sería de mi? Que sería de "La Tempestad" toda si no está Ariel? Quién volaría por los aires cristalizando mis hechizos? Quien sería el fuego devorador, o la ninfa de la armoniosa voz? Es imposible Ariel! Debemos regresar de inmediato!<br />Ariel: Pero patrón! No veis acaso que ya está hecho? Ya pasamos nuestra frontera. Respirad mi amo. Sentid como tus arrugados pulmones de papel se inflan en una sensación desconocida. (Próspero se siente turbado y lo exterioriza inconscientemente.) Dadme tiempo, no me llevéis tan pronto…<br />Próspero: Pero para qué más tiempo?<br />Ariel: Ya no te pido por mi sino por ellos. Míralos, no puedo dejarlos así (Los actores siguen jugando bajo la acción mágica de Ariel.) Quisiera al menos regalarle la inspiración de las musas, la pasión de los duendes… Convocad a los espíritus de la creación mi amo! Ayudemos al Autor a concebir su obra!<br />Próspero: Ayudar al autor? Pero qué estas diciendo?! Nosotros no tenemos el poder de decisión Ariel. No nos corresponde. Eso sería ir contra todo lo establecido.<br />Ariel: Eso es, rompamos las formas! (Persuasivo.) Seamos nosotros mismos sin acotaciones (Suplicante.) Aunque más no sea un instante…<br />Próspero: No! No! Eres un pequeño demonio! Por qué tratas de engendrar en mi el fruto de una mente confusa? Ya no tengo poderes! Me deshice del libro mágico. Ya no hay poderes Ariel! Ya no hay duendes ni espíritus, ni nada que responda a mis llamados… (Sentido.) Solo tu gratitud persiste (Pausa.) Por favor… Regresa conmigo a "La Tempestad".<br />Ariel: (Como si no entendiera lo que dice Próspero.) Intentadlo Señor. A veces, cuando creemos que no podemos desarrollar una cosa es cuando más capacitados estamos para realizarla. Qué mérito podemos obtener haciendo de nuestras habilidades una rutina?<br />Solo hay que dar un paso. Me oís mi amo? (Susurrando.) Un paso nada más… y así consigues todo lo que deseáis, con el solo hecho de haberlo pensado.<br />Próspero: Es inútil. No podría lograrlo.<br />Ariel: Entonces lo haremos juntos. Uniremos nuestras fuerzas! (Dominando todo el escenario comienza a llamar a las Musas mientras esparce luces por el mismo. Próspero vacila, pero finalmente se une al intento.) Talía! Oh Musas vengan todas a mi! (Aparece Talía representada con máscara y una guirnalda de hiedra.) Prestadles vuestras esencias! Animad a los actores! Melpómene! Pon tu dolor al servicio de ellos! (Ingresa Melpómene con máscara trágica.) Terpsícore! Ofréndales tus danzas (Entra representada con una lira.) Euterpe! Confíales tu música y tus melodías (Irrumpe representada con una flauta.) Calíope!, Clío..! vamos! Todas conmigo…<br />(Próspero se concentra. Abre los brazos en cruz y –de espaldas al público- avanza lentamente hacia los actores que permanecen en el suelo. Ariel registra la acción y brinca de alegría. El escenario se inunda de huidizas luces de colores y sonidos abstractos que anuncian una presencia mágica. Se forma una nube de humo que pronto lo cubre todo y representa al pasaje por el cual Ariel y Próspero regresan a su libro tras regalarle a los actores la presencia de los espíritus. Al disiparse la nube, irán disminuyendo conjuntamente luces y sonidos hasta llegar a una ambientación despojada. En escena solo un actor en el centro –cerca del proscenio- acostado en posición fetal. Detrás, erguido majestuosamente sobre un pedestal, otro actor cubierto por una gran capa oscura que llega hasta el suelo. Esta capa oculta a los espíritus que lo rodean por debajo de la misma aferrados a su cuerpo.)<br />LA CREACIÓN.<br />(La figura que se halla erguida sobre el pedestal representa al Autor Dramático Universal, mientras que la que se encuentra en el suelo al Actor que se está gestando. Del interior de la capa del Autor comienzan a sobresalir brazos que irán reconociendo el cuerpo de este que permanece estático y con el rostro oculto entre las sombras. Los brazos salientes pertenecen a los espíritus del teatro que –desprendiéndose del Autor- irán bajando del pedestal que contiene al grupo, llevando máscaras trágicas unos y de la comedia los otros. La figura del Autor recibirá ahora un poco de intensidad lumínica, sin destacar aún su rostro. Este abrirá su capa en su totalidad permitiendo salir a los últimos espíritus de su cuerpo que avanzarán en conjunto hacia el Actor latente. Simultáneamente dos de los espíritus despojarán de su capa al Autor e irán a cubrir con ella al Actor. El resto se irá aglutinando lentamente conformando una presencia oscura y clamorosa que se ubicará de espaldas al público y enfrentada al Actor cubierto con la capa que aun yace como un feto. El Autor Dramático, lo mismo que el escritor de la pieza, persisten sumergidos en la penumbra. La presencia rodeará al Actor y en una danza ritual comentarán el Origen.)<br />Un espíritu: Baco que coronas con hiedra tu testa,<br />de la que en vertiente cae la cabellera.<br />A tu canto elevo mi canción postrera,<br />para que a su ritmo bailen en tu fiesta.<br />Todos: Arroyos de sangre se adueñan del valle,<br />en el que las ninfas bailan con sus copas.<br />Escarlata vides, vírgenes sin ropas<br />que gimen al templo sagrado del valle.<br />Un espíritu: Anuncian al cielo en fausto sacrificio<br />de cabritos machos al buen dios Dionisio,<br />que un arte ha nacido y en los Ditirambos<br />halló sendos cauces para sus esencias:<br />Un espíritu: una que es la risa, amiga de vendimias;<br />y otra ensombrecida que llora en los Yambos.<br />Un espíritu: Tomando por fuentes a un culto pagano<br />se eleva del odre que embriaga una masa.<br />Todos: Vestida de noche profunda desplaza<br />su carga gimiente de origen humano.<br />Un espíritu: Inmersa en el tiempo que agita sus pasos<br />desgarra la orquesta su rostro en las sombras,<br />pariendo a su fruto "el cantor de palabras"<br />que al nacer la increpa apartando sus lazos.<br />Todos: Plañideras que se estiran a sus dioses.<br />Saltimbanquis que a las manos ponen voces,<br />y un mercado de pasiones que se cruzan<br />son el hierro que modelan a la estatua<br />que surgiendo enajenada de la fragua,<br />habla con sus pares que pronto le alcanzan.<br />(Al finalizar la masa gimiente comienza a apretujarse hasta que en un momento dado expulsa de su interior a lo que más tarde conformará al Coro trágico. Seguido a esto el grupo se disgregará en espíritus que deambularan por el escenario. Otros se acercan al Actor que comienza a desarrollar su nacimiento. Una vez que nace, el Actor se reconoce a si mismo y al medio. Es allí cuando los espíritus lo moldean mientras uno de ellos le sella la máscara de la tragedia. El Actor –como es un ser puro- rechaza desesperadamente el cuerpo extraño arrancándose la máscara que lo lastima y descubre un rostro ensangrentado. Alza la vista hacia el Autor y estirando su mano se refugia entre sus brazos. El Autor lo mira y comienza a donarle la palabra soplándole su primer monólogo.)<br />El Autor dramático: "…Qué obra maestra es el hombre! Cuán noble por su razón! Cuán infinito en sus facultades..!" (El Actor comienza a balbucear junto al Autor) "…En su forma y movimiento cuán expresivo y maravilloso..!"<br />El Actor: "…En sus acciones, qué parecido a un ángel! En su inteligencia qué semejante a un dios! La maravilla del mundo: El arquetipo de los seres! Y, sin embargo, qué es para mi esa quintaesencia del polvo? Ser o no ser; He aquí el problema: (Se levanta y comienza a girar alrededor del Autor) Qué es más elevado para el espíritu, sufrir los golpes y dardos de la insultante fortuna, o tomar las armas contra un piélago de calamidades y, haciéndoles frente, acabar con ellas?…"<br />El Autor dramático: Silencio! Cómo te atreves a desafiar a tu creador?! De aquí en más la tragedia ha de ser tu destino! Tu vida Actor no será fácil y estará condicionada a mi! (Indica a los espíritus trágicos que encadenen y lleven al Actor hasta su pedestal)<br />El Actor: "…Morir… Dormir, no más! Y pensar que con un sueño damos fin al pesar del corazón y a los mil naturales conflictos que constituyen la herencia de la carne..! he aquí un término devotamente apetecible: Morir.., dormir..! Tal vez soñar..! …"<br /><br />LOS PASAJES HISTÓRICOS.<br />(Prorrumpiendo en desgarrante relato, el coro trágico rompe su estatismo y enfrentando a la platea se adueña de la escena.)<br />Coro Trágico: Que Dios se apiade del reino! Ha muerto Polonio! (Los espíritus rondantes preguntarán en un eco sucesivo que se perderá en un murmullo.)<br />Espíritu 1: Polonio?<br />Espíritu 2: Quién le ha matado?<br />Espíritu 3: Cuándo?<br />Espíritu 4: Polonio muerto? Cómo?<br />Coro trágico: Estando el príncipe Hamlet discutiendo con su madre en el gabinete de esta, vio que se movía uno de los tapices que adornan al aposento, y al grito de "…un ratón, un ratón…" arremetió con su espada –presa del delirio- contra el desdichado, que habiéndose ocultado en complicidad con el rey y la reina, trataba de averiguar las causas de la locura de Hamlet.<br />(Ingresa a escena Ofelia)<br />Coro trágico: Oh, cruel destino! Deleznable victimario de mortales! Acaso no contento con haberla privado del amor del hombre y el del padre, dejándola sumida en la deriva de la soledad, persistes también en arrancarle despiadadamente el juicio?!<br />Ofelia: (Avanzando lentamente con una expresión de total enajenamiento en su rostro mirará a su alrededor y observará el ámbito que la rodea. Tomará las flores del suelo con delicadeza y aparecerán en ese momento ante su vista los rostros de los destinatarios de las mismas.) "…Romero y trinitarias para mi hermano Laertes…" (Da unos pasos hacia la aparición –que solo ella ve- y le entrega las flores al aire que caen al piso deslizándose entre sus dedos. Ve la imagen del rey y dirigiéndose<br />a ella.) "…hinojo y aguileñas para el rey…" (Repite la misma acción que con Laertes.) "…ruda y margaritas para la reina…" (Pausa. Observa con mirada distante, y como en un rapto de lucidez descarga fríamente la frase.)<br />"…violetas para ninguno de los presentes, se han marchitado todas… han muerto con el… (Sonríe nerviosamente, y mientras se acaricia el cabello y el rostro, susurra una melodía que irá creciendo y a la que acompaña con un vaivén corporal hasta conformar un nexo entre esa especie de danza y la canción que dejará de ser un susurro para convertirse en una estrofa entendible.)<br />"…lleváronle en su ataúd<br />con la cara descubierta.<br />A la non non nominanon;<br />a la non non nominanon.<br />Y llovieron muchas lágrimas<br />sobre su tumba entreabierta…"<br />(A medida que crece el canto de Ofelia se produce una suave lluvia de flores que aumenta el desquicio de la joven que trata de tomarlas en el aire y buscando la figura de su hermano Laertes, ha de encontrarlo solo un momento, para luego olvidarse de el y encerrarse en si misma nuevamente.)<br />Ofelia: Mira Laertes! Flores… Flores, más flores… Todas para nuestro amado padre (A las flores que atrapa.) Cómo os llamáis pequeñas? (Escuchando.) Cómo que no tenéis un nombre?! (Juntando más y tratando de hacer una guirnalda.) Entonces no os preocupéis mis niñas. Desde este momento yo las bautizaré Polonias, en homenaje a mi padre asesinado (Comienza otra vez el canturreo y a mecerse de un lado a otro.)<br />"…y bajaron a su tumba<br />adornándose con flores<br />humedecidas con lágrimas<br />de sus fieles servidores…"<br />(Cayendo en uno de sus giros, presa de temblores se arrastrará por el suelo llamando a su padre hasta que llegue al sitio en donde se desarrolló el nacimiento del Actor, y al detectar los restos de la sangre, será la de Polonio vertida por Hamlet la que moja sus manos y provoca su crisis.)<br />Ofelia: No! Basta de sangre! Basta de muertes! Padre? Oh, señor mío, dónde estás? (Todo su cuerpo se estremece compulsivamente y al tratar de limpiarse la sangre solo logra desparramarla aun más en su rostro y ropas.) Quiero las flores… Deseo todas las flores para mi señor… (Ofelia se estira para alcanzar una rama, pero cae irremediablemente en el río, en donde perecerá ahogada.)<br />Coro trágico: (Gritando su dolor mientras se acerca al cuerpo de Ofelia.) Ay, ay de ti! Acaso creíais que con la muerte de tu padre tu vida estaba acabada? (Aparte.) Oh! Qué fragilidad la del espíritu! Oh inestable esencia que por momentos ríe y por momentos llora océanos por unos ojos que –creyendo haberlo visto todo- deciden cerrarse para siempre! (Volviendo a Ofelia.) Ay, ay de ti! Ni toda el agua que te inunda Ofelia bastará para apagar la pasión que has generado!<br />Coro de la comedia: (Prorrumpiendo en una estrepitosa carcajada hace su aparición vestido -como contrapartida del trágico- con colores vivos. Nacerá por detrás del<br />Autor y su desplazamiento ha de ser elástico y expansivo en cada ademán. Llevará, al igual que el trágico, máscara alegórica de mano.) Pero qué solemnidad! (Cínico.) Si de pasiones hablamos, mi querido Trágico, por qué no aceptar que la sangre también bulle en la comedia italiana? (Se acerca al Coro Trágico para intentar seducirlo, pero este aún está lamentando la muerte de Ofelia acariciando las flores que ella antes le entregara) - Vamos, sé un poco más flexible; no todo es blanco o negro… Hay que buscarle matices al drama… Eterna es la lucha entre el bien y el mal, entre lo cómico y lo trágico. Interminables los laberintos de la mente humana, pues contínuamente nos vemos sometidos a tentaciones y a circunstancias adversas que intentan moldear a nuestro ser. Tragedia, tragedia… y la alegría? Para cuándo? Aflojáte un poquito, a ver… (Lo rodea y el Coro Trágico se incorpora bruscamente asustándolo, se retira y señalando al Actor.) Mírenlo! El Actor acaba de nacer y en medio de tanta pureza ya se perfila la tortuosa vida que le ha sido signada. Pero sigamos su recorrido en el tiempo: con ustedes La commedia del’ arte!<br />(Al instante surgen los personajes que aluden a la commedia dell’ arte. Los espíritus trágicos se parapetan detrás del Autor unos, y semiocultos en diferentes sitios los otros.)<br />Colombina: (Acercándose al Actor.) Pero que joven tan hermoso… a ver, a ver como huele…mmmh… huele como un hombre…y no ha notado mi presencia…Es hora de que me vea. Ni me miró… ahora sí que me va a ver. Nada… pero qué mira ahí en el piso… Me vio, me vio… y si lo toco… voy a pasar bien cerca…no me presta atención…creo que me enamoré… Quién eres?... acaso un ángel?... o un demonio?... (Va a tocarlo pero la interrumpe la llegada de Pantalón.)<br />Pantalón: Pero qué es esto Colombina?... estás coqueteando con un desconocido? Colombina: Es que me conmovió su dolor.<br />Pantalón: "Dolor"… qué puede saber un joven del dolor? Dolores son los que sufro yo… mi cadera… mi rodilla…mi espalda… eso es dolor y sin embargo no coqueteas conmigo!<br />¿Qué opina usted Doctor, la conducta de esta niña no es vergonzosa?<br />Doctor: -Vergonzosa?... Es oprobiosa, escandalosa, libidinosa, diría yo…<br />Pantalón: -Intolerable…<br />Doctor: -Intolerable?... Deleznable, condenable, despreciable, diría yo…<br />Pantalón: -Casi procaz…<br />Doctor: -…mmmh… eso mismo, diría yo.<br />Pantalón: -Debemos elevar un acta!<br />Doctor: Eso, un acta! Excelente idea!<br />Pantalón: -Llevas papel y pluma?<br />Doctor: -Por supuesto… qué sería de mí sin la burocracia.<br />Pantalón: -Vamos entonces, empieza ya a llenar de palabras el papel…<br />(Doctor buscará inutilmente un lugar donde apoyar el papel para escribir, hasta que al ver la espalda encorvada de Pantalón, apoya en ella el papel y empieza a escribir.)<br />Doctor: -Bien, bien… primero el título "Acta"… En el día de la fecha ad efectum videndi et probandi, se presenta ante mí la señorita Colombina quien se encontraba ofertando su corpus, exponiendo su… quórum, mostrando plus ultra sui generis su opus dei…<br />Colombina: -Pero Pantalón, yo sólo me acerqué a este joven para ser su amiga y nada más… acaso no es usted mi amigo también…<br />Pantalón: -Sí… bueno… claro…como no…<br />Colombina: -Y sería usted capaz de levantar un acta en contra de una amiga?…<br />Doctor: -Yo opino que…<br />Pantalón: -La niña tiene razón, deja ya lo del acta, y vamos por una botella de vino que quiero brindar por la amistad.<br />Doctor: -Amigo Pantalón…<br />Pantalón: -Tú y tu morboso discurso legal… Quédate con el joven, mira que gesto de dolor tiene en su cara…<br />Doctor: Esto es descarado…<br />Pantalón: Descarado? Rechazado, ignorado, olvidado, diría yo… (Salen, Colombina entra corriendo y roba un beso al Actor, percatándose de esto, el Doctor regresa a buscarla)<br />Doctor: -Colombina! Niña! Qué haces?! Que si te viera Pantalon… Vamos! Corre!!!! Corre!!!<br />El Autor Dramático: (Omnipotente desde su lugar.) Silencio! (Dominando la escena desde su pedestal.) Espíritus de la tragedia! Qué es lo que está ocurriendo?! Es que tienen miedo?! (Los espíritus lo observarán temerosos por detrás del Actor.) Moldéenlo! Inunden toda la esencia del Actor con la fuerza de la savia trágica! (Los espíritus comienzan nuevamente a enroscarse en el Actor que gime su angustia desatando así la ira del Autor Dramático.) Y tú! Basta de lánguidos gemidos! No entiendo por qué te resistes. Deberías postrarte a mis pies!<br />El Actor: (Como hipnotizado.) No! No! Salgan de miii!<br />El Autor dramático: Inclínate ante mi maldito! Inclínate! Aun falta mucho por recorrer! No puedes revelarte así. Todo lo hice por ti, y es así como me pagas?!<br />El Actor: (Al sentir que los espíritus trágicos se enredan en su cuerpo.) Despéguense de mi piel sanguijuelas del alma! (Gimiendo.) Apártense de mi babosas suplicantes! (Los espíritus van a refugiarse tras el Autor.) Ay! Ya no puedo soportar que me encierres en esta cárcel de llantos y palabras (Trata de moverse, pero todavía está encadenado.) Este condicionamiento al cual me sometes me asfixia, me entumece año tras año el cuerpo y hasta el alma misma quitándome poco a poco el aliento… Ya no tengo fuerzas. Oh! Terrible Fortuna! Siento que me muero y por más que en algunas ocasiones los mitos<br />se apiaden de mí suministrándome soplos de vida, me veo caído nuevamente, entregado por completo a tus designios; encadenado a esta vida marcada por el sabor amargo de las muertes interminables…<br />El Autor dramático: (Temiendo que la revelación del Actor sea sincera, trata de engañarse a si mismo.) No, no podrás convencerme con tus palabras lastimosas…<br />El Actor: (Estallando grita su impotencia.) Son tus palabras las que fluyen de mi boca! O es que acaso has olvidado que hasta ese privilegio me fue vedado?! Son tus palabras las que tengo que buscar dentro de mi para hacerte saber cuanto estoy sufriendo!<br />El Autor dramático: (Preocupado.) Pero, qué es esto? Qué es lo que te está pasando? Tú? Mi hijo más preciado? A quien por siglos he prestado mis emociones, mis versos, mis sueños más amados… (Conmovido.) Te revelas? Te pones en mi contra con un argumento que ni un niño aceptaría? (Se le acerca el coro trágico.)<br />Coro trágico: Si lo que buscáis son las causas señor, es al tiempo a quien debéis reprochárselas. Las diferentes épocas reclaman vorazmente un espejo fiel en el que puedan verse reflejadas; y el teatro es ese espejo. Todo evoluciona, y hasta nosotros, tus humildes servidores (Señalándose a si mismo y al coro de la comedia.) desapareceremos algún día haciendo el mutis de la derrota.<br />Coro de la comedia: En efecto mi querido Autor (Acercándose, de modo que el Autor Dramático quede en medio de ambos coros.) Las épocas varían y también los estilos: romántico…<br />(Se desarrollará un enfrentamiento entre los espíritus que tratarán de imponer un estilo.)<br />El Autor dramático: (Contestando al coro de la comedia.) No!<br />Un espíritu: Poético!<br />Un espíritu: Melodrama!<br />Un espíritu: Victor Hugo!<br />Un espíritu: Jean Giraudoux!<br />Un espíritu: Farsa.<br />Un espíritu: Molière!<br />Un espíritu: Realista!<br />Un espíritu: Maeterlink! Ibsen!<br />Un espíritu: Samuel Eichelbaum!<br />Un espíritu: Expresionismo!<br />Un espíritu: Surrealismo!<br />Un espíritu: Épica: Bertolt Brecht!<br />Un espíritu: Büchner! Strinberg!<br />Un espíritu: Sainete!<br />Un espíritu: Gonzalez Castillo!<br />Un espíritu: Cayol!<br />Un espíritu: Vaccarezza!<br />Un espiritu: Mauricio Pacheco.<br />Un espíritu: Muiño-Alippi.<br />Un espíritu: Olinda Bozán, Pepe Arias, Niní!<br />Un espíritu: Iris Marga, Niní Gambier, Arrieta, Petrone, Bataglia...<br />Un espíritu: con Santiago Gómez Cou!<br />Un espíritu: Son los "Locos de verano".<br />Un espíritu: Naturalistas!<br />Un espíritu: Social! Bernard Shaw!<br />Un espíritu: Tolstoi! Chejov!<br />Un espíritu: Neorrealista!<br />Un espíritu: Tennessee Williams! Arthur Miller! Betti!<br />Un espíritu: Roberto Cossa, Carlos Somigliana!<br />Un espíritu: (Declamando.) "…Dada la existencia tal como lo demuestran los recientes trabajos públicos blicos blicos de Poincon y Wattmann de un dios personal cuacuacuacuacuacua de barba blanca cuacua fuera del tiempo del espacio…"<br />Un espíritu: (Interrumpiéndolo.) Samuel Beckett!<br />Un espíritu: Absurdo!<br />Un espíritu: Discépolo!<br />Un espíritu: Grotesco!<br />(Se escucharán los últimos fraseos del espíritu hasta el silencio que será roto por los ruidos de cadenas y los gemidos del Actor. Se adelanta el Coro de la Comedia.)<br />Coro de la comedia: (Dirigiéndose al Autor Dramático.) Es inútil que te opongas a esta rebelión Autor. Tus personajes, al igual que todo ser que nace, buscan su propia identidad (Ríe y al rodear empalagosamente al Autor lo provoca.) Ya no te necesitan. (Se oyen nuevamente ruidos de cadenas, lo que produce agitación en el Autor que intenta ver a través de los coros lo que ocurre<br />con el Actor. El Coro de la Comedia se separa un poco entre risas.) No! (Ríe.) No podrás encadenar al Actor! No podrás someterlo por mucho tiempo! (Risas.)<br />El Autor dramático: (Extraviado, al advertir los movimientos del Actor, se dirige a los espíritus que tenga cerca.) Deténganlo! No permitan que se libere! Deténganlo! Deténganlo! Es una orden! (Los espíritus trágicos responden a medias, pero finalmente desaparecen de escena.) No me abandonen! (Transición.) A mí! Espíritus a mí! Ustedes son mis súbditos, mis súbditos! Regresen cobardes, regresen!!!<br />Coro trágico: (Movilizándose hacia el aterrado Autor.) Te has enamorado de tu obra. Es tanta tu vanidad que no ves más allá de tu propia gloria. Qué sientes? Arrepentimiento? Envidia? Nostalgias quizá? Por qué pensar que el Actor usurpa tu lugar quedándose con un mérito que no le corresponde? (Persuasivamente.) No, no es así no te equivoques. No ocultes al Actor con los silencios porque solo lograrás resaltarle. No desperdicies tu mente en una venganza sin fundamentos porque caerás en el anonimato. Adónde quedó tu pureza? Adónde mi querido Autor? Deja libre al Actor. Permítele jugar con tus palabras. No lo acuses. El es como un niño que todo lo quiere lograr por si mismo. El te ama. El deja el alma por complacerte (Caen las cadenas que ataban al Actor, impulsando a reaccionar al Autor Dramático que estalla violentamente.)<br />El Autor dramático: No! No! No vuelvas a moverte! No pienses!<br />El Actor: (Superponiéndose al Autor.) Ya no puedo callarme!<br />El Autor dramático: No! No tienes derecho!<br />El Actor: Necesito dibujar en el espacio con mi cuerpo! (Se contorsiona debajo de las cadenas.)<br />El Autor dramático: Basta! Silencio! (Tapándose los oídos.) No puedes, no puedes hacerlo!<br />El Actor: Deseo corporizar sus emociones! (Mirando a los personajes.) Sus vidas… (Abarcándolo todo majestuosamente descubre la jerarquía de su especie y comienza a erguirse hacia los dioses olvidándose que es Hombre para transformarse en un ser supremo.) Quiero ser miles, y uno, y todos! Todos! Todos están aquí dentro! Son míos! Soy de ellos. Somos la fusión inseparable, la cohesión perfecta del sentimiento y la palabra…<br />El Autor dramático: Nooo!!! Te desbordas, comprende… Tu no debes…<br />El Actor: Necesito liberarme…<br />El Autor dramático: No puedes! No me dejes solo! No te separes de mí! (Olvidando toda su altanería original se torna en suplicante.) Te lo ruego. No me abandones con mis fantasmas… Obedece…<br />(Aparecen rodando como bultos negros los últimos espíritus –que simbolizan la exteriorización de las ideas del Autor Dramático- e irán rodando hasta los pies del mismo para atosigarlo e inmovilizarlo. El Autor Dramático se sumerge en un estado de desesperada locura y trata de desprenderse de su propia ideología que lo retiene. Los espíritus repetirán su parlamento con una obsesión enfermiza, a la vez que se aferran al Autor.)<br />La madre: (De negro, con un pañuelo atado a la cabeza.) Mi hijo! Quién ha visto a mi hijo? (Adhiriéndose al Autor.) Por Dios, ayuda!<br />El Militar: (Riéndose alrededor del Autor.) Vamos che! Escribíle una historia a la viejita! (En general.) Devuélvanle a su hijo! (Ríe.)<br />El joven: (Pegándose a los pies del Autor, y estrujándolo conjuntamente con el militar y la madre.) Nooo!!! Soy inocente! Soy inocente! Yo no hice nada, lo juro. Lo juro! Yo no hice nada!<br />LA LIBERACIÓN.<br />(Mientras ocurre el atosigamiento al Autor Dramático, el Actor desciende de su pedestal y toma las máscaras de los personajes caídos. El Autor se desespera e intenta avanzar para impedirlo esta vez por sus propios medios, pero sus ideas lo dominan y en medio de una telaraña de manos, cuerpos y voces lo detienen.)<br />El Autor dramático: Regresa a tu lugar Actor! No tienes derecho a modificar tu destino!<br />La madre: (Aferrándose con más fuerzas aun.) Mi hijo! Dónde está mi hijo?<br />(El joven grita su inocencia entre llantos y gemidos. El militar ríe. Mientras tanto el Actor tomará las máscaras del suelo.)<br />El Autor dramático: (Al ver que el Actor toma las máscaras grita.) Nooo! Mis personajes no! (Intenta nuevamente avanzar pero su mente está tan desordenada que sus pensamientos –aun exteriorizados- continúan atándolo.) No lo hagas! A mis personajes no! A ellos no!<br />La madre: (Llorando.) No lo escondan más! No me separen de mi hijo!<br />El joven: Quiero reír! Quiero cantar sin miedos! Estoy vivo!<br />El militar: (Tomando al Autor por los hombros dice sarcásticamente.) Escuchálos. (Comienza a reír a carcajadas.)<br />El Autor dramático: (En el momento en que el Actor grita llevándose las máscaras el Autor reacciona.) Sueltenmé!!! (Al gritar con todas su fuerza contenida se arranca sus ideas violentamente –que rodarán por el suelo- obligándolas a desaparecer entre bastidores del mismo modo del que entraran a escena. Una vez solo en el escenario correrá en persecución del Actor y –tomándolo por sorpresa- lo inmoviliza por la espalda tapándole los ojos. El Actor comienza a balbucear dificultosamente y el Autor se siente nuevamente poderoso.) –Eso es, vuelve a la tragedia Actor… (Comienza a golpearlo en el abdómen hasta que el Actor cae a sus pies. Al verlo muerto en el piso reacciona y se da cuenta de que sin Actor el Autor no tiene razón de ser) –No! Qué pása Actor? Arriba… Yo no quería hacerlo… No puedes morir ahora… Qué hice? Despierta Actor. Por favor… Ay, ay, ay (Intenta darle nuevamente la palabra como en el nacimiento) "…Ser o no ser he aquí el problema…" (Comienza a decirle el monólogo de Hamlet, en un momento el Actor deja de simular su muerte y se escapa de su abrazo y escapa apoderándose de las máscaras burlando al Autor)<br />-Noooo! Te burlaste de mí… Dónde estás maldito ladrón?! (Impotente.) Devuélveme a mis personajes! (Se comienzan a escuchar los parlamentos de los distintos personajes en off que confunden y desesperan al Autor.) No me abandones. No me dejes por favor. Yo, yo te necesito…<br />(Se le acerca el Coro trágico –que había permanecido inmóvil en el proscenio- y tomándolo afectuosamente por los hombros, lo conduce nuevamente al escenario.)<br />Coro trágico: (Trayéndolo a la realidad.) Mi querido Autor, no te parece demasiado por hoy?<br />El Autor dramático: (Ha envejecido siglos.) Pero… Son míos. Nacieron de mi… Se los ha llevado, el ingrato se los ha llevado y son mis hijos… son míos…<br />Coro trágico: Son de la vida. Mañana, de tu pluma, nacerán otros y todo ocurrirá nuevamente.<br />El Autor dramático: De veras? Todo ocurrirá nuevamente? (Mientras suben al escenario.) No sé si podré soportarlo otra vez, estoy tan cansado… (Se les une el Coro de la comedia.)<br />Coro de la comedia: Podrás. (Animándolo.) Siempre has podido.<br />El Autor dramático: (Se detiene y lo mira reflexivo.) Es que ya estoy viejo, y muy cansado (Continuando la marcha.) Muy cansado.<br />Coro trágico: Eso es, debes descansar. (Lo acompañan los coros hasta el pedestal en donde lo reubican.)<br />Coro de la comedia: Hay que descansar para recrear.<br />El Autor dramático: "…ojalá tuviera talento para el drama! Escribiría una tragedia ahora mismo. Pero no, no lo tengo…"<br />Coro trágico: Descansa mi Lord. Descansa y no seas tan cruel contigo mismo.<br />El Autor dramático: El círculo se ha cerrado.<br />Coro de la comedia: Pero volverá a abrirse. (En un susurro.) Descansa.<br />El Autor dramático: Se ha cerrado. "…creemos entendernos, no nos entenderemos jamás…"<br />(A medida que finaliza el diálogo irán bajándose las luces a la vez que la música crece persistiendo aun en la oscuridad, en donde hallará su apogeo. Los coros cubren nuevamente con su capa al Autor y salen de escena. Se ilumina al escritor, que ha permanecido semioculto durante el desarrollo de la visión. Se produce una breve pausa que luego es quebrada por el escritor.)<br />El escritor: Mis ojos no bastaban para apropiarse de aquel titánico desborde de imágenes. Fue necesario recurrir a mi piel aún erizada de emociones, a las cargadas palabras perpetuadas en mi oído, a los pedidos de aquellas pupilas que me brindaban la más hermosa lección de vida, la más intensa lucha de voluntades que jamás hubo conocido mi persona, para comprender que no importa si fue realidad o ficción; ya no… Para qué explicar lo bello con mis frases estrechas? Perdería quizás su esencia y yo quiero llevarme conmigo cada una de las voces, cada mirada surcando y esfumando de mi memoria esa tonta –pero tan humana- idea de que exista un límite entre esas dimensiones. Un límite que -si en verdad se encuentra- no es infranqueable, porque cada uno de nosotros alguna vez fuimos o seremos Próspero o Ariel.