lunes, 17 de septiembre de 2007

CORPUS

Autor: Roxana Aramburú
Contacto: lobiaramburu@yahoo.com.ar

"...¿Soy yo, acaso, el guardián de mi hermano?..."

ESCENA I
Marta y Norma, próximas a los 50 años, están en un gimnasio-spa (*). Marta sobre la bicicleta fija, empieza a pedalear, se baja y busca una toalla. Se la pone en el cuello, se mira en el espejo para ver cómo le queda. Se sube, vuelve a bajarse y cambia la toalla, prueba el color contra su cara en el espejo. Vuelve a la bicicleta, pedalea frenéticamente. Se baja y golpea la tapa de una cápsula de relajación o flotario donde se encuentra Norma.lobiaramburu@yahoo.com.ar
MARTA: - ¿Te falta mucho? (Frase ininteligible de Norma) Abrí, que no se entiende.
NORMA: - (Grita desde el interior) No puedo interrumpir en cualquier momento. Después te cuento.
Marta mira el reloj, aburrida. Se acuerda de la bicicleta, se sube otra vez, pedalea rápidamente. Siente algo en la pierna, un principio de calambre; baja, saca de un bolso una banana. La empieza a pelar, se ve en el espejo, advierte que está sola e intenta una pose sexy, pero ve algo que la preocupa: un rollo. Trata de disimularlo estirando el cuerpo. Finalmente da la espalda al espejo y se mete la banana entera en la boca. Se abre la tapa del flotario. Se asoma Norma con dos rodajas de pepino en los ojos y una máscara. Marta masticando con dificultad, intenta hablarle.
MARTA: - Me fui hasta Mar del Plata y volví. En bici.
NORMA: - Ah, lo mío fue un viaje astral. Las cosas que experimenté...
MARTA: - (Mirando el interior de la cápsula) Yo creo que ahí me tienen que entrar con anestesia general.
NORMA: - Yo estoy acostumbradísima. Ya llevo hechas tres resonancias y una T.A.C.
MARTA: - Sacate los anteojitos, por favor.
NORMA: - (Se saca las rodajas) Qué increíble, funciona... mirá como quedaron. Hechos un pergamino.
MARTA: - ¿Ves mejor, ahora?
NORMA: - (Prueba con ambos ojos) No.
Marta sube a la bicicleta y pedalea. Norma sale de la cápsula, se pone una bata y se quita la máscara con un algodón.
MARTA: - Qué satisfacción pensar en que fui hasta la playa... ¡y sin moverme de acá! ¿No es hermoso?
NORMA: - Yo, en bicicleta... ¡Ah!, por la ruta andaba. Pero me molestaba el olor a bosta. Hay mucha contaminación. Y lo peor, son los zorrinos.
MARTA: - Ni lo digas. El año pasado fui a la playa. Tomé un lechero.
NORMA: - Esta crema es buena. Te deja lisita, lisita.
MARTA: - (Sin dejar de pedalear) ¡Qué lindos pueblos! En uno había una plaza preciosa, y enfrente una iglesia y un edificio que me parece era la municipalidad... y la policía. Me bajé para ir al baño. ¡Qué lindo! ¡Cómo caminé! ¡Esa plaza, qué hermosa! Seis horas caminé. Me quedó la cartera, nomás.
NORMA: - ¿Conocés Vedia?
MARTA: - (La mira) Vedia... No. No sé cómo se llamaba ahí. ¡Pero qué lindo! Sabés que allá la gente se dedica mucho al campo.
NORMA: - Vedia y Teodelina. (Se empieza a cambiar la ropa atrás de un biombo por calzas y zapatillas deportivas. Habla desde ahí hasta que sale) Colonia Morgan.
MARTA: - Yo conocí uno. Sembraba, me dijo. Con la cosechadora iba y plantaba, ¡qué lindo! Seis horas. Todavía debo tener el teléfono. ¿Cómo se llamaba?
NORMA: - Vedia.
MARTA: - No, no era Vedia. Era como con pe, o con efe... lo tendría que buscar....
NORMA: - (Recuerda y nombra) Vedia... Vedia.
MARTA: - ...y por ahí lo llamo. Un hombre buenísimo.
NORMA: - ¿Hay teléfono ahora en el campo?
MARTA: - Me contó la historia del Cristo que hay en la entrada. Hermoso. Con los brazos así, parece que te quiere agarrar.
NORMA: - Hasta luz debe haber.
MARTA: - Me la contó más veces...
NORMA: - Yo ya no puedo viajar en micro. Tengo que tomar un antiemético y un relajante muscular.
MARTA: - ¿Cómo era la cara? Le hubiera sacado una foto por lo menos, cuando le saqué a las vacas. Eran con cuernos, ¡pero vacas! Qué hermoso... charlamos mucho.
NORMA: - Y si me da el tiempo un antidepresivo.
MARTA: - Me contó de las papas, de los choclos, los girasoles... ¡qué linda la verdura! ¡Qué paz!
NORMA: - Y un antiflatulento. La última vez que viajé me dieron lasagna de espinaca y flan con dulce de leche. Todo junto en la misma bandeja.
MARTA: - ¡Qué necesidad de enamorarse que tenía ese hombre! Tan solo, allá, en las pampas.
NORMA: - Sería Vedia, entonces.
MARTA: - Me parece que no fue el año pasado... Uy, qué calor. Me tendría que haber puesto el jogging, cuando me puse las calzas. Vos estuviste bien, estás fresquita.
NORMA: - No. Estoy asada. ¿O me subió la presión?
MARTA: - Sí, estás coloradita. Tomátela, no dejes pasar. Te ponés nerviosa de nada.
NORMA: - De todo. Dame algo para la nuca.
MARTA: - Frío. Te doy una toalla mojada, no, esperá... ésta te combina más. ¡Qué linda te queda! Tomate la presión, dale. Yo también me la tomo, por las dudas. Dónde habré puesto el número. (Saca de una gaveta un tensiómetro. Intenta tomarle la presión a Norma, que está sentada.)
NORMA: - Dame, dame a mí, que vos no sabés.
MARTA: - Me enseñaste.
NORMA: - Sí, pero esto es serio, ¿entendés? Siempre hay que dejar al que sabe. (Muestra su destreza) Uy, tengo alta la mínima. 11.7
MARTA: - ¿Eso no estaba bien?
NORMA: - No. Tengo alta la mínima, madre, no me discutas.
MARTA: - A ver yo... tomame a mí.
NORMA: - Dejame descansar un poco.
MARTA: - ¿Vas a tomar algo?
NORMA: - Pasame el pastillero... un poco de silencio me viene bien.
Norma cierra los ojos y se tira hacia atrás en la silla. Marta busca dentro de la cartera de Norma el pastillero, pero se distrae mirando cosas que extrae y admira, como piezas únicas.
