miércoles, 16 de mayo de 2007

TRES TAZAS DE TRIGO (Drama Astral)

Autor: Salvador Lemis

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"Erase una casa en medio de un lago, en medio de un Zoológico, en medio de una ciudad, en
medio del mar, en medio de un planeta, en medio del Universo".

PERSONAJES:
(Para tres actores.)
Mae, madre y Ema, actriz
Pae Noé, padre
Ángel, hijo y Bebé, segundo hijo

CUADRO I

Inicio del Drama Astral para tres actores. Una ceremonia. Gran Teatro del Mundo. Se escoge previamente a una actriz del público y se le entrega con mucha rimbombancia una estatuilla llamada MAE, con la inscripción: "MAE - TEATRO EN LAS NUBES". Apoteosis. Apagón total. Comienza la obra TRES TAZAS DE TRIGO.















CUADRO II

Oscuridad. Interior de casa. Una medialuna gris se ve a través de las cortinas. Mae viene con unas tijeras y se acerca a la cuna. Le corta las alas a su hijo, unas hermosas alas blancas que ilumina con una vela encendida. Tira las plumas por la ventana, hacia el lago. El muchacho llora desconsoladamente y Mae lo carga en sus brazos, como la Pietá. Esconde las tijeras.

MAE: ¿Por qué lloras, niño mío? ¿Por qué?
ÁNGEL: Me da vergüenza.
MAE: No puedes avergonzarte ante tu Mae.
ÁNGEL: Soñé que iba por un campo sembrado de hortalizas, con conejos y todo, cuando me encuentro con una vaca desnuda.
MAE: Soñar con vacas es infidelidad.
ÁNGEL: Yo me excité muchísimo y la vaca también… entonces fornicamos allí mismo, delante de los campesinos.
MAE: Qué emocionante debe ser, ¿no?
ÁNGEL: Era espantoso. Cada vez que la metía y la sacaba, la vaca se iba transformando en una locomotora, en un horno, una pared, una tumba, un cohete, una cerradura… y así… un tractor, una vieja, un General… en fin.
MAE: Es muy raro tu sueño, hijo. Creo que se avecinan malos acontecimientos.
ÁNGEL: Tengo miedo, Mae.
MAE: No te preocupes. Si se cuenta el sueño antes del mediodía, no pasa nada. Ven, voy a enseñarte el amanecer. (Van a la ventana.)
ÁNGEL: Oye, Mae, me gustaría que me regalaras una brújula.
MAE: ¿Y eso para qué puede servirte?
ÁNGEL: Es de gran ayuda en las pesadillas.
MAE: Ah ... cuando pequeña solía acostarme con un ovillo de lana.
ÁNGEL: ¡Mira el amanecer!
MAE: Al menos eso tenemos. Cada vez que sale ese viejo sol, sabemos que somos dueños de otro día más para comer, cagar y dormir. Una y otra vez.
ÁNGEL: ¿Sabes, Mae? Estoy muy orgulloso de ti, las otras madrecitas deben ser bastante aburridas.
MAE: Como ostras.
ÁNGEL: Me gustaría hacerte un retrato.
MAE: Como quieras. Puedo posar desnuda. Siempre que Pae no se entere.
ÁNGEL: (Ágil.) Inclínate allí. (Trae su caballete, pinceles y paleta.) Busca una pose de quince años.
MAE: (Acomodándose.) Bah, soy una vieja bruja.
ÁNGEL: Falsa modestia. (Pinta manchas de colores.)
MAE: (Mira con el rabillo del ojo.) Es un embarro.
ÁNGEL: Así te veo.
MAE: Debo estar calamitosa. Mi agotamiento es grande.
ÁNGEL: (Pinta.) ¿Adónde has viajado esta noche, Mae?
MAE: He ido al cielo.
ÁNGEL: ¿Es grande? ¿Tiene Mercados?
MAE: Es vastísimo... y también tiene mercados.
ÁNGEL: ¿No me trajiste un regalo del cielo, Mae?
MAE: Son carísimos, sobretodo los regalos. Pero desde allá te envié una carta.
ÁNGEL. ¿Es verdad que, en comparación con el cielo, este sitio es un infierno?
MAE: De todo eso te escribo en la carta.
ÁNGEL: Si yo pudiera salir de aquí, ¿sabes a dónde iría primero?
MAE. No sé.
ÁNGEL: A otro Zoológico.
MAE: Loco. ¿Para qué?
ÁNGEL: Para comparar.
MAE: Esa es la peor de las razones. Somos dichosos sólo por comparación. (Observa la pintura.) Uhm, me parezco a ti en el retrato.
ÁNGEL: Algún día seré tan famoso como los reyes... entonces pediré una visa y los visitaré en su propio reino.
MAE: No fantasees tanto y vete a lavar los dientes, que tienes mal aliento. Ah, deja la pintura y sigue escribiendo, que te va mejor.
ÁNGEL: Tienes razón, pintar da hambre.
MAE: ¿Te sirvo el trigo?
ÁNGEL: ¿Otra vez?
MAE: Per secula seculorum. (Rasga el retrato.)
ÁNGEL: (Regresa con la boca espumosa.) Contaré la pesadilla en mi diario. (Continúa hablando con el cepillo y se torna incomprensible.)
MAE: (Asiente.) Deberías escribir chismes sobre los políticos de Los Pinos y los artistas de Las Lomas. Da más dinero.
ÁNGEL: No me incumbe. (Lanza el buche de crema dental por la ventana.)
MAE: Vas a contaminar el lago de los flamencos y tu padre te pegará.
ÁNGEL: Da igual.
MAE: Ahora tira la basura. No, no, espera. Ah, debo estar trastornada y no me doy cuenta. Olvida lo que dije.
ÁNGEL: (Feliz.) ¡Puedo regresar enseguida!
MAE: Hay que respetar. Son órdenes de Pae.
ÁNGEL: Si salgo podré respirar un poco. Déjame, Mae. Oh, déjame...
MAE: No se puede.
ÁNGEL: Traigo oxígeno también para ti.
MAE: Estás loco, ¡es como robar miel!
ÁNGEL: Tu mente no está aquí, por eso estás conforme.
MAE: Estamos juntos, amor.
ÁNGEL: Estoy hastiado. Deberíamos vivir en medio del mar y que no hubiese tierra.
MAE: ¿Por dónde vamos a caminar?
ÁNGEL: Por encima del agua. Seríamos libres.
MAE: Nunca me han gustado tus ensueños.
ÁNGEL: A mí tampoco los tuyos.
MAE. (Lo abraza.) Vamos. Mi único ensueño eres tú. Ni siquiera tu padre, que es una pesada carga . . . pero no se lo digas. (Intenta besarlo.) Ni se te ocurra. Nunca le digas que reniego de él. (Besa y muerde levemente su oreja.) Aléjate. ¡Cuánto te hace brillar el sol! (Gira.) Déjame mirarte bien. Hoy tienes cara de ángel. ¡Oh, dios, un ángel de oro! Ya no te llamarás Franz. Te llamarás Ángel.
ÁNGEL: Otra vez cambiándome el nombre.
MAE: Has de llamarte Ángel.
ÁNGEL: No acabo de acostumbrarme a tus desvaríos.
MAE: (Jala sus cabellos.) Tienes una fuerte crin. Esa te la di yo. Y el trigo. (Silbidos.) ¿No has oído? (Se asusta.) ¡Es el silbido de Pae! Rápido, dibuja cualquier cosa, algo que no sea comprometedor. Cierra la ventana.
ÁNGEL: (Lo hace.) Miedosa. (Se escuchan fuertes pasos, como de ogro.)




CUADRO III

Entra Pae y cuelga su sombrero en un perchero cargado de gorras, tricornios, kepis, hongos, pajillas, copas... Deja un par de remos reclinados a la pared.

PAE: (Se acerca.) Hola, Mae, qué fea y ojerosa estás.
MAE: ¿Has pensado en mí?
PAE: No. No tuve tiempo. Hoy se han escapado tres hienas.
MAE: ¿Las cazaste?
PAE: Pude encerrarlas, menos a una. Están locas si quieren burlarse de mí.
MAE: Bien hecho.
PAE: (Señala.) ¿Y ése quién es?
MAE: ÁNGEL.
PAE: He prohibido la visita de extraños.
MAE. ¿Estás ciego, Noé?
PAE: Enséñeme alguna credencial de identificación.
ÁNGEL: (Murmura entre dientes y le entrega varias.)
MAE: ¡Es tu hijo!
PAE. Todos sus datos son diferentes.
MAE: Son los nombres que le hemos dado. Hoy se llama Ángel.
PAE: ¿Ángel? Uhm, déjame mirarte bien. En verdad te pareces a mí. ¡Mae, es mi sangre!
ÁNGEL: Claro, Pae.
MAE: (Ríe.) Ya te lo dije.
PAE: Un abrazo, hijo mío. (Se abrazan.)
MAE: Oh, qué emoción. Háganlo de nuevo, pero en cámara lenta. (Lo repiten.)
PAE: Perdona a tu Pae, hijo. Tengo tanto trabajo en este Zoológico que me olvido de ti. Estas guardias nocturnas me dejan extenuado. (Entra al cuarto de baño.)



CUADRO IV

Ángel y Mae se observan como a través de cien cristales. Oyen ruidos.

MAE: (Tiembla.) Ángel, están dando arañazos en la puerta. Hay alguien afuera.
ÁNGEL: (Mira por la ventana.) Es una hiena, Mae. Creo que está herida.
MAE: Eso nos faltaba.
ÁNGEL: Déjala entrar.
MAE: Estás delirando. ¡Tu padre nos mata!
ÁNGEL: Está riéndose.
MAE: (Va a la ventana.) Órale... Váyase, váyase.
ÁNGEL: Tiene los ojos llorosos, Mae.
MAE: Váyase, nos compromete.
ÁNGEL: ¿Cómo habrá llegado hasta aquí?
MAE: De piedra en piedra, nadó, no sé.
ÁNGEL: ¿Dónde está Pae?
MAE: Se estará rasurando.
ÁNGEL: Deberías entretenerlo.
MAE: Creerá que somos cómplices y no es verdad.
ÁNGEL: Hay que curarla, Mae, no seas inhumana.
MAE: Tu padre hace el trabajo y tú se lo echas a perder.
ÁNGEL: ¡Mae, los cocodrilos! ¡Vienen a su encuentro!
MAE: ¡Cierra esa ventana!
ÁNGEL: ¡La van a devorar!
MAE: Cierra. Hay peste a sangre.
ÁNGEL: Pobrecita, Mae. Alcánzame el arco y las flechas. ¡Rápido! (Mae va.) Atrás cocodrilos, atrás.
MAE: El carcaj. (Ángel dispara flechas.)
ÁNGEL: ¡Le di a uno!
MAE: Tienes mejor puntería que tu padre.
ÁNGEL: Otro. Hay decenas. Oh. Mae.
MAE: Déjala, no hay remedio.
ÁNGEL: Se la están comiendo.
MAE: Bastante hiciste.
ÁNGEL: No sé nunca de qué parte estás.
MAE: Dispénsame mis pensamientos.
ÁNGEL: Cierra la ventana.
MAE: Es mejor así. De todas las maneras, es una hiena menos. Además, hijito, los cocodrilos están muy hambrientos. La ración de trigo ha sido recortada. La globalización...
ÁNGEL: (Escupe.) Que se coman a los flamencos.
MAE: De política animal no entiendes nada, nada, nada. (Entreabre la puerta.) Ya se hundieron, por suerte, los cadáveres.
ÁNGEL: Entrañas. Qué asco.
MAE: Debían darte apetito. Espera, ya tu desayuno está listo. (Sale.)
CUADRO V