-<br />(Lento mutis del escritor. Se ilumina el escenario que muestra el cuadro de los actores que "despiertan" de su ejercicio de relajación, tras haber sido partícipes de una visión que aun no codifican. Sus miradas demostrarán el estado de perplejidad y de bienestar en el que se encuentran; más al comprender que a lo ocurrido no hay que razonarlo sino vivirlo, se abrazan felices de estar juntos y comienzan a sentir lo donado por los espíritus y salen del teatro por los pasillos dando fin al ensayo.)<br /><br />T E L Ó N –<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />BIBLIOGRAFÍA.<br />"EL TEATRO Y EL ESTILO DEL ACTOR" - Antonio Cunill Cabanellas<br />Marimar Ediciones S. A. – Prólogo por J. A. De Diego<br />"LA TEMPESTAD" – William Shakespeare<br />Estudio preliminar por Luis Astrana Marin – Aguilar, S. A. De Ediciones – Madrid 1951<br />"HAMLET" – William Shakespeare.<br />Estudio preliminar de Gerardo Fernández – Centro Editor de América Latina<br />"ESPERANDO A GODOT" - Samuel Beckett<br />Traducción de Ana María Moix<br />Ediciones Corregidor por autorización de Barral Editores.<br />Un pensamiento pirandeliano y un lamento de lord Byron.<br /><br /><br />Todos los derechos reservados – Buenos Aires - Argentina<br /><a href="mailto:guijote@hotmail.com">guijote@hotmail.com</a>animal stormhttp://www.blogger.com/profile/14507451639067425936noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-450246237374959914.post-32101291997518621682007-05-21T06:00:00.000-07:002007-05-21T20:39:55.614-07:00"HOY NO, CECILIA"Autor: <strong>Cristian Krämer</strong><br /><br />Buenos Aires 1914.<br />Es el día del homenaje a Cecilia Grierson, al cumplir las bodas de plata como médica. Luego de la ceremonia, se dirige al Hospital San Roque, actualmente Hospital Ramos Mejía.<br />Es el despacho del jefe de cirugía del Hospital San Roque. Él se encuentra abocado a la escritura con mucha concentración. Fue su primer jefe como médica. Su delantal es largo y le tapa casi todas las piernas. Tiene aproximadamente 70 años.<br />Golpean a la puerta y no contesta.<br />Se abre y aparece Cecilia Grierson con un ramo de flores, un diploma y un par de libros bajo el brazo.<br />Está vestida con elegancia austera.<br />Tiene 55 años. Es regordeta, de cabellos castaños y de ojos claros. Con una sonrisa leve, casi permanente en su gesto. De mirada segura.<br /><br />CUADRO 1<br />Cecilia: ¿Puedo pasar?<br />Jefe:... (continúa escribiendo sin darse vuelta).<br />Cecilia: ¿Está muy ocupado?<br />Jefe: (pausa) A su homenaje, le pido disculpas, pero no tuve tiempo de ir.<br />Cecilia: Solo venía a darle las gracias.<br />Jefe: (se da vuelta en su silla, la mira, se sonríe y regresa a su tarea) Sí, estoy muy ocupado.<br />Cecilia: No es broma.<br />Jefe: Pero parece.<br />Cecilia: Sin usted, nada de esto hubiese sido posible.<br />Jefe: ¿Recibió su medalla?... La felicito. Ahora... , si no le molesta... (la invita a irse con un gesto).<br />Cecilia: No hablé, todavía.<br />Jefe: No me interesa saber.<br />Cecilia se sienta. Pasa un tiempo hasta que él lo advierte.<br />Jefe: Creo haberla invitado cortesmente, a que se vaya.<br />Cecilia: Ya no necesito su permiso para sentarme.<br />Jefe: Pero éste, sigue siendo mi despacho.<br />Cecilia: (Hace una mueca) No creo que por mucho tiempo más.<br />Jefe: ¡Qué petulante!. Ya consiguió lo que quería. ¿Qué le falta?<br />Cecilia: No es, lo que realmente quería.<br />Jefe: ¡Cásese de una vez, entonces!. Se le van a solucionar bastantes problemas.<br />Cecilia: ...<br />Jefe: (pausa larga) ¿Todavía no se fue? (se da vuelta a mirarla) ¿Y esos libros?, No me diga que me los trajo de regalo...<br />Cecilia: No, pero si los quiere...<br />Jefe: Muy amable, pero solo leo medicina<br />Cecilia: Sólo lee... cirugía.<br />Jefe: Eso, es medicina.<br />Cecilia: Una muy pequeña parte.<br />Jefe: (enojado) ¿Cómo se atreve?<br />Cecilia: En los años que estuve aquí, solo le faltó pegarme.<br />Jefe: Lo hubiese merecido, Grierson.<br />Cecilia: ¡Cómo son las cosas! Pensar que con el tiempo, usted tuvo que leer mis libros...<br />Jefe: (más calmo) Váyase. Ahora se lo estoy pidiendo por favor. (intenta volver a escribir).<br />Cecilia: (pequeña pausa) ¿Recibió mis cartas desde la Cruz Roja? Se las escribí personalmente.<br />Jefe: No.<br />Cecilia: ¿Está seguro?<br />Jefe: ¿Me trata de mentiroso?<br />Cecilia: No, pero como siempre fue un obsecado...<br />Jefe: Es lo mejor que le puede pasar a un cirujano.<br />Cecilia: Y a una sanitarista.<br />Jefe: Recoger cadáveres pestilentes en la vía pública, no es sanitarismo. Y en su caso particular..., es soberbia.<br />Cecilia: Es cierto. Sanitarismo es otra cosa. Educación popular, agua corriente, recorrer las escuelas en busca de...<br />Jefe: (interrumpiendo) Lo suyo fue siempre, solamente soberbia.<br />Cecilia: Le entendí correctamente. Y eso también se lo vengo a agradecer... entre otras cosas...: la soberbia.<br />Jefe: ¿Cuáles otras cosas?<br />Cecilia: Ser una mujer íntegra.<br />Jefe: (sonríe) Por favor... Si alguien la escuchara, pensaría que alguna vez... le propuse algo...<br />Cecilia: Ese, sigue siendo su único concepto de una mujer. Además de lo que pueda extirparle quirúgicamente.<br />Jefe: (Deja la pluma harto, y se da vuelta) A ver... Digamos las cosas como siempre fueron . Si la Constitución de este país, no le permite ejercer, yo no tengo la culpa.<br />Cecilia: La Constitución de este país, dice solamente, que las mujeres no somos personas jurídicas.<br />Jefe: Pero una cosa, va detrás de la otra.<br />Cecilia: Y a usted, eso le encanta...<br />Jefe: (se levanta y va hacia la puerta) La Constitución lo dice, y no yo, doctora. Esa es la puerta.<br />Cecilia: ¿Qué dijo?<br />Jefe: Que esa es la puerta.<br />Cecilia: Antes.<br />Jefe: Lo de la Constitución...<br />Cecilia: En el medio.<br />Jefe: ¿Me está tomando el pelo?<br />Cecilia: "Doctora", dijo.<br />Jefe: (piensa) Escuchó lo que quiso escuchar.<br />Cecilia: Lo dijo.<br />Jefe: (Duda. Luego se ríe) ¿De qué sirve una escuela para sordos, si su propia directora escucha mal?<br />Cecilia: No escuché mal. Me trató de doctora.<br />Jefe: Habrá sido un error... (pausa larga).<br />Cecilia: Las cartas que le envié, tiene que haberlas recibido.<br />Jefe: Ya le dije que no.<br />Cecilia: Sin embargo, el personal de enfermería a su cargo, actuó bajo reglamento.<br />Jefe: Grierson... Si a esta altura no sé cómo manejar la guardia del San Roque...<br />Cecilia: Pero fue en medio de una revolución...<br />Jefe: (con sorna) ¿Como si supiese, no?<br />Cecilia: Ordenadamente. Según las normas.<br />Jefe: Lo único que falta, es que venga a felicitarme, también.<br />Cecilia: No sería mala idea...<br />Jefe: (se ríe). Pasaron nueve años de la revolución, y viene ahora con felicitaciones. Algún motivo tendrá...<br />Cecilia: ¿Para qué?, ¿Cuál sería mi ganancia?<br />Jefe: No sé... En una de esas, ya se cansó de hacer política anarquista y pretende volver a este Servicio, ¡Dios me ampare!.<br />Cecilia: Eso es imposible.<br />Jefe: ¿Qué es imposible, que Dios me ampare de usted?<br />Cecilia: Dejar la política.<br />Jefe: (se levanta y se pasea) Pero... ¿en qué cabeza cabe?. ¿A dónde quiere llegar con todo eso?<br />Cecilia: A una meta.<br />Jefe: Hagámoslo más rápido, entonces. Déjeme los panfletos sobre la mesa y váyase de una buena vez.<br />Cecilia: (pausa) ¿Qué le molesta tanto?<br />Jefe: Que usted siempre se dedica, a cuestiones puramente masculinas.<br />Cecilia: ¿Quién defiende los derechos de una mujer, sino otra mujer?<br />Jefe: ¡El marido!<br />Cecilia: (se ríe) ¿Y en qué momento?<br />Jefe: Siempre. En todo momento.<br />Cecilia: ¿Entonces por qué no me defendió a mí como cirujana cuando correspondía?<br />Jefe: (pausa para pensar la respuesta) En primer lugar, usted no es mi esposa. Y en segundo lugar...<br />Cecilia: En segundo lugar, no le interesa defender a una mujer cirujana.<br />Jefe: ¡Correcto!. Es más. Una mujer no puede ser cirujana.<br />Cecilia: Pero yo lo soy.<br />Jefe: Usted cree que es, pero no lo es.<br />Cecilia: Deme dos buenas razones.<br />Jefe: Se las dí en su momento. Hace veinticinco años.<br />Cecilia: Ni siquiera me dirigía la palabra.<br />Jefe: (enfervorizado) Entonces se lo digo ahora. La medicina es una disciplina enteramente masculina. El paciente necesita ver una figura fuerte, segura, con decisiones claras. Un bisturí, más que una persona.<br />Cecilia: Le voy a traer algún niño sordomudo de los que atiendo, para ver cómo se las arregla.<br />Jefe: Eso no es medicina.<br />Cecilia: ¿Qué es, entonces?<br />Jefe: ... No sé... pero no es medicina.<br />Cecilia: Me debe... (enumera) dos buenas razones por las cuales una mujer no pueda ser cirujana, y decirme cómo se llama el tratamiento de un niño sordomudo.<br />Jefe: Hace tiempo que no rindo más exámenes.<br />Cecilia: Pero habla sin saber.<br />Jefe: (atónito) ¿Me trata de ignorante?<br />Cecilia: Grita, en lugar de razonar.<br />Jefe: Creo haber discutido esto antes, y a usted no le fue tan bien.<br />Cecilia: El día que me fui.<br />Jefe: "Esto es un dejá vu", si mal no recuerdo las clases de Ramos Mejía.<br />Cecilia: Pero hoy no me voy a ir como antes; envenenada con hormona masculina.<br />Jefe: ¿Y cómo piensa irse?, porque yo, la verdad, solo espero ese momento.<br />Cecilia: Con menos rencor.<br />Jefe: Esa no es su naturaleza.<br />Cecilia: El tiempo cambia a las personas, doctor. Bueno... a algunas.<br />Jefe: Pero... ¿No le bastó para saber cómo era la cosa, cuando le ponían un miembro masculino en el bolsillo del guardapolvo?<br />Cecilia: ¡Qué pobreza!... ¿Usted cree que se puede frenar la vocación con un pene yerto y trozado?.... Se necesita mucho más que eso... Más que un pene.<br />Jefe: (la mira fijo) Realmente Grierson... ¿A qué vino?<br />Cecilia: ¿Quiere saber la verdad?... Vine porque nunca me fui.<br /><br /><br />CUADRO 2<br />Quedan ofuscados. Se sientan frente a frente. Ella todavía está ataviada de calle, aunque las flores y los libros descansan sobre el escritorio. El ambiente comienza a ser más distendido.<br />Jefe: (confesando) Yo no soy de los que vuelven.<br />Cecilia: Nunca lo echaron.<br />Jefe: A usted, nadie la echó.<br />Cecilia: Bueno, tampoco le dí la oportunidad de hacerlo.<br />Jefe: (pausa larga) ¿Qué la hizo tan diferente?. Tiene un cierto plumaje de gallo, que molesta mucho.<br />Cecilia: Me ve como gallo, porque no conoce bien a las gallinas.<br />Jefe: Pero admítalo. Usted no es una mujer corriente...<br />Cecilia: (pausa larga) Si algo me marcó... creo que fue la muerte...<br />Jefe: ( Cambia su postura interesándose).<br />Cecilia: Mi padre primero, y luego... (pausa que la emociona) Ya casi no recuerdo su rostro. Amelia. Teníamos 19 años. (otra pausa) Inseparables.<br />Jefe: Comprendo...<br />Cecilia: ¿Comprende, qué?<br />Jefe: El dolor. Pero igual, no crea que entiendo su actitud.<br />Cecilia: Me decidió la impotencia... Y si Amelia hubiese sido arrollada por un caballo, yo ahora, sería matarife.<br />Jefe: Bueno, al final, se dió el gusto. Quiso estudiar medicina y la dejaron...<br />Cecilia: Quería EJERCER medicina, no solo estudiarla. Soy médica cirujana, por si lo olvidó.<br />Jefe: (tratando de ser conciliador) Pero... Siempre estuvo abocada a la docencia... ¿No le basta?. Viaja, escribe, enseña, es una mujer pública destacada...<br />Cecilia: (con gravedad) Usted... me cortó las manos.<br />Jefe: Y alguien le va a cortar la lengua.<br />Cecilia: Como ve... sigue habiendo gente dispuesta, a extirpar lo que no le gusta.<br />Jefe: Yo no merezco esos conceptos.<br />Cecilia: Lo lamento. (pausa) De todas formas, vine a agradecerle.<br />Jefe: Más allá de la ironía, sepa que me limité a marcarle lo que hubiera sido un gravísimo error.<br />Cecilia: Yo no alcancé a decidir nada, y usted ya me había cortado las manos.<br />Jefe: (ofuscado) Entiéndalo Grierson... Acá, nadie la quería.<br />Cecilia: Era por envidia.<br />Jefe: Y lo suyo por soberbia. No estaba apta para la cirugía.<br />Cecilia: Merecía, al menos, la oportunidad.<br />Jefe: Grierson... Le repito; en el Servicio, nadie la quería. Y envidia o no... ese era un hecho concreto.<br /><br /><br />CUADRO 3<br />Cecilia se para, se quita el saco. Recorre caminado lentamente la biblioteca del Jefe mientras él la mira.<br />Cecilia: Estuve en la sala. Está mejor.<br />Jefe: Sí. Los baños son mejores.<br />Cecilia: Lo digo por el personal de enfermería. Todas ex alumnas mías.<br />Jefe: No crea por eso que la extrañamos.<br />Cecilia: (encuentra un libro escrito por ella y lo saca de la biblioteca para mostrárselo) No se puede extrañar, a alguien que está presente.<br />Jefe: No es mío.<br />Cecilia: Claro... Se lo regalaron...<br />Jefe: Posiblemente. Son tantos...<br />Cecilia: (retorna el libro a su ubicación y continúa recorriendo la biblioteca) ¿Sigue operando?<br />Jefe: Menos. Hay que dejar a los jóvenes.<br />Cecilia: (se da vuelta a mirarlo) Yo tenía treinta años en esa época... ¿Era demasiado vieja?<br />Jefe: La mujer... envejece antes que el hombre.<br />Cecilia: El hombre... se muere antes...<br />Jefe: Tengo, no obstante... un recuerdo de usted en el quirófano. (pausa) Sus ojos claros entre el barbijo y la cofia, mirándome las manos.<br />Cecilia: Debe haber sido impactante, porque fue la única vez que me permitió entrar en su quirófano.<br />Jefe: Eso es rencor, no buena memoria.<br />Cecilia: Una mastectomía. (piensa) Siempre me intrigó saber, por qué me dejo entrar.<br />Jefe: Sencillo. La mujer estaba aterrada y me pidió que otra mujer, la acompañase.<br />Cecilia: Y al otro día... "Hoy no, Cecilia... y, ..." mañana tampoco, Cecilia". Cuanto más cerca del paciente, más lejos del quirófano. (pausa) Ese "Hoy no, Cecilia" todavía me retumba en la cabeza.<br />Jefe: Hay dolores inextirpables.<br />Cecilia: Lo admite, al menos.<br />Jefe: Que le quede claro. Nunca fue mi intención herirla. Me atuve a las reglas, y en un Hospital, son prusianas.<br />Cecilia: En éste Hospital.<br />Jefe: ¿Por qué no se quedó en el Rivadavia, entonces?.<br />Cecilia: Usted leyó la carta de recomendación.<br />Jefe: Con todo el respeto que me merece el doctor Ramos Mejía, pero a esa altura, él ya era diputado. Y la medicina, en una banca del Congreso... se va olvidando.<br />Cecilia: Yo le pedí que la escribiese... (pausa. Se conmueve recordando), porque quería operar con usted. (pausa para componerse). Pero, claro, usted no enseña a mujeres.<br />Jefe: No hay santos, Grierson. La política se sirve de usted y no usted de la política.<br />Cecilia: Se equivoca. Todo lo que acepto de ellos, es porque me sirve. Y de paso... no les veo la cara durante un tiempo.<br />Jefe: Y hoy... ¿qué quería ver en mi cara?<br />Cecilia: Necesitaba cerrar una historia. Eso es todo.<br />Jefe: Veinticinco años de odio.<br />Cecilia: Ya no. (pausa) No hubiese sido mejor cirujana que sanitarista, y es mejor resignar que frustrarse. Por eso hoy, insisto, le doy las gracias. (pausa larga)<br />Jefe: ¿Sigue escribiendo?<br />Cecilia: Sigo aprendiendo, que es la manera de poder escribir.<br />Lentamente va recogiendo sus cosas. El Jefe le ayuda colocarse el saco.<br />Cecilia: Lo mejor, es que nunca vamos a estar de acuerdo.<br />Jefe: (sonríe) No son para mí las causas perdidas.<br />Cecilia: (se da vuelta para mirarlo a los ojos) Yo lo vi a usted, a través de las ventanas del quirófano, sacar un tumor varias veces en la misma paciente. Aún cuando sabía que terminaba en la muerte.<br />Jefe: Soy obcecado, le repito.<br />Cecilia: Eso..., eso aprendí de usted.<br />Cecilia se dirige hacia la puerta.<br />Jefe: Grierson... (toma aire) Guardo bajo llave, todos los diarios que la mencionan.<br />Cecilia: ¿Para qué?<br />Jefe: Orgullo. (pausa) Esperé todos estos años, para decírselo.<br />Cecilia: (se miran en una pausa emocionada) Me olvidaba. (saca de la cartera un pequeño broche) En Europa, compré esto para usted.<br />Jefe: ¿Qué es?<br />Cecilia: Un Edelweiss. La flor alpina. Es blanca, solitaria, alejada, y crece en las alturas entre la nieve y el viento.<br />Jefe: (pausa larga. Toma el broche con agrado pero sin demostrarlo) ¿Quedaría mal en la solapa?<br />Cecilia: Sí... No sería varonil.<br />Jefe: Adiós Grierson.<br />Cecilia: ¿Nunca va a decirme doctora, no?<br />Jefe: (piensa) Yo sigo insistiendo en que usted... debería haberse casado.<br />No se dan la mano. Ella abre la puerta, lo mira por última vez y sale. Él mira el broche y lo aprieta en su mano.<br /><br />APAGÓN.<br />--------------------<br /><br /><br /><br /><br />BREVE RESEÑA HISTÓRICA.<br />Cecilia Grierson nació en Entre Ríos en 1859, hija de padres escoceses y de buena condición económica.<br />La muerte del padre quebró a la familia, lo que la obligó a ayudar a su madre haciendo docencia rural a los 13 años. A los 19 años ya era maestra.<br />En Buenos Aires, la muerte de una muy allegada amiga (Amelia Köening), la decidió en el camino de las ciencias de la salud, sin descuidar su constante actitud docente. Luego de una carta arduamente defendida, fue aceptada en la Facultad de Medicina de la UBA, en 1882 a los 23 años. Mientras estudiaba el ciclo básico, fue docente de histología y a los 25 años, ya era practicante en la Asistencia Pública dirigida por José María Ramos Mejía. Sin ser médica, aún, tras la epidemia de fiebre amarilla y colera de 1885, fundó la primera Escuela de Enfermeras de Sudamérica, inspirada en los conceptos de Florence Nightingale.<br />En 1888 es aceptada como practicante de la guardia del Hospital Rivadavia y tras escribir la tesis "Histerovariectomía efectuadas en el Hospital de Mujeres desde 1883 a 1889", se recibe de médica y es admitida en el Hospital San Roque (hoy Ramos Mejía) como médica cirujana.<br />Fue así, la primera mujer médica del país y la segunda en sudamérica (la primera fue la peruana Margarita Praxedes Cárdenas).<br />En ese Hospital, se le presentan las máximas dificultades para ejercer la medicina y más aún la cirugía, arte de exclusividad varonil. Pretendió ser ginecóloga y obstetra (siempre en el cuidado de la mujer y sus enfermedades específicas), y también se postuló para ser jefa de sala de cirugía y obtener un cargo docente en la Facultad de Medicina.<br />El inútil esfuerzo por estos objetivos de única extracción masculina, la llevaron a retomar la docencia dirigida a la enfermería, las embarazadas, las mujeres en general, los niños con defectos de nacimiento y a ejercer una política activista en defensa de los derechos de la mujer.<br />Escribió no menos de siete libros dedicados a estas cuestiones, y fundó aproximadamente quince diferentes instituciones docentes y de defensa de los derechos de la mujer.<br />Viajó a Londres en 1899 como representante argentina y vicepresidenta del Congreso Internacional de Mujeres, y a París en 1900 enviada por el gobierno para estudiar métodos de aprendizaje en ciegos y sordomudos, y a clínicas de ginecología y obstetricia.<br />Ejerció la defensa de la educación femenina y de su legislación. Abordó el tema del abandono de los hijos y del voto femenino, desde el Partido Socialista Argentino y desde el Consejo Nacional de Mujeres del cual se separó posteriormente por la posición conservadora que este Consejo había adoptado frente a las diferencias referidas.<br />A los 55 años, se le brindó un homenaje al cumplir sus bodas de plata con la medicina (1914), pero las envidias y el encono frente a su actitud siempre activa en defensa de los derechos de la mujer, le valieron que al jubilarse a los 67 años, solo le reconocieran 22 años de trabajo como médica, los cuales no alcanzaban, jubilándose por fin, como maestra (45 años de docente), haciéndose de esta forma, acreedora de una flaca pensión graciable.<br />Se retiró a Los Cocos en la provincia de Córdoba, donde donó parte de su tierra para la construcción de una escuela y de una casa de retiro para artistas.<br />El 10 de abril de 1934, a los 75 años, estando en Buenos Aires, murió arrollada por un auto en condiciones sospechosas de atentado.<br /><br />Contacto Autor: <a href="mailto:cristiankramer@yahoo.es">cristiankramer@yahoo.es</a><br />Derechos reservados.animal stormhttp://www.blogger.com/profile/14507451639067425936noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-450246237374959914.post-2533520413194146052007-05-20T18:19:00.000-07:002007-05-20T18:42:43.844-07:00LA TARDE DE LA IGUANAAutor: JUAN MARTINS<br /><br />Brevedad para radioaficionados<br />(Finalista en el concurso «El Espectáculo Teatral», España. 2006)<br /><br /><br />Personajes<br /><br />Bierhoff, locutor de radio. Joven de entrada edad, con una marcada apariencia europea y desgastada. Es una relación de imagen antes que un prototipo, modela un defi­nido can­san­cio por su trabajo, deseando demos­trar que pue­de ser útil en su último día de trabajo. La expresión del texto le exigirá los cambios entre el locutor y su legítima personalidad.<br />Lozano, adolescente. Vivaz. Curioso. Asiste a la escena con todos los efectos de sonido de la radio. Sus diálogos están fuera de la locución.<br />Maite, Joven asistente de Bierhoff, con claro sentido de sus inte­reses. Ansiosa y sensible. Hace las veces de locutora cuando el texto lo exija.<br />Voz, expresa las diferentes voces que servirán a Bierhoff de interlocución al mo­mento que lleve a cabo su espacio radial. Permiten la dinámica del diálogo. Por lo que las voces serán interpretadas por una actriz y un actor, a los cuales el director de escena los arreglará hacia los laterales del escenario, dependiendo de la estructura dramática que quiera darles. A su vez pueden apoyar los efectos de sonidos. Sólo como sugerencia del autor.<br />Voz de Locutor, voz de hombre maduro y de temple estrictamente forma, sólo para diferenciarla de las demás voces.<br /><br />Escenario, una cabina de radio con un pequeño escrito­rio de estudio. Dividida en una sección para el locutor y otra para el disc jockey. Todo estructura­do en metal, con algunos de los dispositivos utilizados en la radio. El ambiente es metáli­co, defi­nido por la músi­ca y los efectos sonidos característicos de la radio delimitan el con­texto de la pie­za: el fenó­meno de la juventud en la ciudad, por no tener algún pre­cepto que distin­ga una inten­cionalidad «posmoderna». El autor sólo desea recrear la imagen. Tome lo que quiera y como quiera.<br /><br /><br />Único Acto<br />Escena Única<br />Se escucha una voz metálica, típica de un programa radial para adolescentes. La de Bierhoff. En la medida en que la luz va entrando apare­ce él figurándose en el espa­cio. Acompaña al ambiente «Child Time» del Púrpura Pro­funda. Esta pieza puede rei­terarse al gusto del direc­tor de es­cena. Toda la estructura de la escena es de una cabina de radio. La Voz, queda a libre criterio, si debe o no ir fuera de escena.<br /><br /><br />Bierhoff.— ¡Buenos días!... Por lo general, se dice así. ¡Y la ale­gría debe conti­nuar! A las once y cuarenta y cinco minutos de la no­che. Y no es hora de decir buenos días... bien lo cam­biaría­mos por ¡buenas noches! Buenas noches o buenas mañanas, como mejor quieran... (Sue­na el teléfono del estu­dio) Ahora... mis queridos radioescuchas en amando con Bierhoff. ¡«Al que no tienes “en off” y encendi­do»! Encen­dido en horas de la noche, apuntando hacia la madru­gada cuan­do... Pero atendamos a nuestra chi­ca... porque es una chica, ¿no?<br />Voz.— Sí, correcto, soy una chica, Bierhoff... Tengo una pregunta: ¿qué tipo de música te gus­ta?...<br />Bierhoff.— ¡Ah!... disculpe, mi muy querida oyente de «en off». Tene­mos en el aire otra llamada... (Transición. A Lozano) ¿Hay que soportarlo todos los días, Loza­no­? (Furioso) ¡Algún día cambiará!<br />Lozano (Se escucha entre bastidores. Entra).— Así es, son cosas de la radio, Bier­hoff.<br />Bierhoff.— No estaría de más cambiarlas. Algún día es­cu­charás algo que no sea una estupidez.<br />Lozano (Entra a escena con algunos dispositivos de disc jockey. Se coloca al otro lado del escritorio calificado para ello).— ¿Por ejem­plo?<br />Bierhoff.— Que te digan lo qué piensan... o qué idea tienen de cualquier cosa... Que quieran saber lo que uno piensa... Esas cosas...<br />Lozano (Ríe).— O qué entiendes del amor entre alco­ba... (Cambia) ¡Ay!, Bierhoff, la llamada... estamos en el aire.<br />Bierhoff (Cambia).— ¡Ahora sí contestaremos tus pre­guntas. Exprésa­te libre­men­te... a ver, deseamos escuchar tus interrogantes... o cualquier inquietud que ten­gas. A oír tu voz «en off», nuestro programa de la radio...<br />Voz (Con voz metálica).— No, sólo quiero escuchar su voz melódica a estas horas de la noche... (Ríe tími­damente)<br />Bierhoff.— De acuerdo, no derrochemos más tiempo en esta ¡tierna noche!... aquí respondemos. Tú pregun­tas y no­sotros, «en off», contestamos. (Cambio A Lo­za­no) ¿Te das cuenta? No dejan de pregun­tarlo...<br />Voz.— ¿Aló... estás ahí?<br />Bierhoff.— Desde luego, siempre.<br />Voz.— Su voz es placentera.<br />Bierhoff.— Claro, mi amor. Todo lo que tú oigas «en off» será para ti... Bueno, será con todas lo que provoque esta noche. Debes tener tu pregunta clave ahora.<br />Voz.— ¿Qué color de camisa tienes?<br />Bierhoff.— ¡Correcto! Haz dado con la pregunta. Ahora sólo nos queda esperar sa­ber quien dará la respuesta.<br />Voz.— Pero... también... quería...<br />Bierhoff.— ¡Y bien!... Muchas gracias por...<br />Voz.— Dígame, por favor...<br />Bierhoff (Cuelga la llamada).— Y muchas gracias por preferirnos. «En off» tienes la mejor música, ¡Lozano, es todo tuyo! Disfruta de nuestros próximos comercia­les. (Música, entra­da a comerciales. El ambiente musical baja para dar lugar al diálogo. Ello ca­rac­terizará los cambios de diálogo) No sé la paciencia que le tienes a este pro­gra­ma.<br />Lozano.— Lo ves desde tu punto de vista.<br />Bierhoff.— ¿Qué dices?<br />Lozano.— No es que no me guste el trabajo. Todo lo contrario. Pero desde que trabajo aquí deseo hacer lo que tú.<br />Bierhoff.— ¡Precisamente lo que yo hago? ¡Estoy cansado de atender tanta gente estúpi­da, con las mismas sandeces!<br />Lozano.— Sí, porque no tienes que lidiar con esta parte del trabajo.<br />Bierhoff.— ¿Cuál?<br />Lozano.— No te burles.<br />Bierhoff.— No lo hago.<br />Lozano.— Es agradable, en cambio, atender a la gente con toda esas ansias y esos deseos...<br />Bierhoff (Irónico).— Y que te digan el problema que tienen con sus pasiones y sus cosas.<br />Lozano (Se entusiasma).— ¡Claro! Y esperar el mejor momento para preguntarles de su vida. (Imitando) Con aquella voz agradable: «tengo un problema»...<br />Bierhoff (Igual, le sigue el juego).— Responde, aquí estamos en el programa «en off» para atenderle.<br />Lozano.— (Manteniendo el juego al imitar) «Sí, sí, esta noche me siento muy deprimida...» (Ríe. Se emociona)<br />Bierhoff.— ¿Por qué?<br />Lozano.— «Es que...»<br />Bierhoff.— No te intimides, confía en tu amigo de la frecuencia radial.<br />Lozano.— «El hecho es que...»<br />Bierhoff.— Termina de hablar... estamos para ayudarte.<br />Lozano.— «¡Es que mi novio me dejó!... » (Ríe, se aficiona)<br />Bierhoff.— ¿Sí, cómo?<br />Lozano.— «Yo insistía en que teníamos que casarnos y él no quería.»<br />Bierhoff.— ¿No quería qué?<br />Lozano.— «Casarse.»<br />Bierhoff.— ¿Y qué hay de malo en eso?<br />Lozano.— «No es de matrimonio de lo que estamos hablando... ¿comprendes?»<br />Bierhoff.— ¡Ah!... creo entender...<br />Lozano.— «Entiende cómo una, tan joven, llegue a eso a las primeras, así como así...»<br />Bierhoff.— No tiene nada de malo. Es parte del amor. De este programa... (Cam­bia. Ríe) Lozano, ¿qué nombre le damos al programa?...<br />Lozano (Cambia).— No sé, no lo había pensado. (Transición) ¡Ay! Me había olvi­dado de los diez minutos de comerciales. Dentro de poco, tendremos que salir al aire...<br />Bierhoff.— ¿Han pasado diez minutos?<br />Lozano.— Sí, diez minutos.<br />Bierhoff.— ¡Que fastidio! ¿Es que no pasará nada diferente?<br />Lozano.— Bierhoff, apúrate. Ya van a terminar los comerciales... Pasa a la cabina. Toma los controles... ¡Verga! Se me olvidaba... La llamada. Tranquilo, Bierhoff, todo está bajo control.<br />Bierhoff.— ¿Dónde está Maite?<br />Lozano.— No sé. No ha llegado.<br />Bierhoff.— Asegúrate con el vigilante.<br />Lozano (Nervioso).— Pero si estamos a punto de salir al aire.<br />Bierhoff.— No sé, búscala.<br />Lozano.— No hay tiempo, Bierhoff, no seas terco.<br />Bierhoff.— El público soporta tres minutos de esa paja. Llámala por teléfono.<br />Lozano.— Sabes que no sirve la clave del vigilante, no puedo comunicarme con él.<br />Bierhoff.— ¡Resuélvelo!<br />Lozano.— ¡Está bien! (Sale)<br />Bierhoff.— Nada pasa, nada cambia... ¿Cuál será, ahora, la estúpida que conteste por el color de mi camisa? Falta que diga que le gusta mi camisa. Y ni siquiera puede verla. O que diga, como hacen muchos, que mi programa «en off» es «original». ¡Qué ridículos son los oyentes! ¡Es un castigo! Alguna vaina tengo que inven­tarme en todo este fastidio... (Entra Lozano)<br />Lozano (Cansado).— El vigilante tampoco ha llegado. Estamos solos.<br />Bierhoff.— Todo eso lo hace más fastidioso. ¿Aseguraste la puerta?<br />Lozano.— Sí. No pensemos en Maite, ya llegará, tu vaina con Maite sí es rara...<br />Bierhoff.— No te metas en eso, sólo nos divertimos... (Entra música de radio) ¡Y aquí estamos de nuevo, después de quince minutos de las doce de la madrugada, sin ganas de dar ningún golpe que no sea en tu corazón! (Cambia. A Lozano) ¿Dónde está Maite?<br />Lozano.— No lo sé, vale...<br />Bierhoff.— ¡Búscala!, ¡llámala!, no sé...<br />Lozano.— ¿Cómo, si estoy aquí?<br />Bierhoff.