MARTA: - Vos descansá que te cuento del paisano.
NORMA: - ¿Qué paisano?
MARTA: - El de Vedia.
NORMA: - ¿Cómo de Vedia?
MARTA: - Bueno, para que te ubiques.
NORMA: - Dejá que me relaje. ¿Y la pastilla?
MARTA: - Acá está.
La mete en la boca de Norma y ésta la traga sin agua. Marta trata de tomarse la presión, pero no puede. Desiste. Le toca la ropa a Norma, que sigue con los ojos cerrados.
NORMA: - ¿Qué hacés?
MARTA: - Nada, me pareció linda la tela. Perdoname.
NORMA: - Andá a hacer abdominales.
MARTA: - Ya hice tres series de quince.
NORMA: - Eso es poco.
MARTA: - Tendría que haber hecho lagartijas, cuando me puse con los abdominales, ¿no?
NORMA: - Hacé ahora.
MARTA: - (Agarrándose un rollo) Estoy más panzona, decí la verdad... esto no me baja, yo no sé cómo hacés vos. Estás cada vez mejor.
NORMA: - (Sonríe levemente) Bueno, tampoco es para tanto...
MARTA: - Estás re linda, ¿quién puede decir la edad que tenés?
NORMA: - (Se arranca la toalla que tiene en la cabeza y se incorpora repentinamente) ¡Nadie! ¿Escuchaste?, ¡nadie! Vos tampoco podés decir cuántos tengo.
MARTA: - Está bien.
NORMA: - (Severa, la señala con el dedo) Va nuestra amistad en esto.
MARTA: - Ya sé, ya me lo dijiste... pero acá estamos solas.
NORMA: - No importa. El que quiere escuchar, escucha. Andá a saber si acá al lado no apoyan un vaso contra la pared. Ay...
MARTA: - ¿Qué, qué te pasa?
NORMA: - Me duele la cabeza.
MARTA: - ¿Querés un tecito?
NORMA: - Bueno. De cedrón. El de tilo me da taquicardia.
MARTA: - (Saca agua caliente de un dispenser) A mí la yerba despalada me da.
NORMA: - (Se pone la toalla en la nuca) Pero ojo, a mí me da porque tengo PVM.
MARTA: - ¿¿¿Y eso???
NORMA: - Prolapso de válvula mitral.
MARTA: - Aia.
NORMA: - Chichilo dice que no es nada, que es un "hallazgo" nomás. Pero yo no le creo.
MARTA: - Y, lo mejor es consultar a otro. Siempre Chichilo, siempre Chichilo... Una segunda opinión.
NORMA: - Voy por la quinta. ¿Me hacés unos masajes? Tengo un nudo acá atrás.
MARTA: - (La masajea) ¡Qué firmes tenés los músculos! Ni parece que tuvieras problemas cardíacos.
NORMA: - ¿Viste? Hago dorsales.
MARTA: - A mí me da miedo ese aparato. No sé, pasarte ese fierro por ahí atrás... me parece que me descoyunto. Debo tener dos bolsas abajo de las paletas.
NORMA: - Omóplato se dice.
MARTA: - No está hirviendo... ¿lo hago igual?
NORMA: - El agua del té tiene que hervir. Antes usaba un termómetro para controlar el agua del mate.
MARTA: - El paisano la probaba con el dedo. Tenía unos dedos así de gruesos, si vieras.
NORMA: - ¡Qué cochino! ¿Después de la quinta?
MARTA: - ¿De la quinta qué?
NORMA: - Bueno, ¿cómo le decía? ¿Huerta?
MARTA: - Ah, no... No estaba trabajando.
NORMA: - ¿Y tomaste mate con él? (Marta la mira sin contestar) Por ahí es por eso que te da taquicardia la yerba... te acordás.
MARTA: - (Sin dejar de mirarla, como perdida) Te gusta cargadito, ¿no?
NORMA: - Sí.
MARTA: - (Va a preparar el té) Viste cómo te conozco los gustos...
NORMA: - Mi tía tomaba té y temblaba de pies a cabeza.
MARTA: - Ah, yo eso lo vi en una película. ¿Y de qué era el té?
NORMA: - Té de té.
MARTA: - Qué raro... ¿y vos no heredaste eso?
NORMA: - Por desgracia, no.
MARTA: - (Sorprendida) ¿Por desgracia, no?
NORMA: - ¿Dije eso?
MARTA: - No, a lo mejor me pareció a mí.
NORMA: - Me parece que estás perdiendo un poco el oído. ¿Consultaste?
MARTA: - ¿Sabés qué cosa no escucho? Los silbatos.
NORMA: - ¡Estás perdiendo el registro de agudos!
MARTA: - Ya me pasó dos veces. Mirando un partido por televisión -nada- y con el que pasea perros.
NORMA: - (Entusiasmada) ¿Venía para acá?
MARTA: - No, lo vi desde la ventana... ahora tiene otro perro más. Es un Lassie.
NORMA: - Se llaman Collie. ¿O a los ovejeros les decís Rin-tin-tín? Ay, yo pensé que venía al gimnasio...
MARTA: - Uno de esos rintintines tenía el paisano. No sabés qué lindo.
NORMA: - A algún gimnasio debe ir. ¡Tiene un lomo!
MARTA: - En esa época yo escuchaba mejor, ¡cómo ladraba ese perro! ¿No me habrá dejado sorda él? O el paisano... te hablaba como si estuvieras lejos, del otro lado del alambrado. Ah, mirá lo que sé hacer. Parate allá y hablame.
NORMA: - (Va al extremo opuesto y desde ahí le habla) Qué bíceps tiene el pendejo.
MARTA: - Más bajo, moviendo los labios... vas a ver cómo te los leo.
Norma mueve los labios y Marta lee.
MARTA: - Qué cuádri... qué cuadrillé!
NORMA: - Cuádriceps.
Repiten el procedimiento.
MARTA: - ¡Glúteos!
NORMA: - (Sorprendida) Sí... ¿Dónde aprendiste?
MARTA: - (Misteriosa) Ah... Dale, otra más.
Otro intento.
MARTA: - ¿Eh? ¡No vale inventar palabras!
NORMA: - Já- já. Esternocleidomastoideo. ¡Te maté!
MARTA: - ¿Qué te costaba dejarme probar? Decir algo más fácil, ¿de dónde sacaste eso?
NORMA: - (Se sube a la cinta y camina) Ay, madre, madre... del hospital. Ahora me siento mejor.
MARTA: - (Se sienta en una camilla y se pone pesas en los tobillos) Ah, sí... el hospital.
NORMA: - (Inspira como si fuera por un bosque) El olor de la resina, después de la lluvia... los helechos, los musgos...