Entra Pae, secándose con una toalla negra y amplia como carpa de circo.
PAE: Tu mente, ¿cómo va?
ÁNGEL: Ahí.
PAE: ¿Cómo ahí? Quiero que tu cerebro tenga la perfección de un reloj para bombas de tiempo. ¿Has soñado?
ÁNGEL: No, Pae, no he soñado. Tuve una pesadilla. Lo siento.
PAE: Malo, malo, malísimo.
ÁNGEL: Fue sin querer.
PAE: Hay que anudar algunas circunvoluciones cerebrales. La voluntad no puede escaparse así como así. ¿Y qué pesadilla tuviste, Ángel? Tengo el derecho a saberlo.
ÁNGEL: Era un sitio sucio y destartalado. Apestaba a humo. Pasaba mucho gente como tú o como Mae. Todos fumaban la misma marca de cigarros. Con un camello. Era insoportable.
PAE: ¿Algo más?
ÁNGEL: No.
PAE: ¿Te agredían?
ÁNGEL: Me miraban con amargura. Era como si yo tuviera la culpa de que fumaran y fumaran.
PAE: Curioso. Tuve una así cuando era joven. Habrá que dejar cerradas las ventanas mientras duermes, para que no entre humo.
ÁNGEL: ¡Oh, no, Papá Pae, eso no! ¡Por favor, eso no! (Entra Mae con una bandeja y tres tazas de trigo.)
MAE: Déjalas abiertas, amor, lo enseñé a mirar las estrellas.
PAE: Mae, eres una extravagancia con cara de Mae.
MAE: ¿Vas a desayunar?
PAE: Lo hice en la madrugada. Con los pingüinos. Buen provecho. Las pamplinas de tu hijo me descorazonan y me quitan el apetito. (Sale hablando solo.)
ÁNGEL: (Se sienta a desayunar.) Mamá, estoy aburrido; este país es un horno.
MAE: Se dice: esta casa es un horno. Si algún animal te oye va a pensar que no amas a tu patria y eso no es verdad.
ÁNGEL: Perdona. Esta casa es un horno. Todo se hace tan tedioso.
MAE: Inventa un juego. Cuando eras pequeño, tenías más imaginación. Si no anduvieras masturbándote por lo rincones, te quedara algo de fantasía. Eso embrutece.
ÁNGEL: No puedo andar ensartando collares de recuerdos como tú. No tengo pasado.
MAE: Mira, mira los dibujos de humedad en la pared: ése es un camello perdido en la Nochebuena. Aquella señora pasea con sombrilla bajo la lluvia del cielo. Ese canguro...
ÁNGEL: No es un canguro. Es un rinoceronte y tiene una pata en cabestrillo.
MAE: (Se fija.) Tienes razón. Has salido a tu padre. Tienes cerebro de acero.
ÁNGEL: Siempre te contradices.
MAE: ¿Qué murmuras?
ÁNGEL: Tu parloteo..., de nada me sirve.
MAE: ¡Ándele por ahí...! Me aplaudían en los antros. Lástima que los hayan cerrado. En mis tiempos fui reina de cantinas, después... llegó tu padre.
ÁNGEL: La misma historia de siempre.
MAE: La historia no varía, Ángel, ¿no te lo hemos enseñado?
ÁNGEL: (Corre y juega con sus armas de juguete.) Mi padre llegó al bar de las montañas. ¡1910! ¿O fue después? (Dispara) Una pistola a cada lado. ¡Plaf, suip, suip, suip! Empujó las puertas y te conquistó. ¡Ahí se va corriendo el matón del pueblo!
MAE: (Aplaude.) ¡BRAVO! Es una historia de amor de Antologías. Llegó justo a tiempo: si se demora cuatro o cinco marineros más, me hubiera encontrado destrozada.
ÁNGEL: Luego nací yo. En el año que me planificaron.
MAE: Mi Angelito. Válgame cualquier dios que no sacaste alas. Pensándolo bien, me encantaría que tuvieses alas, unas largas alas blancas o unas de mariposa, con colorines. Un rombo, un cuadrilátero, un triángulo, unas rayitas... ¡Verde, blancas y rojas!
ÁNGEL: ¿Nací en un teatro?
MAE: Ahí. Estabas lleno de sangre y telarañas. ¡Y de tequila, porque tu padre se guacareó! ¡Naciste de milagro!
ÁNGEL: ¿Cómo era yo, mamá?
MAE: Eras un asco. Largo y peludo. Las manitas aquí. Las piernas en cuclillas. Un feto grande. Y gritabas...
ÁNGEL: (Grita.) Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhh...
MAE: Un poco más bajo, hijo, no tenías los pulmones de ahora. ¿Estás fumando, Ángel?
ÁNGEL: No, mamá.
MAE: Bien.
ÁNGEL: Mae, este trigo desabrido me pone chipil. (Gime bajo.)
MAE: (Le observa compungida y saca un seno.) Ven, pequeñín, mama de mi chichi. Está riquísima.
ÁNGEL: (Chupa.) Puaf, sabe a trigo. (Escupe.)



CUADRO VI

Mae aúlla lastimeramente, como una loba desangrándose. Pae viene corriendo y observa la escena. Todo vuelve a la normalidad. Se sientan los tres a la mesa.

PAE: No pude resistir la tentación.
MAE: Estoy orgullosa de ti.
PAE: Uhm, qué buen trigo. Te ha quedado espeso, Mae.
MAE: Así es como nos gusta.
PAE: Bébelo, Ángel.
ÁNGEL: Está muy caliente.
MAE: Quema la garganta y el corazón.
PAE: Nada de sentimentalismos, querida mía.
MAE: Estás equivocado. No son simples sentimientos ni gazmoñerías de improvisada. (Pausa larga) He envenenado el trigo; para ser más exacta: una sola taza.
PAE: Deja las bromas macabras, Mae.
MAE. No es juego, es realidad.
PAE: ¡Dejemos eso! Ángel, bendice los alimentos.
ÁNGEL: El alimento, Pae.
PAE: ¿Es que se han puesto de acuerdo para sublevarse? Hazlo.
ÁNGEL:
Gracias, Señor y Señora, les damos
por el trigo nuestro de cada día.
Lo tomaremos con gusto en el nombre
de Pae, Mae y el Espíritu Santo. Amén.
TODOS: Pae, Mae y el Espíritu Santo. Amén. (Beben.)
PAE: (Su rostro se congestiona y siente estertores y espasmos.) ¿Qué sucede, Mae? ¿Por qué... oh? (Pae vomita y muere.)
ÁNGEL: (Aterrorizado.) Mae, está tieso.
MAE: (Sonríe.) Puso mueca de payaso.
ÁNGEL: ¿Somos libres?
MAE: (Acaricia a Pae.) Ah, si mis venenos duraran toda la vida, pero los hago con flores silvestres, Ángel; duran tan sólo una noche.
ÁNGEL: ¿Es muy largo el camino desde aquí hasta la salida del Zoológico?
MAE: Más largo que el camino de las arrugas, que es mucho decir.
ÁNGEL: Hum.
MAE: ¿Qué estás tramando? No vas a abandonar a tu madre, ¿verdad?
ÁNGEL: Muérete, anda, si te mueres primero... yo no tendría que abandonarte. Muere tu también, mamá, por favor.
MAE: Haré lo imposible por apelar al suicidio. No te apures.
ÁNGEL: (Feliz.) Oh, sí, please. (Transición.) ¿Cómo quieres el velorio?
MAE: Quiero que asista mucha gente. Que lleven sus cámaras con flashes. Hay que ir a una imprenta y hacer invitaciones de color violeta. En el ataúd me gustaría aparecer bien maquillada, con trenzas y lazos que me rejuvenezcan. Quiero que los que se asomen al cristal deseen acostarse conmigo. (Emocionada) ¡Y que el dos de noviembre, me aclamen!
ÁNGEL: Mientras tú te pudres, yo huyo.
MAE: ¿Y por qué quieres irte de aquí?
ÁNGEL: Para estudiar una carrera.
MAE. ¿Qué más desearías aprender?
ÁNGEL: Cinismo. Licenciado en Cinismo.
MAE: ¿De dónde has sacado eso?
ÁNGEL: Leí en una revista que los cínicos llegaban lejos.
MAE: Olvídalo. En estos tiempos es mejor que seas autodidacta y estudies vagabundeo. Es más utilitario. El que trota el mundo halla cosas.
ÁNGEL: ¿Si me llevo por tus consejos llegaré a viejo?
MAE: Seguramente.
ÁNGEL: (Serio) Órale. Entonces me arrepiento. En la revista decía también que los padres y los hijos son grandes enemigos.
MAE: ¡Ándele por ahí! Deja de estar leyendo artículos de pacotilla sobre las noches, los asesinos y las rosas de dos aromas.
ÁNGEL: No veo el peligro de aprender . . .
MAE: Estás envenenando tu inteligencia natural. Te viene desde mi útero, amor mío, y-la-estás-echando-a-perder.
ÁNGEL: Gracias, Mae. Todas tus enseñanzas me servirán, porque voy a ser escritor.
MAE: Qué orgullo infinitesimal. Escribe sobre mí y sobre la eternidad. (Orgullosísima.) Bésame la nariz.
ÁNGEL: Eso no es higiénico. (Transición.) Mae, ¿cuándo crees que me voy a morir?
MAE: Tú eres eterno.
ÁNGEL: ¿Cómo lo sabes?
MAE: Por una cicatriz que tienes en la espalda.
ÁNGEL: Es punzante. Me duelen los pulmones.
MAE: ¿Has fumado, Ángel?
ÁNGEL: No.
MAE: Bésame en la boca.



CUADRO VII

Ángel intenta escabullirse de la persecución de Mae y se oculta detrás de los objetos. Se convierte en murciélago, se transforma en un florero y en una silla de madera, luego en una reproducción de Picasso y hasta en la bandera japonesa. Mae lo agarra y adopta una pose copiada de Sarah, o sea, de Madame Sarah Bernhardt.

MAE: Bésame. Oh, bésame.
ÁNGEL: ¿Por qué?
MAE: Quiero comprobarlo. Si me desobedeces se lo digo a tu padre. Claro, si resucita.
ÁNGEL: (La besa.) Hace calor . . .
MAE: Has fumado rubios.
ÁNGEL: Te juro que no.
MAE: ¿Por qué lo juras, Ángel? Sólo si haces un juramento poderoso...
ÁNGEL: Por tu amor.
MAE: ¡Me basta! (Transición) Tienes razón, hace calor. ¿Tendrías la bondad de zafarme el vestido? Gracias, marquesito. Sopla un poco de aliento adolescente, que es pura fruta. Así, así.
ÁNGEL: Ahora no tengo deseos.
MAE: Si no te insinúo nada, hijo.
ÁNGEL: Es que la vaca también empezó con lo del calor. El sueño . . .
MAE: (Ruda.) Ya sabes que tu padre no permite que soñemos.
ÁNGEL: Contigo tengo confianza.
MAE. Desconfía hasta de tu madre. Eso también es ley en esta casa, alma mía.
ÁNGEL: Al amanecer estaba todo mojado.
MAE: ¿Y me lo dices, cabrón? Mira estas manos. Eran lindas y suaves . . . hace tanto tiempo. ¿Sabes por qué están marchitas? De lavar tus sábanas y pañales, cochino. La maternidad me envejeció cincuenta años.
ÁNGEL: (Toma su mano.) Ven.
MAE: (Temblorosa.) ¿Adónde?
ÁNGEL: A tu colchón de agua. (Salen lentamente. Luego se oye un grito de Mae.)



CUADRO VIII

Ángel escribe con una pluma de ganso sobre pliegos recién envejecidos. Mae se acerca con los brazos cruzados y el índice en la barbilla. Ángel está ensimismado.

ÁNGEL: (Escribe.) "... a quien con cansado esfuerzo le sea devuelto el don imposible de creer". Hum, esa frase me ha quedado impresionante. Es lo que se llama una frase hermosa... o mejor, una hermosa frase.
MAE: ¿Otra vez escribes en tu viejo Diario, hijo?
ÁNGEL: Oh, no, Mae, escribo una obra de teatro.
MAE: ¿Teatro? Lo que nos faltaba. No tienes actores.
ÁNGEL: Me gusta tu vida, Mae.
MAE: Y eso que desconoces más de la mitad.
ÁNGEL: Lo que no conozco lo invento.
MAE: ¿Y cómo la titulas?
ÁNGEL: Oh, no te gustaría: se llama TRES TAZAS DE TRIGO.
MAE: Uhm, ¿es autobiográfica? Léeme algo, por favor.
ÁNGEL: Un personaje se llama Ema. Llega y le pregunta a su hijo: "¿Otra vez escribes en tu viejo Diario, hijo?" Y él le contesta: "Oh, no, Ema. Escribo una obra de teatro".
MAE: Eso es un poco bobo. ¿Me lees otra escena, por favor?
ÁNGEL: Pudiera leerte la de la muerte de la tal Ema.
MAE: ¿Ema muere?
ÁNGEL: Tiene una muerte brutal.
MAE: Pobrecita. Para ser autor de teatro, primero debes ser misericordioso con tus personajes, hijo; pero lee, lee.
ÁNGEL: Si leo sólo fragmentos no entenderías nada, nada, nada.
MAE: No importa. Te escucho para sentirme orgullosa. Quise llenar mi habitación de premios y estatuillas, pero nada más me dieron diplomas y más diplomas. Tu madre es una actriz tremendamente frustrada.
ÁNGEL: Un día podré ser director de teatro, Mae: un director famoso y te convertiré en una diva. Valdrá más tu actuación que toda la escenografía o los costos y todo eso... Entonces en el futuro, cuando ya te hayas muerto... habrá una estatuilla que se llame Mae y será codiciada por todas las actrices del mundo.
MAE: Me has hecho llorar.
ÁNGEL: Llora, Mae.
MAE: No te lo perdono. Estaba ahorrando las lágrimas para una mala noticia o algo así.
ÁNGEL: ¿Te leo más?
MAE: Déjalo. Me hago ilusión. Mejor te pones a escribir recetas de cocina, que dan más dinero.
ÁNGEL: Gloria o dinero, ésa es la cuestión.
MAE. Mejor las dos cosas. (Se asusta.) ¡ÁNGEL, MI PANZA ESTA CRECIENDO! (Su barriga se infla como un globo.)
ÁNGEL: Es natural. Tú tendrás un bebé y yo una obra. Te invitaré al estreno algún día, Mae.
MAE: ¿Qué dirá Pae? (Pae se despierta ruidosamente.)



CUADRO IX

Pae, adormilado, mira a todas partes y bosteza como un oso, luego como un mono verde y, finalmente, como un hombre satisfecho. Mae intenta inútilmente ocultar su gran barriga. Ángel recoge sus manuscritos.

