lunes, 17 de septiembre de 2007

CORPUS

Autor: Roxana Aramburú
Contacto: lobiaramburu@yahoo.com.ar

"...¿Soy yo, acaso, el guardián de mi hermano?..."

ESCENA I
Marta y Norma, próximas a los 50 años, están en un gimnasio-spa (*). Marta sobre la bicicleta fija, empieza a pedalear, se baja y busca una toalla. Se la pone en el cuello, se mira en el espejo para ver cómo le queda. Se sube, vuelve a bajarse y cambia la toalla, prueba el color contra su cara en el espejo. Vuelve a la bicicleta, pedalea frenéticamente. Se baja y golpea la tapa de una cápsula de relajación o flotario donde se encuentra Norma.lobiaramburu@yahoo.com.ar
MARTA: - ¿Te falta mucho? (Frase ininteligible de Norma) Abrí, que no se entiende.
NORMA: - (Grita desde el interior) No puedo interrumpir en cualquier momento. Después te cuento.
Marta mira el reloj, aburrida. Se acuerda de la bicicleta, se sube otra vez, pedalea rápidamente. Siente algo en la pierna, un principio de calambre; baja, saca de un bolso una banana. La empieza a pelar, se ve en el espejo, advierte que está sola e intenta una pose sexy, pero ve algo que la preocupa: un rollo. Trata de disimularlo estirando el cuerpo. Finalmente da la espalda al espejo y se mete la banana entera en la boca. Se abre la tapa del flotario. Se asoma Norma con dos rodajas de pepino en los ojos y una máscara. Marta masticando con dificultad, intenta hablarle.
MARTA: - Me fui hasta Mar del Plata y volví. En bici.
NORMA: - Ah, lo mío fue un viaje astral. Las cosas que experimenté...
MARTA: - (Mirando el interior de la cápsula) Yo creo que ahí me tienen que entrar con anestesia general.
NORMA: - Yo estoy acostumbradísima. Ya llevo hechas tres resonancias y una T.A.C.
MARTA: - Sacate los anteojitos, por favor.
NORMA: - (Se saca las rodajas) Qué increíble, funciona... mirá como quedaron. Hechos un pergamino.
MARTA: - ¿Ves mejor, ahora?
NORMA: - (Prueba con ambos ojos) No.
Marta sube a la bicicleta y pedalea. Norma sale de la cápsula, se pone una bata y se quita la máscara con un algodón.
MARTA: - Qué satisfacción pensar en que fui hasta la playa... ¡y sin moverme de acá! ¿No es hermoso?
NORMA: - Yo, en bicicleta... ¡Ah!, por la ruta andaba. Pero me molestaba el olor a bosta. Hay mucha contaminación. Y lo peor, son los zorrinos.
MARTA: - Ni lo digas. El año pasado fui a la playa. Tomé un lechero.
NORMA: - Esta crema es buena. Te deja lisita, lisita.
MARTA: - (Sin dejar de pedalear) ¡Qué lindos pueblos! En uno había una plaza preciosa, y enfrente una iglesia y un edificio que me parece era la municipalidad... y la policía. Me bajé para ir al baño. ¡Qué lindo! ¡Cómo caminé! ¡Esa plaza, qué hermosa! Seis horas caminé. Me quedó la cartera, nomás.
NORMA: - ¿Conocés Vedia?
MARTA: - (La mira) Vedia... No. No sé cómo se llamaba ahí. ¡Pero qué lindo! Sabés que allá la gente se dedica mucho al campo.
NORMA: - Vedia y Teodelina. (Se empieza a cambiar la ropa atrás de un biombo por calzas y zapatillas deportivas. Habla desde ahí hasta que sale) Colonia Morgan.
MARTA: - Yo conocí uno. Sembraba, me dijo. Con la cosechadora iba y plantaba, ¡qué lindo! Seis horas. Todavía debo tener el teléfono. ¿Cómo se llamaba?
NORMA: - Vedia.
MARTA: - No, no era Vedia. Era como con pe, o con efe... lo tendría que buscar....
NORMA: - (Recuerda y nombra) Vedia... Vedia.
MARTA: - ...y por ahí lo llamo. Un hombre buenísimo.
NORMA: - ¿Hay teléfono ahora en el campo?
MARTA: - Me contó la historia del Cristo que hay en la entrada. Hermoso. Con los brazos así, parece que te quiere agarrar.
NORMA: - Hasta luz debe haber.
MARTA: - Me la contó más veces...
NORMA: - Yo ya no puedo viajar en micro. Tengo que tomar un antiemético y un relajante muscular.
MARTA: - ¿Cómo era la cara? Le hubiera sacado una foto por lo menos, cuando le saqué a las vacas. Eran con cuernos, ¡pero vacas! Qué hermoso... charlamos mucho.
NORMA: - Y si me da el tiempo un antidepresivo.
MARTA: - Me contó de las papas, de los choclos, los girasoles... ¡qué linda la verdura! ¡Qué paz!
NORMA: - Y un antiflatulento. La última vez que viajé me dieron lasagna de espinaca y flan con dulce de leche. Todo junto en la misma bandeja.
MARTA: - ¡Qué necesidad de enamorarse que tenía ese hombre! Tan solo, allá, en las pampas.
NORMA: - Sería Vedia, entonces.
MARTA: - Me parece que no fue el año pasado... Uy, qué calor. Me tendría que haber puesto el jogging, cuando me puse las calzas. Vos estuviste bien, estás fresquita.
NORMA: - No. Estoy asada. ¿O me subió la presión?
MARTA: - Sí, estás coloradita. Tomátela, no dejes pasar. Te ponés nerviosa de nada.
NORMA: - De todo. Dame algo para la nuca.
MARTA: - Frío. Te doy una toalla mojada, no, esperá... ésta te combina más. ¡Qué linda te queda! Tomate la presión, dale. Yo también me la tomo, por las dudas. Dónde habré puesto el número. (Saca de una gaveta un tensiómetro. Intenta tomarle la presión a Norma, que está sentada.)
NORMA: - Dame, dame a mí, que vos no sabés.
MARTA: - Me enseñaste.
NORMA: - Sí, pero esto es serio, ¿entendés? Siempre hay que dejar al que sabe. (Muestra su destreza) Uy, tengo alta la mínima. 11.7
MARTA: - ¿Eso no estaba bien?
NORMA: - No. Tengo alta la mínima, madre, no me discutas.
MARTA: - A ver yo... tomame a mí.
NORMA: - Dejame descansar un poco.
MARTA: - ¿Vas a tomar algo?
NORMA: - Pasame el pastillero... un poco de silencio me viene bien.
Norma cierra los ojos y se tira hacia atrás en la silla. Marta busca dentro de la cartera de Norma el pastillero, pero se distrae mirando cosas que extrae y admira, como piezas únicas.
MARTA: - Vos descansá que te cuento del paisano.
NORMA: - ¿Qué paisano?
MARTA: - El de Vedia.
NORMA: - ¿Cómo de Vedia?
MARTA: - Bueno, para que te ubiques.
NORMA: - Dejá que me relaje. ¿Y la pastilla?
MARTA: - Acá está.
La mete en la boca de Norma y ésta la traga sin agua. Marta trata de tomarse la presión, pero no puede. Desiste. Le toca la ropa a Norma, que sigue con los ojos cerrados.
NORMA: - ¿Qué hacés?
MARTA: - Nada, me pareció linda la tela. Perdoname.
NORMA: - Andá a hacer abdominales.
MARTA: - Ya hice tres series de quince.
NORMA: - Eso es poco.
MARTA: - Tendría que haber hecho lagartijas, cuando me puse con los abdominales, ¿no?
NORMA: - Hacé ahora.
MARTA: - (Agarrándose un rollo) Estoy más panzona, decí la verdad... esto no me baja, yo no sé cómo hacés vos. Estás cada vez mejor.
NORMA: - (Sonríe levemente) Bueno, tampoco es para tanto...
MARTA: - Estás re linda, ¿quién puede decir la edad que tenés?
NORMA: - (Se arranca la toalla que tiene en la cabeza y se incorpora repentinamente) ¡Nadie! ¿Escuchaste?, ¡nadie! Vos tampoco podés decir cuántos tengo.
MARTA: - Está bien.
NORMA: - (Severa, la señala con el dedo) Va nuestra amistad en esto.
MARTA: - Ya sé, ya me lo dijiste... pero acá estamos solas.
NORMA: - No importa. El que quiere escuchar, escucha. Andá a saber si acá al lado no apoyan un vaso contra la pared. Ay...
MARTA: - ¿Qué, qué te pasa?
NORMA: - Me duele la cabeza.
MARTA: - ¿Querés un tecito?
NORMA: - Bueno. De cedrón. El de tilo me da taquicardia.
MARTA: - (Saca agua caliente de un dispenser) A mí la yerba despalada me da.
NORMA: - (Se pone la toalla en la nuca) Pero ojo, a mí me da porque tengo PVM.
MARTA: - ¿¿¿Y eso???
NORMA: - Prolapso de válvula mitral.
MARTA: - Aia.
NORMA: - Chichilo dice que no es nada, que es un "hallazgo" nomás. Pero yo no le creo.
MARTA: - Y, lo mejor es consultar a otro. Siempre Chichilo, siempre Chichilo... Una segunda opinión.
NORMA: - Voy por la quinta. ¿Me hacés unos masajes? Tengo un nudo acá atrás.
MARTA: - (La masajea) ¡Qué firmes tenés los músculos! Ni parece que tuvieras problemas cardíacos.
NORMA: - ¿Viste? Hago dorsales.
MARTA: - A mí me da miedo ese aparato. No sé, pasarte ese fierro por ahí atrás... me parece que me descoyunto. Debo tener dos bolsas abajo de las paletas.
NORMA: - Omóplato se dice.
MARTA: - No está hirviendo... ¿lo hago igual?
NORMA: - El agua del té tiene que hervir. Antes usaba un termómetro para controlar el agua del mate.
MARTA: - El paisano la probaba con el dedo. Tenía unos dedos así de gruesos, si vieras.
NORMA: - ¡Qué cochino! ¿Después de la quinta?
MARTA: - ¿De la quinta qué?
NORMA: - Bueno, ¿cómo le decía? ¿Huerta?
MARTA: - Ah, no... No estaba trabajando.
NORMA: - ¿Y tomaste mate con él? (Marta la mira sin contestar) Por ahí es por eso que te da taquicardia la yerba... te acordás.
MARTA: - (Sin dejar de mirarla, como perdida) Te gusta cargadito, ¿no?
NORMA: - Sí.
MARTA: - (Va a preparar el té) Viste cómo te conozco los gustos...
NORMA: - Mi tía tomaba té y temblaba de pies a cabeza.
MARTA: - Ah, yo eso lo vi en una película. ¿Y de qué era el té?
NORMA: - Té de té.
MARTA: - Qué raro... ¿y vos no heredaste eso?
NORMA: - Por desgracia, no.
MARTA: - (Sorprendida) ¿Por desgracia, no?
NORMA: - ¿Dije eso?
MARTA: - No, a lo mejor me pareció a mí.
NORMA: - Me parece que estás perdiendo un poco el oído. ¿Consultaste?
MARTA: - ¿Sabés qué cosa no escucho? Los silbatos.
NORMA: - ¡Estás perdiendo el registro de agudos!
MARTA: - Ya me pasó dos veces. Mirando un partido por televisión -nada- y con el que pasea perros.
NORMA: - (Entusiasmada) ¿Venía para acá?
MARTA: - No, lo vi desde la ventana... ahora tiene otro perro más. Es un Lassie.
NORMA: - Se llaman Collie. ¿O a los ovejeros les decís Rin-tin-tín? Ay, yo pensé que venía al gimnasio...
MARTA: - Uno de esos rintintines tenía el paisano. No sabés qué lindo.
NORMA: - A algún gimnasio debe ir. ¡Tiene un lomo!
MARTA: - En esa época yo escuchaba mejor, ¡cómo ladraba ese perro! ¿No me habrá dejado sorda él? O el paisano... te hablaba como si estuvieras lejos, del otro lado del alambrado. Ah, mirá lo que sé hacer. Parate allá y hablame.
NORMA: - (Va al extremo opuesto y desde ahí le habla) Qué bíceps tiene el pendejo.
MARTA: - Más bajo, moviendo los labios... vas a ver cómo te los leo.
Norma mueve los labios y Marta lee.
MARTA: - Qué cuádri... qué cuadrillé!
NORMA: - Cuádriceps.
Repiten el procedimiento.
MARTA: - ¡Glúteos!
NORMA: - (Sorprendida) Sí... ¿Dónde aprendiste?
MARTA: - (Misteriosa) Ah... Dale, otra más.
Otro intento.
MARTA: - ¿Eh? ¡No vale inventar palabras!
NORMA: - Já- já. Esternocleidomastoideo. ¡Te maté!
MARTA: - ¿Qué te costaba dejarme probar? Decir algo más fácil, ¿de dónde sacaste eso?
NORMA: - (Se sube a la cinta y camina) Ay, madre, madre... del hospital. Ahora me siento mejor.
MARTA: - (Se sienta en una camilla y se pone pesas en los tobillos) Ah, sí... el hospital.
NORMA: - (Inspira como si fuera por un bosque) El olor de la resina, después de la lluvia... los helechos, los musgos...
MARTA: - ¡Qué lindos los bosques del sur! Nunca fui. Muy lejos.
NORMA: - Mis mejores años pasé ahí.
MARTA: - ¿Viviste allá?
NORMA: - En el hospital. Olor a alcohol, a pervinox, a lavandina, a farmacia... Uf... Aprendí un montón de cosas.
MARTA: - Sí... los médicos siempre te enseñan algo.
NORMA: - Yo podría haber sido médico, ¿sabés?
MARTA: - Médica.
NORMA: - Médico.
MARTA: - ¿Y por qué no fuiste?
NORMA: - El amor. Pero me recibí de decoración de interiores. No sabés cómo te ponía el consultorio. Daban ganas de enfermarse.
MARTA: - ¿Para tanto?
NORMA: - Te juro. ¿Sabés por qué quería ir al pediatra, yo? Porque el doctor tenía un Pinocho. Y si estaba muy enferma me dejaba que tirara del piolín, y Pinocho se movía.
MARTA: - Se moría. (Canta) “Y viendo que Pinocho se moría”.
NORMA: - (Bajando de la cinta) Leeme los labios: movía.
MARTA: - Ah, sí... dijiste movía. Pero Pinocho se moría.
NORMA: - Este se movía. Era una marioneta. Punto.
MARTA: - A mí me da frío acordarme del médico. Te hacía sacar la ropa y te apoyaba ese coso helado en la espalda.
NORMA: - Estetoscopio, animal. Antes hacía más frío.
MARTA: - Y más calor. Andá a salir a la siesta en enero...
NORMA: - ¿Y cómo llovía? Yo me acuerdo de las tormentas. Ahora no sé si llovió ayer.
MARTA: - (Sorprendida) ¿Ayer llovió?
NORMA: - No sé. De acá mucho no se ve. Te conviene usar mancuernas a la vez.
MARTA: - Allá llovió.
NORMA: - ¿Dónde? (Acondiciona una máquina) Me falta peso, acá.
MARTA: - En el pueblo. Se largó. Por eso me llevó a su casa. Sonaba con todo en el techo de chapa.
NORMA: - Mmmm. Qué romántico.
MARTA: - El paisano -qué buen tipo, no vas a creer- estaba preocupado por el granizo, "la piedra", le decía. Miraba para el campo y se le llenaban los ojos de lágrimas, che, mirando el choclo.
NORMA: - ¿Estás segura que no venía? El de los perros.
MARTA: - Duró poco, un par de horas.
NORMA: - ¿Después paró?
MARTA: - (Distraída) ¿Eh? Ah... sí. Después no llovió más.
NORMA: - ¿Pero qué otro gimnasio hay cerca? Para mí, es de acá.
MARTA: - No me gustaría vivir tan lejos. Es más, creo que no voy a volver a viajar.
NORMA: - Yo no sé si te conté, que no puedo viajar más. Después de la operación, me prohibieron. Y no puedo pasar el trapo.
MARTA: - A mí lo que me hace mal es salir de vacaciones. Vuelvo con ideas, no sé... No, mejor quedarse, si ¿qué hay para ver, más lejos? Lo mismo que acá. Es todo igual, sí. Todo lo mismo.
NORMA: - A Vedia yo no fui más. Tampoco como pollo.
MARTA: - No entiendo.
NORMA: - Por el eviscerador. (Con un gesto de asco) El forense.
MARTA: - ¿Qué? Dale otra vez que te leo.
NORMA: - (Descompuesta) No, era una pavada. Una pavada.
Ambas hacen ejercicios en aparatos. Se escucha solamente el chirriar de las máquinas.
MARTA: - Debe ser tarde, no se escucha gente afuera.
NORMA: - Tengo sueño. Hoy fue un día agotador.
MARTA: - Sí, te pasaste de rutina, ¿por qué no descansás?
NORMA: - Estaba pensando... ¿y vos?
MARTA: - No, yo no puedo dormir. (Abandona su rutina) Te envidio como te quedás así, planchada en dos segundos.
NORMA: - Porque me tomo una pastilla, tomate una y listo.
MARTA: - No me hacen efecto. Es otra cosa.
NORMA: - (Deja su rutina) Tomate dos.
MARTA: - Me duermo, pero me despierto enseguida. A los diez minutos estoy con los ojos abiertos.
NORMA: - ¿Probaste tres?
MARTA: - No. Yo sé qué me pasa, me despierto de golpe porque sueño que me estoy muriendo, así, dormida, me voy muriendo.
NORMA: - A mí me pasaba cuando era chica. Me dieron un jarabe y sanseacabó.
MARTA: - A mí me agarró de grande. Es tan... estúpido, ¿no?, pero me pasa. Alguien me hunde la cabeza en el agua. Me muero, me muero y salgo del fondo, boqueando.
NORMA: - Por eso estás así de ojerosa. No descansás. ¡Metete en el flotario!
MARTA: - Ni mamada. Me tendrían que obligar.
NORMA: - (La goza) ¿Tanto miedo te da?
MARTA: - (Disimula su terror) No.
NORMA: - Uy, yo me tomo un protector hepático. Me cayó mal el té.
MARTA: - ¿El té?
NORMA: - Son los agroquímicos... no te das cuenta pero se te acumulan y si llegan a la dosis letal, te morís. Te llegás a hacer una corrida electroforética, vos, que estuviste en el campo... ¿no pulverizaba el paisano?
MARTA: - ¿Qué? ¿Corrida qué?
NORMA: - ¿No le echaba veneno al choclo?
MARTA: - No, yo no lo vi... vos decís... que... ¿quería envenenarme? Pero... ¿por qué? Si yo no le iba a contar a nadie...
NORMA: - No, zonza. Por las plagas agrícolas. Los bichos.
MARTA: - (Presta atención repentinamente) ¿Escuchaste?
NORMA: - No.
MARTA: - Como un silbido.
NORMA: - ¿No era que no los escuchabas?
MARTA: - Por eso me llamó la atención. ¿Lo escuchás?
NORMA: - ¿No será mi soplo? A veces en el silencio total...
MARTA: - Norma, ¿cómo voy a escuchar un soplo? Pará un poco. Es otra cosa.
NORMA: - (Repentinamente desinteresada, se tira en una camilla) Debe ser la pérdida de gas de la caldera.
MARTA: - Sí... tenés razón. A veces se escucha ese mismo ruidito en las duchas.
NORMA: - Un día va a ocurrir una desgracia. Acordate lo que te digo. Haceme el favor, poné derecha esa zapatilla.
MARTA: - (Moviendo la zapatilla) ¿Así? ¿Más acá? Me voy para el baño turco. ¿Te apago la luz?
NORMA: - Bueno. Dejame la linterna cerca, que ayer la cortaron.
MARTA: - (La arropa con una manta) ¿Tenés hambre?
NORMA: - No, tengo el estómago revuelto. Poneme una almohada abajo de las rodillas, así puedo bajar bien la cintura.
MARTA: - (La acomoda) ¿Estás cómoda? Hasta mañana.
Apagón.