MARTA: - ¡Qué lindos los bosques del sur! Nunca fui. Muy lejos.
NORMA: - Mis mejores años pasé ahí.
MARTA: - ¿Viviste allá?
NORMA: - En el hospital. Olor a alcohol, a pervinox, a lavandina, a farmacia... Uf... Aprendí un montón de cosas.
MARTA: - Sí... los médicos siempre te enseñan algo.
NORMA: - Yo podría haber sido médico, ¿sabés?
MARTA: - Médica.
NORMA: - Médico.
MARTA: - ¿Y por qué no fuiste?
NORMA: - El amor. Pero me recibí de decoración de interiores. No sabés cómo te ponía el consultorio. Daban ganas de enfermarse.
MARTA: - ¿Para tanto?
NORMA: - Te juro. ¿Sabés por qué quería ir al pediatra, yo? Porque el doctor tenía un Pinocho. Y si estaba muy enferma me dejaba que tirara del piolín, y Pinocho se movía.
MARTA: - Se moría. (Canta) “Y viendo que Pinocho se moría”.
NORMA: - (Bajando de la cinta) Leeme los labios: movía.
MARTA: - Ah, sí... dijiste movía. Pero Pinocho se moría.
NORMA: - Este se movía. Era una marioneta. Punto.
MARTA: - A mí me da frío acordarme del médico. Te hacía sacar la ropa y te apoyaba ese coso helado en la espalda.
NORMA: - Estetoscopio, animal. Antes hacía más frío.
MARTA: - Y más calor. Andá a salir a la siesta en enero...
NORMA: - ¿Y cómo llovía? Yo me acuerdo de las tormentas. Ahora no sé si llovió ayer.
MARTA: - (Sorprendida) ¿Ayer llovió?
NORMA: - No sé. De acá mucho no se ve. Te conviene usar mancuernas a la vez.
MARTA: - Allá llovió.
NORMA: - ¿Dónde? (Acondiciona una máquina) Me falta peso, acá.
MARTA: - En el pueblo. Se largó. Por eso me llevó a su casa. Sonaba con todo en el techo de chapa.
NORMA: - Mmmm. Qué romántico.
MARTA: - El paisano -qué buen tipo, no vas a creer- estaba preocupado por el granizo, "la piedra", le decía. Miraba para el campo y se le llenaban los ojos de lágrimas, che, mirando el choclo.
NORMA: - ¿Estás segura que no venía? El de los perros.
MARTA: - Duró poco, un par de horas.
NORMA: - ¿Después paró?
MARTA: - (Distraída) ¿Eh? Ah... sí. Después no llovió más.
NORMA: - ¿Pero qué otro gimnasio hay cerca? Para mí, es de acá.
MARTA: - No me gustaría vivir tan lejos. Es más, creo que no voy a volver a viajar.
NORMA: - Yo no sé si te conté, que no puedo viajar más. Después de la operación, me prohibieron. Y no puedo pasar el trapo.
MARTA: - A mí lo que me hace mal es salir de vacaciones. Vuelvo con ideas, no sé... No, mejor quedarse, si ¿qué hay para ver, más lejos? Lo mismo que acá. Es todo igual, sí. Todo lo mismo.
NORMA: - A Vedia yo no fui más. Tampoco como pollo.
MARTA: - No entiendo.
NORMA: - Por el eviscerador. (Con un gesto de asco) El forense.
MARTA: - ¿Qué? Dale otra vez que te leo.
NORMA: - (Descompuesta) No, era una pavada. Una pavada.
Ambas hacen ejercicios en aparatos. Se escucha solamente el chirriar de las máquinas.
MARTA: - Debe ser tarde, no se escucha gente afuera.
NORMA: - Tengo sueño. Hoy fue un día agotador.
MARTA: - Sí, te pasaste de rutina, ¿por qué no descansás?
NORMA: - Estaba pensando... ¿y vos?
MARTA: - No, yo no puedo dormir. (Abandona su rutina) Te envidio como te quedás así, planchada en dos segundos.
NORMA: - Porque me tomo una pastilla, tomate una y listo.
MARTA: - No me hacen efecto. Es otra cosa.
NORMA: - (Deja su rutina) Tomate dos.
MARTA: - Me duermo, pero me despierto enseguida. A los diez minutos estoy con los ojos abiertos.
NORMA: - ¿Probaste tres?
MARTA: - No. Yo sé qué me pasa, me despierto de golpe porque sueño que me estoy muriendo, así, dormida, me voy muriendo.
NORMA: - A mí me pasaba cuando era chica. Me dieron un jarabe y sanseacabó.
MARTA: - A mí me agarró de grande. Es tan... estúpido, ¿no?, pero me pasa. Alguien me hunde la cabeza en el agua. Me muero, me muero y salgo del fondo, boqueando.
NORMA: - Por eso estás así de ojerosa. No descansás. ¡Metete en el flotario!
MARTA: - Ni mamada. Me tendrían que obligar.
NORMA: - (La goza) ¿Tanto miedo te da?
MARTA: - (Disimula su terror) No.
NORMA: - Uy, yo me tomo un protector hepático. Me cayó mal el té.
MARTA: - ¿El té?
NORMA: - Son los agroquímicos... no te das cuenta pero se te acumulan y si llegan a la dosis letal, te morís. Te llegás a hacer una corrida electroforética, vos, que estuviste en el campo... ¿no pulverizaba el paisano?
MARTA: - ¿Qué? ¿Corrida qué?
NORMA: - ¿No le echaba veneno al choclo?
MARTA: - No, yo no lo vi... vos decís... que... ¿quería envenenarme? Pero... ¿por qué? Si yo no le iba a contar a nadie...
NORMA: - No, zonza. Por las plagas agrícolas. Los bichos.
MARTA: - (Presta atención repentinamente) ¿Escuchaste?
NORMA: - No.
MARTA: - Como un silbido.
NORMA: - ¿No era que no los escuchabas?
MARTA: - Por eso me llamó la atención. ¿Lo escuchás?
NORMA: - ¿No será mi soplo? A veces en el silencio total...
MARTA: - Norma, ¿cómo voy a escuchar un soplo? Pará un poco. Es otra cosa.
NORMA: - (Repentinamente desinteresada, se tira en una camilla) Debe ser la pérdida de gas de la caldera.
MARTA: - Sí... tenés razón. A veces se escucha ese mismo ruidito en las duchas.
NORMA: - Un día va a ocurrir una desgracia. Acordate lo que te digo. Haceme el favor, poné derecha esa zapatilla.
MARTA: - (Moviendo la zapatilla) ¿Así? ¿Más acá? Me voy para el baño turco. ¿Te apago la luz?
NORMA: - Bueno. Dejame la linterna cerca, que ayer la cortaron.