— ¡Arréglatelas!... (Haciendo muecas, gestos de molestias. Cambia) Y mientras escuchamos el fondo musical de tu mejor gusto, esperamos por tu llamada y disfruta de... «en off» y siempre encendido... ¡hasta que el cuerpo no aguante las ganas!... (A Loza­no) Sigue lla­man­do a ver qué puede pasar...<br />Lozano (Como niño).— Si que eres terco.<br />Bierhoff.— Es lo único que puede quitarme el fastidio.<br />Lozano.— ¿Qué?<br />Bierhoff.— Maite... Ajá... tenemos otra llamada, a ver... ¿quién está de aquel lado?<br />Lozano (Siguiéndole el juego).— ¿Quién más guevón? Ahora le dio porque llame a Maite. Mañana se antoja de un marico.<br />Bierhoff.— ¡Ah! Un amigo. A ver, ¿sabes de qué color es mi camisa?<br />Lozano (Mantiene el juego con el tono del rumor, como queriendo susurrarle al quien llama).— Verde...<br />Voz.— Rojo.<br />Bierhoff.— Rojo, muy bien que suerte has tenido en la madrugada de hoy.<br />Voz.— ¿Qué me he ganado?<br />Bierhoff.— Primero dime cuál es tu nombre.<br />Voz.— Roberto.<br />Bierhoff.— Fácil de saber.<br />Voz.— ¿Cómo?<br />Bierhoff.— ¿Sabes el cuento del color rojo?<br />Voz.— No.<br />Bierhoff.— Tú te agachas y yo...<br />Voz (Cortante. Ríe).— Si ya lo sé, no tienes...<br />Bierhoff.— …Bien, te has ganado el nuevo compact disc. Maite te tomará los datos. (Cuelga el teléfono y vuelve a sonar el teléfono. Cambia). ¿Y Maite?<br />Lozano.— ¿Vas a seguir?<br />Bierhoff.— ¿A quién tenemos, aló?<br />Voz.— Soy yo, tu amiga de todas las madrugadas. Miriam.<br />Bierhoff.— Hola Miriam. ¿Cómo estás?<br />Voz.— Esperando lo mejor de ti y de tu voz.<br />Bierhoff.— Siempre tenemos un lugar para ti, Miriam.<br />Voz.— Gracias.<br />Bierhoff.— ¿Qué tienes que decirnos hoy?<br />Voz.— De amor, poco.<br />Bierhoff.— ¿Sí?<br />Lozano.— Poco me ha pasado en el día de hoy.<br />Bierhoff.— ¿Nada de amor?<br />Voz.— Nada diferente ha pasado hoy. (Entra Maite. Sigilosa. En voz baja. Se intercambian gestos Bierhoff y Maite el cual, éste, se mantiene en locución. Cuelga la llamada. Interrumpiendo a la Voz) ¿Aló, aló...?<br />Maite.— Hola, Lozano.<br />Lozano.— Está arrecho...<br />Maite.— ¿Por qué?<br />Lozano.— Llegas tarde.<br />Maite.— Pana, acaban de atracarme.<br />Lozano.— ¡No!... ¿quién?<br />Maite.— El negro de la panadería.<br />Lozano.— ¿El bedel?<br />Maite.— No, coño, el ratero.<br />Lozano.— ¿La Garza?<br />Maite.— Sí, la Garza.<br />Lozano.— Pero si él sabe que tú eres de la radio... la mejor de las amigas de esta radio y de la ciudad...<br />Bierhoff (A la Voz).— No te preocupes en la noche de hoy.<br />Voz.— ¿Por qué?<br />Bierhoff.— Aquí tienes con nosotros, como todas las noches, a tu queridísima Maite... esa que estará, bajo teléfono, consolando todas tus angustias...<br />Voz.— Pero es contigo con quien quiero hablar.<br />Bierhoff.— Ella responderá... (Le entrega el pase de la llamada a Maite)<br />Maite (Reacciona molesta).— Bueno, dime, Miriam.<br />Voz.— Tengo pocas cosas que decir...<br />Bierhoff.— Acuérdate, Miriam, que estás en el aire.<br />Voz.— Sí, pero ¿qué decir cuando tengo que hablar de algo tan íntimo!<br />Maite.— Nada es íntimo «en off». Aquí, en la hora de la intimidad y de los sueños. Tú preguntas o nosotros contestamos, y de madrugada...<br />Voz.— Es fuerte para que todo el público...<br />Maite (Continúa molesta con Bierhoff).— Tranquila, el público está preparado.<br />Voz.— Tan fácil ven los hombres las cosas que cuando no le das de eso...<br />Maite.— ¿Eso qué?<br />Voz.— Bueno, tú eres mujer, sabes a qué me refiero.<br />Maite.— No, Miriam.<br />Voz.— ¡Si no le das «eso», dejan de amarte!<br />Maite.— ¿Él dejó de amarte?<br />Voz.— Nunca lo hizo.<br />Maite.— ¿Sí?<br />Voz.— Sólo quería de aquello.<br />Maite.— ¿Y le diste de aquello?<br />Voz.— ¿De qué?<br />Maite.— Del amor, claro.<br />Voz.— Ah...<br />Maite.— ¿Qué pensabas?<br />Voz.— En aquello, lo de hombres, tú sabes...<br />Bierhoff.— «En off» puedes decirlo todo. ¡Todo!<br />Maite.— Absolutamente.<br />Voz.— ¿Absolutamente?<br />Maite.— Absolutamente.<br />Voz. —Depositar en mí...<br />Maite.— ¿Depositar qué?<br />Voz.— Tres mil millones de espermatozoides... Sin permiso y nada.<br />Maite.— Ah..., pobrecita de ti. (Cuelga la llamada)<br />Bierhoff.— Se acabó tu oportunidad, será hasta la próxima madrugada..., o hasta otro hombre... (Ríe. Deja música en el ambiente) Mira la hora, Maite.<br />Maite.— Las doce y veinticinco minutos de la madrugada.<br />Bierhoff.— (A Maite) Todavía respondes.<br />Maite.— ¿Entonces?<br />Bierhoff.— No es hora de llegar.<br />Maite.— Es hora de madrugada.<br />Lozano.— Ustedes están discutiendo mientras me las arreglo.<br />Bierhoff.— Es tu trabajo.<br />Lozano.— Tener que escucharlos no.<br />Maite.— Lozano tiene razón.<br />Bierhoff.— Has llegado tarde como para tener que dar razones.<br />Maite.— ¡¿Me reclamas por la hora?!<br />Bierhoff.— Sí, ¿y qué?<br />Maite.— No sé si te interese saber. Y si te digo que me habían violado, eh. ¿Te importaría? ¡Dime! ¿Sí?, ¿no? ¿Te importaría o no?<br />Lozano.— ¡Basta! ¡Verga!... la música ya va a terminar y hay que responder...<br />Bierhoff.— Sé que hay que responder las benditas llamadas...<br />Lozano.— Por favor, Bierhoff, ubícate. Estamos en la radio.<br />Maite.— Lozano tiene razón. ¿Te quieres calmar?<br />Lozano.— ¡Estamos en el aire! En el aire, Bierhoff.<br />Bierhoff.— (Cambia) ¡Estamos en la buena entrada de la madrugada, escuchándote,... ha lle­gado el momento de recibir el mensaje...<br />Maite (Toma la locución).— Sí, comprarás y querrás volver a tu tienda del consuelo, a tus amigos de la radio.<br />Bierhoff.— Un consuelo fácil al mejor precio, una alegría a casi nada de pre­cio...<br />Maite (Como vaga, de la calle).— Es fácil, sólo pasas a la hora de la madrugada en la mejor plaza de la ciudad...<br />Bierhoff (Igual).— En la plaza «Girardot».<br />Maite.— Y tendrás toda la calma que te puede producir un SIDA.<br />Bierhoff.— Fácil y con toda la felicidad del mejor precio.<br />Maite.— En las horas más cómodas de la madrugada escoges y compras al mejor precio...<br />Bierhoff.— Y te llevas tu consuelo. (Lozano agrega efectos de sonido, cosa que hace directamente en la escena, anunciando el concurso del programa)<br />Maite.— No te fastidies ni te arruines. Si estás aburrida o aburrido llama al setenta y siete, setenta y tres setenta y siete.<br />Bierhoff.— Concursa con nosotros. Llama y no pierdas más tiempo (Suena el teléfono)<br />Lozano (A Bierhoff).— Déjenme un chance para descansar. (Refunfuñando) Cómo si me pagaran mucho...<br />Bierhoff (Fuera de locución).— ¡Activa la llamada!<br />Lozano.— ¿Qué más puedo hacer por ese sueldo miserable?<br />Bierhoff.— ¿Aló?... ¿Quién tiene la oportunidad de ganarse el mejor premio?<br />Voz.— Hola, soy Patricia...<br />Bierhoff.— Hola, mi amor. ¿Conoces la dinámica del juego?<br />Voz.— Sí, claro. (Ríe)<br />Bierhoff.— Dos niños de la Ciudad acusaron a otro de abusar sexualmente de una niña amiga de ellos. En caso de que la demanda se encamine, al niño le darán una condena de cuarenta años. Para cuando salga libre tendrá cincuenta años.<br />Voz.— Sí, creo haber oído la noticia...<br />Maite (Queda su voz al fondo).— El tiempo corre: cinco, cuatro, tres, dos...<br />Voz.— ¡Ay!, lo tengo en la punta de la lengua...<br />Bierhoff.— Lo tienes en la punta de la lengua... Así me decías anoche...<br />Maite (Fuera de locución).— Te queda muy gracioso.<br />Bierhoff (Igual).— ¿Celosa?<br />Maite (Ríe).— Atiende tu trabajo, ¿quieres?<br />Lozano.— Déjalo tranquilo. Me haces el trabajo difícil. Ya te dije.<br />Bierhoff.— ¿Entonces, mi amor, lo tienes en la punta de la lengua?<br />Voz.— ¡Espera! Estoy por recordar.<br />Bierhoff.— Todo cuanto quieras.<br />Maite (Fuera de locución).— ¿Sigues?<br />Bierhoff.— Se ha terminado el tiempo.<br />Maite.— El diario es el más conocido de la localidad... ¿Cómo has podido ser tan bestia?...<br />Bierhoff.— Todos tenemos derechos a ser un poco bestia...<br />Maite.— Con la diferencia de que aquí no pasas pena, como te ocurriría en televisión.<br />Bierhoff.— Sí, sin pasar penas delante de nadie.<br />Maite.— Esperemos la otra llamada...<br />Bierhoff.— Contigo la pegadita de Maracay. (A Maite) ¿El vigilante no ha llegado? (Fondo musical)<br />Lozano.— No, Bierhoff. No ha llegado. ¿Qué quieres con él?<br />Maite.— Esperamos la otra llamada... (Suena el teléfono) ¡Eureka!<br />Bierhoff.— ¿Aló?<br />Voz.— ¿Aló, soy Miriam?<br />Maite.— Hola, Miriam. ¿Vas a concursar?<br />Voz.— No. Sólo que mi novio, una vez que escuchó, me llamó. Y gracias a «en off», ahora mi novio está feliz conmigo.<br />Maite.— Entonces has podido resolverlo todo... (Un fondo musical de eslogan)<br />Bierhoff (Irónico).— ¿Todo?... Miriam. ¿De dónde estás llamando?<br />Voz.— De mi casa.<br />Bierhoff.— ¿De qué lugar de la casa?<br />Voz.— La recepción.<br />Bierhoff.— ¿Seguro? ¿No nos hablas desde la cama?<br />Voz.— No, desde la recepción.<br />Bierhoff.— Tu novio, ¿está allí?<br />Voz.— Sí. Qué romántico, ¿verdad?<br />Maite.— Depende...<br />Voz.— ¿De qué?<br />Lozano (Fuera de locución).— ¡Me quedé sin el último efecto, lo perdí, lo había grabado, debe estar por aquí...!<br />Bierhoff (Igual).— No le pares.<br />Maite (A la Voz). — De que si lo tienes en la cama. ¿Llamas desde la cama?<br />Voz.— ¡Ay! No, por favor... Maite... soy una joven muy decente, muy digna...<br />Maite.— Sí, claro, incapaz de cualquier cosa...<br />Bierhoff.— ¿Qué hicieron los tres mil millones de... ?<br />Voz.— ¿Otra vez?<br />Maite.— Aquí, siempre. Siempre, hablamos de los tres millones de espermatozoides, eso forma parte del amor en nuestras horas románticas...<br />Bierhoff.— «En off» lo tienes todo.<br />Lozano (Insinuante).— De todo y para todos.<br />Maite (A Lozano).— Tu siempre con tu verga.<br />Lozano.— Me estoy fastidiando.<br />Maite.— (A la Voz) Entonces Maite, ¿no tienes a tu novio?<br />Voz.— Sí.<br />Maite.— ¿Pero en la cama?<br />Voz.— Mi novio no es de esos.<br />Maite.— Sí, ya te creo..., échame una de vaqueros...<br />Bierhoff.— Y se te acabó tu tiempo cual es el periódico de la noticia...<br />Voz.— Espera...<br />Bierhoff.— Te queda poco tiempo...<br />Maite.— Cinco, cuatro, tres, dos, uno...<br />Bierhoff.— Has perdido tu oportunidad «en off». Cuando son las doce y treinta minutos.<br />Maite.— Para continuar dejamos tu nota romántica. (Fondo musical)<br />Lozano.— De verdad que esto está de lo más ladilla.<br />Bierhoff.— (A Lozano) ¿Y el vigilante?<br />Lozano.— Te dije que no está.<br />Bierhoff.— ¿Tienes controlada la entrada?<br />Lozano.— Está cerrado, pues.<br />Bierhoff.— Sé que está cerrado. ¿Tienes las llaves contigo?<br />Lozano.— ¿Quién va a entrar a esta hora?<br />Bierhoff.— No me interesa quién va a entrar.<br />Lozano.— ¿Entonces?<br />Bierhoff.— ¿Tienes las llaves?<br />Lozano.— Sí. (Suena el teléfono)<br />Bierhoff.— Vuelve a bajar.<br />Lozano.— ¿Para qué?<br />Bierhoff.— Asegúrate que no venga el vigilante.<br />Maite.— ¿Qué con el vigilante?<br />Bierhoff.— Sólo haz lo que pido.<br />Maite.— Como siempre... Lozano.<br />Lozano.— Bierhoff, jodes con todo.<br />Bierhoff.— O sea, ¿no me vas hacer caso?<br />Lozano.— No me queda otra. Con el sueldo que gano. (Queda sonando el teléfono)<br />Maite.— El teléfono, Bierhoff.<br />Bierhoff.— Déjalo que suene.<br />Lozano.— Mientras, me jode la paciencia.<br />Bierhoff.— ¡Baja!<br />Maite.— Estás nervioso.<br />Bierhoff.— Fastidiado.<br />Lozano.— ¿Conmigo?<br />Maite.— Con todos.<br />Bierhoff.— Ah... ¿se van a rebelar los dos?<br />Maite.— Sería el colmo si me mandas también.<br />Bierhoff.— No es mala idea.<br />Maite.— Sí... vamos corriéndito.<br />Bierhoff.- ¿Harías algo por mí?<br />Maite.— No así.<br />Bierhoff.— ¿Cómo entonces?<br />Maite.— Suena el teléfono, no es hora de hablar eso.<br />Lozano.— Atiende la llamada que voy a cortar la música. ¡Voy en línea!<br />Bierhoff.— No estás aquí para hacer lo que quieras.<br />Lozano.— No te preocupa, porque el sueldo no te interesa.<br />Bierhoff.— ¿Qué del sueldo?<br />Lozano.— No tienes que mantener una familia.<br />Bierhoff.— ¿Qué con eso?<br />Lozano.— Cuando tienes que librarte de un sueldo, las cosas son diferentes.<br />Bierhoff.— Mejor atiendo la llamada.<br />Maite.— Mejor.<br />Lozano.— No bajo. ¡Voy en línea! (Hace el pase a la llamada)<br />Voz.— ¿Aló?... aló...<br />Bierhoff (A Lozano).— Otra vez a tomar el teléfono. (Cambia) Sí. A ver, ¿tiene la respuesta?<br />Voz.— Habla Carlos.<br />Bierhoff.— Hola, perdón, no te había escuchado, ¿Carlos es tu nombre?<br />Voz.— ¿Sí?<br />Bierhoff.— ¿Cuál es el nombre del periódico?, ¿conoces la noticia?<br />Voz.— Conozco la noticia y me tiene indignado.<br />Bierhoff.— ¿Indignado?<br />Voz.— ¿Cómo puede un niño abusar sexualmente de otra niña?<br />Bierhoff.— Eso es sencillo.<br />Voz.— No lo puedo aceptar. Es más no debamos aceptarlo.<br />Bierhoff.— Pero querido amigo, esas cosas forman parte de la realidad.<br />Voz.— ¿No justifica que lo hagamos público?<br />Bierhoff.— Discutir la ideología del juego no forma parte de las reglas. ¿Cuál es la respuesta?<br />Maite.— Cinco, cuatro, tres, dos, uno...<br />Bierhoff.— Lo siento amigo, ha perdido... ¡Otro perdedor!... (A Maite)Y ¿cómo puede haber tantos perdedores? (Suena el teléfono)<br />Voz.— Hola, hola, buenas noches, hola, Bierhoff. Por fin pude hablarte, siempre está ocupado el teléfono.<br />Bierhoff.— Desde luego, mi amor. Siempre «en off» estamos ocupados para todos. Entonces querida, ¿tienes la respuesta?<br />Maite.— Cinco, cuatro...<br />Voz.— Ya va. Déjame pensar...<br />Bierhoff.— Y ella piensa señores...<br />Maite.— Tres, dos, uno...<br />Bierhoff.— ¡Se le acabó tiempo a su pensamiento! (Ríe) Ha perdido todo chance...<br />Maite.— ¡Fuera de juego «en off»!<br />Bierhoff.— Tenemos otra llamada, Maite. Pero han arruinado su chance por ahora. ¡Lozano! Tuya la música. (Fondo musical. Cambia. A Lozano) ¡Lozano!, ¡Loza­no!<br />Lozano.— ¿Qué?<br />Bierhoff.— Ve a ver si el vigilante aún no ha llegado.<br />Lozano.— ¿Otra vez?<br />Bierhoff.— ¡Otra vez!<br />Maite.— Descuida. Está nervioso.<br />Bierhoff.— Haz tu trabajo.<br />Maite.— Así no.<br />Bierhoff.— Debes hacerlo. ¡Anda, Lozano!<br />Lozano (Saliendo).— Lo que uno tiene que hacer por un sueldito.<br />Bierhoff.— Estoy cansado de todo esto.<br />Maite.— Se te nota. Pero la está pagando el pobre de Lozano.<br />Bierhoff.— Sólo quiero asegurarme que el vigilante no está.<br />Maite.— ¿Qué con el vigilante?<br />Bierhoff.— Nada. Nada.<br />Maite.— ¿Nada? Y estás insistiendo tanto.<br />Bierhoff.— Es cosa mía.<br />Maite.— También de nosotros cuando nos abrumas.<br />Bierhoff.— Es el trabajo de ustedes.<br />Maite.— Pero no es el proceder.<br />Bierhoff.— No vamos a discutir quién tiene o no más derecho.<br />Maite.— Lozano está tardando demasiado.<br />Bierhoff.— Deja a Lozano tranquilo. A veces lo ocupan en este trabajo por burocracia. Es decir, De cualquier manera quieren justificar el sueldo que gastan en él. Siempre lo tienen de suplente.<br />Maite.— Él no se aburre.<br />Bierhoff.— Siempre está tranquilo.<br />Maite.— No como tú.<br />Bierhoff.— Cállate ya y zumba la línea, ¿quieres?<br />Maite.— Me molesta eso.<br />Bierhoff.— ¿Qué?<br />Maite.— Tu arrogancia.<br />Bierhoff.— ¿Con quién?<br />Maite.— ¿Y vas a seguir con tu ironía?<br />Bierhoff.— No fastidies, Maite.<br />Maite.— La música se termina.<br />Bierhoff.— Coloca la propaganda. De cualquier manera todas son de mal gusto.<br />Maite.— ¿Cuál de peor gusto prefieres? La música se termina.<br />Bierhoff.— Entonces apúrate.<br />Maite.— No sé qué te pasa. Tienes mal carácter pero no sueles molestarme.<br />Bierhoff.— A veces las cosas cambian, Maite.<br />Maite.— ¿Por qué han de cambiar ahora?<br />Bierhoff.— Porque sí. (Entra Lozano)<br />Lozano.— El vigilante, definitivamente echó carro.<br />Maite.— ¿Por qué tardaste?<br />Lozano.— Estaba cagando.<br />Bierhoff.— Apúrate, Lozano, hay que seguir con el fastidio. Dame línea. (Efectos sonoros de radio. Cambia) ¡Seguimos con tu programa!<br />Maite (Igual).— ¿Tendremos otro ganador esta noche?<br />Voz.— Sé cuál es el periódico. Pero no puedo comprender cómo es posible que un niño abuse así. ¿No será una exageración?... (Suena el teléfono, por otra llamada, simultánea a esta. Es, para diferenciarse de la otra voz, la voz de una mujer)<br />Maite.— En el aire tenemos otra llamada...<br />Bierhoff.— Entonces, mi amor, antes de seguir con tu respuesta, atenderemos por la otra línea.<br />Voz.— ¿Aló?<br />Bierhoff.— ¿Sí?<br />Voz.— Escucho las respuestas y me parecen de lo más ridículo.<br />Bierhoff (Ríe).— No sé por qué razón pero estamos de acuerdo...<br />Maite.— Todos tienen la misma oportunidad «en off».<br />Bierhoff.— ¿Para el ridículo?<br />Voz.— Estoy de acuerdo.<br />Bierhoff.— ¡Oh! Gracias, amigo, por entender mis preocupaciones. Y cuánto de ridículo...<br />Voz.— ¡Ay!, señor, cómo puede...<br />Bierhoff.— Mejor dime Bierhoff, para mis radioescuchas soy Bierhoff.<br />Voz.— Bueno, Bierhoff, es que publicar que un niño ha hecho eso es indecoroso.<br />Voz.— ¿Cómo puede creer, señorita, que es indecoroso?<br />Bierhoff.— En teléfono se abrió la discusión. ¡Que desastre!<br />Voz.— Señorita...<br />Voz.— Mi nombre es Zulimar...<br />Voz.— Si eres Zulimar y señorita no tiene porqué alarmarte.<br />Voz.— ¡Ay no! No puedo comprender cómo a un niño se le acepte todo...<br />Bierhoff.— Nadie lo está aceptando, únicamente es la noticia del concurso.<br />Voz.— Sí pero usted juega con todo...<br />Maite.— Zulimar, «en off» jugamos con todo.<br />Voz.— ¿Hasta con la moral?<br />Bierhoff.— Más aún.<br />Voz.— Y vas a seguir con lo ridículo...<br />Bierhoff.— Amigo no la regañes. Ella forma parte del juego. ¡Todos forman parte del juego!<br />Maite (Continuando el ritmo de la locución).— Ella y tú son parte del juego y deben aceptarlo, si no, Bierhoff los deja fuera de línea.<br />Bierhoff.— Fuera de línea no. Aún tienen oportunidad...<br />Maite.— Entonces seguimos con el juego «en off».<br />Voz.— De verdad que hay que considerar que un niño no debe escuchar esas cosas. ¡No, cómo se puede aceptar todo eso! Por eso me conservo señorita.<br />Bierhoff.— Hummm...<br />Voz.— No, señor, no se burle. Soy señorita.<br />Bierhoff.— ¿Por qué tanto dolor?<br />Voz.— ¿Le parece doloroso conservarse moralmente?<br />Voz.— A mí, como hombre, no me parece justo percibir tanto dolor.<br />Voz.— Claro, usted es hombre.<br />Voz.— No, señora, es fastidioso...<br />Voz.— ¡Señorita! Para la próxima...<br />Voz.— Está bien. No te alarmes, Zulimar...<br />Voz.— Señorita Zulimar, para la próxima.<br />Maite.— ¡Ay, Zulimar! Tomas las cosas con demasiada seriedad.<br />Bierhoff (A la Voz de la mujer) .— Creo que tiene razón, mi amor.<br />Maite (A Bierhoff ) .— ¡Déjala hablar!<br />Voz.— No, como señorita, pienso que esas cosas deben tomarse con mucho pudor y mucha dignidad.<br />Voz.— ¡Y mucho fastidio!<br />Voz.— ¡Ay! No, mijo. Una no puede hablar de besos y de abrazos, así como así...<br />Voz.— No hay otra manera de hablar.<br />Voz.— ¿Y cuándo hay niños?<br />Voz.— Con niños y todo, si no, no van a aprender nada.<br />Voz.— ¡Que horror!<br />Voz.— ¡Que desfachatez! Sí... ¿seguro que no ha oído hablar de besos y abrazos?<br />Voz.— ¡Que Dios me ampare. ¿Niños abrazados?... !<br />Voz.— Por eso es que hay tantas niñas embarazadas.<br />Voz.— ¿Por qué?<br />Voz.— Por ignorancia... (Los diálogos de las voces quedan al fondo enfrentados)<br />Lozano (Fuera de Locución).— Maite, ¿hasta cuándo tenemos que soportarlo?<br />Maite (Igual).— No sé. Aquí hoy Bierhoff hace lo que quiere.<br />Lozano.— Lo que le viene en gana.<br />Bierhoff.— Mientras que ellos se enfrentan, nosotros descansemos un poco. Tener que hacerlo todos los días es fastidioso...<br />Lozano.— ¡Nojó!... el que se las tiene que calar soy yo, con tanto trabajo.<br />Maite.— Y si no te ayudara sería peor.<br />Lozano.— En todo caso tenemos que soportarlo.<br />Bierhoff.— (A Lozano) Hazlo tú.<br />Lozano.— Siempre será más fácil para ti.<br />Maite.— ¡Ay!... no vayas a empezar con el problema de las clases sociales.<br />Lozano.— Tú no quieres hablar de eso porque vienes de una frustración política.<br />Maite.— No, Bierhoff, es que te vuelves reiterativo.<br />Lozano.— Ah... no, no. Háblame transparente, ¿quieres?<br />Maite.— ¡Coño! que repites las cosas.<br />Bierhoff.— Dices las cosas igualitas todos los días. De la misma manera.<br />Maite.— Palabra por palabra...<br />Bierhoff.— Ahora lo que me interesa es el vigilante.<br />Lozano.— Vuelves con lo mismo.<br />Bierhoff.— Siempre. Ve qué pasa.<br />Lozano.— No vale...<br />Bierhoff.— Es necesario que lo hagas.<br />Maite.— No entiendo a Bierhoff, pero hazlo antes de que vuelva a fastidiarnos.<br />Lozano (Saliendo).— No tenemos tiempo para hacer de esto una discusión de cen­tros de estu­diantes. Termina con esas llamadas y entrega el premio. No sé hasta cuándo tendré este trabajo. En fin, como si me gustara la cosa...<br />Bierhoff.— Si entrego el premio a las primeras, perdemos el trabajo.<br />Voz (Se deja escu­char las voces en alto, como introciéndose nuevamente en la escena).— Bueno, entretanto usted juzga a los ni­ños, por allí hay más de una niña que está disfrutando de lo más lindo.<br />Voz.— Ay... Dios mío, no diga esas cosas. ¿Qué le parece Bierhoff?<br />Bierhoff (Cambia).— Estaré siempre con mis radioescuchas... Y es hora de que den con el nombre del periódico.<br />Voz.— Como mujer muy digna le digo que el periódico es...<br />Maite (Cambia).— Cinco, cuatro, tres...<br />Voz.— Con tanta impunidad se me olvidó...<br />Bierhoff.— ¡Quedaste fuera de línea «en off»! Pasemos a la otra llamada, Lozano.<br />Maite (Fuera de locución).— Bierhoff, Lozano lo enviaste fuera.<br />Bierhoff.— Es verdad. De cualquier manera el público no se enterará. (Cambia) Cambiemos de llamada: ¿a ver amigo, tiene usted el nombre del periódico?<br />Maite.— Cinco, cuatro, tres, dos...<br />Voz.— Sí, sin lugar a dudas el ¡gran periódico! «La tarde de la iguana».<br />Bierhoff.— ¡Precisamente! Era hora de olvidar ese mar de moral. Felicitaciones, te has ganado el gran premio.<br />Voz.— ¡Que emoción! ¿Cuál es el premio?<br />Bierhoff.— Una grata cena con nuestra querida Maite...<br />Maite (Fuera de locución).— Si eres arrecho, para no pagar me has metido en esto.<br />Bierhoff (Igual).— ¡Qué fascinante!, una grata cena con Maite...<br />Voz.— Me parece una maravilla. ¿Y qué tal?<br />Bierhoff.— ¿Qué tal, qué?<br />Voz.— Bueno, tú sabes.<br />Bierhoff.— Sé, ¿qué?<br />Voz.— ¿Si está buena?<br />Maite.— Cinco, cuatro, tres, dos, uno...<br />Bierhoff.— Amigo, por decir malas palabras en la radio.<br />Maite.— ¡Perdiste!<br />Voz (Fuera de llamada).— ¿Y qué malas palabras? Malas palabras son...<br />Maite.— Al fin guardaste una para mí.<br />Bierhoff (A Maite).— Deja el fondo musical mientras llega Lozano.<br />Maite.— ¿Cómo se maneja esto?<br />Bierhoff.— Resuélvelo como sea.<br />Maite.— Estoy haciendo lo que puedo.<br />Bierhoff.— Dame línea.<br />Maite.— No sé cómo hacerlo.<br />Bierhoff.— Como sea. ¡El tiempo corre! Dame línea.<br />Maite.— ¡Voy!<br />Bierhoff.— En tu hora romántica. ¡La ale­gría debe conti­nuar! A las doce y cua­renta y cinco minutos, exactamente, de la no­che. Y no es hora de decir buenos días... bien lo cam­biaría­mos por ¡buenas noches! Buenas noches o buenas maña­nas como mejor quieran... En la ciudad de Maracay...<br />Maite (Voluptuosamente).— El momento Zodiacal ha llegado, sobre tu hora románti­ca «en off» y sin moralismo.<br />Bierhoff.— Empezamos con Piscis: tendrás un momento feliz, pero tus estrellas signan contradicción para hallar esa felicidad...<br />Maite.— La irreverencia se muestra en el medio de esa felicidad...<br />Bierhoff.— Y harás algo que no esperas...<br />Maite.— Alguna travesura en cosas del amor...<br />Bierhoff.— A las primeras de cambio, no consentirás las circunstancias.<br />Maite.— Y gozarás de una gran decisión.<br />Bierhoff.— Los signos muestran...<br />Maite.— Que tendrás que ser infiel. O sea, montarás cacho...<br />Bierhoff.— Y la hora de felicidad te llegará.<br />Maite (Transición).— Bierhoff, ¿estará bien, para nuestras amigas de Piscis seguir los designios de las estrellas?<br />Bierhoff (Jugando).— No únicamente para las amigas de Piscis, sino para todas las amigas.<br />Maite.— Pero me parece injusto para los que tienen que perder.<br />Bierhoff.— ¿Quienes?<br />Maite.— A quienes les han sido infieles, sus maridos.<br />Bierhoff (Ríe).— A nuestras amigas no les importa. Ellas escuchan los designios de sus astros. Esto es lo que importa: los designios.<br />Maite.— Habrá que disfrutar los designios.<br />Bierhoff.— Los designios son los designios.<br />Maite.— Esperemos la llamada de la fortuna.<br />Bierhoff.— Setenta y siete, setenta y tres, setenta y siete. Es nuestro número.<br />Maite.— Si tienes alguna inquietud zodiacal llámanos sin tardanza.<br />Bierhoff.— Al no tener nuestra llamada hablemos ahora de Acuario. (Suena el teléfono) Tenemos una llamada. ¿A ver, quién llama, Maite? ¡Dame línea!<br />Maite.— Una de nuestras compañeras de las noches zodiacales. ¿Hola? ¿Quién?<br />Voz.— Hola, soy María Francia, tengo una irreverencia, una confusión con el amor de mi vida.<br />Maite.— ¿Una irreverencia?<br />Bierhoff.— ¿Qué clase de irreverencia?<br />Voz.— Una de amor, del amor de los Piscis.<br />Bierhoff.— ¿Qué quieres decir?<br />Maite.— ¿A eso, comúnmente, no le llamamos así?<br />Voz.— ¿Cómo?<br />Maite.— Cacho.<br />Bierhoff.— ¡Ay!... (Efectos de sonido, haciendo burla escatológica del contexto)<br />Voz.— Ay, pero no se burlen.<br />Bierhoff.— No estamos burlándonos.<br />Voz.— Se trata de mis sentimientos.<br />Bierhoff.— Y ese es nuestro trabajo. Hablar de sentimientos.<br />Voz.— Entonces quiero decir lo que estoy sintiendo.<br />Bierhoff.— Hable entonces.<br />Voz.— Siempre y cuando no se burlen.<br />Maite.— Puedes hablar con tranquilidad. De mujer a mujer.<br />Voz.— ¿De mujer a mujer?<br />Maite.— De mujer a mujer.<br />Voz.— De mujer a mujer, hablaré.<br />Maite.— Puedes hacerlo. No permitiré que Bierhoff intervenga.<br />Bierhoff.— Está bien, como quieran.<br />Voz.— Es que... Maite me da mucha pena.<br />Maite.— Habla con confianza.<br />Voz.— Es que me encontré con un joven el cual me ha hecho pensar sobre mis propios valores.<br />Maite.— Explícanos mejor.<br />Voz.— Bueno algo que me haga irreverente en el amor. Como dice mi signo.<br />Maite.— ¿Y cuál es el problema?<br />Voz.— No sé, estas cosas son difíciles por radio, ¿no?<br />Maite.— Y él te escucha.<br />Voz.— ¿Quién?<br />Maite.— Tu marido.<br />Voz.— No. Está fuera de la ciudad.<br />Maite.— Entonces, ¿qué te preocupa?<br />Voz.— ¿Eres mujer? Sabes lo que eso puede significar.<br />Maite.— Creo entenderte. En los hombres todo se justifica, ¿pero en las mujeres? Nada está bien. María Francia, somos el ojo del huracán.<br />Voz.— Creo que me entiendes.<br />Maite.— Soy mujer.<br />Voz.— Déjame echarte el cuento.<br />Maite.— Tienes dos minutos. Ya sabes cómo es el medio.<br />Voz (Debe decirse con acelerado ritmo).— Lo vi, en unos de mis paseos solitarios, frente a la banca. Él se detuvo. Yo le vi. Él me miró. Detuve mi mirada. Él detuvo su mirada. Concentré mi mirada aún. Sonrió. Sonreí. Continúo las mira­das. No miré donde piensa. Miré entre sus piernas. Nos intimidamos. No, no es cómo piensan. No miramos hacia los ojos. Miramos entre las piernas. Sí, entre las piernas. Cuando el deseo ya no se hace esperar, las miradas se hacen en otra parte...<br />Maite.— ¿Dónde?<br />Voz.— Entre las piernas.<br />Maite.— ¿Y tu marido?<br />Voz.— Mi marido, bien gracias.<br />Maite.— ¿Qué te preocupa?<br />Voz.— Los valores<br />Maite.— ¿Los valores?<br />Voz.— Sí, de las piernas.<br />Maite.— ¿Cuáles?<br />Voz.— Los valores de las piernas de aquel muchacho.<br />Maite.— ¿Y tu marido? ¿No te preocupa usar tu nombre?<br />Voz.— Estoy usando uno falso.<br />Maite.— Ah...<br />Voz.—. Miraba las piernas.<br />Maite.— ¿Entonces?<br />Voz.— Entonces, ¿qué?<br />Maite.— Lo que puedan decir de tus valores.<br />Voz.— Ellos están bien. Como mi marido.<br />Maite.— ¿Cómo?<br />Voz.— Incólumes.<br />Maite.— Inmóvil.<br />Voz.— Algo así.<br />Maite.— No comprendo.<br />Voz.— ¿Qué?<br />Maite.— ¿Cómo puedes disfrutarlo y a su vez desvelarte?<br />Voz.— ¡Ah!, por los principios.<br />Maite.— ¿Y se tienen principios cuando se está ante tal prospecto de hombre, como dices?<br />Voz.— Bueno tienes razón, una no encuentra qué hacer. ¿Me das un chancecito para seguir hablando de él?<br />Maite.— Lamentablemente se nos terminó el tiempo.<br />Voz.— Quería decir que además de ver entre piernas logré verle... (Cuelgan la llamada)<br />Bierhoff (Fuera de locución).— Uno tiene que escuchar cada cosa.<br />Maite (Igual).— Tenemos línea.<br />Bierhoff.— ¿El vigilante?<br />Maite.— ¿No enviaste a Lozano?<br />Bierhoff.— Sí, es verdad. Es que tanta estupidez me tiene confundido.<br />Maite.— Tú eres promotor de esa estupidez.<br />Bierhoff.— Y tú me apoyas.<br />Maite.— Es mi trabajo.<br />Bierhoff.— Lozano no se apura, me interesa saber del vigilante.<br />Maite.— ¿Qué tanto con el vigilante. ¿No eres el dueño de tu trabajo?<br />Bierhoff.— Uno depende de la gente. No es tan fácil.<br />Maite.— ¿Quién te comprende?<br />Bierhoff.— Déjame. En todo caso no es tu problema.<br />Maite.— Tratándome como siempre. Te recuerdo que estamos en línea.<br />Bierhoff (Cambia).— Y continuamos con Acuario. .. (Fuera de locución) Me aturde Lozano que no llega.<br />Maite (En locución).— En tu hora romántica...<br />Bierhoff.— Sabremos de Acuario... a las doce y cincuenta minutos.<br />Maite.— ¡Recuerda puedes llamar al setenta y siete, setenta y tres, setenta y siete! Estamos «en off» a tus completas órdenes.<br />Bierhoff.— Hay un extraño ambiente aguado en tu vida, Acuario.<br />Maite.— ¿Y el agua por qué?<br />Bierhoff.— Porque será como un baño de rosas.<br />Maite.— ¿Baño de rosas? Suena agradable, Bierhoff.<br />Bierhoff.