miércoles, 16 de mayo de 2007

LA PASION DE OSCAR WILDE o "De Amor Encarcelado"

PREMIO NELSON RODRIGUES
XII CONCURSO NACIONAL DE DRAMATURGIA

Pieza teatral en dos actos,
de Murilo Dias César
Traducida del original por : Mario García-Guillén

Actores y Personajes:
· Actor I - Oscar Wilde, poeta, novelista y dramaturgo irlandés, 37 / 46 años
· Actor II - Lord Alfred Douglas, (“Bosie”), amante de Oscar Wilde, 20/29 años
· Actor III - Marqués de Queensberry, padre de Alfared Douglas, 48/65 años
· Actor IV - Guardia Martín, 40/42 anõs
· Actor V - Capellán
Camarero
Juez
1º Corista
1º Vendedor de Periódicos
1º Pregonero

· Actor VI - Hotelero
Edward Carson
2º Corista
2º Vendedor de Periódicos
2º Pregonero

· Actor VII - Policial
Lord Henry Wotton
Guardia
3º Pregonero

· Actriz - Salomé
3º Corista
3º Vendedor de periódicos
Basil Hallward
ESCENARIO:
Dividido en dos planos, de acuerdo con las necesidades de la acción.
ÉPOCA:
Últimas décadas del siglo pasado.

LOCAL:
Inglaterra victoriana. Londres
NotaS del Autor:
1º “La Pasión de Oscar Wilde” es una obra para siete actores y una actriz. Pero, si juzga necesario, la dirección podrá reducir el elenco.
2º Pocas veces habrá blackout separando las escena. En general, algunos segundos antes del término de cada escena, las luces se encienden en otra. El excesivo empleo de blakout, en mi opiníon, reduce la atención y la emoción del público.


acto I
Teatro a oscuras. Se oye un tango en un volumen muy bajo. Luz en foco sobre Oscar Wilde y, en seguida, otro foco sobre Alfred Douglas, ambos elegantemente vestidos a la moda de la época.
VOZ “Off”
“Más atemorizante que la crucifixión de un inocente es la crucifixión de un cul­pable. A final, ¿qué sabemos nosotros sobre la inocencia?”
La música sube. Localizados en diferentes puntos del escenario, Oscar Wilde y Alfred Douglas ejecutan algunos pasos de tango. Paran. EntremIranSE. Hay algo de sensual y premonitorio en la forma que se presentan, se miran y, principalmente, bailan. Extienden la mano, como si uno estuviese llamando al otro junto A si. Dudan. Se acercan, llevados por una atracción irresistible. Se dan las manos y bailan el tango de un modo muy significativo. La luz se apaga lentamente. El tango continua por más algún tiempo.
Foco de luz sobre el “CAPELLÁN”, que habla desde el proscenio.
CAPELLÁN
(Formal, leyendo un informe) “El prisionero C-33, Oscar Fingal’s O’Flahertie Wills Wilde, más conocido por Oscar Wilde, no ha demostrado cual­quier señal de arrepentimiento o regeneración, mostrándose desatento durante las ceremonias religiosas y no ha manifestado ningún interés por asuntos relacio­nados con la religión... (Luz al fondo del escenario. Sólo ahora se ve a OSCAR WILDE en su celda) Mr. Wilde, ¿usted suele rezar en su hogar, con su mujer y sus hijos?
OSCAR WILDE
(Pensando) No, reverendo... Creo que no...

CAPELLÁN
(Censurando) ¿Ve, Mr. Wilde?... ¿Ve ahora por qué usted ha venido a parar aquí? (OSCAR WILDE piensa. La luz se apaga sobre él. El CAPELLÁN vuelve a leer) “... y no ha manifestado cualquier interés por asuntos ligados a la religión, sin embargo tiene en su celda un ejemplar de la Sagrada Biblia, a cuya lectura parece haberse dedicado. De acuerdo con el informe médico, el estado psicológico del prisionero es satisfactorio y su salud es muy buena. En nuestra opinión, no hay, por lo tanto, razón de orden clínica o de cualquier otro orden que justifique la reducción de la pena del prisionero C-33, Oscar Fingal’s O’Flaheritie Wills Wilde.”
La luz se apaga en este plano. Breve pausa. Oscuridad. Voz que GIme en una especie de delirio, cuyo volumen se va aumentando gradualmente.
OSCAR WILDE
¡Bosie! ¡ Bosie! ... Ah, ¿eres tú, Bosie? ...¡ Que bien! ... No, no Bosie. No. No.... ¡Para con eso, Bosie! Para con eso! Para con... ¡AAAyyy! (El grito sale asfixiado, sofocado, sentido. Silencio. La luz se enciende lentamente hasta la semipenumbra, poco nítida) ¡ Por favor, no te vayas, Bosie! Quédate conmigo, quédate. (Con una nota de desesperACión) Por amor de Dios, Bosie, no me dejes aquí, sólo. Tengo miedo. Tengo mucho miedo... ¡Bosie! ¡Bosie!... (Ahora fuerte. Desgarrador) ¡Bosie!
VOCES
(En “off”, de otros detenidos) ¡Cállate! ¡Déjame dormir! ¡Hijo de perra! ¡Bastardo! Etc. (Gradualmente las voces paran)
La luz se vuelve más nítida. Oscar Wilde se sienta en la cama y nota que ha tenido una pesadilla. Se recupera. Siente dolor de oídos.
OSCAR WILDE
Dios mío. Ahora eso ... ¡Otra vez!
Se hace masaje alrededor de las orejas con las manos, intentando minimizar el dolor. Empieza a oírse el sonido de un silbido, a principio casi inaudible, que aumenta hasta volverse estridente. OSCAR WILDE, sintiendo dolores terribles, presiona los oídos, pero no aguanta y suelta un grito desesperado. Nuevamente se oyen los insultos de los otros presos, que disminuyen gradualmente. Silencio. Pasos en el pasillo y ruidos característicos de llaves, cerrojos siendo abiertos, etc. Entra el Guardia MARTÍN.
GUARDIA MARTÍN
(Ríspido, amenazador, en voz alta) ¿Qué significan todas estas vo­ces, C-33? ... ¿Te has olvidado de nuestro reglamento? ¿Tú ya eres veterano aquí con nosotros y aún no sabes que el reglamento impone silencio, especialmente a la hora de dormir? ¿Quieres pasar un mes en el solitario?
OSCAR WILDE
Perdóneme, señor, es que...
MARTÍN
(Corta) ¿Qué te pasa, C-33?
OSCAR WILDE
Mis oídos, señor... Estoy con problemas en los oídos...
MARTÍN
Todo el mundo tiene problemas... El tuyo, en el momento, es en los oídos... ¿ Qué les pasa a tus oídos, C-33?
OSCAR WILDE
Duelen, señor... Duelen mucho. No estoy aguantando de tanto dolor...
MARTÍN
(Duda. Se humaniza un poco) Bien, ¿y qué puedo hacer?
OSCAR WILDE
Querría pedir una consulta médica, señor.
MARTÍN
Nuestro médico ya ha examinado a todos los prisioneros este año y según su in­forme, tu salud es muy buena, C-33.
OSCAR WILDE
¿Será que no sería posible una consulta con un médico de fuera, un especialista?
MARTÍN
¿Un especialista? ¡Qué lujo! No está en el reglamento.
OSCAR WILDE
¿Entonces voy a tener que pasar toda la noche con este dolor en los oídos? ... Está insoportable, señor.
MARTÍN
(Se aproxima de OSCAR WILDE) Déjame ver. Inclina la cabeza. (Mira para dentro de los oídos de OSCAR WILDE. Piensa) Parece que está todo en orden ahí dentro.
OSCAR WILDE
(Con contenida ironía) Esta todo en orden, señor. Gracias.
MARTÍN
(Vacilante, pensativo) Todo esta en el más absoluto orden... (Alto, como si pretendiese que le oyesen todos los otros presos) Silencio, eh C-33. Más una confusión como esta y te vas derecho al solitario ¡Silencio! ¡Acuérdate del reglamento, C-33! ¡El reglamento! (En voz baja, casi susurrando) Oí decir que frecuentabas el White’s Club... El ambiente de aquí es un poco diferente, ¿verdad?
Sale por unos momentos, OSCAR WILDE se queda pensando, el sonido sibilante vuelve, un poco más bajo. OSCAR WILDE intenta superar el dolor, presionando los oídos y andando por la celda. MARTÍN ENTRA, trayendo una pequeña toalla, un pedazo de algodón y un frasco.
OSCAR WILDE
(Sorprendido) Perdón, señor, pero no estoy entendiendo...
MARTÍN
No es necesario que lo entiendas. Hay cosas que no están en los libros, ni en los tuyos, ni en los de nadie... ¡A ver! (Algo ríspido) ¡Siéntate!
OSCAR WILDE se sienta en la cama. MARTÍN le inclina la cabeza y empieza el tratamiento: limpia los oídos con un algodón, les gotea algunas gotas que retira del frasco, hace compresas, etc.
OSCAR WILDE
(Emocionado) Gracias, señor. Ni se que decir.
MARTÍN
(Humano, explicando) Yo iba caminando por el pasillo y me acordé que hace unos veinte días, mi hija también tuvo dolor en los oídos... La niña gritaba de dolor... Era de madrugada, ¿dónde podía yo encontrar un médico?... Entonces yo mismo traté, o mejor, alivié un poco el dolor que ella sentía. (O.T.)* Eso se queda entre nosotros, eh, poeta. Si se enteran que te traté, yo pierdo el empleo en el mismo momento.
OSCAR WILDE
Queda sólo entre nosotros, señor, no se preocupe... Muchas, muchas gracias....
MARTÍN
Comprendes como son esas cosas, ¿verdad?
OSCAR WILDE
Comprendo, si que lo comprendo.
MARTÍN
Todo entre nosotros... (Es interrumpido por gritos de dolor, seguidos de sonidos de latigazos muy nítidos).
OSCAR WILDE
¿Qué es eso, señor?
MARTÍN
Es el “gato de las nueve colas”, el látigo de nueve puntas. El prisionero 107 esta recibiendo veinte y cuatro latigazos de “tratamiento”.
OSCAR WILDE
¿Por qué, señor?