ESCENA II
Marta entra envuelta en una salida de baño. Norma renquea ligeramente.
MARTA: - Che, ¿qué pasa con la música?
NORMA: - No sé, hace unos días que no la ponen. ¿Todavía se escuchaba el chuifffff?
MARTA: - Sí. Anoche tampoco pude dormir.
NORMA: - Te va a hacer mal.
MARTA: - Encima pusieron una radio a todo volumen. ¿Me das algo, a ver si puedo?
NORMA: - (Le da un frasco) Tomate esto. Tarda en hacer efecto, pero te produce un R.E.M. espectacular.
MARTA: - Es desesperante. Me levanté quinientas veces, te miraba cómo dormías... vos no parecés enferma cuando dormís.
NORMA: - No estoy enferma. Bueno, sí, un poco sí.
MARTA: - (Se toma un par de pastillas) A mí me impresiona mi cuerpo, me imagino cómo soy por dentro y se me aflojan las piernas. Por eso nunca siento nada. Salvo esta tortura del sueño.
NORMA: - Tendrías que ver a un psiquiatra.
MARTA: - Roncás.
NORMA: - ¿Yo?
MARTA: - Sí.
NORMA: - No puede ser.
MARTA: - Sí, puede.
NORMA: - Pero, ¿cómo es el ronquido?
MARTA: - Raro. Qué sé yo... por ahí venís con todo y de golpe...
NORMA: - ¿De golpe qué?
MARTA: - Parás en seco.
NORMA: - (Asustadísima) Me bajó la presión.
MARTA: - ¿Otra vez?
NORMA: - Es el PVM. Se me está agravando. Ya sabía, ya sabía...
MARTA: - Ojalá yo roncara.
NORMA: - Dame las gotas.
MARTA: - ¿Y si tomás sal?
NORMA: - ¡Qué sal! Dámelas.
Marta le da la cartera. Norma busca y toma un chorro de un gotero.
NORMA: - Igual, mejor. Ya había sacado turno. Así mato dos pájaros de un tiro: el que te saca el E.C.G. es una bomba.
Norma saca una agenda y despliega gran actividad.
MARTA: - ¿Estás bien?
NORMA: - Bárbaro. ¿Qué son esas cajas?
MARTA: - (Con vergüenza) Ah, pasa que ayer, cuando dormías... me pedí una pizza.
NORMA: - Sos una chancha. ¿Y las llaves?
MARTA: - La pasó entre los barrotes.
NORMA: - ¿Estaba bueno el repartidor?
MARTA: - Y... estaba oscuro.
NORMA: - Mejor que no lo viste. Una vez me enamoré de uno, un pendejo. Pedí pizza una semana seguida. Ya lo tenía, ya lo tenía, hasta que descubrí que había engordado dos kilos. La corté de cuajo.
MARTA: - ¡Qué consecuente que sos, Norma! Yo no sé cómo hacés. Una sola vez estuve flaca.
NORMA: - ¡Me acuerdo! Fue cuando te largaron. Estabas divina. Una cinturita...
MARTA: - Quince kilos menos tenía.
NORMA: - Tendrías que haber aprovechado esa oportunidad. Hay cosas que no se dan dos veces en la vida.
MARTA: - Eran otras épocas, qué querés... más movimiento.
NORMA: - Te abandonaste. Eso no se hace.
Norma canta.
MARTA: - ¿Hay sol?
NORMA: - No sé. ¿Te creés que me importa el sol? Trabajé años en un subsuelo. Le veía los pies a los que pasaban. De vez en cuando algún chico se agachaba y espiaba, así veía una cara.
MARTA: - ¡Qué lindos los chicos! Yo quisiera tener uno. Para quedármelo. (Intencionada) ¿Y vos?
NORMA: - No.
MARTA: - ¿Cómo no?
NORMA: - (Se toma otro tipo de pastilla) No.
MARTA: - (Por las pastillas) Ay, yo ésas las dejo al lado del cepillo de dientes. Es infalible, no te olvidás.
NORMA: - ¿Para qué tomás si querés un hijo? Pasame mi rutina. Es facilísimo tener uno.
MARTA: - Bueno, pero sola no.
NORMA: - Sola no vas a poder. Aunque te lo inyecten, un tipo va a haber.
MARTA: - (Le pasa una planilla) Ah, vos de eso debés saber, ¿no?
NORMA: - Si yo nunca trabajé en el servicio de ginecología. (Leyendo) Che, esto está cada vez peor... se les va la mano.
MARTA: - No, lo digo por... (Norma la mira. Se corta) ¿Vos sabés si... los cosos esos... se contagian?
NORMA: - ¿Qué cosos?
MARTA: - Esos quistes... gordos, que se ven de afuera.
NORMA: - ¿Tenés un quiste? ¿Dónde?
MARTA: - No, yo no, el paisano... tenía uno que le sobresalía.
NORMA: - ¿De dónde, Marta? Era hidatidosis... ¡sí! Todo cierra: el campo, el perro, la quinta... ¡Equinococcus granulosus! (Festeja el descubrimiento) De cajón.
MARTA: - ¿Se va a morir? ¿Y me contagió?
NORMA: - (Contenta) ¿Cómo era de grande?
MARTA: - Y... se confundía con el ...¿cómo se dice? Testículo. Era como un... huevo, pero de ñandú. ¿Es contagioso?
NORMA: - Ay, Marta... tendría una orquitis. Esa gente hace mucha fuerza.
MARTA: - ¿Me contagió?
NORMA: - No, no. Yo pensé que era un quiste hidatídico, qué lástima. Pero, ¿no era que habías ido a tomar mate?
MARTA: - Y... sí.
NORMA: - (Se pone en una máquina, hace mucha fuerza levantando las pesas) Qué mateada, ¿eh? ¡Y con lluvia! ¿Cómo se llamaba, el paisano?
MARTA: - No... no me acuerdo.
NORMA: - Vos te prendés con cualquiera. ¿Qué te pasa?
MARTA: - (Enojada y disimulando) Nada. Que se me olvidan los nombres.
NORMA: - ¿Por qué pusiste esa cara?
MARTA: - No sé. ¿Qué cara?
NORMA: - Vamos, Marta, te molestaste.
MARTA: - Y sí. Todo lo que te cuento, te da risa.
NORMA: - Ah, bueno, bueno... Siempre venís con una nueva, por eso.
MARTA: - No, siempre no. Hoy. Vos peor, que nunca contás nada.
NORMA: - Yo cuento lo que quiero.
MARTA: - Mmmm.
Pausa.
NORMA: - Bueno, ¿lo pasaste bien? Con el paisano, digo.
MARTA: - ¿En qué sentido?
NORMA: - Sexo. ¿De qué hablamos?
MARTA: - Yo no sé de qué hablás vos.
NORMA: - No te preocupes, che, algo casual está bien, de vez en cuando.
MARTA: - Vos te preocupás. Debés tener miedo de que se me gaste.
NORMA: - Eh, pará la mano, ¿yo qué te hice?
MARTA: - (Se sube a una bicicleta) Hoy me voy más cerca. A Magdalena. Me gusta. ¿A vos te gusta Magdalena?
NORMA: - No me acuerdo mucho.
MARTA: - Qué no te vas a acordar si Chichilo tenía casa allá.
NORMA: - (Extrañada) Sí... cerca del regimiento.
MARTA: - Un chalet... tenía tejas verdes, ¿no? y una de esas plantas que tienen la campanilla anaranjada. Hermosa la planta.
NORMA: - ¿Cómo sabés?
MARTA: - No sé, Norma. (Acentuando deliberadamente el disimulo) ¿Habré visto una foto?
Marta se pone a pedalear, ignorando a Norma, que se queda mirándola con un pie apenas apoyado.
MARTA: - ¿Qué hacés parada así? Parecés una cigüeña.
NORMA: - Me doblé el pie.
MARTA: - ¿Hoy?
NORMA: - Hace un rato. Me quise asomar porque escuché los perros, pero me caí del step.
MARTA: - Tené cuidado, que ya te quebraste una vez. ¿Estaba?
NORMA: - No alcancé a verlo.
MARTA: - Se corta demasiado el pelo. Me encanta cómo le queda la camperita. Hermosa le queda.
NORMA: - Es una chaqueta. ¿Cuántos años tendrá?
MARTA: - Veinticinco.
NORMA: - ¡Eh! Parece más.
MARTA: - No, parece menos. ¿Te molesta?
NORMA: - Sí, podría tener treinta, aunque sea.
MARTA: - El pie, te digo.
NORMA: - Me tomé un desinflamatorio.
MARTA: - (Dejando la bicicleta) Ay, yo no tengo ganas de nada hoy...
NORMA: - (Toma un centímetro y se mide la cadera, la cintura, el pecho) No te conviene aflojar... después va a ser peor.
Pausa.
MARTA: - ¿Sería del otro?
NORMA: - ¿Qué?
MARTA: - La agenda.
NORMA: - ¿De qué otro hablás?
MARTA: - Del profesor de antes. El que desapareció de un día para otro.
NORMA: - ¿Cuál, Marta?
MARTA: - El que tenía el bigote así. Raro.
NORMA: - ¡Qué sé yo! Ya no está más. (Se pesa) Muy bien, muy bien.
MARTA: - No me digas que la tiraste.
NORMA: - Vení, pesate.
MARTA: - No, que ayer comí pizza. (Asustada) ¿La tiraste?
NORMA: - No. La prendí fuego.
MARTA: - Tendría que haberla guardado yo, en lugar de dártela... (Reaccionando) ¿¡También quemaste el cartel de “Tiempo y Esfuerzo”!?
NORMA: - No. Se me mojó con el chorro de la botellita.
MARTA: - ¿Sabés que nos pueden hacer un agujero? No jodás.
NORMA: - ¿Qué me decís a mí? Si nos joden es por vos, que te estás tirando a chanta.
MARTA: - No, nada que ver.
NORMA: - Ah, ¿no? ¿Y la pizza de ayer? ¿Y tu rutina? Acá se viene a sufrir, querida. Si no colaborás, te mandan a otro lado. Tenelo claro.
Entra un papel por debajo de la puerta del baño turco. Se enciende una luz roja. Se miran.
NORMA: - Agarralo, Marta. Es para mí.
MARTA: - ¿Qué sabés?
NORMA: - Clavado. Fijate.
MARTA: - (Lo toma y lee) Tenés razón. ¿No podés hacerlo sola?
NORMA: - Tenés que supervisarme. (Palmea, contenta) ¡Por fin! ¡Estaba esperando este momento hacía un montón!
Marta la mira sin comprender su alegría. Norma baila, salta, se ríe.
MARTA: - Cuidado con el pie.
NORMA: - ¿Qué pie? (Para bruscamente) ¿Qué dice?
MARTA: - Colocarse la faja de goma y el traje plástico.
NORMA: - (Buscando) ¿Qué más me pongo?
MARTA: - No dice nada más.
NORMA: - (Se viste) Ah, yo le agrego el enterito de lana...
MARTA: - ¿No te sacás las calzas?
NORMA: - No, van abajo.
MARTA: - No dice nada de un enterito.
NORMA: - No importa, cuanto más sudás, mejor es. ¿Y ahora?
MARTA: - Caminata en cinta.
Se sube a la cinta y empieza a correr mientras se termina de vestir.
MARTA: - Norma, caminando.
NORMA: - Yo corro, es mejor.
MARTA: - Acá dice que camines.
NORMA: - ¿Pusiste el cronómetro?
MARTA: - Sí, pero tenés que caminar.
NORMA: - Qué me importa.
MARTA: - Haceme caso. Después se la agarran conmigo.
NORMA: - No pasa nada, cagona.
Marta no sabe qué hacer. Norma corre cada vez más rápido. Marta se sube a la cinta para que frene un poco.
NORMA: - ¡Buenísimo! Cuanto más peso, mejor. Y vos tenés de sobra. Aquella vez que te tuvimos que subir a la camilla... ¡qué joder, parecía que pesabas doscientos veinte kilos! Tras que sos gorda, medio inconsciente. Lo único que decías era “...agua, agua...”. Nunca vi una mina tan floja. Una cosa de nada... con ese kilaje estabas para soportar una sesión mucho más larga. ¡Y no sabés Chichilo! Se le salió la hernia... casi se le estrangula.
Marta se baja y desconecta la cinta.
NORMA: - ¿Qué hacés, enferma? Enchufame la máquina.
MARTA: - No me hacés caso.
NORMA: - Estoy superando la propuesta, ¿qué te calienta?
MARTA: - Soy tu supervisora. Tenés que respetarme.
NORMA: - Vos sos una plasta. No me podés decir a mí lo que tengo que hacer.
MARTA: - Hago lo que dice el papel. No lo inventé yo.
NORMA: - ¡Más vale!
MARTA: - ¿Querés reventar?
NORMA: - No seas exagerada. (La luz parpadea) Dale, metele que se me va el tiempo.
MARTA: - (Lee) ¿Eh? No, esto no. Es una animalada.
NORMA: - ¿El qué? Decime, madre.
MARTA: - No.
NORMA: - ¿Quién te entiende? Ahora te hago caso.
MARTA: - No me importa. Estás bajo mi responsabilidad.
NORMA: - ¡Marta, no me hagas esto! ¡Tengo que hacer todo!
MARTA: - ¿Quién lo dice?
NORMA: - ¡Si dejo algo sin hacer, andá a saber las consecuencias!
MARTA: - Te va a bajar la presión.
NORMA: - No importa. ¿Qué es?
MARTA: - Baño turco. A full.
NORMA: - (Contentísima) Pasame las gotas que entro.
MARTA: - ¿Estás loca?
NORMA: - Te abre los poros y salen todas las toxinas, dale, apurate.
MARTA: - (Agarra la cartera de Norma) Ni en pedo.
NORMA: - Vení para acá. Vos no podés hablar, no tenés conducta.
MARTA: - Estás por hacer una cagada.
NORMA: - Vos no sos nadie, Marta, no existís. Sos una pobre mina. ¡Dame el gotero!
MARTA: - (Incrédula) ¿Qué... qué me dijiste?
NORMA: - Si es cierto. Mirate. ¿Cómo pensás que hice estas piernas? Las tuyas parecen dos maceteros. Estás destruída. Tocame acá (Por los bíceps) Los tengo de piedra.
MARTA: - (Va a tocarla y se arrepiente) ¿Sabés qué? (Con una seña hacia la pelvis) ¡Agarramelá!
Se mete en el baño turco con la cartera. Traba la puerta y empieza a tragar pastillas.
NORMA: - ¡Marta! ¡Abrime, estúpida! Sacá la traba... ¡Marta! ¡Dejá mis pastillas! (Golpea la puerta, la patea) Me cago en vos. ¡Abrime! Me arruinaste todo, imbécil. Abrí, te digo.
MARTA: - (Abriendo un poco) Pedime perdón.
NORMA: - Dame las pastillas. Tengo una taquicardia terrible.
MARTA: - Es el calor. ¿Qué te dije? Te hizo mal.
NORMA: - No, no es el calor. Me hiciste agarrar un disgusto. Es tu culpa.
MARTA: - Pedime. Pedime perdón.
NORMA: - ¡Qué malasangre! ¿Tanto te cuesta colaborar?
MARTA: - (Le da el frasco) Bueno, está bien. Te perdono.
NORMA: - ¿Una sola dejaste, madre? (La traga)
MARTA: - No quedaban muchas. Tenés que conseguir más.
NORMA: - ¿Ves? Se apagó. Después no protestes. (Entre dientes) La puta que te parió.
MARTA: - Te vi, Norma. Te leí los labios.
Norma empieza a sacarse lo que se puso antes. Entra un papel por debajo de la puerta. Se prende la luz nuevamente. Norma lo toma.
MARTA: - ¿Otra vez?
NORMA: - Rutina nueva. Para vos.
MARTA: - ¿Por qué? ¿Yo qué hice?
NORMA: - Encima preguntás. Sos incorregible, Marta. Hubieras pensado antes. Ahora es tarde, no tenés alternativa.
Marta se levanta y va hacia la puerta del baño turco. Norma la agarra antes de que llegue.
NORMA: - ¿A dónde vas?
MARTA: - Quiero ver quién vino.
NORMA: - ¿Para qué querés saber? Mejor no mires.
Forcejean.
MARTA: - Quiero ver.
NORMA: - ¡Te digo que no! No te sirve de nada y te va a comprometer.
Marta se resigna.
NORMA: - ¿Estás lista? Tenés que tomar dos litros de agua.
MARTA: - ¿No es mucho?
NORMA: - No, es lo reglamentario.
Marta saca una botella, la mira y no se anima a tomar.
