viernes, 25 de mayo de 2007

EDIPO. LA OTRA VERSION

Autor: Andrés Caro Berta
andres@andrescaroberta.com
andres@andrescaroberta.com

Registrada en AGADU

Personajes:
Edipo
Yocasta
Creonte
Enviado
Guardia
Tiresias

ESCENA ÚNICA
DORMITORIO
(Una cama grande en medio del escenario. Otros objetos de acuerdo al director)
Yocasta y Edipo están sobre la cama, vestidos.

Edipo- ¿Ya salieron las niñas?
Yocasta- Edipo, ya no son niñas… Son mujeres…
Edipo- (Riéndose) Para mí lo siguen siendo…
Yocasta- Amor mío, qué tierno eres… ¿Y qué me dices de nuestros varones?
Edipo- Son terribles… Se quieren y se agreden por cualquier cosa desde pequeños… Y ahora que son soldados…
Yocasta- Es verdad… Me preocupa… ¿Qué será de sus vidas? Los padres que queremos a nuestros hijos, siempre nos preocupamos por el futuro de ellos…
Edipo- Amada mía… Ven… (La abraza) Nunca pensé que el destino me fuera a dar una mujer tan hermosa y cariñosa como tú…
Yocasta- El destino… El que nos gobierna…
Edipo- Si no fuera por la muerte de Layo… Me preocupa saber cómo murió…
Yocasta- Shhh… Ya lo has dicho tantas veces… Calma, mi viejo niño asustado… Calma… Estoy para cobijarte en mi pecho…
Edipo- Y también para darme toda tu pasión (La besa seductoramente) Si mi madre nos viera ahora… No entiendo porqué nunca ha venido a visitarnos…
Yocasta- Mélope es como todas las madres… Celosa de quien le roba a su hijo…
Edipo- Pero, ¿mi padre?
Yocasta- Está muy viejo para hacer viajes largos… No te tortures, Edipo, si quieres mandaremos una delegación para traerlos…
Edipo- No quiero presionarlos…
Yocasta- Bésame…
Edipo- No puedes pedirme nada mejor (la besa apasionadamente) Mi amor, nunca sentí esto por ninguna mujer…
Yocasta- Y yo por ningún hombre… Sabes cómo son nuestras leyes con las viudas… Cuando entraste al palacio, cuando mi hermano Creonte tomó mi mano y me entregó a ti ante la muerte de mi esposo y tu triunfo sobre la Esfinge, temí lo peor… Te vi tan… joven… Me asusté… Creí que me ibas a rechazar… Que ibas a negar el derecho que te asistía de quedarte con el trono y conmigo… Estabas… espléndido… Venías acompañado de vírgenes que abrían tu camino… Soldados te escoltaban… El pueblo… Tebas entera salió a saludarte… Y yo estaba al final de tu camino… Y me dije… Es demasiado joven y hermoso para mí…
Edipo- Sí, es verdad… El miedo a ser rechazado… Eso me sucedió cuando venía camino a la ciudad… Fue todo demasiado rápido… La Esfinge, esa perversa vieja tramposa… No las tenía todas conmigo… Cuando me hizo la pregunta, dudé si era correcta la respuesta… Pero me fastidiaba su poder, su deseo de hacer daño… A medida que me acercaba a la ciudad iba viendo cómo los campos se tornaban secos, las osamentas de los animales adornaban como fantasmas el camino, las mujeres y los hombres me miraban y envidiaban mi buen aspecto… Entonces, frente a ella, ante el silencio de quienes nos rodeaban le grité con furia que la respuesta a su pregunta era el hombre… Sí, el hombre, le dije… Es el animal del que tanto hablas… Es el animal que de mañana camina en cuatro patas, que en la tarde avanza en dos, y que en la noche, apoyándose en un bastón, tiene tres patas… La mujer de poderes sobrenaturales comenzó a contorsionarse cocinándose en su propio veneno, y cuando nadie lo esperaba salió de su escondite, corrió por entre nosotros, con los pelos revueltos y las ropas mugrientas, echó el fuego que la protegía en el pasto el que ardió con lenguas más altas que el más alto de los hombres y se fue hasta el precipicio que separa nuestra tierra del río. Y allí, sin detenerse, se tiró al vacío. Corrimos a ver qué sucedía, si era otra de sus trampas pero, no, su cuerpo se fue despedazando por entre las rocas que la iban golpeando y cuando llegó al agua, el río se tiñó de rojo… Curiosamente, contrario a lo que podríamos suponer, todos quedamos en silencio. Nadie hablaba, Yocasta… Nadie… Nuestros ojos estaban detenidos en aquella masa informe que flotaba, esperando el siguiente golpe… Pero no, sólo escuchamos el silencio… Entonces, explotamos de alegría… Y sentí que era el héroe…
Yocasta – Lo eres, Edipo, todo el pueblo te quiere…
Edipo – Aún no me lo creo… Algo que me resultó tan sencillo y me ha dado lo que nunca esperé encontrar… Ser el rey, gobernar con amor, la mujer más hermosa y adorable, cuatro hijos maravillosos… Cuando me contaron a lo que me había hecho acreedor, les dije que era mentira… No, yo no lo merezco… Si tan sólo… Pero insistieron… Hasta se ofendieron porque les rechazaba lo que era ley… Entonces, sorprendido, como aún lo estoy, acepté… Todos me abrazaban… Lloraban… Agradecían a los dioses… Y yo miraba sin poder creer lo que me pasaba… Al regreso, ya un poco más calmo y sabiendo quién me esperaba en el palacio, les preguntaba a los representantes del gobierno que me acompañaban, cómo eras… Te imaginaba una vieja sin dientes, con los senos caídos, pero cuando el carruaje llegó a donde estabas y te observé…
Yocasta- Es el destino el que nos junta… No temas, mi niño, estoy para protegerte, para amarte como nadie te amó, para darte toda mi leche para que mames de ella como un hijo más, y sigas siendo feliz a mi lado hasta el final de nuestros días…
Edipo- Hemos criado cuatro hermosos hijos que ya son grandes… A veces tiemblo sin saber por qué, cuando juegas a que soy tu quinto hijo…
Yocasta- ¡Cuántos años! ¡Me parece tan lejano el día que cuentas! Eras un hermoso adolescente…
Edipo- ¡Estoy excitado! ¡Quiero poseerte!