MARTÍN
El 107 se volvió loco o se hizo el loco. Por orden del juez corregidor y a consejo médico, está en “tratamiento especial” .
PAUSA. Oscar Wilde y MARTÍN meditan sobre la suerte del infeliz. Rápidos “flashes” del prisionero recibiendo los latigazos en otro plano.
OSCAR WILDE
Veinti y cuatro latigazos de “tratamiento”...
MARTÍN
O cuarenta y ocho. Todo va a depender de la reacción del prisionero y del pare­cer del médico que está asistiendo al “tratamiento”. (Algunos latigazos MÁS y gritos. Silencio) ¿Estás mejor, poeta?
OSCAR WILDE
Mucho mejor, señor. Gracias, una vez más. (Breve pausa) ¿Usted me llamó poeta? Perdone que le pregunte, pero, ¿usted ya leyó alguno de mis libros?
MARTÍN
No, no suelo leer nada... Sólo el periódico de cuando en cuando. No tengo cultura alguna, si no ya estaría haciendo otra cosa en la vida... A mi hija la encanta leer, a veces, ella me lee un poco.... El otro día, antes de dormir, ella me llamó a su cuarto y me leyó “El Ruiseñor y la Rosa”, “El Príncipe Feliz” y “El Gigante Egoísta”... ¡Qué maravilla! Que bien escribes, poeta... No consigo entender como una persona tan culta como tú ha venido a parar aquí. (Reflexiona. Vuelve a su rispidez habitual) Y, pensándolo mejor, ni quiero enten­der. Cada uno que cuide de su vida. (O.T.) ¿Estás mejor?
OSCAR WILDE
Estoy mejor, señor, gracias.
MARTÍN
Bien. (Eleva el tono de la voz, como se estuviese de vuelta a su función) ¿Todo en orden, C-33? ¿Nada de gritos, eh? Acuérdate del reglamento y no más tonterías, o te mando al solitario! (En voz baja) Buenas noches, poeta. (Sale)
OSCAR WILDE
(Conmovido) Buenas noches, señor. Gracias una vez más. (Meditando) “Hay cosas que no están en los libros, ni en los tuyos, ni en los de nadie....” (Camina por la celda, siempre pensando) “Oí decir que frecuenta­bas el White’s Club”... White’s Club... (En su mente, surge una imagen) White’s Club... (Se oye, en un tono mucho más bajo, un tango) Fue en el White’s Club que yo conocí a Bosie...
Pausa. Reflexiona... Se sumerge en los recuerdos. La luz se apaga lentamente en ese plano. El tango sigue.
Luz sobre ALfred Douglas y, después, otro foco sobre Oscar Wilde. El mismo tango une una escena a la otra. Cada uno está sentado a una mesa, a cierta distancia una de otra. Fuman pitillos en una boquilla larga y dorada, de una forma algo “snob”. Luz general. Cada tanto, pasan a observarse, sin que cada uno sepa que lo está SIENDO observado el otro. Por fin sus miradas se cruzan. Cambian sonrisas. Oscar Wilde se siente incómodo, cual si presintiese que algo desagradable pudiese ocurrirle en el futuro. Luz en foco solamente sobre él.
OSCAR WILDE
(Recordando. Al público) Fue así que vi a Alfred Douglas, por primera vez, mi Bosie... Cuando nuestras miradas se encontraron, sentí una sensación ex­traña, que yo mismo no conseguía definir... Yo estaba muy próximo de un bello joven, bellísimo, de una belleza que yo nunca había visto antes... Sin decir palabra, sólo una sonrisa, él joven desconocido me atraía, confieso... Sentí en aquél joven, en aquél verdadero Adonis, una personalidad tan fuerte, tan fasci­nante que si me abandonase a ella, si me entregase totalmente a ella, absorbería mi naturaleza, mi arte y hasta mi propia alma... Presentí que el destino, o mejor, los dioses, proporcionando nuestro primer encuentro, me estaban reservando días de placer, días de embriaguez, días de vino y de rosas, pero también... pero tam­bién días de infortunio, dolor, desgracia... (breve PAUSA) Sí, desgracia... Siempre desconfié de los regalos de los dioses... Y ellos estaban armándome una celada, yo la presentía... y tuve miedo...(BREVE PAUSA) Yo tenía que salir de allí... Pero algo, una fuerza imponderable, extraña, me impedía.... Eran los dioses, sin duda... Entonces nuestra aproximación fue inevitable, sencillamente inevita­ble....
La luz se apaga sobre OSCAR WILDE y se enciende sobre ALFRED DOUGLAS.
ALFRED DOUGLAS
No... Yo no estaba viendo a Oscar Wilde por primera vez... Yo ya le había visto algunas veces... ¿Dónde? ¿Dónde la gente ve a personas y es visto por ellas en Londres?... En fiestas, siempre en fiestas, o entonces en ambientes como éste... Pero no osaba aproximarme a aquél gran hombre, el dramaturgo de moda, la gran estrella de los salones... Una vez me atreví: fue en una fiesta en casa de Lady Agatha Darlington, duquesa de Berwick... Oscar hablaba con unos ami­gos... Hablaba, no. Monologaba... Y cuando Oscar monologa, gran actor que es, adquiere alas, vuela... Vuela hacia las nubes, hace compañía a las estrellas... (Breve pausa) Me acerqué a Oscar y le toqué ligeramente en las espaldas... Él ni siquiera lo noto... Pedí perdón, la voz casi no salió de la garganta, de tan emocionado que estaba... Él ni siquiera me oyó... Me alejé discretamente y me quedé observando a Oscar Wilde... Desde donde estaba, no conseguía oír todo lo que Oscar decía, pero sentía la pura belleza de sus palabras, la sonoridad con que las pronunciaba, la melodía de su voz cadenciada, el fascino de sus gestos, de su sonrisa... (Breve Pausa) Y ahora aquél gran hombre, aquél gran poeta... No, no, gran poeta él no es, solamente un buen poeta... aquél gran novelista, aquél gran dramaturgo estaba allí sentado, a pocos pasos de mi, cambiando miradas conmigo... Yo tenía... Yo tenía que conocer a Oscar Wilde... (breve pausa) Yo había pasado todo el día anterior en compañía del “Retrato de Dorian Gray”, leyendo, releyendo, pensando, soñando... Y su autor estaba allí cerca, tan cerca de mi... mirándome, atrayéndome hacia él... Yo no podía dejar que Oscar Wilde se me escapase... Si eso ocurriese, jamás me lo perdonaría...
Luz general. Vuelven al presente. Entremíranse signifi­cativamente decididos a presentarse. Simultáneamente ambos sacan sus tarjetas del bolsillo y llaman al cama­rero.
OSCAR WILDE
¡Camarero !
ALFRED DOUGLAS
¡Camarero !
Sonríen uno para el otro, al notar que hacen la misma cosa, desisten de llamar al camarero y, sintiendo mutua atracción, se aproximan. Cambian las tarjetas.
OSCAR WILDE
Permítame, Mister...
ALFRED DOUGLAS
Permítame, mister... (Sonríen. Hablan de un modo afectado, un poco “snob”)
OSCAR WILDE
(Leyendo la tarjeta) Mr. Alfred... Perdón, quiero decir, Lord Alfred Douglas...
ALFRED DOUGLAS
(Leyendo la tarjeta) Mr. Oscar Fingal’s O’Flahertie Wills Wilde...
LOS DOS
(Al mismo tiempo) Por casualidad usted no es... (Sonríen. Están encantados uno con el otro).
OSCAR WILDE
Lord Alfred Douglas, el joven y brillante poeta...
ALFRED DOUGLAS
Poeta sólo en las horas libres, esto es, todo el día...
OSCAR WILDE
Novelista de sólo un libro... Dramaturgo sólo en las horas libres, esto es, todo el día....
Pausa. Están tan felices por conocerse que, por unos instantes, no encuentran que decir.
AMBOS
Permítame, señor, invitarlo a... (Sonríen).
OSCAR WILDE
Permítame, ¿Lord Alfred Douglas, invitarlo a sentarse mi mesa?
ALFRED DOUGLAS
Iba a decir lo mismo, Mr. Oscar Wilde.
OSCAR WILDE
Como yo me anticipé a usted, la prioridad es mío. (ALFRED DOUGLAS asciende. Se sientan la mesa de OSCAR WILDE.)
ALFRED DOUGLAS
Mr. Oscar Wilde, espero que no me lleve a mal, pero yo necesitaba urgente­mente, desesperadamente conocerle... No podría perder ni un minuto más si­quiera.
OSCAR WILDE
Permítame preguntarle el motivo de tanta urgencia, Lord Alfred Douglas.
ALFRED DOUGLAS
(Maravillado) “Dorian Gray”... “El Retrato de Dorian Gray”...
OSCAR WILDE
(Envanecido) ¡Aaaaah!... ¿ Leyó mi libro, Lord Douglas?
ALFRED DOUGLAS
Diez veces... Diez veces, Mr. Wilde. Cuando leí “Dorian Gray” por décima vez, sentí que necesitaba conocer su autor urgentemente, desesperadamente, inmediatamente.
OSCAR WILDE
Espero no haberle decepcionado, Lord Douglas...
ALFRED DOUGLAS
(Embebecido) De modo alguno, Mr. Wilde. Por el contrario...
Pausa.
OSCAR WILDE
Pero, nosotros hablábamos de mi libro...
ALFRED DOUGLAS
¡Ah, sí!.... ¡Magnífico!.... El mejor libro que leí en toda mi vida.... ¡El mejor!
OSCAR WILDE
Gracias, Lord Douglas. ¿Le ha gustado “Dorian Gray” tanto así?
ALFRED DOUGLAS
(Arrebatado) Me gustó. Lo amé. Me encantó. Hay pasajes de “El Retrato de Dorian Gray” que me las sé de memoria. (Reproduce frases del Libro en un tono sensual) “La renuncia a nuestros deseos amarga y corrompe nuestras vidas... Somos castigados por nuestras renuncias... Cada im­pulso...
OSCAR WILDE
(corta, En el mismo diapasón) “...que sofocamos dentro de nosotros se queda retorciendose en nuestra mente y en nuestra alma — y nos envenena... “
ALFRED DOUGLAS
(Ídem) “El cuerpo peca apenas una vez y, así que peca, se complace con el pe­cado....”
OSCAR WILDE
“... porque la ación es la única forma de purificación... “
AMBOS
“El único medio de librarnos de una tentación es que nos entreguemos totalmente a ella...” (pausa. Entremíranse de un modo significativo)
OSCAR WILDE
Siento que tenemos mucho en común, Lord Alfred Douglas...
ALFRED DOUGLAS
Siento que tenemos mucho en común, Mr. Oscar Wilde...
OSCAR WILDE
(Rompiendo algo el clima) ¡Oh! ¡Perdón! Veo que estoy siendo poco delicado con usted. ¿Toma un “brandy”, Lord Alfred Douglas?
ALFRED DOUGLAS
Sí. (Oscar sirve la bebida) Gracias, Mr. Oscar Wilde.
OSCAR WILDE
Por favor, Lord Alfred Douglas, Oscar Wilde apenas... “Oscar”, para los íntimos.
ALFRED DOUGLAS
Le puedo llamar entonces ... (se detiene)
OSCAR WILDE
“Oscar”, solamente... Sólo “Oscar”...
ALFRED DOUGLAS
¿Sólo Oscar?
OSCAR WILDE
Pues, claro, Lord Alfred...
ALFRED DOUGLAS
(Le interrumpe) Alfred Douglas, solamente... Alfred... (sonríe) Prefiero que me llamen “Bosie”, es más íntimo... “Bosie”, para los íntimos...
OSCAR WILDE
¿Puedo llamarle entonces... “Bosie”, Lord Alfred?
ALFRED DOUGLAS
(Sonriente, con incontable placer) Pues claro, “Oscar”...
Entremíranse significativamente. Algo muy fuerte los atrae. Se acercan.
OSCAR WILDE
(Con el vaso en la mano) ¡Un brindis, Bosie !
ALFRED DOUGLAS
(Ídem) ¡Un brindis, Oscar! (Beben)
OSCAR WILDE
¿No lo estás sintiendo, Bosie?
ALFRED DOUGLAS
¿Sintiendo, el qué, Oscar?
OSCAR WILDE
(Arrebatado, soñador) Sintiendo que se aproximan días de vino y ro­sas... Nuestros días de vino y rosas...