NORMA: - Tomá, Marta. Aprovechá.
MARTA: - ¿No me hace mal?
NORMA: - Ahora no. Y cuanto antes empieces, mejor.
Marta toma un trago.
NORMA: - Dale, nena.
MARTA: - Me da miedo (Toma otro) Esto me lo hacen a propósito.
NORMA: - Marta, no seas perseguida. Sufrís de "M.P.O.".
MARTA: - ¿Qué cuerno...?
NORMA: - "Maníac Persecútori Obséyon". Tomá y callate.
MARTA: - ¿Dice ahí que me calle? No me callo un pomo.
NORMA: - Hacé caso, Marta, no jodas más. No te hagás la rebelde.
MARTA: - ¿Qué más dice?
Norma lee la planilla y la mira.
MARTA: - ¿Qué?
NORMA: - Vos tomá.
MARTA: - ¿Es mucho?
NORMA: - Bastante. Dos litros.
MARTA: - No, lo que tengo que hacer.
Norma no le contesta. Marta se desespera.
MARTA: - ¿Por qué a mí?
NORMA: - Terminala. Es así. Hacé de cuenta que estás en terapia intensiva, no tenés más remedio que bancártelo.
MARTA: - Quiero ir al baño.
NORMA: - Todavía no. Retené.
Norma saca una soga y se la muestra. Marta mira aterrorizada, da un paso atrás.
MARTA: - No, vas a volver a cometer un error. Yo te perdoné, Norma, somos amigas.
NORMA: - Por eso mismo.
MARTA: - Pero yo soy joven. (Corrigiéndose) Bueno, también soy joven. Estoy gorda, solamente.
NORMA: - De eso se trata.
MARTA: - ¡¡¡No podés ahorcarme porque estoy gorda!!!!
NORMA: - ¿De qué hablás? Agarrá la soga y saltá.
Le revolea la soga. Marta se alivia, pero inmediatamente desespera.
MARTA: - ¿Ahora tengo que saltar? ¡Tengo la vejiga llena!
NORMA: - Estás en proceso, Marta, tenés que desintoxicarte. Tenés mucha porquería adentro.
MARTA: - Pero yo no puedo saltar así.
NORMA: - ¿A que el paisano te dio chorizo seco? Estás llena de Trichinella spiralis.
MARTA: - Voy al baño.
NORMA: - No, no vayas. No se puede.
Marta se avalanza sobre la puerta que da al baño turco. Toca el picaporte y grita.
MARTA: - ¡Me pateó! ¡Me pateó el picaporte!
NORMA: - Te dije que no podías ir. ¿No ves que está la traba?
MARTA: - ¿Qué pasa? ¿Están arreglando el tanque?
NORMA: - Es posible. Vamos, aprovechá la oportunidad que te dan.
MARTA: - ¿O pintando?
NORMA: - No sé ni quiero saber. No es mi problema. (Empujándola) Dale, saltá.
MARTA: - ¿Y vos no hacés nada?
NORMA: - Tengo que controlar. (Persuasiva). Saltá, Marta. Es lo mejor para vos.
Marta despliega la soga y salta, con la cara contraída por el dolor.
NORMA: - Resistí, Marta. Resistí.
Marta se mea encima.
MARTA: - No pude. No pude.
NORMA: - (Impávida) Es tu única oportunidad de recuperarte, Marta. La que sigue tenés que lograrla.
MARTA: - Pero a mí no me interesa...
NORMA: - Sos desastrosa. Ni un objetivo tenés en la vida. ¡Ponete una meta!
MARTA: - Bueno, pero... (Mira la luz encendida, agarra una toalla y se tapa la ropa meada) ¿Qué es?
NORMA: - Lo siento, Marta. Tenés que entrar en el flotario.
MARTA: - ¿¿¿Qué???
NORMA: - No pasa nada, son cinco minutos.
MARTA: - No. (Se queda inmóvil, aterrorizada). No.
Norma trata de moverla de su posición, pero Marta está paralizada. Norma desiste y vuelve a la carga. No la mueve.
NORMA: - Marta, Martita... hacelo por mí. (La abraza). Dale, movete...
MARTA: - No puedo, Norma. Es superior a mis fuerzas.
NORMA: - Es necesario, madre, metete... es un ratito, nada más.
MARTA: - ¿Y si acepto?
NORMA: - (Feliz) ¿Vas a entrar?
MARTA: - No. Pero quiero saber.
NORMA: - Lo tenés que hacer igual.
MARTA: - ¿Por?
NORMA: - Bueno... por los puntos.
MARTA: - ¿Qué puntos?
NORMA: - (Minimizándolo) Ya sabés, Marta. No te hagás la tarada.
MARTA: - ¿Estás juntando puntos a costa mía?
NORMA: - Bueno, no, no es tan así.
MARTA: - ¿Cuántos ganás por meterme en el flotario? (La empuja y la sigue, amenazante) ¿No te fue suficiente el dos por uno? ¡Sos insaciable!
Ladran los perros. Norma se desespera por ir a ver pero tiene a Marta en el camino.
MARTA: - ¿Querés ver al pendex? (No se mueve) Pasá, pasá...
NORMA: - Correte, Marta.
MARTA: - Si hay lugar. Pasá tranquila, ¿qué te puedo hacer? (Ladran más cerca. La goza) Uy, que cerquita que está... ¡Es rubio natural! Se le ve el color de los ojos. Tan lindo que es... la carne dura, el culito parado, todos los dientes. ¿Querés verlo? Vení... ¿no querés? Es hermoso... ¡parece un ángel!
Marta la arrastra hasta la ventana y le pega la cara contra el vidrio. Norma no puede ver, aunque hace esfuerzos. Marta le da besos, se apoya brutalmente sobre ella.
MARTA: - ¿No es divino el pendejito? Qué linda pareja harían, ¿no? ¿Cuántos puntos te adjudicaría tirarte al nene? Y vos acá... no lo podés tocar... te morís de ganas, pero no podés. (Los ladridos se alejan) ¡Uy, se le ve el boxer cuando corre! (Lo sigue con la mirada) Se va... se fue. ¡Qué pena! Te lo perdiste.
Marta suelta a Norma, que se desmorona y cae de rodillas al piso. Se apaga la luz roja. Marta se sienta.
NORMA: - Esta me la pagás. Te lo juro.
MARTA: - (Encogiéndose de hombros) Uh, eso lo escuché más veces...
NORMA: - (Agarrándose las tetas) Me las corriste de lugar. Envidiosa.
Marta no le presta atención. Pausa.
MARTA: - ¿Escuchás algo? ¿Qué pasará?
NORMA: - ¡Qué manía por averiguar, tenés!
MARTA: - ¿Y ahora? ¿Qué se hace?
NORMA: - No me preguntes como si yo supiera todo, Marta. Esperá.
MARTA: - Ojalá sea la última. Nunca es la última...
NORMA: - (Se tira a hacer abdominales) ¡Qué poco nervio que tenés!
MARTA: - ¿Eh?
NORMA: - Nada, nada. Con vos no se puede hablar. (Pausa) ¿Eran azules, no? Los ojitos.
Marta se ríe, gozándola, y no le contesta. Lentamente cede su tentación de risa, y se calma. Norma está furiosa pero se controla. Marta se cambia la ropa.
MARTA: - ¿Vos te jubilaste?
NORMA: - (Cargadísima) Che, ¿qué te dije de la edad?
MARTA: - Hay gente que se jubila temprano. La que vivía casa por medio, por ejemplo.
NORMA: - Sería por incapacidad. Vení, sosteneme los pies. Estaría enferma.
MARTA: - Se agarró Sindrome de Down. "S.D.D."
NORMA: - ¡Ja! Eso es imposible.
MARTA: - Te juro, tuvo un accidente y quedó mogólica.
NORMA: - Marta, tenés que leer más, a veces decís cada cosa que...
MARTA: - Vos no leés. Repetís, nada más. Parecés el loro de Chichilo.
NORMA: - ¿Otra vez? ¿Qué pasa con Chichilo?
MARTA: - Eso, ¿qué pasa? No trabajás más con él y no te jubilaste.
NORMA: - Para hacer la facturación no tengo que estar en el hospital. Fue por las várices, no es bueno estar de pie.
MARTA: - ¿Tantas várices tenés? No doy más.
NORMA: - Uf. ¿Te muestro?
MARTA: - No, que me impresionan. Pero...
NORMA: - (Se yergue y se sostienen la mirada) ¿Qué?
MARTA: - No, nada... pensaba. Cómo es, ¿no?
NORMA: - ¿Qué cosa?
MARTA: - Y... eso.
NORMA: - ¿Pero qué?
MARTA: - El amor. Eso.
NORMA: - ¿Qué tienen que ver las várices con el amor?
MARTA: - (Misteriosa) Ah...
NORMA: - Vos no estás bien.
MARTA: - ¿Me tomo otra pastilla?
NORMA: - Por mí...
Desarman. Marta se toma un par de pastillas.
NORMA: - (Por la salida de baño) ¿Te vas a quedar así todo el día?
MARTA: - Sí, si no voy a salir.
NORMA: - Vestite, por lo menos. Te vas a deprimir.
MARTA: - No. No sé qué es deprimirse.
NORMA: - Para mí, tenés que ver un analista. Vos te guardás mucho las cosas.
MARTA: - ¿Yo? Es la primera vez que me lo dicen.
NORMA: - Desde hoy que me estás queriendo decir algo.
MARTA: - Ah... por eso.
NORMA: - Marta... te conozco. ¿Es sobre el paisano? Te juro que no era contagioso.
MARTA: - No.
NORMA: - Entonces.. ¿qué es?
MARTA: - No, es que... (Se toma otras dos pastillas)
NORMA: - ¿¿¿Qué????
MARTA: - ¿Vos me ocultás algo?
NORMA: - (Dudando) Bueno... ¿algo como qué?
MARTA: - Algo de tu trabajo.
NORMA: - (Buscando cómo salirse) Ya te dije que no trabajé en obstetricia.
MARTA: - Ya sé. Si no, hubieses zafado.
NORMA: - ¿Eh?
MARTA: - Ya sabés, lo del chico.
NORMA: - (Algo incómoda, empieza a golpear progresivamente una bolsa de boxeo) Eso fue un accidente.
MARTA: - ¿Lo abandonaste?
NORMA: - Sí.
MARTA: - ¡Cómo pudiste, por Dios!
NORMA: - Me costó, ¿pero qué iba a hacer?
MARTA: - Y, qué sé yo... pedir ayuda.
NORMA: - Pedí ayuda. Años estuve en terapia.
MARTA: - Me imagino... no es para menos.
NORMA: - Me obligó.
MARTA: - ¿Quién te obligó? ¡Qué coraje!
NORMA: - El médico.
MARTA: - ¡Con una criatura!
NORMA: - Eh, che...tampoco para tanto. (Deja de escuchar a Marta) Yo muchas veces pensé...
MARTA: - No hay caso, los hombres no tienen instinto maternal. ¿Pero cuándo fue?
NORMA: - ...si nunca lo hubiera visto trabajando, a lo mejor...
MARTA: - ¿Ya está empleado? (Saca cuentas)
NORMA: - ..si ese día hubiese faltado, tal vez ahora estaría con él.
MARTA: - Estás a tiempo, recuperalo.
NORMA: - Ese pendejo me volvía loca.
MARTA: - Che, un hijo es un hijo. (Toma más pastillas, llora)
NORMA: - Era espantoso.
MARTA: - Todos los recién nacidos son feos.
NORMA: - Salí y vomité.
MARTA: - Bueno, ¡qué exagerada!
NORMA: - El olor a muerto es algo terrible. Después lo sentía en sus manos, en la boca cuando me besaba. Yo sabía, pero verlo trabajar... meter... sacar... No, no pude seguir más con él. (Grita y le pega con todo a la bolsa) ¡Yo no quería entrar en la morgue! (Desorbitada) ¡Dame el casco de realidad virtual!
MARTA: - (La mira aterrorizada, le alcanza un casco, se toma dos pastillas más) La morgue... ¿Lo habrán matado?
NORMA: - (Se pone el casco y recita un libreto de relajación, con los dedos pulgar y mayor juntos. No se escuchan entre sí) Llevame, casco, llevame lejos.
MARTA: - Yo siempre dije que ese Chichilo era un hijo de puta...
NORMA: - Estoy paseando por la orilla del mar.
MARTA: - ...y nunca falta un roto para un descosido.
NORMA: - La espuma lame lentamente las plantas de mis pies.
MARTA: - Todos son iguales, te usan...
NORMA: - Las gaviotas despliegan su vuelo magnífico sobre mi cabeza.
MARTA: - ...y te cagan, te cagan.
NORMA: - La brisa es cálida, no siento frío ni calor.
MARTA: - (Empieza a bostezar, de a poco) Y el turro, ni una palabra me dijo.
NORMA: - Me recuesto en la arena tibia.
MARTA: - Mirá que se lo pregunté, y me lo negó.
NORMA: - (Modificando la forma de decir porque empieza a escuchar a Marta) Me hundo suavemente en ella.
MARTA: - Al final, a mí también me cagó.
NORMA: - (Se saca el casco) ¿El pendejo? ¿El forense?
MARTA: - Chichilo y la puta que te parió... (Se adormece)
NORMA: - ¿Qué dijiste? ¡Marta! ¿Qué tiene que ver Chichilo?
Marta murmura incoherencias, intoxicada.
NORMA: - (La sopapea) ¿Quién te cagó, Marta? (Marta no contesta, Norma le toma el pulso) Un poco más. (Vuelve a cachetearla, Marta reacciona)
MARTA: - (Balbucea) ¿Por qué no me dijiste?
NORMA: - ¿Qué?
MARTA: - (Masculla sin sentido) Del bebé... por qué ...
NORMA: - No te entiendo nada... ¡por qué no me habrás enseñado a leer los labios!
MARTA: - (Balbucea) Vos no me contabas nada... y yo me acosté con Chichilo para enterarme...
NORMA: - (Asqueada) ¡Marta! ¡Con ese viejo fulero! Te pagó.
MARTA: - Vos te acostaste gratis.
NORMA: - ¿Estás loca?
MARTA: - (Claramente) Y no es viejo. (Con intención) Tiene tu edad.
NORMA: - (Pegándole unos cachetazos) ¿Cómo? ¿Qué decís? ¿Qué te pasa a vos? (Ayudada por los sopapos Marta se duerme profundamente. Norma se asusta) Marta... ¡Marta! (Ve el frasco vacío y lo sacude) ¡Se tomó todo! Se está descompensando, dice incoherencias... ¡La perdemos, la perdemos! (Le hace masaje cardíaco y respiración boca a boca) ¡No me dejes... te necesito! (Marta le pone una mano en la nuca y aprieta el beso. Norma forcejea, asustada. Se separan y se miran).
MARTA: - (Recuperada) ¿Vos estás enamorada de mí?
NORMA: - Creo que no.
MARTA: - Bueno, entonces dejame dormir...
Norma la sostiene abrazada. Marta se queda con los ojos abiertos y la mirada fija en el vacío. Una luz muy potente, como de reflector ilumina progresivamente la escena.
MARTA: - Está el ángel... se arrodilló... me mira fijo... ¡me está apuntando!
NORMA: - Martita, nena... te pasaste de rosca. ¡Tenés que tener cuidado!
MARTA: - ¿Ves la luz? Es el túnel, Norma... el túnel...
NORMA: - Pero no, qué decís. Es la que usan afuera.
MARTA: - ¿Y la otra? ¿La roja?
NORMA: - Estamos en receso, no te preocupes. Descansá, linda, descansá que yo te cuido. Yo te cuido.
Marta permanece con la mirada fija y la boca semiabierta.
NORMA: - (Dirigiéndose a la luz roja) Yo no estoy enamorada de ella, ¿no? (Se escucha por altoparlante "Va pensiero". Cierra los ojos, disfrutando) Ah... menos mal... Ya me parecía raro un día sin música. (Tararea) ¿Ésta cuál era? Marta, Marta... justo ahora te dormís... ¡justo cuando pasan nuestra canción!
La luz del reflector se intensifica al máximo y quema la imagen de ambas. Apagón.
(*) Esta obra fue concebida para ser puesta en escena en el interior de un gimnasio de aparatos. Sin embargo, acepta ser trabajada también en un escenario teatral.