Yocasta- Mi niño… No podemos estar todo el día haciendo el amor…
Edipo- Es que tu cuerpo me enloquece…
Yocasta- Bueno, hazlo… (Él comienza a besarla)
Edipo- Otros desfallecen rápidamente en cuanto a la pasión, sin embargo nosotros, y después de criar a estas dos mujeres y estos dos varones, y después de tantos años de convivir juntos, seguimos amándonos como el primer día…
Yocasta- Estás hablando demasiado… Vamos, pasa a la acción…
Edipo- Me provocas…
Yocasta- Te provoco, te enloquezco, te deseo, deseo que me poseas, ah, Edipo, mi niño…
Edipo- Sabes que no me gusta que me llames así… Y lo vienes haciendo desde que iniciamos esta conversación…
Yocasta- Disculpa, no es nada agresivo hacia ti, es que eres tan adorable, y me miras con tanto amor… que me siento como una madre agradecida…
Edipo- Yocasta, es como si … yo te llamara “mamá”
Yocasta- Hazlo. Tantos hombres llaman “mamá” a sus esposas, y no les pasa nada…
Edipo- Es cierto, pero algo me lo impide…
Yocasta- Entonces, ámame, penétrame, lacera mi carne con eso tan duro que tienes y que encaja perfectamente en mí, y no te preocupes tanto por todo…
Edipo- Cuidado, siento que alguien se acerca a nuestro dormitorio…
Yocasta- Vamos, mi amor, no viene nadie y si así fuera, golpearían… Estoy excitada…
Edipo- Es verdad, y yo también… Ahora… (La penetra) Ah…
Yocasta- ¡Edipo! Ah…
Edipo- Disfruta, mujer, amada mía… Así…
(Golpean las manos, fuera de escena)
Edipo- ¡Lo sabía! ¡Quién será el inoportuno! ¡Lo tiraré a las fieras! (Salta de la cama furioso, arreglándose la ropa, tratando de ocultar su deseo. Ella queda retozando entre las sábanas) ¡¿Quién es?!
Creonte- Soy yo, Edipo, Creonte, tu cuñado…
Edipo- Inoportuno, como siempre. (Lo hace pasar. Le sonríe) Pasa…
Creonte- Mmm… Huelo el perfume de mi hermana… La verdad es que son la envidia de los demás, tanto tiempo juntos y aún…
Edipo- ¿Qué quieres, Creonte? Debe ser muy importante porque de lo contrario…
Creonte- (Llega a la cama) Buen día, hermana… (Ella lo saluda despreocupada, con una mano en el aire)
Yocasta- Ay, hermano, ¿no tenías otro momento para venir?
Creonte- Imposible… Saben que soy muy respetuoso de la intimidad de ustedes, pero esto es importante…
Edipo- Siéntate, Creonte, donde puedas…
Creonte- Bien… (Muestra unos rollos) Aquí están los datos que me pediste, Edipo - Asusta ver en la situación que ha caído nuevamente esta ciudad… Sólo es comparable a aquella en la cual fuiste nombrado rey y desposaste a mi hermana…
Edipo- Me entra un escalofrío… Cuenta qué más has averiguado.
Creonte- Como sabes, otra vez se están muriendo los animales, las hembras están secas, no quedan preñadas, hasta las plantas no dan frutos, es todo tan terrible… Pero lo de hoy es peor que lo de ayer, y lo de mañana superará lo de hoy… Dentro de poco, en Tebas comenzará una gran hambruna y corre el peligro de desaparecer como ciudad…
Edipo- Ahora está muerta la Esfinge… No entiendo… ¿Aun no se sabe cuál es la causa esta vez? ¿Y qué se puede hacer? ¿Averiguaron finalmente por qué ocurre todo esto?
Creonte- Algo he descubierto, aunque insuficiente… Pero los datos nuevos me preocuparon tanto que he venido a contárselos primero a ustedes… Quizás, Edipo, no te guste escucharlos…
Edipo- ¿Qué pasa, cuñado? Sabes que puedes confiar en mí, que en esto estaremos juntos como lo hemos estado siempre en el gobierno de esta ciudad…
Creonte- Dicen que esta tragedia se abate porque… hay un asesino entre nosotros, un asesino de reyes…
Edipo- No entiendo…
Creonte- Los oráculos cuentan que el que mató a Layo… está en la ciudad…
Edipo- ¿Acá? ¿Dices en Tebas? ¿Luego de tanto tiempo viene a refugiarse en nuestra ciudad? ¿Estuvo siempre? No entiendo… Suena tonto…
Creonte- Así es.
Edipo- ¿Y por qué no lo atrapan?
