viernes, 25 de mayo de 2007

EL VIENTO SOPLA TODAVÍA - VIRGINIA BOLTÉN

Autora: Roxana Aramburú
Contacto: lobiaramburu@yahoo.com.ar

Interior de una habitación humilde: una ventana a la calle, pocos muebles, una biblioteca importante. La luz es tenue pero destaca el retrato de una mujer con el pelo cortado al ras. Una anciana duerme en una mecedora y ronca ligeramente. Una joven –Luisa- entra precipitadamente, con una bolsa en la mano. Cierra la puerta, se acerca con cautela a la ventana y espía a través de la cortina. Al dar unos pasos hacia atrás para alejarse, tira algo y despierta a la anciana. Ambas se asustan de la presencia de la otra.


ANCIANA: - ¿Quién sos vos?
LUISA: - La nieta de Lorenza.
ANCIANA: - ¿Quién?
LUISA: - (Mirando de reojo hacia la ventana) Lorenza... de acá a la vuelta.
ANCIANA: - Vos no sos Lorenza.
LUISA: - No, soy la nieta.
ANCIANA: - (Desconfiada) La nieta. ¿Y qué hacés acá? ¿Cuándo entraste?
LUISA: - Eh... (Reparando en la bolsa que lleva en la mano) Mi abuela me pidió que le trajera un poco de fruta.
ANCIANA: - ¿Fruta? ¿Por qué?
LUISA: - Dijo que usted estaba enferma.
ANCIANA: - ¡Enferma! Enferma estará ella.
LUISA: - ¿Dónde dejo la bolsa?
ANCIANA: - ¿Qué?
LUISA: - La fruta.
ANCIANA: - Bueno... ahí, en la mesa.
LUISA: - Mejor la llevo a la cocina.
ANCIANA: - (La sigue con la mirada) Bueno... si querés.
Luisa entra a la cocina y permanece un rato en silencio absoluto. La anciana está expectante.
ANCIANA: - ¿Necesitás algo?
LUISA: - No, nada, nada (Se asoma apenas por el vano de la puerta). Me quedé mirando la alacena. Qué linda.
ANCIANA: - ¿Cómo te llamás?
LUISA: - Luisa.
ANCIANA: - (Complacida) Como la virgen roja.
LUISA: - ¿Me deja hacer una llamada?
ANCIANA: - No tengo teléfono. Vení, acercate. ¿Por qué te pusieron ese nombre?
LUISA: - A mi mamá le gustaba. A mí no, es antiguo. Me dicen Lu.
ANCIANA: - ¿Lu?
LUISA: - Un sobrenombre. ¿No se acuerda de mí, de cuando era chica?
ANCIANA: - Me parece, pero... (Niega con la cabeza)
LUISA: - ¿No quiere tomar algo caliente? (Cierra la cortina de la ventana, casi de modo imperceptible) Hace frío acá adentro.
ANCIANA: - Yo no siento. ¿Estamos en invierno?
LUISA: - En primavera.
ANCIANA: - ¡Primavera! ¡Printemps, Frühling, becha, udaberri! (Luisa sigue atenta) ¿Esperás a alguien?
LUISA: - No, no. (Se aleja de la ventana, disimula) ¿Dónde aprendió esos nombres?
ANCIANA: - De mis compañeros. De los Grupos de Afinidad.
LUISA: - ¿Qué es eso?
ANCIANA: - Siempre hay algo que aprender. ¿Vino Salvatore?
LUISA: - (Sobresaltada) ¿Quién? ¿En un auto?
ANCIANA: - (Repara en su confusión temporal) No, no... No me hagas caso.
LUISA: - Porque un auto... andaba por acá.
ANCIANA: - Quedate tranquila. Me olvido.
LUISA:- (Ansiosa por irse a la cocina) Le hago un té.
ANCIANA: - ¿Puede ser mate cocido? Hay agua en un termo. La yerba, en el estante de arriba. Si tuviera las piernas bien... y las manos... y la columna...
LUISA: - (En off) Ya va a estar mejor.