domingo, 16 de septiembre de 2007

EL ORGASMO DE MARIA


EL ORGASMO DE MARÍA


Andrés Caro Berta
http://www.andrescaroberta.com/

Registrado en AGADU
Para solicitar autorización del autor:
andres@andrescaroberta.com
autorizaciones@agadu.org


(Basado en el cuento del mismo nombre incluido en el libro
“Adrenalina Montevideanis (nada será igual)”, del mismo autor
editado en 1999, en Montevideo por Abrelabios Ediciones)


(“La pieza del hotel era oscura. Las paredes de un color ocre indefinido por los años y por el uso; la lámpara de la mesita transmitía muy poca luz; la única ventana que había no aportaba luminosidad porque afuera gobernaba la oscuridad…. Todo contribuía a que la habitación se mostrara deprimente. A eso se le sumaba una cama de hospital, muy vieja, el olor del aceite que dejaron las frituras diarias en uno de los rincones, el ruido intenso de las fábricas cercanas y los autos. La pieza 25 del Gran Palace Hotel, vieja gloria hotelera convertida en un inmenso elefante blanco, era realmente depresiva.
Allí, María entraba en una etapa preorgásmica provocada por ella misma. Esta vez contra uno de los rincones, sentada en el piso, con los ojos cerrados, los cabellos negros pintados de rubio tapando la cara, angustiada y escapando hacia adentro, evitando el afuera. María se retorcía gozando con sus dedos que le deparaban caricias que recordaban a otras manos, pero que eran sus manos.
El gemido fue corto. No fue nada romántico. Hubo un espasmo, dos, tres seguidos de un momento de silencio. Su jadeo quedó como un solitario sonido en la habitación. Un jadeo cansado por el esfuerzo no querido y a la vez deseado. Sus manos quedaron cubriendo su zona genital unos instantes, la cabeza gacha, los ojos cerrados, los pelos formando un escudo sobre su rostro. María resopló, dijo algo y golpeándose cariñosamente las nalgas, apoyó sus manos en las baldosas gastadas por muchas pisadas, se levantó y volvió a la realidad. Sobre la mesa de luz, dos cajas, una de cigarrillos y otra de fósforos esperaban. Su cuerpo aún temblaba, le pedía recostarse un rato. Prendió un cigarro y quedó acostada mirando el techo. Extendió su mano y encendió la radio. Una canción romántica inundó el cuarto: ‘Serás siempre mía, será siempre mía, toda la vida, siempre mía, aunque otro te tenga entre sus brazos, serás siempre mía, toda la vida, siempre mía…’ Apagó la radio, angustiada”) (Texto del cuento)

(María en un rincón se masturba. Cuando termina dice):
-Maldito… ¿Por qué me dejaste sola? Con un hijo tuyo en las entrañas… Yo sé… Tú no tenés la culpa de dejarme. Fui yo… Maldito… ¡Y te quería! ¡Claro que te quería! En el baile fuiste mi luz, esa noche. ¿Por qué me elegiste? ¿Por qué hiciste que me enamorara con solo verte? ¿Por qué no me animé a seguirte?... La culpa es mía… Tarada… Soy una tarada… (Se va levantando. Mira la habitación. Prende la luz al lado de la cama) ¿Por dónde empiezo? Siempre me pasa lo mismo… Como si tuviera toda una casa para arreglar… (Sigue con el tono melancólico. Queda mirando al público. Va hasta la mesa de luz donde hay una virgen María) ¿Cómo era aquella canción? (Tararea) “Un día apareciste en mi vida / bebiste de mi río y te fuiste / y me queda todavía el sabor de tu amor. / Nunca más / nadie pudo / entrar en mi corazón. / Regresa, te lo pido. / Regresa a tu nido. / Yo te espero, todavía, / yo te espero, mi vida. / Nada, nada, nada tiene valor desde que te fuiste / perdí el deseo de vivir… Regresa, te lo pido. / Regresa a tu nido / Yo te espero, todavía / Yo te espero, mi vida” (Queda en silencio) ¿Qué hora es? ¿Dónde lo dejé? (busca el reloj) ¡Las 9! ¡Qué tarde! Tengo que comer algo… Pero no tengo ganas… ¡Qué fastidio hacerse comida para una sola! La comida es para muchos… Para hacer para los demás y compartirla… No tiene gracia eso de cocinar todos los días y para una sola… Y la cocina que siempre está ocupada… (Imitando burlonamente) “Pum, pum, pum… ¿Quién es? El encargado. Señora, hay olor a frito en su pieza. Le recuerdo que no puede cocinar allí adentro. No me obligue a decirle a la dueña”… Cornudo… Claro, defiende su empleo… ¿Y cómo quiere que haga? Si me roban todo lo que dejo en la heladera… Y aquí se pudre…Lo tengo que hacer rápido… Se me va lo que no gano en comer porquerías… Capaz que mañana la Tota lleva algo, no, no puedo abusar… Seré cualquier cosa, pero abusadora… ¿Qué me hago? Mejor compro fiambre mañana, antes del trabajo y ya está… Total, si engordo… ¿quién se va a dar cuenta?... (Sentada en la cama) Vida de mierda… Extraño… ¿Qué estará haciendo Felipe con la abuela? ¿Y si voy a verlo? No, mejor no… Después se pone mal cuando me vengo… Mamá me lo dijo… “No vengas tan seguido que tu hijo después que te vas se pone insoportable”… Para peor la foto que le saqué salió mal… ¡Qué bajón!... Bueno, bueno… Arriba ese ánimo… (Va hasta la cómoda) El sábado… ¿Qué me pongo? (Irónicamente) ¡Tengo tanta cosa para ponerme!... (Se prueba varias prendas) ¿Irá el Carlitos? (Prende la radio y baila una cumbia como si estuviera con su pareja) “¡No apretés, che!”. Je… (Ve un agujero en la última prenda que se prueba) ¡Polilla de mierda! (Saca hilo y aguja, va hacia la cama y apaga la radio) No, no debo ilusionarme… No debo ilusionarme… Me dijo de salir, pero mirá el día que es y todavía no me llamó… Capaz que el maldito del encargado no me pasó la llamada… Me tiene bronca… Pero seguro que no me llamó… No me llamó… No me llaman nunca… Es acostarse… Un polvo y nada más… Eso es lo que soy… Un agujero para un polvo… Ni dos ni tres. Uno… ¡En lo que me convertí…! (Va hacia la cómoda) Era lindísima cuando recién vine a Montevideo… (Sale de frente del espejo) Aquel viaje sí que estuvo bueno… Los edificios altos… Me mareaba… Nunca había visto edificios tan grandes… Pensar que adentro vive tanta gente, son como ciudades en chiquito… El ruido del tránsito… Me lastimaba los oídos… ¿Y cuando pasó el ómnibus por la rambla?… Nunca había visto tanta agua junta… ¡Qué susto que me llevé!… Creí que nos estábamos inundando, lo juro… Ja… ¡Qué tarada! Una pajuerana… Hasta me vine con la valijita… Un regalo… Suerte que nadie me asaltó… Me bajé en la terminal y en vez de irme directo a Carrasco, me quedé dando vueltas por las vidrieras de ahí… Había de todo un poco, montones de revistas, muchas revistas… Las actrices de la televisión estaban en las tapas… Romances… Casamientos… Y además, lleno de diarios… ¡Qué cantidad de diarios! ¡¿Y la gente lee todo eso?! Y ropa… ¡Qué hermosa! Fue lindo llegar… Fue como cumplir un sueño… Salir de la mitad del campo, siempre en la estancia, para la casa de unos amigos de los patrones, en Carrasco… Recomendada… Iba con la carta en la cartera… La Rosa me decía allá que una vez vino a servir en una fiesta y estaban todos los que veía en la tele… “¡¿De verdad?!”… Y mientras miraba las tapas de las revistas en la terminal, en el quiosco, soñaba con que esos estuvieran allí, y yo con mi uniforme nuevito, bien peinada, sirviéndolos… En las novelas que pasan en la tele, los señores se fijan en las empleadas… Y se enamoran de ellas… Hasta se separan de la bruja de la esposa… ¡Qué guaranga! ¡Nena, crecé! Eso es en las novelas… La gente en la terminal me empujaba… Siempre apurada… Y malhumorada… ¡Y las mujeres fumando! ¡Y solas, chiquilinas, fumando y tomando cerveza! ¡Qué desvergüenza! Bueno, si en casa me vieran fumando… “¿Qué? ¿Ahora te da por fumar? No tenés vergüenza… Te convertiste en una puta… Eso es lo que sos… Y dejando abandonado a tu hijo…” Es que… ¿Y cómo mato el tiempo? No me entienden… Fumo, sí, ¿y qué? Me jodo yo… ¡Ah, qué fastidio! ¡Ni la tele tengo! ¿La habrá arreglado? Me parece que no sabe nada ese tipo… Una pinta… (Se sienta frente al público como dialogando con otra persona, mientras se arregla las uñas) Si va Carlitos al baile, capaz me lleva al hotel aquel que fuimos esa vez… Estaba lindo… La primera vez que usaba sábanas que no tenía que lavar yo…Y un espejo allá arriba… Y películas chanchas… Esa parte no me gustó… Además, el Carlitos parecía más interesado en verlas que en mí… “Che, boludo”, le dije… “¿Y yo?” Pero después estuvo todo bien… Y hasta me gustaron… ¡Hacían cada cosa…! Todavía hoy hay cosas que no entiendo… (Va hacia la cama y se recuesta) Pero no me puedo sacar la imagen de cuando llegué a Carrasco, me perdí… Está lleno de calles extrañas… Caminé horas hasta que una mujer me dijo dónde era… ¡Qué casa! Toqué timbre y a través de una reja pude ver cómo venían dos perros asesinos a saludarme… Éramos tres chicas… Susana, la Tita y yo… Teníamos que hacer todo… Descansábamos los domingos… Bueno, no siempre, a veces… Eran de amarretes… Mucho para afuera… Cuando venían visitas aparentaban todo lo que podían, y nos mandaban a comprar cosas carísimas al súper, pero antes y después… Traían las bolsas grandes de arroz y esa era la comida de todos los días… Terminé odiando el arroz. Arroz con tomate, arroz con carne picada, arroz con leche, arroz… La mujer no era mala. Era alcohólica, recuerdo que las manos le temblaban de la necesidad de emborracharse… ¡La plata que gastaban en bebidas! Y no cualquier bebida… El tipo estaba en el gobierno. Y era mano larga… “Deje, patrón” le decía mientras le sacaba las manos de mis tetas o mi culo… Pero de ahí no iba… Un día vino misterioso a mi cuarto… Bueno, el cuarto de las domésticas… Las otras dos miraron para otro lado, luego de saludarlo en voz baja. Él me dijo que lo acompañara, que tenía algo que decirme… Yo no entendía nada… Me llevó a la cocina y me pidió que la conversación quedara entre nosotros… Entonces me dijo que yo era muy buena, que iba a entender… Que su hijo estaba entrando en la adolescencia y él había pensado que yo… Mis ojos cada vez se hacían más grandes… No entendía nada… Nunca había tenido relaciones con nadie… Y el patrón me pedía… “Mire, patrón”, le dije… “Yo, la verdad, nunca…” pero él no me escuchaba… Seguía insistiendo… Que yo era intachable, que prefería que lo hiciera conmigo y no con cualquier loca, que quien sabe las porquerías que se podía contagiar, en cambio conmigo… Que además no iba a ser gratis. Él quería tener una atención conmigo… Que no lo tomara a mal, pero me quería ayudar… Que si aceptaba, le dijera qué quería de regalo… Además, si dejaba que el hijo lo repitiera, me prometía todos los meses un dinero, además del sueldo… Eso fue un sábado, me acuerdo, mientras la mujer se estaba maquillando para salir… Y yo también, en mi cuarto… Iba a ir a un baile con las muchachas… Después me dijo que yo estaba… divina… Que él nunca se había propasado conmigo, pero más de una vez sintió muchas ganas… ¡Un asco! ¡Lo que puede el dinero!... Yo me asusté mucho… Temía perder el empleo pero no quería hacer cosas que después me lastimaran… Le pedí tiempo, sintiéndome cobarde…No podía hablarlo con nadie… Fui al baile, pero mi cabeza no estaba ahí… Bailé toda la noche tratando de distraerme… Tomé mucha cerveza, más de uno quiso algo conmigo, pero yo seguí bailando sin darles corte… Al final les arruiné la noche a las chiquilinas porque como a las cuatro les pedí irnos porque me sentía mal… No sabía qué hacer… Cuando llegué a la casa, vomité… No quería que llegara el día siguiente… A la noche, el domingo, se me acercó de nuevo el patrón… “Y, ¿lo pensaste?” y yo le dije que sí, porque estaba asustada… “Bien”, me contestó y me acarició la mejilla. “Escuchá bien… Vamos a hacer esto”, lo recuerdo palabra por palabra. “Nosotros mañana nos vamos a ir a trabajar. Entonces te vas a nuestro dormitorio, te das un buen baño, te desnudás y te acostás en nuestra cama. Eso sí, después que terminen arreglala bien que no quiero que mi mujer proteste. No sé muy bien si ella sabe – juro que me dijo eso el muy basura – No sé muy bien si ella sabe… Y esperalo así a mi hijo. Él está al tanto. ¿Sabés cómo tiene de parada la que te dije?” “Sí, patrón”, le contesté y me fui llorisqueando a la habitación. Me encerré en el baño y lloré como una hora. Fue horrible, me sentía una puta. Al día siguiente el patrón me puso unos billetes en el corpiño, me pidió que hiciera un buen trabajo y se fue con su mujer a la oficina. Me acuerdo que el patrón y el hijo, antes, mientras desayunaban me miraban con cara rara. Yo entraba y salía del comedor, trayendo las cosas pero casi no me animaba a levantar la cabeza… Tenía miedo que se dieran cuenta de mi cara de pánico… Después que se fueron fui al dormitorio de ellos, hice lo que me pedía y lo esperé desnuda. Antes revisé los placares de la patrona. Me probé unos anillos que tenía en un cajón… ¡Qué divinos! Y los perfumes… Marcas extrañas… Me puse por todo el cuerpo… Sentí ruidos y corrí a la cama dejando todo lo más ordenado posible para que no se dieran cuenta y me tapé con las sábanas. Cuando vino ese pendejo me dio lástima. Parecía un pollo mojado. Se sacó la ropa sin hablarme y se metió en la cama, junto a mí. Yo me quedé quieta porque no sabía qué hacer. ¡Pobrecita! Estaba asustada… En la cama de los patrones, como una puta, sabiendo menos que el que iba a debutar conmigo… Entonces, lo recuerdo como si fuera hoy, me miró el chiquilín, bueno, tremendo rancho, y destapando las sábanas me mostró eso que tenía entre las piernas y me dijo: “Chupámela, como lo hacen en internet”. Y como me resistía, empezó a insultarme. Se ve que eso lo calentaba porque cada vez la tenía más parada. Yo me quería ir, me dio mucha vergüenza. Pero él insistía, entonces se subió encima de mí y sin avisarme nada me la metió. Dios mío, sentí un dolor impresionante. Estaba complemente seca. Él se asustó un poco, pero siguió entrando y saliendo. Y de pronto empezó a gritar. Y se bajó de la cama mientras me miraba espantado. “¿Qué pasa?”, le pregunté. Y me señaló mis piernas. Estaban llenas de sangre, y las sábanas también. “¡La cama de los patrones!”, pensé espantada “¡¿Qué hice?!” Él salió corriendo al baño y sentía que se lavaba una y mil veces… esa parte…, y yo no sabía qué hacer. Pensé en llamar a la urgencia para que lo vieran pero, ¿qué les decía? ¡Además esa sangre… era mía! Ah, dios mío… Sentía un dolor espantoso… Llorando me levanté y traté de sacar las sábanas pero ya el colchón estaba manchado de rojo. “¡Me van a echar – gritaba - me van a echar!”, mientras el mocoso de mierda me insultaba: “¡¿Qué me hiciste?! ¡Puta de mierda! ¡Estás podrida! ¡Yo le dije a papá que esto no iba a funcionar! ¡Esperá a que venga! ¡Esperá a que venga! ¡Vas a ver!”… A mí me seguía saliendo sangre y no entendía nada… ¿Qué me había hecho?, pensaba… ¿Me lastimó algo? En esa época no sabía nada… Bueno, ahora tampoco… Como pude, junté todo, lo metí en el lavadero y con un cepillo traté de lavar la cama, pero el tarado ya había hablado a la oficina del patrón, y él y la mujer estaban en camino… ¡Dios mío!, corrí a mi cuarto y me puse a llorar con las muchachas, pero éstas se apartaron. Me dieron una toalla de esas que se ponen en la menstruación, claro, ahora ya lo sé pero en ese momento… Lo único que me dijo una de ellas fue que lo que pasaba es que yo era virgen y me había roto el himen… Recuerdo la palabra… Himen… “¿Qué es eso?” le pregunté, y ella se rió. “Nada, tonta, una telita que tenías que ya no tenés más”. A los pocos minutos ya estaban en la casa los dos y viendo el desastre, la patrona me dio varias cachetadas, me dijo que me iba a meter presa por abusar de su hijo y él me agarró de acá, del brazo y me llevó a un rincón y con una cara de furia que nunca se la había conocido, me dijo que me fuera ya, y que si hacía algún reclamo en el Ministerio de Trabajo, o donde fuera, me iba a meter presa porque tenía los mejores abogados… El chiquilín lloraba desconsoladamente, yo también, la madre también, el padre estaba furioso… Así que junté todo lo que tenía, lo metí dentro de un bolso y a la hora estaba afuera de la casa, sentada en la vereda sin saber qué hacer… Dios mío… ¡Qué tarada que era yo en aquella época! De la mitad del campo… Si me agarra ahora… ¿Qué haría si me pasa eso, ahora? No sé… Capaz que lo cago a patadas… O le cobro bien… ¡O les hago un agujero…! No sé… ¡Hasta ese momento fui la Virgen María! (Silencio. Comienza a reírse, turbada por lo que dijo, mirando a la virgen, pidiendo perdón. Pero le causa tanta gracia que no puede parar de reír, y comienza a mezclar risa y llanto, hasta que llora, llora, llora. Queda en silencio con la cara tapada. Levanta la cabeza mira a la platea. Sale del asiento frente al público. Va hacia la cama y queda acostada en silencio) ¡Qué sucia que estás! (Limpia la estatuilla de la virgen) Estoy harta de esta vida… ¿Pero qué hago? ¿Irme para allá con mamá y Felipe? Es mejor que Felipe se acostumbre a vivir sin mí… Con la abuela está mejor… Además con mamá no me llevo… Y no sé si los patrones, después del escándalo, supongo que se habrán enterado de lo que le pasó al nene de sus amigos, entonces supongo que no me quieren ni ver… No, no… Ahí ya no tengo lugar… ¿Y de qué voy a trabajar? Aquí al menos… Son unos explotadores pero algo es algo… El año que viene capaz que me meto a estudiar cualquier cosa… ¡Me encantaría eso de secretaria! (Juega con la escoba) “Sí, señor, como no señor, en cinco minutos le preparo lo que me pidió, señor, ah, muchas gracias, señor, las rosas son hermosas. ¿Hoy de noche? Nada. ¿Y su señora? Ah, se fue para afuera… Déjemelo pensar… ¿En su auto? Bueno, está bien, acepto… Sí, no tengo compromiso…” (Queda meditando un instante y vuelve a la realidad) ¡Ah, estas muñecas! Prender y apagar esa máquina de mierda, y abrir las cajas y poner los envases adentro… Y prender y apagar… Y abrir las cajas y poner los envases adentro… Todos los días lo mismo… Pero es trabajo… Otras están peor… ¿A dónde voy a ir si ni terminé la escuela? Ese supervisor que me carga todo el tiempo, pero yo ni ahí… La tengo cocida para ti, m’hijito… No me agarran más, a no ser que yo quiera… Pero allí no hay nadie como la gente… O están casados, cruz diablo, o son unos pendejitos y feos, todavía… El chofer no está mal… Nada mal… Pero los choferes tienen mala fama… Bueno, un favorcito se le podría hacer… Pero no me da ni corte… Además, con ese gorro de plástico que tengo que usar… Y el trapo ese tapándome la boca… Parezco una extraterrestre… Un día voy a irme vestida con esa solera que me había regalado la patrona Laura y te mato… Aprontate… ¿Será casado?... No, mejor trato de encontrar al Carlitos el sábado en el baile… Aunque, otro… Mojó y se fue… Son todos iguales… Menos, papá… Un santo… Veintiocho años de casados… Y mi vieja que es insoportable… La aguantó hasta que el corazón le dijo basta… Papá… (Silencio) Una noche me hice la dormida y vi cómo él se montaba encima de ella… Me asusté mucho… Yo era muy chica… Y ella le dio una cachetada y le dijo que nunca más lo hiciera… Yo salté y grité y él me dio una paliza y mamá me dijo: “¡Dormí!”… ¡Y al día siguiente estaban como si nada! Se querían… (Se sienta en la cama y comienza a pintarse las uñas de los pies) Éste sábado… Mirá si está Carlitos… Me acuerdo cuando salimos del baile con Carlitos… no sé quién estaba más nervioso… Él o yo… (Se ríe) “¿Vamos a un telo?”, me dijo y su cara era de novela esperando que le diera una cachetada. (Hace la mímica) “Bueno”, le dije y él no supo qué hacer… “¿Vamos o no vamos?” insistí, riéndome para adentro… Los hombres son gallitos pero los apretás y ay, ay… Tomamos un taxi y le dijo bajito al chofer a dónde quería ir… Y cuando llegamos, subimos una escalerita de un garaje que cerraron por fuera. Y abrí una puerta y me encontré con el tal dormitorio… Luces bajitas, música romántica, espejos, una cama redonda… “¿Cómo harán para tenderla?” pensé… Ya había pasado un tiempo de lo de Carrasco… pero estaba el susto… Carlitos fue amable… Roberto se robó mi corazón… y el hijo del patrón mi virgo… Pero Carlitos fue… la diversión, la alegría… Nunca me reí tanto como en esa noche… Me hizo sentir una reina… Una reina… Me hizo olvidar lo que había pasado la primera vez en Carrasco… Pero no apareció más… Nunca más… Me decía “Mi amor, cómo te quiero, ¿te querés casar conmigo?, quiero darte todos los hijos que quieras” y todo eso… Y yo me sentía en el cielo… Una reina… Cuando nos despertamos al mediodía del domingo, me mimoseó mucho, mucho y cuando nos íbamos me pidió que lo esperara en la plaza del Entrevero… “Esperame a las seis, ¿tamos?” y yo como una tarada me quedé allí esperándolo… Y no apareció nunca… Yo no sé qué tengo… Me los consigo todos iguales… Aquel otro, Antonio, que la mujer lo había echado… Lo bien que hizo… Después que logró acostarse, adiós que te vaya bien… ¿Pedro? Ja, Pedro… Que “Sos el amor de mi vida, ¿dónde estabas?, no te vayas más de mi vida” Y yo, creyendo… La clavó y chau… Ah, ¿y el de lentes? ¿Cómo se llamaba? Bueno, no importa… Se refregaba en el baile como si tuviera miedo de caerse, si se soltaba… Baboso… Tenía un aliento en la boca, ah, qué asco… Yo también, tengo un estómago… Lo que pasa es que tocan los sentimientos, y el pobre infeliz tenía una vida terrible y me ablandan y les doy todo, hasta la bombacha… Hablando de bombacha… Tengo que lavar la ropa… No, hoy no… Mañana… No, el domingo, así me entretengo y lavo la que use en el baile… No sé cómo sacarle el olor a transpiración… Si hubiera seguido con Roberto la cosa sería distinta… Estoy segura que él no me permitiría que lavara la ropa… Habría otra Maria para hacerlo… Tenía todo para darme… Fui yo la que no me animé… Y se fue… Por culpa mía se fue… Me acuerdo del pelo cortito que usaba… Y el bigotito finito… Y esos músculos… Hacía pesas… Estaba entrenado… No fui la única… Las chiquilinas quedaron con la boca abierta… Estaba en una barra mirando la pista distraídamente… Me acuerdo que lo vi cuando estaba entrando… Divino… Para comérselo… Tenía unos pantalones ajustados, negros y camisa negra, de manga corta, desprendida hasta la mitad del pecho con esos pelitos saliéndole… Un bombón… En el brazo izquierdo se había hecho grabar un tatuaje con un corazón y adentro unas letras enormes que decían “I Love mamá” ¿Sabría inglés? Nunca lo pude averiguar… Ah, sí, me olvidaba… ¡Unas botas vaqueras!… Guau… Los ojitos chiquitos, la trompita… ¡Y una cola! ¿Por qué será que a las mujeres nos gustan tanto las colas de los hombres? A mí me entró todo el complejo… ¡Qué se va a fijar en mí! Pero no fue así… Cuando pasamos por al lado de él, me comió con la mirada… La sentí en la nuca… Me di vuelta y le sonreí tímidamente… No pasó nada… Es que él estaba como en una vidriera, mostrándose a todos pero sin que nadie pudiera tocarlo. Como a la hora, alguien me tocó el hombro. Me di vuelta, ¿y quién era? Roberto… Con una voz entre cortada me dijo: “¿Querés bailar?”. ¿Y qué iba a hacer? ¿Hacerme la interesante? Le dije que sí, y nos fuimos a la pista y nos bailamos todo… ¡Fuimos la envidia de todos! Ah… Cuando ya no dábamos más, me invitó a tomar algo… Mis pies no daban más encerrados en esos zapatos baratos que eran de plástico… Subimos varias escaleras y llegamos a una terraza donde había una barra… Pidió cerveza para los dos y nos pusimos a hablar en una mesita… Roberto… Él siempre fue el preferido de la madre, me lo dijo varias veces… Un niño grande… Con una sonrisa divina, tenía un diente de oro acá, y los ojos chiquitos… Y me contó toda su vida… Y me dijo que ahora estaba por irse a otro país porque había sufrido un desengaño amoroso y no conseguía empleo… De mí no me preguntaba nada… Cuando terminó el baile nos fuimos caminando y él me dio un beso. Tierno. Y yo toqué el cielo. Esos brazos gigantes me rodearon, protegiéndome… Me dijo de ir a la casa que le prestaba un amigo y yo ya a esa altura iba a donde él quisiera. Era un apartamentito chiquito. No bien llegamos me sacó toda la ropa, me pidió que yo también se la quitara. Y me llevó a la cama y me enloqueció. “¡Adiós, traumas de Carrasco!” me dije. Era una máquina. Era tierno y violento. Yo le tocaba los músculos de los brazos y no podía creer lo duro que los tenía. Y cuando me animé a tocarle eso otro… ¡Qué duro, también! Ahora conozco otras y me doy cuenta que no era muy grande, pero ese día… Era incansable… Me dijo que tomaba unas pastillas para mantenerse en forma y hacía muchas horas de gimnasio… No me dijo bien en qué trabajaba antes de quedar sin empleo… Un tierno, lo que se dice un tierno… Cuando paramos, se acostó a mi lado y me empezó a decir cosas maravillosas… Que nunca había estado con nadie como yo, que mi cuerpo, que mi cara, que mis ojos… Ahí me di cuenta que no habíamos usado preservativo y yo estaba en fecha… Se lo dije… Me miró con cara rara y pensé: “Sonamos” pero no. Me tomó el vientre con esas manos enormes que tenía, bueno, debe seguir teniéndolas, y me lo acariciaba, después lo besó… Me dijo que siempre quiso ser padre y que quería un hijo mío… Y yo deliré… “¿Qué? ¿Esto me pasa a mí?” Y otra vez se calentó y otra vez… Yo no daba más… Ya era como el mediodía del domingo y todavía no habíamos dormido y él seguía… Yo caí redonda y me dormí y de pronto siento que alguien me golpea el hombro… Era él… Había ido a buscar un ramo de flores… “¿Qué hora es?” le pregunté. “Las 7 de la tarde”… “¡Dios mío, los patrones!”, grité y salté de la cama… Pero él me hizo sentar de nuevo y me dijo: “María, quiero que te vengas conmigo”. “¿Adónde?” le dije. Y él me dijo: “A Italia”. “¿A Italia?” “Sí”, me dijo él. Y yo le dije que no sabía… Que no tenía pasaporte… Y él me dijo que no había problema, que él lo conseguía enseguida… Y yo me asusté… Entonces, me dijo que bueno, que él tenía que irse… Que quería llevarme con él… Que también iban a ir otras muchachas… “¿Otras muchachas?”, le pregunté. Me dijo que eran unas primas, nada que ver con él, que yo era su único amor… Que él me pagaba el pasaje, todo… Que podría trabajar de doméstica en alguna casa de gente amiga y que después, cuando juntáramos el dinero nos veníamos de nuevo y nos casábamos… A mí me entró el chucho… Sentía un dolor en el pecho pero le dije que no. Yo no sé italiano… Entonces me levantó la mano para pegarme, sé que lo hizo de desesperación, y yo lo atajé a tiempo y me acuerdo que le dije:”No me pegues. Puedo estar embarazada”, y era verdad, sin saberlo. De ahí salió Felipe… Pero me dio una cachetada y me dijo: “Estúpida. Vestite. Nos vamos. Lo que hicimos fue una pérdida de tiempo. Vos a mí no me querés”. Y nos fuimos. Él estaba muy enojado. Pero en la calle me pidió perdón, me dijo que no quería perderme, que era el amor de su vida, pero a mí me dio miedo… Y me llevó hasta la casa donde trabajaba en tremenda camioneta que tenía… Y nunca más lo vi… Roberto… ¡Qué arrepentida que estoy! Las muchachas me decían que era un fiolo, que traficaba con mujeres en Milán, que me había salvado… Pero yo todavía no les creo… No, no puede ser. Roberto no puede ser un traficante de blancas… No… Ellas de envidia… Fui yo la que lo perdí… Todavía acaricio la mejilla donde me pegó… Fui yo la culpable… Se hartó de mí… (Permanece en silencio. Comienza a sacarse la ropa lentamente aún sumergida en sus pensamientos, queda con un viso, y se acuesta) ¿Mañana a qué hora entro? Esta semana fue de tarde… Ah, sí, empiezo el turno de la mañana… ¡Qué tarada! Nunca me acuerdo… Sí, entro a las cinco… ¡Ah, dios mío, qué tarde que es! (Ajusta el despertador, apaga la luz de la mesita y se tapa con la sábana. Se pone boca arriba, en silencio. La pieza queda en penumbras. Lo que sigue lo dice en tono bajo) Roberto, volvé… ¡Por favor, dame la sorpresa…! Que suene el timbre y seas tú… (En silencio baja sus manos hasta llegar entre piernas, por debajo de las sábanas. Comienza a acariciarse, gimiendo, se va excitando lentamente, todo muy contenido) ¡Volvé, mi amor, no me dejes sola, te estoy… esperando! (Tiene un pequeño orgasmo. Queda quieta un instante, su cuerpo se afloja. Se mantiene boca arriba, un instante con las manos entre piernas y lentamente, llorisqueando, se da vuelta, apaga la luz y se queda de costado, con la espalda hacia el público. Se apaga la luz del cuarto. Silencio Suena el despertador. María lo apaga, se despereza, prende la luz) Bueno, hora de ir a trabajar… (Sigue remoloneando) ¡Vamos, vamos! (Se levanta lentamente, se queda sentada en la cama de espaldas al público. Se pone la sábana de arriba por encima de los hombros y va hasta el espejo. Queda mirando su imagen. Poco a poco sube la sábana y la deja apoyada sobre su cabeza a modo de manto. Lentamente, mirándose todo el tiempo en el espejo, cubierta con el manto, junta sus manos y queda en posición de rezo. Mantiene esa pose mientras se escucha el siguiente parlamento.a s
(Voz en off anuncia al público, con tono calmo) El hombre que la enamoró aquella noche nunca más apareció. Felipe creció junto a su abuela hasta que María lo trajo para tenerlo con ella. María dejó la fábrica, fue doméstica en tres casas y después logró entrar en una empresa, para hacer el mantenimiento. María finalmente conoció a un hombre mayor, muy bueno, que la quiso mucho aunque ella siguió amando al otro, esperando su regreso. Se casó con ese hombre veinte años mayor que ella, José, de oficio carpintero, y con él tuvo un segundo hijo llamado Jesús. El resto de la historia es conocida por todos ustedes)
(Apagón total)
Fin