Creonte- Muy simple, porque no sabemos quién es… Pasaron muchos años… Layo iba acompañado por su séquito pero todos fueron muertos… Siempre hemos supuesto que por la fiereza de la acción tiene que haber sido una banda de ladrones… Ahora el oráculo dice que quien lo asesinó, está acá. El jefe de esa banda… El que clavó su espada en el cuerpo de nuestro rey… Y eso es pecado, Edipo…
Edipo- Pero… Bueno, si con eso calmamos la fiera de los dioses y todo vuelve a ser como antes, entonces… Debemos actuar rápidamente… No dejar que se escape… Yo me pondré al frente de todos para atraparlo con mis propias manos…
Creonte- Es terrible, Edipo… Ya no sabemos qué hacer con los vientres secos de las hembras y nuestras mujeres… Es una cuestión de supervivencia… Nada de lo que hacen los que saben, sirve…
Edipo- Es que sigo sin entender… ¿Quién es ese que trae la desgracia a nuestro pueblo? ¿Por qué siempre los dioses se comunican de forma tan confusa con nosotros?
Yocasta- Los dioses siempre tienen razón…
Edipo- Es posible, pero que den el nombre y ya está… Ya estoy harto de tener que escuchar a quienes se creen que son los que median entre los dioses y nosotros, simples mortales…
Creonte- (Se ríe) Tienes cada ocurrencia…
Edipo- No, Creonte, piénsalo… Claro que tengo razón, los oráculos son tan… confusos… Esas mujeres enajenadas…
Yocasta- ¡Cállate, mi Edipo!… Un día los dioses se van a enojar contigo…
Edipo- ¿Ves, Creonte? Tu hermana me trata como si yo fuera su hijo…
Creonte- Tengo que volver a gobernar… ¿Qué me aconsejas que haga?
Edipo- Que busques al que mató a Layo… A veces pienso que tendría que agradecerle porque por su infausta acción, logré la felicidad juntándome con esta mujer, teniendo hijos maravillosos y gobernando a la población de Tebas que me trata como su ciudadano preferido… Y teniéndote a ti, cuñado, como mi fiel compañero… Y todo, aún no siendo de aquí… Siendo un extranjero que…
Creonte- Bien, me voy… Adiós, Yocasta… ¿Qué pasos doy, Edipo?
Edipo- Llama a todos los que puedan darte pistas… Tenemos que atraparlo a ese maldito que se mantiene oculto… No descuides ningún dato… Lo atraparemos, Creonte, como que me llamo Edipo… Debemos ir hasta el final porque la muerte de Layo no puede quedar impune… Si para calmar a los dioses, debemos encontrar a quien lo mató cometiendo la estupidez de permanecer entre nosotros… A ese individuo no le importa nada… Es despreciable… Atrápalo, Creonte, debemos matarle de la peor forma… Está provocándonos con su acción… No merece vivir… Yo le daré la tranquilidad, nuevamente, a mi pueblo…
Creonte- Veré qué puedo hacer… (Sale de escena)
Yocasta- Adiós, Creonte… (Cuando éste se va) Ven acá, esposo mío…
Edipo- (Queda pensativo por un instante) ¿Qué quieres? ¿Terminar lo que habíamos iniciado?
Yocasta- Es una posibilidad… Ven acuéstate a mi lado… Ámame… ¿quieres que me ponga en alguna de las posiciones que te gustan más?
Edipo- ¡Ah, cómo conoces mis debilidades, mujer cruel…! Yo…
(En silencio ella se empieza a desvestir lentamente mirándolo fijamente a los ojos mientras recorre su cuerpo, quedando sus senos prácticamente al aire...)
(Se oscurece parcialmente el escenario, mientras ambos juegan, murmurando entre sí. Se ven sus siluetas. De pronto, alguien golpea. Se ilumina nuevamente el escenario)
Yocasta- Ahora soy yo quien se enoja…
Edipo- ¡¿Qué pasa?!
Creonte- (Entra con cara demudada) Disculpen, nuevamente. Algo imprevisto. Edipo, ha llegado el enviado a Delfos y trae nuevas noticias… Creo que sería importante que las escucharas…
Edipo- Tu cara… Claro, hazlo pasar, que entre…
Yocasta- Algo me dice que no son buenas para nosotros.
Edipo - (Se levanta acomodando sus ropas) ¿Dónde está el enviado?
Enviado- (Entra muy nervioso) Señores… Rey Edipo, Reina…
Edipo- Corta, corta con los saludos… Dime lo que te han dicho…
Enviado- El oráculo se expresó nuevamente, señor. La peste es porque el asesino de Layo está vivo y entre nosotros…
Edipo- Eso ya lo sabemos… (Irritado) ¡Vamos, vamos!
Yocasta- Cálmate, cariño, no te encolerices…
Creonte- Dile lo que me dijiste cuando llegaste…
Enviado- (Nervioso) Afirma que…
Creonte- Dilo sin cuidado, no te va a pasar nada…
Edipo- ¡¿Cuándo yo he sido violento con uno de mis subordinados?! ¡Pero si no me lo dices…!
Enviado- (Asustado) Es que… la pitonisa dijo que el que provocó esta peste que asola la ciudad, está entre nosotros.
Edipo- ¡¿Y?! ¡Repites las palabras una y otra vez para decir lo mismo! ¡¿Te burlas de mí?!