ANCIANA: - (En voz alta) ¿Qué? No te escucho.
LUISA: - (La chista) Que ya va a estar mejor.
ANCIANA: - Qué decís, nena... (Se repone) No, no me quejo. Cuando era como vos me trepaba a los árboles, a los paredones, corría... Es la vida. Ahora hay que quedarse un poco quieta, nada más. No cambió tanto, ¿no? Qué honor... (Se ríe) ¡La "Buena Luisa" me prepara mate cocido!
Luisa le acerca una taza.
ANCIANA: - Gracias. Sos solidaria, ¿eh? Está muy bien.
LUISA: - ¿Que le pasó en las manos?
ANCIANA: - ¿Adónde?
LUISA: - Las uñas.
ANCIANA: - Ah, eso. Ya ni me acordaba. Del frigorífico. El frío te hace caer las uñas. Y a mi edad ya no tienen fuerza para crecer. Vos parecés chiquita. ¿Cuántos años tenés?
LUISA: - Veintiuno. Soy del 62.
ANCIANA: - (Con melancolía) Como mi nieta.
LUISA:- (Sorprendida) ¿Tiene una nieta? No sabía.
ANCIANA: - Bueno, como si lo fuera. (Toma. Luisa permanece de pie, pero protegida por la mecedora). Andate, si querés. No hagas cumplidos.
LUISA: - No, no tengo apuro.
Pausa prolongada.
ANCIANA: - ¿Querés algo?
LUISA: - …
ANCIANA: - Nosotros no damos propinas. Una propina es caridad.
LUISA: - No, no quiero plata.
ANCIANA: - ¿Y?
LUISA: - (Buscando una excusa) Quería hablar un rato... conocerla, que me cuente cosas de antes.
ANCIANA: - (La observa) Ajá.
LUISA: - Bueno, es que mi abuela no se acuerda bien, así que yo le quería preguntar...
ANCIANA: - Adelante. Con confianza.
LUISA: - (Sin salida, ve el retrato y lo señala) ¿Es usted?
ANCIANA: - (Se ríe) No... Una tía.
LUISA: - ¡Qué corto usaba el pelo! ¿No?
ANCIANA: - Era más higiénico... y más barato.
Luisa está distraída, mira disimuladamente hacia la puerta, atenta a los ruidos.
LUISA: - ¿Quiere que cierre con llave?
ANCIANA: - No, no es necesario. Hace años que dejo la puerta abierta. ¿Pasa algo?
LUISA: - No. ¿Qué me contaba, de su tía?
ANCIANA: - (Intrigada) Sí... te decía que... ¿sabés que fue la primera mujer que habló en una manifestación?
LUISA: - Ah... (Incómoda) Algo me acuerdo... pero mi abuela me dijo que había sido usted.
ANCIANA: - Qué va. No, no fui yo. Fue ella, Virginia. Virginia Boltén.
LUISA: - Entonces, se confundió.
ANCIANA: - ¿Tan perdida está Lorenza? Virginia ya murió. ¡Si eso fue en 1890! ¿Y ahora en qué año estamos?
LUISA: - 1983.
ANCIANA: - ¿Cómo 1983? ¿Ya terminó el mundial?
LUISA: - (Sombría) ¿El ´78? Sí.
ANCIANA: - (Recordando algo) Cierto, cierto... (Probándola) ¿Saliste a festejar?
LUISA: - No. (Nerviosa) Usted tendría que tener un teléfono acá.
ANCIANA: - ¿Por qué?
LUISA: - ¿No tiene miedo? Que le pase algo, no sé.
ANCIANA: - ¿Qué más me podría pasar? El último que tuve, estaba pinchado. Un día lo arranqué.
Luisa se incomoda, no sabe si irse o quedarse. El ruido de un auto la sobresalta.
ANCIANA: - Es el carnicero. Siempre maneja así.
LUISA: - (Desorbitada) ¿Qué carnicero? ¿Viene para acá?
ANCIANA: - ¿Acá? (Se ríe) ¡No! ¿Lo conocés?