ALFRED DOUGLAS
(Pensando, feliz) Días de vino y rosas... Nuestros días de vino y rosas... ¡Un brindis a nuestro futuro, Oscar !
OSCAR WILDE
¡A nuestro futuro, Bosie! Un brindis al maravilloso futuro de esta bella amistad que ahora empieza.
ALFRED DOUGLAS
¡A nuestro futuro, Oscar!
Sonríen, brindan y beben, se acercan aún más. Se tocan. La atracción mutua ahora es irresistible. Se levantan y ejecutan algunos pasos de tango. La luz se apaga, pero el tango sigue...
Luz. Semipenumbra. Antesala de cuarto de hotel elegante. Se oye, viniendo de lejos, una música suave. Clímax sensual y delicado debe permanecer durante toda esta escena. OSCAR WILDE, sentado, con ALFRED DOUGLAS a sus pies, acariciándole cariñosamente la cabeza. Ambos bebiendo una copa de vino.
OSCAR WILDE
(Amoroso, lírico) Mi dulce pequeño... Mi Adonis, mi Apolo... Eres el dios del canto y de la lira.. Eres Cupido en persona: tus flechas alcanzan mi corazón y me unen a ti para siempre...
ALFRED DOUGLAS
(Delicado) ¿Para siempre, Oscar?
OSCAR WILDE
Para siempre... creo. (Pausa) Vivamos el momento, Bosie... ¡Qué este momento sea eterno! (Brindan y beben.)
ALFRED DOUGLAS
¡Por nosotros, Oscar! ¡Por este momento!
OSCAR WILDE
¡Por nosotros, Bosie! ... Por este momento mágico...
Se aproximan aún más. Se besan.
ALFRED DOUGLAS
¡Oscar!
OSCAR WILDE
Bosie, mi querido niño de labios de miel y fuego...
Delicados efectos de luz y sonido. Semipenumbra. La sensualidad de la escena, de muy buen gusto, debe ser mucho más implícita que explícita.
OSCAR WILDE
¿Te está gustando....(Intencional) ... Venecia, Bosie?
ALFRED DOUGLAS
Desde que llegamos no hemos salido de este cuarto... Pero me está gustando mu­cho... (intencional) ¡Venecia! Oscar.
OSCAR WILDE
Aún vamos a tener mucho... mucho de Venecia, Bosie.
ALFRED DOUGLAS
Estamos solamente iniciando ese tener mucho de Venecia, Oscar...
Pausa.
OSCAR WILDE
Cuando nos conocimos, Bosie, te dije que se aproximaban “días de vino y de ro­sas”... Nuestros días de vino y de rosas... ¿Te acuerdas?
ALFRED DOUGLAS
Estamos viviendo nuestros días de vino y de rosas... y yo quiero más vino, rosas y... y Venecia.
AMBOS
Vinos, rosas y... y Venecia...
De nuevo, delicados efectos de luz y música, mientras la luz se apaga lentamente.
Pasaje del tiempo. Meses después. Foco de luz sobre ALFRED DOUGLAS.
ALFRED DOUGLAS
Gracias a ti, Oscar Wilde, estoy viviendo la mejor etapa de mi vida... Tu eres el gran inspirador de mi poesía, Oscar... Tu presencia, tu simple presencia hace algo, allá dentro, bien dentro de mi, del fondo de mi alma y todo... todo se trans­forma en poesía... (Breve pausa)... Me atrevo a decir, Oscar, que ahora soy de verdad un poeta, un gran poeta... (Dudando) ¿Un gran poeta?... (Modesto) No, no... gran poeta aún no... Solamente un buen poeta; soy muy joven... (Seguro de si) Gracias a ti, Oscar Wilde, soy un buen poeta... un buen poeta... (Reflexiona, sonríe, entreviéndose entre los mayores de la poesía universal) ¡Un gran poeta!... (Devanea).
La luz permanece por instantes, antes de apagarse sobre ALFRED DOUGLAS y se enciende sobre Oscar Wilde. Como ALFRED DOUGLAS, OSCAR WILDE está muy bien vestido y feliz.
OSCAR WILDE
Gracias a ti, Bosie, mi querido niño, finalmente estoy en el apogeo, en el punto más alto de mi carrera... (Vanidoso) Soy hoy el dramaturgo de mayor éxito de Inglaterra. (Reflexiona) Y es que tu me inspiras, Bosie, mi niño de labios de miel ¡Y fuego!... (Breve pausa) Tú inspiras mi arte... Más que eso: tú inspiras mi vida... Nunca sentí tanta necesidad de escribir... y siento que estoy escribiendo bien... Terminé tres de mis mejores cuentos: “El Ruiseñor y la Rosa”, “El Prín­cipe Feliz” y “El Gigante Egoísta”, ya estoy metido en una nueva obra de teatro: “El Marido Ideal”... ¡Será mi obra prima!... ¡Y un gran éxito! (BREVE PAUSA. OSCAR WILDE DISFRUTA SU FUTURO ÉXITO, AnTES DE VOLVER AL PRESENTE) Y todo ello gracias a la energía, al estímulo, a la inspiración que recibo de ti, Bosie... (Presintiendo un POSIBLE infortunio) ¿Qué será de Oscar Wilde sin su querido niño, sin su Jacinto de jade y marfil?... (Ahora el presentimiento es más fuerte) ¿Qué será... qué será de Oscar Wilde, Bosie?
Un tango... Oscar Wilde da solamente algunos pasos y para. La luz se apaga lentamente. El tango continua...
Música, semipenumbra. Sala de fiestas, poco visible, del Palacio Real. Foco de luz sobre Salomé, que está terminando la danza de los siete velos. Hay sangre por todas las partes y la propia Salomé parece estar bailando en un mar de sangre. Herodes lascivo, observa la danza. Fin de la música. Salomé, sensual y provocativa, aproximase de Herodes haciéndole una reverencia.
HERODES
(Receloso) ¿Qué quieres, Salomé?
SALOMÉ
Vos lo sabéis, señor. Mi premio.
Herodes duda un instante. Mira a Salomé como pidiéndole que desista.
SALOMÉ
Mi premio, señor.
Breve pausa. Tensión.
HERODES
(Imperativo) Guardias. Traigan el premio de Salomé.
Una espada se levanta y alguien es decapitado. Apágase la luz. Desde otra posición de escenario, con luz en foco, aparece el Verdugo ya con la cabeza de Juan Bautista sobre una bandeja. Salomé agarra la cabeza con violencia y la levanta, triunfante. Herodes, tembloroso, esconde el rostro, como si temiese un castigo divino. Salomé hace un extraño discurso en el que es perceptible, además de su sensualidad cierta nota de demencia.
SALOMÉ
Y ahora, Johanaan, no querías que Salomé besase tu boca ¿eh? Pues voy a be­sarte ahora. (Lasciva) Morderé tu boca con mis dientes como se muerde una fruta madura... Ya te dije que un día te besaría en la boca, ¿no te dije? (Salomé besa la boca de Juan Bautista y exclama triunfante) Johanaan, fuiste tú el único hombre que amé... Yo tenía... tengo sed de tu be­lleza... hambre de tu cuerpo... Nadie en este mundo, a no ser tú y sólo tú- puede saciar mi deseo... (Salomé en el auge del deseo, besa nuevamente la boca de Juan Bautista. Luz sólo sobre Salomé, que grita triunfante) ¡Besé tus labios! ¡Besé tus labios, Jo­hanaan! (Siente su propio beso) ¡Qué extraño! ¡Qué amargo sabor! ¿Será que el amor tiene gusto de sangre? Tal vez sea este el gusto del amor... Dicen que el amor tiene un gusto amargo... ¡Un sabor de sangre! (Breve pausa. En pleno triunfo) ¡Besé tus labios! ¡Bese tus labios, Johanaan! (Antes que la luz se apague, se oye la voz de Oscar Wilde)
OSCAR WILDE
(Gritando) ¡Para! ¡Para eso! ¡Para eso! (La luz de la escena anterior se apaga) ¡Yo no aguanto más! ¡No aguanto más! (La luz se enciende. El público ve a OSCAR WILDE y ALFRED DOUGLAS en el mismo plano de poco antes de realizarse la escena de “Salomé”. Están leyendo la obra en torno a una pequeña mesa) Por amor de Dios, Bosie. ¡Para! No se aguanta más, ¡Para!
ALFRED DOUGLAS
(Con odio contenido) ¿No está gustándote mi lectura?
OSCAR WILDE
No, Bosie, no es de tu lectura que no gusto. No me gusta la traducción que hiciste de mi obra.
ALFRED DOUGLAS
¿Qué tiene “mi” traducción? Trabajé en ella más de un mes.
OSCAR WILDE
¿Quieres que te lo diga, Bosie? “Tu” traducción tiene errores de cole­gial....
ALFRED DOUGLAS
(Indignado) ¡Errores de colegial!
OSCAR WILDE
Es muy primaria... Cualquier estudiante de Oxford haría cosa mejor, mucho me­jor... Esta “su” traducción no es digna de ti, Bosie.
ALFRED DOUGLAS
(Cada vez más irritado) ¡No permito que nadie hable así conmigo, Os­car! ¡Nadie!... Es que tu francés es malo! ¡Pésimo! ¿Quien fue el cretino que puso en tu cabeza que deberías escribir esa obra en francés?
OSCAR WILDE
Entonces, ¿tu no sabes, mi querido Bosie, que la censura inglesa es tan burra que no permite poner en escena un tema bíblico en inglés?... (Vanidoso) Después, mi francés es tan bueno como mi inglés. Y mi “Salomé” es una obra-prima. (Provocador) Tu traducción tiene errores de colegial. (HIRIENTE) Errores de colegial...
ALFRED DOUGLAS
(Enfurecido, avanzando sobre Oscar) ¿Quieres saber una cosa, Oscar Wilde? (Pronuncia Oscar Wilde de una forma significativa) ¡Esta obra tuya es una mierda! ¡Una mierda!
OSCAR WILDE
Si tu dices eso, mi querido Bosie, es porque mi “Salomé” es en verdad una obra-prima. (Con pretensión) Salomé es otra obra-prima de Oscar Wilde... (Breve pausa)
ALFRED DOUGLAS
(Agarra a OSCAR WILDE. lO EncAra con odio intenso, y lo suelta.) ¡Adiós, Oscar Wilde! ¡Hasta nunca más! (Sale)
OSCAR WILDE
Él vuelve... claro que vuelve... Él siempre vuelve... (Sonríe. La luz se apaga.)
Pausa. Cuarto de hotel elegante. ALFRED Douglas está delante de un tocador, mirándose en el espejo y arreglándose para salir. Entra Oscar. Está en pijamas o de albornoz, un poco abatido, indispuesto.
OSCAR WILDE
(irónico) ¿Cómo te estás sintiendo, Bosie?
ALFRED DOUGLAS
Estoy fenomenal. Nunca me sentí tan bien en toda mi vida... La gripe desapareció completamente. (Pausa. ALFRED DOUGLAS continua arreglándose delante del espejo) Estoy muy agradecido contigo, Oscar, por la atención que me has dado en estos días...
OSCAR WILDE
Ahora soy yo el que no se está sintiendo nada bien...
ALFRED DOUGLAS
(Indiferente) ¿Qué te pasa?
OSCAR WILDE
Me estoy sintiendo flaco... Creo que también agarré la gripe... (Intencional) me la has contagiado.
ALFRED DOUGLAS
Hum... Puede ser. (Sigue arreglándose. Breve pausa)
OSCAR WILDE
¿Vas a salir?
ALFRED DOUGLAS
(Irritado) ¿Qué te parece, amor? ¡Claro que voy a salir!... Voy a salir sí, me voy a divertir... ¡Qué aburrimiento, Dios mío!.... Si me quedo un minuto más aquí metido, voy a acabar por sufrir de claustrofobia.
OSCAR WILDE
Bosie, por favor, no estoy sintiéndome bien, nada bien... (Exagera. Está apenas indispuesto) Mal consigo mantenerme en pie.
ALFRED DOUGLAS
Pues entonces siéntate o échate, ¡Has eso! Seguro que te vas a sentir mucho mejor que­dándote aquí, sólito.
Sigue arreglándose. OSCAR WILDE se recuesta a la cama y se queda observándolo. A las tantas, ALFRED DOUGLAS para de arreglarse y pasa a admirar a su propia imagen al espejo.
OSCAR WILDE
(Provocando) “Espejo mío, mágico espejo mío, habrá alguien en este mundo más bello que yo?
ALFRED DOUGLAS
(Irónico, respondiendo a la provocación) “Ah, Belleza... “ La belleza es una forma de genio... En verdad, la belleza es una forma aún más ele­vada que la del Genio porque ella se basta por ella misma, no necesita de defini­ción... La Belleza es una de las realidades absolutas del mundo, como el Sol, la primavera, la Luna, las estrellas, el mar... La Belleza es una reina de derecho di­vino y son príncipes universales los dichosos que la poseen...” (Breve pausa) Está en Dorian Gray, Oscar Wilde... (Vuelve a contemplarse al espejo) ¡Espejo mío, mágico espejo mío, como yo te amo!... (Mordaz) Mi rostro es maravillosamente bello... ¿No sientes celos de mi belleza, Oscar Wilde?
OSCAR WILDE
(Cáustico) Siento celos solamente de todo aquello cuya belleza no muere. El arte, por ejemplo...
ALFRED DOUGLAS
(Afectado) ¿Qué quieres decir con eso?
OSCAR WILDE
(Se levanta, se acerca de ALFRED DOUGLAS y le dice, perverso) Como es efímera, pasajera nuestra juventud... (Poético) Las flo­res del prado palidecen en el invierno, pero vuelven a florecer en la primavera... El algarrobo oscurece, se esconde del hielo y de la nieve, pero reaparece con una sonrisa, dorado, distribuyendo alegría y belleza... La rosa roja se seca, sus pétalos caen, ella misma desaparece en el invierno, pero, llamada por el sol, renace con el calor y vuelve a ser roja como un rubí y los grande abanicos de coral que habitan el fondo de los océanos.. (Breve pausa) Pero nosotros... pobres de nosotros! Nosotros jamás volveremos a nuestra juventud... La vejez es la irreversible y de­finitiva condición de nuestra existencia... (Con sadismo, toca la cara de ALFRED DOUGLAS) Mi caro Bosie, tienes un rostro bello, maravillosa­mente bello, pero, ¿por cuánto tiempo?... Llegará el día en que este tu rostro “ma­ravillosamente bello” se va a secar, marchitar, arrugar, encasquillar... Tus lindos cabellos se quedarán pálidos, blancos, escasos... Tus párpados se caerán... Tu cuerpo se encorvará, manchas oscuras salpicaran toda tu piel... (Breve pausa) Tus labios, ahora tan atrayentes, tan sensuales, rojos como pétalos de rosa, perderán el viso, el brillo, el color... Se quedaran decaídos, amarillos, rese­cados... ¿Quién querrá besarlos?.. Lo peor de todo ocurrirá a este tu bellísimo par de ojos, tan vivos, tan atentos, tan inquietos, tan expresivos... Tus ojos se volve­rán tristes, sin color, sin brillo, sin expresión, miopes, opacos... Y entonces, ¿qué se leerá en tus ojos, mi querido Bosie? (Breve pausa) Cansancio, tedio, ren­cor, angustia, envidia... envidia de la juventud y de la belleza ajena... y, sobre­todo, miedo, mucho miedo... miedo del tiempo que no para, miedo de la propia vejez que avanza, miedo de la vida, miedo de la muerte... Hoy amas los espejos, la magia de los espejos... Pero mañana... Mañana sentirás un grotesco, un mór­bido terror por los espejos... (Fulminante) Siento piedad ... Siento una infi­nita piedad por ti, mi querido Bosie...
Pausa. Por momentos, ALFRED DOUGLAS afectado por las palabras de OSCAR WILDE se queda paralizado, previendo su futura ruina física. Pero, se recupera y contra ataca.
ALFRED DOUGLAS
(Irritado) ¿Piedad, Oscar? Yo no necesito de tu piedad! A ti lo que te pasa es que estás celoso de mi ! Envidia de mi belleza, envidia de mi juventud, envidia de mi talento poético... ¿Sabes qué dijo el crítico del “Times” sobre mi, a respeto de mi poesía, Oscar Wilde? (Citando) “Lord Alfred Douglas, a pesar de toda su juventud, es el mayor poeta inglés de la actualidad, el mayor talento poético surgido en Inglaterra, después de Shakespeare...” ¡Él me compara a Shakespeare, Oscar Wilde!... ¡Shakespeare! ... (ferino) ¿Y quién eres tu, Oscar Wilde? Un dramaturgo, o mejor, un autor de teatro de moda que, dentro de poco, el pú­blico te va a olvidar... Dentro de unos cincuenta, cien años, nadie más va a saber quién fue Oscar Wilde, pero el público, el gran público, el mundo sabrá quien fue Lord Alfred Douglas, el gran poeta... El mundo va admirar mi obra, mi talento poético, mi genio (Cáustico) Piedad... Yo soy él que tengo mucha piedad de ti, Oscar Wilde...
OSCAR WILDE
(Derrotado) Por favor, acuérdate al menos de mi estado, Bosie.
ALFRED DOUGLAS
¿Volviste a sentirte mal, eh? ¡Deja de representar, Oscar! A ti no te pasa nada... ¡Tu me cansas! Me cansas, Oscar Wilde! (Se acerca a OSCAR WILDE y le observa la cara) ¡Dios mío, pero es increíble... Increíble!
OSCAR WILDE
(Preocupado) ¿Qué paso, Bosie?
ALFRED DOUGLAS
(Sarcástico) Sólo ahora estoy notando: ¡cómo estas envejeciendo, Oscar Wilde!... Tu rostro está seco, arrugado, encasquillado... Estás con una papada enorme, medio gordo, como un balón... (Breve pausa)Tú hablas de la vejez, Oscar.. Claro, tú estás impregnado de vejez... Tú eres un viejo de cuerpo, de mente, de espíritu... “¡La juventud es la única cosa en la vida que vale la pena!...” Tú lo es­cribiste en Dorian Gray, Oscar, ¿no te acuerdas?... (ríe) “¡Juventud! ¡Juventud! ¡No hay absolutamente nada en este mundo, a no ser la juventud!” “No desperdi­cies el oro de tus días de juventud dando oídos a los fracasados, a los derrota­dos...” (Breve pausa) Y sobre la belleza, te acuerdas?... “Cuando la Belleza surge delante de nosotros con sus colores infinitos, nos revela todo el misterio, toda la verdad del universo...” (Breve pausa) ¿Y sobre tu Bosie, ¿te acuerdas de lo que escribiste en tus cartas? “Tú eres el Apolo de labios de carmín; el Her­mes, hecho de plata, oro y jade; tú eres el Fauno, esculpido en marfil y pétalos de rosa...” (pensando) Yo soy joven... Yo soy bello... (Observa a OSCAR WILDE con repugnancia) ¿Y tú, Oscar Wilde? ¡Qué cosa horrenda, he­dionda, grotesca, eres!... (Acerca su rostro al de OSCAR WILDE) ¡Tú estás viejo, viejo... viejo y feo!
OSCAR WILDE
(Fuertemente afectado) ¡Por favor, Bosie! ¡Para con eso! ¡Por amor de Dios! Yo te...
ALFRED DOUGLAS
¡Tú me cansas! ¡Me cansas, Oscar Wilde! Cuando no estás en tu pedestal, tú no eres tan interesante... No eres nada interesante, Oscar Wilde... (Breve Pausa)
OSCAR WILDE
(Amargo) Yo siempre dije que tú tienes dos grandes defectos, Bosie: extrema vanidad y falta absoluta de noción del valor del dinero... de mi dinero.
ALFRED DOUGLAS
(Irritado, casi gritando) ¡Yo no necesito de tu dinero!
OSCAR WILDE
(Irónico) ¿No lo necesitas?... Y, además de todo, tu eres egoísta, Bosie, un gran egoísta... (Amargo, feroz) Un egoísta que vive a costas de un “viejo” y “feo” Oscar Wilde...
ALFRED DOUGLAS
(Violento) ¡Estoy cansado de tus insultos, canalla! ¡Nadie insulta a Lord Alfred Douglas! ¡Te voy a hacer tragar esa maldita lengua! ¡Te voy a romper la cara, Oscar Wilde!
OSCAR WILDE
(desesperado) ¡No, Bosie! No! ¡Por amor de Dios, Bosie! ¡Estoy enfermo! ¡Estoy enfermo!
Alfred Douglas ríe histéricamente y avanza contra OSCAR WILDE que, en pánico, salta de la cama, abre la puerta del cuarto y huye por el pasillo del hotel, gritando por socorro (“¡Socorro! ¡Él me va a matar! ¡Socorro! ¡So­corro!”) Es perseguido por ALFRED DOUGLAS. Alboroto fuera de la escena, en el pasillo del hotel. Voces de personas que intervienen en el conflicto. Silencio.
HOTELERO
(Entra amparando a OSCAR WILDE) Puede quedarse descansado, Mr.Wilde... Él no le va a molestar más... Lo mejor es que usted se acueste... (El esfuerzo hizo que Wilde se quedase aún más flaco. Se acuesta con la ayuda del hotelero) ¿Usted no quiere que llame a la policía?
OSCAR WILDE
No. No. Por favor, no.
HOTELERO
¿Un vaso de agua, Mr. Wilde? (Le sirve) ¿Usted se está sintiendo mejor? (Gesto afirmativo de OSCAR WILDE, jadeante) ¿Qué persona más nerviosa, no es verdad, Mr. Wilde? (Oscar no responde) ¿Es, de verdad, su amigo, Mr. Wilde?
OSCAR WILDE
(Irónico) Él es mi mejor amigo.
HOTELERO
¡Qué cosa más extraña! Él es... (No encuentra la palabra) así medio raro....
OSCAR WILDE
Él es un artista... o mejor, un “casi artista”... (Irónico) Necesitamos ser tole­rantes con los artistas, ellos son muy sensibles... Y, principalmente, con los “casi artistas”, ellos son más sensibles aún...
HOTELERO
(No le entiende, pero prefiere ser discreto y no continuar el asunto) ¿Está todo bien, ahora, Mr. Wilde? Quédese tranquilo, descanse... Voy a llamar a un médico. Con permiso. Si necesita algo, es sólo tocar el tim­bre. (Sale)
Pausa. Oscar está echado, pensando. Entra Alfred Douglas. Oscar se asusta, pero ALFRED DOUGLAS ahora está tranquilo , diferente.
ALFRED DOUGLAS
¿Estás mejor, Oscar? (OSCAR WILDE no responde. Se queda observando la actitud de ALFRED DOUGLAS que se aproxima a él.) ¿Oscar... (Sincero) ¿Me perdonas?... (Breve pausa) A veces, yo... yo no consigo controlarme, ¿comprendes? Parece que, que hay una fuerza mala dentro de mi, que no soy yo mismo... Yo soy tu Bosie, el poeta, que es una persona sencilla, buena, pura... que te ama tanto... Esa fuerza maligna, Oscar, ese otro “yo” es mezquino, grosero, abyecto, despreciable... Yo intento, palabra, yo intento controlar ese otro “yo”, pero él es más fuerte y... Yo sé que te hice daño, pero estoy arrepentido y siento un dolor tan grande aquí dentro... ¡Como duele, Oscar! ¡Como duele aquí dentro!... Yo no puedo, yo no consigo vivir sin Oscar Wilde... ¿Perdóname? (OSCAR WILDE está para ceder) ¿Tú perdonas a tu Bosie, a tu niño de labios de miel y fuego?... ¿Perdo­nas? (Acaricia la mano de OSCAR WILDE) ¿Formamos una bella pa­reja, eh, Oscar? El poeta y el dramaturgo... Si me perdonas, Oscar, te prometo por todo lo que hay de más sagrado que me voy a controlar la próxima vez... Una cosa horrible como esa no va a ocurrir más. Nunca más.
OSCAR WILDE
¿Lo prometes?
ALFRED DOUGLAS
Prometo.
OSCAR WILDE
¿Lo juras?
ALFRED DOUGLAS
Juro por todo lo que hay de más sagrado. Por mí madre, Oscar... Y tú sabes cuanto amo a mí madre. (Se abrazan.)
OSCAR WILDE
¿Nunca más serás violento conmigo, Bosie?
ALFRED DOUGLAS
(Sincero) Nunca.
OSCAR WILDE
¿Nunca más me vas a insultar, a agredirme con palabrotas?
ALFRED DOUGLAS
Nunca más.
OSCAR WILDE
¿Nunca más me vas a decir que estoy acabado, viejo y feo?
ALFRED DOUGLAS
¡Nunca! ¡Nunca! (Breve pausa).
OSCAR WILDE
(Cariñoso, acogedor) Bosie, mí querido niño...
ALFRED DOUGLAS
¡Oscar, yo te amo! (Se abrazan. Se reencuentran)
OSCAR WILDE
(Aprovechando el “clima”) ¿No me vas a dejar aquí dentro sólito, Bosie?
ALFRED DOUGLAS
(Se separa de OSCAR WILDE) Oscar, yo... Asumí un compromiso con mis amigos y ellos están esperándome... Pero, vuelvo en cuanto pueda, ¿comprendes?
OSCAR WILDE
(Decepcionado) Lo comprendo.
ALFRED DOUGLAS
¿Tú lo comprendes, de verdad, Oscar?
OSCAR WILDE
Ya te he dicho que comprendo... (Breve pausa)
ALFRED DOUGLAS
Yo necesito de... de algún... (INCOMODO)
OSCAR WILDE
(Irónico) Yo también comprendo... (Saca un paquete de dinero del bolsillo, separa y cuenta despacio algunas notas, entregándolas a ALFRED DOUGLAS.)
ALFRED DOUGLAS
Esta vez es de verdad un préstamo, Oscar... Lo pago en cuanto pueda... (Guarda el dinero) Mis amigos están queriendo conocerte. Sería óptimo, pero como no puedes salir...
OSCAR WILDE
(Se levanta animado) ¡Ah, yo puedo! No aguanto más quedarme aquí dentro encerrado...
ALFRED DOUGLAS
No, no, Oscar, no puedes... Estás enfermo... La gripe se cura con reposo, des­canso... (Hace que OSCAR WILDE se eche.)
OSCAR WILDE
Pero, ya estoy bueno...
ALFRED DOUGLAS
Puedes tener una recaída... Después tú no sabes controlarte y vas a beber... Yo se como eres.... (Le arregla la cama, la almohada) Descansa, Oscar, descansa... No te preocupes, vuelvo en cuanto pueda... Duerme bien. Buenas no­ches, Oscar. (Sale)
OSCAR Wilde, sólito, se siente terriblemente deprimido. Se oye en volumen muy bajo, el mismo tango de cuando él y ALFRED DOUGLAS se conocieron. IMAGINACIÓN DE OSCAR WILDE: Surge ALFRED DOUGLAS, con un Vaso en la mano, bajo la luz en foco. Está sonriente, Feliz.
OSCAR WILDE
(Voz “OFF”) ¿No lo estás sintiendo, Bosie?
ALFRED DOUGLAS
¿Sintiendo qué, Oscar?
OSCAR WILDE
(VOZ “OFF”. Arrebatado, soñador) Sintiendo que se aproximan días de vino y rosas... Nuestros días de vino y rosas...
ALFRED DOUGLAS
(feliz) Días de vino y rosas... Nuestros días de vino y rosas... (Se vuelve hacia OSCAR WILDE) Un brindis por nuestro futuro, Oscar!
LA LUZ EN FOCO SE APAGA Y ALFRED DOUGLAS DESAPARECE. BREVE PAUSA.
OSCAR WILDE
(PENSATIVO, AMARGO) Por nuestro futuro, Bosie! Un brindis por nuestro maravi­lloso futuro y por esta nuestra bella amistad que ahora se inicia... (REFLEXIONA)
Blackout.
El volumen de la música aumenta. Bajo un foco de luz, en diferentes puntos del escenario, OSCAR WILDE y ALFRED DOUGLAS bailan. OSCAR WILDE da apenas algunos pasos y para, pasando a observar a ALFRED DOUGLAS, que continua bailando bajo la luz del foco. La luz se apaga en los dos puntos. El tango sigue...
Pasaje del tiempo. Luz. Entra el coro. Los coristas hablan en un malicioso tono de chismería.
1º CORISTA
Dicen que la policía, el Scotland Yard, está vigilando la casa de Oscar Wilde....
2º CORISTA
El escándalo ahora es público: el dramaturgo Oscar Wilde tiene un “asunto” con Lord Alfred Douglas. Aquí, en Londres, no se habla de otra cosa.
3º CORISTA
Dicen que la reina, hasta nuestra augusta Reina Victoria, ya lo sabe todo. De todo...
1º CORISTA
El palacio de Buckingham está preocupado....
2º CORISTA
Muy preocupado...
3º CORISTA
El padre de Lord Alfred Douglas, el Marqués de Queensberry, no se conforma con la “felicidad de la pareja” y amenaza zurrar al hijo y a Oscar Wilde en pú­blico... a latigazos....
1º CORISTA
En público...
2º CORISTA
A latigazos...
Los coristas se entremiran escandalizados. Breve pausa.
JUNTOS
¡Cuidado, Oscar Wilde, cuidado! ¡Cuidado, Alfred Douglas!... Nubes amenazado­ras paran en el cielo y todo se está poniendo muy oscuro aquí, en Inglaterra. Ha­brá tempestad... ¡Cuidado con el Marqués de Queensberry, cuidado con el Scotland Yard, cuidado con la Iglesia Anglicana, cuidado con el palacio de Buckingham, cuidado con el Big Ben, cuidado con la augusta Reina Victoria... ¡Cuidado, Oscar Wilde! ¡Cuidado, Alfred Douglas!... Habrá tempestad...
Los coristas salen. Luz sobre OSCAR WILDE y ALFRED DOUGLAS. Se acercan. Bailan algunos pasos de tango. La luz se apaga. El tango sigue.
Media luz. Un tango. OSCAR WILDE y ALFRED DOUGLAS están sentados a la mesa de un restaurante elegante. Beben y hablan animadamente a medio tono, intercambiando confidencias y besos en la cara como si fuesen una pareja de enamorados. Ríen discretamente. La escena toda es vista por el marqués de Queensberry, padre de ALFRED DOUGLAS, con odio mal contenido. La luz se apaga lentamente. El tango sigue.
Padre e Hijo. Luz en foco sólo sobre los dos. De diferentes puntos del escenario, LORD ALFRED DOUGLAS Y EL MARQUÉS DE QUEENSBERRY insultanse sin dirigirse uno al otro. De otro punto, Oscar Wilde ve la escena.
QUEENSBERRY
(Al público) Con mis propios ojos, te vi a ti y a Oscar Wilde en la más repe­lente y asquerosa intimidad. ¡Exijo que cortes relaciones con ese tal Wilde inmediatamente!
ALFRED DOUGLAS
(Al público) ¡Tú no exiges nada! ¡Un padre desnaturalizado que abandona mujer e hijos pequeños no tiene derecho de exigir cosa alguna!
QUEENSBERRY
Nunca en toda mí vida he visto escena tan degradante, tan repugnante, tan asque­rosa... Si tuviera la seguridad de que todo lo que dicen por ahí es verdad, ¡estaría plenamente justificado matar a los dos, a tiros!
ALFRED DOUGLAS
(Sarcástico) Que tipito... Que tipito más cómico eres tú, “mí padre”.