Creonte- Lo diré yo de una buena vez… Y así, asumo toda la responsabilidad por los dichos. Edipo, sabes que te amamos, que te has hecho el gobernante más respetado de Tebas… La novedad es que hay una mancha que está lastimando a nuestro pueblo…
Edipo- Sí, ya sé… (recitando fastidiado) Que el asesino de Layo está entre nosotros y no sabemos quien es y por eso se está muriendo todo lo que nace… ¿Lo dije bien? Me lo sé de memoria… Pero supongo que no van a molestarnos a mi esposa y a mí para manifestar siempre lo mismo ¿No es así? Bien, ¿qué es lo nuevo que no se animan a contar? ¿Qué quieres decir, Creonte? Tu mirada… Tu mirada… ¡La conozco! ¡¿Qué es lo que quieres decir?!
Creonte- Que el dios se ha expresado y eres tú, Edipo, el que trajo la peste a Tebas.
Yocasta- Ah, dios mío…
Edipo- (Impactado) ¡¿Cómo te atreves?! ¡¿Yo?!
Creonte- Edipo…
Edipo- ¡¿Yo?! ¡Guardias! ¡Has enloquecido, Creonte! ¡Sabía que estabas conjurando contra mí! ¡Lo sabía! ¡Tu hermana no me lo creía! ¡Me estás acusando ante mi pueblo de homicida! ¡Estás fomentando una rebelión contra mí! ¡¿Para qué?! ¡¿Para quedarte con el Poder?! ¡Yocasta! ¡El dice…!
Yocasta- Creonte, has pasado los límites de la tolerancia… ¡¿Cómo puedes…?! ¡Te desconozco!
Creonte- No, Yocasta… Sólo expreso lo que el enviado temía decir… Jamás hubiera deseado…
Edipo- ¡Mientes! ¡Tienes envidia de tanta felicidad! ¡Muerte! ¡Muerte es lo que mereces! ¡Tu enojo por vernos bien te ha jugado una mala pasada, Creonte! ¡Tú nunca te has casado! ¡Eres un oscuro funcionario! ¡Recuerda, Creonte lo que te voy a decir! ¡Cuatro hijos! ¡Cuatro! ¡Pero además, la felicidad para los tebanos como nunca la conocieron!
Creonte- No te pongas necio, Edipo, escucha…
Edipo- ¡¿Escuchar?! ¡¿Estupideces?! ¡Guardias!
Creonte- No los llames, Edipo, los he instruido para no responder a tus órdenes…
Edipo- ¿Te has rebelado contra mí? ¿Tú?
Creonte- No, Edipo, no… Solo trato de actuar con sabiduría…
Yocasta- ¡Hermano inmundo! ¡Nunca debiste caer tan bajo atacando esta hermosa familia que construimos de la nada! ¡Layo murió y yo quedé destruida! ¡Y apareció este joven que nadie conocía! ¡Nadie! ¡Y en medio de la felicidad vienes a poner la piedra de la infamia entre nosotros, para que todos nos rechacen!
Creonte- ¡Déjame hablar, hermana!
Yocasta- ¡No me nombres así! ¡Reniego de ser hermana tuya! ¡Los dioses hablan por boca de los hombres! ¡Con todas estas cosas estoy por creer que no existen los dioses, Creonte! ¡Parece que somos nosotros los que les hacemos decir lo que queremos!
Creonte- Por favor, Yocasta, que no te escuchen…
Yocasta- Edipo ha sido la salvación de todos, incluso la tuya… Estás destruyendo la esencia de todo…
Creonte – Para mí es doloroso… Quiero a Edipo como a un hermano…
Edipo- ¡Si no vienen los guardias, te mataré con mis manos! ¡Mentiroso! ¡Siempre buscaste destruirme!
Creonte- No seas necio, Edipo… Has sido un gobernante ejemplar, pero los hechos marcan una maldición por la que la ciudad está siendo destruida… Debemos encontrar al responsable de la muerte de Layo, y los dioses…
Edipo- ¡Los dioses! ¡Dónde están los dioses cuando los necesitamos! ¡Sólo opinan a través de mujeres embriagadas que vomitan tonterías impunemente! ¡A ver! ¡Que se presente ahora ese dios tan seguro de que yo soy el asesino! ¡Vamos! ¡Lo desafío! ¡Vamos, ven, vamos! (Silencio) ¡¿Ves, Creonte?, coincido con tu hermana! Estoy casi por creer que no existen… O que todo esto ha sido un invento tuyo para quedarte con Tebas…
Creonte- No blasfemes…
Edipo- He sido yo el que ha matado a la Esfinge… Ningún dios, por más todo poderoso que sea, logró eliminarla… ¡Hablan y hablan! ¡Pero somos los humanos quienes nos movemos como títeres por lo que creemos que dicen! ¡¿Tú los has escuchado hablar?! ¡Dime, contesta!
Creonte- No, Edipo, no…
Edipo- ¿Entonces debemos creer a una mujer enajenada que se hace pasar por la enviada y se presenta a los crédulos como la voz de los que están allá arriba? ¡Vamos, Creonte, reflexiona! ¡Quiero creer que estás ciego!
Creonte- No lo estoy… Hablando de ciegos, Edipo… He convocado a alguien que puede ver más allá de sus ojos…
Edipo- ¿Qué has traído a quién?
Creonte- He traído a Tiresias…
Edipo- ¿Ese viejo loco que se burla de nosotros diciendo que perdió la vista porque osó mirar desnuda a una diosa? ¡¿Qué tramas, Creonte?! ¡Dilo! ¡¿Quieres este trono?! ¡Te lo doy! ¡La felicidad de mi familia es más importante que todo lo demás!