LUISA: - No sé... el auto me parece, ese ruido.
ANCIANA: - Lo hace a propósito. Vení, ponete al lado mío (Luisa se sienta cerca de ella. El ruido del auto que acelera pasa a primer plano. Luisa intenta levantarse y la anciana la retiene). No, no te muevas. Vas a estar bien. Confiá en mí (La toma de la mano. El auto se aleja).
LUISA: - (Se acerca a la ventana y mira, aliviada) Se fue.
ANCIANA: - Acá no entra más, ¿sabés? Desde aquella vez... (Palpa un arma que lleva bajo de la ropa). Pensaba que ésta era de juguete. Y después empezó a decirle a todos que en esta casa vive una vieja loca.
LUISA: - (Asustada, se ríe. Distrayéndola y distrayéndose) Cuénteme, cuénteme más.
ANCIANA: - ¿Del carnicero?
LUISA: - ¡No, no! Otra cosa. No quiero hablar de eso.
ANCIANA: - (La observa) Tu abuela la conoció.
LUISA: - ¿A quién?
ANCIANA: - A Virginia.
LUISA: - No, no puede ser.
ANCIANA: - (En voz muy alta) ¿Cómo no la va a conocer?
LUISA: - No grite, no grite. Pero... ¿en qué año nació su tía? Mire que...
ANCIANA: - Las cosas que preguntás vos. ¿Quién sabe?
LUISA: - ...mi abuela tiene cerca de noventa, pero además es de Montevideo.
ANCIANA: - Allá estuvo Virginia cuando la deportaron. ¡Y ya estamos en 1983!
LUISA: - ¿Qué? ¿Era uruguaya, también?
ANCIANA: - No. Se lo inventaron... por la Ley de Residencia. Así la podían sacar del país. ¿Hay más mate cocido?
LUISA: - Sí, le hago, le hago (Va a la cocina).
ANCIANA: - Nació en San Luis. Sí... mi abuelo cayó de mensual en una estancia. Ahí se enamoró de la hija del dueño, y se casaron.
LUISA: - (Desde la cocina) ¿Con la hija del estanciero?
ANCIANA: - Cuatro hijos tuvieron. Pero se llevaban mal, el matrimonio no funcionó. Virginia diría: “Ni Dios, ni patrón ni marido” (Se ríe).
LUISA: - (Se asoma) Eso le gritaba mi abuela a mi abuelo cuando se peleaban. Yo pensaba que lo había inventado ella.
ANCIANA: - (Bosteza) Hace mucho que no viene Lorenza.
LUISA: - (Vuelve a la cocina) No quiere salir. Le cuesta caminar.
ANCANA: - Tantos años juntas, en Rosario... Virginia nos enseñó a escribir en el patio del conventillo. Cuatro tuvieron... (Se adormece).
LUISA: - ¿Se conocen desde chicas?
La anciana no contesta.
LUISA: - ¿De dónde? Nunca me habló de eso.
Pausa. Se asoma con miedo. Se acerca a la anciana dormida. No se anima a tocarla. De pronto la anciana larga un ronquido.
LUISA: - ¡Ay, la puta, qué susto! (La sacude levemente). ¡Virginia! Ay... no, ¿cómo se llamaba?
ANCIANA: - (La mira extrañada) ¿Qué pasa?
LUISA: - Se quedó dormida.
ANCIANA: - No, estaba despierta. ¿Sabés hace cuánto que no duermo? Ojalá durmiera un poco. ¿Qué hablábamos?
LUISA: - (Resignada) Me decía de Virginia y de mi abuela.
ANCIANA: - ¿Vino Virginia?
LUISA: - No... Me hablaba de ella. De su tía.
ANCIANA: - Ah. Sí. Bueno, eso.
LUISA: - ¿Qué?
ANCIANA: - Cuatro hijos tuvieron. Una era ella. En San Luis.
LUISA: - Sí. ¿Y?
ANCIANA: - ¿Y el mate cocido?