MARTA: - (La arropa con una manta) ¿Tenés hambre?
NORMA: - No, tengo el estómago revuelto. Poneme una almohada abajo de las rodillas, así puedo bajar bien la cintura.
MARTA: - (La acomoda) ¿Estás cómoda? Hasta mañana.
Apagón.

ESCENA II
Marta entra envuelta en una salida de baño. Norma renquea ligeramente.
MARTA: - Che, ¿qué pasa con la música?
NORMA: - No sé, hace unos días que no la ponen. ¿Todavía se escuchaba el chuifffff?
MARTA: - Sí. Anoche tampoco pude dormir.
NORMA: - Te va a hacer mal.
MARTA: - Encima pusieron una radio a todo volumen. ¿Me das algo, a ver si puedo?
NORMA: - (Le da un frasco) Tomate esto. Tarda en hacer efecto, pero te produce un R.E.M. espectacular.
MARTA: - Es desesperante. Me levanté quinientas veces, te miraba cómo dormías... vos no parecés enferma cuando dormís.
NORMA: - No estoy enferma. Bueno, sí, un poco sí.
MARTA: - (Se toma un par de pastillas) A mí me impresiona mi cuerpo, me imagino cómo soy por dentro y se me aflojan las piernas. Por eso nunca siento nada. Salvo esta tortura del sueño.
NORMA: - Tendrías que ver a un psiquiatra.
MARTA: - Roncás.
NORMA: - ¿Yo?
MARTA: - Sí.
NORMA: - No puede ser.
MARTA: - Sí, puede.
NORMA: - Pero, ¿cómo es el ronquido?
MARTA: - Raro. Qué sé yo... por ahí venís con todo y de golpe...
NORMA: - ¿De golpe qué?
MARTA: - Parás en seco.
NORMA: - (Asustadísima) Me bajó la presión.
MARTA: - ¿Otra vez?
NORMA: - Es el PVM. Se me está agravando. Ya sabía, ya sabía...
MARTA: - Ojalá yo roncara.
NORMA: - Dame las gotas.
MARTA: - ¿Y si tomás sal?
NORMA: - ¡Qué sal! Dámelas.
Marta le da la cartera. Norma busca y toma un chorro de un gotero.
NORMA: - Igual, mejor. Ya había sacado turno. Así mato dos pájaros de un tiro: el que te saca el E.C.G. es una bomba.
Norma saca una agenda y despliega gran actividad.
MARTA: - ¿Estás bien?
NORMA: - Bárbaro. ¿Qué son esas cajas?
MARTA: - (Con vergüenza) Ah, pasa que ayer, cuando dormías... me pedí una pizza.
NORMA: - Sos una chancha. ¿Y las llaves?
MARTA: - La pasó entre los barrotes.
NORMA: - ¿Estaba bueno el repartidor?
MARTA: - Y... estaba oscuro.
NORMA: - Mejor que no lo viste. Una vez me enamoré de uno, un pendejo. Pedí pizza una semana seguida. Ya lo tenía, ya lo tenía, hasta que descubrí que había engordado dos kilos. La corté de cuajo.
MARTA: - ¡Qué consecuente que sos, Norma! Yo no sé cómo hacés. Una sola vez estuve flaca.
NORMA: - ¡Me acuerdo! Fue cuando te largaron. Estabas divina. Una cinturita...
MARTA: - Quince kilos menos tenía.
NORMA: - Tendrías que haber aprovechado esa oportunidad. Hay cosas que no se dan dos veces en la vida.
MARTA: - Eran otras épocas, qué querés... más movimiento.
NORMA: - Te abandonaste. Eso no se hace.
Norma canta.
MARTA: - ¿Hay sol?
NORMA: - No sé. ¿Te creés que me importa el sol? Trabajé años en un subsuelo. Le veía los pies a los que pasaban. De vez en cuando algún chico se agachaba y espiaba, así veía una cara.
MARTA: - ¡Qué lindos los chicos! Yo quisiera tener uno. Para quedármelo. (Intencionada) ¿Y vos?
NORMA: - No.
MARTA: - ¿Cómo no?
NORMA: - (Se toma otro tipo de pastilla) No.
MARTA: - (Por las pastillas) Ay, yo ésas las dejo al lado del cepillo de dientes. Es infalible, no te olvidás.
NORMA: - ¿Para qué tomás si querés un hijo? Pasame mi rutina. Es facilísimo tener uno.
MARTA: - Bueno, pero sola no.
NORMA: - Sola no vas a poder. Aunque te lo inyecten, un tipo va a haber.
MARTA: - (Le pasa una planilla) Ah, vos de eso debés saber, ¿no?
NORMA: - Si yo nunca trabajé en el servicio de ginecología. (Leyendo) Che, esto está cada vez peor... se les va la mano.
MARTA: - No, lo digo por... (Norma la mira. Se corta) ¿Vos sabés si... los cosos esos... se contagian?
NORMA: - ¿Qué cosos?
MARTA: - Esos quistes... gordos, que se ven de afuera.
NORMA: - ¿Tenés un quiste? ¿Dónde?
MARTA: - No, yo no, el paisano... tenía uno que le sobresalía.
NORMA: - ¿De dónde, Marta? Era hidatidosis... ¡sí! Todo cierra: el campo, el perro, la quinta... ¡Equinococcus granulosus! (Festeja el descubrimiento) De cajón.
MARTA: - ¿Se va a morir? ¿Y me contagió?
NORMA: - (Contenta) ¿Cómo era de grande?
MARTA: - Y... se confundía con el ...¿cómo se dice? Testículo. Era como un... huevo, pero de ñandú. ¿Es contagioso?
NORMA: - Ay, Marta... tendría una orquitis. Esa gente hace mucha fuerza.
MARTA: - ¿Me contagió?
NORMA: - No, no. Yo pensé que era un quiste hidatídico, qué lástima. Pero, ¿no era que habías ido a tomar mate?
MARTA: - Y... sí.
NORMA: - (Se pone en una máquina, hace mucha fuerza levantando las pesas) Qué mateada, ¿eh? ¡Y con lluvia! ¿Cómo se llamaba, el paisano?
MARTA: - No... no me acuerdo.
NORMA: - Vos te prendés con cualquiera. ¿Qué te pasa?
MARTA: - (Enojada y disimulando) Nada. Que se me olvidan los nombres.
NORMA: - ¿Por qué pusiste esa cara?
MARTA: - No sé. ¿Qué cara?
NORMA: - Vamos, Marta, te molestaste.
MARTA: - Y sí. Todo lo que te cuento, te da risa.
NORMA: - Ah, bueno, bueno... Siempre venís con una nueva, por eso.
MARTA: - No, siempre no. Hoy. Vos peor, que nunca contás nada.
NORMA: - Yo cuento lo que quiero.