PAE: Las cosas que hay que hacer para que el hijo beba su trigo . . .
MAE: ¿Te sientes mejor?
PAE: ¡Qué desayuno tan indigesto! ¿En qué año estamos?
MAE: Tienes estómago de acero, querido. La dosis era muy fuerte.
PAE: (Sorprendido.) ¿Qué tienes ahí?
MAE. Mi tripa. El salvado de trigo se infla con el agua.
PAE: Cualquiera diría . . .
MAE: (Sonriente) ¡Felicidades, amorcito!
PAE: (Feliz.) ¿En serio?
MAE. Odio los jueguitos macabros.
PAE: (La abraza y valsean.) ¡Vamos a tener una niña! ¡Bravo! ¿Comprenden lo que significa?
MAE: No.
ÁNGEL: No.
PAE: Seremos una familia civilizada... según la UNESCO y la UNICEF.
MAE: ¿No es maravilloso? (Sonríe, se engurruña y vuelve a sonreír.)
PAE: Hay que celebrarlo. Trae la cerveza de trigo, Ángel. (Sale.)
MAE: Tengo que decirte una cosa . . .
PAE: Déjalo para después, querida. Ahora soy el más feliz del mundo: alguien más a quien reprimir, dar órdenes, recriminar, atosigar, militarizar, oh. ¡Vivan la democracia, el cambio, oh!
ÁNGEL: (Con las jarras.) Aquí están.
PAE: Bebe tú también, hijo. Eres todo un hombre.
MAE: Eso sí es verdad. (Beben.)
ÁNGEL: No, gracias.
PAE: Vamos, mi amor, debes descansar
MAE: (A Ángel.) Es su excusa como personaje para sacarme de escena. (Mutis de ambos.)




CUADRO X


Ángel se siente náufrago de sí mismo y dibuja un Mapa en una hoja de papel. Echa el pliego en una botella y lo tira al lago desde la ventana.



CUADRO XI

Ángel raya el piso con el mismo creyón. Mae se pasea nerviosa.

MAE: Ángel, ¿por qué manchas todo el piso y los muebles con la crayola gris?
ÁNGEL: Pinto las sombras que hacen los objetos, Mae.
MAE: Creo que esa ocupación no es muy sana que digamos. A ver si te ocupas en algo de más utilidad. ¿Sabes tejer?
ÁNGEL: No.
MAE: ¿Cocinar papilla de trigo?
ÁNGEL: No.
MAE: ¿Lavar culitos?
ÁNGEL: Tampoco.
MAE: Tendrás que aprender.
ÁNGEL: Bueno. ¿Has descansado, Mae?
MAE: (Secretea.) Pude dormir un poco.
ÁNGEL: ¿Soñaste?
MAE: Pícaro. Quieres saber si te traje un regalo.
ÁNGEL: (Ruborizado.) Sí.
MAE: ¡Por supuesto! (Descubre una caja con moños rojos.)
ÁNGEL: (La abre en un santiamén.) ¡Hojas secas!
MAE: Son de otro país... (En confidencia.) Del Monte de los Olivos.
ÁNGEL: ¿Para qué sirven?
MAE: Riégalas por el piso y camina sobre ellas.
ÁNGEL: (Lo hace.) ¡Crepitan!
MAE: Es el ruido del bosque en otoño. ¿Te gusta?
ÁNGEL: Oh, Mae, es el mejor regalo que se te ha ocurrido.
MAE: Camina, camina, hijo. (Ángel cierra los ojos y se extasía girando en aquel basurero.)



CUADRO XII

Se sobresaltan al escuchar unos gritos roncos en la lejanía.

ÁNGEL: Mae, los pavorreales están gritando otra vez.
MAE: Déjalos, ya Pae los asustará y no tendrán más remedio que callarse.
ÁNGEL: Dicen que estamos locos.
MAE: ¿Qué más dicen?
ÁNGEL: ...que vamos a morirnos de hambre.
MAE: (En la ventana.) Ssshhh, malditos pajarracos.
ÁNGEL: Espera. Oh, eso no lo entendí.
MAE: Escucha bien y luego se lo cuentas a tu padre.
ÁNGEL: Dicen que tú tienes las pompis de goma.
MAE: ¿Serán atrevidos?
ÁNGEL: Y dicen que Pae tiene el pilín demasiado corto.
MAE: Qué grosería. ¿Dicen algo malo de ti?
ÁNGEL: ¿De mí? (Pausa) Nada.
MAE: Los voy a envenenar. Cuando les prepare su ración de trigo echaré saliva de cascabel.
ÁNGEL: Déjalos, Mae. Dice Pae que mientras griten y no actúen no hay de qué preocuparse.
MAE: Valiente filosofía la de tu padre. Es como para retorcerle el pescuezo junto a los pajarracos parlanchines.
ÁNGEL: ¡Gritan los guajolotes! Y Anansa, la oca, es la primera que grita.
MAE: Para tu cumpleaños la haré sopa. Comerás sopa de oca.
ÁNGEL: (Desde la ventana.) Mae, mira qué luna tan redonda.
MAE: Nunca ha sido cuadrada.
ÁNGEL: Tiene sonrisa de Madona.
MAE: (Reclinándose.) En el lago tengo un jardincillo de giralunas, ¿no las ves?
ÁNGEL: ¿Las azules con fosforescencias?
MAE: Esas. ¿Siguen vivas?
ÁNGEL: Claro, Mae. Parece un bosque de árboles de Navidad.
MAE: Si mi niño nace vivo, le haré una ensalada con hojas de giralunas. Son muy nutritivas.
ÁNGEL: ¿Lo sabe Pae?
MAE: No. Ni se te ocurra decírselo. Quiere que el niño se alimente sólo de trigo..., compotas de trigo.
ÁNGEL: Abusador.
MAE: ¿Se mueve la luna de su lugar, Ángel?
ÁNGEL: No.
MAE: Es extraño. Tengo molestias. Si se moviera es que voy a parir algo al amanecer.
ÁNGEL: (Tiembla.) ¡Eh, Mae, tienes razón! ¡La luna está creciendo! ¡No cabe en el cielo!
MAE: Es que se acerca como un meteoro.
ÁNGEL: Las focas están revueltas. Mensas, se creen que es una pelota.
MAE: (Incorporándose.) Ayúdame a preparar mi neceser. El visitante viene en camino.
ÁNGEL: ¿La luna no chocará?
MAE: Ya me ha dado su aviso. Se retirará enseguida.
ÁNGEL: (Alarmadísimo.) ¡Vamos a estallar, Mae! ¡No se detiene!
MAE: (Va a la ventana y mueve sus brazos con un pañuelo azul.) ¿Ves?
ÁNGEL: ¡Eres una maga, Mae!
MAE: Soy quien soy. Ahahgg... (Sufre un dolor en el bajovientre.)
ÁNGEL: ¿Qué tienes, Mae?
MAE: No te asustes, lindo. Fue sólo una punzada.
PAE: (Entra con su uniforme de guardador del Zoo.) ¿Qué hace mi esposa levantada?
MAE: Levanto el ánimo.
PAE: Mae.
MAE: (Chilla.) ¡Almohadas, trae almohadas y paja seca! ¡Muévanse, pendejos, incapaces! ¡Esos cojines de ahí! Es un desprendimiento...
PAE: (A Ángel, en confidencia.) Es... la criatura.
ÁNGEL: (Ayuda con almohadones, hielo seco y virutas.) ¿Qué? (Aturdido.) ¿Quién?
PAE: Tu hermanito. (Mae se arrellana y suda a mares. Pae y Ángel observan azorados: Mae pone un gran huevo.)
MAE: (Desfallecida rompe el hielo.) Me ha quedado el culo ardiendo.
ÁNGEL: (Acaricia el huevo.) Hermano, hermanito.
PAE: Ha pasado lo peor. (Explica a Ángel.) A veces el huevo se rompe en los intestinos.
ÁNGEL: Mae, ¿yo también nací de un huevo?
MAE: Oh, no, Ángel, a ti te trajo la cigüeña.
ÁNGEL: (Sonríe.) A lo mejor de aquí sale un cisne.
PAE: Nunca se sabe. A veces sale una iguana.
MAE: Depende de los deseos con que hayamos fornicado.
ÁNGEL: Eso quiere decir que el día que me concibieron estaban muy enamorados, ¿no? (Mae y Pae se sacan la lengua. Pae se va a trabajar, recoge su sombrero y sus remos. Ángel va a la ventana y le dice adiós. Mae teje. Entre puntada y puntada, suspira.)



CUADRO XIII

A lo lejos se oyen disparos y Mae se sobresalta. En la ventana, la cabeza del rinoceronte.

ÁNGEL:Arme--alesa--coxti--bulera--pax--pax--fine--alume--cate--lozz--meler--atram--delo--soc--soc--alis--mo--su--mar--texi . . .
MAE: ¡Ángel! Quítate de la ventana.
ÁNGEL: Oh, Mae. El rinoceronte está herido.
MAE: Déjalo, Ángel. Es un mortal peligrosísimo.
ÁNGEL: ¿Dónde están tus sentimientos, Mae? Se va a desangrar.
MAE: Eso no importa ahora. Tengo que cuidar el huevo y cuidarte a ti. Seguramente tu padre lo está buscando y sin dudas lo curará.
ÁNGEL: ¡Ca! Una gasa, Mae. Lo vendaré con cuidado y nadie lo notará nunca.
MAE: Búscala en mi costurero. Hacia el estribor.
ÁNGEL: (Mutis.)
MAE: (Se levanta con esfuerzo y toma un paraguas. Pincha al rinoceronte.) Fuera, bicho. Circula, vamos, circula. (Se acomoda en su nido, muy tranquila.)
ÁNGEL: ¿Crees que alcance para su gran pata? (Despliega una larga cinta.)
MAE: Pienso que sí.
ÁNGEL: Oh, Mae. ¿Dónde está?
MAE: No me percaté, Ángel. Se habrá ido.
ÁNGEL: (Con el paraguas.) Lo has espantado.
MAE: ¿Creerías eso de mí, hijo del alma?
ÁNGEL: Oh, Mae, mala Mae. (Escupe a su madre en la cara y patea el huevo.) Boa constrictor. (Mae sonríe gloriosa.)
MAE: Todos los mortales, príncipe mío... todos, sin excepción, somos peligrosísimos.



CUADRO XIV

Ángel riega muchos pliegos alrededor de Mae y escribe con una pluma de pavorreal. Ella bosteza como un hipopótamo en cautiverio.

MAE: Ángel, me aburro tanto empollando... ¿Quisieras leerme la muerte de la tal Ema?
ÁNGEL: ¿No te impresionará demasiado?
MAE: Soy tan fea como curiosa.
ÁNGEL: Como quieras.
MAE: Me apasionan las tragedias antiguas.
ÁNGEL: No es eso exactamente.
MAE: Las comedias también, sobretodo las de enredos y cuernos.
ÁNGEL: Es un drama astral.
MAE: Vaya, tengo un genio en el Zoológico y no me había percatado.
ÁNGEL: ¿Leo?
MAE: No faltaba más.
ÁNGEL: (Lee.) "Ema grita: ¡¡Auxilio, auxilio, mi casa está en llamas!!, pero nadie acude a salvarla. Corre en su silla de ruedas por toda la habitación..."
MAE: ¿Ema es inválida?
ÁNGEL: Se cortó las piernas para alimentar a sus hijos.
MAE: Qué horror.
ÁNGEL: Les preparó unos biftecs. Las hizo tacos.
MAE: ¿Y me decías que no es una tragedia? Deja, no leas más. Tengo ganas de vomitar.
ÁNGEL: ¿Te da asco mi obra de teatro, Mae?
MAE: Oh, no es por eso . . . Estoy repitiendo buches de trigo.
ÁNGEL: ¿Traigo el orinal para que guacarees?
MAE: Sí, rápido, por favor. (Al traer el bacín, vomita dientes y piedras preciosas.)
ÁNGEL: ¿Te alivia?
MAE: (Mareada aún.) Sí, gracias.
ÁNGEL: (Pensativo observa el vómito y lo huele.) ¿Qué somos, Mae?
MAE: Somos . . . criaturas adorables.
ÁNGEL: ¿De qué especie?
MAE: Seres humanos, por supuesto.
ÁNGEL: Oí gritar a los zopilotes que somos fantasmas.
MAE: No lo creas. Los fantasmitas no comen hojuelas de trigo ni hacen el amor.
ÁNGEL: De pronto sentí miedo.
MAE: Los animales suelen ser muy traicioneros. No hay que escuchar lo que graznan.
ÁNGEL: A veces me entero de verdades que ustedes no me dicen.
MAE: Bah, ellos están resentidos porque permanecen enjaulados... Y entonces se amargan y le amargan la vida a los demás.
ÁNGEL: Se deduce que yo también debo estar resentido, ¿no?
MAE: Je, tu mente viaja demasiado rápido. ¡Eso lo heredaste de mí!
ÁNGEL: También oí gritar que dios no existe. Eso me hizo pensar... ¿Sabes por qué no existe?
MAE: Uf, me apasionan las dificultades semánticas.
ÁNGEL: Porque ya se murió. Vivió, envejeció como todo el mundo y tuvo su funeral. También su muerte y la nuestra es a imagen y semejanza.
MAE: ¿Tú crees? Eso sería muy peligroso si fuese cierto.
ÁNGEL: Lo es.
MAE: Entonces estamos sin protección, Ángel. (Abraza el huevo.)
ÁNGEL: El planeta era el huevo y el Universo un nido... Dios nos empollaba.
MAE: Oh, que alguien se apiade de nosotros.
ÁNGEL: Habrá que elevar a alguno sobre cualquier cruz y ya.
MAE: Sí, pero ¿quién?
ÁNGEL: ¿No te gustaría que yo me sacrificara, Mae? Estarías seguramente orgullosa de mí.
MAE: No, hijo, deja. Prefiero que seas un desconocido.
ÁNGEL: Como quieras.
MAE: Eres obediente.
ÁNGEL: ¿Estás triste, Mae?
MAE: Pienso.
ÁNGEL: ¿En qué?
MAE: Pae Noé debería inmolarse. El tiene su vocación de sacrificado, ¿no te lo parece?
ÁNGEL: Pudiera ser. Los malvados rezarían por él. Los entusiastas, aprovechados y extremistas de todos los partidos, rezarían por su alma.
MAE: Ángel, cariño, más respeto.
ÁNGEL: No se lo merece.
MAE: (Exaltada por una crisis histérica.) ¡Se lo merece y bien! Tú eres el que no te mereces nada. Tienes ideas vagabundas. Te lo hemos dado todo. ¡Todo! Casa, ropa, voz propia, educación y medicina. ¿Y con qué sales tú? ¡Malagradecido! Siempre desconfiando de nuestro desinterés... (Gimotea.) Estúpido, ojete, tarugo.
ÁNGEL: Mae, perdóname.
MAE: ¡No te perdono nada, consentido! ¡Inútil! ¡Menso! ¡Cabroncito! ¡Misógino! ¡Vándalo! (Lo golpea salvajemente por el cuello, la espalda, las nalgas, el sexo, las piernas. Ángel grita y grita. Mae llora desconsolada.)



