domingo, 20 de mayo de 2007

LA TARDE DE LA IGUANA

Autor: JUAN MARTINS

Brevedad para radioaficionados
(Finalista en el concurso «El Espectáculo Teatral», España. 2006)


Personajes

Bierhoff, locutor de radio. Joven de entrada edad, con una marcada apariencia europea y desgastada. Es una relación de imagen antes que un prototipo, modela un defi­nido can­san­cio por su trabajo, deseando demos­trar que pue­de ser útil en su último día de trabajo. La expresión del texto le exigirá los cambios entre el locutor y su legítima personalidad.
Lozano, adolescente. Vivaz. Curioso. Asiste a la escena con todos los efectos de sonido de la radio. Sus diálogos están fuera de la locución.
Maite, Joven asistente de Bierhoff, con claro sentido de sus inte­reses. Ansiosa y sensible. Hace las veces de locutora cuando el texto lo exija.
Voz, expresa las diferentes voces que servirán a Bierhoff de interlocución al mo­mento que lleve a cabo su espacio radial. Permiten la dinámica del diálogo. Por lo que las voces serán interpretadas por una actriz y un actor, a los cuales el director de escena los arreglará hacia los laterales del escenario, dependiendo de la estructura dramática que quiera darles. A su vez pueden apoyar los efectos de sonidos. Sólo como sugerencia del autor.
Voz de Locutor, voz de hombre maduro y de temple estrictamente forma, sólo para diferenciarla de las demás voces.

Escenario, una cabina de radio con un pequeño escrito­rio de estudio. Dividida en una sección para el locutor y otra para el disc jockey. Todo estructura­do en metal, con algunos de los dispositivos utilizados en la radio. El ambiente es metáli­co, defi­nido por la músi­ca y los efectos sonidos característicos de la radio delimitan el con­texto de la pie­za: el fenó­meno de la juventud en la ciudad, por no tener algún pre­cepto que distin­ga una inten­cionalidad «posmoderna». El autor sólo desea recrear la imagen. Tome lo que quiera y como quiera.


Único Acto
Escena Única
Se escucha una voz metálica, típica de un programa radial para adolescentes. La de Bierhoff. En la medida en que la luz va entrando apare­ce él figurándose en el espa­cio. Acompaña al ambiente «Child Time» del Púrpura Pro­funda. Esta pieza puede rei­terarse al gusto del direc­tor de es­cena. Toda la estructura de la escena es de una cabina de radio. La Voz, queda a libre criterio, si debe o no ir fuera de escena.