— Desde luego, imagínate cómo puede ser el baño.<br />Maite.— No.<br />Bierhoff.— Maite, por favor, de lo más divino.<br />Maite.— ¿Los baños de rosa son agradables?<br />Bierhoff.— ¿No dirás que no has tenido un baño de rosas?<br />Maite.— Explícanos.<br />Bierhoff.— ¡Ay, sí! Nuestros oyentes creerán que aún eres una niña.<br />Maite (Infantil).— Algo así... soy como una niñita. (Transición) Tus oyentes «en off» querrán oírte.<br />Bierhoff.— Colocas tus rosas. Buscas a tu compañía. Porque, con tanta libertad se­xual hoy en día, ahora hay que decir así.<br />Maite.— ¿Cómo?<br />Bierhoff.— Compañía. Tú sabes, en caso de que duden de tu sexualidad.<br />Maite.— Ah... descifro...<br />Bierhoff.— Cualquiera cae...<br />Maite.— Verdad, soy una niña.<br />Bierhoff.— Estamos en el signo de la verdad. El signo del león: Leo.<br />Maite.— ¿Qué tenemos en su verdad?<br />Bierhoff.— Nada embarazoso pero hay que tomar en cuenta.<br />Maite.— Dinos de una vez...<br />Bierhoff.— Tómalo con calma. Diremos de una temporada moralista.<br />Maite.— ¿Moralista?<br />Bierhoff.— Asumirás el amor con cierto recato.<br />Maite.— ¿También?<br />Bierhoff.— Vendrá el momento del amor y no sabrás qué hacer con él. (Suena el teléfono)<br />Maite.— Hola, ¿quién?<br />Voz.— Soy María Francia...<br />Bierhoff.— Ya tuviste tiempo para hablar...<br />Voz.— Es que no sé si irme con él... (Cuelga la llamada)<br />Bierhoff.— Tenemos una pequeña interrupción en nuestra noche romántica.<br />Maite.— Por lo pronto, se repone en nuestro programa «en off».<br />Bierhoff.— Todos tenemos la oportunidad. Y aquí, en este momento, recibimos otra llamada. Hola...<br />Voz.— Hola soy de Leo, divinamente de Leo. No sé cómo tener miedo a enfrentar los designios yo no tengo ningún problema.<br />Bierhoff.— ¿Siendo así, no temes a nuestra reina de los zodíacos?<br />Voz.— No.<br />Bierhoff.— ¿Que deseas saber?<br />Voz.— Es cierto, no sé qué hacer.<br />Maite.— Háblale a tu reina. ¿No sabes qué?<br />Voz.— ¿Qué hacer con él?<br />Maite.— ¿Con quién?<br />Voz.— Con mi hombre de los signos.<br />Maite.— No necesariamente es un hombre.<br />Voz.— ¿Qué quiere decir?<br />Maite.— ¿Te das cuenta?, no siempre se acierta? No hablo necesariamente de un hombre.<br />Voz.— Pero soy una mujer.<br />Maite.— ¿Y?<br />Voz.— ¿De una mujer?<br />Maite.— Es posible.<br />Voz.— ¿Cómo así?<br />Maite.— Nada de que alarmarse. Se trata del amor.<br />Voz.— Si no es con un hombre, ¿cómo puede ser?<br />Maite.— Ah... ves, cómo pueden ser las cosas...<br />Voz.— Bueno algo diferente. ¡Creo que me faltas el respeto!...<br />Maite.— Tienes que hacer algo: o con una mujer o con un hombre o con la mano. Si no, con las dos manos.<br />Voz.— Me sigue faltando el respeto.<br />Bierhoff.— ¡Ay! Joven, perdió en la noche del zodiaco.<br />Maite.— Ahora con ustedes Cáncer... El signo de la luna...<br />Bierhoff.— Se presenta algunas turbulencias que en el camino podrás resolver. No tendrás problemas en asuntos de dinero, pero en las cosas del amor todo cambia.<br />Maite.— ¿Todo cambia?<br />Bierhoff.— Sí, Maite, no tendrá suerte en cosas de dinero.<br />Voz.— ¿Tendré escasez?<br />Bierhoff.— No como para tanto.<br />Voz.— ¿Qué haré?<br />Bierhoff.— Lo que se hace en esas cosas.<br />Voz.— ¿Qué?<br />Bierhoff.— Buscar consuelo.<br />Maite.— Te queda buscar consuelo.<br />Voz.— ¿Dónde?<br />Bierhoff.— En ti misma...<br />Voz.— ¡Quiere decir que!...<br />Bierhoff.— Y se terminó con Cáncer... «en off». Siendo la hora romántica.<br />Voz.— Dejen que termine de hablar... (Cuelgan la llamada)<br />Bierhoff.— Ahora con tu fondo musical. (A Maite. Fondo musical, junto con efectos de radio) Dame línea Maite.<br />Maite.— No tengo mucha práctica con esto.<br />Bierhoff.— Se va aprendiendo.<br />Maite.— Le das poca importancia a Lozano.<br />Bierhoff.— Aquí las cosas se hacen como pida.<br />Maite.— No entiendo ese carácter temperamental, pones todo difícil.<br />Bierhoff.— No empieces.<br />Maite.— No soy. Eres tú con ese temperamento. No le das chance a una con toda esa violencia.<br />Bierhoff.— ¿A qué violencia te refieres?<br />Maite.— Das la impresión de querer terminar con todo.<br />Bierhoff.— ¿No suena mal?,... ¿terminar con todo?...<br />Maite.— ¿Estás bien?<br />Bierhoff.— Mejor que nunca, cuando ahora me das nuevas ideas. ¿Terminar con todo?<br />Maite.— ¿Qué piensas?<br />Bierhoff.— Terminar con todo.<br />Maite.— ¿No te lo estarás tomando en serio?<br />Bierhoff.— ¿Terminar con todo?<br />Maite.— ¿Qué?<br />Bierhoff.— Empezaríamos con la estupidez. (Entra Lozano)<br />Lozano.— Hola... eché un camarón... sabroso...<br />Maite.— ¿Con la estupidez de quién?<br />Bierhoff.— De Lozano.<br />Lozano.— ¿No tenías otro nombre que el de Lozano?<br />Bierhoff (Ríe).— Es que te quiero mucho, Lozano.<br />Lozano.— Menos mal...<br />Bierhoff.— Dime de una vez si terminó de llegar el vigilante.<br />Lozano.— No, vale.<br />Bierhoff.— ¿Por qué tardaste?<br />Lozano.— Sabía que te pondrías insoportable.<br />Maite.— Lozano, arregla estos efectos antes de que entremos en línea.<br />Bierhoff.— Sí, controla eso.<br />Lozano.— Sí, patrón.<br />Bierhoff.— No soy el patrón.<br />Maite.— Eres el que manda.<br />Bierhoff.— No hace que sea el dueño.<br />Lozano.— Me tratas como tal.<br />Maite.— No solamente a ti, Lozano.<br />Lozano.— ¿Qué sucede?<br />Bierhoff.— Se van a poner sentimentales.<br />Lozano (Molesto).— ¡Un poquito más y regresamos a la época de la esclavitud!<br />Bierhoff.— No exageres.<br />Lozano.— ¿Exagerar, cuando vienes tratando mal a todo mundo aquí?<br />Maite.— Todo el mundo somos nosotros tres.<br />Lozano.— ¿Qué harías sin nosotros?<br />Bierhoff.— Masturbarme, acaso.<br />Maite.— ¡Ni siquiera me respetas!<br />Lozano.— Él no respeta a nadie, Maite.<br />Maite.— Ni siquiera a sí mismo.<br />Lozano.— No sé cómo puedes estar con él.<br />Maite.— La vida nos juega esa.<br />Bierhoff.— No te metas en eso, Lozano, y acomoda la próxima entrada.<br />Lozano.— ¿Qué más da? El público se conforma con lo que sea.<br />Bierhoff.— ¿El vigilante?<br />Maite.— Vuelves con lo mismo. Es suficiente, volvamos al trabajo.<br />Bierhoff.— Vuelve tú.<br />Maite.— Ay... Bierhoff, andas como arrecho. Está fuerte ya.<br />Bierhoff.— ¿Cómo quieres que reaccione, cuando Lozano y tú, Maite, hacen lo que quieren<br />Lozano.— Menos mal que me retardé.<br />Maite.— Yo que tú me quedo donde estaba.<br />Lozano.— Es que terminó fastidiándome el lugar de vigilante.<br />Bierhoff.— ¿Qué pasa con el vigilante?<br />Lozano.— Nada, sólo que el lugar del vigilante es un fastidio. ¡Un aburrimiento de primera!<br />Bierhoff.— Aburrimiento es tener que escucharlos a ustedes.<br />Maite.— Más a ti. (Susurrando) Ya no respeta ni nuestra relación, era lo que faltaba.<br />Bierhoff.— ¿Qué dices?<br />Lozano.— Déjala tranquila.<br />Maite.— No le hagas caso, Lozano. Está insoportable.<br />Bierhoff.— Como siempre. Cumplan en arreglar todo. Entraremos en línea.<br />Lozano.— Deja el público quieto. Ellos están allí tranquilos, esperando de nues­tra creatividad.<br />Bierhoff.— Claro, la creatividad la pongo.<br />Maite.— ¡No seas injusto! Todos empleamos creatividad.<br />Bierhoff.— Empleo yo.<br />Lozano.— Adivinaba que ibas a salir con una de esa.<br />Bierhoff.— ¿Con una de qué, chico?<br />Lozano.— Con una de tus arrogancias.<br />Maite.— No le hagas caso.<br />Lozano.— Tú lo dices fácil. (Burlándose) No le hagas caso...<br />Bierhoff.— Ah... que bien ahora se van a poner a pelear por mí. Son dos mis amo­res ahora. ¿Qué vendrá, una confesión bisexual?<br />Lozano.— Te pasaste. Dame un chance de hombre.<br />Bierhoff.— Cuando quieras. Si quieres no olvidamos de la radio y empecemos cuando quieras.<br />Lozano (Como niño).— Vamos pues. Vente... vente, le damos. No hay problema... Dale...<br />Maite.— ¡Se quieren callar!<br />Bierhoff (Igual).— No te metas en esto. Prepárate para darnos unos cuantos.<br />Lozano.— Vaya pues.<br />Maite.— Esto era lo que nos faltaba. Tenemos cincuenta minutos de programa. Es hora de que entremos en materia.<br />Bierhoff.— Pon comerciales, mientras me las arreglo. Es cuestión de unos minu­tos.<br />Maite.— ¿Están jugando o peleando?<br />Lozano.— Crees ganar. ¡Dale! Entonces... qué... qué... ¿qué pasó?<br />Maite (Los detiene).— ¡Bueno, paren esto!... (Toma el control de la radio) Bueno amigas llegó la hora de tu psicólogo de su noche romántica.<br />Bierhoff.— Maite, cambiaste las cosas.<br />Lozano.— Nos hubiese dejado. Para que tú veas...<br />Bierhoff.— Y verías cómo termino con este.<br />Maite.— ¿Qué hacer cuando la gente se pone violenta?<br />Bierhoff.— Darse unos cuantos.<br />Lozano.— Primero yo a ti.<br />Bierhoff.— Yo a ti.<br />Lozano.— A ti...<br />Maite (En su rol de locutora) .— En nuestra sección de hoy, estaremos conversando en torno a la violen­cia.<br />Bierhoff (Continúa fuera de locución).— Sí, Maite... digamos que puedes hablarle a la audiencia de cómo triunfo sobre este estúpido.<br />Maite.— ¿Hoy en día, qué genera la violencia? (Fondo musical)<br />Lozano (Igual).— La cara de estúpido.<br />Maite.— La violencia no le pertenece únicamente a los sectores marginales...<br />Bierhoff.— A este marginal, sí.<br />Lozano.— Será a ti.<br />Maite.— ¿Qué piensas? ¿Es un problema que le pertenece a los marginales? Por otra parte, ¿la violencia les atañe a éstos?, ¿se hereda la violencia?, ¿nace uno con ella?<br />Bierhoff.— Éste ya la trae en los genes.<br />Lozano.— Debe ser que tú eres un burguesito inalterable.<br />Maite (Fuera de locución).— ¡Se quieren quedar tranquilos!<br />Lozano.— No sé, Bierhoff es que anda ahí con una diarrea mental. ¿Qué quieres?<br />Maite.— Que te quedes tranquilo.<br />Lozano.— Díselo, más bien, a Bierhoff. No a mí.<br />Maite.— Es que están como unos niños los dos, vale... Tranquilos... ¿Okey? (Suena el teléfono) ¿Aló?, hola... quién ha tenido el gusto de llamarnos en las horas del amor...<br />Voz.— Soy Diego, quería hacerles una crítica constructiva. ¿Está allí, Bierhoof?<br />Bierhoff (Transición. Toma la locución).— Sí, como no, aquí estoy. ¡A sus órde­nes!<br />Maite (Fuera de locución).— Siéntate, Lozano. Deja de jugar. Debes tomar control de esto. Nos vamos a quedar sin trabajo...<br />Lozano (Vuelve a su lugar de trabajo).— No me culpes. ¿Qué más da?<br />Maite.— Tómalo con tranquilidad. De verdad que parecen unos niños. (Lozano, volviendo a su lugar de trabajo, gestualiza su molestia al igual que Bierhoff) ¿Qué quieren?, ¿dañar lo que con esfuerzo ha costado tanto?<br /><br />(Lozano, se dirige a Maite con bajo tono de voz. Rumorando. En otro plano, Bier­hoff mantiene su diálogo radial con la Voz. Este diálogo queda escenificado al criterio del director a través de un proceso transitivo)<br /><br />Lozano.— Es él quien insis­te.<br />Maite.— Compréndelo, está algo nervioso.<br />Lozano.— ¿Sí? ¿Quién me comprende a mí?<br />Maite.— No sé qué le pasa.<br />Lozano.— Ah... y yo me la tengo que calar.<br />Maite.— Un poco de paciencia.<br />Lozano.— Maite, no es cuestión de calma, ¡él está insoportable hoy!<br />Maite.— ¿Por qué te envía a donde el vigilante?<br />Lozano.— No tengo la menor idea.<br />Maite.— No comprendo nada.<br />Lozano.— Tampoco yo.<br />Maite.— Quiero estar con él, pero me lo hace cada vez más difícil.<br />Lozano.— Creo que anda detrás de algo. Es extraño. Pero me saca de quicio con todas sus vainas.<br />Maite.— ¿Cómo crees que puedo sentirme? ¿Divina?<br />Lozano.— Imagino.<br />Maite.— No, no imaginas, lo estás viendo.<br />Lozano.— Está enajenado con todo esto de la radio.<br />Maite.— ¿Quieres decir que se ha vuelto loco?<br />Lozano.— ¿Te parece poco lo visto aquí?<br />Maite.— Le seguiste el juego.<br />Lozano.— Te dije que me sacó de quicio.<br />Maite.— También estás algo cansado del trabajo... (Entra a lugar la locución)<br />Bierhoff.— Bueno Diego, usted considera que nuestro programa es violento? ¿Dígame por qué?<br />Voz.— Mantiene el control absoluto de los oyentes.<br />Bierhoff.— Explíquese.<br />Voz.— El oyente pierde cualquier ocasión para expresarse libremente...<br />Bierhoff.— Dígame, amigo Diego, ¿tiene todo el tiempo por teléfono?<br />Voz.— Sí. ¿Se da cuenta? Ya quiere intervenir esta llamada.<br />Bierhoff.— Es que no todos tienen las mismas condiciones.<br />Voz.— ¿Clasista?<br />Bierhoff.— No insista.<br />Voz.— ¿En qué?<br />Bierhoff.— En dispersar la pregunta.<br />Voz.— A ver, recuérdeme la pregunta.<br />Bierhoff.— Ya sabe, ¿si cree violento nuestro programa?<br />Voz.— Desde luego, el oyente no tiene ningún derecho, ninguno...<br />Bierhoff.— ¿Es usted intelectual?<br />Voz.— ¿Por qué?<br />Bierhoff.— Porque está hablando como fino.<br />Voz.— No es necesario ser intelectual para defender los derechos.<br />Bierhoff.— Claro que no. Hable.<br />Voz.— Entonces déjeme hacerlo.<br />Bierhoff.— Sí, está bien.<br />Voz.— Ustedes no pueden controlarlo todo, tienen que darle oportunidad a las radioescuchas, como dije, tienen sus derechos. Por ejemplo, ¿de dónde toman sus asesorías psicológicas? Mezclan todo con una facilidad tan grande. Pueden llegar a recibir una demanda por ello.<br />Bierhoff.— No, señor Diego, nosotros tenemos un equipo interdisciplinario en el que cada cual se sujeta a las necesidades profesionales...<br />Voz.— ¿Cuál es el nombre del psicólogo?<br />Bierhoff.— Bueno... este... (A Maite. Fuera de locución) Maite, Lozano, denme un nombre de cualquier psicólogo pana ahí...<br />Lozano.— Ah... Ahora sí nos necesita... ¿quieres un nombre?<br />Maite.— Eduardo Disquez, él es pana.<br />Bierhoff.— ¡Eduardo Disquez!<br />Voz.— Gracias, entonces. Visitaré el colegio de psicólogos. ¿Tengo derecho, verdad?<br />Bierhoff (Confundido).— Desde luego, no habrá ningún problema. Pero seguimos con la inquietud...<br />Voz.— Me siento satisfecho. Ahora soy yo quien cuelga. ¿Cómo te quedó el ojo? (Ríe. Cuelga la llamada)<br />Bierhoff.— Amigos oyentes, como ven, todos aquí tenemos nuestra ocasión.<br />Maite (En locución).— Buenos amigos, esperamos cualquier llamada que tenga sus intereses... (Continúa en locución)<br />Bierhoff (Fuera de locución).— Lozano, esta vaina me preocupa...<br />Lozano.— ¿Qué, vale?<br />Bierhoff.— Este tipo puede demandarnos.<br />Lozano.— Ahora sí te soy útil. Antes no.<br />Bierhoff.— Aguántate. Estamos trabajando.<br />Lozano.— De acuerdo. Pero un carácter así, ¿quién puede soportarlo?<br />Bierhoff.— Cálmate.<br />Lozano.— Un día estás de una manera. Al otro, eres diferente. ¿Qué hacer?<br />Bierhoff.— Tampoco lo sé.<br />Lozano.— Sí que te enredas hoy.<br />Bierhoff.— ¡Estamos enredados!<br />Lozano.— ¡Ya! No te pongas necio. Ese tipo no va a hacer nada.<br />Bierhoff.— Estoy cansado para esto.<br />Maite (Manteniendo la locución).— Y a las doce y cincuenta y cinco minutos. Esperamos tus interrogantes. Todo lo respondemos, todo lo resolvemos.<br />Voz.— Hola, bueno, es que tengo un problema y lo más seguro es que se reirán de él...<br />Bierhoff (Vuelve a la locución).— La idea es tratar de ayudarnos...<br />Maite.— Si quieres te dejamos un fondo musical. ¿Qué te parece música antiestrés?<br />Voz.— No sé, cualquier cosa. Además, no creo en eso de música antiestrés. Me gustaría que entráramos en materia.<br />Maite.— Estamos en materia...<br />Voz.— No cómo quiero.<br />Bierhoff.— Hacemos lo posible...<br />Voz.— Imagínate que algún día, tú tomas control de todo.<br />Bierhoff.— ¿De todo?<br />Voz.— Sí.<br />Bierhoff.— Esto merece música, Lozano. ¿Lozano? Es tuya la opción. (Cambia el ambiente musical)<br />Voz.— ¿Pueden con música erótica?<br />Bierhoff.— ¿Erótica?<br />Voz.— Sí, para contarle todo...<br />Bierhoff.— Me hablaba de tener el poder...<br />Maite.— ¿Hablamos de amor o de poder?<br />Voz.— Es lo mismo... ¿Bierhoff?<br />Bierhoff.— ¿Sí?<br />Voz.— La música no es la correcta.<br />Bierhoff.— ¿Por qué?<br />Voz.— Es muy moral...<br />Maite.— Es romántica como todos nuestros éxitos «en off». Romántica.<br />Voz.— No lo suficiente, Maite.<br />Maite.— ¿Qué deseas entonces?<br />Voz.— Más erótica.<br />Bierhoff.— Empiece mejor, con o sin música erótica.<br />Voz.— Le decía que es cuestión de tener poder.<br />Bierhoff.— Interesante.<br />Bierhoff.— O sea, tomas el lugar de tu trabajo.<br />Voz.— No exactamente.<br />Bierhoff.— ¿Cómo entonces?<br />Maite.— ¿Por qué no me lo cuentas?<br />Voz.— A cualquiera de los dos. Pensándolo, una mujer está bien.<br />Maite.— ¿Una mujer?<br />Voz.— Sí, son cosas de hombre y mujer.<br />Bierhoff.— Siendo así, escuchemos.<br />Voz.— ¿Al hombre o a la mujer?<br />Maite.— Como quieras.<br />Bierhoff.— Imagínense que tiene un deseo profundo por hacer. Y de pronto, ¡Zas... ! Es el momento...<br />Maite.— ¿El momento?<br />Lozano (Fuera de locución. La Voz permanece al fondo, rumorando).— Ay... Bierhoff, estás de lo último en este programa. Este tipo sí que es raro.<br />Bierhoff (Igual).— Buena vaina contigo. Deja que ese hombre hable.<br />Lozano.— Ay... vale. ¿Qué te parece Maite?<br />Maite.— Quédate tranquilo, vale.<br />Bierhoff.— Si quieres te doy el micrófono.<br />Lozano.— Sabes por dónde te lo puedes meter.<br />Maite.— Era lo que faltaba.<br />Bierhoff.— No, en serio, si quieres te doy el micrófono.<br />Lozano.— Sabes que no es mi trabajo.<br />Bierhoff.— ¿Entonces? ¡Deja que este tipo hable! (Se deja escuchar la Voz)<br />Voz.— Y así es. Una vez que te atrapen haces lo que quieras.<br />Bierhoff.— ¿Todo?<br />Voz.— Sí. Depende de cómo lleves el control.<br />Bierhoff.— ¿El control de qué?<br />Voz.— Bueno... después de que estés atrapado. Te haces el tonto y dejas que te controlen...<br />Bierhoff.— ¿Sucesivamente vas haciendo lo que quieres?<br />Voz.— Sí. Por ejemplo, esperas tener la cita con ella...<br />Maite.— Siempre hablando de mujeres...<br />Voz.— ¿Hay algo mejor?<br />Maite.— Desde luego.<br />Voz.— ¿Por ejemplo?<br />Maite.— De la vida.<br />Voz.— Es de lo que hablo.<br />Bierhoff.— Permítele continuar.<br />Maite.— Eso hago, pero nuestros radioescuchas tienen derecho a una mejor interlocución.<br />Bierhoff.— Constantemente, los interlocutores... ¡qué fastidio!<br />Maite.— Claro, a ellos nos debemos.<br />Voz.— ¿Hablan ustedes o yo?<br />Maite.— Este es un programa de interlocución.<br />Voz.— ¿Interlocución? Hablen en cristiano si quieren que los entienda.<br />Maite.— Hablamos para todos, mi querido radioescucha.<br />Voz.— Déjenme terminar...<br />Bierhoff.— Termine...<br />Lozano (Fuera de locución).— Esta vaina sigue muy rara... , enredada por todos lados.<br />Maite.— (Como locutora) A la una de la mañana. Seguimos con el cuento de nuestro afortunado...<br />Voz.— Tú, emocionado, simulas estar encerrado...<br />Bierhoff.— Comprendo, esto me da una gran idea.<br />Maite.— ¿Una idea?<br />Voz.— Te encierras, esperas tu oportunidad... te pones mansito como un corderillo. Como quien no rompe un plato.<br />Bierhoff (Abstraído).— ...Y piensas cómo tomas el lugar para hacerlo tuyo...<br />Voz.— ...Tu te haces el inocente...<br />Bierhoff.— ...Y lo tomas definitivamente...<br />Voz.— ¡Hasta que logres lo que necesitas!<br />Maite.— ¿Qué, no entiendo?<br />Voz.— Sus piernas.<br />Bierhoff.— ¡La radio!<br />Lozano.— Esto vuelve a ser extraño…<br />Voz.— Ah... disimulas. Le haces ver a ella que es una cita romántica. Con candelabro y todo...<br />Bierhoff.— Preparando de lo mejor la ocasión. Aprovechando la oportunidad.<br />Voz.— Y cuando tengas la mejor oportunidad...<br />Bierhoff.— Preparas la situación para que te puedas ganar a tus interlocutores...<br />Voz.— Bueno, eso de la interlocución, como ustedes dicen, debe hacerse agradable. A ellas les agrada que les digas palabras bonitas...<br />Bierhoff.— No necesariamente. Muchas de las veces con palabras duras se pueden decir mejor las cosas.<br />Voz.— ¡No! Con palabras duras no vas a llegar a las cosas.<br />Maite.— ¿Cuáles son las cosas?<br />Voz.— ¿Usted quiere saber qué cosas?<br />Maite.— Sí.<br />Voz.— Las cosas que les gusta a usted a las mujeres. O sea, una buena...<br />Maite.— Pero antes, nuestro amigo tras el micrófono, dejará un fondo musical. Y «en off» nos vuelves a llamar.<br />Voz.— Lo que voy a decir vale con fondo musical.<br />Lozano (Fuera de locución).— Yo, siempre resolviendo tus peos.<br />Maite (Igual).— Es que este tipo está ladilla.<br />Bierhoff.— Bueno amigo, oyó. (Cuelga la llamada) ¡Ahora los dejo en línea con Lozano! Para que sienta con libertad el amor en sus noches románticas «en off».<br /><br />(Todo, al cambio de este momento, está fuera de locución. Conservándose el ambiente musical y publicitario de la radio, como estructura ambiental de, ésta, la radio. Hay, al mismo tiempo, un cambio en la atmósfera y del ritmo)<br /><br />Maite.— El tipo estaba bien pasado.<br />Bierhoff.— Y tú, siguiéndole la corriente.<br />Maite.— ¡¿Vas a empezar...?!<br />Bierhoff.— Eres tú quien empieza. (Cambia) ¿El vigilante?<br />Lozano.— Vuelve... el agua al cántaro...<br />Bierhoff.— ¡Dame las llaves!<br />Lozano.— ¿Cuáles llaves?<br />Bierhoff.— La de las puertas. ¿Me dijiste que el vigilante no está?<br />Lozano.— Cierto.<br />Bierhoff.— Entonces dame las llaves.<br />Lozano.— ¿Para qué?<br />Bierhoff.— Dámelas.<br />Maite.— Dáselas, Lozano.<br />Lozano.— Está bien, no sé para qué.<br />Bierhoff.— Únicamente deseo saber si estamos solos.<br />Lozano.— Te dije que sí, como cuarenta y cinco mil veces.<br />Maite.— Ya sabremos para qué.<br />Lozano.— Con alguna nueva vendrá.<br />Bierhoff (Transición).— Es el momento de todo.<br />Maite.— ¿Cómo?<br />Lozano.— ¿No te dije? Es uno de sus juegos de nuevo.<br />Bierhoff.— Está vez hablo en serio.<br />Maite.— ¿Pero a qué te refieres?<br />Bierhoff.— De tomarlo todo.<br />Lozano.— ¿Cómo que todo?<br />Bierhoff.— La radio, el control a nosotros.<br />Lozano.— ¡Nunca!<br />Bierhoff.— ¡Hablo en serio! Te lo aseguro.<br />Maite.— ¿Con nosotros?<br />Bierhoff.— Inclusive.<br />Lozano.— A mí, no. ¡Soy libre!<br />Bierhoff.— Nadie puede serlo. No se es libre de nada.<br />Lozano (Jugando en el entorno).— Soy libre como un pájaro.<br />Bierhoff (Molesto).— Nadie es libre de nada.<br />Maite (Susurrándole al oído a Lozano).— Tranquilo, se pondrá más nervioso.<br />Lozano (A Bierhoff).— No te lo tomes tan en serio, relájate.<br />Bierhoff.— No hay tiempo para relajarme. Debo hacerlo a tiempo.<br />Maite.— ¿Hacer qué? ¡Habla de una vez!<br />Bierhoff.— Todo a su tiempo.<br />Lozano.— Ay... Bierhoff...<br />Bierhoff.— No estoy jugando. ¿Okey!<br />Lozano.— Ah... comprendo, es que estamos cerca de finalizar el programa...<br />Bierhoff.— ¡No! Nada de eso. Empezamos desde el principio. Es decir, relájense, tengo que decirles algo. Son las once y cuarenta y cinco minutos de nuevo como al inicio del programa. ¡El programa empieza!<br />Maite.— ¡Me estás poniendo nerviosa, Bierhoff!...<br />Lozano.— Y no comprendo nada.<br />Bierhoff.— Nada tienes que comprender, obedece.<br />Lozano.— Tampoco las cosas son así, vale... Estás diciendo que son las once y cuarenta y cinco minutos. Y no son la once y cuarenta y cinco minutos. ¡Es la una de la mañana! ¡La una! ¿Comprendes?<br />Bierhoff.— Claro que comprendo. De eso se trata.<br />Maite (Nerviosa).— ¿Quieres explicarte?<br />Bierhoff.— Sencillo, no se pongan nerviosos. De cualquier modo, están bajo mi control. El tiempo ha regresado.<br />Lozano.— Sencillo, sí, vale...<br />Maite.— De verdad, qué sencillo...<br />Lozano.— ¿Eso de que regrese el tiempo?<br />Maite.— Ni que estuviéramos locos.<br />Lozano (A Maite).— ¿Estamos locos?<br />Maite.— Yo no, ¿y tú?<br />Lozano.— No, ¿y tú?<br />Maite.— No, ¿y tú Bierhoff?<br />Bierhoff.— Miren, de verdad no estoy jugando.<br />Lozano (Ríe).— Yo no, ¿y tú Maite?<br />Maite.— Yo no, ¿y tú Lozano?<br />Lozano.— No vale, ¿será el calor?<br />Maite.— ¿O será el frío?<br />Lozano.— Lo único que te falta decir es que «del cielo cayó una rosa...» o «los zapatitos me aprietan»...<br />Maite (Ríe).— O cántame una canción de amor...<br />Bierhoff.— ¡Es algo mejor que eso!...<br />Lozano (Igual).— O declárame tu amor...<br />Bierhoff.— ¡Algo mejor que eso!<br />Maite.— ¿No me vas a declarar tu amor?<br />Bierhoff.— Claro que no, querida...<br />Lozano.— Entiendo que el programa estresa, pero estás llegando al colmo. Mejor entremos en línea con el programa.<br />Bierhoff.— Entraremos, pero con el tiempo hacia atrás.<br />Maite.— Me estás poniendo nerviosa...<br />Lozano (Como niño).— A mí me está gustando la vaina.<br />Bierhoff.— Con la pequeña diferencia que no tendrá final...<br />Maite.— ¿Por qué?<br />Bierhoff.— Porque tengo control del tiempo. Quien tiene control del tiempo, tiene control del conocimiento, tiene poder. Además, tengo las llaves...<br />Lozano.— Tumbo las puertas. Bierhoff es tonto, el control no lo tiene nadie.<br />Bierhoff.— Entonces perderás la oportunidad de ser libre...<br />Lozano.— Lo soy cuando quiera...<br />Bierhoff.— Es mentira, los has dicho ya, siempre haz obedecido órdenes. Es tu oportunidad de rendirte o, en cambio, de ser libre de una vez por todas. ¡No busques tu propia esclavitud! Encuentra tu libertad. Este oyente que habla de la violencia. Tiene derechos, todo me ha recordado que esta mierda de la radio, es pura mierda. El tipo tiene razón, Maite, la gente tiene derechos. La violencia está en cada uno de nosotros. Eso es lo que me tiene mal. Que el tipo me recordó que somos todas unas mierdas. Ese al que le cortamos la llamada, al que nos va a demandar.<br />Maite.— ¿Y qué de mí? ¿No tomas en cuenta que estoy nerviosa, lo que sientes por mí, no vale?...<br />Bierhoff.— Aquí vale lo que siente el público, los oyentes...<br />Maite.— ¿No te entiendo? Hablas para atrás y para delante...<br />Bierhoff.— Si de eso se trata, de ir hacia atrás con el tiempo.<br />Lozano.— ¿El público? ¿Cómo hacer?<br />Maite.— ¿Qué haremos nosotros?<br />Bierhoff.— Tengo el control. (Tratando de poner calma) Ténganme confianza. Asumimos el programa desde el principio...<br />Maite.— Por cierto, llevamos mucho tiempo fuera de línea otra vez...<br />Bierhoff.— Cálmate, eso lo arreglo. Empezaríamos así: «¡Buenos días!... Por lo general, se dice así. ¡Y la ale­gría debe conti­nuar! A las once y cuarenta y cinco minutos, exactamente, de la no­che. Y no es hora de decir buenos días... bien lo cam­biaría­mos por ¡buenas noches! Buenas noches o buenas mañanas como mejor quieran... Ahora... mis queridos radioescuchas en amando con Bierhoff. ¡Al que no tienes en off y encendi­do!». (Pausa) ¿Ven? Sencillo...<br />Maite.— ¿Y qué?<br />Bierhoff.— ¿No comprendes? Tendríamos el control del tiempo. El público se extrañaría y le diríamos que tienen la libertad de preguntar lo que quieran. ¿Se imaginan? Lo que quieran.<br />Lozano.— Comprendo, serían libres.<br />Bierhoff.— Sí, libres...<br />Maite.— Van a preguntar de toda vaina. Eso es medio jodido controlarlo...<br />Bierhoff (Fascinado).— ¡Ellos son los dueños!<br />Lozano (Como siguiendo el juego, mostrando sus ansias por ser locutor).— ¡Y nosotros los reyes!...<br />Bierhoff.— En una ciudad tan oscura, cómo es esta ciudad de Maracay, donde no pasa nada.<br />Lozano.— ¿Podría hacer de locutor?<br />Bierhoff.— Claro.<br />Maite.— Te sustituyo, Lozano.<br />Bierhoff.— Pero nadie sale, okey.<br />Maite (Cambia).— Pero, ¿y qué de los dueños de la radio?<br />Bierhoff.— Esa es la idea, querida, los mandamos a comer mierda.<br />Lozano.— El mismo público se encargaría de ello.<br />Bierhoff.— Correcto.<br />Maite.— ¿Y si las autoridades quieren tomar la radio?<br />Bierhoff.— Los amenazamos.<br />Lozano.— Está bueno, pero ¿cómo?<br />Bierhoff.— Decimos que diremos toda la verdad de ellos.<br />Maite.— ¿Cuál?<br />Bierhoff.— Que están aliados a los narcotraficantes. Eso no es un secreto para nadie.<br />Lozano.— ¿Cómo haremos eso?<br />Bierhoff.— Ya veremos...<br />Maite.— Vamos a decir algo de lo que no tenemos prueba.<br />Bierhoff.— ¿Y qué pasa?<br />Lozano.— Sí, verdad, ¿qué puede suceder cuándo somos los dueños de la radio?<br />Maite.— Pero están planteando algo un poco ridículo.<br />Bierhoff.— ¿Ridículo por qué?<br />Maite.— ¿Cómo vas a controlar a tus oyentes a la vez que nadie entre tumbando las puertas de la radio?<br />Bierhoff.— ¿Qué crees? Tengo todas las medidas tomadas.<br />Lozano.— ¿Qué quieres decir?<br />Bierhoff.— Empiezo a amenazar.<br />Maite.— ¿Con qué?<br />Lozano.— ¿Con el micrófono?<br />Bierhoff (Tomando del escritorio una extraña pieza).— Con esto.<br />Lozano.— ¿Qué?<br />Bierhoff.— Chocolate no es.<br />Maite.— ¿Qué, Bierhoff?<br />Bierhoff.— Un pequeño plástico explosivo.<br />Lozano.— ¡Verga ahora si la resolvimos! Con un regalo aquí.<br />Maite.— Por su puesto que no la vas a usar contra nosotros.<br />Lozano.— Sigue siendo ridículo.<br />Bierhoff.— ¿Por qué?<br />Lozano.— Se puede decir cualquier cosa. ¿En qué cambia?<br />Bierhoff.— Ciertamente, no lo había pensado.<br />Maite.— ¿Te das cuenta?, es ridículo.<br />Bierhoff.— No, espera, es fácil de solucionar.<br />Lozano.— ¿Cómo?<br />Bierhoff.— Elemental, amigo. Lo sabrán todos los medios de comunicación.<br />Maite.— ¿Y qué?<br />Bierhoff.— En menos que canta un gallo tendremos toda la prensa con nosotros.<br />Lozano.— Que tengas a la prensa no lo resuelve del todo.<br />Bierhoff.— ¿Qué dices?<br />Maite.— ¿Cómo lo vas a controlar?<br />Bierhoff.— Nada difícil, Maite. Mientras llegue la policía, mantendré a todo mundo en ascuas.<br />Lozano.— Sigo sin comprender.<br />Bierhoff.— A todos los amenazaré.<br />Maite.— Crearán que es mentira.<br />Bierhoff.— Activo parte de la explosión a las puertas de la radio.<br />Lozano.— ¿No me usarás a mí?<br />Bierhoff.— Es decir, ¿me dejas solo? Por lo menos no me delatarás.<br />Lozano.— Bueno, eso no...<br />Maite.— Carajo, Lozano, ¿te vas a rajar?<br />Lozano.— No, no, bueno, después de todo, ¿qué pierdo?<br />Maite.— ¡Eso es! Entusiásmate. Esta vaina se estima divertida.<br />Bierhoff.— ¡Y escandalizamos!<br />Maite.— ¡Y nos divertimos!<br />Bierhoff.— Invitamos a los demás a divertirse.<br />Lozano.— Me está gustando la idea. (Suena el teléfono) Aló... ¿quién?...