MARTA: - Mmmm.
Pausa.
NORMA: - Bueno, ¿lo pasaste bien? Con el paisano, digo.
MARTA: - ¿En qué sentido?
NORMA: - Sexo. ¿De qué hablamos?
MARTA: - Yo no sé de qué hablás vos.
NORMA: - No te preocupes, che, algo casual está bien, de vez en cuando.
MARTA: - Vos te preocupás. Debés tener miedo de que se me gaste.
NORMA: - Eh, pará la mano, ¿yo qué te hice?
MARTA: - (Se sube a una bicicleta) Hoy me voy más cerca. A Magdalena. Me gusta. ¿A vos te gusta Magdalena?
NORMA: - No me acuerdo mucho.
MARTA: - Qué no te vas a acordar si Chichilo tenía casa allá.
NORMA: - (Extrañada) Sí... cerca del regimiento.
MARTA: - Un chalet... tenía tejas verdes, ¿no? y una de esas plantas que tienen la campanilla anaranjada. Hermosa la planta.
NORMA: - ¿Cómo sabés?
MARTA: - No sé, Norma. (Acentuando deliberadamente el disimulo) ¿Habré visto una foto?
Marta se pone a pedalear, ignorando a Norma, que se queda mirándola con un pie apenas apoyado.
MARTA: - ¿Qué hacés parada así? Parecés una cigüeña.
NORMA: - Me doblé el pie.
MARTA: - ¿Hoy?
NORMA: - Hace un rato. Me quise asomar porque escuché los perros, pero me caí del step.
MARTA: - Tené cuidado, que ya te quebraste una vez. ¿Estaba?
NORMA: - No alcancé a verlo.
MARTA: - Se corta demasiado el pelo. Me encanta cómo le queda la camperita. Hermosa le queda.
NORMA: - Es una chaqueta. ¿Cuántos años tendrá?
MARTA: - Veinticinco.
NORMA: - ¡Eh! Parece más.
MARTA: - No, parece menos. ¿Te molesta?
NORMA: - Sí, podría tener treinta, aunque sea.
MARTA: - El pie, te digo.
NORMA: - Me tomé un desinflamatorio.
MARTA: - (Dejando la bicicleta) Ay, yo no tengo ganas de nada hoy...
NORMA: - (Toma un centímetro y se mide la cadera, la cintura, el pecho) No te conviene aflojar... después va a ser peor.
Pausa.
MARTA: - ¿Sería del otro?
NORMA: - ¿Qué?
MARTA: - La agenda.
NORMA: - ¿De qué otro hablás?
MARTA: - Del profesor de antes. El que desapareció de un día para otro.
NORMA: - ¿Cuál, Marta?
MARTA: - El que tenía el bigote así. Raro.
NORMA: - ¡Qué sé yo! Ya no está más. (Se pesa) Muy bien, muy bien.
MARTA: - No me digas que la tiraste.
NORMA: - Vení, pesate.
MARTA: - No, que ayer comí pizza. (Asustada) ¿La tiraste?
NORMA: - No. La prendí fuego.
MARTA: - Tendría que haberla guardado yo, en lugar de dártela... (Reaccionando) ¿¡También quemaste el cartel de “Tiempo y Esfuerzo”!?
NORMA: - No. Se me mojó con el chorro de la botellita.
MARTA: - ¿Sabés que nos pueden hacer un agujero? No jodás.
NORMA: - ¿Qué me decís a mí? Si nos joden es por vos, que te estás tirando a chanta.
MARTA: - No, nada que ver.
NORMA: - Ah, ¿no? ¿Y la pizza de ayer? ¿Y tu rutina? Acá se viene a sufrir, querida. Si no colaborás, te mandan a otro lado. Tenelo claro.
Entra un papel por debajo de la puerta del baño turco. Se enciende una luz roja. Se miran.
NORMA: - Agarralo, Marta. Es para mí.
MARTA: - ¿Qué sabés?
NORMA: - Clavado. Fijate.
MARTA: - (Lo toma y lee) Tenés razón. ¿No podés hacerlo sola?
NORMA: - Tenés que supervisarme. (Palmea, contenta) ¡Por fin! ¡Estaba esperando este momento hacía un montón!
Marta la mira sin comprender su alegría. Norma baila, salta, se ríe.
MARTA: - Cuidado con el pie.
NORMA: - ¿Qué pie? (Para bruscamente) ¿Qué dice?
MARTA: - Colocarse la faja de goma y el traje plástico.
NORMA: - (Buscando) ¿Qué más me pongo?
MARTA: - No dice nada más.
NORMA: - (Se viste) Ah, yo le agrego el enterito de lana...
MARTA: - ¿No te sacás las calzas?
NORMA: - No, van abajo.
MARTA: - No dice nada de un enterito.
NORMA: - No importa, cuanto más sudás, mejor es. ¿Y ahora?
MARTA: - Caminata en cinta.
Se sube a la cinta y empieza a correr mientras se termina de vestir.
MARTA: - Norma, caminando.
NORMA: - Yo corro, es mejor.
MARTA: - Acá dice que camines.
NORMA: - ¿Pusiste el cronómetro?
MARTA: - Sí, pero tenés que caminar.
NORMA: - Qué me importa.
MARTA: - Haceme caso. Después se la agarran conmigo.
NORMA: - No pasa nada, cagona.
Marta no sabe qué hacer. Norma corre cada vez más rápido. Marta se sube a la cinta para que frene un poco.
NORMA: - ¡Buenísimo! Cuanto más peso, mejor. Y vos tenés de sobra. Aquella vez que te tuvimos que subir a la camilla... ¡qué joder, parecía que pesabas doscientos veinte kilos! Tras que sos gorda, medio inconsciente. Lo único que decías era “...agua, agua...”. Nunca vi una mina tan floja. Una cosa de nada... con ese kilaje estabas para soportar una sesión mucho más larga. ¡Y no sabés Chichilo! Se le salió la hernia... casi se le estrangula.
Marta se baja y desconecta la cinta.
NORMA: - ¿Qué hacés, enferma? Enchufame la máquina.
MARTA: - No me hacés caso.
NORMA: - Estoy superando la propuesta, ¿qué te calienta?
MARTA: - Soy tu supervisora. Tenés que respetarme.
NORMA: - Vos sos una plasta. No me podés decir a mí lo que tengo que hacer.
MARTA: - Hago lo que dice el papel. No lo inventé yo.
NORMA: - ¡Más vale!
MARTA: - ¿Querés reventar?
NORMA: - No seas exagerada. (La luz parpadea) Dale, metele que se me va el tiempo.
MARTA: - (Lee) ¿Eh? No, esto no. Es una animalada.
NORMA: - ¿El qué? Decime, madre.
MARTA: - No.