LUISA: - Ah, me olvidé. Yo voy para allá, pero hable despacio, la escucho (Entra a la cocina).
ANCIANA: - Ponele leche, si hay.
LUISA: - Bueno. ¿Qué me decía?
ANCIANA: - Que le pongas leche.
LUISA: - No. De Virginia. De mi abuela. Que se conocían.
ANCIANA: - ¿Qué Virginia? Ah, cierto... Trabajaba en la refinería de azúcar, en Rosario.
LUISA: - (Se asoma) ¡Mi abuela también!
ANCIANA: - Y en una fábrica de zapatos. (Feliz, confidente) Ahí conocí a Salvatore.
LUISA: - (Vuelve de la cocina con la taza) ¿Por qué habló en la manifestación?
ANCIANA: - ¡Yo no! Nunca serví para oradora.
LUISA: - No, su tía.
ANCIANA: - ¿Y cómo no iba hablar? Ella siempre estuvo ahí.
LUISA: - No entiendo.
ANCIANA: - En el ojo de la tormenta, nena. Con la bandera negra y roja. (Lee en el aire) "Los trabajadores de Rosario cumplimos las disposiciones del Comité Obrero Internacional de París”. ¿De qué te sorprendés?
LUISA: - En esa época, no sé. Era una mujer de avanzada.
ANCIANA: - (Presta atención, escuchando) Hay una corrida.
LUISA: - (Queda inmóvil) ¿Qué pasa? ¿El auto?
ANCIANA: - ¡Es el boicot al tranvía! ¡Correte, correte de la ventana!
LUISA: - No, no... Debe ser una columna que se acerca. Escuche...
ANCIANA: - Tomá, cuando lleguen los caballos tirá de éstas (Le pasa una bolsa con bolitas que tiene bajo la mecedora) Tirales, tirales, ¡pero que no te vean! y andate por la tapia de atrás. Yo me quedo, yo resisto acá.
LUISA: - ¡No, yo no quiero intervenir! Pero qué digo... si no hay más tranvías... ¿Me está escuchando?
ANCIANA: - ¡Apurate, ponete de este lado, del otro te ven!
LUISA: - (Tratando de controlar la situación) ¡No van reprimir, no van a reprimir! Tranquilícese, todo va a salir bien.
ANCIANA: - (En voz muy baja, llama) ¡Salvatore! ¡Escondete, Salvatore...! (A Luisa, como volviendo de un sueño) ¿Cómo que no van a reprimir? Eso es raro.
LUISA: - Porque es la caída de la dictadura.
ANCIANA: - (Desconfiada) ¿De Uriburu? ¿Y tiran agua caliente?
LUISA: - No, panfletos. Tocan cornetas.
ANCIANA: - Yo calentaría agua.
LUISA: - Hay elecciones. ¿Se acuerda? Ese ruido es gente que va para la concentración.
ANCIANA: - ¿Y vos qué hacés acá? Todos están afuera. ¿No vas a ir?
LUISA: - No sé. No sé todavía.
ANCIANA: - ¿En qué año estamos, al final? 83... Andá a saber.
LUISA: - ¿Qué?
ANCIANA: - Eh, qué va a pasar.
LUISA: - Ahora estamos en la primavera. La primavera alfonsinista.
ANCIANA: - ¿Y eso?
LUISA: - Alfonsín.
ANCIANA: - ¿Y ése quién es?
LUISA: - Es el candidato de la UCR. Dicen que va a ganar.
ANCIANA: - Ah... un ahijado de Yrigoyen... ¿No va a ganar el peronismo? ¿Cómo puede ser? No leo el diario, últimamente. ¿La Protesta sale, todavía?
LUISA: - No, me parece que no. ¿Se siente bien?
ANCIANA: - Es que me pongo nerviosa cuando hay huelga. El mes pasado nos dieron duro. Salvatore estaba herido, le pegaron con un palo en las costillas.
LUISA: - ¿Se acuerda lo que le dije? Estamos en el año 83.
ANCIANA: - Sí, sí. Ya me acordé. Vos no te preocupes.