<br />Voz.— Me gustaría hablar con Bierhoff...<br />Lozano.— En estos momentos no lo puede atender.<br />Voz.— ¿Por qué?<br />Lozano.— Está ocupado con la próxima sección del programa... Inténtelo más tarde, buenas noches... (Cuelga el teléfono. Vuelve a sonar)<br />Voz.— Aló... tienen mucho tiempo sin contestar...<br />Lozano.— No se preocupe, ya pondremos al aire su programa favorito.<br />Voz.— Es que... (Cuelga el teléfono)<br />Lozano.— ¿Vamos a dejar la música solamente?<br />Bierhoff.— Dame tiempo, ¿quieres?<br />Maite.— El público no puede quedarse esperando...<br />Lozano.— ¿Y dejar las cosa como están?<br />Bierhoff.— ¡Basta ya! Cambiemos las cosas. Pon todo en orden.<br />Lozano.— Pero, Bierhoff, no me gustan las cosas así...<br />Bierhoff.— ¿Qué quieres?, ¿dejarte convencerte por otros? ¿Acaso no es lo que tanto deseabas?<br />Lozano.— Pero no de esa manera...<br />Maite.— Quieren dejar de discutir. El público espera. Acuérdate que el teléfono no ha dejado de sonar. Mientras que ustedes discuten...<br />Bierhoff.— No te quejes tanto y pásame la llamada... ¿Aló?<br />Voz.— Caramba, Bierhoff, cuánto ha costado comunicarse.<br />Bierhoff.— Estábamos haciendo algunos ajustes.<br />Voz.— ¿De qué tipo?<br />Bierhoff.— Tendremos muchas sorpresas al aire. Cuando te diga ¡ahora!, estarás en el aire y podrás decir lo que quieras.<br />Voz.— ¿Todo cuanto quiera?<br />Bierhoff.— Sí. (En locución) ¡Estamos de regreso en la hora de tu programa en off y siempre encendido... (Suena el teléfono)<br />Voz.— ¿Aló?<br />Bierhoff.— Aló...<br />Voz.— Se cayó la llamada... Estás en el aire<br />Bierhoff.— Puedes decir lo que quieras...<br />Voz.— No entiendo.<br />Bierhoff.— Lo que quieras...<br />Voz.— ¿Por qué así?<br />Bierhoff.— Porque ahora eres dueño del programa.<br />Voz.— ¿Completamente?<br />Bierhoff.— Completamente.<br />Voz.— ¿Entonces por qué el programa a veces es tan ridículo? (Suena el teléfono repetidas veces)<br />Bierhoff (Eufórico).— ¡Por fin alguien está de acuerdo conmigo!<br />Voz.— ¿Por qué lo dices?<br />Bierhoff.— Ahora somos dueños del programa... (Sigue sonando insistentemente el teléfono) hay otra llamada... ¿Aló?<br />Voz.— Eso de decir lo que sea me parece fascinante, una maravilla y, además, el programa no es ridículo. ¿No lo crees?<br />Bierhoff.— Depende del nivel de tu estupidez... (Mantiene al fondo el diálogo con la Voz)<br />Voz.— Aquí nada es estúpido, sólo usted... (Cuelgan la llamada)<br />Bierhoff.— ¿Ven?, a cada cual la estupidez que se merece. (Suena el teléfono) ¿A quién tenemos del otro lado?<br />Voz.— Bierhoff, te felicito. Nuestro pueblo necesitaba una voz así la cual se identificara con las necesidades del país...<br />Bierhoff.— Sí, yo tengo mi propia revolución, voy a reventar este estudio con radio y todo, vete a la mierda... (Maite y Lozano ríen) Puedo decir lo que quiera. Yo soy la revolución.<br />Maite (Fuera de locución).— ¿Realmente podemos hacer lo que queramos?<br />Lozano.— Así parece. Lo que soy yo, renuncio. Colocaré música clásica. ¿Qué tal Mozart?<br />Maite.— Hablaré de literatura en general, siempre quise hacer un programa que hablara de Anna Ajmátova, o cualquier otra poeta.<br />Bierhoff.— Por mí puedes hablar de cualquier poeta, del que te dé la gana...<br />Maite.— Imagínate lo que me dé la gana (Bierhoff Muestra la intención de volar con todo)<br />Lozano.— ¡No Bierhoff! No revientes con todo, disfrutemos un poco la situación... Fíjate, tengo un poco de música clásica, sólo hay que esperar la situación del público, un poco de todo, ¿entiendes?<br />Bierhoff.— Sí claro, un poco de música clásica, un poco de Jimmy Hendrix...<br />Lozano.— ¿Jimmy Hendrix? Bueno como te dé la gana, hemos dicho. Coño, por cierto, el público nos está oyendo. ¿No tienes nada allí en ese explosivo, verdad?<br />Bierhoff.— Tú me dirás si es antes o después de Mozart o de Hendrix... (Cambia) No seas ridículo Lozano. Que explosivo de mierda. Hay que llamar la atención de alguna manera<br />Maite.— (A Lozano, haciéndose cómplice del juego) Bueno, entre una poetisa y otra no es realmente importante... la detonación puede suceder en cualquier momento, sencillo, cuando lo desees.<br />Lozano.— Sí, porque una detonación entre una poeta u otra es siempre una detonación.<br /><br />(A partir de aquí la escena se oscurece, creando una atmósfera aislada, como marcando otro sentido con el espacio y el tiempo. La escena es cada vez más oscura. Otorgándole a la escena su teatralidad. Y a su vez, una distancia con el espectador. Al final, sólo quedan los diálogos)<br /><br />Bierhoff.— Que todo se vaya a la mierda, Lozano: los oyentes sin criterios, los políticos, los dueños de la radio, los clientes, lo que no dices, lo que dicen. Todo a la mierda. ¿Entiendes?<br />Lozano.— No.<br />Bierhoff.— La literatura, ¿qué tiene que ver la literatura con esto? ¡El poder, se trata del poder!...<br />Maite.— ¿Y el amor?<br />Bierhoff.— El amor es poder. ¿Quién ama si no es por el poder?<br />Lozano.— Y las ideas.<br />Bierhoff.— Sólo sirven para que los políticos se exhiban por la televisión, por la radio.<br />Lozano.— Nos escuchan Bierhoff...<br />Bierhoff.— Esa es la idea, Lozano, como al Presidente. ¿Entiendes?<br />Lozano.— No.<br />Maite.— ¿Y el amor?...<br /><br />(Se escucha, entre la oscuridad, una toma policial: «¡Manos arriba, todos contra la pared. Quietos! Tienen derecho a contratar un abogado, deben permanecer callados, lo que digan podrá ser utilizado...»)<br /><br />(Luego se da paso al sonido metálico de emisoras de radio, una sobre la otra se confunde con un juego de fútbol, otra, se desplaza por un discurso político, creándole al espectador la sensación de que hasta ahora estuvo escuchando radio. Una Voz sobre la otra)<br /><br />Voz1.—…Centra Fernández al lateral izquierdo sin que tenga quien lo acompañe y el defensa toma el balón…¡y, qué pasó!.... ufff… casí comete Novoa… comete el error imperdonable de un autogol…<br />Voz2 (Ruido metálico).— …Yo la chica de la noche, como siempre usted lo disfruta aquí en nuestra radio, el lugar del entretenimiento. Tenemos la cartelera cinematográfica de este fin de semana…<br />Voz3 (Igual).—…Buenos días ciudad... ¡Estamos vivos hasta ahora! Trasmitimos todo la información que la gente quiere oír y en español: política, deportes, economía… (Música. Una vez una, otra diferente, sucesivamente)<br /><br />(Breve Pausa. Silencio)<br /><br /><br />Voz de Locutor.— Buenos días. Como ustedes saben amigos oyentes, en la madrugada anterior, tuvimos con nosotros una situación bastante inusual. Me apena realmente tener que hablar de esta situación. Puesto que ustedes saben que en estos momentos es importante gozar de buena salud. El hombre necesita estar con dios. No debe beber, no debe fornicar, ni fumar, sino encontrarse con Dios, gozar de buena salud. Un hombre que se apega a las leyes de Dios, no tendrá que ir al infierno. Por ello, nuestros hermanos del programa no están con Dios. Lamento por la muerte de ellos. Creo que la policía exagero un poco. Entonces hermanos tómense de las manos y pidamos por sus almas... (Oscuro en la medida que su diálogo desciende. Se deja escuchar una voz de radio: «Hoy contigo el programa de tu día y que te aclara. Todo. Si estamos aquí a la hora de la ciudad con nuestro Cheff, con tu amigo de todas mañanas, Sumito, tu amigo… Hoy tendrá como invitado a René Soto, sí el periodista…». Seguidamente, una vez más, cambios de estación, creando una suerte de sonido eléctrico ininterrumpido hasta que asciende finalmente junto con el cierre de telón).<br /><br />Fin de La tarde de la iguana<br /><br />JUAN MARTINS<br />TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS. PROHIBIDA SU REPRODUCCION POR CUALQUIER MEDIO SIN AUTORIZACION . CONTACTO: <a href="mailto:estivalteatro@gmail.com">estivalteatro@gmail.com</a> <a href="http://www.dramaturgia.wordpress.com">www.dramaturgia.wordpress.com</a>animal stormhttp://www.blogger.com/profile/14507451639067425936noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-450246237374959914.post-2491606303792864232007-05-20T18:15:00.001-07:002007-05-20T18:19:44.841-07:00DOLLWRISTDiscurso melodramático en dos capítulos<br /> de <strong>juan martins</strong><br /><br />PREMIO MAYOR DE LAS ARTES, MENCIÓN DRAMATURGIA.2004<br /> <br />Oh! hay palabras irrepetibles.<br /> Quien la buscó, perdió demasiado.<br /> Sólo el azul del cielo<br />y la misericordia de Dios son inagotables.<br /><br /> <br /> Anna Ajmátova<br />(Soy vuestra voz)<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />«El animador» la produje como una catarsis frente a las humillaciones de los animadores de concursos televisivos con los participantes (...) para que la gente pudiera sentir esa misma satisfacción de venganza que sentí yo cuando escribí la obra...<br /><br /> Rodolfo Santana (El Nacional C-U. 23/12/96)<br /><br /><br /> <br />Exequiel, muy joven y aventurado. «Office boy» de la televisora. Viste elegante para su edad.<br />Aura, 41 años. La apariencia sensual ciñe su modo de vestir.<br />Rubén, Joven, dueño de la televisora, sólo aparece como imagen proyectada de vídeo.<br />Hombre uno y dos, aparecen de acuerdo a lo que exige el texto.<br /><br /><br />Capítulo Primero<br />Escena primera<br /><br />Entra Aura hablando. Busca sentarse en uno de los bancos del lugar, frente a ella un espejo sencillo y de buen gusto. Existe en ella la intención de encubrir su suicidio. Recurre para ello a una pequeña daga. Como si estuviera al final de su vida (en un juego de lugares comunes). Se mira en el espejo. Continúa. Al fondo «Symphony No.6. Pathétique. Adagio lamentoso» de Tchaikovsky. De aquí en adelante se reitera este fondo musical al gusto del director de escena.<br /><br />Aura— ¡El muy marico! Mandarme en todo. ¡Como si yo fuera una maldita muñeca sueca! Cuando ni siquiera me he maquillado. (Cambia. Remedando a un slogan publicitario. Juega con la daga y luego se maquilla) «Uno debe mostrar su mejor sonrisa, su mejor alegría»... El tipo es imbécil. (Pausa larga. Ríe) Pretende obtener, con todo y su estupidez, mis favores. (Pausa. Se toca el cuerpo lascivamente) ¡Un día de estos me dirá qué color remesar en mis ojos, otro día, en los labios. Otro día ¡qué sé yo en qué lugar del coño! Pues le diré a ese estúpido que me maquillo primero así, (declara en gestos) o sea, donde me dé la gana... (Continúa igual. Esta vez como si alguien la interrogara, mirando hacia el público a través del marco del espejo) Un carajo que no conoció estudio, sino dinero, anhela ahora, a punta de jalar bolas, ser dueño de todo... Corrijo, es dueño de todo. Ya parece un gallo. Pero, se «peló»... No soy su gallina. ¡Qué vaya a joder con otra! Que bastante hay en esta mierda... (Cambio) De acuerdo, seguiré maquillándome. Sin tener nada mejor qué hacer: tomaré ahora mis labios y mi cutis. (Pausa. Se mira al espejo) ¡Ay! Parezco a una vieja puta... (Pausa) Ese Rubén si es arrecho, cojerme a las primeras de cambio. (Entra Exequiel interrumpiéndole)<br />Exequiel (Entrando).— ¡Permiso! Señora Aura ¡Ah!, disculpe, ¿le interrumpo?...<br />Aura (Algo sorprendida. Segura de sí. Le recibe caminando alrededor de él. Pasa seguro a la puerta y la cierra con vehemencia. Él, se extraña en algo. Entra despacio a la escena. Ella, continúa alrededor de él).— No se asuste, sólo murmuraba en voz alta.<br />Exequiel— ¿O con el espejo? Descuide... no es de mi incumbencia...<br />Aura—No, está bien. Su pregunta es pertinente. Continúe.<br />Exequiel— He venido porque Rubén...<br />Aura— Sí, me di cuenta. Rubén no deja de joder...<br />Exequiel— Señorita, usted sabe que él da las órdenes...<br />Aura (Ambos se dirigen hacia el espejo, mientras la mujer utiliza un tono de burla).— Sí, él da las órdenes...(Cambia. Transición) Pero cambiemos de tema. Para empezar, prefiero que me llames Aura, sencillamente Aura<br />Exequiel (Nervioso).— Como diga, señorita, perdón, Aura...<br />Aura— ¿Estás nervioso?<br />Exequiel— Es que si no envío esto a tiempo, tendré...<br />Aura— Conozco ese tipo de presión.<br />Exequiel (Confiado).— Entonces, comprenderá que Rubén...<br />Aura— Aquí se hace cuanto él pide. Lo que él... pide (Algo molesta consigo. Muestra gesto de inconformidad) Por ejemplo, vienes a pedirme que corra hasta la sección de grabación, sin olvidar, por supuesto las nuevas reglas del «Market» y de publicidad o, en cambio, a que si estimé, como él pide, el nuevo «look» de maquillaje... (Con gestos insinuantes)<br />Exequiel— Sabrá usted que es justamente mi trabajo.<br />Aura— Sin embargo puedes hacer que tu trabajo sea diferente.<br />Exequiel (Algo interesado).— ¿Cómo?<br />Aura— Es sencillo. Primero, prométeme que te vas a relajar y, a cambio, te ayudaré con Rubén. (Se le acerca muy cariñosamente, como si le conociera desde hace tiempo. Toca los cabellos de Exequiel) Prométemelo. Necesito escucharte.<br />Exequiel (Inseguro. Rodea la habitación del camerino).— De acuerdo, se lo prometo.<br />Aura— Ahora iniciamos nuestra confianza. (Se acerca hasta la puerta para asegurar que está cerrada, muy sigilosamente. Con determinada predicción. Sin que se percate Exequiel) Aprecia las cosas con más tranquilidad. Por ejemplo, cuándo me preguntabas si hablaba con el espejo... Sí, hablaba con el espejo... Con él podemos tener una vida placentera. Depende de cómo mires las cosas.<br />Exequiel— No lo tome tan en serio...<br />Aura— Por favor, dejemos tanta distancia y tutéame, ¿quieres?<br />Exequiel— Bueno, para mí es un placer, Aura...<br />Aura (Manteniendo intimidad con su diálogo).— Mejor así. Te decía, pues, que sobre el espejo verás un mundo interior impenetrable. Debes cultivarlo, y entenderte con él. Puede servirte, incluso, de consejero, ya en una situación más íntima de intercambio. ¿Estás de acuerdo?<br />Exequiel (Algo inseguro.).— En cierto sentido sí.<br />Aura— ¿Qué dices?<br />Exequiel— O sea que si es, por el contrario, para despejar frustraciones y engaños. No veré otra cosa en el espejo que un marco vacío.<br />Aura— Hablas del tema con firmeza.<br />Exequiel— Hago el esfuerzo. Escribiendo algunas cosas...<br />Aura (Sorprendida con emoción).— ¿Escribes?<br />Exequiel— No exactamente.<br />Aura— ¿Qué entonces?<br />Exequiel— Bueno he tratado de escribir para esta última telenovela. Ya sabes...<br />Aura— Pero allí, con Rubén, no hay lugar para ese tipo de vainas que me estás diciendo.<br />Exequiel— Ellos quieren un poco de tus ideas, las vendes. Tú conoces el medio y aprendes_ Coño se gana algo de dinero así.<br />Aura— Visto, de ese modo, es más fácil.<br />Exequiel— Uno encuentra el modo.<br />Aura (Muy sensual).— ¿De enredarse?<br />Exequiel— No, de ganarse la vida.<br />Aura— Eso es verdad. (Se le acerca, queriendo seducirle. Todo es confuso para Exequiel) Uno encuentra cuanto quiere.<br />Exequiel (Eludiendo la situación).— No siempre. Entenderse con ese Rubén es difícil. ¡Aquí únicamente se hace lo que él manda! Por eso trato de escribir...<br />Aura (Satisfecha de la conversación).— En cambio yo uso el espejo y así me olvido de ese Rubén ¡cara de culo!<br />Exequiel (Se acerca al espejo, simulando su inocencia).— ¿Cómo?<br />Aura (Le sigue el juego).—Te detienes frente a él, juegas un poco, cierras los ojos hasta lograr concentrarte en un personaje. Preludias sus tonos y tu cuerpo deja de pertenecerte para cambiar por una imagen que no eres.<br />Exequiel (Entusiasmado).— ¿Por quién cambias?...<br />Aura— Espera...<br />Exequiel— Me gustaría verlo...<br />Aura (Toma el lugar de Exequiel Se sienta frente al espejo. A partir de este momento Aura insiste en involucrarlo a su juego).— Voy a intentarlo. (Cambio: expresado al personaje) Pienso en este espejo y me acomodo en el lugar de una mujer que ha esperado a ese joven. Ella viste hermoso, sólo para él. El cual ha llegado en ese instante. Aún permanece emocionada, cuesta creerle que el joven está cerca de ella. A su disposición. Ha tenido el sentimiento de esperar para su cuerpo. Él, como joven, en alguna medida, se siente entusiasmado. Ella muestra su cuerpo, en el que, a pesar de todo, conserva su piel (Exequiel piensa que no se trata de él) para sus ojos. Él debe tocarla, sentirla. Pueda que se le acerque poco a poco. Desea, sus labios sobre sus piernas (Exequiel se asusta ante el imperativo sensual de Aura. Le quiere tocar tímidamente, como deseándose convencer. Sin embargo el contexto no se lo permite: se ve interrumpido por la risa de ésta) y él apenas se le acerca... (Cambia. Vuelve a reír) No supo qué hacer. ¿Puedes imaginarte que no le besó las piernas?<br />Exequiel (Su deseo de tocarla se ve interrumpido. Muestra un gesto de inconformidad. Hace saber que se trata de un juego).— Si es pajuo.<br />Aura— No, al contrario, él la respeta y es un joven atraído por su madurez.<br />Exequiel (Confiando).— Cuando se es joven. Quiere uno otra cosa.<br />Aura— ¿Lo dices por ti?<br />Exequiel— No necesariamente. Uno va al grano, Aura, al grano. Tú sabes...<br />Aura— Todos los hombres piensan en lo mismo (Molesta) ¡No deberías llamarme Aura. No se_ les_ puede dar confianza!<br /> Exequiel— Vamos Aura, te comportas como una niña. Eres joven aún, mas no una niña.<br />Aura— Eso no tiene nada que ver con la edad. Es el deseo de aquél personaje. No el mío.<br />Exequiel— En todo caso, defiendes al personaje.<br />Aura— Una buena actriz defiende a su personaje.<br />Exequiel— Con tus personajes de las telenovelas no eres así.<br />Aura— ¡Esa vaina se hace por dinero! Tú acabas de decir: «Rubén pone las órdenes». Uno obedece.<br />Exequiel (Cambiando el contexto de la conversación).— Tienes razón. Mejor seguimos jodiendo a Rubén. Quisiera formar parte de este juego ¿Explícame cómo haces? Recuerda que no soy actor.<br />Aura— No es tan difícil. Primero te concentras. Cierra los ojos, (Le cubre los ojos con sus manos) relájate y vendrá a tu mente. (Exequiel se mueve) ¡Debes concentrarte! No es un juego. Además, conoces algo de esto, estás en el medio.<br />Exequiel— Está bien.<br />Aura— Es cierto. No es tan difícil. Siendo así, debes mirar hacia el espejo. Recordar, sobre todo, recordar...<br />Exequiel (Igual).— ¿Así?<br />Aura— Sí. Piensa bien a quién puedes interpretar.<br />Exequiel— Sólo dame tiempo.<br />Aura (Se le acerca, sin que Exequiel lo note, pretendiéndole sensualmente).— ¿Lo tienes?<br />Exequiel (Manteniendo los ojos cerrados).— Quisiera interpretar a un rey desterrado.<br />Aura— ¿Cómo?<br />Exequiel— Verás... (Cambia. Como rey) Ahora que él ha tomado el poder, en mi lugar, se han desatados todas las envidias en un sólo hombre. En mi lecho han querido corromper lo que en otro tiempo quise hacer de este reino: desguarnecido del dolor. Donde el viento no tiene lugar en la oscuridad. Puesto que su salida se vierte hacia la mirada de los sueños. De existir el día, la noche es expulsada hacia aquel viento sobre su propia pérdida. Ya ha dejado de existir. Y a su emplazamiento sólo socorre el hambre. Y la naturaleza ha quedado sin voz, sin cuidado. Están ausentes los caballeros de la corte. No hay quien proteja el lugar, sintiendo dolor el dolor. Para que nadie tenga derecho, una vez que el pecado haya consumido su belleza, a vivir de su propia aflicción que viene de esas columnas aún blancas donde mi rostro se muestra. De las tierras lejanas vendrá la locura a sustituir mi razón y será el instrumento de mi venganza. Cuando la muerte de los ojos sacie su sed.<br /><br /><br />Oscuro<br /><br /><br />Escena segunda<br />—Amando a Nelly—<br /><br /> <br />Aura— ¿No sabía que te gustaba jugar al rey?<br />Exequiel— Coño Aura no es al rey. Es al lugar, este lugar. Hay que pensar en un lugar imaginado. En un dolor ajeno. Y la cosa se te hará menos aburrida, más apreciable. ¿Comprendes?<br />Aura— ¿Acaso no te das cuenta de que el lugar es como Rubén? (Pausa) Cuando alguien te presiona tienes que cumplir a como dé lugar. Y él, en cambio, no te ofrece nada, solamente te exige. Se te acerca, muy suavemente ese guevón de Rubén, como no queriendo la cosa, para aplastarte con sus deseos vulgares. Porque todos los hombres tienen deseos vulgares. (Acercándosele) ¿Acaso los tienes tú también?<br />Exequiel (La mira con desconfianza).— Ah, ya, el lugar es un deseo vulgar... ¿A qué se refiere?<br />Aura (Nerviosa. Entre cambio de roles, simula su interés sobre él).— No,... a nada en particular... por su puesto, a los deseos...<br />Exequiel— Bueno, si es así, una que otra vez...<br />Aura— Eres como él, como sus programas, como Rubén.<br />Exequiel— ¡No jodas con eso! No me parezco a nadie. Y menos a este lugar.<br />Aura (Queriendo seguirle el juego).— Espero equivocarme porque lo que es él se puede comparar con un gran payaso, con todo y su programa de televisión... Y lo mejor es que dirige, coordina, se paga y se da el vuelto. Al menos terminó con ese programita «amor de juventud», en el que ponía las parejas hacer de bufón, si no, como para convencerse de nuestra estupidez, a declararse fidelidad eterna y para siempre desde la misma noche del programa. (Cambio) ¡Coño que ridículo! ¿Quieres saber cómo hacía? Sencillo: ponía al hombre en una cabina y a la mujer en otra. Te explicaré. Ponte frente al espejo, imaginémonos un poco al programa. Mientras te hago las preguntas.<br /><br /> (Todo lo hace con una segunda intención de seducirlo. En el que se va estableciendo un juego)<br /><br />Aura— ¿Cómo es la mujer que tú anhelas?...No, no respondas...<br />Exequiel— ¿Así de fácil?...<br />Aura (Se coloca detrás de él).— Haz silencio y concéntrate...<br />Exequiel (Trata de darle frente. Ella insiste en mantenerse en el lugar).— En todo caso, me gustan jóvenes...<br />Aura (Cambia de lugar).— En ese caso me recuerdas a los políticos, libremente elegidos. Sentados en bellas poltronas. Deseando a la mejor joven del momento...<br />Exequiel— Tienen que servir para algo...<br />Aura— ¿Para las apetencias?... (Acercándose al maniquí). — ¿Cómo le llamas?<br />Exequiel— No sé.<br />Aura— Debes darle nombre.<br />Exequiel— No sé aún.<br />Aura— ¿De qué sexo prefieres que sea?<br />Exequiel— ¡Por supuesto mujer!<br />Aura— No necesariamente… (!)<br />Exequiel— ¡Nelly!<br />Aura—Sí así lo prefieres. Para mí, es Mauro.<br />Exequiel— ¿Te masturbas con él?<br />Aura— No, quizás un poco lo que haces con ella.<br />Exequiel— El sexo y el poder están unidos.<br />Aura (Se mueve hasta el maniquí, recogiendo el juego de insinuaciones).— De esa manera, ¿el poder está relacionado con la satisfacción sexual, cuanto más cerca del sexo, más cerca del poder?...<br />Exequiel— ¡Correcto! A eso me refiero, al sexo, no al amor...<br />Aura— ¿Sexo?, dirás, corrupción...<br />Exequiel— ¿Puedes asimilar el amor de otra manera?<br />Aura (Cambia).— Te escapas del juego...<br />Exequiel— Al contrario, ¿no estamos, acaso, jugando al programa «amor de juventud»?<br />Aura— Pierdes la concentración...<br />Exequiel— De acuerdo, me concentraré para tu juego (Recrea gestos de chamán, juega), verás como consigo responder cada una de tus interrogantes...<br />Aura— Estás intelectualizando el juego y esas no son las reglas... (Quiere mantenerle en el juego) Sigue en tu lugar. Tan sólo espera las preguntas.<br />Exequiel (Como animador de televisión).— Ah, comprendo: ¡es la mecánica del juego!<br />Aura— Desde luego, ¿acaso pensabas en el día de la independencia?<br />Exequiel— Esto no me está gustando.<br />Aura— Cálmate, regresemos al programa: «amor de juventud».<br />Exequiel— Querrás decir, al juego... (Regresa inseguro al juego, desplazándose hasta el espejo)<br />Aura— Me refiero a la escena, al espectáculo.<br />Exequiel— Hablas como Rubén.<br />Aura— Es que de eso se trata, ser como Rubén... (Cambia. Como animadora) ¡relájate y en poco tiempo obtendrás la pareja de tu vida, de tus sueños. Entusiásmate!<br />Exequiel (Sin terminar de caer en el juego de Aura).— ¡Coño señora Aura. Esto no es un juego, se trata de una cagada, de una gran cagada de televisora con camerino y todo. (Señala el lugar)<br />Aura (Cambia).— Comprendo... pero relájate. ¿Está bien?...relájate...<br />Exequiel— De ese Rubén, de todo esa cagada de propagandas, de las comiquitas del canal... y, ya sé, no me digas que estoy intelectual... Pero si quieres seguir con todo esto, es correcto que seas tú quien decida.<br />Aura— Entonces, empecemos el show con Nelly. (Toma el maniquí, considerándolo un personaje del show que representa, para colocarlo a un lado de Exequiel)<br />Exequiel— ¿Qué tratas de hacer?<br /> Aura— Confía en mí...<br />Exequiel—Termina con todo.<br />Aura (Se mantiene en el juego).— Tranquilízate. Espera lo mejor del gran show. (Interroga al maniquí) ¿A qué sitio prefieres ir en la primera cita: a la discoteca, a la biblioteca o al cine?... (Manteniéndose alrededor del maniquí, se mueve con cierta impulsividad y le dice: «Mauro te amo». Lo besa apasionadamente) Bien, al cine. (A Exequiel) Ahora preguntemos al joven de hoy... ¡De nuestro programa, «amor de juventud»... ¿Cuál es su nombre?...<br />Exequiel (Confuso).— Mi... nombre... es…, Exequiel…<br />Aura— …¡Exequiel! Muy oportuno, sepa que su compañera no le ve, (se mantiene alrededor del maniquí. Entusiasmada como una animadora) aunque el público sí. Tómate tu tiempo. Recuerde, se halla a punto de tomar la decisión de su vida. A la compañera de su vida. Sonría, es su día. El primer día de su cita (Pausa corta): ¿a qué lugar prefiere llevarla: a la discoteca, a la biblioteca o al cine? No responda inmediatamente, recuerde, tómese su tiempo...<br />Exequiel (Entregándose paulatinamente al juego).— …Bueno, pensándolo rápidamente, al cine, pero eso depende de la película que vayamos a ver.<br />Aura (Igual).—Le recuerdo, joven participante, que debe contestar. Debe decir: cine, biblioteca o discoteca…<br />Exequiel— …¡Discoteca!<br />Aura— ¿Discoteca?<br />Exequiel— Sí, después de todo, en una discoteca se puede, mientras se disfruta de la música, tomar un libro de su preferencia. Abrirlo y luego leerlo.<br />Aura— ¿Libros en una discoteca amigo Exequiel?<br />Exequiel— ¿Por qué no?<br />Aura— De acuerdo, atenderemos ahora la pregunta de su compañera (Al maniquí) Jovencita, su futuro compañero y amor de la vida ya nos respondió. Sabemos que él no la está viendo. ¿Qué le gustaría preguntarle?... (Cambio. A Exequiel) Ella dice que se encuentra confundida con sus respuestas. ¿Qué dice al respecto?<br />Exequiel— ¿A qué se refiere?<br />Aura— Sencillo, ¿no le parece que es algo aburrido combinar libros con discoteca?<br />Exequiel— Es cuestión de puntos de vistas.<br />Aura— ¿Puntos de vistas?...<br />Exequiel— Sí, por ejemplo, en una discoteca nos encontramos con música y, por decirlo así, con sexo, con alcohol, con drogas y con amor. En ese momento junto a eso, pueden estar los anaqueles llenos de literatura. Hay modos de disfrutar un buen libro: tú bebes un trago de whisky acompañado del baile. Fíjate: (Baila y aparenta leer a la vez. Toma a Aura por la cintura, disfruta, con toda la gracia del caso, hasta fastidiar a la mujer) te tomo por la cintura, juego contigo, bailo o, como puedes verlo, leo.<br />Aura (Como animadora de televisión).— ¡Señores televidentes nos encontramos ante una situación singular, muy novedosa! Aunque parezca extraño. ¡Sí señores, de lo más extraño! Se lee y se baila. ¿Se imaginan cuántos pases de baile se necesitan para leer «El Quijote»? Revisemos mejor la situación, según el número de páginas, tendremos el número de pasos. ¿Ante este presente, el tipo de música irá de acuerdo al tipo de baile? Entonces Miguel de Cervantes viene acompañado... ¡vaya usted a saber con qué!<br />Exequiel (Fuera de juego).— ¿Qué trata de hacer?<br />Aura (Involucrando al maniquí en sus intenciones. Baila con éste).— Bueno, de alguna manera conquistarás a tu pareja.<br />Exequiel— ¿Bailando? <br />Aura— Eso está planteado: descubrir a tu pareja. ¿O no?<br />Exequiel— Eres quien impone las normas del juego.<br />Aura (Sosteniendo el personaje de animadora).— No... ¡Lo impone el corazón de la teleaudiencia! Observa a tus televidentes. Están ansiosos de conocer cuál va a ser tu pareja en la vida. (Al maniquí. Accede al maniquí con fuerza, su pasión se confunde con la realidad) Tienes que comprender que el amor es una suerte de riesgo. No sabrás con certeza cuándo será tu decisión correcta, en cambio, sabrás, que ya no estarás solo... ¿Cuánto crees que me ha costado la soledad? ¿Tener la falta de alguien cuando despiertas? No es fácil aceptar que, pese a tus amantes, has tenido que resistir la soledad. Porque sé que debo aceptar la realidad cuando he sido desairada. ¡No permito verme rechazada! Entonces abandono a mi pareja. Como podrás notar, joven participante, esa vida no es fácil. He tenido amantes pero me encuentro sola. Unos duran, otros menos. Lo que disfruto a plenitud, consciente de antemano que me abandonarán o los abandonaré. Mi alegría se conmueve de una tristeza. Se está en el cuerpo para abandonarlo. Estás aquí porque has tenido amantes. Te busca el viento y te encuentra con los ojos cerrados volteando el rostro hacia el olvido... ¿comprendes? Es cuestión de no abandonarse y entregarse en cuerpo. No en alma porque el cuerpo es el alma. Y «el cuerpo se entiende con el cuerpo»_ (Cambio. Regresa a su condición de animadora) Por esa razón, estás en la obligación de bailar, escoger y salir de este programa en brazos de tu pareja... ¡no pierdas más tiempo! ¿Tienes alguna pregunta para Nelly? Vamos, rápido, debes preguntar...<br />Exequiel— No sé, no sé qué preguntarle...<br />Aura— ¡Cualquier cosa!: qué tipo de hombre le gusta, blancos, negros o bien el que sea de su preferencia. Insisto, cualquier cosa. Por ejemplo qué color de ropa íntima usa, si se baña, y por qué debe bañarse. Tienes que conocerla para que sea tu pareja.<br />Exequiel— Hablas con deseo propio.<br />Aura (Nerviosa).— No... claro que no. Sólo me refiero a la dinámica del programa para cuando te encuentres en este gran rol de animar a la teleaudiencia_(Cambia hacia la actitud de animadora. Apunta hacia el público) ¡Porque en nuestro programa, «amores de juventud», usted es el número uno... Usted y sólo usted_es el líder!