Bierhoff.— ¡Buenos días!... Por lo general, se dice así. ¡Y la ale­gría debe conti­nuar! A las once y cuarenta y cinco minutos de la no­che. Y no es hora de decir buenos días... bien lo cam­biaría­mos por ¡buenas noches! Buenas noches o buenas mañanas, como mejor quieran... (Sue­na el teléfono del estu­dio) Ahora... mis queridos radioescuchas en amando con Bierhoff. ¡«Al que no tienes “en off” y encendi­do»! Encen­dido en horas de la noche, apuntando hacia la madru­gada cuan­do... Pero atendamos a nuestra chi­ca... porque es una chica, ¿no?
Voz.— Sí, correcto, soy una chica, Bierhoff... Tengo una pregunta: ¿qué tipo de música te gus­ta?...
Bierhoff.— ¡Ah!... disculpe, mi muy querida oyente de «en off». Tene­mos en el aire otra llamada... (Transición. A Lozano) ¿Hay que soportarlo todos los días, Loza­no­? (Furioso) ¡Algún día cambiará!
Lozano (Se escucha entre bastidores. Entra).— Así es, son cosas de la radio, Bier­hoff.
Bierhoff.— No estaría de más cambiarlas. Algún día es­cu­charás algo que no sea una estupidez.
Lozano (Entra a escena con algunos dispositivos de disc jockey. Se coloca al otro lado del escritorio calificado para ello).— ¿Por ejem­plo?
Bierhoff.— Que te digan lo qué piensan... o qué idea tienen de cualquier cosa... Que quieran saber lo que uno piensa... Esas cosas...
Lozano (Ríe).— O qué entiendes del amor entre alco­ba... (Cambia) ¡Ay!, Bierhoff, la llamada... estamos en el aire.
Bierhoff (Cambia).— ¡Ahora sí contestaremos tus pre­guntas. Exprésa­te libre­men­te... a ver, deseamos escuchar tus interrogantes... o cualquier inquietud que ten­gas. A oír tu voz «en off», nuestro programa de la radio...
Voz (Con voz metálica).— No, sólo quiero escuchar su voz melódica a estas horas de la noche... (Ríe tími­damente)
Bierhoff.— De acuerdo, no derrochemos más tiempo en esta ¡tierna noche!... aquí respondemos. Tú pregun­tas y no­sotros, «en off», contestamos. (Cambio A Lo­za­no) ¿Te das cuenta? No dejan de pregun­tarlo...
Voz.— ¿Aló... estás ahí?
Bierhoff.— Desde luego, siempre.
Voz.— Su voz es placentera.
Bierhoff.— Claro, mi amor. Todo lo que tú oigas «en off» será para ti... Bueno, será con todas lo que provoque esta noche. Debes tener tu pregunta clave ahora.
Voz.— ¿Qué color de camisa tienes?
Bierhoff.— ¡Correcto! Haz dado con la pregunta. Ahora sólo nos queda esperar sa­ber quien dará la respuesta.
Voz.— Pero... también... quería...
Bierhoff.— ¡Y bien!... Muchas gracias por...
Voz.— Dígame, por favor...
Bierhoff (Cuelga la llamada).— Y muchas gracias por preferirnos. «En off» tienes la mejor música, ¡Lozano, es todo tuyo! Disfruta de nuestros próximos comercia­les. (Música, entra­da a comerciales. El ambiente musical baja para dar lugar al diálogo. Ello ca­rac­terizará los cambios de diálogo) No sé la paciencia que le tienes a este pro­gra­ma.
Lozano.— Lo ves desde tu punto de vista.
Bierhoff.— ¿Qué dices?
Lozano.— No es que no me guste el trabajo. Todo lo contrario. Pero desde que trabajo aquí deseo hacer lo que tú.
Bierhoff.— ¡Precisamente lo que yo hago? ¡Estoy cansado de atender tanta gente estúpi­da, con las mismas sandeces!
Lozano.— Sí, porque no tienes que lidiar con esta parte del trabajo.
Bierhoff.— ¿Cuál?
Lozano.— No te burles.
Bierhoff.— No lo hago.
Lozano.— Es agradable, en cambio, atender a la gente con toda esas ansias y esos deseos...
Bierhoff (Irónico).— Y que te digan el problema que tienen con sus pasiones y sus cosas.
Lozano (Se entusiasma).— ¡Claro! Y esperar el mejor momento para preguntarles de su vida. (Imitando) Con aquella voz agradable: «tengo un problema»...
Bierhoff (Igual, le sigue el juego).— Responde, aquí estamos en el programa «en off» para atenderle.
Lozano.— (Manteniendo el juego al imitar) «Sí, sí, esta noche me siento muy deprimida...» (Ríe. Se emociona)
Bierhoff.— ¿Por qué?
Lozano.— «Es que...»
Bierhoff.— No te intimides, confía en tu amigo de la frecuencia radial.
Lozano.— «El hecho es que...»
Bierhoff.— Termina de hablar... estamos para ayudarte.
Lozano.— «¡Es que mi novio me dejó!... » (Ríe, se aficiona)
Bierhoff.— ¿Sí, cómo?
Lozano.— «Yo insistía en que teníamos que casarnos y él no quería.»
Bierhoff.— ¿No quería qué?
Lozano.— «Casarse.»
Bierhoff.— ¿Y qué hay de malo en eso?
Lozano.— «No es de matrimonio de lo que estamos hablando... ¿comprendes?»
Bierhoff.— ¡Ah!... creo entender...
Lozano.— «Entiende cómo una, tan joven, llegue a eso a las primeras, así como así...»
Bierhoff.— No tiene nada de malo. Es parte del amor. De este programa... (Cam­bia. Ríe) Lozano, ¿qué nombre le damos al programa?...
Lozano (Cambia).— No sé, no lo había pensado. (Transición) ¡Ay! Me había olvi­dado de los diez minutos de comerciales. Dentro de poco, tendremos que salir al aire...
Bierhoff.— ¿Han pasado diez minutos?
Lozano.— Sí, diez minutos.
Bierhoff.— ¡Que fastidio! ¿Es que no pasará nada diferente?
Lozano.— Bierhoff, apúrate. Ya van a terminar los comerciales... Pasa a la cabina. Toma los controles... ¡Verga! Se me olvidaba... La llamada. Tranquilo, Bierhoff, todo está bajo control.
Bierhoff.— ¿Dónde está Maite?
Lozano.— No sé. No ha llegado.
Bierhoff.— Asegúrate con el vigilante.
Lozano (Nervioso).— Pero si estamos a punto de salir al aire.
Bierhoff.— No sé, búscala.
Lozano.— No hay tiempo, Bierhoff, no seas terco.
Bierhoff.— El público soporta tres minutos de esa paja. Llámala por teléfono.
Lozano.— Sabes que no sirve la clave del vigilante, no puedo comunicarme con él.
Bierhoff.— ¡Resuélvelo!
Lozano.— ¡Está bien! (Sale)
Bierhoff.— Nada pasa, nada cambia... ¿Cuál será, ahora, la estúpida que conteste por el color de mi camisa? Falta que diga que le gusta mi camisa. Y ni siquiera puede verla. O que diga, como hacen muchos, que mi programa «en off» es «original». ¡Qué ridículos son los oyentes! ¡Es un castigo! Alguna vaina tengo que inven­tarme en todo este fastidio... (Entra Lozano)
Lozano (Cansado).— El vigilante tampoco ha llegado. Estamos solos.
Bierhoff.— Todo eso lo hace más fastidioso. ¿Aseguraste la puerta?
Lozano.— Sí. No pensemos en Maite, ya llegará, tu vaina con Maite sí es rara...
Bierhoff.— No te metas en eso, sólo nos divertimos... (Entra música de radio) ¡Y aquí estamos de nuevo, después de quince minutos de las doce de la madrugada, sin ganas de dar ningún golpe que no sea en tu corazón! (Cambia. A Lozano) ¿Dónde está Maite?
Lozano.— No lo sé, vale...
Bierhoff.— ¡Búscala!, ¡llámala!, no sé...
Lozano.— ¿Cómo, si estoy aquí?
Bierhoff.— ¡Arréglatelas!... (Haciendo muecas, gestos de molestias. Cambia) Y mientras escuchamos el fondo musical de tu mejor gusto, esperamos por tu llamada y disfruta de... «en off» y siempre encendido... ¡hasta que el cuerpo no aguante las ganas!... (A Loza­no) Sigue lla­man­do a ver qué puede pasar...
Lozano (Como niño).— Si que eres terco.
Bierhoff.— Es lo único que puede quitarme el fastidio.
Lozano.— ¿Qué?
Bierhoff.— Maite... Ajá... tenemos otra llamada, a ver... ¿quién está de aquel lado?
Lozano (Siguiéndole el juego).— ¿Quién más guevón? Ahora le dio porque llame a Maite. Mañana se antoja de un marico.
Bierhoff.— ¡Ah! Un amigo. A ver, ¿sabes de qué color es mi camisa?
Lozano (Mantiene el juego con el tono del rumor, como queriendo susurrarle al quien llama).— Verde...
Voz.— Rojo.
Bierhoff.— Rojo, muy bien que suerte has tenido en la madrugada de hoy.
Voz.— ¿Qué me he ganado?
Bierhoff.— Primero dime cuál es tu nombre.
Voz.— Roberto.
Bierhoff.— Fácil de saber.
Voz.— ¿Cómo?
Bierhoff.— ¿Sabes el cuento del color rojo?
Voz.— No.
Bierhoff.— Tú te agachas y yo...
Voz (Cortante. Ríe).— Si ya lo sé, no tienes...
Bierhoff.— …Bien, te has ganado el nuevo compact disc. Maite te tomará los datos. (Cuelga el teléfono y vuelve a sonar el teléfono. Cambia). ¿Y Maite?
Lozano.— ¿Vas a seguir?
Bierhoff.— ¿A quién tenemos, aló?
Voz.— Soy yo, tu amiga de todas las madrugadas. Miriam.
Bierhoff.— Hola Miriam. ¿Cómo estás?
Voz.— Esperando lo mejor de ti y de tu voz.
Bierhoff.— Siempre tenemos un lugar para ti, Miriam.
Voz.— Gracias.
Bierhoff.— ¿Qué tienes que decirnos hoy?
Voz.— De amor, poco.
Bierhoff.— ¿Sí?
Lozano.— Poco me ha pasado en el día de hoy.
Bierhoff.— ¿Nada de amor?
Voz.— Nada diferente ha pasado hoy. (Entra Maite. Sigilosa. En voz baja. Se intercambian gestos Bierhoff y Maite el cual, éste, se mantiene en locución. Cuelga la llamada. Interrumpiendo a la Voz) ¿Aló, aló...?
Maite.— Hola, Lozano.
Lozano.— Está arrecho...
Maite.— ¿Por qué?
Lozano.— Llegas tarde.
Maite.— Pana, acaban de atracarme.
Lozano.— ¡No!... ¿quién?
Maite.— El negro de la panadería.
Lozano.— ¿El bedel?
Maite.— No, coño, el ratero.
Lozano.— ¿La Garza?
Maite.— Sí, la Garza.
Lozano.— Pero si él sabe que tú eres de la radio... la mejor de las amigas de esta radio y de la ciudad...
Bierhoff (A la Voz).— No te preocupes en la noche de hoy.
Voz.— ¿Por qué?
Bierhoff.— Aquí tienes con nosotros, como todas las noches, a tu queridísima Maite... esa que estará, bajo teléfono, consolando todas tus angustias...
Voz.— Pero es contigo con quien quiero hablar.
Bierhoff.— Ella responderá... (Le entrega el pase de la llamada a Maite)
Maite (Reacciona molesta).— Bueno, dime, Miriam.
Voz.— Tengo pocas cosas que decir...
Bierhoff.— Acuérdate, Miriam, que estás en el aire.
Voz.— Sí, pero ¿qué decir cuando tengo que hablar de algo tan íntimo!
Maite.— Nada es íntimo «en off». Aquí, en la hora de la intimidad y de los sueños. Tú preguntas o nosotros contestamos, y de madrugada...
Voz.— Es fuerte para que todo el público...
Maite (Continúa molesta con Bierhoff).— Tranquila, el público está preparado.
Voz.— Tan fácil ven los hombres las cosas que cuando no le das de eso...
Maite.— ¿Eso qué?
Voz.— Bueno, tú eres mujer, sabes a qué me refiero.
Maite.— No, Miriam.
Voz.— ¡Si no le das «eso», dejan de amarte!
Maite.— ¿Él dejó de amarte?
Voz.— Nunca lo hizo.
Maite.— ¿Sí?
Voz.— Sólo quería de aquello.
Maite.— ¿Y le diste de aquello?
Voz.— ¿De qué?
Maite.— Del amor, claro.
Voz.— Ah...
Maite.— ¿Qué pensabas?
Voz.— En aquello, lo de hombres, tú sabes...
Bierhoff.— «En off» puedes decirlo todo. ¡Todo!
Maite.— Absolutamente.
Voz.— ¿Absolutamente?
Maite.— Absolutamente.
Voz. —Depositar en mí...
Maite.— ¿Depositar qué?
Voz.— Tres mil millones de espermatozoides... Sin permiso y nada.
Maite.— Ah..., pobrecita de ti. (Cuelga la llamada)
Bierhoff.— Se acabó tu oportunidad, será hasta la próxima madrugada..., o hasta otro hombre... (Ríe. Deja música en el ambiente) Mira la hora, Maite.
Maite.— Las doce y veinticinco minutos de la madrugada.
Bierhoff.— (A Maite) Todavía respondes.
Maite.— ¿Entonces?
Bierhoff.— No es hora de llegar.
Maite.— Es hora de madrugada.
Lozano.— Ustedes están discutiendo mientras me las arreglo.
Bierhoff.— Es tu trabajo.
Lozano.— Tener que escucharlos no.
Maite.— Lozano tiene razón.
Bierhoff.— Has llegado tarde como para tener que dar razones.
Maite.— ¡¿Me reclamas por la hora?!
Bierhoff.— Sí, ¿y qué?