CUADRO XV

Se escuchan silbidos. Entra Pae, abandona los remos contra la pared y cuelga su sombrero. Luego lo descuelga de nuevo y saca algo de su interior: un conejo blanco. Lo lanza por la ventana. Hay un gran chapoteo por la voracidad de los cocodrilos. Observa la escena de una familia desunida y llorosa.

PAE: ¿Qué sucede?
MAE: Se nos desataron los malos sentimientos.
PAE: (Sin darle importancia extrae un papel de su chaqueta.) Ángel, tienes que firmar esta Declaración Jurada.
ÁNGEL: ¿Otra, Pae?
PAE: Nunca son suficientes. Estás-prestado-en-la-tierra.
MAE: No hables de cosas desagradables delante del huevo, Noé.
PAE: No todo tiene que ser color de rosa.
ÁNGEL: ¿Qué dice, Pae?
PAE: Toma, Mae. Léelo.
MAE. (Lee.) "Yo, fulano de tal, hijo de Mengana y Zutano: me declaro culpable del eclipse de luna que se produjo hacia el anochecer de la víspera, en el día tal, del mes mascual, del año tanto y por ende asumo sus consecuencias y la pena que se me impute dado el caso. Por lo cual firmo la presente Acta Responsiva............ "
PAE: Firmas aquí. (Señala.)
ÁNGEL: ¿Si me niego?
PAE: Podemos falsificar tu firma.
ÁNGEL: (Firma.) ¿Me vas a cortar la cabeza?
PAE: Hay que predicar con la violencia. Ahoritita vas a darme las gracias por las enseñanzas.
ÁNGEL: Gracias, Pae.
MAE: Ahora podemos comer sopa de trigo en paz. (Transición.) Ángel, no seas malito, ¿puedes servirla?
ÁNGEL: Ahá. Órale... (Mutis al interior.)
MAE: Noé, estoy preocupada. Ángel escucha lo que gritan los animales.
PAE: Mandaré que les corten la lengua a todos.
MAE: Bien pensado. No quiero que mi hijo sufra por una información falsa.
PAE: A veces creo que me hubiera gustado . . .
MAE: ¿Qué?
PAE: Nada, nada. Pensaba en voz alta.
MAE: Dímelo, que se te queda por dentro.
PAE: Me hubiese gustado que Ángel fuese "anormal"...
MAE: ¿Cómo, Noé? ¿Babeándose, con los ojos extraviados en... una silla de ruedas?
PAE: Justamente.
MAE: Qué idea. Cruza los dedos, que le da mala suerte al huevo.
PAE: Me horroriza que crezca, que le cambie la voz ... le salgan barros. Cada año nos odiará más.
MAE: Es preocupante, sí. Nunca entenderé eso de las nuevas generaciones.
PAE: Son degenerados. (Entra Ángel con cara de ángel.)
ÁNGEL: (Coloca la bandeja en la mesa.) La especialidad de la casa.
PAE: (Ayuda a Mae a trasladarse.) Hoy llegó un envío especial de cabezas para la jaula de los leopardos. (Se sientan los tres.)
MAE: ¿De vaca?
PAE: Cráneos con hilachas de carne.
MAE: (Comen.) ¿Por qué no trajiste algunas? La ración de trigo . . . Disculpen, siempre me sorprendo repitiendo el mismo texto.
PAE: Los leopardos se mataban por ellas.
MAE: No sabes sacar buen partido a tu trabajo.
PAE: Cualquiera puede enterarse y yo no quiero tener ni una mancha de sangre. Además, deben haber muchos que envidien mi ocupación de perseguidor de hienas.
ÁNGEL: (Rezonga.) Trigo, trigo y trigo. Este Zoológico hay que cerrarlo.
MAE: Cállate, muchacho. Cualquiera que te oye diría que es verdad.
PAE: Este desagradecido no sabe lo que puede costarnos devolver a los monos al Africa, a los pingüinos al Polo, y así . . .
ÁNGEL: Creo, Pae, que Mae vive en el pasado, tú en el presente y yo en el futuro. Por eso no nos entendemos.
PAE: Pues..., te daré una sorpresa, Ángel... Hoy te llevaré de paseo.
ÁNGEL: (Iluminado.) ¿De veras, Pae? ¿De veras?
PAE: Como que soy Pae. Quiero que conozcas el mundo exterior para que no protestes más. Vístete con algo decente. (Ángel besa a Mae, loco de felicidad y sale dando brincos.)
MAE: Pobrecito. Tienes que sacarlo de aquí. Ni muerta quiero que se haga Doctor en Veterinaria y mucho menos perseguidor de hienas escapadas de la jaula.
PAE: Tiene que hacer el Servicio Militar en el Zoólogico.
MAE: ¿No puede hacer el Servicio Pacifista?
PAE: En los Zoológicos eso no existe.
MAE: Para irse a jugar a los asesinatos, primero va a tener que pasar sobre mi cadáver.
PAE: ¡Eres pérfida y egocéntrica!
MAE: Un analfabeta como tú no usa esos términos. ¡Te descaracterizan! ¡Dime que soy una yegua cagona y ya! (Entra Ángel.)
PAE: ¿Estás listo, hijito?
ÁNGEL: Sí, Pae. Sólo me falta esto. (Se coloca un penacho de plumas de papagayo en la cabeza.)
PAE: ¿Qué es ESO?
ÁNGEL: Se usa ahora. Lo vi en una revista extranjera.
`PAE: Conmigo no sales con una cosa así. ¡Tienes que quitártela!
ÁNGEL: No quiero. Es la moda.
MAE: Sé razonable, hijo.
ÁNGEL: ¡Qué razón ni qué niño muerto!
PAE: Pareces de todo menos un hijo mío. Esto es demasiado.
ÁNGEL: (Desolado. Se abraza a las piernas de Mae.) Mamá . . .
MAE: ¿Ya no vas a pasear?
PAE: No. Ni de aquí a la esquina.
ÁNGEL: (Con barruntos de desdicha.) Mamá . . .
MAE: (Conmovida en lo más profundo de su corazón.) ¿Qué te ha hecho Pae, mi vida? ¿Qué te ha dicho Pae?
ÁNGEL: Se puso furioso y me dijo: "Esto es demasiado".
MAE: No entiendo nada. ¿Por qué no te ha llevado de paseo y en su lugar te ha dicho: "Esto es demasiado"?
PAE: ¡Quieren volverme loco entre los dos! (Al huevo.) Entre los tres.
MAE: ¡Ángel! ¡Indecente! ¿Te has tirado un pedo?
ÁNGEL: (Olfatea.) No, Mae.
PAE: Es el huevo lo que apesta.
MAE: Flota un mal olor.
ÁNGEL: Cierto, ops. (Entran oleadas de humo violeta.)
MAE: ¡Oh, es el pastel de trigo! ¡Se me quema! (Corre.) ¡Quería darles la sorpresa! (Mutis.)
PAE: Un día quema el Zoológico y nos da la sorpresa.
ÁNGEL: ¡Pae, Mae, el huevo! ¡El huevo se está abriendo! (Cruje.)



CUADRO XVI

Mae se asoma desde la cocina y chilla. Corre hasta su huevo ataviada con un ridículo delantal para labores domésticas. Llega y se cambia con un baby-doll rosa muy apropiado para los nacimientos. Pide a Pae que la ayude a transportar el objeto precioso a la habitación y ambos, ceremoniosamente, marchan hasta desaparecer. Ángel los sigue con cautela y recibe un portazo en las narices. Luego se sienta en el piso y hace una cadena de ejercicios yoga. Relee Las enseñanzas de Don Juan, de Carlos Castaneda. Después enciende una pipa y echa unas cuantas bocanadas al tiempo que hace pompas de jabón, de modo que las pompas salen llenas de humo azulado y estallan elegantemente en el aire. Al darle fin al tedioso ritual, Ángel comienza a escribir en sus pliegos. Se detiene al escuchar gritos de asombro o de terror de sus padres. Entra Pae y golpea un gong japonés. Más atrás Mae, con un envoltorio de sedas de color naranja.

MAE: (Serena.) Hola, Ángel.
ÁNGEL: ¡Mae...!
MAE: Cuidado, estoy débil.
ÁNGEL: ¿Es niña o varón?
MAE: Ninguna de las dos cosas.
ÁNGEL: ¡Oh! ¿Puedo ver?
MAE: (Sonríe.) Es mi regalo para ti, Ángel.
PAE: ¡Qué fineza!
MAE: ¿Te gusta?
ÁNGEL: ¡Qué feo es!
MAE: No eres lo suficientemente sincero, hijo. Es horroroso.
PAE: (Sonríe.) Da asco verlo. ¿Cómo hemos podido tener un monstruo así?
MAE: Como no sabía si iba a nacer niña o varón, le hice toda su ropita de color naranja.
PAE: Parece un pescado con cara de niño viejo.
MAE: Lo más simpático es su cresta erizada... ¡Mira cómo te sonríe, Ángel!
ÁNGEL: Tiene la boca arrugada ... y colmillos.
MAE: Tiene mal olor... Debo bañarlo unas siete veces al día.
PAE: Una boca más.
MAE: La cuota de trigo es cada vez más escasa. Los envíos del Zoológico los reducen y los reducen.
PAE: Quisimos tenerlo y tenemos que fingir que estamos contentos.
MAE: ¡Que sea bienvenido!
PAE: Tenemos que ser más hipócritas a medida que crezca. ¿Está bien?
MAE. De acuerdo. ¿Y tú, Ángel?
ÁNGEL: ¿Cómo se llama?
MAE: Por ahora se llama Bebé.
PAE: No le va ningún nombre conocido.
MAE: Y mucho menos uno desconocido... Miren cómo se muerde sus manitas.
ÁNGEL: (Asustado.) Están ensangrentadas.
MAE: Es la primera dentición. (Pausa.) Debo reconocer que se parece mucho a ti, Noé.
PAE: Primero muerto que desprestigiado. Eso no se parece a nadie.
ÁNGEL: ¿Puedo cargarlo un poquito, Mae?
MAE: Claro, corazón. (Lo hace.)
PAE: (Pensativo.) Un día como hoy se completa la historia familiar.
MAE: (Suspira.) La nuestra fue una apedreada historia de amor, Noé.
ÁNGEL: (Hace muecas espantosas al bebé.) Mae, ¿qué crees que sea lo más lastimero en esta historia?
MAE: Tú y las circunstancias en las que naciste, ¿por qué?
ÁNGEL: (El bebé llora con desconsuelo y se asusta.) Es por mi obra de teatro.
MAE: Uhm, recuerda que es una obra, no un Manual de Aclaración de Dudas... Ahora dame a tu... hermanito, que tiene hambre.
PAE: ¿Vas a darle el pecho?
MAE: No. Me aterrorizan sus colmillos. Debo prepararle su compota de trigo. (El bebé lanza barruntos a los cuatro vientos. Mae se va tratando de acallarlo. Ángel y Pae se miran con insistencia.)