Creonte- Sabes que no quiero nada; estos años he sido quien ha administrado todo lo que has ordenado… He sido mesurado en todos mis actos… No puedes acusarme de nada…
Edipo- Pero ahora has mostrado realmente quién eres… Ahora traes un ciego que dice ser un adivino para que ratifique tus dichos… Lo tenías todo orquestado… Tráelo, tráelo…
Yocasta- Calma, Edipo, mi amor, calma…
Edipo- No puedo… Lo mataría con mis manos…
Tiresias- (Entra apoyado en un bastón) Aquí estoy, Edipo…
Edipo- Tiresias…
Tiresias- Me han llamado…
Edipo- Eres tan basura como Creonte… ¿Qué vas a decir? ¡Vamos!
Tiresias- Eres un buen hombre en la paz, Edipo, pero cuando te descontrolas, entras en ira y abandonas tu cordura…
Edipo- Ahora quieres acusarme de incapacidad para gobernar…
Tiresias- No, Edipo, escucha por favor… A veces oímos sin escuchar…
Edipo- (Saca la espada)
Tiresias- Guarda la espada, Edipo…
Edipo- ¡Cómo sabes que te saqué la espada! ¡Haces que eres ciego pero ves realmente!
Tiresias- No seas tonto, Edipo, oigo más que tú porque no puedo ver… El sonido del metal me alertó… ¡Mátame si quieres! ¡Pero si lo haces, es porque no soportas la verdad!
Yocasta- ¡¿A qué has venido, Tiresias?!
Tiresias- Desgraciada… Sabes más de lo que dices…
Edipo- Eso no te lo permito… Puedes insultarme a mí, pero a mi mujer…
Tiresias- Edipo, nunca hablé… sabiendo… Nunca dije palabra porque podía perjudicarnos a todos… Guardé silencio, lastimándome por dentro, pero es tiempo de confesar lo inconfesable… Nos estamos muriendo todos… Las plantas no dan fruto, los animales…
Edipo- ¿Otra vez el mismo discurso? Me lo sé de memoria… ¡¿Qué?! ¿Lo aprendieron antes de entrar? Ahora me amenazas con decir… ¿qué cosas? Ese maldito de Creonte te ha llamado para que juntos logren lo que no pudo la Esfinge… Y además, atacas gratuitamente a mi mujer…
Tiresias- Edipo, estás ciego… Ella no es lo que tú crees…
Edipo- Basta, no te permito.
Tiresias- Escucha mi secreto. Serás la primera persona a quien se lo contaré. Nadie lo sabe… Es demasiado cruel para estar diciéndolo… Pero ya es tiempo…
Edipo- Sigue…
Tiresias- Yocasta… Ella es quien te ha parido…
Edipo- ¡Ahora sí te mato! (Lo contienen)
Tiresias- Escucha esto, Edipo, sólo te pido eso… Luego haz lo que quieras conmigo…
Yocasta- No lo escuches, Edipo…
Creonte- Por favor, Edipo, este hombre es un anciano sabio, siempre confiamos en él…
Edipo- Hicimos mal… Nos mintió todo el tiempo… Ahora está diciendo mentiras…
Tiresias- ¿Sabes por qué llevas ese nombre?
Edipo- Es una burla que he aceptado con los años… Desde niño, mis compañeros me llamaban “pies hinchados”… No es difícil adivinar porqué… (Muestra los tobillos hinchados)
Tiresias- ¿Sabes por qué?
Yocasta- No escuches, Edipo…
Edipo- Te concedo un instante… Después haré que mueras de la peor forma…
Tiresias- Tú eres el hijo de Layo, Edipo…
Edipo- ¡¿Qué dices?!
Tiresias- Siempre lo supe pero preferí hacerme el tonto por mi cariño hacia ti…
Edipo- ¿Debo agradecerte?
Tiresias- No seas irónico… El Destino te ha jugado una mala pasada, Edipo… Aquel anciano que mataste en Fócida… Ese hombre era Layo…
Edipo- No es cierto… (Lo mira incrédulo)
Tiresias- Su cuerpo nunca apareció y por eso no se habló más de ese desgraciado hecho… Pero varios lo sabíamos aunque preferimos hacer de cuenta que no…
Edipo- ¡Tiresias, es sucio lo que señalas! Al que maté…
Creonte- (Temblando) ¿Es cierto, Tiresias?
Tiresias- Pero hay más, Edipo, el oráculo se cumplió sin que tú lo supieras…
Edipo- ¡¿Qué tramas?!
Tiresias- Nada tramo… Solo quiero completar mi confesión… Decirte que ella es tu madre…
Edipo- ¿Yocasta?
Creonte- No puedo escuchar que confirmes con tus palabras lo que el oráculo ha dicho.
Tiresias- (Reflexionando) Eres un pobre títere de los acontecimientos…
Creonte- Que los dioses nos amparen…
Edipo- (Conteniéndose) Juro venganza…
Tiresias- Me has concedido un tiempo para expresarme…
Edipo- (Tenso) Habla porque será la última vez que lo hagas…
Tiresias- Tu padre, Layo, tenía una vida extraña… ¿Puedes concederme la posibilidad que sepas quién era él?
Edipo- A esta altura…
Tiresias- Tu padre era hijo de Lábdaco que murió cuando él tenía un año de edad. Le habían puesto Layo, que como sabes significa “el que tiene ganado”. Fue por eso que asumió Lico hasta que tu padre tuvo la edad suficiente para gobernar, pero entre medio fue violado. Al poco tiempo de estar en el Poder, unos ambiciosos lo derrocaron y debió escapar hasta el reino de Pélope, el de la ciudad de Pisa, el que creó los juegos olímpicos, donde fue recibido amablemente en su casa, de acuerdo a nuestras leyes de exilio… Le dio todo a él, pero Layo cometió el error de enamorarse de Crísipo, hijo del gobernante y de la ninfa Axíoque… Se enamoró perdidamente de él y en su locura lo raptó… Y cuando se descubrió todo, tuvo que devolverlo y huir regresando a Tebas, recuperando el Poder, mientras dejaba abandonado al pobre muchacho que, humillado fue muerto por sus hermanastros Atreo y Tiestes, incitados por la madre de estos, Hipodamía que después se suicidó… Y ese rey prometió venganza… Convocó a los dioses y les gritó que si existían, escucharan su demanda: Primero que todos los descendientes de Layo se mataran unos a otros, y segundo, ésta otra: “Layo, que jamás tengas un hijo, y si lo tuvieres, que sea tu asesino”.