Maite.— No sé si te interese saber. Y si te digo que me habían violado, eh. ¿Te importaría? ¡Dime! ¿Sí?, ¿no? ¿Te importaría o no?
Lozano.— ¡Basta! ¡Verga!... la música ya va a terminar y hay que responder...
Bierhoff.— Sé que hay que responder las benditas llamadas...
Lozano.— Por favor, Bierhoff, ubícate. Estamos en la radio.
Maite.— Lozano tiene razón. ¿Te quieres calmar?
Lozano.— ¡Estamos en el aire! En el aire, Bierhoff.
Bierhoff.— (Cambia) ¡Estamos en la buena entrada de la madrugada, escuchándote,... ha lle­gado el momento de recibir el mensaje...
Maite (Toma la locución).— Sí, comprarás y querrás volver a tu tienda del consuelo, a tus amigos de la radio.
Bierhoff.— Un consuelo fácil al mejor precio, una alegría a casi nada de pre­cio...
Maite (Como vaga, de la calle).— Es fácil, sólo pasas a la hora de la madrugada en la mejor plaza de la ciudad...
Bierhoff (Igual).— En la plaza «Girardot».
Maite.— Y tendrás toda la calma que te puede producir un SIDA.
Bierhoff.— Fácil y con toda la felicidad del mejor precio.
Maite.— En las horas más cómodas de la madrugada escoges y compras al mejor precio...
Bierhoff.— Y te llevas tu consuelo. (Lozano agrega efectos de sonido, cosa que hace directamente en la escena, anunciando el concurso del programa)
Maite.— No te fastidies ni te arruines. Si estás aburrida o aburrido llama al setenta y siete, setenta y tres setenta y siete.
Bierhoff.— Concursa con nosotros. Llama y no pierdas más tiempo (Suena el teléfono)
Lozano (A Bierhoff).— Déjenme un chance para descansar. (Refunfuñando) Cómo si me pagaran mucho...
Bierhoff (Fuera de locución).— ¡Activa la llamada!
Lozano.— ¿Qué más puedo hacer por ese sueldo miserable?
Bierhoff.— ¿Aló?... ¿Quién tiene la oportunidad de ganarse el mejor premio?
Voz.— Hola, soy Patricia...
Bierhoff.— Hola, mi amor. ¿Conoces la dinámica del juego?
Voz.— Sí, claro. (Ríe)
Bierhoff.— Dos niños de la Ciudad acusaron a otro de abusar sexualmente de una niña amiga de ellos. En caso de que la demanda se encamine, al niño le darán una condena de cuarenta años. Para cuando salga libre tendrá cincuenta años.
Voz.— Sí, creo haber oído la noticia...
Maite (Queda su voz al fondo).— El tiempo corre: cinco, cuatro, tres, dos...
Voz.— ¡Ay!, lo tengo en la punta de la lengua...
Bierhoff.— Lo tienes en la punta de la lengua... Así me decías anoche...
Maite (Fuera de locución).— Te queda muy gracioso.
Bierhoff (Igual).— ¿Celosa?
Maite (Ríe).— Atiende tu trabajo, ¿quieres?
Lozano.— Déjalo tranquilo. Me haces el trabajo difícil. Ya te dije.
Bierhoff.— ¿Entonces, mi amor, lo tienes en la punta de la lengua?
Voz.— ¡Espera! Estoy por recordar.
Bierhoff.— Todo cuanto quieras.
Maite (Fuera de locución).— ¿Sigues?
Bierhoff.— Se ha terminado el tiempo.
Maite.— El diario es el más conocido de la localidad... ¿Cómo has podido ser tan bestia?...
Bierhoff.— Todos tenemos derechos a ser un poco bestia...
Maite.— Con la diferencia de que aquí no pasas pena, como te ocurriría en televisión.
Bierhoff.— Sí, sin pasar penas delante de nadie.
Maite.— Esperemos la otra llamada...
Bierhoff.— Contigo la pegadita de Maracay. (A Maite) ¿El vigilante no ha llegado? (Fondo musical)
Lozano.— No, Bierhoff. No ha llegado. ¿Qué quieres con él?
Maite.— Esperamos la otra llamada... (Suena el teléfono) ¡Eureka!
Bierhoff.— ¿Aló?
Voz.— ¿Aló, soy Miriam?
Maite.— Hola, Miriam. ¿Vas a concursar?
Voz.— No. Sólo que mi novio, una vez que escuchó, me llamó. Y gracias a «en off», ahora mi novio está feliz conmigo.
Maite.— Entonces has podido resolverlo todo... (Un fondo musical de eslogan)
Bierhoff (Irónico).— ¿Todo?... Miriam. ¿De dónde estás llamando?
Voz.— De mi casa.
Bierhoff.— ¿De qué lugar de la casa?
Voz.— La recepción.
Bierhoff.— ¿Seguro? ¿No nos hablas desde la cama?
Voz.— No, desde la recepción.
Bierhoff.— Tu novio, ¿está allí?
Voz.— Sí. Qué romántico, ¿verdad?
Maite.— Depende...
Voz.— ¿De qué?
Lozano (Fuera de locución).— ¡Me quedé sin el último efecto, lo perdí, lo había grabado, debe estar por aquí...!
Bierhoff (Igual).— No le pares.
Maite (A la Voz). — De que si lo tienes en la cama. ¿Llamas desde la cama?
Voz.— ¡Ay! No, por favor... Maite... soy una joven muy decente, muy digna...
Maite.— Sí, claro, incapaz de cualquier cosa...
Bierhoff.— ¿Qué hicieron los tres mil millones de... ?
Voz.— ¿Otra vez?
Maite.— Aquí, siempre. Siempre, hablamos de los tres millones de espermatozoides, eso forma parte del amor en nuestras horas románticas...
Bierhoff.— «En off» lo tienes todo.
Lozano (Insinuante).— De todo y para todos.
Maite (A Lozano).— Tu siempre con tu verga.
Lozano.— Me estoy fastidiando.
Maite.— (A la Voz) Entonces Maite, ¿no tienes a tu novio?
Voz.— Sí.
Maite.— ¿Pero en la cama?
Voz.— Mi novio no es de esos.
Maite.— Sí, ya te creo..., échame una de vaqueros...
Bierhoff.— Y se te acabó tu tiempo cual es el periódico de la noticia...
Voz.— Espera...
Bierhoff.— Te queda poco tiempo...
Maite.— Cinco, cuatro, tres, dos, uno...
Bierhoff.— Has perdido tu oportunidad «en off». Cuando son las doce y treinta minutos.
Maite.— Para continuar dejamos tu nota romántica. (Fondo musical)
Lozano.— De verdad que esto está de lo más ladilla.
Bierhoff.— (A Lozano) ¿Y el vigilante?
Lozano.— Te dije que no está.
Bierhoff.— ¿Tienes controlada la entrada?
Lozano.— Está cerrado, pues.
Bierhoff.— Sé que está cerrado. ¿Tienes las llaves contigo?
Lozano.— ¿Quién va a entrar a esta hora?
Bierhoff.— No me interesa quién va a entrar.
Lozano.— ¿Entonces?
Bierhoff.— ¿Tienes las llaves?
Lozano.— Sí. (Suena el teléfono)
Bierhoff.— Vuelve a bajar.
Lozano.— ¿Para qué?
Bierhoff.— Asegúrate que no venga el vigilante.
Maite.— ¿Qué con el vigilante?
Bierhoff.— Sólo haz lo que pido.
Maite.— Como siempre... Lozano.
Lozano.— Bierhoff, jodes con todo.
Bierhoff.— O sea, ¿no me vas hacer caso?
Lozano.— No me queda otra. Con el sueldo que gano. (Queda sonando el teléfono)
Maite.— El teléfono, Bierhoff.
Bierhoff.— Déjalo que suene.
Lozano.— Mientras, me jode la paciencia.
Bierhoff.— ¡Baja!
Maite.— Estás nervioso.
Bierhoff.— Fastidiado.
Lozano.— ¿Conmigo?
Maite.— Con todos.
Bierhoff.— Ah... ¿se van a rebelar los dos?
Maite.— Sería el colmo si me mandas también.
Bierhoff.— No es mala idea.
Maite.— Sí... vamos corriéndito.
Bierhoff.- ¿Harías algo por mí?
Maite.— No así.
Bierhoff.— ¿Cómo entonces?
Maite.— Suena el teléfono, no es hora de hablar eso.
Lozano.— Atiende la llamada que voy a cortar la música. ¡Voy en línea!
Bierhoff.— No estás aquí para hacer lo que quieras.
Lozano.— No te preocupa, porque el sueldo no te interesa.
Bierhoff.— ¿Qué del sueldo?
Lozano.— No tienes que mantener una familia.
Bierhoff.— ¿Qué con eso?
Lozano.— Cuando tienes que librarte de un sueldo, las cosas son diferentes.
Bierhoff.— Mejor atiendo la llamada.
Maite.— Mejor.
Lozano.— No bajo. ¡Voy en línea! (Hace el pase a la llamada)
Voz.— ¿Aló?... aló...
Bierhoff (A Lozano).— Otra vez a tomar el teléfono. (Cambia) Sí. A ver, ¿tiene la respuesta?
Voz.— Habla Carlos.
Bierhoff.— Hola, perdón, no te había escuchado, ¿Carlos es tu nombre?
Voz.— ¿Sí?
Bierhoff.— ¿Cuál es el nombre del periódico?, ¿conoces la noticia?
Voz.— Conozco la noticia y me tiene indignado.
Bierhoff.— ¿Indignado?
Voz.— ¿Cómo puede un niño abusar sexualmente de otra niña?
Bierhoff.— Eso es sencillo.
Voz.— No lo puedo aceptar. Es más no debamos aceptarlo.
Bierhoff.— Pero querido amigo, esas cosas forman parte de la realidad.
Voz.— ¿No justifica que lo hagamos público?
Bierhoff.— Discutir la ideología del juego no forma parte de las reglas. ¿Cuál es la respuesta?
Maite.— Cinco, cuatro, tres, dos, uno...
Bierhoff.— Lo siento amigo, ha perdido... ¡Otro perdedor!... (A Maite)Y ¿cómo puede haber tantos perdedores? (Suena el teléfono)
Voz.— Hola, hola, buenas noches, hola, Bierhoff. Por fin pude hablarte, siempre está ocupado el teléfono.
Bierhoff.— Desde luego, mi amor. Siempre «en off» estamos ocupados para todos. Entonces querida, ¿tienes la respuesta?
Maite.— Cinco, cuatro...
Voz.— Ya va. Déjame pensar...
Bierhoff.— Y ella piensa señores...
Maite.— Tres, dos, uno...
Bierhoff.— ¡Se le acabó tiempo a su pensamiento! (Ríe) Ha perdido todo chance...
Maite.— ¡Fuera de juego «en off»!
Bierhoff.— Tenemos otra llamada, Maite. Pero han arruinado su chance por ahora. ¡Lozano! Tuya la música. (Fondo musical. Cambia. A Lozano) ¡Lozano!, ¡Loza­no!
Lozano.— ¿Qué?
Bierhoff.— Ve a ver si el vigilante aún no ha llegado.
Lozano.— ¿Otra vez?
Bierhoff.— ¡Otra vez!
Maite.— Descuida. Está nervioso.
Bierhoff.— Haz tu trabajo.
Maite.— Así no.
Bierhoff.— Debes hacerlo. ¡Anda, Lozano!
Lozano (Saliendo).— Lo que uno tiene que hacer por un sueldito.
Bierhoff.— Estoy cansado de todo esto.
Maite.— Se te nota. Pero la está pagando el pobre de Lozano.
Bierhoff.— Sólo quiero asegurarme que el vigilante no está.
Maite.— ¿Qué con el vigilante?
Bierhoff.— Nada. Nada.
Maite.— ¿Nada? Y estás insistiendo tanto.
Bierhoff.— Es cosa mía.
Maite.— También de nosotros cuando nos abrumas.
Bierhoff.— Es el trabajo de ustedes.
Maite.— Pero no es el proceder.
Bierhoff.— No vamos a discutir quién tiene o no más derecho.
Maite.— Lozano está tardando demasiado.
Bierhoff.— Deja a Lozano tranquilo. A veces lo ocupan en este trabajo por burocracia. Es decir, De cualquier manera quieren justificar el sueldo que gastan en él. Siempre lo tienen de suplente.
Maite.— Él no se aburre.
Bierhoff.— Siempre está tranquilo.
Maite.— No como tú.
Bierhoff.— Cállate ya y zumba la línea, ¿quieres?
Maite.— Me molesta eso.
Bierhoff.— ¿Qué?
Maite.— Tu arrogancia.
Bierhoff.— ¿Con quién?
Maite.— ¿Y vas a seguir con tu ironía?
Bierhoff.— No fastidies, Maite.
Maite.— La música se termina.
Bierhoff.— Coloca la propaganda. De cualquier manera todas son de mal gusto.
Maite.— ¿Cuál de peor gusto prefieres? La música se termina.
Bierhoff.— Entonces apúrate.
Maite.— No sé qué te pasa. Tienes mal carácter pero no sueles molestarme.
Bierhoff.— A veces las cosas cambian, Maite.
Maite.— ¿Por qué han de cambiar ahora?
Bierhoff.— Porque sí. (Entra Lozano)
Lozano.— El vigilante, definitivamente echó carro.
Maite.— ¿Por qué tardaste?
Lozano.— Estaba cagando.
Bierhoff.— Apúrate, Lozano, hay que seguir con el fastidio. Dame línea. (Efectos sonoros de radio. Cambia) ¡Seguimos con tu programa!
Maite (Igual).— ¿Tendremos otro ganador esta noche?
Voz.— Sé cuál es el periódico. Pero no puedo comprender cómo es posible que un niño abuse así. ¿No será una exageración?... (Suena el teléfono, por otra llamada, simultánea a esta. Es, para diferenciarse de la otra voz, la voz de una mujer)
Maite.— En el aire tenemos otra llamada...
Bierhoff.— Entonces, mi amor, antes de seguir con tu respuesta, atenderemos por la otra línea.
Voz.— ¿Aló?
Bierhoff.— ¿Sí?
Voz.— Escucho las respuestas y me parecen de lo más ridículo.
Bierhoff (Ríe).— No sé por qué razón pero estamos de acuerdo...
Maite.— Todos tienen la misma oportunidad «en off».
Bierhoff.— ¿Para el ridículo?
Voz.— Estoy de acuerdo.