CUADRO XVII

Amor de Ángel y Pae. Se sientan frente a frente con solemnidad, como para un duelo. Hurgan en sus bolsillos y sacan sendos globos. El de Ángel es amarillo; el de Pae, rojo. Hacen el Ritual del Buen Aliento:

ÁNGEL: Ya podemos, Mae tardará. (Colérico.) ¡Rápido! Te demoras demasiado.
PAE: Casi listo.
ÁNGEL: Empiezo. (Infla el globo vigorosamente.)
PAE: (Infla el globo con suaves jadeos.) ¿Así?
ÁNGEL: Susúrrame.
PAE: (Deja escapar algo del aire sobre el rostro de Ángel.)
ÁNGEL: (Suspira.) Ahora yo a ti. (Lo hace y Pae se adormila.)
PAE: Cambiemos el aliento. (Truecan sus globos y cada uno aspira el aire tibio del otro.)
ÁNGEL: Golpear, golpear, golpear. (Hacen chocar sus globos con desatino.)
PAE: He perdido aire. (Lo infla un poco más.) Estoy envejecido. Tengo la "fatiga de plástico".
ÁNGEL: (Grita.) ¡Estoy a punto! ¡Voy a los aires! (Su globo se suelta y sobrevuela la habitación perdiendo todo el aire. Su ruido atrae a la hermosa Mae, que entra y va hacia Pae adormilado. Con sus agujetas de tejer pincha su globo y lo hace estallar.)
MAE: Van a explicarme qué sucede aquí. (Ángel esconde su globo.)
ÁNGEL: Nada que te importe, Mae.
MAE: Desvergonzados. (Se sienta en un rincón y llora silenciosamente, como un sauce de cementerio.)
ÁNGEL: (Se acerca a ella y Pae aprovecha para irse a trabajar, se coloca un tricornio, toma sus remos y hace mutis.) Hey, Mae, ¿qué sucede?
MAE: Pared.
ÁNGEL: Estás muy triste, ¿no, Mae?
MAE: Pared.
ÁNGEL: Cuando hacemos eso no te estamos engañando. ¡Tienes que creerlo!
MAE: Pared.
ÁNGEL: No sé cómo voy a hablar contigo.
MAE: Pared.
ÁNGEL: Ese empecinamiento me hace sentirme mal. No debías...
MAE: Pared.
ÁNGEL: Entonces, ¿no nos entendemos?
MAE: Pared.
ÁNGEL: ¡Reacciona, pinche loca! Voy a clavarte agujas y alfileres en las uñas. (Lo hace.)
MAE: Pared.
ÁNGEL: Si no me hablas, te arrancaré el lunar que más te gusta. (Lo hace.)
MAE: Pared.
ÁNGEL: Te voy a quemar el cabello. (Lo hace.)
MAE: Pared. (Canta con el pelo humeante.)
ÁNGEL: (Se arrodilla encantado por la voz celestial.)
Mae, Pae es sombrilla bajo lluvia fresca
Pae es caja de música en la noche
Pae es diamante en el dedo anular
Pae es edredón de oveja para el invierno
Pae es un dulce de naranjas que flota sobre el mar
Pae es un cuento de hadas para un niño ciego
Pae es el trigo y el campo de trigo
Pae es el fuego que asola el campo de trigo
Pae es mi corazón en una fotografía
Pae es el silencio de las estatuas antiguas
Pae es el secreto de los peces voladores
Pae es una tortuga dentro de la oreja
Pae es... es la era de los helicópteros de plata
Pae es un discurso en francés
Pae es el aroma de los juguetes chinos
Pae es un manuscrito de Sigmund Freud
Pae es una perla en un huevo de avestruz
Pae es un beso debajo del agua
Pae es dos estatuas de mármol haciendo el amor
Pae es... es... es...
MAE: Pae es una barda. Pared.
ÁNGEL: ¿Y tú? ¡¿Qué puede decirse de ti?!
MAE: Yo-estoy-llena-de-rencor. (Muerde rabiosa los brazos de Ángel y Ángel grita. Logra huir y le contempla lleno de pavor. Mae se muerde a sí misma hasta sangrar. Se escuchan raros mugidos y se detienen súbitamente. Es el llanto del Bebé.)



CUADRO XVIII

Mae pone cara de "mujer atribulada por el destino" y escucha el llanto del Bebé. Se tapa los oídos con fuerza.

MAE: No ha acabado de nacer y ya me da más trabajo que un forro de catre. (Se pone de pie y va hasta su habitación. Trae al Bebé en un cochecito de color mandarina.)
ÁNGEL: ¿Qué pasa, Mae? ¿Por qué pones cara de nalga?
MAE: Creo que este bebé no se había terminado de hacer dentro del huevo . . .
ÁNGEL: ¿Qué tiene?
MAE: Eructos y pedorrera.
ÁNGEL: Pobrecito, ¿por qué no le cantas una balada?
MAE: Me parece que también es sordo.
ÁNGEL: Es un sin-remedio, ¿verdad, Mae?
MAE: Ahá . . . ¡Mira, fíjate, le ha salido una especie de musgo verde-petróleo en su piel!
ÁNGEL: (Lo observa con detenimiento.) Son como brotes de cacto chihuahuense.
MAE: Tengo miedo. (Transición) Eso no se cura ni con magia negra.
ÁNGEL: ¿Se morirá?
MAE: (Suspira hondo.) Quise que fuera rey.
ÁNGEL: A los reyes, mucho antes de haber nacido, ya le están educando a sus asesinos.
MAE: ¿Qué insinúas?
ÁNGEL: Nada. Soy claro.
MAE: Lo que más me preocupa es que me va a dar mala-noche y no podré viajar en sueños.
ÁNGEL: ¿Viajas sola?
MAE. Siempre viajo acompañada.
ÁNGEL: ¿Con quién, si no es indiscreción . . . ?
MAE: Es una antigua amiga de correrías. Me espera al anochecer en la colina y desde ahí partimos juntas.
ÁNGEL: Prefieres viajar con una extraña y no me llevas a mí.
MAE: No es una extraña, es mi amiga . . . Además, eres demasiado joven para andar por esos rumbos inseguros.
ÁNGEL: ¿Cómo se llama ella?
MAE: No puedo decírtelo. A su debido tiempo lo sabrás.
ÁNGEL: ¿Cuándo?
MAE: Vamos, vamos, no hagas más averiguaciones. Creeré que me estoy confesando y eso me ofusca mucho.
ÁNGEL: (Disimula y va a la ventana.) Hará buen tiempo, el aire huele a anestesia.
MAE: Y a pus.
ÁNGEL: (Alarmado por un revuelo que se arma en el Zoológico. Se escuchan bufidos, graznidos, maullidos, vagidos, ladridos...)
MAE: ¿Qué es? ¿Logras distinguir algo? (Oyen aires de Marcha Militar.)
ÁNGEL: No. A lo mejor escaparon los leones.
MAE: ¡Horror! La última vez devoraron mi impaciencia.
ÁNGEL: Cuando Pae regrese, podremos saber a qué atenernos.
MAE: Eso no me importa ahora. Sólo sé que no podré viajar.
ÁNGEL: Perdona mi insistencia, Mae. ¿Cómo son las mujeres que ves en tus viajes?
MAE: Manadas de focas, gordas y ojerosas.
ÁNGEL: ¿Y los hombres?
MAE: ¿Conoces una variedad de peces llamada "bacalao"?
ÁNGEL: No.
MAE: Entonces no puedo explicarte concretamente cómo son. (Oyen los acostumbrados silbidos y se recomponen. Entra Pae y coloca sus atuendos en el perchero de la puerta y recuesta los remos. Va hasta Mae y la besa en la frente, luego va a besar al Bebé y se arrepiente. Se tapa la nariz. Lo observa como si estuvieran en una mesa de disecciones.)



CUADRO XIX

Atmósfera cargada de tensión. Pae ofrece su mano a Ángel, pero éste rehusa el saludo manteniendo los brazos cruzados. Pae se saluda a sí mismo, apretándose ambas manos y hablando solo.

MAE: ¿Qué era ese ruido y todo ese barullo?
PAE: Ha llegado una camada de pingüinos importada expresamente de Groenlandia.
MAE: ¿Pingüinos? ¿Para qué queremos esos bichos erráticos y bobalicones por aquí?
PAE: Uf, traen beneficios. Son la atracción.
MAE: Escasea el trigo y se ocupan en sumar más y más picos.
PAE: ¿Qué farfullas? Los pingüinos son especiales. No hay Zoológico que se respete que no tenga pingüinos.
MAE: Precisamente por tu modo de pensar, por ese empecinamiento, es que somos unos desgraciados . . . ¡Unos miserables! (Rompe a llorar.)
ÁNGEL: Cálmate, Mae.
MAE: ¡No me calmo! (Llora más.) Por callarme es que se me está olvidando el idioma... hasta el idioma. ¡Mira al Bebé! ¿No es una calamidad?
PAE: (Lo vuelve a mirar.) Lo es.
MAE: ¡Pues está enfermo!
PAE: (Finge preocupación.) ¿Qué tiene?
MAE: (Suspira.) Bebé tiene un extraño mal llamado Melancolía Negra.
ÁNGEL: ¿Cómo lo adquirió?
MAE: Lo portan aquellos que se consideran intrusos en un mundo hostil.
ÁNGEL: ¿Puedo opinar? Creo que Pae tiene Melancolía Roja. Tú, Melancolía Azul y yo, por tanto, Melancolía Rojiazul. (Suspira a su vez.)
PAE: (Saca un talonario de Multas.) Ciudadano, acaba de cometer una infracción al juzgar tan ligeramente a sus semejantes. (Señala.) Firme donde dice Fulano de tal.
ÁNGEL: (Sonríe a Mae con inocencia.) Ése soy yo. (Firma.)
PAE: Enséñeme alguna credencial que lo identifique.
ÁNGEL: (Murmura entre-dientes y le entrega varias.)
PAE: (Las revisa como esperando hallar alguna importante y contradictoria revelación.) Tiene que entregar tal o mascual cantidad de dinero.
ÁNGEL: (Susurra.) Mae, eso me ha deprimido mucho.
MAE: A mí también, hijo, pero no contradigas su Ley. (Saca unos billetes del pecho.) Toma y págale porque así es como debe ser.
ÁNGEL: (Lo entrega.) Tome, le pago porque es su Ley y porque así es como debe ser. (Se deshace de la risa.)
PAE: ¿Te burlas?
ÁNGEL: (Asustado.) Oh, no, Pae. Lo juro. Lo juro por el Bebé.
PAE: ¡Con la autoridad paterna no se juega! ¡Apóstata! ¡Imbécil! ¡Desobediente! ¡Malcriado! ¡Bastardo! ¡Degenerado! (Lo golpea salvajemente por el cuello, la espalda, las nalgas, el sexo, las piernas. Ángel grita y grita. Mae sonríe complacida y Pae llora desconsolado. El Bebé se despierta y suena como una sirena de barco de vapor tapada por el carbón.)




CUADRO XX

Es una Casa de Locos. Mae no puede acallar al Bebé gritón y se desespera con todo su derecho. Pae y Ángel están extenuados.

MAE: (Histérica.) ¡¡FUERA DE AQUI!! ¿Es que no puede haber paz? ¡Déjenme sola con mi criatura! (Pae y Ángel entran cabizbajos . Mae arrulla al Bebé como si fuese un pichón de paloma torcaza; luego intenta enseñarle a hablar.)
Bebé mama teta.
Bebé bebe veneno.
Bebé odia a los malos.
Bebé ama a mamá.
Decididamente es sordo como una barda de ladrillos.
(Lo mete en su carriola y aprovecha que se ha calmado para escribir algo en una cartulina blanca, de tamaño mediano, usando la crayola gris. Va hasta la puerta de entrada, la abre y cuelga el cartel en la parte de afuera. Cierra y suspira con alivio. Luego se sienta en la mecedora y teje una diminuta mortaja inconclusa... Así se adormila, bosteza y poco a poco va entrando en el sueño...)



CUADRO XXI

Ángel entra haciendo equilibrios, gestomas y mimemas con un gran globo, imitando a Chaplin. En una mano trae una caja de regalos con cintas y moños. Ve a Mae dormida, que se queja y se retuerce en sueños.

ÁNGEL: ¡Mae, Mae, despierta!
MAE: (Dormida aún.) ¡Cuidado! Oh, ¿dónde . . . ? (Despierta.) ¿Qué sucede?
ÁNGEL: Mae, la cuna del bebé está llena de cucarachas.
MAE: ¿Cucarachas? ¡Las odio! Nunca se sabe en qué bando están.
ÁNGEL: Las espantaré.
MAE: Oh, hemos tenido un accidente.
ÁNGEL: Ha sido una pesadilla.
MAE: (Adormilada. Y espantada.) ¿Y ella? ¿Qué ha sido de ella?
ÁNGEL: Órale. ¿De quién estás hablando?
MAE: ¿Por qué me despertaste? ¿En qué habrá terminado todo? Ah, pobrecita.
ÁNGEL: ¿Viajabas acompañada?
MAE: Hay mucha niebla... Un impacto brutal... Nos enredamos con las antenas de la televisión... Vi su ojo sangrante.
ÁNGEL: ¿Cuál ojo, Mae?
MAE: Horroroso. Hay que soñar con una linterna en la mano.
ÁNGEL: Mae, ¿había alguien más?
MAE: Ella. Es un secreto. Es una antigua colega de escenarios. No sé lo que sucedió… ha sido tan fugaz.
ÁNGEL: Mae…
MAE: Ángel, cariño, prefiero no pensar en esas cosas delante de ti. ¿Podrías cambiar el tema de la plática?
ÁNGEL: Te tengo un regalo. (Se lo entrega.)
MAE: ¿Para mí? ¿De dónde lo has sacado?
ÁNGEL: Pae me hizo el favor. Ábrelo.
MAE: (Deshace el papel de envolver.) Una caja de muertos. (Tiembla.) Blanca.
ÁNGEL: Me dijiste que hay que regalar cosas útiles. Es para el Bebé. ¿Te gusta?
MAE: Es preciosa. (Mide al Bebé con una cinta métrica y luego a la cajita.) Es perfecta.
ÁNGEL: Me alegra que te haga ilusión.
MAE: Cierra los ojos. Yo también te he traído algo.
ÁNGEL: (Contento.) ¿Pudiste viajar? (Cierra los párpados.)
MAE: Fui al monte de Venus. (Le entrega un presente. Ángel abre sus ojos y su boca; lo abre.)
ÁNGEL: ¿Qué será?
MAE: Una sorpresa sorprendente.
ÁNGEL: ¡Un tigre de peluche! Y tiene audífonos.
MAE: Póntelos.
ÁNGEL: Grandioso.
MAE: ¿Qué oyes?
ÁNGEL: Rugidos.
MAE: Es el llamado de la Selva.
ÁNGEL: (Imita una fiera.) Grandioso.
MAE: Toma. Otro minidisc.
ÁNGEL: ¡Otro! (Lo pone y escucha.)
MAE: ¿Qué oyes?
ÁNGEL: Claxons, martillos neumáticos, automóviles, trenes, vidrios, correcorre, altavoces...
MAE: Es el llamado de la Metrópoli.
ÁNGEL: Grandioso.
MAE: Cuando yo muera, sabrás escoger. (Ángel se deleita con su nuevo y peligroso juguete. Mae revisa cuidadosamente los pañales del Bebé y descubre que están llenos de asqueroso popó. Lleva la carriola a su habitación. Mutis.)



CUADRO XXII

Mae aparece y se pasea nerviosa por la sala. Se detiene en el centro y gira y no para de girar para hacer demostraciones públicas de su nerviosismo. Ángel se acerca con su cuaderno de notas.