QUEENSBERRY
(Con odio creciente) ¡Inútil! ¡Parásito! ¡Mono impertinente! ¡Inmundo gu­sanillo! Si los encuentro otra vez a ti y a Oscar Wilde juntos, acabaré con vosotros, as­querosos!
ALFRED DOUGLAS
(Al público) Mí padre es un alucinado, un idiota, un loco, un loco bestial!... Es un sádico que tiene la siniestra obsesión de perseguir y torturar a mí madre, un ángel, una santa... Siempre fue un mujeriego depravado, pervertido... Y ahora, después de viejo, sale de moralista... Su último golpe sucio fue proponer a mi santa madre traer a su amante a casa, para que viviesen los tres bajo el mismo techo y que durmiesen en la misma cama. (Con odio) ¡Es un individuo mezquino, asqueroso, repugnante, infame! (Al padre, directamente) ¡Inmundo! ¡Cerdo! ¡Canalla!
QUEENSBERRY
¿Qué mayor desgracia en este mundo puede ocurrir a un padre que tener un hijo como tú? ... ¡Yo te repudio y te maldigo! ¡Yo te odio mí “querido hijo”!
ALFRED DOUGLAS
¿Qué mayor desgracia puede ocurrir en este mundo que tener un padre como tú?... ¡Yo te repudio y te maldigo! ¡Yo te odio, mí “querido padre”!
Pausa. Entremíranse como si estuviesen recibiendo una carga de odio que uno pretende echar al otro. Con un odio estampado en el rostro, bailan un tango. Pausa en la música. Explotan.
QUEENSBERRY
¡Mí hijo, hijo de puta!
ALFRED DOUGLAS
¡Mí padre, hijo de puta!
Se miran con odio intenso. Luz en foco en Oscar Wilde, que observa padre e hijo.
OSCAR WILDE
(Amargo, comentando) Padre e hijo, ¡cómo se odian!... (Piensa) Soy un artista, un creador de la Belleza... Amo el Arte, amo la Vida, amo el Amor... Nada tengo que ver con el Odio... No voy a ser puñal y escudo de ese odio mortal de padre e hijo... ¡Padre e hijo!... (Breve pausa) ¿Hacia dónde llevará a los dos tanto odio?... ¿Hacia dónde, Dios mío?
La luz se apaga. Aún en la oscuridad se oye el eco de los insultos entre padre e hijo. la luz se enciende. cÁrcel. Oscar Wilde está de pie, subido en un cajón, observando tras las rejas de la celda lo que pasa en el patio. El guardia Martín le hace compañía.
OSCAR WILDE
(Muy triste) Todo... todo menos eso... (Se baja del cajón) Todo me­nos eso. (Le invade una sensación de impotencia, de profundo desánimo.)
MARTÍN
(Acercándose) ¿Que pasa poeta?
OSCAR WILDE
Mira tu mismo Martín. (Martín se sube al cajón y observa el patio.)
MARTÍN
No estoy viendo nada de especial.
OSCAR WILDE
Mira con atención, Martín. ¿No ves nada de extraño en el patio?
MARTÍN
No. Todo está dentro de la rutina.