Bierhoff.— ¡Oh! Gracias, amigo, por entender mis preocupaciones. Y cuánto de ridículo...
Voz.— ¡Ay!, señor, cómo puede...
Bierhoff.— Mejor dime Bierhoff, para mis radioescuchas soy Bierhoff.
Voz.— Bueno, Bierhoff, es que publicar que un niño ha hecho eso es indecoroso.
Voz.— ¿Cómo puede creer, señorita, que es indecoroso?
Bierhoff.— En teléfono se abrió la discusión. ¡Que desastre!
Voz.— Señorita...
Voz.— Mi nombre es Zulimar...
Voz.— Si eres Zulimar y señorita no tiene porqué alarmarte.
Voz.— ¡Ay no! No puedo comprender cómo a un niño se le acepte todo...
Bierhoff.— Nadie lo está aceptando, únicamente es la noticia del concurso.
Voz.— Sí pero usted juega con todo...
Maite.— Zulimar, «en off» jugamos con todo.
Voz.— ¿Hasta con la moral?
Bierhoff.— Más aún.
Voz.— Y vas a seguir con lo ridículo...
Bierhoff.— Amigo no la regañes. Ella forma parte del juego. ¡Todos forman parte del juego!
Maite (Continuando el ritmo de la locución).— Ella y tú son parte del juego y deben aceptarlo, si no, Bierhoff los deja fuera de línea.
Bierhoff.— Fuera de línea no. Aún tienen oportunidad...
Maite.— Entonces seguimos con el juego «en off».
Voz.— De verdad que hay que considerar que un niño no debe escuchar esas cosas. ¡No, cómo se puede aceptar todo eso! Por eso me conservo señorita.
Bierhoff.— Hummm...
Voz.— No, señor, no se burle. Soy señorita.
Bierhoff.— ¿Por qué tanto dolor?
Voz.— ¿Le parece doloroso conservarse moralmente?
Voz.— A mí, como hombre, no me parece justo percibir tanto dolor.
Voz.— Claro, usted es hombre.
Voz.— No, señora, es fastidioso...
Voz.— ¡Señorita! Para la próxima...
Voz.— Está bien. No te alarmes, Zulimar...
Voz.— Señorita Zulimar, para la próxima.
Maite.— ¡Ay, Zulimar! Tomas las cosas con demasiada seriedad.
Bierhoff (A la Voz de la mujer) .— Creo que tiene razón, mi amor.
Maite (A Bierhoff ) .— ¡Déjala hablar!
Voz.— No, como señorita, pienso que esas cosas deben tomarse con mucho pudor y mucha dignidad.
Voz.— ¡Y mucho fastidio!
Voz.— ¡Ay! No, mijo. Una no puede hablar de besos y de abrazos, así como así...
Voz.— No hay otra manera de hablar.
Voz.— ¿Y cuándo hay niños?
Voz.— Con niños y todo, si no, no van a aprender nada.
Voz.— ¡Que horror!
Voz.— ¡Que desfachatez! Sí... ¿seguro que no ha oído hablar de besos y abrazos?
Voz.— ¡Que Dios me ampare. ¿Niños abrazados?... !
Voz.— Por eso es que hay tantas niñas embarazadas.
Voz.— ¿Por qué?
Voz.— Por ignorancia... (Los diálogos de las voces quedan al fondo enfrentados)
Lozano (Fuera de Locución).— Maite, ¿hasta cuándo tenemos que soportarlo?
Maite (Igual).— No sé. Aquí hoy Bierhoff hace lo que quiere.
Lozano.— Lo que le viene en gana.
Bierhoff.— Mientras que ellos se enfrentan, nosotros descansemos un poco. Tener que hacerlo todos los días es fastidioso...
Lozano.— ¡Nojó!... el que se las tiene que calar soy yo, con tanto trabajo.
Maite.— Y si no te ayudara sería peor.
Lozano.— En todo caso tenemos que soportarlo.
Bierhoff.— (A Lozano) Hazlo tú.
Lozano.— Siempre será más fácil para ti.
Maite.— ¡Ay!... no vayas a empezar con el problema de las clases sociales.
Lozano.— Tú no quieres hablar de eso porque vienes de una frustración política.
Maite.— No, Bierhoff, es que te vuelves reiterativo.
Lozano.— Ah... no, no. Háblame transparente, ¿quieres?
Maite.— ¡Coño! que repites las cosas.
Bierhoff.— Dices las cosas igualitas todos los días. De la misma manera.
Maite.— Palabra por palabra...
Bierhoff.— Ahora lo que me interesa es el vigilante.
Lozano.— Vuelves con lo mismo.
Bierhoff.— Siempre. Ve qué pasa.
Lozano.— No vale...
Bierhoff.— Es necesario que lo hagas.
Maite.— No entiendo a Bierhoff, pero hazlo antes de que vuelva a fastidiarnos.
Lozano (Saliendo).— No tenemos tiempo para hacer de esto una discusión de cen­tros de estu­diantes. Termina con esas llamadas y entrega el premio. No sé hasta cuándo tendré este trabajo. En fin, como si me gustara la cosa...
Bierhoff.— Si entrego el premio a las primeras, perdemos el trabajo.
Voz (Se deja escu­char las voces en alto, como introciéndose nuevamente en la escena).— Bueno, entretanto usted juzga a los ni­ños, por allí hay más de una niña que está disfrutando de lo más lindo.
Voz.— Ay... Dios mío, no diga esas cosas. ¿Qué le parece Bierhoff?
Bierhoff (Cambia).— Estaré siempre con mis radioescuchas... Y es hora de que den con el nombre del periódico.
Voz.— Como mujer muy digna le digo que el periódico es...
Maite (Cambia).— Cinco, cuatro, tres...
Voz.— Con tanta impunidad se me olvidó...
Bierhoff.— ¡Quedaste fuera de línea «en off»! Pasemos a la otra llamada, Lozano.
Maite (Fuera de locución).— Bierhoff, Lozano lo enviaste fuera.
Bierhoff.— Es verdad. De cualquier manera el público no se enterará. (Cambia) Cambiemos de llamada: ¿a ver amigo, tiene usted el nombre del periódico?
Maite.— Cinco, cuatro, tres, dos...
Voz.— Sí, sin lugar a dudas el ¡gran periódico! «La tarde de la iguana».
Bierhoff.— ¡Precisamente! Era hora de olvidar ese mar de moral. Felicitaciones, te has ganado el gran premio.
Voz.— ¡Que emoción! ¿Cuál es el premio?
Bierhoff.— Una grata cena con nuestra querida Maite...
Maite (Fuera de locución).— Si eres arrecho, para no pagar me has metido en esto.
Bierhoff (Igual).— ¡Qué fascinante!, una grata cena con Maite...
Voz.— Me parece una maravilla. ¿Y qué tal?
Bierhoff.— ¿Qué tal, qué?
Voz.— Bueno, tú sabes.
Bierhoff.— Sé, ¿qué?
Voz.— ¿Si está buena?
Maite.— Cinco, cuatro, tres, dos, uno...
Bierhoff.— Amigo, por decir malas palabras en la radio.
Maite.— ¡Perdiste!
Voz (Fuera de llamada).— ¿Y qué malas palabras? Malas palabras son...
Maite.— Al fin guardaste una para mí.
Bierhoff (A Maite).— Deja el fondo musical mientras llega Lozano.
Maite.— ¿Cómo se maneja esto?
Bierhoff.— Resuélvelo como sea.
Maite.— Estoy haciendo lo que puedo.
Bierhoff.— Dame línea.
Maite.— No sé cómo hacerlo.
Bierhoff.— Como sea. ¡El tiempo corre! Dame línea.
Maite.— ¡Voy!
Bierhoff.— En tu hora romántica. ¡La ale­gría debe conti­nuar! A las doce y cua­renta y cinco minutos, exactamente, de la no­che. Y no es hora de decir buenos días... bien lo cam­biaría­mos por ¡buenas noches! Buenas noches o buenas maña­nas como mejor quieran... En la ciudad de Maracay...
Maite (Voluptuosamente).— El momento Zodiacal ha llegado, sobre tu hora románti­ca «en off» y sin moralismo.
Bierhoff.— Empezamos con Piscis: tendrás un momento feliz, pero tus estrellas signan contradicción para hallar esa felicidad...
Maite.— La irreverencia se muestra en el medio de esa felicidad...
Bierhoff.— Y harás algo que no esperas...
Maite.— Alguna travesura en cosas del amor...
Bierhoff.— A las primeras de cambio, no consentirás las circunstancias.
Maite.— Y gozarás de una gran decisión.
Bierhoff.— Los signos muestran...
Maite.— Que tendrás que ser infiel. O sea, montarás cacho...
Bierhoff.— Y la hora de felicidad te llegará.
Maite (Transición).— Bierhoff, ¿estará bien, para nuestras amigas de Piscis seguir los designios de las estrellas?
Bierhoff (Jugando).— No únicamente para las amigas de Piscis, sino para todas las amigas.
Maite.— Pero me parece injusto para los que tienen que perder.
Bierhoff.— ¿Quienes?
Maite.— A quienes les han sido infieles, sus maridos.
Bierhoff (Ríe).— A nuestras amigas no les importa. Ellas escuchan los designios de sus astros. Esto es lo que importa: los designios.
Maite.— Habrá que disfrutar los designios.
Bierhoff.— Los designios son los designios.
Maite.— Esperemos la llamada de la fortuna.
Bierhoff.— Setenta y siete, setenta y tres, setenta y siete. Es nuestro número.
Maite.— Si tienes alguna inquietud zodiacal llámanos sin tardanza.
Bierhoff.— Al no tener nuestra llamada hablemos ahora de Acuario. (Suena el teléfono) Tenemos una llamada. ¿A ver, quién llama, Maite? ¡Dame línea!
Maite.— Una de nuestras compañeras de las noches zodiacales. ¿Hola? ¿Quién?
Voz.— Hola, soy María Francia, tengo una irreverencia, una confusión con el amor de mi vida.
Maite.— ¿Una irreverencia?
Bierhoff.— ¿Qué clase de irreverencia?
Voz.— Una de amor, del amor de los Piscis.
Bierhoff.— ¿Qué quieres decir?
Maite.— ¿A eso, comúnmente, no le llamamos así?
Voz.— ¿Cómo?
Maite.— Cacho.
Bierhoff.— ¡Ay!... (Efectos de sonido, haciendo burla escatológica del contexto)
Voz.— Ay, pero no se burlen.
Bierhoff.— No estamos burlándonos.
Voz.— Se trata de mis sentimientos.
Bierhoff.— Y ese es nuestro trabajo. Hablar de sentimientos.
Voz.— Entonces quiero decir lo que estoy sintiendo.
Bierhoff.— Hable entonces.
Voz.— Siempre y cuando no se burlen.
Maite.— Puedes hablar con tranquilidad. De mujer a mujer.
Voz.— ¿De mujer a mujer?
Maite.— De mujer a mujer.
Voz.— De mujer a mujer, hablaré.
Maite.— Puedes hacerlo. No permitiré que Bierhoff intervenga.
Bierhoff.— Está bien, como quieran.
Voz.— Es que... Maite me da mucha pena.
Maite.— Habla con confianza.
Voz.— Es que me encontré con un joven el cual me ha hecho pensar sobre mis propios valores.
Maite.— Explícanos mejor.
Voz.— Bueno algo que me haga irreverente en el amor. Como dice mi signo.
Maite.— ¿Y cuál es el problema?
Voz.— No sé, estas cosas son difíciles por radio, ¿no?
Maite.— Y él te escucha.
Voz.— ¿Quién?
Maite.— Tu marido.
Voz.— No. Está fuera de la ciudad.
Maite.— Entonces, ¿qué te preocupa?
Voz.— ¿Eres mujer? Sabes lo que eso puede significar.
Maite.— Creo entenderte. En los hombres todo se justifica, ¿pero en las mujeres? Nada está bien. María Francia, somos el ojo del huracán.
Voz.— Creo que me entiendes.
Maite.— Soy mujer.
Voz.— Déjame echarte el cuento.
Maite.— Tienes dos minutos. Ya sabes cómo es el medio.
Voz (Debe decirse con acelerado ritmo).— Lo vi, en unos de mis paseos solitarios, frente a la banca. Él se detuvo. Yo le vi. Él me miró. Detuve mi mirada. Él detuvo su mirada. Concentré mi mirada aún. Sonrió. Sonreí. Continúo las mira­das. No miré donde piensa. Miré entre sus piernas. Nos intimidamos. No, no es cómo piensan. No miramos hacia los ojos. Miramos entre las piernas. Sí, entre las piernas. Cuando el deseo ya no se hace esperar, las miradas se hacen en otra parte...
Maite.— ¿Dónde?
Voz.— Entre las piernas.
Maite.— ¿Y tu marido?
Voz.— Mi marido, bien gracias.
Maite.— ¿Qué te preocupa?
Voz.— Los valores
Maite.— ¿Los valores?
Voz.— Sí, de las piernas.
Maite.— ¿Cuáles?
Voz.— Los valores de las piernas de aquel muchacho.
Maite.— ¿Y tu marido? ¿No te preocupa usar tu nombre?
Voz.— Estoy usando uno falso.
Maite.— Ah...
Voz.—. Miraba las piernas.
Maite.— ¿Entonces?
Voz.— Entonces, ¿qué?
Maite.— Lo que puedan decir de tus valores.
Voz.— Ellos están bien. Como mi marido.
Maite.— ¿Cómo?
Voz.— Incólumes.
Maite.— Inmóvil.
Voz.— Algo así.
Maite.— No comprendo.
Voz.— ¿Qué?
Maite.— ¿Cómo puedes disfrutarlo y a su vez desvelarte?
Voz.— ¡Ah!, por los principios.
Maite.— ¿Y se tienen principios cuando se está ante tal prospecto de hombre, como dices?
Voz.— Bueno tienes razón, una no encuentra qué hacer. ¿Me das un chancecito para seguir hablando de él?
Maite.— Lamentablemente se nos terminó el tiempo.