sábado, 26 de mayo de 2007

GARDEL ES MARROQUÍ

Autor: Andrés Caro Berta
andres@andrescaroberta.com
www.andrescaroberta.com
Registrado en AGADU

ESCENA 1

RESTORÁN

Juan, Pedro y dos amigos

(Juan y Pedro están sentados en una mesa. En otra se hallan dos amigos)

Juan - Che, Pedro… Esa mirada tuya no me gusta nada… Te agradezco la invitación a comer pero… me tengo que ir y vos no decís nada de pagar…

Pedro –Tranquilo, Juan, tranquilo…

Juan - ¡No me digas que otra vez…! ¡¿No tenés para pagar?!

Pedro – No.

Juan - ¿Y vos pensabas que lo iba a hacer yo?

Pedro – Yo que sé… No sé… No me compliques. Juan.

Juan - ¡¿Que no te complique?!

Pedro - ¿Alguna vez te dejé varado? No, Juan, tranquilo, disfrutamos de la cena, charlamos como hacía tiempo no lo hacíamos y ahora, bueno, veremos cómo salimos de esta… (mira para todos lados)

Juan - ¡Sos un inconsciente! ¡Nunca más acepto una invitación tuya! ¿Y qué hacemos?

Pedro – Tranquilo, tranquilo. Dejame pensar. A un problema, una solución. No te podés quejar de tu hermanito… Estuvo buena la comida, ¿no?

Juan – Parece mentira… Siempre caigo en historias tuyas que después me complican a mí… Mejor nos vamos disimuladamente. (Va a levantarse)

Pedro – Pero… ¿Estás loco? ¿Vos creés que no nos van a ver? No podemos resultar sospechosos… Esto es un juego de estrategia… Ellos contra nosotros… Y siempre los fuertes son los que ganan.

Juan – Pedro, a ver si me entendés… Nos van a matar, nos van a meter presos; consumimos y no tenemos para pagar…

Pedro -Esperá... La ansiedad es lo peor… Algo se me va a ocurrir... (Sigue mirando para todos lados)
Juan - ¿Qué mirás? Mirame a mí.

Pedro – Juan, no seas pesado. Estoy buscando la presa.

Juan – La…

Pedro – Claro, quien nos pague la cena.

Juan - Mirá cómo nos mira el mozo...

Pedro -Tranquilo... Mientras estemos dentro del restorán, no nos va a pasar nada. Ya se me va a ocurrir algo. Lo que pasa es que te estás mostrando muy ansioso…

Juan – Ja…”ansioso” Los tallarines, ¿sabés dónde los tengo?

Pedro –Calmate, hermanito, hemos salido de otras peores... No estropeemos un hermoso encuentro… ¿Cuánto hace que no hacíamos esto?

Juan – Yo pensé que vos tenías algo… Porque si me invitás… No hay caso, siempre hacés lo mismo…

Pedro – Dejá que voy a encontrar la solución… ¿No resuelvo siempre de los problemas? ¿Pedimos un postre?