ÁNGEL: Mae, necesito que me concedas una entrevista.
MAE: Concedida; pero, ¿para qué? No estoy de ánimos . . .
ÁNGEL: Se trata de una investigación para la obra de teatro que escribo.
MAE: En ese caso . . . puedes preguntarme.
ÁNGEL: (Escribe.) ¿Cuál es su nombre de pila?
MAE: Mae. Mae, Mae y Mae.
ÁNGEL: ¿En su familia todos se lavan con la misma marca de jabón?
MAE: Sí. No sé qué tendrá que ver.
ÁNGEL: ¿Todos usan la misma crema dental?
MAE: Sí, qué remedio.
ÁNGEL: ¿Y el mismo desodorante?
MAE: (Se huele las axilas.) Uhmmm, sí.
ÁNGEL: ¿Usan el mismo lápiz labial?
MAE: Oh, no. Ése lo uso yo sola.
ÁNGEL: ¿Es usted trabajadora o ama de casa?
MAE: Dueña de hogar.
ÁNGEL: ¿En qué perdió el tiempo durante la juventud?
MAE: Oh, periodista, aún soy joven. Fui actriz, ¿acaso no se nota? Siempre quedan algunas marcas.
ÁNGEL: ¿En qué obras actuó?
MAE: Textos de principiantes. Son más iracundos.
ÁNGEL: ¿Hizo clásicos?
MAE: ¡Todos! Son clásicos gracias a mí. Degollé hijos, traicioné hermanas, envenené parientes, seduje niños, ordené decapitaciones, forniqué minotauros, maté gaviotas, quemé castillos, destruí familias, enloquecí de celos, parí monstruos, fabriqué sueños... en fin..., un mar de personajes.
ÁNGEL: ¿Cómo puso fin a su carrera?
MAE: Bailando desnuda para los soldados.
ÁNGEL: ¿Fue feliz?
MAE: Es una cuestión demasiado íntima. Permítame reservarla hasta mi muerte prematura.
ÁNGEL: ¿Cuál era su grupo de teatro?
MAE: Lo llamábamos compañía. Era más oficial. Compañía de Teatro en las Nubes. ¿Le suena? (Entra Pae ruidosamente con un hacha en la mano.)
PAE: ¿Alguna novedad?
MAE: Noé, este corresponsal quiere hacernos una interview.
PAE: ¿Una...? Hoy no tengo el ánimo para decir mentiras.
MAE: Son muy importantes para su carrera.
ÁNGEL: Es sobre su estado social.
PAE: (Deja el hacha sobre unos libros regados.) No soy tan bruto como parezco, jovencito. En todo caso, querrá interesarse sobre mi "estado individual."
ÁNGEL: (Carraspea.) Eso.
PAE: ¿Entrevista a personas importantes?
ÁNGEL: Pues . . . ¡claro! (Mae sonríe de manera conmovedora.)
PAE: Entonces pierde neuronas conmigo. Soy un sencillo hombrecito popular.
ÁNGEL: No me ha entendido. Se trata de una investigación de teatro. Está casado Ud. con una actriz.
PAE: Estoy casado con una mujer, que no es lo mismo ni se escribe igual.
MAE: Al grano.
ÁNGEL: Al grano..., ¿qué significa el teatro para Ud.?
PAE: Bueno, ¿sabe? De todos los deportes prefiero el baseball. Es más enérgico que el football. ¡Y más exclusivo!
ÁNGEL: ¿Prefiere algún dramaturgo de moda?
PAE: No sé qué tipo de selección hacen los árbitros de los primeros lanzadores... En el octavo inning del quinto partido, ya se sabía quién era quién para la Serie final del Norte. Así que...
MAE: Noé, él habla de Arte Teatral.
PAE: El deporte es la paz. No como el arte,. que confunde a la gente. Escriba ahí: "La civilización se civiliza a través del Deporte y la barbarie se militariza con el Arte."
ÁNGEL: (Escribe.) ¿Qué dice del Arte...? (Se le quiebra su grafito e intenta sacarle punta al lápiz.)
PAE: ¿El "arte"? ¿He dicho yo "arte"? Eso ya no existe. Era una práctica maléfica de los siglos pasados.
ÁNGEL: Despacio, por favor.
PAE: Los antiguos se aburrían mucho porque no tenían la televisión ni el video en DVD... entonces inventaron el Arte. Así no tenían que chuparse y cogerse todo el tiempo. Esa práctica los hizo enclenques y enfermizos. ¡El deporte sí es saludable, higiénico, aséptico! No hay que pensar tanto y convierte a los hombres en dioses musculosos. (Se aplaude a sí mismo.)
MAE: Lo abrumas, Noé.
PAE: ¡El preguntó!
MAE: Periodista, ¿le apetece una taza de trigo?
ÁNGEL: No, gracias, señora. Me brindaron licuado de trigo en la esquina.
MAE: (Sonríe.) Usted se lo pierde.
ÁNGEL: (Sonríe a su vez.) Eso ya lo sé.
MAE: Noé, a propósito. ¿desde cuándo no haces barras y abdominales?
PAE: (Da la mano.) Encantado de conocerlo, estimado corresponsal. Tengo varias ocupaciones... y si mi esposa no se lo ha dicho, tenemos un hijo enfermo y el otro se está volviendo loco...
ÁNGEL: El gusto ha sido mío. Discúlpeme. (Tose.) Está en su casa. Haga lo que quiera. (Pae vuelve a la habitación.)
MAE: Creo que tienes suficiente material, Ángel.
ÁNGEL: El teatro me da vueltas.
MAE: Es natural. Está sobre este viejo planeta giratorio.
ÁNGEL: (Relee lo escrito) Fuimos demasiado egoístas. Bebé no tenía que haber nacido.
MAE: Lo tuvimos por presunción y ése ha sido el castigo a nuestra presunción. Puedo leerlo en tus pensamientos.
ÁNGEL: Es lo único que saqué en claro con esa entrevista.
MAE: Desde que estás creciendo creo que nos volvemos más infelices.
ÁNGEL: Me echan la culpa porque están envejeciendo y sus ideas también.
MAE: No es eso. Creo que tampoco tiene que ver contigo.
ÁNGEL: ¿Qué pasa, Mae?
MAE: ¡Si por lo menos nos mudáramos de este Zoológico infernal!
ÁNGEL: Vamos, Mae. Cálmate la desesperación. ¿Dónde te gustaría vivir? Ya no puedes estar sin la peste de las jaulas, ¿no es verdad? (La abraza por el talle.)
MAE: Ángel, te gusta decirme lo que no me disgusta oír. (Sonríe.) Tienes razón..., desgraciadamente, pero tienes razón.
ÁNGEL: En París te atropella un auto, en China te pierdes entre los chinos, en Italia te caza la mafia, en Norteamérica te avientan un avión, en España te clava un toro, en el Polo te congelas... No-tienes-lugar-sobre-la-tierra-en-vigilia.
MAE: Tú tampoco, pequeño. Estás en las mismas condiciones que yo.
ÁNGEL: Con una ligera diferencia: yo tengo la esperanza de huir. Me quedan algunos pocos años para escapar de aquí. Irme de mojado, no sé... Después será demasiado tarde. (Abrazados contemplan el paisaje desde la ventana. El crepúsculo los baña de oro rojo.)
MAE: (Señala.) ¿Qué es aquello, eh? (Tiembla.)
ÁNGEL: Parece un árbol de humo y fuego. Un baobab creciendo en el horizonte.
MAE: Piedad. (Mae se desprende y corre al interior.)
ÁNGEL: (Ríe.) ¡Mae, es sólo un espejismo! ¡Es el ocaso, Mae! (Ríe mientras Mae hace mutis espantada.)



CUADRO XXIII

Ángel se acoda en el alféizar, hurga en los bolsillos y lanza hojuelas de salvado de trigo y besos a los flamencos del lago, que suelen danzar para él junto a las garzas coronadas, que son las más putas del Zoológico. Mae viene como un bólido, echando chispas.

MAE: ¡Corre, Ángel, tu padre está furioso!
ÁNGEL: Mae, tranquila.
MAE: ¡No hay tiempo para calmarse! ¡No hay tiempo!
ÁNGEL: ¿Qué te ha dicho?
MAE: Lo encerré. Nos quiere matar.
ÁNGEL: ¿Por qué?
MAE: No sé. Un ataque, Ángel. Tiene un ataque, está desconocido.
ÁNGEL: Sabes que no hay por dónde huir.
MAE: ¡La ventana! (Sube.) ¡Ven!
ÁNGEL: (La sujeta.) ¡Cuidado, Mae, el lago!
MAE: Prefiero ahogarme. Sus manos son tenazas.
ÁNGEL: Yo hablaré con él.
MAE: No quiere palabras.
ÁNGEL: Conmigo será razonable.
MAE: ¡¡NO!! A ti ni te quiere ver.
ÁNGEL: ¿Por qué?
MAE: (Pausa.) Le dije la verdad.
ÁNGEL: ¿Qué verdad, Mae? ¿Qué verdad?
MAE: (Grita.) ¡Ahí está! ¡Ahí está!
ÁNGEL: ¿Dónde?
MAE: Detrás. Allí.
ÁNGEL: Es un florero, Mae.
MAE: Ah . . . ¿sí? Debo estarme quedando ciega.
PAE: (Entra súbitamente y agarra el hacha abandonada.) ¡Ahí están, farsantes! ¡Confiesen!
MAE: Cuidado, Noé. Pareces un canalla de ésos, de las pésimas telenovelas de Azteca o Televisa.
ÁNGEL: ¿Qué hay que confesar?
PAE. ¡No te me hagas el menso, zorro de las estepas! Sabes muy bien de qué se trata.
ÁNGEL: No. No sé por qué se pelean ustedes dos.
PAE: ¡Desgraciado! Todos los ángeles terminan por caerse y convertirse en demonios.
ÁNGEL: ¿Qué le has dicho, Mae?
PAE: ¡Les voy a estar dando hachazos hasta reducirlos a granos de trigo!
ÁNGEL: ¿Qué le dijiste?
MAE: ¡La verdad! Que Bebé no es bebé de Pae sino tuyo . . .
ÁNGEL: ¡…! (Aquí el personaje de Ángel no puede pronunciar texto alguno, sólo mira horrorizado a sus padres.)
PAE: Dime que eso es mentira, Ángel.
ÁNGEL: Mae… Es verdad, Pae. Ese fenómeno es mi hijo y también mi hermanito.
PAE: Oh… (Se derrumba sobre la mecedora y se aprieta el corazón.)
MAE: (Se acerca cautelosa y lo acaricia.) Vamos, mi ruquito; de todas formas, Ángel tiene tu misma sangre. Gacho que hubiera sido de un extraño.
ÁNGEL: (Esconde el hacha.) Lo hice sin querer, Pae.
PAE: (Gime.) Sin querer, sin querer.
MAE: Todo queda en familia.
PAE: Mae, dile que no se lo cuente a los animales… ésos riegan las noticias como si fueran pulgas.
MAE: Descuida, que no lo hará. ¿Verdad, hijo mío?
ÁNGEL: Es un secreto entre los tres.
PAE: Y que no lo escriba en su obra de teatro.
MAE: No lo escribirá. (Transición.) Aunque, después de todo, no es tan bochornoso.
ÁNGEL: El problema está en acostumbrarse.
PAE: Ya, ya. Cuernos consanguíneos.
MAE: Además, Pae, el niño es igualito a ti.
PAE: A su madre. (Se escuchan unos berridos inigualables y muy difíciles de reproducir en el montaje de esta obra de teatro.)
ÁNGEL: ¿Quién berrea así?
PAE: (Alarmado.) Será el onagro. (Va a la ventana y alumbra con una linterna de minero.)
MAE: (Corre.) ¡Es el Bebé! (Mutis.)
PAE: Ángel, algún día lo vas a pagar.
ÁNGEL: Ya lo estoy pagando, Pae.
MAE: (Entra con el envoltorio de sedas naranja.) Oh, Pae, el niño eructa y tiene chorrillo.
PAE: No me importa. Dilo a su verdadero padre.
MAE: Pues debería importarte. Es tu nieto y tu hijastro.
ÁNGEL: ¿Qué tiene, Mae?
MAE: El trigo le hace daño. Es alérgico a los cereales.
PAE: Pues sigue dándole trigo para que su estómago se acostumbre y se endurezca.
MAE: Tengo miedo de que se deshidrate.
PAE: No pasará nada. A mí me criaron con harina de trigo y tacos de frijol y estoy fuerte como un monumento.
MAE: Debías buscarle carne.
PAE: No permitiré que lo conviertan en un vulgar carnívoro. Además, ¡no hay carne!
ÁNGEL: ¡Sí la hay! Has transformado el Zoológico en un matadero.
MAE: ¡Silencio! Cállense los dos. Mi hijito se está muriendo y ustedes se arrancan la lengua. Váyanse a dormir en paz. Quiero estar sola con mi Bebé. (Ángel y Pae salen avergonzados.)



CUADRO XXIV
Mae le inventa al niño una Canción de Cuna para ver si logra por lo menos hacerlo sonreír y para trancarle las diarreas.

Los quíntuples se fueron al Mercado
y el más goloso se compró un helado y el más paliducho un librito raro
y el homosexual un juguete malo-malo
y el más bravucón un fusil plateado
y el menor de todos: traje de soldado.
Las séxtuples se fueron a la Plaza
y la de los lazos se compró una taza
y la de las gafas se escapó de casa
y la de los rizos se envolvió en la gasa
y la cocinera se compró una gansa
y la de los panes preparó la masa
y la más salvaje un fusil de caza.



