miércoles, 16 de mayo de 2007

AMORATADO

Autor: Guillermo Cribb



Fondo está dividido en dos colores opuestos ópticamente. De espaldas al público, sobre el fondo del escenario, mirando cada uno a través de sendas ventanas, que se encuentran suspendidas del telón posterior, el Mal Amado y la Mal Amada observan, angustiados, el desenlace fatal de dos historias de amor. El Mal Amado lleva puesto una chalina con unas cartas colgando de ella; la Mal Amada, un chal, con otras cartas. Desde las ventanas parten unas sogas de telas que están unidas a los tobillos de cada uno.
El Mal Amado.– ¡Pobre estúpido! (como pensando en voz alta).
La Mal Amada.– ¡Pobre estúpida! (ídem).
El Mal Amado.– La culpa fue de él: tres años haciendo de amante platónico.
¿Cuánto pensó que esperaría?
La Mal Amada.– La culpa fue de ella: sólo le importaba que él estuviese en su cumpleaños: fidelidad absurda.
El Mal Amado.– De nada sirvió su fidelidad: ¡calentó la pava para que otro tome el mate!
(Como un viejo vizcacha, con mirada cómplice al público, pero muy solemne, lee una carta:)
El hombre que mucho espera
y a su amor no se declara,
de cuernos pronto hace gala.
(Regresa a su esencia; se auto-flagela en la espalda, aparatosamente).
La Mal Amada.–¡Andrés! ¡Andrés! ¿Dónde estuviste este mes?
(Como una vieja celestina, con mirada cómplice al público, pero muy solemne, lee una carta)
No puede la castidad
tener asiento y morada
en mujer desvergonzada.
(Regresa a su esencia; se auto-flagela en la espalda, de modo similar).
El Mal Amado.– ¿Por qué llegó Andrés?
(Lee otra carta, como un compinche de juergas)
Por no querer ser su amante
ella a otro ha escogido:
ya ni siquiera es su amigo.
(Tira el látigo de trapo).
La Mal Amada.– Se le ha roto el corazón.
(Ídem, como personaje de telenovela)
Quien fue de niña agraciada
de buen gusto y hermosura
lamenta su desventura.
(Tira su látigo sobre el de él).
El Mal Amado.– Sangra por la herida.
(Ídem, como cura confesor)
Aunque ella jugar no quiso,
pronto se inició en el juego:
ya nunca tendrá sosiego.
La Mal Amada.– Sólo bebe amargas lágrimas.
(Ídem, como monja de clausura)
Algunas van a bailar
para mostrar su hermosura
y descubren su locura.
El Mal Amado.– Y se alimenta de penas.
(Ídem, como quiera)
A la primera mujer,
el Diablo alabó su juicio:
y fue el primer estropicio.
Viniendo desde la platea, aparece en escena SORE, con un enorme chiripá que evidencia el tamaño de su falo; camisa enorme de colores ambiguos y ‘olor a rancho’, pantalón de arpillera, calzado con alpargatas raídas y un enorme sombrero cónico de paja. Con una gomera lanza un bodoque de arcilla al ‘cielo’ y la luna ingresa al escenario; luego los asperja con esencia de flores que inunda de olores a la platea.
La Mal Amada.– (Mirándolo al Mal Amado) La vida le dio la espalda.
El Mal Amado.– (Respondiéndole a la Mal Amada) Porque no supo enfrentarla.
La Mal Amada.– ¿Cuál es tu gracia? (Preguntándole al Mal Amado, mirando por encima de un anteojo imaginario)
El Mal Amado.– Simular que vomito sobre la espalda de alguien que está bebiendo. ¿Y la tuya? (Dándole un codazo)
La Mal Amada.– Esconderme un maní en la nariz y estornudar aparatosamente.
El Mal Amado.– ¿Cómo te llamás?
La Mal Amada.– No suelo hacerlo: siempre sé dónde estoy.
El Mal Amado.– ¡A mí me pasa lo mismo!, pero me dicen el Mal Amado.
La Mal Amada.– A mí, cuando paso, los mismos me dicen la Mal Amada.
El Mal Amado.– ¡Porque lo dice el cartel que tenés pegado en la espalda!
La Mal Amada.– Vos también tenés un cartel (mirándole) ¡Qué coincidencia!
El Mal Amado.– Una coincidencia que de nada sirve, porque ya está hecho el servicio.
SORE lanza otro bodoque al cielo y aparecen las estrellas; danza alrededor de ellos y les atina un bodoque a cada uno. Coloca una botella de licor entre ellos.