Yocasta- Ay, por todos los dioses, ¿qué dice este hombre? ¡Hazlo callar, Edipo!
Edipo- (Perturbado) ¿Qué?… ¿Qué tiene que ver conmigo?…
Tiresias- Calma, ya llego a explicarlo… Cuando Layo volvió a ocupar el reino de Tebas, se casó con Yocasta y consultó al Oráculo de Apolo preguntándole si podría tener hijos. El dios le respondió: “Un hijo te daré, pero está decretado que él te quitará la vida, porque así lo ha ordenado Zeus, motivado por las terribles maldiciones de Pélope, quien pidió para ti tales castigos”. Así, Layo se cuidó de que su esposa no quedara embarazada, evitando encuentros íntimos… Ella siempre lo provocaba pero no lograba acostarse con su marido hasta que una noche, lo embriagó y así fue concebido un niño…
Yocasta- Eres miserable, Tiresias… Es cierto lo que cuentas pero en nada tiene que ver con la vida que vivo con Edipo…
Edipo- Tiresias, haces angustiarse a mi mujer con historias pasadas, con las que buscas ensuciarme… Pero, sigue, sigue… Mi espada tiembla buscando cortar tu cuello…
Tiresias- Ya he visto demasiado, Edipo, sin tener ojos… Quizás me hagas un favor… Pero déjame continuar… Tú no tienes nada que ver en todo esto… Y lo tienes todo… Son los dioses…
Edipo- ¡Ah, por favor…!
Tiresias- Cuando nació el niño, el horror se instaló en Layo quien confió toda la verdad de lo anunciado por el oráculo, a su mujer. Así, los dos, temerosos, decidieron no retar a los de arriba y llamaron a un guardia para que lo llevara al monte Citerón… Fueron ambos quienes horadaron los tobillos del recién nacido para colocarlo como se pone a las fieras, en un palo, y allá fue el hombre…
Yocasta- ¡Basta, Tiresias! El niño… fue comido por las fieras… Eso me señaló el encargado de dejarlo a su suerte…
Edipo- (A Yocasta) ¿Tú hiciste eso?
Yocasta- Sí, mi amor… Pero quédate tranquilo que los pecados del pasado no te tocarán…
Tiresias- No es cierto, Yocasta… Los hijos son los que lavan los pecados de los padres… Aquí tengo a aquel guardia… Ya es un anciano… ¿Quieres escucharlo?
Edipo- Que entre…
Guardia- (Entra temeroso) Amados reyes… Yo no quería… Pero me han obligado…
Edipo- Lo sabía… Creonte y tú, Tiresias están organizados para destruirnos…
Creonte- Cree lo que quieras, Edipo, pero escucha a este hombre… Hermana, ¿tú reconoces su rostro?
Yocasta- Sí, es el fiel esclavo nuestro de aquellos años…
Guardia- Permanecí demasiados años con este secreto. Ya al final de mis días, es oportuno que lo divulgue. Juro, Edipo, que me desgarra el contártelo. Siempre te admiré y sentí que en parte soy quien te salvó la vida… Te entregué a un pastor, y éste a Polibo, rey de Corinto, cuya mujer, Mérope estaba seca y buscaba descendencia…
Edipo- ¡Mentira! ¡Horrorosa mentira! ¡Han tramado todo esto para lograr sus propósitos! ¡No toquen a mis padres! ¡Me han dado todo sin pedir nada! ¡Ellos son ancianos y merecen el respeto!
Tiresias- ¡Cállate, Edipo, escucha! ¿A quién asesinaste en el cruce de caminos de Fócida, cuando ibas a Delfos? A tu padre, Edipo… Yo mismo, Tiresias, conocedor de todo lo ocurrido por ser adivino, le recomendé que hiciera ofrendas a Hera, diosa protectora del matrimonio, y es ahí, cuando se dirigía al templo de Apolo para cumplir con lo pedido por quien tienes enfrente, que aparece y lo matas.
Edipo- No es cierto… Yo venía a preguntar a Apolo sobre el futuro… cuando un hombre prepotente se cruzó y lastimó mis pies con las ruedas del carruaje… Lo desafié y lo… Y a todos los que lo acompañaban… Eso es todo… (Temblando) No puede ser que ese hombre fuera…
Yocasta- ¡Mátalos!
Creonte- ¡Hermana!
Yocasta- ¡Mátalos antes que sigan hablando! El futuro nos protegerá si lo haces ahora…
Tiresias- No cometas una tontería, Edipo…
Creonte- ¡Soy tu tío! ¡Es pecado levantar sangre de los familiares! ¡Es eso lo que te está pasando con tu padre, Edipo! ¡El pecado que no te perdonan los dioses es que hayas matado a un familiar! ¡Es más horroroso eso que te hayas acostado con tu madre!