<br />Exequiel (Sorprendido, como queriendo seguir el juego).— ¡Si me preguntas a mí, me gustan de cualquier color!<br />Aura (Igual).— ¿Cómo mi querido joven?<br />Exequiel—La ropa interior, usted sabe el color_es igual.<br />Aura— ¡El color! Claro, el color. (Al maniquí) Ahora preguntemos a nuestra querida invitada.<br />Exequiel— ¡No! Prefiero guardarme esa respuesta para otro momento, ¿usted comprende?<br />Aura— Desde luego que comprendo.<br />Exequiel— En tal caso dejemos las cosas de ese tamaño.<br />Aura— Nelly dice estar de acuerdo con usted.<br />Exequiel— Siendo así, la apreciaré más.<br />Aura (Al maniquí. Lo besa).— Te amo.<br />Exequiel (Cambio).— ¡Me cansé del juego!<br />Aura (Fuera de juego).— Tu vida está aquí.<br />Exequiel— Mi vida está allá.<br />Aura— ¿Te refieres a la televisora?<br />Exequiel— ¡No! A la calle.<br />Aura— ¿Qué puedes encontrar en la calle?<br />Exequiel— La vida.<br />Aura— La vida está aquí.<br />Exequiel— Diría en la calle. Es más, llevo en este lugar más del tiempo estipulado.<br />Aura— Sólo el tiempo necesario.<br />Exequiel— Hemos hablado, jugado, nos hemos conocido. Ya es suficiente_.<br />Aura— Suficiente cuando el deseo es mayor.<br />Exequiel— ¿El deseo?<br />Aura Sí, el deseo de tener a alguien contigo.<br />Exequiel— ¿Tal vez tú estás sola?<br />Aura— En este instante podría decir que no.<br />Exequiel— Explícate.<br />Aura— No hay nada que explicar.<br />Exequiel— Creo que sí.<br />Aura— Es sencillo, de ahora en adelante me acompañarás_(Manteniendo el juego) el resto de mi vida_¿comprendes?<br />Exequiel— Deja de jugar, ¿quieres?<br />Aura— No juego, hablo en serio. Muy en serio.<br /> Exequiel— ¡No puede estar hablando en serio! No querré estar el resto de mi vida en este lugar que desprecio.<br />Aura— ¿Lo desprecias?<br />Exequiel—¿Qué esperabas? ¿Adorarlo?<br />Aura— No tienes otra opción.<br />Exequiel— ¿Por qué?<br />Aura— Estás atrapado.<br />Exequiel— Me quedo con mi personaje…<br />Aura—¿Qué dices?...<br />Exequiel (Abstraído, asume el personaje del rey).— _Ahora con mi trono en la muerte de los ojos miro hacia dentro para ver lo áspero de tu piel y encuentro la derrota de mi reino. He dejado de ser la densidad del poder que esperas con ansias al margen del muro y sus ruinas…<br /><br /><br /><br /><br />Oscuro<br /><br /><br />Escena Tercera<br />—La huída de Exequiel—<br /><br />Exequiel— …¡Auxilio!<br />Aura—No te escucharán. Tu voz no se escucha en ninguna parte<br />Exequiel — Saldré (Justo cuando camina hacia la puerta, Aura toma la pequeña daga y lo amenaza) ¿Qué haces?...<br />Aura— … ¡Silencio! (Golpea con un pequeño golpe a Exequiel para detenerlo, amenazante)<br />Exequiel — ¡Ay, coño me vas a matar!<br />Aura— ¿Te hice daño?<br />Exequiel — ¿Me vas a matar acaso?<br />Aura— ¿Te hice daño?<br />Exequiel — No pendeja… (! )<br />Aura—No te oyen. Entre los tres podemos controlar el mundo, el placer y el amor…<br />Exequiel — Dices amor cuando me amenazas. Estás loca de remate guevona… (Cambia)… ¡Auxilio!...<br />Aura— … Cálmate, sino te corto el cuello…<br />Exequiel —… Me haces daño… y quieres que me calme. No comprendo.<br />Aura— No tienes nada que comprender, sólo haz lo que te pido o te corto el culo.<br />Exequiel— No es sencillo cuando me amenazas<br />Aura— Comprenderás a su tiempo.<br />Exequiel— Quiero Tan sólo salir. Pienso que tomas esto con demasiada seriedad.<br />Aura— Seriedad y realidad.<br />Exequiel— ¿Realidad?<br />Aura— Te explicaré…<br />Exequiel —…Tendrás que matarme si no… (Intenta quitarle la daga a Aura, en cambio, ésta le reprime al colocársela en el cuello)<br />Aura— No eres de los que usa la violencia<br />Exequiel— ¿Vas a confiarte?<br />Aura— No, pero tengo el control de la situación.<br /><br />(Le quita la daga del cuello. Se desplaza para tomar con violencia y lascividad al maniquí, estableciendo una relación poética, es decir, los personajes no han logrado diferenciar la realidad del hecho imaginario)<br /><br />Exequiel— ¿Dirás control del maniquí?<br />Aura (Igual).— Tanto del maniquí como de todo.<br />Exequiel— Menos de mí.<br />Aura— Depende de cómo puedas verlo.<br />Exequiel— No encuentro ningún control en un simple muñeco. Aparentemente es sencillo para ti.<br />Aura— Entonces tan sólo has las cosas.<br />Exequiel— ¿Y permanecer bajo tu control?<br />Aura— No lo veas así.<br />Exequiel (Ríe sarcásticamente).— Me tienes apresado y quieres celebrar.<br />Aura— Se disfruta con el «dollwrist».<br />Exequiel— ¿«Dollwrist»?<br />Aura (Aún se mantiene cerca del maniquí).— Sí, la muñeca, el maniquí, Mauro, Nelly, como quieras.<br />Exequiel— Ah, a eso le llamas «dollwrist»... ¿El «dollwrist» me liberó?...<br />Aura—En cierta manera (Toma la daga y amenaza al maniquí).<br />Exequiel — ¿Ahora amenazas a Nelly?<br />Aura (Amenazante con la daga).— Cuando me acerco al maniquí es Mauro, no Nelly…<br />Exequiel — Ah… ¡Ya!.. ¿Puedo acercármele?<br />Aura— ¿Para qué?<br />Exequiel — Espera y verás.<br />Aura— Sin trampas…<br />Exequiel (Al maniquí). — Nelly te amo.<br />Aura (Al maniquí con la intención de felarle).— Con pasión, mira cómo hago…<br />Exequiel — ¡Qué haces?...<br />Aura— …Sexo oral…<br />Exequiel — Eres repugnante.<br />Aura— Se trata del amor.<br />Exequiel — ¿Del amor?<br />Aura— Para mí es Mauro y para ti Nelly. (Amenazante conserva la daga) Ahora inténtalo tú…<br />Exequiel — Está bien (Se le acerca al maniquí con duda)<br />Aura— ¡Vamos, es todo lo que te puedes excitar?...<br />Exequiel — ¡Auxilio!...<br />Aura— ¡Muy bien, pero bésale el culo!<br />Exequiel — ¿Así?<br />Aura— Mejor<br />Exequiel (Al maniquí). — Sácame de aquí mi amor…<br />Aura— Correcto.<br />Exequiel— ¿Quieres decir cuanto más me acerque al «dollwrist», más cerca estaré de la salida.<br />Aura— Correcto.<br />Exequiel— Empiezo a entender.<br />Aura— Nos estamos entendiendo.<br />Exequiel— Bien, haré cuanto pidas.<br />Aura— Así me gusta, nos entendemos.<br />Exequiel (Siguiéndole el juego).— ¿Empezamos?<br />Aura— Cuando quieras.<br />Exequiel— Tú aplica las normas. El juego es tuyo.<br />Aura— De acuerdo.<br />Exequiel—Terminemos de una vez.<br />Aura— Hay que hacerlo con calma_ Yo lo beso primero (Besa al maniquí)<br />Exequiel (Tomando el lugar de Aura). — Mi amor…<br />Aura— Dile Nelly…<br />Exequiel — Está bien. Nelly, mi amor.<br />Aura— …¡Tú amor soy yo!...<br />Exequiel — ¡Cómo?<br />Aura— Después te explico, continúa.<br />Exequiel (Besando al maniquí). — ¿Así?<br />Aura— Mejor…<br />Exequiel (Al maniquí). — Ayúdame mi amor…<br />Aura— …Nos estamos entendiendo…Ahora hazlo conmigo…<br />Exequiel— ¡Cómo?<br />Aura (Amenazándolo con la daga).— No cambies las reglas, quiero que me beses con la misma pasión…<br />Ezequiel (Besando a Aura. Para sí).— Ayúdame Nelly…<br />Aura (Alto).— ¡No soy Nelly!<br />Exequiel— No te molestes, coño, trato de hacer cuánto me pides.<br />Aura— Nos estamos entendiendo…<br />Exequiel— …Nos estamos entendiendo…<br /><br /><br /><br /><br />Oscuro<br /><br /><br />Escena cuarta<br />—Amando a Aura—<br /><br />Aura toca con mucha sensualidad cada parte del maniquí, invitando a Exequiel a participar en su juego de dominio.<br /> <br />Aura— Tomas con cuidado cada parte de su cuerpo…<br />Exequiel— Pero eso no es un cuerpo...<br />Aura— Considéralo como tal...<br />Exequiel— Me es difícil.<br />Aura— Esfuérzate.<br />Exequiel— Intento.<br />Aura—Haz un mayor esfuerzo. (En cierto modo obliga a Exequiel a formar parte de la situación. Éste, Exequiel, camina hasta al maniquí y muy tímidamente le toca)<br />Exequiel— ¿Por dónde quieres que empiece?<br />Aura (Acariciando al maniquí).— Escoge cualquier parte de su cuerpo. Es muy natural cuando tienes deseos de tocar. Podrías empezar, si quieres, con sus piernas.<br />Exequiel— Mejor selecciono.<br />Aura— Como elijas.<br />Exequiel (Inseguro).— Pienso (se retira del maniquí) que si hacemos todo fuera de este lugar es mejor.<br />Aura— Vamos, todos los problemas se resuelven aquí.<br />Exequiel— Sí, pero...<br />Aura— …El amor se halla en este lugar. En caso de que decidas tocar un miembro del muñeco te darás cuenta de cuánto amor hay en una cosa aparentemente sencilla y fatua. (Simula asesinar al maniquí, algo sugerido. El público, como Exequiel, apenas lo notará) <br />Exequiel— Es cierto, se han visto casos en que la gente es capaz de matar sólo por deseo. Para cometer cualquier crimen asesinan y secuestran a sus víctimas. No es una cuestión de fantasía o de imaginación. Es real. Se lee todos los días en la prensa. ¿No lees la prensa?<br />Aura— Pero aquí no se trata de pasión sino de amor.<br />Exequiel (Igual).— No estoy seguro.<br />Aura— Debes estar seguro de mi amor.<br />Exequiel (Se retira del maniquí).— ¿Qué dices?<br />Aura— No te confundas, te he atrapado por una razón: te deseo.<br />Exequiel— ¡Es absurdo que me pretendas por la fuerza!<br />Aura— ¡No! Por el contrario, si sales de aquí, no tendrás oportunidad de salvar tu trabajo.<br />Exequiel— ¿Qué quieres decir?<br />Aura— Como oyes.<br />Exequiel— ¿Perdería mi trabajo?<br />Aura— Exacto.<br />Exequiel— Saldré de aquí cuando quiera…<br /><br />(Se acerca hasta la puerta. Se detiene. Es decir, una fuerza mayor a él lo interrumpe. Pausa larga. Espera la reacción de Aura Se devuelve hacia ella. Camina lentamente hasta llegar al maniquí.)<br /> <br />Aura— ¿Te das cuenta? No puedes salir.<br />Exequiel— ¡Todavía no cantes victoria!<br />Aura— Sí, acércate.<br />Exequiel— Quiere decir que estoy a la merced de tu voluntad.<br />Aura— No, a la de Rubén.<br />Exequiel— Da lo mismo.<br />Aura— Aparentemente sí.<br />Exequiel— ¿Cuál es la diferencia?<br />Aura— Con él, lo harías por trabajo, en cambio, por mí... Bueno por mí lo harías por amor. ¿No crees?<br />Exequiel (Cambia. Molesto).— ¡Cómo puedes llamar a eso amor!<br />Aura (Cambio).— ¿No? Tenemos una deuda con el maniquí.<br />Exequiel (Señalando al maniquí).— ¿A qué se refiere?<br />Aura (Cerca del maniquí).— Es muy sencillo, le debemos todo.<br />Exequiel— No entiendo... y no quiero comprender.<br />Aura— Es su obligación.<br />Exequiel— Usted no está bien.<br />Aura— ¡Mira (señala al maniquí) el maniquí ha muerto! Y somos los responsables.<br />Exequiel— ¿Cómo?<br />Aura— Míralo.<br />Exequiel— ¿Qué tiene?<br />Aura— Ve, nótalo, no es el mismo.<br />Exequiel— Siempre ha estado así.<br />Aura— No es cierto.<br />Exequiel— Descúbrelo por ti mismo.<br />Aura— ¡Nada que descubrir!<br />Exequiel— Pretendes manipularme.<br />Aura— De acuerdo, si así lo crees, es elemental. Sales por esa puerta y tendrás un infierno de problemas.<br />Exequiel (Nervioso. Se desplaza indistintamente por todo el escenario. Trata de esconder al maniquí).— En esta ocasión debemos ocultarlo lo más pronto posible... ¡Ajá!.. Quizás mejor lo ocultamos en una bolsa negra. Le llevamos hasta el carro... y ¡ya!<br />Aura— No es tan sencillo.<br />Exequiel— ¿Qué sugieres?<br />Aura— Esperar el mejor momento.<br />Exequiel— ¿Cuándo será ese momento?<br />Aura— Depende de cómo procedamos con la situación dentro.<br />Exequiel— Lo que hay que hacer es marcharse.<br />Aura— Si escapamos así. Termina todo.<br />Exequiel— Lo que soy yo...<br />Aura (Saliendo por la puerta y dejando encerrado a Exequiel).— ¡Te quedas conmigo! ¡Te quedas conmigo!...<br />Exequiel— ¿Y culparme de tu crimen?... (Levanta la voz para él) ¡De tu crimen... de tu crimen!...<br />Aura (En off).— Te quedas conmigo mi amor…<br />Ezequiel (Llorando, mientras que la luz desciende).— Te amo.<br /><br /><br />Capítulo segundo<br />—El espejo—<br /><br />Exequiel abraza con pasión al maniquí como si ello fuera parte de una relación estable. Aparecen los Hombre uno y dos en una imagen de vídeo proyectada al fondo del escenario. Son hombres repulsivos, representados por un mismo actor.<br /><br /><br />Hombre uno (Ríe sarcásticamente).— Han cometido un crimen.<br />Hombre dos.— Es cierto...<br />Hombre uno.— Su salida será quedarse con ese cuerpo... No sé que van a hacer con él...<br />Hombre dos (Ríe con tono de burla).— Yo sé que le hará. <br />Hombre uno (Curioso).— ¿Anda dime qué le hará?<br />Hombre dos (Igual).— ¿No imaginas?<br />Hombre dos.— No, ayúdame.<br />Hombre uno.— Careces de imaginación...<br />Hombre dos.— Anda, vale, dime de qué se trata...<br />Hombre uno.— Usa tu imaginación.<br />Hombre dos.— Lo hago.<br />Hombre uno.— ¿Qué se puede hacer con un maniquí?<br />Hombre dos.— No sé, dímelo.<br />Hombre dos.— Hacer el amor...<br />Hombre uno (Se proyecta sorprendido, en su rostro hay evidente cinismo).— ¿Tanto así?<br />Hombre dos.— Y más... (Se apaga el video)<br />Exequiel (Acariciando el maniquí).— He venido hasta aquí para encerrarme y, de momento, estaré a solas contigo. Esa mujer me tiene realmente confundido. Sale y me dice que soy culpable del crimen, pero tú estás aquí. (Señalando al maniquí) Aceptando cada una de mis caricias. Retomo cada uno de tus miembros. Es la ventaja que tengo con respecto a ti, Aura. Deseas mantenerme bajo tu custodia. No sé qué pretendes. No lograrás nada... <br />Aura (Entra Aura con control absoluto de la situación).— ¿Cómo que no lograré nada? Soy dueña de todo. De todo lo que ves, sientes o respiras...<br />Exequiel— Pero no de mí...<br />Aura— ¿De ti? Eso depende.<br />Exequiel— ¿De qué?...<br />Aura— De que hagas todo cuanto pido.<br />Exequiel— ¡No lo aguantaré!<br />Aura— ¡No queda otra opción Exequiel!<br />Exequiel— ¡No es posible!<br />Aura— Sí lo es.<br />Exequiel— Todo es una mentira. Nada aquí es cierto. Nelly me dirá qué hacer.<br />Aura— Nelly está muerta. Aparentemente, pero no es así.<br />Exequiel— Cómo será entonces.<br />Aura— Como te dije, si no respetas las normas serás culpable.<br />Exequiel— ¡Cómo acepto tal desfachatez?<br />Aura— Es asunto tuyo.<br />Exequiel— ¿De lo contrario?...<br />Aura— De lo contrario tendrás toda la carga del crimen.<br />Exequiel— En el curso de los acontecimientos, muchas son las cosas que pueden cambiar...(!)<br />Aura— Como el amor que tú sientes por mí...<br />Exequiel— Así que tu único interés es…<br />Aura— Amarte...<br />Exequiel— ¿Amarme?<br />Aura— Acércate al maniquí y puede que encuentres algunas respuestas…<br />Exequiel— …¿Cómo si el maniquí está muerto?...<br />Aura— …Del amor, de la política, del país…<br />Exequiel— ¿Qué tiene que ver el amor con la política?<br />Aura— Aquí encontrarás muchas respuestas.<br />Exequiel— Es absurdo.<br />Aura—¿El amor?<br />Exequiel— No, que nombres a la política.<br />Aura— ¿Qué dices? Si por el contrario, el amor es un acto político. (Pausa corta. Cambia, toma una actitud agresiva)<br />Exequiel— En estos días todo es una mierda, el país, los sentimientos. Nuestros afectos... porque pienso que todo extraño cuando uno no encuentra qué hacer con la realidad.<br /> ¿Vale la pena que uno se encuentre atado, obligado? Será, entonces, la realidad cómo esta muñeca que toco con pasión a tu manera...<br /> (Ríe nerviosamente. A Aura) Te aferras a cualquier cosa y haces lo que te venga en gana. Justamente, como lo estás escuchando: «lo que te venga en gana»... Por ejemplo, ser un rey de mierda que hasta el culo le duele. No creas ese rey es un guevón que ha perdido todo. Lo único que le interesa son los paparasis… ¿O te habías creído el cuento? Con todo, está cortado por la noche, por todo el resto que le queda. El abandono, la mierda. Sí, la mierda…<br />Aura— Pero no puedes confundir las cosas...<br />Exequiel— ¡No hables de confundir!...<br />Aura— Claro...<br />Exequiel— Nada está claro, espera... esto es como el país.<br />Aura (Cambia su conducta).— ¡De ningún modo confundas las cosas! Tú por ahora estás atrapado, sólo atrapado.<br />Exequiel— A pesar de que me tienes atrapado, lo estás tú más que yo, entre paredes que ni tuyas son.<br />Aura— ¡Quieres confundirme!<br />Exequiel— En cada rincón estás atrapada. Siendo dueño de nada, (ríe sarcásticamente) ni siquiera de ti misma. <br />Aura— Vas a hablar de política a última hora.<br />Exequiel— Todo lo es, mi querida Aura<br />Aura— Pero no en este caso.<br />Exequiel (Pausa larga).— ¡Coño! Algo tengo que decir. ¡Me hallo en tus manos! ¿Qué más puedo hacer?<br />Aura— ¡Lo que te ordene! ¡Debes quedarte aquí! Como he dispuesto. (Pausa. amenaza con la daga a Exequiel) Nada de cambios. Sólo estarás bajo mi control. ¡Quédate inmóvil! Esperando mi designio.<br />Exequiel (Nervioso).— Cálmate.<br />Aura— ¡Soy quien da las órdenes!<br />Exequiel— Por favor, tómalo con calma.<br />Aura— ¿Calma, cuando he esperado tanto por este momento?<br />Exequiel— ¿A qué te refieres?<br />Aura— Al control sobre ti.<br />Exequiel— Me confundes...<br />Aura— Es la idea...<br />Exequiel— Termina con esto.<br />Aura— Cuando quiera.<br />Exequiel— Toda esta locura no me interesa y haré lo que dicte mi conciencia.<br />Aura— Es decir, mis necesidades.<br />Exequiel— No exactamente.<br />Aura— ¿Qué entonces?<br />Exequiel— ¡No te soporto!<br />Aura— ¿Y?...<br />Exequiel—Que la realidad es otra (!)<br />Aura— Sin embargo tengo el control de la situación...<br />Exequiel— Dirás de la mierda...<br />Aura— Como quieras. Pero tengo el control.<br />Exequiel .— ¡De la mierda te digo!<br />Aura— De la mierda no. De tu amor.<br />Exequiel— Coño. ¡Cállate!<br />Aura— ¿Ves cómo me amas?<br />Exequiel (Arrojándole su pecho).— ¡Clávame esa mierda de puñal!<br />Aura— Sí, tu amor es único.<br />Ezequiel (Igual).— Mátame…<br />Aura—¿Por qué?<br /> Exequiel— Porque no sé si te amo o te odio. No sé si quedarme o huir. Si resistir esta mierda de esperar que me claves ese puñal.<br />Aura— Realmente es una declaración de amor...<br />Ezequiel.— He llegado hasta aquí con la excusa de traerte un recado, como siempre, de oficce boy y aquí estoy. Embebido de tu mierda. ¡Acaba con esta farsa!... ¡Mátame!...<br />Aura (Amenazando con la daga a Exequiel).— Si así quieres... (Duda) No, no puedo...<br />Exequiel— ¿Por qué?<br />Aura— Porque te amo. (Suelta la daga)<br />Exequiel— ¿Qué dices?<br />Aura— Que te amo.<br />Exequiel— Mátame, por favor, mátame.<br />Aura— La fuerza de mi amor es mayor.<br />Exequiel— Sácame de aquí.<br />Aura— Mi amor te contendrá como cuando yo esperaba por ti. Tardes he estado aquí sola. En este lugar que no existe, lo he recreado para ti. Esperándote.<br />Exequiel— ¡Estoy atrapado en este lugar de putas!…<br />Aura— Te hablo en serio.<br />Exequiel— Yo también.<br />Aura— Te amo.<br />Exequiel— ¿Qué carajo dices? No te entiendo.<br />Aura— Ahora más que nunca hablo en serio.<br />Exequiel— Te odio.<br />Aura— Te deseo.<br />Exequiel— Te desprecio.<br />Aura— Te quiero.<br />Exequiel— Vete a la mierda (!)<br />Aura— Hasta llegar a tu corazón.<br />Exequiel— ¡Mejor si te mueres!<br />Aura— Mi amor por ti es insuperable.<br />Exequiel— ¡Me fastidias, vieja!<br />Aura— Siempre unidos.<br />Exequiel— Cállate.<br />Aura— Te amo…<br />Exequiel— Haz lo que quieras…<br />Aura— Lo que quiera no podrá ser.<br />Exequiel (Igual. Señalando el lugar).— De todos modos sabrás que no te amo...<br />Aura— Siento que sí.<br />Exequiel— Pueda que tus sentimientos estén confundidos.<br />Aura— Como los tuyos.<br />Exequiel (Pausa larga).— Poco importan mis sentimientos, deseo salir...<br />Aura— Caramba, de pronto, te has puesto muy reflexivo. (Vuelve en sí. Continúa amenazando a Exequiel) ¡Permanece tranquilo! Por ahora estás en mis manos y harás lo que te ordene. Ahora aspiro tu calma. (Pausa. Retira una cuerda del tocador) Ten la cuerda.<br />Exequiel— Con ella puedo librarme...<br />Aura— Átate.<br />Exequiel— Pero...<br />Aura— ¡Hazlo!<br />Exequiel— ¿Me concedes usar el dollwrist?<br />Aura— Como quieras... No trates de confundirme...<br />Exequiel— No puedo solo.<br />Aura (Se le acerca y lo ata al escaño del mueble. Aún le amenaza con la daga).— Probaré colocarte la muñeca muy cerca. (Busca el maniquí y lo coloca a un lado de Exequiel) ¿Está bien aquí cerca de tu pierna?<br />Exequiel— Bueno ahora que nos hallamos en esto. Está bien, acércalo más... ¡Allí!...<br />Aura— Jamás...<br />Exequiel— Eso es... bien cerca la quiero...<br />Aura— ¡Coño! No estoy jugando.<br />Exequiel— No te enfades, sólo acércamela a las piernas.<br />Aura— No tengo toda la noche para ti.<br />Exequiel— Siempre cerca de la muñeca.<br />Aura— Me cansas. ¡Me está dando arrechera!<br />Exequiel— ¿Estás celosa?<br />Aura— ¡No es a ella a quien tienes que amar?<br />Exequiel— ¿A quién entonces?<br />Aura— A mí coño.<br />Exequiel— Ay… estás celosa…<br />Aura— …Sí, ¿y qué?...<br />Exequiel— Es sólo una muñeca.<br />Aura— ¡No!<br />Exequiel— Sí, mírala bien.<br />Aura— Se llama Nelly…<br />Exequiel— Lo sé…<br />Aura— ¡Qué te excitaste con ella?<br />Exequiel— Nelly me lo mama cuando tú no estás…<br />Aura— …Me estás haciendo arrechar carajito. Cálmate…<br />Exequiel— ¿Qué recibo a cambio si me calmo?<br />Aura— No eres quien pone las condiciones.<br />Exequiel— Si existe algún tipo de amor de tu parte tienes que darme una oportunidad...<br />Aura— Viéndolo así tienes razón.<br />Exequiel— ¿Te das cuenta? Ya te estás aplacando.<br />Aura— ¿Qué deseas?<br />Exequiel— Una pequeña oportunidad... La que tú digas, ¿quieres?<br />Aura— Por ahora pienso en un comercial.<br />Exequiel— ¿Un comercial? Es necio.<br /> <br /><br />Oscuro<br /><br /><br />Escena segunda<br />—El comercial—<br /><br />Aura aparece simulando un comercial de gaseosa. Toma un envase de lata, disfruta. Al fondo se deja ver un video publicitario de «Cocacola»<br /><br />Exequiel— ¿Qué quieres decir con un comercial?<br />Aura— Sencillo, te sientas allí...<br />Exequiel— Claro, estoy atado...<br />Aura— Tan sólo presta atención: seré la chica del comercial y tú el chico... (Se coloca detrás de Exequiel —guarda la daga consigo— y canta) ... siempre cocacola...<br />Exequiel— ¿Cocacola?<br />Aura— Sigue a la canción…<br />Exequiel— Co... ca... cola...<br />Aura— Es fácil, cálmate.<br />Exequiel— ¿Cómo?<br />Aura— Sólo canta siguiendo las pautas de la publicidad...<br />Exequiel— Me quedo sin entender. <br />Aura— ¡Vamos canta, baila, juega con coca cola!...debes hacerlo... no pierdas la oportunidad de ser un hombre feliz. Sé un día pepsi o... coca cola, como tú quieras...<br />Exequiel— Coca cola... o pepsicola...<br />Aura (Vuelve a tomar el arma).— ¡Con más emoción!, por favor...<br />Exequiel (Igual).— ¡Coca cola!...<br />Aura— Así no...<br />Exequiel (Señalando al maniquí).— Deseo cantar con Nelly...<br />Aura— ¡No!<br />Exequiel— Pero Aura...<br />Aura— ¡Coño que no!<br />Exequiel— ¡Me es difícil!<br />Aura— Inténtalo, no es nada difícil. Inténtalo.<br />Exequiel (Insistiendo).— Deseo hacerlo con Nelly.<br />Aura (Molesta).— ¿Por qué insistes?<br />Exequiel— Porque me entran ganas... (Insinúa un complejo deseo hacia el maniquí) ¿Te das cuenta de sus contornos?.. Son algo especiales...<br />Aura— ¡No pierdas la atención sobre el comercial.<br />Exequiel (Confundido entre el juego y la realidad, se empecina con el maniquí).— Me interesa es Nelly...<br />Aura (Camina alrededor de él, sin permitirle moverse).— No, es el comercial. Coca cola. ¿Entiendes? Coca cola...<br />Exequiel— Claro, no entiendo...<br />Aura— Primero el comercial y después ella.<br />Exequiel— De acuerdo.<br />Aura— Siendo así, volvamos al principio.<br />Exequiel— ¿Otra vez?<br />Aura— Desde luego.<br />Exequiel— Okey.<br />Aura—Hacer todo cuanto yo pida.<br />Exequiel—¿Todo?<br />Aura— Todo...<br />Exequiel— Pero sólo me interesa ella. (Señala al maniquí)<br />Aura— Ella no es el canal, la propaganda... Coca cola... ¿Entiendes?<br />Exequiel— En todo caso es la muñeca. Con ella me puedo entender.<br />Aura— ¡Coca cola!..<br />Exequiel— ¡La muñeca!..<br />Aura— ¡Coca cola. No la muñeca!<br />Exequiel (Se mantiene alrededor de la muñeca).— ¡Quiero a la muñeca!<br />Aura— ¡No!<br />Exequiel— Quiero estar con ella. La deseo profundamente.<br />Aura— ¡Ella no pertenece a la realidad!<br />Exequiel (Mantiene movimientos acompasados alrededor de la muñeca).— Ella pertenece a mi realidad.<br />Aura— ¿Vas a insistir con eso! Esa mierda es un muñeca (!)<br />Exequiel— Es dollwrist. Tú lo decías.<br />Aura— Una muñeca coño. ¿Cómo carajo va a formar parte de tu vida?<br />Exequiel— No sólo tú has esperado aquí. Sabía que este lugar existía.<br />Aura— ¿Cómo?<br />Exequiel— Sabía que Nelly estaba aquí. La encontraba sola y…<br />Aura— …¿Te masturbabas con ella?...<br />Exequiel— … y hablaba con ella…<br />Aura (Se ríe).— Coño échame una de vaqueros (!)…<br />Exequiel— No, ella existe para mí. No sólo para ti. Por eso estoy aquí. Nada ha sido una coincidencia…<br />Aura— Cállate.<br />Exequiel (Toca a la muñeca).— Sus piernas, su bello rostro. Todo ha llegado a mí. Ahora la puedo tener conmigo, besar sus labios, (Besa sus labios) tomar sus piernas, estar cerca de ella: es la propia esencia del amor...<br />Aura— ¡Estas no son las reglas del juego!<br />Exequiel— Poco me importa. (Continúa con los movimientos acompasados alrededor de la muñeca)<br />Aura (Procura cambiar la situación).— ¡Este juego lo domino yo!<br />Exequiel— No se trata de un juego, sino de la vida.<br />Aura (Hace entrever que conserva consigo la daga. Insistiendo).— ¿Qué tal si cambiamos de juego?<br />Exequiel— Ella es mi vida.<br />Aura (Termina de tomar el arma).— Es aquí dónde está la vida...<br />Exequiel— Entre mis piernas, con ella... ¿Qué haces?<br />Aura (Amenazando con la daga).— Al fin te tengo...<br />Exequiel (Abrazando la muñeca).— Juntos... Te amo.<br />Aura— ¡Si no eres para mí, no serás para nadie! Me siento feliz, ver terminado mi encuentro. He logrado mi propio final. No esperaba tanta satisfacción aún mismo tiempo. Como pueden notar esta es una historia feliz. ( A Ezequiel) Tienes que comprender que el amor es una suerte de riesgo. No sabrás con certeza cuando será tu decisión correcta, en cambio, sabrás que ya no estarás solo… ¿Cuánto crees que me ha costado la soledad? ¿Tener la falta de alguien cuando despiertas? No es fácil aceptar que, pese a tus amantes, has tenido que resistir la soledad. ¡No permito verme rechazada!<br /> Unos duran, otros menos. Mi alegría se conmueve de una tristeza. Estás aquí, como yo, has tenido amantes. ¿Comprendes? Es cuestión de entregarse en cuerpo, no en alma. Porque el cuerpo es el alma y «El cuerpo se entiende con el cuerpo» Si no eres para mí no serás para nadie.<br /><br /><br />—El sótano—<br /><br />Aparece Rubén proyectado al fondo en video. Mantiene una sonrisa sarcástica. Su rostro se le hace al público cada vez más cerca, como aproximándose al lecho de muerte. Al fondo suena «Funeral March, Sonata No.2 para piano de Chopin». A objeto de acentuar aquél juego sarcástico de la escena.<br /><br />Rubén (Desfalleciendo).— ¡Aaaay! Pobrecitos, ¿verdad?, cómo han terminado... ¡Aaaay! verdad que si vale... (Risas en off) Mírenle las caras... ¿Y la muñeca? También... ¿Están muertos, cierto?<br /> Qué creen? (Risas en off)<br /> (Enfatizando con el público) Como pueden notar, querido público, este ha sido final de su telenovela... Amores de juventud (Pausa. Ríe sarcásticamente)<br /> Ahora tendremos que preparar un segundo capítulo de esta telenovela...<br /> No, mejor vayamos pensando en una nueva, para que el espectador mantenga la audición.<br /> ¿Pero qué opinan si mantenemos la idea de que sea la mujer quien tenga la iniciativa? ¿Eso parece gustarle mucho a la gente? Así el rating aumenta.<br /> No sé. (Señalando al público) Preguntemos al público... (Simula preguntar a alguien del público. Se detiene. Risas en off. Se apaga el video sólo se escuchan las risas y su voz en off: ¿quién carajo dejo este sótano abierto como para que pasara esta vaina? Ahora tendré que comprar a más de uno del Ministerio Público. Cuando se vaya la policía mandaré a cellar este sótano…<br /><br />Oscuro<br /><br />Fin del capítulo <br />Fin de Dollwrist<br /><br /><br /><br />© derechos de autor<br />Está prohibida la reproducción de cada una de las obras de <a title="piezas y textos de juan martins" href="http://www.teatroenmiami.net/modules.php?name=Downloads&d_op=search&query=Juan%20Martins">juan martins</a> por cualquier medio físico o electrónico sin la autorización previa de éste. Así como su representación o lectura dramatizada. Para tal efecto, escribir al autor por medio de su blog en la sección «<a title="Datos del autor" href="http://dramaturgia.wordpress.com/contacto-2/">Contacto</a>» (www.dramaturgia.wordpress.com). De antemano, muchas gracias por considerar su lectura y visitarnos. No tenga en duda que será atendido de la manera más cordial y profesional posible.<br />juan martinsanimal stormhttp://www.blogger.com/profile/14507451639067425936noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-450246237374959914.post-44004937317478724392007-05-20T18:11:00.001-07:002007-05-20T18:15:24.689-07:00CARAMELO DE NUEVA YORKAutor: <strong>JUAN MARTINS<br /></strong><br />Personajes<br /><br /><br />Betty, treinta y tres años. Su expresión melancólica nada dice de su buen vestir.<br />Elisa, algo mayor a Betty.<br />Voz en off, es la voz eléctrica de los altavoces del metro.<br /><br />Escena, toda la obra se desarrolla dentro del vagón de un metro de cualquier ciudad concurrida, Nueva York por ejemplo. Afuera, se deja escu­char el ruido de la noche, gente y estruendo del metro subterráneo. Betty y Elisa aparecen en un diálogo ausente: sus pensamientos, sólo cuando el texto lo exija, lo hacen en voz alta, como en una noción abstracta del lenguaje que se perfila en el desorden emocional de personajes cita­dinos como éstos. Es impor­tante que la puerta de salida del vagón dé hacia el público, otorgándole a éste la cualidad de pasajeros transeúntes que se integran a la puesta en escena.<br />Único Acto<br />Única escena<br /><br />Betty y Elisa Aparecen, progresivamente se les va escu­chan­do en la medida que asciende la luz. Ausentes, ensi­misma­das.<br /><br />Betty (Alto).— ¡Me corto las venas!<br />Elisa.