Voz.— Quería decir que además de ver entre piernas logré verle... (Cuelgan la llamada)
Bierhoff (Fuera de locución).— Uno tiene que escuchar cada cosa.
Maite (Igual).— Tenemos línea.
Bierhoff.— ¿El vigilante?
Maite.— ¿No enviaste a Lozano?
Bierhoff.— Sí, es verdad. Es que tanta estupidez me tiene confundido.
Maite.— Tú eres promotor de esa estupidez.
Bierhoff.— Y tú me apoyas.
Maite.— Es mi trabajo.
Bierhoff.— Lozano no se apura, me interesa saber del vigilante.
Maite.— ¿Qué tanto con el vigilante. ¿No eres el dueño de tu trabajo?
Bierhoff.— Uno depende de la gente. No es tan fácil.
Maite.— ¿Quién te comprende?
Bierhoff.— Déjame. En todo caso no es tu problema.
Maite.— Tratándome como siempre. Te recuerdo que estamos en línea.
Bierhoff (Cambia).— Y continuamos con Acuario. .. (Fuera de locución) Me aturde Lozano que no llega.
Maite (En locución).— En tu hora romántica...
Bierhoff.— Sabremos de Acuario... a las doce y cincuenta minutos.
Maite.— ¡Recuerda puedes llamar al setenta y siete, setenta y tres, setenta y siete! Estamos «en off» a tus completas órdenes.
Bierhoff.— Hay un extraño ambiente aguado en tu vida, Acuario.
Maite.— ¿Y el agua por qué?
Bierhoff.— Porque será como un baño de rosas.
Maite.— ¿Baño de rosas? Suena agradable, Bierhoff.
Bierhoff.— Desde luego, imagínate cómo puede ser el baño.
Maite.— No.
Bierhoff.— Maite, por favor, de lo más divino.
Maite.— ¿Los baños de rosa son agradables?
Bierhoff.— ¿No dirás que no has tenido un baño de rosas?
Maite.— Explícanos.
Bierhoff.— ¡Ay, sí! Nuestros oyentes creerán que aún eres una niña.
Maite (Infantil).— Algo así... soy como una niñita. (Transición) Tus oyentes «en off» querrán oírte.
Bierhoff.— Colocas tus rosas. Buscas a tu compañía. Porque, con tanta libertad se­xual hoy en día, ahora hay que decir así.
Maite.— ¿Cómo?
Bierhoff.— Compañía. Tú sabes, en caso de que duden de tu sexualidad.
Maite.— Ah... descifro...
Bierhoff.— Cualquiera cae...
Maite.— Verdad, soy una niña.
Bierhoff.— Estamos en el signo de la verdad. El signo del león: Leo.
Maite.— ¿Qué tenemos en su verdad?
Bierhoff.— Nada embarazoso pero hay que tomar en cuenta.
Maite.— Dinos de una vez...
Bierhoff.— Tómalo con calma. Diremos de una temporada moralista.
Maite.— ¿Moralista?
Bierhoff.— Asumirás el amor con cierto recato.
Maite.— ¿También?
Bierhoff.— Vendrá el momento del amor y no sabrás qué hacer con él. (Suena el teléfono)
Maite.— Hola, ¿quién?
Voz.— Soy María Francia...
Bierhoff.— Ya tuviste tiempo para hablar...
Voz.— Es que no sé si irme con él... (Cuelga la llamada)
Bierhoff.— Tenemos una pequeña interrupción en nuestra noche romántica.
Maite.— Por lo pronto, se repone en nuestro programa «en off».
Bierhoff.— Todos tenemos la oportunidad. Y aquí, en este momento, recibimos otra llamada. Hola...
Voz.— Hola soy de Leo, divinamente de Leo. No sé cómo tener miedo a enfrentar los designios yo no tengo ningún problema.
Bierhoff.— ¿Siendo así, no temes a nuestra reina de los zodíacos?
Voz.— No.
Bierhoff.— ¿Que deseas saber?
Voz.— Es cierto, no sé qué hacer.
Maite.— Háblale a tu reina. ¿No sabes qué?
Voz.— ¿Qué hacer con él?
Maite.— ¿Con quién?
Voz.— Con mi hombre de los signos.
Maite.— No necesariamente es un hombre.
Voz.— ¿Qué quiere decir?
Maite.— ¿Te das cuenta?, no siempre se acierta? No hablo necesariamente de un hombre.
Voz.— Pero soy una mujer.
Maite.— ¿Y?
Voz.— ¿De una mujer?
Maite.— Es posible.
Voz.— ¿Cómo así?
Maite.— Nada de que alarmarse. Se trata del amor.
Voz.— Si no es con un hombre, ¿cómo puede ser?
Maite.— Ah... ves, cómo pueden ser las cosas...
Voz.— Bueno algo diferente. ¡Creo que me faltas el respeto!...
Maite.— Tienes que hacer algo: o con una mujer o con un hombre o con la mano. Si no, con las dos manos.
Voz.— Me sigue faltando el respeto.
Bierhoff.— ¡Ay! Joven, perdió en la noche del zodiaco.
Maite.— Ahora con ustedes Cáncer... El signo de la luna...
Bierhoff.— Se presenta algunas turbulencias que en el camino podrás resolver. No tendrás problemas en asuntos de dinero, pero en las cosas del amor todo cambia.
Maite.— ¿Todo cambia?
Bierhoff.— Sí, Maite, no tendrá suerte en cosas de dinero.
Voz.— ¿Tendré escasez?
Bierhoff.— No como para tanto.
Voz.— ¿Qué haré?
Bierhoff.— Lo que se hace en esas cosas.
Voz.— ¿Qué?
Bierhoff.— Buscar consuelo.
Maite.— Te queda buscar consuelo.
Voz.— ¿Dónde?
Bierhoff.— En ti misma...
Voz.— ¡Quiere decir que!...
Bierhoff.— Y se terminó con Cáncer... «en off». Siendo la hora romántica.
Voz.— Dejen que termine de hablar... (Cuelgan la llamada)
Bierhoff.— Ahora con tu fondo musical. (A Maite. Fondo musical, junto con efectos de radio) Dame línea Maite.
Maite.— No tengo mucha práctica con esto.
Bierhoff.— Se va aprendiendo.
Maite.— Le das poca importancia a Lozano.
Bierhoff.— Aquí las cosas se hacen como pida.
Maite.— No entiendo ese carácter temperamental, pones todo difícil.
Bierhoff.— No empieces.
Maite.— No soy. Eres tú con ese temperamento. No le das chance a una con toda esa violencia.
Bierhoff.— ¿A qué violencia te refieres?
Maite.— Das la impresión de querer terminar con todo.
Bierhoff.— ¿No suena mal?,... ¿terminar con todo?...
Maite.— ¿Estás bien?
Bierhoff.— Mejor que nunca, cuando ahora me das nuevas ideas. ¿Terminar con todo?
Maite.— ¿Qué piensas?
Bierhoff.— Terminar con todo.
Maite.— ¿No te lo estarás tomando en serio?
Bierhoff.— ¿Terminar con todo?
Maite.— ¿Qué?
Bierhoff.— Empezaríamos con la estupidez. (Entra Lozano)
Lozano.— Hola... eché un camarón... sabroso...
Maite.— ¿Con la estupidez de quién?
Bierhoff.— De Lozano.
Lozano.— ¿No tenías otro nombre que el de Lozano?
Bierhoff (Ríe).— Es que te quiero mucho, Lozano.
Lozano.— Menos mal...
Bierhoff.— Dime de una vez si terminó de llegar el vigilante.
Lozano.— No, vale.
Bierhoff.— ¿Por qué tardaste?
Lozano.— Sabía que te pondrías insoportable.
Maite.— Lozano, arregla estos efectos antes de que entremos en línea.
Bierhoff.— Sí, controla eso.
Lozano.— Sí, patrón.
Bierhoff.— No soy el patrón.
Maite.— Eres el que manda.
Bierhoff.— No hace que sea el dueño.
Lozano.— Me tratas como tal.
Maite.— No solamente a ti, Lozano.
Lozano.— ¿Qué sucede?
Bierhoff.— Se van a poner sentimentales.
Lozano (Molesto).— ¡Un poquito más y regresamos a la época de la esclavitud!
Bierhoff.— No exageres.
Lozano.— ¿Exagerar, cuando vienes tratando mal a todo mundo aquí?
Maite.— Todo el mundo somos nosotros tres.
Lozano.— ¿Qué harías sin nosotros?
Bierhoff.— Masturbarme, acaso.
Maite.— ¡Ni siquiera me respetas!
Lozano.— Él no respeta a nadie, Maite.
Maite.— Ni siquiera a sí mismo.
Lozano.— No sé cómo puedes estar con él.
Maite.— La vida nos juega esa.
Bierhoff.— No te metas en eso, Lozano, y acomoda la próxima entrada.
Lozano.— ¿Qué más da? El público se conforma con lo que sea.
Bierhoff.— ¿El vigilante?
Maite.— Vuelves con lo mismo. Es suficiente, volvamos al trabajo.
Bierhoff.— Vuelve tú.
Maite.— Ay... Bierhoff, andas como arrecho. Está fuerte ya.
Bierhoff.— ¿Cómo quieres que reaccione, cuando Lozano y tú, Maite, hacen lo que quieren
Lozano.— Menos mal que me retardé.
Maite.— Yo que tú me quedo donde estaba.
Lozano.— Es que terminó fastidiándome el lugar de vigilante.
Bierhoff.— ¿Qué pasa con el vigilante?
Lozano.— Nada, sólo que el lugar del vigilante es un fastidio. ¡Un aburrimiento de primera!
Bierhoff.— Aburrimiento es tener que escucharlos a ustedes.
Maite.— Más a ti. (Susurrando) Ya no respeta ni nuestra relación, era lo que faltaba.
Bierhoff.— ¿Qué dices?
Lozano.— Déjala tranquila.
Maite.— No le hagas caso, Lozano. Está insoportable.
Bierhoff.— Como siempre. Cumplan en arreglar todo. Entraremos en línea.
Lozano.— Deja el público quieto. Ellos están allí tranquilos, esperando de nues­tra creatividad.
Bierhoff.— Claro, la creatividad la pongo.
Maite.— ¡No seas injusto! Todos empleamos creatividad.
Bierhoff.— Empleo yo.
Lozano.— Adivinaba que ibas a salir con una de esa.
Bierhoff.— ¿Con una de qué, chico?
Lozano.— Con una de tus arrogancias.
Maite.— No le hagas caso.
Lozano.— Tú lo dices fácil. (Burlándose) No le hagas caso...
Bierhoff.— Ah... que bien ahora se van a poner a pelear por mí. Son dos mis amo­res ahora. ¿Qué vendrá, una confesión bisexual?
Lozano.— Te pasaste. Dame un chance de hombre.
Bierhoff.— Cuando quieras. Si quieres no olvidamos de la radio y empecemos cuando quieras.
Lozano (Como niño).— Vamos pues. Vente... vente, le damos. No hay problema... Dale...
Maite.— ¡Se quieren callar!
Bierhoff (Igual).— No te metas en esto. Prepárate para darnos unos cuantos.
Lozano.— Vaya pues.
Maite.— Esto era lo que nos faltaba. Tenemos cincuenta minutos de programa. Es hora de que entremos en materia.
Bierhoff.— Pon comerciales, mientras me las arreglo. Es cuestión de unos minu­tos.
Maite.— ¿Están jugando o peleando?
Lozano.— Crees ganar. ¡Dale! Entonces... qué... qué... ¿qué pasó?
Maite (Los detiene).— ¡Bueno, paren esto!... (Toma el control de la radio) Bueno amigas llegó la hora de tu psicólogo de su noche romántica.
Bierhoff.— Maite, cambiaste las cosas.
Lozano.— Nos hubiese dejado. Para que tú veas...
Bierhoff.— Y verías cómo termino con este.
Maite.— ¿Qué hacer cuando la gente se pone violenta?
Bierhoff.— Darse unos cuantos.
Lozano.— Primero yo a ti.
Bierhoff.— Yo a ti.
Lozano.— A ti...
Maite (En su rol de locutora) .— En nuestra sección de hoy, estaremos conversando en torno a la violen­cia.
Bierhoff (Continúa fuera de locución).— Sí, Maite... digamos que puedes hablarle a la audiencia de cómo triunfo sobre este estúpido.
Maite.— ¿Hoy en día, qué genera la violencia? (Fondo musical)
Lozano (Igual).— La cara de estúpido.
Maite.— La violencia no le pertenece únicamente a los sectores marginales...
Bierhoff.— A este marginal, sí.
Lozano.— Será a ti.
Maite.— ¿Qué piensas? ¿Es un problema que le pertenece a los marginales? Por otra parte, ¿la violencia les atañe a éstos?, ¿se hereda la violencia?, ¿nace uno con ella?
Bierhoff.— Éste ya la trae en los genes.
Lozano.— Debe ser que tú eres un burguesito inalterable.
Maite (Fuera de locución).— ¡Se quieren quedar tranquilos!
Lozano.— No sé, Bierhoff es que anda ahí con una diarrea mental. ¿Qué quieres?
Maite.— Que te quedes tranquilo.
Lozano.— Díselo, más bien, a Bierhoff. No a mí.
Maite.— Es que están como unos niños los dos, vale... Tranquilos... ¿Okey? (Suena el teléfono) ¿Aló?, hola... quién ha tenido el gusto de llamarnos en las horas del amor...
Voz.— Soy Diego, quería hacerles una crítica constructiva. ¿Está allí, Bierhoof?
Bierhoff (Transición. Toma la locución).— Sí, como no, aquí estoy. ¡A sus órde­nes!
Maite (Fuera de locución).— Siéntate, Lozano. Deja de jugar. Debes tomar control de esto. Nos vamos a quedar sin trabajo...
Lozano (Vuelve a su lugar de trabajo).— No me culpes. ¿Qué más da?
Maite.— Tómalo con tranquilidad. De verdad que parecen unos niños. (Lozano, volviendo a su lugar de trabajo, gestualiza su molestia al igual que Bierhoff) ¿Qué quieren?, ¿dañar lo que con esfuerzo ha costado tanto?