OSCAR WILDE
¿Rutina? ¡Niños, Martín, niños! ¿No estás viendo niños en el patio?
MARTÍN
Aaah! (Baja del cajón) Eso es normal aquí, poeta. Hay decenas de niños aquí dentro. Siempre los hubo.
OSCAR WILDE
(Con amargura) Yo no lo sabía. (Vuelve a observar) ¡Pobrecito!. Aquél allí es tan pequeño! Tan pequeñito... Y está usando un uniforme tan grande para su tamaño... (triste) Es tan pequeño que, por lo visto, no hay ropas de su tamaño... (Baja del cajón) Niños aquí dentro... Todo menos eso... Que horror! Que horror, Martín! (O.T.) ¿Se les da un trato especial, Martín?
MARTÍN
Un poco mejor que el tuyo. Pueden salir a jugar al patio una hora por día. Comen pan seco con una jarra de agua a las siete de la mañana, puré de harina en el al­muerzo y, a las cinco de la tarde, pan seco con otra jarra de agua... Están siempre descompuestos, como tú... Y lloran, lloran mucho... Lloran de hambre; llo­ran de miedo; lloran de falta de cariño; lloran de soledad...
OSCAR WILDE
Niños que lloran de soledad... Yo no sabía que existían...
MARTÍN
Lloran, lloran casi todo el tiempo.
OSCAR WILDE
(Reflexionando) Es muy triste, Martín...
MARTÍN
Es muy triste, poeta. ¿Pero que se puede hacer por ellos?
OSCAR WILDE
¿Que fue lo que ellos hicieron?
MARTÍN
Unos fueron detenidos cazando conejos y pájaros en propiedad ajena, otros ro­bando frutas para comer, otros pidiendo limosna, peleándose en la calle, rom­piendo cristales, haciendo diabluras, asaltando... Mil razones, poeta, mil razo­nes...
OSCAR WILDE
(Amargo) O ninguna razón...
MARTÍN
Aquí ningún “Príncipe Feliz” mandará a la pequeña golondrina a socorrer a los niños, poeta.
OSCAR WILDE
Gracias, Martín. (Tristemente) Niños prisioneros aquí por mil razones... o por ninguna razón.
OSCAR WILDE y Martín permanecen por instantes en silencio, reflexionando sobre la suerte de los niños presos.
OSCAR WILDE
(En meditación) No, Martín, Inglaterra no es un gran país... Inglaterra con­quistó casi todo el mundo, pero es un pequeño y mezquino país... Ningún país es realmente grande si no respeta a sus niños, si trata a su infancia o parte de ella de esa manera vergonzosa... Menores abandonados en pleno final del siglo XIX... y en Inglaterra, el corazón del mundo... No puedo creer semejante absurdo!... Mar­tín, cuando yo salga de aquí, voy a publicar y denunciar esta miseria en los perió­dicos... voy a denunciar toda esta desgracia.
MARTÍN
Escribe, poeta, escribe... (Pausa. Martín va a salir, pero se vuelve). Poeta, eres una persona tan buena y tan generosa, tan culta, tan... ¿Sabes una cosa, poeta? No tengo cultura alguna, pero me gusta mucho cuando mi sobrina me lee... Tuve que disimular para que ella no notase que yo estaba llorando, cuando me leía “El Ruiseñor y la Rosa”... No me avergüenzo en decir que, ayer, cuando terminó de leer el “Príncipe Feliz”, salí de su lado y... y lloré... (Breve pausa) Como escribes bien, poeta!... Y amas tanto a los niños... Leí algo de lo que los periódicos publicaron a tu respecto, pero no creí ni una sola palabra de lo que dicen... ¿Por qué viniste a parar aquí, poeta?
OSCAR WILDE
En un primer momento, los dioses fueron muy generosos conmigo. Pero aquello que los dioses nos dan, a veces muy rápidamente, lo dioses nos lo quitan... Es una larga historia, Martín... Cualquier día te la cuento... Cualquier día...
Pausa. Oscar reflexiona con amargura.
MARTÍN
(Saliendo) Cualquier día... Cualquier día, poeta... (Sale)
OSCAR WILDE
(Reflexionando) ¿Por qué vine a parar aquí? (Sonríe) Por amor a ti, Bosie, mi querido pequeño... (Amargo) ¿O fue por... por odio?...
La luz se apaga lentamente sobre OSCAR WILDE. Pausa. La luz vuelve a encenderse sobre padre e hijo, vistiendo otras ropas. La actitud de ambos es de odio recíproco y mutuo desafio. Se colocan en posiciones diferentes en el escenario. Queensberry saca una tarjeta del bolsillo y escribe algo en ella.
QUEENSBERRY
(Leyendo, con visible placer.) “Para Oscar Wilde, que parece un so­domita”. Firma, John Shoulto Douglas, octavo Marqués de Queensberry. (Tira la tarjeta en dirección del hijo, que la agarra.)
ALFRED DOUGLAS
(Leyendo) “A Oscar Wilde, que parece un sodomita”. (Piensa) Que parece un sodomita...
QUEENSBERRY
(Mirándole) ¡A uno de vosotros dos lo agarro! (Hace un gesto de golpe al aire con la mano derecha cerrada en puño.)
ALFRED DOUGLAS
(Rumiando una idea) Que parece un... (No la completa)
QUEENSBERRY
(Como si estuviese delante de OSCAR WILDE) ¡Y vas a ser tú, Os­car Wilde!... Mí hijo no tiene importancia: no existe...
ALFRED DOUGLAS
(Aún rumiando) Firmado, John Sholto Douglas, octavo Marqués de... Firmó el crimen que cometió... ¡Qué idiota!
QUEENSBERRY
Soy el octavo Marqués de Queensberry y no voy a permitir que tú eches por el suelo el nombre de la familia Queensberry, que por tu culpa se rían de mi por toda Inglaterra... Ahí tienes mí tarjeta firmada, Oscar Wilde...
ALFRED DOUGLAS
(Al padre) ¡Te pillé, mí querido padre! ... ¡Viejo maldito, ahora te pillé!
QUEENSBERRY
(Desafiando) ¡Procésame, sodomita Wilde! ¡Vamos, procésame, sodomita Wilde!
ALFRED DOUGLAS
¡Tú te vas a pudrir en la prisión, viejo maldito!
QUEENSBERRY
¡Acepta mí desafío, sodomita Wilde! Te voy a enseñar, y a toda Inglaterra, como es afilado el hilo de mi espada, la espada de los verdaderos Queensberry! (Con incontenido odio) ¡Acepta mí desafío, sodomita Oscar Wilde!
ALFRED DOUGLAS
Llegó la hora de mí ajuste de cuentas contigo... (Con odio incontenido) ¡Viejo hijo de puta!
Luz en foco sobre Oscar Wilde.
OSCAR WILDE
(Amargo, pensando) Soy un artista, un creador de la Belleza... Nada tengo que ver con el odio... No voy a ser el puñal y el escudo de ese odio mortal de pa­dre y hijo... (Breve pausa) ¿Hasta dónde tanto odio va arrastrar esos dos?... ¿Hasta dónde, Dios mío? (El foco de luz sobre OSCAR WILDE se apaga.)
Padre e hijo se miran. Parece que van a partir a la agresión física. Un tango. La luz se apaga. El tango continua. La luz se vuelve a encender sobre Oscar Wilde y Alfred Douglas que bailan ese mismo tango. Se separan.
ALFRED DOUGLAS
¿Qué te pasa, Oscar? ¡Él te insultó! (Enseña la tarjeta) ¿Por qué dudas? ¡Vamos a meter a aquél viejo maldito en la prisión por calumnia y difamación!... Nosotros, Oscar, nosotros seremos los acusadores... Mejor, tú serás el acusador, quiero decir, el quejoso en ese proceso. Él va a ser el reo... (Sádico) Él va a agarrar siete años! ¡Siete años, como mínimo! Va a pudrirse en la prisión ... (a Oscar) Es sólo que entres en la justicia con una queja criminal contra...
OSCAR WILDE
(Le corta) Lo siento mucho, pero yo no puedo.
ALFRED DOUGLAS
(Violento) ¡Puedes! ¡Claro que puedes! Aquí está la prueba del crimen! Fir­mada, y todo. (Enseña la tarjeta.)
OSCAR WILDE
Sea como sea, Bosie, él es tu padre.
ALFRED DOUGLAS
¡Un monstruo! ¡Un monstruo es lo que él es...! Y no es sólo a mí a quien vas a hacer un gran favor, un gran servicio, sino a toda mí familia... Nos vamos a librar para siempre de esa desgracia, de esa pesadilla que nos atormenta por toda la vida... Y no necesitas preocuparte con los gastos judiciales, Oscar, que nosotros los pagaremos totalmente. Quédate tranquilo.
Pausa. Tensión. OSCAR WILDE piensa. Está indeciso, pero tiende para una respuesta negativa a la pretensión de ALFRED DOUGLAS.
OSCAR WILDE
(Tenso, pero medido) Juego sucio... Creo que nosotros estamos ha­ciendo juego sucio, Bosie...
ALFRED DOUGLAS
(Muy irritado) ¿¡Juego sucio, Oscar?! ¡Juego sucio es lo que ese viejo des­graciado, ese canalla, aquél crápula... Ahora es la mía, dijo, ¡és nuestra vez, Os­car!
OSCAR WILDE
Lo siento mucho, Bosie, pero eso no está bien. Yo... yo no puedo...
ALFRED DOUGLAS
(Colérico) ¡Puedes! ¡Puedes si! ¡Puedes!
OSCAR WILDE
Pídeme otra cosa, Bosie, cualquier otra cosa... menos eso.
ALFRED DOUGLAS
(Mudando de táctica) ¡Por mi, Oscar, por mí!.... Por el amor que tienes por mí... Por nuestro amor.
OSCAR WILDE
Todo, todo, todo, menos eso.
ALFRED DOUGLAS
Es una prueba de amor. Una gran prueba del amor que sientes por mi.
OSCAR WILDE
(Dudando) Yo... Yo... Yo no lo sé...
ALFRED DOUGLAS
¿Tú me amas, Oscar? ¿Tú me amas? .... Oscar, si tú no haces eso por mí, yo... Tú nunca más me vas a ver en toda tú vida... ¡Nunca! ¡Nunca más! (Observa la reacción de OSCAR WILDE. Empieza a hacerse oír, en volumen muy bajo, un tango. ALFRED DOUGLAS se aproxima aún más a OSCAR WILDE y le acaricia el pelo. El sonido de la música aumenta gradualmente.) Por mí, Oscar, por mí.... (ALFRED DOUGLAS toma a OSCAR WILDE de la mano como si fuese a sacarlo para bailar. OSCAR WILDE resiste) Oscar Wilde, yo te amo, yo te amo tanto, tanto... Por mí, Oscar, por mi. (Lo va abrazando y envolviendo a OSCAR WILDE) Por mí... (Ya están bailando el tango.)
OSCAR WILDE
(Resistiendo, pero aún en duda) Otra cosa, pero eso yo... (Bosie, cariñoso y sensual, le besa el rostro varias veces procurando romper la resistencia. Oscar va cediendo, aún que sus palabras digan lo contrario. La luz se va apagando.) Siento mucho, Bosie, pero eso yo no puedo... ¡No puedo... ¡No puedo, de verdad!
Oscuridad. El tango continua y de repente se interrumpe.
ALFRED DOUGLAS
(Enérgico) ¿Esta es tu última palabra, Oscar Wilde?
OSCAR WILDE
(Firme, decidido) Es mi última palabra. Yo lo siento mucho, Bosie, pero esta es mí última y definitiva palabra.
El tango sigue. Luz. El coro está en escena.
CORO
¡Cuidado, Oscar Wilde, cuidado!... El Marqués de Queensberry está preparán­dote una celada y tú vas a caer en ella... El proceso se va a volver contra ti... El gato está afilando las garras y esperando al ratoncito para dar el salto... Cuidado, Oscar Wilde, cuidado!.... El proceso se va a volver contra ti... Vete para Francia, Oscar Wilde, vete para Francia... El proceso se va a volver contra a ti... Vete para Francia... Tú eres irlandés y nosotros estamos en la Inglaterra victoriana, el pa­raíso de los hipócritas... El proceso se va a volver contra ti... París te va a recibir de brazos abiertos... Tú tienes grandes amigos allí: Gide, Verlaine, Apollinaire, Mallarmé, Sarah Bernhardt... Tú eres un artista, un creador de cosas bellas, un poeta... Vete para Francia, Oscar Wilde, vete para Francia. ... (En un susurro) Vete para Francia, Oscar Wilde, vete para Francia... (Casi inaudible) Vete para Francia, Oscar Wilde, vete para Francia... Vete para....
El sonido del tango aumenta. La luz se apaga lentamente.... Luz en foco sobre ALFRED DOUGLAS. Habla como si estuviese dirigiéndose a OSCAR WILDE, ausente.
ALFRED DOUGLAS
¡Aún dudando de mí, Oscar Wilde! ¡No es posible! ¿Tú no confías más en tu Bosie? Métete esta verdad en tu cabeza de una vez por todas: ¡vamos a ganar el proceso!... Mi padre se a va pudrir. (Deletrea) ¡pu-drir-se, en la prisión!... Ahí sí nosotros dos vamos a vivir en paz, juntos, sin nadie para molestar nuestra vida... Sólo nosotros dos... Nosotros dos y días y días de paz, vino y flores... Días y días de paz, vino y flores... Vino y flores... Sólo nosotros dos.... (Devanea).
En medio de esta charla, aparece OSCAR WILDE bajo luz en foco y observa ALFRED DOUGLAS tristemente, como presagiando lo que irá a ocurrir. ALFRED DOUGLAS baila, el tango sólito, anticipando los días de felicidad...
La luz se apaga. Pausa. Silencio.
ACTO II
VOZ “OFF”
(Formal) En esta fecha, 3 de abril de 1895, en nombre de su Augusta Majes­tad, la Reina, y de acuerdo con la ley, este tribunal se reúne en la ciudad de Lon­dres para apreciar la queja criminal movida por Oscar Fingal´s O´Flahertie Wills Wilde, ciudadano irlandés radicado en suelo británico, contra John Shouto Douglas, octavo Marqués de Queensberry, ciudadano británico, acusado por el quejoso de los crímenes de injuria grave y difamación.
Luz en foco sobre Queensberry, sOlo en escena, sentado en el banco de los reos.
VOZ “OFF”
(Formal, pero enérgica) Que se levante el acusado. (Queensberry obedece) Mr. John Shouto Douglas, ciudadano británico, usted está siendo acusado, por Oscar Fingal´s O´Flahertie Wills Wilde, ciudadano irlandés, de los crímenes de injuria grave y difamación. ¿Usted tiene algo a decir a este tribunal sobre esas acusaciones?
QUEENSBERRY
(Moderado, sincero, pausado, con dignidad) Sí, meritísimo Juez, tengo... (Breve pausa) Lo que está en causa en este digno tribunal es una grave cuestión de honor personal, de honor de mí familia, de mí propio ho­nor... Reconozco que escribí aquella tarjeta... La escribí y firmé, reconozco... Escribí aquella tarjeta con el propósito claro y evidente de hacer que todo ese lamentable asunto alcanzase su punto crítico, ya que, de otro modo, aunque lo hubiese intentado, yo no hubiera conseguido entenderme con Mr. Wilde.... Escribí aquella tarjeta con el objetivo de salvar mí honor, el honor de mi familia, el ho­nor de mí querido hijo... (Grave) Delante de esta dignísima corte, declaro que mantengo y reafirmo todo aquello que está escrito en aquella tarjeta.
La luz se apaga. Sonido del tango. ALFRED DOUGLAS aparece sOlo, ejecutando algunos pasos. La música sigue en un tono mucho más bajo, pero ALFRED DOUGLAS para de bailar y se dirige al público, o mejor, a Oscar Wilde, ausente de la escena.
ALFRED DOUGLAS
(Sincero. Bajo un foco de luz) Como me gustaría estar ahora presente en el tribunal, apoyándote, Oscar... ¡Dios mío! Cómo me gustaría... Pero... (Piensa. El tango sigue. La luz se apaga.)
VOZ “OFF”
(Formal) Este tribunal llama ahora a Mr. Oscar Fingal´s O´Flahertie Wills Wilde, ciudadano irlandés radicado en suelo británico, para deponer en la condi­ción de quejoso en este proceso.
Luz. Tribunal. Se ven solamente dos personas en escena: Oscar Wilde, sentado en el banco de los declarantes (como el espectáculo no es “realista”, el banco puede ser el mismo utilizado por Queensberry) y Edward Carson, un abogado de defensa del MARQUÉS.
CARSON
¿Es de su autoria, Mr.Wilde, (Enseña) el libreto “Frases y Filosofía para uso de los jóvenes”?
OSCAR WILDE
Correcto, Mr. Carson.
CARSON
(A los jurados, ausentes en escena) He aquí algunas partes: (leyendo) “Las religiones mueren cuando se prueba que son verdaderas.”
OSCAR WILDE
(Irónico, superior) Es la concepción de una filosofía, Mr. Carson, según la cual la Religión será absorbida por la Ciencia.
CARSON
¿No cree ese... diremos: axioma peligroso para los jóvenes?
OSCAR WILDE
Al contrario, creo que es un maravilloso estimulante.