— Me faltan quince minutos.<br />Betty.— Que no se atreva a dejarme.<br />Elisa.— Voy a llegar tarde.<br />Betty.— Mejor me rajo la barriga.<br />Elisa.— Mis pacientes siempre esperan.<br />Betty.— ¡Primero le saco los ojos!<br />Elisa.— Ella tendrá que esperar.<br />Betty.— Mejor, dos gotas de cianuro. Una para mí, después otra para él y que antes, claro, me vea muerta.<br />Elisa.— Me llama a cada rato. Una cosa es el oficio, otra ésta.<br />Betty.— Decirme a mí que ya soy un culo que no vale la pena…<br />Elisa.— ¿Por qué no buscó otro día para suicidarse?<br />Betty.— ¡Qué bolas!<br />Elisa.— Todos... los días son iguales...<br />Betty.— ¿Quién coño se cree él?<br />Elisa.— Un día se quiere cortar las venas, al otro día...<br />Betty.— …Antes de que él me deje, me paso el cuchillo por el cuello.<br />Elisa.— El otro día me decía que se iba a tirar desde el piso veintidós.<br />Betty.— Si me deja me meto un tiro.<br />Elisa.— Otro día estuvo a punto de cortarse el cuello.<br />Betty.— Mejor, sin sangre.<br />Elisa.— ¿Por qué no se mete un tiro y ya?...<br />Betty.— No, que sea con sangre.<br />Elisa.— …Así deja de llamarme.<br />Betty.— Al no haber sangre pensarán que me maté sin pasión.<br />Elisa.— Entiendo que los pacientes tengan que llamarme, para eso me pagan, ¿no?<br />Betty.— Si no hay sangre no pasa nada.<br />Elisa.— Me llama cada vez que tiene esa alucinación en la que ve a un hombre montado en un caballo blanco, porque, según ella, ese hombre viene a matarla...<br />Betty.— De lo que estoy segura es que me corto el cuello.<br />Elisa.— Se cortará el cuello y después me llamará. Por lo menos tendría más motivos para llamar a un médico…<br />Betty.— A mí nadie me dice que no me tengo que cortar el cuello...<br />Elisa.— …y me deja de hablar de ese hombre de caballo con manto blanco (!)<br />Betty.— Nadie.<br />Elisa.— ¡Coño que mierda!...<br />Betty.— Estoy aquí varada en este estación del metro.<br />Elisa.— ...Cada vez que esta mierda se para... (Cambia. Pausa) Me quedan quince minutos...<br />Betty (Ve al reloj que trae consigo).— Apenas tengo quince minutos.<br />Elisa.— ...Ni modo, espero.<br />Betty.— Qué carajo, espero.<br />Elisa (Mira alrededor. Pausa. Mira hacia al público, como buscando en las afueras del vagón).— ¿Qué tanto miran hacia allá?<br />Betty.— La gente entra y sale.<br />Elisa.— Quédense sentaditos, pensando en la rutina de mañana, ¿quieren?<br />Betty (Al público).— ¡Señora! Sí, usted, entre. No se quede allí.<br />Elisa.— No me mire así señora. No es con usted. Se fue, no quiere entrar.<br />Betty.— ¡Cuidado con el caballo!...<br />Elisa.— Si no el hombre del caballo blanco entra (Nervio­sa) ¡Me quedan quince minutos!<br />Betty (Al público).— ... y viene en un caballo señora, es un hombre de manto blanco.<br />Elisa.— Le dije que me esperara en el consultorio.<br />Betty (Igual).— Usted, señor, ya verá el rostro de ese hombre de caballo blanco... ¿no me cree?... Ay... ya verá usted,...<br />Elisa.— Le dije que se olvidara de esa neurosis. Y que de aquí en adelante depende de ella.<br />Betty.— ... ¿sabe señor? ese hombre viene a jodernos, sí señor, no se ponga así, nos quiere joder...<br />Elisa.— Siempre con la manía.<br />Betty.— ¡Señora?<br /><br />(De pronto, se miran pensando: «¿ésta quién es que insiste en remedarme?» Pausa. Dejan de mirarse. Continúan pensando en voz alta)<br /><br />Voz en off.— Se les recuerda a los señores pasajeros que deben permanecer en sus asientos. Disculpen las moles­tias, en pocos minutos se reanudará el servicio...<br />Betty (Al público).— Mírenme, señora, escúcheme... en serio vale... ese señor es jodido y viene en capa blan­ca...<br />(Elisa mira a Betty. Pausa. Miran al público respec­tivamente. Piensan en voz alta)<br />Elisa.— Si ella no tuviera tanta dependencia conmigo.<br />Betty (Continúa pensando en voz alta).— Sí..., nos vienen a buscar para comernos. (Cambia. Ríe sarcástica­mente) ¿Se lo creyó señora? (Elisa y Betty se miran, sin comuni­carse).<br />Elisa (Al público, se mantiene entre la realidad y su pensamiento).— Sí señora, entre no se preocupe. Entre.<br />Betty (Igual).— Le digo señora, me corto el cuello.<br />Elisa (Alto).— ¡A cada hora me llama! <br />Betty (Cambia. Al público).— Entiendo, con todo este fastidio y usted obligada a escucharnos señora.<br /><br />(Elisa se quiere dirigir a Betty, pero sin mirarla, aún inhibida de aquella noción abstracta de los persona­jes)<br /><br />Elisa.— Me quedan quince minutos.<br />Betty.— Esta mierda de metro, sin arrancar...<br />Elisa (Al público).— Si está apurada se puede ir a la calle.<br />Betty.— No me meto un tiro. Me corto el cuello.<br />Elisa (Mira en abstracto otra vez a Betty).— Le dije que ya voy en camino y que se olvide de esa idea de cortarse el cuello.<br />Betty (Ausente de la mirada de Elisa).— Ya no me importa que me acusen de poco inteligente por haberme cortado el cuello. Qué más da, después de muerta, no me voy a enterar.<br />Elisa.— Me lo tomó para mal. Se molestó, es más, se arrechó. Entonces buscando un poco su calma, le dije que era una broma...<br />Betty.— Por ejemplo, cortarse el cuello no es un suicidio con glamour ni memos con clase.<br /><br />(Pausa. Se miran. Cambio. Miran al público. Se vuelven a mirar, ausentes)<br /><br />Elisa (A Betty).— ¿Usted se dirige a mí?<br />Betty (Sin mirarle).— ¿Me habla a mí?<br />Elisa (Igual).— Sí.<br />Betty (Continúa ausente).— O sea, ¿usted se dirige a mi persona?<br />Elisa.— Sí.<br />Betty.— ¿A mí, que estoy sentada aquí?<br />Elisa.— Sí.<br />Betty.— ¿No a la señora?<br />Elisa.— No a la señora. (Mira a Betty con más confianza)<br />Betty.— ¿Y en qué puedo serle útil?<br />Elisa.— En nada.<br />Betty.— Siendo así no moleste.<br />Elisa.— No, pensaba que si le interesaría tenerme como acompañante.<br />Betty.— No gracias, dejé mi experiencia con mujeres en la adolescen­cia...<br />Elisa.— No me refiero a eso.<br />Betty.— No consumo drogas.<br />Elisa.— Tampoco.<br />Betty.— ¿Ni sexo, ni drogas?<br />Elisa.— Ni sexo, ni drogas.<br />Betty.— Entonces no tengo dinero.<br />Elisa.— No es robarle lo que quiero.<br />Betty.— ¿Qué quieres?<br />Elisa.— Hablar de tus sentimientos.<br />Betty.— Ya le dije que con mujeres no lo hago.<br />Elisa.— Podemos hablar de eso si quieres.<br />Betty.— ¿De qué?<br />Elisa.— De mujeres.<br />Betty.— No me gustan ahora los besos de lengua con muje­res.<br />Elisa.— Si quieres hablar de eso, no tengo problema.<br />Betty.— Le digo que no me interesa. No moleste.<br />Elisa.— Creo que sí.<br />Betty.— Déjeme con lo mío.<br />Elisa.— De acuerdo, y tú, con lo mío, ¿sí?<br />Betty.— No te estoy molestando.<br />Elisa.— Cuando llegaste yo ya estaba aquí.<br />Betty.— Llegué primero.<br />Elisa.— Yo llegué primero.<br />Betty.— Hagamos una cosa...<br />Elisa.— ¿Qué?<br />Betty.— Tú miras hacia allá.<br />Elisa.— ¿Hacia dónde?<br />Betty.— Hacia allá.<br />Elisa.— ¿Y?<br />Betty.— Sigues con tus pensamientos y yo con los míos.<br />Elisa.— No me estoy metiendo contigo.<br />Betty.— Y yo, miro para allá, en el sentido contrario.<br />Elisa.— Sólo te quiero ayudar.<br />Betty.— Entonces ve para allá. No me molestes.<br />Elisa.— Estoy escuchando tus sentimientos...<br />Betty.— ...Te dije que no soy lesbiana.<br />Elisa.— Tampoco yo.<br />Betty.— No me hables.<br />Elisa.— Sé que quieres hacerlo.<br />Betty.— No hablo con lesbianas...<br />Elisa.— ¿Tienes algo en contra de las lesbianas?<br />Betty.— ¡No!<br />Elisa.— Quería decirte...<br />Betty.— ...Sin más... Tú, miras hacia la derecha. Y yo, hacia la izquierda, ¿okey?<br />Elisa.— No te voy a besar.<br />Betty.— No niego que las mujeres sean más tiernas, pero sus besos me aburren.<br />Elisa.— ¿Ves?<br />Betty.— ¿Qué? No me vas a confundir.<br />Elisa.— Tienes cosas que decir de nosotras las mujeres.<br />Betty.— Será de las lesbianas.<br />Elisa.— Te confundes...<br />Betty.— ¡Ya va! ya va... Eres tú quien quiere confundir aquí con eso de las lesbianas...<br />Elisa.— Eres tú quien insiste...<br />Betty.— ¡Espera! No tengo nada en contra del sexo que quieras practicar si a ti te gusta...<br />Elisa.— ¡No soy Lesbiana!<br />Betty.— ¡Está bien, no te molestes!<br />Elisa.— ¡Coño!<br />Betty.— Tranquila si te gustan los besos con sabor a lápiz labial, no me voy a oponer a eso.<br />Elisa.— Te lo voy a decir de una vez, tienes rato allí hablando sola...<br />Betty (Alto).— ¡Ah... no, con mis vainas no te metas! Si me da la gana de hablar sola, hablo sola. ¿okey?<br />Elisa.— Okey, okey, yo, a las lesbianas, las dejo tranqui­las.<br />Betty.— ¡No me digas lesbiana! es más, mira, vamos a aclarar esto...<br />Elisa.— Sí, ya sé. Que mire a la derecha.<br />Betty.— Y me dejas con mis pensamientos.<br />Elisa.— Es que no estás pensando, estás hablando sola como una loca...<br />Betty.— Y tú, ¿acaso estás rezando?<br />Elisa.— Como tú, con mis pensamientos.<br />Betty.— Resulta que si tengo que confesarme.<br />Elisa.— Exacto.<br />Betty.— Y porque no lo hacemos al revés.<br />Elisa.— No. Soy yo quien tiene que escucharte.<br />Betty.— ¿Acaso eres monja?<br />Elisa.— Protestante.<br />Betty.— ¿Qué es eso?<br />Elisa.— Que soy protestante, no católica. No puedo ser monja. <br />Betty.— No estoy para sermones.<br />Elisa.— Tampoco yo.<br />Betty.— Si es así, mira para la derecha y yo para la iz­quierda. (Da la espalda a Elisa)<br />Elisa (Igual).— Estoy aquí, cuando quieras hablarme soy toda oídos.<br />Betty.— También yo.<br />(Betty y Elisa se dan la espalda. Al fondo, se deja escuchar la Voz en off: «Señores, por su seguridad, manténganse sentados en sus puestos. En pocos minutos se reanudará el servicio». Pausa)<br />Elisa.— Estaré con mis pensamientos.<br />Betty.— Y yo.<br />Elisa.— No me remedes.<br />Betty.— Déjame quieta.<br />Elisa.— No te hago nada.<br />Betty.— No me dejas con mis pensamientos.<br />Elisa.— Todo lo contrario. Mírame, me concentro. Cierro los ojos y otra vez estoy con mis pensamientos (Vuelven a aquella noción abstracta, Betty y Elisa piensan en voz alta)<br />Betty.— Me meto un tiro dentro de quince minutos.<br />Elisa.— Me quedan quince minutos. ¡No tengo tiempo!<br />Betty.— Ya dije: «No me corto el cuello, no me corto las venas, ni me rajo la barriga. No habrá sangre. Sólo un tiro».<br />Elisa (Igual).— No la voy a ayudar a meterse un tiro ni menos a escucharla.<br />Betty (Cambia. Mira a Elisa).— ¡Me saca la piedra!<br />Elisa (Igual).— ¿Se dirige a mí?<br />Betty.— ¡Que me saca la piedra!<br />Elisa.— ¿Qué?<br />Betty.— Las psiquiatras.<br />Elisa.— ¿Y yo qué?<br />Betty.— Me dices que me vas a escuchar. ¿Para qué me tienes que escuchar?<br />Elisa.— No sé si es una manera de ir matando el aburrimiento.<br />Betty.— Cuando una le dice a la otra: ¿qué hora es? ¿Le puedo hacer compañía? sencillamente le está «echando los perros», quiere conquistarla.<br />Elisa.— No exactamente.<br />Betty.— Mata el aburrimiento con un perro entonces.<br />Elisa.— ¿Qué quieres decir?<br />Betty.— Si sigues con tantas preguntas, me cambio de puesto.<br />Elisa.— Espera, de verdad, ¿qué quieres decir que mate el aburrimien­to con un perro?<br />Betty.— Primero dime, ¿qué sucede allá afuera?<br />Elisa.— ¿Por qué tengo que saberlo?<br />Betty.— Vienes de allá afuera.<br />Elisa.— Te digo y me dices lo del perro.<br />Betty.— No hay problema, me lo pones fácil.<br />Elisa.— Hubo una explosión en la entrada del subterráneo.<br />Betty.— ¿Una explosión!...<br />Elisa.— ... No te preocupes es una explosión eléctrica.<br />Betty.— Ah...<br />Elisa.— Nadie puede entrar ni salir.<br />Betty.— ¿Tanto así?<br />Elisa.— ¿Dónde estás, en la tierra?<br />Betty.— Tú, vienes de afuera. Yo aquí amiga, con mis pensamientos.<br />Elisa.— Pero no necesariamente vengo de la calle.<br />Betty.— ¿Trabajas aquí?<br />Elisa.— Algo así.<br />Betty.— Ya sé, ¿eres de personal?<br />Elisa.— Sí, ¿como lo sabes?<br />Betty.— Porque eres psiquiatra.<br />Elisa.— ¿Psiquiatra?...<br />Betty.— Sí, de esas que le hablan al cerebro a una.<br />Elisa.— Terapia...<br />Betty.— ... No me Interrumpas...<br />Elisa.— ... Quiero decirte que las psiquiatras no se meten con el cerebro de nadie, sólo hacen terapia.<br />Betty.— Jumm...<br />Elisa.— Así, es, pero no soy... psiquiatra..., bueno, más o menos.<br />Betty.— ¡Yo sabía!<br />Elisa.— Si te hace sentir mejor.<br />Betty.— Yo sabía...<br />Elisa.— No me has dicho lo del perro.<br />Betty.—Y tú no me has dicho qué pasa allá afuera.<br />Elisa.— Háblame del perro.<br />Betty.— ¡No me molestes más!<br />Elisa.— ¡No soy psiquiatra!<br />Betty.— Vete a divertir con un perro.<br />Elisa.— Está bien, allá afuera tienen cerrada la entrada porque encontraron un objeto explosivo, hasta ahora estará clausura­do.<br />Betty.— ¿Y no podemos continuar hasta la próxima estación para salirnos de ésta?<br />Elisa.— Dime lo del perro.<br />Betty.— ¿Y vienes a vigilarme aquí?<br />Elisa.— Lo del perro, dime.<br />Betty.— ¿Eres supervisora?<br />Elisa.— Algo así...<br />Betty.— Entonces anda con tu aburrimiento para donde un perro.<br />Elisa.— Otra vez con lo del perro...<br />Betty.— Mira, te lo voy a decir, hay mujeres que sienten tanto apego con su perro que lo usan sexualmente.<br />Elisa.— ¿Sexualmente?<br />Betty.— Por supuesto.<br />Elisa.— No entiendo.<br />Betty.— Ellas se acerca al lomo, por lo general son perros muy limpios.<br />Elisa.— ¡No me digas!<br />Betty.— Sí..., esperan que el perro sienta poco y, muy discretamente, van esperando la excitación del perro...<br />Elisa.— ¿Sí?<br />Betty.— ¿Dónde estás, en la tierra?<br />Elisa.— ¿No?<br />Betty.— Y allí, entre jadeos caninos, matan el aburrimiento...<br />Elisa.— Difícil de creer...<br />Betty.— No has visto nada. ¿Hay algunas que lo toman como caramelo?...<br />Elisa.— ¿Como caramelo?<br />Betty.— Se lo chupan.<br />Elisa.— ¡Verga!<br />Betty.— Y así es como van pasando su tiempo.<br />Elisa.— ¡Qué asco!<br />Betty.— Ellas no piensan lo mismo (Ríe) ¿Quieres todavía matar el aburrimiento?<br />Elisa.— ¡Eres una abusadora!<br />Betty.— Y tú rompementes.<br />Elisa.— ¿Rompementes?<br />Betty.— Eso es lo que hacen las mujeres como tú, meterse en la cabeza de la gente...<br />Elisa.— Ya te dije que no soy psiquiatra.<br />Betty.— No importa, te has venido a meterte en mi mente.<br />Elisa.— Es que no dejas de pensar en voz alta.<br />Betty.— Tú también lo haces.<br />Elisa.— Lo hago para ayudarte.<br />Betty.— ¿Ves? Tú también estás loca...<br />Elisa.— ...Porque hables en voz alta no quiere decir que estás loca.<br />Betty.— ¿Y quien te dio derecho de venir a interrumpir mi pensamiento en voz alta?<br />Elisa.— Quería darte un caramelo.<br />Betty.— ¿Un caramelo?<br />Elisa (Saca un caramelo) .— Toma<br />Betty.— Bueno, ¿De qué sabor es?<br />Elisa.— Menta.<br />Betty.— Si es de menta, sí. (Toma el caramelo)<br />Elisa.— ¿Te das cuenta?<br />Betty.— ¿Ajá?<br />Elisa.— Que no soy una rompementes.<br />Betty.— No creas que vas a confundir mi amor con este caramelo.<br />Elisa.— ¿Dijiste mi amor?<br />Betty.— No niego que esté sabroso,...<br />Elisa.— Quieres hablarme de mujeres...<br />Betty.— ...Pero un caramelo no va a cambiar las cosas...<br />Elisa.— Mi amor significa muchas cosas.<br />Betty.— Es una expresión...<br />Elisa.— Nadie dice mi amor con ese tono tan cariñoso...<br />Betty.— No te confundas.<br />Elisa.— No sólo es una expresión cuando dices... (sensual) mi amor (!)...<br />Betty.— Se le puede decir a otra mujer mi amor...<br />Elisa.— No con esas ganas...<br />Betty.— ¿Ganas de qué?<br />Elisa.— De amor.<br />Betty.— ¡Me estás haciendo arrechar!<br />Elisa.— Tranquila, si me mandas a donde un perro, me das derecho a decirte esto...<br />Betty.— Que soy lesbiana.<br />Elisa.— No he dicho eso...<br />Betty.— ...Pero lo sugieres...<br />Elisa.— Estoy segura que quieres hablar.<br />Betty.— Hagamos una cosa, tú vas afuera y yo continúo aquí con mis pensamientos en voz alta y todo...<br />Elisa.— ¿Estás molesta?<br />Betty.— Qué quieres que esté feliz porque me llamas lesbiana?<br />Elisa.— No he dicho eso. Lo dices tú.<br />Betty.— Ya me vienes con esa psicología barata.<br />Elisa.— No es psicología.<br />Betty.— Entonces eres loquera...<br />Elisa.— Mucho menos. Soy psicóloga industrial.<br />Betty.— No es lo mismo. Psiquiatra, psicóloga, loquera?<br />Elisa.— No.<br />Betty.— Cuál es la diferencia si de todos modos eres una rompementes?<br />Elisa.— No, soy profesional…<br />Betty.— Yo no sé si eres profesional o si has tenido estudios, pero a mí, no me engañas.<br />Elisa.— No desconfíes, no vengo hacerte daño.<br />Betty.— No hagas más preguntas.<br />Elisa.— Sólo hago mi trabajo.<br />Betty.— Con tan grande que es este metro, kilómetros de subterráneos y vienes a meterte conmigo.<br />Elisa.— Es que tenías una actitud sospechosa.<br />Betty.— ¡No soy lesbiana ni ladrona! Que se enteren de una vez.<br />Elisa.— Lo sé.<br />Betty.— ... Entonces?<br />Elisa.— ¿Entonces qué?<br />Betty.— Déjame sola.<br />Elisa.— Van a pensar que no hago mi trabajo.<br />Betty.— Diles cualquier cosa.<br />Elisa.— ...No puedo...<br />Betty.— ... A cambio de eso me la tengo que calar...<br />Elisa.— ... No te voy a hacer daño...<br />Betty.— Ya me lo dijiste.<br />Elisa.— Unas preguntas y ya... <br />Betty.— ...Chao...<br />Elisa.— … Qué?<br />Betty.— ... Arrividerci.<br />Elisa.— Ajá...<br />Betty.— Good bay.<br />Elisa.— Jumm...<br />Betty.— Hasta luego.<br />Elisa.— Entiendo.<br />Betty.— O sea, adiós...<br />Elisa.— Te dije que no puedes hacerlo.<br />Betty.— Quiero estar sola.<br />Elisa.— Ya lo estás.<br />Betty.— Mientras no te vayas no lo estoy.<br />Elisa.— Te prometo que no te voy a molestar.<br />Betty.— Con tantas preguntas.<br />Elisa.— No vengo a interrogarte…<br />Betty.— …Sí, ya sé, vienes a atenderme.<br />Elisa.— Es todo.<br />Betty.— Y vamos a estar toda la noche aquí?<br />Elisa.— Lo que sea necesario.<br />Betty.— ¡Ah!... No...<br />Elisa.— Cálmate, vamos bien.<br />Betty.— Tú, con esa paja de loquera.<br />Elisa.— Psicóloga industrial.<br />Betty.— Como quieras.<br />Elisa.— Te propongo algo fácil para las dos.<br />Betty.— ¿Qué, te vas? Chao pues.<br />Elisa.— No, algo mejor.<br />Betty.— Nada es mejor que estar sola.<br />Elisa.— Es lo que quiero proponerte.<br />Betty.— ¡Ah qué bien! Chao...<br />Elisa.— Tú, te quedas allí, cierras los ojos como te dije, y sigues con tus pensamientos en voz alta...<br />Betty.— ... De acuerdo, cierro los ojos ¿Ves?<br />Elisa.— Sí?...<br />Betty.— Los tengo cerrado.<br />Elisa.— Eso es...<br />Betty.— …Y tú, te vas. Hasta luego.<br />Elisa.— ¡Espera no me dejas terminar!<br />Betty.— ... Ya no te escucho, estoy con mis pensamientos, hablo en voz alta. ¿No te das cuenta?..<br />Elisa.— Espera.<br />Betty (Ausente).— No te escucho.<br />Elisa.— Entiendo, sigue allí mientras te explico.<br />Betty.— No te escucho.<br />Elisa.— No es necesario.<br />Betty (Ensimismada).— Cortarme el cuello, meterme un tiro, no cambia las cosas...<br />Elisa.— Tú hablas y yo te escucho.<br />Betty (Cambia).— ¿Y me prometes que te vas?<br />Elisa.— Cuando sea necesario me voy.<br />Betty.— Cuando sea necesario?<br />Elisa.— Sí, yo me entiendo...<br />Betty.— ...Prométemelo.<br />Elisa.— Te lo prometo.<br />Betty.— No, dilo…<br />Elisa.— Te prometo que después de oírte, me voy (!)<br />Betty.— Mejor…<br /><br />(Betty y Elisa comienzan a pensar en voz alta. Ausentes. Pero en cambio, Elisa pretende hacerle ver a Betty que está, en efecto, pensando en voz alta)<br /><br />Betty.— No vale la pena... si me mato... que sea porque me da la gana y no porque me lo pide un hombre.<br />Elisa.— Siéntate allí. Ya estoy aquí. (Ve a su reloj) Llegué a tiempo.<br />Betty.— ... Los hombres ya traen consigo un contrato social en el que te dicen cómo estás obligada a sufrir cual magdalena por un hombre.<br />Elisa.— Si quieres hablar de hombres está bien...<br />Betty.— Por ejemplo, me da la gana de ser soltera.<br />Elisa.— Descansa, respira, ya estoy aquí para ayudarte.<br />Betty.— Soltera...<br />Elisa.— No te vallas a cortar el cuello.<br />Betty.— ... Si siendo soltera, me corto el cuello, bien...<br />Elisa.— ¿Tienes algo en contra del matrimonio?<br />Betty.— Nada.<br />Elisa.— Apenas te deja un hombre y ya quieres cortarte el cuello.<br />Betty.— No es así, me corto el cuello porque me da la gana.<br />Elisa.— ¿Eso te hace más femenina?<br />Betty.— En cierta manera.<br />Elisa.— ¿Y crees que cortándote el cuello te va hacer más mujer?<br />Betty.— No, pero si me corto las venas, que sea cuando yo quiera y no porque me deja un hombre.<br />Elisa.— Te confundes.<br />Betty (Cambia. Normal).— Quien aquí quiere confundirme eres tú…<br />Elisa (Igual).— Íbamos bien.<br />Betty.— Creí que te habías ido.<br />Elisa.— Cálmate, vamos bien…<br />Betty.— Recuerda que me prometiste…<br />Elisa.— Sí, (cambia) ¿quieres un caramelo? (Saca un caramelo)<br />Betty.— ¿Otro?<br />Elisa.— Es de menta.<br />Betty.— Está bien, (toma el caramelo) pero te vas…<br />Elisa.— Todo a su tiempo…<br />Betty.— ¿Exactamente qué quieres de mí?<br />Elisa.— Escucharte.<br />Betty.— Para eso eres loquera, ¿no?<br />Elisa.— Psicóloga industrial.<br />Betty.— Yo sigo en lo mío.<br />Elisa.— De eso se trata, de que te sientas en confianza.<br />Betty (Betty se abstrae. Piensa en voz alta. Sale y entra de aquella noción abstracta como de aquí en adelante lo exige el texto).— Nada de hombres ni cortes de cuello.<br />Elisa.— ¿Qué entonces?<br />Betty.— Sexo tecnológico.<br />Elisa.— ¿Cómo?<br />Betty.— Ahora las parejas se encuentran con avisos en la prensa, no por su color de ojos…<br />Elisa.— ¿Avisos de prensa?<br />Betty.— En la prensa saldrán avisos en el que se anuncien a las personas por su alto nivel de dopamina.<br />Elisa.— … Explícate…<br />Betty.— Si alguien tiene alto nivel de dopamina tendrá sexo seguro.<br />Elisa.— ¿Sin importar el tipo de sexo?<br />Betty.— Sin importar el tipo de sexo.<br />Elisa.— Según el tope de inyecciones artificiales…<br />Betty.— Así es.<br />Elisa.— ¿Y el amor?<br />Betty.— ¿Para qué?<br />Elisa.— ¿No es parte del sexo?<br />Betty.— Todo lo contrario, estoy aquí precisamente por amor.<br />Elisa.— ¿Y cómo quieres controlarlo?<br />Betty.— Inyectándome Dopamina.<br />Elisa.— ¿Así de fácil?<br />Betty.— Sí y te evitas todos los problemas secundarios del amor.<br />Elisa.— ¿Cuáles?<br />Betty.— Depresión…<br />Elisa.— …Ya…<br />Betty.— … Desamor…<br />Elisa.— …Engaño…<br />Betty.— … Suicidio…<br />Elisa.— Entiendo.<br />Betty.— Aparecerán avisos en el periódico que dirán: «alto en dopamina o testosterona llámame»…<br />Elisa.— Nunca será igual al amor…<br />Betty (Ríe) .— ¿Amor?...<br />Elisa.— Sí, el amor…<br />Betty.— Ya ves. Me tienes aquí.<br />Elisa.— Sí lo sé, ya veo.<br />Betty.— El amor es ahora por receta.<br />Elisa.— ¿Receta?<br />Betty.— Te dije, aparecerán letreros que dirán tanto de dopamina, tanto de testosterona.<br />Elisa.— Ajá… ¿Y por eso te vas a matar?<br />Betty.— ¿Cómo dices, matarme?<br />Elisa.— ¿Por un hombre?<br />Betty.— Por nadie.<br />Elisa.— Ni por un hombre ni por nada.<br />Betty.— Ya coloqué mi aviso de prensa:<br />«Amor sin viagra.<br />Alto nivel de dopamina.<br />Busco hombre con alto nivel de testosterona.<br />Traer certificado médico.».<br />Elisa.— Entonces no tendrás la necesidad de suicidarte.<br />Betty.— ¡Claro que no!<br />Elisa.— Nos estamos poniendo de acuerdo en algo.<br />Betty.— Sí así lo crees.<br />Elisa.— Dame el arma. Ya no te ves a suicidar.<br />Betty.— ¿Qué!<br />Elisa.— No la necesitas.<br />Betty.— ¿Arma? No tengo ninguna arma.<br />Elisa.— Sí, sé que la tienes.<br />Betty.— ¿Cómo puedes estar tan segura de que tengo el arma?<br />Elisa.— Por mi oficio…<br />Betty.— ¿Eres adivina?<br />Elisa.— Psicóloga industrial. Me especializo en conductas.<br />Betty.— Ya me lo dijiste, pero tendrás que ser adivina para saber.<br />Elisa.— No, sólo hago mi trabajo…<br />Betty.— … No tengo armas…<br />Elisa.— Como quieras, no tengo apuro.<br />Betty.— ¡Me estás cambiando el juego!<br />Elisa.— Yo continúo en el juego.<br />Betty.— Buscas confundirme.<br />Elisa.— Tranquila sólo te escucho.<br />Betty.— Me dijiste que podía hablar de lo que quiera.<br />Elisa.— Sí, cierto.<br />Betty.— … No me hables más del arma.<br />Elisa.— …Te lo prometo…<br />Betty.— … Así está mejor…<br />Elisa.— … Te escucho…<br />Betty.— No entiendo.<br />Elisa.— Puedes hablar.<br />Betty.— Ah…<br />Elisa.— Por ejemplo, (Mira hacia los lados, señala al público) a ese hombre…<br />Betty.— ¿Te gusta?<br />Elisa.— ¿Qué piensas de él?<br />Betty.— No sé…<br />Elisa.— Haz un esfuerzo.<br />Betty.— Creo que es bajo en testosterona, bajo en erección…<br />Elisa.— ¿Cómo lo sabes?<br />Betty.— Mírale la cara…<br />Elisa.— ¿Qué tiene?<br />Betty.— Tiene poca actividad sexual.<br />Elisa.— ¿Es cura?<br />Betty.— Inactivo sexual que no es igual a cura…<br />Elisa.— ¿No es lo mismo?<br />Betty.— No.<br />Elisa.— Ah…<br />Betty.— El ser cura no te libra del sexo…<br />Elisa.— … Dime más de ese hombre…<br />Betty.— Pon algo más emocionante…<br />Elisa (Cambia).— ¿Quieres un caramelo?<br />Betty.— No he terminado con el que me diste.<br />Elisa.— Me avisas cuando quieras. Tengo más.<br />Betty.— No quiero…<br />Elisa.— Dime más de ese hombre.<br />Betty.— No quiero hablarte de hombres, menos de ese que es más feo que un «porrazo en las bolas a medianoche».<br />Elisa.— Qué tiene.<br />Betty.— Vengo aquí a librarme de un hombre y me metes por los ojos a éste.<br />Elisa.— No hay problema…<br />Betty.— ¿Por qué mejor no me dejas sola?<br />Elisa.— Es que mi trabajo es…<br />Betty.— ¿Quién te pidió venir?<br />Elisa.— Ya te dije, hablabas en voz alta…<br />Betty.— … Tú como que no eres ninguna psiquiatra…<br />Elisa.— Psicóloga industrial.<br />Betty.— Tú como que… ¿Vienes de la mafia?<br />Elisa.— ¿De qué mafia me hablas?<br />Betty.— ¿Acaso no trabajas aquí? Ya deberías saberlo.<br />Elisa.— ¿De qué hablas?<br />Betty.— Del sindicato, para nadie es un secreto…<br />Elisa.— Sigo sin entender.<br />Betty.— Mafia, significa chulo, ladrón, oportunistas, mulas, y últimamente se dice que tienen relación con las violaciones en la estación cuarenta y cinco.<br />Elisa.— Sí, estoy al tanto…<br />Betty.— Tú como que vienes de esa gente…<br />Elisa.— Deja la paranoia.<br />Betty.— ¿Paranoia?<br />Elisa.— Sí, enferma mental, que se siente continuamente perseguida…<br />Betty.— Eso me han dicho.<br />Elisa.— Por eso estoy aquí…<br />Betty.— ¡Mira, coño, yo no estoy jodida de la mente, ¿oíste!...<br />Elisa.— Nadie ha dicho lo contrario…<br />Betty (Nerviosa).— Sigamos, mejor mirando a la gente, ¿Te parece?<br />Elisa.— Sí, es mejor, así dejamos la actitud sospechosa…<br />Betty.— A mí, no me molesta mi actitud.<br />Elisa.— A mí sí.<br />Betty.— Claro, tienes compromisos, eres esclava del sistema…<br />Elisa.— Antes mafiosa, ahora conservadora.<br />Betty.— … Conservadora no, ¡capitalista!...<br />Elisa.— Tienes una confusión de ideas.<br />Betty.— No más que tú.<br />Elisa.— ¡Tranquila! Te escucho y no peleo más contigo.<br />Betty.— Quién está peleando eres tú…<br />Elisa (Cambia).— ¿Quieres un caramelo?<br />Betty.— No…<br />Elisa.— ¡Mira!<br />Betty.— ¿Qué?<br />Elisa (Apunta hacia el público).— Hacia allá.<br />Betty.— ¿La niña?<br />Elisa.— No.<br />Betty.— ¿La vieja?<br />Elisa.— Sí, la señora.<br />Betty.— ¿Qué tiene?<br />Elisa.— Mírala bien, ¿qué me puedes decir?<br />Betty.— No sé, dímelo tú?<br />Elisa.— Estoy para escucharte.<br />Betty.— Si te haces feliz pues veo a una vieja…<br />Elisa.— ¿Sí?...<br />Betty.— …¿Tengo que decirte que está haciendo ella?<br />Elisa.— ¿Qué pasa?<br />Betty.— Le está lamiendo el pié…<br />Elisa.— ¿Le lame el pié?...<br />Betty.— Mira como se lo chupa.<br />Elisa.— ¿Qué ves?<br />Betty.— Lo que tú.<br />Elisa.— Dime…<br />Betty.— Yo veo a una vieja que le mama el pie al peluche, mira, ahora le toma…, le toma…,<br />Elisa.— Veo sólo una anciana…<br />Betty.— …le toma el pipi… ¡Qué bolas! ¿Qué está haciendo?...<br />Elisa.— No veo nada de eso.<br />Betty.— Es que tú eres muy ingenua.<br />Elisa.— Ves sólo lo que quieres ver…<br />Betty.— Se lo tragó…<br />Elisa.— ¿El peluche?<br />Betty.— ¡Me vas a decir que no le está mamando el pipi?...<br />Elisa.— Veo que juega con la niña.<br />Betty.— Chupa que chupa la vieja…<br />Elisa.— Es probable que le pique las encías.<br />Betty.— No vine a discutir contigo.<br />Elisa.— Tú estabas primero aquí.<br />Betty.— Deja de aplicarme tu psicología barata.<br />Elisa.— Debería irme.<br />Betty.— Cuando quieras.<br />Elisa.— ¿Qué pretendes?<br />Betty.— Vete, no te quiero escuchar.<br />Elisa.— Me tienes como cansada.<br />Betty.— Ay… quien lo dice…<br />Elisa.— ¡Cállate!<br />Betty.— No me da la gana.<br />Elisa.— Claro, por eso estoy aquí.<br />Betty.— Nadie está pidiendo tu ayuda.<br />Elisa (Mira al público).— ¿Sí…, y quién te ha dicho que los peluches tienen pipí?...<br />Betty.— ¡Me da la gana de ver y decirlo!<br />Elisa.— Mira, es fácil, tú dejas de hablar en voz alta y yo me retiro.<br />Betty.— Te puedes ir cuando quieras…, por mí, te puedes colgar si quieres.<br />Elisa.— Si de mí dependiera no estaría aquí…<br />Betty.— Es más, mira cómo hago lo que me da la gana.<br /><br /> (Empieza ausentarse. Abstraída. Mira hacia el público)<br /><br />Elisa.— ¿A ver?...<br />Betty (Alto).— ¡Eres un fastidio!<br />Elisa.— …Ajá…<br />Betty.— Aburrida…<br />Elisa.— …¿Qué más?<br />Betty.— Vejuca…<br />Elisa.— Me das risa…<br />Betty.— Niñera…<br />Elisa.— …¿Niñera?...<br />Betty.— Aguafiestas…<br />Elisa.— No es la primera vez que me lo dicen.<br />Betty.— …¡Ultraderechista!...<br />Elisa (Ríe).— ¿Eso existe?...<br />Betty.— …Terrorista…<br />Elisa.— …Estás confundida…<br />Betty.— Aracrisna.<br />Elisa.— Ahora si me insultas (!)…<br />Betty.— …Dulcera…<br />Elisa.— …Ah, por cierto, ¿quieres caramelo?...<br />Betty.— Pendeja…<br />Elisa.— Ya no te oigo. (Se levanta con intención de retirarse)<br />Betty.— ¿Adónde vas?<br />Elisa.— ¿Qué ahora?<br />Betty (Cambia).