Edipo- ¡He llegado al límite! ¡Ella es mi esposa! ¡Con ella he vivido feliz todos estos años! ¡Hemos tenido cuatro hermosos hijos! ¡El pueblo me ama! ¡Y si entró la peste en Tebas, es porque ustedes la provocaron! (Al guardia) Muere, no mereces vivir contando mentiras… (Le clava la espada) ¡Dices que pasaste toda tu existencia callado para al final de la misma venir a mi morada a ensuciarnos a mi mujer y a mí, generando la desconfianza… ¡Si es verdad, ¿por qué no me lo dijiste nunca y esperaste este momento para hacerlo?! ¡Muere! ¡¿Quieres descansar en paz?! ¡Hazlo! ¡Yo te ayudo! (Va hacia el enviado) ¡Y tú también, si los dioses quieren que no lo haga, impedirán que mi espada entre en tu carne! (Le clava el arma) ¿Ves? O los dioses no existen o están de acuerdo conmigo… (Se acerca a Tiresias) Tú, maldito ciego… Intrigante… Adivino mentiroso… Se te ha tenido compasión y tú la has confundido con admiración… Has envenenado a toda la ciudad contando mentiras… ¡Muere!
Tiresias- Cometes un error, Edipo, pero el Destino está marcado. Mátame, nunca podrás lavar la sangre que sale de mi cuerpo…
Edipo- Hasta muriendo no te callas, Tiresias… ¡¿Hablarás después de muerto?! ¡Probemos! ¡Toma! (lo mata). Y por último, Creonte…
Creonte- No lo hagas otra vez con tu familia, Edipo… Soy tu tío y… no merezco morir…
Edipo- ¡Que mueran todos ustedes, salvajes mentirosos que se aprovechan de cualquier cosa para trepar! ¡Tú eres el principal de esta conjura! ¡Esperaste por años este momento!
Creonte- No, Edipo, te juro que no…
Edipo- Hermano de ella y buscas derrocarla… Buscas destruir nuestra familia por la sed de Poder… Por años urdiste esta telaraña de mentiras para tener argumentos suficientes para hacer creer que eres el bueno… No, Creonte… Te amé… Creí en ti… Pero me has desilusionado. (Lo mata)
Yocasta- ¡Que los dioses nos protejan!
Edipo- ¡No quiero escuchar más hablar de los dioses! ¡Los dioses nos deben respeto! ¡Si nosotros no les damos alimento, ellos no existen! ¡Y si no están conformes con nosotros, cambiamos de dioses y ya está!
Yocasta- No blasfemes, Edipo…
Edipo- (Agotado) ¡Se acabó la peste! ¡Yo lo decreto! ¡Que la sangre derramada sirva para que purifique al pueblo de Tebas!
Yocasta- Tengo tanto miedo… ¡Saca estos cuerpos de mi vista! ¡Sácalos de este dormitorio! ¡Manchan nuestra relación con su sangre! (Edipo carga de a uno, con ellos y los saca de escena. Regresa cansado) Ven, mi amor, recuéstate, descansa…
Edipo- (Cae rendido en la cama) Yocasta… Cuantos misterios…
Yocasta- Edipo, no temas acostarte conmigo… Otros hombres sueñan que hacen el amor con sus madres, y no les pasa nada…
Edipo- Sólo dime… ¿Eres mi madre?
Yocasta- Duerme, mi pequeño…
Edipo- ¡No me trates como un niño! ¡Dime la verdad! (Se enfurece y la toma del cuello con una mano)
Yocasta- Me lastimas… Ay… Sí… Lo supe cuando entraste al palacio, acompañado por mi hermano… Sí, Edipo… Me muero de vergüenza ante ti, pero no puedo seguir mintiéndote…
Edipo- Pero… ¿por qué no me dijiste y…?
Yocasta- Porque estabas tan hermoso… Tan alegre… Saludabas a todos, eras el héroe que todos necesitaban… Tu padre había sido un déspota…
Edipo- ¿Contigo?
Yocasta- Con todos… Conmigo… Me castigaba…
Edipo- Maldito…
Yocasta- Tenía relaciones con jóvenes que aún no habían visto crecer la barba en sus rostros…
Edipo- ¡Lo mataría de nuevo!
Yocasta- No, mi niño, no… Y te acercaste a mí… Y vi tus ojos y no pude creer lo que pasaba… Me negaba a mí misma la verdad…
Edipo- (Furioso) ¡¿Cómo debo llamarte?! ¿Esposa? ¿Amante? ¿Mamá?
Yocasta- Por favor, no me grites (tapándose los oídos, llorando)
Edipo- ¡Estoy furioso! ¡Furioso y desesperado! ¡Cuatro hijos con mi madre!
Yocasta- No me martirices, Edipo…
Edipo- ¡Cómo les digo a nuestros hijos! ¡Al pueblo! Mírame a los ojos…
Yocasta- No puedo, no puedo, siento vergüenza…
Edipo- No te lo perdono… Siempre lo supiste… ¡Te acostaste con tu hijo, Yocasta! ¡Gozaste con tu hijo! ¡De tu vientre han salido nietos tuyos, que son nuestros hijos!
Yocasta- ¡Basta, Edipo! ¡Piedad!
Edipo- ¿Piedad? ¿Y a mí quién me consuela? ¡He matado a mi padre! ¡He matado a mi tío Creonte, acusándolo de lo que no era!
Yocasta- ¡Mátame a mí, por favor!
Edipo- ¡Lo haría con gusto pero te amo demasiado! ¡¿Qué digo?!
Yocasta- Olvidemos todo, Edipo… Seamos felices…
Edipo- ¡¿Qué dices?! ¡Eres mi madre! ¡Deseo a mi madre! ¡Me muero de pasión por quien me tuvo en su vientre!