CARSON
(Leyendo) “Si dijésemos la verdad, más pronto o más tarde, seremos de­senmascarados.”
OSCAR WILDE
Es una paradoja encantadora.
CARSON
¿Es saludable para los jóvenes?
OSCAR WILDE
Todo lo que estimula el pensamiento es bueno para cualquier edad.
CARSON
¿No importando que sea moral o inmoral?
OSCAR WILDE
No hay moralidad o inmoralidad en el dominio del pensamiento humano. Un pensamiento puede ser, en términos relativos, “falso” o “verdadero” y no “mo­ral” o “inmoral”.
CARSON
Debemos entonces concluir, Mr.Wilde, que, por más inmoral que sea un libro, si está bien escrito, ese libro es, según usted, ¿ un buen libro?
OSCAR WILDE
Un libro bien escrito es siempre un buen libro... Un libro es siempre bueno, ya que hace nacer en el lector un sentimiento de Belleza, que es el senti­miento más elevado de que es capaz el ser humano... No hay libros morales, ni inmorales... Los libros están bien o mal escritos... Sólo eso.
CARSON
(Leyendo) “El placer es el único fin para el cual se debe vivir.”
OSCAR WILDE
¡Pero es evidente, Mr. Carson! La vida no es un sufrimiento, es un placer, un bello placer... Yo creo que la realización del “yo” es el fin esencial de la vida y que si se realiza por medio del placer es infinitamente más bella que cuando conseguimos esa realización por el dolor. En este punto, como en muchos otros, estoy enteramente de acuerdo con los antiguos maestro griegos. (Mordaz, mostrando toda su superioridad intelectual) Esta es una idea greco clásica pagana, Mr. Carson.
Pausa. Edward Carson lee alguna cosa en el libro, piensa y vuelve a empezar su ataque.
CARSON
“La condición de la perfección es la absoluta ociosidad.” (Breve pausa) Absoluta ociosidad.
OSCAR WILDE
(Animado) ¡Exactamente!... Sólo puede haber contemplación en la ociosidad y la vida contemplativa es la más elevada forma de vida que existe. La filosofía reconoce esta verdad plenamente. ¿Qué sería del pensamiento humano, Mr. Carson, si los grandes filósofos de la humanidad – Sócrates, Platón, Aristóteles, Plotino, Ruskin, Pater y tantos otros – desperdiciasen su tiempo trabajando? (Breve pausa. OSCAR WILDE se siente feliz con su propia actuación.)
CARSON
He aquí su obra más comentada, su novela “El retrato de Dorian Gray”; (Sar­cástico) su obra prima, Mr. Wilde... Permítanme que lea algunas partes de esta obra prima de Mr.Wilde, (Feroz) de esta obra prima de la literatura in­glesa... de la literatura universal...
OSCAR WILDE
(Irónico) Gracias por su reconocimiento, Mr.Carson. Estoy plenamente de acuerdo.
CARSON
(Lee pausadamente, siempre procurando comprometer OSCAR WILDE) He aquí lo que dice el personaje Basil Hallward sobre el per­sonaje Dorian Gray...
Empieza a leer, pero no se oye lo que dice. La luz se apaga sobre este plano. Luz. estudio de pintura. Hablan Lord Henry Wotton y el pintor Basil Hallward, personajes de “El Retrato de Dorian Gray”. Hay un retrato pintado de un bello joven, sobre el caballete situado entre ambos. El pintor acaba de terminar el cuadro que, por algunos instantes, ambos contemplan.
LORD HENRY WOTTON
Dorian Gray!... ¿Donde conociste a Dorian Gray, Basil?
BASIL HALLWARD
(Volviéndose a si ). ¿Donde conocí a Dorian Gray?... Ah, si! Fue en una cena benéfica en casa de Lady Bradon... En un momento dado yo me vi solo en la bella sala de música del palacio de los Brandons y me puse a observar las pinturas expuestas en las paredes... De repente, querido Henry, noté que al­guien me estaba mirando. Me volví y vi por primera vez a Dorian Gray... Al en­contrarse nuestros ojos sentí que estaba palideciendo. Una extraña sensación de terror me dominó. Comprendí que estaba frente a alguien cuya simple personali­dad era tan fascinante que, si me entregase a ella, absorbería toda mi naturaleza, todo mi alma, toda mi arte... No sé como explicarte, Henry... Algo me decía que estaba iniciándose la más terrible crisis de mi vida... Tuve la sensación de que el destino me había reservado extraños placeres e infortunios... Entonces sentí miedo y abandoné aquella sala... No era mi conciencia que me hacía actuar así, sino una especie de cobardía...
LORD HENRY WOTTON
Mi caro Basil, conciencia y cobardía son, en realidad, la misma cosa. Conciencia es solamente el nombre de la empresa. Nada más.
BASIL HALLWARD
Dejé aquella sala lo más de prisa que pude... De repente, cuando caí en mi, ya no recuerdo en que lugar de la casa de Lady Bradon, estaba frente a frente con el joven cuya personalidad me había fascinado tanto. Estábamos tan cerca uno del otro que casi nos tocamos. Entonces... nuestros ojos nuevamente se encontra­ron... (BREVE PAUSA. Basil recuerda su encuentro con Dorian Gray.)
LORD HENRY WOTTON
(Filosofando Con tono de malicia, superioridad e ironía) Nada cura mejor los sentidos que el alma... Nada cura tanto el alma como los sentidos... (breve PAUSA) Jamás resista a una tentación, Basil; jamás resista a una tentación... si resistimos a una tentación, nuestras almas enferman de las cosas que... (deja el pensamiento en el aire.)
BASIL HALLWARD
(Devanea, como si no hubiera oído nada de lo que su amigo le dijo) Dorian Gray... “ Una forma soñada en días de meditación...” Dios mío ¿Quien dijo eso? No lo recuerdo, pero eso es exactamente lo que Dorian Gray significa para mi... La sola presencia de ese niño — Dorian, para mi es un niño, aunque tenga más de veinte años — su sola presencia... Dorian Gray!... Dorian Gray, para mi, representa las líneas de una nueva escuela de arte que une toda la pasión del espíritu romántico a toda la perfección del espíritu griego. (Reflexionando) La armonía del cuerpo y del alma... (Breve pausa).
LORD HENRY WOTTON
(Irónico) Nada cura mejor el alma que los sentidos, nada cura mejor los sen­tidos que el alma... Jamás resistas a una tentación, Basil, jamás resistas a una tentación...
La luz se apaga sobre este plano. De nuevo, en el Tribu­nal. Edward Carson vuelve al ataque.
CARSON
(Insinuante) “Nada cura mejor el alma que...” (O.T.) Mr.Wilde, creo que somos suficientemente inteligentes para comprender lo que se oculta por detrás de los sinuosos diálogos de sus personajes.... Usted pretende hacernos creer que el sentimiento que describe en su novela entre los personajes sea un sentimiento natural, normal, ¿entre dos hombres?
OSCAR WILDE
Yo creo perfectamente natural para todo artista admirar intensamente y amar un joven. Es una aventura normal y maravillosa — para casi todos los grandes ar­tistas.
CARSON
(Leyendo) “La simple presencia de ese niño, su simple presencia... Ah, Henry, tú te quedarías admirado si pudieses comprender lo que esa simple pre­sencia significa para mí...” (Comentando) El personaje Basil Hallward pa­rece “adorar” a Dorian Gray locamente.... Hablando francamente, Mr.Wilde, ¿usted alguna vez adoró a un hombre, un joven “locamente”?
OSCAR WILDE
En lugar de la palabra “adoración” prefiero la palabra amor, que es una forma superior de sentimiento.
CARSON
(Irritado) La cuestión no es esa, Mr.Wilde!
OSCAR WILDE
Si usted quiere saber la verdad, Mr.Carson, nunca en mi vida “adoré” a nadie, a no ser a mí mismo.
Risas en el tribunal. La audiencia es interrumpida por instantes. La luz se apaga en ese plano y se enciende, en foco, en otro sobre ALFRED DOUGLAS. Un tango. ALFRED DOUGLAS baila lentamente. Para.
ALFRED DOUGLAS
¿Como será que te yendo en el tribunal, Oscar?... Yo tengo seguridad, seguridad absoluta, de que nosotros, quiero decir, tú vas a ganar el proceso...¡Lo vas a ganar, seguro!... Es en esas horas que uno necesita tener firmeza, fuerza de voluntad, carácter... (Breve pausa.) He pensado tanto en ti, Oscar... Tanto.... Me siento tan solo, tan desamparado, tan solitario... ¡Qué falta que me haces, Dios mío!... Me quedo pensando, pensando, pensando en ti todo el tiempo... todo el tiempo... (Bebe. Se queda pensando. La luz se apaga en este plano. El tango continua.)
Luz. Tribunal.
CARSON
(Enseña) He aquí una de las cartas que Mr.Wilde dirigió a Alfred Douglas, (Ferino) a su querido “Bosie”. (Leyendo) “Mí querido niño, es una mara­villa que tus labios, rojos como pétalos de rosa, hayan sido hechos no sola­mente para la melodía de los cantos, sino para la embriaguez y locura de los be­sos.” (Piensa, insinuante) “Embriaguez y locura de los besos...” (Leyendo) “Siempre con amor inmortal, tu... Oscar” (Repite) “Siempre con amor inmortal”... (Breve pausa) ¿Qué dice a esto, Mr. Wilde?
La luz se apaga en ese plano y se enciende en otro sobre ALFRED DOUGLAS.
ALFRED DOUGLAS
(Con un Vaso en la mano. Está un poco embriagado) ¡Qué soledad, Dios mío! ¡Qué soledad!... No aguanto más esta soledad... Mí cabeza, como duele!... Creo que mi cabeza va... va a explotar de tanto pensar, pensar, pensar...
La luz se apaga en este plano y se enciende en el tribu­nal. Carson, cada vez más contundente, se aproxima de OSCAR WILDE.
Carson
¿Conoce a Walter Granger, Mr.Wilde?
OSCAR WILDE
Le conozco.
CARSON
(Explicativo) A pedido de la defensa, la Scotland Yard hizo una investiga­ción completa sobre la vida de Mr.Wilde y descubrió, entre otras cosas, que Walter Granger es un niño de dieciséis años que fue empleado de Alfred Douglas... (O.T.) Alguna vez, Mr.Wilde, ¿usted besó a Walter Granger?
OSCAR WILDE
(Irónico) ¡Por favor, Mr. Carson! ¡Por amor de Dios! ¡Él es muy feo... (Ri­sas en el tribunal)
CARSON
(Incisivo) ¿Entonces fue por esa razón que usted no beso a Walter Granger, Mr.Wilde?
OSCAR WILDE
(Irritado) ¡Mr.Carson, usted está queriendo confundirme!
CARSON
(Atacando) ¿Por qué usted cree que yo estoy queriendo confundirle? ¿Por­que estoy queriendo saber la verdad? ¿Por qué, Mr.Wilde? ¿Por qué?
OSCAR WILDE silencia.
CARSON
(Presionando Oscar cada vez más) ¿Usted conoce a Alfred Taylor, Mr. Wilde?... ¿Usted conoce Charlie Parker, Mr. Wilde? ... ¿Por qué usted se refirió a la fealdad de Walter Granger, Mr.Wilde? ¿Por qué, Mr.Wilde? ¿Por qué? (Sonido en eco y efectos de luz auxilian el in­terrogatorio.)
La luz se apaga en este plano y, en foco, se enciende so­bre ALFRED DOUGLAS que, un poco embriagado, ejecuta algunos pasos de tango. La música continua en un tono muy bajo, pero ALFRED DOUGLAS para de bailar y se dirige al público.
ALFRED DOUGLAS
(Nervioso, un poco tartamudo e incoherente) ¿Qué será que estás pensando de mí en este momento, Oscar? ... ¿Qué yo soy un cobarde?... ¿Tú crees de verdad, que yo sea un cobarde, Oscar? Es un absurdo, un absurdo, tú me conoces muy bien... Sabes, Oscar... yo... yo pretendía comparecer al tribu­nal, pretendía de verdad, palabra... Pero tú no... Crees que mi presencia podría... causar mala impresión al juez, a los jurados, perjudicarte, ¿comprendes? ... (Pausa. No sabe que decir.) Sabes, Oscar, después... después que todo eso termine, yo voy a escribir un libro... un libro de... de poemas, de bellos y profundos poemas... (Entusiasmado) ¡Yo voy a dedicar ese libro a ti, Os­car! ¡Prometido! (Vanidoso) Va a ser un bello, bellísimo libro de poemas y... (devaneando) un gran éxito de crítica y público... De crítica y público, tú vas a verlo. (Saborea, por anticipación, su futuro posible éxito. Vuelve a bailar el tango, esta vez soñando con el éxito del libro. La luz se apaga en resistencia. Oscuridad. Silencio.)
Jaleo. Cierto alboroto. Timbre.
JUEZ
(VOZ “OFF”) ¡Silencio en el tribunal! (Breve pausa) ¡Que se levante el acusado! (La luz se enciende, el MarquÉs de Queensberry, en pie al lado del banco, bajo luz en foco, aguarda el vere­dicto) John Sholto Douglas, octavo Marqués de Queensberry, ciudadano bri­tánico, el veredicto de este tribunal es inocente.
QUEENSBERRY, muy digno, sonríe satisfecho, Ruido de vi­vas y congratulaciones, Queensberry saluda a las perso­nas no visibles en escena.
QUEENSBERRY
(Comedido, educado, diplomático) Ustedes me preguntan si tengo alguna declaración para hacer... Sí, la tengo... Creo que no ha habido ni vencidos ni vencedores. Triunfó, una vez más, la justicia británica... De mi parte, tengo para declarar a los señores de la prensa que, en absoluto, no guardo ningún rencor de Mr.Oscar Wilde, a quien, mejor dicho, admiro como grande escritor... (Breve pausa, piensa) Ningún rencor, repito... Era lo que yo tenía que decirles a ustedes de la prensa. Muchas gracias. (Pausa. O.T., con profundo odio) Este fue apenas el principio, sodomita Oscar Wilde, a partir de ahora, seremos nosotros, la augusta Reina Victoria y yo. (Vanidoso) ¡Yo y la Reina Victoria! ... ¡Y vamos a masacrarte! ¡A aplastarte, sodomita Oscar Wilde!
Un tango. La luz se apaga lentamente. Pausa. Luz. Entra el coro.
1º CORISTA
Tú eres un ratón, Oscar Wilde. Un ratoncito que se fue a comer el queso en la trampa...
2º CORISTA
El gato se está afilando las garras...
3º CORISTA
¡El proceso ahora será contra ti, Oscar Wilde!
1º CORISTA
¡Huye, Oscar Wilde! ¡O la Scotland Yard te agarra!
2º CORISTA
¡Huye, Oscar Wilde! ¡Huye que aún hay tiempo!
3º CORISTA
¡La Scotland Yard está vigilando la casa de Oscar Wilde!
1º CORISTA
¡Oscar Wilde será detenido a cualquier momento!
2º CORISTA
¡Huye, Oscar Wilde, huye!
JUNTOS
¡Huye, Oscar Wilde, huye! ¡Vete para Francia, Oscar Wilde! ¡Vete para Fran­cia!... ¡París, Oscar, París!... ¡ No pierdas más tiempo!... ¡Huye, Oscar Wilde, huye!... (La luz se apaga.)
Luz en foco. Oscar Wilde está sOlo, muy abatido, sentado en un banco. Bebe. Oye voces.
VOCES “OFF”
(Indefinidas. Parecen venir de un grupo de personas en que todas hablan casi al mismo tiempo. Aún así deben ser nítidas) ¡Tú no eres digno! ¡ Tú no eres digno, Oscar Wilde! ¡Tú eres un pe­derasta! ¡Un pervertido! ¡Un sodomita! ¡Un loco! ¡Un sodomita!
UNA VOZ “OFF”
(En destaque, insultando) ¡Oscar Wilde tú eres un sodomita! ¡Sodo­mita! ¡Sodomita!
Silencio. OSCAR Wilde, agobiado, sigue bebiendo, sentado en el banco.
OSCAR WILDE
(Amargo, a sí mismo) De ahora en adelante, yo soy la presa, la caza, de un bando de cazadores de zorros... Los nobles caballeros ingleses, vestidos en sus garbosos uniformes, montados en sus bellos corceles, con su jauría de perros ladrando, se preparan para empezar la caza al zorro... Ya oigo, distante, el toque del cornetero, anunciando la partida... No, no voy a dar ese placer a los nobles y gentiles caballeros ingleses... (Irónico) “Perdónenme decepcionarlos, mis señores... Siento mucho, pero esta vez el zorro es irlandés y se recusa a huir...”
A pesar de sus palabras, Oscar Wilde está derrotado, inerte. Esperando... Entra un policial aBruptamente.
POLICIAL
(Anunciándose) ¡Scotland Yard! (Enseña la identificación tí­pica y dice, formal) ¿Mr. Oscar Fingal´s O´Flahertie Wills Wilde, más conocido por Oscar Wilde, supongo?
Se oye un tango, tocando muy bajo. Pasivamente, OSCAR WILDE extiende los brazos y el policial pone las esposas en su propia mano y en la de OSCAR WILDE. La luz se apaga. Entra el coro.
1º VENDEDOR DE PERIÓDICOS
¡ Extra! ¡Extra! ¡Prisión de Oscar Wilde!
2º VENDEDOR DE PERIÓDICOS
¡Extra! ¡Extra! Oscar Wilde detenido, acusado de crímenes sexuales! ¡Extra!
3º VENDEDOR DE PERIÓDICOS
¡Extra! ¡Scotland Yard detiene a Oscar Wilde!
1º VENDEDOR DE PERIÓDICOS
¡Extra! ¡Extra! ¡Lean “Las aventuras Sexuales de Oscar Wilde!
2º VENDEDOR DE PERIÓDICOS
¡Extra! Lean “ La escabrosa Vida Sexual de Oscar Wilde! ¡Extra! ¡Extra!
JUNTOS
(Gritan) “¡Extra! ¡Extra! ¡Extra!”.
La luz se apaga Por instantes, aún se oye el eco de sus voces. Luz en foco sobre ALFRED Douglas, pensativo. Está más preocupado en encontrar una justificacion para él mismo, que para la situación de Oscar Wilde.
ALFRED DOUGLAS
(Pensando) ¡Tan diferente!... ¿Todo está pasando tan diferente de lo que no­sotros imaginamos, eh, Oscar?... ¡Tan diferente!... Pero, ¿cómo es que podría­mos adivinar todo lo que iría a ocurrir?... Si pudiésemos prever el futuro con absoluta exactitud, no seríamos seres humanos, seríamos dioses... (Tiene una idea) ¿¡Dioses!?... Quizás hayan sido los dioses... O las diosas, ¿por qué no? (Breve pausa) ¡Ah! ¡Las Parcas y las Furias, fueron ellas!... (Poético) Ellas tejen los hilos invisibles de los destinos humanos y, cómo son inconstan­tes, temperamentales, caprichosas, con sus tijeras afiladas, cortan esos hilos como bien entienden... (Breve pausa. Devanea) Las Parcas y las Furias, fueron ellas...
La luz se apaga sobre ALFRED DOUGLAS lentamente y se enciende sobre el MarquÉs de Queensberry.
QUEENSBERRY
(Formal, se dirige a un juez inexistente en escena) “Merití­simo Juez del Tribunal de Falencias, delante de la imposibilidad de Oscar Fingal´s Wilde pagar los costos procesales a que fue condenado, valuados en 700 libras, y no teniendo familia, familiares o amigos que se responsabilicen por ellos, yo, John Shoulto ALFRED DOUGLAS, octavo Marqués de Queensberry, de acuerdo con la ley, requiero en esta fecha a este Digno Tribunal que el dicho Oscar Fingal´s O´Flahertie Wills Wilde sea declarado legalmente insolvente y que­brado y que sus bienes y haberes sean secuestrados y llevados a subasta pública. Firmado: John Sholto ALFRED DOUGLAS, octavo Marqués de Queensberry”. (Feliz) So­domita Oscar Wilde, esta será tu más completa humillación y el máximo de mi triunfo... Sientes ahora, sodomita Wilde, ¿cómo es afilado el hilo de la espada de los verdaderos Queensberry? (La luz se apaga lentamente.)
Luz. Los tres pregoneros están pregonando los bienes de OSCAR WILDE. Así que la subasta empieza, OSCAR WILDE aparece esposado en otro punto del escenario, con infi­nito dolor, ve la subasta de sus cuadros, libros y obje­tos de arte.
1º PREGONERO
Señoras y señores, ¿cuánto me dan por este rarísimo Monticelli, que perteneció a Oscar Wilde?
OSCAR WILDE
(Agobiado) ¡Mí Monticelli!... ¡No, por favor, no!
2º PREGONERO
¿Yo oí quinientas libras? ¡Quinientas libras! ¿Quién da más? ¿Quién da más?... Vendido.... ¡Vendido para aquél caballero allá por quinientas libras!
3º PREGONERO
¿Y por este Burne Jones rarísimo?... ¿Oí seiscientas libras? ¿Quién da más? ¿Quién da más?... ¿Setecientas libras? ¿Yo oí setecientas libras? ¿Quién da más? ¿Quién da más?
OSCAR WILDE
Mí “Burne Jones”...
JUNTOS
(En unísono) Y hay más, señoras y señores, ¡hay mucho más!... ¡Cuadros de Whilstler!... ¡De Simeón Simón, de Bardsley!... ¡Todo una bagatela, señoras y señores! ¡Una bagatela!
1º PREGONERO
¡Porcelanas japonesas, chinas, jamaicanas! ¡Todo rarísimo y de la mayor cali­dad! ¡No pierdan esta magnifica oportunidad! (Saca del bolsillo in­terno de la chaqueta una pieza de porcelana) ¿Cuánto me dan, señoras y señores, por esta bellísima pieza de la Dinastía Ming? (Enseña la pieza)
2º PREGONERO
¡ Libros! ¡Libros! ¡Libros!... Libros raros, ¡rarísimos!
OSCAR WILDE
¡Mi biblioteca! ¡Hasta mi biblioteca!
3º PREGONERO
¡Todo una bagatela! ¡Libros de Mallarmé, de Bernard Shaw, de Swiburne, de Whitman, de Verlaine! ¡Todos en edición de lujo y con dedicatoria exclusiva de los autores!... ¡Vean esta edición rarísima de William Shakespeare! (Saca del bolsillo interno de la chaqueta y la enseña al público.)
JUNTOS
¡Compren, señoras y señores, compren! ¡Compren todo! ¡Todo! ¡Todo!
La luz se apaga sobre ellos, manteniéndose sobre Oscar Wilde.
OSCAR WILDE
(Chocado) Bosie, Bosie, ¿por qué dejaste que me ocurriese todo esto?... Mi biblioteca, por lo menos mi biblioteca... La biblioteca es todo para un escritor... Tú podrías, por lo menos, haber arrebatado todos mis libros... Fueron subastados a precios bajísimos... Tú habrías rescatado todos mis libros por menos de cien libras... (Pensando) ¡Cien libras!... Yo gastaba más que eso contigo en me­nos de una semana... (Breve pausa) Estoy aquí por tu culpa, por amor a ti y ni eso hiciste por mi....
OSCAR Wilde, muy triste, empieza a bailar un tango. La luz se apaga sobre él. El tango sigue. La luz se enciende, pero quiEn está bailando es ALFRED DOUGLAS, que da algunos pa­sos y para.
ALFRED DOUGLAS
(Pensativo, citando) “Necesitamos soportar la furia del destino...” (Como si hablase a OSCAR WILDE) Es de “Prometeo encadenado”, de Esquilo, Oscar... (Breve pausa) Dios mío, ¿habrá destino?... ¡Claro que hay destino!....¿Nuestro destino, Oscar, ya estaba escrito en las estrellas, que se puede hacer? (Soñador) ¿Y sabes lo que yo leo también escrito en las es­trellas, Oscar? Un día... un día aún vamos a encontrarnos y entonces para nosotros sólo habrá vino, flores y poesía... (Arrebatado) Vino, flores y poesía.... (Vuelve a bailar. La luz se apaga lentamente)
VOZ “OFF”
(Formal) “La Reina contra Oscar Fingal´s O´Flahertie Wills Wilde, acusado de violación de la 11ª Sección del Código Criminal , concerniente a la práctica de delitos sexuales y actos inmorales contra persona de sexo masculino, te­niendo como base las evidencias del crimen presentadas durante el juicio de John Sholto Douglas, octavo Marqués de Queensberry.”
Silencio. “Flashes” del proceso a OSCAR WILDE. Oscuridad. Silencio.
JUEZ
(VOZ “OFF”) ¡Silencio en el tribunal! ... La Reina contra Oscar Fingal´s O´Flahertie Wills Wilde. (O.T.) Mr. Oscar Wilde, ¿usted tiene algo que decirnos sobre las acusaciones que acaba de oír?
OSCAR Wilde surge sobre un foco de luz. Se dirige a un juez, inexistente en escena.
OSCAR WILDE
(Esta abatido, pero se anima) Poca cosa, meritísimo, poca cosa... (Piensa) O quizás muchas cosas... (O.T.) Estoy aquí por amor... por causa del amor que no osa decir su nombre... (Breve pausa) El amor que, en este siglo, no se atreve a decir su nombre es el profundo cariño de un hombre más viejo por otro hombre más joven, como el amor que existió entre David y Jonathan, el amor de que Platon hizo la verdadera base de su filosofía, el amor que existió en los sonetos de Miguel Ángel y Shakespeare... El amor que no osa decir su nombre es aquella profunda atracción espiritual, tan pura cuanto perfecta, que inspira y realiza grandes obras de arte, como las de Miguel Ángel y Shakespeare, como las cartas que escribí a Alfred Douglas, que aquí fueron leí­das... (Breve pausa) Es por culpa de la incomprensión del mundo a este amor que aquí me encuentro... El amor que no osa decir su nombre es bello, es elegante, es la más profunda, noble y pura forma de afecto... Nada existe en él de inmoral o antinatural... Es profundamente intelectual y ha existido y existirá siempre entre un hombre más viejo y un hombre más joven, cuando el más viejo tiene la inteligencia y el más joven la alegría y el encanto de vivir... (Breve pausa) Pero eso el mundo no comprende... No comprende y, sin comprender, condena... Y es justamente por culpa de este amor — el amor que, en este siglo, no osa decir su nombre — que yo aquí estoy... (OSCAR WILDE se siente victorioso y, victorioso, ejecuta algunos pasos de tango. La luz se apaga lentamente. El tango sigue.)
Oscuridad. Silencio. Un foco de luz sobre OSCAR WILDE y otro sobre la silla del juez, vacía...
JUEZ
(voz “off”) Señores miembros del jurado, ¿cuál es su veredicto? ¿El reo Os­car Finfal´s O´Flahertie Wills Wilde es inocente o culpable de las acusaciones que le son imputadas?
VOCES
(O entonces se oye la voz de cada jurado por su vez) ¡Cul­pableo! ¡Culpable! ¡Culpable! ¡Culpable! ¡Culpable! ¡Culpable! ¡Culpable! (Las voces se propagan en eco. Pausa.)
JUEZ
(Voz “off”) Por unanimidad, el jurado de esta corte declara al reo culpable.
SOLAMENTE AHORA El juez APARECE en un punto cualquier del escenario, bajo la luz en foco. EN NINGÚN MOMENTO OCUPA LA SILLA DEL MAGISTRADO, SIEMPRE VACÍA.
JUEZ
(solemne, discursivo, enfático) Oscar Fingal´s O´Flahertie Wills Wilde, el crimen de que fuiste declarado culpable es tan vil, tan indecente, tan repugnante que no hay palabras para describirlo... Crimen tan hediondo hace nacer un sentimiento de vergüenza y repulsa en todo hombre de honor... Pero, ¿de que sirven para un criminal como tú mis palabras?... Quien es capaz de cometer un crimen tan torpe, tan infame, es porque perdió seguramente todo el sentido de lo que es moral, de lo que es vergüenza, de lo que es decencia, de lo que es honor, de lo que es dignidad... Tú, Oscar Wilde, conforme fue probado en este tribunal, fuiste el centro de propagación de la más contagiosa corrupción, de la más horrible y abyecta depravación moral de nuestra juventud... Este fue el más abominable, el más repugnante proceso que presidí en toda mi vida de ma­gistrado... En estas circunstancias, estoy obligado a proclamar la más severa sen­tencia que la ley me permite aplicar: ¡dos años de trabajos forzados! (Pausa) Y, en mi opinión, la ley es muy blanda, excesivamente blanda, para un crimen escabroso como el que tú cometiste.
VOCES
¡Qué vergüenza! ¡Qué indecencia! ¡Inmoralidad! Etc.
OSCAR WILDE
¿Puedo decir sólo más un palabra, Meritísimos?
JUEZ
¡No, no puedes! ¡La sección está acabada! ¡Lleven al prisionero! ¡Cúmplase la ley!
EL JUEZ SALE DEL PUNTO EN QUE ESTÁ, SE ACERCA A OSCAR WILDE, LO AGARRA Y PONE LAS ESPOSAS EN SUS BRAZOS. MIRA A OSCAR WILDE CON PROFUNDO ODIO. LA LUZ SE APAGA. PAUSA. LA LUZ SE ENCIENDE. ENTRA EL CORO.
1º CORISTA
¡Extraordinaria victoria de la justicia inglesa!
2º CORISTA
¡Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia!
3º CORISTA
¡Qué la condena a Oscar Wilde sirva de ejemplo a todos aquellos que quie­ren arrojar a este país en el lodo de la inmoralidad y de la depravación!
1º CORISTA
¡Abajo al erotismo, la inmoralidad y la pornografía!
2º CORISTA
¡Una vez más, Inglaterra da una gran lección al Imperio Británico y al mundo!