Juan – Parece que lo hicieras a propósito… Estás loco… Y yo también por seguirte la corriente…

Pedro - (Observa para todos lados) Mirá, mirá... Ya está…

Juan -¿Qué?

Pedro -Esos que se sentaron ahí...

Juan -¿Qué?

Pedro -Nada, parece que son amigos y discuten algo muy divertidos... Huelo que son ellos los que nos van a pagar la comida.

Juan – Si vos lo decís…

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Amigo 1 - Yo sé lo que te digo… Lo tuyo es un delirio… Gardel es argentino, a lo sumo, francés...

Amigo 2 - ¿Todavía seguís insistiendo con eso? Gardel es oriental.

Amigo 1 - Me tenés cansado con eso de que es uruguayo, dale, aflojá.

Amigo 2 – Uruguayo, nacido en Tacuarembó. A mucha honra.

Amigo 1-¡Todos ustedes están locos!

Amigo 2 -¿Loco yo? ¿Loca ella? ¡Loco vos! Si está en todos los libros…

Amigo 1 -¿Los libros de qué?

Amigo 2 -Los libros de historia, los de tango...

Amigo 1 -¡Vamos! Te pido que razones un poco… Que La Cumparsita es uruguaya, que el dulce de leche es uruguayo, que el mate es uruguayo, que el tango es uruguayo, que Gardel...

Amigo 2 -Ustedes los argentinos, de envidia...

Amigo 1 -¿Envidia de qué? Si les matamos el hambre a todos los que cruzan el charco...

Amigo 2 -Puede ser... Como a Gardel...

Amigo 1 -¡Por favor!

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Pedro - ¿Oíste...?

Juan –Sí, pero ¿qué tiene que ver con nosotros?

Pedro – Mucho… No te imaginás lo que se me acaba de ocurrir…

Juan – Ay, dios mío.

Pedro - ¿Vos qué decís?

Juan -¿De qué?

Pedro -De Gardel...

Juan -Y... Nada… Que cada día canta mejor...

Pedro -No, tarado... Si es argentino o uruguayo...

Juan -Y yo qué sé, Pedro. Bastantes problemas tengo como para...

Pedro –Dale, Juan, jugátela

Juan -Pero yo no sé nada de eso ni nunca me interesó…

Pedro –Mirá, te doy pistas, algunos dicen que era francés, otros, uruguayo, otros, argentino...

Juan –Sí, ya lo sé…

Pedro -¿Y?

Juan –Y, nada… A mí qué me importa…

Pedro – Juan, a mí tampoco me importa… Pero, ¿no te suena a campanitas?

Juan – ¿Campanitas?

Pedro – Más… Monedas cayendo como en esas máquinas del casino…

Juan – No entiendo… ¿Qué tiene que ver con poder irnos de acá, ahora sin pagar? ¿Y con nuestra falta de dinero? Te lo repito. Vos estás loco. Y yo por escucharte…

Pedro – Vamos, hermano… Ya está, encontré la solución...

Juan -¿De qué?

Pedro – De salir de la pobreza… Mirá qué jugada se me ocurrió...

Juan -¿A dónde vas? (Pedro se acerca a la mesa de los amigos. Juan le sigue)

Pedro -Buenas, señores... Disculpen... Estábamos en aquella mesa y… no pudimos dejar de escuchar la discusión que estaban teniendo sobre el origen de Gardel...

Amigo 1 – Pibe, ¿Y a vos quién te llamó?

Amigo 2 -¿Qué querés? Dinero no tenemos.

Pedro - No, por favor, nos están insultando… ¿Acaso nos ven como si estuviéramos pidiendo limosna? Me ofenden… Lo que pasa es que no pudimos dejar de escucharlos… Y esto del origen de Gardel es un tema… que siempre nos tuvo muy preocupados, porque… ¿Saben? Nosotros conservamos un secreto familiar con respecto a eso… Mi hermano y yo sabemos la verdad...

Amigo 1 -¿La verdad de qué?

Pedro -Del nacimiento de Gardel.

Amigo 2 -¿Ah, sí?

Pedro -Sí.

Amigo 1 -Está bien. ¿Quién tiene razón? ¿Él o yo? ¿Es argentino, uruguayo, o francés?

Pedro –No, señores, no. Están absolutamente equivocados… (Como en secreto) Les dije… Nosotros sabemos la verdad… Gardel es marroquí.

Amigos 1 y 2 - (Estallan en carcajadas) (Entre ambos) ¡¿Cómo?! Vení, sentate, vení... Esa sí que está buena... Nunca la había escuchado… Faltan que digan que es marciano... (Riéndose) No puede ser… Es increíble.

Pedro -¿Puede sentarse mi hermano, también? Me llamo Pedro, él, Juan.

Amigo 1 -Claro, claro... Mozo, sírvales algo, por favor...

Pedro -Este... (Al mozo) Un postre… Con dulce de leche… Ah... Este... Y agregue lo que gastamos, por favor... (los mira) ¿Puede ser?

Amigo 1- Bueno, está bien, está bien… Nosotros pagamos… ¡Ésta no me la pierdo!

Juan- (Hablándole a Pedro al oído) ¡Te voy a matar! ¡Fuiste muy lejos!

Amigo 2 -Vengan, queremos saber cómo llegaron a esa conclusión.

Pedro -Bueno, mi hermano aquí presente...

Juan – Hola, este, me llamo Juan. Él es Pedro y es mi hermano…

Pedro –Sí, él y yo somos franceses…

Juan- (A Pedro) ¿Qué?

Amigo 1- Bueno, al menos dos que no nacieron en Uruguay.

Juan – No, claro… Nosotros… Somos uruguayos… Lo que ocurre es que me expresé mal, nuestra familia materna viene de… Francia…

Juan- ¡¿De dónde?! Ah, sí, de ahí venimos...

Pedro – Es decir, nuestros familiares, con el hambre que había por allá se vinieron a nuestro país y bueno… Después nuestra madre conoció a nuestro padre y… Pero no quiero distraerlos… Lo cierto es que… ¿Cómo decirlo? La bisabuela nuestra era amiga de la madre de Gardel que vivía con su hijo en un barrio de inmigrantes en París… Ella después que viajó junto a su esposo y los hijos a Uruguay, se reencontró con esa mujer… Y nuestra abuela nos contaba que cuando Carlitos se hizo famoso… todos en casa, no podían creer que fuera ese mismo niño que estaba en brazos de la amiga de la madre de ella, allá en Francia.

Amigo 1 – Mirá… Entonces era francés y se acabó…

Pedro – No, no… ¿No les acabo de decir que vivían en un barrio de inmigrantes?

Amigo 2 -¿Inmigrantes, eh? A ver, ¿cómo decís que te llamás?

Pedro – Pedro.

Amigo 2 – Está bien, Pedro… Ya que sabés tanto… Te voy a poner a prueba… A ver… ¿Si era marroquí, cómo se llamaba la madre de éste cantor?

Juan -¿La madre? Este... Bueno...

Amigo 2 -No me hagas reír... Basta, como broma estuvo buena…

Pedro -Se llamaba Berthe, con te hache, Gard El... Berthe Gard El.

Amigo 1 - ¿Ah, sí? ¿Y cómo nadie sabe nada de eso?

Pedro -Bueno, era un secreto de familia... Y saben cómo son los secretos familiares. A nosotros nos prohibieron siempre contarlo. Pero estamos hartos… Me parece, Juan, que metimos la pata porque caímos con dos personas que no nos creen… Es horrible arrastrar tanto tiempo algo sin poder divulgarlo… ¡Hace un daño! Y cuando nos animamos… Pero aunque no nos crean… Esa es la verdadera e increíble historia del zorzal criollo… ¿No es cierto?

Juan -Sí, (tratando de inventar en el momento) la madre era una lavandera marroquí, amante de un coronel de la Legión Extranjera... (Pedro lo mira asombrado. Él se envalentona) Sí, fue la madre la que no dejó a nuestra bisabuela contar la verdad…

Amigo 2 -Por favor, no puedo más... Es un delirio…

Juan -Sí, tiene razón… Pero no es un delirio, parece…

Pedro -Y es verdad...

Amigo 2 -Esperá... ¿Quiénes son ustedes? ¿Cómo podemos confiar en lo que dicen? Porque el chiste ya está…

Amigo 1- Son dos chantas… ¿No les ves las pintas?

Pedro- No, señor… No se lo permito… Somos dos personas trabajadoras… Pero además, de verdad hemos mantenido este secreto familiar, aunque realmente nos parece injusto que no se sepa la verdad.

Juan – Ni nuestras mujeres saben esto.

Amigo 2- Y nos eligieron a nosotros… Dejate de joder… ¿Qué nos vieron? ¿Caras de giles?

Juan – Bueno… Es que…

Amigo 2 - Esperen un poco… Se me ocurrió algo… Esto es imperdible… Un momento… ¿Ustedes pueden sostener esta mentira… digo, esta historia ante otra gente?

Juan – Bueno, en realidad…

Pedro – Ante quien sea…

Juan - ¿Nos va a mandar presos?

Amigo 2 – ¿Presos? Ja…

Pedro – Sí, estamos dispuestos a sostener esto ante cualquiera… Sí, aunque vayamos en contra de nuestra familia… Sí, se acabó…

Amigo - Bueno, entonces voy a llamar a un amigo... (pulsa en el celular) ¿Antonio? ¿Cómo andás? ¿La familia? ¿El trabajo? Che, muy bueno tu programa, eh… Ya sé, ya sé, a veces es un poco escandaloso, claro, pero el rating…. Y por supuesto. Lo bien que hacés… Mirá, te llamo por lo siguiente… Estoy seguro que te va a servir… No sabés lo que me acabo de enterar... ¿Estás sentado? Viste toda la historia con Carlitos… ¿Cómo quién? Carlitos Gardel… Claro… Que es uruguayo, que es argentino, que es francés… Bueno… Te tengo la primicia… No lo vas a poder creer… ¿Estás sentado? ¿Estás pronto? Me vas a deber una después de esto. Aquí va. Tengo para contarte que… Gardel es marroquí... No te rías... Me lo dijeron dos personas que parece saber mucho del tema... Sí, y… No sé… Confiar, confiar… Pero, ¿qué te importa? Tirás la bomba y ta… ¿Te interesa? Que vas a tener audiencia… vas a tener… ¿Cuándo te parece? De acuerdo... Les digo… Sí, son dos… Dos hermanos… Sí, (a Juan y Pedro) ¿cómo se llaman?

Juan- Juan

Pedro- Y Pedro.

Amigo 2- No, el apellido…

Juan y Pedro- (A la vez) Gómez.

Amigo 2- Juan y Pedro Gómez. Bien, bien… ¿Cómo? Bien, bien… ¿Al canal? Bien, claro, a Producción… ¿El viernes? ¿A qué hora? Bueno, te mando un abrazo. Les digo. (Corta)

Juan -¿Qué... pasa...?

Amigo 2 –Miren, la cosa es así… Mi amigo trabaja en un canal de televisión, tiene un programa que se llama “Impactos” y…

Juan- (Atragantándose) ¡¿”Impactos…”?!

Pedro- ¿Usted lo conoce?

Juan- ¡Guau!

Amigo 2- Sí, es amigo mío y dice que si quieren, los invita a su programa...

Pedro - ¿A nosotros...?

Juan - Este... No, gracias...

Amigo 1- Yo sabía, los pibes arrugan…

Amigo 2 – Miren que paga...

Pedro – (Se miran) Bueno, si es así… ¿Cuando nos dijo que tenemos que ir...?

Amigo 2 – La semana que viene. El viernes. Pero antes llamen a la Producción (escribe en un papel el teléfono y se los da) Ahí combinan con ellos…

Pedro -De acuerdo...

Amigo 2- Ese día, vayan un poco más temprano y preguntan por él…

Juan- (Nervioso) Claro, bien, bien… Vamos y preguntamos por él…

Pedro- Gracias, muchas gracias.

Amigo 1- Bueno, ya hicimos la buena acción del día… ¿Nos vamos? El viernes no me lo pierdo.

Amigo 2- De acuerdo, chau, muchachos, suerte, eh… Mozo, pagamos adelante… (Se van. Juan y Pedro quedan solos)

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Juan -¡¿Pero estás loco?! ¿Y ahora cómo zafamos?

Pedro -No lo sé... Pero si llegamos hasta aquí, no podemos ir para atrás…

Juan -¡Gardel marroquí! Se te podía haber ocurrido alguna otra mentira...

Pedro -Es que si no los impactábamos...

Juan -Sí, al menos nos pagaron todo. Pero… ¿Y si se enteran que todo es una mentira?

Pedro- Inventaremos, hermanito, inventaremos como hicimos siempre… Y cuando sepan la verdad, habremos cobrado unos pesos que no nos vendrán mal.

Juan -Y yo qué sé... Nos van a meter presos…

Pedro- ¿Por eso?… ¡Por favor! Dale que tenemos que estudiar y armar una historia coherente.

Juan - ¡Quién lo dice!

Pedro – (Yendo hacia el mostrador) Diga, don, ¿nos permite el teléfono? Es urgente…




ESCENA 2

ESTUDIO DE TELEVISIÓN

Conductor, Juan, Pedro, asistente, historiador Arrazcuez, Domingo Carreras (voz), Tito Rivas (voz), Orismán Fernández, Avelino Mendieta, Aníbal Salgán, informativista, movilera Rosana, entrevistados 1, 2, 3, 4 y 5. (Los entrevistados pueden aparecer en una pantalla, o escucharse sus voces)

Conductor – (Hablando en el medio del escenario, hacia el público como si delante de él estuvieran las cámaras) ¡Buenas tardes, señoras y señores, estamos iniciando una nueva emisión de “Impactos”…! Vamos a la presentación…

Juan- (Están en un rincón, esperando. Se los nota muy nerviosos y fascinados por encontrarse en un estudio de televisión) Ja, si en el barrio nos vieran maquillados…

Pedro- La primera vez en mi vida…

Juan- ¿Te acordás de todo?

Pedro- Por supuesto… ¿Vos?

Juan- Sí, sí… Si los nervios no me fallan…

Pedro- Juan, si nos va bien, vamos a venir muchas veces…

Juan – Y seremos famosos… Fama, mujeres… Hasta que se descubra todo…

Pedro – Pero, ¿quién nos quita lo bailado?


Conductor- (A un asistente, en un alto del programa) ¿Ya llamaron a los invitados? ¡¿Dónde están?! (Los busca con la mirada) ¡Ah, ustedes, vengan, vengan! (Llegan los dos) Siéntense, por favor… Por aquí… ¡Rápido, rápido que salimos al aire! Silencio… Cuidado… (Al público) ¡Aquí estamos, en el comienzo del programa que les aseguro va a ser espectacular…! Ustedes ya están enterados porque durante la semana hemos ido anunciando la noticia, pero todo el país en este momento está convulsionado haciéndose la misma pregunta que ustedes y yo. El barrendero, el Presidente, el oficinista, la ama de casa; todos, todos quieren conocer la verdad… (Música) Basta de suspenso... Descubrimos a dos personas, dos hermanos, que afirman que... ¡Gardel es marroquí! Aquí están, mucho gusto... (Los presenta. Cartel anuncia: “Aplausos” Asistente pide a la platea que aplauda)

Pedro –Hola, soy Pedro.

Juan - Buenas. Y yo soy, este, Juan…

Conductor – Pedro y Juan Gómez son dos esforzados trabajadores que han guardado un secreto familiar por años, hasta que dada una circunstancia fortuita, ¿podemos acaso creer en la casualidad, después de esto?, les decía decidieron confesar algo que tenían como el tesoro más importante de sus vidas… Bienvenidos…

Juan- Gracias… (temblando) Es un honor…

Pedro- No se imagina primero el honor que es estar junto a usted… Segundo, el alivio que sentimos, mi hermano y yo, de poder contar a los demás algo que puede cambiar el rumbo de la Historia Universal. ¡Mire lo que le digo, eh!

Conductor- Develemos la incógnita… Estos señores (música) que están acá dicen saber que Gardel (suspenso) es marroquí. (Aplausos del público del teatro, motivados por el cartel que dice “Aplauso”) Disculpen la sinceridad pero… cuando la producción me contó, no dejé de sonreírme…

Pedro – Comprendemos, comprendemos….

Juan- Es que cometimos el error de ocultarlo por demasiado tiempo…

Conductor- A partir de esta noticia impactante… Por algo nuestro programa se llama (música) “Impactos”… estuvimos recabando la opinión de especialistas y tangueros que se dividen entre los que no creen en lo que ustedes plantean, y curiosamente, otros que coinciden con lo que tanto Juan como Pedro, piensan es verdad…

Pedro- No, no, está equivocado... Nosotros no pensamos... Bueno, sí pensamos, pero quiero decir, esto no es un invento nuestro... Mire, le voy a contar la historia… Nuestra bisabuela por parte de madre fue una señora que viajó mucho por el mundo... Ella vivía en París. Cerca del barrio de los inmigrantes… donde habían muchos marroquíes.

Juan- Sí, en el barrio de inmigrantes conoció a una señora muy particular… Era… callada, iba con un velo que le tapaba parte de la cara y cargaba siempre con un niño… Era la lavandera de mi abuela…

Conductor- ¡Dios mío, ese niño… ¡¿Gardel?!

Juan- ¿Cómo adivinó?

Pedro- Sí, es como usted dice… Nuestra bisabuela se hizo muy amiga de la madre de Gardel... Esta señora tuvo una historia increíble, que es como para escribir una novela… Esta mujer sacrificada y dedicada a la crianza de su hijo… era marroquí.

Conductor- ¿Marroquí?

Pedro- ¿Y yo qué dije?