Luisa no se decide todavía a salir. Mira la biblioteca.
ANCIANA: - Sabés que te miro... y me parece conocerte.
LUISA: - Cuando era chica.
ANCIANA: - (Pensativa) No, no. De antes, no. (Pausa) Necesito que hagas algo por mí. ¿Ves eso que se asoma?
LUISA: - (Señala en la biblioteca) ¿Esto?
ANCIANA: - Sí, esos periódicos chiquitos. Agarralos. Fijate, ¿dice "La Voz de la Mujer"?
LUISA: - Sí.
ANCIANA: - Ese diario lo fundó Virginia. Escribían solamente mujeres.
LUISA: - ¿En serio?
ANCIANA: - Claro. ¡Cómo te gusta Virginia! Te llama la atención...
LUISA: - Bueno, la verdad... me atemoriza.
ANCIANA: - ¡Si la hubieses conocido! Hay una chica... me los pidió, los quiere leer. ¿Se los podés alcanzar?
LUISA: - (Dudando) Bueno. Pero yo todavía no me voy.
ANCIANA: - Cuando vos quieras. Esa chica... mirá lo que hace: a la noche pasa y le arranca las calcomanías al auto del carnicero.
LUISA: - (Sorprendida) ¿Y usted cómo sabe eso?
ANCIANA: - Por que la vi. Yo también espío por la ventana. A ver, pasámelos... (Busca una parte y se la pasa) Leé esto. (Luisa se queda inmóvil) ¿Luisa?
LUISA: - Ah, deme. (Lee con dificultad) “...Ya lo sabéis, pues, vosotros los que habláis de libertad y en el hogar queréis ser unos zares, y queréis conservar derecho de vida y muerte sobre cuanto os rodea..."
ANCIANA: - (Le pide el periódico) Dame, dame a mí... (Se calza los anteojos y lee) "...ya lo sabéis vosotros los que os creéis muy por encima de nuestra condición, ya no os tendremos más miedo, ya no os admiraremos, ciega y tímidamente a vuestras órdenes, ya pronto os despreciaremos y si a ello nos obligáis os diremos cuatro verdades de a puño. Ojo, pues, macaneadores, ojo cangrejos. Si vosotros queréis ser libres, con mucha más razón nosotras; doblemente esclavas de la sociedad y del hombre, ya se acabó aquello de ‘Anarquía y Libertad, las mujeres a fregar’. ¡Salud!...” (Se ríe) ¿Y? ¿Qué te parece?
LUISA: - ¿Eso lo escribió ella?
ANCIANA: - Ah, qué sé yo... no se sabe. Usaban seudónimo.
LUISA: - Es impresionante. ¿De qué año es?
ANCIANA: - Y... 1896, 97. Uh... ¡se armaba cada una!
LUISA: - Era una aplanadora.
ANCIANA: - Hoy ya nadie se acuerda de Virginia. (De pronto la mira con recelo) ¿Y vos por qué me preguntás todo esto? ¿Quién te manda?
LUISA: - Nadie.
ANCIANA: - (Manotea el bastón) ¿Segura?
LUISA: - Pero sí, ¿no se acuerda de mí? Soy la nieta de Lorenza.
ANCIANA: - (No se acuerda pero disimula) Sí. Lorenza. Pero hacés muchas preguntas.
LUISA: - Estuve leyendo, últimamente... nunca me interesé. Recién ahora, con todo esto... no quise, antes. Pero me pasaron cosas, que... (Cambia el tema) Así que... Virginia Boltén.
ANCIANA: - Había muchas como ella. Planchadoras, cigarreras, fosforeras, modistas. ¿Nunca escuchaste hablar de Juana?
LUISA: - No.
ANCIANA: - ¡Quince años tenía! ¿Y las otras? Las que no sabemos ni el nombre. ¡Si habrán tirado agua caliente por los balcones en la huelga de inquilinos! Así evitaron el desalojo. Agua y escobazos. (Cada vez más bajo) Agua y escobazos. Agua y escobazos.
Pausa prolongada.