(Lozano, se dirige a Maite con bajo tono de voz. Rumorando. En otro plano, Bier­hoff mantiene su diálogo radial con la Voz. Este diálogo queda escenificado al criterio del director a través de un proceso transitivo)

Lozano.— Es él quien insis­te.
Maite.— Compréndelo, está algo nervioso.
Lozano.— ¿Sí? ¿Quién me comprende a mí?
Maite.— No sé qué le pasa.
Lozano.— Ah... y yo me la tengo que calar.
Maite.— Un poco de paciencia.
Lozano.— Maite, no es cuestión de calma, ¡él está insoportable hoy!
Maite.— ¿Por qué te envía a donde el vigilante?
Lozano.— No tengo la menor idea.
Maite.— No comprendo nada.
Lozano.— Tampoco yo.
Maite.— Quiero estar con él, pero me lo hace cada vez más difícil.
Lozano.— Creo que anda detrás de algo. Es extraño. Pero me saca de quicio con todas sus vainas.
Maite.— ¿Cómo crees que puedo sentirme? ¿Divina?
Lozano.— Imagino.
Maite.— No, no imaginas, lo estás viendo.
Lozano.— Está enajenado con todo esto de la radio.
Maite.— ¿Quieres decir que se ha vuelto loco?
Lozano.— ¿Te parece poco lo visto aquí?
Maite.— Le seguiste el juego.
Lozano.— Te dije que me sacó de quicio.
Maite.— También estás algo cansado del trabajo... (Entra a lugar la locución)
Bierhoff.— Bueno Diego, usted considera que nuestro programa es violento? ¿Dígame por qué?
Voz.— Mantiene el control absoluto de los oyentes.
Bierhoff.— Explíquese.
Voz.— El oyente pierde cualquier ocasión para expresarse libremente...
Bierhoff.— Dígame, amigo Diego, ¿tiene todo el tiempo por teléfono?
Voz.— Sí. ¿Se da cuenta? Ya quiere intervenir esta llamada.
Bierhoff.— Es que no todos tienen las mismas condiciones.
Voz.— ¿Clasista?
Bierhoff.— No insista.
Voz.— ¿En qué?
Bierhoff.— En dispersar la pregunta.
Voz.— A ver, recuérdeme la pregunta.
Bierhoff.— Ya sabe, ¿si cree violento nuestro programa?
Voz.— Desde luego, el oyente no tiene ningún derecho, ninguno...
Bierhoff.— ¿Es usted intelectual?
Voz.— ¿Por qué?
Bierhoff.— Porque está hablando como fino.
Voz.— No es necesario ser intelectual para defender los derechos.
Bierhoff.— Claro que no. Hable.
Voz.— Entonces déjeme hacerlo.
Bierhoff.— Sí, está bien.
Voz.— Ustedes no pueden controlarlo todo, tienen que darle oportunidad a las radioescuchas, como dije, tienen sus derechos. Por ejemplo, ¿de dónde toman sus asesorías psicológicas? Mezclan todo con una facilidad tan grande. Pueden llegar a recibir una demanda por ello.
Bierhoff.— No, señor Diego, nosotros tenemos un equipo interdisciplinario en el que cada cual se sujeta a las necesidades profesionales...
Voz.— ¿Cuál es el nombre del psicólogo?
Bierhoff.— Bueno... este... (A Maite. Fuera de locución) Maite, Lozano, denme un nombre de cualquier psicólogo pana ahí...
Lozano.— Ah... Ahora sí nos necesita... ¿quieres un nombre?
Maite.— Eduardo Disquez, él es pana.
Bierhoff.— ¡Eduardo Disquez!
Voz.— Gracias, entonces. Visitaré el colegio de psicólogos. ¿Tengo derecho, verdad?
Bierhoff (Confundido).— Desde luego, no habrá ningún problema. Pero seguimos con la inquietud...
Voz.— Me siento satisfecho. Ahora soy yo quien cuelga. ¿Cómo te quedó el ojo? (Ríe. Cuelga la llamada)
Bierhoff.— Amigos oyentes, como ven, todos aquí tenemos nuestra ocasión.
Maite (En locución).— Buenos amigos, esperamos cualquier llamada que tenga sus intereses... (Continúa en locución)
Bierhoff (Fuera de locución).— Lozano, esta vaina me preocupa...
Lozano.— ¿Qué, vale?
Bierhoff.— Este tipo puede demandarnos.
Lozano.— Ahora sí te soy útil. Antes no.
Bierhoff.— Aguántate. Estamos trabajando.
Lozano.— De acuerdo. Pero un carácter así, ¿quién puede soportarlo?
Bierhoff.— Cálmate.
Lozano.— Un día estás de una manera. Al otro, eres diferente. ¿Qué hacer?
Bierhoff.— Tampoco lo sé.
Lozano.— Sí que te enredas hoy.
Bierhoff.— ¡Estamos enredados!
Lozano.— ¡Ya! No te pongas necio. Ese tipo no va a hacer nada.
Bierhoff.— Estoy cansado para esto.
Maite (Manteniendo la locución).— Y a las doce y cincuenta y cinco minutos. Esperamos tus interrogantes. Todo lo respondemos, todo lo resolvemos.
Voz.— Hola, bueno, es que tengo un problema y lo más seguro es que se reirán de él...
Bierhoff (Vuelve a la locución).— La idea es tratar de ayudarnos...
Maite.— Si quieres te dejamos un fondo musical. ¿Qué te parece música antiestrés?
Voz.— No sé, cualquier cosa. Además, no creo en eso de música antiestrés. Me gustaría que entráramos en materia.
Maite.— Estamos en materia...
Voz.— No cómo quiero.
Bierhoff.— Hacemos lo posible...
Voz.— Imagínate que algún día, tú tomas control de todo.
Bierhoff.— ¿De todo?
Voz.— Sí.
Bierhoff.— Esto merece música, Lozano. ¿Lozano? Es tuya la opción. (Cambia el ambiente musical)
Voz.— ¿Pueden con música erótica?
Bierhoff.— ¿Erótica?
Voz.— Sí, para contarle todo...
Bierhoff.— Me hablaba de tener el poder...
Maite.— ¿Hablamos de amor o de poder?
Voz.— Es lo mismo... ¿Bierhoff?
Bierhoff.— ¿Sí?
Voz.— La música no es la correcta.
Bierhoff.— ¿Por qué?
Voz.— Es muy moral...
Maite.— Es romántica como todos nuestros éxitos «en off». Romántica.
Voz.— No lo suficiente, Maite.
Maite.— ¿Qué deseas entonces?
Voz.— Más erótica.
Bierhoff.— Empiece mejor, con o sin música erótica.
Voz.— Le decía que es cuestión de tener poder.
Bierhoff.— Interesante.
Bierhoff.— O sea, tomas el lugar de tu trabajo.
Voz.— No exactamente.
Bierhoff.— ¿Cómo entonces?
Maite.— ¿Por qué no me lo cuentas?
Voz.— A cualquiera de los dos. Pensándolo, una mujer está bien.
Maite.— ¿Una mujer?
Voz.— Sí, son cosas de hombre y mujer.
Bierhoff.— Siendo así, escuchemos.
Voz.— ¿Al hombre o a la mujer?
Maite.— Como quieras.
Bierhoff.— Imagínense que tiene un deseo profundo por hacer. Y de pronto, ¡Zas... ! Es el momento...
Maite.— ¿El momento?
Lozano (Fuera de locución. La Voz permanece al fondo, rumorando).— Ay... Bierhoff, estás de lo último en este programa. Este tipo sí que es raro.
Bierhoff (Igual).— Buena vaina contigo. Deja que ese hombre hable.
Lozano.— Ay... vale. ¿Qué te parece Maite?
Maite.— Quédate tranquilo, vale.
Bierhoff.— Si quieres te doy el micrófono.
Lozano.— Sabes por dónde te lo puedes meter.
Maite.— Era lo que faltaba.
Bierhoff.— No, en serio, si quieres te doy el micrófono.
Lozano.— Sabes que no es mi trabajo.
Bierhoff.— ¿Entonces? ¡Deja que este tipo hable! (Se deja escuchar la Voz)
Voz.— Y así es. Una vez que te atrapen haces lo que quieras.
Bierhoff.— ¿Todo?
Voz.— Sí. Depende de cómo lleves el control.
Bierhoff.— ¿El control de qué?
Voz.— Bueno... después de que estés atrapado. Te haces el tonto y dejas que te controlen...
Bierhoff.— ¿Sucesivamente vas haciendo lo que quieres?
Voz.— Sí. Por ejemplo, esperas tener la cita con ella...
Maite.— Siempre hablando de mujeres...
Voz.— ¿Hay algo mejor?
Maite.— Desde luego.
Voz.— ¿Por ejemplo?
Maite.— De la vida.
Voz.— Es de lo que hablo.
Bierhoff.— Permítele continuar.
Maite.— Eso hago, pero nuestros radioescuchas tienen derecho a una mejor interlocución.
Bierhoff.— Constantemente, los interlocutores... ¡qué fastidio!
Maite.— Claro, a ellos nos debemos.
Voz.— ¿Hablan ustedes o yo?
Maite.— Este es un programa de interlocución.
Voz.— ¿Interlocución? Hablen en cristiano si quieren que los entienda.
Maite.— Hablamos para todos, mi querido radioescucha.
Voz.— Déjenme terminar...
Bierhoff.— Termine...
Lozano (Fuera de locución).— Esta vaina sigue muy rara... , enredada por todos lados.
Maite.— (Como locutora) A la una de la mañana. Seguimos con el cuento de nuestro afortunado...
Voz.— Tú, emocionado, simulas estar encerrado...
Bierhoff.— Comprendo, esto me da una gran idea.
Maite.— ¿Una idea?
Voz.— Te encierras, esperas tu oportunidad... te pones mansito como un corderillo. Como quien no rompe un plato.
Bierhoff (Abstraído).— ...Y piensas cómo tomas el lugar para hacerlo tuyo...
Voz.— ...Tu te haces el inocente...
Bierhoff.— ...Y lo tomas definitivamente...
Voz.— ¡Hasta que logres lo que necesitas!
Maite.— ¿Qué, no entiendo?
Voz.— Sus piernas.
Bierhoff.— ¡La radio!
Lozano.— Esto vuelve a ser extraño…
Voz.— Ah... disimulas. Le haces ver a ella que es una cita romántica. Con candelabro y todo...
Bierhoff.— Preparando de lo mejor la ocasión. Aprovechando la oportunidad.
Voz.— Y cuando tengas la mejor oportunidad...
Bierhoff.— Preparas la situación para que te puedas ganar a tus interlocutores...
Voz.— Bueno, eso de la interlocución, como ustedes dicen, debe hacerse agradable. A ellas les agrada que les digas palabras bonitas...
Bierhoff.— No necesariamente. Muchas de las veces con palabras duras se pueden decir mejor las cosas.
Voz.— ¡No! Con palabras duras no vas a llegar a las cosas.
Maite.— ¿Cuáles son las cosas?
Voz.— ¿Usted quiere saber qué cosas?
Maite.— Sí.
Voz.— Las cosas que les gusta a usted a las mujeres. O sea, una buena...
Maite.— Pero antes, nuestro amigo tras el micrófono, dejará un fondo musical. Y «en off» nos vuelves a llamar.
Voz.— Lo que voy a decir vale con fondo musical.
Lozano (Fuera de locución).— Yo, siempre resolviendo tus peos.
Maite (Igual).— Es que este tipo está ladilla.
Bierhoff.— Bueno amigo, oyó. (Cuelga la llamada) ¡Ahora los dejo en línea con Lozano! Para que sienta con libertad el amor en sus noches románticas «en off».