NORMA: - ¿Quién te entiende? Ahora te hago caso.
MARTA: - No me importa. Estás bajo mi responsabilidad.
NORMA: - ¡Marta, no me hagas esto! ¡Tengo que hacer todo!
MARTA: - ¿Quién lo dice?
NORMA: - ¡Si dejo algo sin hacer, andá a saber las consecuencias!
MARTA: - Te va a bajar la presión.
NORMA: - No importa. ¿Qué es?
MARTA: - Baño turco. A full.
NORMA: - (Contentísima) Pasame las gotas que entro.
MARTA: - ¿Estás loca?
NORMA: - Te abre los poros y salen todas las toxinas, dale, apurate.
MARTA: - (Agarra la cartera de Norma) Ni en pedo.
NORMA: - Vení para acá. Vos no podés hablar, no tenés conducta.
MARTA: - Estás por hacer una cagada.
NORMA: - Vos no sos nadie, Marta, no existís. Sos una pobre mina. ¡Dame el gotero!
MARTA: - (Incrédula) ¿Qué... qué me dijiste?
NORMA: - Si es cierto. Mirate. ¿Cómo pensás que hice estas piernas? Las tuyas parecen dos maceteros. Estás destruída. Tocame acá (Por los bíceps) Los tengo de piedra.
MARTA: - (Va a tocarla y se arrepiente) ¿Sabés qué? (Con una seña hacia la pelvis) ¡Agarramelá!
Se mete en el baño turco con la cartera. Traba la puerta y empieza a tragar pastillas.
NORMA: - ¡Marta! ¡Abrime, estúpida! Sacá la traba... ¡Marta! ¡Dejá mis pastillas! (Golpea la puerta, la patea) Me cago en vos. ¡Abrime! Me arruinaste todo, imbécil. Abrí, te digo.
MARTA: - (Abriendo un poco) Pedime perdón.
NORMA: - Dame las pastillas. Tengo una taquicardia terrible.
MARTA: - Es el calor. ¿Qué te dije? Te hizo mal.
NORMA: - No, no es el calor. Me hiciste agarrar un disgusto. Es tu culpa.
MARTA: - Pedime. Pedime perdón.
NORMA: - ¡Qué malasangre! ¿Tanto te cuesta colaborar?
MARTA: - (Le da el frasco) Bueno, está bien. Te perdono.
NORMA: - ¿Una sola dejaste, madre? (La traga)
MARTA: - No quedaban muchas. Tenés que conseguir más.
NORMA: - ¿Ves? Se apagó. Después no protestes. (Entre dientes) La puta que te parió.
MARTA: - Te vi, Norma. Te leí los labios.
Norma empieza a sacarse lo que se puso antes. Entra un papel por debajo de la puerta. Se prende la luz nuevamente. Norma lo toma.
MARTA: - ¿Otra vez?
NORMA: - Rutina nueva. Para vos.
MARTA: - ¿Por qué? ¿Yo qué hice?
NORMA: - Encima preguntás. Sos incorregible, Marta. Hubieras pensado antes. Ahora es tarde, no tenés alternativa.
Marta se levanta y va hacia la puerta del baño turco. Norma la agarra antes de que llegue.
NORMA: - ¿A dónde vas?
MARTA: - Quiero ver quién vino.
NORMA: - ¿Para qué querés saber? Mejor no mires.
Forcejean.
MARTA: - Quiero ver.
NORMA: - ¡Te digo que no! No te sirve de nada y te va a comprometer.
Marta se resigna.
NORMA: - ¿Estás lista? Tenés que tomar dos litros de agua.
MARTA: - ¿No es mucho?
NORMA: - No, es lo reglamentario.
Marta saca una botella, la mira y no se anima a tomar.
NORMA: - Tomá, Marta. Aprovechá.
MARTA: - ¿No me hace mal?
NORMA: - Ahora no. Y cuanto antes empieces, mejor.
Marta toma un trago.
NORMA: - Dale, nena.
MARTA: - Me da miedo (Toma otro) Esto me lo hacen a propósito.
NORMA: - Marta, no seas perseguida. Sufrís de "M.P.O.".
MARTA: - ¿Qué cuerno...?
NORMA: - "Maníac Persecútori Obséyon". Tomá y callate.
MARTA: - ¿Dice ahí que me calle? No me callo un pomo.
NORMA: - Hacé caso, Marta, no jodas más. No te hagás la rebelde.
MARTA: - ¿Qué más dice?
Norma lee la planilla y la mira.
MARTA: - ¿Qué?
NORMA: - Vos tomá.
MARTA: - ¿Es mucho?
NORMA: - Bastante. Dos litros.
MARTA: - No, lo que tengo que hacer.
Norma no le contesta. Marta se desespera.
MARTA: - ¿Por qué a mí?
NORMA: - Terminala. Es así. Hacé de cuenta que estás en terapia intensiva, no tenés más remedio que bancártelo.
MARTA: - Quiero ir al baño.
NORMA: - Todavía no. Retené.
Norma saca una soga y se la muestra. Marta mira aterrorizada, da un paso atrás.
MARTA: - No, vas a volver a cometer un error. Yo te perdoné, Norma, somos amigas.
NORMA: - Por eso mismo.
MARTA: - Pero yo soy joven. (Corrigiéndose) Bueno, también soy joven. Estoy gorda, solamente.
NORMA: - De eso se trata.
MARTA: - ¡¡¡No podés ahorcarme porque estoy gorda!!!!
NORMA: - ¿De qué hablás? Agarrá la soga y saltá.
Le revolea la soga. Marta se alivia, pero inmediatamente desespera.
MARTA: - ¿Ahora tengo que saltar? ¡Tengo la vejiga llena!
NORMA: - Estás en proceso, Marta, tenés que desintoxicarte. Tenés mucha porquería adentro.
MARTA: - Pero yo no puedo saltar así.
NORMA: - ¿A que el paisano te dio chorizo seco? Estás llena de Trichinella spiralis.
MARTA: - Voy al baño.
NORMA: - No, no vayas. No se puede.
Marta se avalanza sobre la puerta que da al baño turco. Toca el picaporte y grita.
MARTA: - ¡Me pateó! ¡Me pateó el picaporte!
NORMA: - Te dije que no podías ir. ¿No ves que está la traba?
MARTA: - ¿Qué pasa? ¿Están arreglando el tanque?
NORMA: - Es posible. Vamos, aprovechá la oportunidad que te dan.
MARTA: - ¿O pintando?
NORMA: - No sé ni quiero saber. No es mi problema. (Empujándola) Dale, saltá.
MARTA: - ¿Y vos no hacés nada?
NORMA: - Tengo que controlar. (Persuasiva). Saltá, Marta. Es lo mejor para vos.
Marta despliega la soga y salta, con la cara contraída por el dolor.