LUISA: - Yo no soy valiente. Nunca fui.
ANCIANA: - Yo... no lo sé. Tiene que ser así. Codo con codo, las mujeres y los hombres libres. Es una forma de vida. Cada uno de nosotros debe ser un ejemplo vivo (Toma).
LUISA: - ¿No está frío? Si quiere se lo caliento, a lo mejor con la leche...
ANCIANA: - No, estaba muy bien. Voy a llevar la taza. (Intenta salir de la mecedora) Yo puedo.
LUISA: - Espere, espere, déjeme a mí.
ANCIANA: - (Cede y Luisa va a la cocina con la taza). Gracias, Luisa. La "Buena Luisa"... (Recita) "...Yo no quiero ser defendida, y acepto la responsabilidad de todos mis actos. Lo que yo reclamo de vosotros es el campo de Sartory donde mis hermanos han caído ya. Puesto que todo corazón que late por la libertad, sólo tiene derecho a un poco de plomo, dadme mi parte. Si no sois unos cobardes, matadme!..."
LUISA: - (Se asoma, sorprendida) Eso... se lo escuché una vez a... ¿Lo escribió su tía?
ANCIANA: - No.
LUISA: - Tuve una compañera que se lo sabía de memoria. Lo hizo en un acto de la escuela.
ANCIANA: - (Ensimismada) “Puesto que todo corazón que late por la libertad, sólo tiene derecho a un poco de plomo”... (Reacciona) ¿Qué dijiste? ¿Quién lo sabía?
LUISA: - Una amiga. Adela. (Silencio. Ambas miran en direcciones opuestas) ¿Y qué pasó después?
ANCIANA: - ¿Después de qué?
LUISA: - De aquella manifestación donde habló. Virginia, digo.
ANCIANA: - Ah. Hubo uno del gobierno, que le fue a contar a Roca.
LUISA: - ¿Y?
ANCIANA: - Estuvo presa (Luisa se pone progresivamente incómoda) Muchas veces. Había que ver en qué condiciones se trabajaba. Como para no pelear.
LUISA: - Bueno. Creo que ya me puedo ir.
ANCIANA: - Ahora también. Sí... siempre hay más cosas para conquistar. Y la policía... lo mejor que te podía pasar era que no te agarrara (Luisa intenta decir algo, pero se corta). En el ´19, cuando fue lo de Vassena, ahí empezaron esos grupos... ¿cómo le llaman ahora? Los para... para...
LUISA: - Parapoliciales. Paramilitares. (Se pone de pie) Me voy.
ANCIANA: - Eso. Guardia Blanca, se llamaban. Miserables. Eran civiles, del pueblo, ¿eh?, como nosotros. Iban a buscar a la gente a las casas. Quemaban sus muebles, sus libros, los arrastraban de los pelos a las comisarías... Torturaban y mataban. Nunca me voy a olvidar de la nena de Boris...
LUISA: - (Le grita, fuera de sí) ¡Termínela! ¡Termínela de una vez!
Se da cuenta de la situación y se derrumba. La anciana está tranquila, la espera.
LUISA: - No sé qué decir. (De golpe, tomando fuerza) Yo estuve presa. Un tiempo. Fue corto, en realidad. Mi papá conocía a un tipo que... (con ironía) ¿tendría que agradecerle? Ahí me encontré con Adela (La anciana la mira con dolor, permanece unos instantes abatida, sin reaccionar). Era mi amiga. Pero yo estoy acá. (Pausa) Cuando tenía once, doce años hubo un tiroteo en el cuartel, cerca de mi casa. Era verano, de madrugada. Yo me levanté de la cama y bajé la persiana. Creía que podía parar las balas cerrando la ventana...
ANCIANA: - (Repentinamente, reacciona y quiere cambiar de tema) Y Adela... (Se corrige) Virginia. En esa época... no me acuerdo bien. ¿Estaría ya deportada, en Montevideo?
LUISA: - (Sin escucharla) Casi no la reconocí.