(Todo, al cambio de este momento, está fuera de locución. Conservándose el ambiente musical y publicitario de la radio, como estructura ambiental de, ésta, la radio. Hay, al mismo tiempo, un cambio en la atmósfera y del ritmo)

Maite.— El tipo estaba bien pasado.
Bierhoff.— Y tú, siguiéndole la corriente.
Maite.— ¡¿Vas a empezar...?!
Bierhoff.— Eres tú quien empieza. (Cambia) ¿El vigilante?
Lozano.— Vuelve... el agua al cántaro...
Bierhoff.— ¡Dame las llaves!
Lozano.— ¿Cuáles llaves?
Bierhoff.— La de las puertas. ¿Me dijiste que el vigilante no está?
Lozano.— Cierto.
Bierhoff.— Entonces dame las llaves.
Lozano.— ¿Para qué?
Bierhoff.— Dámelas.
Maite.— Dáselas, Lozano.
Lozano.— Está bien, no sé para qué.
Bierhoff.— Únicamente deseo saber si estamos solos.
Lozano.— Te dije que sí, como cuarenta y cinco mil veces.
Maite.— Ya sabremos para qué.
Lozano.— Con alguna nueva vendrá.
Bierhoff (Transición).— Es el momento de todo.
Maite.— ¿Cómo?
Lozano.— ¿No te dije? Es uno de sus juegos de nuevo.
Bierhoff.— Está vez hablo en serio.
Maite.— ¿Pero a qué te refieres?
Bierhoff.— De tomarlo todo.
Lozano.— ¿Cómo que todo?
Bierhoff.— La radio, el control a nosotros.
Lozano.— ¡Nunca!
Bierhoff.— ¡Hablo en serio! Te lo aseguro.
Maite.— ¿Con nosotros?
Bierhoff.— Inclusive.
Lozano.— A mí, no. ¡Soy libre!
Bierhoff.— Nadie puede serlo. No se es libre de nada.
Lozano (Jugando en el entorno).— Soy libre como un pájaro.
Bierhoff (Molesto).— Nadie es libre de nada.
Maite (Susurrándole al oído a Lozano).— Tranquilo, se pondrá más nervioso.
Lozano (A Bierhoff).— No te lo tomes tan en serio, relájate.
Bierhoff.— No hay tiempo para relajarme. Debo hacerlo a tiempo.
Maite.— ¿Hacer qué? ¡Habla de una vez!
Bierhoff.— Todo a su tiempo.
Lozano.— Ay... Bierhoff...
Bierhoff.— No estoy jugando. ¿Okey!
Lozano.— Ah... comprendo, es que estamos cerca de finalizar el programa...
Bierhoff.— ¡No! Nada de eso. Empezamos desde el principio. Es decir, relájense, tengo que decirles algo. Son las once y cuarenta y cinco minutos de nuevo como al inicio del programa. ¡El programa empieza!
Maite.— ¡Me estás poniendo nerviosa, Bierhoff!...
Lozano.— Y no comprendo nada.
Bierhoff.— Nada tienes que comprender, obedece.
Lozano.— Tampoco las cosas son así, vale... Estás diciendo que son las once y cuarenta y cinco minutos. Y no son la once y cuarenta y cinco minutos. ¡Es la una de la mañana! ¡La una! ¿Comprendes?
Bierhoff.— Claro que comprendo. De eso se trata.
Maite (Nerviosa).— ¿Quieres explicarte?
Bierhoff.— Sencillo, no se pongan nerviosos. De cualquier modo, están bajo mi control. El tiempo ha regresado.
Lozano.— Sencillo, sí, vale...
Maite.— De verdad, qué sencillo...
Lozano.— ¿Eso de que regrese el tiempo?
Maite.— Ni que estuviéramos locos.
Lozano (A Maite).— ¿Estamos locos?
Maite.— Yo no, ¿y tú?
Lozano.— No, ¿y tú?
Maite.— No, ¿y tú Bierhoff?
Bierhoff.— Miren, de verdad no estoy jugando.
Lozano (Ríe).— Yo no, ¿y tú Maite?
Maite.— Yo no, ¿y tú Lozano?
Lozano.— No vale, ¿será el calor?
Maite.— ¿O será el frío?
Lozano.— Lo único que te falta decir es que «del cielo cayó una rosa...» o «los zapatitos me aprietan»...
Maite (Ríe).— O cántame una canción de amor...
Bierhoff.— ¡Es algo mejor que eso!...
Lozano (Igual).— O declárame tu amor...
Bierhoff.— ¡Algo mejor que eso!
Maite.— ¿No me vas a declarar tu amor?
Bierhoff.— Claro que no, querida...
Lozano.— Entiendo que el programa estresa, pero estás llegando al colmo. Mejor entremos en línea con el programa.
Bierhoff.— Entraremos, pero con el tiempo hacia atrás.
Maite.— Me estás poniendo nerviosa...
Lozano (Como niño).— A mí me está gustando la vaina.
Bierhoff.— Con la pequeña diferencia que no tendrá final...
Maite.— ¿Por qué?
Bierhoff.— Porque tengo control del tiempo. Quien tiene control del tiempo, tiene control del conocimiento, tiene poder. Además, tengo las llaves...
Lozano.— Tumbo las puertas. Bierhoff es tonto, el control no lo tiene nadie.
Bierhoff.— Entonces perderás la oportunidad de ser libre...
Lozano.— Lo soy cuando quiera...
Bierhoff.— Es mentira, los has dicho ya, siempre haz obedecido órdenes. Es tu oportunidad de rendirte o, en cambio, de ser libre de una vez por todas. ¡No busques tu propia esclavitud! Encuentra tu libertad. Este oyente que habla de la violencia. Tiene derechos, todo me ha recordado que esta mierda de la radio, es pura mierda. El tipo tiene razón, Maite, la gente tiene derechos. La violencia está en cada uno de nosotros. Eso es lo que me tiene mal. Que el tipo me recordó que somos todas unas mierdas. Ese al que le cortamos la llamada, al que nos va a demandar.
Maite.— ¿Y qué de mí? ¿No tomas en cuenta que estoy nerviosa, lo que sientes por mí, no vale?...
Bierhoff.— Aquí vale lo que siente el público, los oyentes...
Maite.— ¿No te entiendo? Hablas para atrás y para delante...
Bierhoff.— Si de eso se trata, de ir hacia atrás con el tiempo.
Lozano.— ¿El público? ¿Cómo hacer?
Maite.— ¿Qué haremos nosotros?
Bierhoff.— Tengo el control. (Tratando de poner calma) Ténganme confianza. Asumimos el programa desde el principio...
Maite.— Por cierto, llevamos mucho tiempo fuera de línea otra vez...
Bierhoff.— Cálmate, eso lo arreglo. Empezaríamos así: «¡Buenos días!... Por lo general, se dice así. ¡Y la ale­gría debe conti­nuar! A las once y cuarenta y cinco minutos, exactamente, de la no­che. Y no es hora de decir buenos días... bien lo cam­biaría­mos por ¡buenas noches! Buenas noches o buenas mañanas como mejor quieran... Ahora... mis queridos radioescuchas en amando con Bierhoff. ¡Al que no tienes en off y encendi­do!». (Pausa) ¿Ven? Sencillo...
Maite.— ¿Y qué?
Bierhoff.— ¿No comprendes? Tendríamos el control del tiempo. El público se extrañaría y le diríamos que tienen la libertad de preguntar lo que quieran. ¿Se imaginan? Lo que quieran.
Lozano.— Comprendo, serían libres.
Bierhoff.— Sí, libres...
Maite.— Van a preguntar de toda vaina. Eso es medio jodido controlarlo...
Bierhoff (Fascinado).— ¡Ellos son los dueños!
Lozano (Como siguiendo el juego, mostrando sus ansias por ser locutor).— ¡Y nosotros los reyes!...
Bierhoff.— En una ciudad tan oscura, cómo es esta ciudad de Maracay, donde no pasa nada.
Lozano.— ¿Podría hacer de locutor?
Bierhoff.— Claro.
Maite.— Te sustituyo, Lozano.
Bierhoff.— Pero nadie sale, okey.
Maite (Cambia).— Pero, ¿y qué de los dueños de la radio?
Bierhoff.— Esa es la idea, querida, los mandamos a comer mierda.
Lozano.— El mismo público se encargaría de ello.
Bierhoff.— Correcto.
Maite.— ¿Y si las autoridades quieren tomar la radio?
Bierhoff.— Los amenazamos.
Lozano.— Está bueno, pero ¿cómo?
Bierhoff.— Decimos que diremos toda la verdad de ellos.
Maite.— ¿Cuál?
Bierhoff.— Que están aliados a los narcotraficantes. Eso no es un secreto para nadie.
Lozano.— ¿Cómo haremos eso?
Bierhoff.— Ya veremos...
Maite.— Vamos a decir algo de lo que no tenemos prueba.
Bierhoff.— ¿Y qué pasa?
Lozano.— Sí, verdad, ¿qué puede suceder cuándo somos los dueños de la radio?
Maite.— Pero están planteando algo un poco ridículo.
Bierhoff.— ¿Ridículo por qué?
Maite.— ¿Cómo vas a controlar a tus oyentes a la vez que nadie entre tumbando las puertas de la radio?
Bierhoff.— ¿Qué crees? Tengo todas las medidas tomadas.
Lozano.— ¿Qué quieres decir?
Bierhoff.— Empiezo a amenazar.
Maite.— ¿Con qué?
Lozano.— ¿Con el micrófono?
Bierhoff (Tomando del escritorio una extraña pieza).— Con esto.
Lozano.— ¿Qué?
Bierhoff.— Chocolate no es.
Maite.— ¿Qué, Bierhoff?
Bierhoff.— Un pequeño plástico explosivo.
Lozano.— ¡Verga ahora si la resolvimos! Con un regalo aquí.
Maite.— Por su puesto que no la vas a usar contra nosotros.
Lozano.— Sigue siendo ridículo.
Bierhoff.— ¿Por qué?
Lozano.— Se puede decir cualquier cosa. ¿En qué cambia?
Bierhoff.— Ciertamente, no lo había pensado.
Maite.— ¿Te das cuenta?, es ridículo.
Bierhoff.— No, espera, es fácil de solucionar.
Lozano.— ¿Cómo?
Bierhoff.— Elemental, amigo. Lo sabrán todos los medios de comunicación.
Maite.— ¿Y qué?
Bierhoff.— En menos que canta un gallo tendremos toda la prensa con nosotros.
Lozano.— Que tengas a la prensa no lo resuelve del todo.
Bierhoff.— ¿Qué dices?
Maite.— ¿Cómo lo vas a controlar?
Bierhoff.— Nada difícil, Maite. Mientras llegue la policía, mantendré a todo mundo en ascuas.
Lozano.— Sigo sin comprender.
Bierhoff.— A todos los amenazaré.
Maite.— Crearán que es mentira.
Bierhoff.— Activo parte de la explosión a las puertas de la radio.
Lozano.— ¿No me usarás a mí?
Bierhoff.— Es decir, ¿me dejas solo? Por lo menos no me delatarás.
Lozano.— Bueno, eso no...
Maite.— Carajo, Lozano, ¿te vas a rajar?
Lozano.— No, no, bueno, después de todo, ¿qué pierdo?
Maite.— ¡Eso es! Entusiásmate. Esta vaina se estima divertida.
Bierhoff.— ¡Y escandalizamos!
Maite.— ¡Y nos divertimos!
Bierhoff.— Invitamos a los demás a divertirse.
Lozano.— Me está gustando la idea. (Suena el teléfono) Aló... ¿quién?...
Voz.— Me gustaría hablar con Bierhoff...
Lozano.— En estos momentos no lo puede atender.
Voz.— ¿Por qué?
Lozano.— Está ocupado con la próxima sección del programa... Inténtelo más tarde, buenas noches... (Cuelga el teléfono. Vuelve a sonar)
Voz.— Aló... tienen mucho tiempo sin contestar...
Lozano.— No se preocupe, ya pondremos al aire su programa favorito.
Voz.— Es que... (Cuelga el teléfono)
Lozano.— ¿Vamos a dejar la música solamente?
Bierhoff.— Dame tiempo, ¿quieres?
Maite.— El público no puede quedarse esperando...
Lozano.— ¿Y dejar las cosa como están?
Bierhoff.— ¡Basta ya! Cambiemos las cosas. Pon todo en orden.
Lozano.— Pero, Bierhoff, no me gustan las cosas así...
Bierhoff.— ¿Qué quieres?, ¿dejarte convencerte por otros? ¿Acaso no es lo que tanto deseabas?
Lozano.— Pero no de esa manera...
Maite.— Quieren dejar de discutir. El público espera. Acuérdate que el teléfono no ha dejado de sonar. Mientras que ustedes discuten...
Bierhoff.— No te quejes tanto y pásame la llamada... ¿Aló?
Voz.— Caramba, Bierhoff, cuánto ha costado comunicarse.
Bierhoff.— Estábamos haciendo algunos ajustes.
Voz.— ¿De qué tipo?
Bierhoff.— Tendremos muchas sorpresas al aire. Cuando te diga ¡ahora!, estarás en el aire y podrás decir lo que quieras.
Voz.— ¿Todo cuanto quiera?
Bierhoff.— Sí. (En locución) ¡Estamos de regreso en la hora de tu programa en off y siempre encendido... (Suena el teléfono)
Voz.— ¿Aló?
Bierhoff.— Aló...
Voz.— Se cayó la llamada... Estás en el aire
Bierhoff.— Puedes decir lo que quieras...
Voz.— No entiendo.
Bierhoff.— Lo que quieras...
Voz.— ¿Por qué así?
Bierhoff.— Porque ahora eres dueño del programa.
Voz.— ¿Completamente?
Bierhoff.— Completamente.
Voz.— ¿Entonces por qué el programa a veces es tan ridículo? (Suena el teléfono repetidas veces)
Bierhoff (Eufórico).— ¡Por fin alguien está de acuerdo conmigo!
Voz.— ¿Por qué lo dices?
Bierhoff.— Ahora somos dueños del programa... (Sigue sonando insistentemente el teléfono) hay otra llamada... ¿Aló?
Voz.— Eso de decir lo que sea me parece fascinante, una maravilla y, además, el programa no es ridículo. ¿No lo crees?
Bierhoff.— Depende del nivel de tu estupidez... (Mantiene al fondo el diálogo con la Voz)
Voz.— Aquí nada es estúpido, sólo usted... (Cuelgan la llamada)
Bierhoff.— ¿Ven?, a cada cual la estupidez que se merece. (Suena el teléfono) ¿A quién tenemos del otro lado?
Voz.— Bierhoff, te felicito. Nuestro pueblo necesitaba una voz así la cual se identificara con las necesidades del país...
Bierhoff.— Sí, yo tengo mi propia revolución, voy a reventar este estudio con radio y todo, vete a la mierda... (Maite y Lozano ríen) Puedo decir lo que quiera. Yo soy la revolución.
Maite (Fuera de locución).— ¿Realmente podemos hacer lo que queramos?
Lozano.— Así parece. Lo que soy yo, renuncio. Colocaré música clásica. ¿Qué tal Mozart?
Maite.— Hablaré de literatura en general, siempre quise hacer un programa que hablara de Anna Ajmátova, o cualquier otra poeta.
Bierhoff.— Por mí puedes hablar de cualquier poeta, del que te dé la gana...
Maite.— Imagínate lo que me dé la gana (Bierhoff Muestra la intención de volar con todo)
Lozano.— ¡No Bierhoff! No revientes con todo, disfrutemos un poco la situación... Fíjate, tengo un poco de música clásica, sólo hay que esperar la situación del público, un poco de todo, ¿entiendes?
Bierhoff.— Sí claro, un poco de música clásica, un poco de Jimmy Hendrix...
Lozano.— ¿Jimmy Hendrix? Bueno como te dé la gana, hemos dicho. Coño, por cierto, el público nos está oyendo. ¿No tienes nada allí en ese explosivo, verdad?
Bierhoff.— Tú me dirás si es antes o después de Mozart o de Hendrix... (Cambia) No seas ridículo Lozano. Que explosivo de mierda. Hay que llamar la atención de alguna manera
Maite.— (A Lozano, haciéndose cómplice del juego) Bueno, entre una poetisa y otra no es realmente importante... la detonación puede suceder en cualquier momento, sencillo, cuando lo desees.
Lozano.— Sí, porque una detonación entre una poeta u otra es siempre una detonación.