Yocasta- Yo te amo… Eres lo único que quiero…
Edipo- Pero me entregaste para ser muerto por las fieras… Junto con mi padre tramaron mi desaparición… Me horadaron los tobillos… Y dices que me amas…
Yocasta- Teníamos miedo, Edipo. Miedo. ¡¿Sabes lo que es eso?! ¡Los dioses habían jurado venganza! Tenía que salvar a Layo. Yo misma sería condenada…
Edipo- Y para eso, el sacrificio de mí, tu hijo…
Yocasta- Edipo, entiende, por favor, no te pongas necio… ¡Los dioses habían…!
Edipo- ¡Basta con los dioses! ¡Soy un ser humano! ¡Estoy pagando por cosas que no hice! ¡Tócame, tócame, ¿ves que existo?!
Yocasta- Por favor, Edipo, me das miedo… Has matado a mi hermano…
Edipo- Por todos los dioses, no sé lo que hice… ¡¿Qué hice?! ¡Están muertos! ¡Otra vez me he manchado de sangre!
Yocasta- Edipo, cálmate, por favor, cálmate…
Edipo- ¿Por qué ser feliz es tan costoso? ¿A quién hice daño? Si es cierto lo que todos dicen, soy el único inocente… Huí del lado de Polibo y Mérope porque un muchacho envidioso de mí, en la cantina, borracho me contó la historia de que iba a matar a mi padre y me iba a acostar con mi madre… Y me entró el horror de cometer tal acto y preferí escapar del Destino… Porque los amo, porque me dieron lo que tú y Layo jamás me brindaron… Amor, cariño, protección… ¡Me amaron, Yocasta! ¡Fueron los padres más comprensivos, Dios mío! ¡Los extraño! ¡Quiero estar al lado de ellos!
Yocasta- Mi niño…
Edipo- ¡No me toques, no me toques!
Yocasta- ¡No me rechaces!
Edipo- ¡¿Cómo debo llamarte?! ¡¿Quién eres en verdad?! ¡¿Quién?!
Yocasta- Estás como loco, Edipo… Olvídate de todo, vayamos a un lugar donde nadie nos conozca… Dejemos a nuestros hijos, ya están grandes…
Edipo- ¡¿Otra vez abandonando a tus hijos?! ¡Ese el amor materno que tienes!
Yocasta- Estoy desesperada… No sé qué hacer… Siento vergüenza…
Edipo- Mi amor… (La abraza) ¡Que el fuego nos abrace!
Yocasta- Mi niño… Mi hombre… Mi amante… Mi esposo… Te amo, Edipo, te amo como no amé a nadie en esta vida…
Edipo- Soy un miserable… ¡¿Qué estoy haciendo?! (La besa apasionadamente. La suelta y camina por la habitación) ¡¿Qué estoy haciendo, qué estoy haciendo?!
Yocasta- Ven, mi amor, ven, por favor, bríndame consuelo… No sé quién soy pero me muero de pasión por ti…
Edipo- Me siento sucio, he estado acostado con mi madre, he matado a mi padre, y ambos querían verme muerto para salvarse ellos de la ira de los dioses… ¡¿Quién soy?!
Yocasta- Edipo, ámame por favor, hiervo de pasión… Sé que es horrible, pero no resisto que te alejes… No me rechaces, por favor…
Edipo- (Camina como una fiera enjaulada por la habitación. Se detiene, la mira y la abraza apasionadamente y llora como un niño)
Yocasta- Mi niño, mi dulce niño…
Edipo- Te amo, que me condenen, te amo…
Yocasta- Penétrame, por favor, Edipo, penétrame… ¡Ay, desgraciada, ¿qué digo?!
Edipo- (La penetra) ¡¿Qué hago?! ¡Pero no puedo contenerme!
Yocasta- Ay, Edipo, nunca has llegado tan profundo… (llora intensamente) Mi niño…
Edipo- Mamá, mamá, eres mi madre y yo estoy… Ah, no puedo más…
Yocasta- Sí, vente, vente…
Edipo- Seré maldecido para siempre… Que los dioses tengan piedad de mí… Ahhhh… (Gime de placer y llora)
Yocasta- Mi amor, mi amor (tiene un orgasmo. Sigue llorando) ¡No soy digna!
Edipo- (Sale de ella y se arrumba en un rincón) ¡¿Qué hice, por favor, qué hice?!
Yocasta- (Acostada, toma una espada y se la clava en el pecho) Ahhhhhh….
Edipo- (Saltando) ¡Por favor, qué estás haciendo! ¡No, Yocasta, no, no, te necesito para seguir viviendo! ¡No, eres lo más importante de mi vida! (Yocasta yace sin vida) ¡No me abandones, pierdo a la vez una madre y una esposa! ¡¿Qué mal he hecho para recibir estos castigos?! ¡Yocasta, por favor, despierta! ¡Que alguien me ayude! ¡Socorro! ¡Que alguien me ayude! ¡Yocasta, mi amor, no me dejes! ¡No sé qué hacer sin ti! ¡Es todo culpa mía! ¡Tendría que haber muerto en el monte Citerón! (toma un cuchillo y se lo clava en los ojos) Ahhhhhhhhhhhhhhhhh…. ¡No veo…! ¡Necesito no ver más los horrores que me rodean…! ¡Soy tan cobarde que no me puedo matar!… ¡Pero debo lastimarme para no ver más lo que he cometido sin saber! ¡La culpa me acompañará toda la vida…! ¡Socorro! ¡Que alguien me ayude!

Fin