3º CORISTA
¡Gracias a Dios y a la justicia inglesa, Inglaterra es aún el mejor país del mundo para vivir!
1º CORISTA
¡ Lo que Inglaterra necesita seguramente es de una gigantesca campaña contra el libertinaje y la indecencia!
2º CORISTA
Necesitamos movilizar todas las fuerzas morales de la nación para esa campaña contra la inmoralidad y la pornografía que invaden todos los hogares!
JUNTOS
¡Viva Inglaterra, espejo y corazón del mundo, reina de los mares! ¡Viva la justi­cia Inglesa! ¡Viva la corona Británica! ¡Viva el glorioso Imperio Británico! ¡Viva el Scotland Yard! ¡Viva la Reina Victoria! “God save the queen!” (Mú­sica inglesa patriótica. Oscuridad.)
Se oye un tango. Un foco de luz sobre Oscar Wilde en la prisión y otro sobre Alfred Douglas, en otro punto del escenario. Ambos ejecutan separados, algunos pasos de tango. Paran. Piensan. OSCAR WILDE, pensativo, “Escribe”, o mejor, habla como si estuviese escribiendo, lo mismo ocurre con ALFRED DOUGLAS.
OSCAR WILDE
(Sintiendo cada palabra que “escribe” / pronuncia, diri­giéndose al público, como si en él estuviese ALFRED DOUGLAS) “Mí querido Bosie, a pesar de todo lo que me ocurrió aún tengo fuerzas para escri­birte... (Piensa) Hace tiempo, tanto tiempo, que nada sé a tu respecto, ni recibo una sola línea o recado tuyo... Sin embargo, nunca me abandona el recuerdo de nuestra (piensa) “amistad”... “¿Amistad?”... (Esboza una sonrisa amarga) Amistad... (Breve pausa) Mucho más que amistad... (O.T.) ¡Yo te amo, Bosie!... Yo te amo... Pero no voy... no puedo escribir eso... (Va a empezar a llorar pero se controla y vuelve a “escribir”. La luz se va apagando lentamente) “Mi corazón, siempre tan re­pleto de amor, en este momento horrible, está diciéndome que...” (La luz aún no se ha apagado completamente. OSCAR WILDE da algunos pasos de tango. Para.) Yo te amo, Bosie... (La luz se apaga sobre OSCAR WILDE) A pesar de todo, por encima de todo... Yo te amo, Bosie!... Yo te amo con... con un amor infinito...
El tango sigue. ALFRED DOUGLAS ejecuta algunos pasos. Para y empieza a responder a la carta de OSCAR WILDE.
ALFRED DOUGLAS
(“Escribe” con cautela, buscando distanciarse de OSCAR WILDE) “Carisimo Amigo Oscar”... (Piensa) “Carísimo”, no. “Caro” es me­jor... Me olvidé del “mío”... (Vuelve a empezar) “Mí caro Amigo Oscar... Creo que así está bien, no me gustan las exageraciones... “Me gustaría poder es­cribirte con más frecuencia, pero estoy aquí en Nápoles muy ocupado termi­nando el libro mío de poemas, que vengo escribiendo hace tanto tiempo y que voy a dedicarte... (Piensa) a ti y a Mr. John Lessington, el extraordinario cri­tico del “Times” (¿te acuerdas de él?) que escribió sobre mí... (Para de es­cribir. Empieza a devanear, entregándose a la vanidad) “Lord Alfred Douglas, a pesar de toda su juventud, es el mayor poeta inglés de la actualidad, el mayor talento poético surgido en Inglaterra, después de Shakespeare...” (Ebrio de placer) Él me compara a Shakespeare, Oscar, ¡a Shakespeare!... (A si mismo) Yo voy a dedicar el libro también a mi madre, que sufrió tanto con ese caso, pobre... (en duda) ¿Será que queda bien dedi­car el mismo libro a tres personas?... ¿Por qué no?... Goethe dedicó su “Fausto” al pueblo alemán... Dante dedicó “La Divina Comedia” a los italianos... ¡Claro que puedo!... (Pausado) Dedico este libro de poemas a mi amigo Oscar Wilde, al gran critico Mr.John Blessington y a mi querida madre, Mrs... (No acaba. Le surge otra duda) ¿Será que el orden de la dedicatoria quedó bien?... Oscar, el critico, mi madre... ¿Será que no quedaría mejor el cri­tico, mi madre y después Oscar?... O será que... (Sigue pensando sobre su duda)
Un tango. Casi automáticamente, ALFRED DOUGLAS baila algunos pasos. La luz sE APAGA lentamente sobre él. PAUSA.
luz general. Un guardia le observa indiferente. OSCAR WILDE danza algunos pasos y para. Abre los brazos, ins­pira y expira el aire, sintiéndose feliz por estar en liber­tad.
OSCAR WILDE
Libre! Libre! Libre!... Finalmente: libre!... (Recuerda algo y se dirige al guardia) Por favor, una información...