La Mal Amada.– Lo tiene merecido, ¡por estúpida! (Se acerca un poco, bebe un trago escondiendo la pancita; con actitud de despecho hacia el ausente, le ofrece y se ofrece al presente; después se retira sumisa).
El Mal Amado.– Si la estupidez fuese una religión, él sería su Sumo Sacerdote (Con un tono de retórica sofística, da un paso hacia la Mal Amada, toma un trago más largo que ella y la saluda con la botella).
La Mal Amada.– No juzgues con rudeza (Mirándolo a los ojos).
El Mal Amado.– La compasión de nada sirve (Mirándola a los labios). ¡La culpa fue de él! (Adelanta el pie izquierdo, que estaba retrasado, haciendo coincidir el acento de la frase con la pisada).
La Mal Amada.– ¡La culpa fue de ella! (Idéntica actitud a la de su oponente).
Los dos quedan enfrentados, con las piernas separadas y semi-flexionadas, los brazos flexionados, desafiantes. Comienza a escucharse un ritmo de tambores.
El Mal Amado.– ¿Por qué buscar culpables cuando todo fracasó? (Alternativamente, refuerza cada acento con una pisada plena de cada pie, haciendo girar su cuerpo a contrarreloj en derredor a la Mal Amada que acompaña, a la manera de una danza tribal. Se detiene). ¡La culpa fue de él! (levantando la mano derecha como una arenga).
La Mal Amada.– ¡La culpa fue de ella! (ídem al Mal Amado). (Reinicia la danza, en sentido horario, ídem) Estar siempre confiada en lo que pueda suceder.
El Mal Amado.– ¿La culpa fue de él? (Levanta las dos manos extendidas hacia delante).
La Mal Amada.– ¿La culpa fue de ella? (Hace lo mismo y los dedos se trenzan como en una lucha greco-romana, con gestos de bronca retenida).
El Mal Amado.– De ese error ¿soy culpable? (Mirándola fijamente, con una actitud desafiante).
La Mal Amada.– ¡Nunca has obrado mal! (Mirándolo con ternura, inclina el rostro hacia un lado).
El Mal Amado.– Entonces, ¿por qué me importunas? (Mirándola como perro apaleado).
La Mal Amada.– No pretendo fastidiarte sin razón (Baja sus manos a los costados del cuerpo mientras retiene las del Mal Amado). Quiero que reflexiones… ¡que hagamos algo de provecho!
SORE los enlaza con una liana de isipó, muy aparatosamente.
El Mal Amado.– Nosotros dos…¿juntos? Si no nos conocemos.
La Mal Amada.– Podemos hacerlo.., si quieres.
SORE ajusta el lazo.
Desde cada ventana aparecen manos que comienzan a separar a cada uno de los amantes. A ambos lados de cada ventana aparecen los carteles 1-2 y 3-4, escritos sobre tela de rafia sintética.
Cartel 1.– Dos por uno: Amor de segundamano.
Cartel 2.– Todos los caminos conducen a ROMA.
La Mal Amada.– Yo sólo quiero llegar al AMOR. (Marca la palabra ROMA).
El Mal Amado.– Para eso, sólo es preciso encontrarle la vuelta. (Y hace un gesto con la mano).
La Mal Amada.– ¿Vas a venir en mis cumpleaños?
El Mal Amado.– Voy a saber esperarte: nunca me voy a propasar contigo.
La Mal Amada.– Eres mi redentor: me siento limpia otra vez. (Y se le cae una muñeca de entre las ropas).
El Mal Amado.– ¡Eres la razón de mi muerte! (Y hace otro gesto con la mano).
Cartel 3.– Te sacaste la lotería: ya viene con premio.
Cartel 4.– Mientras nazca en mi campo, el ternero es mío.
El Mal Amado.– Ya mi corazón late en sintonía con el tuyo (Toma la mano derecha de la Mal Amada y la apoya sobre su corazón y la otra mano sobre el corazón de ella).
La Mal Amada.– Te propongo que comencemos de nuevo, como si nada de esto hubiera pasado.
El Mal Amado.– ¡Hecho! (Salen presurosos hacia sus respectivas ventanas)
¡Pobre estúpido! (como pensando en voz alta).
La Mal Amada.– ¡Pobre estúpida! (ídem).
Desde el cielorraso bajan carteles como pasacalles, que tapan a la luna y las estrellas, con grafittis escritos por los actores…SORE se retira, apesadumbrado, mascullando. fiN
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