Conductor- Marroquí… Disculpe, son los nervios, siga por favor.

Pedro- Había sido esclava de un Emir cuando niña…

Juan- Y tenía las marcas de las cadenas, en los tobillos… Y las de los azotes en la espalda…

Conductor- No me imaginé que fuera tan terrible su vida…

Pedro- ¡Sí supiera! Esta mujer cuando era una adolescente fue comprada por un coronel de la Legión Extranjera, llamado Escaiol, de origen francés… ¿Me sigue?

Conductor- Pero… Escaiol… Escayola…

Pedro – Espere, espere, no se adelante…

Conductor – Disculpe, disculpe…

Pedro- Bien… Pero él no era francés...

Conductor – Escaiol…

Pedro - No, Escaiol, sí… Hablo del cantante… De nuestro héroe… No, Gardel nació en un cuartel del desierto de Marruecos cuando la mujer tenía unos dieciséis años. Ella a esa altura era la lavandera del grupo militar y fue la querida del Coronel, pero Escaiol cuando ella quedó embarazada, nunca aceptó que era padre de ese niño. Él quiso que se lo sacara, pero ella…

Conductor - ¡Qué madre!

Juan- Sí, impresionante… Una leona… Al no aceptar la paternidad, ella le puso su propio apellido…Cuando Escaiol murió, Berthe tuvo que ejercer el meretricio para sostenerse económicamente porque lavar ropa no le daba para mucho. Una vez que los marroquíes invadieron el cuartel, la mujer escapó con su hijo en brazos y con los ahorros que había logrado juntar, se embarcó primero hacia Francia…

Pedro – Donde conoció a nuestra bisabuela…

Juan – Y después se vino para América del Sur, y entró al Uruguay. Para evitar ser reconocida huyó hacia la frontera con Brasil y comenzó a trabajar en una estancia de Tacuarembó cuyo dueño se llamaba Coronel Escayola.

Conductor- Escaiol, Escayola, los dos Coroneles… Yo ya no creo en las casualidades… ¡Es increíble!

Pedro- El destino…

Juan- Me emociona contarlo… Que se sepa la verdad…

Pedro- Continúo… Fue allí que le puso Carlos. Él se llamaba Charles Gard El. Cuando el niño creció le ofrecieron un trabajo en Buenos Aires y bueno... Después la historia ustedes la conocen...

Conductor -¡¿Escucharon?! Realmente asombroso... Nuestros teléfonos no paran de sonar... Esto es impactante... Gracias por la noticia... Acá tenemos varios mensajes... “Le habla Francisco, de la Comercial. Algo había escuchado decir pero siempre le resté importancia. ¿Me pueden repetir la pregunta?”; Ana de Sayago, “Gardel es de Tacuarembó y al que diga lo contrario lo mato. ¿Qué hacemos entonces, con todos los monumentos que levantamos?”, bueno, la polémica se instaló... Gardel, queridos amigos, ¿dónde nació? Antes se suponía que podía ser argentino, uruguayo o francés... Pero... Marroquí... “Mi nombre es Antoine, sí, doy fe de lo que dicen esos señores.... En Marruecos existió la Legión Extranjera, por tanto no es imposible que nuestro cantor haya nacido allí”, Juan dice: “Se me cayó otro ídolo. Nunca pude imaginar una cosa así. Hubiera preferido morir en la ignorancia”... Bueno, y siguen llegando mensajes... Me acaban de anunciar por interno que un equipo del canal parte la semana que viene, dado el interés del público, a Marruecos para buscar a los familiares de Gardel y saber si alguno de ellos también canta tangos. Esperen, ¿qué es esto? (el asistente le entrega un papel) Es un correo electrónico de la Embajada de Marruecos… ¡De la Embajada de Marruecos! ¡Nos están viendo allí! Saludos a todos. Dice: “Deseamos expresar nuestro desagrado por un agravio a nuestro pueblo, por parte de los señores periodistas…” No, amigos de la embajada, nosotros nunca pretendimos… No, calma, no queremos un conflicto diplomático… Esperen, me acercan otro correo de los representantes marroquíes: “Por favor, eliminar anterior correo. Ser escrito por sirvienta tonta… Nuestra Embajada de Marruecos informa que Ministerio Turismo nuestro ha abierto ruta para llegar a Oasis donde posiblemente haya nacido ese señor Gard- El”… Bueno, nos dejan más tranquilos… Seguimos en (música) “Impactos” Está junto a nosotros el historiador del tango, don Hipólito Arrascuez… Mucho gusto, don Hipólito… ¿Qué piensa usted de esta noticia?

Hipólito- Bueno, a fines de la década del 20, cuando don Carlos estaba en su apogeo, en una noche de beberaje con sus amigos en el Hotel Alvear de Buenos Aires, Gardel detuvo su mirada en una pobre muchacha que llevaba cigarrillos en una bandejita colgada de su cuello y mirando al que tenía al lado, murmuró: “Se parece a la de la Legión Extranjera”. Ese comentario que pasó desapercibido y que fue recogido por el diario La Nación de Buenos Aires luego que el zorzal muriera, hoy toma otra dimensión a raíz de la noticia del nacimiento en suelo marroquí.

Conductor – Increíble cómo comienzan a conocerse otros detalles, algunos descartados en su momento, otros, ocultos… Sin embargo no opina lo mismo don Domingo Carreras a quien tenemos en línea: Mucho gusto don Domingo, ¿usted me decía fuera de micrófono?

Domingo -Que me parece inaudito que dos mocosos como esos que tiene usted a su lado, lancen tamaña mentira contra una figura que merece el respeto de todos, y que un medio prestigioso como el suyo se haga eco; mire, acabemos, escuche bien lo que le voy a decir: ¡Carlos Gardel es hijo ilustre de Tacuarembó, Uruguay y quien diga lo contrario, se las va a tener que ver conmigo!

Conductor - Pero, ¿qué argumentos usa para afirmar eso?

Domingo -Yo uso los argumentos de mi peso como investigador… Escuche bien… La puerta de la casa de Carlitos en Tacuarembó, todavía registra el momento en que, siendo un niño, su madre lo retó y él en un ataque violento cerró con tal fuerza dicha puerta que saltaron todos los vidrios, menos un trozo que quedó sin caerse, y que se conserva en dicho museo para la Historia… Parece un dato menor pero fue contado por Atanasio Mendíaz, el peón del Coronel Escayola, quien dio el sentido a esa anécdota… Quien rompió los vidrios fue ¡Carlos Gardel…! Pero, además es una patraña que digan que la madre se llamaba Berthe Gard El, recordando los apellidos árabes… Gardel viene de…

Conductor -Muchas gracias, don Domingo, le entendí claramente… Aquí tenemos la comunicación con un tanguero de ley como lo es el cantor Tito Rivas.

Tito Rivas -Grashias por invitarme, grashias… Sho eshtoy autorizado para informarles que Carlito Gardel es argentino, de Argentina. Nashió en el barrio de Avellaneda y…

Conductor -Gracias, (dirigiéndose a Juan y Pedro) ¿qué opinan ustedes que han iniciado este revuelo?

Pedro -A mí no me sorprende… Había esperado con ansia este momento desde que nuestra madre nos lo contó por primera vez… Más le digo, hasta hace poco se conservaba en casa una de las prendas que Berthe había lavado para mi abuela, allá en París…

Conductor – Maravilloso… Está con nosotros, Orismán Fernández, especialista en la discografía de Carlos Gardel… Mucho gusto, Orismán…

Orismán Fernández -El gusto es mío…

Conductor -Usted es quizás la persona que más sabe de los discos de Gardel…

Orismán –Es verdad… Dados mis estudios realizados a partir de la…

Conductor- Tenemos poco tiempo, Orismán.

Orismán- Bueno, quiero decirle que en esta época de la electrónica pueden escucharse cosas que antes, con los aparatos que teníamos eran imposibles de oírse… Así, he rastreado mensajes ocultos en los tangos de Gardel…

Conductor -¡¿Mensajes ocultos?! ¡Nuestro rating va a volar!

Orismán – Me alegro que estos valientes muchachos hayan descubierto el verdadero origen de Gardel, porque yo hace años que vengo proclamando que hay mensajes ocultos y por poco termino encerrado por loco…

Conductor -¿Entonces, usted cree que Gardel era marroquí?

Orismán -No lo sé, no lo sé… Pero tengo un oído muy fino para reconocer lo que él nos dice en sus canciones…

Conductor -No me deje con la intriga, ¿por ejemplo?

Orismán –Mire, vea esto: en “Amargura” si usted lo escucha al revés, hay mensajes religiosos en árabe…

Conductor- Men… sajes… ¿en árabe en tangos de Gardel?

Orismán- Así como lo oye. Se siente una voz lejana que habla de Alá, Alá, mientras en la letra escuchada normalmente se dice: “Un viento de locura atravesó mi mente”

Conductor- ¡El viento de la arena en el desierto!

Orismán- ¡Exacto! ¡Usted me entendió! ¡Pero hay más!

Conductor- ¡¿Mäs?!

Orismán- Sí. Si uno desgrana las letras de los tangos de Gardel- Le Pera, que fueron escritos conjuntamente, a la luz de los nuevos datos de su vida, encontramos claves importantes…

Conductor- ¡¿Por ejemplo?!

Orismán- Bueno… En “Volver”

Conductor- ¡No me diga que en “Volver”…

Orismán- Escuche esto: Cuando dice “Yo adivino el parpadeo de las luces que a lo lejos van marcando su retorno” habla de las luces del cuartel de la legión extranjera, en medio de la oscuridad del desierto…

Conductor- ¡No lo puedo creer!

Orismán- (Entusiasmado) “Son las mismas que alumbraron con su pálido reflejo, hondas horas de dolor”, por las terribles circunstancias por las que debió pasar su madre dentro de ese lugar… “Y aunque no quise el regreso, siempre se vuelve al primer amor”, ¿qué quiere decir? Es volver al lugar en que nació, aceptar su origen, volver a…

Conductor – Gracias, Orisman… Señores… Hemos logrado que esté en este programa que está batiendo records de audiencia, el historiador Avelino Mendieta , junto a Aníbal Salgán, conocido detractor de la versión oficial que circuló siempre... Los saludo a los dos…

Historiador 1- Muchas gracias, señor por invitarme. Mis años me impiden salir todo lo que quisiera de casa pero desde que empecé en la escuela, mis estudios en…

Conductor- Mendieta, tenemos poco tiempo, sabe que el tiempo en televisión es tirano… ¿Puede concretar?

Historiador 1- Mire, mi amigo, a mí me sorprende mucho todo esto que se está diciendo… Sin ofender a nadie, creo que nadie puede discutir, pongamos por ejemplo a la Iglesia…

Historiador 2 -¿Y eso qué tiene que ver?

Historiador 1 -¿Me permite, Salgán? Yo a usted no lo interrumpí.

Historiador 2 –Pero ya está diciendo estupideces. Además, ¿cuándo me va a interrumpir si todavía no hablé?

Conductor -Siga por favor, Mendieta.

Historiador 1 -Bien… La Iglesia entiende que Jesús…

Historiador 2 -¿Y qué tiene que ver con Gardel?

Conductor -Sí, francamente. Mendieta…

Historiador 1 -Bueno, ustedes no me entienden… uno quiere ponerse filosófico pero es como darle chancho a las flores… ¿O era al revés?... Mire. Vayamos a los granos, digo, al grano… Suficientes documentos certifican que Gardel era francés…

Historiador 2 -Ja, falsificados…

Historiador 1 -¡Por favor, ¿le pide que se calle?! ¡Se pasa interrumpiéndome y no me deja articular palabra!

Conductor -Por favor, Salgán…

Historiador 1 -Gardel es francés… Ni argentino, ni uruguayo, ni ahora… marroquí… Los argentinos quieren hacernos creer que nació en Avellaneda… No, señor, Gardel nació en Toulouse el 10 u 11 de diciembre de 1890. Y ese historiador de segunda que tengo enfrente ya se puede ir para su casa…

Historiador 2 -¿Puedo hablar?

Historiador 1 – No.

Conductor -Adelante.

Historiador 2 -Mire, yo soy de esos a los que les gusta mirar la letra chiquita…

Historiador 1 -Y… Porque siempre necesita ver conspiraciones por todos lados… ¡Mediocre!

Historiador 2 -Un poco más de respeto, Mendieta, que a usted no lo interrumpí.

Historiador 1 – Mire si ahora en cambio de Jesús tenemos que hacerle votos a Alá…

Historiador 2 – No delire, Mendieta… Vea, Gardel no se sabe dónde nació… Cada uno lleva agua para su molino… A los argentinos les sirve que haya nacido allí, a los uruguayos, que apareciera en Tacuarembó y a los que están en contra de todos ellos, mandarlo a nacer a Francia…

Historiador 1 -No es cierto… Mire… Está el testamento autorizado por la madre y su apoderado…

Historiador 2 -Falso… Ellos querían cobrar la fortuna.

Historiador 1 - ¡Allí dice que Charles Romuald Gardés nació en Toulouse, Francia, el 10 u 11 de diciembre de 1890! ¡Usted es un mal nacido!

Historiador 2 -Mentira… ¡Esa era la persona que sustituyeron para cobrar la herencia… Además Berthe se lo dijo a “La canción Moderna”, el 24 de junio de 1936!

Historiador 1 -¿Y eso qué tiene que ver?

Historiador 2 -Que la mujer estaba en medio de un lío judicial buscando quedarse con la herencia del cantor… a través de un testamento que nunca pudo encontrarse… a un año de la muerte de su hijo. ¿No se acuerda cómo salieron corriendo en barco para Europa, cuando hacían horas de muerto Gardel, para traer a la madre e iniciar el trámite de la herencia?

Historiador 1 -¡Eso es herejía! ¡Usted va a ir al infierno! ¡Es un sacrilegio!

Historiador 2 -El propio Gardel siempre firmaba como uruguayo, nacido en Tacuarembó el 11 de diciembre de 1887…

Historiador 1- Esa es otra patraña instrumentada contra Gardel. Mire, señor conductor, le voy a hablar a usted porque no quiero dirigirle más la palabra a esa persona que tengo a mi frente y no quiero nombrar… La verdad es esta, Gardel temía ser enrolado en la Primera Guerra Mundial por Francia, entonces, el caudillo conservador Alberto Barceló, por intermedio del jefe de policía de la Provincia de Buenos Aires, Cristino Benavides le entregó una cédula de identidad a nombre de Carlos Gardel que era su seudónimo artístico, donde figuraba que había nacido en Avellaneda el 11 de diciembre de 1890. Pero posiblemente Gardel perdió la cédula y temiendo ser declarado desertor, una vez terminada la guerra, consiguió que el Cónsul uruguayo en Buenos Aires, Bernardo Minas, le diera una F de Nacimiento 10052 donde decía que había nacido en Tacuarembó, Uruguay, el 11 de diciembre de 1887, a nombre de Carlos Gardel. (Dirigiéndose al historiador 2) ¡¿Qué tal?!

Historiador 2- ¡Usted es un atrevido! (Se agarran a trompadas y los sacan del estudio)

Conductor -Interrumpimos esta conversación tan amable porque tenemos una información de Sala de Prensa, adelante, compañeros…

Informativista -Gracias, acaba de llegar a nuestra mesa de redacción un comunicado del Movimiento de Liberación Nacional Marroquí donde se señala que se exige a los medios, la difusión de este texto. En el mismo se expresa que “la Francia Imperialista está haciendo creer a la gente que el cantante de tangos Charles Gard El nació en ese país europeo, cuando ello es totalmente falso. Reivindicamos el derecho del pueblo marroquí para defender con todas sus fuerzas la incontrovertible verdad de que Gard El nació en Marruecos. En estos últimos días, se ha descubierto el verdadero origen de tan importante cultor de la música popular, desentrañando el incalificable atropello que ha sufrido por todos estos años la cultura marroquí. Exigimos por tanto que cesen las acciones de mentir a la opinión pública con supuestos nacimientos en Francia, Argentina o Uruguay porque de lo contrario, sufrirán el fuego sobre sus cabezas…” Firma el Movimiento de Liberación Nacional Marroquí. Adelante, compañeros, ampliaremos.

Conductor -Impactante, realmente… ¿Ustedes esperaban esta repercusión?

Juan -Bueno, la verdad que…

Pedro -Era lógico… La verdad tarda pero llega. ¿O era la justicia? Es lo mismo.

Conductor –Me dicen desde el Control que un editor de Estados Unidos está interesado en que escriban el libro con sus memorias, ¿ustedes estarían dispuestos? Ofrece… Dios mío… ¡Qué cifra!

Juan - Este, y, no sé…

Pedro -¿Nuestras memorias? No sería un libro interesante, pero bueno, si él quiere…

Conductor – Al finalizar el programa les alcanzo el contrato que se hace por intermedio de nuestra empresa televisiva… Ustedes saben… Los derechos de todo lo que ocurre en nuestro canal, es de la empresa… ¿Tienen algún problema? (Antes que contesten se dirige al público) Señoras y señores… ¿Ustedes qué opinan? ¿Gardel es argentino, francés, uruguayo o… marroquí?

Pedro -Dejeme decirle algo antes… Nunca se supo cómo murió Gardel… Mi madre comentaba en secreto que los disparos se debieron a un complot porque meses antes, Gardel había escapado de los estudios de Hollywood hasta un lugar secreto de Los Ángeles donde se entrevistó con el representante de la comunidad marroquí y pidió los papeles de ciudadanía para convertirse a la religión musulmana…

Conductor -¡¿Gardel?!

Juan- ¿En serio?