CUADRO XXV

Mae agarra una pluma de avestruz que viene volando empujada por la brisa nocturnal y en uno de los pliegos de Ángel le escribe una carta o tal vez su Testamento.
MAE:
"Querido hijo adorado:" Humm, si le llamo querido no tengo por qué escribir adorado...
"Querido hijo: Esta noche me será imposible emprender algún viaje. Parece que ya tu Mae no podrá viajar más y mucho menos traerte algún regalo. Tengo las resacas y los mareos de la menopausia y desisto de encaramarme en un barco o de flotar en aeróstato. Siento unos síntomas extraños, como los que sentí cuando era una pobre muchacha fea y patizamba y me dejaron sola en el salón de baile. Nuestro hijo el energúmeno está a punto de morir y sin dudas yo me iré en el mismo tren. Aunque feo y degenerado, lo quiero mucho. De todas maneras parece un pez y los peces son también hermosos. Siempre soñé parir cualquier cosa que no fuese un limitado ser humano y la Naturaleza me recompensó. A ti te quise enormemente desde mis partes más delicadas... y a Pae también. Él es un errado y un loco, pero has de saber que en un mundo de locos, los locos tienen la razón. Cuando yo no esté ni para hacerte llorar ni para hacerte reír, llegará una persona en la primera tarde lluviosa con arcoiris. Sabrás cómo atenderla. Tenías razones al decir que yo vivía en el pasado. A lo mejor no saldré nunca de él. Aunque todo el pasado será una insignificancia al lado de la grandeza de la Muerte. Tal vez ya muerta me quede atascada en un pasado atroz. Allá o acá siempre seré la misma perra con diferente collar. Mae la sodomita está en decadencia y eso es insoportable. Pienso: las alas de los ángeles son como las colas de las lagartijas, se regeneran, vuelven a crecer. De modo que si en una lamentable ocasión te las cortamos, ahora mi alma te lleva hasta la azotea y te empuja para que puedas alzar vuelo. Siempre te odiaré, porque tu amor es demasiado fuerte como para que sea capaz de corresponderlo.
Adiós, tu Mae".



CUADRO XXVI

Mae echa la carta en un sobre violeta. Ángel viene cauteloso y muerto de sueño para acostarse. Ve que Mae tiene los ojos completamente abiertos y que vela la agonía del Bebé. Mae comienza a tejer una guirnalda de lirios del valle y giralunas.

ÁNGEL: ¿Por qué tejes esa guirnalda, Mae?
MAE: Mañana seré Ofelia. Es-mi-último-rol.
ÁNGEL: Tienes una mirada extraña.
MAE: Pienso abandonar el teatro . . . de la vida.
ÁNGEL: ¿Me vas a dejar solo?
MAE: No quiero que sufras. Siempre has aceptado todas mis decisiones, las buenas y las malas.
ÁNGEL: ¿Qué me hacías repetir cuando era pequeño? ¿No te acuerdas?
MAE: Mis recuerdos...
ÁNGEL: Contigo pan y cebolla. Eso me repetías: contigo pan y cebolla. (Transición súbita) O si no: "come frutas y verduras..."
MAE: Sólo he podido ofrecerte trigo, hijito.
ÁNGEL: El trigo me ha bastado, Mae.
MAE: No me engañaré ahora porque no me engañarás y no me dejaré engañar.
ÁNGEL: Por favor...
MAE: Yo tengo un consuelo: pasé mi juventud como pocas mujeres: sin ataduras, con amor libre, con fiestas locas..., sin terrorismo ni asaltos por la calle... (Suspira) Hay algo que me entristece.
ÁNGEL: ¿Qué es, Mae?
MAE: Tú me entristeces. Pienso que tu juventud ha sido amarga: sin la ropa que prefieres, sin viajes, sin amor libre, sin seguridad de vivir, sin buenos alimentos... ¡Ahora todo es plástico o enlatado! ¡Todo es de derivados del trigo! (Piensa) ¡Sin nada!
ÁNGEL: Y sin madre si me abandonas tú.
MAE: No te abandono. Piensa que voy a salir de viaje nuevamente y todo será normal.
ÁNGEL: ¿Queda alguna posibilidad?
MAE: He terminado la guirnalda. ¿No te parece magnífica?
ÁNGEL: Regia. ¿No queda alguna posibilidad?
MAE: Bebé está muy enfermo. Este mundo no es para él; creo que este mundo no es para nadie. Si él se salvara, quizá . . . Si muere, tendré que seguirlo.
ÁNGEL: ¡Estás empecinada! ¡Si quieres podrirte, pues púdrete! Mala Mae. Naca Mae. Burrísima. ¡Todo por ese monstruo!
MAE: Eres... injusto. Cuánta ingratitud, ángel santísimo.
ÁNGEL: ¡No piensas en mí! ¡¿Te das cuenta de que no piensas en mí?!
MAE: Silencio. Quiero sólo eso por esta vez: silencio. Me hace falta el silencio.
PAE: (Entra vestido con un bochornoso pijama de palmeras, ruinas mayas y maripositas Monarca.) Mae..., ¿cómo está? ¿Sigue la fiebre?
MAE: (Niega.) Le han salido unos brotes purulentos… como chancros.
PAE: Oh.
MAE: Y unas florecillas de color orine de caballo.
PAE: Oh.
ÁNGEL: Ojalá no llegue al amanecer.
PAE: ¡Cállate! (Le pega.)
ÁNGEL: ¡Que se mueran todos!
MAE: ¡Silencio! Ahí está agonizando un niño y ustedes se pelean. (Todos callan, se miran y se abrazan llorosos. Caen goteras del techo.)
PAE: Hay goteras. La casa se nos viene encima.
MAE: Tendrás que subirte al techo y reparar algunas tejas.
ÁNGEL: ¿LLueve?
MAE: No. Es la luna, que está llorando. (Ángel se acuesta temeroso. Mae comienza a encender todas las lámparas para ahuyentar la tristeza de la luna.)
PAE: Apaga algunas lámparas, Mae. Es de noche.
MAE: Por eso las enciendo.
PAE: Estás errada. De noche hay que derrochar sombra, porque es más abundante.
MAE: Eres tacaño y ahorrativo.
PAE: ¿Piensas que no me cuesta trabajo mantener viva a esta familia? No te creas que es muy cómodo lo que hago. Esos animales están llenos de cuernos, pezuñas, picos, espinas, garras, espuelas... y siempre están dispuestos a atacar. Son la naquiza total.
MAE: (Amarga.) Loco mío, también tú has perdido la perspectiva y el destino no tiene otra vuelta de tuerca.
PAE: Qué más da. Nunca voy a dar mi brazo a torcer.
MAE: (Sonríe tan dulcemente que gotea miel de las comisuras de sus labios.) Eh, Noé, ¿cuándo fue la última vez que me hiciste el amor?
PAE: ¿Qué? Ya se me olvidó.
MAE: ¿Sabes? Me hubiera gustado que en alguna ocasión me hicieras el odio. Supongo que será más divertido.
PAE: Creo, Mae, que te estás volviendo una vieja pervertida. Algún día me pedirás que te dé latigazos.
MAE: Tengo que confesarte: contigo siempre estuve insatisfecha… Y por eso fui tan infeliz.
PAE: ¡Zorra! Te mereces los hijos que tienes. Un útero así sólo puede empollar huevos de víbora.
MAE: (Ríe malévola, como la bruja que destrozó a la sirenita, que a su vez imitaba a la bruja que intentó comerse a Hansel y a Grethel.) Estás derrotado. Es tu derrota.
PAE: (Toma, de no se sabe dónde, el álbum familiar y arranca las fotografías de la boda.) ¡Nuestra boda a la mierda! ¡La del beso: trizas! ¡La del automóvil: trizas! ¡La de los anillos: trizas! (Mae intenta salvar algunas. Pae sale totalmente de sí. Mae llora y abraza al Bebé. Se da cuenta de que está muerto.)


CUADRO XXVII

Mae aúlla como una loba herida. A lo lejos le responde el eco de una manada de lobos y coyotes. Es de mañana, pero nadie es capaz de percatarse de ello. Preparan el funeral de Bebé.
PAE: ¡Silencio! ¡No aguanto esos lloriqueos! ¡Se murió porque no era eterno y ya!
MAE: (Musita.) Noé, permítenos salir a enterrarlo en la colina.
PAE: Si aquí rompió su huevo, aquí tiene que ser enterrado. Ángel, levanta esas piedras. (Cavan. Sale una luz azulada del interior de la tierra.)
ÁNGEL: ¿Es una buena fosa, Mae?
MAE: (Mide y asiente.) Precisa una lápida y un epitafio.
ÁNGEL: Esta tabla se cayó del techo y puede servir. ¿Qué escribo?
PAE: ¿No eres poeta? ¡Los poetas son porros! (Se burla) ¡Escribe una consigna partidista de nuevo tipo!
MAE: (Genuflexos.) Escribe: "Aquí yace Anónimo y yace la fe en un mundo mejor."
ÁNGEL: Demasiado cursi, Mae.
MAE: Espera, espera, escribe entonces ahí..., escribe "Adiós" y nada más.
PAE: Prefiero que diga: "Aquí reposan los restos de un gran héroe desconocido que dio la vida por defender la paz de su hogar." (Aplaude.)
MAE: Era sólo un bebé, Pae. Ponle: "Que su alma a los cielos se eleve, como una carpa de circo."
ÁNGEL: ¿Eso?
PAE: Escriban lo que les venga en ganas, de todos modos ya se está pudriendo.
MAE: Ángel, no le grabes nada. Dibuja un helicóptero. (Ángel lo hace y ya.)




CUADRO XXVIII

Todo como un óleo de "Familia enlutada dispuesta para almorzar." Mae trae una fuente cubierta y sirve.
MAE: (Anuncia.) Es una sorpresa. Hemos perdido fuerzas en las noches de vigilia... Es por el funeral, en el campo donde nací siempre lo hacían...
ÁNGEL: ¡Qué bien huele!
PAE: (Ofendido.) Mae, cuántas veces he dicho que las vitaminas del trigo son irremplazables... (Se sientan los tres a la mesa.)
MAE: Qué desolación. Por una vez no hace daño.
ÁNGEL: ¿Qué es?
MAE: (Sirve suculentos trozos.) Pescado.
PAE: ¿De dónde lo sacaste, Mae?
MAE: Sólo por esta vez, querido. Es del lago de los flamencos y los cocodrilos. Vino a morir justamente a los escalones de nuestra puerta... Pensé, ¿y si organizo un banquete fúnebre?
PAE: Pareces satisfecha. ¿No te entristece la muerte del hijo?
MAE: El polvo vuelve al viento. Ya lo tendremos de nuevo aquí. ¿Qué tal el asado?
ÁNGEL: (Atragantándose.) Muy bueno. Nunca había comido una cosa así.
MAE: ¿Y a ti te gusta, Noé?
PAE: Le falta sal. Está demasiado dulzón.
MAE: Así es su carne. Siempre tienes que criticar.
ÁNGEL: No hagas caso, Mae, es el mejor plato del mundo. Estoy repleto.
MAE: (Suspira.) No lo dudo.
ÁNGEL: ¿Qué sientes, Mae?
MAE: Desdén.
PAE: Eso es muy anticuado.
ÁNGEL: Mae, es raro que este pescado no tenga espinas.
MAE: Tenía unas finas vértebras. Lo he limpiado bien.
PAE: (Eructa.) Of, estoy satisfecho. ¿Hay más?
MAE: Lo hemos engullido todo.
ÁNGEL: Estoy repleto.
MAE: ¿Quieren postre? Hice natilla de trigo.
ÁNGEL: Oh, no.
PAE: ¿Cómo has dicho que se llama este pez, Mae?
MAE: No lo he dicho aún, amor. Nos hemos comido al Bebé... Pobre criatura, iba a estar tan sola debajo de la tierra... He preferido que estuviera dentro de nosotros. Así-continúa-viva-en nuestro cuerpo y nuestros recuerdos.
PAE: (Asqueado.) No creo que hayas sido capaz...
MAE: Incrédulo. Ah, y no lo vomiten, porque entonces... no ganaríamos nada, nada, nada. (Se pone de pie.) Iba a estar tan solo en esa fosa oscura y húmeda.
ÁNGEL: (Aterrado.) ¿Qué fue lo que enterramos ahí?
MAE: Todas sus ropitas de color naranja. Creo que en la tumba sólo deben echarse las ropas del difunto... De algún modo ellas son el difunto. Pero vamos, no me miren como si yo fuese Medea rediviva. Váyanse a dormir una siesta. (Los toma del brazo y los guía.) Nuestro acto nos libera de culpa. Cuando nos besemos pensaremos que lo estamos besando a él. Cuando bebamos trigo creeremos que él está sediento. Debían estar orgullosos, porque hemos cometido un acto de pasión. Y pasión, queridos míos, es inocencia. (Salen.)

CUADRO XXIX

Mae recoge los platos y desperdicios. La calma en la casa del pobre dura poco. Se escuchan ruidos y gritos aterradores. Entra Ángel perseguido por su padre que lo golpea salvajemente por el cuello, la espalda, las nalgas, el sexo, las piernas, el pecho. Una y otra vez. Golpea y golpea.