NORMA: - Resistí, Marta. Resistí.
Marta se mea encima.
MARTA: - No pude. No pude.
NORMA: - (Impávida) Es tu única oportunidad de recuperarte, Marta. La que sigue tenés que lograrla.
MARTA: - Pero a mí no me interesa...
NORMA: - Sos desastrosa. Ni un objetivo tenés en la vida. ¡Ponete una meta!
MARTA: - Bueno, pero... (Mira la luz encendida, agarra una toalla y se tapa la ropa meada) ¿Qué es?
NORMA: - Lo siento, Marta. Tenés que entrar en el flotario.
MARTA: - ¿¿¿Qué???
NORMA: - No pasa nada, son cinco minutos.
MARTA: - No. (Se queda inmóvil, aterrorizada). No.
Norma trata de moverla de su posición, pero Marta está paralizada. Norma desiste y vuelve a la carga. No la mueve.
NORMA: - Marta, Martita... hacelo por mí. (La abraza). Dale, movete...
MARTA: - No puedo, Norma. Es superior a mis fuerzas.
NORMA: - Es necesario, madre, metete... es un ratito, nada más.
MARTA: - ¿Y si acepto?
NORMA: - (Feliz) ¿Vas a entrar?
MARTA: - No. Pero quiero saber.
NORMA: - Lo tenés que hacer igual.
MARTA: - ¿Por?
NORMA: - Bueno... por los puntos.
MARTA: - ¿Qué puntos?
NORMA: - (Minimizándolo) Ya sabés, Marta. No te hagás la tarada.
MARTA: - ¿Estás juntando puntos a costa mía?
NORMA: - Bueno, no, no es tan así.
MARTA: - ¿Cuántos ganás por meterme en el flotario? (La empuja y la sigue, amenazante) ¿No te fue suficiente el dos por uno? ¡Sos insaciable!
Ladran los perros. Norma se desespera por ir a ver pero tiene a Marta en el camino.
MARTA: - ¿Querés ver al pendex? (No se mueve) Pasá, pasá...
NORMA: - Correte, Marta.
MARTA: - Si hay lugar. Pasá tranquila, ¿qué te puedo hacer? (Ladran más cerca. La goza) Uy, que cerquita que está... ¡Es rubio natural! Se le ve el color de los ojos. Tan lindo que es... la carne dura, el culito parado, todos los dientes. ¿Querés verlo? Vení... ¿no querés? Es hermoso... ¡parece un ángel!
Marta la arrastra hasta la ventana y le pega la cara contra el vidrio. Norma no puede ver, aunque hace esfuerzos. Marta le da besos, se apoya brutalmente sobre ella.
MARTA: - ¿No es divino el pendejito? Qué linda pareja harían, ¿no? ¿Cuántos puntos te adjudicaría tirarte al nene? Y vos acá... no lo podés tocar... te morís de ganas, pero no podés. (Los ladridos se alejan) ¡Uy, se le ve el boxer cuando corre! (Lo sigue con la mirada) Se va... se fue. ¡Qué pena! Te lo perdiste.
Marta suelta a Norma, que se desmorona y cae de rodillas al piso. Se apaga la luz roja. Marta se sienta.
NORMA: - Esta me la pagás. Te lo juro.
MARTA: - (Encogiéndose de hombros) Uh, eso lo escuché más veces...
NORMA: - (Agarrándose las tetas) Me las corriste de lugar. Envidiosa.
Marta no le presta atención. Pausa.
MARTA: - ¿Escuchás algo? ¿Qué pasará?
NORMA: - ¡Qué manía por averiguar, tenés!
MARTA: - ¿Y ahora? ¿Qué se hace?
NORMA: - No me preguntes como si yo supiera todo, Marta. Esperá.
MARTA: - Ojalá sea la última. Nunca es la última...
NORMA: - (Se tira a hacer abdominales) ¡Qué poco nervio que tenés!
MARTA: - ¿Eh?
NORMA: - Nada, nada. Con vos no se puede hablar. (Pausa) ¿Eran azules, no? Los ojitos.
Marta se ríe, gozándola, y no le contesta. Lentamente cede su tentación de risa, y se calma. Norma está furiosa pero se controla. Marta se cambia la ropa.
MARTA: - ¿Vos te jubilaste?
NORMA: - (Cargadísima) Che, ¿qué te dije de la edad?
MARTA: - Hay gente que se jubila temprano. La que vivía casa por medio, por ejemplo.
NORMA: - Sería por incapacidad. Vení, sosteneme los pies. Estaría enferma.
MARTA: - Se agarró Sindrome de Down. "S.D.D."
NORMA: - ¡Ja! Eso es imposible.
MARTA: - Te juro, tuvo un accidente y quedó mogólica.
NORMA: - Marta, tenés que leer más, a veces decís cada cosa que...
MARTA: - Vos no leés. Repetís, nada más. Parecés el loro de Chichilo.
NORMA: - ¿Otra vez? ¿Qué pasa con Chichilo?
MARTA: - Eso, ¿qué pasa? No trabajás más con él y no te jubilaste.
NORMA: - Para hacer la facturación no tengo que estar en el hospital. Fue por las várices, no es bueno estar de pie.
MARTA: - ¿Tantas várices tenés? No doy más.
NORMA: - Uf. ¿Te muestro?
MARTA: - No, que me impresionan. Pero...
NORMA: - (Se yergue y se sostienen la mirada) ¿Qué?
MARTA: - No, nada... pensaba. Cómo es, ¿no?
NORMA: - ¿Qué cosa?
MARTA: - Y... eso.
NORMA: - ¿Pero qué?
MARTA: - El amor. Eso.
NORMA: - ¿Qué tienen que ver las várices con el amor?
MARTA: - (Misteriosa) Ah...
NORMA: - Vos no estás bien.
MARTA: - ¿Me tomo otra pastilla?
NORMA: - Por mí...
Desarman. Marta se toma un par de pastillas.
NORMA: - (Por la salida de baño) ¿Te vas a quedar así todo el día?
MARTA: - Sí, si no voy a salir.
NORMA: - Vestite, por lo menos. Te vas a deprimir.
MARTA: - No. No sé qué es deprimirse.
NORMA: - Para mí, tenés que ver un analista. Vos te guardás mucho las cosas.
MARTA: - ¿Yo? Es la primera vez que me lo dicen.
NORMA: - Desde hoy que me estás queriendo decir algo.
MARTA: - Ah... por eso.
NORMA: - Marta... te conozco. ¿Es sobre el paisano? Te juro que no era contagioso.
MARTA: - No.
NORMA: - Entonces.. ¿qué es?
MARTA: - No, es que... (Se toma otras dos pastillas)
NORMA: - ¿¿¿Qué????