— No te vayas.<br />Elisa.— ¿Y si quiero?<br />Betty.— No puedo estar sin ti.<br />Elisa (Juega).— Mira cómo me retiro… me… retiro… retiro…<br />Betty (Llora).— Te burlas de mí. No juegues con mis sentimientos…<br />Elisa.— Quiero terminar con esto (Toma a Betty por el brazo)<br />Betty.— ¿Qué haces? ¡Suéltame!<br />Elisa.— No te obligo.<br />Betty.— Estoy segura ahora. Vienes por mí.<br />Elisa.— Hago mi trabajo.<br />Betty.— ¿Eso incluye llevarme de aquí?<br />Elisa.— No exactamente.<br />Betty.— ¿Qué quieres decir?<br />Elisa.— Exactamente lo que estás oyendo .<br />Betty.— «Exactamente» es una frase inexacta.<br />Elisa.— Tómalo así. No tengo más explicaciones…<br />Betty.— Una frase inexpresiva. Es eso y muchas cosas. Es todo y es nada.<br />Elisa.— Mira, vengo por ti y por otros aquí.<br />Betty.— ¿A quién te vas a llevar?<br />Elisa.— Crees que eres la única persona con problemas en este mundo…<br />Betty.— No sé ni me interesa.<br />Elisa.— Jummm…<br />Betty.— Entonces búscate a otra para que cumplas con tu trabajo…<br />Elisa.— Te escojo a ti…<br />Betty.— Por ejemplo, llévate a esos dos tipos de allí. (Mira hacia el público).<br />Elisa.— ¿Qué tienen?<br />Betty.— También hablan en voz alta.<br />Elisa.— No lo hacen, están predicando.<br />Betty.— ¿Predicando?<br />Elisa.— Fácil de entender: la corbata, el color negro de sus trajes, el maletín en sus manos. Y una mirada tonta que nunca sacan de su rostro.<br />Betty.— ¿Y por qué tienen que hablar en voz alta?<br />Elisa .— Siempre lo hacen…<br />Betty.— «¡Arrepiéntete! Escucha la voz del señor, encuéntrate con la palabra»<br />Elisa (Le sigue, igual).— … Y halla al señor…<br />Betty.— ¿Crees que la violencia del mundo la quiere Dios?...<br />Elisa.— … Las drogas, la pornografía no viene de Dios.<br />Betty.— ¡Arrepiéntete!...<br />Elisa.— …Entrega tu corazón al señor…<br />Betty.— … Y encontrarás la libertad…<br />Elisa.— ¡Serás libre! La palabra te libera.<br />Betty.— ¡Haz el amor! No la guerra.<br />Elisa (Pausa).— Paz y amor… (Luego ríe)<br />Betty.— El encuentro con los cuerpos es el encuentro con Dios.<br />Elisa.— … Dios es el encuentro con el cuerpo.<br />Betty (Cambia. Pausa, ríe sarcásticamente).— ¡Ahora me vas a decir que esos dos aburridos de allí entienden que el cuerpo está en Dios?<br />Elisa (Cambia).— Me interrumpes…<br />Betty.— Esos dos (mira al público) ni siquiera se masturban. Deben tener miedo a sí mismos.<br />Elisa.— Después de todo ellos no molestan a nadie…<br />Betty.— ¿En cambio yo sí?<br />Elisa.— ¿Yo sí, qué?<br />Betty.— Yo sí molesto a la gente.<br />Elisa.— No exactamente.<br />Betty.— Vuelves otra ves con la misma mierda… «No exactamente» (Remeda) «No exactamente…».<br />Elisa.— Va más allá de molestar…<br />Betty.— Dime realmente qué quieres.<br />Elisa.— Nada. Continúa viendo tu par de predicadores y yo, a cambio, te dejo tranquila.<br />Betty.— Me lo prometes.<br />Elisa.— Te lo prometo.<br />Betty.— Que te quede claro que ellos aún están pensando en voz alta.<br />Elisa.— Estoy conciente de todo lo que pasa.<br />Betty.— Ahora, por un momento, no quiero que me molestes…<br />Elisa.— No te preocupes.<br />Betty.— …Y por un minuto, quiero que hagas silencio… (Pausa)<br />Elisa (Pausa).— ¿Para qué quieres silencio?<br />Betty.— Silencio.<br />Elisa.— Será imposible con tanta algarabía. (Se deja escuchar el ruido de la calle que desvanece con la intervención de Betty)<br />Betty.— Haz el esfuerzo…<br />Elisa (Pausa).— ¿A qué viene tu pedido?<br />Betty.— Voy a hablar de la mujer. Necesito silencio.<br />Elisa.— Ah…<br />Betty.— Las mujeres…<br />Elisa.— Tú y yo somos mujeres.<br />Betty.— No somos una minoría.<br />Elisa.— Lo sé. Mira a tu alrededor.<br />Betty.— Representamos el cincuenta y cinco por ciento de la humanidad.<br />Elisa.— Ajá…<br />Betty.— No somos una minoría. Representamos la mayoría. Tenemos nuestros derechos…<br />Elisa.— Ajá…<br />Betty.— …A dar nuestras opiniones. A sentir y realizar nuestros sueños. No dejemos que lo hagan por nosotras…<br />Elisa.— Claro que no…<br />Betty.— La diferencia la ponemos nosotras… No ellos, los hombres, el sistema…<br />Elisa.— ¿Sistema?<br />Betty.— Existe una pequeña línea entre realizar y sentir el valor que tenemos las mujeres para no dejar pasar las cosas. No debe darnos vergüenza ser mujeres…<br />Elisa.— Explícate, porque usas palabras que nadie entiende…<br />Betty.— Hablo en serio.<br />Elisa.— También lo hago. Ninguna mujer va a entender que estás hablando de un rico pene, sabroso, elegante y cálido que las hará sentir felices…<br />Betty.— No es así que quiero hablarte de sexo ni de la mujer…<br />Elisa.— ¡Ah… no! Mira Betty, las mujeres queremos ser felices. Por un rato. Con tanto falta de hombres…<br />Betty.— Me estás mal interpretando…<br />Elisa.— No creas, lo hago bien. Y digo bien del sexo.<br />Betty.— El sexo a las mujeres no las esclaviza, sino que las libera.<br />Elisa.— Es lo que quiero decir… cuando tengo una unidad fálica bien proporcionada delante de mí soy libre. (Risotada)<br />Betty.— Sí, pero…<br />Elisa.— ¡Vamos Betty! Todas las mujeres estamos pendiente de lo mismo. Unas menos otras más. (Cambia como recordando para que está allí) Debo sacarte de aquí…<br />Betty.— ¿Llevarme para dónde? Me prometiste dejarme tranquila.<br />Elisa.— Sacarte de este vagón.<br />Betty.— Con qué autoridad.<br />Elisa.— Con la que me embiste.<br />Betty.— ¿Eres policía?<br />Elisa.— No.<br />Betty.— ¿Qué entonces?<br />Elisa.— Trabajo en la policía, pero no soy inspector,…<br />Betty.— Ya me parecía.<br />Elisa.— …soy asesora psiquiátrica…<br />Betty.— ¿Viste!...<br />Elisa.— …del departamento de seguridad…<br />Betty.— …¡Eres una policía de mierda!…<br />Elisa.— No exactamente.<br />Betty.— Otra vez con tu frasecita.<br />Elisa.— Hago lo mío.<br />Betty.— Sí claro, joder a los demás.<br />Elisa.— Mi trabajo.<br />Betty.— Vete a la mierda con tu trabajo.<br />Elisa.— Sin ofensas.<br />Betty.— Ahora no.<br />Elisa.— Cambias con mucha facilidad de parecer.<br />Betty.— Eso depende de la arrechera.<br />Elisa.— ¡Arrechera?<br />Betty.— Sí, depende de las ganas que te tenga.<br />Elisa.— ¿De qué ganas me hablas?<br />Betty.— ¡De joder a una persona!<br />Elisa.— ¿Por qué tan violenta?<br />Betty.— Me da la gana.<br />Elisa (La toma por un brazo).— Vámonos.<br />Betty (Violenta) .— ¡No me jodas! ¡Suéltame! ¡Cuidado con una vaina!<br />Elisa.— No te haré daño.<br />Betty.— Me tendrás que llevar obligada…<br />Voz en off.— «Le rogamos a los señores pasajeros nos disculpen por la tardanza»<br />Betty (Cambia).— ¿Ves?... te están llamando.<br />Elisa.— ¿Quién, a mí?<br />Betty.— Sí, a ti, ¿no escuchas?<br />Elisa.— ¿A qué te refieres con esa paranoia?<br />Betty.— Nadie espera por mí.<br />Elisa.— No vayas a usar esa arma, acompáñame.<br />Betty (Con sorpresa saca un arma. Apunta hacia el público).— ¡La voy a usar!<br />Elisa.— ¡No! No te vayas a disparar.<br />Voz en off.— Se les recomienda a los señores pasajeros tomar la salida del anden cuatro…<br />Betty.— ¿Quién coño te dijo que me voy a meter un tiro y cómo sabes que tenía el arma?…<br />Elisa.— …Pero…<br />Betty.— Ni guevona que fuera.<br />Elisa.— ¿Entonces?<br />Betty.— No es a mí a quien voy a disparar sino a la gente.<br />Elisa.— ¡Qué dices?<br />Betty.— A toda esa gente. (Señala al público) Y si jodes mucho a ti también.<br />Elisa.— ¡Cálmate!<br />Betty.— Y después.<br />Elisa.— ¿Después qué?<br />Betty.— Te disparo a ti.<br />Elisa.— No lo vas hacer<br />Betty.— Ah… ¿sí?… Sólo escucha como suenan los disparos (Simula disparar al público)…<br />Elisa.— ¿Qué haces?<br />Betty.— ¿Crees que soy tonta?<br />Elisa.— ¿Por qué lo dices?<br />Betty.— Mira (Apunta hacia el público) ¡Bunn…bunn!...<br />Elisa.— ¡Deja esa arma coño!<br />Betty.— No soy tan tonta como para pensar que toda esta gente se ha ido porque se aburrió.<br />Elisa.— ¿Qué gente?<br />Betty.— ¿No ves que estamos solas?<br />Elisa (Llevándole la corriente).— Ah… sí… claro la gente se cansó de esperar…<br />Betty.— Y tú eres la cómplice. La gente está allí esperando a que tú me lleves.<br />Elisa.— Cálmate.<br />Betty.— ¿Qué me calme y tienes todo pensado?<br />Elisa.— Deja tu paranoia.<br />Betty.— …No te preocupes desde aquí les disparo…<br />Elisa.— Ya va…<br />Betty.— No necesito esperar para dispararles…<br />Elisa.— No tienes… (Le intenta quitar el arma a Betty)<br />Betty.— ¡Epa! ¡Epa! ¡Adónde pretendes ir?<br />Elisa.— Sólo que…<br />Betty.— …¡Nada! Si te vuelves a acercar. Te disparo.<br />Elisa.— No es necesario…<br />Betty.— ¡Te disparo policía de mierda!<br />Elisa.— Psicóloga.<br />Betty.— Lo que sea, cuando tengas una bala de esta en tu cabeza…<br />Elisa.— Quiero ayudarte.<br />Betty.— Sí, no digo pues, y de aquí nos vamos a tu oficina a tomarnos un café.<br />Elisa.— ¿Por qué no?<br />Betty.— No seas estúpida…<br />Elisa.— Quiero protegerte.<br />Betty.— Si sabías qué hacía aquí y que aun estoy armada por qué no metes a la policía en esta mierda de vagón y se acabó…<br />Elisa.— Necesitaba estar segura…<br />Betty.— ¡Cuidado con una vaina! (Le amenaza con el arma)<br />Elisa.— No vayas a usar esa arma…<br />Betty.— Depende…<br />Elisa.— ¿Depende de qué?<br />Betty.— De que te calles la boca coño de tu madre.<br />Elisa.— ¿Por qué tan grosera?<br />Betty.— Coño… tú si que tienes cojones, diría, ovarios. Tengo esta arma apuntándote… ¿y entonces cómo quieres que te lo diga?...<br />Elisa (Nerviosa).— Eh…<br />Betty.— Mire, por favor, doctora, quiere usted atenderme un momento porque, de lo contrario, le disparo con esta arma…<br />Elisa.— No juegues más…<br />Betty.— Y, como comprenderá, si le disparo con el arma puede ser que le produzca daños. Sobre todo si le disparo al centro de su sien…, (Coloca su arma sobre la sien de Elisa)… en caso de que entre por este lado saldrá por aquél, ocasionando una herida abierta en el occipital derecho.<br />Elisa.— … Cálmate…<br />Betty.— Estrujándose parte de su cerebro en las ventanas del metro.<br />Voz en off.— Señores se le agradece no correr en los pasillos mientras damos acceso al anden cuatro.<br />Elisa.— …¿Ves? Ya podemos retirarnos.<br />Betty.— ¿Qué dices?<br />Elisa.— Salir, podemos salir… y puedes bajar tu arma…<br />Betty.— …Pedacitos de cerebro esparcidos por los asientos, las paredes, por todas partes…<br />Elisa.— Tú no eres así. No harás eso.<br />Betty.— ¿Me pones a prueba?<br />Elisa.— No estoy en condición de exigir.<br />Betty.— Estamos entendiéndonos.<br />Elisa.— Quita el arma de mi cabeza.<br />Betty.— Crees que vas hacer conmigo lo que quieras. ¡Nadie me lleva para ninguna parte! (Risotada)<br />Elisa.— No te llevaré…<br />Betty.— Te pareces a mí…<br />Elisa.— ¿A ti?<br />Betty.— Cuando hablo conmigo misma.<br />Elisa.— ¿Contigo?<br />Betty.— … No te muevas mucho, te estoy viendo las intenciones…<br />Elisa.— Eh… no… eh…<br />Betty.— Te decía que te pareces a mí. Porque cuando hablo conmigo, me dirijo hacia mi vagina…<br />Elisa.— …¿Hacia tu vagina?<br />Betty.— Miro hacia mi cuca y le digo lo que tengo que decirle. Miro y hablo. Hablo y miro. Ahora necesito hablar con ella…<br />Elisa.— Eso es peor que hablar a solas.<br />Betty.— ¡Bueno si vienes a buscar a una loca! ¿Qué esperas?<br />Elisa.— No te considero loca…<br />Betty.— ¿No?...<br />Elisa.— ¡Si no una loca paranoica de mierda!<br />Betty.— Acuérdate que no estas en condición de pelear conmigo.<br />Elisa.— Loca y lame cuca.<br />Betty (Cambia).— …Tranquila, tranquila… porque ahora voy a hablar con mi niña (Mira hacia su vagina). Mira niña, niñita… aquí viene una mujer y que a buscarme… pero es bueno que ella escuche un poco de mi vida. (A Elisa) ¿Sabes porque me llaman la «locutora»? ¿No, verdad? Es bueno entonces que lo sepas: me la paso hablando sola con mi cuca. (Mira hacia su vagina) ¿Verdad niña que me llaman la «Locutora»? Sólo tú me escuchas. Porque he estado sola. Muy sola: desde que me agarraron esos tres tipos pa’ diez, nunca más he sido la misma. A veces, junto a mi niña, siento arrechera, ¿Verdad niña?... Otra veces deseo, pero ella, (señala hacia su vagina) esta arrecha y tenemos que ponernos de acuerdo. Me violaron, me cogieron por todos lados. Debieron ser trabajadores del metro por que tenían el uniforme de bedeles. (Mira a Elisa y luego hacia su vagina respectivamente) pero cómo le hago, el deseo es a veces mayor que la voluntad y estoy en el fondo para encontrarme con esos violadores… no sé, son deseos ganas de una cosa… de sentir más de un hombre encima… ¿Verdad niña?… ella a veces me quiere contradecir, pero le conozco bien sus gustos, sus deseos… (A Elisa) ¿No lo has intentado?...<br />Elisa.— No entiendo. (Confusa)<br />Betty.— Nada, ¿Qué si no has hablado con tu cuca, perdón, con tu vagina?...<br />Elisa.— No.<br />Betty.— Es fácil, inténtalo. (La amenaza con el arma)<br />Elisa.— ¡Qué?<br />Betty.— Que lo intentes o un tiro… Tú eliges.<br />Elisa.— Espera, espera.<br />Betty.— No pretendas que tengo toda la noche…<br />Elisa.— Está bien… eh… está bien…<br />Betty.— Tú dices cuándo…<br />Elisa.— Cuándo qué.<br />Betty.— Cuando le hablas a tu vagina.<br />Elisa.— Ah sí, claro…<br />Betty.— Empieza…<br />Elisa.— Claro…<br />Betty (Amenazante).— Bueno, dale pues.<br />Elisa (A su vagina).— Hola…<br />Betty.— ¡Coño así no!<br />Elisa.— … Hola cómo estás…<br />Betty.— Con mas pasión… Entiendo, es la primera vez… debes hacerlo con fuerza…<br />Elisa.— ¡Ya basta! No quiero.<br />Betty.— Entonces un tiro.<br />Elisa (Nerviosa. A su vagina).— Hola, ¿cómo estás… ¿Tú estás allí?<br />Betty.— Un poco mejor… Así, hazlo así. Abre las piernas… Te concentras: respiras…<br />Elisa.— Esa mierda es una tontería…<br />Betty.— Es mejor que un tiro en la cabeza.<br />Elisa.— Coño está bien, lo entendí.<br />Betty.— No entiendo.<br />Elisa.— (A su vagina) ¿Qué haces allí? ¿Buscas compañía?<br />Betty.— ¿Qué tipo de compañía quieres?<br />Elisa.— ¿Estás cansada de los hombres?<br />Betty.— ¿Tú también?<br />Elisa.— Qué puta eres.<br />Betty.— Igual tú.<br />Elisa.— Ya no quiero más líos con hombres.<br />Betty.— Sé que estás cansada de los hombres.<br /><br /> (Pausa. Se miran)<br /><br />Elisa.— ¿Tú piensas en hombres?<br />Betty (Amenazándole con el arma).— No me hagas preguntas a mí. Pregúntale a tu vagina.<br />Elisa.— ¡Es ridículo!<br />Betty.— Es mejor que un tiro en la cabeza.<br />Elisa.— … Estoy haciendo lo que me pides…<br />Betty.— ¿Por qué estás tan nerviosa?<br />Elisa.— ¿Cómo quieres que me sienta si me apuntas con el arma?<br />Betty.— No, quiero saber a qué temes…<br />Elisa.— ¡Coño no te estoy entendiendo! Porque no hacemos una cosa, tú sueltas el arma y seguimos con el juego…<br />Betty.— Yo no estoy jugando. Tomo muy en serio mi conversación con mi vagina… Y tú y también tienes que aprender a hablar contigo misma.<br />Elisa.— No hay terapia que valga con un arma apuntándote a la cabeza.<br />Betty.— Olvídate del arma por ahora.<br />Elisa.— De acuerdo, pero prométeme…<br />Betty.— … ¿Qué?<br />Elisa.— … que apuntarás hacia otro lado…<br />Betty.— No te preocupes, estamos solas desde hace cuarenta minutos. Nadie nos ve y por eso tomé mi arma. ¿Ves? Nadie entra.<br />Elisa.— Estás loca de remate…<br />Betty.— ¡Sin ofensas!<br />Elisa.— ¿Cómo sabes que íbamos a estar solas! En cualquier momento estarán personas aquí. Te llevarán presa. Comerás mierda entre presas…<br />Betty.— No estés tan segura.<br />Elisa.— ¿Cómo lo sabes?<br />Betty.— Tengo el control de todo.<br />Elisa.— Con esa arma de mierda apuntándome… así, cualquiera.<br />Betty.— ¿Acaso no te preguntas cómo iba a saber cuántas personas iban a entrar, iban a salir y por cuánto tiempo estaríamos solas como para sacar esta arma y apuntarte. Y que tú hicieras lo que yo pido como «perrito y su amo»?<br />Elisa.— Ciertamente me confundes…<br />Betty.— No me interesa. Tú sigues conversando con tu vagina que yo me encargo de todo lo demás…<br />Elisa.— … Pero quiero…<br />Betty.— ¡Sin peros!<br />Elisa.— Es sólo una ayuda…<br />Betty.— Dime…<br />Elisa.— Tienes que acercarte…<br />Betty.— ¿Para qué, qué coño quieres?<br />Elisa (Se le acerca para hablarle al oído).— Escucha…<br />Betty.— ¿Sí?<br />Elisa.— Esto me avergüenza… Tócame…<br />Betty.— ¿Que te toque?<br />Elisa.— Sí…<br />Betty.— Yo no hago nada con mujeres.<br />Elisa.— Tócame por favor…<br />Betty.— No quiero.<br />Elisa.— Aquí en el entreseno.<br />Betty.— Si que me fastidias…<br />Elisa.— Se considerada…<br />Betty.— No me cambies las reglas del juego…<br />Elisa.— No juego, hablo en serio…<br />Betty.— No pareces tan nerviosa después de todo.<br />Elisa.— Es un problema sentimental…<br />Betty.— No soy marica…<br />Elisa.— Bésame…<br />Betty.— ¡Coño no me fastidies!<br />Elisa.— Sé que quieres…<br />Betty.— No.<br />Elisa (Se le acerca) .— Sé besar bien.<br />Betty.— Eh… eh… eh…<br />Elisa (Intenta besarla).— Es un ratito nada más…<br />Betty.— ¡No me toques!<br />Elisa.— Sólo déjate… (Elisa sorprende a Betty, apuntándole con el arma que traía encubierta) Ah… ¿sorprendida?...<br />Betty.— ¿Qué haces?<br />Elisa.— No… nada, dándote un poco de cariño… Suelta tu armita con cuidado, con mucho cuidado…<br />Betty.— Eh…<br />Elisa.— Poco a poco.<br />Betty.— Pero…<br />Elisa.— Poco a poco, sin peros, tu armita…<br />Betty.— ¿No me vas a disparar?<br />Elisa.— Tu armita, por favor…<br />Betty.— Sí, está bien. (Le entrega el arma)<br />Elisa.— Entrégame el arma, sin protocolo.<br />Betty.— No te iba a hacer daño.<br />Elisa.— No claro, íbamos a jugar a caperucita roja. ¿Y quién iba a hacer de lobo?<br />Betty.— Jugaba contigo.<br />Elisa.— Juego de mano, juego de villanos coño de tu madre.<br />Betty.— Baja el arma, ¿quieres?<br />Elisa.— Lo decido yo.<br />Betty.— Sí, no cabe dudas que eres una policía de mierda.<br />Elisa.— Sin ofensas…<br />Betty.— ¡No me vayas a disparar por esa mariquera!<br />Elisa.— Haz lo que te pido y todo saldrá bien.<br />Betty (Sumisa) .— Lo que me digas…<br />Elisa.— Así está mejor.<br />Betty.— Deja de apuntarme con esa arma, ¿sí?...<br />Elisa.— No hay problema…<br />Betty.— ¿Y qué pretendes hacer?<br />Elisa.— ¿Olvidas que soy psiquiatra, bueno, psicóloga?<br />Betty.— ¿Ajá?...<br />Elisa.— Te escucho entonces.<br />Betty.— Tengo sueño…<br />Elisa.— Sin trucos…<br />Betty.— No miento, tengo sueño…<br />Elisa.— Tú hablas que te escucho.<br />Betty.— Eres una mierda…<br />Elisa.— Debe ser que eres una santita con tus amenazas de ahora…<br />Betty.— Soy más sincera…<br />Elisa.— ¿Con el arma pretendiste ser más sincera?<br />Betty.— ¿Y tu arma es un pañuelito blanco de la paz?<br />Elisa.— ¿Qué esperas, besitos?<br />Betty.— Lo intenté…<br />Elisa.— No abuses de tu suerte.<br />Betty.— Me pides que hable. Y yo hablo.<br />Elisa.— ¿Quién crees que tiene el control aquí?<br />Betty.— ¿Qué dices?<br />Elisa.— ¿No ves que estamos solas?<br />Betty.— ¿Qué con eso?<br />Elisa.— Tenemos cuarenta y cinco minutos solas. ¿No te parece extraño?<br />Betty.— Es cierto. ¿A qué se debe?<br />Elisa.— Incluso, antes de que sacaras el arma.<br />Betty.— Coño, claro, es un plan tuyo.<br />Elisa.— ¿Realmente creías que esto era el cuento de caperucita roja?<br />Betty.— Te lo tenías todo planeado.<br />Elisa.— Noooo… vale, esa gente que estuvo aquí, esperaban tu autógrafo.<br />Betty.— Por eso toda esta gente ahora se encuentra allá afuera.<br />Elisa.— Claro mija…<br />Betty.— … ¿Y las mujeres que estaban?...<br />Elisa.— Son policías…<br />Betty.— ¿Las predicadoras?<br />Elisa.— Del comando especial.<br />Betty.— ¿También el tipo que acaba de salir?<br />Elisa.— Él es mi compañero.<br />Betty.— ¿Todo el tiempo que estuvo sentado allí qué hacía?<br />Elisa.— Cuidándome.<br />Betty (Alto).— ¡Aquí está la policía de mierda!<br />Elisa.— Cuida tus modales.<br />Betty.— Aja (!)<br />Elisa.— Lo digo en serio.<br />Voz en off.— En pocos minutos se reanudará el servicio. Se agradece a las personas que aborden las unidades…<br />Betty.— ¿Y esa voz ridícula?<br />Elisa.— Nos habla en código.<br />Betty.— ¿Y qué te quiere decir ahora?<br />Elisa.— Eso no importa.<br />Betty.— ¿Tan importante soy que vino toda la policía?<br />Elisa.— La estación está condonada.<br />Betty.— Estamos solas. Y con la policía. Todos son unos policías de mierda…<br />Elisa.— Así es.<br />Betty.— ¿Y me llevarás a punta de pistola?<br />Elisa.— Si me obligas.<br />Betty.— Hasta la gente de este vagón forma parte de tu plan.<br />Elisa.— Es por tu bien.<br />Betty.— ¿Y si me opongo?<br />Elisa (Ríe).— ¿Cómo lo harás?<br />Betty.— Me resisto. Te ataco y dejo que me detengan.<br />Elisa.— No es tan sencillo.<br />Betty.— ¿Cómo puedes estar tan segura?<br />Elisa.— Es un plan.<br />Betty.— Un coño de madre plan es lo que es.<br />Elisa.— Insisto, es por tu bien.<br />Betty.— ¿Una pregunta?...<br />Elisa.— ¿Sí?...<br />Betty.— Las tipas que se besaban, también son policías?<br />Elisa.— Aquí todos son profesionales.<br />Betty.— ¿Hasta las lesbianas?<br />Elisa.— ¿Por qué no? Además no tienen porque serlo.<br />Betty.— Voy a preferir que me disparen.<br />Elisa.— No saldrás de esta.<br />Betty.— ¿Y por qué yo?<br />Elisa.— Eres la responsable de todos esos asesinatos.<br />Betty.— No maté a esas niñas.<br />Elisa.— No te engañes…<br />Betty.— Ese fue el perro de Ernesto, «Gardenia ». Así le dicen a esa mierda.<br />Elisa.— No estamos seguro que sea esa «Gardenia».<br />Betty.— ¡Me tiene arrecha!<br />Elisa.— Estás enredada en esto.<br />Betty.— No yo, la «Gardenia» esa.<br />Elisa.— ¿Qué sabes?<br />Betty.— ¿Qué importa ahora que un hombre vestido de mujer, cuyo gusto por las mujeres se haya enamorado de mí?<br />Elisa.— Sabemos que eres tú.<br />Betty.— La «Gardenia» es quien tiene azote a los gatos por aquí.<br />Elisa.— Estamos seguros que eres tú.<br />Betty.— ¿Qué harán conmigo?<br />Elisa.— Acepta a la realidad.<br />Betty.— Por lo menos tengo derecho a decirte algunas cosas.<br />Elisa.— Para eso estoy aquí.<br />Betty.— Primero deja de amenazarme con el arma.<br />Elisa.— Habla. (Guarda su arma)<br />Betty.— Mejor así.<br />Elisa.— Habíamos quedado en que me querías besar.<br />Betty.— Ajá…<br />Elisa.— ¿Por qué no lo haces?<br />Betty.— No me obligues.<br />Elisa.— Igual hacías ahora conmigo.<br />Betty.— No me tomes en serio.<br />Elisa.— Lo decías muy en serio.<br />Betty.— Jugaba.<br />Elisa (Jugando).— Bésame.<br />Betty.— No puedo hacerlo así…(Cambia) Tengo sueño…<br />Elisa.— Otra vez…<br />Elisa (Excitada).— Bésame.<br />Betty (Insegura).— ¿Segura que quieres?<br />Elisa.— Sí.<br /><br /> (Betty besa en la boca a Elisa)<br /><br />Elisa.— ¡Espera no me metas la lengua!<br />Betty.— Sólo era un beso. Y me lo pides a la fuerza.<br />Elisa.— Sí y te aprovechas.<br />Betty (Complaciente).— ¿Te gustan las mujeres?<br />Elisa.— Vuelves con lo mismo.<br />Betty.— Eres tú la interesada.<br />Elisa.— Recuerda que soy una psicóloga y estoy para ayudarte.<br />Betty.— Lo que pasa es que te gusto. ¿No te importa que nos vean?<br />Elisa.— Es a ti a quien le importa.<br />Betty.— Cuando quieras puedes besarme.<br />Elisa (Alto).— ¿qué vas a hacer si te meto esta arma por el culo?<br />Betty.— Ahora eres tú quien se pone violenta.<br />Elisa.— ¡Querías joderme!<br />Betty.— Eh…, no era mi intención.<br />Elisa.— ¿No era tu intención y me apuntabas con tu arma?<br />Betty.— No te iba a hacer daño.<br />Elisa.— ¡Coño!... menos mal.<br />Betty.— Es que yo te amo…<br />Elisa.— Cállate no es el momento…<br />Betty.— ¿Me vas a llevar contigo?<br />Elisa.— Claro.<br />Betty.— Bésame…<br />Elisa.— ¡Deja de joder quieres?<br />Betty.— Bésame…<br />Elisa.— ¡No!<br />Betty.— Bésame antes de llevarme.<br />Elisa.— ¡No me da la gana!<br />Betty.— ¿Por qué tan molesta? ¿Insegura? ¿Qué harás entonces?<br />Elisa.— Entregarte.<br />Betty.— Tengo mis derechos, ¿qué recibiré a cambio?<br />Elisa.— Te van a considerar los años de cárcel.<br />Betty.— ¿Y si no quiero?<br />Elisa.— No tienes alternativa.<br />Betty.— Me jodiste.<br /><br /> (Se escucha un movimiento policial. Luces, voces de asalto. Al fondo la Voz en off: «señores pasajeros mantenerse en sus puestos. Esto es un simulacro. Repetimos esto es un simulacro.)<br /><br />Elisa.— No te pongas paranoica.<br />Betty (Cambia a su verdadero rol).— Entrégate.<br />Elisa.— ¡Qué?...<br />Betty.— Que te entregues. No te engañes.<br />Elisa (Risotada).— ¿Cómo!<br />Betty.— ¿Ves a la policía que está allí afuera verdad? (Señala hacia el público)<br />Elisa.— Sí, ¿qué con eso, quieres confundirme?<br />Betty.— No te engañes. No, ¡ya basta Elisa!<br />Elisa.— ¿Qué quieres decir?<br />Betty.— Sabes muy bien que vengo a buscarte.<br />Elisa (Cambia).— Sí lo sé.<br />Betty.— De nada te sirve que me apuntes con tu arma. Toda esa policía allá afuera viene por ti.<br />Elisa.— Te disparo…<br />Betty.— Sería un suicidio.<br />Elisa.— Moriremos las dos.<br />Betty.— ¿Me vas a disparar?<br />Elisa.— Si me presionas.<br />Betty.— No hay otra salida, debes entregarte.<br />Elisa.— Te vas conmigo…<br />Betty.— ¿Qué sentido tiene?<br />Elisa.— ¿Por qué tuviste que involucrarte?<br />Betty.— Porque me preocupas.<br />Elisa.— Sabía que terminarías por involucrarte. Quizás en el fondo de mí quiero esto.<br />Betty.— Traté de seguirte en tu juego, pero ya basta. ¡Deja de hacerle daño a la gente!<br />Elisa.— Todo lo hacía por ti…<br />Betty.— No es cierto, sólo te excusas.<br />Elisa.— Estaba segura que vendrías por mí.<br />Betty.— No lo hice por ti, sino por la gente.<br />Elisa.— Te aseguro que nada tengo que ver con la violaciones de las niñas ni tampoco con los gatos sin cabeza. ¡No soy comegata!<br />Betty.— Ya tendrás tiempo para explicarlo.<br />Elisa.— Prefiero morir que estar sin ti.<br />Betty (Pausa. Ausente).— No sé por qué carajo tengo sueño… (Cambia) ¡Resígnate!<br />Elisa.— Te disparo. Y ellos, (apunta con su arma hacia el público, como queriendo señalar hacia fuera del vagón) me disparan y así todo se acaba. Es fácil.<br />Betty.— No tiene sentido. Ya te dije, es un suicidio.<br />Elisa.— Siempre queriendo controlarlo todo.<br />Betty.— Nunca controlaste tus pasiones.<br />Elisa.— Déjame morir como yo quiero.<br />Betty.— No estás en situación de exigir…<br />Elisa.— Más de lo que crees. Mira, es fácil, únicamente tengo que levantar la pistola… Me disparan a mí y a ti no te harán nada. Punto y se acabó.<br />Betty.— Estás siendo monitoreada.<br />Elisa.— ¿Y?<br />Betty.— Te escuchan y te ven en este mismo momento.<br />Elisa.— ¿Pero estarán al tanto de que morirás primero que yo?<br />Betty.— ¿Qué quieres decir?<br />Elisa.— ¿Recuerdas los caramelos?...<br />Betty.— Sí, ¿qué con eso?<br />Elisa.— Son los que uso.<br />Betty.— ¿Cómo!<br />Elisa.— Caramelos de Nueva York.<br />Betty.— Explícate.<br />Elisa.— Cada vez que me intereso por alguien…<br />Betty.— ¿Te interesas?..<br />Elisa.— Ya sabes…<br />Betty.— Querrás decir cuando tienes tu víctima…<br />Elisa.— Como prefieras llamarlas. Sencillo, la escojo, me siento a su lado y empiezo a decir que me voy a suicidar y otras mariqueras que sensibiliza a la gente pendeja…Y ¡zás! les voy entregando de caramelo en caramelo…<br />Betty.— Lo sabemos por eso venimos por ti…<br />Elisa.— ¿No tienes tú una sensación de sueño?<br />Betty.— Sí, coño…<br />Elisa.— No te preocupes, nos vamos las dos de este mundo de mierda…<br />Betty.— No me vengas con esa joda…<br />Elisa.— Ven, descansa en mi regazo.<br />Betty.— Tengo sueño…<br />Elisa.— ¿Ves?<br />Betty.— Pero no te confíes.<br />Elisa.— Ven, descansa, ya nada podemos cambiar…<br />Betty.— Estoy cansada, es sólo eso.<br />Elisa.— Cálmate, ven descansa sobre mi entreseno…<br />Betty.— Voy a descansar la policía se encargará de todo.<br /><br /> (Se hace notar el movimiento de policías, luces. Intenso)<br /><br />Elisa.— Bésame…<br />Betty.— Olvídate de todo. Ya terminó… Tengo sueño.<br />Elisa.— Duerme en mi regazo.<br /><br /> (Se escucha cada vez más cerca a la policía. Voces de alto)<br /><br />Betty.— Vienen por la dos.<br />Elisa.— Levanto el arma y ya. (Apunta hacia al público) Dime algo…<br />Betty.— ¿Sí?...<br />Elisa.— ¿Realmente me quisiste?<br />Betty.— Sí, ¿y tú?<br />Elisa.— Como a una amiga. Mira como alzo el arma…<br />Betty.— ¡No, te van a disparar!...<br />Elisa.— ¿A quién quieres que le dispare? (Apunta hacia el público como buscando su próxima víctima)<br />Betty.— No lo hagas… Tengo sueño… no sé qué me pasa…<br />Elisa.— ¿Betty?<br />Betty.— ¿Sí?...<br />Elisa.— ¿Me amas? (Es fuerte el movimiento policial alrededor del vagón. Voces: «suelte su arma. Está rodeada. No le haremos daño, entréguese».)<br />Betty.— Ya es tarde… (Va cayendo lentamente en el regazo de Elisa)<br />Elisa (Apunta decidida con su arma hacia las afueras del vagón. Al público).— ¿Me amas?<br />Betty.— Sí.<br />Elisa.— Yo también.<br /><br /> (Al terminar de levantar el arma, hay un apagón. Sólo se dejan ver las luces de linterna de la policía. Voces de alto: «Las manos en alto. Tienen derecho a un abogado. Lo que digan podrá ser utilizado en su contra…». Pausa. Silencio)<br /><br />Voz en off.— Señoras y señores el servicio ya se encuen­tra reanudado. Pueden tomar sus asientos, el peligro ha pasado.<br /><br /><br /><br /><br /><br />Telón<br /><br /><br /><br />© derechos de autor<br />Está prohibida la reproducción de cada una de las obras de <a title="piezas y textos de juan martins" href="http://www.teatroenmiami.net/modules.php?name=Downloads&d_op=search&query=Juan%20Martins">juan martins</a> por cualquier medio físico o electrónico sin la autorización previa de éste. Así como su representación o lectura dramatizada. Para tal efecto, escribir al autor por medio de su blog en la sección «<a title="Datos del autor" href="http://dramaturgia.wordpress.com/contacto-2/">Contacto</a>» (www.dramaturgia.wordpress.com). De antemano, muchas gracias por considerar su lectura y visitarnos. No tenga en duda que será atendido de la manera más cordial y profesional posible.<br />juan martinsanimal stormhttp://www.blogger.com/profile/14507451639067425936noreply@blogger.com