PAE: ¡¡Hiena!! ¿Te duele? ¡Hiena gusana! ¡¿Querías escapar de tu jaula, eh?!
ÁNGEL: ¡Ya, Pae! ¡Déjame! ¡Soy yo, tu hijo! ¡SOY YO! ¡Soy ÁNGEL! ¡Soy Iván y Javier y Franz y Wilson y Dien-Phu y Luisi y Yasir y Mundo y Mauricio y Peter y Renato…!
MAE: (Corre e intercede.) ¡Noé, es tu propio hijo! ¡Míralo bien: no es una hiena, es un muchacho! (Lo desnuda y le muestra.) ¿Ves? ¿Es una hiena?! ¡MÍRALO!
PAE: (Reacciona y se cubre el rostro.) Oh, ¿eres tú, hijo? ¿Qué me ha sucedido? ¿Dónde está mi razón? (Sonríe cambiando de color.) Le vi cuerpecito de hiena y cuatro patas… ¿Eres tú, Ángel? (Lo acaricia.) Ya hasta te hago perder la identidad.
MAE: Pues para la próxima, míralo bien. Pudiste haberlo matado, filicida. Es un milagro que no me has confundido con un alcatraz.
PAE: Perdón. Oh, perdónenme. No sé qué pasa aquí. De pronto le vi rayas en la piel y hocico y largas orejas…
MAE: (Se coloca su guirnalda de lirios y giralunas. Se acerca a Ángel y lo abraza con amor de madre.) ¿Has escrito el final de tu obra de teatro, hijo?
ÁNGEL: Estoy trabado, Mae. Los sustos me dan estreñimiento y me cortan la imaginación. (Mira a Pae con rencor.)
MAE: No te preocupes, Ángel. A medida que los personajes mueren, la obra tiene que terminar. A ver, cambia esa cara… Vamos a dejar los berrinches para los niños. Ya eres un hombre.
ÁNGEL: Lo sé, Mae.
MAE: ¿Estás triste porque Pae te confunde con un animal?
ÁNGEL: Oh, no, Mae, es porque ya conozco la próxima escena...



CUADRO XXX

Cuadro Final de Mae. Por supuesto que se trata de un suicidio y no debe culparse a nadie de su muerte, ni siquiera al Autor.

MAE: (Besa a Ángel en la frente.) En verdad estás hermoso, hijo. Me siento orgullosa. Cada vez me convenzo más de que no estás hecho para este mundo. (Le sacude los cabellos.) Si una vieja amiga te viera, se moriría por ti.
ÁNGEL: Exageras, mamá.
MAE: (Le entrega el sobre violeta.) Esta carta es una suerte de Testamento… La abrirás después… (Transición) A ti, Noé, quisiera pedirte algo… si no es molestia.
PAE: ¿Qué quieres?
MAE: Cuida a Ángel, pero cuídalo de ti mismo. De las demás cosas ya sabe cuidarse solo. Él es un sol y tus jaulas están llenas de podredumbre.
PAE: Lo pensaré.
MAE: Si todavía queda algo de respeto en ti deberás saber que el último deseo de un condenado a muerte es irrevocable.
PAE: Lo sé.
MAE: ¿Cumplirás? Quiero que mis restos estén tranquilos.
PAE: Cumpliré: un deber legal es un deber obligatorio.
MAE: (Besa sus labios.) Así me gusta. (Se encarama en la ventana y tira besos al aire.) Hubiera preferido tirarme de un barco, de la cubierta de un crucero… pero qué más da. Quise ser heroína trágica y terminé siendo sensiblera de vaudeville.
PAE: ¿Es tu última decisión?
MAE: Es… (Se lanza al lago. Oyen chapoteos y dentelladas.)
ÁNGEL: ¡Corre, Pae, el arco y las flechas! ¡Vienen los cocodrilos! ¡La van a devorar! (Los trae y Ángel dispara al lago.)
PAE: ¡Apunta bien! ¡Ahora se acercan a ella! (Flechazos.) ¡Los flamencos también le dan picotazos! (Grita aterrorizado) ¡Oh, hijo, mataste a Mae! Mira, tiene un flechazo en el pecho.
ÁNGEL: Mejor, así no sufre por las mordidas.
PAE: El lago está rojo. (Ángel cierra la ventana y aguarda. Luego abre la puerta y mira.)
ÁNGEL: Ya se hundieron, por suerte, los cadáveres.



CUADRO XXXI

Pae toca el redoblante e imita doce cañonazos con la boca. Ángel tira al lago gladiolos blancos, zempasúchiles amarillos, y una jaula de pájaros vacía. Luego van desalentados hacia la mesa.

PAE: Era tan buena esta Mae. Nos ha dejado el desayuno servido.
ÁNGEL: No tengo apetito.
PAE: Siéntate.
ÁNGEL: (Obedece.) Pobrecita, Pae. Ahora que la recuerdo, la quiero más.
PAE: (Suspira.) Si no deseas beber su trigo, el trigo que te hizo con tanto amor, no lo bebas.
ÁNGEL: Puedes tomar mi taza.
PAE: Con esta es suficiente. Quisiera morir yo también.
ÁNGEL: Sin Mae esta es una casa sin Mae.
PAE: (Bebe.) ¿Qué es esto?
ÁNGEL: ¿Está amargo? (Se encoge de hombros.) Lágrimas.
PAE: Mae era capaz de preverlo todo.
ÁNGEL: ¿Qué es, Pae?
PAE: El trigo...
ÁNGEL: ¿Ve...neno?
PAE: Está lleno de navajas de afeitar.
ÁNGEL: No lo bebas.
PAE: Tengo que tragármelas, Ángel, es inevitable. Así lo quiso tu madre.
ÁNGEL: Pae…



CUADRO XXXII

Muerte de Pae. Bebe su taza de trigo lentamente, como si saboreara el sabor de los sabores de la despedida. Su boca sangra.

PAE: Recuerdo… hace años… Mae era una linda muchacha pueblerina que cantaba por ahí... ¡Cómo cantaba! Era un pajarito libre. Los perros callejeros le hacían coro. Cantaba con la misma gracia los himnos y los boleros, sones y tangos… En esos tiempos yo perseguía y mataba perros callejeros. (Sangrante.) Me volví loco por ella y nos casamos en las montañas. Vinimos a vivir al Zoológico. Era bellísima y la aparté del mundo. Su sexo era una fruta hinchada y roja y ahora está muerta. (Gime.) No dejé que el mundo la tocara ni que ella tuviera contactos con el mundo… Revolucioné su vida para mí solo. Unicamente. Y también para ti, que no supiste aprovecharla. Por eso tu castigo será convertirte en un huérfano degenerado y es eso lo único que puedo dejarte. (Sonríe y muere. Ángel escribe ensimismado. Atardece en medio de una suave llovizna pertinaz y sale un gran arcoiris, una de cuyas puntas del espectro penetra por los vidrios.)



CUADRO XXXIII

Pae yace muerto sobre la mesa y Ángel escribe el final de su obra de teatro TRES TAZAS DE TRIGO.

ÁNGEL: La casa entera arde en llamas… Telón. (Toques en la puerta.) ¡Va! (Abre.)
EMA: Tengo entendido que solicitan una actriz de teatro, ¿no?
ÁNGEL: Órale. ¿Quién es usted?
EMA: Perdóneme, soy Ema.
ÁNGEL: ¿Ema?
EMA: He leído el cartel de la entrada.
ÁNGEL: ¿Qué dice?
EMA: ¿No lo sabe?
ÁNGEL: No tengo la menor idea.
EMA: Dice bien claro que hace falta una actriz que desempeñe el papel de una tal Mae para dar final a una obra… Creo que lo recuerdo con exactitud… Si no me equivoco está escrito con crayola gris.
ÁNGEL: (Confuso.) Sí, sí, aquí es. ¿Sabe usted llorar?
EMA: ¿Cómo quiere el llanto? ¿Desgarrador, febril, engañoso, melodramático, con espasmos, sutil…?
ÁNGEL: Quiero que intente llorar de felicidad.
EMA: Creo que lo logro. Estoy nerviosa. Ni siquiera sé quién es usted.
ÁNGEL: Soy Ángel, hijo legítimo de Mae y Pae. Abráceme y diga que me reconoce.
EMA: (Lo hace.) ¿Ángel? Ángel, ¿eres tú? ¡Cuánto tiempo! No puedo creer que apenas hayas cambiado...
ÁNGEL: ¡He soñado contigo, Mae!
EMA: Ya era hora. ¿Y qué has soñado, si se puede saber?
ÁNGEL: Soñé que te habías muerto, Mae, que yo mismo te maté. El agua estaba llena de sangre, los escalones de la puerta llenos de sangre... ¡Estás viva!
EMA: Vivita y coleando, como el pececito del cuento.
ÁNGEL: ¡Muy bien, Ema! ¡Resulta sencillamente impresionante! Siéntese a la mesa, el trigo está servido.
EMA: Gracias. (Se sienta plácida y sensual.)
ÁNGEL: ¿Por qué usa lentes oscuros?
EMA: Soy tuerta.
ÁNGEL: Qué pena, no sabía…
EMA: Soñaba, flotaba y me enredé en las antenas de la televisión. Mi ojo fue perforado por una varilla de este largo.
ÁNGEL: Oh, ¿se la metió completa?
EMA: Casi. Ahora sólo me interesa la mitad del mundo. Es una ventaja, después de todo. ¿Puedo fumar?
ÁNGEL: Por favor…
EMA: Gracias. (Fuma ansiosamente y a grandes bocanadas, como si intentara olvidar.) Debo hacer una confesión: soy Ema.
ÁNGEL: Eso ya lo sé.
EMA: Quiero decir… conocía a tu madre.
ÁNGEL: ¡¿Es usted?!
EMA: Eramos amigas de correrías. Yo la esperaba al anochecer en la colina y desde ahí partíamos juntas.
ÁNGEL: Me lo ha contado.
EMA: Si estoy aquí ocupando su sitio es simplemente por una cuestión sentimental.
ÁNGEL: ¡Me dijo que alguna vez vendría!
EMA: Paseaba y hallé esta botella con un Mapa dentro. (Muestra.) Supongo que el tesoro del Mapa sea usted. (Sonríe y cautiva.)
ÁNGEL. Seguro que no.
EMA: Mae era una señora de espíritu superior.
ÁNGEL: Nunca la conocí así. Pensé que era una cualquiera.
EMA: Lo dice por despecho. ¿Qué le contaba? Ah, esa noche molesta… Había mucha niebla la última vez que la vi…
ÁNGEL: ¿Mae no la ayudó en el accidente?
EMA: A punto de hacerlo, ¡pof!, se la llevó la neblina.
ÁNGEL: Recuerdo esa noche.
EMA: ¿Terminamos la obra? Mi tiempo es oro.
ÁNGEL: Cuando lo desee.
EMA: (Señala a Pae.) ¿Ese personaje está muerto?
ÁNGEL: Usted lo mató.
EMA: (Sonríe.) ¡Qué interesante! ¿Permanece muerto durante todo el final?
ÁNGEL: Estoy indeciso. Mae me dijo que debía ser misericordioso con mis personajes… Puede despertar… agonizante… y decir: "He sido malo con ustedes".
PAE: (Se levanta y limpia su sangre con la servilleta.) He sido malo con ustedes.
ÁNGEL: Muy malo.
PAE: Yo no quise. Es mi formación, Ángel. Nací hijo de la chingada.
ÁNGEL: Ya me di cuenta.
PAE: Ahora voy a ser mejor. Se acabó la dictadura en lugar de democracia. Ustedes son lo único que tengo en la vida y no tengo derecho a amargarles la existencia.
ÁNGEL: (Ataque de risa.)
EMA: ¿Qué ocurre, Ángel?
ÁNGEL: Ese final no me gusta. Es absurdo para estos tiempos. (Pausa.) Querido Pae, tú no cambiarías nunca. (Rompe papeles.) Hay que recomenzar. (Pae hace mueca de clown y se muere otra vez.)
EMA: Espera. (Retoca su maquillaje.) Veamos…
ÁNGEL: (Escribe.) Escena final, último cuadro antes del Epílogo… Ema dice: "He regresado".



CUADRO XXXIV

Escena final. Último cuadro.
EMA: He regresado.
ÁNGEL: (Se incorpora.) ¡Mae! Pensé que no te vería nunca más.
EMA: Aquí estoy… y te quiero mucho.
ÁNGEL: ¿No volverás a morirte, verdad?
EMA: Oh, no, la muerte es la intemperie, Ángel. (Transición.) ¿Y ése, ha vuelto a emborracharse otra vez?
ÁNGEL: Duerme su peda de trigo fermentado.
EMA: (Lo sacude.) Pae, Pae, vamos, levántate… Hay que dar fin a esta farsa.
PAE: (Refunfuña y gruñe.) Es insoportable. Qué resaca, dios… ¿Quién se atreve a molestarme?
ÁNGEL: Nosotros, Pae.
PAE: (Bosteza y eructa.) Qué soponcio, Ángel. (Pausa.) Mae, tuve una pesadilla por primera vez en mi vida.
EMA: ¡Al fin!
ÁNGEL: ¿Qué soñaste?
PAE: Nos moríamos uno por uno. Era la guerra.
EMA: Hay paz. Aquí siempre hay paz.
PAE: Es muy aburrido vivir en paz.
ÁNGEL: Prefiero un final aburrido para nuestra historia familiar, sin incendios ni muerte ni catástrofes ni nada por el estilo.
CUADRO XXV
Epílogo

Los tres personajes alrededor de la mesa. Todo oscurece y a través de la ventana entra la luz llagada del crepúsculo.

EMA: (Sirve.) Brindemos entonces con tres tazas de trigo.
ÁNGEL: (Rompe la carta de Mae.) Como tres tristes tigres.
PAE: (Brinda.) ¡Por la guerra!
EMA: (Brinda.) Por la paz.
ÁNGEL: ¡Por el fin de los tiempos! (Beben. A la luz del ocaso pareciera que la casa entera arde en llamas.)
TELÓN
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