Pedro -Sí, señor, así como lo oye… Esto desde que había visto “El Sheik” con Rodolfo Valentino… Si usted observa la mirada de Gardel, de costado hacia la cámara descubrirá que copió dicha expresión del actor que murió trágicamente…

Juan- ¡Qué lo parió!

Pedro- Incluso se cuenta que había aprendido a cantar “Cuesta abajo” en el idioma originario…

Conductor – Y bueno, los avisadores que no quisieron acompañarnos, lo lamento… Perdón… Nos llaman del móvil, adelante Rossana

Rossana -Estamos acá en la plaza del Entrevero. Consultamos a varias personas, y miren lo que nos dijeron.

Entrevistado 1 -¿Gardel marroquí? Y mirá, puede ser, viste… ¿Qué es marroquí?

Entrevistado 2 - ¡Claro, ahora entiendo! De ahí viene el que llamen marroquinería al trabajo con cuero, claro, entiendo…

Entrevistado 3 -No, de ninguna manera… Gardel nació en Tacuarembó… Lo dice el intendente, y yo lo voté a él.

Entrevistado 4 -Sí, estoy de acuerdo… Yo soy crítico de cine y siempre me llamó la atención la escena de “Casablanca” que se desarrolla en esa ciudad marroquí, donde Bogart pide que toque al pianista, otra: “Tócate otra, Sam”. Si se mira con atención, allí hay una alusión a Gardel. El pianista es negro y a Gardel le decían “El negro del abasto”. Godard en Les Cahiers de Cinema nunca habló de las películas de Gardel, por lo que de alguna manera legitimaba la discriminación que sufrió en Francia por ser de origen marroquí.

Entrevistado 5 -Gardel es argentino, ¿viste?, el pibe lo decía a todos y ya está. ¿Qué? ¿Ahora me van a decir que Maradona es cubano o filipino?

Rosana - Adelante, estudios…

Conductor – Gracias, Rosana… Cerca del final de este impactante programa, por favor, los promotores de esta revolución mundial dirán unas palabras.

(Se apagan las luces generales y queda un foco iluminando a los dos hermanos. Atrás de ellos, en círculo todos los que estuvieron en el estudio de televisión. A medida que Pedro va avanzando en el discurso, las luces van iluminando todo en un tono de fiesta)

Juan -Bueno, yo…

Pedro -Amigos y amigas… Mi hermano y yo hemos decidido salir al mundo a contar la verdad, perdona mamá, abuela y bisabuela por romper el silencio. Es que a raíz de encontrarnos en un restorán y escuchar la conversación de dos señores que discutían la nacionalidad de Gardel, que nos entró la necesidad…

Juan – Sí, en realidad nos había entrado antes la necesidad pero bueno…

Pedro – Amigos… Gardel es marroquí. Los niños deben saber que no existe nada mejor que conocer la verdad. Muchas veces nos encontramos ante la duda, y cuando esta nos ataca, ¿qué hacemos?, recordamos el origen de Carlitos. Humilde, entre las palmeras, con su madre lavando ropa mientras cuidaba que no fuera picado por ningún alacrán. La Legión Extranjera de la que aborreció siempre, por eso nunca la nombró, era una prisión en medio del desierto hasta que su madre huyó al Uruguay. El resto es historia conocida. Lloremos todos de alegría, porque por fin la verdad ha sido dicha. No importa que Francia no sea su origen. No importa que Uruguay no haya sido su cuna. No importa que tampoco Argentina. Los tres países fueron importantes en su vida. Pero todos debemos reconocer que se abre un nuevo y definitivo capítulo en esta historia. A partir de ahora… ¡Gardel es marroquí!

(Todos aplauden. Aparece el cartel de “Aplausos” para el público)

Escena 3

El mismo estudio

Pedro, Juan, conductor, Avelino Mendieta

Pedro -Y para el final les tengo una noticia sensacional.

Conductor -¡¿Cuál?!

Gente en el estudio -¿Cómo? ¿Qué? ¡Qué lo diga!

Pedro -Tengo los suficientes testimonios, he consultado a muchos investigadores, la Nasa ha rastreado terrenos inexpugnables, el Departamento de Estado norteamericano ha intervenido para silenciar la verdad, los gobiernos de Argentina y Uruguay se han movido en secreto y han encontrado los datos concretos…

Conductor -¡¿Qué?!

Pedro - Señoras y señores… ¡Gardel está vivo!

Conductor y gente en el estudio -¡¿Qué?! ¡No puede ser!

Pedro -Sí, así como lo escuchan… Mi hermano les va a dar los datos que certifican lo que digo.

Juan -Gracias… Bien… Presten atención. Gardel aparentemente murió en el avión que se accidentó el 24 de junio de 1935 en Medellín. Vayamos un poco antes. El 28 de marzo de 1935… Venga don, venga… Siga mis datos y corríjame si estoy equivocado… (Viene Avelino Mendieta)

Conductor- Un momento, un momento… Déjenme consultar al señor director… Señor director, estamos pasados de hora, ¿usted nos permite extendernos unos minutos más? (Escucha. Todos están sumamente atentos) Ah, claro, sí, sí… Lógico, bien… Ah, los avisadores… Sí, pero mire que… Sí, claro… Ah, que esto lo tenemos que resolver entre usted y yo… Claro, claro… ¿Una tanda? Bien, vamos a una tanda y luego develamos el misterio de si seguimos unos minutos más con el programa o lo dejamos para la semana que viene… Ustedes, los amigos televidentes, tienen la palabra… Pueden llamar al teléfono… No señor director, no es un chantaje, está bien, voy a hablar con usted, pero que la audiencia se exprese… No, no lo tome a mal… Bien, voy para ahí… Una tanda, por favor…

(Tanda) (Todos en el estudio se quedan mirando para un costado, donde estaría el Control. Se sienten gritos, golpes. Después, todo silencio. Baja el conductor arreglándose la ropa)

Conductor - ¡Señoras y señores… estoy en condiciones de informarles que… seguimos con el programa! (Explosión de alegría en el estudio) Adelante, amigos Juan y Pedro Gómez… Les quiero comentar a aquellos que han estado llamando por teléfono en estos minutos lo que ha sucedido en este último tramo del programa “Impactos”… ¿Llamó mucha gente?

Asistente- Bueno, (leyendo planilla) llamó Elvira de la Unión, un hombre que no quiso dejar su nombre…

Conductor – (Sacándolo de escena) ¡Nuestra centralita telefónica se saturó de llamadas! ¡Gracias, gracias, gracias! ¿Están grabando verdad? ¡Este programa quedará en la historia de la televisión! Les decía… Cuando pensábamos que todo estaba culminando con esa noticia impactante del descubrimiento certificado del nacimiento de Carlos Gardel en Marruecos… Un nacimiento apoyado hasta por el Ministerio de Turismo de ese país, y reivindicado por el Movimiento Nacional de Liberación marroquí, y avalado por figuras ilustres del tango que dieron su testimonio en este programa… que por algo se llama (suspenso) “Impactos”, nunca mejor puesto ese nombre, los hermanos Juan y Pedro Gómez nos develan otra sensacional noticia… ¡Gardel sigue entre nosotros! Adelante Juan y Pedro…

Juan – Gracias, estaba invitando a que me acompañe el incorruptible historiador de Gardel, don Avelino Mendieta (Aplausos) Él corroborará o no mis datos hasta la muerte de Gardel. Lamentablemente, él no nos podrá aportar luego sus conocimientos para lo que sigue…

Conductor – Rápido, rápido…

Juan – El 28 de marzo de 1935, ¿qué pasó Avelino? ¿No es que Gardel partió de Nueva York a bordo del vapor “Coamo”?

Avelino – Sí, señor. Integraban la comitiva el libretista Alfredo Le Pera, los tres guitarristas, Guillermo Desiderio Barbieri, Ángel Domingo Riverol, y José María Aguilar y su profesor de inglés y secretario Joseph Plaja.

Juan – Se olvidaba, profesor, de José Corpas Moreno, al que no se le conoce claramente su función…

Avelino – Tiene razón…

Gente en el estudio - ¡Cómo sabe este Juan!

Juan – Sigo… El 1º de abril llegan a Puerto Rico y actúan en el teatro Paramount, y cuando se van, se les une el masajista Alfonso Azaff, de ese país.

Gente en el estudio y conductor – (Todos miran a Avelino)

Avelino – Sí, señor.

Gente en el estudio y conductor – (Mirando a Juan) ¡Ahhhhhhhhhhhh!

Juan- El 25 de abril, en el barco “Lara” llegan a La Guayra, de donde van a Caracas en tren. Debutan en el teatro “Principal”, luego van a Maracay y allí, hay un dato importante, el presidente de Venezuela Juan Vicente Gómez le pide “Pobre gallo bataraz”. Y el presidente, a cambio, sabiéndolo aficionado a la riña de gallos, le regala a Gardel 10.000 bolívares por su actuación.

Conductor - ¡¿Es verdad?!

Avelino – Sí, señor…

Conductor y gente en el estudio – (A partir de ahora, cada noticia confirmada por Avelino merece aplausos, gritos, expresiones de alegría)

Juan – Luego siguen por Valencia, Maracaibo y Cabimas. El 23 de mayo llegan en la nave Medea, a Curaçao y en avión, a la isla de Aruba.

Avelino – Correcto.

Juan – El 4 de junio, arriban en el vapor “Presidente Gómez” a Barranquilla, en Colombia y van a Cartagena pero a pesar de ser sensacional su éxito, ¿qué hace Gardel?

Avelino – Rechaza más ofertas porque no soporta el calor tropical.

Juan – Correcto. Allí se les unen dos empresarios. El chileno Celedonio Palacios y el venezolano Henry Swart. Y el 10 de junio actúa en Medellín…En el aeródromo, ¿qué ocurre, don Avelino?

Avelino – Recibe una recepción de miles y miles de colombianos que invaden la pista, corriendo el peligro de un accidente. Y es conducido en una caravana de autos al hotel Granada.

Juan - ¡Correcto! Algo sabe, Avelino, ¿eh? Para hacerla corta, actúa en los teatros Real y Olimpia y se despide con una actuación en un programa radial de “La voz de la Víctor”, en la fonoplatea donde se produce la rotura de la baranda de la escalera por la avalancha de público que pudo terminar en tragedia… Y este dato es clave… En el restorán Francés, una joven vidente le dice que va a tener el accidente… Hecho que ya le habían advertido en Nueva York… El 24 de junio llega al aeródromo Techo partiendo a las 12.30 en el trimotor Ford F- 31 de la Compañía Saco, conducido por el piloto Stanley Harvey, un excelente avión de la época. Iban diez personas. En el aeródromo Enrique Olaya Herrera, de Medellín, se abastecen con 250 galones de gasolina. Toman algún refreso y Gardel, cerveza…

Avelino – Es lo que dicen…

Juan – A las 15 horas suben al avión (A esa altura, los nervios en el estudio por el desenlace de la historia son insoportables) y cambian de piloto… Ahora es Ernesto Samper Mendoza, copropietario de Saco. Suben dos personas más. Willy Foeste y Grant Flynn.

Avelino – El primero, acompañante y este último, jefe de tráfico de Saco.

Juan – El avión comienza el carreteo para levantar vuelo. A veinte metros, fuera de la pista está el avión Manizales pronto para partir. Y, fuera de toda lógica, el avión que llevaba a Gardel, gira hacia el Manizales y… choca contra él provocándose la tragedia. (Todos en el estudio, al borde de la crisis de nervios, ante la noticia explotan. Algunos lloran, otros se abrazan) Muchas gracias, Avelino… (Todos aplauden) Presten atención ahora a lo que sigue… Pedro, adelante…

Pedro – (Todos lo aplauden a rabiar) ¿Qué pasó en la pista? ¿Acaso una ráfaga de viento volcó al F- 31 para la derecha?…

Todos - ¡Noooooooooooooooooooo!


Pedro - ¿Acaso se le detuvo el motor izquierdo?

Todos - ¡Noooooooooooooooooooo!

Pedro - ¿Se frenó imprevistamente la rueda derecha?

Todos - ¡Menos!

Pedro – El experto Gordon Willams, máximo especialista en la materia, descartó la teoría del viento

Todos - ¡Claro! ¡Era obvio!

Pedro - ¡Tres de los sobrevivientes, Josep Plaja que vivió hasta los ’80 en Cataluña, José María Aguilar que murió en un accidente de tránsito… y Grant Flynn, quien recibió menos lesiones y desapareció misteriosamente, dieron datos esclarecedores!

Todos – ¡Cuáles, cuáles!

Pedro – Plaja insistió siempre con esta frase: “Las causas del accidente hay que buscarlas en lo que pasó la noche anterior”

Todos – ¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh! ¡¡¡¡Y qué pasó!!!!

Pedro –Una partida de póker se habría extendido de más y habría retrasado el vuelo para el día siguiente… Pero hay más datos. Aguilar dijo que se llevaría el secreto a la tumba. Pero una vez le dijo a Isabel del Valle que Gardel le reprochaba a Le Pera las condiciones en lo había hecho actuar. Dijo Gardel: “Si por vos fuera, con tal de ganarte un mango, sos capaz de hacerme cantar en una letrina”

Todos – (Espantados) Ajjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjj

Pedro – Gardel gritaba en el avión. Le Pera, que había puesto todo el dinero de la gira en su propia cuenta… sacó el revólver… (suspenso) y unos dicen que disparó contra Gardel que según Aguilar habría caído sobre Samper sin exhalar un grito…

Todos - ¡Ay, qué espantoso!

Pedro- Y la otra versión es que… Le Pera le disparó al piloto que perdió el control del avión…

Todos – (Lloran. Se abrazan)

Pedro – Pero para confundir más lo sucedido, la autopsia de Samper dio que éste murió carbonizado… con una bala en la nuca…

Todos – No, no… Basta, no podemos más…

Pedro - ¡¿Quién lo mato?!

Todos - ¡Quién, por favor!

Pedro – No se sabe… Y en la autopsia se dedujo que podía ser el cadáver incinerado, el de Gardel, pero…

Todos - ¡Perooooooooooooo!

Pedro – Gardel no subió a ese avión…

Todos - ¡¿Noooooooooooooooo?!

Pedro – Gardel, cuando fue a buscar la cerveza, después entró en el baño, y en la confusión arrancó el avión. Cuando se dieron cuenta que no estaba, quisieron dar la vuelta para buscarlo… y chocaron contra el otro avión…

Todos – (Aliviados) ¡Ahhhhhhhhhhhhh!

Conductor – (Desesperado) ¡¿Entonces?!

Pedro – Gardel, perdió la memoria. Una anciana lo recogió y se lo llevó para su casa. Allí, luego de varios años recuperó la lucidez y se enteró de la noticia, pero ya era tarde. Supo también todo lo que pasó después, y decidió convertirse en una leyenda…

Todos - ¡Qué noble! ¡Qué gesto!

Pedro – Gardel viajó a Marruecos en busca de su hogar. Pero al tiempo, la guerra mundial lo rodeó. Se alistó en el ejército francés para darles ánimo a los soldados con su canto. Cantó a las compañías que combatían a las tropas nazis. Mantenía el espíritu de sus compañeros. Se disfrazaba de Gardel y lo imitaba… Bueno, se imitaba a sí mismo… Muchos argentinos que estaban en las filas aliadas y se burlaban y decían que era parecido… Pero como el Mago, ninguno… Conoció a muchas damas a quienes calmó en su soledad. Una de ellas, millonaria, una vez terminada la guerra le compró una casa y le pedía todas las mañanas que la despertara con su canto. Pero Gardel, harto, deseoso de las carreras y el Abasto se escapó y de polizón llegó a Buenos Aires. Allí intentó contar su historia pero nadie le creyó. Entonces, decidió aceptar la realidad. Finalmente, Gardel está entre nosotros…

Todos – (Miran desesperadamente alrededor) ¡¿Dónde, dónde?!

Pedro – No. No puedo decirlo. Cuando hablé con él, juré llevarme a la tumba esa información.

Todos – (Desesperados) ¡Mátenlo! ¡Qué lo diga! ¡Te vamo a reventar!

Pedro - ¡Calma, calma! (No sabe qué hacer)

Juan - ¡Calma, señores, está bien, yo lo voy a decir.

Todos – (Se calman y escuchan)

Juan – Señoras y señores. Tengan paciencia. El señor conductor me dará la razón. No estamos autorizados por el propio Gardel a contar dónde se encuentra. Pero prometemos intentar convencerlo para que aparezca en el programa…

Todos – ¡Sí, sí, que lo convenzan!

Conductor - ¡Sí, por favor, sería sensacional! ¡Ya me lo imagino! Se llamaría “El retorno de Gardel”

Avelino – (Entra furioso) ¡Todo esto es una patraña! ¡¿Se imaginan la edad que tendría si estuviera vivo?!

Todos – (Silencio total. Miran a Juan y Pedro)

Pedro – (Avanza, se para en el centro del estudio, y con gesto canchero le dice a Avelino) Pero don Avelino Mendieta… Me extraña… Usted lo sabe… Gardel puede hacer cualquier cosa… Puede aparecer en cualquier lado… Porque (misterio)… Dígame la verdad… ¿Quién es Gardel? (Suspenso) Gardel es el Mago. El Mago Gardel.

Todos – (Silencio total. Se miran y terminan aplaudiendo a rabiar. En medio de ese escándalo suena el teléfono. Silencio expectante)

Conductor - ¿Hola? ¿Quién habla?

Voz en el teléfono – Aquí, Carlos Gardel… Los estaba viendo desde Marruecos por internet… Les mando un abrazo a todos… Espérenme… Volveré… Siempre volveré…

(Todos aplauden. Juan y Pedro quedan estáticos mirando al público sin saber qué hacer, con caras de pánico. Se apagan las luces en medio de los gritos y aplausos)

Fin