MARTA: - ¿Vos me ocultás algo?
NORMA: - (Dudando) Bueno... ¿algo como qué?
MARTA: - Algo de tu trabajo.
NORMA: - (Buscando cómo salirse) Ya te dije que no trabajé en obstetricia.
MARTA: - Ya sé. Si no, hubieses zafado.
NORMA: - ¿Eh?
MARTA: - Ya sabés, lo del chico.
NORMA: - (Algo incómoda, empieza a golpear progresivamente una bolsa de boxeo) Eso fue un accidente.
MARTA: - ¿Lo abandonaste?
NORMA: - Sí.
MARTA: - ¡Cómo pudiste, por Dios!
NORMA: - Me costó, ¿pero qué iba a hacer?
MARTA: - Y, qué sé yo... pedir ayuda.
NORMA: - Pedí ayuda. Años estuve en terapia.
MARTA: - Me imagino... no es para menos.
NORMA: - Me obligó.
MARTA: - ¿Quién te obligó? ¡Qué coraje!
NORMA: - El médico.
MARTA: - ¡Con una criatura!
NORMA: - Eh, che...tampoco para tanto. (Deja de escuchar a Marta) Yo muchas veces pensé...
MARTA: - No hay caso, los hombres no tienen instinto maternal. ¿Pero cuándo fue?
NORMA: - ...si nunca lo hubiera visto trabajando, a lo mejor...
MARTA: - ¿Ya está empleado? (Saca cuentas)
NORMA: - ..si ese día hubiese faltado, tal vez ahora estaría con él.
MARTA: - Estás a tiempo, recuperalo.
NORMA: - Ese pendejo me volvía loca.
MARTA: - Che, un hijo es un hijo. (Toma más pastillas, llora)
NORMA: - Era espantoso.
MARTA: - Todos los recién nacidos son feos.
NORMA: - Salí y vomité.
MARTA: - Bueno, ¡qué exagerada!
NORMA: - El olor a muerto es algo terrible. Después lo sentía en sus manos, en la boca cuando me besaba. Yo sabía, pero verlo trabajar... meter... sacar... No, no pude seguir más con él. (Grita y le pega con todo a la bolsa) ¡Yo no quería entrar en la morgue! (Desorbitada) ¡Dame el casco de realidad virtual!
MARTA: - (La mira aterrorizada, le alcanza un casco, se toma dos pastillas más) La morgue... ¿Lo habrán matado?
NORMA: - (Se pone el casco y recita un libreto de relajación, con los dedos pulgar y mayor juntos. No se escuchan entre sí) Llevame, casco, llevame lejos.
MARTA: - Yo siempre dije que ese Chichilo era un hijo de puta...
NORMA: - Estoy paseando por la orilla del mar.
MARTA: - ...y nunca falta un roto para un descosido.
NORMA: - La espuma lame lentamente las plantas de mis pies.
MARTA: - Todos son iguales, te usan...
NORMA: - Las gaviotas despliegan su vuelo magnífico sobre mi cabeza.
MARTA: - ...y te cagan, te cagan.
NORMA: - La brisa es cálida, no siento frío ni calor.
MARTA: - (Empieza a bostezar, de a poco) Y el turro, ni una palabra me dijo.
NORMA: - Me recuesto en la arena tibia.
MARTA: - Mirá que se lo pregunté, y me lo negó.
NORMA: - (Modificando la forma de decir porque empieza a escuchar a Marta) Me hundo suavemente en ella.
MARTA: - Al final, a mí también me cagó.
NORMA: - (Se saca el casco) ¿El pendejo? ¿El forense?
MARTA: - Chichilo y la puta que te parió... (Se adormece)
NORMA: - ¿Qué dijiste? ¡Marta! ¿Qué tiene que ver Chichilo?
Marta murmura incoherencias, intoxicada.
NORMA: - (La sopapea) ¿Quién te cagó, Marta? (Marta no contesta, Norma le toma el pulso) Un poco más. (Vuelve a cachetearla, Marta reacciona)
MARTA: - (Balbucea) ¿Por qué no me dijiste?
NORMA: - ¿Qué?
MARTA: - (Masculla sin sentido) Del bebé... por qué ...
NORMA: - No te entiendo nada... ¡por qué no me habrás enseñado a leer los labios!
MARTA: - (Balbucea) Vos no me contabas nada... y yo me acosté con Chichilo para enterarme...
NORMA: - (Asqueada) ¡Marta! ¡Con ese viejo fulero! Te pagó.
MARTA: - Vos te acostaste gratis.
NORMA: - ¿Estás loca?
MARTA: - (Claramente) Y no es viejo. (Con intención) Tiene tu edad.
NORMA: - (Pegándole unos cachetazos) ¿Cómo? ¿Qué decís? ¿Qué te pasa a vos? (Ayudada por los sopapos Marta se duerme profundamente. Norma se asusta) Marta... ¡Marta! (Ve el frasco vacío y lo sacude) ¡Se tomó todo! Se está descompensando, dice incoherencias... ¡La perdemos, la perdemos! (Le hace masaje cardíaco y respiración boca a boca) ¡No me dejes... te necesito! (Marta le pone una mano en la nuca y aprieta el beso. Norma forcejea, asustada. Se separan y se miran).
MARTA: - (Recuperada) ¿Vos estás enamorada de mí?
NORMA: - Creo que no.
MARTA: - Bueno, entonces dejame dormir...
Norma la sostiene abrazada. Marta se queda con los ojos abiertos y la mirada fija en el vacío. Una luz muy potente, como de reflector ilumina progresivamente la escena.
MARTA: - Está el ángel... se arrodilló... me mira fijo... ¡me está apuntando!
NORMA: - Martita, nena... te pasaste de rosca. ¡Tenés que tener cuidado!
MARTA: - ¿Ves la luz? Es el túnel, Norma... el túnel...
NORMA: - Pero no, qué decís. Es la que usan afuera.
MARTA: - ¿Y la otra? ¿La roja?
NORMA: - Estamos en receso, no te preocupes. Descansá, linda, descansá que yo te cuido. Yo te cuido.
Marta permanece con la mirada fija y la boca semiabierta.
NORMA: - (Dirigiéndose a la luz roja) Yo no estoy enamorada de ella, ¿no? (Se escucha por altoparlante "Va pensiero". Cierra los ojos, disfrutando) Ah... menos mal... Ya me parecía raro un día sin música. (Tararea) ¿Ésta cuál era? Marta, Marta... justo ahora te dormís... ¡justo cuando pasan nuestra canción!
La luz del reflector se intensifica al máximo y quema la imagen de ambas. Apagón.
(*) Esta obra fue concebida para ser puesta en escena en el interior de un gimnasio de aparatos. Sin embargo, acepta ser trabajada también en un escenario teatral.