GUARDIA
(Con superioridad y desprecio) Como no, señor. (Pronuncia “señor” con ironía.)
OSCAR WILDE
El guardia Martín... Necesito despedirme de él.
GUARDIA
(Malicioso) Usted quiere decir el ex guardia Martín.
OSCAR WILDE
¿Cómo así?
GUARDIA
El ex guardia Martín no trabaja ya aquí. Fue despedido. (Malicioso) Mejor, fue expulsado de la corporación. (Pausa) ¿Usted no lo sabía?
OSCAR WILDE
(Llorando) No, no lo sabía... ¿Pero, por qué?
GUARDIA
(Con evidente placer) El ex guardia Martín fue denunciado por un co­lega y acusado por su superior de darle bizcochos a un niño preso que lloraba de hambre, lo que está rigurosamente prohibido por el reglamento. (Breve pausa).
OSCAR WILDE
(Reflexionando, con amargura) Expulsado por dar bizcochos a un niño que lloraba de hambre...
GUARDIA
O fingía que lloraba de hambre... Esos niños saben mucho... Por lo menos fue esa la acusación y él no contestó nada.
Breve pausa. OSCAR WILDE Medita.
OSCAR WILDE
Usted no podría...
GUARDIA
(Cortándole) Prohibido por el reglamento! No estamos autorizados a dar direcciones a nadie. (Malicioso) Lo siento mucho, señor. (Irónico) Con su permiso. (Sale).
OSCAR WILDE
(AmargO) “Lo siento mucho, señor”... Todos lo sienten mucho... (Refle­xionando) Mi libertad empieza de un modo... (Tarda en encontrar la palabra adecuada) “raro”... (Hace un gesto como si qui­siera arrojar fuera todo lo que pasó).
La prisión desaparece. OSCAR WILDE sigue el tango ini­ciado por ALFRED DOUGLAS. Baila algunos pasos y para.
OSCAR WILDE
¡Libre!... ¡Libre, finalmente!... Libre como un pájaro sin alas, o mejor, como un pájaro de alas cortadas, para seguir a lugar alguno... pero, libre... (Aspira el aire de la libertad) ¡Libre!... (Saca del bolsillo una mo­neda que tira para el aire y después la agarra) Si sale cara, voy en aquella dirección (apunta para la derecha). Si sale cruz, voy en esta otra... (Abre la mano) Tocó cara. Entonces tengo que ir hacia allá... (Irónico) ¡Óptimo! Ya tengo un camino en la vida... (Mira para la mo­neda) Gracias, compañera, mí única compañera... (Observa la mo­neda) ¡Una libra! Una única libra es todo lo que ahora tengo en la vida... (Amargo) Una única libra por dos largos años de trabajos forzados!... ¡Como pagan mal! Si al menos fuesen dos... (Con fina ironía) Si Inglaterra sigue tratando de ese modo a sus condenados, va seguramente a quedarse libre de ellos... No será digna de tener ninguno...
Pausa. OSCAR WILDE siente una terrible soledad. Se oye un tango en un tono muy bajo. Luz en foco sobre alfred Douglas, en otro punto del escenario. OSCAR WILDE parece sentir cierta dificultad en reconocerlo.
ALFRED DOUGLAS
(Sincero, delicado) ¿Cómo estás, Oscar?
OSCAR WILDE
(Irónico) Muy bien, gracias... ¿Pero, quién eres tú?


ALFRED DOUGLAS
¿No te acuerdas más de mi, Oscar?... Yo soy “el amor que no osa decir su nom­bre”...
OSCAR WILDE
(Sonriente) Ah, ¿entonces eres tú, Bosie?
ALFRED DOUGLAS
Soy yo, Oscar...
OSCAR WILDE
¡Bosie!
ALFRED DOUGLAS
¡Oscar! (Se sienten mutuamente atraídos, pero se mantie­nen a cierta distancia)
OSCAR WILDE
¿Estás ahí esperándome hace mucho tiempo, Bosie?
ALFRED DOUGLAS
Dos años, Oscar... Dos largos años...
OSCAR WILDE
(Con delicada ironía) Entonces no hace tanto tiempo así... Dos años pa­san tan de prisa... últimamente...
ALFRED DOUGLAS
(Triste, comprendiendo) Yo se, Oscar... Yo se...
OSCAR WILDE
Es... Tú lo sabes... (Breve pausa. O.T.) ¿Qué es lo que tú aún quieres de mi, Bosie?.. Oscar Wilde, ahora, es apenas un ex detenido... Estoy sin éxito, sin fama, sin prestigio, sin fortuna, quebrado... sin presente y sin futuro... (Iró­nico) ¿Qué es lo que tú quieres de un “viejo” y “feo” Oscar Wilde?
ALFRED DOUGLAS
(Amoroso) Yo sólo te quiero a ti, Oscar... (Con cariñosa ironía) Sólo quiero el “viejo” y “feo” Oscar Wilde... Y nada más.
Se acerca. Se dan las manos. Bailan algunos pasos de tango. Se separan.
ALFRED DOUGLAS
¡Oscar! (Abre los brazos para acoger al amigo. WILDE hesita) Ven conmigo, Oscar, ven conmigo... Ahora estamos libres y nos va­mos para Nápoles, para el Sol, para la Vida, para el Amor... Aquí estoy yo, tu Bosie, de brazos abiertos, pidiendo humildemente: ven, Oscar, ven conmigo... Ven conmigo para nuestros días de vino, flores y poesía... Vino, flores y poe­sía... (pausa) Yo te amo, Oscar Wilde, yo te amo... Por encima de todo y de todos...
OSCAR WILDE
Yo también te amo, Bosie... Por encima de todo y de todos... (Se acercan. Se dan las manos. Bailan, apasionados, algunos pasos de tango. Se besan. Oscar se dirige al público.) Yo tenía que vol­ver con Bosie una vez más... Por última vez... Nadie comprendió eso, pero era inevitable... Estaba escrito en las estrellas... (Breve pausa) Vosotros nunca comprenderéis nuestro amor... (Irónico) Vosotros no sabéis nada de la vida, porque de la vida vosotros sólo sabéis las cosas que están escritas en los libros y hay cosas que no están escritas en los libros, ni en los míos, ni en los de nadie... (A ALFRED DOUGLAS) Siento mucho, Bosie, pero no puedo más... Es el fin de la línea para nosotros dos...
ALFRED DOUGLAS
(Muy triste, pero comprendiendo) Es el final de línea, Oscar Wilde... El final de nuestra línea... (O.T.) Yo te amo, Oscar... Y voy te amar siempre... Siempre...
Se acercan. Bailan el tango por la última vez. Se sepa­ran, pero, separados, siguen bailando. La luz se apaga lentamente. El tango sigue... Luz. Los coristas en escena.
CORISTAS
(En unísono o separadamente.)
Oscar, ahora no escribe nada más...
Oscar, ahora, sólo vive a costas de los amigos...
Oscar, ahora, bebe, bebe mucho...
¿Por qué, Oscar Wilde? ¿Por qué?

La luz se apaga sobre el coro y se enciende sobre Oscar Wilde.
OSCAR WILDE
¿Para qué vivir más, si ya viví todo lo que tenía para vivir?... Y amé la vida, amé a la vida intensamente... Amé mi vida mucho más que a mi obra... (Piensa) Puse apenas mi talento en mi obra, todo mi genio lo puse en mi vida... Y ni por un sólo minuto quiero deplorar el haber vivido para el placer... De nada me arrepiento... No hubo gozo en esta vida que yo no lo haya probado... Sumergí lo mejor de mí alma en una chispeante copa de vino, recorrí al sonido vanidoso de las flautas el camino bordado de rosas y lirios y, por mucho tiempo, mi ali­mento fue la miel de las colmenas... Los dioses me dieron todo, todo... Pero los dioses son caprichosos y lo que ellos nos dan también nos lo quitan... Bajé a la mansión de los muertos y allá me obligaran a beber infinitas copas de hiel... Pasé por el Paraíso y por el Infierno... Ya viví todo lo que había para vivir. ¿Para qué vivir más?
Silencio. El Actor II y el Actor IV entran y preparan la mesa mortuoria.
OSCAR WILDE
(Con profunda ironía, en una Última meditación) Muere jo­ven y sé un bello cadáver... Bien, no soy más joven, pero creo que aún puedo ser un bello cadáver...
Oscar Wilde se tumba tranquilamente en la mesa mor­tuoria, sonríe y cierra los ojos. ALFRED DOUGLAS se acerca, le besa en los labios y le cubre el rostro con un manto ne­gro. Se oye, lejano, un tango...
ACTOR III
(Al público) Oscar Fingal’s O’Flahertie Wills Wilde falleció en París, el 30 de noviembre de 1900, poco más de tres años después de su libertad, víctima, según los médicos, de meningitis provocada por una infección auditiva cró­nica, adquirida en la prisión de Reading. Pocas personas acompañaron su en­tierro…
ACTOR IV
Oscar Wilde, el poeta, el cuentista, el conferencista, el orador, el novelista, el dramaturgo y, sobretodo, la excepcional figura humana, estaba entonces casi olvidado...
AMBOS
Las campanas no tocaran por ti, Oscar Wilde...
ALFRED DOUGLAS se acerca de OSCAR WILDE una vez más, le des­tapa la cara, le mira reverentemente y le dedica su poe­sía fúnebre.
ALFRED DOUGLAS
Soñé contigo esta noche.
Vi tu rostro radiante, sin sombra de pena...
Y, como en los últimos tiempos, en una música sublime
Oí tu melodiosa voz de oro...
Sentí la oculta gracia que dabas a las cosas más comunes
Y las maravillas que arrancabas de la nada,
Revistiendo la vulgaridad con los ricos trajes de la Belleza,
Y haciendo de este mundo un lugar encantado...
Y ahora no más encarcelado,
Pero gloriosamente libre,
Tú me extendías, por entre las tinieblas, tu mano...
Pero, de repente, surge separándonos un sombrío portal...
Y lloré por la pérdida de tus palabras no escritas,
Por la pérdida de tus cuentos olvidados,
Por la pérdida de tus misterios no revelados...
Lloré por las maravillas que aún podrías haber creado,
Lloré por tus pensamientos ahora sin voz,
Como pájaros cantores asesinados...
Y entonces desperté...
Y me acordé de que tu estabas muerto....
Pausa. Murmullo rítmico lúgubre.

ALFRED DOUGLAS
(En un definitivo adiós) Oscar Wilde.. Yo te amé, Oscar Wilde, por en­cima de todo y de todos... (Breve pausa) Por encima de todo y de todos, yo te amé... de un amor infinito...
Permanece estático. Un tango. La luz se apaga lenta­mente en resistencia...
Pausa. Escenario vacío. Sólo dos focos de luz: uno sobre Oscar Wilde y otro sobre Alfred Douglas.
OSCAR WILDE
(Ponderado, pero con profunda convicción, dirigiéndose al público) “Somos castigados por nuestras renuncias...
ALFRED DOUGLAS
(En el mismo diapasón) “La renúncia a nuestros deseos amarga y corrompe nuestras vidas...”
OSCAR WILDE
“Cada impulso que sufocamos dentro de nosotros se queda retorciendose en nues­tra mente y en nuestra alma — y nos envenena...”
ALFRED DOUGLAS
“El cuerpo peca apenas una vez y, asi que peca, se complace con el pecado porque la acción es la única forma de purificación...”
OSCAR WILDE
“Entonces nada más permanece en nosotros, a no ser el recuerdo de un dulce placer o la voluptuosidad de una nostalgia...” (PAUSA. ENTREMIRANSE.)
AMBOS
“El único medio de vencer una tentacíon es entregarse totalmente a ella.”
SE OYE UN TANGO, PERO DE ESTA VEZ ELLOS NO BAILAN...

Murilo Dias César
E-mail: murilodiascesar@uol.com.br