ANCIANA: - (La interrumpe) No. Fue antes. Organizaba la huelga de tranways, con Juana y con María Collazo. "Fraternidad Universal" decía la bandera. La cosimos entre las tres: Virginia, Lorenza y yo.
LUISA: - (Extrañada) ¿Lorenza, dijo?
ANCIANA: - Sí, Lorenza. Era una de las que más trabajaba para la Idea.
LUISA: - ¿Qué? ¿Está segura? Mire que usted confunde los nombres... un poco.
ANCIANA: - ¡Mirá que me voy a confundir, justamente con Lorenza! Soy vieja, pero me acuerdo. Después, bueno, pasó lo que pasó. Pero ella nunca abandonó sus ideales. Yo lo sé.
LUISA: - ¿Qué fue lo que pasó?
ANCIANA: - (Suspirando) La vida es rara, nunca se sabe cómo vamos a reaccionar. A algunos les da más fuerzas, a otros se las quita... en fin. Yo tuve mi caída cuando fue lo de...
LUISA: - Pero, ¿qué le pasó a mi abuela?
ANCIANA: - No lo soportó. Fue un golpe muy duro. Imaginate... ella tan joven, de repente...
LUISA: - Pero ¿qué?
ANCIANA: - Y Virginia también, pero con ella fue diferente.
LUISA: - Dígame, por favor. Ella nunca me contó nada.
ANCIANA: - Y... tenés que hablar con Lorenza. Después conoció a tu abuelo... y eligió la tranquilidad. A desgano, pero ahí fue.
Vuelven a escuchar el ruido de la manifestación, voces por altoparlantes.
ANCIANA: - ¿Escuchás? Está hablando Virginia... ¡Salvatore, vamos! ¡No! Es Adela... ¡es Adela! ¡Adela! (Intenta levantarse de la mecedora)
LUISA: - (La retiene y la sacude fuertemente) No, ¿cómo Adela? No... no son ellas. No están ahí. ¡Abuela... abuela! ¡Abuela, no! ¿Entiende?
La anciana la mira como si la viera por primera vez.
LUISA: - Siéntese, tranquilícese.
Luisa ayuda a la anciana a sentarse otra vez en la mecedora. La arropa con una manta.
ANCIANA: - Pensé que había vuelto...
LUISA: - (Confundida) No entiendo, ¿por qué habla de Adela?
ANCIANA: - Adela.... mi nena... la nieta de Salvatore. No, no me digas nada. Yo tampoco soy valiente. Prefiero que no me cuenten cómo estaba.
LUISA: - (Musita) No... No lo sabía.
ANCIANA: - Venía a esconderse. Yo no estaba en casa. Nunca más cerré la puerta.
LUISA: - Discúlpeme... No tendría que haber entrado, no sé bien qué estoy haciendo acá.
ANCIANA: - Sí que sabés.
LUISA: - Bueno, fue de casualidad. Tuve miedo, en la calle.
ANCIANA: - No. Viniste a hablar de una mujer. De muchas mujeres. Y de vos también.
Luisa presta atención al ruido de la manifestación, mira por la ventana.
LUISA: - Otra columna... ¡Qué grande es!
ANCIANA: - ¿Qué hacés acá adentro, conmigo? ¡Andá!
LUISA: - No me animo, no sé que hacer.
ANCIANA: - ¡Andate con ellos! Tomá. Llevala con vos. (Saca de un bolsillo algo pequeño que pertenecía a Adela y se lo entrega) ¡Dale, andá, andá! No llores. Vas a volver, ¿no?
Luisa asiente con la cabeza y va hacia la puerta.
LUISA: - Lo... de las calcomanías...
ANCIANA: - (La detiene con un gesto para que se calle). No te olvides los diarios de Virginia. Te van a gustar.
LUISA: - (Los toma) No pude acordarme cómo se llamaba usted.
ANCIANA: - (Sonríe) ¿Mi nombre? Puedo llamarme como quiera: Esperanza, Alegría, Libertad... El verdadero no importa. Lo que importa, es que el viento sopla todavía.La luz se funde sobre el retrato de Virginia Boltén.