(A partir de aquí la escena se oscurece, creando una atmósfera aislada, como marcando otro sentido con el espacio y el tiempo. La escena es cada vez más oscura. Otorgándole a la escena su teatralidad. Y a su vez, una distancia con el espectador. Al final, sólo quedan los diálogos)

Bierhoff.— Que todo se vaya a la mierda, Lozano: los oyentes sin criterios, los políticos, los dueños de la radio, los clientes, lo que no dices, lo que dicen. Todo a la mierda. ¿Entiendes?
Lozano.— No.
Bierhoff.— La literatura, ¿qué tiene que ver la literatura con esto? ¡El poder, se trata del poder!...
Maite.— ¿Y el amor?
Bierhoff.— El amor es poder. ¿Quién ama si no es por el poder?
Lozano.— Y las ideas.
Bierhoff.— Sólo sirven para que los políticos se exhiban por la televisión, por la radio.
Lozano.— Nos escuchan Bierhoff...
Bierhoff.— Esa es la idea, Lozano, como al Presidente. ¿Entiendes?
Lozano.— No.
Maite.— ¿Y el amor?...

(Se escucha, entre la oscuridad, una toma policial: «¡Manos arriba, todos contra la pared. Quietos! Tienen derecho a contratar un abogado, deben permanecer callados, lo que digan podrá ser utilizado...»)

(Luego se da paso al sonido metálico de emisoras de radio, una sobre la otra se confunde con un juego de fútbol, otra, se desplaza por un discurso político, creándole al espectador la sensación de que hasta ahora estuvo escuchando radio. Una Voz sobre la otra)

Voz1.—…Centra Fernández al lateral izquierdo sin que tenga quien lo acompañe y el defensa toma el balón…¡y, qué pasó!.... ufff… casí comete Novoa… comete el error imperdonable de un autogol…
Voz2 (Ruido metálico).— …Yo la chica de la noche, como siempre usted lo disfruta aquí en nuestra radio, el lugar del entretenimiento. Tenemos la cartelera cinematográfica de este fin de semana…
Voz3 (Igual).—…Buenos días ciudad... ¡Estamos vivos hasta ahora! Trasmitimos todo la información que la gente quiere oír y en español: política, deportes, economía… (Música. Una vez una, otra diferente, sucesivamente)

(Breve Pausa. Silencio)


Voz de Locutor.— Buenos días. Como ustedes saben amigos oyentes, en la madrugada anterior, tuvimos con nosotros una situación bastante inusual. Me apena realmente tener que hablar de esta situación. Puesto que ustedes saben que en estos momentos es importante gozar de buena salud. El hombre necesita estar con dios. No debe beber, no debe fornicar, ni fumar, sino encontrarse con Dios, gozar de buena salud. Un hombre que se apega a las leyes de Dios, no tendrá que ir al infierno. Por ello, nuestros hermanos del programa no están con Dios. Lamento por la muerte de ellos. Creo que la policía exagero un poco. Entonces hermanos tómense de las manos y pidamos por sus almas... (Oscuro en la medida que su diálogo desciende. Se deja escuchar una voz de radio: «Hoy contigo el programa de tu día y que te aclara. Todo. Si estamos aquí a la hora de la ciudad con nuestro Cheff, con tu amigo de todas mañanas, Sumito, tu amigo… Hoy tendrá como invitado a René Soto, sí el periodista…». Seguidamente, una vez más, cambios de estación, creando una suerte de sonido eléctrico ininterrumpido hasta que asciende finalmente junto con el cierre de telón).

Fin de La tarde de la iguana

JUAN MARTINS
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS. PROHIBIDA SU REPRODUCCION POR CUALQUIER MEDIO SIN AUTORIZACION . CONTACTO: estivalteatro@gmail.com www.dramaturgia.wordpress.com